Las cerámicas tipo Peñaflor, Cerámicas Hispanorromanas. Un estado de la cuestión

July 17, 2017 | Autor: E. Huguet Enguita | Categoría: Classical Archaeology, Roman Pottery, Trade, Roman Spain
Share Embed


Descripción

Las cerámicas Tipo Peñaflor Macarena Bustamante Álvarez Becaria del Plan Nacional de Formación del Profesorado Universitario. Universidad de Cádiz. Esperanza Huguet Enguita Investigadora del Servicio de Investigaciones Arqueológicas Municipales. Ayuntamiento de Valencia (SIAM).

Definición y características de la producción. En este capítulo abordamos un tipo cerámico que podemos considerar muy joven en cuanto a tradición en sus estudios, no obstante se perfila como una de las producciones que más resultados comienzan a dar en lo que se refiere al panorama ceramológico peninsular. Tradicionalmente, este hecho ha favorecido una falta de univocidad a la hora de tratarlas, caracterizarlas y adscribirlas a su grupo correcto cerámico, desconocimiento que ha generado que en múltiples ocasiones hayan quedado relegadas a un segundo plano en una denominación amplia de “engobadas”. A las mismas se le han ido dando muy distintas y variopintas denominaciones que poco se ajustan a la realidad que hoy en día conocemos. Así podemos encontrar denominaciones como “cerámicas de barniz rojo tardío” (Domergue, 1967 y 1969), “imitación de vajilla de mesa” (Vegas, 1971 y 1973), “tipo Peñaflor” (Martínez, 1987 y 1989), “imitaciones de aretinas” (Sanmartí, 1974-75, García y Bellido, 1970, Serrano, 1988), “barniz rojo julio-claudio” (Remesal et alii, 1977) o “producciones hispánicas precoces” (Serrano, 1999). Físicamente las pastas van desde tonalidades rosáceas (M-35) hasta marronáceas (M-25), con abundantes desgrasantes que varían en función de su taller de producción. Entre los desgrasantes que podemos ver en su composición encontramos micas, calizas o sílices, que además de imprimirle porosidad a la pieza generan una superficie poco adherente para el barniz que la recubre y que es la característica primordial de estas producciones. Su acabado posee una consistencia muy espesa y brillante en su cara interna frente a un aspecto muy “aguado”, rugoso y áspero en su zona exterior. El estado de conservación en el que las piezas se encuentran en los

registros estratigráficos es muy variable, pero generalmente se observa un craquelado interior muy acuciante que llega incluso a que el desgaste genere la desaparición del engobe en las zonas donde el sedimento posee un PH de alta acidez. En rasgos generales pueden ser consideradas como la antesala de las producciones en terra sigillata hispánicas de la zona bética, a partir de un gusto donde la tradición hispana y las nuevas formas del repertorio del italico modo se unen con un mismo fin en el cambio de era. Las características que hemos ido esbozando pueden plurifurcarse en tres grupos de pastas, que aluden a varios posibles centros productores: • El grupo A: la pasta es de color rosa pálido (M49 ó 5 YR 7/4) con desgrasantes calcáreos de granulometría muy pequeña con destellos fruto del aditamento de sílice en granos minúsculos, pero todo ello bien compacto por un amasado muy tratado quedando una superficie cortante en sus angulaciones. El barniz es rojo (R40 ó 2,5 YR 4/6) en su parte interior con un leve carácter brillante y rojo mate, y por consiguiente un tono más claro, en su parte externa (P40 ó 2,5 YR 5/8). Al interior está algo descascariñada y al exterior muy deteriorada y mate. El barniz es muy espeso en las zonas de uniones. El mismo grupo aparece representado desde los contextos augusteos hasta los contextos neronianos lo que nos demuestra un espectro de vida muy amplio de un alfar. • El grupo B: la pasta es de nuevo color rosa pálido (M50 ó 5 YR 6/2), muy amasada con micas de granulometría pequeña-media que son muy abundantes y de textura rugosa. El engobe está muy adherido al interior siendo de coloración marrón rojizo (P55 ó 5 YR 5/4). Al exterior el engobe está menos adherido lo que genera un craquelado muy potente.

186

• El grupo C: la pasta es marronácea rojiza clara (M47 ó 2,5 YR 6/4), con desgrasantes calcáreos muy abundantes. El engobe es muy adherente marrón claro con tendencia rojiza (N 35 ó 5 YR 6/3), brillante al interior y mate al exterior. En ambas partes está muy bien conservado lo que nos da indicios de un nuevo ente productor totalmente distinto a los tratados anteriormente. Los cortes son rectos y dan señales de estar muy bien amasados en su parte final. • El grupo D: la pasta es de color rosa muy claro (M 49), mientras que el engobe es rojizo (N 35 ó 5 YR 6/3), brillante en su zona interior y mate en su zona externa. La pasta se caracteriza por una pulverulencia extrema que genera un tacto muy jabonoso provocando así mismo que su grado de conservación externo sea nefasto. Estas últimas corresponden con las propias de Celti (Peñaflor, Sevilla). Vinculado con esta caracterización dada, obtenemos como conclusión que hubo varios centros de producción, algunos ya constatados arqueológicamente caso de Celti (Keay y Remesal, 1988), Isturgi (Andújar, Jaén) (Mayet, 1984, 15-16) o Corduba (Córdoba) (Moreno, 2004 y Vargas y Moreno, 2004). De igual modo existen otros posibles entes productivos, que a día de hoy sólo se constatan por una alta aparición de piezas en su entorno caso de Emerita Augusta (Jerez, 2004, 175) o San Fernando (Cádiz).

Historiografía Como ya hemos advertido, estamos ante una corriente de estudios muy joven, lo que ha generado que las adscripciones a otros grupos cerámicos hayan sido una realidad hasta el día de hoy. Las primeras alusiones fehacientes las debemos establecer para la Minas de Diógenes (Domergue, 1967, nº 62-64, pl. VIII, nº 1-3) bajo la nomenclatura de Céramique à vernis rouge tardive en el que se documentaron tres fondos de copas pero con una cronología que poco se ajustaba al panorama que hoy en día conocemos, pues se apostaba por el IV-III a. C. Las primeras referencias de amplia difusión se las debemos de igual modo a Domergue para el caso de Baelo Claudia en 1969, momento en el cual le dedica un punto de su participación en el X CNA. En la citada aportación se alude a 7 piezas, que se

CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

adscriben perfectamente a las formas clásicas del repertorio de las cerámicas tipo Peñaflor, caso de los platos del tipo Martínez II/Celti 13 (Domergue, 1969, fig. 11, nº 2 y 4) y los platos del tipo Martínez III (Domergue, 1969, fig. 11, nº 1), correspondientes a una clara imitación de los platos de engobe rojo pompeyano, más concretamente a las páteras abiertas. Las copa del tipo Martínez I/Celti 14 aparece representada por 4 ejemplares, que se adscriben a los subtipos Ib (Domergue, 1969 fig. 11, nº 5-6) y Ic (Domergue, 1969 fig. 11, nº 7 y 3), con cronologías propias del periodo claudio-neroniano. Además, estas formas parecen ser una imitación de las formas Consp. 3-4 y 10-12. Domergue en ningún momento tuvo claro el origen, pues las trata como cerámicas de importación. Así mismo, cronológicamente advertimos cómo existe de igual modo un desfase cronológico, afirmando a partir de sus investigaciones que se sucederían durante el siglo III-II a. C. mientras que la cronología propia se debe advertir durante la dinastía julio-claudia. Las lecturas cronológicas fueron depurándose a partir de estudios contextualizados de piezas que aún no se establecían como tales, en este sentido, con los hallazgos del templo de la c/ Claudio Marcelo de Córdoba (García y Bellido, 1970), se lanza una primera aproximación cronológica apostando por la mitad del I a. C. En torno a los años 70 la problemática comienza a expandirse al terreno de la vajilla común, frente a lo que había ocurrido hasta el momento en el que la vajilla fina había sido el centro del debate. Este nuevo frente fue abierto a raíz de los estudios llevados a cabo en Munigua (Vegas, 1971 y 1973) y fue completado con la sorpresa de observar que estas producciones se habían expandido vía marítima gracias a los hallazgos subacuáticos (Coll y Étienne, 1977) cotejado con las nuevas apariciones en las costas ampuritanas (Sanmartín-Grego, 1974) Al respecto es también Domergue (1973), quien hace referencia a unas 95 piezas, para el enclave de Baelo Claudia, muy variadas, aportándonos ejemplos de formas Martínez I/Celti 14, Martínez II/Celti 13. Esta dinámica de estudios se verá plasmada en las distintas campañas efectuadas por la Casa de Velázquez en Baelo Claudia. Los hallazgos allí acaecidos generaron una ordenación de las piezas en función de si éstas poseían un barniz anaranjado-pálido (datados a mitad del I a. C.) o bien si eran ya producciones de barnices rojos julio-claudios, estableciendo una tipología propia de forma 1/Martínez I/Celti 14, forma 2 /Martínez II/Celti 13, forma III/Martínez IIIb

LAS CERÁMICAS TIPO PEÑAFLOR

(Remesal et alii, 1977). Además de los elementos ya indicados, es interesante puntualizar que nos movemos con ejemplares ubicables entre el I a. C. y la mitad del I d. C., dándose a conocer los tipos que ya aparecen en suelo marroquí y afirmándose que “estamos ante un nuevo testimonio de lazos que unen el Sur de España y Marruecos durante el Imperio romano” (Remesal et alii, 1979). Este debate era paralelo al que volvía a resurgir sobre si las citadas producciones eran o no imitaciones itálicas (Serrano, 1988), todo ello enmarcado en un momento en el que se comenzaban a dar las primeras actuaciones en complejos bien estratificados, caso de Peñaflor (Keay y Remesal, 1988 y 1989) o las nuevas hipótesis de la existencia de una producción localizada en Andújar (Mayet, 1984, 15-16). La primera gran ordenación vino de la mano de Martínez (1987 y 1989), quien, además de englobar las mismas bajo la denominación de Béticas de imitación tipo Peñaflor –utilizando el epónimo del yacimiento que para el momento parecía ser el único centro de producción– , ejecutaba una tabla tipológica (Martínez, 1987 y 1989) con cuatro grandes formas, así mismo, establecía un mapa de distribución muy completo, que, a excepción de una veintena de puntos, hasta la actualidad sigue siendo puntero. La aceptación general de la existencia de las citadas piezas vino de la mano de la publicación de la Guía de la cerámica romana (Beltrán, 1990, 67-68), cuando en unos escasos párrafos se recogía de manera muy concisa los rasgos generales de la producción, estableciéndose una especie de mapa distributivo, sin entrar en los aspectos más profundos de la misma. En 1999 se intentó de nuevo dar paso a una nueva ordenación nominal de la producción gracias al coloquio Terra Sigillata Hispánica: centros de fabricación y producciones altoimperiales. En el mismo se pretendió unificar la terminología bajo el término Hispánicas Precoces, hecho que en ningún momento ha acabado con la utilización de las antiguas denominaciones (Amores y Keay, 1999, 240-241). Estas producciones están siendo cada vez de mayor interés para la comunidad científica. Así, se observa cómo desde un desconocimiento patente cada vez más se advierte una mayor aparición, o mejor dicho una incipiente adscripción a estas formas. Realmente valorar la citada producción se caracteriza por la escasez de estratos cerrados que nos aporten un valor cronoestatigráfico añadido. Al respecto se deben de tener muy en consideración

187

los restos aparecidos en el depósito B del Castrejón de Capote (Higuera la Real, Badajoz) en el que se han constatado unos sesenta fragmentos de la citada producción (Zarzalejos, 2003, 133-136). En este sentido, el caso cordobés es el más fructífero al respecto, nos aporta desde contextos augusteos y prototiberianos coexistiendo con formas del tipo Consp. 12.2, 13, 14.1, 22, 22.5, 23 ó 24.1 (Vargas y Moreno, 2002-2003, 206), de época tiberiana (García, 2002, 290), pasando por época claudia en el templo de la c/ Claudio Marcelo (Jiménez, 1996, 135140), hasta época neroniana con la zona de necrópolis de la Constancia, con la tumba nº 25 (Vargas, 2002, 302-303). Las últimas publicaciones al respecto ven las piezas tratadas, no como un grupo homogéneo, sino como un compendio de realidades culturales distintas a las cuales hay que intentar emular, de ahí la propuesta de las series imitativas (Vázquez et alii, 2005, 315-333). En rasgos generales, podemos establecer dos grandes momentos de la producción científica vinculada a esta cerámica. El primero llega hasta mitad de los años ochenta con la aportación de Martínez y se caracteriza por la falta de univocidad de los estudios, carencia de una tipología establecida y de ausencia de mapas de distribución que ayudara a establecer redes de distribución. Tras esto la segunda etapa, que se ha caracterizado por una ampliación del conocimiento de la producción en base al estudio de contextos bien estratigrafiados, completándose así de manera científica el panorama preexistente.

Tipología y cronología Llevar a cabo una tipología unitaria sobre las producciones que ahora nos compete es una labor ardua. Este hecho viene motivado por varias razones, en primer lugar el propio desconocimiento que sobre esta cerámica existe en el panorama científico internacional y en segundo lugar, por no poseer un corpus tipológico propio, pues en esencia reproduce imitativamente formas propias de otras formas cerámicas. A pesar de ello, han sido varios los autores que han pretendido establecer una tipología autóctona, caso de Vegas (1973), Remesal, Rouillard y Sillières (1977), Martínez (1987, 1988-1989), Keay, Remesal, Creighton y Jordan (1991), Keay y Remesal (1990, 1993) o Keay y Romo (2001), quienes han establecido de manera amplia la tipología más completa al respecto. Así mismo, en los últimos momentos se ha apostado por

188

la propuesta de las series imitativas (Vázquez et alii, 2005, 315-333), que desde nuestro punto de vista es la que se adecua al panorama científico actual en el que las formas con este acabado se amplían considerablemente. Una valoración genérica de estas tipologías induce a una primera conclusión, que es la de falta de univocidad de los estudios tipológicos. Creemos que efectuar una nueva tipología al respecto es enturbiar aún más el conocimiento de las mismas, por lo que preferiremos hablar de grupos imitativos que se adecuan más a una realidad cerámica cuyo rasgo primordial radica en unas características físicas externas muy concretas y que ya ha sido objeto de estudio. • Grupo imitativo de las producciones en sigillata itálicas: como ya hemos indicado, han sido ya muchos los autores que han pretendido considerar este tipo cerámico como formas previas a las sigillatas hispanas, siendo un paso previo caracterizado por la imitación de producciones itálicas. Son muchas las formas que han sido imitadas, para el caso, en el enclave de Celti (Peñaflor, Sevilla), se han localizado hasta 14 formas que se asemejan directamente a las recogidas en el Conspectus (caso de las Consp. 10.1, 10.1.3, 10.1, 1.1, 11.1, 12.2, 12.3, 27, 34, 6, 52, 14, 36, 7.1, 2.3, 2.1 y 8.3). De las citadas anteriormente, las más extendidas son las copas Consp. 13-14/Martínez Ia (fig. 1, nº 1) e Ic/Celti 13 (fig. 1, nº 3), las Conps. 8.3/Martínez Ib/Celti 14 (fig. 1, nº 2) y las Consp. 7/Martínez Id/Celti 9 (fig. 1, nº 4) y los platos Consp. 2.2/ Martínez IIa/ Celti 13 (fig. 1, nº 5), Consp. 2.1/Martínez IIb-c (fig. 1, nº 6-7) y Consp. 1.1/ Martínez IId/Celti III (fig. 1, nº 8). Estas copas, que muy a menudo aparecen formando servicio con los platos expuestos, son los más extendidos. De hecho, las restantes formas se han constatado casi en exclusividad en el entorno de Celti, de ahí que consideremos las otras formas como elementos propios de un circuito comercial muy atomizado. • Grupo imitativo de producciones en sigillata sudgálica: como ya hemos advertido, las formas más difundidas corresponden a las establecidas en el grupo anteriormente tratado, sin que esto suponga que esta técnica no reproduzca a otras formas cerámicas correspondientes a otros grupos. En este sentido, las formas Drag. 33, 35-36, Ritt. 8-9, Drag. 22 o Drag. 37 son las principales en este repertorio. • Grupo imitativo de producciones en vajilla de mesa: es resaltable que también nos movamos con imitaciones

CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

propias en cerámicas comunes con un acabado externo que se asemeja a las producciones que tratamos. En este sentido, las más desarrolladas corresponden a las formas propias de barniz rojo pompeyano que Vegas apuntó como formas tipo 15 A (1973, 48), que se asimilan a las formas Martínez III a, b y c (fig. 1, nº 9-12). Así mismo, destacamos otras formas, caso de orzas del tipo 34 (Vegas, 1973, 80). Son destacables otras formas cerradas a modo de jarra mono o biansadas tal y como se extrae de la aparición de un asa con similar acabado en el solar cordobense (Vargas y Moreno, 2004, 725). • Grupo imitativo de producciones en sigillata hispánica: caso de las formas Hisp. 4-5, sin descartarse la aparición de otras formas. • Grupo imitativo de paredes finas: para el caso se ha constatado en Celti formas del tipo Mayet XLIII-XLIV dentro de niveles de mitad del I d. C. Como ya hemos indicado, la mayor parte de los tipos que venimos advirtiendo se han hallado en las diversas actuaciones que se vienen realizando en el yacimiento arqueológico de Celti. Este hecho es indicativo de una zona geográfica en la que las imitaciones de producciones alóctonas al lugar son una realidad al respecto. En este sentido, esta corriente llegaría hasta el siglo V d. C., momento en el que se da un nuevo grupo imitativo de formas africanas, tanto de africanas de cocina como de African Red Slip Wares A, C y D, para el caso de Celti parecen estar representadas formas propias de época tardía y que se pueden extrapolar, como ya hemos indicado, hasta el siglo V d. C. (Amores y Keay, 1999, 240-241 y Vázquez et alii, 2005, 319) Así mismo, a estos elementos tipológicos que proponemos debemos unir la aparición de sellos en distintos contextos cordobeses: • ACILS/ROPI, en un fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9 (Vargas y Moreno, 2004, 721-722, fig. 1-4), datados en época augustea. • Fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9, con cuatro palmetas radiales (Vargas y Moreno, 2004, 722, fig. 4). • Fondo de Consp. 7.1/Martínez I/Celti 9, con cinco sellos radiales RIVS/CHAR (Vargas y Moreno, 2004, 722). Estos sellos aparecidos de nuevo nos dan señas de una posible conformación autoctonista previa a la formación de la sigillata hispánica propiamente dicha. Al

LAS CERÁMICAS TIPO PEÑAFLOR

189

Figura 1. Principales formas de la tipología.

caso de Corduba debemos unir un fallo de cocción de forma Martínez III/Celti I (Moreno, 2004, 295-296, lám. II y Vargas y Moreno, 2004, 723, fig. 5) y un ejemplar no engobado (Vargas y Moreno, 2005, 723, fig. 6). Para el caso extremeño se han dado a conocer cincuenta y seis fragmentos procedentes de Lacimurga (Puebla de Alcocer, Badajoz) y en Emerita Augusta, siendo el único fragmento, no documentado hasta el momento, una copia de Drag. 22 (Jerez, 2007, lám. 2, nº 11), así como dos sellos, uno en forma de estrella de seis puntas y otro con el sigillvm CE (Jerez, 2007, lám. 3, nº 4 y 6). Se apunta a la posibilidad de que existiera un centro productivo propio en el lugar como ensayo de una posible producción en terra sigillata, hecho que comprobaremos con las analíticas y que realmente algunos no creen factible, pues si se compara con el caso cordobés (Vaquerizo et alii, 2005) podremos observar el volumen de aparición de las mismas fruto de la existencia de un taller en las inmediaciones. Con toda esta amalgama imitativa, la cronología inicial julio-claudia (Remesal, Rouillar y Silieres, 1977) queda totalmente desfasada para alguna de las formas que apa-

recen recogidas anteriormente. En este sentido, las primeras propuestas cronológicas factibles vinieron de la mano de Martínez (1987) cuyas variantes I/IIa aparecerían estratigráficamente insertas en el cambio de era hasta el reinado de Tiberio, por el contrario, la variante I/IIb y c en época claudio-neroniana y la I/IIe se le atribuía una cronología propia de fines del I d. C. y la primera mitad del II d. C. Por consiguiente, nos movemos con una producción cuya característica principal es su aspecto externo y no su tipología muy cercana a otras propias. Proponemos por lo tanto hablar de formas o series imitativas con el fin de ir homogeneizando términos y facilitar la adscripción a este tipo concreto. La cronología inicial de la misma parece estar en total consonancia con las primeras producciones itálicas, así el equipo encargado del estudio de Celti establece las producciones tipo Consp. 1.1 como el hito inicial de la producción en torno a la segunda mitad del I a. C. De igual modo, hay que advertir que los estudios contextuales al respecto han sido muy pocos, a excepción de los realizados en Celti, que apuntan a una serie de consideraciones cronológicas para las siguientes formas: la Consp. 1 propia del 50-30

190

CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

Figura 2. Mapa de centros productores de cerámicas tipo Peñaflor: posibles centros y centros ya constatados arqueológicamente.

a. C., la Consp. 2.1, 2.3, 8.1, 10.1, 11.1, 36.1 dentro del arco cronológico que va desde el 30-10 a. C. y las formas Consp. 7.1, 12.2, 12.3 y 14 para el cambio de era. Dentro de las formas propias de época tiberiana destacamos las 52.1, 6.1 así como las Ritt. 9, para Claudio-Nerón las formas Mayet XLIII-XLIV, así como las Consp. 34 y ya en época julio-claudia final y transición a época flavia destacamos las Drag. 35 y 37 (Amores y Keay, 1999, 242). Todos los datos apuntan a considerar estas formas imitativas casi coetáneas a las que les sirvieron de modelo, lo que nos sugiere extrapolar las cronologías propias de las formas originales.

Distribución A la hora de valorar la distribución de las piezas, vemos cómo las mismas, además de utilizar los circuitos terrestres y/o fluviales, se exportaron fuera de los límites peninsulares por medio de redes comerciales marítimas. En este sentido, el primer caso vendría de la mano de la navegavilidad de los ríos Anas (Guadiana) y Betis (Gua-

dalquivir) alcanzando zonas del interior, caso de Emerita Augusta (Jerez, 2004), La Cueva del Valle (Zalamea de la Serena, Badajoz)1 o el Castrejón de Capote (Higuera la Real, Badajoz) (Zarzalejos, 2003, 133-136). Para el segundo caso, los hallazgos del pecio Port Vendres (Colls y Étienne, 1977) o en zonas extrapeninsulares caso de Septem Frates (Ceuta) (Bustamante, 2007) o Pompeya2 son elementos sintomáticos. Así mismo, otros autores han planteado que tuvieran un arco expansivo que alcanzara la Gallia Suroriental (Keay y Romo, 2001, 57) sin que nos den más datos. En relación a los mapas de distribución, son varios los efectuados que a día de hoy inexcusablemente deben ser ampliados. El primero de los mismos se lo debemos a Martínez Rodríguez (1989), quien hace alusión a la existencia de estas producciones en Carteia (San Roque, Cádiz), cabo de Trafalgar (Cádiz), Los Sauces (El Puerto de Santa María, Cádiz), Olivar Alto (Utrera), Torre de los

1 Agradecemos las informaciones dadas al respecto por Dña. Rebeca Cazorla. 2 Estas piezas se encuentran en curso de estudio.

LAS CERÁMICAS TIPO PEÑAFLOR

191

Figura 3. Mapa de distribución de la cerámica tipo Peñaflor.

Herberos (Dos Hermanas), Las Canteras (Alcalá de Guadaira), Sevilla, Italica (Santiponce), El Saucejo, Osuna, Cerro de las Cabezas (Olivares), Mesa de Villaverde (Villaverde), Munigua (Villanueva del Río y Minas), El Tejarillo (Alcolea del Río), El Castillo (Lora del Río), Carmona, Verdeja I (Marchena), Écija, Peñaflor, Ategua (Santa Cruz), Córdoba, Viñas de Castro (Castro del Río), Mesa de Luque (Luque), Los Villares de Andújar (Andújar), El Cerro del Plomo (Baños de la Encina), Cástulo (Linares), Guiribalis (Jaén), Mina Antigua de Diógenes (Ciudad Real), Sala y Lixvs. Para el caso del sureste destacamos a Córdoba con abundantes hallazgos en Cercadilla (Moreno, 1994) o la necrópolis de “La Constancia” (Vaquerizo et alii, 2005), entre otros. A estos enclaves se debe unir los ejemplares de Sisapo (Zarzalejos, 1995) y toda una serie de hallazgos que se encuentran dentro de los resultados de una serie de prospecciones efectuadas por Keay, entre las que se encuentra Bassilippo (Arahal), Munda (Alto de las Camorras), Cerro de la Atalaya, Casablanca, Cerros de San Pedro (Fuentes de Andalucía), Ilipula Minor (Cortijo de Repla, Los Corrales), Callet (El Coronil), Lucurgentum (Alcalá de Gua-

daira), El Guijo, Olaurum (El Hachillo, Lora de Estepa) o Siarum (Torre del Águila) (Amores y Keay, 1999, 243). Para el caso sudhispano, los hallazgos de Cádiz y San Fernando (Bustamante, 2007) deben ser tenidos en consideración sobretodo por ubicarse en zonas de larga tradición alfarera con acabado en engobados rojos. Al respecto, las alusiones a las zonas más nororientales las tenemos con las aportaciones de Ampurias (SanmartíGrego, 1974) y de Libisosa (Lezuza, Albacete) (Poveda, 1994), que junto con los hallazgos subacuáticos nos dan señas de un comercio a larga distancia, a lo que debemos unir un incesante trasiego con el norte de África, caso de los hallazgos acaecidos en Septem Fratres (Bustamante, 2007) o la Península Italiana. Creemos que no hubo un comercio preestablecido y unívoco de estas cerámicas con zonas extrapeninsulares, sino que a rasgos generales fueron parte del cargamento secundario que iban acompañando a ánforas cargadas de productos annonarios, caso del aceite y el transporte de las ánforas olearias Dressel 20, hecho que ya apuntó para las producciones jiennenses Mayet (1978) y que pretendemos extrapolar a las producciones cerámicas que ahora nos competen.

192

Para el caso concreto de Celti, Amores y Keay relacionaron la exportación de este tipo de vajilla con la de una caliza marmórea autóctona distribuida a partir del muelle fluvial del Higuerón (Amores y Keay, 1999, 245) que podría darnos pistas de una posible configuración como cargamento secundario.

Problemática y líneas de investigación El primer problema que encontramos al estudiar este tipo es su propia terminología. Apostamos así por dar una nueva denominación, la de Barniz Rojo de Tradición Hispana. El propio hecho de adjuntar una nueva definición no es algo caprichoso con el fin de unir otro término más a la larga lista de nombres que se le han ido dando a estas producciones. En primer lugar, estamos ante producciones totalmente opuestas a las manufacturadas en la zona norte, que son producidas y consumidas para entes poblacionales militarizados y foráneos, por lo tanto no se podrían incluir en el grupo de las “precoces”. En este sentido, estas cerámicas son realizadas en contextos productivos donde el peso de población indígena es fuerte, caso de Celti (Peñaflor) (Keay y Remesal, 1990 y 1993, Keay et alii, 1991), Isturgi (Andújar) o Corduba (Córdoba) y donde, a pesar de imitar formas alóctonas, al lugar le imprimen un toque personal donde el peso de la tradición es palpable, caso del engobado externo. En este sentido, las palabras que utilizamos para su denominación están perfectamente escogidas, “barniz rojo”, puesto que es la principal característica física de los mismos y “de tradición hispana” con el fin de delimitar su espacio de producción y ver cuál es la raíz de la formación física de las citadas piezas. Este término creemos que se ajusta más a los que otros autores han propuesto por las siguientes razones: • “Cerámicas de barniz rojo tardío” (Domergue, 1967 y 1969), desde nuestro punto de vista este término es vago, pues podría dar una primera confusión de corte cronológico, ya que el término “tardío” se puede aplicar a otras fases diacrónicas de la historia, no sólo a época tardo-republicana o a la tardo-romanidad, siendo interesante ver como a ninguna de las dos épocas afectan las citadas producciones. • “Las cerámicas Peñaflor/Martínez” (Martínez, 1987 y 1989), no se ajustan a la realidad, ya que, como hemos

CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

visto, no sólo es este centro sevillano el fabricante de estas producciones. Son también el fruto de una época donde los epónimos son una realidad acuciante al respecto. • “Imitación de vajilla de mesa” (Vegas, 1971 y 1973), este término, aunque acertado, es muy genérico, pues las imitaciones pueden ser muy amplias no teniendo por qué poseer el acabado rojizo que sí advierten éstas. • “Imitaciones de cerámicas aretinas” (García y Bellido, 1970 y Serrano, 1988), en ningún momento se alude al acabado final. Además, estas producciones no imitan en exclusividad a estas cerámicas, pues, como hemos visto, la imitación incluso afecta a producciones tardías. • “Sigillatas de imitación tipo Peñaflor” (Amores y Keay, 1999), no deben ser consideradas sigillatas propiamente dichas, pues éstas no poseen las mismas características físicas de las otras y, en segundo lugar, porque la imitación de las mismas va más allá de ejemplares de servicios de mesa. • “Producciones hispánicas precoces” (Serrano, 1999). En época neroniana, es decir, mitad de siglo primero, aún aparecen estas producciones. Esto hace que en ningún momento puedan ser consideradas como precoces, puesto que, en el caso de las hispánicas propiamente dichas, comienzan a producirse en esa época, sin tratar algunos precedentes como la primera generación de alfareros hispanos jiennenses. Por lo tanto, vemos cómo las producciones sudpeninsulares se generan en el propio seno de la sociedad bética como evolución autóctona propiciada por un intenso deseo de asimilarse a la sociedad romana, sin que esto suponga que algunos puntos geográficos, conociendo la intensa afinidad existente entre identidad romana y sigillata, fuesen muy reticentes a aceptar su llegada, caso concreto de Carmo (Carmona, Sevilla) o bien Gades, enclaves en los cuales en su zona de necrópolis se observa la cuasi total ausencia de formas itálicas, y la conformación de ricos ajuares con formas tipo Barniz Rojo de Tradición Hispana. Son cerámicas que en morfología y en conformación técnica tienen grandes similitudes con los barnices rojos fenicio-púnicos de corte gaditano o como la historiografía tradicional ha denominado como “tipo Kuass”. Por ello, se podrían considerar, más que una imitación inicial de productos itálicos, una fase muy tardía de producciones engobadas de tradición indígena.

LAS CERÁMICAS TIPO PEÑAFLOR

A lo antes indicado debemos unir que no nos movemos ante una corriente productiva exclusiva del mundo sudhispano, pues este fenómeno de acabado bícromo lo encontramos en otros puntos del Mediterráneo, caso de las producciones Padanas C en Italia o las presigillatas de Bram en Francia. Por consiguiente, nos movemos ante un fenómeno técnico asimilable a otros puntos del Mediterráneo. Si a esta última idea le unimos el hecho de que esta producción no posee formas físicas propias, nos da un esbozo de que quizás no nos encontremos ante un tipo genérico cerámico, sino más bien ante una corriente estilística muy extendida por toda la cuenca mediterránea en el cambio de era. Valorando el componente genérico de los hallazgos que hemos ido comentado, advertimos cómo al menos el 90% de las piezas halladas hasta el momento responden a formas que imitan los prototipos itálicos y sudgalos (Celti 13/14). Así, esta manufactura se realiza para y por unos individuos que, aun estando sus lugares habitacionales en el halo de las redes de distribución de las producciones itálicas y galas, sintieron, bien la necesidad de producir imitaciones con el fin de solventar carencias distributivas, o bien para no acceder a comprar estas piezas de la cultura material del ente vencedor. Por el contrario, el caso de Corduba nos parece dar otros aspectos al respecto frente a la masiva aparición de un servicio compuesto por tres platos y tres copas en Barniz Rojo de Tradición Hispana, servicio que a menudo se rompe en pro de insertar sigillatas galas (Vaquerizo et alii, 2005, tumba nº 14 y 25), pero que sí se mantiene cuando esa sigillata es hispánica (Vaquerizo et alii, 2005, tumba nº 42). Por consiguiente, parece que nos movemos ante un rito propio de entes hispanos. En este sentido, la inserción de piezas foráneas hace que este ajuar característico se rompa para generar otro en el que el número de piezas aumenta de tamaño pero en el que siempre, en al menos una ocasión, aparece la forma de Barniz Rojo de Tradición Hispana como una forma de rendir homenaje a su cultura.

193

Se puede establecer a partir del estudio de las cerámicas tipo Peñaflor que nos encontramos ante un signo de distinción de escala social, pues el coste de las mismas se caracterizaría por ser menor al de las producciones engobadas alóctonas a la Península Ibérica. El hecho de que en la mayor parte de los distritos mineros, caso de Sisapo, Diógenes, Cástulo o Ríotinto, hagan su aparición es muy sintomático, pues, como está constatado, nos encontramos ante remesas cerámicas compradas por concesión que tendería a reducir gastos, si tenemos en cuenta que estas cerámicas eran las más baratas del mercado y las más fáciles de transportar vía fluvial o marítima, no es de extrañar que sean las mayoritarias en la zona. Así, el ejemplo de suroeste peninsular es muy clarificador al respecto, pues al comparar un centro administrativo-militar minero (caso del Cerro del Moro) frente a la zona de hábitat de los mineros (caso de Corta del Lago), vemos cómo el número de piezas itálicas existentes en el primer enclave es mutado por piezas de “barniz rojo de tradición hispana” en el segundo yacimiento, fruto de un nivel adquisitivo menor. Por el contrario, no creemos factible el seguir creyendo que estas cerámicas siguen un circuito de distribución paralelo a las producciones de sigillata jienneses tal y como proponía Beltrán (1990). En este sentido, la aparición de piezas en el entorno de Emerita Augusta, donde la producción jiennense llega de manera minúscula, es un elemento a tener en cuenta. Así mismo, extrapeninsularmente vemos cómo en Pompeya (Nápoles, Italia) en la actualidad no se ha hallado ninguna pieza jiennense, mientras que del tipo Peñaflor hemos podido constatar varios fragmentos que se encuentran en fase de estudio. Esto no es más que una prueba directa de que la imposición de la vajilla romana sería reflejo de una conquista efectiva de una zona por parte de Roma y, por consiguiente, se podría plantear la misma como un vehículo más de romanización.

194

CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

Lámina 1. Piezas variadas nº 1-2 forma Mart. Ia/Celti 14 de la pasta tipo A, nº 3 forma Mart. I d/Celti 14 de la pasta tipo A, nº 4-5 formas Mart. I sin determinar de la pasta tipo B, nº 6 forma Mart. I sin determinar de la pasta tipo A y nº 7 forma Mart. II/Celti 13 de la pasta tipo B.

Lámina 2. Fondo por su parte delantera y trasera del tipo Martínez II b/ Celti 13 de la pasta C.

LAS CERÁMICAS TIPO PEÑAFLOR

Bibliografía Amores, F. y Keay, S. J. (1999): “Las sigillatas de imitación tipo Peñaflor o una serie de hispánicas precoces”, Terra Sigillata Hispánica: centros de fabricación y producciones altoimperiales, pp. 235- 252. Beltrán Lloris, M. (1990): Guía de la cerámica romana. Bustamante Álvarez, M. (2007): El comercio de Terra Sigillata Alto-Imperial en el Círculo del Estrecho. Balance historiográfico y nuevas líneas de investigación, Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo, Universidad de Cádiz. Colls, D. y Etiénne, R. (1977) : “L’épave de Port Vendres et le commerce de la Bétique a l’époque de Claude”, Archaeonautica, I, CNRS, 143. Domergue, C. (1967): “La mine antique de Diógenes, Ciudad Real”, Melanges de la Casa de Velásquez, III, París, pp. 29-92. Domergue, C. (1969): “La campagne des fuielles 1966 à Bolonia (Cádiz)”, X Congreso Nacional de Arqueología,Zaragoza, pp. 442-456 García y Bellido, A. (1970): “Los hallazgos cerámicos del área del templo romano de Córdoba”, Anejos de Archivo Español de Arqueología, Madrid. Jerez Linde, J.M. (2007): “La terra sigillata hispáncia precoz o tipo peñaflor su incidencia en el territorio emeritense y dos marcas inéditas del M.N.A.R. de Mérida”, Anas 17, pp. 161-178 Martínez Rodríguez, F. (1987): Análisis y personalización de un grupo cerámico de Barniz Rojo de imitación propio de la Bética Romana, Memoria de Licenciatura Martínez Rodríguez, F. (1989) “Las cerámicas béticas de imitación tipo Peñaflor” Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, nº 26, pp. 60-65. Mayet, F. (1974): Les céramiques à parois fines dans la Péninsule Ibérique, Burdeos-París. Mayet, F. (1978) : “Marques d’amphores en Maurétanie Tingitane (Banassa, Thamusida, Volubilis)” M.E.F.R.A., 90, Roma, pp. 252-293. Moreno Almenara, M. (2004): “Nuevos testimonios de actividad alfarera en Corduba”, Anales de Arqueología Cordobesa, 15, Córdoba, pp. 291-308 Poveda, A.M. (1994): “Nuevos datos sobre aspectos del comercio exportador de la Bética hacia el sudoeste de la Tarraconense”, Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, pp. 391-392. Keay, S. y Remesal, M. (1990): “Peñaflor (La Viña) 1988. Informe preliminar”, A.A.A. 1991, II, Sevilla, pp. 364-366.

195

Keay, S. y Remesal, M. (1993): “Peñaflor 1991(La Viña y el Calvario)”, A.A.A. 1991, II, Sevilla, pp. 364-366. Keay, S. y Romo, A. (2001) “Las cerámicas”, Keay, S., Grighton, J. y Remesal, J., Celti (Peñaflor). La arqueología de unas excavaciones 1987-1992, pp. 31-200 Remesal, J., Rouillard, P. y Sillières, P. (1977): “Algunos datos sobre datos de las ultimas campañas de excavaciones en Belo (Bolonia, Cádiz)”, XIV CNA, Vitoria, pp. 1161-1178. Sanmartí-Gregó, E. (1974-75): “Nota acerca de una imitación de la sigillata aretina detectada en Emporion”, Ampurias 36-37, pp. 251-261. Serrano Ramos, E. (1988): “Imitaciones de cerámica aretina procedentes de yacimientos arqueológicos malagueños”; Mainake X, pp. 83-90. Serrano Ramos, E. (1999): “Producciones Hispánicas Precoces”, Terra Sigillata Hispánica. Centros de fabricación y producciones altoimperiales, pp. 231-233. Vegas, M. (1971): “Munigua. Cerámica romana del Mediterráneo Occidental”, NAH, pp. 72-117. Vegas, M. (1973): Cerámica común romana del Mediterráneo Occidental, Barcelona. Vaquerizo, D., Garriguet, J.A. y Vargas, S. (2005): La Constancia. Una contribución al conocimiento de la topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Córdoba. Vargas, S. (2002) “El conjunto funerario de la Constancia: ajuares y cronología” Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, II, Córdoba, pp. 297-310. Vargas, S. y Moreno, M. (2002-2003): “Análisis de un contexto cerámico en el sector meridional de la Colonia Patricia Corduba”, Anales de Arqueología Cordobesa 13-14, pp. 201-227. Vargas, S. y Moreno, M. (2004): “Nuevas perspectivas para el estudio de la cerámica de imitación tipo Peñaflor en la Colonia Patricia Corduba”, Figlina Baeticae, vol 2., pp. 721-726 Vázquez, J, García, F.J. y González, J.M. (2005): “Las cerámicas romanas de imitación “tipo Peñaflor” y los inicios de Astigi (Écija, Sevilla)”, SPAL 14, pp. 315-333. Zarzalejos, M. (1995): Arqueología de la región sisaponense. Aproximación a la evolución histórica del extremo SW de la provincia de Ciudad Real (fines del siglo VIII a. C. al II d. C.), Madrid. Zarzalejos, M. (2003): “Las producciones de TSH precoz. Las sigillatas de imitación de tipo Peñaflor”, Berrocal, L. y Ruiz, C., Depósito Alto-Imperial del Castrejón de Capote (Higuera la Real, Badajoz), Mérida, pp. 133-135.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.