Las disposiciones agonísticas en la formación de la subjetividad guerrera

July 4, 2017 | Autor: Juan Castellanos | Categoría: Subjetividad Politica, Disposiciones Agonísticas
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Descripción

Las disposiciones agonísticas en la formación de la subjetividad guerrera Juan Manuel Castellanos Obregón

Este texto pone en discusión la teoría de subjetividad inmersa en el concepto de habitus como estructura incorporada que tiende a la coherencia, la sistematicidad y la transferencia. Se propone una mirada del concepto y algunas implicaciones de su uso en el análisis comparado de las disposiciones agonísticas de un grupo de reclutas de diversos cuerpos armados legales e ilegales que se enfrentan en el conflicto interno armado en Colombia a comienzos del 2000.

La subjetividad y el habitus: coherencia, sistematicidad y transferencia La teoría del habitus, ampliamente citada en la producción social contemporánea, incorpora una serie de presupuestos analíticos que es preciso tener en cuenta cuando se pone a jugar en un análisis concreto. Aunque son muchos los autores que han insistido en distintas dimensiones críticas de este concepto por el cual es ampliamente conocido y referido el sociólogo francés Pierre Bourdieu. La complejidad misma de la propuesta metódica que comporta, ha permitido

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La perspectiva que articula esta reflexión es una variedad del estructural constructivismo que proclama la primacía de las relaciones frente a las sustancias, que reconoce y asume como objeto de estudio la “doble vida del mundo social”: la distribución de los recursos materiales y de las formas de clasificación (Bourdieu y Wacquant 1995). Esa perspectiva revela una praxeología social que exige dos momentos de análisis: una revisión de las estructuras sociales como espacios de posiciones, como coerciones o constricciones externas y de las disposiciones de los agentes como capacidades subjetivas. Estos dos momentos analíticos permiten explicar la toma de posición y las elecciones que los sujetos realizan en el marco del encuentro entre condiciones objetivas y disposiciones subjetivas. En esta perspectiva se trata de “revelar las estructuras profundas de los mundos sociales y los mecanismos que tienden a su reproducción o transformación”, sacando a la luz “los esquemas perceptuales y evaluativos que los agentes introducen en su vida cotidiana” (Bourdieu y Wacquant 1995, 20-23). Desde este enfoque se busca aprehender tanto las regularidades objetivas como los procesos de interiorización de la objetividad, lo cual se expresa en la constitución de estructuras duraderas y sistemáticas incorporadas: hechas cuerpo, devenidas en habitus.

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utilizarlo más como concepto emblemático, que como guía para la indagación. Vamos a revisar brevemente algunas de las formulaciones del concepto, de sus comentaristas y críticos, para luego discutir algunas de sus implicaciones a partir de un ejercicio empírico. En esa dirección, este escrito trata de seguirle la pista al concepto y proponer algunas líneas de reflexión acerca de su potencial como instrumental sociológico, aunque algunos autores ya lo han realizado de manera particularmente rigurosa (Herán 1987, Barenguer 2004, Martínez 2007). En términos generales podemos decir que la teoría del habitus propuesta por Bourdieu por primera vez en el Esquisse (2000 [1972]) fue planteada como una “disposición cultivada” que permite a cada agente engendrar a partir de unos pocos principios implícitos, todas las conductas (Boltanski 2003). Es un conjunto de esquemas interiorizados que disimulan relaciones de poder, producida por ocultación de las relaciones de poder y de fuerza implícitas en los procesos de inculcación. Esa doble arbitrariedad, la del símbolo, la de poder y la autoridad que lo selecciona y lo impone, logra producir un velo de opacidad de la objetividad de la violencia simbólica que la engendra (Bourdieu y Passeron 1998 [1979]). Esa es la dimensión que enlaza, en toda la obra de Bourdieu, la relación entre historia (génesis de las prácticas y del poder que las articula), estructura (principios de orden e inteligibilidad) y acción, situación y realización en sí, o prácticas en su lenguaje. El habitus, en términos generales, es una formación duradera, encarnada en los cuerpos y realizada en las prácticas, es gramática o principio generador de prácticas, que existen en la práctica (Bourdieu 1995). Es un conjunto de disposiciones, como potencialidad y capacidad, irreversibles, pero transformables, que existen en estado práctico. Es una manera de ser y de hacer que se puede descomponer como los hilos de un cable, o como los componentes de un vector, en disposiciones corporales (hexis), estéticas (aesthesis), morales (ethos) y mentales (eidos) (Bourdieu y Wacquant 1995). La dimensión emocional (emôtio), estaría, muy en la lógica racionalista de Bourdieu, entre las disposiciones cognitivas o mentales (Castellanos 2011). Los habitus son concebidos como conjuntos de relaciones y disposiciones históricas depositadas en los cuerpos bajo la forma de esquemas mentales de percepción, apreciación y acción.

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Ilustración 1. El habitus en Bourdieu Algunas de la cualidades formuladas, proponen que el habitus es una manera de ser, caracterizada por una cierta “disposición estratégica” que tendría tres cualidades: sistematicidad, transferibilidad y exhaustividad. De ella derivaría en parte, la construcción de regularidades sociales, en tanto fungiría como “estructura estructurada estructurante” ( (Bourdieu 1991, Bourdieu y Passeron 1998 [1979]). Esa “gramática generadora de prácticas” es “creatividad gobernada por reglas” que engendran competencias, capacidades de acción, comprensión y en general de agencia. Produce una cierta disposición estratégica, capitalizable en distintos “contextos” y “campos”, con los cuales puede haber una relación graduada de coherencia. En los casos extremos de incoherencia, de desconocimiento de los principios prácticos que ordenan y producen el campo, se genera incapacidad o “desarraigo” (Bourdieu y Abdelmalek 1964). Ese arreglo práctico y estructural con los “campos”, puede hacer más o menos efectivas las acciones de inversión, las capitalizaciones y las conversiones, lo cual permitirá mayor o menor autonomía y espacio de juego. Los habitus se producen y se actualizan en campos concretos, en espacios efectivos de acción social o de juego, en ellos el agente social pone en escena los “sentidos de juego” aprehendidos, que fungen como operadores inconscientes de cálculo, sometidos a reglas interiorizadas

que permiten, por su activación, la improvisación, la invención y la probabilidad. Esta es, en términos genéricos y simplificados, la “teoría del habitus” propuesta por Bourdieu a lo largo de tres décadas. En ese lapso de tiempo la obra de sociólogo francés paso del estructuralismo, al estructuralismo materialista o genético, y al constructivismo estructuralista (Martínez 2007). El concepto fue ampliándose y variando en sus distintas obras. Lejos de ser un concepto cerrado, es polifónico, abierto a las interpretaciones y sobre todos a sus usos. De eso se trata este escrito, pero antes de ello, quiero recordar la crítica propuesta por Lahire (Lahire 2001, 2005), como eje articulador del análisis propuesto. Lahire (2001), en su “esquema de una teoría del actor plural” propone una crítica razonable a la “teoría del habitus”, que podemos esquematizar de la siguiente manera:

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• Son muchas las teorías del actor relacionadas, opuestas y que compiten: elección racional, del habitus, del actor-estratega, del actor en interacción, de la experiencia y de los mundos de la vida. • Las teorías de la acción y del actor se oponen por una serie de tensiones interpretativas que surgen del privilegio de la unidad o de la homogeneidad del actor (su identidad, su relación con el mundo, de su yo, de su sistema de disposiciones) que describen una fragmentación infinita del “yo”, de roles y de experiencias. • Hay una fuerte tensión entre las teorías de la acción consciente, del actor estratega, calculador, racional, vector de intencionalidades y de decisiones voluntarias y las teorías de la acción inconsciente o no consciente que presentan las acciones como ajustes pre-reflexivos a situaciones prácticas (Lahire, 2001,12-13). Es preciso decir que lejos de producir un esquema dramatúrgico de la acción social, Lahire utiliza la noción de actor, en el sentido de “alguien que realiza algo”, no que lo imagina o lo simula. Los elementos críticos de la teoría del habitus estarían centradas en: • Critica de la unidad o de su fragmentación interna del sujeto. Al aspecto sistemático o unificador del habitus. • La unidad de si… una ilusión bien fundada. La mirada de Golfman. • La idea de carrera moral y la búsqueda de la coherencia. • Las condiciones históricas de la unidad o de la pluralidad del self. En resumen, la propuesta de Lahire apuntaría a mantener la tensión entre la

unicidad y la pluralidad en la constitución de los agentes sociales, y de paso, en la comprensión sociológica de sus prácticas.

Estructura, agencia y contigencia Este es pues el panorama de la discusión, a la cual le incorporamos una especificación teórica que coloca al sujeto en el centro de la tensión entre estructuras (culturas, condición y situación de clase, étnica, de género o de edad) historias (personal, familiar y colectiva), agencias (capacidad de acción y reacción) y contingencias (el azar), desplegada de manera práctica en un ejercicio analítico (Castellanos 2011). Desde ese punto de vista teórico la noción de habitus, o su expresión equivalente, para el caso de este escrito, la subjetividad, es el marco comprensivo para el análisis de la relación dialéctica entre unidad y pluralidad de las identidades y la génesis de las singularidades, de las sistematicidades y las singularidades que articulan, producen y reproducen lo social. En esta lógica analítica, teórica y metodológica voy a proponer una reflexión a partir de análisis de las disposiciones agonísticas de un conjunto de jóvenes reclutas en nueve cuerpos armados en la década anterior (Castellanos 2011).

Determinismos

CULTURAS CLASES ETNICIDADES GÉNEROS EDADES EPISTEMES

Unidad-identidades Homogeneidad Sistematicitad

SUJETO

Constructivismo LARGA CORTA DURACION COLECTIVAS PERSONALES

SUBJETIVIDAD S

AGENCIAS-- CONTINGENCIAS

PLURIDADs SINGULARIDADes Asistematicidad

Ilustración 2. El espacio teórico de la subjetividad estructural constructivista

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Espacio problemático

La estructura metodológica que incluyó un análisis genético que revisó la dinámica de la guerra interna y su configuración durante la década de 1990, el cual es el contexto de producción inmediato de las disposiciones políticas, económicas y morales de la generación de guerreros que focalizamos en ese estudio. Una premisa teórica de la que partimos es que a cada estado del conflicto le corresponde un mercado particular, que moviliza y produce valor, genera intereses y orienta las inversiones de las fracciones de clase, las oportunidades de vida de sus miembros y las oposiciones potenciales entre ellas. Por ello, la conexión entre estado del campo, dinámica del mercado y estructura de oportunidades (o estructura social en lenguaje más clásico), genera el contexto de producción y movilización, configurando modos de generación, como modos de producción de las subjetividades, de afinidades y contrastes (Mauger 2006, Manheim 1990 [1928]). En últimas recogemos la afirmación de Bourdieu acerca de la coalición entre campo, mercado y estructura social, en coordenadas de tiempo y espacio específicas, produce generaciones concretas y diferenciadas (Bourdieu 2000a). Si quisiéramos redefinir en estos términos el objeto del estudio que realizamos, se puede decir que es un análisis del modo de generación de la última cohorte guerrera del siglo XX en Colombia.

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Disposiciones agonísticas En el trabajo que soporta esta reflexión intentamos realizar una comparación sistemática de las condiciones objetivas y subjetivas inscritas en las formas de movilización armada de jóvenes guerreros reclutados en las diferentes fuerzas armadas legales e ilegales que se enfrentan en el conflicto armado colombiano al final del siglo XX. Propusimos para ello tener una visión de conjunto de los procesos de formación, producción y reproducción de disposiciones guerreras. Procuramos hacer un acercamiento a la guerra interna desde los sujetos juveniles dispuestos a realizarla y continuarla. Partimos de la presunción de que no eran tantas las diferencias entre los soldados de las diferentes fuerzas y que su disposición guerrera era anterior a la incorporación armada, pues era fruto de la producción de hábitos belicosos y las posibilidades de realización de una libido agonística. Para ello partimos una presunción analítica y empírica: a comienzos de la última década del siglo XX, una nueva generación de colombianos se enlistó para las armas. Su opción guerrera no sólo fue producto de la cooptación o la coacción de diferentes cuerpos armados sobre ellos o sus familias, para ello también debieron ser movilizados, movidos, seducidos o provocados. No se trató únicamente de la existencia de la guerra y de los ejércitos como estructuras de oportunidad que capitalizaron la condición juvenil de estos sujetos, a lo largo y ancho de la estructura social, bajo la idea común de que como eran jóvenes

estaban dispuestos para la rebeldía, la aventura o el sacrificio –mortal–. Todo ello se combinó también con una cierta vocación guerrera, entendida ésta como el encuentro de posibilidades objetivas con disposiciones subjetivas y no como la propensión natural o espiritual hacia ello. Este encuentro se refiere al trabajo social de integración simbólica que permite convertir la necesidad en virtud mediante la producción de libidos agonísticas que encuentran su realización en formas y estilos de vida castrense, militares y militantes. Es la generación, en últimas, de disposiciones agonísticas, de competencias y capitales belicosos, pero también de la atracción y la seducción del embrujo armado. Para entender la particularidad de esta movilización armada, planteamos que había una condición común en su movilización armada: la puesta en juego de condiciones de producción de una generación, situaciones biográficas concretas y la articulación a mercados económicos, simbólicos y políticos específicos, que en su conjunción, multiplicaban los voluntarios dispuestos a matar o hacerse matar por un conjunto diverso y ampliado de slogans e incentivos.

La subjetividad política como estructura incorporada

El espacio teórico de formulación, si queremos ser consecuentes con el tipo de análisis relacional que implica la lógica teórica expuesta, no es solamente el 1 2

Como la relación entre la ontogénesis y la filogénesis. La cultura política colombiana tendría que ser descrita en su conformación como parte del legado colonial, pero también en su propia historia específica. En un pequeño segmento de esta tesis hemos tratado de analizar en el capítulo tercero, al preguntarnos por la génesis y el estado actual del “campo de la guerra” como principio articulador y productor de las disposiciones guerreras.

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Entendemos la disposición política como la relación entre un antes corporeizado y descrito como la cultura política, un ahora definido por las interacciones y las circunstancias y un futuro probable anunciado en los fines descritos en las distintas versiones de la utopía. Todo ello más o menos articulado por el trabajo de movilización que realizan las estructuras, los partidos, las agencias de socialización y coproducción de subjetividades, las profecías y los profetas. Es preciso recordar que la disposición tiene dos dimensiones: como potencial o capacidad (producto del trabajo de configuración histórica en habitus específicos) y como propensión, preferencia, sentido, empatía u orientación (Bourdieu 2000 [1972]). Las expresiones históricas de la política son configuraciones de cultura política: las cuales tienen una génesis que puede ser descrita genealógicamente1 indagando por los procesos y las relaciones de poder que las hacen comprensibles2. Incluye como dimensiones analíticas los conocimientos específicamente políticos, el qué y cómo hablar de lo político, de los valores o las jerarquías de valoración, los esquemas prácticos de acción y orientación política, las formas puntuales de expresión y producción de la evaluación sobre el “estado de las cosas” que generan confianza o desconfianza, cercanía o lejanía con relación al sistema político y sus instituciones.

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estructural constructivismo bourdieuano, sino el conjunto de propuestas cercanas en el espacio epistémico y metodológico que están en juego en relación con el objeto en cuestión: la movilización armada. Haciendo uso de una taxonomía corriente en las ciencias sociales que distingue teoría general de teoría sustantiva (Kaplan y Manners 1979), los elementos de análisis que desarrollamos deben poner en relación la teoría de la movilización como teoría de las prácticas y la especificidad de la movilización agonística como práctica guerrera. De allí se desprende una necesaria conversación con la teoría del sujeto, de las identidades y de las identificaciones políticas como trasfondo de la movilización armada y en relación con la comprensión de la movilización como engagement, en el doble sentido anglosajón de commitment y de attachment, que puede estar detrás de la idea de incorporarse en un movimiento para defender una causa (Moore 1989 (1978), Schmitt 1966), pero también de tener o desarrollar una vida coherente y con sentido (Becker 2006). La movilización es la idea de incorporarse en algo que ya existe, al movimiento, al grupo o a la institución armada pensadas como acción colectiva y no solamente como práctica o decisión individual. Si bien, el contexto teórico de esta pregunta está relacionado con las prácticas de movilización como procesos de creación de sujetos y subjetividades propensas y capaces para ir, ser y hacer de determinada manera. La movilización o el trabajo de movilización, de poner un cuerpo en movimiento aprovechando su energía potencial, es un trabajo de organización, generación y congregación de recursos, de inculcación efectiva –y afectiva- para la producción de un sujeto político apropiado al movimiento. Resultado de ello, el sujeto puede pasar de ser paciente a ser agente, productor o reproductor de acción sobre sí y sobre los otros: se convierte en sujeto político. La energía potencial inscrita en la cultura política y en las subjetividades políticas conexas, es el campo común, como un labrantío apto para la siembra, que está dotado de los materiales que ha depositado la experiencia social, familiar y escolar. Ese terreno común es una de las materias que perseguimos: la dimensión política previa a la incorporación, no el producto de la inculcación armada o del “movimiento”. El movimiento, como lo analizamos, es el de las partículas en un campo de opciones diferenciales, producto de un concierto no concertado y que, el trabajo histórico de socialización, producción de clases sociales y de rangos limitados de posibles sociales, hace aparecer como si fueran asociadas (Bourdieu 2000 [1972], 256). En general, y para recordar lo dicho, entendemos la movilización como el doble trabajo aplicado por la sociedad para producir cuerpos, sujetos y subjetividades con disposiciones para algo, para ha-ser algo: Para ello se mantiene el juego simultáneo del campo semántico de la noción de disposición, comprendida como una manera de ser, un estado habitual, en particular del cuerpo, una predisposición, una tendencia, una propensión o una inclinación (Bourdieu

2000 [1972], 393). Esta inclinación puede ser descrita como posesiones que sirven como capitales en los distintos campos de acción de sujetos multiposicionados (Boltanski 1973). Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en la operacionalización de estas nociones hemos considerado por capital agonístico a las dotaciones anteriores a la incorporación armada en algunas de las dimensiones del habitus3: eidos (sistema de esquemas lógicos o estructuras cognitivas), ethos (disposiciones morales), hexis (registro de posturas y gestos) y aisthesis (gusto o disposición estética) (Bourdieu 1995, Bourdieu y Wacquant 1995). Para ello se incluyó la estimación por parte de cada jóvenes guerreros de sus cualidades previas, lo cual se realizó mediante un ejercicio de auto-valoración de las disposiciones: a) corporales atléticas (talla, rapidez, fortaleza, resistencia física), b) morales (disciplina, resolución, rebeldía, orden, independencia, autonomía, audacia, sagacidad, beligerancia, condescendencia, escrupulosidad, persistencia, obediencia, dependencia, generosidad, docilidad, resignación, paciencia, lealtad, parcialidad, honradez y franqueza), c) mentales (seguridad, serenidad, frialdad, emotividad, justeza, espontaneidad, etc.) y, d) su carácter de neófito (experiencia, dependencia, autonomía, emancipación, protección).

Sentidos de dirección, sentidos de inversión Cada agente tiene un conocimiento práctico corporal, de su posición en el espacio social, un “sense of one´s place”, como dice Goffman, un sentido de su lugar (actual y potencial) convertido en sentido de la colocación que rige su propia experiencia del lugar ocupado, definido absoluta y, sobre todo, relacionalmente, como puesto, y los comportamientos que ha de seguir para mantenerlo (“conservar su puesto”) y mantenerse en él (“quedarse en su lugar”), etc. (Bourdieu 1999, 242).

Las trayectorias personales, en la línea de tensión entre pluralidad y unicidad, no solamente están asociadas con los haberes pasados y presentes de los sujetos, las agrupaciones y las clases sociales, sino y de manera importante, con la evaluación que hacen de sus opciones y de las acciones frente a ello. El conocimiento práctico que anunciará Goffman, implica la incorporación en el análisis de la capacidad de agencia, de decisión y acción. Esta potencia4 es sentido de la 3 En el siguiente capítulo agregamos otra dimensión del habitus, la emocional, para comprender la disposición moral y política. 4 Evoco aquí la idea de potencia recogida por Zemelman (2004) de San Agustín, y por el mismo Bourdieu de Aristóteles (Martínez 2007, 77, Herán 1987).

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Pero para no caer en una lógica determinista, empujados por la analogía del capital, es preciso incorporar el análisis de las trayectorias, de los sentidos y las cálculos de los agentes y su articulación en una economía del tiempo, descrita por sus trayectorias reales (sus huellas), como potenciales.

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inversión, cercana a la presencia y valoración de los incentivos económicos, en términos amplios y no solamente materiales como en algunas interpretaciones económicas (Collier 2003, Gutiérrez Sanin 2004). Este cálculo de probabilidades, esta orientación, se hace a partir de la evaluación de las realizaciones o acciones potenciales como inversiones correctas o incorrectas, adecuadas o inadecuadas. Las respuestas al dilema: ¿Por qué esa vía es vital y no otra?, suelen ser un conjunto cotidiano de conjeturas vitales, muchas veces circunstanciales, que transitan por una suerte de cálculo de rentabilidad, de una contabilidad práctica, genérica, dependiente de la experiencia social incorporada y no solamente de la experiencia personal. Es una operación que se hace evidente en el análisis de las inversiones desde el punto de vista de las trayectorias personales y familiares que tratamos de discutir. Con estos elementos analíticos fue posible proponer un modelo generativo de las practicas guerreras, que vistas desde lejos conforman formas similares de movilización armada, pero que miradas de cerca, constituyen una amplísima diversidad de prácticas y estrategias de movilización. Las formas de movilización armada y los habitus que las producen y articular, lejos de estar claramente separadas por las estructuras de movilización, por su carácter regular o irregular, legal o ilegal, político o económico, están conformadas por subjetividades producidas por la historicidad de una guerra prolongada de baja intensidad que ha consolidado un sistema de guerra interna como un conjunto dinámico y diversificado de mercados de violencia a finales del siglo XX y comienzos del XXI. Este contexto complejo, implicó la interacción creativa de por lo menos tres estados estructurales del conflicto, que pasaron por la violencia partidista liberales-conservadores, las oposiciones maestras comunismo-capitalismo e imperialismonacionalismo de la Guerra Fría y de los procesos de descolonización, hasta la restauración republicana que opone liberales contra iliberales etiquetados en lo sucesivo como demócratas y terroristas. Ese campo articulador, en un espacio de desregulación de los mercados laborales, aumento de la escolarización de la población en edad de trabajar y de su peso relativo en la estructura demográfica, generó un escenario de poca elasticidad para la incorporación efectiva de los nuevos contingentes generacionales, disminuyendo las condiciones de vida de amplios sectores medios y bajos que experimentaron procesos de movilidad social descendente. Ese escenario, de pocas oportunidades de integración y de realización del modelo de reproducción familia-escuela-trabajo productivo, dispuso a amplios contingentes de sujetos en condición juvenil a aceptar como viable la incorporación armada legal e ilegal.

Entre la unicidad y la particularidad La producción de subjetividades pasa por el análisis concreto y situado de la triple conjunción de condiciones, trayectorias y disposiciones que articulan las diversas formas de subjetividad. No hay caminos predeterminados o reduccionistas que generen vías exclusivas de producción de las formas de movilización, en tanto si la homología entre las condiciones, las trayectorias y las disposiciones permite establecer combinaciones recurrentes, hay un cierto dinamismo en la estructura social y en el azar de las trayectorias que amplía las combinaciones más frecuentes. Las trayectorias incorporan el elemento dinámico, de corta duración, que permite establecer la historicidad de los sujetos y su capacidad de acción entre las condiciones y las disposiciones y proporcionan un escape al enfoque determinista que ve en el símbolo el reflejo de la realidad o, lo que es lo mismo, la realización de la vieja frase de Marx y Engels: “la condición social, determina la conciencia” (Marx y Engels 2001 [1846]).

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La variación en las condiciones de existencia, como en las variaciones en la estructura social es un proceso de más larga duración, que obliga a pensar los procesos de reorganización social y sus implicaciones en la conversión y reconversión de capitales, estrategias de producción y reproducción que hacen pensable la historia de las familias y de sus miembros. El dinamismo de las disposiciones, si bien tiende a cierta estabilidad que hace pensable una ontología de los esquemas de acción y percepción de los agentes sociales, como procesos históricos de incorporación e inculcación, tienen una diversidad tal, en escenarios de producción simbólica abiertos, institucionalizados y masivos, que no es fácil asirlos. Simplificar, al pensar los procesos de lucha por la representación incursos en la generación de las disposiciones políticas y éticas que hay detrás de los procesos de movilización de los sujetos hacia algún fin o propósito particular, es un riesgo necesario para poder dar razón de los esquemas que producen las prácticas en general, no solamente las prácticas de movilización.

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