Las Constituciones: Camino de Santidad

June 16, 2017 | Autor: Benjamín Clariond LC | Categoría: Theology of religious (consecrated) life, Vida religiosa, Vida Consagrada
Share Embed


Descripción

LAS CONSTITUCIONES: CAMINO DE SANTIDAD P. Benjamín Clariond LC

En la misa para pedir por las vocaciones a la vida religiosa, la antífona de entrada recoge las palabras de Jesús al joven rico: «Si quieres ser perfecto…»1. La mirada de Cristo a este hombre que sirve de preludio a estas palabras ha cautivado a generaciones de cristianos que también llevamos en el corazón la pregunta por lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna2. Esta mirada manifiesta el gran deseo que Jesucristo tenía de que este hombre bueno lo siguiera más de cerca. El Evangelio nos dice que lo miró con cariño, y podemos intuir lo que eso significaba para Pedro, quien también fue mirado con cariño por Cristo el jueves santo. Esta mirada puede transformar a quien se deja. Cuando el Señor llamó a otros discípulos a seguirlo más de cerca, solía hacerlo con uno o dos imperativos: «Ven y sígueme», «Venid y veréis»3. Aquí, en cambio, con este joven excepcional, Jesucristo utiliza cuatro o cinco verbos en imperativo, según el evangelista que elijamos: vete, vende, dalo, ven, sígueme… El deseo de Cristo de que este joven compartiera su vida era enorme. Pero el joven sólo cumplió con el primero de sus mandatos: se fue y ya no volvió. Y el evangelio anota que se fue triste. Vemos cómo se resiste de pasar de una vida buena para pasar a una vida de entrega radical. Este hombre se va triste porque es rico, y tiene muchas cosas en las que puede apoyarse. Cristo le pide que él sea su único apoyo y por eso lo invita a seguirle. Esto nos hace descubrir que el camino del seguimiento de Cristo pasa necesariamente por la obediencia a su voluntad. Y, como recuerda el libro de la Sabiduría, es a través de esta obediencia al querer de Dios que el Espíritu Santo dispone nuestro corazón para llegar a ser verdaderamente sabios4. La homilía del Papa Francisco el 2 de febrero de 2015, jornada de la vida consagrada, nos puede iluminar para enmarcar nuestras consideraciones: «Jesús no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto –dijo Él– era su “alimento” (cf. Jn 4,34). Así, quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando la “condescendencia” del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, […] (cf. Flp 2,7-8). Para un religioso, caminar significa abajarse en el servicio, es decir, recorrer el mismo camino de Jesús […] Y este camino adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma […]». Y más adelante nos dice el Papa:

1

Mt. 19, 21. Cf. Mc. 10, 21. 3 Por ejemplo en Mt. 4, 19; Mt. 8, 22; Jn. 1, 39; 4 Cf. Sab. 7, 7-11. 2

1

«Mediante esta “ley” los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta sino obra y don del Espíritu Santo. Y signo evidente de esa sabiduría es la alegría. […] El Señor transforma la obediencia en sabiduría con la acción del Espíritu Santo». Nosotros, como religiosos hemos recibido la invitación de Cristo a revestirnos de él. Es una invitación a actuar siempre según nuestra identidad de hombres consagrados, partiendo de la obediencia para poder llegar a la sabiduría que nos permite ver y gustar las cosas desde el Corazón de Cristo. Este camino está delineado en las constituciones la propia congregación religiosa. Teniendo en cuenta que estamos por celebrar el primer aniversario de la aprobación de nuestras Constituciones, quiero considerar primero su importancia en la vida del religioso y después proponer tres actitudes que nos pueden ayudar a acercarnos con fruto a este medio que la Iglesia nos ofrece para seguir a Cristo más de cerca.

I.

La importancia de las Constituciones de un instituto de vida religiosa

Naturaleza de las Constituciones Cuando un instituto de vida consagrada aspira a formar parte de la Iglesia, lo que se le pide en primer lugar es que haga un discernimiento sobre su carisma y tratar de recogerlo en una regla de vida y unas constituciones. Los cánones del Código de Derecho Canónico c. 578 y 587 son muy elocuentes. Al aprobar las constituciones de un instituto de vida consagrada la Iglesia hace un discernimiento magisterial sobre la autenticidad del carisma. Así, esta fundación entra a formar parte del patrimonio espiritual y apostólico de la Iglesia. Por ello, los miembros de ese instituto se benefician de la riqueza milenaria de la espiritualidad eclesial, pero también ofrecen su aportación para el beneficio de todo el cuerpo místico de Cristo. El carisma, por tanto, ya no es propiedad del instituto, sino de la Iglesia5. De algún modo las constituciones describen los rasgos esenciales del carisma, vocación y misión del instituto. Son un instrumento válido para custodiar el carisma. Uso a propósito el verbo custodiar y no proteger. Se protegen o se defienden las cosas que sufren el asedio o el ataque de alguien. En cambio, el custodio, sí cuida las realidades, pero además las hace florecer. No las guarda como una pieza de museo, sino que la atiende, cultiva, va llevando a fructificar. San José no fue sólo protector de Jesús, sino su custodio. La Iglesia propone nuestras constituciones como un camino válido para poder desarrollar en plenitud la gracia bautismal, para poder llegar al cielo. Dice el Papa en la homilía apenas citada:

5

Cf. DE PAOLIS, V. La vida consagrada en la Iglesia, BAC, Madrid, 2011. 91.

2

«El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la Congregación. Así, el «depósito», el carisma de una familia religiosa, queda custodiado tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y este camino nos salva de vivir nuestra consagración de manera “light”, desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduce la vida religiosa a una “caricatura”, una caricatura en la que se da un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia». Estas palabras del Santo Padre nos ayudan a ver más claramente que las constituciones son un elemento indispensable para que el camino de los religiosos sea auténtico. Nos dan unos parámetros objetivos para valorar la calidad de nuestra vida religiosa. En la homilía del inicio del Capítulo General Extraordinario, el Card. Velasio De Paolis nos decía: «Las constituciones que se darán, no serán simplemente un código de leyes que les una sólo externamente en la disciplina. Serán más bien un texto que es expresión de una común vocación, de un común ideal, de una común visión y de un común camino de santidad. Serán un impulso de una común tensión hacia la realización del proyecto de Dios sobre la congregación y sobre cada uno de ustedes, para la gloria de Dios y el servicio a la Iglesia y a la misma Legión»6. Las constituciones no son unas reglas meramente disciplinares, sino que nos abren unos horizontes para nuestro seguimiento de Cristo y nos trazan un camino de vida para no errar el camino. En la vida de todos los días es relativamente fácil fijar la atención en lo que sentimos en un momento dado, en lo que está de moda (que puede ser muy positivo), en los retos que hay que afrontar en el apostolado o en la propia relación con el Señor. Las constituciones nos ayudan a afirmar y confirmar nuestra identidad en un mundo que cambia rápidamente. A modo de ejemplo: hay un autor que a mí me gusta mucho, que es el P. Thomas Green, S.J. Él es jesuita y fue director espiritual de un seminario en Filipinas durante muchos años. Era especialista en Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y ha escrito varios libros sobre la vida de oración más allá de los inicios. Él se describe a sí mismo como «el extraño fenómeno de un jesuita que escribe sobre San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila»7. Con todo, en sus textos se percibe claramente que toma a estos autores y los lee con plena conciencia de su identidad de jesuita y al explicarlos y hacerlos accesibles, echa mano generosamente del patrimonio espiritual de su familia religiosa y de su propia experiencia de vida. Esta amalgama del propio carisma y de la espiritualidad de la Iglesia da como resultado una luz nueva que sirve de guía para quien busca al Señor. Las Constituciones de la Legión de Cristo nos permiten a los legionarios hacer una experiencia similar, bebiendo de la rica espiritualidad de la Iglesia y, al mismo tiempo, teniendo presente cómo quiere Jesucristo que demos testimonio de nuestra absoluta pertenencia a Él en esta familia religiosa. A este respecto San Juan Pablo II escribía:

6

DE PAOLIS, V., Homilía en la misa de inauguración del Capítulo General Extraordinario de los Legionarios de Cristo, 8 de enero de 2014. Tomada el 9 de octubre de 2015 de: http://www.lecristo.com/articulos/item/104homilia-del-card-de-paolis-al-inicio-del-capitulo-gral-de-la-legion-de-cristo.html 7 GREEN, T., Weeds Among the Wheat, Ave Maria Press, Notre Dame, 1984, 7. (Traducción mía).

3

«En el seguimiento de Cristo y en el amor hacia su persona hay algunos puntos sobre el crecimiento de la santidad en la vida consagrada que merecen ser hoy especialmente evidenciados. […] En ellos [los consagrados] domina una profunda preocupación por configurarse con Cristo testimoniando alguno de los aspectos de su misterio, aspecto específico llamado a encarnarse y desarrollarse en la tradición más genuina de cada Instituto, según las Reglas, Constituciones o Estatutos»8. El religioso encuentra en sus constituciones y en sus reglas el aspecto concreto del único misterio de Cristo que está llamado a hacer presente con su vida y acción9. En torno a este misterio que se le propone, busca integrar sus cualidades y talentos personales y armonizarlos con los de sus hermanos. Para el legionario de Cristo se establece lo siguiente: «En su misión de formar apóstoles, líderes cristianos al servicio de la Iglesia, los legionarios hacen presente el misterio de Cristo que reúne en torno a sí a los Apóstoles, les revela el amor de su corazón, los forma y los envía para colaborar con Él en la instauración de su Reino»10. Ciertamente, después del proceso que hemos recorrido, existe un peligro muy real, parecido a lo que el teólogo Joseph Ratzinger escribió en su autobiografía de 1977 respecto al las consecuencias no deseadas del modo de llevar a cabo la reforma litúrgica después del Vaticano II. Él afirma que la renovación conciliar trajo cosas muy buenas y que el nuevo misal aportó auténticas mejoras. Sin embargo, el hecho que la nueva liturgia se presentara como un edificio nuevo, pero hecho a partir de las piedras con el que estaba construido el antiguo, causaba la impresión de que la liturgia no era un proceso vivo, custodiado por la Iglesia de generación en generación, sino más bien el resultado de la erudición de especialistas en materia litúrgica y jurídica. Así, según Ratzinger, se gestó la convicción en algunos de que la liturgia era algo que podía ser construido por nuestras decisiones y no un don que nos era confiado y que debía acogerse con humildad. De ahí, esta capacidad de disponer de la liturgia por un grupo de expertos llevó a que las comunidades y también los individuos se sintieran autorizados para construirse una liturgia a su medida. Y concluye su pensamiento el futuro Benedicto XVI afirmando que, lamentablemente, cuando la liturgia es algo que cada uno elabora por su cuenta, ésta deja de dar a los hombres lo que es su cualidad específica: el encuentro con el misterio, que no es un producto del hombre, sino su origen y la fuente de su vida11. Durante el proceso de renovación, que ha sido muy fecundo, pusimos muchas cosas de las Constituciones de la Legión de Cristo entre paréntesis, o las cuestionamos con una actitud de quien discierne, pudiendo estar de acuerdo o no con algunos elementos de nuestro estilo de vida. En algunos momentos, y hay que decirlo con sinceridad, también nos tomamos el período como excusa para no observar lo que todavía estaba vigente. Era parte del proceso de aprendizaje en el que la Iglesia nos tuvo una paciencia infinita. Todo el camino lo hicimos de la mano del Delegado Pontificio y con la participación activa y responsable de la inmensa mayoría de los legionarios. Considero que nos ayudó a todos a distinguir 8

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal «Vita Consecrata», n. 36. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 521. 10 Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo, n. 4. 11 Cf. RATZINGER, J., La mia vita. Autobiografia, Cinisello B., San Paolo, 1977, 113-115. 9

4

lo que es esencial a nuestra vida y misión como legionarios de Cristo. Tuvimos las reuniones comunitarias en las que nos escuchamos mutuamente y sobre todo, nos pusimos juntos a la escucha del Espíritu Santo, convencidos de que el carisma tiene su origen en Dios y no en nosotros. Luego las asambleas territoriales hicieron observaciones al texto propuesto por la Comisión central para la revisión de las Constituciones. Finalmente llegó el Capítulo General, que es como «un espacio protegido donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo»12. Durante esos meses, a través de los padres capitulares que entre todos elegimos, nos dimos unas nuevas constituciones en las que hemos buscado custodiar y desarrollar el don recibido de Dios, sin permitir que nuestras visiones particulares pudieran adulterarlo. Luego las presentamos al Santo Padre. El 16 de octubre de 2014 la Santa Sede aprobó nuestras constituciones y Mons. José Rodríguez Carballo comunicó a nuestro director general la buena noticia unos días más tarde. Con eso ha concluido el período para discernir y cuestionar lo que debería ir en ese texto fundamental que orienta nuestra vida religiosa y lo que no. Ahora es el tiempo de ponerlas en práctica, de encarnar lo que ahí se establece, con una obediencia confiada a lo que la Iglesia ha avalado como camino de santidad y proyecto de vida evangélica. El nuevo texto no rompe con todo lo bueno y hermoso que hay en la Legión, más bien lo salvaguarda y, a la vez recoge la purificación de todo lo que había de menos evangélico en nuestra familia13. Nos da parámetros claros desde los cuales podemos escrutar los signos de los tiempos. Dice el Card. De Paolis en su libro sobre la vida consagrada: «Nadie puede disponer del patrimonio del Instituto a su arbitrio, ni siquiera los propios miembros. Éste ha nacido de Dios y pertenece a la Iglesia»14. Al entregarnos el libro de las Constituciones, la Iglesia nos confía este carisma que es de ella para que lo desarrollemos, lo hagamos florecer y así responder como legionarios de Cristo a los retos que enfrenta en cada tiempo la tarea de la evangelización y que el Papa y los obispos van trazando en sus orientaciones pastorales. Carta de identidad de una congregación Las Constituciones nos dan un estilo de seguimiento de Cristo, pues ninguno es religioso en abstracto, sino que lo es de uno u otro instituto concreto. Aquí, en este texto, se nos dice con claridad lo que la Iglesia espera que seamos. Es de aquí de donde brota el carisma y donde podemos beber de él. El Código de derecho canónico lo llama patrimonio del instituto. El texto recoge la naturaleza de la Legión, que es lo que la caracteriza desde el punto de vista jurídico como Instituto de vida consagrada en la Iglesia. Su fin, que es la razón de ser por la que ha surgido la Legión y por la que ha sido aprobada, así como lo que se propone realizar en la Iglesia. Igualmente describe su espíritu, que es como el aire de familia, fisonomía espiritual y humana, los amores que lo animan. Contiene también la índole, que algunos interpretan como el ser un instituto contemplativo o apostólico15. 12

FRANCISCO, Introducción al Sínodo de la Familia, 5 de octubre de 2015. El presente estudio no permite abordar la relación entre el carisma del fundador y el carisma de fundación, que es lo que es sancionado por la autoridad eclesiástica y forma parte del patrimonio del instituto. Para profundizar se puede consultar DE PAOLIS, V. La vida consagrada en la Iglesia, BAC, Madrid, 2011. 124-125. 14 DE PAOLIS, V. La vida consagrada en la Iglesia, BAC, Madrid, 2011. 213. 15 Cf. Código de Derecho Canónico, c. 587. 13

5

Las Constituciones nos ayudan a que nuestro seguimiento de Cristo no se convierta en una gnosis, por la que yo tengo un contacto directo con Dios, sino que sigue la lógica de la encarnación. Jesús le dice al joven rico «Vente conmigo, camina conmigo, según mi estilo de vida». Jesús nos invita a que compartamos sus penas y sus alegrías, a que hagamos nuestro su estilo de vida. La conciencia común de ser familia espiritual es otra de las riquezas que nos ofrecen las Constituciones. Así como entre hermanos carnales se notan unos rasgos muy similares, en una familia religiosa, en la que hay muchas nacionalidades y edades, hay siempre unos aspectos que son comunes: el modo de predicar, el modo de decidir, incluso el vocabulario. Esta conciencia común es también fuente de una amistad con Cristo y entre nosotros para instaurar el Reino. Nos dan esa certeza de hombres que, aportando su natural diversidad, tienen ideales comunes y que por lo tanto saben que nunca estarán solos, sino que vamos juntos, como amigos y hermanos de Cristo, por una misma senda. Los religiosos encontramos en las Constituciones el libro básico de vida espiritual y del discernimiento personal y comunitario. Éste es nuestro libro fundamental. Cada uno de nosotros puede contar las experiencias personales, que es parte del la vida fraterna. Sin embargo estas vivencias, aunque muy reales, siempre tienen algo de incomunicable. En cambio, en las Constituciones encontramos elementos objetivos que nos describen el tipo de discípulo de Cristo que el Espíritu Santo quiere forjar en nosotros. Al leer los números de las Constituciones, especialmente los que tienen que ver más con nuestra vida y misión, podemos encontrarnos en una situación similar a la de un teólogo que estudia un dogma. Los dogmas encierran grandes riquezas, pero la primera impresión es que son demasiado técnicos y quizás difíciles de gustar e incluso hasta aburridos. Permítanme un ejemplo. Un dogma puede ser visto como quien entra un museo de coches antiguos y modernos: todos funcionan, tienen sus piezas limpias, muchos de ellos fruto de horas de trabajo y hasta de oración y sufrimientos de hombres plenamente entregados… si una persona tuviera las llaves, lo podrían llevar a muchos lugares fascinantes. Pero, de momento están ahí, estacionados: sólo se les puede ver. Cuando el teólogo toma las llaves de uno de estos coches que son los dogmas, por continuar con el ejemplo, y decide subirse, explorarlo, probarlo, ver cómo funcionan sus partes, hasta hacerlo parte de su vida, entonces puede descubrir las maravillas que estaban escondidas y llegar a lugares insospechados. Si el estudio de la teología es meramente académico e intelectual, estamos perdiendo el tiempo. En cambio, cuando estudio la teología, la Sagrada Escritura, y las integro en mi propia vida espiritual y dejo que la alimenten16, vamos de algún modo despertando lo que yacía dormido en ese museo y lo vamos poniendo sobre el candelero para que brillen la verdad y la belleza de la revelación de Dios y así el Señor atraiga a los hombres hacia sí. Se convierten en un impulso para vivir la fe que se hace operante en la caridad.

16

Cf. Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo, n. 99.

6

Algo similar puede pasar con las Constituciones. Es verdad que hay algunos números que no podríamos calificar de «poéticos», pero que contienen una riqueza escondida en sus palabras y los valores que expresan. Me toca a mí, como religioso, abrirlas para descubrir lo que contienen de exegesis del Evangelio17 para los legionarios de Cristo y dejar que informen mi vida: qué busco, según qué criterio decido, de qué predico, por qué me despierto, de qué hablo, a qué aspiro… Teniendo la certeza de que, si yo me he comprometido con Dios a vivir «a tenor de las Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo»18 como respuesta a un llamado divino, es porque el Espíritu Santo quiere darme la gracia suficiente para poder vivirlas. A mí me toca conocerlas para poder dejar que Dios me hable a través de ellas. En algunos puede existir todavía una añoranza por la forma en que estaban escritas las Constituciones de 1994, mucho más exhortativas y descriptivas de las nuevas. Sin embargo hay que reconocer que en las actuales, redactadas según la práctica habitual en la Iglesia, brota con más claridad lo que es esencial a nuestro carisma, y por tener menos adornos, se manifiesta con más fuerza. Es más fácil acceder a la médula del espíritu de la Legión y nos plantea el reto de escribir y hacer brillar sus riquezas en nuestra predicación y en nuestros escritos, además de nuestra vida. Las constituciones de una congregación religiosa nos impulsan a vivir en la lógica de la encarnación por la que las virtudes cristianas y la sequela Christi se encarnan en lo concreto de la geografía y de la historia, en la diversidad de las personalidades de los llamados, y adquieren la densidad de lo real y lo objetivo. Permiten que la identidad de la Legión se mantenga en el tiempo, purificándose siempre de lo que de mundo se le pueda ir pegando y haciendo lucir las respuestas generosas que el Espíritu logra en sus hijos. Por decirlo con el Papa Francisco en la homilía citada anteriormente, nos preserva de cualquier tipo de gnosis o de consagración light19. Y nos impulsa a la autenticidad en el amor a Cristo que es el mismo ayer, hoy y siempre20 y a contribuir a que mi congregación religiosa se desarrolle, florezca y cumpla el fin para el que el Señor la ha suscitado en la Iglesia. Finalmente, en la tarea de la formación personal, tanto inicial como permanente, podemos considerar a las Constituciones como un instrumento que sirve de eje y de guía para nuestro quehacer. Ellas nos ayudan a vislumbrar para qué nos formamos y cómo podemos prepararnos para la misión específica de la Legión en la Iglesia y en el Movimiento Regnum Christi. Nos trazan un horizonte para despojarnos del hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo, creado por Dios en la justicia y la santidad de la verdad. Por lo tanto, las Constituciones son una herramienta que el Señor nos ofrece para recorrer el camino de la obediencia para alcanzar sabiduría, para la santidad.

II.

Actitudes para acercarnos con fruto a las Constituciones

17

Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal «Verbum Domini», n. 83. Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo, n. 95 19 Cf. FRANCISCO, Homilía en la Jornada de la Vida Consagrada, 2 de febrero de 2015. 20 Cf. Hb. 13, 8. 18

7

Teniendo clara la importancia de las constituciones para nuestra vida religiosa y conscientes de que el fin de la Legión de Cristo es «dar gloria a Dios y buscar que Cristo reine en la vida de sus miembros, en el corazón de los hombres y en la sociedad»21, quiero proponer tres actitudes que nos pueden ayudar a acercarnos a ellas con mayor provecho. Leerlas bajo la inspiración del Espíritu Santo Todos nosotros hemos sido congregados por el Espíritu Santo y llamados a participar del carisma de la Legión de Cristo. El Señor nos ha llamado para seamos totalmente suyos y para que vivamos sólo para Él y para los demás22. Esto quiere decir en la práctica que nuestra mirada debe estar clavada en Cristo mucho más que en nosotros mismos. Nuestro interés principal debe ser darle gusto y no tanto deleitarnos en ver cómo va la propia vida espiritual y o en la satisfacción que nos puede causar. A través del texto de las constituciones el Espíritu Santo le revela al religioso lo que más agrada a Jesucristo y le ofrece los medios para irse progresivamente descentrando, hasta que el Señor sea centro, criterio y modelo de la propia vida. De ahí brota la necesidad de conocer, interiorizar, vivir e irradiar lo que ahí se contiene. Durante el período de revisión de nuestras constituciones, los miembros y secretarios de la Comisión central nos reuníamos durante una semana al mes para leer todas y cada una de las aportaciones que llegaban de las comunidades y de los territorios. Era notable constatar las convergencias que había entre los legionarios en muchos de los números… Por ejemplo, el número que habla sobre las visitas a Cristo Eucaristía: el Cardenal y sus consejeros consideraban que no debía formar parte del texto constitucional. Sin embargo, un porcentaje altísimo de los legionarios opinaba diversamente, tanto en las primeras reflexiones, como en las asambleas territoriales y en el mismo Capítulo General. Al final, el número sigue en las constituciones porque es algo que es muy propio nuestro, un rasgo que el Espíritu Santo ha regalado a nuestra familia espiritual. No es que un día los legionarios nos juntamos para establecer un reglamento interno de una asociación de la que formamos parte. Las constituciones han sido elaboradas a la escucha del Espíritu Santo y vislumbrando su acción en la historia personal e institucional, bajo la guía de la Iglesia. Lo que ahí se contiene es una expresión de la común vocación, del común ideal, del común camino de santidad y apostolado que el Espíritu Santo nos ha querido manifestar. No es lícito olvidar el origen divino del carisma que se vale de mediaciones humanas para manifestarse en la historia y ser avalado por la autoridad eclesial. Para leer las Constituciones a luz del Espíritu, nos puede ayudar utilizarlas como parte de nuestros exámenes prácticos, o del examen particular, que no es otra cosa que un diálogo con Dios a partir de la propia vida. A lo mejor durante un período se ve necesario poner una especial atención a un número, o a un capítulo, que tienen que ver con un tema como la vida fraterna, la caridad, la vida espiritual o alguna virtud que el Señor me invita a cultivar con más esmero.

21 22

Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo, n. 2. Cf. ROBLES-GIL, E., Carta a los legionarios de Cristo del 16 de octubre de 2015.

8

Personalmente encuentro muy útil seguir un esquema que me ayuda a desentrañar el contenido que tienen para mí las Constituciones y que es un punto de partida para el diálogo con Cristo. Consiste en cuatro preguntas: 1. ¿Conozco este número de las Constituciones y lo tengo asimilado? 2. ¿Amo su contenido o bien experimento resistencias intelectuales o prácticas ante lo que me propone? 3. ¿Este número me refleja y me describe de algún modo? 4. ¿Sé dar ejemplo, transmitir y dar razón de lo que este número prescribe, especialmente a mis hermanos? Fe en la vocación común La segunda actitud ante las constituciones es fe en la vocación común que tenemos como legionarios y que nos impulsa a caminar con Cristo como hermanos y amigos. Cada uno tiene su personalidad, su temperamento y sus carismas particulares, pero todos estas facetas están llamadas a integrarse dentro del marco del carisma y de la misión común de la Legión. Así forman parte esencial del testimonio evangelio. En el mundo de la comunicación, hay una recomendación que, bien entendida, puede ser muy útil: show don’t tell. Es decir, muestra las cosas, pero no intentes pensar por quienes te ven, no les digas qué pensar: muestra tu realidad vivida y que ellos saquen sus conclusiones. Cuando una persona o una institución está haciendo las cosas bien, cumple con lo que debe hacer, sin preocuparse excesivamente de que la vean o no, es cuando se logra dar una imagen auténtica y creíble ante los demás. La vida misma se convierte en anuncio y buena noticia. Cuando unos hombres diversos entre sí caminan juntos en pos de un ideal, ofrecen un testimonio profético que evangeliza más que las palabras mismas. La fe en la vocación común me hace comprender que las constituciones no me imponen algo desde fuera, sino que son expresión de mi amor a Jesucristo al aceptar lo que Él me propone. No han de verse como un tributo que hay que pagar, un impuesto aduanal para poder ser sacerdote legionario. Más bien, son un medio por el que el Señor me libera de mis gustos, de mis complejos de inferioridad, y acepta que le ofrezca mi libertad, mi memoria, entendimiento y voluntad23. Si las acojo con fe, no como una ley externa impuesta, me ayudan a vivir para darle gusto a Jesucristo en la realidad de mi vida. Son fuente de gratitud, también, porque las Constituciones nos dan una oración compartida. Sigue siendo verdad que la familia que reza unida permanece unida. Los legionarios tenemos unos compromisos de vida espiritual que son iguales para todos los miembros de la familia que estamos dispersos por el mundo. Hay algunas oraciones que todos conocemos, cantos que nos resultan a todos familiares, y nos dan un sentido de pertenencia. Rezamos juntos, no sólo en la oración litúrgica, sino en todo momento, como miembros de un cuerpo, y eso fortalece nuestra común identidad. 23

Cf. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, 234.

9

Las Constituciones nos ofrecen además una comunidad y una familia de la que nos sentimos miembros de pleno derecho y en la que todos aportamos, independientemente de nuestra edad, salud o apostolado concreto. Tenemos en este texto un marco para desarrollar amistades duraderas y profundas, que van más allá de las simpatías humanas, tanto con los de dentro como con los de fuera. Nos propone un lugar para manifestar el amor esponsal de Cristo a la Iglesia y de vivir nuestra paternidad espiritual como sacerdotes y religiosos. Nos ayudan a recordar que somos corresponsables de algo más grande que nosotros mismos, que es la Legión, que es el Movimiento Regnum Christi, y su misión en la Iglesia24. Nos propone un estilo concreto de ser sacerdotes hoy en la Iglesia. Esta fe nos permite descubrir que el amor que nosotros le ofrecemos a Cristo desde nuestra pobreza, buscando obedecer lo que él nos propone como camino para corresponder a su amor, es lo que atrae nuevos miembros a nuestra familia religiosa. En cambio, la inobservancia de las constituciones es lo que paraliza a las congregaciones religiosas25. El Dueño de la mies ha sembrado vocaciones a manos llenas en la Iglesia y no deja de suscitar en muchos jóvenes el deseo de entregarse plenamente a Él y a los hermanos en la vida religiosa y sacerdotal. Pero, como buen Padre que es, dirigirá a los jóvenes a aquellos institutos religiosos en donde más fácilmente puedan alcanzar la caridad perfecta26. Es por eso que también en la respuesta cotidiana a la gracia para vivir las Constituciones, sin recortar esquinas a nuestra identidad, es una de las más importantes acciones de pastoral vocacional que podemos emprender. También por esto, hay que mirarlas con profunda fe. Considerar las constituciones el eje de nuestra formación y renovación Las constituciones son el elemento concreto para nuestro discernimiento de todos los días. No sólo en el discernimiento vocacional, que ya ha concluido para quien ha hecho la profesión perpetua, sino para saber qué es lo que la Iglesia espera de mí cada día y en cada instante. Aquí encuentro elementos y criterios para poder tomar decisiones operativas27, para saber si un proyecto apostólico es compatible o no con mi misión en la Iglesia y con mi carisma. Nos ayuda a armonizar los carismas personales con la misión común de la Legión y del Regnum Christi, para no favorecer actitudes o dones que rompen con la comunión de la familia religiosa, sino integrarlos28. Las constituciones son, sobre todo, un reto y un camino de santidad. Las constituciones se nos presentan como el mapa que nos ayuda a no perder ni el rumbo ni la ilusión con la que un día decidimos darle un sí a Cristo y dejarlo todo para seguirlo. Ofrecen los 24

Cf. Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo, nn. 17; 27; 30, 2º; 38. Cf. BENEDICTO XVI, Discurso Consejo ejecutivo de las Uniones internacionales de superiores y superioras generales, 18 de febrero de 2008. 26 Cf. Carta del ministro provincial de Las Marcas de los capuchinos en adviento de 2011, citado por el P. Raniero Cantalamessa, O.F.M.Cap. en la predicación de adviento de 2012 a la Curia romana en presencia del Papa Benedicto XVI. 27 Cf. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal «Vita Consecrata», n. 93. 28 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES, Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa dirigidos a los institutos dedicados a obras apostólicas, 31 de mayo de 1983, n. II, 22. 25

10

medios para mantener vivo el deseo de ser hombres de Dios y apóstoles santos que colaboran con el Señor y con los demás en la instauración del Reino. De algún modo, Jesucristo nos renueva cada mañana la invitación a su seguimiento, como al joven rico, y nos comunica a través del texto constitucional un estilo concreto para hacerlo. Jesucristo quiere transformarme en él. Esto lo va logrando en la vida de un religioso en la medida en que se despoja del hombre viejo para vivir con la libertad de los hijos de Dios en la observancia fiel y siempre fresca de las constituciones. Por eso, su clave de lectura, para un legionario, está en el último número, el n. 235: «Los legionarios han de conformar su vida con Cristo, regla suprema del religioso, según el Evangelio y estas Constituciones». Las Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo son un talento que Dios pone en nuestras manos. Más allá de la letra, hay que descubrirlas como un don venido de lo alto que se nos confía para su custodia y como la carta de identidad que nos convierte en familia religiosa en la Iglesia. Para ello, conviene acercarnos a ellas con apertura, dóciles a la iluminación del Espíritu Santo y conscientes de que son el testimonio vivo de nuestra fe común. En ellas, que han sido avaladas por la autoridad de la Iglesia, se nos marca el camino de formación, es más, de transformación, para responder a la vocación divina y llegar a ser hombres de Dios que siguen a Cristo como sus legionarios, para darle gloria y formar apóstoles que colaboren en la instauración de su Reino en el mundo.

11

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.