Las cunas vacías de la república. Natalismo y Estado en Francia y Argentina, 1930-1945

June 19, 2017 | Autor: Andres Reggiani | Categoría: Population Studies, Fin de siecle Decadence, National decline and cultural pessimism
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Descripción

Capítulo 12

LAS CUNAS VACÍAS DE LA REPÚBLICA. NATALISMO Y ESTADO EN FRANCIA Y ARGENTINA, 1930-1945 Andrés H. Reggiani

Entre las décadas de 1890 y 1940, el “descubrimiento” del descenso de la natalidad en Francia y Argentina colocó la cuestión poblacional en el centro de las preocupaciones de las elites políticas e intelectuales. Con matices diversos propios de cada caso, dirigentes políticos, propagandistas y expertos de la naciente ciencia demográfica transformaron lo que hasta entonces había sido un área “técnica” dominada por economistas y estadísticos en un conjunto de problemáticas que resignificaron el papel de la familia y la mujer como factores fundamentales del futuro nacional. Apuntalada por los temores que veían en la fertilidad superior de las clases inferiores y los inmigrantes una amenaza al orden social, la retórica de la desnatalidad en tanto distopía demográfica fue ganando adeptos hasta constituirse, en los años treinta, en un sentido común ampliamente compartido, aunque no siempre articulado como una ideología coherente. La incidencia de un conjunto de factores comunes, tales como las peculiaridades de la transición demográfica, el crecimiento del movimiento neomalthusiano y la difusión de prácticas anticonceptivas, los cambios en la estructura y roles familiares resultantes de la modernización de las sociedades, y el peso del escenario internacional en el imaginario poblacional justifican la comparación franco-argentina. Ciertamente podrían haberse agregado otros casos; sin embargo, la contemporaneidad del fenómeno natalista, las semejanzas semánticas en la formulación del problema de la desnatalidad y las afinidades intelectuales entre las elites de ambos países revelan coincidencias sugerentes que invitan a un ejercicio analítico que, de más está decirlo, también revela diferencias sustanciales entre un caso y otro. 1. “Huelga de vientres” y demografía en la Francia de Fin de Siglo En la década de 1850 los economistas franceses descubrieron que mientras que las poblaciones de Alemania, Inglaterra e Italia crecían a tasas sorpren205

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dentes, la de Francia se desaceleraba apreciablemente. Desde 1790 a 1914 la fertilidad en Francia disminuyó un 57 %, a un promedio del 6 % anual, mucho antes y de manera más marcada y sostenida que el resto de Europa.1 En 1896 el estadístico Jacques Bertillon, el periodista André Honnorat y los médicos Emile Chaval y Charles Richet fundaron la Alliance nationale pour l’accroissement de la population française (Alianza Nacional para el Aumento de la Población Francesa).2 La creación de lo que llegaría a ser la más importante organización natalista fue la respuesta a los datos del último censo de población realizado ese mismo año, el cual revelaba que en 1890, 1891, 1892 y 1895 el número de decesos había superado al de nacimientos.3 El objetivo de la Alianza era sensibilizar a la sociedad y al Estado sobre la gravedad de la situación en la que se encontraba el país –dándose por seguro un nuevo conflicto con Alemania– a fin de adoptar medidas de estímulo a la natalidad.4 Pese al notable éxito con que en poco tiempo logró instaurarse el debate sobre la desnatalidad, ampliamente recogido en la prensa, poco se consiguió en el terreno político más allá de la creación de una comisión extraparlamentaria para abordar el tema, convocada en 1902 por el ministro del interior Waldeck-Rousseau.5 Este “fracaso”, sin embargo, ocultaba el hecho fundamental de que en muy poco tiempo la campaña natalista lograría hacer de la relación entre la responsabilidad maternal de las mujeres francesas y la supervivencia de la nación una cuestión de sentido común. Ello fue posible gracias a la convergencia de tres factores estrechamente ligados entre sí: en primer lugar, la creciente tensión con Alemania que, tras la derrota en la guerra de 1870-1871, alimentaría la obsesión constante con la preparación militar, aspecto este último en el cual el potencial demográfico desempeñaba un papel fundamental. En segundo lugar, la preocupación frente a la cada vez más difundidas prácticas contra1 En Inglaterra la tasa de natalidad alcanzó el máximo de 35 ‰ durante los años 1862-1878 para luego comenzar a descender. En contraste, tras llegar a un pico de 33 ‰ a comienzos del siglo XIX la tasa de natalidad francesa cayó de manera continua, salvo una breve estabilización en el período 18601880. Al respecto véase John Gillis, Louise Tilly et al. (comps.). The European Experience of Declining Fertility, 1850-1970. Cambridge, Harvard University Press, 1992; Jean-Pierre Bardet, “La chute de la fécondité: les incertitudes de l’explication”, en Jacques Dupâquier (comp.): Histoire de la population française: de 1914 à nos jours. Paris, Presses Universitaires de France, 1988, vol. 3, pp. 364-378; Etienne Van de Walle. “La fécondité française au XIXe siècle”, Communications, Nº 44, 1986, pp. 35-46. 2 Más tarde se adoptó el nombre de Alliance nationale contre le dépopulation (Alianza Nacional contra la Despoblación). 3 Los censos nacionales de población en Francia se realizan cada 5 años desde 1801. 4 Cf. Alliance nationale pour l’accroissement de la population française, Programme et statuts, París, Imp. de Schiller, 1896; Jacques Bertillon. “De la dépopulation de la France et des remèdes à y apporter”, Journal de la Société de statistique de Paris, N° 36, 1895, pp. 410-438. 5 Cf. Alain Becchia. “Les milieux parlementaires et la dépopulation de 1900 à 1914”, Communications, N° 44, 1986, pp. 201-243.

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ceptivas, en aumento desde comienzos del siglo XIX, y especialmente cuando la neomalthusiana Ligue de régénération humaine (Liga de regeneración humana), creada por Paul Robin el mismo año en que se estableció la Alianza, inició su campaña proselitista en favor de la “procreación conciente”.6 Finalmente, el cambio de paradigma en la literatura demográfica operado entre 1840 y 1870, el cual sustituyó la tradición malthusiana contraria al exceso de población por una nueva ortodoxia que postulaba la reproducción como una obligación social. Uno de las innovaciones clave que reforzó aun más el vínculo socialmente determinado entre condición femenina y función maternal fue la construcción de un índice de fertilidad que expresaba la relación entre el número de nacimientos y la población total de mujeres en edad de concebir. El origen de esta novedad fueron las investigaciones del ginecólogo escocés J. Matthews Duncan, quien entre 1864 y 1867 estableció los métodos para la medición de la fertilidad que luego serían adoptados en el resto de Europa. Su contribución principal fue la distinción entre “fertilidad”–término que hasta ese momento se utilizaba para expresar lo que hoy denominamos “tasa de natalidad” (relación entre el número de nacimientos y el total de habitantes)– y “fecundidad”. En la nueva concepción de Duncan la “fertilidad” medía el número de hijos producidos por una población particular, mientras que la “fecundidad” indicaba el potencial reproductivo de cada mujer. Esta diferenciación tuvo dos efectos cognitivos fundamentales: por un lado, la definición de fertilidad creó la posibilidad de revelar el poder reproductivo de una población femenina determinada; por el otro, el concepto de fecundidad señaló como científicamente relevantes solo los factores fisiológicos y biológicos que permitían a la mujer concebir, con exclusión de todos los demás. Esta distinción no estuvo exenta de problemas y en su época generó no pocas confusiones, situación a la que contribuyó a veces el propio Duncan. Su recepción y reformulación en Francia constituyeron un caso peculiar ya que allí los términos sufrieron una inversión en su significado original: entre los demógrafos galos fécondité (fecundidad) pasó a significar lo que Duncan entendía por fertility (fertilidad) mientras que fertilité hacía lo propio con fecundity.7 El responsable de esta transposición fue el médico y estadístico LouisAdolphe Bertillon. Cofundador de la Escuela de Antropología y miembro de un prestigioso linaje familiar de estudiosos de la población francesa, Bertillon 6 Sobre el movimiento neomalthusiano y las prácticas contraceptivas en Francia véase Jean-Pierre Bardet y Jacques Dupâquier. “Contraception: les français les premiers, mais pourquoi?”, Communications, Nº 44, 1986, pp. 3-34; Francis Ronsin. La grève des ventres. Propagande néo-malthusienne et baisse de la natalité française, XIX-XXe siècles. Paris, Aubier-Montaigne, 1980. 7 Para un análisis pormenorizado de esta cuestión véase Joshua Cole. “’There Are Only Good Mothers’: The Ideological Work of Women’s Fertility in France before World War I”, French Historical Studies, vol. 19, N° 3, 1996, pp. 639-672.

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fue uno de los primeros conversos al método de Duncan en el continente.8 Durante su desempeño como director del Servicio Estadístico de la Ciudad de París desarrolló un modelo para calcular la tasa de natalidad basado en la frecuencia con que una población formada por un número determinado de mujeres producía un número determinado de niños. En su artículo “Natalidad” escrito para el Diccionario Enciclopédico de Ciencias Médicas distinguió entre “natalidad general” (el número de nacimientos por cada mil habitantes), “natalidad especial” (el número de nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 50 años) y “fertilidad (fécondité) efectiva de las esposas”–este último era, según el autor, el indicador que mejor medía el proceso por el cual una sociedad se reproducía a sí misma–. El artículo buscaba establecer un criterio “objetivo” de probabilidad que afirmara la relación entre condición femenina y capacidad reproductiva como un dato de la realidad natural, susceptible de ser verificado empíricamente. Consideremos, a manera de ejemplo, el siguiente razonamiento matemático para justificar la importancia de la población femenina: Desde el punto de vista matemático, la probabilidad o frecuencia de un hecho surge de la relación entre el número de hechos observados y el total de casos que los pueden producir; ahora bien, el hecho en cuestión es la concepción de un niño, y dado que solo las mujeres son aptas para hacerlo lo pertinente es comparar nacimientos con mujeres solamente (…) Al mismo tiempo, hay razones para restringir aun más la relación en cuestión; evidentemente no todas las mujeres de cualquier edad son aptas para producir recién nacidos; las niñas y las ancianas apenas pueden competir en esta materia, solo las mujeres núbiles. Así, solo esta última categoría debe ser comparada con el número anual de nacimientos, y este punto es especialmente importante en la medida en que el número de mujeres incapaces de reproducir es altamente variable en cada colectividad, y su distribución altera en muchos sentidos la relación estricta entre los nacimientos y las que contribuyen a ello.9

El punto crucial en el argumento de Bertillon es el deslizamiento sutil entre dos tipos diferentes de registros: el de la mujer individual y el de la población núbil. Con la misma facilidad que afirmaba que “solo las mujeres son aptas” para producir niños individualmente, Bertillon razonaba que existía un nexo causal igualmente evidente entre el cuerpo colectivo de las mujeres y el número anual de nacimientos esperado. Así, el postulado sobre la capacidad femenina para procrear dejaba de ser una simple constatación sobre el hecho 8 Su padre Achille Guillard fue quien acuñó el término “demografía”; los dos hijos de Louis-Adolphe, Alphonse y Jacques, también desempeñaron un papel fundamental en el estudio “científico” de la población, el primero como introductor del método antropométrico de identificación individual (también conocido como Bertillonage), el segundo, como fundador del movimiento natalista. Al respecto véase Michel Dupâquier. “La famille Bertillon et la naissance d’une nouvelle science sociale: la démographie”, Annales de démographie historique, 1983, pp. 293-311. 9 Louis-Alphonse Bertillon. “Natalité”, en Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales, Paris, 1876, vol. 11, pp. 447-448.

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de que las mujeres conciben niños y los hombres no para, en cambio, describir un mundo en el que el único dato medible que interesaba sobre los nacimientos era el número de madres potenciales. En consecuencia, el índice de fertilidad, y más precisamente el de la “fertilidad marital”, no solo creó una nueva y mayor cantidad de información sobre la población femenina, sino que también politizó a un nivel sin precedentes la cuestión del papel de la mujer en la sociedad –estableciendo un nexo necesario entre su aptitud biológica para concebir y la necesidad de incrementar la población–, al tiempo que preparó el camino a la asignación de responsabilidades por la decadencia nacional y la demonización de las conductas reproductivas y familiares no convencionales. 2. El natalismo a la conquista del Estado No fue sino hasta después de la Primera Guerra Mundial que la Alianza logró sus primeros triunfos. Con un millón y medio de bajas Francia fue el país con el mayor porcentaje de hombres en edad de procrear caídos en combate. Semejante catástrofe demográfica no pasó desapercibida; tras el triunfo del conservador Bloque Nacional en las elecciones de 1919, el parlamento aprobó la ley para la represión del aborto y la propaganda anticoncepcional.10 En la década de 1920, y a medida que la amenaza alemana fue haciéndose menos evidente, la propaganda natalista francesa desplazó su énfasis hacia la necesidad de un reordenamiento económico, social y político que reconociese el papel patriótico de las familias numerosas. Estos objetivos se tradujeron en tres líneas de acción principales: la primera apuntaba a reformar la política fiscal con el fin de aliviar las cargas impositivas que gravaban los hogares con más hijos (préréquation des charges fiscaux) (ver fFgura Nº 1). La segunda buscaba darles a las familias numerosas un mayor peso electoral a través del “voto familiar” adicional otorgado a los jefes de hogar. Ambas medidas tenían como propósito declarado corregir la injusticia derivada de unos mecanismos de recaudación y representación política que, se sostenía, distorsionaban la 10 Desde la sanción del Código Penal de 1810 (artículo 317) el aborto quedó definido como un crimen pasible de ser juzgado por la Cámara en lo Penal (Cour d’Assises). La ley del 31 de julio de 1920 instituía diferentes penas según el grado de responsabilidad de aquellos involucrados en un aborto, tales como los médicos que lo recomendaban, las clínicas privadas que publicitaban servicios de asesoramiento sobre métodos contraceptivos y los que comercializaban instrumentos abortivos. La mujer embarazada era tratada con indulgencia solo en los casos en que el aborto hubiese sido realizado por otra persona y no ella misma. A fin de evitar las frecuentes absoluciones de jurados poco afectos a pronunciar condenas en marzo de 1923 se sancionó una ley adicional que tipificaba el aborto como un delito en lugar de un crimen, punible con uno a cinco años de prisión y multas de 500 a 10.000 francos. Cf. Jacques Dupâquier. “Combien d’avortements en France avant 1914?”, Communications, Nº 44, 1986, pp. 87-106 y Agnès Fine, “Savoirs sur le corps et procédés abortifs au XIXe siècle”, Communications, Nº 44, 1986, pp. 107-136.

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contribución real de las familias numerosas a la economía y defensa del país. Finalmente, la Alianza junto con las organizaciones de defensa de la familia promovieron medidas de carácter simbólico, tales como la Medalla a la Familia Francesa –instituida a comienzos de los años veinte para premiar a las madres de cinco (bronce), ocho (plata) y diez (oro) hijos–, la celebración del Día o Fiesta Nacional de la Madre –adoptada oficialmente en 1926– y los premios monetarios otorgados por magnates industriales, con sumas que iban de 1.000 a 25.000 francos para familias con cinco a nueves hijos legítimos.11 En 1928-1930 se adoptaron las leyes de seguridad social, las cuales cubrían los gastos de nacimiento para todas las familias aseguradas y otorgaban asignaciones especiales para familias numerosas, expandiendo de esta forma el alcance de las iniciativas que hasta ese momento solo habían beneficiado a los hogares de menores ingresos con más de tres hijos. En 1932 fueron complementadas por la Ley de Asignaciones Familiares, por la cual se obligaba a todos los empleadores a afiliarse al sistema de asignaciones familiares (caisses des allocations familiales) –que hasta ese momento había tenido un carácter voluntario–. En la medida en que estas reformas quedaban enmarcadas en la histórica “cuestión social” y tenían como objetivo principal la introducción de criterios de justicia social para algunas categorías de asalariados considerados de importancia estratégica para el Estado –obreros industriales, función pública– el movimiento natalista no las consideró suficientes para estimular la natalidad. De hecho, la evolución negativa de los indicadores demográficos durante la entreguerras no hizo sino confirmar lo que la Alianza siempre había sostenido: que las medidas económicas por sí solas no se traducirían en efectos tangibles; ello solo se conseguiría con la instauración de un “clima propicio” que estimulase los nacimientos. Los años treinta crearon las condiciones para este ambiente cuando, bajo el impacto de la Gran Depresión y el ascenso de las potencias fascistas, las estadísticas demográficas adquirieron una significación congruente con el discurso alarmista de la Alianza. Pese a haber incorporado 1,8 millones de habitantes tras la recuperación de Alsacia y Lorena en 1918 y el ingreso de 2,2 millones de extranjeros entre 1921 y 1936, en un cuarto de siglo la población de Francia se incrementó en solo 2 millones, pasando de 39,6 (1911) a 41,9 (1938). En comparación, durante ese mismo período el número de alemanes creció 15 millones, de 64,9 (1910) a 79,8 (1939), mientras que el de los italianos, con una población mucho menor, aumentó 5 millones, de 34,4 (1910) 11 Ninguna de estas medidas lograron despertar el interés del público femenino. En Alemania el Día de la Madre se celebraba en varias ciudades del sur desde 1924, y era muy popular en el Tirol. En Italia el culto a la madre fue instaurado oficialmente en 1933. Cf. Françoise Thébaud. “Le mouvement nataliste dans la France de l’entre-deux-guerres: l’Alliance nationale pour l’accroissement de la population française”, Revue d’histoire moderne et contemporaine, N° 32, 1985, pp. 276-301.

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a 39,5 (1940).12 Durante la década del treinta el descenso de la natalidad en Francia se intensificó, cayendo de 21,4 ‰ (1920) a 14,6‰ (1938).13 Debido a que las tasas de mortalidad descendían más lentamente que las de natalidad –de 19 ‰ (1919) a 15, 4 ‰ (1938)– para el fin de la década el número total de decesos superó al de los nacimientos en 35.000. Asimismo, la débil fertilidad femenina parecía confirmar los pronósticos pesimistas sobre el reemplazo generacional (ver Figura Nº 3). La tasa neta de reproducción (el número de niñas nacidas por cada mil mujeres) decreció de 950 (1921-1925) a 870 (1931-1935). Según el censo de población de 1936, por cada cien familias había apenas 180 niños de todas las edades, y las familias con más de dos hijos, que antes de la Primera Guerra Mundial había representado un tercio de la población, para mediados de la década del treinta se redujeron a un cuarto. Estas estadísticas, preocupantes por sí mismas, adquirieron un cariz apocalíptico desde el momento en que la propaganda natalista las contrastó con las políticas demográficas de las dictaduras fascistas. En este tema la actitud de la Alianza fue contradictoria, caracterizándose por un nacionalismo anti-alemán y anti-italiano que no por ello dejaba de admirar las medidas adoptadas por Hitler y Mussolini para defender la familia y estimular la natalidad. Al mismo tiempo, hacía caso omiso de las contradicciones inherentes a unas políticas que exhortaban a tener más hijos al tiempo que denunciaban la falta de “espacio vital”, prohibían la procreación de “débiles” y decretaban la “muerte piadosa” de las “vidas indignas de ser vividas”.14 Fue en este contexto que la Alianza experimentó su fase de mayor crecimiento e impacto en la opinión –sus afiliados pasaron de 1.300 en vísperas de la Primera Guerra Mundial a unos 30.000 a mediados de la década del treinta–. Más importante aún, las tesis natalistas se convirtieron en un sentido común compartido al cual adhirieron prácticamente todas las fuerzas políticas, incluyendo a los comunistas –quienes en los años veinte se habían opuesto a las leyes antimalthusianas–, la elite médica y los representantes de las principales confesiones religiosas del país. El crecimiento de la Alianza se debió en no poca medida a los esfuerzos del incansable Fernand Boverat, figura 12 Las cifras para la Alemania de 1939 corresponden solo a la población que residía dentro de las fronteras de 1937, es decir, antes de las anexiones de Austria (marzo 1938), los Sudetes (septiembre 1938) y Bohemia-Moravia (marzo1939). Estas incorporaciones representaron un aumento de casi 9 millones de habitantes. 13 Durante el período 1923-1938 la disminución de los nacimientos fue del 3,1 ‰ en Alemania; 3,4 ‰ en Canadá; 4,1 ‰ en Francia; 5,1‰ en Gran Bretaña; 5,3 ‰ en Estados Unidos, y 7,6 ‰ en Italia. 14 Sobre la política demográfica nazi-fascista véase Carl Ipsen. Dictating Demography: The Problem of Population in Fascist Italy, Cambridge, Cambridge University Press, 1996; Michael Burleigh y Wolfgang Wippermann The Racial State: Germany, 1933-1945, Cambridge, Cambridge University Press, 1991; Paul Weindling. Health, Race, and German Politics between National Unification and Nazism, 18701945. Nueva York, Cambridge University Press, 1989.

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emblemática del natalismo francés. Nacido en 1884 en el seno de una familia de comerciantes acomodados, Boverat renunció a una prometedora carrera en los negocios para dedicarse de lleno al proselitismo. En 1911 ingresó a la organización y al cabo de tres años se convirtió en secretario general. Tras la guerra ejerció un control casi personal sobre la Alianza, sumando al cargo de secretario general el de director de su principal órgano de difusión, la Revue de l’Alliance nationale contre la dépopulation. El Estado reconoció tempranamente sus servicios a una causa de interés nacional, al designarlo vicepresidente del Consejo Superior de la Natalidad (creado en 1920), cargo que le abriría las puertas de la alta política. Hacia mediados de la década del treinta el programa natalista quedó conformado por un conjunto de objetivos, materiales y simbólicos, que coincidieron parcialmente con los de las organizaciones para la defensa de la familia –y en especial los de la muy influyente Confederación Nacional de Asociaciones de Familias Numerosas–. Entre las medidas de índole económica cabe mencionar el pago de asignaciones familiares por hijo –con montos ascendentes a partir del tercero– y de una prima especial para la madre que permaneciese en el hogar para criarlos (allocation de la mère au foyer). Asimismo, se continuó ejerciendo presión en favor de una reforma fiscal que favoreciese a las familias con más de tres hijos y aumentase los gravámenes para aquellas sin hijos y los solteros, y para que se adoptase un sistema de préstamos y créditos para familias rurales cuyos tres primeros hijos nacieran en un período relativamente corto luego del matrimonio. También se exigió el endurecimiento de las penas para el delito de aborto y la adopción de una legislación que reprimiese la propaganda neomalthusiana(ver Figura Nº 2). En el plano simbólico la Alianza insistió en la necesidad de promover en la opinión pública, y especialmente entre las mujeres jóvenes, una “mística familiar” que realzase las bondades de la domesticidad y la maternidad y denunciase el egoísmo antipatriótico de la “mujer moderna” (ver Figuras Nº 3, 4, 5). A medida que aumentaba el peligro de una confrontación militar con Alemania e Italia, especialmente luego de la crisis de los Sudetes (septiembre, 1938), la Alianza explotó al máximo el muy difundido miedo a una nueva guerra a través de una campaña de propaganda que hacía del aumento de la natalidad la base de la capacidad defensiva y la credibilidad internacional de Francia (ver Figuras Nº 6, 7). Este proselitismo produjo dos consecuencias inmediatas en la política de Estado: la primera fue la creación por decreto ministerial en febrero de 1939, del Alto Comité para la Población (Haut comité de la population), con el fin desarrollar, coordinar y supervisar las medidas relacionadas con la natalidad, el repoblamiento rural y la inmigración. Además de los representantes ministeriales, integraban este organismo Georges Pernot (presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Familias Numerosas), Adolphe Landry (diputado y 212

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autor de la Ley de Asignaciones Familiares), Fernand Boverat, Georges Mauco (la autoridad más reconocida de la época en temas migratorios), Jacques Doublet (experto en derecho de familia y miembro del Consejo de Estado) y, a partir de 1940, Alfred Sauvy (jefe de la Oficina de Observación Económica de la Estadística General de Francia). El otro efecto de la campaña natalista fue la sanción del decreto ministerial del 19 de julio de 1939 “relativo a la familia y la natalidad francesa”, mejor conocido como Código de Familia. Este documento constituyó el triunfo político más importante de la Alianza. El texto incorporaba con leves revisiones las propuestas más importantes de la organización natalista, tales como la prima especial para el primer hijo, asignaciones familiares generalizadas, privilegios impositivos y préstamos para familias rurales jóvenes, creación de clínicas de maternidad, incorporación de la demografía en los planes de estudios, inspección médica escolar obligatoria y represión de la propaganda neomalthusiana.15 Donde más se hizo sentir la presión del movimiento natalista, dado el poco costo que ello implicaba y la buena predisposición del aparato represivo para llevarla a cabo, fue en la lucha contra el “aborto criminal” (ver Figuras Nº 8, 9) Ya antes de la sanción de Código de Familia la Alianza venía realizando una intensa campaña de concientización en distintas organizaciones del Estado. Entre diciembre de 1938 y marzo de 1939 los ministerios del interior, guerra y justicia enviaron a jefes de policía y fiscales, instrucciones para intensificar la represión del aborto. Unidades de la policía recibieron cursos y entrenamiento especial mientras que los fiscales se esforzaban por revisar las condenas que consideraban excesivamente indulgentes. La prensa también desempeñó un papel central en la construcción del consenso natalista luego de que todos los diarios de gran circulación (Le Petit Parisien, L’Intransigeant, Le Journal, Paris-Midi, Paris-Soir) aceptaran “patrióticamente” no publicar anuncios de clínicas de maternidad privadas. La ampliación de la definición del acto delictuoso en el Código de Familia y las nuevas sanciones previstas por el Código Penal elevaron el número de procesos judiciales por aborto de 90 a más de 500 (enero-septiembre 1939); otro tanto ocurrió con las condenas, que se cuadruplicaron en media década –300 en 1935, 1.200 en 1940–.16 Al definir el delito como el “intento consumado o no, a través de alimentos, bebidas o medicación, por la fuerza u otros medios, de realizar un aborto en una mujer encinta o supuesta de estarlo”, el Código de Familia eliminaba la obligación del fiscal de probar la condición efec15 Cf. Andrés Reggiani. “Procreating France: The Politics of Demography 19191-1945”, French Historical Studies, N° 3, 1996, pp. 725-754. 16 Archives Nationales (en adelante AN), serie F60601, “Rapport de la section lyonnaise du comité d’études démographiques de l’Alliance nationale contre la dépopulation: ‘le problème de l’avortement criminal’”, 1939.

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tiva de embarazo (énfasis del autor). También se duplicaban las penas para los “profesionales del aborto” –“aquellos que se entregan a estos actos censurables de manera habitual”– hasta un máximo de diez años de prisión, aun cuando el acusado no tuviera antecedentes. De igual forma, se endurecieron las normas del Código Penal, incrementándose las multas y la prohibición para el ejercicio profesional, y eliminándose el derecho de apelar una sentencia. Asimismo, con el fin de limitar lo más posible la realización de abortos bajo el pretexto de riesgo para la salud de la madre la ley evitaba cualquier referencia explícita al “aborto terapéutico” –aunque precisaba las condiciones específicas bajo las cuales podía practicarse dicha operación–. Finalmente, se multiplicaron las instancias que dificultaban las actividades de los abortistas “profesionales”, tales como la reglamentación del diagnóstico de embarazo, la supervisión de las clínicas de maternidad privadas y la prohibición para la comercialización de medicinas, sustancias e instrumentos que pudiesen ser utilizados para provocar un aborto. La intensificación de la represión estatal golpeó duramente al movimiento neomalthusiano. En abril, la policía clausuró el consultorio médico de la feminista radical Madeleine Pelletier –integrante junto con Nelly Roussel de la Liga de la Regeneración Humana–. Declarada “físicamente incapacitada”, fue internada por orden judicial en un asilo para enfermos mentales, donde murió al cabo de unos meses. Estas medidas, sin embargo, no dejaron satisfechos a algunos miembros del Alto Comité de Población. Doublet, por ejemplo, intentó encuadrar al aborto en la legislación de emergencia adoptada tras el estallido de la guerra. A esos efectos consultó con el ministerio del interior la posibilidad de incluir a los abortistas en la lista de individuos “que constituyen un peligro para la defensa nacional y la seguridad pública” (decreto del 18 de noviembre de 1939) a fin de obligarlos a residir en áreas donde pudiesen ser vigilados y, eventualmente, detenidos por la autoridad local. Aunque esta iniciativa no prosperó, los esfuerzos del consejero de Estado mostraban hasta qué punto la percepción del problema demográfico en un contexto de emergencia nacional ponía de manifiesto la crisis profunda de la república. La adopción de la pena de muerte para “todo francés que haya participado concientemente en cualquier acción tendiente a la desmoralización del ejército o la nación con el fin de socavar la defensa nacional” (decreto del 8 de abril de 1940) y los esfuerzos de Doublet por utilizar los servicios del recientemente creado ministerio de información –organismo de propaganda y censura– para promover la difusión de una “mística familiar” en los medios gráficos y audiovisuales allanaron el camino hacia el ultranatalismo del régimen de Vichy.17 Tras la derrota militar de junio de 1940, la ocupación alemana y la investidura del mariscal Pétain como jefe del nuevo Estado Francés desaparecieron 17 AN serie F60498, “Haut comité de la population”, 31/12/1939.

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los escollos institucionales (parlamento) y legales (constitución) que habían impedido la sustitución del Código Penal por un sistema preventivo basado en la coerción. Las elites reaccionarias que accedieron al poder junto con el mariscal Pétain –quien en más de una ocasión responsabilizó a la baja natalidad por la catástrofe militar– aprovecharon la nueva coyuntura política para radicalizar las medidas demográficas adoptadas bajo la república. En sus primeros dos años el régimen colaboracionista adoptó una batería de medidas congruentes con el natalismo y la ideología familiar en su versión más reaccionaria.18 En un proceso sin precedentes en 1943 el Tribunal de Estado de París –instancia extraordinaria creada en 1942 para juzgar de manera sumarísima e independientemente de lo prescripto por el Código Penal los actos que constituyesen una “amenaza al pueblo francés”– condenó a muerte (en la guillotina) a una mujer acusada de haber practicado más de veinte abortos.19 Las restricciones impuestas por el ocupante alemán y la extensión de la guerra dejaron poco espacio para la implementación de políticas demasiado ambiciosas, a excepción de una propaganda y pedagogía saturadas de preceptos e imágenes que ensalzaban el rol tradicional de la mujer como esposa y madre.20 Ello, sin embargo, no les evitó a las jefas de hogar de las ciudades, las penurias y dificultades para conseguir alimentos y otros bienes esenciales en una economía saqueada por la voracidad alemana. En este contexto, la Alianza, a través del incansable Boverat, se posicionó estratégicamente en el régimen como experto demográfico. En 1941 el dirigente natalista fue designado jefe de la sección “Natalidad” de la Fondation Française pour l’Etude des Problèmes Humains (Fundación Francesa para el Estudio de los Problemas Humanos, mejor conocida como Fundación Alexis Carrel), institución creada en 1941 para desarrollar una política de mejoramiento cuantitativo (natalista) y cualitativo (eugenésica) de la población. Entre los distintos proyectos de investigación impulsados por esta institución novedosa merecen destacarse las encuestas de opinión sobre las causas de la desnatalidad y los análisis de la dinámica demográfica francesa en período de guerra. Esta última línea de investigación a cargo de Jean Bourgeois y Paul Vincent (ambos graduados de la Escuela Politécnica), además de suministrar una radiografía 18 Véase al respecto Michèle Bordeaux. La victoire de la famille dans la défaite: Vichy, 1940-1944. Paris, Flammarion, 2003; Hélène Eck. “Les françaises sous Vichy: femmes du désastre, citoyennes par le désastre?, en G. Duby y M. Perrot (comps.). Histoire des femmes: le XXe siècle, Paris, Presses Universitaires de France, 1992, vol. 5. 19 AN serie 4 W13, “Tribunal d’Etat, audience du 8 juin 1943. Condamnation de Marie-Louise Lamperière, épouse Giraud, pour avortements”, 1943. Acerca de este episodio véase Reggiani. “Birthing the French Welfare State: Population, Public Health and Political Crises, 1914-1960”, tesis de doctorado inédita, Stony Brook, State University of New York, 1998, cap. 4. 20 Sobre el “imaginario femenino” de Vichy véase Francine Muel-Dreyfus. Vichy et l’éternel féminin. Contribution à une sociologie politique de l’ordre des corps. Paris, Seuil, 1996.

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poblacional del país desde el inicio del conflicto llevó al descubrimiento de un hecho fundamental e inesperado: el repunte de la natalidad en 1941, origen del babyboom de posguerra.21 3. La década infame de la natalidad en Argentina Con un siglo de diferencia con respecto a Francia, la disminución de la natalidad en Argentina durante la década de 1890 marcó el incio de la transición demográfica. A diferencia del país europeo, sin embargo, la reducción de los nacimientos en nuestro país se produjo de manera rápida, inmediatamente después de la caída de la mortalidad. Mientras que en gran parte del viejo continente el desfasaje temporal entre uno y otro fenómeno se tradujo en un aumento significativo de la población durante el siglo XIX, en el país sudamericano el crecimiento vegetativo apenas experimentó cambios sustanciales. Además de abrupta y breve, la transición demográfica en Argentina no fue precedida por una explosión demográfica.22 La tasa bruta de natalidad para todo el país, que en el período 1890-1899 había sido de 44,3 ‰ y en 19101914 de 39,2 ‰ en los años 1935-1939 descendió a 25,7 ‰. Los indicadores más elevados correspondían a las regiones rurales del interior, los más bajos a los centros urbanos y la región agrícola-ganadera del centro, principales áreas de atracción de la inmigración. Así, por ejemplo, mientras las tasas de nacimientos de las provincias del noroeste (Tucumán, Santiago del Estero, Salta, San Juan y Jujuy) oscilaban entre 36,7 ‰ y 44 ‰ (1936), en la Capital Federal se habían reducido de 44 ‰ (1890) a 16,7 ‰ (1936), y en la provincia de Buenos Aires de 42 ‰ (1911) a 21 ‰ (1937). En menos de una década el crecimiento vegetativo de todo el país disminuyó de 17 ‰ (1930) a 12 ‰ (1938), llegando a 5,4 ‰ en la ciudad capital.23 En un trabajo frecuentemente citado, el experto en estadísiticas Alejandro Bunge sostenía que si este descenso continuaba en la misma proporción y en diez años el índice de natalidad de todo el país coincidía con el de la Capital, pasarían sesenta años antes de que Argentina alcanzara los veinte millones de habitantes. Más tarde, con nuevos datos, estimó que se llegaría al máximo de población de catorce millones re21 Cf. Reggiani. “Alexis Carrel, cet inconnu: eugénisme et études démographiques sous le régime de Vichy”, La Pensée, N° 345, 2006, pp. 89-102. 22 Sobre la transición demográfica en Argentina véase Hernán Otero. “La transición demográfica a debate. Una perspectiva espacial de las explicaciones ideacionales, económicas y político-institucionales”, en Hernán Otero (comp.). El mosaico argentino. Modelos y representaciones del espacio y la población, siglos XIX-XX. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 71-170; Susana Torrado. Procreación en la Argentina: hechos e ideas. Buenos Aires, Ediciones de la Flor-Centro de Estudios de la Mujer, 1993. 23 Alejandro Bunge. “Problemas de demografía”, Revista de Economía Argentina (en adelante REA), N° 214-216, 1936, pp. 73-74.

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cién en veinte años, y que luego la misma comenzaría a disminuir hasta los 11.000.500 en el medio siglo siguiente.24 A pesar de que el componente geopolítico hacía a la situación demográfica francesa particularmente grave en el corto plazo, en Argentina el factor externo también desempeñó un papel fundamental, incluso quizás más que en Francia. En efecto, porque mientras que en esta última el escenario internacional constituyó un recurso amplificador de la retórica catastrofista del natalismo, en Argentina el problema de la desnatalidad hundía sus raíces en un contexto externo que había cerrado el acceso a un bien esencial para el desarrollo del país como había sido la inmigración europea. Entre 1880 y 1930 la tasa de crecimiento fue 32,5 ‰ mientras que el saldo entre nacimientos y decesos fue 18,1 ‰. La diferencia entre ambas cifras corresponde al aporte inmigratorio. Este último representó para ese período el 44 % del aumento promedio por año y alrededor del 80 % del crecimiento natural. A título comparativo, mientras que en Brasil la contribución endógena fue igual que en Argentina (18,1 ‰), la inmigración apenas agregó un 3,3 ‰, es decir, un 15,4 % del total. Los flujos ultramarinos fueron para Argentina tres veces más importantes que para su vecino y el doble de importante que para Estados Unidos.25 Su caída abrupta como consecuencia de la depresión económica y las restricciones impuestas por los estados expulsores y receptores de problación presentaron un panorama que le dio a la desnatalidad una dimensión aun más alarmante. El movimiento migratorio, que en las dos décadas anteriores a 1914 había dejado un saldo favorable de un promedio de 117.000 personas al año, en el primer lustro de la década de 1930 arrojó un déficit de seis mil egresos anuales. En los diez años que precedieron al estallido de la Segunda Guerra Mundial el número de arribados al país descendió a menos de la mitad del volumen alcanzado antes de 1914, oscilando entre 56.333 (1931) y 24.345 (1933).26 A diferencia del natalismo francés, que ignoró hasta 1945 el papel de la inmigración en la recomposición demográfica del país –hecho que reflejaba el esencialismo étnico con que aquel concebía a la “población nacional”–, los argentinos rara vez desconocieron abiertamente la importancia del aporte extranjero como fuente complementaria para el crecimiento de la población, aun 24 Bunge. “¿Cuándo tendrá la Argentina veinte millones de habitantes?”, REA, N° 233, 1937, pp. 305-307; ídem, “14 millones de habitantes”, REA, N° 311, 1944, pp. 142-144. Para una discusión crítica sobre las predicciones de Bunge y el impacto de su obra véase Carolina Biernat. “Inmigración, natalidad y urbanización. El poblacionismo argentino y sus contradicciones frente a las preguntas por el desarrollo económico (1914-1955)”, en El mosaico argentino, pp. 471-503. 25 Nicolás Sánchez Albornoz. “The Population of Latin America, 1850-1930”, en Leslie Bethell (comp.). The Cambridge History of Latin America. Vol. IV: Latin America, c. 1870-1930. Cambridge, Cambridge University Press, 1986, p. 136. 26 Fernando Devoto. Historia de la inmigración en Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2003, p. 363.

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cuando en los años treinta, acoplándose a los nuevos vientos que soplaban en el mundo, fueron casi unánimes las voces que exigían la adopción de criterios selectivos más o menos rigurosos en reemplazo de la tradicional política de “puertas abiertas” promovida por la todavía vigente Ley de Inmigración y Colonización de 1876.27 Esta, como se sabe, había establecido requisitos relativamente amplios y menos rigurosos –esencialmente de carácter sanitario– que los exigidos por las autoridades migratorias norteamericanas. El cambio de actitud de las elites argentinas frente al extranjero hundía sus raíces en el viejo nativismo nacional que, desde fines del siglo XIX y por medio de prestigiosos portavoces literarios como Manuel Gálvez, Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, levantaba su voz contra los efectos disolventes de la inmigración masiva sobre la tradición y el espíritu nacional.28 Esta aprehensión, a la cual se sumarían posteriormente otras expresiones del nacionalismo xenófobo local, se vio reforzada durante 1909, 1910 y 1919 por los conflictos sociales y episodios de violencia política que, al hacer más visible la presencia de extranjeros en las filas de la izquierda revolucionaria, transformaron al inmigrante en un factor potencial de perturbación del orden público. Las facultades discresionales acordadas al Poder Ejecutivo por las leyes de Residencia (1902) y Defensa Social (1910) para deportar y prohibir el ingreso de extranjeros iniciaron así una nueva política estatal de carácter restrictivo que se iría complementando en las décadas del veinte y treinta con una serie de decretos, circulares y reglamentaciones orientadas a proteger al país contra una eventual invasión de “desechos biológicos”, elementos “exóticos” poco susceptibles de ser asimilados e “indeseables” políticos. Como en Francia, aunque con matices diferentes, la convicción sobre la necesidad de estimular la natalidad fue casi universal entre la opinión pública informada. Si dejamos de lado las posturas neomaltusianas de la extrema izquierda, especialmente el anarquismo, las objeciones parciales que se le formularon a este nuevo sentido común provinieron de dos fuentes: la primera, como ya se señaló, era la convicción de que Argentina no podía prescindir de la inmigración, habida cuenta del insuficiente crecimiento vegetativo. En este sentido, el debate entre “inmigracionistas” y “natalistas” reflejó, esencialmente, las preferencias relativas y los matices del campo poblacional, antes que dos visiones opuestas de la realidad demográfica nacional. La segunda objeción, 27 Cf. Susana Novick. “Población, Estado en Argentina de 1930 a 1943. Análisis de los discursos de algunos actores sociales: industriales, militares, obreros, profesionales de la salud”, Estudios demográficos y urbanos, Nº 2, 2008, pp. 333-373. 28 Al respecto véase Zimmermann. Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina, 18901916. Buenos Aires, Sudamericana, 1996; Oscar Terán. “El pensamiento finisecular (1880-1916)”, en Mirta Z. Lobato (comp.). Nueva Historia Argentina. Tomo 5: El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 329-363.

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formulada especialmente por los médicos, no se oponía a las medidas de estímulo a la natalidad en sí mismas pero desconfiaba de su capacidad para resolver los problemas de fondo a menos que aquellas se acompañasen de un igual esfuerzo para combatir la mortalidad infantil. Recordemos que, aún cuando la mortalidad general para todo el país bajó de 17 ‰ en 1910-1913 a 11 ‰ a fines de la década del treinta, las disparidades regionales mostraban un cuadro mucho menos alentador. Así, mientras la mortalidad infantil en la Capital descendía de 170 ‰ a comienzos de siglo, a 53 ‰ a fines de los treinta, en las provincias donde la natalidad era elevada –Salta, San Juan, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán– la mortalidad infantil se mantenía extremadamente alta, llegando hasta el 200 ‰.. La preocupación por la baja natalidad en la opinión pública quedó reflejada en dos editoriales del diario La Nación de 1936 y 1938. En el primero de ellos se exhortaba a los poderes públicos a ocuparse de un “problema que si todavía no alarma por sus resultados, tiende evidentemente a mermar nuestra fuerza y a retardar el ritmo de nuestra prosperidad”.29 El segundo reclamaba la realización del cuarto censo general para estimar “las tendencias demográficas que indican una merma alarmante del crecimiento vegetativo, un aumento temible de la mortalidad infantil, una disminución amenazadora de la fecundidad general”.30 En la misma página del editorial de 1938 Bunge advertía sobre las desigualdades entre las tasas de natalidad de la pampa húmeda y las del interior.31 Estas advertencias eran a veces acompañadas con alusiones de carácter efectista que, como la de “las cunas vacías (que) originan vacantes en los bancos escolares y más tarde claros en el ejército”, buscaban generar una toma de conciencia sobre los graves problemas a los que se vería enfrentado el país en el futuro.32 Estas referencias estaban probablemente inspiradas en la propaganda natalista francesa. En 1934 Bunge citaba en la Revista de Economía Argentina las advertencias del presidente de la organización natalista francesa, LefebvreDibon, sobre el impacto económico de la desnatalidad. “Si sufrimos una crisis de superproducción, ¿cómo no se acentuará ésta si disminuye cada año la población infantil, consumidores ideales puesto que consumen sin producir?”.33 29 “Problemas de demografía”, La Nación, 22/6/1936, p.6. 30 “El censo general”, La Nación, 27/12/1938, p.8. 31 Bunge. “Inquietante futuro de la población argentina”, La Nación, 27/12/1938, p.8. 32 Bunge. “Nuestra inesperada y prematura madurez”, La Nación, 27/4/1939, p. 8. Sobre el impacto en nuestro país del debate internacional en torno a la natalidad véase González Bollo, “Recepción en Argentina de una obsesión demográfica occidental. Baja la natalidad, declina la población, se agranda el desierto, 1926-1943”, en Ricardo Salvatore (comp.). Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en el formación del conocimiento moderno. Rosario, Beatriz Viterbo, 2007, pp. 235-267. 33 Bunge. “El descenso de la inmigración y la natalidad en la Argentina. El descenso de la natalidad en Francia”, REA, N° 196, 1934, p. 160.

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Algunos años más tarde, el higienista y decano de los médicos argentino, Gregorio Araoz Alfaro, se hacía eco de un discurso pronunciado por Boverat ante la Academia de Medicina de París en el cual el dirigente natalista francés reclamaba una acción moral y educativa que informase a la población sobre la “situación trágica en la cual Francia se encuentra actualmente desde el punto de vista demográfico” a fin de hacer adoptar “las reformas legislativas o sociales que permitan hacer justicia plenamente a la familia”.34 La costumbre de plantear el problema demográfico a través de argumentos retóricos fue manifiesta entre los economistas, estadísticos, funcionarios, médicos y dirigentes políticos que participaron en el Congreso Nacional de Población, organizado en octubre de 1940 por el Museo Social Argentino.35 Estas posiciones también fueron moneda corriente en el seno de las estadísticas públicas –en las cuales dominaban las posturas natalistas “latinas” que tenían como referente internacional al estadístico italiano Corrado Gini–. En la década del veinte Raúl Prebisch, en ese entonces vice-director de la Dirección General de Estadísticas de la Nación, señalaba que “cuando el individuo limita su prole, obedece a su interés egoista de familia (…) tiene en cuenta las ventajas personales que resultan de una familia escasa, sin curarse de los deberes hacia la nación, hacia su mayor grandeza, civil, militar o económica”.36 4. Los referentes autoritarios del natalismo argentino Como en Francia, pero a un ritmo mucho más acelerado, en nuestro país la difusión de las prácticas contraceptivas y la participación de la mujer en el mercado de trabajo durante los años treinta pusieron en crisis el modelo tradicional de familia a la vez que cuestionaron, aunque de manera indirecta, el papel de la Iglesia en la sociedad. El número promedio de hijos por mujer, que en 1914 era de 5,3 se redujo tres décadas más tarde a 3,2 –las cifras correspondientes a la ciudad capital eran 3,4 y 1,5–. Igual reducción se observaba en el número de miembros que constituían la unidad familiar: en los sectores medios pasó de 3,9 (1936) a 3,2 (1947); en los obreros de 4,3 a 3,5. Si bien decreció significativamente el porcentaje de mujeres que trabajaban fuera del hogar –de 41,9 % (1895) a 21,7 % (1947)– aumentó el de aquellas empleadas en labores administrativas, la educación y la industria, sector este último que, 34 Gregorio Aráoz Alfaro. “El complejo problema de la baja natalidad”, Revista de Pediología, vol. II, 1941, pp. 3-19. 35 Museo Social Argentino. “Primer Congreso Argentino de la Población”, Boletín del Museo Social Argentino, nº 223-226, 1941. 36 Citado en Hernán González Bollo y Andrés Reggiani. “Dénatalité, ‘crise de la race’ et politiques démographiques en Argentine (1920-1940)”, Vingtième Siècle. Revue d’Histoire, N° 95, 2007, pp. 29-44.

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a diferencia de las otras ocupaciones femeninas tradicionales (trabajo agrícola y doméstico), el discurso conservador siempre consideró como impropio e inconveniente para la mujer. De manera similar, el aumento sostenido de la nupcialidad –que en la ciudad de Buenos Aires era superior a la del resto del país aunque inferior a la de la mayoría de las capitales europeas– se vio en cierta medida opacado por el aumento de los nacimientos ilegítimos, que pasaron del 25 % al 28 % –con oscilaciones que iban desde el 11,2 % (Capital) al 53 % (Corrientes), y de un promedio del 5 % para las mujeres extranjeras al 36,6 % para las nativas (Tucumán)–. Ello fue el resultado de la reducción de la natalidad entre la población con menores índices de ilegitimidad y de la menor incidencia de la limitación de los nacimientos entre la población con mayor número de nacimientos ilegítimos, así como también de la movilidad geográfica, que hizo aumentar la proporción de nacimientos ilegítimos en áreas urbanas –entre 1910 y 1940 se instaló en el Gran Buenos Aires un promedio de 100.000 personas al año.37 A fines de 1939 la Asociación por los Derechos del Niño, institución cercana a la Iglesia, convocó a figuras representativas a dar su opinión sobre la baja natalidad. Bunge pronunció dos conferencias en las que destacaba las causas de orden moral, proponiendo como solución “la instauración de un concepto esforzado de la vida, de las normas cristianas de familia, y la aceptación leal de los altos deberes para con la grandeza de la patria y para con la pureza y la conservación de la raza”.38 En otra de las conferencias organizadas por esta misma institución Aráoz Alfaro denunciaba la “relajación, cada vez mayor, del sentimiento del deber y la exhaltación creciente del deseo de gozar de las comodidades de la vida, de la libertad, de las diversiones y de las frivolidades que ofrecen las ciudades”. Al mismo tiempo elogiaba la política natalista del fascismo y hacía un llamado a una reforma moral que solo podía provenir de la fe religiosa y el sentimiento patriótico (ver más abajo). Uno y otro coincidían en que que “solo un sentimiento de patriotismo exaltado o la influencia de convicciones religiosas arraigadas”(…) “pueden tener en estos asuntos una influencia decisiva”.39 Más radical fue la posición del presbítero Gustavo Franceschi, figura protagónica del catolicismo de la época, quien, en su calidad de director de la revista Criterio (1932-1937), abordó el problema de la desnatalidad desde una perspectiva autoritaria y antiliberal que resaltaba 37 Cf. Isabella Cosse. Estigmas de nacimiento. Peronismo y orden familiar. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, pp. 27-38; Marcela Nari. “Las prácticas anticonceptivas. La disminución de la natalidad y el debate médico, 1890-1940”, en Mirta Z. Lobato (comp.). Política, médicos y enfermedades. Lecturas de historia de la salud en Argentina. Buenos Aires, Biblos, 1996. 38 Bunge. “Esplendor y decadencia de la raza blanca”, REA, n° 260, 1940, p. 59. 39 Aráoz Alfaro, op. cit., pp. 15 y 17.

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el deber moral que le cabía a la familia y a la mujer cristianas en la recomposición demográfica del país. Esta visión, compartida por el propio Bunge en uno de sus artículos publicados en la revista católica, se acompañaba de la demonización de la civilización moderna, responsable principal del individualismo egoísta y de la pérdida de sentido moral y origen inmediato de la restricción voluntaria de los nacimientos. Fue en la Italia fascista y la Alemania nazi donde la moral cristiana y el nacionalismo radical convergieron para hacer hacer de la natalidad, según afirmaría Mussolini, “el problema de los problemas”.40 La evolución demográfica italiana revestía especial interés para los argentinos, en primer lugar, porque los diagnósticos postulaban semejanzas reveladoras entre uno y otro país; en segundo, porque las políticas de los gobiernos coincidían con el ambiente de época favorable a la intervención estatal y la planificación. Si bien en Italia el descenso de la natalidad fue menos acentuado que en Argentina las disparidades regionales seguían un patrón que invitaba a las comparaciones. Así lo hizo el antiguo decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Florencia, Gino Arias, en una de sus conferencias pronunciadas en el Círculo de Cultura Católica de Buenos Aires. En esa ocasión el académico italiano comparó las realidades demográficas que separaban, por un lado, a Buenos Aires y las provincias del interior y, por el otro, las que existían en la península entre las regiones pobres con alta natalidad –Lucania (33 ‰), Apulia (30 ‰), Cerdeña (29 ‰), Campania (28 ‰) y Calabria (26 ‰) –y los distritos prósperos con menos nacimientos– Emilia (18 ‰), Toscana (17 ‰), Piamonte y Liguria (14 ‰).41 Desde 1927 el gobierno italiano comenzó a implementar una política de población integral que comprendía medidas restrictivas como la prohibición de la emigración, la imposición de penalidades financieras a solteros y familias sin hijos, y la limitación de medios contraceptivos y las posibilidades para realizar un aborto. Estas se complementaban con el estímulo a la migración y colonización interna, la protección materno-infantil y el pago de primas (muy modestas) por casamiento e hijos, y premios simbólicos para las madres de familias numerosas. Dos fueron las instituciones responsables de la política natalista y familiar: el Instituto Nacional Fascista de Previsión Social –encargado de administrar los subsidios familiares y la Obra Nacional para la Protección de la Maternidad y la Infancia– creada en 1925 para coordinar las organizaciones de asistencia familiar, fue la responsable de los servicios de 40 Paul Weindling.“Fascism and Population in Comparative European Perspective”, Population and Development Review, vol. 14, suplemento, 1988, pp. 102-121. 41 Gino Arias.“El problema de la natalidad. Su aspecto mundial, su importancia en la Argentina”, Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social (en adelante ABEMS), Nº 88, 1939, pp. 7-9.

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atención pre y post-parto financiados con los recursos obtenidos del impuesto a los solteros. Estas medidas no lograron revertir la tendencia declinante de la natalidad y nupcialidad, hecho que mostró cuán lejos se estaba del objetivo fijado por el Duce de alcanzar los cincuenta millones de habitantes para mediados del siglo. Tampoco sirvieron de mucho las medidas adoptadas en 1937 por el Gran Consejo Fascista, entre ellas la creación de Unión Fascista de Familias Numerosas, introducción de asignaciones familiares y préstamos para familias jóvenes –parte de cuya deuda se cancelaba al momento del nacimiento de cada hijo vivo–, prioridad en el empleo para los padres de familias numerosas e intensificación de la propaganda antimalthusiana. Muy diferente era el caso de Alemania, país que pese a las pérdidas ocasionadas por la guerra de 1914-1918 y al descenso brusco de la natalidad a su nivel histórico más bajo –14,7 ‰ (1933)–, casi duplicó su población en setenta años (ver más arriba). El problema, tal como lo construyeron los demógrafos antes de 1914, no radicaba solo en el descenso de la natalidad (Geburtenrückgang) –fenómeno que el economista Julius Wolf caracterizó como “sistema de los dos niños”–, sino en las tasas diferenciales de fertilidad asociadas con el paso a una sociedad moderna y democrática: bajas entre las elites sociales “nacionales” (Führerschichten), altas en las clases inferiores y los inmigrantes. La noción de un “pueblo sin juventud” (Volk ohne Jugend), acuñada por el decano de los demógrafos alemanes, Friedrich Burgdörfer –variación del popular aforismo “pueblo sin espacio” (Volk ohne Raum)– no era una advertencia más contra el descenso de los nacimientos sino una exhortación a la renovación racial. Por ello, y aquí radica la gran diferencia con los otros modelos de planificación demográfica, en Alemania los debates y las políticas de población fueron inseparables de la cuestión racial. Las asignaciones por hijo, los préstamos matrimoniales y otros beneficios para las familias numerosas estuvieron, desde 1933, sujetos a tres criterios de eligibilidad básicos: ser ario, estar sano y que la mujer no trabajase fuera del hogar. En los seis años que median entre el ascenso de Hitler al poder y el estallido de la Segunda Guerra Mundial la tasa de natalidad aumentó de 18 ‰ (1934) a 24,4 ‰ (1939). Este repunte –notable si se tiene en cuenta el efecto antinatalista de la legislación eugenésica y el descenso de la nupcialidad provocado por las restricciones a los matrimonios a partir de las Leyes de Nuremberg– se explica por la actitud optimista de una gran parte de la población tras la reactivación de la economía y el ambiente de euforia nacional que caracterizó a los primeros años del régimen. Pese al fracaso de la política natalista italiana y el carácter racista de la política poblacional alemana, los natalistas argentinos se esforzaron en presentar a ambos como modelos exitosos de planificación demográfica, dignos de estudiarse e imitarse. Una opinión relativamente moderada como la de Aráoz Alfaro, figura muy vinculada a la ciencia médica europea, recordaba que 223

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cuando se compara el éxito logrado en los países llamados “totalitarios” con el fracaso relativo de medidas análogas en Francia, se hace forzoso reconocer que son otros los factores predominantes en los resultados alcanzados. Son precisamente los de orden moral: el sentimiento de nacionalismo exaltado, el patriotismo ardiente y guerrero que sus jefes han logrado despertar en la mayoría de la población. En Italia, más que las leyes, más que la Opera Maternità e Infanzia, cuya excelente acción he ponderado ya, actúa el nuevo espíritu imperialista, la nación precisa, y el sentimiento ferviente del deber para con la patria (…) no hemos penetrado bastante en el alcance de la sentencia de Mussolini que se ha hecho carne en la mayoría del pueblo italiano: “se acabó la vida cómoda”.42

Refiriéndose a los “abortos mortales”, y tras fustigar la irresponsabilidad y conducta delictuosa de los médicos que se prestaban a tales prácticas, el médico argentino no vacilaba en elogiar las política represivas de las dictaduras europeas. Citando un informe presentado por Boverat a la Academia de Medicina de París, el argentino elogiaba la “persecución policial tenaz (…) de los abortadores profesionales” llevada a cabo en Austria tras su anexión a Alemania y pedía la implementación de “una campaña análoga” en nuestro país.43 Aún más explícitos se mostraron los ginecólogos Alberto Peralta Ramos y Josué Beruti, quienes participaron junto con Aráoz Alfaro en la Segunda Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura, celebrada en Buenos Aires a fines de 1934.44 Peralta Ramos era director del Instituto de Maternidad de la Sociedad de Beneficencia; Beruti ocupaba el mismo cargo en la clínica de maternidad Eliseo Cantón del Hospital Ramos Mejía. Uno y otro hicieron una encendida defensa de la política nazi-fascista –citando discursos del ministro de propaganda nazi Josef Goebbels– durante las sesiones de la conferencia y en las páginas de la prensa eugenésica. Como en el caso de Aráoz Alfaro, los elogios se centraban no solo en la voluntad política de las dictaduras para afianzar “el principio de indestructibilidad del binomio madre e hijo” a través de medidas tendientes a limitar el trabajo de la madre fuera del hogar –tema en el que Beruti dio rienda suelta a su desprecio por el “pseudofeminismo (…) ese movimiento antifisiológico, deforme y por completo disparatado (…) de sufragistas y mujeres viriloides”.45 También encomiaban las iniciativas de encuadramiento femenino en organizaciones partidarias, como la Asociación de Mujeres Nacionalsocialistas (NS Frauenschaft) y las Enfer42 Aráoz Alfaro, op. cit., p. 15. 43 Ibíd., p. 16. 44 Actas de la Segunda Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura de las Repúblicas Americanas. Buenos Aires, Fascoli y Bindi, 1934. Para un análisis de la posición de los delegados argentinos véase Reggiani, “La ecología institucional de la eugenesia. Repensando las relaciones entre biomedicina y política en la Argentina de entreguerras”, en M. Miranda y G. Vallejo (comp.), Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 273-297. 45 Alberto Peralta Ramos y Josué Beruti. “Eugenesia y maternidad”, ABEMS, N° 36, 1935, pp. 2-3.

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meras Pardas (Braune Schwestern), e incluso la política eugenésica. Beruti, cabe recordarlo, presidía la sección “Eugenesia, Maternidad e Infancia” de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social y era uno de los pocos médicos argentinos que había realizado sus estudios universitarios completos en Alemania. Como Bunge, conocía muy bien el panorama de aquel país, hecho que le permitió a acceder a información estadística y otras fuentes demográficas de primera mano.46 5. Conclusión Para comienzos de la década del 40, tanto en Francia como en Argentina, la tendencia declinante de la natalidad llegó a su fin. En Argentina el Cuarto Censo Escolar (1943), que comprendió a las personas hasta los 22 años de edad y a sus progenitores, obtuvo como promedio nacional una cifra 2,8 hijos por familia, superior a las estimaciones realizadas en la década anterior.47 Ese mismo año, la tasa de natalidad de la ciudad de Buenos Aires repuntó hasta superar los porcentajes de la década precedente; en menor medida ocurrió lo mismo en la provincia de Santa Fe. A nivel nacional, la mortalidad general y la mortalidad infantil continuaron disminuyendo, quebrando la tendencia declinante del crecimiento vegetativo en la década anterior.48 Aun así, seguió perdurando un clima de ideas pesimista entre los que hacían una lectura más política, o político-cultural, de la cuestión. En 1945 la Comisión Nacional de De(s)natalidad –establecida en el seno del Ministerio del Interior por los militares filofascistas que protagonizaron el golpe del 6 de junio de 1943– se hacía eco de las posturas de la década pasada sin advertir el repunte demográfico. El organismo proponía una campaña nacional contra la baja natalidad, denunciaba “la tendencia a la vida fácil, sin sacrificios ni complicaciones, la falta real de valor espiritual y del concepto de patria” y hacía un llamado a despertar las conciencias y “a crear la fuerza espiritual y moral necesaria para que todos sientan el deber para con la familia, la sociedad y el Estado”.49 Como contrapartida, desde mediados de la década del treinta se produjeron 46 Véase su conferencia pronunciada en la Asociación de Visitadoras de Higiene Social en Josué A. Beruti. “Maternidad y educación femenina”, ABEMS, N° 33, 1934, pp. 2-5. Sobre los vínculos de Beruti y otros argentinos con la medicina alemana véase Reggiani, “Rastacueros y expertos: modernización, diplomacia cultural y circuitos académicos transnacionales, 1870- 1940”, en Los lugares del saber, pp. 159-187; ídem, “Medicina y Kulturpolitik en la era del nacionalsocialismo: la Academia Médica Germano-Iberoamericana”, Ibero-Online.de, N° 1, 2005, pp. 57-74. 47 REA. “La composición numérica de la población argentina”, N° 309, 1944, pp. 74-75.. 48 REA. “Tasas demográficas argentinas”, N° 311, 1944, pp. 130-134.. 49 “Sugestivos aspectos muestra el informe de la Comisión de Denatalidad”, Mundo Médico, N° 110, 1945, pp. 13-34.

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avances en materia legislativa que, aunque no tenían el propósito declarado de estimular la natalidad, estaban en línea con buena parte de la agenda natalista. A título de ejemplo mencionemos la creación de la Dirección de Maternidad e Infancia en 1936 con el objetivo de “propender al perfeccionamiento de las generaciones futuras por el cultivo armónico de la personalidad del niño en todo sus aspectos, combatiendo la mobimortalidad infantil en todas sus causas y amparando a la mujer en su condición de madre o futura madre”. En este mismo sentido iba una inciativa adoptada dos años más tarde por la cual se creaba una comisión interministerial encargada del cuidado de la salud física y moral de la niñez en edad escolar, especialmente en las provincias del norte y los territorios nacionales.50 Tras el fin de la guerra, el ambiente de euforia que caracterizó los años del primer peronismo reforzó el optimismo general y la confianza en el futuro. Pero fue sobre todo el nuevo papel del Estado en la política social y económica que, además de impulsar en una escala sin precedentes las variables de crecimiento humano y material, hizo del natalismo un componente central de la planificación demográfica de la posguerra. En Argentina las posturas “inmigracionistas” dominaron el debate poblacional en el seno del régimen peronista durante los años del Primer Plan Quinquenal (1947-1951), luego de que se reanudaran los flujos ultramarinos en 1946. Nucleados en el Instituto Alejandro Bunge de Investigaciones Económicas y Sociales y la Revista de Economía Argentina, los seguidores del ingeniero –fallecido en 1943– criticaron estas políticas porque hacían depender la recomposición demográfica del aporte extranjero. Estas observaciones se vieron corroboradas cuando, tras conocerse los datos del Cuarto Censo Nacional (1947) –que confirmaban el repunte de la natalidad y el crecimiento vegetativo– el gobierno del general Perón adoptó un giro claramemente “natalista” que privilegiaba los factores de crecimiento endógenos en el diseño del Segundo Plan Quinquenal (iniciado en 1952).51 En el caso de Francia el consenso natalista de la década el treinta, con algunos elementos de la política de Vichy, se mantuvo y consolidó luego de la Liberación. De la mano de figuras de prestigio como el economista Alfred Sauvy y el pediatra Robert Debré, y con el apoyo de gaullistas y católicos, el natalismo francés completó su conquista del Estado a través de una política que consagraba la especificidad e importancia del hecho demográfico. Un 50 “Ley 12.341 (404). Dirección de Maternidad e Infancia”, Anales de Legislación Argentina (en adelante ALA) 1920-1940, Buenos Aires, La Ley, 1953, pp. 745-747; “Ley 12.558 (451). Asistencia médica y social del niño en edad escolar”, ALA 1920-1940, Buenos Aires, La Ley, 1953, pp. 817-819; “D. núm. 5520 del 8 de junio de 1938. Reglamentación de la ley 12.341, Dirección de Maternidad e Infancia, ALA 1920-1940, Buenos Aires, La Ley, 1953, pp. 1139-1145. 51 Sobre la cuestión poblacional bajo el peronismo véase Carolina Biernat, ¿Buenos o útiles? La política inmigratoria del peronismo. Buenos Aires, Biblos, 2007.

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dato significativo en este sentido, aunque no necesariamente el más relevante, son las estadísticas de los procesos judiciales por aborto: el mayor número de condenas no coincide con el pesimismo de los años treinta ni con la atmósfera reaccionaria de Vichy, sino con el ambiente de optimismo de la Liberación –4.055 en 1943, 5.151 en 1946.52 El paso más claro en este sentido fue la creación en 1945 de un área específica para los asuntos de población con rango ministerial, a la que se agregaron instancias consultivas y académicas de primer nivel, como el Alto Comité de la Población y la Familia (ACPF) –continuador directo de aquél que en 1939 había elaborado el Código de Familia– y el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED), ambos dependientes de la Presidencia de la República. La continuidad de las preocupaciones demográficas a lo largo de contextos ideológicos muy diferentes quedó reflejada en la estabilidad del personal experto y su capacidad para acomodarse a las cambiantes situaciones políticas. Basta recordar que durante la ocupación Boverat había trabajado en la Fundación Carrel; Mauco había colaborado en la revista racista L’ethnie française, y Sauvy había ocupado un cargo en el ministerio de finanzas. Todos ellos, además de Doublet y una buena parte de los expertos en natalidad, estadística, sociología y biología de la Fundación Carrel ingresaron al ACPF y al INED. La institucionalización del natalismo como ideología de Estado encontró en los católicos del Movimiento Republicano Popular –partido mayoritario de la coalición centrista que gobernó la IVa República (1946-1958)– su pilar principal toda vez que aquellos lograron mantener las medidas de estímulo a la natalidad separadas de la política social-familiar. Tras estos triunfos, la prédica natalista perdió visibilidad y su tono catastrofista, hecho al cual contribuyeron no solo el repunte de la natalidad sino también el reconocimiento por parte de algunos de sus dirigentes de que la inmigración masiva se había vuelto un factor indispensable para la reconstrucción económica y demográfica del país.

52 Cf. B. Aubusson de Cavarlay, M.-S. Huré et alii. “La justice pénale en France: résultats statistiques (1934-1954)”, Cahiers de l’IHTP, N° 23, 1999, p. 139.

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Figura 3 Página 228 Figura 1: “Todo buen trabajador debe poder conocer la felicidad familiar. Desde hoy es perfectamente posible, si la nación lo desea”. Fernand Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité, París, Editions de l’Alliance nationale contre le dépopulation, 1938. Figura 2: “Los abortistas matan uno de cada tres pequeños franceses. Los que los protegen traicionan a Francia en beneficio de sus enemigos. Sólo hay un lugar para todo ellos: ¡al paredón!”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Página 229 Figura 3: “Disminución de la mitad! 1000 mujeres parisienses traen al mundo sólo 500 niñas para reemplazarlas en la siguiente generación”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Página 230 Figura 4: “La madre de familia en el hogar es una trabajadora, la más meritoria, la más indispensable de todas”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Figura 5: “La mujer casada sin hijos ejerce una profesión y deja un hombre sin trabajo”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Página 231 Figura 6: “A lo que se enfrentará en el futuro una Francia despoblada”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Figura 7: Izquierda: “Una Francia viva tendrá aliados”. Derecha: “Una Francia moribunda quedará aislada”. Boverat, Comment nous vaincrons la dénatalité. Página 232 Figura 8: “He aquí lo que podrían llegar a ser los 400.000 pequeños franceses que matamos, cada año, antes de su nacimiento”. Boverat, Le massacre des innocents, París, Editions de l’Alliance nationale contre le dépopulation, 1939. Página 233 Figura 9: Arriba: “Asesinar a un anciano es robarle algunos años, los menos felices de su existencia”. Centro: “Asesinar a un enfermo incurable es robarle algunos años de sufrimiento”. Abajo: “Asesinar a un niño prenatal es robarle 60 años de vida”. Boverat, Le massacre des innocents.

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