Las fundaciones piadosas como fuentes de crédito en la época colonial

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LAS FUNDACIONES PIADOSAS C O M O FUENTES DE CREDITO EN LA EPOCA COLONIAL

G i s e l a v o n VVOBESER Instituto

de Investigaciones

Históricas

UNAAd

E L HISTORIADOR QUE SE ACERQUE A los problemas financieros de

la é p o c a colonial se e n c o n t r a r á necesariamente con fundaciones piadosas de diversa índole, tales como obras pías, dotes y capellanías, ya sea que se trate de negocios, p r é s t a m o s , inversiones de capital, quiebras o ventas, para citar sólo algunas de las transacciones en las que i n t e r v e n í a n . Esto se debe a que dichas fundaciones d e s e m p e ñ a r o n u n papel i m portante en la e c o n o m í a colonial, que en muchos casos reb a s ó su propósito original.

L A FUNDACIÓN DE OBRAS PÍAS

Era una costumbre m u y difundida que las personas de alto rango social, cuando h a c í a n su testamento, o en a l g ú n otro momento de su vida, hicieran alguna fundación piadosa. Estas fundaciones eran consideradas como u n acto de caridad y d e b í a n ser voluntarias, según se expresa en las Partidas " . . . bien fecho que nace de la nobleza e bondad de coraz ó n , cuando es fecho sin ninguna p r e m i a " . Las fundaciones piadosas estaban orientadas tanto al sostenimiento material de las instituciones eclesiásticas, de los clérigos y del culto, como al mantenimiento de instituciones 1

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Partidas, ley 1 , t í t u l o 4 .

HMex, x x x v i l l : 4 , 1 9 8 9

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caritativas y la r e a l i z a c i ó n de obras de beneficencia. Varias eran las razones que impulsaban a las personas a hacer donaciones piadosas. E n primer t é r m i n o estaban los motivos religiosos, que eran m u y poderosos, ya que se creía que por medio de las obras de caridad se p o d í a lograr la salvación eterna. D e s p u é s , era frecuente que mediante una d o n a c i ó n se favoreciera a a l g ú n miembro de la familia, por ejemplo a una hija que ingresaba a u n convento o a u n hijo que h a b í a escogido la carrera eclesiástica. Finalmente, era una cosa de status, ya que dejar legados piadosos formaba parte del estilo de vida que la sociedad i m p o n í a a la clase dominante. 3

H a b í a diferentes tipos de fundaciones piadosas, todo dep e n d í a de la i n t e n c i ó n y de las posibilidades e c o n ó m i c a s del d o n a n t e . Entre las fundaciones m á s comunes se contaban las capellanías de misas, que t e n í a n como finalidad mantener a u n capellán. E l donador creaba u n fondo, que se invertía, y el capellán recibía anualmente el producto de dicha inversión. En recompensa, este ú l t i m o quedaba obligado a decir cierto n ú m e r o de misas al a ñ o , en memoria del donante. Por el monto que implicaban, destacaban las fundaciones cuya finalidad era el sostenimiento de una institución religiosa o de beneficencia, por ejemplo de u n convento, una iglesia o u n hospital. I n c l u í a n la construcción y equipamiento del edificio, así como la creación de u n fondo para gastos de o p e r a c i ó n . Asimismo, eran frecuentes las donaciones para el mantenimiento de edificios religiosos y de beneficencia, así como las contribuciones para el sostenimiento del culto. Las partes que i n t e r v e n í a n en una fundación piadosa eran el donador, el beneficiado y la institución administradora. Cuando se invertía el capital de la fundación intervenía a d e m á s el prestamista. Los donadores, por lo general, eran personas laicas o 4

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SCHWALLER,

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I N C H A U S T I , s/f,

1 9 8 5 , pp.

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SCHWALLER,

3

O T S CAPDEQUI,

6

LADD,

pp.

1 9 8 5 , pp-

1 9 7 6 , pp.

111-147.

190-202.

1 9 4 5 , p. 55-58.

111-147. 1 2 5 ; COSTELOE, 1 9 6 7 , p.

16.

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clérigos pertenecientes a los estratos elevados de la sociedad. P o d í a n ser t a m b i é n instituciones, como en el caso de las cofradías. Les c o r r e s p o n d í a la honra de ser los patronos de la fundación y como tales tenían ciertos derechos, como por ejemplo, en el caso de las capellanías, la designación de u n nuevo capellán cuando se m o r í a o renunciaba el anterior. E l cargo de patrono era hereditario y casi siempre recaía sobre a l g ú n miembro de la familia del fundador. Los beneficiados p o d í a n ser una institución eclesiástica, una institución laica de beneficencia, u n clérigo o una persona laica. L a institución administradora era la encargada de administrar la fundación y de vigilar que las partes involucradas cumplieran con sus obligaciones. H a c í a las veces de intermediaria. Pero p o d í a ser ella misma la beneficiaría y entonces ambas funciones caían sobre la misma persona j u r í d i c a . Las obras pías se instituían mediante u n contrato y las obligaciones que se derivaban del mismo eran ineludibles y t e n í a n igual peso que cualquier otra transacción j u r í d i c a . N o cumplirlas p o d í a significar el embargo o remate de la propiedad o inclusive el encarcelamiento de la persona. En el contrato se establecían las obligaciones y los derechos de las partes involucradas. E l donante tenía libertad para establecer los t é r m i n o s en que iba a hacer la d o n a c i ó n . P o d í a elegir al beneficiado, determinar los montos de la don a c i ó n y gozar del privilegio de exigir algo en recompensa, por ejemplo que se dijera u n n ú m e r o determinado de misas al a ñ o en su memoria o que fuera enterrado en la institución que h a b í a fundado. El beneficiado t e n í a la obligación de cumplir con las tareas religiosas a las que se h a b í a comprometido, bajo estricto apego a la voluntad del donante. L o mismo sucedía en relación al destino que se daba a lo donado. Si, por ejemplo, u n convento recibía una cantidad para edificar u n altar, no p o d í a disponer de ese fondo para otra cosa. H a b í a dos tipos de fundación piadosa: las que se financiaban directamente mediante el capital donado y las que se financiaban mediante los réditos que p r o d u c í a la inversión del mismo.

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El primer tipo se usaba, por ejemplo, parala construcción de una iglesia o de u n altar o para la realización de alguna fiesta religiosa. L a cantidad donada se agotaba en u n plazo limitado con las erogaciones que se h a c í a n . El segundo tipo se usaba en las fundaciones que estaban planeadas para que duraran por u n largo tiempo o para que fueran perpetuas, por ejemplo en las capellanías, las dotes o los fondos destinados a sostener una institución de beneficencia, como u n hospital o u n asilo. L a m a y o r í a de las fundaciones piadosas eran de este segundo tipo y su importancia e c o n ó m i c a radicó en el hecho de que era necesario invertir el capital para hacerlo productivo. Esto significó que las instituciones eclesiásticas que administraban los fondos contaron, en forma periódica, con cantidades para invertir en la p r o d u c c i ó n o en la adquisición de bienes raíces, convirtiéndose en las principales fuentes de crédito del país. Sólo durante la segunda mitad del siglo X V I I I rivalizaron con el capital comercial, que se desarrolló fuertemente en esa época. Casi todas las instituciones eclesiásticas administraron fondos de fundaciones piadosas. Por los montos de capital que manejaban, destacaron los Juzgados de testamentos capellanías y obras pías de cada uno de los obispados, que eran instituciones dedicadas especialmente a administrar obras p í a s . En segundo lugar estaban los conventos de monjas, cuyo capital p r o v e n í a , principalmente, de las dotes que se exigían a las novicias al ingresar en ellos. Fueron particularmente r i cos los de la E n c a r n a c i ó n , la C o n c e p c i ó n y J e s ú s M a r í a de la ciudad de M é x i c o y el de Santa Clara de Q u e r é t a r o . Otras instituciones que manejaron capitales de fundaciones y de obras pías fueron las cofradías, que no p e r t e n e c í a n directamente al clero pero m a n t e n í a n estrechas relaciones con la Iglesia y sus fines eran, en gran medida, religiosos. E n la ciudad de M é x i c o h a b í a diversas cofradías que t e n í a n u n gran poder e c o n ó m i c o , tales como la del Santo Cristo de Burgos de los m o n t a ñ e s e s , la de Nuestra S e ñ o r a de A r á n z a 7

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COSTELOE, 1 9 6 7 .

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LAVRÍN,

Í973.

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zu de los vascos y la de San Pedro M á r t i r de la Inquisición. T a m b i é n el Santo Oficio de la Inquisición a d m i n i s t r ó u n gran n ú m e r o de fundaciones y, por lo tanto, d e s e m p e ñ ó u n papel importante en el mercado crediticio. Contaba, entre otros, con los fondos de la obra pía fundada por Agustín de Vergara, uno de los legados m á s cuantiosos que se hicieron durante la colonia. Pero, asimismo, los conventos masculinos, las parroquias, los hospitales y los colegios administraban fondos piadosos y d i s p o n í a n de capitales para invertir. L a mayor parte de estas instituciones se ubicaban en la ciudad de M é x i c o , el principal centro financiero, donde se concentraba m á s de la mitad del crédito disponible. Otras se localizaban en villas como Puebla, Guadalajara y Q u e r é t a r o . E n el á m b i t o rural y en las p e q u e ñ a s localidades, las parroquias y las cofradías de indios satisfacían las necesidades crediticias de la población. A h o r a bien, una d o n a c i ó n se p o d í a instituir de tres maneras: pagando al contado, cediendo bienes por u n valor equivalente o mediante crédito. En el primer caso el donador e x h i b í a la cantidad en efectivo, en el momento en que se llevaba a cabo la t r a n s a c c i ó n . C o n esto c u m p l í a su obligación y no tenía ninguna responsabilidad futura, ya que la admin i s t r a c i ó n de la obra p í a quedaba a cargo de la institución administradora. L a segunda forma era parecida a la primera, pero en vez de que el donante pagara en efectivo, aportaba bienes por un valor equivalente. Dichos bienes p o d í a n ser raíces, muebles o semovientes. L a institución administradora los v e n d í a , alquilaba o traspasaba mediante censo enfitéutico, para poder financiar la obra pía. Por ú l t i m o , cuando una persona no contaba con dinero l í q u i d o , lo que era muy c o m ú n , debido a la escasez de circulante, r e c u r r í a al crédito. A c u d í a entonces a alguna institución eclesiástica que estuviera dispuesta a administrar la fundación y aceptar alguno de sus bienes como g a r a n t í a . L a 10

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LAVRÍN,

1984.

W O B E S E R (en

prensa).

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operación se h a c í a mediante u n censo consignativo o u n depósito irregular. Desde el punto de vista jurídico, la transacción e q u i v a l í a a u n p r é s t a m o , ya que implicaba que la institución eclesiástica prestaba al donante la cantidad que iba a donar y éste le regresaba el dinero en calidad de d o n a c i ó n , aunque todo esto sólo se llevaba a cabo en el papel. Por lo tanto, el donante se c o n v e r t í a en deudor de la institución eclesiástica y a d q u i r í a las mismas obligaciones que si se tratara de u n préstamo. En las relaciones de adeudos, por esta r a z ó n , no aparece la diferencia entre las deudas que tuvieron su origen en préstamos y las que derivaban de fundaciones piadosas hechas mediante crédito. Sin embargo, para analizar la participación del capital eclesiástico en la e c o n o m í a y su influencia sobre la misma, es necesario que el historiador determine el origen de las deudas, porque u n p r é s t a m o significaba una inyección de capital y p o d í a contribuir al desarrollo de una unidad productiva, mientras que una fundación piadosa t e n í a los efectos contrarios, va que no representaba ninguna ventaja en t é r m i n o s e c o n ó m i c o s y constituía una fuga de capital. L o mismo sucedía a nivel m a c r o e c o n ó m i c o . Sólo una parte de los censos y de depósitos irregulares, que estaban a favor de la Iglesia, c o r r e s p o n d í a a inversiones productivas, el resto eran "imposiciones sobre los propios bienes de los donantes. Mientras los primeros estimularon el desarrollo econ ó m i c o , los segundos lo inhibieron. 11

L A INVERSIÓN DE CAPITALES DE OBRAS PÍAS

U n a vez que el donador, o su albacea, si era una f u n d a c i ó n hecha mediante testamento, y la institución eclesiástica hab í a n firmado el contrato de la d o n a c i ó n , esta ú l t i m a h a c í a las gestiones necesarias para poner en práctica los t é r m i n o s del mismo. 1 1

B A U E R , 1983,

p.

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Si se trataba de una fundación que se tenía que financiar mediante el capital, como en el caso de la construcción de u n edificio, contrataba a un arquitecto, a los trabajadores, vigilaba los gastos y era responsable de que todo se llevara a cabo conforme a la voluntad del donador. U n a vez que la obra quedaba terminada cesaba su obligación. Pero la m a y o r í a de las fundaciones se financiaban a part i r de los réditos del capital donado y entonces la institución administradora tenía que buscar u n sitio para invertir el cap i t a l , a menos que éste ya hubiera quedado invertido en una propiedad del donante, lo que sucedía en los casos en que la d o n a c i ó n se hacía mediante crédito. E n t é r m i n o s generales, las instituciones eclesiásticas siguieron una política inversionista conservadora, encaminada a lograr la m á x i m a seguridad al capital, con el m í n i m o riesgo, aun cuando cada institución tenía sus propias estrategias de inversión, que p o d í a n variar a lo largo del tiempo. Las inversiones se orientaron hacia la adquisición de i n muebles urbanos y el otorgamiento de p r é s t a m o s . E n estos ú l t i m o s casi siempre se exigió u n bien raíz como g a r a n t í a . E l mecanismo que se usó de preferencia para otorgar p r é s t a m o s fue el censo consignativo. Esta figura j u r í d i c a era aceptada por la Iglesia, ya que no era considerada usuraria y h a c í a posible que el capital se mantuviera invertido en forma prolongada." M e d i a n t e el censo consignativo se i m p o n í a u n gravamen (que asimismo recibía el nombre de censo) sobre algún bien perteneciente al prestatario, o sea a la persona a quien se c o n c e d í a el p r é s t a m o , y éste a d q u i r í a la obligación de pagar una pensión anual, que representaba el 5% del capital invertido. Si no c u m p l í a con el pago de los intereses, el inversionista t e n í a el derecho de comiso, es decir, podía solicitar el embargo y remate de la propiedad para recuperar su capital. Se u s ó principalmente la modalidad del censo consignativo perpetuo, que no p o d í a ser redimido y, por lo tanto, i m plicaba una obligación permanente. Pero, aun en el caso de los censos redimibles y en los que 1 2

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1989.

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se establecían por tiempo limitado, las instituciones eclesiásticas casi nunca p e d í a n la devolución del capital, aunque los plazos estuvieran vencidos, porque entonces hubieran tenido que buscar u n nuevo sitio de inversión, lo que implicaba p é r d i d a de tiempo y una d i s m i n u c i ó n de la ganancia. Sólc cuando los deudores s u s p e n d í a n el pago de los réditos, exigían la devolución del capital. En esta forma de proceder c o n t r i b u y ó el hecho de que no p o d í a n esperar u n mayor rendimiento del capital porque el interés se mantuvo fijo en u n 5 % durante casi todo el periodo colonial. N o se rigió por las fluctuaciones del mercado, sino que se n o r m ó por principios morales y por la costumbre. Así, fue c o m ú n que los censos se mantuvieran invertidos por muchos años, sin que los propietarios los redimieran. H u b o algunos que subsistieron m á s de u n siglo, aun d e s p u é s de la independencia. Otros se perdieron porque los bienes sobre los cuales estaban impuestos los capitales se agotaron o se deterioraron en el transcurso de los años o, debido a sus deudas, fueron embargados y rematados, con perjuicio de los inversionistas. Pero muy pocos se redimieron. Las estrategias de inversión de las instituciones eclesiásticas cambiaron durante el ú l t i m o tercio de siglo X V I I I , a raíz de la t r a n s f o r m a c i ó n e c o n ó m i c a que sufrió la Nueva E s p a ñ a en esa é p o c a . H u b o entonces una tendencia a reducir los plazos, a aceptar fianzas como g a r a n t í a y a disminuir las tasas de interés medio punto o u n punto, es decir a 4.5 y 4 % anual, respectivamente. O t r o cambio fue que a u m e n t ó notablemente el uso de los depósitos irregulares como mecanismo de i n v e r s i ó n . E n el depósito irregular el prestamista daba una determinada cantidad al prestatario y éste t e n í a la obligación de devolverla en u n tiempo determinado y de pagar u n 5% anual de intereses. Por lo general, se garantizaba la o p e r a c i ó n con una hipoteca sobre u n bien del prestatario o con una fianza. Esta figura j u r í d i c a , a diferencia del censo, no estaba d i rectamente ligada a la propiedad raíz y t e n í a la ventaja que no implicaba el pago de la alcabala, lo que abarataba el crédito. Los contratos se h a c í a n por u n determinado n ú m e r o de a ñ o s , al cabo de los cuales se t e n í a que devolver el capital.

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EFECTOS DEL CRÉDITO ECLESIÁSTICO SOBRE LA ECONOMÍA

El hecho de que las fundaciones piadosas constituyeran la base del crédito eclesiástico impuso características particulares a las relaciones crediticias que influyeron en algunos sectores económicos, especialmente en la agricultura y el mercado inmobiliario urbano. Las instituciones eclesiásticas tuvieron u n interés rentista, es decir, sus inversiones t e n í a n el propósito de producir una renta. N o t e n í a n la intención de fomentar la inversión productiva o de contribuir al desarrollo de la e c o n o m í a . Por esta r a z ó n , su política inversionista fue conservadora. C o m o ú n i c a m e n t e concedieron p r é s t a m o s garantizados mediante u n bien raíz, la acción del crédito eclesiástico se l i m i tó a dos campos: a la adquisición de inmuebles urbanos y a la i n v e r s i ó n en propiedades agrícolas. E n los d e m á s sectores intervinieron m u y poco. Las inversiones en la m i n e r í a , la industria y el comercio las consideraban riesgosas. Así, los mineros y comerciantes ú n i c a m e n t e tuvieron acceso al crédito eclesiástico cuando p o s e í a n bienes raíces que gravar. Sólo durante el ú l t i m o tercio del siglo X V I I I , ante la cornpetencia del capital comercial, extendieron su campo de inversión y aceptaron hacer inversiones garantizadas mediante fiadores. Para la agricultura el crédito eclesiástico constituyó u n importante factor de desarrollo, que hizo posible la fundación y e x p a n s i ó n de muchas haciendas y ranchos, al proporcionar el capital necesario para la adquisición de tierras, edificios, maquinaria, infraestructura h i d r á u l i c a y fuerza de trabajo. E n momentos de falta de l i q u i d e z , asimismo, sum i n i s t r ó los fondos necesarios para c u b r i r los gastos de operación. E n las urbes, el crédito eclesiástico estimuló la construcción y conservación de la vivienda, tanto la residencial como la destinada a la clase popular, así como la de edificios públicos y de locales comerciales. 1 3

1 3

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1983.

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Pero, debido a las características particulares de crédito eclesiástico, se generaron problemas que afectaron en forma negativa el desarrollo de la agricultura y de la propiedad urbana. Entre ellos destaca el elevado endeudamiento al que estuvieron sometidos casi todos los inmuebles. T a n t o los bienes raíces urbanos como las propiedades agrícolas estuvieron sujetos a una progresiva a c u m u l a c i ó n de censos y, en la segunda mitad del X V I I I , de depósitos que implicaron un creciente endeudamiento. L a m a y o r í a de estos g r a v á m e n e s tenían su origen en p r é s t a m o s y en la fundación de obras pías mediante crédito y era a favor de instituciones eclesiásticas. E n el proceso de endeudamiento contribuyeron m á s los g r a v á m e n e s que tenían su origen en fundaciones piadosas hechas mediante crédito por los d u e ñ o s del inmueble gravado, que aquellos que derivaban de p r é s t a m o s . Esto se explica porque, en los segundos, el prestatario p o d í a invertir la cantidad que recibía por concepto del p r é s t a m o en el i n mueble gravado y así aumentar su productividad, mientras que en los primeros la propiedad raíz t e n í a que cargar con la obligación del pago anual de la renta, sin recibir n i n g ú n beneficio. El hecho de que el ú n i c o requisito que se necesitaba para hacer una obra de beneficencia mediante crédito fuera poseer u n bien raíz que gravar m o t i v ó que muchas personas se endeudaran m á s allá de sus posibilidades. Los m o r i b u n dos eran especialmente vulnerables ante la presión —tanto moral como real— que la Iglesia ejercía sobre ellos y conced í a n m á s de lo que realmente p o s e í a n con tal de salvarse. El uso del censo consignativo facilitó el endeudamiento porque implicaba una obligación real y no personal, es decir, los compromisos derivados del mismo recaían sobre el d u e ñ o del inmueble gravado y no sobre la persona que lo hab í a impuesto. Es decir, si el deudor v e n d í a el bien gravado mediante censo se liberaba del adeudo. Naturalmente, t a m b i é n el hecho de que las instituciones eclesiásticas no presionaran a los deudores para que redimieran los g r a v á m e n e s f o m e n t ó la a c u m u l a c i ó n de deudas. A causa del endeudamiento, las instituciones eclesiásticas

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tuvieron una fuerte ingerencia en la propiedad urbana y en la agricultura. E n las villas y ciudades el clero fue acaparando cada vez m á s u n mayor n ú m e r o de propiedades, de tal manera que a finales del siglo X V I I I u n gran porcentaje de los inmuebles le pertenecía. El resto estaba gravado mediante censos y depósitos sobre los cuales sus d u e ñ o s t e n í a n que pagar intereses. Esto implicó que los habitantes tuvieran que pagar u n precio m u y elevado por concepto de vivienda y los inmuebles estuvieran sujetos a frecuentes embargos y remates. 14

E n el á m b i t o rural el porcentaje de las propiedades en manos de instituciones eclesiásticas fue menor que en las ciudades, porque su a d m i n i s t r a c i ó n era difícil. Sólo algunas ó r d e n e s masculinas, corno los j e s u í t a s , fueron exitosas administradoras de haciendas. L a m a y o r í a de las instituciones prefirió, cuando recibía fincas rurales como donativo o en pago de adeudos atrasados, vender las haciendas o cederlas mediante censo enfitéutico a quedarse con ellas. Pero el agro tributaba a la Iglesia mediante los elevados g r a v á m e n e s que t e n í a n impuestos casi todas las haciendas y los ranchos. E n Oaxaca la Iglesia controlaba dos terceras partes del valor total de las haciendas. Las haciendas de L e ó n y R i n c ó n estaban gravadas, a fines del siglo X V I I I , aproximadamente en u n 40% a favor de instituciones eclesiásticas. A principios del siglo X V I I I , en Tlaxcala, casi todas las haciendas t e n í a n censos por encima del 50% de su valor. L o m i s m o s u c e d í a en la r e g i ó n azucarera de Cuernavaca-Cuautla durante los siglos X V I I y X V I I I . Se pod r í a n citar muchos ejemplos m á s de otras regiones. 15

Estos g r a v á m e n e s constituyeron una permanente fuga de capital que, unida a las dificultades por las que a t r a v e s ó la p r o d u c c i ó n agrícola a lo largo del periodo colonial, le i m p r i mieron u n carácter recesivo. L a m a y o r í a de las propiedades rurales padeció de una escasez c r ó n i c a de capital, lo que i n h i b í a el proceso productivo y obligó a los hacendados a de1 4

iVÍORALES,

1 5

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y

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790

pender de los comerciantes aviadores, quienes se llevaban la mayor parte de las ganancias. A d e m á s , muchas haciendas no p o d í a n cumplir con el pago de los réditos de los g r a v á m e nes y, por tal motivo, estaban sujetas a pe ódicos embargos y remates. A causa de los embargos y remates cambiaban con m u cha frecuencia los propietarios v no hubo c o n t i n u i d a d en la t r a s m i s i ó n de la p r o p i e d a d . Todos estos factores c o n t r i b u y e r o n a la s i t u a c i ó n c r í t i c a en la que se e n c o n t r ó la a g r i c u l t u r a novohispana durante la mayor parte del si16

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