Las Caleras. Poblado, necrópolis y minería de “espejuelo” junto a la calzada Toledo- Segóbriga.

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Descripción

2.

ACTUACIONES ARQUEOLOGICAS EN PROYECTOS URBANISTICOS

2.12.-

Las Caleras. Poblado, necrópolis y minería de “espejuelo” junto a la calzada ToledoSegóbriga.

Dionisio Urbina Martínez Catalina Urquijo Álvarez De Toledo

LAS CALERAS. POBLADO, NECRÓPOLIS Y MINERÍA DE “ESPEJUELO” JUNTO A LA CALZADA TOLEDO-SEGÓBRIGA. Dionisio URBINA MARTÍNEZ*1 Catalina URQUIJO ÁLVAREZ DE TOLEDO*

Resumen La excavación de unas tumbas de inhumación pertenecientes al poblado de Las Caleras, que se hallan junto a la calzada romana que unía las ciudades de Segobriga y Toledo, y la aparición de cubiertas de yeso en las mismas, nos permite relacionar este poblado con la minería romana de lapis especularis o espejuelo, de la que existe una mina en las cercanías, en el término toledano de Noblejas, en la Fosa del río Tajo. Palabras Clave Caleras, calzada romana, lapis specularis, minería romana.

Abstract The excavation of some burial tombs related to the settlement of Las Caleras, next to the Roman road that joined the cities of Segobriga and Toledo and the apparition of gypsum covered in the same, permits us to relate this settlement with the roman mining industry of lapis specularis or “espejuelo”, of which exists a mine in the neighborhood, in the term of Noblejas, Toledo, in the Fosa of Tajo river. Key words Caleras. Roman road, lapis specularis, roman mining

1 * Arqueólogos. C/ Llano, 25. 45370

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[email protected] y [email protected]

Santa Cruz de la Zarza (Toledo). Tf 627415790 y 687754256 e-mail:

Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla – La Mancha (Toledo, 2007)

1. Introducción.

En 1993-94 realizamos una prospección de cobertura total sobre los 1.5.00 km2 de extensión que tiene la Mesa de Ocaña. Aunque esta prospección estaba orientada a los yacimientos del Hierro II, se descubrieron numerosos asentamientos de otras épocas que fueron incluidos en los informes entregados en Cultura en 1995. Entre ellos figuraba un asentamiento con fragmentos de cerámicas de terra sigillata en superficie, que fue denominado de acuerdo al topónimo local “Las Caleras”. Este asentamiento se extendía por los llanos de la Mesa en su borde septentrional que se asoma a la Fosa del Tajo, entre los términos municipales de Noblejas y Villarrubia de Santiago, en Toledo (fig. 1).

Años después nombramos este yacimiento como uno de los enclaves de menor entidad que se disponían en torno a una vía romana que cruza la Mesa de Ocaña (Urquijo et al. 2004). Entonces mencionábamos que por la Mesa de Ocaña se hacía pasar tradicionalmente una vía secundaría que uniría las ciudades de Segobriga y Toledo (Palomero, 1987, tramo IB6, y Martínez Fronce, 1988).

Las bases sobre las que establecimos entonces el trazado de esta vía eran fundamentalmente toponímicas, ya que desde la Alta Edad Media se conservan el nombre de “Calzada” al Sur de Villarrubia de Santiago: E si alguno viniere de mas de XXV por seer vezinos in Villa Rubia, de la calzada in alá arrompe e lavre si quisiere, sed de la calzada in achá no coian plus de XXV. (Rivera Garretas, 1985:268-9). Encontramos otro topónimo referido a una vía antigua en el entorno de Fuente de la Calzada, en Santa Cruz de la Zarza, lindando ya con la provincia de Cuenca, en donde existe una larga tradición de asentamiento humano prolongado desde el Calcolítico hasta época medieval (Urbina, 2000).

Un camino medieval de Toledo a Cuenca utiliza en parte la supuesta calzada romana. Su trazado viene recogido en el repertorio de Villuga (1951:58). La trayectoria desde Toledo es: Venta de Calabazas, Venta de Cava, Venta de Majacala, Venta de Bel, Yepes, Ocaña, Venta del Sarmiento, Venta del Barranco, Santa Cruz de la Zarza y Tarancón.

2. La calzada romana Toledo-Segobriga.

A lo largo de estos años hemos podido identificar todos estos lugares. La Venta de Calabazas se hallaba en un punto cercano al actual extremo oriental del polígono industrial y barrio toledano de Benquerencia, junto al arroyo de Ramabujas. La Venta de Cava junto al arroyo de Valdecaba, den el lugar de la Casa Vieja del Valdecaba Baja. Atravesaba el río Algodor y 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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llegaba a Manjacala, donde existen aún hoy unas casas llamadas Majazala, junto al topónimo de la Muela Baja. El camino se une a la actual CM 4006 y cruza por término de Villasequilla el arroyo Melgar, que precisamente comienza desde este tramo a denominarse arroyo de Martín Román. El camino se dirige en dirección a Yepes pasando por el paraje de Ventaquemada que se corresponde con la Venta de Bel, en donde las fuentes altomedievales ubican la alquería de Bel (Riverra Garretas, 1985). De Yepes a Ocaña el Camino se llama camino de Toledo. Sale de Ocaña al Este, por la calle Camino Viejo del Villar y discurre por los llanos de la Mesa hasta la Venta del Sarmiento que se situaba junto a la Fuente del Pozuelo, al Este de Villarrubia de Santiago. La Venta del Barranco se denomina Venta Vieja y se hallaba en la cabecera del arroyo de Viloria, entre los términos de Villarrubia y Santa Cruz. Este tramo hasta Santa Cruz de la Zarza se denomina camino Viejo de Ocaña o Camino Viejo de Santa Cruz, y en los 30 km que separan estas dos localidades no atraviesa pueblo alguno: El 26 salimos de Oreja caminando como tres leguas por la Mesa por tierra un poco desigual, llegamos a comer a Santa Cruz de la Zarza, sin pasar por lugar alguno, pero dejando a la izquierda, a una legua, a Noblejas y a Villarrubia de Ocaña,… (Jiménez de Gregorio, 1973:222).

Por lo que respecta a los asentamientos romanos situados a lo largo de esta vía, desde el arroyo Melgar o Martín Román, junto a Villasequilla, hasta Tarancón, en Cuenca (que es la zona estudiada por nosotros), podemos citar el enclave de “Los Charcos” (Martín Román), el cual corresponde a extenso yacimiento que se dispone sobre una loma junto a un recodo del arroyo Melgar, con fuerte presencia en superficie de restos constructivos romanos, numerosos trozos de tejas (ímbrices) junto a fragmentos de cerámicas comunes, de almacenamiento y sigillatas. Además, aparecen varios cenizales con piedras levantadas por los arados entre las que se localizan fragmentos de molinos de cereales, quicialeras de puertas y dolias. Sobre estos restos se advierten igualmente restos de cerámicas musulmanas y se pueden encontrar citas textuales sobre la existencia de una pequeña alquería cristiana en el siglo XII, de donde toma el nombre de Martín Román.

El camino, tras llegar a la Venta de Bel, se dirige hacia Ciruelos, no a Yepes, pasando por la falda Norte del Cerro de San Cristóbal y buscando por el llano la fuente de Valderretamoso, en el nacimiento de un barranco al borde de los llanos de la Mesa. En este lugar existe un yacimiento amurallado del Hierro II, y junto a él un pequeño asentamiento romano por donde pasaba la calzada (Urbina, 2000). El camino se denomina Vereda de Ventaquemada y Camino de Toledo. Valderretamoso se halla apenas a 2 km del gran yacimiento romano de Perusa, en las inmediaciones de Ciruelos (Urbina, 2000; Urquijo et al. 2004). Este enclave se desarrolla desde un origen del Hierro II para conformar una ciudad romana de grandes dimensiones, con indicios de campos centuriados en sus alrededores (Urquijo et al. 2004), cuyos ecos pasaron de una u 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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otra manera a los falsos cronicones de la Edad Moderna, otorgándole el nombre latino de Perusa. El camino sirvió para deslindar los términos de Yepes y Ciruelos.

En dirección a Ocaña el camino busca de nuevo las surgencias de agua junto a la cabeceras de los barrancos al borde de la Mesa, así transcurre por el manantial de El Aljibe y antes de llegar a Ocaña alcanza el yacimiento de Camino de Yepes, en donde, al igual que en Perusa, existió un recinto amurallado del Hierro II: Puntal de Valdegato, y junto a él se extiende un importante yacimiento romano y musulmán. Entonces el actual emplazamiento de Ocaña no existía, el camino transcurría al borde del llano buscando el manantial junto al yacimiento de Los Villares, al Este del casco urbano de Ocaña (Urquijo et al. 2004). Estamos de nuevo frente a un yacimiento de la Segunda Edad del Hierro y romano, este último de grandes dimensiones. De él guardaba Jesús Santos (el padre Santos) numerosas piezas que fue recogiendo a lo largo de los años y que han acabado en una especie de museo local sin ser estudiadas salvo algunas piezas aisladas, como una colección de denarios republicanos (Rodríguez Untoria, 2000) y una espada de la misma cronología (Peces Pérez, 2000). En superficie se hallan cerámicas campanienses y restos de actividad alfarera.

Otro de los nombres de este yacimiento: Camino Viejo de Santa Cruz, hace alusión a la antigua calzada que se dirige a oriente y que en estos tramos coincide con el camino medieval o al menos sólo han quedado evidencias físicas y toponímicas de éste. Atraviesa los llanos al Sur de Noblejas y busca las surgencias de agua en los rebordes del páramo en Las Caleras. Continúa por el llano hasta la Fuente del Pozuelo (Venta del Sarmiento), 4 km al Este, en donde de nuevo se asoma al borde del páramo buscando el manantial de ese nombre. Sobre el contiguo cerrete de La Muela existe un yacimiento del Hierro II y romano (Urbina, 2000).

El camino se dirige al nacimiento del Arroyo de Viloria, abandonado el páramo. Ahora toma el nombre de Camino de la Calzadilla y después Camino de Ocaña. Tras pasar por la Venta del Barranco llega al yacimiento musulmán de Villar del Saúco (Virgen de la Paz), donde debió existir una mansio romana. Pasaba al Norte de Santa Cruz de la Zarza y llegaba al paraje de Fuente de la Calzada, rico en yacimientos calcolíticos, de la Edad del Bronce y del Hierro, romano y musulmán.

En esta zona, al Este de Santa Cruz, se duplica el camino romano y el medieval que corren paralelos. La supuesta calzada discurre más al Norte, en donde se halla el pagus de Fuente del Rosal. Vuelve de nuevo al páramo hasta llegar a Tarancón, en donde existen evidencias de un asentamiento del Hierro II y romano (Martínez Fronce, 1988). Desde Tarancón, el camino enlazaba con la vía Segobriga-Compluto. 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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3. El yacimiento de Las Caleras

Como decíamos anteriormente, el yacimiento de Las Caleras era desconocido hasta 1994, a pesar de que existe una referencia que podría ponernos sobre su pista en la respuesta 36 de la Relaciones de Felipe II referidas al pueblo de Villarrubia de Santiago, en donde se dice que: Cerca de la dicha villa, un cuarto de legua hacia la parte del poniente parece que hubo en tiempo antiguo un castillo de que parece solo el rastro de los cimientos y al presente se llama el Castillejo. (Viñas y Paz, 1971).

A pesar de que ha sido fuertemente alterado recientemente, en 1994 constatamos que los restos se extendían por al menos 10 Has de terreno desde la calzada al Sur, hasta el borde del páramo el Norte, aunque la extensión del poblado debió ser más pequeña ciñéndose al borde del páramo y la pequeña vaguada que delimitan los montones de piedras conservados en las tierras de cultivo (fig. 3). Las tierras cultivadas de cereales de secano y vides apenas tienen una capa de suelo de 20cm sobre la costra de caliches propia de estas zonas, lo que dificulta en extremo la conservación de restos arqueológicos (fig 2).

La mayor parte de los fragmentos observables en superficie están formados por restos de tejas, que son especialmente abundantes en las lindes septentrionales, en donde los labradores las han ido acumulando durante años junto a otros restos constructivos, esencialmente piedras, molestos para los cultivos. También existen numerosos fragmentos pertenecientes a vasijas de almacenamiento, bordes de dolia, etc. Queremos destacar dos fragmentos de ánfora consistentes en un borde del tipo Dressel 1 y una base. Este hecho no deja de revestir gran interés ya que los restos anfóricos hallados hasta el momento son escasos en esta comarca. Existen también numerosos fragmentos de terra sigillata hispánica junto a alguno gálico y varios de sigillata lucente o anaranjada, así como algún ejemplar de pintadas de tradición indígena y de cuenco gris junto bordes de ollas de cocina (fig. 4).

Este yacimiento podía corresponder a una explotación de carácter agrario que aprovechara la cercanía de la calzada. La calzada en esta zona coincide con el trazado del ferrocarril en el límite Sur de las parcelas desde el pk 24,200 al pk 24,400 de dicho trazado. Los yacimientos romanos más próximos se hallan al Este, en el cementerio de Villarrubia de Santiago, que dista 4 km. hacia el Noreste y Fuente del Pozuelo, 4,5 km. al Este. La ciudad de Los Villares de Ocaña se encuentra a 6 km. al Oeste (Urbina, 2000). El yacimiento más cercano es Hoyo de la Serna, de la Segunda Edad del Hierro, en Villarrubia de Santiago, a 1,2 km. al Noreste (Urbina et al. 2001) (fig. 1).

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Las obras que se han realizado recientemente o que están llevando a cabo en la actualidad han descubierto nuevos indicios en el borde del páramo, consistentes en el zócalo de piedra de dos pequeños edificios rectangulares, con gran acumulación de tejas. Más abajo, hacia al Norte, ya en la vaguada junto al nacimiento del Arroyo de Valdevillarrubia, se descubrieron indicios de otro edificio cuadrangular que no pudo ser investigado.

4. La necrópolis.

En el borde de la cornisa que forma el páramo al Norte del poblado, afloraba una pequeña superficie caliza sin cultivar, en donde los labradores habían ido acumulando montones de piedras y tejas sacadas de los campos de cultivo sobre los que se asienta el poblado. Estos terrenos están constituidos por una costra de caliches que alcanza los 0,5 m. de potencia. Este nivel calcáreo está formado por láminas de 2.3 cm. de espesor formadas por dismicritas con restos de algas. Está recubierto por arcillas pardas con cantos angulosos o “lastras” de caliza, que los arados han ido seccionando a lo largo de los años. Bajo los caliches se desarrollan unos niveles Pliocenos de arcillas rojas, arenosas, de aspecto grumoso debido a la presencia de un cemento calcáreo que las compacta.

Unas obras recientes sacaron a la luz la existencia de unas tumbas excavadas en el subsuelo calizo, sobre las cuales se realizó una intervención arqueológica (fig. 2). En concreto se excavaron 6 tumbas permitiendo constatar una alineación determinada de los enterramientos. Las tumbas se disponen en dos filas muy próximas unas a otras, separadas apenas por 40cm, de modo que con el ancho de las cubiertas formarían un verdadero enterramiento doble (fig. 5 y 6). Con la misma alineación se documenta otra fila de tumbas paralela a la hilera doble, pero separada ahora por 4,5m. La distancia entre las dos tumbas de esta nueva fila es de 1,8 m (fig. 7 y 8). Si todo el borde del cerro calizo estuviera cubierto de tumbas, con la ordenación documenta entre las excavadas, podrían existir de 20 a 30 tumbas más aún.

La orientación de todos los enterramientos es Este-Oeste y las fosas excavadas tienen unas medidas de casi 2 m de largo por 50cm de ancho y 80cm de profundidad (Fig. 5 a 8). Se hallan picadas sobre la capa caliza con las esquinas sólo ligeramente redondeadas. El esqueleto se halla en postura de decúbito supino, con cabeza hacia el Oeste, pies al Este (Fig. 9). La cubierta está formada por grandes lajas de caliza del entorno muy alteradas y rotas por efectos atmosféricos y labores agrícolas (Fig. 7). En origen debieron ser dos o tres bloques de caliza de unos 20 cm de grosor con un ancho de 60-70cm y 80 o 120cm de largo. En cualquier caso se trata de grandes bloques que requirirían el concurso de al menos cuatro personas para su traslado y deposición sobre la tumba. 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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La tumba se sellaba con pequeños cantos de caliza a modo de cuñas entre el hueco y las lajas de la cubierta. Además se añadía un compuesto de arcilla roja de las tierras contiguas, que hacía las veces de argamasa que cubría las cuñas de caliza y los huecos que pudieran haber quedado, sellando por completo la tumba.

Dos tumbas (nos 5 y 6) se diferenciaban del resto en cuanto a que sus cubiertas estaban formadas por dos grandes losas de piedra de yeso de 1m cuadrado cada una (Fig. 10). Estas losas presentaban además unos rebajes o biseles en los bordes, denotando un trabajo esmerado que no se da en el caso de las cubiertas de caliza. Tienen la particularidad de que son más gruesas por la parte de la cabecera de las tumbas, es decir, la que se halla a cota más baja, como si quisieran corregir el desnivel del terreno (que buza hacia el Oeste) para que las cubiertas quedasen plenamente horizontales sobre el suelo.

En ambas tumbas una vez colocado el cadáver, se le echó encima una gruesa capa de cal viva, que aparece como un nivel blanco muy compactado de unos 20 cm de potencia. Los huesos se adhieren a la cal hasta tal punto que fue posible sacar la parte del cráneo conservada y la mitad de las costillas a bloque, es decir, junto a la cal que los envolvía, aunque no se pudo documentar la existencia de sudario u otra materia que envolviera al difunto, como impronta que hubiera quedado impresa en la cal. Por otro lado, la cal complicaba en extremo la excavación de los huesos, ya que por efecto de este mineral habían perdido toda consistencia y aparecían como una mera mancha de color. Tras la cal, el hueco se llenaba con tierra, pues bajo la cubierta casi completa de la tumba 6, aparecía el nicho completamente relleno de tierra con pequeños cantos, bien apisonada. Una vez colocadas las piedras de las cubiertas, que dicho sea de paso, debían pesar cerca de 150 kg cada una, se tapaban los huecos que dejaban con pequeñas piedras que se disponían alrededor de los bordes externos de las cubiertas. Finalmente, estas piedrecitas se tapaban con la arcilla roja que sellaba como una argamasa todos los bordes.

Tal cuidado por el sellado de las tumbas, obedece sin duda a la misma causa que la presencia de cal viva: impedir el contagio de la enfermedad que había provocado la muerte del difunto.

No fue posible constatar la época concreta de los enterramientos, ya que los objetos documentados como ajuar dentro de las tumbas son muy escasos, reduciéndose a un fragmento de aro de hierro y una cuenta de pasta vítrea de color negro. Asumimos que estos enterramientos pertenecen al poblado por la proximidad de los mismos, en cuyo caso la cronología abarcaría toda la época romana, desde el siglo I al IV o V d.C., a tenor de la cronología que se puede asignar a los materiales de superficie hallados en la zona del poblado.

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5. Minería de Espejuelo

El material de yeso de las cubiertas de las tumbas 5 y 6 resultaba extraño, no sólo por el hecho de que en el resto de las tumbas las cubiertas se hubieran realizado con caliza, sino porque dicho material no se halla en los alrededores. Para las cubiertas de las cuatro primeras tumbas excavadas se emplearon bloques de caliza que pudieron sacarse de las partes más altas del lugar en el que se excava la tumba, pero las cubiertas de yeso debieron traerse de unos km más al Norte, de la Fosa del Tajo, en donde los afloramientos de yeso son numerosos. Precisamente allí, a unos 7 km de Las Caleras existe una explotación minera romana de lapis specularis, sobre la que hemos realizado unos sondeos recientemente.

El yeso especular aparece asociado a los yesos masivos grises en alternancia con margas yesíferas gris verdosas y bancos de yesos microcristalinos pardos con acanaladuras de disolución superficial: protolapiaz, que fueron los empleados para la confección de las cubiertas de las tumbas 5 y 6.

La importancia de la minería romana de lapis specularis sólo comienza a ser valorada correctamente gracias a los trabajos de Bernárdez y Guisado (Arlandi, 2004; Bernárdez y Guisado, 2000, 2002, 2003 y 2004; Bernárdez, Guisado y Villaverde, 2002 y 2005). Estos centros de extracción se localizan en el Centro de la península, en torno a la ciudad de Segobriga, como indicara el naturalista Plinio (XXXVI-160), pero hasta el presente, la investigaciones dentro de las propias minas o encaminadas a la localización de nuevos complejos, se han centrado en los municipios conquenses situados al NO. y NE. de Segobriga, en la provincia de Cuenca. Este de Noblejas, es el único ejemplo situado en la provincia de Toledo.

La cueva de Villacampa (Fig. 11) es conocida con ese nombre por servir de refugio durante algunos días al famoso general español que protagonizó el pronunciamiento republicano de 1886, pero ya en las Relaciones del Cardenal Lorenzana (Porres de Mateo et al. 1989) se cita la existencia en el término de Noblejas de una cueva de tan largas proporciones que nadie ha podido conocer su fin. La correcta identificación de la cueva de Villacampa con una mina de espejuelo se debe a Vasilis Tsiolis, redactor de la carta arqueológica de la localidad, en 1999. Se trata de una cueva de varias galerías con una longitud cercana a los 100m que, de acuerdo a las descripciones de los vecinos de más edad de la localidad, se ha taponado por efecto de los desprendimientos en diversos lugares, siendo imposible en la actualidad acceder a la totalidad de la misma (Fig. 12), aunque la existencia de un lucernario (Fig. 13) a más de 50m de la entrada principal nos da una idea de la longitud de la misma. 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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La realización de dos sondeos en el entorno de la entrada de la mina nos permitió comprobar que al igual que sucede en otras minas similares (Arlandi, 2004), las inmediaciones de la cueva fueron empleadas para el trabajo del material en basto, esencialmente el aserrado de las planchas extraídas que eran cortadas con sierra para darles la forma requerida para la comercialización, y evitar así el transporte de todo el bloque. No parece lógico que las piezas de lapis fuesen exfoliadas en estos “aserraderos” a pie de mina, ya que se trata de un mineral muy blando (dureza 2 en la escala de Mohs), que con toda seguridad sería rallado durante su transporte a los mercados exteriores. En nuestra opinión, es más probable que, el exfoliado final tuviera lugar en destino, a pie de la propia obra donde el lapis specularis sería colocado como cerramiento de ventanales (Arlandi, 2004:11).

Los fragmentos con huellas de corte de sierra por uno o dos de sus lados (Fig. 15) son muy numerosos, y llegan a formar una escombrera perfectamente visible en el paisaje (Fig. 11) a la entrada de la Cueva de Villacampa, al tiempo que ocupan una potencia de 80cm a 1 m de espesor en los alrededores de la entrada de la mina, así como en torno al lucernario. La forma predominante de estos fragmentos es triangular, presentando uno de los lados con corte de sierra, o alargada, con las huellas de corte en uno de sus lados largos. También son frecuentes las formas semejantes a un 4 o triángulo con un apéndice alargado. En estos casos, la marcas del corte de la sierra aparecen en uno de los lados cortos del triángulo.

Entre los desecho de espejuelo aparecen algunos restos de cerámicas, destacando el pequeño tamaño de los mismos, lo que indica que la mayoría no se rompieron o fueron desechados en las inmediaciones. Tan sólo se halló en los sondeos un asa de jarra completa, el resto lo forman pequeños trozos de cerámicas lisas o de terra sigillata hispánica y gálica, con un alto porcentaje de fragmentos decorados. El conjunto lo completan un fragmento de cuenco gris y un galbo de pintada de tradición indígena (Fig. 16). No deja de ser curiosa la presencia de los altos porcentajes de sigillata (a pesar de lo exiguo de la muestra) en un contexto en el que suponemos la presencia casi exclusiva de los trabadores de la mina, que debieron pertenecer a la capas sociales más pobres.

Tras su abandono como fuente de lapis specularis, la mina ha debido ser frecuentada a largo del tiempo, como ponen de manifiesto los textos que hemos citado sobre ella, debiendo ser conocida por los habitantes de la localidad de Noblejas desde prácticamente la fundación del pueblo. Hace unas décadas, la parte más cercana a la bocamina fue empleada para cultivar champiñón, como muestran aún los restos de materia orgánica que se ven en las galerías. En los últimos años, la puerta de la mina ha sido utilizada como punto de referencia para los practicantes del geocaching, que han mistificado el lugar pretendiendo identificarlo con la 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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caverna o “Cueva de la Sopeña”, a la que se hace mención en los juicios del siglo XVI contra la visionaria Lucrecia de León.

Al igual que ocurre en los lugares conocidos de la provincia de Cuenca (Bernárdez y Guisado, 2002 y 2003) se ha podido comprobar que esta mina no se halla aislada, sino que pertenece a un complejo minero del que es, sin embargo, la galería de mayor dimensiones.

A poco más de un centenar de metros a oriente de la boca de la Cueva de Villacampa, se halla la boca medio tapada de otra galería que ha pasado desapercibida hasta la fecha a los diversos redactores de la carta arqueológica de la localidad, pero que es conocida por algunas personas de la localidad de Noblejas, a quienes debemos el “descubrimiento” de la misma. Estas circunstancias han propiciado la buena conservación de sus galerías.

Se trata de una mina de reducidas dimensiones, con una galería principal de no más de 40m de largo, que busca, como en el resto de los casos, las vetas de espejuelo, zizageando a un lado y otro aunque siempre a la misma cota. La entrada estuvo labrada con un ensanche u “hombro” cerca del techo, que es redondeado. No muy lejos de la entrada se halla una pequeña sala a la que se accede por medio de una puerta que se conserva en perfectas condiciones. A ambos lados de la misma son perfectamente visibles sendos huecos para la colocación de las lucernas que iluminarían la galería. El suelo está cubierto de un polvo fino de arcilla que se da entre las vetas de yeso, y en algunos lugares tiende a hundirse bajo los pies, por lo que no se descarta la existencia de alguna otra pequeña galería hoy taponada. En todo el trayecto son perfectamente visibles las huellas del pico sobre las paredes de las galerías, al igual que ocurre en las otras dos cuevas (Fig. 14). También afloran en superficie, a la entrada de la cueva, numerosos trozos de espejuelo con marcas de sierra por alguno de sus lados.

A unos 300m al oeste de la Cueva de Villacampa, se observa otra abertura con evidentes marcas de pico en algunas de sus paredes. Presenta dos galerías, pero de escasa longitud, ya que apenas a una decena de metros de la entrada parecen terminar o al menos no permiten la entrada de personas; pero unos 50m más al oeste, en la superfice del olivar que se cultiva sobre la ladera en la que se encuentra la entrada de la cueva, se puede ver un bidón de chapa que tapa la abertura medio cegada de lo que debe ser un lucernario, a juzgar por lo que se puede apreciar desde la superficie. Este lucernario nos informaría de que nos hallamos ante una cueva de dimensiones sólo ligeramente más pequeñas a la de Villacampa, y en cualquier caso mucho mayores a las que actualmente es posible acceder, por lo que la investigación sobre estas galerías no ha hecho más que comenzar y previsiblemente se puedan producir notables hallazgos con una investigación más minuciosa y prolongada. 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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6. Conclusiones

La contextualización de pequeñas intervenciones en una región es una inmejorable herramienta para profundizar en el conocimiento arqueológico de la misma. El yacimiento de Las Caleras en sí mismo no deja de ser uno más de la serie de asentamientos romanos de pequeño tamaño, sobre los que se interviene en buen número cada año. Sin embargo, su relación con la calzada en torno a la cual se emplaza, así como el detalle de las cubiertas de yeso de alguna de las tumbas de su necrópolis, nos permite al menos establecer una hipótesis de trabajo.

A diferencia de otros lugares similares de la provincia de Cuenca (Bernárdez, Guisado y Villaverde, 2002 y 2005), en los que existe un poblado romano de mayor o menor importancia contiguo a las explotaciones mineras, en las inmediaciones del complejo de extracción de lapis specularis de la Cueva de Villacampa, los restos arqueológicos descubiertos sólo permiten documentar un área de trabajo o aserradero, que permitía preparar las placas de yeso especular de cara a su transporte hacia una gran urbe. Los yacimientos romanos más cercanos se sitúan en la vega del Tajo a unos 3 o 4km al norte de las minas: La Aldehuela y Torrique. La vega del Tajo se encuentra muy encajada en esta zona, de modo que si el transporte de espejuelo se realizaba a uno de estos dos lugares, sólo quedaba la opción de seguir el curso del río hacia el oeste. En esta dirección, más pronto o más tarde se ha de subir el escarpe que conduce a los grandes yacimientos de Ocaña o Ciruelos (Perusa), o bien llegar a Toledo, y desde uno de estos lugares transportar el material hacia la costa.

Pero dado que tanto las referencias clásicas, como los descubrimientos de los complejos mineros de lapis specularis realizados en los últimos años, nos remiten a Segobriga y sus alrededores, nos parece más lógico que el espejuelo del complejo minero de Villacampa, en Noblejas, se sacaba hacia el sur, para alcanzar la calzada que viniendo desde Toledo, conducía a Segobriga, y precisamente en esta dirección desde la Cueva de Villacampa, el primer poblado romano que se encuentra son Las Caleras, junto a la calzada. El poblado pudo hacer la función de un pequeño centro de concentración en bruto del material extraído en las minas cercanas, desde donde se llevaría a Segobriga por la citada calzada.

Los pequeños sondeos realizados en el entorno de la Cueva de Villacampa son insuficientes para determinar la existencia o no de un pequeño campamento a pie de explotación que sirviera como residencia a los trabajadores de la mina. De momento no se han encontrado otros indicios que dos docenas de minúsculos fragmentos de cerámica, no quedando otras evidencias en superficie. Aunque la población minera no fuera muy abultada, los restos de su presencia parece que debieran ser más numerosos. 2.12 Actuaciones Arqueológicas en proyectos urbanísticas

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Dentro de la mina y junto a la escombrera, encontramos algunos restos óseos, en concreto tres vértebras humanas de uno o varios individuos todavía no adultos, de una edad que debe oscilar entre los 9 y los 14 años. Si las condiciones de vida del minero ya debieron de ser duras de por sí (no hace falta más que imaginar las galerías en donde se debía picar para extraer el material, tenuemente iluminadas con las lucernas de aceite), nos cuesta pensar que estas gentes vivieran en la propia mina. Pero son tres kilómetros de marcha hasta el lugar poblado más cercano que se halla en la vega del río; tres kilómetros cuesta arriba cada mañana que quizá los propios trabajadores no estarían dispuestos a recorrer cada día.

Si la vida del minero se realizaba en la propia mina o en sus alrededores, y sus restos se han confundido y tapado por toneladas de residuos del propio material extraído, ello implicaría que la excavación de estos retos nos podría aportar datos de incalculable valor sobre la vida de unas clases sociales que frecuentemente se ven abocadas al olvido por la propia ausencia de restos sobre su existencia. En caso contrario, se podría añadir una nueva dimensión al yacimiento cercano de la vega, considerado en base a su emplazamiento como una típica villa dedicada especialmente a la agricultura de azada de los feraces terrenos de aluvión.

Por otro lado, las obras proyectadas sobre los restos que aún no han sido alterados en el yacimiento de Las Caleras, podrían propiciar una intervención arqueológica que abriese luz sobre el carácter de este yacimiento. Aún no han concluido las intervenciones en el trazado de la A-40 junto a la necrópolis y el poblado de Las Caleras, por lo que no descartamos nuevos descubrimientos como el de los dos edificios rectangulares actualmente en proceso de estudio, que vengan a ampliar nuestros conocimientos sobre este lugar.

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Fig. 1. Yacimientos arqueológicos y vías, en el entorno de Las Caleras

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Fig. 2. El yacimiento de Las Caleras.

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Fig. 3. Montones con restos constructivos romanos apilados por los agricultores a lo largo de los años.

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Fig. 4. Materiales de superficie procedentes del poblado de Las Caleras.

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Fig. 5. Aspecto de las tumbas 1,2,5 y 6 antes de su excavación.

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Fig. 6. Tumbas 1,2,5 y 6. Dibujo.

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Fig. 7. Detalle con los restos de la cubierta de la tumba 3.

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Fig. 8. Dibujo de las 6 tumbas excavadas.

Fig. 9. Detalle de dos de los esqueletos hallados en la excavación del cementerio de Las Caleras.

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Fig. 10. Cubierta de yeso de la tumba 5.

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Fig. 11. Vista de la Cueva de Villacampa, en donde destaca la escombrera en mitad de la ladera.

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Fig. 12. Detalle de la entrada a la mina de la Cueva de Villacampa desde el interior.

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Fig. 13. Lucernario de la Cueva de Villacamapa.

Fig 14 Detalle de las huellas del pico sobre las vetas de espejuelo. Arriba izq. Cueva de Villacamapa. Abajo izq. Cueva de Camino del Molino. Derecha. Cueva del Camino de la Aldehuela.

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Fig 15 Fragmentos de espejuelo con marcas de corte de sierra en alguno de sus lados. Arriba Cueva del Camino de Torrique. Abajo Cueva de Villacampa.

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Fig. 16. Fragmentos de cerámicas halladas en un sondeo próximo a la entrada de la Cueva de Villacampa.

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