Las artes y las ciencias en el occidente musulmán. El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

June 14, 2017 | Autor: A. Robles FernÁndez | Categoría: Al-Andalus, Historia Medieval
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Descripción

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Sabios mursíes en las cortes mediterráneas

Museo de la Ciencia y el Agua del 21 de junio de 2007 al 6 de enero de 2008

Projet Aristhot. Interreg III B Medocc. MEDITERRANEA Legado científico intercultural

Créditos

Ayuntamiento de Murcia Alcalde-Presidente Miguel Ángel Cámara Botía

Exposición Organiza y produce:

Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura y Festejos Concejalía de Hacienda, Programas Europeos e Información al Ciudadano

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección:

Maribel Parra Lledó

Comisario:

Alfonso Robles Fernández

Colaboradores:

Rosa Martínez Gómez Rafael García Mira

Secretaría:

Samia Boussebaine Elvira Navarro Santa-Cruz

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Diseño y montaje:

Cartelería:

Biovisual S.L. PYP-Antonio Fernández Salazar

Agradecimientos:

Museo Arqueológico de Murcia Museo Arqueológico Municipal de Lorca Museo Arqueológico de La Encomienda (Calasparra) Museo Siyasa (Cieza) Archivo Municipal de Murcia Planetario de Pamplona Museo de la Ciencia y el Cosmos (La Laguna) Tenerife Servicio de Patrimonio Histórico

Andrés Martínez Rodríguez, Antonio González Valverde, Fina García Cano, Francisco Casinello, Indalecio Pozo Martínez, Inés Rodríguez, Javier Armentia, Joaquín Salmerón Juan, José Antonio Sánchez Pravia, Juana Ponce García, Luis Alberto García Blánquez, Luis Enrique Miquel Santed, Mª Ángeles Jover Carrión, Mª Carmen Melgarejo Abril, Nieves Gordón, Biblioteca Nacional de Francia, Deniz Muzesi de Estambul, Museo Arqueológico y Etnográfico Municipal de San Pedro del Pinatar, Museo de Santa Clara de Murcia, Museo Naval de Madrid, Museo Topkapi de Estambul, Observatorio de Astrofísica de Canarias, Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, Real Biblioteca del Escorial

Textos:

Planimetrías:

Interactivos: Glucógeno

Filmografía: Biovisual S.L.

Transporte:

Expomed S.L.

Seguros:

AXA Winterthur

Colecciones:

Biovisual S.L.

Catálogo Edita:

Ayuntamiento de Murcia Museo de la Ciencia y el Agua Servicio de Programas Europeos

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección editorial:

Servicio de Comunicación

Dirección Técnica: Maribel Parra Lledó

Coordinación:

Alfonso Robles Fernández

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Djamil Aissani Anna Ayse Akasoy María Mercé Comes Maymó Monserrat Díaz Fajardo Francisco García Albaladejo Luis Alberto García Blánquez José Antonio Manzano Martínez Manuela Marín Andrés Martínez Rodríguez Elvira Navarro Santa-Cruz Maribel Parra Lledó Juana Ponce García Alfredo Porrúa Martínez Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Julio Samsó José Sánchez Pravia Dolores Serrano-Niza Fernando Nicolás Velásquez Basanta

Fotografías:

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Elvira Navarro Santa-Cruz Fernando Tomás García Jesús Gómez Carrasco (fotomontajes de S. Juan y convento de las Huertas)

Elvira Navarro Santa-Cruz

Fichas del catálogo:

AM Andrés Martínez Rodríguez APM Alfredo Porrúa Martínez ARF Alfonso Robles Fernández IPM Indalecio Pozo Martínez JASP José Antonio Sánchez Pravia JP Juana Ponce García LAGB Luis Alberto García Blánquez MPLL María Isabel Parra Lledó

Diseño:

PYP-Antonio Fernández Salazar

Maquetación:

PYP-María del Carmen Martínez

Impresión:

A. G. Novograf ISBN: 978-84-96760-15-8 Depósito legal: MU-1261-2007

El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

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Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán. El canto del cisne de la ciencia en la Murcia islámica

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Las relaciones intelectuales al-Andalus-Bujía en la época medieval: una contribución esencial al desarrollo del conocimiento

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La obra científica de Alfonso X: traducciones y obras originales

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Los sabios

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Ciencias exactas

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Un ejemplo de permanencia en la Murcia cristiana de Alfonso X: el caso del médico andalusí al-Riqu- t.-ı

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Un astrónomo de origen murciano del siglo XIV: Ibn al-Raqqa-m

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Ibra-hı-m al-T.abı-b al-Mursı-

75

Ciencias de la palabra

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De oficio, lexicógrafo. Aproximación al contexto de Ibn Sı-dah de Murcia (siglo V/XI)

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Ibn Razı-n al-T.uyı-bı-

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Maribel Parra Lledó y Alfonso Robles Fernández

Djamil Aïssani

Julio Samsó

Montse Díaz-Fajardo

Montse Díaz-Fajardo

Mercè Comes Maymó

Dolores Serrano-Niza

Manuela Marín

H.a-zim al- Qart. ay^annı-, poeta del Islam

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De nuevo sobre Ibn Rašı-q, polemista, historiador y poeta de la Murcia mudéjar

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Francisco García Albaladejo

Fernando Nicolás Velázquez Basanta

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El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

Las en el El de la en la

artes y las ciencias occidentemusulmán. canto del cisne ciencia Murcia andalusí

MARIBEL PARR A LLEDÓ ALFONSO ROBLES FERNÁNDEZ

1. El Mediterráneo y la expansión de la tecnología hidráulica En una época en la que nuestra sociedad camina hacia una enriquecedora multiculturalidad es necesario hoy más que nunca explorar y divulgar el pasado común de nuestra cuenca mediterránea, secular y fecundo punto de contacto entre Oriente y Occidente. Si bien es cierto que la Edad Media fue un periodo complejo, caracterizado por guerras, conflictos religiosos y significativos movimientos migratorios, no lo es menos que hubo intensos contactos culturales y comerciales a través de itinerarios marítimos y terrestres estables que jalonaban todo el norte de África hasta alcanzar el Próximo Oriente, la península arábiga o la propia Anatolia (Turquía). Es evidente que los árabes tuvieron un gran espíritu viajero, debido fundamentalmente a dos factores. El primero fue la enorme extensión de su imperio y las rutas comerciales abiertas a lo largo del Mediterráneo; el segundo, el precepto de la peregrinación a La Meca, que todo musulmán ha de realizar –dentro de sus posibilidades- al menos una vez a lo largo de su vida; ello predispone a los musulmanes a efectuar viajes a larga distancia. Sin duda, el sabio que personifica esa inquietud por viajar, conocer y tolerar otras culturas es Abū ‘Abdallāh Mu¬ammad Ibn Mu¬ammad Ibn ‘Abdallāh Ibn Idrīs al-QurÐubī al-©asanī (Ceuta, 1099/1100-Palermo, 1164/1165), que puede ser considerado como el primer cartógrafo científico. Viajero empedernido, tras estudiar en Córdoba emprendió largos viajes a lo largo de Asia y de la costa oeste de Inglaterra y se adentró en el interior del África negra, adelantándose a las exploraciones colonizadoras del siglo XIX. Su fama llegó hasta la corte normanda de Roger II, rey de Sicilia, quien, en su deseo de verse rodeado de los sabios y literatos más prestigiosos, lo atrajo en el año 1138 a su lado, protegiéndolo y convirtiéndose en su mentor; en Palermo vivió hasta su muerte y allí escribió un tratado donde describe buena parte del Mediterráneo, Europa, África y Asia1.

Su llegada a la corte normanda coincide con un periodo fecundo de debate cultural entre la Cristiandad y el Islam auspiciado por Roger II. Animado por este monarca dedicó su tiempo a describir el mundo conocido en su tratado “Recreo de quien desea recorrer el mundo”. No obstante, su obra más importante es una geografía descriptiva que se considera la mejor de toda la Edad Media, donde describe algunas ciudades de Tudmīr, dedicando especial atención a Lorca y Murcia.

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El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

En el contexto territorial de al-Andalus, la Cora de Tudmīr fue un lugar privilegiado por su cercanía a la costa magrebí y a las islas que jalonan el Mediterráneo occidental2. A medida que avanzan los emiratos y el califato omeya, se configura una sociedad compleja de carácter multiétnico. Progresivamente, se intensificó el proceso de islamización y arabización de la población, se desarrolló extraordinariamente la vida urbana y se planificaron y extendieron los espacios irrigados en el entorno de las grandes ciudades y de los núcleos rurales o alquerías3. Se puede hablar sin temor a incurrir en exageración de una auténtica colonización agrícola del territorio, en la cual el dominio de los cursos de agua fue un factor fundamental4. Toda el árida cuenca mediterránea durante la expansión del Islam experimentó un desarrollo sin precedentes en el ámbito de la agricultura de regadío; los espacios irrigados se extienden en el entorno de los núcleos de población, en ocasiones mediante infraestructuras patrocinadas por el Estado (caso de las huertas levantinas de Valencia y Murcia) y la mayor parte de las veces gracias a los esfuerzos no reconocidos en su justa medida de pequeñas comunidades campesinas con fuertes lazos de cohesión de tipo clánico que fueron capaces de transformar en auténticos vergeles terrenos que antes habían sido eriales o simplemente permanecieron ocupados por cultivos extensivos. Fenómenos como la expansión del regadío y el establecimiento de colonos procedentes del Magreb y de Oriente llevan implícitos la construcción de una serie de artefactos en apariencia de gran sencillez, pero enormemente prácticos tecnológicamente hablando para los grupos sociales que los construyeron y mantuvieron en funcionamiento. Esas “artes” o artilugios que permitieron dominar los caudales a voluntad, se extienden en Occidente gracias al sincretismo de conocimientos tecnológicos persas, árabes o beréberes5. En la tradición islámica, el agua es una dádiva divina y los seres humanos tienen la obligación de repartirla con equidad entre aquellos que la necesiten. Ese concepto solidario es el fundamento que también rige el establecimiento de los sistemas de regadío en al-Andalus. Para el ciudadano actual es difícil imaginar las profundas transformaciones sufridas en el paisaje del extenso territorio (alfoz) que dependía de la capital de la Kýra de Tudmīr. Hasta ahora, en las excavaciones arqueológicas de los solares urbanos no se ha encontrado vestigio alguno que indique la existencia de un hábitat preislámico en el valle, donde más tarde se fundaría ex novo la ciudad de Mursiya. Es probable la existencia de alguna construcción de escasa

La Cora de Tudmīr surge a partir de un pacto firmado entre el godo Teodomiro, gobernador de Orihuela, y þAbd al-þAzīz, el hijo de Mýsā Ibn Nu½air, el 5 de abril del año 713, el que conforma el documento más antiguo de la historia andalusí. En virtud de este tratado, Teodomiro quedó como gobernador inamovible y Orihuela fue un estado autónomo durante muchos años. Asimismo, los señores de siete fortalezas de la región de Murcia, Alicante y Valencia (situadas a lo largo de la antigua Vía Augusta) se someten al gobierno musulmán a cambio de un estatuto jurídico en el que se reconocen libertades, posesiones y religión para sus habitantes.

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La protección y defensa del regadío han sido una constante en la historia de Murcia. El desarrollo de la huerta a finales de la Edad Media era una realidad objetivamente cuantificable por las 5.844 Has que entonces comprendía.

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4 La religión rige la vida del musulmán y del Estado y en su formulación asume la relevancia del agua haciéndola protagonista como elemento purificador cotidiano (abluciones rituales) o en la propia imagen idílica del Paraíso, que serviría de inspiración a los “ingenieros” para diseñar los afamados jardines islámicos.

Resulta muy significativo que por primera vez en la historia del sureste peninsular, desde los puertos de Cartagena o Alicante, no se exporta a otros lugares del Mediterráneo materias primas (minerales, trigo, aceite, esparto…) sino productos artesanos elaborados en talleres de los núcleos urbanos de Tudmīr. En la exposición están representadas algunas piezas de cerámica esgrafiada, una de las mejores producciones cerámicas, junto a la loza dorada, de al-Andalus en la baja Edad Media. Eran piezas de gran calidad, significativas en los ajuares domésticos, elaboradas en talleres de Murcia y de otras importantes ciudades de al-Andalus y comercializadas incluso en ámbitos rurales andalusíes y en asentamientos del norte de África como Alcazarseguir, Larache y Salé.

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entidad en la ribera del río y en estrecha relación con el cruce del mismo. La presencia de meandros (los tradicionales “rincones” de la huerta suprimidos recientemente) y la reducida velocidad de las aguas facilitaban el paso del curso fluvial por medio, quizás, de barcas de pasaje. En cuanto a la agricultura, la escasa densidad de población, el estiaje irregular del río y los aportes aluviales de las ramblas de Espinardo, Churra y El Garruchal, así como del Guadalentín en su desembocadura por encima de la ciudad, frenarían el desarrollo de una agricultura irrigada que en los primeros tiempos del Islam (siglos VIII-X) se desarrolla en las estribaciones montañosas aprovechando los afloramientos naturales. En teoría, la población que habitaba en las estribaciones montañosas (en torno a Monteagudo y al Castillo de la Luz) disponía de todas los nociones técnicas heredadas del mundo clásico y formuladas entre otros por Vitrubio. Sin embargo, en la práctica, las condiciones económicas, demográficas e hidrográficas hacían inviable el aprovechamiento a gran escala del río Segura. Los abundantes afloramientos naturales hacían más sencillo y menos oneroso el uso de pequeños caudales subterráneos, captados mediante “qanāt” o galerías talladas en la roca. Una vez localizado el acuífero se excavaba una galería longitudinal en la roca, utilizando técnicas similares a las empleadas en la minería, y se perforaban pozos de aireación o lumbreras a tramos regulares. Las aguas superficiales de las fuentes también eran almacenadas en albercas construidas al pie del afloramiento y distribuidas mediante acequias talladas en la roca de base que permitían el riego por gravedad de terrazas formadas por aportes antrópicos. Con buen criterio, Glick distingue dos tipos de sistemas atendiendo a la procedencia del caudal: el yemení, que tiene su origen en una fuente, y el sirio, procedente de un curso fluvial. En Murcia, probablemente esos dos sistemas queden solapados, aunque la falta de estudios sobre hidráulica y el posterior aprovechamiento de las infraestructuras no permiten una afirmación tajante. En buena lógica, el sistema yemení debió ser implantado por las primeras tribus (yemeníes y mudaríes) que colonizaron el territorio murciano en torno a la ciudad hispanovisigoda de Iyuh, situada en las inmediaciones de Algezares. Uno de los ingenios que debió arraigar mucho antes de la construcción por parte del Estado de la red de acequias fue el “algaydón”, conocido ya en el antiguo Egipto, donde sigue siendo empleado en la actualidad. Este artilugio, que también es mencionado en los text os como “cequnnal” o “alhatara”, consta de un mástil

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

Noria de corriente de Abarán. Murcia

Recientemente se han documentado varios pozos de aceña en las excavaciones de la Senda Granada que sin duda debieron emplearse para irrigar los territorios cercanos. Otros pozos se han documentado en un contexto urbano, vinculados con el abastecimiento de los baños públicos o privados de la ciudad. En el caso de los baños excavados en la calle San Nicolás o del pozo hallado en la plaza de las Balsas, fue posible documentar los atanores o tuberías cerámicas ensambladas que transportaban el agua hasta las piletas situadas en el interior del baño.

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Es un artefacto más sencillo y menos costoso, pero exige un mayor esfuerzo para la extracción del caudal e indudablemente tiene un menor rendimiento. En los textos bajomedievales se mencionan decenas de esos artilugios que toman el agua de la acequia mayor de Alquibla y de la acequia de Dava. En la partición del agua se refieren 435 tahúllas de los “algaydoneros” que reciben cierto trato de favor en el reparto dadas las desventajas de este sistema de riego. 6

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fuertemente anclado cerca de un pozo, charca, alberca o en una acequia; a ese mástil se le acopla un segundo árbol mediante un juego axial que tiene en uno de sus extremos un peso y en el otro un recipiente. Mediante un sencillo movimiento de balanceo, el recipiente se introduce en el agua y la va extrayendo. Este sistema de elevación de agua aparece documentado en el Libro del Repartimiento del siglo XIII en las tierras más elevadas donde no es posible el riego por gravedad, pero probablemente fue implantado desde los primeros tiempos del Islam6. Otro sistema que se utilizó para achicar el agua de las minas de Carthago Nova (la “cóclea” latina) y que pudo ser aplicado puntualmente en los regadíos andalusíes para elevar el agua fue el tornillo de Arquímedes o “tornillo egipcio”. El mecanismo consta de un cilindro con una hélice en su interior dispuesto el conjunto oblicuamente de forma que la parte inferior se sumerge en el canal de donde se desea elevar el agua. Girando el tornillo en el sentido descendente de la hélice (en el que se enrosca) arrastra una cierta cantidad de agua que es vertida en el depósito elevado. Un tercer artefacto empleado en áreas donde no era posible el riego por gravedad fue la “aceña” o noria de sangre (sāniya), documentada en la huerta murciana desde el siglo XI. Es un aparato dotado de dos ruedas perpendiculares engranadas y movidas por la acción de un ser vivo. Es un artefacto, por tanto, de cierta complejidad técnica que requiere de conocimientos mecánicos y de la intervención de varios oficios para su construcción. Por desgracia, el carácter perecedero de los elementos componentes de las ruedas y engranajes hace inviable la conservación de restos medievales; sólo queda constancia de los cangilones y tubos cerámicos (atanores). Respecto a la infraestructura, se han documentado varios pozos de aceña de planta ovalada donde se alojaba la rueda vertical con una serie de cangilones atados a cuerdas (noria de rosario)7. El desarrollo y expansión de una gran urbe, sin duda provocan una profunda transformación en el paisaje de su entorno; la vida tribal que desde los primeros siglos del Islam había sido dominante, languidece. La ciudad de Murcia se convierte en foco de atracción de población llegada de otras provincias o del medio rural de la propia “cora”. Es en el contexto de un crecimiento demográfico considerable en el que se debe entender la construcción de dos “qanāts”, en un lugar cercano al actual azud de la Contraparada, galerías que aportan el caudal a las acequias madre y que contribuyen a la puesta en cultivo de terrenos y al aprovechamiento

2. Las ciencias en al-Andalus El desarrollo de la vida urbana y de los espacios cortesanos en el Medioevo favoreció los avances teóricos y prácticos de las ciencias. El sabio (þālim) formaba parte de la elite intelectual y religiosa acogida en las cortes medievales y consideraba el conjunto de conocimientos como un todo del que emanan distintas ramas. No existía efectivamente una especiali-

El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

zación tal como la conocemos hoy. Los conocimientos se clasificaban, según el polígrafo Ibn ©azm, en aquellos que eran propios de un pueblo (Teología, Historia, Filología) los que eran universales (Matemáticas, Medicina, Astronomía y Filosofía) y las ciencias mixtas (Poética y Retórica). En cualquier caso, sobre la práctica se primó la capacidad de teorizar y en la cúspide de las ciencias se sitúan aquellas que hoy englobaríamos bajo disciplinas como Teología y Filosofía, mientras que entre las “ciencias exactas” gozaron de gran prestigio los sabios versados en Matemáticas y Astronomía. Reproducimos aquí la conocida clasificación de las disciplinas científicas realizada por Avicena8:

Superior (Teología) Filosofía especulativa

Media Matemáticas

Puras Aritmética Geometría Astronomía Música Aplicadas Cálculo indio (sexagesimal) Álgebra (medida de superficie) Mecánica (construcción de instrumentos

e hidráulica)

Formación de tablas astronómicas y geográficas Fabricación de instrumentos musicales

Ínfima Físicas

Puras Física Química Historia Natural Astronomía Física Geografía Aplicadas Medicina Astrología Mecánica Fisiognomía Interpretación de sueños Talismanes Encantos Alquimia

Cf. Margarita Bernis, La ciencia hispano-árabe. Temas españoles, nº 235. Publicaciones españolas, Madrid, 1956. 8

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intensivo de los mismos. Una obra civil de esa envergadura sólo pudo ser costeada por unas autoridades afianzadas y empeñadas en dotar a la ciudad de unas prestigiosas infraestructuras que posibilitaran su abastecimiento. Es entonces cuando se decide “desecar” definitivamente el valle mediante dos acequias madre. Ese proceso no pudo producirse antes del siglo XI, cuando la ciudad adquiere una importancia de cierta consideración. Primero se construyó el canal que recorre la margen izquierda del río (Aljufía) y ya en el siglo XII, el canal con el que se revitalizó la margen derecha (Alquibla). Si damos crédito al geógrafo al-©imyarī, la captación de los dos caudales habría sido realizada por medio de un “qanāt”: “Del río de Murcia sale un canal cerca del puente llamado Kantara Askabo, y sigue un conducto abierto por los antiguos a través de la roca de la montaña que han perforado a lo largo de una milla. Este canal riega el terreno al Norte de Murcia. Ambos canales subterráneos están provistos de pozos de aireación, que comunican con la cresta de la montaña, y compuertas abiertas en dirección del río; abriéndolas, se pueden limpiar los canales y arrastran con las aguas el lodo que se haya podido amontonar. Fuera de estos dos canales no se riega con el agua del río de Murcia, si no es por medio de ruedas elevatorias llamadas dawlab y saniya. Entre el punto en que nacen estos dos canales y Murcia hay seis millas”. Otro ámbito desarrollado por la civilización árabe fueron las infraestructuras hidráulicas urbanas que configuran el “ciclo del agua” en una gran ciudad medieval. Aunque en no pocas ocasiones se aprovecharon infraestructuras heredadas del mundo clásico, en lugares de nueva fundación (como es el caso de Mursiya) esas infraestructuras necesariamente debieron diseñarse y realizarse con el fin de abastecer a una población en constante crecimiento. El llamado ciclo del agua en Madīnat Mursiya llegaría a ser tan complejo como en las grandes ciudades del mundo clásico y de ello dan testimonio las excavaciones arqueológicas donde se ha constatado un complejo sistema de alcantarillado, letrinas públicas, baños…

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

En sus tratados, los científicos andalusíes recopilaron buena parte de los conocimientos científicos heredados de la cultura grecolatina y de Oriente. Sin esa labor transmisora y sobre todo sin la capacidad crítica de algunos de ellos como Azarquiel, Avicena o el murciano Mu¬ammad al- RiqūÐī (aunque no haya dejado obra escrita), y otros muchos que sería prolijo enumerar, no habría sido posible el nacimiento de las ciencias modernas tal como las conocemos hoy. En ese sentido, las cortes mediterráneas jugaron un papel esencial en la transmisión de conocimientos, a menudo el prestigio de un rey o de un reino se medía por los sabios que era capaz de atraer. Entre los reinos cristianos habría que destacar entre otros la labor de Federico II, rey de Sicilia y de Alfonso X, monarca de Castilla y León. Ambos reunieron en su corte eruditos sin distinción de raza o religión. Musulmanes, judíos y cristianos recopilaron los conocimientos de una cultura islámica que por entonces se encontraba en plena decadencia política. En definitiva, la difusión de la cultura andalusí se concreta fundamentalmente a partir de traducciones arabo-latinas realizadas por científicos europeos y por judíos sefardíes que emigraron desde al-Andalus a los reinos cristianos del norte de España y del sur de Francia. La sociedad y la cultura árabo-medieval fueron las más florecientes en su época y ello se manifestó en las diferentes disciplinas científicas. El legado de la civilización hispanoárabe tuvo gran trascendencia en la transición de la Edad Media a la Moderna, siendo determinante para el desarrollo de la navegación y aportando algunos de los fundamentos de la revolución astronómica europea, que a lo largo de los siglos XV y XVI, protagonizaron Galileo, Kepler, Copérnico o Newton. En ese contexto, el territorio ocupado por la España musulmana, conocido con el nombre de Al-Andalus, pronto se convertiría en lugar de encuentro intercultural donde acudieron estudiosos de todo Occidente, como Gerberto de Aurillac, Miquel Escoto, Hermann Alemán o Gerardo de Cremona. Ya nadie duda que el principal logro de los científicos hispanomusulmanes fue su labor de traducción y “recuperación” de las experiencias heredadas de las civilizaciones indo-iránea y helenística. El tratado más influyente en la Edad Media fue el “Megale Sintaxis”, compendio, elaborado por Claudio Ptolomeo (siglo II d. C.), conservado gracias a la traducción árabe llamada Almagesto. Esa obra contaba con un atlas de 1022 estrellas, un tratado de trigonometría plana y esférica y una descripción de los instrumentos astronómicos de observa-

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Una de las razones que explican el progreso sin precedentes de la astronomía andalusí fue su carácter práctico, es decir, la posibilidad de aplicación en la vida cotidiana. Así hay que entender la figura del “muwaqqit”, astrónomo al servicio de una mezquita en la que se ocupa de resolver todos los problemas astronómicos relacionados con el culto islámico. El propio calendario lunar que rige la vida de los musulmanes y algunos preceptos litúrgicos del Corán requieren cálculos astronómicos de gran exactitud, por ejemplo para calcular el mes del ramadán, orientar las mezquitas a la quibla, calcular las horas canónicas, etc.

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ción y cálculo, y sirvió para enunciar el sistema cosmológico seguido por los astrónomos helenísticos y medievales: la tierra se sitúa en el centro y no giraba sobre sí misma, mientras que el resto de los planetas describen órbitas circulares a su alrededor. Los principales dogmas ptolemaicos ya comenzaron a ser cuestionados por los astrónomos árabes orientales que trabajaron para el califa Al-Ma’mūn en Bagdad (828-829) y en Damasco (831-832). En la España musulmana el personaje que mejor encarna esa capacidad crítica fue Azarquiel (siglo XI), autor de las famosas “Tablas toledanas” e inventor de la “azafea” o astrolabio universal. Este astrónomo cordobés fue el primero en plantear una curva no circular para interpretar una órbita planetaria, enfrentándose con las teorías ptolemaicas y adelantándose a la aplicación de la elipse por parte de Johannes Kepler (1571-1630). A medida que se estudian los tratados de los científicos andalusíes, causa admiración la originalidad lograda en sus análisis teóricos. Sorprende su predisposición al estudio crítico de los modelos geométricos de Ptolomeo, de tal forma, que podemos considerar que fueron algunas correcciones de los astrónomos andalusíes las que debilitaron los cimientos sobre los que se asentaba el modelo geocéntrico (en vigor durante más de 2.000 años) y abonaron el terreno para que Nicolás Copérnico enunciara el célebre sistema heliocéntrico9. Los avances teóricos fueron acompañados de innovaciones en los aparatos empleados para realizar observaciones y cálculos astronómicos, mejoras trascendentales que contribuyeron a difundir la ciencia astronómica en el resto de Europa y tuvieron gran resonancia en el ámbito de la navegación, favoreciendo la era de los descubrimientos acontecida desde el siglo XV. Entre todos los avances se pueden reseñar dos que tuvieron una incidencia considerable cuando se aplicaron en la navegación oceánica, actividad que precisaba de constantes cálculos astronómicos. En primer lugar, los artefactos voluminosos construidos en los observatorios astronómicos, fueron reducidos de tamaño hasta convertirse en portátiles. Asimismo, a partir de unos instrumentos que sólo podían utilizarse en determinadas latitudes, se desarrollaron otros de carácter universal, esto es, disponibles en cualquier latitud. Entre otros hay que destacar la invención de la Lámina Universal de þAli b. Jalāf y de la “azafea” o astrolabio universal, dotados de proyección estereográfica meridiana que permitía realizar mediciones en cualquier latitud del planeta. Precisamente una de las azafeas más conocidas es el ejemplar construido por el mudéjar Mu¬ammad Ibn

El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

Mu¬ammad (A¬mad) Ibn Hu²ayl de Murcia, en el año 650 H/1252 (VV.AA., 1985, 94-95; VV.AA., 1992, 228). Tampoco se debe olvidar el grado de perfección y exactitud alcanzado en la elaboración de almanaques y de tablas astronómicas introducidas en al-Andalus por al-Juārizmī (siglo IX) iniciando una tradición que tuvo su continuidad con las tablas de Jaén y de Toledo (siglo XI) y las Alfonsíes de mediados del siglo XIII. Constituían el material de trabajo imprescindible para realizar los cómputos más usuales tanto en el campo de la astronomía fundamental como de la astrología práctica: conversión de días en los diferentes calendarios, determinación de horas y fechas, cálculo de latitudes planetarias, levantamiento de horóscopos, etc. Se lograron asimismo altas cotas de calidad en los tratados sobre los cuadrantes solares o relojes de sol, destinados a medir la porción de arco diurno que ha recorrido el Sol desde el orto (y, por tanto, la porción que le falta por recorrer hasta su ocaso) para cualquier día del año solar. Una de las grandes conquistas de la ciencia ha sido determinar dicho arco mediante un instrumento tan sencillo como es un estilete (gnomon) que proyecta su sombra sobre un plano. La comprensión de las trayectorias que describe su sombra durante el día y el desplazamiento anual, requiere un profundo conocimiento de fenómenos astronómicos (movimiento relativo Sol-Tierra) y matemáticos (secciones cónicas).

3. El “mecenazgo cultural” de Alfonso X el Sabio El monarca castellano siempre se mostró interesado por recopilar el saber científico de una civilización como la andalusí, que, en la segunda mitad del siglo XIII, ya se encontraba en plena decadencia política. Su labor de mecenazgo cultural se plasmó en numerosas obras traducidas al castellano por decenas de colaboradores judíos, árabes, conversos y cristianos. Los avances científicos andalusíes fueron transmitidos y difundidos en Europa gracias a las traducciones árabo-latinas y árabo-romances. De ellas, la más conocida entre los sabios europeos fue el compendio denominado “Los Libros del Saber de Astronomía de Alfonso X”, elaborados en la segunda mitad del siglo XIII. En su mayor parte se compone de tratados sobre la construcción y el uso de instrumental astronómico: la esfera armilar, los astrolabios esférico y llano, la azafea, la lámina universal, el cuadrante “sennero”, los cuadrantes solares, etc. Esos tratados fueron compilados a partir de fuentes árabes, con el fin de disponer de

Cf. Juan Torres Fontes, “Tratados, pactos y convivencia cristiano-musulmana en el Reino de Murcia (1243-1266)”, Murgetana, 94, 1997, pp. 50-51.

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la información necesaria para acometer las observaciones astronómicas en Toledo, previas a la elaboración de las famosas “Tablas Alfonsíes”. Pero la labor del monarca castellano no se limitó al plano puramente teórico; parece ser que en la corte castellana instaló un gabinete que dispuso de todos los instrumentos. Así lo manifiesta en el prólogo de las “Tablas Alfonsíes” donde se señala que don Alfonso “mandoles hazer los ynstrumentos que dixo Ptholomeo en su libro del Almagesto, segund son las armillas y otros ynstrumentos”. Alfonso X siempre mostró un especial interés en la Astrología, aplicación práctica de los cálculos astronómicos; obras como el Lapidario o el Picatrix son resultado de las inquietudes del monarca por dominar los poderes sobrenaturales. El colaborador más fructífero fue el judío Is¬āq b. Sīd (Rabiçag), en cuyas traducciones dejó patente su dominio en la técnica de construir instrumentos. A él se deben el “Libro de la Açafea” traducido en 1255-6 y completado en 1277 y el “Tratado de la construcción de la lámina universal u «orizon universal»”, de gran interés, puesto que su inventor, `Ali b. Jalāf (siglo XI), no dejó nada escrito. En el ámbito de la interculturalidad es paradigmático el caso del médico y matemático murciano Mu¬ammad ibn A¬mad, conocido por alRiqūÐī, cuya presencia se disputaron Alfonso X y el nazarí Mu¬ammad II. En una primera etapa dirigió una “madrasa” (que viene siendo considerada como el antecedente de la Universidad de Murcia) fundada por el propio Alfonso X. Torres Fontes la sitúa en el Real de Monteagudo y en su opinión habría sido creada en los dos meses de permanencia en este lugar del rey castellano en el transcurso de 125710. Se sabe que a esa escuela de estudios superiores acudían cristianos, judíos y musulmanes y el maestro era capaz de impartir sus clases en diferentes idiomas. Ante las presiones del monarca cristiano para que se convirtiera, el médico murciano emigró a Granada, donde, junto a otro científico murciano (el astrónomo Ibn al-Raqqām), ejerció su labor docente en la corte nazarí.

4. El canto del cisne de la ciencia andalusí en Murcia Hasta ahora no se ha destacado el prestigio de varios personajes mursíes que vieron en la transición de los siglos XII y XIII, esto es, en las últimas décadas de dominio musulmán en el sureste peninsular. No puede considerarse como casual que, en ese período, Murcia se convirtiera en la capital de facto del oriente de al-Andalus, siendo la capital de dos taifas

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

sucesivas: las encabezadas por los emires Ibn Mardanīš e Ibn Hūd al-Mutawakkil. No obstante, la importancia política de la ciudad y del emirato murciano no es incompatible con períodos de gran inestabilidad para la población o de un incremento desmesurado de la fiscalidad necesario para el mantenimiento del aparato estatal y militar. Varias generaciones de sabios nacidos y formados en territorio murciano se vieron forzados a abandonar su tierra e instalarse en otras ciudades de al-Andalus o del norte de África, donde las condiciones de vida eran mejores. Nos encontramos en una época de grandes migraciones donde pueden significarse varias fechas. Por ejemplo, el final de los dos emiratos, en los años 1172 y 1238, con la muerte de los emires anteriormente citados, que habían luchado por la independencia política frente a las dinastías beréberes y frente a los cristianos, supuso profundos cambios en la vida cotidiana de la ciudad, que en el caso de al-Mutawakkil dieron paso a varios años de disturbios e inestabilidad política. Otras dos fechas vinculadas con la conquista cristiana de Murcia también propiciaron una nueva diáspora de las elites cortesanas. Nos referimos a 1243 (Tratado de Alcaraz) y 1266, fecha en la que fue sofocada la revuelta mudéjar y que puede considerarse como inicio o “refundación” de la ciudad y reino de Murcia. Los trabajos reunidos en este catálogo pretenden subrayar la notable situación de la ciencia andalusí alcanzada en Madīnat Mursiya (Murcia) y en el valle de Ricote en este período. Procuramos ofrecer una visión de conjunto de los sabios šarq-andalusíes que nacieron en la Kūra de Tudmīr y que, debido a la presión conquistadora de los castellano-leoneses y catalanoaragoneses, se vieron obligados a abandonar su tierra y emprender el triste camino del exilio. Algunas ciudades magrebíes acogieron a los emigrados, siendo especialmente significativa la ciudad argelina de Bujía, tal como estudia en este volumen el profesor Djamil Aïssani. En cualquier caso, la alta formación de los súbditos mursíes queda probada por el éxito cosechado en otras cortes donde fueron amparados y ejercieron su magisterio alcanzando un gran prestigio. Los intentos por revitalizar culturalmente la capital del recién creado Reino de Murcia por parte de Alfonso X, creando una madrasa bajo la dirección del prestigioso sabio Mu¬ammad al- RiqūÐī (el de Ricote), fueron infructuosos. La mayor parte de los musulmanes prefirieron emprender el camino del exilio, excepción hecha de Bernardo el arábigo, convertido al cristianismo, colaborador del monarca castellano

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El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

5. El astrónomo murciano Muh.ammad Ibn Ibra-hı-m Ibn al-Raqqa-m En el ámbito de la Astronomía contamos con una figura de primer orden en la ciencia gnomónica. Nos referimos a Mu¬ammad Ibn alRaqqām, ilustre astrónomo y matemático que probablemente nació en la propia madīna de Murcia, dato corroborado por la “nisba” geográfica o apodo con que fue aludido en algunas fuentes documentales (“al-Mursī”, el murciano). Mucho más significativa es la referencia biográfica inserta en la “I¬āÐa”, obra escrita en la segunda mitad del siglo XIV por el autor granadino Ibn al-JaÐīb, quien afirma que descendía de la “gente de Murcia”. Una prueba de su presencia en Murcia es el reparto en 1272 (quinta partición) de las tierras abandonadas en la alquería cercana a la ciudad (Bebinabiha) por un tal Ibrāhīm al-Raqqām “En la heredat de Abrahem Arracan i quarta de ataffulla, que faze i ochaua de alffaba”11. Es muy probable que su familia, como otras muchas, se viera obligada a emigrar bien tras la conquista de Murcia por las tropas castellanas con la consiguiente firma del Tratado de Alcaraz en 1243 o con mayor probabilidad a lo largo del Protectorado castellano que se

El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

prolonga hasta la rebelión mudéjar sofocada en 1266. Una vez abandonado el oriente de al-Andalus, su familia se asentó en la ciudad magrebí de Bujía, donde alcanzó tal renombre, que finalmente fue atraído a la corte nazarí por el monarca Mu¬ammad II (1273-1302). En Granada, donde permaneció desde 1280 hasta su muerte, acontecida en 1315 (715 H.), coincidió con sabios de la talla del astrónomo Ibn Basuh o del médico Mu¬ammad al-RiqūÐī. Ibn al-Raqqām fue un autor prolífico, aunque buena parte de su obra no ha llegado hasta nosotros. Con carácter fragmentario y a través de copias de autores tardíos se conserva un almanaque para calcular la luna nueva, en el inicio del mes islámico, así como varias tablas astronómicas: al-Ziyy al-Šāmil (trabajo en el que evidencia la influencia de Azarquiel) y al-Ziyy al-Qawīm, que parece tratarse de una adaptación de las tablas anteriores a las coordenadas de Granada (37º 10’). Su obra más conocido es el tratado sobre Gnomónica que escribió con fines litúrgicos: la Risāla fī ‘ilm al-Þilāl o “Tratado de la ciencia de las sombras”. En ella desarrolló un método de gran perfección para construir y trazar los cuadrantes solares; destaca la pericia demostrada al aplicar la técnica de tradición helenística de los “analemma”, con la cual los problemas planteados por la geometría esférica son resueltos por medio de proyecciones de la esfera sobre un plano (Carandell, 1984 y 1988; VV. AA., 1985, 55-58). En el preámbulo de su Risāla fī ‘ilm aÞ-Þilāl “Tratado de la ciencia de las sombras mediante el cual se llega al conocimiento de todos los instrumentos de sombras” relata las circunstancias en las que vuelve a escribir un tratado práctico que según parece ya había escrito en su juventud: “Y entrando en materia: pues se me ocurrió en los tiempos de juventud la proyección de la esfera de una manera sencilla, distinta a la que ideó Ptolomeo, que se aplicará a la investigación de los instrumentos de las sombras, y todo ello con pruebas fehacientes. Ideé en un principio una proyección sobre el plano del círculo meridiano, pero después la transporté al círculo del horizonte, incluyendo en esto demostraciones. Pero dejé la obra en préstamo y la perdí por completo sin volverla a recuperar. Pero conversando sobre ello con algunos personajes notables, se divulgó el asunto en Ifrīqiya hasta el punto de que algunos de aquéllos, muy apreciados por mí, me requirieron de que volviese a ello y lo escribiera de nuevo para que fuera de utilidad general, para quien esté interesado en esta ciencia cuyos fundamentos están prácticamente olvidados.

Libro del Repartimiento de las tierras hecho a los pobladores de Murcia, edición facsimilar de 1991. Tomo 2, F-87 r.

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(revisó la traducción castellana del Tratado de la azafea de Azarquiel, realizada en colaboración con el judío Don Abraham) y beneficiario de tierras en la huerta. La Granada de los nazaríes y las cortes norteafricanas almohades, hafsíes y fatimíes, e incluso las orientales fueron los lugares que acogieron a los sabios murcianos en la época de la ŷāliya o migración masiva. El reino nasri de Granada conoció una época de esplendor de las ciencias en la que sobresalieron sabios como Ibn alRaqqām y Mu¬ammad al-Riqūtī, estudiados por Montse Díaz-Fajardo. En Túnez, el sultán al-Mustan½ir protegió a varios murcianos emigrados: el poeta cartagenero Abū-l-©asan al-QarÐaŷannī y el médico murciano Ibn Andrās (m. 674 H/1276), asentado en Bujía en 1260. También desempeñó cargos administrativos el escritor e historiador Ibn Razīn al-Æuyībī al-³aqūrī, emigrado tras la conquista de Murcia primero en Ceuta y Bujía y más tarde (1259) en la capital del reino hafsí. Los ecos de esa diáspora podrían rastrearse transcurridas varias generaciones, con un personaje como Ibrāhīm al-Æabīb al-Mursī, médico y cartógrafo de ascendencia murciana, autor de una carta confeccionada en 1461 que se conserva en el Deniz Müzesi de Estambul, estudiada por Mercè Comes en este mismo volumen.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

Vista de Murcia desde Algezares

Pero lo que se recordaba –Dios lo proteja- era como una roca en la que se debieron apoyar los que antes tocaron el tema y yo saqué a la luz lo que estaba oculto y lo traté de la manera más completa posible para que, con él, se pudiera llegar a diseñar todos los instrumentos basados en las sombras y así fuera posible resolver todos los problemas astronómicos para los que se utiliza el astrolabio, la azalea y otros, con un procedimiento sencillo, disponiéndolo en capítulos” (Carandell, 1988, 55-56).

sepulcros siguen hoy en día siendo escenario de peregrinación. Ibn al-‘Arabī nació en Murcia, el 7 de agosto de 1165, pero su familia se trasladó a Sevilla en 1173, donde recibió una esmeradísima educación. Abandonando una precoz vocación militar, se entregó a la vía sufí desde la más temprana juventud. Cuando tenía 18 años, tuvo un célebre encuentro con Averroes y el gran filósofo quedó profundamente impresionado por la ya evidente sabiduría y altura místi-

6. Murcia, cuna del renacimiento sufí

ca del joven Ibn al-‘Arabī. Tras beneficiarse de las enseñanzas de numerosos maestros en Al-Andalus (entre los que figuraban dos célebres místicas, Fátima de Córdoba y Shams de Marchena), en 1201, Ibn al-‘Arabī abandona la península en un larguísimo peregrinaje que incluiría todo el norte de África, Meca y Medina, Siria, Irak y Turquía. Uno de los místicos más destacados de la época almohade fue Mu¬ammad b. cAbd al-©aqq Abū Mu¬ammad QuÐb al-Dīn al Sabcīn, nacido en Murcia en 614 H./1218 y fallecido en La Meca en 669 H./1270. Este personaje es, tal

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Relevantes también son los maestros de las ciencias de la religión, que en un momento de grave crisis política revivificaron la corriente sufí iniciada en el siglo VIII. Místicos como Ibn al-Arabī, Sabcīn o Abū l-cAbb×s ocupan hoy en día un papel destacado en la Filosofía Universal. El ejercicio de su magisterio creó escuela y a su muerte fueron considerados como auténticos santones, tal es el caso de Abū-l-cAbb×s o del propio Ibn Arabī, cuyos

El canto del cisne de la ciencia en la Murcia andalusí

Patio andalusí recuperado en el monasterio de Santa Clara. Murcia

como afirma A. Akasoy, autora de una tesis doctoral sobre este filósofo murciano, cuya obra no se ha traducido todavía al castellano12, uno de los individuos más extraños en la historia de la filosofía islámica y del sufismo. Ibn Sabcīn, en su primera obra, las Cuestiones Sicilianas (al-Masā’il al-¼iqilliyya), refleja su formación en una ideología almohade y trata de uno de los problemas más urgentes de su tiempo: la eternidad del mundo, la ciencia divina, las categorías y la inmortalidad del alma. Otro de los personajes más importantes en este ámbito fue Abū l-cAbb×s al-Mursī, originario de Murcia. Aunque no dejó textos escritos, al igual que su sucesor Abū ©asan aš-Šā²ilī, conocemos buena parte de su filosofía por uno de sus discípulos, Ibn cAtā’ cAllāh (Alejandría, 1259-El Cairo, 1309), tercer šayj de la Æariqa Šā²iliyya. Es entrañable y reveladora la narración de su encuentro con el místico sufí: “En una ocasión, tras discutir con uno de los discípulos de Abū l-cAbbās al Mursī, me dije: ¿por qué no ir a verle personalmente? Quien detenta la Verdad tiene signos exteriores que la manifiestan. Fui a una de sus reuniones, y lo encontré hablando de los diferentes instantes espirituales que el Legislador ha pedido al hombre que experimente. Decía: en principio está la sumisión, luego la fe, luego el comportamiento excelente. Pero puedes formular esto igualmente así: el primer instante es la adoración, el segundo la servidumbre y el tercero la servidumbre absoluta. Tú puedes decir también: el primero es la Legislación revelada, el segundo la Realidad divina y el tercero la realidad de esa Realidad. Él conti-

Die Sizilianischen Fragen des Ibn Sab’in. Philosophie und Mystik in der späten Almohadenzeit, Instituto de Estudios Orientales, Francfort del Main, 2005.

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Cf. Ibn Ata´Allah Al-Iskandari. The Subtle Blessings in the Saintly Lives of Abu al-Abbas al-Mursi and His Master Abu al-Hasan al-Shadhili Al-Lata`if al-Minan. The Founders of the Shadhili Order. Kitab al-Lata´if manaqib Abil-Abbas al-Mursi was shaykhihi Abi l-Hasan. Traducido por Nancy Roberts. Editorial Fons Vital, 2005. 13

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14 Queda fuera del presente volumen el conjunto palatino del Portazgo, ampliamente estudiados por Indalecio Pozo Martínez. Se trata de dos construcciones situadas al sur de la ciudad de Murcia, dominando el camino que une el campo de Cartagena con la vega vinculada con la capital, donde quedan algunos paramentos y torres de dos impresionantes construcciones de planta rectangular. La distancia que las separa es de sólo 85 metros, lo que parece indicar una vinculación entre ambas, algo que quedaría corroborado por la idéntica técnica constructiva empleada para su elevación. Los dos edificios fueron construidos con un potente encofrado de mortero, empleando en su interior grandes cantos irregulares y abundante cal. A diferencia de lo que ocurre con el alcázar mayor y el alcázar menor (Santa Clara) de la ciudad o con el propio conjunto de Monteagudo, este conjunto arquitectónico no aparece mencionado en las fuentes medievales, circunstancia que podría avalar la hipótesis de que nunca fueron terminados o al menos su uso no fue prolongado. Cf. Indalecio Pozo Martínez, “El Portazgo (Murcia). Un conjunto arquitectónico inacabado de época islámica”, Memorias de Arqueología, excavaciones y prospecciones en la Región de Murcia (1987-1989), Murcia, 1995, pp. 399-411.

nuó diciendo: y si tú quieres… etc. Hasta mi espíritu fue maravillado. Comprendí que este hombre extraía su Ciencia del océano divino y que recibía un influjo espiritual señorial”13.

7. Arquitectura palacial en Murcia. Últimas aportaciones Las sedes de los sultanes, emires y gobernantes eran lugares de encuentro intercultural. Los palacios se diseñaban en función de las necesidades de boato y representación de la corte; eran lugares donde reinaban el lujo y la ostentación, que debían impresionar a las embajadas de otros reinos. En la región de Murcia se conservan importantes vestigios de un palacio de época taifa en Lorca, con arcos similares a los existentes en el palacio de la Aljafería. De época almorávide es la fundación del alcázar menor de Santa Clara, palacio de recreo de la dinastía norteafricana en la ciudad de Murcia. En Monteagudo, el emir Ibn Mardanīš construyó una extensa almunia real con un palacio fortificado conocido como El Castillejo. Los últimos emires musulmanes pertenecientes al linaje de los Banū Hūd construyeron un nuevo palacio en Santa Clara, cuyo patio y tratamiento decorativo anuncian un arte que caracterizará los palacios nazaríes de La Alhambra. El nexo en común en todos los palacios anteriormente citados es su vinculación con “reales”, extensas propiedades rústicas con construcciones palatinas de recreo14. Un elemento fundamental de los palacios fueron los jardines, el trasunto del paraíso en la tierra.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

co. En La Alhambra de Granada se alcanzaron las más altas cotas de calidad. Los muqarnas que forman las cúpulas se interpretan como la recreación de una esfera o bóveda celeste, siendo estas unidades estructurales astros giratorios cristalizados en su movimiento, el cual se puede recrear mediante juegos de luces y sombras que ofrecen las diferentes superficies de los muqarnas. Unos juegos casi escenográficos, que con frecuencia fueron potenciados y multiplicados con el reflejo de la luz exterior y con el agua que fluye en pequeñas fuentes o pilas situadas bajo la cúpula. Al reflejar la luz externa, los primas del muqarnas generan un juego de brillos y sombras que recrea una auténtica bóveda celeste.

El Mediterráneo. Escenario de intercambios culturales

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Su diseño fue especialmente cuidado por los arquitectos cortesanos. Se cuidaba el abastecimiento de agua que a través de albercas y canales se hacía circular a lo largo y ancho de los andenes del jardín. La vegetación también era esencial y las especies botánicas eran seleccionadas para crear sombra o generar aromas. El centro del jardín es el punto donde convergen las tensiones de amplios espacios a cielo abierto. La presencia en este lugar de un pabellón ligero responde a la esencia del jardín islámico. Es una estructura abierta por sus cuatro lados desde la cual se descubre el jardín en todas las direcciones. Los pabellones adoptan formas muy diversas y sus orígenes se remontan a las pérgolas del jardín romano. Las cúpulas de mocárabes empleadas en la arquitectura islámica son unas creaciones de gran originalidad y belleza. El uso de estas bóvedas formada a partir de prismas colgantes (como si de unas estalactitas se tratara) gozó de gran éxito a partir del siglo XI. Con el tiempo se convertirían en signo distintivo del arte islámi-

Bibliografía

RESUMEN

CARANDELL, J. (1984): “An analemma for the Determination of the Azimuth of the Qibla in the Risāla fī þilm aÞ-Þilāl of Ibn al-Raqqām”, en Zeitschrift für Geschichte der Arabisch-Islamischen Wissenschaften, nº 1, pp. 61-72. CARANDELL, J. (1988): Risāla fī þilm aÞ-Þilāl de Mu¬ammad Ibn al-Raqqām al-Andalusī. Edición, traducción y comentario. Barcelona. IBN AL-JAÆĪB, Lisān ad-dīn, Al-I¬āta fī ajb×r Ġarnāta. Ed. þAbd Allāh þInān. vol. I. El Cairo, 1973. RICO Y SINOBAS, M. -ed.- (1863-67): Libros del Saber de Astronomía del Rey Alfonso X de Castilla, 5 vols., Madrid. SAMSÓ, J. (1981): “Instrumentos astronómicos”, en Historia de la Ciencia Árabe, editada por J. Vernet, Madrid, pp. 97-126. VERNET, J. (1999): Lo que Europa debe al Islam de España. Barcelona. VV.AA. (1985): Instrumentos astronómicos en la España Medieval. Su influencia en Europa. Catálogo de la exposición comisariada por J. Vernet. Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Santa Cruz de la Palma. VV.AA. (1992): El legado científico andalusí. Catálogo de la exposición comisariada por J. Vernet. M. A. N.. Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Madrid.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán. El canto del cisne de la ciencia en la Murcia islámica Maribel Parra Lledó Alfonso Robles Fernández

Se ofrece una visión de conjunto de los sabios sharq-andalusíes que nacieron en la Kūra de Tudmīr y que, debido a la presión conquistadora de los castellano-leoneses y aragoneses, se vieron obligados a abandonar su tierra y emprender el triste camino de la emigración. Los intentos por revitalizar culturalmente la capital del recién creado Reino de Murcia por parte de Alfonso X, creando una madrasa bajo la dirección del prestigioso sabio Mu¬ammad al- RiqūÐī, fueron infructuosos. La Granada de los nazaríes y las cortes norteafricanas almohades, hafsíes y fatimíes e incluso las orientales fueron los lugares que acogieron a los sabios murcianos. El reino nasrí de Granada conoció una época de esplendor de las ciencias en la que sobresalieron algunos sabios murcíes como Ibn al-Raqq×m y Mu¬ammad al-RiqūÐī Relevantes también fueron los maestros de las ciencias coránicas, que en un momento de grave crisis política revivificaron la corriente sufí. Místicos como Ibn al-Arabī, Ibn Sabcīn o Abū l-cAbb×s ocupan un papel destacado en la Historia de la Filosofía. El ejercicio de su magisterio creó escuela y a su muerte fueron considerados como auténticos santones; tal es el caso de Abū l-cAbb×s o del propio Ibn al-Arabī, cuyos sepulcros siguen siendo escenario de peregrinación.

RESUMÉ

ABSTRACT

Le chant du cygne de la science à la Murcie andalouse

The swan song of science in Andalusian Murcia

Maribel Parra Lledó Alfonso Robles Fernández

Maribel Parra Lledó Alfonso Robles Fernández

Nous offrons ici une vision de l’ensemble des savants originaires de sharq al al-Andalûs nés dans la Kūra de Tudmīr et qui, dû à la pression des conquistadors en provenance de Castille-Leon et d’Aragon, se sont vus obligés d’abandonner leur pays et d’entreprendre le triste chemin de l’émigration. Les tentatives pour revitaliser culturellement la capitale récemment créée du Royaume de Murcie par Alphonse X, tout en créant une madrasa sous la direction du prestigieux savant Mu¬ammad al- RiqūÐī furent infructueuses. La ville de Grenade du royaune nasride, ainsi que les cours nord-africaines almohades, hafsides et fatimides, voire les orientales, furent les lieux qui accueillirent les savants murciens. Le royaume nasride de Grenade connût une époque de splendeur des sciences lors de laquelle surgirent quelque uns des savants murciens tels Ibn al-Raqq×m et Mo¬ammad al- RiqūÐī. Importants aussi furent les maîtres des sciences coraniques, qui au moment de la grave crise politique, revivifièrent le courant soufi. Des mystiques tels Ibn Arabī, Ibn Sabcīn o Abū l-cAbb×s jouèrent un rôle important dans l’Histoire de la Philosophie. L’exercice de leurs magistères firent école et une fois morts, ils sont considérés comme étant d’authentiques saints, tel fut le cas de Abū l-cAbb×s ou celui du propre Ibn Arabī, dont les sépulcreont fait et font l’objet de scénario de pèlerinage.

It is offered a general approach on the Andalusi-šharq scholars who were born in the Kūra of Tudmīr and were forced to leave their home land and embark on the sad journey of emigration due to the pressure exerted by the conquerors coming from the kingdoms of CastileLeon and Aragon. Alfonso X’s attempts to revitalize the cultural field of the newly established Kingdom of Murcia, creating a Madrasah under the direction of the prestigious scholar Muhammad al-Riqūtī, were unsuccessful. Nasrid Granada and the Almohade, Hafside and Fatimid North African courts, even the Oriental ones, took in the scholars from Murcia. The Nasrid kingdom experienced an age of sciences splendour in which some Murci scholars such as Ibn al-Raqqām and Muhammad al-Riqūtī stood out. The Koranic Sciences teachers were remarkable because they boosted the Sufi current at the time of a serious political crisis. Mystics such as Ibn al-cArabī, Ibn Sabcīn or Abū-l-cAbbās have a remarkable place in the History of Philosophy. Their teaching created a school and they were considered Muslim ascetics after their deaths. Abū-l-cAbbās or Ibn al-cArabī’s sepulchres are pilgrimage places.

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