\"Las imitaciones locales de Terra Sigillata en la bahía de Cádiz\", en F.J. García Fernández y E. García Vargas, Comer a la moda. Imitaciones de vajilla de mesa en Turdetania y la Bética Occidental durante la Antigüedad, Barcelona 2014

July 4, 2017 | Autor: M. Bustamante Álv... | Categoría: Terra Sigillata Hispánica, Terra Sigillata, Samian Ware, Sigillata Africana, Sigillata italica
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Descripción

COMER A LA MODA: IMITACIONES DE VAJILLA DE MESA EN TURDETANIA Y LA BÉTICA OCCIDENTAL DURANTE LA ANTIGÜEDAD (S. VI A.C. - VI D.C.)

Col·lecció INSTRUMENTA Barcelona 2014

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COMER A LA MODA

IMITACIONES DE VAJILLA DE MESA EN TURDETANIA Y LA BÉTICA OCCIDENTAL DURANTE LA ANTIGÜEDAD (S. VI A.C. - VI D.C.)

Francisco José García Fernández Enrique García Vargas (Eds.)

© PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA, 2014 Adolf Florensa, 2/n; 08028 Barcelona; Tel. 934 035 442; Fax 934 035 446. [email protected] 1ª edición: Barcelona, 2014 Director de la colección: JOSÉ REMESAL. Secretario de la colección: ANTONIO AGUILERA. Diseño de la cubierta: CESCA SIMÓN. Composición y maquetación: SERGI CALZADA. CEIPAC - http://ceipac.ub.edu Unión Europea: ERC Advanced Grant 2013 EPNet 401195. Gobierno de España: DGICYT: PB89-244; PB96-218; APC 1998-119; APC 1999-0033; APC 1999-034; BHA 2000-0731; PGC 2000-2409-E; BHA 2001-5046E; BHA2002-11006E; HUM2004-01662/HIST; HUM200421129E; HUM2005-23853E; HUM2006-27988E; HP2005-0016; HUM2007-30842-E/HIST; HAR2008-00210; HAR2011-24593. MAEX: AECI29/04/P/E; AECI.A/2589/05; AECI.A/4772/06; AECI.A/01437/07; AECI.A/017285/08. Generalitat de Catalunya : Grup de Recerca de Qualitat: SGR 95/200; SGR 99/00426; 2001 SGR 00010; 2005 SGR 01010; 2009 SGR 480; 2014 SGR 218; ACES 98-22/3; ACES 99/00006; 2002ACES 00092; 2006-EXCAV0006; 2006ACD 00069. Esta edición ha contado con la colaboración financiera de los Proyectos de Investigación: “La construcción y evolución de las entidades étnicas en Andalucía en la Antigüedad (siglos VII a.C.-II d.C.)” (HUM-03482), “Identidades étnicas e identidades cívico-políticas en la Hispania romana: el caso de la Turdetania-Betica” (HAR2012-32588) y “Sociedad y Paisaje. Alimentación e identidades culturales en Turdetania-Bética (Siglos VIII a.C. – II d. C.)” (HAR2011-25708/Hist), integrándose dentro de sus objetivos y difusión. Portada: Fotografía de plato de pescado de figuras rojas procedente de Apulia (ca. 350-325 a.C.) y conservado en el Museo del Louvre (Bibi Saint-Pol). Fotografía de plato de pescado en cerámica tipo Kuass procedente de la c/ Arellano 3 de Carmona (Sevilla) y conservado en el Museo de la Ciudad de Carmona (Violeta Moreno Megías). Composición original de Blanca del Espino Hidalgo. Impresión: Gráficas Rey, S.L. Depósito legal: ISBN: Impreso en España / Printed in Spain.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin la autorización previa por escrito del editor.

Índice General

Presentación (F.J. García Fernández, E. García Vargas)

9

Nomenclatura y taxonomía de las cerámicas de imitación hispanorromanas. A modo de psicoanálisis (D. Bernal Casasola)

13

Imitaciones en las vajillas de mesa en la Bahía de Cádiz desde la transición tardoarcaica hasta la época tardopúnica. Actualización de los datos y nuevas propuestas (A. Sáez Romero)

33

Oculto bajo el barniz. Aproximación inicial a las producciones grises de Gadir de época tardoclásica-helenística (siglos -IV/-III) (A. Sáez Romero)

79

El éxito de la vajilla helenística “tipo Kuass” ¿Resultado de la adopción de una moda estética o reflejo de transformaciones culinarias y comensales? (A.Mª Niveau de Villedary y Mariñas)

119

Formas que cambian, engobes que permanecen. Una visión diacrónica de las imitaciones de vajilla de tipo Kuass en el valle del Guadalquivir (V. Moreno Megías)

175

El peso de la tradición: imitación y adaptación de formas helenísticas en la cerámica común turdetana (siglos V-I a.C.) (F.J. García Fernández)

205

Las imitaciones de vajilla de barniz negro en el valle del Guadalquivir (Mª J. Ramos Suárez, E. García Vargas)

239

Las imitaciones locales de Terra Sigillata en la bahía de Cádiz (M. Bustamante Álvarez; E. López Rosendo)

271

Imitaciones béticas de sigillata: contextos del s. I a.C.-II d.C. en la Plaza de la Encarnación y el Patio de Banderas del Real Alcázar de Sevilla (J. Vázquez Paz, E. García Vargas)

301

Imitaciones béticas de African Red Slip Ware: una sucinta aproximación a los contextos de Hispalis (J. Vázquez Paz)

323

7

La Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional (TSHTM): últimas producciones béticas de imitación para la mesa (J. Vázquez Paz, E. García Vargas)

333

Epílogo. Mil años de imitaciones: gusto, cultura e identidad (E. García Vargas, F.J. García Fernández)

353

Índices analíticos Índice topográfico Índice de materias Índice de formas cerámicas

371

Láminas

385

8

375 379

Las imitaciones locales de Terra Sigillata en la Bahía de Cádiz Macarena Bustamante Álvarez Universidad Autónoma de Madrid1 Ester López Rosendo2 Universidad de Cádiz 1.Introducción y Objetivos La globalización que actualmente nos envuelve nos permite, salvando las distancias temporales, realizar una tarea de reflexión retrospectiva de la economía del mundo antiguo. Gracias a esto, hoy en día, nos podemos acercar mejor a los ciclos económicos del pasado de una manera más directa y tener un contacto casi “extremo” con algunos conceptos, variables y, desafortunadamente, difíciles soluciones ante momentos de crisis genérica. Esta constante a lo largo de la historia, nos permite ver cómo existen agentes externos a un ente geográfico que puede condicionar, no sólo pautas de actuación ante determinadas circunstancias, sino también imponer lifestyles o trendy products. Lo que para algunos supone un estar a la moda para otros cristalizan imposiciones culturales, económicas e ideológicas externas que vienen a acabar con elementos consuetudinarios y oriundos

1

Programa Juan de la Cierva, Micinn, Universidad Autónoma de Madrid.

2

Arqueóloga, Grupo HUM-509 de la Universidad de Cádiz

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de un lugar. Sin embargo, el tema que ahora nos centra es un claro ejemplo de cómo “tradición” e “innovación” pueden ir de la mano sin pasar desapercibidas, convirtiéndose incluso en el “último grito” en lo que a la cerámica se refiere. Y es que el tema de estudio propuesto, el de las imitaciones locales de terra sigillata en la Bahía de Cádiz, supone un ejemplo de cómo la llegada de Roma al entorno de Gadir, además de traer aires itálicos, llevó consigo una constante simbiosis con las tradiciones alfareras preexistentes del lugar. En lo que a nosotros se refiere no negamos que exista una relación directa con algunas formas de la vajilla de sigillata itálica pero creemos que el peso que la tradición púnica ejerció sobre este grupo cerámico -más concretamente a través de los barnices rojos gaditanos- también fue definitorio para su desarrollo. En este modesto trabajo realizamos una valoración genérica de las imitaciones locales de terra sigillata en la Bahía de Cádiz, lo que tradicionalmente se viene llamando TS de imitación tipo Peñaflor3. Para hacer frente a esta investigación nos centramos en el estudio de dos figlinae. La primera localizada en la c/Sagasta (Cádiz) y la segunda en el solar conocido como Jardín de Cano (El Puerto de Santa María), ambas en la actualidad son los únicos sitios que nos han aportado evidencias fehacientes de la producción de este tipo cerámico en momentos muy tempranos en la órbita gadirita (Fig. 1). 2. Caracterización formal, técnica y decorativa Frente al debate existente sobre la denominación, cronología o centros de producción constatados, que será valorado en páginas venideras, podemos caracterizar la producción de una fuerte homogeneidad formal y técnica. Macroscópicamente podemos hablar de una cohesión visual extrema que hace que forzosamente tengamos que recurrir a la arqueometría para una correcta adscripción productiva. Como pautas generales para una inicial adscripción al grupo “Peñaflor” hay que indicar que presenta pastas que van desde tonalidades rosáceas hasta marronáceas, con abundantes desgrasantes micáceos y silíceos que varían en función de su centro productor. Estas inclusiones, además de imprimirles porosidad a la pieza, generan una superficie poco adherente para su barniz. Dicho recubrimiento, presenta una doble vertiente: una consistencia muy espesa y brillante en su cara interna, y un aspecto muy “aguado”, rugoso y áspero en su zona exterior que en múltiples ocasiones ni aparece. Podemos decir que este binomio de acabados es la característica más definitoria de la producción. En los dos talleres estudiados se produce una reiteración de tres grupos compositivos que nos permiten hablar de una homogeneidad en relación a los focos de captación de materia prima. Estas tres nuevas agrupaciones se suman a las cuatro ya definidas por nosotros (Bustamante y Huguet 2008, 299-300), que recientemente han sido analizadas arqueométricamente y asociadas a los talleres de Celti (Buxeda y Madrid 2013), así como a la del grupo de Andújar publicada recientemente en el marco del Proyecto Isturgi (Ruiz Montes 2013, 156) o la de los talleres cordobeses (Vargas y Moreno 2004, nota n. 1). Con el fin de continuar con la ordenación ya inicialmente establecida por nosotros mismos, los tipos A-D (Bustamante y Huguet 2008, 297-298), denominaremos correlativamente estos grupos productivos con las letras E-G (Lám. IX):

No queremos entrar en este trabajo en la problemática de este término. Para más datos al respecto nos remitidos a la reciente intervención de los Drs. Fernández Ochoa, Zarzalejos y Morillo en el último congreso de la SECAH celebrado en abril de 2013 en Braga (Portugal), en fase de publicación. 3

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 Grupo E (Lám. X): pasta de coloración beige asalmonada. Granulometría muy fina y poco compacta que genera su descomposición al contacto. Desgrasantes muy finos. Macroscópicamente los identificamos con micas plateadas, pequeños sílices, biorestos (foraminíferos marinos), puntos negros posiblemente feldespatos y nódulos calcáreos. Su engobe exterior es poco adherente presentando fuertes “calvas”. A la visual podemos caracterizar esta capa de recubrimiento como media-gruesa, de coloración rojo siena brillante al interior y apagado al exterior.  Grupo F (Lám. XI): su composición de pasta podemos caracterizarla como similar a la A siendo la principal diferencia que los desgrasantes son mayores que en el anterior grupo. La otra gran diferencia viene de la mano de su acabado externo. Su color es más luminoso que el exterior y menos consistente. Esto hace que su adherencia a la pasta sea mayor en ambos lados. De nuevo el binomio exterior-interior sigue dándose.  Grupo G (Lám. XII): este grupo podemos decir que es el que más difiere de los tres tratados. Su coloración externa es muy amarillenta. Presenta una pasta muy bien amasada con desgrasantes similares a los grupos anteriores. En esta ocasión su granulometría está más cuidada presentándose media-baja de manera muy homogénea. A esto le debemos de unir un engobado exterior sorpresivamente muy oscuro, hecho que se reitera en todos los ejemplares localizados. De las tres agrupaciones caracterizadas, únicamente en el alfar de Jardín de Cano están presentes los tres grupos. Para la figlina gaditana sólo tenemos constatado el segundo grupo. Porcentualmente podemos decir que el conjunto más representado es el E con más del 60% de todas las piezas documentadas. Los otros dos únicamente aparecen representados en un ca. 15%. También se observa una especialización formal de las pastas usadas quedando las tipo F-G para la producción de copas, mientras que el tipo G se destina, casi en exclusividad, a la manufactura de platos. Además de por el acabado, cuya coloración nos recuerda mucho a la de las producciones sinterizadas, la reiteración de tipos formales de sigillata itálica -en muy menor la sudgálica y los engobe rojo internos pompeyanos- ha hecho que, en múltiples ocasiones, se haya considerado como la antesala de la producción bética, hecho que, en el caso de Andújar, sí se podría considerar al darse una continuidad productiva (Ruiz Montes 2013, 157). Sin embargo, en otros puntos, como en el que nos compete, parece que no existe, quedando a fines de los julio-claudios totalmente rota como nos demuestra la amortización de los espacios productivos. Al igual que podemos observar en los talleres de Andújar, con la producción de cerámicas pintadas, existe un sustrato tecnológico muy apto para el desarrollo de estas manufacturas. Sin embargo, para el caso gaditano, nos parece aún más propicio con las cerámicas engobadas gaditanas/Kouass que, a diferencia de las producciones pintadas isturgitanas, no dejan ningún espacio en reserva durante su decoración (Ruiz Montes y Peinado 2013, 171). Por lo tanto, técnicamente podemos decir que estamos ante una producción que se basa en un gusto donde la tradición hispana -de engobados- y las nuevas formas del repertorio itálico -principalmente de las sigillatas- se unen muy a fines del I a.C. 3. Antecedentes La investigación de esta categoría cerámica en la Península Ibérica se ha caracterizado por la falta de homogeneidad a la hora de tratarlas, caracterizarlas y adscribirlas a un grupo concreto cerámico quedando en muchas ocasiones dentro de las comúnmente llamadas “engobadas”. Esto redunda incluso en una falta de univocidad a la hora de denominarlas. “Cerámicas de barniz rojo tardío” (Domergue 1967a y b y 1969), “imitación de vajilla de mesa” (Vegas 1971 y 1973), “tipo Peñaflor”

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(Martínez Rodríguez 1987 y 1989), “imitaciones de aretinas” (Sanmartí 1974-75; García Bellido 1970; Serrano 1988), “barniz rojo julio-claudio” (Remesal et al. 1977), “producciones hispánicas precoces” (Serrano 1999a) o “barnices rojos de tradición hispana” (Bustamante y Huguet 2008) son algunos de los ejemplos. Hoy día sabemos que hay varios centros productores, todos ellos ubicados en la Bética. Arqueológicamente se han constatado las evidencias de Celti (Keay y Remesal 1990 y 1993), Isturgi -Andújar, Jaén- (Choclán 1984, 171; Mayet 1984a, 15-16; Ruiz Montes 2004-05, 119-124) o Corduba -Córdoba- (Moreno Almenara 2004; Vargas y Moreno 2004; 2008, 56-57; 2010, 416-417). En cuanto a la Bahía de Cádiz, los dos centros que pasamos a comentar ya se habían dado a conocer, más concretamente desde 1996 el de Cádiz (Blanco y Alarcón 1996, 26; Mata y Lagóstena 1997, 17) y desde el 2006 el del Puerto (López Rosendo 2010, 416-417). También por la abundante aparición de fragmentos de cerámica de este tipo en el entorno del Cerro de los Mártires (San Fernando, Cádiz) se podría apuntar a otro posible centro de producción (Bustamante 2013, 63) que habría que confirmar con nuevas intervenciones. En este sentido aprovechamos la ocasión para realizar un estudio más amplio de ambos enclaves e intentar aportar posibles relaciones entre ellos. No queremos dejar pasar la ocasión para apuntar a la amplia aparición de este tipo de piezas en el entorno de San Fernando (Cádiz) que quizás también puede ser indicativo de un centro productivo al servicio de esta categoría cerámica. Historiográficamente las primeras alusiones genéricas a este tipo las encontramos en los trabajos de las Minas de Diógenes (Domergue 1967b, nº 62-64, pl. VIII, nº 1-3) bajo la nomenclatura de Céramique à vernis rouge tardive. Se documentaron tres fondos de copas con una cronología que poco se ajustaba al panorama que hoy en día conocemos, apostando por el IV-III a.C. Uno de los primeros trabajos que lo abordaban en clave genérica fue el de Domergue en Baelo Claudia (1969), dedicándole un punto en su participación en el X Congreso Nacional de Arqueología. Se citan siete piezas adscritas a las formas clásicas del repertorio de las cerámicas tipo Peñaflor, acotándolos cronológicamente a época claudia-neroniana. A pesar de estas acertadas consideraciones, en ningún momento tuvo claro el origen, apuntándose a una importación extrapeninsular. Estas lecturas cronológicas fueron depurándose con estudios contextualizados como el del templo de la c/Claudio Marcelo de Córdoba (García y Bellido 1970) o Baelo (Domergue 1973) que permitió una primera aproximación cronológica a la mitad del I a.C. En torno a los años 70, la problemática de los acabados engobados comienza a expandirse al terreno de la vajilla común. Este nuevo frente fue impulsado en Munigua (Vegas 1971 y 1973) mientras que paralelamente se daban hallazgos más allá de las costas béticas (subacuáticos como los publicados por Colls et al. 1977 o Sanmartí 1974-75). Una vez resuelto el problema cronológico, surgió el de la adscripción cultural de éstas, si eran o no imitaciones itálicas (Serrano 1988). Estos momentos de debate terminológico coincidieron con las primeras excavaciones en complejos bien estratificados, caso de Peñaflor (Keay y Remesal 1990 y 1993) o Andújar (Choclán 1984, 171; Mayet 1984a, 15-16; Ruíz Montes 2004-05, 119-124), estando por el momento ausente el complejo productivo Bahía de Cádiz. La primera gran ordenación vino con Martínez (1987 y 1989) quien, además de englobarlas bajo la denominación de Béticas de imitación tipo Peñaflor -utilizando el epónimo del yacimiento

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que parecía ser el único centro de producción-, planteaba una tabla tipológica (Martínez 1987 y 1989) con cuatro grandes formas y un mapa de distribución muy completo. Podemos decir que la mayor consideración de estas piezas vino con la publicación de la Guía de la cerámica romana (Beltrán 1990, 67-68). Este autor en pocas líneas recogió de manera muy concisa los rasgos generales de la producción y estableció un mapa de dispersión. Tras estos primeros momentos de confusión, este grupo ceramológico inició una nueva andadura. La mesa redonda Terra Sigillata Hispánica: centros de fabricación y producciones altoimperiales pretendió unificar este grupo bajo el vocablo “Hispánicas Precoces”, hecho que en ningún momento ha acabado con el uso de las antiguas denominaciones (Amores y Keay 1999, 240-241). Hoy en día podemos afirmar que esta producción cada vez centra más la atención de la comunidad científica, multiplicándose sus alusiones. En esta tesitura los contextos cerrados son los que más datos han aportado; como el depósito B -de cronología julio-claudia inicial- del Castrejón de Capote (Higuera la Real, Badajoz), en el que se han constatado unos sesenta ejemplares (Zarzalejos 2003, 133-136). En Mérida donde desde los primeros momentos están presentes con formas del tipo Mart. I-II hasta época Flavia con los platos Mart. III (Bustamante 2013, 62-72). En Córdoba han aparecido piezas en contextos augusteos y prototiberianos junto con las formas Consp. 12.2, 13, 14.1, 22, 22.5, 23 o 24.1 (Vargas y Moreno 2002-2003, 206). También han sido localizadas en época claudia en el templo de la c/Claudio Marcelo (Jiménez 1996, 135-140). Para época neroniana se localizaron ejemplares en la necrópolis de la Constancia (Vargas 2002, 302-303). Las últimas publicaciones tratan a este grupo cerámico, no como un grupo homogéneo, sino como un compendio de realidades culturales distintas a las que intentan copiar, de ahí la propuesta de las series imitativas (Vázquez et al. 2005, 315-333). Historiográficamente podemos establecer dos grandes momentos en la producción científica de estas cerámicas. Un primero, que llega hasta mitad de los años ochenta con la figura de Martínez. Este periodo se caracteriza por la falta de homogeneidad de los estudios, carencia de una tipología establecida y ausencia de mapas de distribución que ayuden a establecer redes geográficas. El segundo se caracteriza por una ampliación del conocimiento de la producción, en base al estudio de contextos bien estratificados. Genéricamente la producción gaditana ha quedado siempre en un segundo plano no dándose a conocer hasta 1997 a partir del estudio de Mata y Lagóstena con unas leves referencias a la producción realizada en Cádiz y de manera más amplia en 2008 a partir de un estudio de conjunto del taller productor del Jardín de Cano (López Rosendo 2008). Sin embargo, nunca han sido objeto pormenorizado de investigación, de ahí la motivación de este trabajo. 4. Propuesta tipológica y funcional Como ya hemos advertido una de las mayores dificultades con la que nos enfrentamos con esta producción es la de la sistematización de sus tipos. Llevar a cabo una tipología unitaria de todo el compendio productivo que hoy en día llamamos cerámicas de imitación “tipo Peñafor” es una labor imposible de abordar. Esto viene motivado por el hecho de que, aunque mayoritariamente son tres los tipos reproducidos, las formas Mart. I, II y III, no significa que no haya otras piezas producidas que, en la mayor parte de las veces se quedan en el mismo centro de producción. Esto adolece a que

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no posee un corpus tipológico propio ya que en esencia imita formas de otras producciones cerámicas, quedando su seña de identidad casi ceñida a su doble acabado externo. Los intentos por unificar tipológicamente las formas han sido varios: Vegas (1973), Remesal, Rouillard y Sillières (1977), Martínez (1987 y 1989), Keay, Remesal, Creighton y Jordán (1991), Keay y Remesal (1990 y 1993), Keay y Romo (2001) o Vázquez, García y González (2005, 315333), son algunos ejemplos de lo indicado. Salvando las distancias con Celti, que parece que es el núcleo que más formas presenta en su elenco, el compendio productivo de Cádiz presenta una tipología muy concreta con servicio copaplato que viene a reproducir los tipos Mart. I y II ya establecido, y que se insertan dentro del grupo imitativo de las sigillatas itálicas definidos por Vázquez et al. (2005, 315-333). Empezando por las copas, las Mart. I presentan diámetros amplios entre 12 y 15 cm. y grosor de pared casi estándar con unos 5-7 mm. Al analizar los bordes se percibe la reproducción del tipo b de Martínez. Así el tipo “b”, definido por este autor, se caracterizaría por un perfil sinuoso al interior con, al menos, dos escalones en su desarrollo interior y que raramente se percibe al exterior (fig. 2, nn. 4, 5 y 7 y fig. 3, nn. 5-7 y 9-11). Al respecto, el primero de dichos escalones se desarrolla nada más acabar el borde entre 5-7 mm. del eje superior a partir de un leve baquetón interno que estrangula el perfil y lo impulsa de manera abombada hasta llegar al segundo, ca. 1 cm. de la línea superior, y que da paso al cuerpo propiamente dicho de la pieza. Para finalizar, un tercer escalón ubicado al acabar el segundo cuarto de la copa daría paso a un perfil de línea de caída hasta el fondo. Éste puede presentarse plano o ligeramente abombado en su parte interior (fig. 2, n. 10 y 7, nn. 12-14). Por el contrario, en su zona externa estas alteraciones quedan marcadas muy levemente, la única discontinuidad visible se produce en la unión entre el cuerpo y el fondo con un fuerte ángulo que se reitera en el anillo quebrado de su pie. El fondo externo se presenta plano o bien con un pequeño pedúnculo externo. Estas copas Mart. Ib/Celti 14 imitarían a las Consp. 8.3 de las sigillatas itálicas. Esta forma fue producida en ambos espacios artesanales con similares características. Cronológicamente está presente en los espacios que definimos desde el cambio de era hasta época julio-claudia avanzada. En cuanto a los platos presentan dos tipos dentro del grupo genérico de las Mart. II. El primero de ellos correspondería al grupo Mart. IIb con un esquema muy similar a las copas, es decir, dos inflexiones que darían lugar a tres tramos interiores (fig. 3, nn. 1-4 y 8). Estos platos formarían servicio con la copa antes descrita. El segundo tipo de plato presenta una leve variación que no podemos asociar a ningún tipo definido hasta el momento, pero cercano al plato Mart. IIc. Al respecto, el borde se presenta algo apuntado en su parte más externa y muy exvasado al exterior (fig. 3, nn. 1-3, 6 y 8). Posee una pequeña inflexión a escaso 7 mm. del extremo del borde que da comienzo a la pared con una apariencia más arqueada que el anterior tipo. La pared externa no presenta ninguna alteración visible a excepción del borde que acaba en punta. Ambos poseen diámetros muy homogéneos, entre 14-15 cm., que podemos caracterizar como muy reducidos si se ponen en comparación con las copas. En cuanto a los ámbitos productivos el plato Mart. IIc fue producido únicamente en Jardín de Cano, estando ausente en el taller gaditano. Por el contrario la segunda variante sí fue producida en ambos talleres. Al igual que la copa antes valorada estas piezas cronológicamente son perceptibles desde el cambio de era hasta época julio-claudia avanzada. Además de los platos tratados, encontramos el tipo Mart. III. Este tipo sería formalmente una clara imitación de las grandes páteras de engobe rojo interno pompeyano. Presentan un diámetro casi estándar entre 10-12 cm. lo que difiere mucho de los ejemplares que le sirven de referencia (fig. 4,

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nn. 1-5 y 7-8). La tendencia de su pared es muy recta con caída simple hasta unir con el fondo por medio de un ángulo agudo. El fondo es plano sin ninguna indicación en su parte externa y con triple incisión marcada en el inicio del fondo que vuelve a reiterarse en la zona central. Su cronología se alza como más moderna que los otros anteriormente documentados, percibiéndose en los contextos desde época julio-claudia media hasta fines del I d.C. Esta forma únicamente se ha constatado en el vertedero de la c/Sagasta 28. Para finalizar tenemos cuatro piezas, un borde y tres fondos que nos recuerdan en gran medida a la producción gálica. El primer fondo presenta un grosor amplio de su pared que nos recuerda a los pies de las formas Drag. 29 y 37 (fig. 4, n. 10) por la elevada altura que alcanza en su zona interna. El anillo del pie presenta angulación externa. Los otros fondos podrían asimilarse a copas del tipo Drag. 24-25 y 27 (fig. 4, nn. 6 y 11). En cuanto al borde, correspondería a una pared de perfil abombado en su zona media-inferior (fig. 4, n. 9). El borde, aunque simple, posee un ligero abombado que, junto con el arqueo de la pared, podría indicarnos que estamos ante una imitación de un plato de la forma Drag. 18 gálica. Ambas piezas se insertarían en contextos de época de Claudio aportando el inicio de producción a un grupo que, hasta el momento, no había sido acotado cronológicamente en sus comienzos (Vázquez et al. 2005, 322). La imitación de estos grupos con estos acabados es ya conocido desde hace tiempo en el complejo productivo de Celti (Amores y Keay 1999, 242) con un amplio radio de gestación. 5. Contextos de uso y cronología 5.1. Contextos de uso La reciente caracterización que se ha realizado de este grupo formal, unido a la homogeneidad visual que presentan estas piezas con las producidas en otros centros, hace casi imposible poder trazar un mapa fehaciente de cuáles serían con certeza las cerámicas que, con calificativo de Peñaflor, han sido producidas en la Bahía de Cádiz. Sería lógico pensar que los contextos más cercanos al entorno en el que nos movemos procederían de estos talleres, pero sólo un análisis más pormenorizado de esta producción nos permitiría conocer con certeza cuáles pertenecen a estos. Rastreando los mapas más actualizados de la producción (Bustamante 2013, fig. 19) se ha podido concretar una exportación modesta de este tipo haciendo uso tanto de los circuitos terrestres, alcanzando puntos interiores como La Cueva del Valle (Zalamea de la Serena), como de los marítimos, tal y como demuestran los hallazgos de Septem Fratres (Ceuta) -Bustamante 2010, 146- o el pecio de Port Vendre (Colls et al. 1977). Siguiendo el razonamiento de la proximidad geográfica para Cádiz tenemos los hallazgos de la c/Santa Cruz de Tenerife - Avda. de Andalucía (Gener 1996, fig. 4), o los Cuarteles de Varela (García y Montañes 2000, fig. 3). Para El Puerto de Santa María tenemos los hallazgos de Buenavista (Mata y Lagóstena 1997, 22-25) o el Palacio de Valdivieso4. Para finalizar también son de resaltar los hallazgos acaecidos en San Fernando (fig. 5). De igual modo si comparamos el posicionamiento de todos los talleres se observa un patrón de ubicación común, que es la cercanía a vías acuáticas que dieran salida a estos productos: para Celti el río Higuerón y para Corduba e Isturgi el río Guadalquivir. El caso gaditano sería el mejor ubicado

4

Agradecemos el dato aportado por el compañero R. Belizón.

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por tener salida directa al mar de ahí que, además de los territorios más cercanos al lugar, planteamos que la fachada atlántica peninsular así como la Mauritania Tingitana serían los centros aptos para su consumo por la facilidad que tendrían estos productos para salir. Así en un segundo radio más distante encontraríamos los hallazgos de Carteia (San Roque) -Pemán 1954, n. L. XIX, n. 13-, Cabo de Trafalgar (Cádiz) -Martínez 1989- o Baelo Claudia (Domergue 1969, fig. 11, n. 1-7, 1973; Remesal et al. 1977, fig. 6, fig. 3, 30 y 32; Bonneville 1987, fig. 10a o Bustamante 2010, 128-131). No descartamos que los ejemplares aparecidos en Marruecos también provengan de talleres gaditanos, haciendo uso de los puertos de Gades y/o Baelo como punto de partida. Al respecto, Ceuta (Fernández Sotelo 1980 o Bustamante 2010, 146), Sala (Boube 1968-1972a, fig. 68, nº 2 y 70, nº 2), Tamuda (Bernal et al. 2008) y Lixus podrían ser ejemplo de ello. En relación al sur de Portugal y la fachada más atlántica también nos parecería plausible su origen a tenor de otras piezas cerámicas gaditanas localizadas, caso de las ánforas o las paredes finas. Entre los hallazgos tenemos los de Castro Marim (Viegas 2009, 443-444), Faro (Viegas 2009, 164-165), Balsa (Tavira) -Viegas 2009, 329-, Alcácer do Sal (Sepúlveda et al. 2008, 279-281), el teatro romano de Olissipo y la Casa dos Bicos de Lisboa (citas inéditas en Sepúlveda et al. 2008, 297) -fig. 6-. A pesar de la ineludible necesidad de acometer estudios de caracterización arqueométrica para establecer filiaciones seguras es de destacar que todos los hallazgos existentes, aunque nos hablan de muestras muy puntuales, nos vislumbran una diáspora muy amplia no sólo en suelo peninsular sino también allende las fronteras hispanas. Su traslado pudo ser fruto de su inserción en el cargamento secundario de barcos destinados al comercio de productos alimentarios, siendo claro ejemplo los hallazgos del pecio de Port Vendre (Colls et al. 1977) o los conjunto del Ródano (Martin 2009, 306-307, fig. 2 y 38) donde además de estos tipos también aparecerían paredes finas así como ánforas de diversa procedencia, siendo éstas el grupo más numeroso. También se ha propuesto que las cerámicas Peñaflor acompañaran al transporte de otros productos de diversa naturaleza como la caliza marmórea del entorno de Celti (Amores y Keay 1999, 245). Un análisis pormenorizado de los contextos de consumo de estos productos nos puede aportar datos muy interesantes sobre pautas de adquisición. Aunque la mayoría de los ejemplares aparecen en áreas domésticas y artesanales, hay ejemplos como el de la Necrópolis de Corduba que puede aportarnos interesantes datos. Allí la aparición de este tipo de cerámicas es masiva en contextos funerarios formando un servicio tipo para los depósitos rituales de tres platos-tres copas (Vaquerizo et al. 2005, tumba nº 14 y 25). Su inserción en espacios funerarios también es común en suelo gaditano como demuestran los ejemplos antes reseñados. En lo referido a la necrópolis de Cádiz se le une el hecho de que son muy pocos los ejemplares de terra sigillata itálica que forman parte de los ajuares funerarios, hecho que no adolece a la no presencia de estos materiales en Cádiz (Bustamante 2010, 174). También es muy interesante la comparativa que nosotros mismos hemos realizado sobre la presencia de este tipo de cerámica y sus montantes en zonas cercanas espacialmente pero con distinta entidad social. Así, el ejemplo del suroeste peninsular es muy clarificador al respecto. Al comparar en el centro administrativo-militar minero (de Riotinto), el praesidium del Cerro del Moro con la zona de hábitat de los artesanos mineros (caso de Cortalago), vemos cuantitativamente cómo el número de piezas itálicas existentes en el primer enclave supera grandemente el montante documentado en el hábitat poblacional. Sin embargo, en el poblado de Cortalago la presencia de Peñaflores es amplia supliendo así a los porcentajes de las itálicas. Ambos ejemplos creemos que responden a pautas de

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consumo muy organizadas; en el primer caso, lo que parecería un rechazo a las piezas itálicas en los ritos funerarios y, en el segundo caso, lo que sería un nivel adquisitivo reducido. 5.2. Contextos Productivos El estudio que ahora desarrollamos se centra principalmente en dos intervenciones. Una ubicada en el solar de la antigua Gades, más concretamente en la c/Sagasta, y la otra en el actual El Puerto de Santa María, en el conocido como Jardín de Cano. Ambas intervenciones son espacios productivos con un desarrollo inicial en el s. I a.C. y con un cese de actividad durante el Principado. El interés de ambas intervenciones radica, en primer lugar, en presentar las primeras evidencias de la producción de cerámica de imitación tipo Peñaflor en su registro; tanto por la aparición de piezas termoalteradas como de estructuras de combustión. En segundo lugar, por ser intervenciones de reciente realización lo que nos permite contar con datos obtenidos a partir de excavaciones realizadas con criterios arqueológicos actuales. En tercer lugar, por contar con contextos fundacionales y de amortización de dichos complejos que nos ofrecen la posibilidad de acotar temporalmente la vida de dichas figlinae y, por consiguiente, el arco productivo de esta cerámicas. 5.2.1. La calle Sagasta 28 (Cádiz)5 La intervención llevada a cabo en la c/Sagasta 28 fue desarrollada en 1996 por los arqueólogos F.J. Blanco y F. J. Alarcón (1996). Este solar, ubicado intramuros en la zona más norte de la isla, se encuentra colindante a otros espacios donde se han localizado restos vinculados directamente con la producción de cerámicas así como con el estocaje de productos, la c/Marqués del Real Tesoro. Aunque en los dos sondeos efectuados en este solar no se ha localizado ningún resto de estructura vinculado a las facies romanas sí existen indicios para hablar de la existencia de complejos productivos en el entorno. Según sus excavadores, existen evidencias de, al menos, tres actividades económicas desarrolladas en su entorno. Estas evidencias se perciben gracias a los fuertes vertidos de detritos procedentes de sus postrimerías. La primera de estas actividades estaría relacionada con la industria pesquera, gracias a la recuperación de una ingente cantidad de restos �������������������������������������������������� íctios�������������������������������������������� , malacofauna y fragmentos cerámicos con residuos marinos. Además de estas evidencias, la cercanía de la cetarea del antiguo Teatro Andalucía, así como la del reciente hallazgo del Teatro Cómico, hicieron apuntar a esta actividad económica. La segunda de las actividades definidas en los vertidos localizados sería la de la industria del tinte gracias a la gran cantidad de restos malacológicos con patrón de fractura reiterado (Bernal et al. 2014). Para finalizar, también se han documentado restos asociados a la actividad alfarera, caso de piezas muy termoalteradas de ánforas del tipo Dr. 7/11 (n. 456), comunes (n. 446 o 473), paredes finas (n. 664) o de la producción que ahora centra nuestra atención (n. 495).

Agradecemos todas las atenciones prestadas por parte de uno de los directores de la intervención, D. F. Alarcón. Hacemos extensible el agradecimiento al personal del Museo Arqueológico de Cádiz. 5

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Cronológicamente estos materiales aparecen conviviendo con piezas que no van más allá de época neroniana, caso de algunos fragmentos de terra sigillata itálica, como las Consp. 20.4, 32.2 o 33, sudgálicas del tipo Drag. 18, 27, 28 o 29 o paredes finas béticas. Por consiguiente centraríamos la posible producción en momentos previos al reinado de Nerón. 5.2.2. Jardín de Cano (El Puerto de Santa María) Esta intervención se ubica en el casco urbano actual de El Puerto de Santa María, más concretamente en un solar en la zona norte de la ciudad que hasta hace poco tiempo constituyó, como su propio nombre indica, un jardín de recreo. Tipificada como figlina, se suma al ya abultado elenco de alfares conocidos en la ciudad (Lagóstena y Bernal 2004, 61-66) y que vienen a confirmar la entidad productiva de la zona. Durante la intervención se documentaron diversas áreas funcionales destinadas a la manufactura cerámica: una cantera de arcilla, tres hornos, cuatro piletas de decantación y las zonas de vertido de los detritos generados (López Rosendo 2008 y 2010). Pormenorizadamente, en la zona norte de la intervención, se ubicó la cantera de arcilla constituida por varias fosas de morfología irregular que fueron horadadas hasta llegar al sustrato natural margoso. En la zona sureste y a escasos 70 m. de la zona extractiva se localizaron cuatro piletas de morfología rectangular con unas medidas de 1 m. de ancho por 2 m. de largo, las cuales estaban unidas entre sí mediante una canalización superficial en su tramo más largo. Estaban realizadas a partir de o. incertum usando tanto sillarejos pétreos locales como fragmentos latericios, todo ello recubierto en su zona interior por medio de o. signinum. Su posicionamiento escalonado, el juego de distintas profundidades y su correlación espacial han hecho plausible su asociación directa a la decantación de arcillas. Las estructuras más definitorias del complejo productivo lo constituyen tres hornos ubicados en torno a un espacio horadado y de carácter diáfano hacia el cual están dirigidos todos sus praefurnia. Los tres presentan similar morfología, corredor de planta trapezoidal, cámara circular y columna central. Se observa un reciclaje extremo en los paramentos de estas estructuras a partir del uso de material cerámico defectuoso producido en el seno del alfar. Las únicas diferencias se encuentran en su posicionamiento. Dos presentan sus praefurnia dirigidos hacia el Este mientras que el tercero vertería hacia el Sur. La otra divergencia sería su tamaño, siendo el tercero de menores dimensiones. Tal y como se ha publicado se podría entrever dos facies productivas, una inicial cesariana con la producción de ánforas del tipo T. 7.4.3.3 con sigilla latino NEOR, MEOR o AVEOR que apostaría por una cronología cercana a la mitad del I a.C. A esto le debemos acompañar otras piezas importadas que también apoyarían esta datación como las ánforas vinarias del tipo Lamb. 2, fragmentos de Camp. B así como un ánfora púnica del tipo T. 5.2.3.1. Esta primera fase productiva, que únicamente puede percibirse a partir de los fragmentos cerámicos reutilizados en los paramentos, se acompaña con un segundo momento cercano al inicio de Era con la producción de ánforas del tipo Dr. 7/11 y 9, cerámicas comunes de inspiración itálica y las producciones que ahora nos competen. Todo ello activo hasta el reinado de Tiberio momento en el cual se produce la amortización genérica de todas las estructuras, a partir de material fino importado. Entre las piezas importadas y datantes destacamos fragmentos de TSI procedentes en su mayoría del taller de Arezzo (Figs. 7 y 8). Entre los ejemplares encontramos algunas piezas lisas del tipo

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Consp. 4 (Fig. 7, n. 4), Consp. 3 (Fig. 7, n. 3), Consp. 19-20 (Fig. 7, nn. 5-7, 9 y 11), Consp. 20 (Fig. 7, nn. 1-2), Consp. 33 (Fig. 7, nn. 8 y 13), Consp. 36 (Fig. 7, nn. 20-21) y platos indeterminados (Fig. 7, nn. 12 y 14-15). También aparece un fragmento de cáliz del tipo R. 5 con decoración de erote sobre delfín (Zyclus VI de Perennius) -fig. 8, n. 23- y un borde posiblemente del mismo tipo (Fig. 7, n. 10). También aparecen dos sellos. El primero, un sello de P. Cornelius del taller de Arezzo (OCK 624, 42) cuyo desarrollo se inicia en el 5 a.C. (Fig. 7, n. 22), y el segundo un sigillum en cartela cuadrangular de Primus, esclavo de C. Memmius (OCK 1156, 1-2) -Fig. 8, n. 16-. Debemos unirle algunos fragmentos de paredes finas itálicas del tipo M. XVIII, XXVII, XXX y XVIII con decoración de espinas (Fig. 8, nn. 17-19 y 18), fragmentos de cáscara de huevo de los tipos M. XXVIII y XXXIV (Fig. 8, nn. 19 y 25-26) y un ungüentario (Fig. 8, n. 24) 5.3. Cronología Las piezas aquí valoradas se concentran cronológicamente en un periodo muy concreto desde época julio-claudia inicial, como demuestran los contextos de Jardín de Cano, hasta época julio-claudia avanzada, como ponen de relieve los contextos de la c/Sagasta 28. Este arco cronológico es el establecido genéricamente para las producciones de ahí que algunos autores hayan hablado de ellos como “Barnices Rojos Julio-Claudios” (Remesal et al. 1977). Genéricamente podemos definir dos grandes grupos. El primero es el que imita a las formas itálicas. Se centra desde época julio-claudia inicial hasta mitad del I d.C. Éstas aparecen en ambos espacios estudiados. El segundo grupo se centra en la imitación de formas de sigillata gálica (Drag. 18) y de comunes importadas (engobes rojos internos pompeyanos) y principalmente se han localizado en la c/Sagasta. Nos centraremos primero en el grupo de las imitaciones itálicas: las Mart. Ib, IIb/imitación Consp. 8.3 e imitación de Consp. 2.1. Éstas fueron inicialmente adscritas por Martínez (1987) a un periodo cronológico comprendido entre los reinados de Claudio y Nerón. Si bien los contextos de la c/Sagasta no nos permiten ir más allá del reinado de Nerón, sí tenemos que “envejecer” el inicio de la producción al cambio de siglo como nos demuestra la amortización en época tardoaugustea del taller de Jardín de Cano. La cronología que ahora proponemos va más en consonancia con la establecida por Amores y Keay (1999, 242) que, a tenor de la estratigrafía de Celti, las acercaban al cambio de era apostando así por una datación casi coetánea con las formas originales a las cuales imitan. También parece coincidir con la propuesta realizada para el alfar de Córdoba (Vargas y Moreno 2004, 721) que apuesta directamente por el tránsito entre Augusto y Tiberio, con importaciones muy claras cronológicamente hablando. En cuanto a Andújar (Ruiz Montes 2013, 157) no queda claro cuál fue el inicio de esta producción quedando su manufactura casi extinta en torno al 50 d.C. Esta cronología, documentada en los centros de producción, también tiene su correlación con los centros de consumo. Ejemplos de lo indicado se han documentado en la Constancia de Córdoba (Vaquerizo et al. 2005), el grupo I de Écija (Vázquez et al. 2005), el depósito B de Capote (Zarzalejos 2003, 134-135, fig. 30, nn. 495-497) o Mérida (Bustamante 2013, 69). En cuanto al segundo grupo productivo de imitación de sigillata sudgálica y comunes, posicionamos su inicio en época de Claudio, gracias a los hallazgos de la c/Sagasta. Aquí se reproducen formas más tardías en el tiempo que el primer conjunto. Únicamente hemos encontrado evidencias de posibles imitaciones de formas Drag. 18, 27 y 29/37 así como de formas Mart. IIIa. Estos grupos han sido ampliamente estudiados en Écija así como en la propia Celti (Vázquez et al. 2005, 322).

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Recientemente se ha ordenado su consumo en Mérida (Bustamante 2013, 69-70) apuntando su aparición desde mitad del I d.C. hasta avanzado el II d.C. Por consiguiente, a pesar de que los centros están posicionados muy distalmente, sí se observa una homogeneidad en el concepto morfológico (tanto en formas como en acabados) así como en la cronología de producción. Esto viene a suponer una asimilación muy rápida de los modelos itálicos pues, como vemos, la cronología de las formas originales y la de las formas producidas en suelo hispano son casi parejas en el tiempo. 6. Implicaciones económicas, sociales y culturales El fenómeno de la producción de cerámica de imitación tipo Peñaflor es un proceso complejo pues, a nuestro entender, es más que una simple reproducción local de formas y acabados ya practicados en otros grupos cerámicos. Este fenómeno imitativo no es exclusivo del mundo hispano, apareciendo esta reiteración de tipos y acabados en otros puntos del Mediterráneo. Ejemplo de ello son las producciones Padanas C en Italia o las presigillatas de Bram en Francia. Esto viene a suponer una corriente estilística muy extendida por toda la cuenca mediterránea en el cambio de era. Pero la ubicación de estos talleres, en la zona más sureña de la Península y en espacios con un marcado carácter indígena, sin lugar a dudas, ejemplifica lo dicho. A esto le debemos unir que se posicionan en zonas donde la tradición alfarera es fuerte y donde, además, estas producciones están muy vinculadas con recubrimientos, caso de las pintadas o los acabados engobados. En la bahía gaditana este patrón de posicionamiento es aún más significativo por ubicarse en una zona de larga tradición alfarera de acabados rojos precedentes como los Barnices Rojos Púnicos Gaditanos/tipo Kouass (Niveau 2008). Las primeras producciones de estas imitaciones se gestan en la mitad del I a.C. momento en el cual la producción de Barniz Rojo Púnico Gaditano/Kouass ya ha decaído, desde que a fines del II a.C. iniciara un declive amplio (Niveau 2008, 256). En este sentido, las últimas formas de este tipo cerámico se asemejan ampliamente a los ejemplares de la producción augustea, principalmente las copas. Las copas del tipo VIII de Niveau (2003, fig. 59) -así como su evolución- presentan amplias similitudes con las formas del tipo Martínez I, hecho que de igual modo observamos con los platos tipo IV (Niveau 2003, fig. 54) y las formas Martínez II. Otra de las características del último periodo de estas cerámicas es su “menor calidad técnica” (Niveau 2008, 256), que se acerca grandemente al acabado genérico de las producciones tipo Peñaflor. Posiblemente, la producción tipo Peñaflor fue iniciada para solventar el mercado de la producción gaditana en un momento en el que la población “filoromana” comienza a demandar productos con aires itálicos. En este sentido el aspecto externo -que parece ser una moda del momento- así como algunas formas que tuvieron gran éxito, fueron las claves de la producción. La vinculación con la producción púnica gaditana también se puede rastrear por medio de los sigilla localizados sobre éstas. A día de hoy son pocos los que se conocen, tres de Córdoba: uno en cartela cuadrangular con sello epigráfico ACILS/ROPI, sobre fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9 (Vargas y Moreno 2004, 721-722, fig. 1-4). El segundo aparece en un fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9, con cinco sellos radiales RIVS/CHAR (Vargas y Moreno 2004, 722) y el tercero un fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9, con cuatro palmetas radiales (Vargas y Moreno 2004, 722, fig. 4). De Mérida se conocen dos sellos, uno con una estrella de seis puntas y otro en el que se lee CE (Jerez 2007, lám. 3, nº 4 y 6), y para finalizar de Baelo Claudia procede un ejemplar con una estrella de seis puntas y seis interpunciones entre los brazos (Bustamante 2011, 31).

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Los ejemplares epigráficos, aunque sin paralelos exactos, sí pueden ponerse en vinculación con la producción itálica. De hecho, uno de los sellos cordobeses aparece plasmado en dos registros, uno superior con abreviatura en nominativo (ACIL desarrollado como Acilius) y otro inferior con abreviatura genitiva (ROPI de Ropius). Esto podría reproducir el sistema productor esclavista que vemos en Italia en el que en algunos sellos aparecen dos nombres uno en genitivo y otro en nominativo. Sin embargo, los sellos anepígrafos muestran una clara similitud con los sellos representados en las últimas producciones de cerámicas tipo Kouass (ver Fig. 9). Creemos más lógica esta asociación, por proximidad geográfica y por morfología (al ser cuatro símbolos exentos) que con los elementos losángicos de las cerámicas campanienses como se había apuntado (Vargas y Moreno 2004, 722). Estos sellos nos dan señas de una posible conformación autoctonista que luego no será reproducida por la sigillata de producción hispana. Siguiendo esta línea sería interesante llevar a cabo un estudio de carácter antroponímico en el entorno de los centros productores, con el fin de ver si existe algún grado de “punicización” del contingente allí establecido. No podemos descartar que con la llegada de Roma se produjera una diáspora de la población púnica asentada en la Bahía de Cádiz hacia el interior -más concretamente hacia el Valle del Guadalquivir-. Con ella podría haberse dado también una emigración de la mano de obra alfarera que únicamente un estudio más profundo nos podría dar la clave de ello. Podríamos decir que esta manufactura es para y por unos individuos que, aun estando bajo el halo de las redes de distribución itálicas -como demuestra su convivencia con las sigillatas itálicas-, sienten la necesidad de producir estas imitaciones con el fin de solventar carencias productivas, distributivas y posiblemente para perpetuar una tradición ancestral alfarera (Lám. XIII). Esta reflexión, junto con el análisis de los contextos, nos permite lanzar una serie de hipótesis (Figs. 10 y 11):  Que estas piezas, aunque con un importante aire itálico que coincide cronológicamente con dicha producción, presentan una fuerte vinculación con la producción local de las engobadas. El caso gaditano nos parece paradigmático pues la relación formal con las últimas producciones de Kouass, tanto en forma, como en acabado como por similitud con los sellos, parecen ser algunos indicios de este fenómeno.  A lo antes indicado debemos unirle que no existe continuidad productiva ni relación espacial en la Bahía de Cádiz con los espacios productivos de la sigillata hispánica. Esto evidencia que este fenómeno no es una simple “copia” de productos que se ponen de moda en el momento. En el entorno de Cádiz no se ha constatado producción de sigillata hispánica canónica.  Que en algunos núcleos poblacionales de suficiente entidad económica parecen insertar estas piezas en sus depósitos funerarios, dejando de lado el uso en estos contextos de las cerámicas itálicas.  Que su distribución, además por las pautas ideológicas antes comentadas, tenga que estar relacionada con un hipotético precio más asequible que las piezas itálicas. Esto puede quedar patente por su presencia en la mayor parte de los distritos mineros, caso de Sisapo, Diógenes, Cástulo o Ríotinto. Recordemos que en los distritos mineros todo iría comprado por concesión, de ahí que la reducción de costes sea un elemento codiciado en la planificación inicial.

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 Que sean consideradas como productos de segunda categoría como quedaría patente en su casi ausencia en espacios de mayor entidad social y su casi masiva presencia en zonas cercanas de hábitat más modestos. Recordemos el ejemplo antes expuesto de Riotinto. Con todo ello podemos ver cómo las producciones sudpeninsulares se generan en el propio seno de la sociedad bética como evolución autóctona propiciada por un intenso deseo de asimilarse a la sociedad romana, sin que esto suponga que algunos puntos geográficos, conociendo la intensa afinidad existente entre identidad romana y sigillata, fuesen muy reticentes a aceptar su llegada, caso concreto de Carmo (Carmona, Sevilla) o bien Gades. Como queda patente en la ausencia en sus espacios funerarios. Esto no es más que una posible prueba de que la imposición de la vajilla romana sería reflejo de una conquista efectiva de una zona por parte de Roma y, por consiguiente, claro vehículo de romanización. Son cerámicas que en morfología y en conformación técnica tienen grandes similitudes con las de tipo Kouass. Por ello, proponemos que más que considerar este fenómeno como una imitación de productos itálicos sea más bien un revulsivo productivo de las facies más tardías de las ceramicas locales que en estos momentos habían decaido. 7. Bibliografía F. Amores Carredano; S. Keay, Las sigillatas de imitación tipo Peñaflor o una serie de hispánicas precoces, en: M. Roca; M.I. Fernández (coord.), Terra Sigillata Hispánica: centros de fabricación y producciones altoimperiales, Málaga 1999, 235- 252. M. Beltrán LLoris, Guía de la cerámica romana, Zaragoza 1990. D. Bernal; F. Alarcón; J.J. Cantillo; R. Marlasca; J. M. Vargas; M. Lara, Gades altoimperial. Descargas heterogéneas de artesanías en la calle Sagasta 28, en: J.J. Cantillo; D. Bernal; J. Ramos, Moluscos y púrpura en contextos arqueológicos atlántico-mediterráneos. Nuevos datos y reflexiones en clave de proceso histórico, Cádiz 2014, 299-318. D. Bernal; M. Bustamante; A. M. Sáez; J.J. Díaz; J. Lagóstena; B. Raissouni; M. Ghottes; J. Verdugo, Reconsiderando la datación del castellum de Tamuda. Actuación arqueológica de apoyo a la restauración en la puerta occidental (2008), en: D. Bernal et al. (eds.), En la orilla africana del Círculo del Estrecho. Historiografía y proyectos actuales, Cádiz 2008, 537-608. F. J. Blanco Jiménez; F. J. Alarcón Castellano, Avances de los resultados en la I.A.U. realizada en la c/Sagasta 28, Informe depositado en la Delegación Provincial de Cádiz, Cádiz 1996. J.N. Bonneville et al., Vigésima campaña de excavaciones de la Caza de Vel��������������������� ásqu����������������� ez en Belo (Bolonia, Cádiz), Anuario Arqueológico de Andalucía/1985, vol. II, 1987, 378-386. J. Boube, Les fouillés de la nécropole de Sala et la chronologie de la terra sigillata hispanique, Bolletino d’Archeologie Marrocaine VIII, 1968-1972, 109-118. M. Bustamante Álvarez, El comercio de Terra Sigillata Alto-Imperial en el Círculo del Estrecho. Balance historiográfico y nuevas líneas de investigación (BAR International Series, 2148), Oxford 2010. M. Bustamante Álvarez, La terra sigillata en Augusta Emerita. Estudio Tipocronológico a partir de los vertederos del suburbio norte (Anejos de AEspA LXV), Mérida 2013. M. Bustamante Álvarez; E. Huguet Enguita, Las cerámicas tipo Peñaflor, en: D. Bernal; A. Ribera (eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Cádiz 2008, 297-307. J. Buxeda Garrigós; M. Madrid Fernández, Estudio de caracterización arqueométrica de cerámicas finas altoimperiales procedentes de la ciudad romana de Augusta Emerita, en: M. Bustamante, La terra sigillata en Augusta Emerita. Estudio Tipocronológico a partir de los vertederos del suburbio norte (Anejos de AEspA LXV), Mérida 2013, Anexo VI.

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Figura 1. Mapa de la Bahía de Cádiz con posicionamiento de los posibles centros productores y su entidad.

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Figura 2. Principales formas en Cerámica de Imitación tipo Peñaflor con formas de inspiración en TS. itálica de la c/Sagasta 28 (Cádiz).

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Figura 3. Principales formas en Cerámica de Imitación tipo Peñaflor con formas de inspiración en ERIP y TS. gálica del Jardín de Cano (El Puerto de Santa María).

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Figura 4. Principales formas en Cerámica de Imitación tipo Peñaflor documentadas en el alfar de c/ Sagasta (Cádiz).

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Figura 5. Cerámicas de imitación tipo Peñaflor documentadas en San Fernando (dibujos A. M. Sáez).

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Figura 6. Mapa en el que se reflejan los tres espacios geográficos que creemos consumieron cerámicas de imitación tipo Peñaflor.

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Figura 7. Contexto cerámico en el que aparecen las evidencias de producción del alfar de Jardín de Cano (El Puerto de Santa María) (parte 1).

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Figura 8. Contexto cerámico en el que aparecen las evidencias de producción del alfar de Jardín de Cano (El Puerto de Santa María) (parte 2).

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Figura 9. Sigilla documentados en la producción de cerámica de imitación tipo Peñaflor (C. procedente de Córdoba -a partir de Vargas y Moreno 2004, fig. 4-, D. Mérida -Jerez 2004, lám. 3, n. 4- y E. Baelo Claudia -Bustamante 2011, fig. 1-) y posibles paralelos en cerámica gaditana tipo Kouass (A. procedente de los niveles cesarianos del alfar de Jardín de Cano y B. Sáez 2008, 400-416, fig. 54, 11).

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Figura 10. Cuadro de síntesis de las formas en cerámica de imitación tipo Peñaflor producidas en la Bahía de Cádiz (parte 1).

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Figura 11. Cuadro de síntesis de las formas en cerámica de imitación tipo Peñaflor producidas en la Bahía de Cádiz (parte 2).

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