Las gramáticas del árabe clásico en España durante el siglo XX: un balance crítico

May 24, 2017 | Autor: Nieves Paradela | Categoría: Arabic Grammar, El Arabismo Español
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Descripción

Las gramáticas del árabe clásico en España durante el siglo XX: un balance crítico Nieves Paradela Universidad Autónoma de Madrid ([email protected])

1. Presentación En un artículo publicado en 1984, titulado “The Development of Western Grammars of Arabic”, Carolyn G. Killean establecía un listado, y en cierto sentido una genealogía, de las principales gramáticas publicadas en algunos países europeos desde comienzos del siglo XVI hasta mediados del siglo XX. El repaso se iniciaba con el Arte para ligeramente saber la

lengua arauiga de Pedro de Alcalá (1505) y concluía con la Grammaire de l’arabe classique de Gaudefroy-Demombynes y Blachère (1942). Dos cosas sorprenden de este listado: una es que la primera referencia no sea en puridad una gramática del árabe clásico, sino del dialecto andalusí (algo sí señalado por la autora) y otra, que más allá de ese primer título, no se mencione luego ningún otro español. Ningún Bernardino González, Francisco Cañes, ningún Bacas Merino, José Moreno Nieto o Francisco Codera, junto a los Erpenius, De Sacy, Caspari o Wright, por limitarnos sólo a algunos autores del XVIII y del XIX. El objetivo de este artículo no es, sin embargo, completar las lagunas del de Killean, sino plantear un repaso forzosamente breve a las gramáticas del árabe clásico publicadas en España durante el siglo XX, aun sin tratar de relacionarlas con las del resto de Europa o de otros países occidentales –aunque es evidente que muchos de los aspectos que señalemos para las españolas serán comunes a los que caracterizaron a las foráneas– y sin referirnos tampoco a su vinculación con otro tipo de materiales producidos simultáneamente a ellas: sean éstos métodos de árabe dialectal marroquí (Arias, 1994; Gómez Font, 1995), diccionarios, vocabularios, antologías de textos –siempre que no vayan anexadas a una gramática– o métodos de aprendizaje del árabe en sus diversas formas textuales o en otros soportes distintos del papel. 2. Corpus, clasificación y enfoque

El corpus de análisis se compone de un total de diecisiete gramáticas publicadas en España entre 1910 y 20071, del que presento a continuación una subclasificación que sigue un doble criterio: cronológico y caracteriológico. Dado el carácter histórico y diacrónico del artículo, menciono sólo el año de la primera edición de las obras.

Primera etapa: Las bases (1910-1939) 1. Gramática de la lengua árabe literal o clásica. Método teórico práctico, de Fray Rafael González Pérez. Tánger, Imprenta Hispano-Arábiga de la misión católica, 1910. 2. Gramática árabe, de Clemente Cerdeira. Beirut, Tipolitografía Francesa, 1911. 3. Crestomatía de árabe literal con glosario y elementos de gramática, de Miguel Asín Palacios. Madrid, Escuela de Estudios Árabes de Madrid y Granada, 1939.

Segunda etapa: La diversidad (1954-1980) 1. Método español-árabe, de Álvaro Machordom. Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1954. 2. Gramática árabe, de Musa Abbud. Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1956. 3. Elementos teórico-prácticos de lengua árabe, de Pilar Serna y Ali Otmani. Madrid, s.e., 1969. 4. Gramática elemental de la lengua árabe, de Jaime Busquets. Palma de Mallorca, s.e., 1970. 5. Gramática árabe española, de Fortunato Riloba. Madrid, España Misionera, 1973. 6. Curso de árabe para mayores de habla española, de Ahmed Heikal. Madrid, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1977. 7. Tesoro de reglas. Gramática árabe comentada, de Jesús Riosalido. Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura, 1980. 8. Gramática árabe, de Federico Corriente, Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura y Ministerio de Cultura, 1980.

Tercera etapa: El dominio universitario (1991-2007) 1. Gramática árabe básica de Carmen Barceló y Ana Labarta. Córdoba, Universidad de Córdoba, 1991. 2. Lengua árabe: gramática y ejercicios, de Waleed Saleh. Madrid, Ed. Cantarabia, 1991. 1

Amplío el límite temporal de lo que fue estrictamente hablando el siglo XX para poder incluir en el estudio las últimas gramáticas del árabe clásico publicadas en España.

3. Manual de sintaxis árabe, de Nieves Paradela. Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1998. 4. Esbozo gramatical de árabe estándar, de Juan Pedro Monferrer, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2002. 5. Introducciò a la llengua àrab, de Emilia Calvo y VV.AA., Barcelona, Universidad de Barcelona, 2005. 6. Gramática práctica de la lengua árabe, de Hesham Abu-Sharar. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2007. Para efectuar el análisis de las gramáticas, prestaré una atención destacada a sus respectivos prólogos –sin duda, el paratexto de mayor importancia en este tipo de obras y que ya ha sido objeto de estudio para el caso, por ejemplo, de las gramáticas españolas (Zamorano, 2002)–, a la forma de organización y presentación de la materia, al recurso o no de vocabulario gramatical árabe, a la tipología de ejemplos presentados, a la existencia o no de ejercicios complementarios y, finalmente, a la forma de citación de gramáticas anteriores, un procedimiento este último bien fiable para detectar líneas de continuidad o de quiebra con tradiciones precedentes. Al plantearse como una primera aproximación al tema, no investigo ni la –por otra parte, muy interesante- cuestión de la recepción de las gramáticas ni la de su empleo en el aula, otra forma, sí, de recepción práctica de las obras, pero algo sobre lo que carecemos casi por completo de referencias. 3. Las gramáticas

3.1. Las bases Si preguntásemos a buena parte de los arabistas españoles cuál fue la primera gramática de árabe publicada en España en el siglo XX, pocos dudarían en citar como tal la Crestomatía de Asín Palacios, obra publicada por vez primera en 1939, aunque reeditada y reimpresa muchas veces después. Sin embargo, la fama de este pequeño manual no proviene de su, por otra parte, inexacta cualidad de obra pionera, sino más bien del hecho de haber sido durante años la gramática del árabe por excelencia, el método con el que generaciones y generaciones de estudiantes de árabe dieron sus primeros y atropellados pasos por los

vericuetos de aquel complicado y fenecido –así se decía– idioma semítico. Pero la

Crestomatía de Asín no fue la primera gramática de árabe aparecida en España en el siglo XX. Hubo dos interesantísimas gramáticas previas, ambas publicadas fuera de España, muy vinculadas, por distintas razones, a la acción colonial española en Marruecos y cuya ajenidad al arabismo oficial fue la causa de que no pasaran nunca al circuito universitario español, un ámbito en el que reinaría, por largos años y sin rival, la famosa Crestomatía. A la espera de poder analizar como es debido esas gramáticas africanistas, nos limitaremos aquí a proporcionar algunas someras informaciones sobre su contenido. La Gramática de la

lengua árabe literal o clásica fue compuesta por el padre franciscano Fray Rafael González Pérez –miembro de la activa Misión franciscana establecida en Marruecos– y publicada en Tánger en 1910. Se trata de una obra voluminosa (587 pp.) y muy completa, cuyo autor demuestra un buen conocimiento de obras semejantes compuestas por arabistas europeos y españoles, antiguos y modernos. La primera –y seguramente obligada– justificación que brinda el autor para la escritura de la gramática es de orden religioso: el árabe se ha de conocer para evangelizar a los marroquíes –dirá el franciscano–, aunque pronto este argumento de evidente carácter medieval –y ya no sólo desfasado, sino incongruente, si de lo que se trataba era de enseñar el árabe clásico– desaparece para dar paso a la verdadera razón que no era otra que la formación de traductores coloniales capaces de entender y traducir cartas y todo tipo de documentación escrita en árabe. Son las mismas razones que estuvieron detrás de la Gramática de árabe literal de Clemente Cerdeira, publicada sólo un año después. Cerdeira (1887-1942), un destacadísimo miembro del cuerpo de intérpretes del Protectorado (Zarrouk, 2009), fue enviado a estudiar árabe a Beirut por el ministro plenipotenciario de España en Marruecos, Alfonso Merry del Val, quien veía con temor la escasa preparación que en árabe clásico tenía la mayor parte de los traductores en Marruecos. El joven Cerdeira pasó dos años en Beirut (1910-1911) estudiando con los Padres Maronitas y, estando todavía en la ciudad árabe, publicó su Gramática, un texto de 213 páginas y muy dependiente de los manuales con los que él mismo había perfeccionado su árabe.

Si Miguel Asín Palacios conoció y revisó estas dos gramáticas, no lo sabemos, pero lo que es seguro es que no las mencionó en la suya, donde sólo reconoce débito y vinculación con “los arabistas de la Escuela de Codera y Ribera” y con su manera de enseñar el árabe2. El prólogo de la Crestomatía expone con suma precisión las razones que justifican la docencia de la lengua árabe en España. Se dice allí que el estudio del árabe es disciplina universitaria, tiene finalidad erudita y su objetivo es enseñar a traducir textos históricos, “principalmente del islam español”. Aunque parece deducirse de lo anterior, también cabría añadir que Asín se mostraba de acuerdo con el dictum de su maestro, Francisco Codera, que, en sus apuntes gramaticales, aseveró que el árabe era lengua muerta3. Y, sin embargo, resulta sorprendente que una gramática que aspiraba a describir una lengua muerta y a enseñar a traducir abstrusos textos medievales, resultase al fin mucho más sencilla que sus dos inmediatas predecesoras que estudiaban un idioma vivo y buscaban formar traductores de textos modernos. Porque, en efecto, la gramática de Asín -me refiero a la parte de estricta descripción gramatical- es un breve texto de 79 páginas que, de una forma extremadamente básica (sin recurrir nunca a vocabulario gramatical árabe), escueta y, en muchas ocasiones, insuficiente, efectúa una somera descripción de fenómenos fonéticos, morfológicos y sintácticos del árabe. El vocabulario de los ejemplos es sencillo, con una marcada predilección (marca de la obra y, sin duda, de la Escuela) por los arabismos léxicos del idioma español. Pero la parte más importante del libro es, sin duda alguna, la antología de textos (36 en total) y el vocabulario anejo, secciones que ocupan nada menos que 101 páginas. Siendo esto así, entendemos la razón de la preferencia de Asín por rotular su obra como

Crestomatía, relegando la referencia a la gramática a un modesto tercer puesto (pues antes se menciona el vocabulario) y bajo el poco relevante –y que a la par que reconocía el débito con la de Codera se ajustaba más a la verdad– nombre de “elementos de gramática”. Aun con todas estas peculiaridades e insuficiencias, la Crestomatía continuó sin conocer reemplazo alguno procedente de la universidad durante 40 años (cifra significativa por demás en nuestra reciente historia sociopolítica), hasta que el profesor Federico Corriente publicara en 1980 su Gramática árabe. De lo que sucedió después (cuando la universidad, 2

De hecho, la Crestomatía está basada en muy amplia medida en unos apuntes de morfología árabe que preparara de manera muy artesanal Francisco Codera y que publicó en edición litografiada (Codera, 1886). Para una comparación entre ambas obras, v. Justel (1994). 3 Aunque, tal vez consciente de que aquello no era en absoluto cierto, precisó: “… o que se estudia como tal” (Codera, 1886: 6).

como queriendo ganar el tiempo perdido se alzó –se alza hasta hoy– como el único productor de gramáticas del árabe) y también de lo que aconteció en el interregno, trataremos en los siguientes dos epígrafes.

3.2. La diversidad Se compone este segundo apartado de ocho gramáticas publicadas en España entre 1954 y 1980, muchas de ellas muy conocidas y utilizadas, y otras de mucha menos fama y escasísimo empleo en las aulas. El Método español árabe de Álvaro Machordom es un texto de unas 209 páginas, sin introducción y sin bibliografía, publicado por el Instituto de Estudios Africanos (CSIC)4. Se compone de 36 lecciones, más un apéndice que incluye “dos cartas de utilidad para los turistas”, en español y en árabe, por este orden. La primera es una solicitud de reserva en un hotel y la segunda la correspondiente anulación de reserva. Pocos son los datos que se pueden aportar sobre su autor y sobre su vinculación con el IEA. Parece que no cursó estudios de árabe en la universidad española y que debieron ser sus viajes a Marruecos –auspiciados por el Instituto– los que le pusieron en contacto con la cultura árabe y su lengua. Convertido al islam, llegaría a finales de los años 70 a dirigir la Comunidad Musulmana de España. Entre sus obras destacamos su traducción del Corán al español en 1980 (Arias, 1997). En las páginas interiores del Método se anunciaba la próxima aparición de un Diccionario español-árabe, árabe-español y de un Manual de

conversación español-árabe, que, según mis datos, no llegarían a aparecer. Sólo dos años después, y en la misma editorial, el libanés de origen, Musa Abbud (n. en 1915) publicó su Gramática árabe que, en origen, fueron unos apuntes elaborados por él mismo y que, litografiados, le sirvieron para enseñar árabe a los estudiantes del Centro de Estudios Marroquíes de Tetuán (una institución oficial española donde se formaban los futuros traductores de árabe para el Protectorado). La edición de 1956 había prescindido, sin embargo, de buena parte de los textos que acompañaban a las lecciones, por lo que el apartado de ejercicios y vocabulario quedó sustancialmente mermado con respecto al original5. Varios años después, en 1997, se reeditó en Rabat (parece que a cuenta del autor) 4

El Instituto de Estudios Africanos (IEA) fue una institución pública creada por el gobierno de Franco en 1945 y adscrita al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El Instituto llevó a cabo una notable labor de publicación de libros encargados a especialistas y fue clausurado en 1976 (Darias de las Heras). 5 Los profesores Juan Pablo Arias y Manuel Feria que preparan en la actualidad un libro sobre traducción y colonialismo, estudian en él la docencia de árabe en el Centro de Estudios Marroquíes y se refieren a los

y esta edición es la que manejo. Son 268 páginas y 85 lecciones. Abbud defiende explícitamente el recurso a la terminología gramatical árabe y en árabe, así como la ordenación de la materia establecida por los lingüistas árabes clásicos. Los Elementos teórico-prácticos de lengua árabe, de 1969, son dos pequeños libros (193 pp. en conjunto) de austera factura tanto en la portada (donde no figura el nombre de sus autores) como en el interior (el texto está escrito a máquina y no incluye ni índice ni bibliografía) que, en realidad, y como se aclara en la brevísima presentación, no es más que la recapitulación de los apuntes explicados por Pedro Martínez Montávez en sus clases de árabe de la Universidad Complutense. Los encargados de la tarea, que completaron en algunos apartados, fueron Pilar Serna y Ali Otmani. Esta curiosa manera de sacar a la luz una gramática árabe tiene, sin embargo, un lejano –y desde luego más ambicioso- precedente que se remonta a casi un siglo antes, cuando Francisco de Paula Villa-Real y Valdivia (que luego llegaría a ser académico de la Academia de la Historia) se tomó el ímprobo trabajo de manuscribir a tinta los apuntes de Morfología (correspondientes al curso 1865-66) y de Sintaxis (del curso 1866-67) que explicara en aquellos tiempos en la Universidad de Granada Francisco Javier Simonet. La obra, de 335 páginas, apareció en Granada, en 1867. Jaime Busquets Mulet, profesor de lengua árabe en el centro de investigación Estudio General Luliano de Palma de Mallorca y autor de algunos trabajos sobre la historia árabe de Mallorca y sobre dialecto marroquí6, publicó una Gramática elemental de la lengua árabe (159 pp.) que en 1970 había alcanzado su quinta edición, según declara el autor en su breve prefacio a la obra. Sin embargo, tanto el hecho de no indicar dónde aparecieron las anteriores, como la constatación de la innegable modestia de la publicación (el texto español escrito a máquina, y el árabe, a mano) y la carencia de mención a editorial alguna, más hacen pensar en una autoedición para la que se hubiera servido de materiales didácticos utilizados en sus clases.

contenidos de aquellos ejercicios originales luego suprimidos en las siguientes ediciones. Los textos recogían desde fragmentos históricos, geográficos, históricos o científicos a documentos reales extraídos de la propia administración colonial española en la zona. Agradezco a J.P. Arias la información que me ha proporcionado sobre este punto. 6 En la portada de la Gramática, y tras señalar su cargo de profesor de árabe en Palma de Mallorca, Busquets añade que también era catedrático de árabe vulgar. Este dato, sumado a la existencia de un estudio suyo sobre un cuento popular en dialecto de Tetuán, sugiere una vinculación con alguna institución española en el Protectorado marroquí. No tengo, sin embargo, más información al respecto.

El padre franciscano Fortunato Riloba, misionero en Tierra Santa, publicó su Gramática

árabe-española con crestomatía de lecturas árabes en 1973, que en 1986 ya había alcanzado su cuarta edición. Se trata de una extensa obra (316 pp. de gramática y 63 pp. de crestomatía y vocabulario), muy exhaustiva y completa, posiblemente destinada –aun sin declaración explícita de ello- a la docencia en los centros misioneros de Damasco o Jerusalén. Y si bien el padre Riloba no pareció querer limitar el estudio de su gramática al estamento eclesiástico (cierto es que aparecen varios ejemplos de innegable contexto cristiano: “Venid, benditos de mi padre, heredad el reino”, aunque en general prevalece una evidente neutralidad confesional), la Presentación que le hizo su “hermano de hábito” y catedrático de árabe en la Universidad de Granada, Darío Cabanelas, sí parece señalar, si bien de forma muy elusiva, a que los destinatarios naturales de la Gramática no estaban en las aulas universitarias españolas7. En 1977, el entonces director del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, Ahmed Heikal, publicó en las ediciones del mismo Instituto un Curso de árabe para

mayores de habla española8. La obra, de 203 páginas, si bien parte de los consabidos tópicos sobre las relaciones de árabes y españoles, “basadas incluso en una simbiosis de sangre de ambos pueblos en el correr de su historia”, y cita explícitamente la “valiosa” Crestomatía del “gran orientalista” don Miguel Asín Palacios, plantea una aproximación moderna al idioma, enfatizando su actualidad y la diversidad de quienes tienen interés en aprenderlo (no sólo estudiantes, sino abogados, economistas, políticos o ingenieros) y seleccionando un léxico sencillo, actual y próximo a los españoles (nombres propios, ciudades, ríos, etc.) En el año 1980 aparecieron dos nuevas gramáticas del árabe, bien diferentes entre sí. La primera, debida a Jesús Riosalido, por entonces director del Instituto Hispano-Árabe de Cultura y titulada Tesoro de reglas. Gramática árabe comentada es un conjunto de dos libros (de 175 pp. y 71 pp. respectivamente) con el que el autor exploraba la posibilidad de aplicar métodos modernos de enseñanza de lenguas a un idioma como el árabe. Para ello, recurrió al propio árabe como única lengua vehicular en el primer, y principal, volumen, y 7

“… pensando en la evidente utilidad que ésta [obra] habrá de reportar a los estudiosos de la lengua árabe, y de manera especial a quienes se vean en la necesidad de iniciar su aprendizaje sin la orientación de un profesor” (lo resaltado es mío). Por supuesto no sugiero que hubiera ningún tipo de veto a esta Gramática y ni

siquiera que no se emplease por entonces como material complementario. Sin embargo, sí es fácil detectar el exquisito cuidado que se ponía en resaltar que ningún nuevo material podía aspirar a sustituir en la universidad española a la, todavía por entonces incontestada, Crestomatía de Asín. 8 La obra contó con varias ediciones posteriores en el Instituto. En 1994, la prestigiosa editorial Hiperión sacó a la luz el mismo texto (aunque con el título acortado de Curso de árabe). La sexta edición de esta nueva etapa apareció en 2007.

sólo en el segundo aparecían unas muy sucintas explicaciones gramaticales en español y la traducción española del vocabulario empleado en las lecciones. Fue, además, la primera gramática árabe en introducir, junto con el texto en papel, material de audio complementario (en este caso, una casete). La obra contó con una segunda edición en 1985. La Gramática árabe de Federico Corriente (396 pp.) es un texto que debe ser destacado por, al menos, dos razones poderosas. En primer lugar, por el indudable prestigio de su autor en el ámbito de la lengua árabe (como lingüista, lexicógrafo y dialectólogo) y, en segundo, por las ideas contenidas en el Prefacio en las que efectúa un diagnóstico muy crítico sobre la situación de la enseñanza del árabe en la universidad española, denuncia –por vez primera dentro del arabismo– las insuficiencias de la Crestomatía de Asín9 y finalmente expresa sus opiniones sobre los distintos registros del árabe y sus implicaciones en la didáctica del mismo. La obra se dedica a describir y explicar el funcionamiento del árabe clásico en exclusiva, no de ninguna otra de las variantes de esta lengua. Otorga a ese idioma el carácter de lengua viva, pero sólo en lo que se refiere a su modalidad escrita. El árabe hablado queda restringido a los dialectos, puesto que el llamado “árabe moderno” no es, en su óptica, más que “unas fórmulas híbridas de dialecto y de clásico”, “un haz variable de interferencia”, un empleo particular de la lengua clásica que, sin recurrir a los dialectos, sencillamente no existe. En total coherencia con estas apreciaciones, cargadas de razón aunque merecedoras también de alguna que otra matización, con su libro, Federico Corriente aspirará a componer una gramática no sólo teórica, sino también práctica “aunque sin llegar al extremo irreal de presentar diálogos en dicha lengua, puesto que tal situación lingüística no se da”. Dejando ahora al margen otros aspectos particulares de cada una de las gramáticas citadas – y muchos han tenido que ser suprimidos por respeto a las dimensiones impuestas a este artículo– efectuaré a continuación una caracterización general de la etapa concernida.

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En realidad esta valoración se encuentra en la segunda de las obras de F. Corriente dedicadas a la enseñanza del árabe, Introducción a la gramática y textos árabes (1986), donde leemos: “Nos sigue pareciendo insuficiente la variedad de la oferta de material docente en nuestro campo, como parece demostrarlo el hecho de que se sigan utilizando, más por necesidad que por convencimiento, obras nacidas hace ya muchos decenios, útiles en su momento, pero hoy desaconsejables por el paso del tiempo, los progresos lingüísticos y pedagógicos, e incluso la evolución de las orientaciones en nuestras Facultades”. En un trabajo posterior (1999), el profesor Corriente fue mucho más explícito y analíticamente crítico con la obra gramatical de Asín. Véase especialmente el epígrafe 3.3.: “Deficiencias en su Crestomatía de 1959”. Agradezco al profesor Ignacio Ferrando el haberme indicado la existencia de este artículo.

Tal vez el hecho más llamativo de este período sea el que ninguno –si exceptuamos a F. Corriente10– de los autores de las gramáticas fuera profesor universitario, aunque sí todos ellos enseñaran árabe, o lo promovieran, en otras varias instituciones españolas o radicadas en España (centros de formación de traductores o de religiosos, centros culturales árabes, instituciones oficiales españolas vinculadas a la acción exterior española…). Constatación que nos permite concluir que, al menos hasta 1980, en la universidad española seguía reinando de forma incontestada la Crestomatía de Asín, como único texto español de referencia. De lo cual no debe inferirse, sin embargo, que ése fuera el único manual realmente utilizado, y ni siquiera –en algún caso concreto– que fuera utilizado. Pero si en este período la universidad quedó al margen en tanto que foco productor de textos docentes, rompiendo así una posible continuidad con la primera etapa tratada, sí es factible hallar un cierto nexo entre las dos primeras gramáticas del siglo XX –las de González Pérez y Cerdeira– y las de Abbud y Riloba. Externas éstas a la universidad y externas aquéllas también. Una –la de Abbud– que se compuso para formar traductores para el Protectorado, como las de comienzos de siglo, y otra –la de Riloba, quien, por cierto, se formó como arabista en Beirut como Cerdeira– que tenía el objetivo primordial de enseñar lengua árabe a los franciscanos españoles residentes en Tierra Santa. Sin embargo, ni la de Abbud (al menos en sus versiones impresas del 56 y 79) es una gramática colonial, ni la de Riloba una gramática evangelizadora o misionera que es, como vimos anteriormente, lo declaraba ser –y luego no lo fue– la de Fray Rafael González Pérez. Desde el punto de vista de los contenidos, ninguna de las siete primeras gramáticas del listado –seguimos excluyendo a F. Corriente– problematizó la diglosia del árabe ni sus implicaciones para la didáctica de la lengua. Se asumía, más o menos explícitamente, que lo que se iba a describir era el árabe actual o moderno, un idioma vivo, y además –y enfatizo el siguiente adjetivo– hablado. Por ello, en muchos de estos métodos aparecieron conversaciones en árabe, bien como ejemplos a los distintos epígrafes, bien dentro de los ejercicios de traducción o versión propuestos. En plena sintonía con esta concepción del idioma y también con la voluntad declarada por varios de los autores de componer una gramática accesible, despojada de las complicaciones de las anteriores11, se detecta un 10

Excluyo del cómputo a Pedro Martínez Montávez puesto que él, en rigor, no fue el autor de los Elementos

teórico-prácticos de la lengua árabe, antes citados. 11

Lo cierto es que esta apreciación, repetida por varios autores, sorprende. Es imposible que se refirieran a la de Asín, puesto que la parte de su gramática dedicada a la pura descripción del idioma es –como ya se ha señalado- sencilla e incluso escasa. Y sospechamos que tampoco se estuvieran refiriendo a las de González

espectacular decrecimiento del apartado de crestomatía-antología de textos, que en puridad sólo mantuvo Riloba12, mientras que Busquets se limitó a incluir en su obra dos muy breves, siendo uno de ellos un fragmento aljamiado. Y puede que por no pertenecer ninguno de los autores a lo que fue “la escuela tradicional de arabistas” –el arabismo universitario de los Banu Codera y su férrea acotación de lo que debería ser el objeto primordial o único de estudio, es decir, al-Andalus–, no hay en estas gramáticas casi ninguna referencia al pasado árabe de España ni en los prólogos ni en los ejercicios o los textos. Sólo Busquets y Heikal rompen –y de una forma sutil, sin enfatizar en demasía– esta constante. Corriente va algo más lejos, incluso, y no sólo no ve en al-Andalus (en Alandalús, como él prefiere nombrarlo) la razón fundamental para estudiar árabe en España, sino que hace un claro reproche a que la hipertrofia del interés por el pasado árabe de la península –tan propia de la Escuela– haya impedido la dedicación de los arabistas a la lingüística árabe. Es más, en su Introducción a la gramática y textos árabes de 1986 incluyó una selección de 28 textos de los que sólo dos pertenecían a autores andalusíes. Y frente a eso, nueve fueron de ensayistas o novelistas contemporáneos (desde Yuryi Zaydan a Suhayl Idris).

3.3. El dominio universitario Trataremos en este apartado final de seis nuevas gramáticas del árabe, aparecidas en España entre 1991 y 2007. Observamos que vuelve a producirse un destacado hiato temporal (11 años) entre la última obra mencionada en el bloque anterior y la primera perteneciente a éste. Un tiempo en el que la demanda de manuales de árabe redactados en español en las universidades u otros centros docentes se cubriría tanto con la Gramática de Corriente –sus numerosas ediciones posteriores dan fe de su éxito– y su secuela de 1986, ya mencionada, como con muchas de las obras citadas en el anterior epígrafe que también conocieron en esos años intermedios nuevas ediciones, reimpresiones y –en algún caso– cambios de casa editorial. Si bien pueden detectarse diferencias notables entre los textos, la característica más destacada de esta nueva etapa –y que permite rotularla del modo que hacemos– es la Pérez o Cerdeira ni a otras aún más antiguas. Lo más plausible es que estuvieran señalando a gramáticas europeas o árabes, bien conocidas por ellos. O quizás, que imputasen a un –inexistente en la realidad– manual, las inconsistencias de una anticuada forma de enseñar el idioma. 12 Son 50 textos de extensión entre pequeña (6 líneas) y mediana (12 líneas). Su carácter es muy escolar y parecen haber sido extraídos de manuales árabes destinados a la enseñanza del árabe en las escuelas.

dedicación profesional de sus autores que, tal vez de forma no tan sorprendente, son –o lo serían muy pronto– profesores universitarios. Siguiendo la estela abierta por F. Corriente, nuevas generaciones de arabistas se aplicaron –nos aplicamos– a la composición de gramáticas, sin tener la sensación –que tal vez pudo tener alguien de generación pasada– de estar penetrando en campo minado e incluso de estar discutiendo la validez de la gramática de Asín. Aunque, desde luego, en la práctica y de forma muy concreta sí se hiciera: un simple repaso a las abultadas bibliografías anexadas a varias de las obras permite comprobar que Asín no figura ya en ninguna y que F. Corriente sí está en todas ellas. También está presente la universidad en el hecho de que las editoriales de los textos fueran en todos los casos editoriales universitarias13 (siempre del centro de trabajo del autor) y en la constatación –declarada en la generalidad de los prólogos o introducciones– de que se tratara de obras muy directamente volcadas a la docencia de alguna o algunas asignaturas pertenecientes a los respectivos planes de estudio. Son textos, por tanto, que recogían la previa experiencia docente de sus autores y que se destinaban al trabajo en el aula. Por lo tanto, es aquí, y en buena lógica, donde se producirán las mayores diferencias entre ellos. Es significativo también que de las seis obras, una amplia mayoría –cuatro títulos- procedan de universidades o instituciones donde el árabe tiene una presencia menor (en número de asignaturas o créditos)14 y sólo dos lo hagan de universidades con titulación (hoy grado) en estudios árabes e islámicos15. Bien fuera porque el problema hubiera sido ya debatido en las aulas, bien por reconocer implícitamente su inoperancia a la hora de componer este tipo de gramáticas, o incluso debido a poseer plena conciencia de que de llevar la cuestión a sus últimas consecuencias habría que plantearse de nuevo la pregunta que ya se hiciera F. Corriente en 1980 –es decir, ¿existe un árabe moderno hablado, sin la interferencia dialectal? – y responderla, lo cierto es que ninguno de los autores tratados problematizó la diglosia ni trató de sus evidentes –y

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Con la excepción de Cantarabia, una editorial privada, pero cuya directora, Carmen Ruiz, fue profesora de árabe en la Autónoma de Madrid. 14 Son: Córdoba (con los textos, separados por una década, de Barceló y Labarta y Monferrer) y la Autónoma de Barcelona (donde el árabe figura como lengua C en Traducción e Interpretación y de donde procede Abu Sharar). Saleh era, cuando publicó su gramática, profesor en la E.O.I. de Valencia y también en la Escuela Conjunta de Idiomas de las Fuerzas Armadas (ECIFAS). 15 Son la Introducciò a la llengua àrab de Calvo y VV.AA (de la Universidad de Barcelona) y el Manual de Sintaxis de Paradela (de la Universidad Autónoma de Madrid). Tal vez por esta razón, ambos manuales han conocido varias reimpresiones. Del segundo de los citados acaba de aparecer en 2009 la séptima reimpresión de su segunda edición.

quizá ineludibles– implicaciones docentes. Punto este en el que, como es fácil de ver, coincidieron con la mayoría de los arabistas reseñados en el epígrafe anterior. En varios casos –sí– se alude a los distintos tipos de registros de la lengua, y de una forma declarada o no se opta en todos los casos por el árabe moderno (o estándar, en denominación que aparece por vez primera en el prólogo a la obra de Barceló y Labarta y que luego Monferrer destacaría incluso en el título de su obra). En lo que respecta al registro conversacional en árabe fusha moderno (sin cruces con el dialectal), observamos que dos de las gramáticas reseñadas lo introducen de forma habitual y extensa (Saleh y Abu-Sharar), mientras que el resto lo trata de maneras diversas: bien con una rápida mención a su existencia (Barceló y Labarta, y Calvo), bien presentando algún ejemplo concreto (Paradela), bien mencionando otros manuales de los que se ayuda el autor para introducir a sus estudiantes en la práctica oral de la lengua (Monferrer). Pero en todos los casos, parece darse carta de naturaleza a la existencia de esa modalidad de árabe hablado, sin siquiera plantear o replantear la cuestión ya suscitada por F. Corriente hace más de 20 años. 4. Conclusión Es evidente que son muchas las cosas que han quedado por decir en este rápido repaso a más de una quincena de obras gramaticales publicadas durante casi un siglo y que reflejan de manera muy aquilatada varios de los derroteros por los que ha transcurrido el arabismo español contemporáneo. Hemos visto cómo el conflicto vivido entre el africanismo y el arabismo universitario tuvo también su correspondiente reflejo en el campo de la composición de gramáticas del árabe. Hemos constatado asimismo cómo un sistema de férrea autoridad universitaria (promovido por unos y aceptado por muchos) frenó la composición de nuevos textos, más ambiciosos que los existentes y mejor adaptados a las exigencias de la docencia del árabe que iba, poco a poco, transitando por vías distintas a las anteriores. Ausencia compensada, afortunadamente, con la composición de obras debidas a autores externos a la universidad, pero que nutrieron a esta última institución de materiales interesantes y muy útiles. Y, finalmente, hemos comprobado cómo a partir de la década de los años 80 del siglo XX, pero sobre todo a partir del siguiente decenio, la universidad recuperó el pulso y, ya sin complejos o lastres de ningún tipo, comenzó a producir a buen ritmo nuevos textos, muy diferentes entre sí, aunque con la característica común de

pretender ser gramáticas claras y pedagógicamente útiles para la formación del nuevo tipo de arabista que demandaba la sociedad española. Quedarían, sin embargo, por hacer unas últimas consideraciones relativas al previsible –o imprevisible– futuro que aguarda a la composición de nuevas gramáticas de lengua árabe. En primera instancia tendríamos que plantear si seguirá siendo necesario –o no– proseguir con la publicación de nuevas gramáticas. Frente a la opinión de quienes lo consideran un material periclitado o vencido ante el avance de los métodos de aprendizaje comunicativo, fundamentados algunos en soportes electrónicos, creo que no hay razones de peso para augurar –y menos para desear– la desaparición de aquel tipo de textos. Cierto es que habrán de competir con esa otra modalidad de útiles pedagógicos que tímida pero continuadamente comienzan a abrirse paso en el panorama de la didáctica del árabe en España, y que ya no podrán tener la pretensión –como tampoco la tienen ahora, por otro lado– de ser el único material puesto a disposición del estudiante para aprender el idioma, pero ninguna de estas dos consideraciones implica una amenaza real para la continuidad de las gramáticas. O, ¿es que dejan de publicarse gramáticas de idiomas considerados vivos y en evolución, y enseñados a través de excelentes métodos pedagógicos? No olvidemos además que España está viviendo en estos últimos años la preparación y la implantación del sistema europeo de educación superior, proceso que ya ha incidido, y lo continuará haciendo, en la presencia, metodología y resultados de la docencia del árabe en las aulas universitarias. En algunos casos, esta pretendida homologación europea –porque, desde luego, Bolonia no es sólo tal homologación– ha producido una clara disminución de los créditos otorgados a la lengua árabe en distintos grados universitarios, mientras que en otros –aun habiéndose forzado a los estudios árabes a drásticos cambios formales que, en su mayor parte, se han traducido en combinaciones, más o menos bien planteadas, más o menos bien aceptadas, con otros tipos de estudios–, el número de créditos dedicados al aprendizaje del idioma permite ser optimista sobre el nivel de competencia lingüística que acabe teniendo el estudiante al finalizar sus estudios universitarios. Este nuevo –y aún no testado– sistema educativo habrá de promover necesariamente la aparición de nuevos materiales pedagógicos, entre los que estarán, con toda probabilidad y con todas las salvedades a las que he aludido con anterioridad, las gramáticas. Que la docencia del árabe, sea en las aulas universitarias, sea fuera de ellas, ha de perseguir obtener habilidades comunicativas es un hecho ya demostrado. Para comprobarlo, sólo es

necesario consultar los programas y guías docentes de la práctica totalidad de las asignaturas de lengua árabe de nuestras universidades y escuelas de idiomas. En el profesorado de estos centros predomina, pues, la idea de que el árabe es lengua viva, y de que se trata de un idioma que permite la comunicación de sus hablantes tanto en su realización escrita como en la oral. Este árabe moderno –el que, de hecho, estamos enseñando– es un idioma que se escribe y también se habla. Pero, ¿cuáles son sus reglas, cómo y por quiénes se está fijando su evolución? Responder a tales interrogantes sería uno de los objetivos de las nuevas gramáticas, tarea ímproba y quizás aún lejos de poder realizarse con fiabilidad, sin el concurso de investigaciones serias y concienzudas que traten de establecer el corpus léxico y gramatical del árabe moderno, una vez despojado de rarezas y casuísticas excesivas que todavía hallamos en las gramáticas árabes u occidentales al uso, pero que son de inusual o nula presencia en textos o conversaciones actuales. Prueba de que aún es difícil conocer –sin el poco tranquilizador recurso a la duda o a la algo más confortable mención a la inexistencia de reglamentación fiable al respecto– la verdadera naturaleza del árabe moderno, son nuestros habituales enfrentamientos a construcciones sintácticas que rompen, y a veces pulverizan sin piedad, la norma tradicional, sin que sepamos de hecho si estamos frente a un garrafal error gramatical de un mal redactor o escritor, o ante un uso, poco ortodoxo pero ya naturalizado en la práctica, propio del árabe moderno. En tales circunstancias, tal vez resulte excesivo pretender que las nuevas gramáticas normativicen el árabe hablado, bien en su modalidad de combinación entre el registro estándar escrito y los dialectales correspondientes, bien en su modalidad de registro dialectal puro. Se trata de un asunto que, como es bien sabido, compete hoy más a los métodos que a las gramáticas, por lo que nos atrevemos a augurar que las nuevas gramáticas que hayan de publicarse en el inmediato futuro tratarán el nivel hablado de la lengua árabe como lo han tratado hasta ahora, esto es, como la realización oral del correspondiente nivel escrito. Lo cual, ya lo sabemos, no es cierto en la mayoría de los casos reales, pero tampoco inexistente en otros más específicos. No tenemos más que escuchar muchas de las entrevistas de la cadena de televisión Al Jazeera para comprobar cómo al auspicio de una nueva ideología panárabe se trata de promocionar un árabe hablado de clara raigambre estándar sin el concurso de los dialectales. Del éxito o del fracaso de estos hechos, dependerá también el rumbo que hayan de tomar los métodos o las gramáticas árabes del posterior futuro.

Estamos, pues, en un tiempo de cambios (del propio idioma, de su didáctica, del estatus de los estudios occidentales en él fundamentados), lo que nos obliga a ser prudentes en el adelanto de futuribles. Por otra parte, tampoco ello ha sido el objetivo primordial del presente artículo, trabajo que ha querido más bien caminar por los más habituales y sosegados cauces del análisis de hechos pasados, aun sin renunciar al avance, ya veremos en qué medida acertado, de ciertos porvenires. Referencias Arias, J.P. (1994). “Africanismo en primera persona. Los métodos españoles de árabe coloquial marroquí”, en Homenaje al profesor José María Fórneas, Granada, Universidad de Granada, vol. I, 321-336. Arias, J.P. (1997). “Apuntes para una historia de la traducción del Corán al español”, Trans 2, 173-176. Codera, F. (1886). Elementos de gramática árabe para uso de los alumnos. Madrid. Corriente, F. (1999). “Las etimologías árabes en la obra de Joan Coromines”, en J. Solà (ed.) L’obra de Joan Coromines. Cicle d’estudi i homenatge, Sabadell, Fundació Caixa de Sabadell, 67-87. Darias de las Heras, V. (s.d.). “El africanismo español y la labor comunicadora del Instituto de Estudios Africanos”, laguineaecuatorial.iespana.es/textos/iea/pdf [Consulta: 20 de octubre de 2009]. Gómez Font, A. (1995). “Obras en español para el aprendizaje del dialecto árabe marroquí escritas por militares”, Boletín de la Asociación Española de Orientalistas XXXI, 171-186. Justel Calabozo, B. (1994). “Gramáticas árabes en español: Codera-Asín”, en Homenaje al profesor José María Fórneas, Granada, Universidad de Granada, vol. I, 375-382. Killean,C. (1984). “The Development of Western Grammars of Arabic”, Journal of Near Eastern Studies 43, nº 3, 223-230. Zamorano, A. (2002). “Teoría y estructura de los prólogos en los tratados gramaticales españoles (1874-1999)”, en M.Á. Esparza, B. Fernández y H.J. Niederehe (eds.) SEHL 2001. Estudios de Historiografía Lingüística, Hamburgo, Helmut Buske Verlag, 489-502. Zarrouk, M. (2009). Los traductores de España en Marruecos (1859-1939), Barcelona, Bellaterra.

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