LAS HISTORIAS DE LA MUÑECA EVITA EN LA LITERATURA ARGENTINA

July 5, 2017 | Autor: Fernanda Ribeiro | Categoría: Jorge Luis Borges, Nueva novela histórica, Tomás Eloy Martinez, Evita Perón, María Rosa Lojo
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LAS HISTORIAS DE LA MUÑECA EVITA EN LA LITERATURA ARGENTINA Fernanda Aparecida Ribeiro (Unifal-MG) Eva María Duarte, o Eva María Ibarguren1, nació en Los Toldos. Intentó la carrera de actriz en Buenos Aires, donde inmediatamente se convirtió en una persona muy conocida debido a su casamiento con el general Juan Domingo Perón (1895-1974). En seguida, Perón fue elegido presidente de la Argentina y Evita, nombre por el cual le gustaba ser llamada por su pueblo, comenzó a trabajar en la asistencia social, inaugurando la Fundación Eva Perón, mediante la cual ayudaba a los menos favorecidos. En 1952, falleció de cáncer y su esposo mandó embalsamar su cuerpo. Eva Perón fue una mujer que revolucionó la historia de la Argentina en el siglo XX, consolidando la política populista de su marido Juan Domingo Perón. Su representación en la historia va desde la imagen de una madre o una santa, pasa por la prostituta y llega a un cuerpo manipulado como una muñeca por los hombres – imagen frecuente en la ficción. En la literatura, Jorge Luis Borges (1899-1986) creó un texto, “El simulacro”, publicado en el libro El hacedor (1960), en el cual retoma la muerte de Evita Perón por medio de una imagen casi infantil, el velorio de una muñeca. Ese cuento, donde literatura e historia se mezclan, consta de dos párrafos. En el primer párrafo, se cuenta una historia que tiene lugar en el año 1952 sobre un enlutado que llega al pueblo de Chaco, noroeste de la Argentina, y hace el velorio de una muñeca rubia. En el segundo, el narrador problematiza los equívocos de la historia, pues el personaje actuaba como si fuera Perón y la muñeca representaba a Evita. Pero todo era una máscara. Tomás Eloy Martínez, en Santa Evita (1995), también convierte la imagen de Evita en una muñeca, manipulada por una niña que jugaba con ella tras una pantalla de cine. En esa novela, un ejemplar de lo que Fernando Aínsa (1991) y Seymour Menton (1993) clasifican como una nueva novela histórica, el cuerpo embalsamado de Evita se

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Los historiadores y biógrafos no pueden afirmar con seguridad el nombre con el que Evita fue registrada porque “ao desposar o coronel Perón, Eva deu sumiço a sua certidão de nascimento, forjando um documento que datava seu nascimento de 1922, e não de 1919” [al desposar al Coronel Perón, Eva hizo desaparecer su partida de nacimiento, forjando un documento que databa su nacimiento en el año 1922 y no en 1919] (DUJOVNE ORTIZ, 1997). En Evita: imagens de uma paixão (1997) se ha comentado la versión de que el padre de Evita hubiera reconocido a todos sus hermanos, menos a ella. Pero no se puede afirmar tal lectura, pues Evita habría modificado el documento de su registro y el de sus hermanos unos días antes de casarse con Juan Perón.

convierte en una pesadilla para los militares que lo vigilan. El coronel Moori Koenig, el encargado de hacer la vigilancia, tiene la idea de esconder al cuerpo en un cine, a los cuidados de un conocido suyo, que tenía una hija llamada Yolanda. Ya adulta, ella declaró al narrador que la muñeca Pupé estaba “toda vestida de blanco, descalza, con los dedos de los pies bien dibujados, de lo más suave, como si la hubieran hecho con piel de verdad” (MARTÍNEZ, 1998, p. 236). Yolanda nunca se dio cuenta de que la muñeca era la momia de Evita. En esa novela, Martínez hace la relectura de todos los textos ya escritos sobre Evita y, como no podría ser diferente, no deja de lado el texto de Borges. En Amores insólitos de nuestra historia (2011), María Rosa Lojo (1954- ) recupera esa tradición de la literatura argentina en su cuento “Muñecas”, en el cual mezcla la historia del cuerpo embalsamado de Evita, la devolución del cuerpo de Eva a Perón en la década de 70 y la historia de los niños desaparecidos en esos mismos años. En ese cuento, Evita es un cuerpo embalsamado que permanece dentro de un cajón de vidrio en el edificio de la CGT (Confederación General del Trabajo), a los cuidados del doctor Ara y, para su madre, ella es solamente una niña a quien le regalaron una muñeca el Día de Reyes. También es el cuerpo reclamado por su pueblo en los años 70 y que es devuelto a Perón en Madrid; pero, también, es un recuerdo que está presente en las muñecas que les regalaba a las niñas el Día de Reyes. María Rosa Lojo hace en sus obras una relectura de la historia y de la literatura argentina y el cuento “Muñecas” es un texto ejemplar, en el cual recupera el mito, la historia y el personaje literario de Eva Perón. Dividido en tres partes, como si fuera un péndulo, el texto discurre sobre muñeca-bella durmiente-muñeca. En la narrativa, el primer amor de Evita es una muñeca minusválida, pero también ella misma se ha convertido en una muñeca viva, peinada y vestida en los diversos momentos en los que actuó como primera dama. En los recuerdos de su madre, ella tuvo diversas imágenes: reina, nena, proletaria, faraona, muñeca, mujer, espejo, reina, guerrera, títere, estatua, escultura, obra de Dios y, por fin, un cuerpo vulnerable. De esta manera, se pierde el referencial primero de esas representaciones. Así, Evita pasa a ser un simulacro, pues “no hay un modelo original al cual se imita o duplica sino simulacros en un circuito sin referente” (PLOTNIK, 2003, p. 39). Plotnik hace esa reflexión en su estudio sobre el texto “El simulacro”, pero el mismo se puede aplicar también al texto de Martínez y Lojo, pues no hay un modelo único del personaje histórico de Evita. Son muchas las versiones del mito evitista, que corresponden a los colores blanco, negro o rojo. El mito blanco hace referencia a un

prototipo de mujer con características angelicales – pureza, inmaculada, madre – asociando la imagen de Eva Perón a la de la Virgen María. En el mito negro, la imagen de santidad de Evita es profanado por una representación de “uma prostituta, uma arrivista, sedenta de poder” [una prostituta, una arrivista, sedienta de poder] (DUJOVNE ORTIZ, 1997, p 395). Por último, el tercer mito, el rojo, fue proclamado por los jóvenes de la organización Montoneros, que en los años 70 reivindicaban el lado guerrillero de Evita. Así, la historia no ofrece sólo una versión de la representación de Evita, y esto hace anular el referencial primero que ella pudo tener. La falta de un único referente histórico se convierte en un material muy rico y apreciable para la literatura, que imagina otros contextos, que formula las “historias híbridas” (PERKOWSKA, 2008), configura otras lecturas en las narrativas sobre Evita. La crítica literaria Magdalena Perkowska (2008, p. 42) estudia las novelas históricas contemporáneas de América Latina, pero muchas de sus reflexiones pueden ser utilizadas para textos más cortos, como los cuentos de Borges y Lojo, que mezclan historia y ficción: “la novela histórica latinoamericana no cancela la historia sino que redefine el espacio declarado como “histórico” […] configurando en su lugar las historias híbridas que tratan de imaginar otros tiempos, otras posibilidades, otras historias y discursos”. Es posible que en los textos de Martínez y Lojo no exista la intención de anular la historia de Evita Perón, por el contrario, esos escritores elaboran una nueva visión de la historia de Eva, presentando una versión basada en los vestigios dejados por el tiempo y en una concepción de literatura como fuente de relectura del hecho histórico. En el cuento “El simulacro”, Borges ataca el mito blanco de Evita en la figura de la muñeca. Ese juguete infantil hace que las niñas jueguen a las madres, sin serlo. Si una parte del pueblo exaltaba a Evita como una Madre, debido a la ayuda social que ella brindaba cuando era primera dama, una gran mayoría de la élite social creía que la asistencia era una forma de manipulación de las masas populares. Esa es la visión que tenemos en el texto borgiano. La historia que ocurrió en el Chaco demuestra que si el pueblo velaba a una muñeca como Evita, entonces el gobierno popular que ella y Perón hicieron en la presidencia era una máscara, para ocultar sus verdaderas intenciones. Beatriz Sarlo, en La pasión y la excepción (2003), hace un pequeño estudio del cuento de Borges y afirma que la muñeca era un icono de Evita, tal como el Niño Jesús en el pesebre: incluso las más grotescas imitaciones no se vuelven una burla o una parodia de Cristo, por el contrario, llevan al contemplador a adorar a Dios. De esa

manera, el cuento demuestra que el velorio de la muñeca no fue un escarnio para el pueblo, sino una representación del cuerpo de Evita. La novela Santa Evita narra el entrecruzamiento de los mitos blanco y negro. Para los militares, por ejemplo, Eva era considerada una puta, una mujer sedienta de poder. Para el pueblo, ella era una santa, alguien muy cerca de Dios y, por eso, merecía la veneración. Para la niña Yolanda, siempre fue la única muñeca que tuvo en su infancia. Todo un país buscaba el cuerpo que había sido retirado de su “santuario” por los militares después del golpe, y el mismo estaba en manos de una chica que, incluso después de adulta, creía que era una muñeca. La novela de Martínez juega con la ficción, transformando los textos literarios en materia de su narrativa, haciendo otra relectura no sólo de la historia, sino también de la literatura argentina. Al retomar el cuento de Borges, el narrador se olvida del referente primero – que también es ambiguo, ya que la historia misma no tiene una sola versión de la representación de la historia de Evita – y hace un juego con el simulacro creado por Borges. Así, el texto narrativo de Borges es uno de los referentes de la novela de Tomás Eloy Martínez. Por su parte, el cuento de María Rosa Lojo rememora el mito de Evita en diversos momentos históricos por medio de la misma imagen: la muñeca. La misma aparece primeramente en su representación más común y original de la palabra: un juguete infantil, que fuera la pasión de Eva cuando niña. En ese momento, la representación de Evita como madre – que sería la tónica del mito blanco – se convierte en una imagen infantil, haciendo que la palabra muñeca retome su significado original. El juguete infantil aparece al final del cuento, cuando Ema lo encuentra en el edificio donde estaba su hija. Era una muñeca que Evita les regalaba a las niñas el Día de Reyes y representa, en el texto, el dolor de muchas madres que perdieron a sus hijos en la década de 70 en manos del gobierno militar. Se puede decir que la historia de Evita está entrelazada en la figura de la muñeca desde su infancia hasta la muerte (y después de la misma). La representación de Evita como muñeca se relaciona íntimamente con su cuerpo embalsamado, especialmente en la novela Santa Evita, donde se convierte en “cuerpo-memoria”, en el que “su recuerdo se volvía cuerpo, y la gente desplegaba en ese cuerpo los pliegues de sus propios recuerdos” (MARTÍNEZ, 1998, p. 21). Mucho más que un cuerpo físico, el cuerpo de Evita era los recuerdos del pueblo. Cuando recordaba a Eva, el pueblo argentino, o una porción significativa del mismo,

rememoraba su propia historia según una perspectiva construida oficialmente, destacando los deseos inmersos de las masas repletas de carencias. Cuando la madre de Evita va a visitar el cuerpo embalsamado en el edificio de la CGT, percibe que la momia se convierte en una muñeca en las manos del doctor Ara, que perpetua la eternidad en el cuerpo de Eva. En ese momento, el significado de muñeca pierde su sentido original, así como el texto de Lojo también pierde el referente histórico y revive el texto literario de Borges como su modelo. Así, ya no es solamente la historia el prototipo de la lectura de Lojo, sino también la literatura. Plotnik (2003, p. 40) presenta una interpretación sobre Evita-muñeca: “Transformarla en una muñeca es una forma de despolitizarla, neutralizarla e infantizarla, y también una manera de resaltarla como fetiche o como sinónimo de lo siniestro”. La idea de despolitizar y neutralizar Evita puede ser aplicada al cuento de Borges, pues cuando el autor la representa como un juguete, retira y niega el poder y la influencia que ella ejercía en la política y en la vida de los ciudadanos argentinos. Por otra parte, en la novela Santa Evita, la muñeca significa menos el intento de infantilizar o anular el poder de Evita y más el deseo de destacarla como un objeto de fetiche, o sea, algo o alguien a quien se venera ciegamente. A pesar de que algunos escritores tienen la intención de menospreciar la influencia de Eva – lo que se puede percibir en el cuento borgiano –, lo que sobrevive es la “Evita textual”, tejida por muchas historias. Los tres textos analizados en este trabajo tienen la intención de hacer aflorar la historia de un mito argentino, reviviendo la saga de su vida y de su cuerpo embalsamado, en un discurso enmarañado de historia y ficción. En el intento de desvelar los relatos que encubren el referente primero (si es que hubo uno), esos textos hacen, en realidad, que Evita Perón siga cubierta de historias.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: AINSA, Fernando. La nueva novela histórica latinoamericana. Plural. México, 240, p.82-85, 1991. BORGES, Jorge Luis. El simulacro. In: Obras completas. 1952-1972. 20. ed. Buenos Aires: Emecé, 1994. p. 167. DUJOVNE ORTIZ, Alicia. Eva Perón: a madona dos descamisados. trad. Clóvis Márquez. 3. ed. Rio de Janeiro: Record, 1997. LOJO, María Rosa. Amores insólitos de nuestra historia. 2. ed. Buenos Aires: Aguillar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2011. MARTÍNEZ, Tomás Eloy. Santa Evita. Buenos Aires: Planeta, 1998.

MENTON, Seymour. La nueva novela histórica de la América Latina, 1949-1992. México: FCE, 1993. PERKOWSKA, Magdalena. Historias híbridas: la nueva novela histórica latinoamericana (1985-2000) ante las teorías posmodernas de la historia. Madrid: Iberoamericana; Frankfurt am Main: Vervuert, 2008. PLOTNIK, Viviana Paula. Cuerpo femenino, duelo y nación. Buenos Aires: Corregidor, 2003.

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