“Las clases medias en la historia reciente latinoamericana”, en Isabella Cosse (coordinadora) dossier \"Clases medias, sociedad y política en la América Latina contemporánea\", Contemporánea, Año 5, Vol. 5, 2014, pp. 13-166.

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Las clases medias en la historia reciente latinoamericana

Isabella Cosse1 En los últimos años pocos temas de investigación han tenido una expansión tan vertiginosa como los que conecta este dossier: las clases medias y la historia reciente latinoamericana. Dos décadas atrás eran muy escasas las investigaciones históricas sobre ambos temas pero hoy, en cambio, ambos se han convertido en nutridas y efervescentes canteras de trabajo. Sin embargo, los estudios sobre la intersección de los dos problemas —la clase media y la historia reciente— han tenido un desarrollo más tardío. El objetivo de este dossier, justamente, es aportar al estudio de esa conexión.

La nueva historiografía de la clase media está revirtiendo un vacío de largas décadas en las cuales las agendas estaban concentradas en las clases trabajadoras y las elites. Como sucedió con el debate en torno a la nación, el redescubrimiento de la clase media estuvo unido a su desnaturalización. Las investigaciones, surgidas en el contexto de la inflexión posestructuralista y el ascenso del giro cultural, abrieron una discusión de enorme atractivo en torno al origen de la clase media en América Latina.2 Se trata de un debate todavía abierto —y eso le otorga especial interés— aunque ha producido ciertos acuerdos que radican en la importancia de reinstalar a 1

Isabella Cosse es historiadora. Investigadora de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Universidad de Buenos Aires es, también, profesora de posgrado en esa casa de estudios y del doctorado de Flacso, Argentina. Su campo de estudio es la historia de las familias y las infancias en conexión con los procesos políticos, sociales y culturales. Entre sus libros se cuentan: Mafalda: historia social y política (fce, 2014), Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta (Siglo xxi, 2010) y Estigmas de nacimiento. Peronismo y orden familiar, 1946-1955 (fce, 2006). Ha publicado también numerosos artículos en compilaciones y revistas académicas.

2 Parker, David S. The Idea of the Middle Class: White-Collar Workers and Peruvian Society, 1900-1950 (University Park: Pennsylvania State University Press, 1998); Owensby, Brian P. Intimate Ironies. Modernity and the Making of Middle-Class Lives in Brazil (Stanford: Stanford University Press, 1999); Adamovsky, Ezequiel Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003 (Buenos Aires: Planeta, 2009); Una revisión historiográfica en Garguin, Enrique. «El tardío descubrimiento de la clase media en Argentina», en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico 4 (setiembre-octubre de 2007), 85-108. Visacovsky, Sergio y Enrique Garguin (comps.) Moralidades, economías e identidades de clase media (Buenos Aires: Ediciones Antropofagia, 2009).

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la clase media en un proceso histórico y contingente cuya construcción, invención o formación no estuvo prefijada de antemano. Sobre ese acuerdo se despliegan diferentes interpretaciones y nuevas preguntas que se conectan con cuestiones epistemológicas —la conexión de lo material y lo simbólico, la temporalidad histórica— que han hecho al debate especialmente estimulante.3 En cualquier caso, dichas discusiones han mostrado la centralidad de concebir a la clase media en términos problemáticos.

Desde esta visión, estas páginas proponen desplazar el debate sobre los orígenes de la clase media al problema de cómo pensarla en el momento de su apogeo entre 1950 y 1980. En esas décadas la clase media estuvo de forma abierta, directa e indudable en el centro del proceso político, económico y sociocultural y fueron innumerables los debates, las intervenciones y las estrategias que la involucraron en América Latina. Ciertamente, las investigaciones que renovaron, a comienzos del nuevo milenio, el estudio de los años 60 y 70 si bien no hicieron de la clase media un objeto de indagación en sí mismo ni la problematizaron, dieron cuenta de su importancia.4 Mostraron que, a diferencia de las primeras décadas del siglo xx, cuando la clase media podía resultar ubicua en muchos contextos latinoamericanos, a partir de los años 60 se destacaba por su omnipresencia. Nadie dudaba de su importancia en el proceso político, económico y sociocultural y existieron innumerables debates, intervenciones y estrategias que la tuvieron por centro. No casualmente, por ejemplo, la clase media fue decisiva para comprender las confrontaciones de los jóvenes mexicanos con el orden político y social. Pero, también, resultó clave para entender la expansión del psicoanálisis en Argentina. Igual importancia tuvo para el estudio del parte aguas que fue el derrocamiento de Salvador Allende en Chile.5 Sin duda, ocuparse de la clase media resulta ineludible para el estudio de vastos problemas de la realidad económica, cultural y política del proceso histórico latinoamericano en esos años de poderosas transformaciones sociales, conflictividad política y efervescencia cultural. Sin embargo, solo muy recientemente han surgido investigaciones focalizadas en la intersección propuesta por este dossier. Los avances más ricos y sólidos de esa producción han puesto en evidencia que dicha historia supone una enorme complejidad.6 A la luz de esos avances parece

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Más recientemente: Parker, David. y Louise E. Walker (eds.) Latin America’s Middle Class: Unsettled Debates and New Histories (Lanham: Lexington Books, 2013) y Adamovsky, Ezequiel; Visacovsky, Sergio y Patricia Beatriz Vargas (comps.) Clases medias. Nuevos enfoques desde la sociología, la historia y la antropología (Buenos Aires: Ariel, 2014).

En forma muy pionera, véase el análisis de Altamirano, Carlos. «La pequeña burguesía, una clase en el purgatorio», en Peronismo y cultura de izquierda (Buenos Aires: Temas Grupo Editorial, 2001), 81–105. 1° edición en 1997.

Zolov, Eric. Refried Elvis: The Rise of the Mexican Counterculture (Los Angeles: University of California Press, 1999); Plotkin, Mariano. Freud en las Pampas (Buenos Aires: Sudamericana, 2003); Power, Margaret. RightWing Women in Chile: Feminine Power and the Struggle against Allende, 1964-1973 (University Park: Penn State University Press, 2002). En español: La Mujer de derecha (Santiago de Chile: Diego Barros Arana, 2008). Véase, por ejemplo: Walker, Louise E. Waking from the Dream: Mexico’s Middle Classes after 1968 (Stanford: Stanford University Press, 2013); López, Ricardo. «Conscripts of Democracy: The Formation of a Professional Middle Class in Bogotá during the 1950s and Early 1960s», en López, Ricardo y Bárbara Weinstein (eds.) The Making of the Middle Class. Toward a Trasnational History (Durham y Londres: Duke University Press, 2012), 161-195 y del mismo autor «“Ser clase media no es algo que pasa de la noche a la mañana”: empleados, mujeres de oficina y la construcción de las identidades de clase media en Bogotá, 1930-1950», en Visacovsky, Sergio y Enrique Garguin (comps.) Moralidades, economías e identidades de clase media (Buenos Aires: Ediciones Antropofagia, 2009), 161–194; Adamovsky, E. Historia de la clase media argentina, capítulo 12 en adelante; Manzano, Valeria. «“Contra toda forma de opresión”: sexo, política y clases medias juveniles en las revistas de humor de los primeros 1970», en Revista Sociohistórica 29 (primer semestre de 2012), 9-34; Cosse, Isabella. «Mafalda: Middle Class, Everyday Life and Politics in Argentina (1964-1973)», en Hispanic

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inconducente el esfuerzo de definir a la clase media exclusivamente en función de una dimensión —ya sea lo laboral, lo identitario o lo ideológico—, concebirla de modo unívoco o desconocer su historicidad y las variaciones en su posicionamiento social y político. Justamente, el desafío parecería radicar en dar cuenta del carácter multidimensional y dinámico de la clase media en este período. Y, justamente, en esa clave, al que aportan de modo decisivo los artículos de este dossier, quisiera resaltar las preguntas y los retos de pensar a la clase media en estas décadas. Los desafíos de entender las décadas más recientes, según muestran los artículos de este dossier, exigen pensar más que la preeminencia de lo material o lo simbólico el modo en que ambas dimensiones interactúan, sus interdependencias, contrastes y contradicciones. No se trata de desconocer los aportes realizados con la inspiración del giro cultural y de la historia conceptual que pusieron de relieve los modos en que las clases, pero especialmente la clase media, constituyen artefactos culturales, es decir, son modeladas por ideas, conceptos, percepciones.7 Más bien parecería necesario colocar esta dimensión en relación con la materialidad concreta y la cotidianeidad de las personas en ida y vuelta entre las formas de vida y las relaciones sociales y las construcciones culturales y políticas. En América Latina resulta, además, de especial importancia pronunciar el análisis relacional. Es decir, colocar a la clase media —en ambos planos: material y simbólico— en relación con las desigualdades sociales y el modo en que se constituyeron, se redefinieron y se agudizaron. Con este ángulo es posible retomar las tradiciones de la historia social inglesa —y especialmente la tradición de E. P. Thompson— para pensar la conexión entre las relaciones sociales con las formas en las que los sujetos se conciben en ellas.8

Con esta óptica, para abordar la multidimensionalidad de la clase media en la segunda mitad del siglo xx parecería especialmente rico situarse en la intersección misma de lo público y lo privado, y lo cotidiano y lo político. Esto permite asumir los presupuestos de los pioneros estudios de la historia social y feminista que llamaron la atención sobre la importancia de las dimensiones de género y la cotidianeidad doméstica en relación a las jerarquías de clase no solo en el plano material sino también en cuanto a la estructuración de actitudes, valores e imágenes que constituyeron, distinguieron y afirmaron su identidad.9 Con esa perspectiva resulta decisivo auscultar el sello político e ideológico que asumen las dimensiones de género y la cotidianeidad para pensar la clase media. Pero, también, considerar el modo en que esas dimensiones vertebran las relaciones sociales en las que los sujetos moldean sus identidades, ideas y valores.10 En ese sentido, recordemos —como mostraron los estudios sobre el ascenso de la represión en Brasil o el golpe de Estado de 1973 en Chile— la centralidad de las articulaciones de clase y género para comprender el escenario político en los años 60 y 70.11 Pero, también, desde otro costado, las virulentas contiendas en torno a los valores familiares y la sexualidad y el modo decisivo pero nada

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American Historical Review 1:94 (2014), 35-75 y de la misma autora: Mafalda: historia social y política (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2014).

Esfuerzos decisivos en esta dirección, los trabajos de David Parker y Ezequiel Adamovsky citados en la nota 1. Thompson, E. P. La formación de la clase obrera en Inglaterra. Tomo i (Barcelona: Crítica, 1963).

Me refiero, especialmente, al libro de Davidoff, Leonor y Catherine Hall. Family Fortunes. Men and Women of the English Middle Class 1780-1850 (Londres y Nueva York: Routledge, 2002).

10 Con esta óptica remito al pionero estudio de Owensby, Brian P. Intimate Ironies.

11 Langland, Victoria. «Birth Control Pills and Molotov Cocktails: Reading Sex and Revolution in 1968 Brazil», en Joseph, Gilbert y Daniela Spenser (eds.) In From the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War (Durham: Duke University Press, 2008), 308-349. Para Chile véase especialmente: Power, M. Right-Wing Women in Chile y Tinsman, Heidi. Partners in Conflict: The Politics of Gender, Sexuality and Labor in the Chilean Agrarian Reform, 1950-1973 (Durham y Londres: Duke University Press, 2002); en español: La tierra para el que la trabaja (Santiago de Chile: lom, 2009).

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lineal en el que dichas disputas —expresadas en las interacciones sociales y en las luchas políticas y culturales— estuvieron implicadas con las articulaciones de clase a las que, además, nutrieron.

Como sabemos, la revolución cubana y las revueltas estudiantiles de los años 60 inauguraron un período de enorme vertiginosidad que evidencia con gran nitidez el carácter abierto y contingente del proceso histórico, sin el cual no resultan comprensibles las vicisitudes políticas de esos años en el contexto, por supuesto, de los fenómenos de larga duración que signaron el ascenso de la represión y los golpes de Estado en el Cono Sur. Es en ese cuadro, imbricado y dinámico, en el que resulta de especial riqueza el estudio de la clase media —sus condiciones de vida, su identidad y las disputas que generaron— pero, también, el modo en que las luchas políticas y las redefiniciones culturales tuvieron efectos —y movilizaron— prácticas y representaciones en torno a dicho sector social. Es decir, la efervescencia de ese período refuerza la importancia de considerar el carácter históricamente situado de la clase media y exige prestar especial atención al entrecruzamiento entre las coyunturas concretas y los trazos de larga duración.

Esta complejidad se redobla al considerar problemáticamente las escalas de análisis. Como planteó David Parker, en los años 50 el interés por la clase media latinoamericana despuntó en Estados Unidos, cuando en el marco de su estrategia de lucha en la guerra fría, apostó a fortalecer a la clase media con la esperanza de que evitase los estallidos sociales y trajese moderación y estabilidad política al continente.12 En simultáneo, con el aceleramiento de las dinámicas trasnacionales, la hegemonía estadounidense imaginó una homogenización de clase media comunicada por consumos, prácticas y valores. Esta dimensión trasnacional, como han planteado los más recientes aportes, exige considerarla en términos conflictivos y en conexión con los procesos nacionales, a escala regional y local.13 A partir de los años 60, el reto supone problematizar el lugar ocupado por países que, como América Latina, emergieron con una fuerza inédita en el pasado como alternativas al orden mundial basado en el poder colonial y el imperialismo. De allí que la indudable centralidad de las industrias culturales y el consumo masivo en la hegemonía cultural estadounidense no debe impedirnos el modo en que movimientos contraculturales, revolucionarios y de derechos humanos utilizaron las redes trasnacionales e, incluso, las nuevas tecnologías de comunicación —con frecuencia a partir de pequeños emprendimientos y conexiones informales— en intervenciones que confrontaron con el statu quo y vehiculizaron movimientos contrahegemónicos y de resistencias a los gobiernos autoritarios.14

Cada uno de los artículos de este dossier aporta de modo fructífero a estos desafíos de estudiar la clase media en la segunda mitad del siglo xx. Lo hacen no solo porque abordan fenómenos decisivos de esas décadas sino porque utilizan aproximaciones conceptuales y metodológicas de enorme interés. Hacen de la clase media un objeto problemático, histórico y dinámico al que observan en la interrelación entre lo material y lo simbólico, lo público y lo privado y lo global y lo local. Sus aportes son una importante contribución a nuestro conocimiento sobre el modo en que la clase media estuvo en el centro de la intervención cultural estadounidense pero, también, sobre los efectos impensados que ésta tuvo en el posicionamiento político de ciertos segmentos de esa clase social y la forma en que la dimensión de clase signó la radicalización de los jóvenes y las transformaciones culturales y del consumo que abrieron los años 60.

12 Parker, D. The Idea of the Middle Class, Introducción.

13 López, R. y B. Weinstein (eds.) The Making of the Middle Class.

14 En la línea abierta por Zolov, E. Refried Elvis y Markarian, Vania. Left in Transformation: Uruguayan Exiles and the Latin American Human Rights Networks, 1967-1984 (Nueva York: Routledge: 2005). En relación a las redes informales y los pequeños emprendimientos, Véase: Cosse, I. Mafalda: historia social y política.

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Lisa Ubelaker reconstruye el modo en que la revista Selecciones del Reader’s Digest construyó una idea de clase media globalizada —asociada con los valores del estilo de vida estadounidense— como parte de la estrategia del gobierno de Estados Unidos en la guerra fría para intervenir política y culturalmente en América Latina. La autora presta atención tanto a la construcción política, ideológica y financiera de la revista y muestra el papel del gobierno de Estados Unidos en ese proyecto, como a la vida cotidiana de los lectores y el modo en que éstos significaron a la publicación. Su análisis, entonces, considera el modo en que la política estadounidense utilizó una escala trasnacional para intervenir en la guerra fría y los efectos singulares que dichas intervenciones tuvieron en cada contexto nacional y local. La autora descubre la ubiquidad, el carácter abierto y marcado por implícitos, de la construcción de clase media realizada por Selecciones y el modo en que utilizó la asociación con nociones de modernidad, moderación y mediación entre clases. Así construyó, nos explica, una idea de clase media globalizada que ponía en relación —en el mismo acto de la compra y la lectura de la revista— a personas que supuestamente compartían esas cualidades en distintas partes del planeta. En este estudio, la reconstrucción diacrónica tiene singular importancia. Le permite a la autora trazar un derrotero que se inicia con el éxito de la revista en los años 40 y 50 hasta los años 60 y 70 cuando, con el ascenso de la radicalización política y las vanguardias artísticas, la emergencia de una nueva generación de lectores de clase media volvió en pocos años anacrónica a la revista, que quedó asociada con el imperialismo y la mediocridad.

Poner en relación lo global con lo local y las prácticas con las ideas son los retos asumidos por Ricardo López. Su estudio muestra los efectos paradójicos de los programas desarrollistas —lanzados por la Alianza para el Progreso— que, con intenciones de evitar la revolución social en América Latina, apostaron a la creación de una clase media moderada y profesional que modernizaría la región y forjaría la estabilidad política. Su estudio microhistórico de las vicisitudes concretas de dichos profesionales le permite mostrar que al asumir esa misión ellos terminaron enfrentados con la oligarquía y plegándose a la lucha revolucionaria. En su análisis tiene especial riqueza el modo en que recompone las experiencias concretas de los profesionales, los giros de sus propias percepciones y su subjetividad que le permiten al autor concebir que dichos sujetos poseían una identidad propia. En ese sentido, uno de los nudos más significativos radica en el estudio de los desentendimientos y las frustraciones de estos profesionales en su relación concreta con las oligarquías y el modo en que las percepciones estuvieron marcadas —signadas— de connotaciones sexuales y de género de modo tal que la virilidad quedó asociada al compromiso con la lucha revolucionaria. Pero, además, esta reconstrucción es enlazada por López con una reflexión mayor, en una clave de indagación aun abierta, sobre el modo de pensar las connotaciones clasemedieras en relación a la contestación cultural y política de los años 60 y 70. Su preocupación, central por cierto, radica en la necesidad de traspasar un análisis basado en la extracción social para priorizar el estudio de las prácticas y las percepciones propiamente de clase media en esa encrucijada dinámica y compleja que constituyen los años 60 y 70. El artículo de Walker avanza sobre el estudio de los jóvenes radicalizados en un México marcado por las consecuencias de la masacre de Tlatelolco. Propone dejar atrás las narraciones heroicas y abordar las contradicciones de clase media que signaron sus prácticas políticas y su subjetividad. Para ello, coloca la adscripción socioeconómica de los jóvenes en tensión con sus experiencias políticas y lo que éstas supusieron en términos de su identidad de clase. Focalizando en los privilegios de clase de los estudiantes radicalizados de México, muestra que su condición de clase media marcó sus reacciones frente a las políticas del pri para cooptar al movimiento estudiantil. La autora nos explica que existieron quienes priorizaron la protección de sus privilegios de clase media pero, también, quienes los rechazaron y se avergonzaron de ellos. El análisis de

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estos grupos le permite a Walker profundizar en las tensiones de clases que emergían en las luchas políticas de estos grupos empeñados en convertirse en vanguardia revolucionaria. En una época en la que el marxismo fue parte de los contenidos curriculares en los estudios universitarios, las experiencias de proletarización supusieron, al igual que en la izquierda de otros países, cometer un suicido de clase.15 Pero, como Walker muestra, ese suicidio no eliminó la importancia de las marcas de clase de las condiciones de vida y la configuración cultural de estos estudiantes que, además, involucró una dimensión internacional. Al contrario, ello produjo profundas tensiones y conflictos de clase entre los jóvenes estudiantes y los trabajadores y los campesinos. Valeria Manzano, también se ocupa de los jóvenes y la clase media pero lo hace a partir del consumo de drogas en la Argentina entre 1960 y 1980. El artículo estudia cómo la experimentación con drogas involucró experiencias y autorepresentaciones de clase que descentraron a los jóvenes clasemedieros y los hicieron descubrir un «otro» social. Fueron experiencias que no involucraron, en este caso, una confrontación con la adscripción de clase. Al reconstruir históricamente las prácticas asociadas al consumo la autora diferencia entre el núcleo iconoclasta y hedonista de la vanguardia artísticas de comienzos de los años 60 del epicentro social dinamizado por la cultura del rock de los años 70. Pero muestra también que ambos grupos representaron diferentes modos de confrontar con la respetabilidad de clase media que había cristalizado en las décadas previas. Fue justamente, según plantea Manzano, la asociación entre las drogas y la clase media lo que dio lugar a la creación de un «problema» que legitimó la formación de instituciones y políticas dirigidas a contener el tráfico y el consumo de drogas a comienzos de los años 70. Rápidamente éstas, en conexión con la Doctrina de la Seguridad Nacional, eclosionaron cuando el terrorismo de Estado propagó la idea de que las familias, especialmente las de clase media, eran responsables del avance de la subversión, con un diagnóstico que concebía, entonces, a dicho sector como parte de los males sociales. Así, paradójicamente, las páginas aquí introducidas comienzan analizando la visión optimista de la estrategia cultural estadounidense en la guerra fría, que depositaba en la clase media latinoamericana sus esfuerzos para evitar la revolución social en el continente, y terminan refiriéndose a la responsabilidad que otorgaron las fuerzas armadas de Argentina a los padres de clase media por la radicalización cultural y política. Ciertamente, este viraje no debe hacernos perder de vista el modo en que la clase media —en términos de sus experiencias como de su identidad política y cultural— fue decisiva en la legitimación de los golpes de Estado y las cruzadas moralistas que los acompañaron. Esos avatares revelan, sin duda, la importancia de estudiar la clase media en este período y los retos que han abierto los nuevos estudios.

La complejidad es también metodológica. Los artículos del dossier ofrecen interesantes vías para el estudio de la clase media con herramientas de la historia social y cultural pero, también, con enfoques microhistóricos y de historias de vida. Resulta especialmente valioso el uso de los archivos de documentación administrativa o política que son mirados a trasluz. Con preguntas relativas a la clase media, como hacen López con documentación burocrática y Walker con la creada por la policía secreta, esos archivos se convierten en canteras riquísimas para esta historia. Lo mismo sucede con las potencialidades de la recuperación de la voz de los protagonistas y, especialmente, de archivos personales. Es una estrategia imprescindible que, seguramente, deberíamos pensar de modo más institucional en este momento en el que los protagonistas de estas intensas 15 En un sentido similar en Argentina, Véase: Carnovale, Vera. Los combatientes: Historia del PRT-ERP (Buenos Aires: Siglo xxi, 2011). Sobre las tensiones provocadas por la proletarización: Cosse, Isabella. «Infidelities: Morality, Revolution and Sexuality in Left-Wing Guerrilla Organizations in 1970s Argentina», en Journal of the History of Sexuality 3:23 (setiembre de 2014), 415-450.

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décadas, marcadas por la guerra fría, el ascenso de la violencia y la represión de Estado, aun están con vida. No menos importante es reflexionar sobre las dificultades —y quizás también sobre el apasionamiento del debate— de estudiar un objeto que, como la clase media, nos implica en nuestra propia condición social.

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