LAS CRUCES DE MAYO EN ANDALUCÍA. Historia y Antropología de una fiesta

July 22, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, Cruces de Mayo, Fiestas de Mayo, Mayas y mayos, Mes de María
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LAS CRUCES DE MAYO EN ANDALUCÍA Historia y Antropología de una fiesta

Las cruces de mayo en Andalucía: historia y antropología de una fiesta, en Las Cruces de mayo en España. Tradición y ritual festivo (D. González Cruz, ed.), pp.56-78. Universidad de Huelva, 2004. ISBN 84-96373-27-4.

Salvador Rodríguez Becerra Universidad de Sevilla

“MAYO.- LA CRUZ. (Día 3). La invención de la Cruz, la procesión, el Lignum Crucis. Historia, tradiciones, supersticiones. Las cruces tradicionales. Costumbres infantiles. La fiesta en el corral; decoración y arreglo, farolillos y flores, altares; baile, coplas y oraciones; el vino y el bizcocho; en plena fiesta. La fiesta en la plaza del barrio; arcos y altares, postulantes y donativos; la rifa pública, frases y equívocos; la puja, celos, estímulos, derroches; inversión de lo recaudado. Conclusión de la fiesta” (Alejandro Guichot y Sierra, Ensayo recordatorio de las fiestas, espectáculos,...que se verifican y se observan actualmente en Sevilla..., Ateneo y Sociedad de Excursiones, Sevilla, 1888, pp.13-14)

Introducción Con este guión de trabajo sobre las fiestas de la cruz en la ciudad de Sevilla, verdadero programa de investigación, Alejandro Guichot y Sierra (1859-1941), uno de los primeros estudiosos de la sociedad y la cultura andaluzas desde una perspectiva científica, puso de manifiesto la complejidad de los elementos a tratar en el estudio de una fiesta que en el siglo XIX se celebraba a lo largo y ancho de la geografía andaluza en aldeas, pueblos y ciudades. Esta fiesta utilizaba y utiliza como referente el signo cristiano de la cruz, aunque los datos no parecen testimoniar que este símbolo sagrado anime sentimientos ni actitudes devocionales semejantes ni comparables a las que despiertan las imágenes de María y algunas de Cristo. Por el contrario, lo femenino, la exuberancia de la naturaleza y la participación popular sin demasiadas trabas jerárquicas, parecen estar en la base de dicha fiesta. En la mentalidad popular española el mes de mayo es concebido como el del esplendor de la vegetación, de las fiestas y la época amorosa por 1

excelencia, por tanto de la exaltación de la vida. Para otros, así mismo, es el mes de las flores y el de María. Era igualmente el tiempo en que más rogativas se hacían para alcanzar la lluvia, tan necesaria en esta época del año de cara a la maduración de las cosechas. El refrán “como agua de mayo”, es ilustrativo de esta experiencia y sentimiento (Caro Baroja, 1979: 18). La cruz, símbolo supremo del cristianismo por haber sido el instrumento necesario para la redención de la Humanidad, fue difundida por los franciscanos en Europa desde los tiempos bajo medievales y dio lugar a la creación de rituales específicos, algunos llenos de dramatismo, tales como el del Vía crucis que rememora el camino del calvario. Igualmente surgieron las hermandades de la Vera Cruz, destinadas al culto de la cruz, que se cuentan entre las más antiguas. A la difusión del símbolo cristiano hubieron de contribuir también el poder antidiabólico que se le concedió y, muy probablemente, la sencillez de su esquema y la facilidad de su reproducción, favorecieron la presencia por todo el orbe cristianizado. La fiesta litúrgica de la Invención de la Santa Cruz se ha celebrado en el día de 3 de mayo, desde al menos el s. VII que la fijara el Fuero Juzgo, según la tradición cristiana, y conmemora el supuesto hallazgo en el año 326 por Elena, madre del emperador Constantino, de la “verdadera cruz” (Vera-Cruz) en la que fue crucificado Jesús. La supuesta veracidad de este hallazgo se comprobó, según cuenta Santiago de la Vorágine en su libro Leyenda Dorada o Áurea (1264) pasando un cadáver por las tres cruces encontradas, que debían corresponder, según el relato evangélico, a Jesús y a los dos ladrones que fueron ajusticiados conjuntamente en el Gólgota, resucitando el difunto al contacto de una de ellas. La fiesta fue suprimida del calendario litúrgico en la reforma llevada a cabo por Juan XXII, incluyéndola en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que se celebra el 14 de Septiembre. Esta última, conmemora la restitución a la cristiandad de la mitad de la cruz por el emperador Heraclio en el año 629, que se la había arrebatado a los persas. En el pasado la Iglesia fluctuó en su celebración de una a otra fecha para festejar a la Cruz. En Andalucía, la fiesta de la Cruz, la Cruz de mayo, o de las Cruces, que de todas estas formas se nombra, se celebra los primeros días de mayo, aunque en ocasiones la podemos encontrar en alguna otra fecha durante el mes, y constituye una de las grandes del ciclo festivo. Esta fiesta por no incluir en la práctica rito canónico alguno, no se ha resentido a lo largo de los siglos por carecer del respaldo eclesiástico; en estos momentos, y tras la casi desaparición en la segunda mitad del siglo XX, experimentó un cierto auge como expresión popular. La fiesta presenta una gran diversidad de rituales según áreas, comarcas y poblaciones, a la vez que una gran homogeneidad. De su importancia habla el que se celebrara, según creemos por los testimonios escritos y orales de que disponemos, en todas las 2

ciudades, villas y aldeas de esta región1. Igualmente significativo de su importancia son las numerosas muestras pictóricas y fotográficas que ha dejado, que en la ciudad de Granada se instalen actualmente más trescientas cruces, que en Córdoba todo el mes de mayo gire en torno a las cruces, y que para varias poblaciones de la provincia de Huelva sea su fiesta mayor. 1. La fiesta de la cruz y otras fiestas de Mayo La fiesta de la cruz ha estado ligada y confundida con otras fiestas precristianas a las cuales trató de sustituir y englobar como parte de los habituales procesos inacabados de sincretismo. Esto ocurre con la fiesta de Santiago el Menor, llamado el Verde, con las fiestas de las jóvenes mayas y con la del árbol de mayo o mayos, protagonizadas por los jóvenes de uno y otro sexo, y que se celebraban a primeros de mayo. Existe amplio consenso entre quienes han estudiado los orígenes de estas fiestas, sobre el hecho de que en la Europa precristiana estaba muy extendido el culto al árbol y en época romana estuvo ligado a alguna de las divinidades de su panteón, como Maya hija de Mercurio, consideradas ambas expresiones de la exaltación de la primavera. En muchos lugares de España y de Europa2 aún existe la costumbre de colocar el último día de abril o en otras fechas, en la plaza un gran árbol o poste denominado mayo. El mástil se decora con cintas, se utiliza como cucaña y se baila a su alrededor 3. El árbol es sustituido, en ocasiones, por ramos, y cumplía funciones amorosas al colocarlos los jóvenes ante las puertas de sus novias o pretendidas. El árbol es generalmente un único ejemplar para toda la comunidad, frente a las cruces que siempre son dos y a veces más, se adornan con flores, cintas y ramas y se coronan con pañuelos, comida y otros premios, a modo de cucaña, para los que consigan alcanzarlas (Caro Baroja, 1979:44). Esta costumbre que estaba muy generalizada en otro tiempo se ha perdido en muchos lugares, conservándose en gran parte de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón y Andalucía4. 1

En la actualidad son muchas las poblaciones de Andalucía que las celebran, ya sea en el ámbito público o privado sin contenido ni intencionalidad religiosa alguna, salvo la presencia de la cruz. 2

El verano de 1996 tuve ocasión de observar en la Blätzleplatz de la ciudad de Konstanz en el sur de Alemania, un gran mástil encastrado en el suelo, rodeado en su cúspide de guirnaldas con tres aros concéntricos y superpuestos de los que colgaban cintas amarillas y rojas, tres escudos heráldicos y culminado por un gallo; sin duda se trataba de un árbol de mayo aunque metálico. 3

Covarrubias (1611) dice: Mayo suelen llamar en las aldeas un olmo desmochado con sola la cima, que los moços çagales suelen en el primer día de Mayo poner en la plaça, o en otra parte, y por usarse en aquél día se llamó Mayo: y así dezimos al que es muy alto y enxuto, que es más largo que Mayo. 4

En esta región tengo referencias directas de Alosno y Almonaster (Huelva), donde los jóvenes adscritos a cada cruz cortan y montan cuatro pinos en torno al símbolo, y de Gerena (Sevilla), pero sin duda se celebrará en

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El árbol de mayo ha devenido en no pocos lugares en cruz de mayo. Ya desde el siglo XV y probablemente antes se identificó el árbol con la cruz, “...por nos en el árbol de la Vera Cruz...”, dice el arcipreste de Talavera (Caro Baroja, 1979:85). Esta relación todavía tuvo ocasión de observarla en el siglo XIX el escritor ecijano Benito Más y Prat: “El nombre de Cruz Verde parece indicar el sitio favorito del barrio en que se engalanaba alguna cruz de Mayo, siendo claro este sentido, si se atiende a la frecuencia con que vemos repetida esta nomenclatura entre nosotros y el antiguo uso de los mayos. Estos mayos o pirulitos, cuyo uso es muy anterior al culto de la cruz, existen aún en muchos pueblos de la sierra, y se visten, como las cruces, con hierbas verdes y flores primaverales. Colócanse en medio de la plaza pública, y sirven de pretexto y punto de referencia para organizar estas fiestas populares, cuya descripción es tan difícil como curiosa” (1881: 18). La presencia de cruces pintadas de verde y de estos nombres en el callejero de algunas poblaciones no es infrecuente, aunque también se relaciona estas cruces con el Tribunal de la Inquisición 5 (Caro Baroja, 1979:86-87). Existía también una fiesta relacionada con la cruces y muy extendida por toda España, la de las mayas. Las referencias se remontan a la época de Alfonso X. Esta fiesta consistía en la instalación en un estrado de una niña vestida de novia acompañado o no de un niño. En el siglo XVII la fiesta era bien conocida y así la describe Sebastián de Covarrubias en su conocido Tesoro de la lengua castellana o española: “una manera de representación que hacen los muchachos y las doncellas, poniendo en un tálamo un niño y una niña, que significan el matrimonio, y esta tomado de la antigüedad, porque en este mes era prohibido casarse, como si dijéramos ahora cerrarse las velaciones” (voz: Maya, 1611); y Rodrigo Caro en sus Días geniales o lúdricos, dice: “Júntanse las muchachas en un barrio o calle, y de entre si eligen a la más hermosa y agraciada para que sea la Maya; aderézanla con ricos vestidos y tocados; corónanla con flores o con piezas de oro y plata, como reina; pónenle un vaso de agua de olor en la mano; súbenla en un tálamo o trono, donde se sienta con mucha gracia y magestad, fingiendo la chicuela mucha mesura; las demás la acompañan, sirven y obedecen, como a reina, entreteniendola con cantares y bailes, y suélenla otras más. 5

El Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla (Sevilla, 1993) recoge las denominaciones Cruz Verde y Cruces Verdes, referidos a espacios del casco histórico.

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llevar al corro” (Caro Baroja:1884: 283); En el s. XIX la fiesta de la maya implicaba escoger a la moza más bella del pueblo a la que adornaban con guirnaldas de flores, presidía los bailes de los jóvenes, e incluía la petición de “un cuartito para la Santa Cruz”; tenemos la descripción de un Diccionario que define la voz maya como: La niña que por mayo visten muy de novia, y otras piden por ella ‘señora de mayo’. (Larramendi, 1853: II-155). En Almería, el 11 de Mayo, las muchachas preparaban un altar en el que sentaban a una niña, la maya, lujosamente ataviada y coronada de flores, mientras las demás pedían donativos para “la maya”. En Estepona (Málaga) dentro de la fiesta de cruz se reunían las solteras en una habitación que llamaban tálamo, en la que hacían un baile al que acudían muchas señoras enmascaradas. (Madoz, voz: Estepona). La asociación de las mayas con la fiesta de la cruz se halla en otras partes de España, aunque con más frecuencia en Andalucía. Esta fiesta que estuvo prohibida desde el Código de las Partidas (Caro Baroja, 1979:63) y por las autoridades eclesiásticas, ha persistido hasta el siglo XX en que ha desaparecido como tal. No obstante, la elección de reina de las fiestas y damas, ceremonia muy generalizada en el siglo XX, quizás no sea sino la evolución y adaptación de estas viejas fiestas en las que la mujer, el tálamo y el emparejamiento eran el centro de las mismas. 2. Las Cruces de Mayo En Andalucía la difusión de la devoción a la cruz esta ligada al hecho de la repoblación y de la conquista cristiana de Al Ándalus pues desde los primeros tiempos se dedicaron ermitas y cofradías a su culto. Desde el siglo XV tenemos referencias como en el Adelantamiento de Cazorla en el reino de Jaén, señorío de los arzobispos de Toledo, se crearon ermitas dedicadas a la cruz y fiestas en su honor (Rubiales, 1998:23). En el s. XVII, Lope de Vega describe los lujosos altares levantados a la cruz en Sevilla, “la ciudad de las fiesta más famosos de la Cruz”, lo cual indica que ya estaban generalizadas6. Dice el genial dramaturgo en unos versos: Paseando por Sevilla día de la Cruz de mayo, 6

También cita Lope la fama de la fiesta de la Cruz en Sevilla en El acero de Madrid, primer acto, Obras de...XI: 171.

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en el muestra más grandeza que en el discurso del año, porque con su devoción en mil partes levantando pirámides a la Cruz, al mismo sol vence en rayos, entre unos altares vi, en su riqueza admirado, a Lisardo, a quien el cielo dio su merecido pago. (Lope de Vega: El testigo contra sí, acto II, Obras de... IX: 700-701.) En el s. XIX la fiesta consistía en una procesión y en la organización de muchas cruces en casas particulares vistosamente adornadas en las que se reunían las mujeres. Éstas permanecían sentadas en torno a la cruz y en el mismo espacio organizaban bailes y recibían las visitas de mujeres tapadas y hombres (Madoz, 1845-1850, voz Estepona). Benito Más y Prat nos ha dejado la descripción de una cruz de mayo de una población andaluza, probablemente Écija, a la que se refiere como que tiene “tantas torres como lanzas el cuadro de Velázquez”: “La larga calle central, en uno de cuyos ángulos se eleva la Cruz de Mayo, invadida desde las primeras horas de la mañana por los mozos y mozas del pueblo... Innumerables corros rodeaban la cruz, ya cuchicheando, ya acompañando con ¡oles! Y palmadas los alegres aires del jaleo o del polo gitano, o los voluptuosos pasos movimientos del zapateado o de las sevillanas. Corría la manzanilla, subían las voces, trinaban las guitarras, holgábase el sol,...y concertábanse al pié de la cruz las ‘pelas de pava’, las ‘tomas de dichos’ y las amonestaciones de la misa próxima. Durante la noche, las candelas y las lamparillas del altar, las farolas de papel y los antiguos velones de azófar... Durante todos los domingos del mes se repitieron los propios juegos en aquella floresta artificial, y se poblaron de iguales rumores las silenciosas calles” (Más y Prat, 1881:19). El caso descrito, en el que al autor no puede obviar su profesión literaria, ejemplifica la fiesta celebrada ante una cruz, en la vía pública y en la que se pone de manifiesto la función de emparejamiento que cumplían las cruces en un ambiente alegre, en que se cantaba, bailaba y bebía en torno a una cruz. Hay sin embargo, otros tantos modelos mucho más elaborados y ritualizados que bien pueden representar las cruces de Almonaster, modelo generalizable a todo el Andévalo, el Condado y la Tierra Llana de Huelva; las 6

Marismas en Sevilla y los Pedroches de Córdoba. De finales del s. XIX a los años treinta del presente siglo la fiesta decae, y desaparece en muchos lugares en la segunda mitad del siglo XX, a la vez que se afianza como fiesta mayor en algunos de ellos, alcanzando un desarrollo inusitado, en casos como en Bonares, donde todas las cruces han construido sus propias capillas, o Añora, donde se visten con gran esmero una gran cantidad de cruces en casas, calles y plazas. En las fiestas de la cruz no faltan ciertos elementos, tales como: la cruz latina en múltiples expresiones pero siempre con materiales pobres (madera, papel, tela, mampostería), excepcionalmente de hierro, piedra o cerámica, rodeada de objetos del ajuar doméstico (calderos, velones, jarrones, colchas) que conforman el altar o retablo. En ocasiones, la cruz se “viste” o instala en un cuarto o sala de la casa que se transforma en rico tabernáculo a base de tejidos delicados, luces, y los más diversos objetos decorativos; en otras, las macetas, doseles y multitud de objetos del ajuar doméstico rodean la cruz levantada en el exterior. Al alcance de las visitas hay una bandeja o caldero para depositar los donativos; en Granada es peculiar la presencia de unas tijeras y un pero (manzana)7. En la cruz, que no es un crucifijo, pues carece de la imagen de Cristo, no suele faltar el anagrama INRI que se sitúa en el tramo superior, el cerco que une los extremos de los brazos menores en arco a modo de corona de espinas, la banda o sudario, cinta en forma de M mayúscula que cuelga de ambos brazos y el banco o escaño que impide que los visitantes se aproximen a la cruz situada en el interior de la habitación o barrera caso de que sea en el exterior. La petición de dinero para los gastos de la cruz por parte de niños y adultos parece ser también una constante. 3. Fiesta popular más que religiosa Existe una permanente discusión sobre el predominio del carácter lúdico o folclórico de las fiestas sobre el religioso, especialmente cuando se trata de las de Andalucía. Esta discusión nace de un mal entendimiento de la religión, tal como es vivida por la generalidad del pueblo, lo que algunos llaman religiosidad popular, frente a las creencias, normas y actitudes preconizadas por la institución eclesiástica. Toda religión para ser considerada como tal ha de ser aceptada por una sociedad, vivida por un colectivo e incardinada en una cultura, que por el mero hecho de serlo es reelaborada, resemantizada, aceptada en algunos de sus principios, rechazada en otros y desde luego, siempre interpretada. Ello conlleva discriminación positiva o negativa de ciertos principios doctrinarios, rituales 7

La explicación formal que dan los granadinos se fundamenta en un juego de palabras entre el fruto, conocido tradicionalmente como “pero” y las críticas que se hacen al exorno de la cruz después de elogiarla y que se suele comenzar con el término ‘pero’. Las organizadoras de la cruz ponen ya el pero (fruto) para que los visitantes no les saquen peros (defectos o reparos). Para una explicación semiótica de esta costumbre, véase Córdoba, 1987.

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e institucionales, y siempre en un inacabado proceso dialéctico de elementos desiguales. Un somero esquema interpretativo de los mecanismos de funcionamiento de la cristianización en Europa incluye los siguientes elementos y fases: sobre una base sociocultural diversa de pueblos también diversos, se imponen primero las superestructuras culturales e institucionales del Imperio romano, y posteriormente, cuando la religión cristiana se convierte en religión oficial del Impero, la Iglesia cristiana se transforma en una institución de poder que cohabita con el Estado y trata de imponer e impone la concepción cristiana de la vida y la salvaguarda de sus intereses como institución. Ello, sin embargo, no impide los procesos de sincretismo, en los que la Iglesia acepta ciertos principios y ritos populares, tolera otros y reprime aquellos que considera más graves doctrinalmente o más peligrosos para el mantenimiento y control de los creyentes. Este proceso produce la diversidad religiosa que siempre ha existido dentro de la unidad institucional, si exceptuamos cismas y rupturas, que han sido una constante en la historia de las religiones de poder. En suma, lo que llamamos cristianización es el resultado de la fuerte presencia organizada de la Iglesia, expresada en la organización jerárquica que constituyen las instituciones del papado, los concilios, obispos, vicarios y párrocos, y en la más horizontal y cercana que constituyen las órdenes religiosas, en un proceso dialéctico desigual y de mutuas influencias entre éstas y las instituciones civiles por un lado, y la sociedad por otro. Ilustraremos este proceso dialéctico, referido a la fiesta de la Cruz de mayo con algunas pinceladas históricas. La fiesta ha estado regulada y hasta prohibida por las autoridades civiles y eclesiásticas desde el Fuero Juzgo hasta nuestros días pasando por Carlos III hasta llegar a finales del siglo XX. Así, el vicario de Hinojosa (Córdoba) en escrito dirigido al obispo de la diócesis en 1764 denuncia los escándalos que ocasiona la celebración de la fiesta de la cruz. Muchos vecinos -dice el vicario- por devoción o promesa, exponen al público una cruz con adornos profanos y el vecindario durante la noche las recorre “... en cuadrillas de hombres y mujeres al registro de qual esta más bien adornada para su censura...”; también con motivo de las letanías de Mayo en que se rezan preces en las cruces que hay en las afueras de los pueblos, “los vecinos inmediatos las engalanan desde la tarde antes, y para su custodia se quedan de vela toda la noche con luminarias y bailes, y después paseos por el lugar, de lo que quedan sumamente cansados, y lo menos malo que resulta es dormirse a vista los unos de los otros...”. El obispo de Córdoba, D. Martín de Barcia da la razón a su vicario y por decreto prohíbe que: 8

“…se vistan y adornen profanamente las Santas Cruces y mucho más el que las velen de noche, profanándolas con bayles y bullas...y que en las Letanías, quando se adornan debidamente se excusen las tales velas y bayles en los días que se celebran y la noche antecedente, omitiéndose las paradas que en ellas suelen hacerse y dirigiéndose a una de las iglesias...se celebre el Santo Sacrificio de la Misa...” (3 de mayo de 1764. Leg. 28. Despachos ordinarios. Archivo General del Obispado de Córdoba, citado por Moreno Valero, 1991) El cardenal Ilundáin, arzobispo de Sevilla, reconoce en 1926 que su “ruego apremiante”, para que las hermandades y cofradías de la ciudad no instalasen cruces de mayo y celebraran fiestas para recaudar fondos en torno a ellas, no había sido secundado, y por ello las prohíbe por decreto en los siguientes términos: “... reprobamos el abuso de colocar cruces, llamadas de Mayo, en lugares profanos, señaladamente en teatros, casinos, centros de recreo, cines y otros lugares, celebrándose fiestas licenciosas, o bailes escandalosos, y otros excesos que no son la verdadera tradición andaluza sino una profanación de la cruz y de la tradición andaluza de legítimo abolengo cristiano...”, y ello bajo pena de disolución de las citadas corporaciones. Rogaba, así mismo, a los cristianos a no concurrir a los citados lugares en donde se daban bailes “peligrosos o se concurre con trajes provocativos o atavíos libidinosos” (Ilundáin, 1926). Es conveniente destacar que no se mencionan en el decreto las cruces de mayo organizadas en casas particulares y patios de vecinos que solían tener un carácter más familiar, quizás porque el arzobispo no tenía jurisdicción sobre ellas, pero se deduce claramente la amplitud del mandato episcopal para los fieles cristianos. En nuestros días estamos siendo testigos de un renacer de estas fiestas organizadas por las hermandades con los mismos propósitos y fines que en otro tiempo: recaudar fondos. El jurado que otorgó los premios a las cruces de calles y plazas, patios, escaparates e infantiles de la ciudad de Granada expresó su decepción por la fiesta y declaró que: “el símbolo de la Cruz se esta convirtiendo en una excusa por la que se monta un fiesta pagana en la que el ambiente esta en torno a los chiringuitos” (Ideal, 3 mayo 1992). Las Cruces de mayo han tenido y tienen en muchos lugares un correlato en las fiestas infantiles. Se trata de un juego en el que los niños imitan a los mayores y de este modo se socializan en estos rituales. En Alosno, siete días antes de la cruz, los niños hacen las crucecillas que es un 9

remedo diminuto de ellas, “con cajitas y papeles de colores improvisan altarcillos, ante los que bailan niños y niñas de siete a trece años” (Caro Baroja, 1979:90); en Almonaster celebran el romerito infantil; en Sevilla los niños montan pasos sobre cajones o estructuras de madera, en los que la cruz con el sudario si bien es el centro de la procesión infantil, a veces es rodeada de otros elementos más propios de la Semana Santa, a la que sin duda imitan dada su cercanía en el ciclo festivo. También se celebran fiestas infantiles, que hallamos presenciado, en las poblaciones de Granada, Loja, Puente Genil, Ronda y Cádiz, en esta última el periódico local se expresaba en los siguientes términos, referidos a las cruces infantiles: “Las cruces de mayo crecen como los hongos por todos los rincones del casco antiguo en los últimos años” (Diario de Cádiz, 1 junio 2003). Actualmente las fiestas de la Cruz de Mayo están fuera del santoral y del calendario laboral. Sin celebraciones litúrgicas o con actos muy simples frente al elaborado ritual popular de algunos lugares, y sin la presencia de clérigos ni autoridades; a pesar de ello ha pervivido hasta nuestros días 8. Esta pertinacia de lo popular frente a lo oficial significa adaptación al poder y a la ley a partir de las propias características culturales y socioeconómicas de las comunidades: sistemas de propiedad, estatus, modos de vida, división sexual del trabajo, valores, reglas de cortesía, reafirmación de la identidad de grupos, segmentación a efectos ceremoniales, etc., lo que supone una reinterpretación de las normas desde estos supuestos. Con unos altos índices de participación y con una institucionalización relativamente baja. Esta fiesta de participación vecinal y de grupos primarios: familia, calles, patios y barrios es un claro ejemplo de la capacidad de persistencia de ciertos rituales. Por ello hemos de concluir que alguna función de importancia ha de cumplir para que justificar su persistencia en el tiempo. No debemos olvidar la importancia de la rivalidad ritual que lleva aparejada esta fiesta, que en todos los casos supone la existencia de más de dos cruces en cada comunidad, lo cual redunda en la superación de todas; así como el alto grado de activa participación de los vecinos9. Todos contribuyen con trabajo o dinero a los gastos, colocando el caldero o la bandeja ante la cruz para recoger donativos, o lanzarse a pedir a los viandantes10. Muchas de estas cruces no tienen una organización 8

Es preciso hacer notar como en las procesiones de Semana Santa, que constituyen sin duda la más amplia y generalizada manifestación festiva de Andalucía, hay también una escasa presencia de clérigos, cuyo sector más joven y concienciado en las décadas de los 60-80 del pasado siglo la ignoraba e incluso combatía. 9

Esta rivalidad habitualmente tiene unos límites, aunque en ocasiones se descontrola, como parece ser el caso actual de Berrocal. Así, para los años sesenta, en Almonaster, la rivalidad se neutralizaba evitando la discusión en ciertos lugares públicos: “Los habitantes de Almonaster están de acuerdo en que las conversaciones sobre las cruces no son propias de bares, ni de tiendas donde existe el mismo problema entre las mujeres” (Aguilera, 1995:83) 10

En Sevilla cuando se recibe una invitación para asistir a una cruz de mayo privada se sobreentiende que

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estable sino coyuntural con ocasión de la fiesta; otras, recientemente, se han organizado y tienen instalaciones permanentes, lo que les ha llevado a incorporarse a circuitos de visitas turísticas, como es el caso de las de Bonares, o se han constituido en hermandad que da soporte permanente a la cruz, como es el caso de las de Rociana del Condado. En síntesis, diremos que tras un largo proceso de sincretismo, el árbol de mayo ha sido sustituido por la cruz de mayo y que el lugar de la maya lo ha ocupado la Virgen María. La cruz se empleó para desterrar al árbol de mayo romano por los sacerdotes cristianos en su intento de sustituir los ritos precristianos en los que encontraron resistencia para abolir, quizás por estar vinculados fuertemente a la vida. La fiesta forma parte de un catolicismo popular que más tarde se ha secularizado y hasta politizado, así en el siglo XIX la cruz incorporó retratos de Espoz y Mina y El Empecinado, durante la transición hemos tenido ocasión de ver en el barrio de San Jerónimo de Sevilla una hoz y un martillo como únicos elementos que acompañaban a la cruz e, igualmente, en Añora se dedicaron algunas cruces al desaparecido y popular naturalista Feliz Rodríguez de la Fuente (Caro Baroja, 1979:94; El País, 28-4-85). La maya precristiana pasó a ser la maya cristiana que presidía las mesas petitorias de las fiestas de la Cruz de mayo11, el árbol se convirtió en la cruz, la Virgen protege a las doncellas y recibe flores y preside todo el mes: Mes de mayo o mes de María. Aunque más que asimilación se produjo un sincretismo que ya fue detectado por analistas y escritores desde Rodrigo Caro hasta Benito Más y Prat, pasando por el fino observador que fue José Blanco White, en cuyo tiempo , finales del XVIII, todavía existía la costumbre de elegir la maja o maya en diversos lugares de España. “...todavía tenemos restos del sagrado árbol de Mayo en las pequeñas cruces que los niños adornan con flores y oponen sobre unas mesas en las que arden velas compradas con los donativos recibidos de sus amistades” (Blanco White, 1972: 235, carta novena). La fiesta ha cumplido aparte de las funciones identitarias, de clase y vecindad, propias de otras celebraciones, la de facilitar el emparejamiento: recordemos las referencias al tálamo, a los mayos y mayas, y que en general las protagonistas de las fiestas de la cruz sean mujeres12. En el caso

hay aportar un plato de comida para compartir con todos. 11

Creo recordar que la cuestación de la Cruz Roja o fiesta de la banderita, también tenía lugar preferentemente en mayo. 12 En Rociana del Condado, la procesión de todas las cruces por las calles principales, es un verdadero lucimiento de las parejas de jóvenes y muy especialmente de las mujeres, que lucen vistosos y modernos trajes de faralaes.

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de las cruces de interior esta función era clara pues las mujeres todas permanecían en el espacio de la cruz y eran los hombres los que circulaban, naturalmente las jóvenes tenían un papel más activo que el de las mayores que fundamentalmente controlaban. El protagonismo de los jóvenes también corrobora esta hipótesis. Esta fiesta como otras ha buscado su espacio en los fines de semana por facilitar su celebración, ya que no esta incluida en el calendario festivo laboral; en ocasiones se amplían los días de la festividad para rentabilizar la inversión en dinero y dedicación y, en bastantes casos, se ha expandido por todo el mes de mayo. Solo los cambios socioeconómicos de la segunda mitad de nuestro siglo han arrinconado en muchos lugares esta fiesta, quedando en otros, por el contrario, como fiestas mayores o principales (Granada, Córdoba, Añora, Almonaster, Rociana o Bonares, entre otras); peor suerte han seguido las fiestas de la maya de la que prácticamente no tenemos noticias desde hace varias décadas. Pensamos que esta ha cambiado de fechas y de formato, pero que en última instancia sobrevive en las llamadas reinas y damas de las fiestas. En éstas se premia la belleza femenina de jóvenes solteras, y durante su efímero reinado son el centro de la fiesta, reciben el homenaje de la comunidad y de las autoridades expresado en los rituales de la coronación y en la presidencia de numerosos actos, apertura de bailes y entrega de cintas a los ganadores. Las fiestas de la cruz de mayo en Andalucía amparadas en el clima de libertades públicas, incentivadas por una mayor autonomía municipal y una mayor capacidad adquisitiva de amplias capas de la sociedad, han encontrado un nuevo clima que las hace renacer. Este renacimiento es la respuesta a algunas necesidades humanas o específicas de esta sociedad, aunque los científicos sociales, no siempre tengamos las razones que las expliquen. Bibliografía Afán de Ribera, A. J.: Fiestas populares de Granada. La Lealtad. Granada, 1885. Edición facsímil. Ediciones Albaida. Granda, 1987 Aguilera, F. E.: Santa Eulalia´s people. Ritual structure an process in an Andalucian multicommunity. West Publishing Co. St. Paul, 1978 (Trad. española editada por la Diputación de Huelva, 1996) Blanco White, J.: Cartas de España. Alianza editorial. Madrid, 1972 (1806) Brisset Martín, D.E.: Hacia un análisis de las fiestas de Granada (1) Gazeta de Antropología, núm. 1. Granada, Caro, R.: Días geniales o lúdricos. Madrid, 1884 Caro Baroja, J.: La estación de amor. Fiestas populares de mayo a San Juan. Taurus. Madrid, 1979 Carrasco Terriza, M. J.: La escultura del crucificado en la Tierra llana de 12

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Observaciones: Maquetar en paralelo ambas diapositivas. En el escaneado de la foto de la calle Sevilla, sería conveniente acercarla para ver mejor el simpecado. Ojo a no confundirlas: izquierda y derecha. 4. Las cruces de mayo se “vestían” o montaban tiempo atrás en salas y zaguanes de casas privadas; ahora en algunos lugares cada cruz tiene su propia capilla. Cruz de la calle Fuentes (4ª) y capilla de la Cruz de la calle Higuera (4b). Bonares (Huelva). 1983 Observaciones: Montar en paralelo ambas fotos

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