Las contradicciones del campo en México. El modelo exportador a debate

July 6, 2017 | Autor: Seyka Sandoval | Categoría: Development Studies, Mexico, Agroindustrial development, Agroindustry
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Descripción

Las contradicciones del campo en México. El modelo exportador a debate[1]

Seyka Sandoval, UNAM, Posgrado de Economía

Laura Flores, UNAM, Posgrado de Economía



Resumen

El patrón de especialización agrícola en México se basa en los cultivos de
exportación, tales como: frutas, hortalizas y cultivos orgánicos. La
orientación del campo hacia el mercado externo configura un paradigma de
desarrollo dictado por los requerimientos de las cadenas globales dirigidas
por el consumidor. Las condiciones de inserción a este paradigma de
crecimiento ha obligado a los productores a asumir patrones tecnológicos,
organizacionales y ambientales específicos que conjugan elementos de
adopción de tecnología de punta, responsabilidad social y sustentabilidad.
Estos elementos han transformado sistemáticamente el proceso productivo y
la relación capital-trabajo generando, por un lado, grupos de productores
empresarios y organizaciones campesinas dedicados a la exportación de
productos no tradicionales, subordinados a las transacciones de
intermediarios, y por otro, productores no integrados al modelo que se
ciernen a la producción de cultivos básicos, satisfaciendo demandas
internas residuales que no genera un ingreso suficiente para su
reproducción.

¿El modelo funciona? No. El actual paradigma de desarrollo concentra, en
primera instancia, las rentas de exportación en un número reducido de
grandes productores y organizaciones campesinas, por otro lado, margina al
resto de los productores nacionales. Dicha exclusión se da principalmente a
través de las políticas de crédito y de tecnología, tanto internas como
externas.

En el presente trabajo se demostrará lo anteriormente mencionado a partir
de la política agrícola de financiamiento y acceso tecnológico en los
últimos veinte años. La investigación es complementada con estudio de casos
realizado en el estado de Oaxaca –para la producción de productos orgánicos
y servicios ambientales- y en el estado de Sinaloa para la producción de
hortalizas de invernadero.





1. El origen del modelo exportador

El nacimiento del modelo exportador agrícola en México, es el resultado de
la interacción de los flujos externos de capital, los empresarios y el
desarrollo tecnológico, cuyos intereses son integrados por el Estado a
través de las políticas públicas en el marco de la construcción del
capitalismo nacional; asimismo, se entiende el origen del modelo exportador
en México, por la división internacional del trabajo originada por el
proceso de industrialización en los Estados Unidos, lo cual provoca la
expansión de capitales agrícolas hacía países donde la revalorización de
los mismos se facilita a través de las ventajas en costos.

Desde su origen, los productos hortícolas han liderado el modelo de
especialización, mismos que explican el desarrollo del sector en los
estados del noreste del país (Sonora, Baja California, y principalmente
Sinaloa), así, el análisis histórico de la importancia de estos cultivos se
concentra en el carácter de los choques exógenos y las vías de asimilación
de los mismos. Bajo esta perspectiva cabe preguntarse ¿en qué medida el
proceso de destrucción creativa -el cual plantea el desplazamiento de las
áreas no centrales de las economías líderes hacia países agrícolas en
desarrollo- logró delinear los patrones de especialización y la influencia
de éstos en la senda de crecimiento y desarrollo interno del sector
agrícola?

1.1 Determinación exógena del modelo de especialización

Uno de los componentes centrales del motor exógeno, fue, y sigue siendo, el
financiamiento otorgado a los horticultores por parte de las compañías
comercializadoras extranjeras, estableciendo así, lo que se define como una
relación subordinada o cautiva[2], en la que el prestamista no sólo otorga
una cantidad de recursos, sino además adquiere un rol tutorial a lo largo
de todo el proceso productivo[3]. (Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005/b) El
crédito otorgado se destinó, además de la compra de insumos, a la
construcción de infraestructura de riego, construcción de canales y
sistemas de bombeo. Se trató básicamente de una agricultura de contrato,
entre el productor y la compañía comercializadora, o en su caso con el
broker.

Esta relación cautiva se definió a partir de la dependencia que tenía el
agricultor con el gran comprador extranjero para ser financiado y/o
distribuir sus productos en el mercado externo. En este caso la ausencia de
motores endógenos, como el crédito interno, delinearon el nivel de impacto
de las fuerzas externas. La dificultad de acceder a fuentes alterna de
financiamiento -así como la comercialización- se complicaba a los
productores por el hecho de encontrarse al inicio de la curva de
aprendizaje, por tanto, su nivel de acumulación de capital y conocimiento
limitaba su independencia; así, se le consideró cautivo porque estaba
sometido a un estricto control por parte de la misma firma comercial que lo
financiaba.

Dada esta condición, las redes comerciales formadas -a partir de relaciones
cautivas- implicaron que las rentas extraordinarias fueran monopolizadas,
-coordinación alta o vertical- por un grupo reducido de empresas
comercializadoras provenientes de Estados Unidos, las cuales se centraron
en la explotación de aquellas actividades que se volvieron menos rentables
en su país de origen, por tanto, el control sobre las ventajas comparativas
en el exterior fueron condición necesaria para controlar el origen de la
renta extraordinaria, que posteriormente se desplazaron hacia las etapas de
comercialización y venta.

Para los años veinte se tiene un auge en la exportación de hortalizas,
resultado de un posicionamiento de productores de élite que relevó en su
liderazgo a las compañías comercializadoras. El posicionamiento de
productores fue posible gracias a que las comercializadoras, bajo el
aprovisionamiento de nuevas materias primas, llevó a cabo una nueva
combinación de factores de manera exitosa, misma que se refleja en la
magnitud del excedente generado, mismo que permitió, a partir de la
producción y exportación de hortalizas no sólo restaurar la inflación de
crédito inicial para financiar la nueva combinación, sino además, crear
nuevos negocios –banca local y regional- y reorganizar la actividad
económica, en la que e horticultor adquirió un nuevo papel en la cadena de
valor. Aunque de acuerdo a Frías (2007) la autonomía financiera obtenida
frente a las comercializadoras fue relativa, el grupo de productores
independizados transforman un vínculo cautivo entre productor y
comercializador a otro que podrá definirse como relacional[4].

Los excedentes y el conocimiento acumulado permitieron a un grupo de
productores avanzar en la cadena de valor, hacia atrás -financiamiento- y
hacia adelante -comercialización. Las practicas introducidas por las
comercializadoras norteamericanas fueron utilizadas por los horticultores
locales que a su vez financiaron a pequeños productores y ejidatarios
(Frías, 2007). Este nuevo grupo empresarial empezó a definir la
personalidad del horticultor más allá de las características del agricultor
tradicional ligado a la tierra, éste se convierte en coordinador del total
del ciclo del producto, más allá del proceso productivo primario, con lo
cual garantizó la maximización de la rentabilidad de cada una de las fases
de producción.

Las inversiones en la agricultura de exportación sinaloense –zona líder del
modelo exportador- experimentaron un auge notable en la década de los
veinte y hasta principios de los años treinta. Se documentan porcentajes de
utilidades superiores al 1000% sobre la inversión en periodos de seis meses
(Carton de Grammont, 1990:76), así como un gran dinamismo de las
exportaciones, expansión de la superficie sembrada y crecimiento del
volumen y valor de la producción: "la producción [de tomate rojo] creció
hasta alcanzar a mediados de los veinte 24,285 tns (sic) con un valor de
6,632, 225 pesos, en 1926 se produjeron 34,269 tns (sic) con un valor de
11,228,229 pesos…En 1927 el tomate se cultivaba en una superficie de 17,800
hectáreas, con una producción total de 34,176 tns (sic)" (Carrillo, 2007:
25) "El valor de las exportaciones hacia los Estados Unidos creció de 1924
a 1925 en un 52.9% y de 1925 a 1926 en un 29.12%" (Carton de Grammont,
1990: 76) Para 1929, los niveles de producción se elevaron a 60,810 ton de
las cuales se exportaron a Estados Unidos 37,031 ton. (Ibarra, 1993)

2. El modelo de especialización en el proceso de industrialización

A la luz del escenario que muestra la economía mundial –final de un periodo
bélico, donde las potencias mundiales se encuentran devastadas y en proceso
de reconstrucción- la economía mexicana configura un modelo de crecimiento
orientado al mercado interno, a través de un proceso de industrialización
provisto por el desarrollo agrícola alterno, que le permitió financiar el
aparato productivo industrial ¿Cuál fue la funcionalidad de la agricultura
durante este proceso y que influencia tuvo en la consolidación del patrón
de especialización/exportación?

La agricultura como motor de crecimiento en las etapas tempranas del
proceso de desarrollo es determinante, ello significa que el crecimiento
agrícola figura como el precursor de la aceleración del crecimiento
industrial, al tiempo que se configuran oportunidades de negocio
aprovechables para ciertos productos vinculados al sector externo (Timmer,
2008; Banco Mundial, 2008)

La estructura agraria, originada de la Reforma Agraria cardenista, puso de
manifiesto los sectores sociales y económicos que servirían al desarrollo
de la economía según sus condiciones, es decir, la estructura trimodal
generada dejo en manos de las grandes propiedades la producción de
productos exportables; por su parte, los productores medios (terratenientes
que vieron reducida la extensión de su tierra) fueron promovidos para la
producción de bienes-salario (granos básicos); en tanto, que los
productores minifundistas (ejidatarios en su mayoría) aportaron fuerza de
trabajo[5]. (Rello, 2007)

La transferencia del excedente agrícola al sector industrial se explica por
el proceso de especialización implantado dentro del primero[6]. La
transferencia de tecnología que el Estado impulsó –la llamada Revolución
Verde liderada por la utilización de semilla mejorada, agroquímicos,
mecanización y de energéticos no renovables- indujo la concentración
tecnológica dentro de los primeros estratos, al tiempo que intensificó los
procesos de producción en mano de obra, lo que permitió el desplazamiento
de ésta al sector industrial.

Las dos funciones relevantes que la agricultura jugó fueron producto de la
especialización que el sector vivió: el abasto de alimentos y materias
primas, así como la provisión de divisas. Ambas tuvieron como telón de
fondo el impulso a través de toda una red institucional oficial, a saber:
institutos de investigación (cimmyt); sistemas de financiamiento (Fundación
Rockefeller y Banco de Crédito Agrícola); instituciones de apoyo a la
comercialización (conasupo); construcción de infraestructura (sarh);
empresas proveedoras de insumos agrícolas (fertimex), entre otros.

Los polos dinámicos cumplieron su función en tanto la industria siguió
creciendo, sin embargo, el aumento de la productividad no pudo mantenerse
durante el periodo, al tiempo que en el entorno internacional el mercado de
productos agrícolas mostraba un aumento en la oferta de alimentos lo que
impactó en la baja de los precios de los productos. Aunado a lo anterior,
el patrón de consumo urbano viraba hacia productos no tradicionales, tales
como lácteos y productos cárnicos, desplazando la producción de granos
básicos por cultivos forrajeros. Así, sufren los productores medios una
crisis, que sumada a los condiciones de retraso que viven los productores
minifundistas, provocan la caída del "milagro agrícola".

Por su parte, el polo exportador, si bien se ve afectado por la producción
de fibras sintéticas que desplazaron al henequén y algodón, principalmente,
la parte de hortalizas se fortaleció. Este subsector fue el principal
beneficiario de las redes hidráulicas construidas en el país; además de
contar con un conjunto de factores al interior de la cadena que permitieron
mantener su acumulación de capital, y reforzar las barreras a la entrada.

Como resultado del auge tomatero de los años veinte, se logra una
acumulación de capital y un salto en el proceso de aprendizaje que impacta
la dinámica de los cultivos de exportación, creando instituciones
directamente relacionadas con el desarrollo hortícola, tales como; la
organización gremial y el sistema financiero local, mismas que son
afectadas por diversos proyectos de infraestructura, definidos como motores
endógenos, dando como resultado una segunda etapa de auge hortícola que
comienza a extenderse a diferentes zonas del país.

Si bien, la agricultura de exportación se impulsa con la puesta en marcha
de políticas públicas destinadas a su fomento, ésta muestra un mayor
dinamismo en el periodo entre las etapas de auge, al lograr una
organización gremial de pequeños propietarios y el desarrollo de la banca
privada, de esta manera se delineo, en primera instancia, las barreras a la
entrada de la agricultura de exportación: pertenencia/exclusión a las
asociaciones de agricultores y acceso al crédito interno, mismas que se
agudizaron dentro del periodo estabilizador.

Como ejemplo de lo anterior, se puede mencionar la creación en 1932 de la
Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa, hasta ahora
considerada la más importante del país; que entre sus objetivos estuvo:
fortalecer una posición de grupo frente al reparto agrario (García, 2005:
434); efectuar actividades de financiamiento (Frías, 2007) y gestión en la
adquisición de insumos y maquinaria; así como realizar funciones de
comercialización (Aguilar, 2004: 17). La fuerza organizacional emergente
evolucionó con el apoyo perenne de las autoridades estatales (AGHES, 2010)
bajo el argumento de los ingresos por exportación y el dinamismo del las
hortalizas mexicanas en el mercado de los Estados Unidos.

2.1 El factor crediticio y tecnológico en el sector exportador

La agricultura de exportación fortalecida por la concentración del crédito,
se consolidó en su carácter de enclave al seguir trayectorias divergentes a
la observada en el resto del sector agrícola. (Aguilar, 2004). Hacia el
periodo estabilizador, la articulación entre la clase bancaria y hortícola
logró alcanzar la independencia financiera de los productores, trastocando
la organización y el flujo de valor de la cadena global. No obstante, la
concentración del crédito limitó la extensión de las oportunidades al resto
del sector agrícola, el upgrading alcanzado siguió afectando a un pequeño
grupo descendiente de las familias beneficiadas por el primer auge
tomatero. Un gran número de productores continuaron dependiendo de los
canales informales de crédito, las comercializadoras y la banca de
desarrollo, lo cual implicaba, en el primer caso, un alto costo en el
acceso al financiamiento; y en el segundo, una fuerte coordinación del
proceso de producción por parte del mayorista como parte de una relación
cautiva[7]. (Frías, 2007: 142-143)

Por su parte, en el aspecto tecnológico, la revolución verde y la
construcción de presas incrementaron extensiva, e intensivamente, la
frontera agrícola. ¿Cuáles fueron los resultados del nuevo flujo de
transferencia tecnológica? El incremento en la productividad y la
eliminación de las barreras naturales, que dieron origen a la producción
comercial de hortalizas en diversos estados de la republica, reconfigurando
los equilibrios internos de poder y las barreras a la entrada.

Cuando la base tecnológica es modificada, el proceso productivo se
revoluciona, la demanda de maquinara e insumos cambia, así como las
cualidades buscadas en la mano de obra; todo ello transforma la dinámica de
competencia, organización y el proceso de aprendizaje. La revolución verde
se introdujo a manera de paquete tecnológico: la semilla utilizada requería
para su eficiente funcionamiento un tipo especifico de insumos y maquinaria
(Pichardo, 2006) que debían ser provista desde el mercado externo,
particularmente de Estados Unidos. En este punto es importante destacar
cómo el choque exógeno define cambios radicales en la configuración de las
zonas productoras. En la etapa de origen del patrón de especialización, el
capital, el agente económico y la tecnológica se hicieron presentes desde
el mercado exterior al interior para producir hortalizas que atendieran los
requerimientos de dicho mercado aprovechando ventajas de costos. Una vez
que el capital y el agente económico transitaron su identidad de extranjera
a nacional, el choque tecnológico externo vuelve a reconfigurar la dinámica
interna en función de los requerimientos del mercado norteamericano. Lo
anterior nos permite observar la vulnerabilidad y subordinación del patrón
de especialización al choque exógeno ante la falta de estímulos internos.

La evolución de las tecnologías y su impacto en el crecimiento se mide
cuantitativamente en el incremento de la productividad y los beneficios
empresariales, y cualitativamente en los cambios institucionales,
organizacionales, económicos y sociales que ocasiona. No obstante, el éxito
cuantitativo provocado por el mejoramiento tecnológico, no implica una
evolución en términos cualitativos, tal como se observa en los dos procesos
de transferencia tecnológica que explican el auge del sector en los
distintos periodos, ya que éstos muestran trayectorias de dependencia que
anclan al subsector hortícola a un comportamiento subordinado y no
innovador al interior de la cadena, en la medida en que la asimilación de
nuevas tecnologías no detona procesos endógenos, afectando con ello las
potencialidades de revalorización de dicho subsector, incrementando las
barreras a la entrada y la concentración de los productores.

¿Cómo se explica la reconfiguración del patrón de especialización en la
relación entre los impulsos externos e internos de crecimiento? En primer
lugar se considera a la revolución verde, el incremento de la demanda
norteamericana derivado del auge de posguerra, y el bloqueo a las
exportaciones de hortalizas cubanas como choques exógenos que fortalecen el
posicionamiento de las hortalizas mexicanas en el mercado norteamericano.
En este orden, los impulsos internos de mayor importancia serían la reforma
agraria, el incremento de la frontera agrícola vía construcción de presas,
la organización gremial de los pequeños productores y el desarrollo del
sistema financiero local alimentado por los excedentes agrícolas.

3. El cambio de modelo económico

Hacia el inicio de los ochenta se ve ya un deterioro de la agricultura
donde la funcionalidad de la misma se pone a debate, en el sentido de no
satisfacer la demanda alimentaría –con niveles de importación importantes
de granos básicos-, ve reducida su participación en el mercado mundial, así
como un deterioro en las condiciones de vida de la población rural. Es
entonces, que la política económica aplica cambios de corte estructural
dentro de la economía del país –producto de la crisis de deuda en que se
vio inmerso México- provocando, aún más el deterioro de las condiciones
productivas del campo.

La reducción de la participación estatal en la regulación del mercado
agrícola, la adhesión al gatt, así como la posterior apertura comercial y
firma de tratados comerciales, dejaron ver las adversidades estructurales
en las que se fue desenvolviendo la agricultura en México, mismas que
explican la poca productividad del sector, así como la incompetencia en los
mercados interno y externo.

La exposición hacia la competencia internacional, dejo de lado el fomento
de los productos tradicionales, esperando que el polo exportador hortícola
respondiera favorablemente en el mercado estadounidense. Sin embargo, como
se verá mas adelante, la situación fue muy diferente dejando a varios
productores hortícolas en el camino. Si bien la competencia que se vivió al
inicio de la apertura comercial se basó en las ventajas comparativas vía
costos, en la siguiente década se explicita un nuevo paradigma de
desarrollo, basado en la conservación de los recursos naturales. Ello ha
implicado dentro del comercio mundial la creación de nichos de mercado para
productos diferenciados, mismos que se desarrollan en los países
desarrollados.

México, ante esta perspectiva se ha convertido en uno de los principales
exportadores de productos orgánicos, cuya producción se realiza en zonas de
población indígena y/ campesina. Sin embargo, ¿realmente este tipo de
producción representa una alternativa de desarrollo de la agricultura? ¿Qué
beneficios otorga este tipo de producción para las propias comunidades que
la desarrollan? ¿Cómo se podría analizar la exportación de orgánicos a la
luz de la experiencia de los productores hortícolas?

Asimismo, cabe cuestionar qué implicaciones tuvo el nuevo modelo de
crecimiento dentro de las exportaciones hortícolas, incluyendo el nuevo
paradigma de desarrollo sustentable.

3.1 Reconfiguración de la cadena global de hortalizas

La nacionalización de la banca ocurrida en los ochenta, significó una
reconfiguración del papel de los productores de hortalizas mexicanos en la
cadena global de valor. La independencia financiera de los productores
sinaloenses fue eliminada. Ante ello, las zonas productoras refuerzan su
carácter trabajo-intensivo volviendo a una relación financiera cautiva
operada desde el exterior, ello significó que los mayoristas que
concentraban gran parte del valor de la cadena, obtuvieron un diferencial
aún mayor respecto al precio del productor, gracias al costo por
financiamiento; además, devuelve al que financia –compañías
comercializadores y brokers- un control relativamente total sobre lo qué se
produce, además del cómo y quién los produce.

El eslabonamiento hacia atrás operado dentro de la cadena se desvincula, la
nueva dependencia financiera, profundiza la subordinación tecnológica, lo
cual revalora negativamente al nodo, afectando seriamente el margen de
rentabilidad y la revalorización del subsector. Un subsector del que, por
cierto, se esperaba actuara como motor del crecimiento agrícola en el marco
del proceso de liberalización comercial. ¿Es eso posible en la medida en
que sistemáticamente se fortaleció el esquema de enclave, la concentración
del crédito y las rentas por exportación, así como los mecanismos de
exclusión al resto de los productores no hortícolas?

Aun y cuando la banca fue privatizada en los noventas, eso no significó un
aumento sustancial al financiamiento de las actividades agrícolas de
exportación, en primera instancia por ser consideradas, como todo el sector
agrícola, actividades de alto riesgo (Sandoval, 2007, 2009). La ausencia de
regulaciones y la extranjerización de los bancos, que se concentran en
estimular el crédito al consumo, no hace más que reforzar la dependencia
financiera de los horticultores mexicanos.

Con las características que obedecen a un enclave, el dowgrading de los
horticultores pasa un tanto desapercibido frente a la crisis de deuda y el
advenimiento del modelo neoliberal. En este contexto y frente a un crisis
estructural del subsector hortícola –misma que podría definirse como daño
colateral al cumplimiento de objetivos de orden macroeconómico,
paradójicamente- los cultivos de alto valor se priorizan en la política
agrícola en el marco del nuevo orden alimentario mundial[8] (Rubio, 1994),
que enfatiza como estrategia de crecimiento –con base en ventajas de costos-
las exportaciones de bienes como frutas, hortalizas, verduras y plantas de
ornato.

Los objetivos de crecimiento que persiguen las acciones anteriores de
política se basan en la creencia de que la liberalización comercial
permitiría una movilidad más eficiente de los factores de producción. No
obstante, los resultados siguen siendo discutibles: en lo general, el
sector agrícola como tal ha sido uno de los grandes perdedores del modelo
neoliberal mexicano, ante el crecimiento de la pobreza rural y los flujos
migratorios (sin contar la baja productividad y rentabilidad de los
cultivos básicos con respecto a nuestros socios comerciales) (Calva, 2007);
en lo particular, el gobierno argumenta un mayor posicionamiento de los
cultivos de exportación en el mercado exterior.; sin embargo, lo anterior
también es discutible, dado que en 1980, México representó el 99.65% de las
importaciones de tomate en Estados Unidos, en 2002 ese porcentaje se redujo
a 84.12% y en 2007 la caída llego a 78.6%. (USDA, 2006; USDA, 2008). Las
razones de tales disminuciones son: la efectividad de las regulaciones
fitosanitarias que el gobierno norteamericano lleva a cabo con el fin de
proteger a sus horticultores locales y al mismo tiempo diversificar sus
fuentes de oferta. (Cook, 1997, 2001; Avendaño, 2006; Trápaga y Rello,
2001). Los productores que se mantienen competitivos son aquellos capaces
de responder con rapidez a las constantes demandas que los mayoristas
exigen en materia de productos, procesos y términos de intercambio.

3.2 El modelo exportador ante un nuevo paradigma

En la última década, a la agricultura se le ha atribuido otra función,
además de la ya mencionada, esta trata sobre la conservación del medio
ambiente, además de preservar la salud de los consumidores (inocuidad
alimentaria) y crear procesos que revaloricen las condiciones de trabajo,
así como la dignificación de las comunidades campesinas e indígenas.

Así, al inicio de un nuevo siglo, las tendencias a lo medioambiental,
responsabilidad social, han sido un plus a los procesos de producción que
marcan la pauta para la concentración de los recursos. Estos aspectos han
influenciado y determinado la permanencia de muchos de los productores que
integran la base productiva de los productos exportables.

3.2.1 Las exportaciones hortícolas

Desde los años noventas a la actualidad el proceso de producción de
hortalizas ha sufrido cambios considerables, que han incrementado la
concentración de los productores, entre los más importantes se encuentran
las tendencias de: inocuidad alimentaria, responsabilidad social y
desarrollo sustentable.

Las regulaciones de índole fitosanitaria se constituyen como barreras no
arancelarias de protección del mercado interno, que se legitiman en la
búsqueda por garantizar la salud de los consumidores[9]. Al entrar el vigor
el tratado comercial con Norteamérica, las hortalizas quedaron libres de
gravámenes y empezaron a estar sujetas a diversos controles fitosanitarios
en la frontera, así como envueltas en controversias de dumping. (Avendaño,
2004; Habermann, 2005)

A partir de la iniciativa de Ley Food Safety por parte del gobierno de
Clinton en 1997, que plasmó la Food and Drug Administration (FDA) en 1999
en la "Guía para reducir al mínimo el riesgo microbiano en los alimentos en
el caso de frutas y hortalizas frescas[10]", los productores de hortalizas
mexicanos fueron presionados sistemáticamente para adoptar nuevas prácticas
y técnicas agrícolas que garantizaran la calidad y seguridad de los
productos de exportación. (Elizalde, 2010; Avendaño, 2006). La
transformación del proceso productivo fue radical, se modificó la demanda
de insumos, maquinaria, equipamiento de empaques, material de
procesamiento, procesos de empaque, etiquetado, almacenaje, distribución y
controles de calidad, al mismo tiempo que la certificación se hacía
técnicamente obligatoria, ocasionando un incremento en los costos
recurrentes y no recurrentes (Avendaño, 2004)

La inocuidad alimentaria es una herramienta que eleva las barreras a la
entrada en la etapa de producción de la cadena, al mismo tiempo que crea
mercados y revalora a los nodos productores de tecnología por medio del
establecimiento de nuevos criterios de competitividad, validados por los
cambios en la demanda del consumidor. Paradójicamente, la seguridad del
consumidor se ha puesto en riesgo por los insumos utilizados en la
producción agrícola que anteriormente fueron introducidos y exigidos por el
mercado exterior a través de las mismas corporaciones que hoy venden los
paquetes tecnológicos de inocuidad. El conglomerado proveedor de tecnología
se integra a la cadena por medio de los mayoristas, éstos son los
portavoces de los nuevos requerimientos y la bisagra entre productores y
empresas proveedoras de maquinaria e insumos agrícolas.

Las presiones sobre inocuidad se agudizan con la puesta en marcha de la Ley
de Bio-terrorismo, la cual permite que las regulaciones de mercado, vía
barreras no arancelarias, sean arbitrarias, es decir, alienta al cierre de
las fronteras ante cualquier sospecha de atentado, incrementando, así, la
vulnerabilidad de los horticultores, sometiendo al producto a diversas
verificaciones que rompen la cadena fría, y que en determinados casos
pueden dañar la producción. Por lo tanto, al incrementarse las exigencias
externas, también lo hacen los costos y la concentración del nodo, de esta
manera se traslada el costo del control de mercado y la seguridad nacional
a las zonas productoras.

Por otra parte, la responsabilidad social es una tendencia de mercado a la
que recientemente las empresas exportadoras de hortalizas se han integrado
con el objetivo de lograr una mayor aceptación de sus productos en el
mercado exterior, aunque ello no signifique un incremento en el precio al
productor. Ser una Empresa Socialmente Responsable (ESR) se asocia a
valores éticos, compromisos con la comunidad y el medio ambiente, sin
obviar la necesidad que tienen las empresas de maximizar sus niveles de
rentabilidad.

En el caso de los productores de hortalizas, la Responsabilidad Social (RS)
se ligó directamente a la problemática del trabajo infantil, al incremento
en la calidad de vida y el mejoramiento de las condiciones de trabajo de
los jornaleros agrícolas.

Las empresas que asumen la responsabilidad social como política, introducen
cambios organizacionales que afectan la relación capital-trabajo, empresa-
gobierno y empresa-comunidad. En el primer caso, se elevan las condiciones
de infraestructura en las que el trabajador vive, en el segundo se
establecen lazos de cooperación con el gobierno para impulsar programas de
ayuda, y en el último, las empresas financian diversos proyectos que
satisfacen necesidades de la comunidad que son deducidos de los impuestos
trasladando así responsabilidades del Estado a la empresas en el ejercicio
de los recursos públicos.

Lo anterior comprueba que en gran medida los requerimientos impuestos desde
afuera sobre la base de intereses privados, no tiene un impacto positivo en
las trayectorias de desarrollo al interior del sector agrícola en general.
Ya sean imposiciones de carácter técnico o social, el efecto de su adopción
fortalece el esquema de enclave a través de la diferenciación y exclusión
por medio de nuevas barreras a la entrada. Aspectos tecnológicos y
organizaciones fortalecen la estratificación de los productores del campo y
limitan la posibilidad de integración al mercado mundial. Suponiendo, de
acuerdo a Gereffi (2001/b), que eso sea condición necesaria para detonar
trayectorias de crecimiento, las posibilidades son reducidas y diseminadas
a todo el sector agrícola por medio de los requerimientos externos. Más
aún, tales requerimientos exigen presionar las ventajas comparativas de
costo en pro de la competitividad, comprometiendo la seguridad social del
trabajador del campo en un marco de mercado global que prioriza y paga el
discurso de la responsabilidad social, identificada con los valores éticos
y el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores y las
comunidades.

Por último, el discurso medioambiental por parte de los gobiernos y las
empresas es político, sin que ello quiera decir que no experimentamos un
deterioro de las condiciones de vida en todo el globo. El Desarrollo
Sustentable, al igual que la responsabilidad social es una tendencia
incorporada por medio de los requerimientos del mercado, a causa de las
presiones sociales expresas en las preferencias del consumidor. Los
esfuerzos encaminados a lograr distinciones empresariales asociadas al
medio ambiente, carecen de un impacto interno positivo, en la medida en que
no obedecen a la consecución de soluciones de problemáticas internas, sino
a la conquista de nichos, y tienen el mismo efecto que los requerimientos
técnicos y organizacionales antes discutidos.

Las corporaciones proveedoras de tecnología introducen insumos y maquinaria
que estimulan las producciones "limpias o verdes", la cuestión es que
dichas tecnologías carecen de neutralidad e implican un cierto monto de
inversión que convierte a las tecnologías que salvan el planeta, en una
diferenciación y barrera a la entrada. Al continuar vigentes las presiones
sociales y los cambios en la demanda del consumidor, las nuevas tecnologías
emergen en mercados con gran potencial de crecimiento. Entonces volvemos al
punto antes discutido, las exigencias relativas al cuidado del medio
ambiente recorren toda la cadena desarrollando nuevos mercados en la
aplicación de las nuevas tecnologías, y dependiendo de la verticalidad de
la red, dichos mercados son inicialmente cautivos. El cambio en los
procesos que la aplicación de las innovaciones conlleva, reformula los
criterios de competitividad y crea nuevas fuentes de rentas
extraordinarias, al final de la cadena el producto final ofertado por los
grandes mayoristas extrae los beneficios de las zonas productoras de ser
inocuo, socialmente responsable, y ahora verde.

3.2.2 Las exportaciones de productos orgánicos

El comercio de productos orgánicos[11] ha significados nichos de mercado
para un número reducido de productores, al tiempo que ha significado una
estrategia de colocación de excedentes para los países exportadores; además
de estrategias de manejo alternativo de los territorios rurales (Trápaga,
2001). A nivel internacional se han reconocido cuatro principios que
fundamentan dicha producción, a saber: salud, ecología, equidad y
precaución (ifoam, 2006). A pesar de que la producción orgánica, de forma
expresa, atiende fines medioambientales y sociales, se otorga
preponderancia al logro de los fines económicos, tal como se ha visto en la
conformación de las cadenas de valor de productos orgánicos en todo el
mundo.

Se trata de una producción con características establecidas ex profeso, las
cuales requieren ser certificadas, para lograr el sobreprecio que la
certificación les permite. La validación como producto verde, representa
para el caso una barrera a la entrada, pues los requerimientos son tales
que no cualquier productor puede cultivar orgánicos, aún teniendo la tierra
libre de contaminantes, y un sistema de producción ajeno a la utilización
de agroquímicos.

En México, la agricultura orgánica fue impulsada en la década de los
noventa por entidades internacionales, principalmente por Organismos no
Gubernamentales (ong's), comercializadoras internacionales (europeas y
estadounidenses), así como por organizaciones sociales (eclesiásticas y
civiles) vinculadas a las comunidades indígenas y/o campesinas del suroeste
del país[12]. La producción de orgánicos internamente resultó de interés
para las organizaciones indígenas y campesinas por las características
intrínsecas de las unidades de producción. Así, el aumento de la producción
atrajo a diversos actores a escena, tales como: entidades
comercializadoras, certificadoras, abastecedores de insumos, y al propio
Estado[13].

Las certificadoras han jugado un papel primordial dentro de la cadena
productiva, éstas fueron estableciéndose en el país a medida que se
incrementaba la producción y las exportaciones de la misma, al tiempo que
los consumidores comenzaban a establecer condiciones para la importación de
estos productos. Asimismo, hacia finales de los noventa los procesadores y
fabricantes de insumos especializados en este tipo de producción
(abastecedores de biofertilizantes) comenzaron a delinearse como actores
importantes. Por su parte, el Estado ha fungido como agente de
financiamiento, ya sea colocando fondos de las instancias internacionales
(Banco Mundial, fao, pnud, etc.), o bajo la puesta en marcha de programas
destinados al apoyo de las comunidades productoras (Gómez, M. et al, 2006)

La articulación de los productores hacia los mercados externos ha estado
sujeta a las condiciones productivas de éstos, principalmente en cuanto a
los volúmenes de producción logrados, ello ha implicado que se amplíe la
superficie, o que se cree un proceso de monocultivo, el cual resultada
paradójico, dado el carácter holístico de la producción. En tanto, y a
razón de las expectativas económicas la producción orgánica -al igual que
la producción hortícola-, se crea un patrón de especialización dentro de
las zonas de producción. Como ejemplo se tiene la producción de café,
producto que por sí sólo necesita cosecharse en conjunto con otros cultivos
que le permitan la sombra necesaria, pero que ha sido el único posible de
aumentar y mantener las exportaciones gracias a la especialización en que
han caído sus productores.

Este proceso, como se señaló anteriormente, viene dictado por las
necesidades de los mercados, mismas que son trasladadas a través de la
certificación obligatoria para el etiquetado de producto orgánico. Ante tal
situación, ¿qué ha significado para los productores la interacción e
integración a este sistema producto?

La respuesta está función de las actuaciones de cada uno en el sistema, por
un lado, existen los llamados casos de éxito, donde se ha llegado a un
nivel de organización producto de las necesidades de división del trabajo
dentro de las mismas comunidades, ello ha implicado un acercamiento a
saberes con los que no se contaban, por sí mismo, ello representa una
aspecto positivo. Asimismo, a lo largo del tiempo en que se ha instaurado
este tipo de producción, se destaca la organización que han logrado
diversas fuerzas campesinas e indígenas, principalmente para la creación de
entidades supervisoras nacionales, con las cuales se redujo el costo de
inspección de los procesos de producción y transformación orgánicos[14].

Sin embargo, muchos de los productores que han incursionado dentro de la
producción de orgánicos no han tenido experiencias exitosas, ello, en
principio por la falta de organización y de conocimiento sobre los
procesos; además, por la falta de financiamiento. Al respecto, experiencias
suscitadas dentro de la zona de la Chinantla, en Oaxaca, revela lo
anterior.

Dentro de la zona serrana existen grupos de productores que han podido
obtener el sello de orgánico, mismo que les ha permitido incursionar en los
mercados internacionales, esta incursión, le ha implicado una mayor
producción para abastecer la demanda en el mercado europeo, por tanto han
tenido que ampliar la superficie cosechada, a través de la incorporación de
tierra de los pueblos vecinos. Ello en principio genera beneficios para la
población, sin embargo, la certificación que logran las nueva tierras son a
nombre de las comunidades que la obtuvieron en principio, por lo que la
venta del producto lo realizan a través de estos, entanto que el pago por
la venta se reduce a un porcentaje del precio de venta. Tal situación, ha
puesto en peligro la armonía entre las comunidades, por lo que muchos de
los productores ante el recibimiento de un precio reducido se ven en la
necesidad de vender su producto de exportación a los intermediarios que
recolectan el producto a nivel de parcela, los llamados coyotes. Historias
como estas se reproducen a menudo en aquellas zonas en las que se tiene un
bajo conocimiento de las condiciones en las que opera la producción
orgánica.

Por tanto, ¿es factible la producción orgánica como polo exportador, en
tanto que responde a factores exógenos? Al igual que la producción
hortícola, los canales de financiamiento, vinculados a las empresas
comercializadoras, han determinado los modos de producción y
transformación, en conjunción con las certificadoras. Por otra parte, el
producto orgánico tiene una elasticidad-ingreso cercana a la unidad, lo que
implica que la demanda está en correspondencia directa con el nivel de
ingreso de los consumidores, en tanto que, al registrase un fenómeno
económico adverso habrá una caída en la demanda.

Aunado a esto, la incursión de nuevos proveedores .principalmente los
países sudafricanos- ha provocado una competencia por los mercados, así
como por el financiamiento. Montos importantes de recursos de las entidades
oficiales internacionales se han desviado hacia estas zonas.

Son numerosas las circunstancias que impiden apropiarse íntegramente de las
ventajas que este tipo de producción representa, entre ellas se encuentran:
a nivel nacional, el limitado desarrollo de los mercados locales, la escasa
internalización de las externalidades y la falta de información; y a nivel
internacional, los cada vez más exigentes requerimientos de certificación,
que si bien otorga respaldo y confianza al consumidor, pueden representar
obstáculos insalvables para el pequeño productor.

Conclusiones

Una primera conclusión a la que se arriba es que los modelos de
exportación, en tanto desarrollados y manipulados por factores exógenos, no
tendrán una independencia absoluta, lo que lleva a la asimilación de las
condiciones impuesta a un grupo reducido de productores. Lo mismo ocurre
tanto en el subsector hortícola -cuyo nacimiento data de más de un siglo-,
que el recientemente creado bajo el argumento de la sustentabilidad, la
producción orgánica.

El eje que marca la pauta para la concentración y control de los procesos
es el financiamiento, pues ante la falta de impulsos endógenos, las
instituciones de financiamiento y de comercialización estarán determinando
la ruta de expansión de los productos exportables. Asimismo, la tecnología
–parte concomitante del financiamiento- significa otra forma de enajenación
para el resto de lo productores.

En tanto, el escenario de competencia a nivel internacional que viven las
exportaciones hortícolas y de orgánicos, pone en alerta a muchos de los
productores, por lo que es necesario dinamizar el consumo interno de estos
productos para dar salida a aquella producción que quede fuera de la
competencia internacional.

Por otra parte, y a nivel más general, la apuesta por un modelo exportador
significa para el resto de los productores un resabio, pues queda al margen
de las innovaciones tecnológicas, destinados al abasto del mercado interno,
lo cual no es el problema, sino los precios a los que se compite en razón
de los altos costos de producción que conlleva. Asimismo, se ha observado
que la funcionalidad de la agricultura, ya no es válida en el contexto
económico actual, mientras que las condiciones intrínsecas de la base
minifundista siguen igual.

El llamado "progreso" no ha llegado al sector agrícola nacional, en tanto
que se agudizan las adversidades, inclusive para el sector exportador. Así,
más allá de una crisis del patrón de especialización, descrito líneas
arriba, ¿se puede hablar del agotamiento del modelo de desarrollo agrícola
basado en la especialización?

La creciente dependencia alimentaria del país –exposición expresa a las
condiciones del mercado internacional-, sería una respuesta tajante a tal
cuestionamiento, pues habrá que recordar la reciente crisis alimentaria que
se vivió a nivel mundial, donde el alza de los alimentos puso a debate la
utilización de algunos de los principales productos agrícolas (caña de
azúcar, maíz, principalmente) para la producción de bioenergéticos, así
como la sobrepoblación y la sobreexplotación de los recursos naturales, de
los cuales se piensa fueron los principales factores del alza de los
precios de los alimentos

La cuestión medioambiental podría ser otro argumento para no sustentar el
modelo de desarrollo basado en la especialización, pues las fuertes
consecuencias ecológicas provienen precisamente del uso del agua, de la
contaminación de suelos por los agroquímicos, etc.; sin embargo, habrá que
decir que también el patrón de especialización ha integrado en la última
década, de manera evidente, a los productos orgánicos, cuyo desarrollo se
finca en otros factores teniendo como base productora a la "clase"
campesina y/o indígena del país. Este tipo de productos también encuentran
limitantes, pues, la posibilidad de desarrollar la producción y lograr la
certificación que los acredita como productor orgánico, le significa a la
población cambios institucionales y gastos onerosos.

Es evidente que el modelo de desarrollo basado en la exportación no es
funcional para las deterioradas condiciones del sector, prueba de ello es
que el Estado ha llevado a cabo diversos programas con los que se pretende
dinamizar aquellos estratos con potencial para la reconversión de cultivos
o mejoramiento del patrón ya existente, con el objetivo de retener a la
población en su lugar de origen, es decir, tratar de hacer rentable el
sector, pero ¿hasta que punto puede logarse el objetivo, o bajo que
circunstancias?

Los programas de influencia directa en el sector (los de carácter
productivo, principalmente) deben ir acompañados por un fortalecimiento del
mercado interno, así como el desarrollo de la ciencia y tecnología en la
que se pueda sustentar la reconfiguración del patrón de especialización.
Por otra parte, las necesidades de educación y capacitación son
indispensables, que permitan involucrar directamente al productor en los
procesos, y darle continuidad a los proyectos. Y por último, seguramente el
más importante, disminuir la inequidad dentro del sector en principio, para
evitar migraciones hacia las ciudades o hacia otros países.

En resumen, la especialización iniciada en el país desde hace mucho tiempo
ha presentado crisis en diferentes periodos, sin embargo, la conjugación de
factores, tanto internos como externos, han agudizado la precariedad del
sector lo que ha llevado a pensar en la adopción de nuevas estrategias de
desarrollo urgentes.

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-----------------------
[1] "Ponencia presentada al VIII Congreso Latinoamericano de Sociología
Rural, Porto de Galinhas, 2010"

[2] Las relaciones o vínculos cautivos se presentan cuando los
requerimientos del producto son muy específicos –alta complejidad de las
transacciones[3]- y/o los proveedores, en este caso los productores, no
tienen la capacidad de satisfacerlos por si solos –de ahí la necesidad de
financiamiento y tutela. La supervisión de la firma no sólo garantizará la
satisfacción de la demanda de cliente, sino que puede generar un proceso de
aprendizaje en el que el productor vaya prescindiendo cada vez más de un
control estricto (Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005/b)

[4] Otras formas de intervención dentro del sector, tales como: 1) la
adquisición directa de tierra, maquinaria, insumos y mano de obra,
haciéndose cargo de todo el proceso productivo; 2) la compra directa a un
gran número de pequeños productores; y, 3) el financiamiento a grandes
productores locales que viraron de los granos básicos, azúcar y otras
actividades (Frías, 2007:44; Carrillo, 2007:20) las comercializadoras más
importantes fueron, MATCO (Mexican Arizona Trading Co.) y la Miers Darling
Hinton Co. las cuales, llegaron a controlar el 60% de la producción
tomatera en la primera zona productora. (Carton de Grammont, 1990:73)

[5] El vinculo relacional crea dependencia mutua en base a la confianza y
la reputación, un vinculo que evoluciona de cautivo a relacional denota un
proceso de aprendizaje que permite a la firma líder reducir su papel
tutelar. (Gereffi, et al, 2005/b: 83-84)

[6] La agricultura muestra diversas funciones dentro del desarrollo
económico, según la etapa en la que se encuentre, entre ellas figura como:
1)proveedora de alimentos y materias primas; 2) abastecedora de mano de
obra; 3) financiamiento de impuestos, precios relativos, formación directa
de capital, y 4) inversión directa de los productores (Johnston B., et al.,
1978)

[7] El paso de una economía rural a una economía urbana se explica por el
proceso de transformación estructural que vive toda economía. Para el caso
de México, se observó un proceso de economía dual, el cual se caracteriza
por contar con un sector tradicional y uno dinámico, con oferta ilimitada
de mano de obra. La transferencia del excedente de un sector a otro es
posible por el desarrollo tecnológico que permite un aumento de la
productividad marginal del trabajo manteniendo los salarios por debajo de
ésta. Así, el crecimiento sólo puede autosostenerse si la productividad
agrícola se incrementa, al tiempo que la del sector industrial, y ello
depende del factor tecnológico. (Lewis, A., 1974)

[8] Cabe mencionar en este punto, a manera de comparación, la oferta
crediticia con la se contaba en el sector agrícola durante el periodo en
mención. El crédito fue decisivo en la incorporación de tecnología
proveniente de la revolución verde. Por una parte, el crédito privado se
enfocaba a los empresarios agrícolas, mientras que el crédito público fue
predominantemente ejidatario. Al crecer las zonas de riego, el sistema
privado de crédito se expandió rápidamente y duplicó su volumen de préstamo
de 1960 a 1964.

El crédito oficial, encargado de financiar a los pequeños productores,
entre ellos a los ejidatarios, creció muy por debajo del correspondiente
privado (11.9 y 18.2 por ciento, respectivamente). El Estado instauró dos
instituciones crediticias: el Banco Nacional de Crédito Agrícola y el Banco
Nacional de Crédito Ejidal, este último, ofreció en su mayoría crédito
refaccionario y de avío, principalmente ha productores de bajos ingresos
dedicados a la producción de cultivos básicos (Flores, L., 2002)

[9] Blanca Rubio se refiere con esta expresión a la reconfiguración del
mercado agrícola ante la caída de los precios de los cereales y la
creciente demanda de los cultivos de vanguardia (frutas, flores y
hortalizas).

[10] En el caso de las hortalizas, la inocuidad alimentaria se explica en
dos apartados: 1) Buenas prácticas agrícolas (BPA): Métodos de cultivo,
cosecha y transporte de productos agrícolas, desarrollados y aplicados para
asegurar su buena condición sanitaria, mediante la reducción de riesgos de
contaminación biológica, química y física; y, 2) Buenas prácticas de manejo
(BPM): Conjunto de procedimientos, condiciones y controles que se aplican
en el proceso realizado en las instalaciones de manejo y empacado de frutas
y hortalizas, con el objeto de disminuir los riesgos de contaminación del
producto empacado. (Elizalde, 2010: 50)

[11]http://www.fda.gov/Food/GuidanceComplianceRegulatoryInformation/Guidance
Documents/ProduceandPlanProducts/ucm188933.htm (liga para consultar el
documento completo)

[12] Se entiende por producción orgánica aquellos productos de manejo
holístico de la producción que promueve y mejora la salud del
agroecosistema, incluyendo la biodiversidad, los ciclos biológicos y la
actividad biológica de los suelos. Su énfasis está en el uso de prácticas
de manejo que otorgan preferencia a insumos de dentro de la finca, teniendo
en cuenta que las condiciones regionales requieren sistemas adaptados a la
realidad local. Esto se logra en lo posible utilizan métodos agrarios,
biológicos y mecánicos en oposición a materiales sintéticos para satisfacer
cualquier función específica dentro del sistema. (fao, 2001)

[13] Teólogos de la teología de la liberación, así como intelectuales
pernearon dentro de las comunidades ideas sobre mejorar sus condiciones de
vida, lo que, aunado al contacto con organizaciones de consumo solidario y
de Comercio Justo (Fair Trade) quienes proporcionaron crédito , asesoría y
mercados a los productores indígenas para la instalación de la producción
orgánica (Bautista, M., 2008)

[14] Un intento de regulación de la producción orgánica por parte del
Estado es la emisión de la Ley de Productos Orgánicos, en 2006, en la cual
se establecen los objetivos de desarrollo económico y social de las
comunidades productoras, así como los objetivos de preservación y
recuperación de suelos agrícolas, asimismo, establece el objetivo de
alentar las exportaciones por este concepto.

[15] En 1997 fue creada la Certificadora Mexicana de productos y procesos
ecológicos (certimex) en base a la acción concertada de 20 organismos
campesinos, la Certificadora Mexicana de Procesos orgánicos (cemexpo), y el
Consejo Regulador de Agricultura Orgánica (conarao). (Gómez, et al, 2006)
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