Las calaveras innombrables y los placeres del desgaste en la obra de Montejo Harrys.

August 13, 2017 | Autor: Mónica Ravelo | Categoría: Fotografía, Fotografía Cubana y Caribeña
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Descripción

Las calaveras innombrables y los placeres del desgaste en la obra de Montejo Harrys***

Mónica Ravelo

La capacidad de la fotografía de reproducir la apariencia de la realidad ha sido desde su nacimiento una de sus principales cualidades. Si bien es menos hábil en la representación de los grandes volúmenes, debido a la distorsión que implica el ojo fotográfico, lo es más en la reproducción de texturas y hasta mínimos detalles, en lo que puede superar al ojo humano y a la mano del mejor dibujante. De hecho, esta fue una de las grandes ventajas que la fotografía ostentó en la incontenible rivalidad a que se viera forzada en su encuentro original con la pintura. Se ha tratado de su capacidad para describir, a partir de las distintas posibilidades de observación que ha propiciado el progreso técnico, la configuración de las superficies, ya sea de lo más cercano microscópico como de lo captable a grandes distancias por la fotografía aérea. La inclinación hacia “la microestructura de las cosas”, al decir de Otto Stelzer, ha impulsado los experimentos visuales de importantes figuras. Entre ellos sobresalen los integrantes de f/64, de los que primaran Edward Weston y Ansel Adams, cuyos primerísimos planos derivaron en visiones esteticistas de las superficies de referentes cotidianos. La tendencia a lo minúsculo consistía en un viaje exploratorio a las microestructuras de las superficies y a lo más intrínseco del referente. El proceso, paradójicamente, derivó en la abstracción donde los caracteres identitarios de los objetos tienden al riesgo de ser alienados. En esas fotografías, como en las aéreas, yendo de un extremo al otro, lo que se potencia es la visualidad del referente a partir de su apariencia material. Al decir de Stelzer “sólo la cámara es capaz de “ver” correctamente los aspectos superficiales cada vez más diversos de los aspectos superficiales”. Y esa es la visión

tradicional, la mayoría de la fotografía a que asistimos recorre el mundo de las superficies externas. En su reciente exposición, el artista de la fotografía Yomer Fidel Montejo Harrys (1983) maneja un concepto poco tradicional de superficie, que le permite, a su vez, universalizar sus preocupantes por medio de referentes humanos no identificados. En sus fotografías radiográficas, el hueso es la materia y los rayos x, la luz que nos descubre al referente. Sus placas y manipulaciones de placas nos guían por una mirada al interior, a las zonas que no se ven a simple vista. La técnica desecha el revestimiento por el engranaje que le sirve de sostén. A partir de esas estructuras, el artista confecciona una nueva manera de ver, donde las acciones son realizadas por calaveras, con actitudes tan naturales como las de las figuras encarnadas. La muestra Desgaste (1) se centra en distintas acciones humanas que de tan cotidianas parecen inocuas y que, sin embargo, sirven a un discurso enfocado desde la perspectiva de la precariedad. Los actos de los personajes carcomen al hombre como la osteoporosis al hueso. Y en las imágenes son representados por medio de un regodeo escatológico que roza lo delicado y lo morboso. Así el artista encara su descomprometimiento con realidades a las que no se propone enjuiciar, por más que se nos ha educado sobre su contenido negativo. Las actitudes de sus modelos son venidas de los límites, del vicio, de la pobreza humana, de las vidas que caminan sobre filos, de lo inestable; lo que fortalece el valor sociológico de las obras. A tono con una poética que se alimenta de lo marginal y lo censurado, las imágenes recurren a la fragmentación. De hecho, las acciones son relatadas generalmente por fragmentos de cuerpos. En buena medida, eso se debe a las condiciones del procedimiento técnico, pero al tiempo sirve para potenciar la síntesis dentro de una sintaxis que se apoya menos en la redondez semántica del organismo y construye significados a partir de los miembros. Los huesos son estructuras especialmente significativas porque, si bien en la representación artística prescinden de las características

peculiares que identifican a los sujetos, sabemos que más allá del simulacro, en su naturaleza misma, ellos llevan el mensaje contundente de los códigos genéticos. Así es que esos huesos que hoy se desvisten en las imágenes, disfrutando de su propia naturaleza secreta, como de una máscara, pudieran ser metonimias de cuerpos completos y metáforas de seres que se miran por dentro en busca de su identidad. La presencia del cuerpo humano en la mayoría de las imágenes participa de la ocupación del autor en esbozar parte de los conflictos sociales que lo rodean. En la única caja de luz del conjunto (S/T), aparece un torso de hombre que se nutre del interior de otro cráneo humano por medio de un absorbente. El consumismo de las sociedades de nuestro tiempo encuentra su paralelo en otro nivel de significados donde se aborda la profanación del intelecto ajeno, incluso de la vida ajena. Otra imagen (S/T) aborda el vicio de la drogadicción por medio de un frasco de píldoras vertidas sobre la frente humana. Su contraparte en el diálogo curatorial, Beso Transparente, representa la unión romántica de dos cráneos.

Beso transparente (2008)

En este caso la conducta sexual se impone como una problemática en el escabroso camino de la sobrevivencia, cuando la búsqueda del placer se torna obsesiva. Y no solo desde un punto de vista conductual, también se trata del desgaste físico y mental que implica la generalidad de las acciones humanas, entre ellas la erótica. Una preocupante semejante encontramos en Más allá de tu piel, que alude a la autosatisfacción sexual. Los gestos rápidos y simultáneos propician la ilusión de movimientos superpuestos remedando el recurso visual del barrido.

Esclavos del presente (2010)

Los pasos del hombre sobre la zona caliente (S/T) quedan representados por una pierna que se sostiene sobre la superficie plana de una planchadora. El filo del peligro a lo largo de la existencia es un requisito del acto de vivir, aunque esta situación tiene un cariz especialmente doloroso en aquellos que pertenecen a sectores sociales menos privilegiados. Esclavos del presente y S/T también asumen el recurso de las piernas para explorar contenidos de raigambre social. La primera parte de las piernas femeninas con tacón alto, bajo un pretendido glamour que se dificulta por la cadena que sujeta un tobillo. Asuntos como la

sumisión a la belleza, el espejismo de la libertad, entroncan con un conflicto más traumático como la prostitución. La segunda imagen parte de piernas descalzas, amarradas con una cuerda, semejando a los tenis desgastados que muchas veces encontramos colgados de los cables eléctricos. Una vez que los zapatos se vuelven inservibles, sus dueños los unen por los cordones y los lanzan al aire. A partir de ese momento penden indefinidamente. Su permanencia, incluso su existencia, son casuales, dependen del gesto rebelde del lanzador, del éxito del tiro, o de que un día las autoridades decidan quitarlos. Lo aleatorio del destino se expresa en esta fotografía a partir de un referente muy cercano al autor en el contexto de barrio. Si ahí se aborda la vida mediando el azar, en La única verdad impera la certeza a favor de la muerte. Ella es el único final de que tenemos constancia. Por más que sea un tema reiterado, el miedo al ocaso es siempre válido por su calidad universal y no deja de acompañar a la mayoría de los hombres en el recorrido por la vida. El artista retoma símbolos ya establecidos en su iconografía, como el cráneo para significar la muerte, la cadena para asumir la ligadura, y el pie en posición vertical para referir la voluntad. Las imágenes donde intervienen los objetos no se desligan de la participación del hombre; ejemplo de ello son Desgaste y No, obras que transitan por la realidad social de la violencia física. En la primera, una pistola se separa en pedazos, artefacto destructor que conlleva su propio mal. Y a pesar de que el fenómeno ocurre en el objeto, no dejamos de temer a la acción de la mano que la porta. En la segunda, la fuerza de la imagen está no solo en el cuchillo que se abalanza en picada sino también en los sentimientos que expresan las manos, como la ira y el pavor. La visión descarnada de la vida que recorre a estas obras –a tono con sus correlatos perfectos: el hueso y la calavera- parece llamarnos a saber que somos solo eso, cuerpos perecederos, y que nuestra existencia estará plagada de conflictos. Pero también es cierto que el mensaje crudo viene sazonado de cinismo. El erotismo, el regodeo en la autosatisfacción, merodean con ironía a los cuerpos carentes. El acto masturbatorio del sujeto que se

“vacila”; el beso jugoso de dos cabezas secas, donde para mayor complacencia estética, uno lleva piercing y arete; los objetos con reminiscencias sadomaso, como la cadena; y la pose cautivadora de la mujer con tacos altos, se alían al hueso, a las cuencas vacías, a lo monocromo, rasgos muy distantes de los conceptos tradicionales de la belleza. El trasfondo morboso que llevan las imágenes les insufla fuerza de vida y riqueza semántica. Es importante señalar que el contenido autobiográfico de Desgaste no está solo en que el autor asume problemáticas de la realidad que le circunda, sino además en el tratamiento técnico. Sus fotografías radiográficas tienen el germen en su práctica como laboratorista de rayos x, cuando aún no desarrollaba la carrera como artista. Las imágenes que hoy expone pueden ser placas originales, como ocurre en las cajas de luz, y fotografías digitales de las placas. De esta manera hace que conviva el saber de la práctica clínica con los dominios establecidos del arte. Y si bien esta manera de hacer ya tiene historia, liderada por la obra de Helmut Newton y cuenta con seguidores en el arte internacional, las piezas de Montejo Harrys dan fe de una poética personal, enriquecida por la experiencia propia.

*** Publicado originalmente en Tabloide Noticias de Artecubano. La Habana, No. 9, Año. 12, 2011.

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