Las enrevesadas y endemoniadas intervenciones económicas del Estado para bien y para mal

June 30, 2017 | Autor: E. Zambrano Angulo | Categoría: Teorías Económicas
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LAS ENREVESADAS Y ENDEMONIADAS INTERVENSIONES ECONÓMICAS DEL ESTADO PARA BIEN Y PARA MAL Por Eudes A Zambrano A 1

La Economía, a semejanza de las demás ciencias, tuvo su origen, en investigaciones particulares de fenómenos observados porque llamaron la atención, que plantearon problemas de diversa índole. Durante mucho tiempo estuvo limitada al estudio de cuestiones especiales a los que se les intentaba dar una explicación por factores específicos y aunque se presentía la existencia de interdependencias estructurales, no eran contempladas en su total naturaleza o dimensiones. El fenómeno central de la economía nacional, en sí mismo, permaneció en buena medida desconocido, o bien oscurecido por los conocimientos prácticos instintivos, hasta la aparición de las teorías económicas clásicas como las de Las riquezas de las naciones (Adam Smith, hoy considerado como el padre de la Economía moderna), El materialismo histórico (Marx y Engels) o El imperialismo como fase superior del capitalismo (Lenin). De este modo, con el nombre de Economía Clásica se designa la elaboración doctrinal de un grupo de economistas que expusieron sus teorías entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Durante este periodo, y mediante la decisiva aportación de estos autores (se extiende aproximadamente desde la aparición de La Riqueza de las Naciones en 1776 hasta la muerte de John Stuart Mill en 1873), la economía va a recibir por primera vez y de forma satisfactoria, un tratamiento sistemático, que la acabará constituyendo en un cuerpo organizado de conocimientos, en una ciencia. (Gómez, 2001) Una definición bastante utilizada de lo que es la Economía es la siguiente: la Economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos entre fines alternativos. (Aguado, 2015). Un mercado, tal y como se entiende comúnmente, es un lugar físico donde acuden los consumidores a adquirir todo tipo de productos -pescado, verdura, carne, etc.-. Pero, la concepción económica de mercado va más allá: el mercado está compuesto por un grupo de oferentes (vendedores) de demandantes (compradores) 1

Geógrafo, ULA (1990), Mérida-Venezuela.

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de un determinado bien o servicio. En el mercado, los individuos han de entregar una determinada cantidad de dinero para obtener los bienes que desean; es el precio. El precio de un bien es el número de unidades monetarias que se necesitan para obtener una unidad de dicho bien. Claro que, si analizamos el mercado global, éste está sujeto a las leyes de la macroeconomía (como las de la OMC) del sistema de negocios, siendo la dimensión más importante ya que el centro hegemónico de dominación económica busca primordialmente objetivos comerciales antes que militares. No en vano los factores económicos están siempre en la base de toda la estructura social, política o cultural. Sin embargo, en términos de políticas económicas globales, las nacionalistas optan por considerar el poder económico como sólo una forma de conseguir poder estratégico. En este sentido, la economía política corporativa o transnacional desconfía de un proceso de globalización no manejado por el Estado omnipotente o imperialistas. Conseguir el control sobre el petróleo de Oriente Medio, por ejemplo, era prioritario para la economía norteamericana. Esto claramente estaba dirigido en parte a Europa, pero quizá el mayor objetivo estratégico era controlar el acceso a los recursos de la región para la China necesitada de energía, es decir, incorporar consideraciones estratégicas de parte de la Administración Bush a los acuerdos comerciales. No obstante, manipular el valor del dólar –hacerlo débil- para forzar a las economías industriales competidoras a soportar mayores costes, recuperando así competitividad para EE.UU. Éste es un claro esfuerzo para reanimar la economía estadounidense a costa de la Unión Europea y otras economías importantes. Manipular a las agencias multilaterales para defender los intereses del capital estadounidense. Esto se hace más fácilmente en el Banco Mundial y en el FMI, donde la dominación estadounidense está más eficazmente institucionalizada, que en la OMC. Los impulsores de mercado de la globalización dependen de la naturaleza del comportamiento de la clientela y de la estructura de los canales de distribución. La comunidad de necesidades representa el grado en que los clientes en distintos países tienen las mismas necesidades en la categoría del producto o servicio que define una industria. El dogma popular en marketing ha sido siempre que las tácticas deben de acomodarse a cada país. En general, un marketing global 2

es más aceptable de lo que indica su nivel relativamente bajo de utilización. Pero, ya esto es harina de otro costal. Adam Smith consideraba que la esencia de la riqueza era la producción de bienes físicos solamente y esto le llevó a distinguir entre trabajo productivo y trabajo improductivo. Según esta distinción, el trabajo productivo es el que produce un bien tangible que posee un valor de mercado. El trabajo improductivo, por otra parte, se traduce en la producción de cosas intangibles, como los servicios prestados por los artistas o profesionales, mantenidos con una parte del producto anual del trabajo de los demás. Smith no considera el trabajo como posible productor de materia, sino de valor (de cambio), categoría ésta eminentemente social pues sólo se concibe como fruto de relaciones entre individuos. Smith planteó el problema del valor dándole a esta palabra un doble significado: unas veces expresan la utilidad de un objeto particular –“valor en uso”- y otras veces la capacidad de comprar otros bienes que confiere la posesión de tal objeto – “valor en cambio”-. Sin embargo, Smith dejó de lado el valor de uso y preconizó un valor de cambio que era una versión de lo que llegaría a conocerse como la “teoría del valor trabajo”. (Gómez, 2001). El dinero es, por supuesto, la medida más común del valor, pero Smith era igualmente consciente de los defectos de las medidas monetarias, dado que el valor del dinero cambia con el tiempo. Así, se esforzó por distinguir cuidadosamente entre precios reales y precios nominales. Para Smith, el trabajo, como las mercancías, tiene un precio real y un precio nominal. Mientras que su precio real consiste en la cantidad de las cosas necesarias y convenientes de la vida que se entrega a cambio de él, su precio nominal es la cantidad de dinero. El salario era, en general, el coste de atraer al trabajador a su trabajo y de mantenerlo para que siguiera desempeñándolo. También Adam Smith fue el primero en destacar la importancia económica del fenómeno de especialización de las funciones productivas, lo que designó con el nombre de división del trabajo. El fenómeno de la división del trabajo está condicionado por la dimensión del mercado: a medida que se extiende el mercado se incrementa la división del trabajo. Esto arguye a favor de un área de libre comercio lo más vasta posible, que proporcionaría la máxima eficiencia posible al trabajo. (Gómez, 2001). David Ricardo (1772-1823) fue la mente capaz de llevar a su plenitud la mayor parte del cuerpo doctrinal que, pasado el tiempo, 3

recibiría el nombre de economía clásica. “Lo que aseguró el lugar de Ricardo en la historia de la Economía fue su capacidad de construir un sistema analítico general que generaba conclusiones fundamentales, basadas en unos relativamente pocos principios básicos. Su sistema era un monumento al proceso del razonamiento deductivo”. Hubo que esperar a David Ricardo para que se inviertan por completo los antiguos planteamiento sobre la génesis de las riquezas y del valor. En sus Principios de economía política y tributación, publicado en 1821, sostiene que las fuerzas naturales no añaden nada de valor a las mercancías, sino que, por el contrario, lo merman y rebate la idea de Smith de que la agricultura era más productiva que la industria. El modelo construido por Ricardo constituye un sistema coherente de notable rigor lógico¹¹. Basado en hipótesis claramente especificadas, basa su análisis en dos clases fundamentales: capitalistas y trabajadores. Al hacer esto, pone en evidencia el proceso de acumulación y la racionalidad del sistema basado en la función del beneficio así como en la naturaleza del salario. (Gómez, 2001). La aparición de Karl Marx (1818-1883) es importante no sólo por los resultados de sus investigaciones económicas, poniendo al descubierto las leyes del desarrollo de la sociedad capitalista, sino fundamentalmente, porque aporta un nuevo método de análisis para el estudio de los fenómenos sociales y económicos, una nueva interpretación de la historia y del mundo que va a tener unas importantes repercusiones en una gran parte de los autores posteriores. En su esquema de pensamiento, Marx adopta la dialéctica hegeliana del cambio, pero invirtiendo su orden (dialéctica materialista). Mientras que para Hegel la Razón o la Idea es la única realidad existente y el cambio real solo cobra sentido en el avance de esta idea a través de una cadena de transacciones dialécticas –tesis, antítesis, síntesis-, para Marx, quien ´voltea` la “torta hegeliana de la idealización”, es la realidad la que explica el movimiento de todo lo demás, ideas, instituciones, etc. (Gómez, 2001). De acuerdo con el materialismo histórico, todos los sistemas económicos y sociales, incluyendo el capitalista, son transitorios. Des esta manera, la historia puede entenderse como una sucesión de distintos sistemas económicos: salvajismo, barbarie, esclavismo, feudalismo..., que desembocan finalmente en el capitalismo. La lucha de las clases emergentes contra las dominantes, y las propias contradicciones internas de las formas de producción de estos sistemas que surgen de su propio desarrollo, acarrean sus crisis y la 4

superación por otros nuevos, más ricos y complejos. Esto no significa un esquema rígido e inamovible ya que la historia no queda explicada como una sucesión rígida y predeterminada de los modos de producción, es decir, no se cree que cada sociedad tenga que vivir necesariamente la misma secuencia de etapas, cada una de las cuales fuera el resultado de la anterior y condición necesaria de la siguiente. (Gómez, 2001). En su obra central de análisis económico, “Critica de la economía política” o “ El Capital”, cuyo primer volumen se publica en 1867, Marx estudia el proceso productivo y la circulación y distribución de las rentas, empleando un método macroanalítico globalizador que había sido olvidado por los autores clásicos. Formula una teoría del valor-trabajo que le permite introducir los preceptos centrales de “plusvalía” y “explotación”. El origen de esta plusvalía se encuentra en el excedente de trabajo –única fuente de valorincorporado a una mercancía que es apropiado por el capitalista. El sistema de precios también contribuye a la distribución de la renta a favor de los capitalistas. Con todo ello, las clases obreras se ven abocadas necesariamente a una pobreza creciente, mientras la riqueza se concentraría cada vez más. (Gómez, 2001). Lo que identifica al sistema capitalista no es la circulación del dinero o de las mercancías, no la propiedad privada de los medios de producción, sino el hecho de que el propietario de dichos medios se encuentra en el mercado con los trabajadores o proletarios que no pueden sino vender su fuerza de trabajo: la compra y venta del trabajo es lo que diferencia a esta sociedad de otras donde se daban vínculos de servidumbre o esclavitud. Marx analiza el proceso de acumulación de capital (conversión de plusvalía en nuevo capital), a partir de la definición y características de las mercancías (valor de uso y valor de cambio). La circulación de mercancías es el punto de arranque del capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, el comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital. El capitalista intercambia dinero por recursos productivos y mercancías y éstas por dinero, obteniendo al fin una diferencia positiva o plusvalía. (Gómez, 2001). Gran parte de la obra de Marx está dedicada al estudio y la crítica de los trabajos de diversos autores anteriores: Petty, Davenant, Sismondi, Smith, Malthus y sobre todo Ricardo, recomponiendo sus teorías como una fase preparatoria para la suya. Con respecto a Ricardo, le criticó el confusionismo, por lo demás 5

común a todos los clásicos, al no ser capaces de distinguir entre los conceptos trabajo y fuerza de trabajo y llega, por tanto, a los de plusvalía y explotación. (Gómez, 2001). El inconformismo latente acerca de la realidad de la teoría clásica y neoclásica se decanta hacia un proceso de maduración intelectual cuya cabeza principal es J.M. Keynes (1883-1946). Su revolución consistió más bien en un cambio de perspectiva que traería una visión más general y realista del problema económico. En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936, Keynes considera que enseñanzas de la teoría clásica engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales, ya que sus postulados sólo son aplicables a un caso especial que no se correspondía con la situación económica real. (Gómez, 2001). Por lo tanto, al perder la variación de los precios su influencia como mecanismo tradicional de respuesta, otro mecanismo de respuesta entra en uso. A las variaciones de la demanda, los productores responden variando la producción. En otras palabras, ante la proposición de Say de que “toda oferta crea su propia demanda”, Keynes planea que “la demanda engendra renta”. Esto tiene una implicación muy seria. Las variaciones de la producción suponen modificaciones en la utilización de la capacidad productiva existente y estancamiento. Una situación familiar a Keynes, que vive las secuelas de la Gran Depresión y oye a los profesionales de la tradición mantener que podía remediarse el paro reduciendo los salarios monetarios. La sencillez del principio de la demanda efectiva nos lleva a preguntarnos por qué tarda tanto tiempo en manifestar su presencia. Ya se ha comentado en páginas anteriores que la cuestión fue apuntada, tanto por la izquierda ricardiana (Sismondi) como por Marx o por aquellos economistas preocupados por el estudio de los ciclos económicos (Tugan-Baranoswski o Rosa de Luxemburgo). Estos autores, cuyas ideas en este campo se recogen bajo el título de teorías del subconsumo (o de la sobreproducción) se vieron rebatidos por la teoría económica establecida: a comienzos del siglo XIX tomarían la forma de una simple enunciación de la ley de Say; a comienzos del XX bajo la forma más sofisticada de un planteamiento de equilibrio general en el que se consideran como dados los recursos totales y la competencia determina los precios de equilibrio, de modo que éstos conducen a la eliminación de excedentes o déficit en todos los mercados. A la gran mayoría del pensamiento oficial en Economía 6

le resultaba impensable en los primeros 20 años de nuestro siglo que pudiera darse una situación de equilibrio con paro involuntario. Creencia que les lleva en Inglaterra en 1929 a oponerse a un programa de obras públicas con el argumento de que esto no podía tener otro efecto que el de aumentar el desempleo. (Gómez, 2001). Las circunstancias en la década de los 30 eran favorables al cambio en el esquema de pensamiento. Dos economistas procedentes de mundos y formación muy diferentes Kalecki desde Polonia partiendo de las ecuaciones de reproducción marxista y Keynes desde Inglaterra rebelándose contra Marshall, llegan independientemente a análogas conclusiones sobre el problema de la demanda efectiva. La Teoría General del Empleo, publicada en 1936, podemos formularla de manera sencilla y rigurosa. Keynes, una vez definido el proceso básico de creación de la renta por la demanda efectiva, pasa a preguntarse qué es lo que determina la demanda efectiva. A la manera de los clásicos, distingue dos grandes grupos de agentes: consumidores y productores. La demanda efectiva será la suma de la demanda de bienes de consumo y la de bienes de Inversión. Por tanto no hay necesidad de que el aumento de la demanda efectiva provenga de la inversión. Cualquier incremento autónomo de la demanda efectiva originará precisamente los mismos efectos multiplicadores. Por consiguiente, si la inversión corriente es demasiado baja para dar lugar a la plena ocupación, el Estado puede actuar a través del gasto público. (Gómez, 2001). A partir de los años ochenta cobra actualidad la llamada economía de la oferta, ante el fracaso que las políticas de demanda habían manifestado para solucionar los problemas generados por la variación de los precios relativos en las décadas precedentes. Existen muy variados motivos por los que el Estado puede estar interesado en intervenir en el mecanismo de mercado, como por ejemplo, si el precio de equilibrio, fruto del libre juego de la oferta y la demanda, es considerado demasiado bajo, o demasiado alto; intervenciones que puede llevar a cabo el Estado en el mecanismo del mercado si se considera que los resultados que arroja el mismo no son los más deseables. Otra posible justificación para intervenir es la defensa de la producción nacional de algún bien frente a la competencia extranjera (Aguado, 2015b). Ahora, el caso de Venezuela es muy particular. El gigantesco déficit del sector público, incluyendo PDVSA, está siendo financiado con impresión de dinero, eso hace que muchos bolívares presionen el 7

mercado cambiario paralelo, presionen la demanda de dólares oficiales y presione la inflación (Ochoa, citado en Arzolay, 2015), ya que el caso del mercado “verde” inorgánico, cuyo capital –los dólareses considerado un bien de la nación se trata del efectivo con el cual el Gobierno subsidia el Estado Social con ingreso del PIB o venta del petróleo. En efecto, como un viejo problema que parece nunca terminar, según Ochoa (citado en Arzolay, 2015), este es otro tema a considerar en este nuevo mecanismo ya que “los que están al frente del SICAD II, decidiendo quien entra y quién no, deben elegir entre las miles de solicitudes de casos importantes.” El economista afirma que por lo general esa decisión se realiza “mediante el mercado cambiario, de la oferta y demanda”. En este caso la tomaría “un grupo de funcionarios públicos que tienen propensión a la corrupción como se confirmó con Cadivi”. Los instrumentos con los que cuenta son muy variados, aunque aquí nos referiremos únicamente a algunos de los más relevantes (Aguado, 2015b):  Precios máximos  Precios mínimos  Impuestos  Subsidios  Aranceles

Cuando el Estado considera que el precio de un determinado bien, principalmente porque lo considera un bien esencial para los consumidores, no debería subir por encima de un determinado nivel, puede fijar un precio máximo. Lógicamente, para que tenga sentido, un precio máximo ha de ser inferior, por definición, al precio de equilibrio. En caso contrario, se estaría en el equilibrio y el precio máximo no tendría ningún efecto, pues cuando se fija un precio máximo, si no se articula ninguna medida complementaria adicional, ocurrirá que la cantidad que los consumidores deseen adquirir será mayor que la que los productores deseen vender, generándose un exceso de demanda; por lo que habrá demanda que quede insatisfecha. En estos casos, dado que los productores están 8

dispuestos a vender a precios mayores que dicho precio mínimo, y también hay consumidores que estarían dispuestos a adquirir ese bien por encima del precio fijado, se corre el riesgo de que surja un mercado negro, ilegal, que nos acerque al precio y la cantidad de equilibrio. En definitiva, lo que está pasando en Venezuela, donde a esto el Gobierno le llama “guerra económica”. (Aguado, 2015b). El caso contrario, es decir, cuando el Estado considera que el precio de un bien no debería caer por debajo de un determinado nivel –generalmente para proteger la renta de los productores-, puede fijar un precio mínimo. Un precio mínimo sólo tendrá efectividad si es superior al precio de equilibrio; en caso contrario no serviría para nada pues se encontrarían en el equilibrio. Cuando se fija un precio mínimo se genera un exceso de oferta, pues a ese precio la cantidad que desean vender los productores, es superior a la que desean adquirir los consumidores. En muchas ocasiones, ya sea en su totalidad, ya sea sólo en parte, el Estado puede comprar dicho exceso de oferta. (Aguado, 2015b). El Estado puede fijar también impuestos a las empresas –otros impuestos podrían ir destinados a las familias- por distintos motivos; con el fin de recaudar dinero para sufragar sus actividades, para disminuir las cantidades que se consumirían si dejáramos actuar libremente a la oferta y la demanda y se tratase de un bien dañino para la salud –como el tabaco-, o para el medio ambiente –emisiones de CO2-, etc. El resultado que se obtiene sobre el precio y la cantidad de equilibrio con la fijación de un impuesto es claro: el precio aumenta, y la cantidad consumida disminuye. La traslación del impuesto a los consumidores por parte de los empresarios será mayor o menor dependiendo principalmente de la elasticidad de la demanda, la cual viene marcada por la existencia o inexistencia de sustitutivos de ese bien y de lo imprescindible -de primera necesidad o no (artículos suntuarios o de lujo)- que resulte para los consumidores. Así, si un bien es de primera necesidad para un consumidor –la insulina para un diabético, por ejemplo-, y carece de sustitutivos, su función de demanda será muy rígida o inelástica. En ese caso, ante incrementos en el precio, la disminución en la cantidad demandada será muy pequeña. Por el contrario, si el bien de que se trate no es en absoluto imprescindible para el consumidor, y además existen sustitutivos muy cercanos, la función de demanda será muy elástica, y ante pequeñas variaciones en el precio, la respuesta a

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través de la reducción de la cantidad consumida será alta. (Aguado, 2015b). Cuando el precio de un bien aumenta, la cantidad que los consumidores desean adquirir disminuye, mientras que la cantidad que desean vender los productores aumenta. También observamos que la cantidad que los consumidores desean adquirir de un bien depende de la renta que perciba el consumidor, así como del precio de otros bienes relacionados con él –porque le son sustitutivos o complementarios-. Podemos medir esas variaciones, y utilizaremos un concepto específico para ello, que es el de la elasticidad. (Aguado, 2015b). También interviene el Estado, en sentido contrario al de los impuestos, abaratando el precio de determinados bienes mediante las subvenciones que concede. Es el caso opuesto al del impuesto, y en lugar de penalizar el consumo se trata de promover el uso de determinados bienes -por ejemplo, si se quiere potenciar el uso del papel reciclado, se puede abaratar “artificialmente” -es decir, fuera de lo que dictarían la oferta y la demanda-, concediendo una subvención a las empresas productoras por cada unidad de bien producida. El efecto será una traslación de la función de oferta hacia abajo como vemos en la figura 2.25 –equivale a una disminución de los costes-, por lo que el nuevo equilibrio se producirá para una cantidad mayor y a un precio menor. Aunque beneficia a los consumidores y productores, la subvención incorpora una ineficiencia pues el gasto del Estado es superior a la ganancia de demandantes y oferentes. (Aguado, 2015b). Otra intervención del Estado en el mecanismo de mercado la constituye la fijación de aranceles, ya sea para proteger la producción nacional de un bien, o simplemente con fines recaudatorios. Un arancel no es más que un impuesto a las importaciones. Si partimos de un mercado cerrado a las transacciones internacionales –en el que el precio y la cantidad de equilibrio respectivamente-, y de repente esa economía se abre al exterior – suponiendo evidentemente que el precio de ese bien en el exterior sea menor-, se importarán tantas unidades de producto como sean necesarias para salvar la diferencia entre la cantidad que a ese precio internacional estarían dispuestos a producir las empresas nacionales, y la cantidad que los consumidores estarían dispuestos a adquirir. (Aguado, 2015b). 10

Los aranceles benefician a los productores nacionales, pues pueden vender una mayor cantidad y lo hacen a un precio más alto, mientras que perjudican a los consumidores pues han de abonar un precio mayor y además disfrutan de una menor cantidad de los bienes. (Aguado, 2015b). Hemos visto entonces que los precios suelen servir como un instrumento útil para medir la escasez. Así, cuanto mayor es la escasez de un bien, por lo general, mayor es su precio. El Estado, sin embargo, puede actuar sobre los precios de algunos bienes por diferentes motivos –con fines recaudatorios, redistributivos, por el interés general, etc.- y a través de distintos instrumentos –fijando precios máximos o mínimos, contingentes, legislaciones prohibitivas, estableciendo impuestos y subvenciones, etc.-, de forma que con esas actuaciones puede ocurrir que al final los precios no reflejen fielmente la escasez existente del bien. (Aguado, 2015b). El Estado, por su parte, también padece la escasez. Todos los años se plantea la necesidad de elegir a qué se dedica el dinero, lo que se aprueba en los presupuestos generales del Estado. Los distintos ministerios o burócratas siempre solicitan partidas mayores para poder acometer sus gastos, y lo que se dedica a construir infraestructuras no está disponible para cultura, entre otros usos no rentistas. (Aguado, 2015a). El Estado también tiene mucho que decir respecto de la asignación de recursos escasos entre fines alternativos. Ya hemos mencionado anteriormente que sus recursos no son ilimitados, por lo que se ve obligado a asignarlos en mayor o menor medida a unos u otros fines. Además, el Estado también influye con sus decisiones en el mecanismo de mercado, de modo que con sus actuaciones también determina qué se va a producir. (Aguado, 2015b). Como se ha visto, los efectos que tendrá, tanto sobre el precio como sobre la cantidad producida, el hecho de que el Estado fije un impuesto sobre la producción de un determinado bien. Afectará igualmente a la asignación de los recursos el Estado si en un momento dado decide fijar precios máximos o mínimos sobre la venta de algún producto, ya sea porque con ello se esté intentando proteger a los consumidores o a los vendedores, respectivamente. (Aguado, 2015b).

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Tanto al analizar los impuestos, las subvenciones, los aranceles, los precios máximos, precios mínimos o cualquier otra intervención imaginable del Estado que altere el equilibrio del mercado –y por tanto que modifique la asignación de los recursos en la sociedadveremos que surgen ineficiencias que hacen que el bienestar general disminuya, aun cuando en determinados casos el bienestar de alguno de los agentes económicos implicados aumente. (Aguado, 2015b). El hecho de que la suma del bienestar de consumidores y productores sea máxima no significa, sin embargo, que la distribución de los beneficios que se obtienen con la producción haya de ser considerada óptima necesariamente, por lo que pueden producirse intervenciones del Estado buscando alterar la situación final de los distintos agentes económicos. (Aguado, 2015b). Las economías globales de extensión son las que presionan a los negocios a internacionalizarse o a globalizarse; reducen la amenaza de entrada, sobre todo de competidores potenciales que sean globales. En cambio, cuando las economías no son de escalas un nuevo competidor puede iniciar en el mercado de un país e ir adquiriendo la experiencia que le permita exportar a mercados mas grandes. El mercado internacional de suministro puede permitir centralizar comprar para obtener eficiencia global de abastecimiento. Una producción favorable entre el valor de venta y el costo de transporte mejora la capacidad de concentrar la producción. Los bajos costos del transporte permiten concentrar la producción. En general, la logística es mas favorable para productos de precio alto y alta calidad dentro de cualquier categoría. Los administradores pueden reducir los altos costos desarrollando unos pocos productos globales o regionales en lugar de muchos productos nacionales. Los altos costos de desarrollo producen un efecto parecido al de las economías de escala global en la amenaza de entrada y la rivalidad entre competidores. Los impulsores gubernamentales de globalización dependen de las reglas que fijen los gobiernos nacionales y afectan el uso de todas las palancas de estrategia global. Las políticas gubernamentales registran seriamente la participación de mercados globales en la industria de medios de comunicación. Las políticas comerciales nacionales registran particularmente el grado en que las comparas pueden concentrar las actividades fabriles, estas aumentan la 12

amenaza de entrada de extranjeros, aumentan la rivalidad entra los competidores internacionales existentes porque les facilitan a todos competir en los mercados de los demás. (Morales, s/f). Un nivel global de participación se alcanza con un equilibrio razonable entre la extensión geográfica del negocio y la extensión del mercado y por supuesto con la presencia en países que sean mercados globalmente estratégicos. Los beneficios incluyen poder explotar economías de escala, tener mayor poder de negociación frente a proveedores y canales de distribución y gozar de mejor aceptación de clientes. La Reducción de Costos es otro de los beneficios: cuanto más alto sea el costo de desarrollo con respecto a los ingresos que se esperan, tanto más necesario será desarrollar unos pocos productos globales o regionales en lugar de muchos nacionales. La economía en compras, producción e inventario se realizan al reducir el número de productos y aumentar el volumen por producto. (Morales, s/f). En cuanto a los países sin importancia global o con políticas antiglobales, se entra por su atractivo individual; también se utilizan por el tamaño del mercado, la posición competitiva, grado de propiedad y control de sucursales, así como la administración, los beneficios, costos y riesgos de cambio. Beneficios de una participación global: - Reducción de costos - Mas preferencia de los clientes - Mejor calidad - Mayor eficacia competitiva. (Morales, s/f). También puede intervenir el Estado en los mercados si se considera que el consumo de un determinado bien es perjudicial para la salud de los ciudadanos, o para el medio ambiente, y desea disminuir dicho consumo. Pero, ¿qué pasa cuando el Estado interviene no para mejorar, así sea a otros a costa del poder sobre otros, sino cuando interviene para afectar la salud .no sólo económica, sino la vida misma- de otros para el beneficio económico de una minoría poderosa económicamente? La explotación del gas de esquisto (de roca o lutita) o petróleo Shale genera masivos volúmenes de desechos líquidos que deben tratarse para su reciclaje. En el municipio de Montrose (en esta localidad, habitada por unas 1.600 personas y parte del condado de Susquehanna, hay unos 1.100 pozos en unos 600 campos, además de 43 estaciones que compactan el gas para transportarlo lejos), en el estado de Pensilvania (este estado está atravesado por la cuenca gasífera Marcellus, una de los tres grandes depósitos del recurso que 13

han convertido a Estados Unidos en “Frackistán“, por la utilización creciente del fracking en la industria del petróleo y del gas), al noreste de EE.UU., la estadounidense Vera Scroggins ha sido demandada cinco veces por la industria petrolera y desde octubre de 2013 pesa sobre ella una orden judicial de restricción permanente para acercarse a sus instalaciones. Desde 2008, Scroggins, del movimiento Shaleshock Media, es una decidida activista contra la explotación de este mineral. El desarrollo de este hidrocarburo no convencional, también conocido por el vocablo inglés shale, requiere de la técnica de la fractura hidráulica, fracking en inglés. Esta técnica fractura los depósitos (la molécula del hidrocarburo está atrapada en rocas profundas, perforadas y quebradas) por la inyección cuantiosa de una mezcla de agua, arena y aditivos químicos (que se consideran nocivos para la salud y el ambiente), liberan el gas (entre ellos el metano, más contaminante que el dióxido de carbono o CO2, el mayor responsable del calentamiento planetario por los gases efecto invernadero). o el petróleo atrapado en la litología orgánica sedimentaria. Los pozos contaminan el agua con el metano, y el gas se fuga a la atmósfera, y degenerar en explosiones o problemas respiratorios para las personas. Mucha gente no sabe qué pasa, pero se está enfermando de la piel, los dientes y los órganos, así como a las plantas. El fracking ha alterado el paisaje, pues el desarrollo de los pozos se ha traducido en la presencia altas torres de acero para perforar el pozo y, cuando sale el gas es como si una plancha pasara por encima, porque el terreno queda visiblemente aplanado. Solo florecen la tapa del pozo y los tubos que transportan el hidrocarburo, critican sus forzados vecinos. (NotiActual, 2015). En su Prospectiva Anual de Energía 2015, la estatal Administración de Información Energética indica que en 2014 el sector del esquisto aportó 11,34 billones (millones de millones) de pies cúbicos de gas, equivalentes a 47% de la producción gasífera total del país. La producción petrolera de esquisto, añade el informe, fue de 4,2 millones de barriles diarios el año pasado, equivalente a 49% de la extracción total de crudo en el país. El petróleo es la principal fuente nacional de energía, con 36% del total, seguida del gas, con 27%, y el carbón, con 19%. En Pensilvania, la producción de gas saltó de 9.757 pies cúbicos en 2008 a 3,05 millones en 2013. En este estado, la cuna del primer boom petrolero estadounidense y de la fractura hidráulica, se han perforado 9.200 pozos, mientras los permisos concedidos superan los 16.000. (NotiActual, 2015). 14

Los proyectos de extracción por fractura hidráulica tienen serias consecuencias para la disponibilidad de agua en zonas adyacentes a los sitios de extracción. En resumen, se pueden identificar tres principales impactos en el agua (Alianza Mexicana Contra el Fracking, 2013): ■ Disminución de disponibilidad del agua para los seres humanos y ecosistemas: Se requieren de 9 a 29 millones de litros para la fractura de un solo pozo (Lucena, 2013). Es decir que cuando hay un desarrollo generalizado de estos proyectos en una región determinada, se compite por el agua para otros usos poniendo en peligro la realización del derecho humano al agua, es decir al agua para consumo humano y doméstico, así como la para la producción agrícola y el sostenimiento de los ecosistemas. ■ Contaminación de las fuentes de agua: En Estados Unidos, existen más de 1,000 casos documentados de contaminación del agua cerca de pozos de fractura hidráulica. (Food & Water Watch, 2012). Esta contaminación genera efectos negativos sobre la calidad del agua a corto y largo plazo de una región. ■ Contribuye al calentamiento global: La explotación del gas esquisto contribuye a la aceleración del cambio climático debido a las emisiones de gas metano que se producen por ineficiencias en la extracción, procesamiento, almacenamiento, traslado y distribución. El metano es un gas que presenta un efecto invernadero 20 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2). Conforme aumente la temperatura del planeta, se harán más frecuentes e intensas las sequías e inundaciones a nivel global, lo cual tendrá implicaciones para el acceso y la disponibilidad del agua de calidad (IPCC, 2008; citado en Alianza Mexicana Contra el Fracking, 2013). La técnica de fractura hidráulica para obtener gas de esquisto se divide en etapas. Primero se realizan siete etapas de fractura y cada una de éstas necesita entre 1,100 y 2,200 m3 de agua. Esto significa que para el total del pozo el consumo de agua ascender a 9,000 a 29,000 m3 (Lucena, 2013). Es importante destacar que generalmente las inversiones de este tipo implican la proliferación de cientos de pozos por lo que el consumo de agua se multiplica, entrando en directa competencia con el actividades productivas. Gustavo Madero ha afirmado que en la propuesta de Reforma Energética a ser presentada por los legisladores del Partido Acción 15

Nacional (PAN) –México- se ha propuesto abrir 20,000 pozos al año para la explotación de gas de esquisto (Ramírez, 2013). De cumplirse con la apertura de este número de pozos, se requeriría, anualmente, un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico de 4.9 a 15.9 millones de personas de un año2. Estos datos nos obligan a replantear cuáles son nuestras prioridades en la implementación de políticas públicas. (Citados en Alianza Mexicana Contra el Fracking, 2013). El líquido utilizado para el proceso de fractura hidráulica está compuesto en un noventa por ciento por agua, uno a dos por ciento por aditivos químicos de diversa índole y un siete a ocho por ciento por agentes de sostén, también conocidos como apuntalantes, los cuales son utilizados para mantener abiertas las grietas por donde sale el gas de la roca. Es preocupante la falta de información que existe a nivel internacional sobre cuáles son los aditivos químicos utilizados. El derecho a la propiedad intelectual de otros países, como Estados Unidos, protege a las empresas involucradas en la extracción de hidrocarburos por fractura hidráulica de la obligación de divulgar cuál es la composición química de las sustancias que son incorporadas al fluido de perforación (US House of Representatives, 2011). Contar con información precisa sobre cuáles son las sustancias involucradas en este proceso es fundamental para poder realizar cualquier esfuerzo de medición de impactos que la explotación de gas de esquisto por fractura hidráulica pueda tener sobre el medio ambiente y en la salud. En total, se han identificado más de 2,500 productos y, al menos, 750 tipos diferentes de químicos en el fluido de perforación (US House of Representatives, 2011). (Alianza Mexicana Contra el Fracking, 2013).

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Bibliografía

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