Laclau contra Laclau: problemas y alternativas del antagonismo

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LACLAU CONTRA LACLAU problemas y alternativas del antagonismo Alejandro Varas

LACLAU CONTRA LACLAU problemas y alternativas del antagonismo Alejandro Varas

LACLAU CONTRA LACLAU problemas y alternativas del antagonismo Alejandro Varas

Varas, Alejandro, Laclau contra Laclau: problemas y alternativas del antagonismo, Valparaíso, 2017. Portada: El triunfo de la muerte, de Jan Brueghel. Este documento es un borrador, destinado a convertirse en una publicación. Se permite compartir, copiar y redistribuir en formato digital o físico, mientras sea de forma gratuita.

A lxs que luchan

Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Parte i Territorios histórico-filosóficos del antagonismo Capítulo 1. El antagonismo peronista: algunas claves histórico-biográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Una argentina dividida, 35; La cuestión de la militancia, 40; El giro hacia la academia, 46.

Capítulo 2. Antes del antagonismo: Hegel, Marx y los marxismos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 De la contradicción a la lucha de clases, 51; Deconstruyendo la historia del antagonismo marxista, 59.

Capítulo 3. Pensamiento posfundacional e izquierda lacaniana: contextos del antagonismo . . . . . . . . . . . . . . . . 67 El antagonismo como fundamento ausente, 68; (Des) encuentros posfundacionales: Mouffe, 72; El antagonismo como lo real lacaniano, 79; (Des)encuentros con lo real: Žižek, 85; Después de Laclau: amistades y enemistades, 90.

Parte ii Antagonizando: encarando los problemas Los problemas del antagonismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

Capítulo 4. La indefinida especificidad, necesidad y localización del antagonismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Determinaciones introductorias: antagonismo, dislocación, exterior constitutivo y otras categorías, 107; ¿Todo límite es antagónico?, 117; ¿Toda exclusión es antagónica?, 123; ¿Es posible erradicar el antagonismo?, 126; ¿Dónde situar los antagonismos?, 130; Conclusiones y aperturas, 133.

Capítulo 5. La inexplorada articulación de antagonismos y el problema de la lucha de clases . . . . . 137 Determinaciones introductorias: antagonismo y lucha de clases, 138; ¿Posee la lucha de clases una primacía antagónica?, 142; La lucha de clases como principio estructurante, 148; Más allá de la primacía de la lucha de clases, 151.

Capítulo 6. El antagonismo reformista y el problema de la demanda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 Determinaciones introductorias: antagonismo y demanda, 157; El problema del antagonismo basado en demandas, 163; El problema del horizonte democrático reformista del antagonismo, 169; Más allá de la demanda, 175.

Sutura intermedia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Parte iii Más allá de Laclau: nuevos antagonismos Nuevas figuras de lo antagónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 Capítulo 7. Antagonismos heterogéneos, desplazamiento y extimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189 Determinaciones introductorias: antagonismo, límite y diferencia, 189; De la exclusión no antagónica al antagonismo heterogéneo, 195; Subvirtiendo la dicotomía necesidad/ contingencia: el desplazamiento antagónico, 203; Subvirtiendo la dicotomía interior/exterior: la extimidad antagónica, 214; Recapitulando, 225.

Capítulo 8. Articulación de antagonismos y ntagonismos nodales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 Significante vacío como punto nodal, 230; Los puntos de ruptura antagónicos, 234; Antagonismos nodales, 239; Sobre capitalismo y lucha de clases, 246; Recapitulando, 251.

Capítulo 9. Antagonismos reformistas y radicales . . . 255 Demanda y afecto: la pulsión parcial, 255; De la demanda al deseo: atravesar la fantasía, 262; Reformismo y radicalidad de los antagonismos, 271; Recapitulando, 284.

Suturas imposibles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319

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El pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana emergen como dos paradigmas contemporáneos que han cuestionado los rasgos esencialistas de la filosofía política y que han vinculado a esta última con las aportaciones de la praxis del psicoanálisis lacaniano, respectivamente. En dicho contexto se enmarca este libro, reconociendo la relevancia que posee el cuestionamiento constante de los fundamentos políticos desde donde se sostiene lo social y la vinculación permanente de aquello con los aspectos íntimos de la experiencia subjetiva. Es en este cruce que Ernesto Laclau emerge como un autor, cercano a nuestra experiencia latinoamericana y dialogante con la filosofía contemporánea, quien desde el afán de criticar el marxismo ortodoxo nos propone un conjunto de categorías entre las cuales destacamos aquí la de «antagonismo». La categoría de antagonismo nace en Laclau como una reformulación de lo que en el marxismo se enuncia como contradicción o lucha de clases, y apunta a cuestionar la primacía de lo económico en la determinación de la relevancia de los conflictos sociales. Y en vinculación con los paradigmas ya mencionados, se postula como fundamento contingente de lo social y expresión del registro de lo Real lacaniano. Asumimos aquí la premisa según la cual, en Laclau, la categoría de

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antagonismo representa el aspecto propiamente filosófico y político de su teoría, ya que es a través de aquella que se hace viable una reflexión que prescinda de fundamentos positivos desde donde sea posible pensar una transformación radical de la sociedad. El presente texto reconoce la relevancia que dicha categoría posee para la filosofía política y asume el desafío de indagar en algunas de sus determinaciones. Es por ello que realizaremos una aproximación crítica a la misma, que permita identificar posibles problemas teóricos, ofreciendo respuestas o propuestas orientadas a su reformulación. Esto, con la finalidad más amplia de aportar críticamente, en alguna medida, al desarrollo del pensamiento laclausiano y a la filosofía política contemporánea y latinoamericana. Ello exige identificar y analizar el siguiente problema: una cierta «deficiencia teórica y política de la categoría de antagonismo propuesta por Ernesto Laclau». Este problema se asume aquí con la expectativa de hallar soluciones que contribuyan a fortalecer filosóficamente dicha categoría. Dicho problema será aquí desglosado en tres problemas específicos. El primero consiste en una «falta de precisión de la categoría de antagonismo con respecto a su especificidad, necesidad y localización»; el segundo como una «falta de definición de las formas articulación de la categoría de antagonismo»; y el tercero como una «falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana». Estos tres problemas específicos serán detallados, profundizados y confrontados a través de algunas propuestas. Ahora bien, la preocupación por la categoría de antagonismo y sus problemas se vincula con varias hipótesis o supuestos. En primer lugar, que la categoría

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de antagonismo de Ernesto Laclau resulta ser la más relevante de su obra en términos filosóficos ya que representa propiamente la dimensión de lo político. En segundo lugar, que dicha categoría posee un tratamiento menor por parte del mismo Laclau como por sus seguidores y críticos posteriores, en relación con otras categorías laclausianas —como las de «populismo» y «democracia radical y plural», entre otras—. En tercer lugar, que tal abordaje que tanto Laclau y sus seguidores han dado a la categoría de antagonismo podría implicar la presencia de variados problemas vinculados a la misma que no han sido identificados o profundizados. En cuarto lugar, que un abordaje de los problemas presentes en la categoría de antagonismo permitiría no sólo una reformulación aquella noción, sino incluso una reformulación de la teoría laclausiana en general. Y en quinto lugar, que la categoría de antagonismo puede ser enriquecida desde las críticas de variados autores, entre los cuales destacan Jacques Lacan y Slavoj Žižek, entre otros, y en términos generales, desde los aportes de la Escuela de Essex y de diversos autores argentinos y latinoamericanos. Ahora bien, podemos preguntarnos ¿Por qué Ernesto Laclau? ¿Por qué la categoría de antagonismo? ¿Por qué La razón populista? ¿Por qué una crítica? ¿Por qué el psicoanálisis lacaniano? Intentemos responder cada una de ellas con tal de visibilizar la relevancia en cada una de estas dimensiones. Preguntarnos por Ernesto Laclau nos obliga a realizar otra pregunta ¿Cuál es la relación entre dicho autor y la filosofía? Laclau se definió a sí mismo “como teórico político antes que como filósofo en el sentido

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estricto del término”1, afirmación que si bien desplaza a la filosofía como lugar primario de identificación, no la elimina. El ‘antes que’ sólo nos refleja, por un lado, la prioridad de lo político en el pensamiento laclausiano y, por otro, la diversidad de campos teóricos a los que acude. Es posible señalar cómo, entre dichos campos, la filosofía aparece como uno más. En palabras de Marchart: “la filosofía continúa estando presente en su trabajo, pero sólo a través de su articulación estratégica con la ciencia (en forma de lingüística y análisis del discurso) y con un compromiso tanto práctico como teórico analítico con la política”2. Según Laclau, esta variedad de campos que articula responde a un propósito: “si no intento unificar los diferentes enfoques [del problema de la política] bajo un término como filosofía política es porque ello supondría la unidad del objeto de reflexión, que es precisamente lo que se cuestiona”3. Sin embargo la filosofía está lejos de tener un lugar secundario en el pensamiento de Laclau, al contrario, es posible observarla de manera transversal en todas sus obras, y no sólo como herramienta al servicio de la teoría política, sino además como un campo de reflexión, problematización y creación que van caracterizando a Laclau como un filósofo en su quehacer intelectual. Lo anterior se expresa en la relevancia que po1 Laclau, Ernesto, “Deconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, en Mouffe, Chantal (comp.), Deconstrucción y pragmatismo, Paidós, Buenos Aires, 1998, 1ra edición, 1ra reimp., p. 97. 2 Critchley, Simon y Marchart, Oliver [comp.], Laclau: aproximaciones críticas a su obra, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, 1a edición, p. 79. 3 Laclau, Ernesto, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, 2da edición, p. 69, en Marchart, Oliver, “La política y la diferencia ontológica; acerca de lo ‘estrictamente filosófico’ en la obra de Laclau”, en Critchley y Marchart, op. cit., p. 80, nota al pie n. 1.

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see para Laclau el diálogo con diversos filósofos en la reformulación y creación de categorías filosóficas. Laclau no solamente recibe de Gramsci el legado de la categoría de «hegemonía», sino que va más allá de aquella, reformulando su significado y reinscribiendo su aparición. Dicha reinscripción, realizada desde una óptica gramsciana, lanza el nacimiento de la categoría hasta los orígenes del marxismo, llegando a sostener Laclau que la historia de este último puede ser leída desde dicho concepto. «Hegemonía» resulta ser una de las categorías más importantes en la obra laclausiana. Por otro lado, desde Foucault y su concepción de «discurso», Laclau asume una perspectiva discursiva que nunca deja de hacerse presente y que extiende su carácter hacia la categoría de hegemonía y hacia toda la batería de conceptos laclausianos. El ejercicio pretendido por Laclau con respecto a la categoría de hegemonía es genealógico, traza dicho nacimiento más allá de Gramsci en tanto autor y más allá de un campo teórico específico, subvirtiendo el marxismo. De Althusser, la categoría de «sobredeterminación» es central en Laclau para formular los procesos de «articulación», la formación de «cadenas equivalenciales» y la construcción de «significantes vacíos». Althusser ejerce no sólo las primeras influencias que lo orientan al posmarxismo, sino a la consideración seria del psicoanálisis freudiano y lacaniano como campo teórico relevante para una nueva visión de lo político. Derrida también ejerce un influjo, aunque implícito pero permanente en la obra laclausiana, el cual puede detectarse en la formulación de categorías tales como las de «dislocación» o «exterior constitutivo». Así también de algunos otros autores Laclau toma ciertas categorías filosóficas; por ejemplo, en Husserl las

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categorías de «activación» y «sedimentación», en Heidegger la diferencia entre lo «óntico» y lo «ontológico», o en Wittgenstein los «juegos de lenguaje». En algunos casos, Laclau evalúa y critica las propuestas filosóficas y los proyectos políticos de pensadores contemporáneos como Badiou, Negri, Ranciére o Butler, estableciendo puntos de aproximación y brechas insalvables. Tampoco se abstiene de discutir con la filosofía política clásica o moderna, abordando algunas dimensiones del pensamiento de Platón, Aristóteles, Hobbes, Hegel y Marx. Estos dos últimos poseen una especial relevancia para nosotros, ya que a propósito de la categoría de antagonismo, nos referiremos brevemente a los encuentros y distancias que existen entre Laclau y aquellos. No obstante, el legado de Hegel y Marx no puede ser obviado en la medida que Laclau se inserta en las discusiones orientadas a la reformulación del marxismo. Ahora bien, en todo este diálogo, las discusiones entre Ernesto Laclau y Slavoj Žižek serán de suma importancia para nosotros. Lo anterior, dado que el problema y el objetivo que hemos formulado nos acercarán a diversas críticas que ambos autores se han realizado mutuamente y que consideran la categoría de antagonismo como aspecto relevante o incluso a veces central. Con Žižek nos acercaremos a comprender diversos problemas ligados a la categoría de antagonismo, por ejemplo su subsunción dentro del registro de lo Real lacaniano, la relación compleja que posee con la categoría lucha de clases, los modos en que podemos concebir su expresión tanto en lo social como a nivel subjetivo, su diferenciación con las categorías de diferencia y límite, y su relación problemática con respecto a la categoría de demanda en Laclau, por men-

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cionar algunos. Nuestra posición con respecto a Žižek también será crítica, haremos una lectura atenta de los problemas que éste identifica en Laclau, así también en sus propuestas, pero no siempre coincidiremos con su punto de vista o en algunos casos tomaremos una vía no opuesta pero diferente. Desde ya podemos decir que la contribución, que en algún momento fue amistosa, entre ambos autores, tuvo efectos en el pensamiento de Laclau y en los modos en que ha concebido la categoría de antagonismo. Sin embargo, la relevancia de la filosofía en la obra laclausiana no sólo puede evidenciarse en sus diálogos o influencias filosóficas, sino además en lo que podríamos caracterizar, en palabras de Marchart, como lo propiamente filosófico de la intervención de Laclau. Según Marchart “hay un momento (un exceso) en su obra”4 vinculado a la categoría de diferencia ontológica “noción que simultáneamente apunta hacia el abismo del (no) fundamento”5. En efecto, la preocupación de Laclau por la categoría de «diferencia» lo llevará a cruzar los límites de la teoría política, indagando en categorías filosóficas ya creadas y por crear que le permitirán repensar el marxismo. Veremos que aquella diferencia ontológica a la que Marchart hace alusión, que este abismo del (no) fundamento heideggeriano, se expresa claramente a través de la categoría de antagonismo en Laclau. Dicha categoría opera justamente como aquella diferencia de las diferencias, una diferencia que posee tal distancia con las demás que no puede ser recuperada simbólicamente. Un antagonismo no es parte de un conjunto diferencial, sino más bien deja de ser parte de 4 Marchart, op. cit., p. 80 5 Ídem.

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aquel y se transforma en su amenaza. En palabras de Laclau:

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Es esta exclusión y oposición la que nos llevan a la categoría de antagonismo. ¿De qué modo es posible afirmar simultáneamente que un antagonismo es una diferencia particular y un elemento no recuperable simbólicamente? ¿En qué medida la exclusión supone siempre oposición? ¿A qué nos referimos con la posibilidad de hallar en la categoría de antagonismo un fundamento de lo social? Estas son algunas de las preguntas que abordaremos, sin embargo se vuelve más claro ya que a través de dicha categoría podemos ingresar a un campo filosófico en Laclau. Siguiendo a Marchart, la categoría de antagonismo representa lo estrictamente filosófico en Laclau en la medida que encarna un carácter radical. Esta radicalidad implica que la dimensión antagónica “jamás puede ser borrada del todo por ninguna objetividad o sistematicidad y, por consiguiente, es en sí misma necesaria”7. De esta forma, se hace visible no sólo la dimensión filosófica de Laclau sino además la relevancia que

posee abordar la categoría de antagonismo en su obra. Esta categoría, por un lado nos habla de lo estrictamente filosófico de la intervención laclausiana, pero por otro, como ya hemos mencionado, posee un tratamiento que no se corresponde con dicho carácter. Frente a categorías como las de «populismo» y «democracia», la de antagonismo ha sido mucho menos estudiada y cuestionada por los críticos y seguidores de Laclau. Incluso el mismo Laclau no está exento de lo anterior, ya que si bien él explicita la similar relevancia existente entre las categorías de hegemonía y antagonismo, es posible observar cómo dedica mayor extensión y profundidad a la primera por sobre la segunda. Esto hace necesario retomar el rumbo y continuar con la labor que el mismo Laclau inició en torno a este concepto. No obstante, debido al tenor de la tarea, hemos decidido situar nuestro análisis en las determinaciones que la categoría de antagonismo posee principalmente en La razón populista, texto publicado en 2005 y una de las últimas que componen su obra8. La elección se basa en el hecho que éste es el último escrito en el que Laclau expuso de manera sistemática su pensamiento, incorporando en ella la mencionada categoría. Si bien existen textos posteriores, éstos son más bien compilados de diversos artículos donde la categoría no emerge de manera transversal ni con la misma relevancia9. Además, estas últimas obras no desafían en términos generales las conclusiones de La razón populista. De todos modos, consideraremos para nuestro propósito la obra comple-

6 Laclau, Ernesto, Debates y combates; por un nuevo horizonte de la política, 1era edición, 1era reimp., 2011, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p. 105. 7 Marchart, op. cit., p. 84.

8 Nos serviremos de la 4ta reimpresión de la 1ra edición en castellano, editada por el Fondo de Cultura Económica en 2009, y traducida por Soledad Laclau a partir de la versión en inglés. 9 Nos referimos a Debates y combates; por un nuevo horizonte de la política (2008) y Los fundamentos retóricos de la sociedad (2014).

la diferencia exterior a los límites no es simplemente una diferencia más, sino que consistiría en una exclusión, con lo que pasaría a ser, por lo tanto, el fundamento que totalizaría al sistema (…) las diferencias internas al sistema no son solamente diferentes las unas de las otras sino también equivalentes en su oposición común al elemento excluido (…)6

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ta de Laclau, otorgando un mayor énfasis a los textos previos más cercanos a La razón populista10. Cabe mencionar que en La razón populista Laclau propone examinar la categoría de populismo desde un nuevo lente, lejano al carácter peyorativo que comúnmente ha tenido, develando la ambigüedad de las definiciones existentes y reflexionando seriamente en la dificultad de hallar la especificidad que habita en ella. Laclau concluye que el populismo es aquel proceso mediante el cual emerge un pueblo en donde se dan lugar tres condiciones: “relaciones equivalenciales representadas hegemónicamente a través de significantes vacíos; desplazamiento de las fronteras internas a través de la producción de significantes flotantes; y una heterogeneidad constitutiva que (…) otorga su verdadera centralidad a la articulación política”11. No profundizaremos en el modo en que Laclau concibe el populismo, sin embargo, las categorías de «significante vacío», «heterogeneidad» y «frontera» serán convocadas, siendo la última de éstas la que designa de un modo más laxo lo que entendemos aquí por antagonismo. Veremos entonces que la categoría de antagonismo está íntimamente relacionada con el devenir de un pueblo, del modo particular en que Laclau concibe tal proceso social. Cuando afirmamos realizar una aproximación crítica, por crítica entendemos aquí una reflexión teórica que no se limita solamente a indagar e identificar las determinaciones de la categoría de antagonismo en

Laclau, sino que además señala algunos problemas filosóficos existentes en torno a dicho concepto y sugiere algunas propuestas teóricas orientadas a una reformulación de aquella. Esto coincide con lo que ya Horkheimer señaló con respecto a la filosofía crítica, la cual debe asumir como un lema el hecho de que “los hombres pueden cambiar el ser, las circunstancias para ello están ahora presentes”12. El ejercicio crítico que aquí se hará a nivel conceptual no está separado de un posible ejercicio crítico general hacia la realidad en su conjunto, que asume la posibilidad de transformación13, el cual resulta “incompatible con (…) algo que trasciende a los hombres”14. La crítica de Laclau a los aspectos trascendentes del marxismo significa, para nosotres aquí, la introducción de la categoría de antagonismo, una categoría que transforma el modo de comprender la lucha de clases o cualquier forma de conflicto social. De hecho, en la categoría de antagonismo podemos afirmar que habita ya un ánimo crítico, ya que la posibilidad de un cambio o transformación en todo ámbito aparece cuando se hace viable un enfrentamiento con un cierto estado de cosas. Cobra sentido así afirmar que “la verdadera función social de la filosofía reside en la crítica de lo establecido”15. En este contexto, si bien se comprenderá la obra laclausiana como una crítica al marxismo, esta misma obra será entendida como lo establecido, con el fin de cuestionar y transformar lo que ésta entiende por antagonismo. Como sostiene Horkheimer:

10 Nos referimos a Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia (1985), Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1990), Emancipación y diferencia (1996), y Contingencia, hegemonía y universalidad; diálogos contemporáneos en la izquierda (2000). 11 Laclau, Ernesto, La razón populista, 1ra edición, 4ta reimp., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 197.

12 Horkheimer, Max, Teoría crítica, 1ra ed., 3ra reimp., Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 257. 13 Ibíd., p. 250. 14 Ibíd., p. 268. 15 Ibíd., p. 282.

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En filosofía (…) [la] crítica no significa la condena de una cosa cualquiera, ni el maldecir contra esta o aquella medida; tampoco la simple negación o el rechazo. (…) lo que nosotros entendemos por crítica es el esfuerzo intelectual, y en definitiva práctico, por no aceptar sin reflexión y por simple hábito las ideas, los modos de actuar y las relaciones sociales dominantes (…).16

Finalmente, en cuanto al psicoanálisis lacaniano, este será invocado con el fin de interrogar nuestros problemas y para hallar en él algunas categorías que permitan subvertir las limitaciones del antagonismo laclausiano. Laclau si bien incorpora el psicoanálisis lacaniano de manera gradual a lo largo de su obra, éste se encuentra presente desde sus inicios —por ejemplo a través de la categoría de «sobredeterminación» en Política e ideología (1977)—. Esta incorporación irá in crescendo hasta llegar a La razón populista, en donde Laclau dedicará un capítulo a revisar la concepción freudiana del sujeto y la sociedad en Psicología de las masas y análisis del yo (1921) y, a lo largo de todo el texto, irá tejiendo sus propuestas con categorías lacanianas como las de «sujeto», «falta», «significante», «objeto a», «pulsión parcial», «lo Real», «afecto», «identificación», «punto nodal», entre otras. Por tanto, la relación entre la teoría laclausiana y lacaniana que intentaremos fortalecer aquí se desprende de una relación ya existente pero no por ello ausente de problemas. Nos preguntaremos por la coherencia existente entre ambas teorías para ir más allá de las fronteras en las que Laclau las anudó. Categorías como «extimidad», «punto nodal» y «deseo» nos ayudarán en esta labor. No sólo recurriremos a Lacan sino 16 Ibíd., pp. 287-288.

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también a varios de los continuadores de su obra, sin dejar de lado los aportes del mismo Freud al respecto. El objetivo general que nos hemos propuesto apunta a realizar una aproximación crítica a la categoría de antagonismo de Ernesto Laclau, considerando especialmente su abordaje en La razón populista, tomando en cuenta las aportaciones del psicoanálisis lacaniano. La estructura de este libro estará dada por el desglose de dicho objetivo general en diferentes objetivos específicos. En la primera sección vincularemos la categoría de antagonismo con la biografía y obra de Ernesto Laclau, comprendiendo la relevancia de aquella en ambos campos, y vincularemos la categoría de antagonismo con los paradigmas en los que se inscribe la obra laclausiana, explorando su relevancia y algunos encuentros y desencuentros teóricos posibles. De este modo, indagaremos en el vínculo existente entre Laclau, la categoría de antagonismo, la cuestión del peronismo y la militancia política. Así también trazaremos el modo en que la categoría de antagonismo se vincula a dos paradigmas que le sirven de contexto: el pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana; exploraremos algunas convergencias y divergencias con otros autores pertenecientes a estos campos. Cerraremos dicha sección formulando nuestros problemas, los cuales otorgan estructura a las secciones y capítulos siguientes. Luego, en el segundo apartado realizaremos una aproximación crítica a la categoría de antagonismo de Laclau, considerando especialmente su abordaje en La razón populista, y vincularemos y examinaremos la relevancia y pertinencia de diversas críticas que se han realizado en torno a dicha categoría. Para ello profundi-

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zaremos en nuestro problema, desglosándolo en los tres problemas específicos que ya hemos planteado. Finalmente, en el tercer apartado realizaremos una propuesta filosófica que otorgará respuestas a nuestro problema y consideraremos el psicoanálisis lacaniano como una fuente de categorías útiles y convergentes con la propuesta laclausiana. Nos acercaremos a las propuestas que el mismo Laclau y otros autores han formulado ante los problemas abordados, y realizaremos una evaluación de aquellas que permita esclarecer si logran el objetivo que pretenden. En varios casos veremos que varias de las propuestas existentes hasta el momento no son satisfactorias del todo, por lo que radicalizaremos sus efectos u ofreceremos vías alternativas de solución, dependiendo del caso. En la medida en que nos proponemos formular y resolver algunos de los problemas ligados a la categoría de antagonismo de Laclau, pretendemos seguir de cerca el modo en que Deleuze y Guattari conciben el trabajo filosófico como el arte de formar conceptos: “todo concepto remite a un problema, a unos problemas sin los cuales carecería de sentido, y que a su vez sólo pueden ser despejados o comprendidos a medida que se vayan solucionando”17. Estos problemas se intentarán solucionar justamente a través de la fabricación de algunas categorías nuevas que, como ya hemos mencionado, se vincularán críticamente con la categoría laclausiana de antagonismo. Como sostienen Deleuze y Guattari, “criticar no significa más que constatar que un concepto se desvanece, pierde sus componentes o adquiere otros nuevos que lo transforman cuando se lo sumerge 17 Deleuze, Gilles y Guattari, Deleuze, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Buenos Aires, 4ta edición, 1997, p. 22.

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en un ambiente nuevo”18. Son estos procesos de desvanecimiento, pérdida y adquisición los que buscaremos provocar.

18 Ibíd., p. 34.

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TERRITORIOS HISTÓRICOFILOSÓFICOS DEL ANTAGONISMO

Con el fin de adentrarnos críticamente a la categoría de antagonismo en la obra laclausiana llevaremos a cabo, en este primer apartado, un recorrido histórico y teórico al respecto. Lo haremos desde una perspectiva biográfica y filosófica que nos acercará, por un lado, a la vida y obra de Ernesto Laclau, y por otro, a los debates teóricos en los que Laclau se insertó. Aunque se tratará de un panorama general e introductorio, haremos este ejercicio siempre teniendo en cuenta la relación que aquel posee con la categoría de antagonismo. Por tanto, desde éste podremos desde ya advertir no sólo algunas determinaciones generales de la categoría, sino además presentar los problemas que nos ocuparán en los apartados siguientes. Este apartado posee tres capítulos. En el primer capítulo comenzaremos ofreciendo una breve biografía que articulará el contexto social y político de Argentina en que Laclau vivió, con la categoría de antagonismo. Veremos que dicha biografía y aquella situación nacional guardan una fuerte relación con los cuestionamientos filosóficos que el autor abordó a lo largo de su vida. La cuestión del peronismo y la militancia cobrarán especial relevancia. En el segundo capítulo pasaremos a explorar los territorios filosóficos en los que Laclau se insertó y la

relación que aquellos guardan con la categoría de antagonismo. En primer lugar revisaremos la tradición marxista que Laclau hereda y la crítica a la que es sometida por parte de éste. Categorías como contradicción, lucha de clases y economía serán de nuestro interés. En el tercer capítulo, continuaremos en dichos territorios, caracterizando el pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana como aquellos campos que Laclau habitó junto a más personas, como resultado de su desplazamiento hacia un campo posmarxista. La categoría de antagonismo será planteada como sinónimo de fundamento ausente y lo real lacaniano. Además, abordaremos algunas de las discusiones contemporáneas en torno a la obra laclausiana, dejando para el segundo apartado un examen más detallado de las críticas más relevantes en torno a la categoría de antagonismo, las cuales articularemos a diferentes problemas que formularemos al respecto.

Capítulo 1

El antagonismo peronista: algunas claves histórico-biográficas

1. Una Argentina dividida Ernesto Laclau nació el 6 de octubre de 1935, en Buenos Aires. Desde temprana edad estuvo influenciado por la política y las ideas, ya que su padre —de igual nombre— fue un conocido abogado, escritor y funcionario público1, quien mantuvo un clima de re1 Ernesto Laclau padre (1896-1985) se graduó en la UBA como abogado y llegó a trabajar como representante legal del Banco de Nápoles y de la Compañía de Navegación Italiana. Publicó dos libros: Filosofía política argentina (1921) y La formación política de la sociedad argentina (1928). Siendo militante del partido radical e yrigoyenista, estrechó con personas claves de la política nacional. Luego del golpe de 1930 se exilia y en los dos años siguientes participa en dos levantamientos armados frustrados contra los gobiernos de la Década Infame. Posteriormente vuelve al país, y en 1953 se convierte en Presidente del Instituto Nacional de Previsión Social. Con el regreso del radicalismo, llega a ser Embajador de Dinamarca desde 1963 a 1966. Fue íntimo amigo de Arturo Jauretche, político argentino, socio fundador de FORJA, grupo precursor en las investigaciones que denunciaron la dependencia colonial del país. Jauretche también tuvo una influencia ideológica en Laclau hijo: “Jauretche me dijo —yo tenía 21 años, 22 años— me dijo, ven muchacho (…) y me decía, lo que pasa es que los conceptos aíslan mientras que son los nombres los que dan un sentido a las cosas. Y entonces tenía un discurso sumamente elaborado, y bueno yo le escuché. Y quince años después estaba en Oxford y estaba leyendo la teoría de los antidescriptivistas, que es una teoría de filosofía analítica sumamente compleja y yo la entendí en un flash porque Jauretche me había contado todo el argumento” (Entrevista a Ernesto Laclau por Jorge Coscia, en “Puerto Cultura”, 2011). En contraste con la figura paterna, la que Laclau rescata en variadas ocasiones, la historia de su madre no es muy conocida. En una entrevista, Laclau recuerda una anécdota: “Cuando éramos adolescentes, un día durante un almuerzo mis hermanos y yo discutíamos con mi padre sobre

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flexión y discusión en su hogar. Respecto a él, Laclau declara: “era un hombre de una gran cultura. Podía hablar sobre muchísimos temas y tenía una gran amplitud de espíritu para hablar con personas de orientaciones diferentes. Y eso en los años formativos de uno es muy importante”2. Este contexto familiar, que moduló las orientaciones de Laclau en su juventud, estuvo bajo el influjo social y político de la Argentina de aquellos años. Entonces inevitablemente nos cruzamos con la cuestión del peronismo. Yo creo que la experiencia fundamental de mi vida del punto de vista político fue la experiencia del peronismo porque en los años sesenta nos damos cuenta perfectamente que la idea puramente marxista de la lucha de clases no servía para identificar lo que estaba pasando en el país, que había un fenómeno de masas que absolutamente superaba esos límites históricos.3

En el escenario posterior a la Segunda Guerra Mundial, Perón estableció una alianza ideológica y económica con Francisco Franco en España4. Esto incidió en procesos de industrialización, nacionalizatodo lo humano y lo divino. Y se escucha la voz de mi madre: «En esta casa las ideas sobran. Lo que falta es plata»” (Entrevista a Ernesto Laclau por Martín Granovsky, Página 12, 21 de julio de 2013). 2 Entrevista a Ernesto Laclau por Ricardo Forster, en “Grandes pensadores del siglo XX”, 2010. 3 Entrevista a Ernesto Laclau por Jorge Coscia…, op. cit. 4 Véase Rein, Raanan, Entre el abismo y la salvación: el pacto Franco-Perón, Editorial Lumière, Buenos Aires, 2003; y Cisneros, Andrés y Escudé, Carlos, Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2000, versión online, tomo XIII: “Las relaciones políticas, 1943-1966”; Capítulo 61: “La tercera posición de la era peronista (1946-1955)”, sección: “Las relaciones con la España franquista”.

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ción y estatalización en lo económico. Buenos Aires fue testigo de los efectos sociales de aquello, la ciudad comenzó a ser habitada por una nueva clase de trabajadores provenientes de las provincias5, quienes fueron peyorativamente llamados los «cabecitas negras». Sería el nacimiento de un nuevo sujeto político6. La figura de Perón y las transformaciones que impulsó entre 1946 y 1955 dividieron al país. Cuando comenzó a trabajar desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, llevando a cabo reformas que buscaban alianzas con los nuevos trabajadores; los sectores militares ligados a la derecha conservadora cuestionaron fuertemente las medidas7. Aparece el conflicto entre «peronistas» y «antiperonistas», el cual se extiende a la sociedad argentina. Mientras los peronistas estuvieron constituidos por variados sectores de la clase trabajadora, los antiperonistas lo estuvieron por la clase media y alta, representada por los partidos políticos. Si bien el joven Laclau, al igual que su familia de clase media, no fue simpatizante del peronismo, el impacto de esta polarización social fue innegable. Laclau planteó que este conflicto fue la expresión de lo que él denomina un «antagonismo»8. Por un lado, éste emergió en el contexto de una crisis al interior del bloque dominante, entre la clase terrateniente 5 Villalobos-Ruminott, Sergio, “Transferencia y articulación: la política de la retórica como economía del deseo”, Revista Pléyade, vol. 16, p. 84. 6 Feinmann, José Pablo, Peronismo, filosofía política de una persistencia argentina, tomo I: “De 1943 al primer regreso de Perón (1972)”, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2012, p. 25. 7 En un inicio, Perón era parte del GOU (Grupo de Oficiales Unidos) el cual derrocó a los gobiernos de la “Década Infame” a través de un golpe de Estado en 1943. 8 Laclau, Ernesto, Política e ideología en la teoría marxista. CapitalismoFascismo-Populismo, Siglo XXI, Madrid, 1986, 3era edición, pp. 209-210.

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y la emergente clase capitalista; este bloque defendía una ideología liberal a través de sus partidos, caracterizada por elementos antidemocráticos, europeístas, y con un fuerte recelo hacia liderazgos personalistas9. Por otro lado, los partidos de izquierda no vieron en los sectores campesinos un sujeto revolucionario, supeditaron su acción al reduccionismo clasista, al quietismo partidista y al etapismo que demandaba la consolidación del capitalismo para pasar al socialismo10. De esta manera, según Laclau, el peronismo fue capaz de articular ideologías antiliberales y nacionalistas, reconociendo diversas tradiciones populares e interpelando a la nueva clase trabajadora bajo la figura de un líder: Perón11. Fue este campo de rearticulaciones políticas y de identificaciones sociales lo que motivó posteriormente a Laclau a ir más allá de la categoría de «lucha de clases», en donde la construcción del pueblo se transforma en un rasgo distintivo para comprender el carácter político de los antagonismos. En consecuencia, no siendo este antagonismo un antagonismo de clase, las ideologías que lo expresan no pueden ser ideologías de clase. A través de este tipo de antagonismo los sectores dominados no se identificarán a sí mismos como clase, sino como “lo otro”, “lo opuesto” al bloque del poder dominante, como los de abajo12.

Este antagonismo vio nacer y crecer a Laclau, hasta su primer año de universidad. Laclau ingresó, en 9 Ídem. 10 Ibíd., pp. 216-217. 11 Ibíd., pp. 220-224. 12 Ibíd., p. 120.

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1954, a la carrera de Historia en la UBA. Allí encontró las herramientas teóricas y los anhelos políticos que dibujaron su posterior obra: “Desde entonces el recuerdo de este suelo me ha acompañado, fue la cuna de todo lo bueno y todo lo malo que intelectualmente produje”13. La academia no fue ajena a la polarización social; el peronismo había decretado la gratuidad de la educación superior en 1949, lo cual triplicó la matrícula generando un cambio drástico en la composición sociológica del estudiantado. No obstante, la mayoría de los universitarios tuvo una posición fuertemente antiperonista, denunciando al gobierno como una forma de fascismo14. Laclau no fue la excepción. Un año después, el 16 de junio de 1955, el conflicto entre peronistas y antiperonistas culminó en masacre. Las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de Estado mediante ataque aéreo a la Plaza de Mayo15. Esto fue la antesala de la renuncia de Perón. Laclau tenía 20 años. La llamada «Revolución libertadora» tuvo efectos inmediatos sobre la academia argentina, y en gran medida sobre la UBA16. De aquí en adelante Laclau es13 Entrevista a Ernesto Laclau por María Victoria Dentise, Tiempo Argentino, 25 de julio de 2013. 14 Expresión de este conflicto fue la consigna “Alpargatas sí, libros no”, que vio la luz en 1945, cuando la Federación Universitaria borraba las consignas peronistas “Perón sí, otro no”, antes del Día de la Lealtad. 15 Según cifras oficiales el ataque asesinó a 308 personas, mientras que un número indeterminado de sujetos no identificados fue exterminado, lo cual, según algunas versiones, eleva el número a 4.500 fallecidos. 16 Se restringió la autonomía universitaria, se dejó cesantes a cientos de profesores, se dio paso a la censura académica, se elaboraron listas negras y se desmanteló un proyecto de reforma que vinculaba estrechamente investigación y docencia (Izaguirre, Inés, “La Universidad y el Estado Terrorista. La misión Ivanissevich”, Conflicto Social, 2011, año 4, n. 5, p. 17). Además, se dio inicio a la creación de universidades católicas privadas, lo cual generó la protesta estudiantil conocida como «Laica o libre»: mientras

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taría inserto en un escenario caracterizado por la proscripción del peronismo y por gobiernos fraudulentos manipulados por las Fuerzas Armadas17, hasta 1966, fecha desde la cual la dictadura militar se establecería permanentemente mediante la «Revolución Argentina»18. 2. La cuestión de la militancia Fue durante este periodo de formación intelectual y conmoción política, que Laclau se integraría a diversas agrupaciones con el objetivo de reflexionar y actuar políticamente. Luego de la «Revolución Libertadora», la cuestión del peronismo y los antagonismos que vio emerger, constituyeron una fuente de preguntas teóricas y de vinculaciones militantes. Paralelamente a su inserción en el grupo Contorno19, Laclau conoció a José Luis Romero, uno de los los conservadores defendían la educación privada bajo el título de «libre», los estudiantes lo hacían bajo el nombre de «laica». (Véase Califa, Sebastián, “‘Laica o libre’. El combate social en torno a los títulos habilitantes. Septiembre de 1958”, XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. VIII Jornadas de Sociología de la UBA. Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires, 2009). 17 Véase, Feinmann… op. cit., p. 403; y Laclau, Ernesto, Emancipación y diferencia, Compañía Editorial Espasa Calpe Argentina S.A. / Ariel, Argentina, 1996, p. 99. 18 Período dictatorial en Argentina (1966-1973) que adoptó una ideología nacional, católica y anticomunista, y llevó al desarrollo de un Estado Burocrático Autoritario (EBA), según la conceptualización de Guillermo O’Donnel (O’Donnell, Guillermo, “Reflexiones sobre las tendencias generales de cambio del Estado burocrático-autoritario”, CEDES/ G.E. CLACSO, n°1, Buenos Aires, 1975). 19 La revista Contorno (1953-1959) fue símbolo de las inquietudes izquierdistas de la joven intelectualidad argentina (Véase Zeiger, Claudio, “La última generación”, Página 12, 27 de julio de 2008; García, Alejandro, La crisis argentina, 1966-1976: notas y documentos sobre una época de violencia política, Secretariado de Publicaciones, Universidad de Murcia, Murcia, 1994, p. 107; y Molayoli, Gino, “La revista Contorno y el peronismo: un lenguaje nuevo para la crítica”, Revista Borradores, vol. X/XI, Universidad Nacional de Río Cuarto, 2010, p. 4.). De influencia sartriana, su preocupación fue

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más importantes historiadores de Argentina y rector de la UBA en 195520. El inicio de esta relación intelectual y militante estuvo dado por el ingreso de Laclau en 1958 al Partido Socialista Argentino (PSA), en el cual participaba Romero. Este Partido, creado en ese mismo año, fue una de las dos facciones resultantes de la crisis y división del Partido Socialista (PS). Mientras el PSA congregó a las posturas más izquierdistas y dispuestas a acercarse al peronismo, la otra fracción se transformó en el Partido Socialista Democrático (PSD), de tendencia moderada y antiperonista. El ingreso de Laclau no sólo nos habla del grado de influencia de Romero, sino sobre todo, de sus aprendizajes y transformaciones políticas en aquellos años. Yo entré a la facultad en el ’54, o sea alcancé a ver la problemática de la Argentina contemporánea, y fue allí donde Laclau se aproximó al análisis del peronismo como fenómeno complejo en términos políticos y culturales (Chacón, Pablo E. y Fondebrider, Jorge, La paja en el ojo ajeno: el periodismo cultural argentino, 1983-1998, Colihue, Buenos Aires, 1998, p. 25). Contorno, se comprometió en un inicio con la candidatura de Frondizi (1957-1958), sin embargo, posteriormente, el grupo se dio cuenta de la traición que avalaron: el Plan Conintes, que implicó la represión de cientos de peronistas, sindicalistas y estudiantes. Contorno se autoculpabilizaría por el privilegio intelectual que, según ellos, los distanció del pueblo (Biagini, Hugo E., El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX: obrerismo, vanguardia, justicia social (1930-1960), Biblos, Buenos Aires, 2006, p. 635; García, op. cit., p. 107). 20 José Luis Romero (1909-1977) fue rector de la UBA en 1955, y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras; él introdujo en Argentina la perspectiva de la Escuela de los Annales. Laclau lo conoció siendo el novio de su hija María Luz, pero posteriormente la relación entre ambos fue tomando un carácter intelectual y militante. Laclau tomó varios de sus cursos y en 1958 colaboró en la creación de la cátedra de Historial Social y General en las carreras de Sociología e Historia. No obstante, en 1963 Laclau se distanció de su enfoque historicista: “el marxismo representa la única tentativa válida, hasta el presente, de ligar la significación peculiar de un momento del tiempo con la totalidad de la historia humana” (Laclau, Ernesto, “Nota sobre la historia de mentalidades”, Desarrollo Económico, 1963, vol. 3, n. 1/2, América Latina 1, p. 312)

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el último año de Perón. [La impresión de los estudiantes] era claramente antiperonista especialmente al comienzo, después empezamos a evolucionar rápidamente cuando vimos el resultado de la política antinacional agresiva que estaba desarrollando el régimen militar.21

La división del PS estuvo principalmente motivada la posición frente al peronismo. El PSA surgió de las discusiones internas del PS respecto a su alejamiento progresivo de los intereses de la clase trabajadora y popular. Dichos sectores, luego de la proscripción del peronismo, seguían defendiendo el proyecto de Perón, y por ello, quedaron marginados. Laclau encuentra en el PSA la posibilidad de articularse estratégicamente con el peronismo, con el fin de aproximarse al pueblo argentino. Este acercamiento buscó resaltar el aspecto popular y anti-imperialista que existía en el peronismo, el cual debía converger con un horizonte revolucionario y socialista. La orientación de esta fracción es coincidente con lo que plantea Laclau respecto a sus preocupaciones de aquella época: En tal sentido, yo nunca he sido un marxista “total”, alguien que busca en el marxismo un “hogar”, una visión completa y armoniosa del mundo, por usar los términos de Plejanov. Los “juegos de lenguaje” que yo he jugado con el marxismo han sido siempre más complicados, y siempre han tratado de articular el marxismo con algo distinto22.

Esta búsqueda por articular al marxismo más 21 Entrevista a Ernesto Laclau por Ricardo Forster…, op. cit. 22 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 188.

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allá de la ortodoxia, hizo que su participación en el partido durara sólo tres años; en 1961 ocurrió una nueva ruptura, esta vez al interior PSA. Acontecimientos a nivel internacional y nacional influyeron en dicho quiebre23, creándose una nueva rama, el Partido Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV)24. Sin embargo en 1963 el PSAV se disolvió; mientras algunos siguieron el fidelismo y la vía armada, otros apostaron por un trabajo de articulación con el peronismo, teniendo en miras el proceso cubano25. En este último grupo estaba Laclau, junto a otros estudiantes, quienes criticaron la orientación marxista leninista del partido26 y su lectura abstracta que desestimaba aspectos nacionales, populares y latinoamericanos27. Laclau funda y lidera entonces el Frente de Acción Universitaria (FAU)28, el cual se 23 Por un lado, la Revolución Cubana (1959) causó un impacto sobre la estrategia clasista y legalista (Véase Califa, Juan Sebastián, “El temprano impacto de la Revolución Cubana en el movimiento estudiantil argentino. El caso de la Universidad de Buenos Aires. 1959-1962”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Questions du temps présent, 2013); por otro, durante el gobierno de Frondizi, el PSA se presentó con un candidato para la Gobernación de Buenos Aires quien, luego de resultar electo, fue depuesto por los militares en un nuevo golpe de Estado. Así, las discusiones sobre de la vía armada, en relación al fraudulento sistema eleccionario, y sobre la inmigración del campesinado a las zonas urbanas, acentuaron las diferencias al interior del PSA. 24 Laclau, siendo parte del PSAV, ingresó a la Juventud Universitaria Socialista ( JUS), órgano del partido a nivel estudiantil, agrupación que en la UBA osciló entre la unidad con los comunistas y el acercamiento al nacionalismo popular y a la izquierda nacional. (Véase Tortti, María Cristina, El viejo partido socialista y los orígenes de la nueva izquierda, Tesis doctoral, Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2007). 25 Véase Tortti, María Cristina, “La renovación socialista, el tema del populismo y la nueva izquierda en los sesenta”, PolHis, 2012, año 5, n. 10, pp. 110-121. 26 Entrevista a Ernesto Laclau por Jorge Coscia… op. cit. 27 Véase Tortti, El viejo partido socialista…, op. cit. 28 Bajo esta filiación logró ser electo Presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y representante de la fracción reformista

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uniría, a fines del ’63, al Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN)29. En el PSIN Laclau conoce a otra de las figuras intelectuales y políticas argentinas que influirán grandemente en su pensamiento: Jorge Abelardo Ramos, destacado historiador y político argentino30. En lo militante, Ramos fue fundador y líder en la Izquierda Nacional, movimiento socialista que, luego del 17 de octubre, decidió crear alianzas con el peronismo31. En un inicio se constituyó como un grupo de intelectuales que, a través del periódico Lucha Obrera y la revista Octubre, apoyó críticamente a Perón, y en 1962 decidió ir más del movimiento estudiantil en el Consejo Superior de la UBA. 29 Entrevista a Ernesto Laclau por Jorge Coscia… op. cit. Véase también Kohan, Néstor, De ingenieros al Che: ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, Biblos, Buenos Aires, 2000, p. 232. 30 Según Laclau, Jorge Abelardo Ramos (1921-1994) fue “el pensador político argentino de mayor envergadura que el país haya producido en la segunda mitad del siglo XX” (Laclau, Ernesto, “Ramos en la historia de la izquierda argentina”, en Regali, Enzo, Abelardo Ramos. La Izquierda Nacional y la nación latinoamericana, Ciccus, Corredor Austral y Ferreyra-Editor, Buenos Aires, 2012). Como historiador escribió variadas obras dentro de las que destacan Revolución y contrarrevolución en la Argentina (1957) e Historia de la nación latinoamericana (1968), las cuales, según Laclau, “representan un brillante intento de trazar una épica del pueblo como actor colectivo” (ídem.). Laclau plantea incluso que “no es exagerado afirmar que Revolución y contrarrevolución en la Argentina fue el libro político más influyente de [su] generación” (Laclau, Ernesto, “Me parece un pionero rebelde, influyente y visionario”, Revista Ñ, 25 de septiembre de 2004, p. 1). Laclau mismo reconoce la influencia que Ramos tuvo en su pensamiento: “Yo trabajé con Ramos políticamente durante cinco años, y durante ese período trabajamos estrechamente y hubo una gran compenetración para mi formación intelectual. La relación con él fue y es todavía uno de los puntos de referencia. (…) todavía tengo algunas conversaciones imaginarias con él, en las cuales trato de pensar cómo me hubiera respondido Ramos a cierto tipo de argumentos que yo estaba haciendo” (Laclau, Ernesto, “Intervención del politólogo Ernesto Laclau en el homenaje a Jorge Abelardo Ramos realizado en la Biblioteca Nacional con motivo de cumplirse el 10° aniversario de su fallecimiento”, 2004, p. 1). 31 Ramos, Jorge Abelardo, “La incorporación al peronismo”, 1 de julio de 1994.

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allá, creando el PSIN32. Según Laclau, el PSIN tomó de Trotsky la idea de «revolución permanente», pero no en un sentido ortodoxo, sino más bien en articulación con perspectivas latinoamericanistas: la revolución nacional se había iniciado bajo banderas burguesas con el peronismo (…) había que retomar el curso revolucionario y llevarlo hacia la Victoria bajo banderas socialistas. A las tres banderas históricas del peronismo (soberanía política, independencia económica y justicia social) había que añadir una cuarta: gobierno obrero y popular. La dualidad de partidos que esta visión implicaba condujo a la fundación del PSIN (…)33.

Laclau permaneció allí 5 años. En poco tiempo ingresó al Comité Central del partido y, entre 1964 y 1965, llegó a ser director del semanario Lucha Obrera. El PSIN fue la última militancia de Laclau; aquí, si bien encontró un terreno en donde coincidió con otros en pos de una lucha popular y latinoamericana; no pudo hacerse a la idea de que aquella fuese reducida a una identidad de clase y dirigida desde un partido, aislado de las emergentes luchas de carácter más abierto y flexible de los movimientos34. Por otro lado, se gestaba ya una división entre la vieja y nueva generación al interior del partido, lo cual decantó en la expulsión de un grupo de jóvenes por “desviaciones ideológicas”35. Laclau criticó duramente esta purga; y en adelante hubo un agravamiento en las discusiones y divergencias con Ramos, 32 Ídem. 33 Laclau, Ramos en la historia…, op. cit.

34 Laclau, Me parece un pionero…, op. cit. 35 Acha, Omar, “Del populismo marxista al posmarxista: Ernesto Laclau”, ARCHIVOS de historia del movimiento obrero y la izquierda, 2013, n. 3, p. 60.

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críticas en torno a la idea y práctica de partido. Después tuve mis disidencias y en 1968 dejé el partido que él había fundado. Estos desacuerdos se vinculaban, al momento de mi ruptura, con la viabilidad de un partido separado del peronismo y, más en general, con la universalidad que Ramos atribuía a la formación del partido como modo de mediación política, pero después de mi partida los desacuerdos hubieran sido más profundos (yo no hubiera apoyado su acercamiento al menemismo).36

Este es el contexto social y político que influyó en las rutas y desplazamientos políticos de Laclau en lo militante. Después de la Revolución Argentina, la doble faz del peronismo fue un motor de incesantes cuestionamientos y decisiones. La coexistencia en el peronismo de un discurso militar, cercano al fascismo franquista, y de un proceso de reformas económicas y laborales que lograron la articulación con amplios sectores de la clase trabajadora, fue para Laclau una cuestión que merecía no sólo una cuidadosa estrategia política, sino, más aún, un profundo análisis reflexivo. El antagonismo con respecto al peronismo ya no parecía una respuesta obvia como al inicio. 3. El giro hacia la academia Laclau prosiguió sus estudios y se licenció como historiador en 1964. En ese mismo año consiguió 36 Laclau, Me parece un pionero…, op. cit. Véase también Laclau, Ernesto, Los fundamentos retóricos de la sociedad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2014, 1a edición, pp. 11-20; y Critchley, Simon y Marchart, Oliver [comp.], Laclau: aproximaciones críticas a su obra, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, 1a edición, pp. 15-17.

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una beca doctoral, trabajando como investigador para el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), hasta 1966. Después trabajó por un año en la Universidad Nacional de Tucumán, como profesor de Historia Moderna y continuó como investigador en el Centro de Investigación Social del Instituto Torcuato Di Tella. Allí conoció a Eric Hobsbawn, quien, interesado en su trabajo, lo invitó a continuar su doctorado en Inglaterra. Esta invitación coincidió con su retirada del PSIN. Las diferencias de Laclau con los partidos en los que militó, el interés por continuar con sus reflexiones políticas desde la academia, y un contexto nacional caracterizado por un Estado autoritario y burocrático, dominado por la oligarquía y los militares, todo ello hizo atractivo el ofrecimiento de Hobsbawn. Lo que comenzó como una beca de doctorado terminó siendo el puntapié inicial para una vida dedicada al trabajo intelectual. Laclau obtuvo su PhD por la Universidad de Essex en 1977, y desde 1973 hasta sus últimos días trabajó como profesor de Teoría Política en la misma casa de estudios. Estableció allí el Ideology and Discourse Analysis Research Programme y dirigió el Centre for Theoretical Studies in the Humanities and Social Sciences entre 1990 y 1997. También trabajó en el Department of Comparative Literature, de la Universidad de Buffalo, entre 2002 y 2005. Finalmente en 2008, la Universidad de Essex le otorgó el título de Emeritus Professor. El 14 de abril de 2014 falleció a los 78 años, producto de un infarto al miocardio. La categoría de antagonismo fue gravitante a lo largo de toda la obra de Laclau. En Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo (1977)

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abordó variados debates directamente relacionados con el contexto argentino y latinoamericano; la categoría de antagonismo se hace presente, se va diferenciando de la tradicional batería de conceptos marxistas para ocupar un lugar relevante y decisivo en la definición de lo político. Luego, junto a la politóloga belga Chantal Mouffe, Laclau publica Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia (1985). Allí los antagonismos pasan de ser una herramienta para el análisis político a transformarse en una categoría propiamente filosófica, junto a «hegemonía». Este esfuerzo es continuado y profundizado en Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1990) y Emancipación y diferencia (1996), donde la categoría de «dislocación» y la crítica al fundacionalismo dan especificidad y amplitud a la dimensión antagónica de la obra laclausiana. En Contingencia, hegemonía y universalidad: diálogos contemporáneos en la izquierda (2000), Laclau dialogará con Judith Butler y Slavoj Žižek, y serán sobre todo las discusiones con éste último las que le permitirán identificar con mayor precisión la dimensión psicoanalítica del antagonismo. Aquella articulación entre psicoanálisis y antagonismo será clara en La razón populista (2005), donde la categoría será repensada desde los aportes freudianos y lacanianos. A partir de esta última referencia Laclau intenta cerrar una interrogación en torno al peronismo; la que se inicia en las últimas páginas de Política e ideología en el capítulo titulado “Hacia una teoría del populismo”, y retorna en la sección “El retorno de Perón”, en su obra del año 2005. A la luz del recorrido hecho hasta aquí, vemos que la categoría de antagonismo atraviesa la experiencia primero militante y luego filosófica de Laclau. Lo

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que inicialmente estuvo motivado por la emergencia del peronismo, dio lugar a una interrogación y conceptualización teórica permanente. La relación de Laclau con la categoría de antagonismo entonces resulta crucial para comprender no sólo sus ideas, sino también su posicionamiento político. Y es por ello que los planteamientos existentes en su última obra, La razón populista, resultan clave: se ofrecen como fruto de una consolidación de una política reflexionada filosóficamente y de una filosofía de lo político.

Capítulo 2

Antes del antagonismo: Hegel, Marx y los marxismos

Las reflexiones y propuestas teóricas de Laclau en torno a los conflictos políticos emergidos en Argentina y que dieron lugar a la categoría de antagonismo, deben ser circunscritos a ciertos debates filosóficos. Estos permiten comprender el territorio que habitó Laclau, identificar los problemas en juego y cuáles fueron sus aportaciones a la filosofía política. Examinada así, la categoría de antagonismo aparecerá como fruto de una discusión más amplia, y que en Laclau da cuenta de una especificidad. Para comprender el nacimiento de la categoría de antagonismo desde los territorios propiamente teóricos y filosóficos, daremos cuenta en este capítulo del modo en que Laclau examinó la tradición marxista. De la noción de contradicción hegeliana y marxista arribaremos a la categoría de antagonismo en disputa con el economicismo. Revisaremos las filiaciones hegelianas y marxianas en la categoría de antagonismo laclausiana y avanzaremos en la crítica de Laclau a variados autores pertenecientes a la historia del marxismo. 1. De la contradicción a la lucha de clases Laclau, si bien en ocasiones abordó la catego-

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ría de antagonismo mediante un análisis directo de las obras de Marx, su crítica se dirigió fundamentalmente al marxismo. Para Laclau, ahondar en el vínculo entre antagonismo y la obra de Marx implicó ingresar por otro concepto relacionado: el de «contradicción». Si bien el problema filosófico de la contradicción se remonta a la Antigua Grecia, es la filosofía de Georg Wilhelm Friedrich Hegel la que constituyó el ideario inmediato del marxismo. Según Laclau, el marxismo toma de Hegel una filosofía que coloca a la categoría de «contradicción» (Widerspruch) en un lugar fundamental1. Laclau reconoce en Hegel el hecho de “reintroducir la contradic1 Hegel, desde un punto de vista lógico, plantea la contradicción como una determinación final de la reflexión, al transitar por momentos anteriores, desde la «identidad» (Identität) y la «diferencia» (Unterschied). Hegel define la contradicción como un “convertirse a sí mismo en lo negativo de algo, o sea de convertirse en lo otro que él excluye de sí” (Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, Ciencia de la lógica. Abada, Madrid, 2011, edición de Félix Duque, p. 483). Esta definición debe compararse con lo que Hegel plantea respecto a identidad y diferencia. La «identidad» para Hegel, expresada en la fórmula A = A, no es más que “la expresión de una vacua tautología” (p. 461), por otro lado, la «diferencia», expresada en la relación entre A y noA, “es la negatividad que la reflexión tiene dentro de sí” (p. 465), y que se expresa como «diversidad» (Verschiedenheit), «desigualdad» (Ungleichheit) u «oposición» (Gegensatz). Frente a estas dos categorías, la «contradicción» “no sólo contiene en su expresión la vacua y simple igualdad consigo, ni tampoco únicamente lo otro de esa misma igualdad, sino incluso la desigualdad absoluta, la contradicción en sí” (pp. 464-465). La contradicción en Hegel es entonces la unidad de la identidad y la diferencia, la cual se expresa en la fórmula A = no-A. Hegel plantea el «principio de contradicción», desde el cual afirma que “todas las cosas son en sí mismas contradictorias; en el sentido, además, de que, frente a las otras, esta proposición expresa mejor la verdad y la esencia de las cosas (…) habría que tomar entonces a la contradicción por lo más profundo y más conforme a esencia” (p. 491). Hegel incluso va más allá, abarcando lo físico, lo biológico y lo humano, al plantear que “la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; solamente en la medida en que algo tiene dentro de sí mismo una contradicción se mueve, tiene impulso y actividad” (ídem), agregando que “algo es pues viviente sólo en la medida en que contiene dentro de sí la contradicción, siendo en verdad esta fuerza de acoger, de soportar dentro de sí la contradicción” (ibíd., p. 492).

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ción en el campo de la razón (…) ninguna identidad es, para él, positiva y cerrada en sí misma, sino que se constituye como transición, relación, diferencia”2. Sin embargo, Laclau desestimará la categoría de contradicción hegeliana, al operar como una unidad de momentos anteriores, determinada conceptualmente: “la «contradicción» en su sentido dialéctico es totalmente incapaz de capturar lo que está en juego en un antagonismo social”3. Según Laclau la «mediación» hegeliana intenta abarcar lo real en una estructura unificada, racional, lógica, desde la suposición de que existe una totalidad cerrada, subyacente a lo real y que la trasciende4. Laclau plantea que “la dialéctica hegeliana nos da sólo herramientas ontológicas parcialmente adecuadas para determinar la lógica del vínculo hegemónico. La dimensión contingente de la política no puede ser pensada dentro de un molde hegeliano”5. Laclau se distancia de Hegel al plantear que su concepción de antagonismo es muy diferente al «sentido dialéctico»., ya que lo antagónico no puede ser reabsorbido por ninguna racionalidad, por ninguna Aufhebung6. Si bien Laclau reconoce que el proyecto filosófico hegeliano otorga a la contradicción un papel protagónico, el panlogicismo7 lo alejará sin vuelta atrás, a pesar de las discusiones relativas a este punto que tuvo con Žižek. 2 Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal, Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011, 3a edición, 1a reimp., p. 131 3 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 112. 4 Butler, Judith; Laclau, Ernesto; y Žižek, Slavoj, Contingencia, hegemonía y universalidad: diálogos contemporáneos en la izquierda, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011, 2a edición, p. 68. 5 Butler, Laclau y Žižek, p. 71. 6 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 43. 7 Ibíd., p. 69.

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No obstante, en Los fundamentos retóricos de la sociedad, Laclau desliza una posibilidad de encuentro que no alcanzó a ser profundizada. Allí, Laclau explicita algunas de las filiaciones filosóficas de la categoría de antagonismo, las que la sitúan en un territorio intermedio entre la oposición real (Realrepugnanz) kantiana y la contradicción (Widerspruch) hegeliana. Laclau coincide con las propuestas de DellaVolpe y Colleti al respecto, señalando que un antagonismo no es una oposición real ya que no hay nada de antagónico entre dos piedras chocando, y que tampoco hay nada de antagónico entre dos sistemas conceptuales contradictorios, que aquello no se expresa necesariamente en un conflicto subjetivo o social. Lo interesante aquí es que Laclau explora acercamientos con Kant y Hegel. Por un lado, plantea que Kant, a través de la categoría de oposición real, analiza ejemplos de la vida social en los que podría estarse acercando a la naturaleza del antagonismo8. Por otro lado, plantea la posibilidad de que en Hegel, a pesar de todo, sería posible hallar un más allá de la contradicción lógica, uno que no sea mediado, superado o recuperado de modo necesario por una dialéctica. […] quizás el aparente eclecticismo del texto de Hegel —que debemos aceptar— resulta parcialmente del estrecho dualismo de la lectura de sus críticos. Si este fuera el caso, quizás una nueva posibilidad debería ser explorada: que el híbrido eclecticismo de Hegel haya sido un intento avant la lettre de ir más allá del rígido dualismo concepto/objetos reales9.



Esta sería la única y última vez en donde La-

8 Laclau, Los fundamentos retóricos…, op. cit., pp. 128-142. 9 Ibíd., p. 142.

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clau hará referencia a una posibilidad de hallar en Hegel algo más allá de una contradicción lógica, algo relativo a lo antagónico propiamente tal. Sin embargo esta posibilidad no alcanzó a ser explorada y tampoco será nuestro objetivo indagar en esta cuestión. Es bajo este prisma general que Laclau considerará la influencia de la categoría hegeliana de contradicción en Marx y en el marxismo. A propósito de esto plantea que “no hay que reprochar excesivamente a los marxistas estas ambigüedades e imprecisiones si (…) están presentes en el mismo Hegel”10. Desde allí, Laclau problematiza la categoría de «contradicción» (Widerspruch) trabajada por Marx en el conocido “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la economía política (1859). Por un lado, la categoría, más que enfatizar un sentido lógico y filosófico, releva uno económico y social bastante definido. Son las fuerzas productivas materiales las que entran en contradicción con las relaciones sociales de producción, y ambas dimensiones constituyen para Marx “la estructura económica de la sociedad”11. Más, por otro lado, en Marx esta contradicción se expresa socialmente a través de una «lucha de clases» (Klassenkampf)12, un «conflicto» (Konflikt)13, un «antagonismo» (Antagonismus)14, conducente a una 10 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 132. 11 Marx, Karl, Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI, México D. F., 2008, edición de J. Tula, p. 4. 12 Marx, Karl y Engels, Friedrich, Manifiesto comunista, Quimantú, Santiago de Chile, 2006, p. 39. 13 Marx, op. cit., p. 5. 14 En Marx, podemos ver el uso de la categoría de antagonismo en el mismo Prólogo: “Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de la producción, antagónica no en el sentido del antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que surge de las condiciones sociales de vida de los individuos, pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean, al

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«revolución social». Para Laclau el problema filosófico está en cómo este conjunto de categorías políticas es reducido y explicado de manera insuficiente por la contradicción económica. Para Laclau, una contradicción económica no tiene por qué necesariamente dar lugar a un antagonismo, y viceversa. Por un lado, Laclau reconoce una dualidad presente en Marx entre las categorías de contradicción y lucha de clases, en donde la primera, ligada una economía racional y objetiva, estaría conviviendo de manera problemática con la segunda, ligada a la contingencia y negatividad de lo histórico-político. Mantener aquella relación implica tres soluciones criticadas por Laclau. La primera sería reducir todo antagonismo a contradicción económica, lo cual fue la tónica del marxismo ortodoxo. La otra consiste en plantear que las relaciones de producción son inherentemente antagónicas, sin embargo según Laclau “el conflicto no es interno a las relaciones de producción (…), sino que tiene lugar entre las relaciones de producción y la identidad del trabajador, que es exterior a las mismas”15. Una tercera solución sería afirmar que el antagonismo está dado por el interés objetivo de la subjetividad del agente, sin embargo Laclau posee una visión de sujeto en la que sus intereses

son fruto de «interpelaciones»16 sociales contingentes, por lo que se constituye desde diversas «posiciones de sujeto»17 o «dislocaciones»18. Laclau propone entonces separar los registros irreconciliables de las categorías de contradicción y antagonismo, y reservar la segunda categoría para el campo de lo político. Para Laclau, no se trata de abandonar la obra de Marx sino de deconstruirla19. Esto implica comprender que la categoría de antagonismo posee un carácter primario y constitutivo en una postura posmarxista: “El punto central de nuestro «posmarxismo» consiste, por el contrario, en negar la objetividad de cualquier tipo de sutura o cierre final, en razón de la negatividad inherente al «exterior constitutivo»”20. Pese a las diferencias que Laclau posee con respecto a los planteamientos hegelianos y marxistas, la influencia de esta tradición es innegable. Ello se hace patente cuando el mismo Laclau reconoce el gran impacto que tuvo en él, junto a la teoría gramsciana, el pensamiento de Louis Althusser21. Althusser fue uno de los primeros filósofos en articular los aportes de Hegel y Marx con el psicoanálisis, para describir cómo lo político y lo ideológico poseen una influencia ineludible, decisiva e impredecible no sólo en la infraestructura

mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver este antagonismo” (Marx, op. cit., pp. 5-6). Si bien en Marx la categoría de «contradicción» posee una determinación económica mientras que la de «antagonismo» es una expresión social y política de aquella, es decir, es lucha de clases; esta distinción no opera estrictamente, ya que tanto Marx como otros autores marxistas, usan ambos términos de manera indiferente. El capital; crítica de la economía política (1867) es claro ejemplo de aquello, en donde ambos conceptos aparecen en variadas ocasiones como sinónimos (Modonesi, Massimo, Subalternidad, antagonismo, autonomía, CLACSO, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010, p. 56). 15 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 25-26.

16 Laclau, Política e ideología…, op. cit., pp. 112-114. 17 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 155-164. 18 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 23-75. 19 “Yo nunca he dicho que la obra de Marx deba ser abandonada en bloc sino deconstruida, que es algo muy diferente. Pero precisamente porque esta dualidad domina el conjunto de la obra de Marx, y porque lo que hoy tratamos de hacer es eliminar aquella afirmando el carácter primario y constitutivo del antagonismo, esto implica tomar una posición posmarxista y no pasar a ser ‘más marxistas’ (…)” (Ibíd., p. 192). 20 Ibíd., p. 173. 21 Véase Entrevista a Ernesto Laclau por Ricardo Forster…, op. cit.; Entrevista a Ernesto Laclau por Jorge Coscia…, op. cit.

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económica, sino a nivel global, en lo social. Althusser permitió a Laclau ir más allá de una categoría de contradicción económica, hacia una contradicción «sobredeterminada» por otras contradicciones correspondientes a la superestructura ideológico-política22. Laclau volverá en variadas ocasiones a la categoría de sobredeterminación para hablar de la imposibilidad de definir el origen último de los antagonismos, de cómo estos emergen a partir de las articulaciones contingentes entre diferentes campos discursivos. No obstante, también Laclau criticará en Althusser el hecho de seguir colocando a la economía como la «determinación en última instancia»23. El pensamiento de Laclau se acerca y distancia de Hegel y Marx dependiendo del caso. Laclau destaca la centralidad que Hegel otorga a la contradicción en la filosofía, sin embargo rechaza la idea de un sistema que reintegre tal contradicción dentro de sí a través de una mediación racional. Además, la categoría de antagonismo en Laclau no opera en el campo de la lógica, sino más bien en el de lo político. En cuanto a Marx, Laclau rescata la lucha de clases como el lugar desde donde partir hacia la categoría de antagonismo, despejando de ella el determinismo de las contradicciones económicas. Los aportes althusserianos en torno a la idea de una contradicción «sobredeterminada»24 permitirán a La22 Véase Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 111; Laclau, La razón populista…, op. cit., p. 127; Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 133-136. 23 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 135. 24 Laclau y Mouffe retoman la expresión utilizada por Thomas Masaryk en 1898. Esta crisis hace mención a las dificultades de los países socialistas durante el siglo XX por consolidar un proyecto anticapitalista, el cual fracasó en varios de aquellos mientras el capitalismo logró consolidarse a nivel global. Para Laclau, el fracaso del proyecto socialista no sólo se debió a la ofensiva capitalista, sino además fue la expresión política de variadas

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clau avanzar en su proyecto teórico político. 2. Deconstruyendo el antagonismo marxista Como ya vimos, la juventud militante de Laclau se caracterizó por una participación en diversos partidos y agrupaciones de izquierda. Es este pasado el que nutre inicialmente sus lecturas filosóficas y, las que posteriormente, serán objeto de una crítica orientada a una propuesta teórica propia. Es por ello que el marxismo constituye el primer referente paradigmático que debe considerarse al estudiar la obra laclausiana. Laclau no cesará de dialogar con el marxismo desde el inicio de su obra, debatiendo sobre todo con el marxismo ortodoxo pero también con autores situados más al margen de esta cosmovisión. En Hegemonía y estrategia socialista, Laclau despliega este diálogo y debate en el contexto de la crisis del marxismo25, frente a la cual se intentaron dar diferentes respuestas. La «ortodoxia marxista»26 elaborada por Karl Kautsky y Gueorgui Plejanov, subordinó todo tipo de conflicto a la lucha de clases, tomando la teoría marxista como una ley que sólo el partido y los intelectuales podrían traducir correctamente. Aquí no hay elementos que permitan comprender los antagonisdificultades teóricas en el seno del marxismo (Laclau y Mouffe, op. cit., p. 45; véase también Villalobos-Ruminott, op. cit., p. 73). 25 Laclau y Mouffe retoman la expresión utilizada por Thomas Masaryk en 1898. Esta crisis hace mención a las dificultades de los países socialistas durante el siglo XX por consolidar un proyecto anticapitalista, el cual fracasó en varios de aquellos mientras el capitalismo logró consolidarse a nivel global. Para Laclau, el fracaso del proyecto socialista no sólo se debió a la ofensiva capitalista, sino además fue la expresión política de variadas dificultades teóricas en el seno del marxismo (Laclau y Mouffe, op. cit., p. 45; véase también Villalobos-Ruminott, op. cit., p. 73). 26 Ídem.

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mos más allá del reduccionismo clasista. Otra respuesta fue la de Eduard Bernstein a través del «reformismo», práctica que, según Laclau, al defender las conquistas obreras, apuntó al quietismo político y al encerramiento corporativo. Bernstein al apostar por un progreso evolutivo, a priori, y armónico de la humanidad, rechazó la revolución como fruto de un antagonismo. La tercera respuesta fue la del «sindicalismo revolucionario» de Georges Sorel, quien en contra de la ortodoxia, estuvo preocupado de la formación del proletariado como una fuerza que pudiese detener la declinación de la sociedad burguesa. Sorel usó el concepto de «blocs»27 para expresar las formas de unificación de la clase obrera con otros sectores. Según Laclau, esta respuesta considera fuertemente aspectos históricos y culturales, lo cual no estaría lejos de la posición sostenida por Rosa Luxemburgo, quien también estando en contra del mecanicismo ortodoxo, planteaba que la revolución era imprevisible y espontánea28. Sin embargo, tanto en Sorel y Luxemburgo, y en las demás respuestas, Laclau identificó una contradicción que no logra explicar cómo los procesos políticos de unificación tienden a expresarse en un antagonismo necesariamente económico. Todas estas respuestas poseen un dualismo caracterizado por la tensión entre «necesidad» y «contingencia». Por un lado, la necesidad de la revolución, de la unificación clasista, de la economía, del partido y los intelectuales, todo ello frente a la contingencia de lo histórico, lo popular, lo mítico, lo espontáneo. Para estas respuestas persiste la imposibilidad de encontrar una lógica que explique la 27 Ibíd., p. 71. 28 Ibíd., pp. 32-34.

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fragmentación política evidenciada en la diversidad de antagonismos sociales, y por otro la imposibilidad de deducir desde lo político la necesidad del antagonismo de clase como orientación revolucionaria29. Laclau reconoce que en León Trotsky y Vladimir Lenin este problema comienza a tematizarse y complejizarse cada vez más, aunque nunca es resuelto. Según Laclau, Trotsky avanza al plantear la teoría de la «revolución permanente»: “Este desajuste estructural entre burguesía y proletariado estaba en la base de la imposibilidad de que la burguesía pudiera liderar la revolución democrática. Esta última sería, por lo tanto, hegemonizada por el proletariado”30. Así, Trotsky cuestionó la relación de necesidad entre identidad y práctica proletaria, considerando el contexto histórico desde lo contingente. Por otro lado, en Lenin, la «alianza de clases» reconoció la existencia de diversos antagonismos sociales en la medida que la lucha contra el capitalismo requiere el apoyo de diferentes sectores. Es lo que Lenin denominó «desarrollo desigual y combinado», lo cual amplió y complejizó las formas de conceptualizar los antagonismos. Sin embargo, según Laclau, continuaron las dificultades; en ambos autores existió una manipulación externa y vanguardista de los antagonismos, en donde la clase obrera se convierte en la dirección política, de modo que todo antagonismo no clasista resulta instrumentalizado en pos de la profundización de la lucha contra el capital31. En este análisis del marxismo, Laclau destaca la figura de Antonio Gramsci. Laclau destaca los 29 Ibíd., pp. 77-84. 30 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 63-64. 31 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 65; Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 88-89.

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aportes de este intelectual y militante italiano hacia la construcción de una teoría de la «hegemonía», y de igual forma, encara las consecuencias de tal enfoque en la conceptualización de los antagonismos. Gramsci va más allá de la alianza de clases para proponer lo que él denomina un «bloque histórico»32, sectores que se unifican no solamente desde un antagonismo situado en lo económico, sino además desde antagonismos ideológicos y culturales, se trataría de una «voluntad colectiva»33 con un proyecto de sociedad común. La construcción de este bloque es condición indispensable para la revolución y no implica una dirección política por parte de la clase obrera, sino más bien una articulación de los diversos antagonismos entre todos los sectores. Esta sería la propuesta teórica más seria conducente a superar las dificultades de la crisis del marxismo, sin embargo, aún en ella estarían presentes tanto el esencialismo económico como el privilegio político de la clase obrera en la dirección revolucionaria34. Para Laclau el último reducto a socavar es el reduccionismo economicista en el modo en cómo se han abordado los antagonismos, desde donde la economía es la dimensión privilegiada que determina el carácter estructural de las luchas y que coloca a lo político en un lugar accidental35. Laclau planteó que el espacio de la economía es justamente político, de esta manera, cuestionó tres tesis del marxismo clásico: la neutralidad de las fuerzas productivas y de las leyes económicas, la homogenización y pauperización creciente de la clase 32 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 101. 33 Ibíd., pp. 100-102. 34 Ibíd., pp. 112-127. 35 Ibíd., p. 117.

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obrera que definiría su unificación, y el interés fundamental de la clase obrera en el proyecto socialista. En cuanto a la primera tesis, planteó que las relaciones sociales de producción y la superestructura políticoideológica también afectan a las fuerzas productivas, por tanto estas últimas no son neutras: “son las resistencias obreras las que explican la necesidad del capital de experimentar formas nuevas (…) a modificar su composición interna y la forma de su dominación”36. En este sentido, la reducción teórica de la fuerza de trabajo a una mera mercancía en el capitalismo oscurece la dimensión política y transformadora de los sujetos en lo económico. Respecto a la segunda tesis, Laclau plantea que la clase obrera, en general, se ha diversificado y en muchos casos ha mejorado sus condiciones de vida en relación con las del proletariado industrial del siglo XIX, y es debido a ello que no ha tendido a una unificación natural ni predecible por la pauperización. Al contrario, ésta más bien ha tendido hacia una división y fragmentación. Laclau y Mouffe incluso van mucho más lejos: Si se quiere avanzar en la determinación de los antagonismos sociales, lo que hay que hacer por tanto, es analizar esta pluralidad de posiciones diversas, y en muchos casos contradictorias, y abandonar la idea de un agente perfectamente unificado y homogéneo tal como la clase obrera del discurso clásico. La búsqueda de la “verdadera” clase obrera es un falso problema, y como tal carece de toda relevancia teórica o política37. 36 Ibíd., p. 123 37 Ídem.

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Acerca de la tercera tesis, plantea que, debido a lo anterior, la clase obrera no debería por qué articularse de manera necesaria y privilegiada en torno a un antagonismo de clase: “no es posible deducir lógicamente intereses fundamentales en el socialismo a partir de determinadas posiciones en el proceso económico”38. La profundización de los antagonismos de clase dependerá más bien de las “relaciones que ocupen en el conjunto de las relaciones sociales y no sólo en las de producción”39. Laclau construyó una teoría de lo político que permitió sortear estas dificultades y ofrecer alternativas. Desde la categoría post-estructuralista de «discurso», planteó que lo social es una formación en la que sus elementos tienen existencia y sentido sólo a partir de las articulaciones diferenciales con otros elementos; es lo que configura una formación contingente, por tanto incompleta40. Recurrió al psicoanálisis para criticar la noción de individuo racional, transparente, unificado, homogéneo, y originario, para plantear al «sujeto» como «posición»41 y más tarde como «dislocación»42. Con esta visión de sociedad y subjetividad, planteó que en cada formación social existen «puntos nodales» o «significantes vacíos»43 que estructuran las articulaciones y elementos existentes, alrededor de los cuales los sujetos se articulan dotándolos de significados. Estas articula-

ciones se constituyen como «cadenas equivalenciales»44 con otros sujetos y sectores sociales, creando «superficies míticas» e «imaginarios sociales»45. De esta manera Laclau define la «hegemonía» como un proceso de articulación de diferentes cadenas equivalenciales que apuntan a la construcción de un centro, de una fijación, de un sentido de lo social46. A partir de este entramado conceptual —al cual volveremos posteriormente—, la categoría de antagonismo hace su aparición, ya que las articulaciones hegemónicas se construyen en un terreno de lucha permanente e irreductible47. Es la categoría de antagonismo la que define en este juego las relaciones de amigo y enemigo, constituye los límites de lo social, su imposibilidad de cierre, su constante movimiento, su inherente politicidad. Desde la contradicción hegeliana, marxiana y marxista Laclau ha transitado hacia una concepción de las luchas políticas como antagonismos. Sin embargo la crítica al determinismo económico no nos dice mucho acerca de los campos filosóficos desde donde Laclau construye el proyecto posmarxista y cómo se inserta la categoría de antagonismo al interior de aquel. Es por ello que pasaremos en el siguiente capítulo a revisar los territorios del pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana.

38 Ídem. 39 Ídem. 40 Ibíd., pp. 142-155; Laclau, La razón populista…, op. cit., p. 92. 41 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 103-106; Laclau, La razón populista…, op. cit., pp. 92-93. 42 Laclau, Política e ideología…, op. cit., pp. 103-104; Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 155-164; Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 107-110; Laclau, La razón populista…, op. cit., pp. 131-149. 43 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., pp. 69-119.

44 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 170-177; Laclau, La razón populista…, op. cit., pp. 103-110. 45 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 76-84. 46 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 177-189. 47 Laclau, Política e ideología…, op. cit., pp. 89-126, 184-205; Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 19-75; Laclau, La razón populista…, op. cit., 110122; Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 164-170.

Capítulo 3

Pensamiento posfundacional e izquierda lacaniana: contextos del antagonismo

Continuaremos en este capítulo caracterizando dos campos filosóficos contemporáneos a Laclau en los que podemos insertar el nacimiento y desarrollo de la categoría de antagonismo: estos son el pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana. En lo que respecta al pensamiento posfundacional veremos que Laclau concibe el antagonismo como un 'fundamento' en la medida que dota de una estructuración de lo social a la vez que da cuenta del momento de reactivación de lo político; en lo que refiere a la izquierda lacaniana, exploraremos los vínculos que Laclau establece entre lo antagónico y lo Real, registro lacaniano que nos habla del trauma psíquico del sujeto que intenta capturar a través de lo simbólico. Estableceremos además algunos posibles desencuentros filosóficos y políticos entre Laclau y dos exponentes de ambos campos, en orden respectivo: Chantal Mouffe y Slavoj Zizek. Finalizaremos este capítulo dando cuenta de las discusiones actuales en torno a la teoría laclausiana, mencionando los aportes de la Escuela de Essex y diversos autores argentinos. Realizando este recorrido, daremos paso posteriormente al tercer apartado relativo a los problemas de la categoría de antagonismo en Laclau.

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1. El antagonismo como fundamento ausente Siguiendo a Oliver Marchart, ubicamos a Laclau en el campo del «pensamiento político posfundacional»1. Esta perspectiva emerge de una diferencia crucial entre «la política» y «lo político». Mientras la política dice relación con la aplicación de formas concretas de gobierno, mediante normas, negociaciones, aparatos, instituciones, etc., lo político hace mención a un nivel más profundo que subyace a dichas formas de gobierno. Mientras la política se encuentra en el nivel del accionar empírico, lo político se corresponde con una dimensión propiamente filosófica2. 1 Marchart, Oliver, El pensamiento político posfundacional: la diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009, 1a edición. Marchart incluye a intelectuales como Jean-Luc Nancy, Claude Lefort, Alain Badiou, Slavoj Žižek, Cornelius Castoriadis, Jacques Rancière, Zygmunt Bauman y Judith Butler, entre otros. 2 Fueron las crisis de los años 1920 en Alemania y de 1940 y 1950 en Francia, las que generaron esta diferencia. Éstas evidenciaron cómo los paradigmas políticos tensionados decrecieron en su capacidad para comprender y transformar la realidad. Aquello permitió socavar sus fundamentos subyacentes y reactivar su politización. Esta operación profundizó el proceso de emergencia de lo político que ya venía gestándose desde hacía siglos, desde lo que Pocock denomina «el momento de lo político» (Marchart, op. cit., p. 83). Según Ricardo Camargo: “La distinción entre la noción de «lo político» y «la política» ha adquirido recientemente una gran relevancia en la filosofía continental y anglosajona. Según Oliver Marchart, es una distinción que, a pesar de originarse en la obra canónica de Carl Schmitt, El concepto de lo político (1927), solo últimamente ha alcanzado un estatus disciplinario (2007, 4). Como referencia, vale la pena mencionar el curso inaugurado recientemente de ‘Historia moderna y contemporánea de lo político’ en el Collège de France en 2001, que fue lanzado por Pierre Rosanvallon (2003). Otro ejemplo de este asentamiento institucional de la noción de lo político, esta vez en Alemania, es la admisión en los diccionarios históricos actuales de la distinción entre Politik y das Politische (Sellin, 1978; Vollrath, 1990). A su vez, en el ámbito académico anglosajón, esta distinción ha sido ampliamente utilizada, como se puede observar en las obras de Beardsworth (1996), Dillon (1996), Stavrakakis (1999), Arditi y Valentine (1999), Williams (2000) y Marchart (2007). Por último, en Chile, cabe mencionar las obras compiladas en la revista Actuel Marx no. 3: Primer Semestre (2005), como ejemplo de esta tendencia.” (Camargo, R., “Rethinking the political.

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Lo posfundacional remite a dos aspectos de «lo político». Por un lado, implica afirmar que no hay fundamentos esenciales o últimos de la sociedad, sino más bien, éstos son siempre intentos parciales, contingentes, fallidos de constituir lo social. Esto no quiere decir no que existan fundamentos, sino más bien que su carácter es contingente. Por otro lado, en este campo, la dimensión de la falta, de la falla, del acontecimiento, de la negatividad, resulta central y su existencia es la que permite los movimientos y la libertad de lo político3. Posfundacionalismo no es negación de los fundamentos, esto último sería antifundacionalismo; no se trata de negarlos sino de subvertirlos o deconstruirlos. Marchart señala aquí la influencia de los seguidores de segunda línea de Martin Heidegger, conocidos como «izquierda heideggeriana». Desde Heidegger y su concepción de la categoría de fundamento es posible proyectar una nueva forma de comprender lo político. Para Heidegger el «fundamento» (Grund) es abisal, es un «abismo» (Ab-grund)4: el fundamento está vacío, abierto. De esta manera es posible el movimiento entre el fundar y el desfundar, el abismo es la llegada y retirada interminable del fundamento. En Heidegger no hay fundación definitiva y final. El posfundacionalismo retomará este carácter abisal del fundamento y lo extenA Genealogy of the «Antagonism» in Carl Schmitt through the Lens of Laclau-Mouffe-Žižek”, The New Centennial Review, vol. 13, n. 1, 2013, p. 161; trad. propia). Destaca además el texto de Chantal Mouffe titulado En torno a lo político, el cual también, como veremos más adelante, se inscribe en esta diferencia entre la política y lo político. 3 Según Oakeshott, en la actividad política “[navegamos] en un mar sin límites y sin fondo: no hay puerto en donde refugiarse ni suelo para el anclaje, ni punto de partida señalado (Marchart, op. cit., p. 16). 4 Heidegger, Martin, Gesamtausgabe. III. Abteilung: Unveröffentlichte Abhandlungen / Vorträge – Gedachtes. Band 65. Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis), Vittorio Klostermannp, Frankfurt am Main, 1989, p. 29.

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derá a la dimensión política. Por otro lado, Heidegger establece una diferencia crucial entre lo «óntico» y lo «ontológico», en donde mientras lo primero hace referencia a la dimensión de los entes, la segunda lo hace con respecto al ser5. La diferencia entre la política y lo político sigue esta lógica. Mientras la política es relativa a lo óntico, es decir, a los entes políticos, lo político se orienta hacia lo ontológico, en donde es posible encarar el problema del fundamento político como abismo. El posfundacionalismo otorga a lo político tres características: especificidad, autonomía y primacía. Lo político emerge como una dimensión que comienza a diferenciarse de la política y por tanto adquiere especificidad; por otro lado, establece su independencia y no subordinación con respecto a otras esferas de lo social: lo económico, lo jurídico, lo ético, entre otras, es decir, su autonomía; y finalmente, asume un lugar protagónico al problematizar los fundamentos de la sociedad. Así, la política es una subsistema de lo social, mientras lo político pasa a ser aquella dimensión específica y autónoma que prima por sobre las otras debido a su carácter ontológico6. La obra de Laclau es posfundacional en la medida en que busca invertir la relación de subordinación 5 Esta diferencia está articulada por una categoría heideggeriana: «Seyn» , que designa el acontecimiento del diferenciar entre Ser y Ente, se trata del desocultamiento de la diferencia entre ambos. Sin embargo el paso de un nivel al otro no es inmediato, porque el Ser carece de fundamento, es abismo. Seyn entonces es posibilidad e imposibilidad de llegar al Ser. La categoría Seyn remite al concepto «Ser» en su acepción alemana arcaica. Véase Heidegger, Martin, Contributions to philosophy (of the event), Indiana University Press., Indiana, 2013, trad. R. Rojcewics y D. Vallega-Neu, p. 5. 6 Para una crítica a la primacía ontológica de lo político en Laclau y Mouffe, véase Dreyer Hansen, Allan, “Laclau and Mouffe and the ontology of radical negativity”, Distinktion: Scandinavian Journal of Social Theory, 2014, Vol. 15, n. 3, pp. 283-295.

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de lo político ante la esfera social. Siguiendo la misma línea divisoria entre la política y lo político, Laclau plantea que la sociedad tiene una doble faz, ésta puede ser concebida como «sociedad» o como «lo social». Mientras la sociedad es una matriz que clausura todo significado, lo social es aquel intento siempre precario de institución de significados, ya que una sociedad totalmente clausurada es imposible. De allí se desprende que para Laclau lo social sólo existe como el vano intento de sustituir el objeto imposible: la sociedad reconciliada; lo social se muestra entonces como un terreno de «indecidibilidad»7. Esto permite plantear a Laclau que “lo social, irreductible en última instancia al estatus de una presencia plena, se revela también como político”8. La relación entre la categoría de antagonismo y lo político en Laclau puede comprenderse mejor utilizando auxiliarmente las nociones de «reactivación» y «sedimentación» propuestas por Edmund Husserl9. Según Laclau, “ideas sedimentadas son aquellas formas cristalizadas que han roto su vínculo con la intuición original de la que ellas proceden, en tanto que la reacti7 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 37-38. La «indecidibilidad» es un concepto que Laclau toma de Alan Badiou, la cual designa “aquello que se sustrae a una clasificación supuestamente exhaustiva de los enunciados, según los valores que una norma les atribuye” (Badiou, Alain, Filosofía y psicoanálisis, La marca editora, Buenos Aires, 2013, 1ra ed., p. 12). Por otro lado, también es posible encontrar el uso de dicha categoría en Jacques Derrida, que hace mención a “la emisión de un juicio novedoso que, al mismo tiempo que sea ajeno a lo calculable, contemple la norma” (Biglieri y Perelló, op. cit., p. 37). Por otro lado, en Teoría de la Complejidad Computacional, un problema es indecidible cuando es imposible construir un algoritmo que siempre conduzca a una respuesta de sí o no correcta. En lógica, la noción refiere a la imposibilidad de demostrar o refutar un predicado a partir de otros, lo cual se expresa en los Teoremas de incompletitud de Gödel. Éstos plantean la existencia de proposiciones indecidibles en las teorías aritméticas. 8 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 110. 9 Véase Husserl, Edmund, The crisis of european sciences and trascendental phenomenology, Northwestern University Press, Evanston, 4th printing, 1978.

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vación consiste en hacer visible ese vínculo olvidado”10. Mientras la sociedad existe como un campo de sedimentación de prácticas y discursos, como establecimiento de tradiciones e instituciones, lo político se correspondería con una reactivación del carácter histórico y contingente de lo social. Esta reactivación es posible a través de la emergencia del antagonismo, que desestabiliza el sistema haciendo visible sus límites precarios11. La categoría de antagonismo opera como un límite de lo social que reactiva en ella la dimensión de lo político. La reactivación no consiste, pues, en un retorno a la situación originaria sino tan sólo en redescubrir, a través de la emergencia de nuevos antagonismos, el carácter contingente de la pretendida «objetividad» (…). Las formas sedimentadas de la «objetividad» constituyen el campo de lo que denominaremos «lo social». El momento del antagonismo (…) es lo que constituye el campo de «lo político» (…). La distinción entre lo social y lo político es pues ontológicamente constitutiva de las relaciones sociales”12

2. (Des)encuentros posfundacionales: Mouffe En la mirada posfundacional, la relación que Laclau posee con los demás autores en términos de la categoría de antagonismo, está presente en los debates en torno a la cuestión de la «democracia». Si bien el antagonismo aparece como una dimensión inherente de lo democrático en el campo de lo posfundacional, los diversos modos de conceptualizar y proyectar el an10 Laclau, Los fundamentos retóricos…, op. cit., p. 14. 11 Marchart, El pensamiento político posfundacional…, op. cit., p. 186. 12 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 51-52.

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tagonismo en una política democrática son los que diferencian y distancian a diversos autores. No podemos abordar aquí la relación que Laclau guarda con cada uno de ellos13, sin embargo debido a su relevancia examinaremos brevemente los encuentros y desencuentros entre Laclau y Mouffe, en torno a los conceptos de antagonismo y agonismo. La politóloga belga Chantal Mouffe no sólo es conocida por su trabajo en torno al modelo de la «democracia agonista», sino también por haber escrito junto a Laclau Hegemonía y estrategia socialista, y por haber compartido con él una relación de pareja por más de 13 Una de las relaciones en la que no podemos detenernos es la existente entre Ernesto Laclau y Claude Lefort. La proximidad entre ambos es visible en el uso de variados conceptos que expresan modos similares de comprender la democracia como dispositivo posfundacional. Por ejemplo, las categorías lefortianas de «indeterminación», «lugar vacío del poder» y «pueblouno», pueden analogarse a las de «indecidibilidad», «significante vacío» y «sociedad», respectivamente. Sin embargo, para nosotros resulta central el hecho de que Lefort afirme que la condición de posibilidad de la sociedad es la «división»; lo social no se funda en una positividad sino en una ausencia, en una negatividad irresoluble (Véase Lefort, Claude, “The permanence of the theologico-political?”, Democracy and Political Theory, University of Minnesota Press, Minnesota, Minneapolis, 1989, trad. David Macey, p. 159, en Gutiérrez, Fernando, “Poder y democracia en Claude Lefort”, Revista de ciencia política, 2011, vol. 31, n. 2, p. 252; Lefort, Claude, “La imagen del cuerpo y el totalitarismo”, Vuelta, vol. 7, n. 76, trad. Julián Meza, p. 18; y Lefort, Claude, “La democracia de los modernos”, Metapolítica, México, n. 45, p. 106). Debemos además mencionar las diferencias que Laclau ha señalado con respecto al enfoque de Lefort, existiendo en éste último: 1) una confusión entre unidad del pueblo con totalitarismo: “[una] unificación en torno a posiciones populares que operan como significantes vacíos no es en sí misma totalitaria, sino la condición misma de la construcción de una voluntad colectiva que, en muchos casos, puede ser profundamente democrática” (Laclau, La razón populista, op. cit., p. 209); 2) una confusión entre democracia y democracia liberal: “Lefort sólo percibe la cuestión de la democracia ligada al marco simbólico liberal, identificando implícitamente la democracia con la democracia liberal” (ibíd., p. 211); y 3) una no consideración del pueblo como sujeto: “la cuestión de la constitución de una subjetividad popular se convierte en una parte integral de la cuestión de la democracia (éste es el aspecto que no ha sido tomado suficientemente en cuenta por Lefort)” (ídem).

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treinta años. No resulta novedoso entonces que Mouffe se inserte en un horizonte posfundacional14. Mouffe se refiere a la democracia como un proyecto político que “sólo puede existir cuando ningún agente social está en condiciones de aparecer como dueño del fundamento de la sociedad y representante de la totalidad”15. En esta diferenciación entre la política y lo político, la categoría de antagonismo es central: concibo «lo político» como la dimensión del antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a «la política» como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político16.

No sólo vemos en Mouffe una directa relación entre la categoría de antagonismo y la dimensión de lo político, sino que además Mouffe desliza una diferencia entre «antagonismo» y «conflicto», reservando esta última categoría para denominar la expresión concreta de los antagonismos en el campo de lo social. El principal aporte de Mouffe es su idea de «democracia agonista». Esto implica “distinguir entre las categorías de «antagonismo» (relaciones entre ene14 Mouffe comparte la diferencia entre la política y lo político: “Esta distinción sugiere una diferencia entre dos tipos de aproximación: la ciencia política que trata el campo empírico de «la política», y la teoría política que pertenece al ámbito de los filósofos, que no se preguntan por los hechos de «la política» sino por la esencia de «lo político» (…) «la política» se refiere al nivel «óntico», mientras que «lo político» tiene que ver con el nivel «ontológico»” (Mouffe, En torno a lo político, op. cit., p. 15). 15 Mouffe, Chantal, El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1999, p. 19. 16 Mouffe, En torno a lo político, op. cit., p. 16.

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migos) y «agonismo» (relaciones entre adversarios) y concebir un tipo de «consenso conflictual» que provea un espacio simbólico común entre oponentes que son considerados como «enemigos legítimos»”17. Una de las diferencias entre enemigo y adversario sería dicho criterio de legitimidad: no se verá en el oponente un enemigo a abatir, sino un adversario de legítima existencia y al que se debe tolerar (…) Sin embargo la categoría de enemigo no desaparece, pues sigue siendo pertinente en relación con quienes, al cuestionar las bases mismas del orden democrático, no pueden entrar en el círculo de los iguales18.

Aunque el agonismo podría parecer a simple vista una propuesta coherente con el proyecto laclausiano, Laclau nunca ha aclarado su posición al respecto19. Por otro lado, Mouffe no sólo plantea el agonismo como una nueva categoría que define un tipo diferente de relación en lo político, sino que además, establece una orientación o una finalidad de la democracia agonista con respecto a los antagonismos: “Podríamos decir que la tarea de la democracia es transformar el antagonismo 17 Ibíd., p. 58. 18 Mouffe, El retorno de lo político…, op. cit., p. 16. 19 Si bien Laclau hace mención a dicho aporte en La razón populista, dicha mención se queda en lo descriptivo: “Su principal esfuerzo (…) es proponer lo que ella denomina un modelo agonístico de democracia, pero en el proceso de su formulación ella declara una multiplicidad de aspectos que son relevantes para una teoría fundamental de la democracia” (Laclau, La razón populista, op. cit., p. 212). Esta omisión no deja de llamar la atención, en la medida que Laclau no ha obviado los aportes teóricos a su obra que otros autores han hecho, entre ellos Slavoj Žižek, Oliver Marchart, Jason Glynos y Yannis Stavrakakis, entre otros. Sin saber cuál podría ser la razón de esta omisión, podemos intuir un posible distanciamiento entre las obras de ambos autores.

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en agonismo”20. Aunque Mouffe reconozca el carácter inerradicable del antagonismo, ella plantea que éste debería ser «domesticado». Afirma que la democracia agonista busca “impedir el surgimiento del antagonismo”21, “distenderlo”22, “sublimarlo”23, o “desactivarlo”24. Según Mouffe, “la política consiste en domesticar la hostilidad y en tratar de neutralizar en antagonismo”25. Es en este punto en donde encontramos divergencias con Laclau, ya que si bien en ambos la dimensión paradigmática y terminológica es convergente, hay diferentes horizontes políticos. Laclau, desde los albores de su obra, apunta a la construcción del pueblo. Según él, la ideología de las clases dominantes consiste en neutralizar el potencial antagonismo de las clases dominadas; y “el método fundamental de este proceso de neutralización consiste en transformar todo antagonismo en diferencia”26. Para él, “el populismo comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a la ideología del bloque dominante”27, por lo que se hace evidente que para Laclau la construcción, y no la neutralización de los antagonismos, es condición para la emergencia del pueblo28. 20 Mouffe, En torno a lo político, op. cit., p. 27. 21 Ibíd., p. 23. 22 Ibíd., p. 26. 23 Ibíd., p. 28. 24 Mouffe, El retorno de lo político…, op. cit., p. 13. 25 Ibíd., p. 14. 26 Laclau, Política e ideología…, op. cit., pp. 201-202. 27 Ibíd., p. 202. 28 “Ya tenemos dos claras precondiciones del populismo: (1) la formación de una frontera interna antagónica separando el puedo del poder, (2) una articulación equivalencial de demandas que hace posible el surgimiento del «pueblo»” (Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 99).

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Se vuelve claro que Mouffe, si bien plantea que “la posibilidad de emergencia de un antagonismo nunca puede ser eliminada”29, no está dispuesta a encararlos sin que se transformen en agonismos. La política de Mouffe resulta un buen marco para comprender las relaciones al interior de modelos democráticos; sin embargo esta propuesta no concibe la posibilidad de que el bloque de poder sea un enemigo de la democracia, sino siempre un adversario legítimo que opera desde lo democrático30. Mouffe no sólo se distancia implícitamente de la orientación política de Laclau hacia la construcción del pueblo, sino que además no nos permite comprender en profundidad el carácter de la categoría de antagonismo, ya que su teorización se desvía hacia un reduccionismo agonista31. 29 Mouffe, En torno a lo político, op. cit., p. 23. 30 Como plantea Aletta Norval: “The desire both to retain and to problematize antagonism –in the double figuration, ‘antagonism proper’ and ‘agonism’ – raises a set of further questions (…) it lacks a clear conceptualization of the movement from one set of relations to another; there is no discussion of the transformation of ‘enemies’ into ‘adversaries’.” (Norval, Aletta, Aversive democracy. Inheritance and originality in the democratic tradition, Cambridge University Press, New York, 2007, p. 158-159) [Trad. propia: “El deseo tanto de retener como de problematizar el antagonismo —en la doble figuración, ‘antagonismo propiamente dicho’ y ‘agonismo’— plantea una serie de preguntas adicionales (...) Sin embargo, hay dos dificultades potenciales con este relato. En primer lugar, carece de una conceptualización clara del movimiento de un conjunto de relaciones a otro; no hay discusión acerca de la transformación de ‘enemigos’ en ‘adversarios’.”]. 31 En este mismo sentido apuntan las críticas de Aletta Norval, María Antonia Muñoz, Guillermo Duque, Hernán Fair, Lasse Thomassen y Matías Fernández. Véase Norval, op. cit.; Muñoz, María Antonia, “Laclau, orden y conflicto”, Diecisiete, teoría crítica, psicoanálisis, acontecimiento, 2012; Duque, Guillermo, “¿Paradoja o contradicción? La interpretación de Chantal Mouffe al concepto de lo político de Carl Schmitt”, Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia, vol. 43, n. 119, enero-junio, 2013, pp. 801-818; Fair, Hernán, “Lo ético-político en las democracias contemporáneas. Reflexiones críticas en torno al déficit normativo en la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau”, CS, Cali, Colombia, n. 13, enero-junio 2014, pp. 19-46; Thomassen, Lasse, “Hegemony, populism and democracy: Laclau and Mouffe today (review

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Por último, debemos referirnos a la influencia de Carl Schmitt en la obra de Mouffe. Aunque Marchart plantea que la obra de Laclau puede leerse desde el rasgo schmittiano del pensamiento posfundacional, en la obra de Laclau no hay ninguna referencia a Schmitt32. Es más bien en Mouffe en donde vemos con claridad esta influencia, la cual sin duda es crítica debido a la militancia de Schmitt en el nazismo33. Por otro lado, la categoría de hegemonía posee una posición, al menos, tan relevante como la de antagonismo en la obra laclausiana, lo cual hace que su teoría incluya aspectos tanto disociativos como asociativos. Esta extrapolación quizá se deba a que, por lo general, se toma al pensamiento de Laclau y Mouffe como un corpus unificado y homogéneo. article)”, Revista Española de Ciencia Política, n. 40, marzo, 2016, pp. 161176; Fernández, Matías, “¿Democracia radical o plural? Sobre los límites políticos y teóricos del antagonismo”, Revista Pensamiento Político, n. 1, 2016; respectivamente. 32 Marchart plantea que lo político puede concebirse desde un rasgo arendtiano o schmittiano. Mientras el primero resalta el carácter asociativo de lo político, el segundo su aspecto disociativo, lugar desde donde, según Marchart, Laclau estaría conceptualizando lo político. El rasgo schmittiano toma su nombre de Carl Schmitt, quien publica en 1932 El concepto de lo político, intentando localizar la especificidad de dicha categoría. Según Schmitt, mientras la estética trata de lo bello y lo feo, y la ética de lo bueno y lo malo, en lo político sería la relación amigo-enemigo el rasgo clave de diferenciación. Ahora bien, Camargo al respecto plantea que “Laclau desarrolla su noción de antagonismo sin mención explícita a las tesis de Schmitt. De hecho, ni Hegemonía y estrategia socialista (1985), el libro más conocido de Laclau, escrito junto a Chantal Mouffe, ni La razón populista (2005) el último libro de Laclau, hacen alguna referencia a la obra de Schmitt” (Camargo, op. cit., p. 170; trad. del autor). 33 Según Mouffe: “Soy perfectamente consciente de que, a causa del compromiso de Schmitt con el nazismo, tal elección puede despertar hostilidad. Muchos lo considerarán como algo perverso, cuando no completamente intolerable. Sin embargo pienso que es la fuerza intelectual de los teóricos, y no sus cualidades morales, lo que debería constituir el criterio fundamental al decidir si debemos establecer un diálogo con sus trabajos” (Mouffe, Chantal, En torno a lo político, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011, 1a edición, 2a reimp., p. 12).

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Considerando estas diferencias entre Laclau y Mouffe, revisaremos a continuación, cómo la categoría de antagonismo se inserta en la izquierda lacaniana, considerando la gran influencia del psicoanálisis en la obra Laclau, sobre todo, desde su segunda mitad en adelante. 3. El antagonismo como lo Real lacaniano Varios de los pensadores insertos en la perspectiva posfundacional son parte de lo que Yannis Stavrakakis y Jorge Alemán han denominado la «izquierda lacaniana»34. Laclau es uno de aquellos ya que, de manera general en su obra, y particularmente en lo relativo a la categoría de antagonismo, ha desarrollado un acercamiento progresivo al psicoanálisis como campo teórico y práctico. Laclau no ha sido el único que ha establecido una articulación entre filosofía política y psicoanálisis, al contrario, los vínculos entre estas dos áreas son cada vez más numerosos y complejos, desde una diversidad de miradas que van enhebrando conceptos pertenecientes a uno y a otro campo35. 34 Stavrakakis califica esta orientación como una izquierda en el sentido tradicional: los términos izquierda y derecha apelan a los lugares en que se ubicaban los representantes políticos en la Asamblea posterior a la Revolución Francesa, en donde la izquierda agrupaba a comunistas, socialistas, anarquistas, socialdemócratas, liberales, y a diversos movimientos sociales que buscan la reivindicación de derechos sociales elementales. (Stavrakakis, Yannis, La izquierda lacaniana: psicoanálisis, teoría, política, 1ra edición, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 20, nota a pié de página n. 7). Alemán también propone hablar de izquierda lacaniana para insistir “en el carácter contingente de la realidad histórica del capitalismo [considerando que] la dominación como tal no pertenece exclusivamente a la época del capitalismo” (Alemán, Jorge, Para una izquierda lacaniana… Intervenciones y textos, Gramma Ediciones, Buenos Aires, 2009, pp. 17, 19). 35 Junto a Yannis Stavrakakis y Jorge Alemán, destacan los aportes de Jason Glynos, Timothy Appleton, Sebastián Barbosa, Paula Biglieri y Gloria Perelló, Ana Belén Blanco y María Soledad Sánchez, Julio Aibar, José

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Como plantean ambos autores, la izquierda lacaniana es un campo que intersecta los aportes de Jacques Lacan con lo político. Esto, en principio, supone una empresa compleja en la medida que el proyecto lacaniano no pretendía acercarse a lo político como campo de reflexión y acción36. ¿Por qué recurrir a Lacan entonces? El psicoanálisis lacaniano se muestra idóneo para profundizar las premisas del pensamiento político posfundacional ligadas a la idea de fundamentos contingentes. Al proporcionar una teoría de la subjetividad, elabora categorías que permiten fortalecer un proyecto teórico político de transformación radical de lo social. Hemos visto que el pensamiento posfundacional apunta a una compresión de lo político como aquello que está más allá de la política. Logramos advertir que la política se constituye y reafirma mediante la intervención de la ciencia política, disciplina atravesada por el positivismo. En este contexto, Stavrakakis plantea que el psicoanálisis provee un marco desde el cual es posible cuestionar el positivismo, no solamente por los efectos políticos que conlleva este último sino más bien, debido a su incapacidad para aceptar la ausencia de un fundamento positivo. El psicoanálisis asume la dimensión de la negatividad como aspecto inherente y Enrique Ema, Ana María Sosa, Jelica Šumič, Daniel Abraldes, Stephanie Agotborde y Ailén Cirulli, José Ignacio Allevi, y Rodrigo Aramendi, entre otros. 36 Es sabido que Lacan se mostraba escéptico con la idea de transformar radicalmente las estructuras sociales (Stavrakakis, op, cit., p. 18). Si bien algunas veces criticó el capitalismo y la sociedad contemporánea (Véase Žižek, Slavoj, El sublime objeto de la ideología, 1ra edición, 5ta reimp., Buenos Aires, Siglo XXI, 2016), él veía en toda aspiración revolucionaria el peligro de lo que él denominaba el «discurso del Amo», el cual anhela un lugar de poder y dominación (Kaufmann, Pierre, Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte freudiano, Ediciones Paidós Ibérica, Buenos Aires, 1996, pp. 51-52).

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constitutivo de la experiencia humana, planteando una visión de sujeto en falta, una falta que le posibilita crear su propio mundo. En Lacan, el psicoanálisis incorpora la negatividad a través de la categoría de lo «real», un registro que nos habla de aquello que está más allá de los límites de nuestra realidad, más allá de lo simbólico, de lo que aparece como falta en el sujeto37. Lo real es una dimensión que nos permitirá comprender el fundamento de lo social como un abismo o ausencia, y desde allí, la categoría de antagonismo aparecerá como candidata predilecta para expresar el registro de lo real lacaniano en una filosofía de lo político38. Ahora bien, así como el pensamiento posfundacional no niega la existencia de fundamentos, sino más bien plantea el carácter precario o contingente de aquellos; así también el psicoanálisis lacaniano plantea que es necesaria una teoría sobre la realidad pero que inserte paradójicamente dentro de sí la dimensión de lo real. El psicoanálisis lacaniano aparece como un esfuerzo siempre precario y fracasado de simbolización de la falta constitutiva, pero que no por ello se abstiene de simbolizar o producir; al contrario, es lo real, la falta de una certeza absoluta lo que mueve su continua producción y orienta la construcción de categorías contingentes. La falta misma es el fundamento de su teorización39. 37 Stavrakakis, op. cit., p. 25. 38 “Yo vería más bien lo real del lado de lo que Laclau llama el antagonismo, que es lo que él llama la dislocación” (Alemán, op. cit., p. 101). 39 Inicialmente para Lacan, “lo real surge como lo que está fuera del lenguaje y es inasimilable a la simbolización. Es ‘lo que resiste la simbolización absolutamente’ (S1, 66), o ‘el dominio de lo que subsiste fuera de la simbolización’ (Ec, 388). Este tema sigue siendo una constante en el resto de la obra de Lacan, y lo lleva a vincular lo real al concepto de imposibilidad. Lo

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El psicoanálisis desde sus orígenes se ha acercado a la dimensión de lo real mediante el abordaje de lo que en Freud se conoce como «formaciones del inconsciente». Así también Lacan acuñó variadas fórmulas, entre ellas «La mujer no existe» o «no hay relación sexual» para dar cuenta de cómo la falta estructura la subjetividad desde lo sexual40. No obstante, estas aproximaciones serían ajenas a una filosofía de lo político sí sólo se remitiesen a comprender la subjetividad sin incluir una preocupación por la transformación de ésta última. He ahí la importancia de concebir al psicoanálisis como una praxis, orientada a sumergirse en la experiencia del sufrimiento para perturbar al sujeto mediante un acto de análisis. El antagonismo, así, podría operar como un articulador entre lo político y la política: un reconocimiento histórico y colectivo de la «imposibilidad de la sociedad» nos puede orientar a un continuo acto de transformación radical. Entre quienes integran este campo, hay una convergencia hacia un proyecto de democracia radical y plural. La categoría de antagonismo resulta central, ya que “si el significante izquierda retiene algún significado, éste deberá localizarse principalmente aquí: surgido de la revolución democrática, señala una legitimación democrática del antagonismo y encarna la idea de cuestionamiento del statu quo, así como posibilidad de cambio”41. No obstante, quienes componen este univerreal es ‘lo imposible’ (S11, 167), porque es imposible de imaginar, imposible de integrar en el orden simbólico e imposible de obtener de algún modo” (Evans, Dylan, Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, 1ra ed., 4ta reimp., Paidós, Buenos Aires, 2007, p. 163). 40 Stavrakakis, op. cit., p. 31. 41 Ibíd., p. 21.

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so también poseen diferencias entre sí42. En Laclau, la apropiación del corpus lacaniano es visible desde los inicios de su producción. En sus primeras dos obras recurrió al concepto de «sobredeterminación» para reformular la categoría de antagonismo y la visión de sujeto y sociedad subyacentes43; posteriormente explicitó la relación entre psicoanálisis y marxismo que fundamenta el posmarxismo44, y ya al final Laclau recorre parte de la obra freudiana haciendo un amplio uso de categorías lacanianas para comprender el populismo. Stavrakakis analoga variadas categorías laclausianas a las planteadas por Lacan: el punto nodal, el significante vacío, lo radicalmente excluido, la imposibilidad de la sociedad o la noción de un exterior que es constitutivo del interior (que en líneas generales corresponden a los conceptos lacanianos de point de capiton, significante amo, object petit a, falta en el Otro, y extimité).45

Laclau se refiere a la relación entre marxismo y 42 Junto a Laclau, Stavrakakis inscribe en la izquierda lacaniana a Slavoj Žižek, Cornelius Castoriadis y Alan Badiou. Castoriadis ocupa una posición fronteriza, ya que su crítica al marxismo y al psicoanálisis lacaniano lo hace distanciarse y, a la vez, recurrir insistentemente a estos campos. Contrario es el caso de Badiou y Žižek, quienes se ubican en el centro, al defender el marxismo y el comunismo desde una reformulación posfundacional, para lo cual los aportes de Lacan son fundamentales. Stavrakakis sitúa a Laclau y Mouffe en una ubicación intermedia, considerando que el posmarxismo implica abandonar el marxismo ortodoxo y que el uso de las categorías lacanianas ha colaborado en ello pero de manera mucho más cautelosa y gradual. Si bien Mouffe ha aportado junto con Laclau a la generación de este proyecto, la utilización del corpus lacaniano ha sido mucho menor y no ha ocupado un lugar central en su obra (ibíd., pp. 20-21, 85). 43 Laclau, Política e ideología…, op. cit., pp. 120-123; Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 133-142. 44 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 107-110. 45 Stavrakakis, op. cit., p. 86.

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psicoanálisis planteando la dificultad del diálogo entre ellos ya que “no se combinan en ningún sistema obvio de traducción [a través de] ningún modelo simple”46. Es por ello que, para Laclau, “encontrar un índice de comparación entre dos campos teóricos diferentes (…) implica, a su vez, la construcción de un nuevo campo dentro del cual la comparación tenga sentido. Este nuevo campo es el que podemos caracterizar como «posmarxista»”47. La inserción del psicoanálisis no sólo busca proveer herramientas deconstructuvias del marxismo, sino más aún, busca recrear los fundamentos contingentes del proyecto. Con respecto a la categoría de antagonismo, Laclau plantea que ésta expresa una de las articulaciones fundamentales entre marxismo y psicoanálisis. Según él, el psicoanálisis apunta a “la afirmación del carácter central de la negatividad —la lucha y el antagonismo— (…) permite considerar a la lucha de clases como una dialéctica de identificaciones construida en torno de un núcleo real/imposible”48. La categoría de antagonismo viene a ser entonces la reformulación posmarxista de la lucha de clases, la cual incorpora ahora la dimensión de la negatividad, lo real y lo imposible. En Laclau, esto posibilita no sólo la refundación de un marxismo posfundacional, sino además la revisión del psicoanálisis más allá de su apoliticidad: “este es precisamente el punto en que la lógica del inconsciente, cómo lógica del significante, se muestra como una lógica esencialmente política”49. 46 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 107. 47 Ídem. 48 Ibíd., p. 108. 49 Ibíd., p. 110.

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Según Stavrakakis, Laclau comparte con Lacan dos premisas. Por un lado ambos asumen el carácter socialmente construido de lo social, lo cual posee una estructuración simbólica o discursiva; y por otro, este construccionismo posee límites que refieren a una falta constitutiva que a la vez es productiva50. Sin embargo Stavrakakis coloca mayor énfasis en la categoría de dislocación frente a la de antagonismo, ya que la primera expresaría —para este autor— mejor el carácter negativo de lo real lacaniano: “este concepto de dislocación (…) parece haberse concebido con el preciso fin de explicar esa ruptura o interrupción radical de la significación, que en términos lacanianos podría describirse como “encuentros con lo real”51. A propósito de la categoría de dislocación y con el fin de diferenciar el proyecto laclausiano de otros proyectos, exploraremos brevemente la discusiones entre Žižek y Laclau, y el modo en que esto ha impactado en la obra laclausiana. 4. (Des)encuentros con lo real: Žižek No podemos desarrollar aquí todas las implicaciones que la teoría lacaniana posee en la formulación de las categorías de Laclau, ni tampoco todos los puntos de encuentro y desencuentro entre Laclau y quienes componen este campo52. Sin embargo, debido a la 50 Stavrakakis, op. cit., pp. 86-90. 51 Ibíd., p. 93. 52 Por ejemplo, es sorprendente, considerando variadas similitudes y convergencias, que Castoriadis y Laclau no hayan estrechado un diálogo. Incluso Stavrakakis señala que una lectura comparada de ambas obras es algo que, hasta donde él sabe, no se ha hecho (íbíd., p. 64). El punto de encuentro más importante dice relación con la crítica al determinismo económico del marxismo; por ejemplo en la crítica a la categoría de contradicción

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relevancia que posee en el desarrollo de la categoría de antagonismo es que ahondaremos brevemente en los diálogos y debates con Slavoj Žižek. Žižek entabló un diálogo filosófico por varios años con Laclau, en diferentes obras en las que escribieron conjuntamente, y reconoció en diversas oportunidades la importancia de la obra del pensador argentino. En un inicio Žižek reconoció explícitamente la “deuda y gratitud” para con los autores de Hegemonía y estrategia socialista, obra que “le [orientó] en el uso del aparato conceptual lacaniano como herramienta para el análisis de la ideología”53. Posteriormente afirmó que Hegemonía y estrategia socialista “representa quizás, el avance más radical en teoría social moderna”54. Žižek reconoció públicamente la relevancia del pensamiento laclausiano en la teoría política contemporánea. Las relaciones que Žižek y Laclau poseen en torno a la categoría de antagonismo son profundas y variadas. Žižek ha planteado que “[Laclau y Mouffe] tienen el mérito de haber desarrollado, en Hegemony and socialist strategy (…), una teoría del campo social que se basa en esta noción de antagonismo”55; en la que “el real logro de Hegemonía se cristaliza en el concepto (Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets Editores, Buenos Aires, 2007, 1a edición, p. 31). Sin embargo, ambos toman distancias en la interpretación que hacen del psicoanálisis lacaniano, llegando a diferentes conceptualizaciones de lo social y de lo subjetivo. Stavrakakis critica en Castoriadis la idea de un yo autónomo constituido desde una «mónada psíquica»: se trataría de un circuito subjetivo unitario y encerrado en sí mismo (Castoriadis, Cornelius, Figuras de lo pensable, Cátedra, Madrid, 1999, p. 241), pre-existente a la socialización, pero pleno de sentido, siendo la primera matriz de significaciones y creatividad del ser humano (Stavrakakis, op. cit., p. 74). 53 Žižek, op. cit., p. 21. 54 Žižek, Slavoj, “Más allá del análisis de discurso”, en Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 257. 55 Žižek, El sublime objeto…, op. cit., p. 28.

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de «antagonismo social»”56. Es por ello que el diálogo que mantuvieron ambos continuó desarrollándose en gran medida en torno a esta categoría. Para Žižek, miembro central de la izquierda lacaniana, el antagonismo es la expresión en teoría política de lo que en Lacan es el registro de lo real. Laclau y Mouffe fueron los primeros en elaborar esta lógica de lo Real, en la pertinencia que tiene para el campo social ideológico, en el concepto de antagonismo: el antagonismo es precisamente un núcleo imposible de este tipo, un cierto límite que en sí no es nada; es sólo para ser construido retroactivamente, a partir de una serie de efectos que produce, como el punto traumático que elude a éstos; impide un cierre del campo social. Así es como podríamos releer incluso la noción clásica de “lucha de clases”: ésta no es el último significante que da sentido a todos los fenómenos sociales (“todos los procesos sociales son en último análisis expresiones de la lucha de clases”), sino —todo lo contrario— un cierto límite, una pura negatividad, un límite traumático que impide la totalización final del campo social-ideológico57.

Este vínculo conceptual, que en Hegemonía y estrategia socialista no estaba desarrollado, fue puesto sobre la mesa por Žižek, permitiendo así en Laclau una progresiva apropiación del psicoanálisis como paradigma social y herramienta deconstructiva del marxismo. Laclau valoró dicha intervención, planteando que los esfuerzos de Žižek “por vincular el real lacaniano con el que en Hegemonía y estrategia socialista, Chantal Mouffe 56 Žižek, “Más allá del análisis…”, op. cit., p. 257. 57 Žižek, El sublime objeto…, p. 214.

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y yo hemos denominado el ‘carácter constitutivo de los antagonismos’, ha creado la posibilidad de un fructífero intercambio intelectual”58. En Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, si bien Žižek plantea con respecto a Hegemonía y estrategia socialista que “Laclau y Mouffe han reinventado, por así decirlo, la noción de lo real como imposible”59, a la vez critica el modo en que dicha categoría se expresó en la conceptualización del sujeto: debemos distinguir la experiencia del antagonismo en su forma radical, como límite de lo social (…) del antagonismo como relación entre posiciones de sujeto antagónicas (…) la noción lacaniana de sujeto se refiere precisamente a la experiencia del ‘puro’ antagonismo como auto-obstáculo, autobloqueo, a un límite interno60.

Con esto Žižek diferencia dos tipos de antagonismo y profundiza las implicancias en los procesos de subjetivación. Lo anterior es lo que lleva a Laclau a desarrollar en esta obra la categoría de «dislocación». El más fructífero intercambio que ambos autores desarrollaron se condensó en Contingencia, hegemonía y universalidad, en donde junto a Judith Butler, intentaron “establecer la trayectoria común de [su] pensamiento y a la vez presentar de una manera productiva [sus] diferentes compromisos intelectuales”61. Quizá el punto de divergencia más importante entre ambos, en lo relativo a la categoría de antagonismo, estuvo en el 58 Laclau, Ernesto, “Prefacio”, en Žižek, El sublime objeto…, op. cit., p. 14. 59 Žižek, “Más allá del análisis…”, op. cit., p. 257. 60 Ibíd., p. 261. 61 Butler, Laclau, y Žižek, op. cit., p. 9.

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papel que la lucha de clases posee frente a los demás tipos de antagonismos. Mientras Žižek se esforzó por posicionar a la lucha de clases como una forma de lucha privilegiada, Laclau renunció a dicho afán. Laclau comenta al respecto: Žižek piensa que el grado de globalidad o universalidad de una lucha depende de su ubicación en la estructura social: algunas luchas, concebidas como “luchas de clases” (…) serían espontánea y tendencialmente más universales (…) Para mí esta es una discusión espuria. No hay ninguna lucha que lleve inscripta en sí la garantía de ser el locus privilegiado de efectos políticos universalistas62.

Žižek, por su parte, agrega el antagonismo de clase (…) es simultáneamente el antagonismo específico que predomina sobre el resto, cuyas relaciones asignan, pues, categoría e influencia a los demás (…) esta proliferación [de nuevas subjetividades], que parece relegar la “lucha de clases” a un rol secundario, es el resultado de la “lucha de clases” en el contexto del capitalismo63

El debate entre ambos se mantuvo hasta los últimos días de Laclau; en La razón populista encontramos réplicas a la postura žižekiana en torno al lugar prioritario de la lucha anticapitalista64; y Žižek, por su lado, no fue indiferente a la categoría laclausiana de 62 Laclau, Ernesto, “Construir la universalidad”, en Butler, Laclau, y Žižek, op. cit., p. 291. 63 Žižek, Slavoj, “Mantener el lugar”, en Butler, Laclau, y Žižek, op. cit., p. 320. 64 Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 289-297

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«populismo», planteando variadas críticas65. Dadas las profundas discusiones que Laclau ha tenido con Žižek en torno a la categoría de antagonismo es que volveremos posteriormente sobre las ideas de éste último. 5. Después de Laclau: amistades y enemistades Las discusiones actuales en torno a la obra laclausiana han sido sostenidas y desarrolladas en diferentes partes del mundo. Las implicancias de aquella en los campos teóricos y políticos son diversas y por ello, en primer lugar es necesario distinguir algunos criterios desde donde podamos acercarnos a los debates en torno a la categoría de antagonismo. Es posible distinguir tres ámbitos de influencia de la teoría laclausiana: primero, los estudios de la ideología y del discurso; segundo, las teorías del sujeto y el psicoanálisis; y tercero, la filosofía política. En el caso de los dos primeros ámbitos66, debido a la incorporación de una perspectiva discursiva pos-estructuralista y de variados conceptos psicoanalíticos al terreno posmarxista es que éstos se han visto 65 Véase Žižek, Slavoj, “Un gesto leninista hoy. Contra la tentación populista”, en Budgen, Sebastián; Kouvelakis, Stathis; y Žižek, Slavoj (eds.), Lenin reactivado. Hacia una política de la verdad, Ediciones Akal, Madrid, 2010, pp. 75-97. 66 En cuanto a la influencia en los estudios de la ideología y el discurso, véase las aportaciones de David Howarth, Yannis Stavrakakis, Jacob Torfing, Jason Glynos, Julie Drew, Javier Balsa, Manuel Guerrero, Juan Martínez, José Reynares, Hernán Fair, Maximiliano Garbarino, Edgardo Rojas, Noé Hernández y María Fernández. En cuanto a la influencia en la teoría del sujeto, véase los trabajos de Sebastián Barros, Martín Retamozo Sebastián Mauro, Flavio Rapisardi, Marcelo Altomare, Ricardo Etchegaray, Nuria Yabkowsky, José Manuel Reynares, Daniel de Mendoça, Claudia Paolo y Alejandro Alba. En cuanto a las influencias en el psicoanálisis, véase la nota 111. También hay quienes han desarrollado las implicancias laclausianas en el psicoanálisis y la perspectiva discursiva simultáneamente, destacan al respecto los trabajos de Paula Rodríguez, Ernesto Schtivelband y Ricardo Terriles, María Martína Sosa e Íñigo Errejón.

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enriquecidos de la dimensión de lo político. Sin embargo es este tercer dominio, el de la filosofía política, el que nos interesa. En este ámbito, los debates abarcan una variedad de países a lo largo de todo el mundo, sin embargo es en Inglaterra y Argentina en donde encontramos los centros de producción respecto a la categoría de antagonismo, y en el primero de éstos países destaca la llamada Escuela de Essex67 condensando gran parte de las discusiones. Esto se desprende de las filiaciones académicas y políticas de Laclau en el transcurso de su vida68. Siguiendo la distinción planteada por el pensamiento político posfundacional, podemos ver una incidencia de la obra laclausiana tanto en los campos de la política y lo político. Desde la política, destacan las aportaciones que variados autores han hecho a las discusiones iniciadas por Laclau sobre democracia, marxismo y anarquismo69. Así también, especial abor67 La llamada «Escuela de Essex» está integrada en su mayoría por ex alumnos del Department of Goverment de la Universidad de Essex, en Inglaterra, en donde Laclau impartió docencia. Entre sus exponentes más destacados están Jason Glynos, David Howarth, Aletta Norval, Ana Marie Smith, Yannis Stavrakakis, Thomas Appleton, Sebastián Barros, Mark Devenney, Torben Bech Dyrberg, Oliver Marchart, Urs Stahëli, Lasse Thomassen, Jacob Torfing, Lars Tønder, Alejandro Groppo y Francisco Panizza, entre otros. También se suele sumar a este conglomerado a Simon Critchley, aun cuando su vínculo es con Filosofía en Essex. Ana Soage y Erwan Sommerer han utilizado esta denominación para dar cuenta de la línea de estudios políticos y del discurso que emerge desde allí (Véase Soage, Ana, “La teoría del discurso de la Escuela de Essex en su contexto teórico”, CLAC, n. 25, 2006, pp. 45-61; y Sommerer, Erwan, “L’école d’Essex et la théorie politique du discours: une lecture « post-marxiste » de Foucault”, Raisons politiques, vol. 3, n. 19, 2005, pp. 193-209). 68 También se suman otros aportes europeos (Bélgica, Dinamarca, Eslovenia, Polonia, España), norteamericanos (Estados Unidos y Canadá), oceánicos (Australia y Nueva Zelanda) y latinoamericanos (México, Brasil, Ecuador, Colombia y Chile). 69 Para más información sobre los vínculos entre Laclau y las discusiones sobre democracia, marxismo y anarquismo, véase la sección Bibliografía.

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daje ha merecido el análisis de populismos argentinos, como el peronismo y el kirchnerismo, y de movimientos políticos contemporáneas como Podemos, SYRIZA y MAS70, entre otros. Desde lo político, son tres los conceptos laclausianos que han captado el interés en las discusiones actuales: hegemonía, populismo y antagonismo. Es en este terreno en donde encontramos los debates más intensos en torno a la coherencia teórica y relevancia política de aquellos conceptos, siendo los dos primeros los más abordados71. Es por ello que cobra relevancia insistir en la importancia de la categoría de antagonismo en Laclau, debido al carácter marginal que su problematización ha tenido frente a todo el cuerpo de líneas de investigación abiertas y considerando la centralidad que el mismo Laclau otorgó a tal noción. Ahora bien, entre quienes reconocen la influencia que la categoría de antagonismo ha tenido en filosofía política deberemos distinguir tres conjuntos: a) quienes rechazan la categoría por incompatibilidades políticas; b) quienes, aceptando el corpus laclausiano subyacente, rescatan esta categoría de manera completamente acrítica, y c) quienes han desarrollado nuevas líneas realmente críticas de conversación en torno al carácter e implicancias de la noción, o al menos hacia la teoría laclausiana de modo tal que la categoría se ve afectada en dicho ejercicio, posibilitando esto ir con Laclau más allá de Laclau. Si bien revisaremos brevemente los dos primeros ámbitos, nuestras preocupaciones y propuestas se desprenden del examen de este tercer 70 Para más información sobre los vínculos entre Laclau y las discusiones sobre peronismo, kirchnerismo, Podemos, SYRYZA y MAS, véase la sección Bibliografía. 71 Para más información sobre sobre las discusiones en torno a los conceptos laclausianos de «hegemonía» y «populismo», véase la sección Bibliografía.

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conjunto. Con respecto al primer conjunto, gran parte de quienes rechazan tajantemente la categoría de antagonismo lo hacen rechazando en bloque la teoría de Laclau72. No podemos tomar en serio dichas críticas por varias razones: a) sólo se remiten a criticar desde los argumentos del marxismo ortodoxo, reprochando el abandono del modelo base-superestructura, lo cual no constituye una crítica desde los términos planteados por Laclau sino más bien son sólo la denuncia de un supuesto anti-marxismo73; b) declaran que Laclau no concibe la economía como un campo político y, por tanto, plantean que Laclau abandona una lucha contra el capitalismo74, lo cual no considera las diferentes posiciones que Laclau ha adoptado en torno a la lucha de clases a lo largo de su obra75; c) rechazan la perspec72 Hernán Fair ha realizado una detallada recapitulación de estas críticas. Véase Fair, Hernán, “Mitos y creencias en torno a la teoría post-marxista de la hegemonía de Ernesto Laclau. Una hermenéutica sobre los estudios críticos”, Eikasia, marzo 2014, pp. 125-138. 73 Véase Geras, Norman, “PostMarxism?”, New Left Review, n. 163, mayojunio 1987, pp. 3-27; Geras, Norman, “Ex-Marxism without Substance: Being a Real Reply to Laclau and Mouffe”, New Left Review, n. 169, mayojunio 1988, pp. 34-61; y Borón, Atilio, “¿Posmarxismo? Crisis, recomposición o liquidación del marxismo en la obra de Ernesto Laclau”, en Borón, Atilio, Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo, CLACSO, Buenos Aires, Argentina, 2005, pp. 81-119. 74 Véase McMillan, Chris, “Universality and communist strategy: Žižek and the disavowed foundations of global capitalism”, Tesis presentada para obtención del grado de Ph.D. en Sociología, Massey University, School of Social and Cultural Studies, Albany, Nueva Zelanda, 2010, p. 59; y Kohan, Néstor, “Desafíos actuales de la teoría crítica frente al posmodernismo”, Rebelión, 2 de agosto de 2007, p. 8. 75 Como veremos más adelante, Laclau ha adoptado diversas posiciones con respecto a la categoría de clase a lo largo de su obra; siendo posible encontrar momentos en donde ha aceptado su uso de manera deconstructiva: “El rechazo de la categoría «clase» como la unidad preconstituida del sujeto no significa el rechazo tout court de aquella sino su historización (…) Porque si la lucha de cases es concebida como una lucha específica junto a las otras, esto presupone un terreno analítico construido en torno al reconocimiento

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tiva discursiva alegando que esta implica una forma de idealismo, relativismo o abstraccionismo76, lo cual claramente da cuenta de una falta de rigurosidad teórica que llega a extremos en los que se declara que Laclau estaría “transformando las cosas en palabras”77, o que el discurso sería “una construcción meramente mental”78; d) critican de manera facilista la noción de populismo, advirtiendo en ella un “concepto abstracto”79, el “peligro [de un] universal hegemónico”80, “la celebración de lo aleatorio”81, o un concepto “absolutamente inútil”82; e) rechazan la teoría debido a las simpatías de Laclau por el kirchnerismo u otros bloques políticos, lo cual no constituye una crítica filosófica83; y f ) implican descalificaciones que no aportan en nada a la discusión; por ejemplo Kohan acusa a Laclau de usar una “jerga, pretenciosamente erudita, distinguida, presumida y aristocratizante”84. De manera similar, en lo relativo a de la fragmentación y dispersión de las posiciones de sujeto” (Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 174). 76 Véase Geras, “Postmarxism?”, op. cit.; y Geras, “Ex-Marxism…”, op. cit. 77 Veltmeyer, Henry, “El proyecto post-marxista: aporte y crítica a Ernesto Laclau”, Revista Theomai, n. 14, segundo semestre 2006, p. 5. 78 Borón, op. cit., pp. 5-6. 79 Panotto, Nicolás, “Mediaciones analíticas en el trabajo de Ernesto Laclau: una relectura crítica desde la antropología política”, Revista Pléyade, n. 16, julio-diciembre 2015, p. 252. 80 Dussel, Enrique, “Cinco tesis sobre populismo”, en Márquez, Martha; Pastrana, Eduardo y Hoyos, Guillermo, El eterno retorno del populismo en América Latina y el Caribe, Pontificia Universidad Javeriana, 1ra edición, 2012, pp. 159-180. 81 Mansilla, H. C. F., “Concepciones teóricas sobre el populismo latinoamericano”, Biblioteca Saavedra Fajardo de pensamiento político hispánico, 2008, p. 5. 82 Almeyra, Guillermo, “Un concepto ‘cajón de sastre’. A propósito de La razón populista de Ernesto Laclau”, CyE, año 1, n. 2, primer semestre, 2009, p. 283. 83 Gutiérrez, Daniel, “Populismo: el ruido y la ira”, Debates en sociología, n. 39, 2014, pp. 172-174. 84 Kohan, op. cit., p. 8.

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la categoría de antagonismo, encontramos críticas que denuncian en esta noción la inserción de una “esencia hostil y agresiva”85 en la humanidad, lo cual no estaría considerando la importancia de valores como la solidaridad86 o la deliberación87, y, en consecuencia, haría imposible pensar la emancipación humana88. Estas críticas también serán descartadas debido a la poca rigurosidad y al moralismo que las orienta. En cuanto al seundo conjunto, la mayor parte de la producción actual que ha considerado favorablemente la categoría de antagonismo lo ha hecho de manera acrítica. En este caso la categoría sólo ha sido rescatada para utilizarla con fines que no implican su problematización orientada a su desarrollo o complejización, sino más bien con propósitos instrumentales. Identificamos cinco usos acríticos: a) quienes utilizan la noción como herramienta de análisis de procesos políticos tales como los anteriormente mencionados (como el peronismo, el kirchnerismo, etc.); b) quienes la usan con el objetivo de complementar otros campos teóricos o determinados proyectos políticos (por ejemplo el psicoanálisis, la perspectiva discursiva, el marxismo, la democracia y el anarquismo); c) quienes la consideran 85 Waiman, Javier, “Dialéctica y ontología: repensando el antagonismo posmarxista desde la teoría crítica”, Constelaciones, n. 5, diciembre de 2013, p. 307. 86 Véase Barnett, Clive, “Deconstructing radical democracy: articulation, representation, and being-with-others”, Political Geography, n. 23, 2004, pp. 503-528. 87 Véase la crítica de Martín Retamozo a Andrew Norris en Retamozo, Martín y Stoessel, Soledad, “El concepto de antagonismo en la teoría política contemporánea”, Estudios políticos, 44, Medellín, enero-junio de 2014; p. 30, nota a pie de página n. 21. 88 Véase Waiman, op. cit.; y Pérez, Carlos, “El reformismo posmoderno de Ernesto Laclau”, en Pérez, Carlos, Para una crítica del poder burocrático: comunistas otras vez, Universidad ARCIS / Lom Ediciones, Santiago, 1ra edición, 2001, p. 217.

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central para el desarrollo de otros conceptos laclausianos, principalmente los de hegemonía y populismo; d) quienes la analizan contrastándola con categorías análogas en otros filósofos o pensadores de lo político89; y e) quienes toman la categoría de antagonismo como preocupación central pero sólo se limitan a repetir lo que Laclau ya planteó en sus obras al respecto90. Toda esta producción teórica tampoco resulta relevante para nuestros objetivos. Por último, en relación con el tercer conjunto, para nuestros propósitos sólo consideraremos aquí aquellas críticas que buscan problematizar y reinventar la categoría de antagonismo de un modo teóricamente riguroso y políticamente relevante. En este conjunto, si bien hay quienes realizan críticas que apuntan principalmente a la categoría de antagonismo, así también varias de estas críticas se vinculan necesariamente al examen de otras categorías del corpus laclausiano. Será imposible realizar una crítica a la categoría de antagonismo sin considerar su interrelación con otros conceptos u otro tipo de críticas a la teoría laclausiana en general91. Estas críticas son diversas tanto en términos de quienes las han realizado como en términos de los aspectos de la categoría abordados. Es a través de la revisión, diferenciación y articulación de aquellas críticas 89 Véase las lecturas comparadas en la sección Bibliografía. 90 Véase por ejemplo los trabajos de Paul Rekret, Silvia Dapia, Tomás Luders, y Fernando Carreño. 91 Hay críticas a la teoría laclausiana que se alejan de nuestro objetivo y que por tanto no podremos abordar, pero que podemos destacar en términos de su rigurosidad. Entre éstas podemos encontrar: a) el uso poco riguroso de Laclau de las obras de Marx (Omar Acha), b) el estatismo (Oliver Harrison), c) el déficit normativo (Simon Critchley), y d) los problemas que implica la noción de populismo (Tomás Gold, Sebastián Mauro, Julián Melo y Gerardo Aboy Carlés, Luciano Nosetto, María Virginia Quiroga, Nuria Yabkowsky, Elkin Heredia y Claudio Riveros, entre otros).

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que hemos arribado a la formulación de nuestros problemas. Continuaremos con el abordaje de tales críticas y problemas en el segundo apartado.

II

ANTAGONIZANDO: ENCARANDO LOS PROBLEMAS

Los problemas del antagonismo

El problema principal que abordaremos en este apartado es lo que definiremos como una deficiencia1 teórica y política de la categoría de antagonismo, tanto en términos de su definición, articulación y coherencia. A partir de este problema desprendemos tres problemas específicos que se encuentran ligados al tercer conjunto de críticas que hemos mencionado al final del capítulo anterior. A continuación nos referiremos de modo introductorio a cada uno de estos problemas, los cuales serán abordados de manera respectiva en cada uno de los capítulos que componen este apartado. El primer problema específico que formularemos denuncia una falta de precisión con respecto a la especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonismo. En términos de su especificidad, observamos que la categoría necesita detallar de mejor manera en qué se distingue de otras categorías. Esto se vincula directamente con aquellas críticas que problematizan la relación entre la categoría de antagonismo y las de 1 Utilizamos la noción de «deficiencia» de manera similar a cómo Simon Critchley utiliza la categoría de «déficit» para dar cuenta de un «déficit normativo» en la teoría de la hegemonía. Nuestro problema va en una dirección diferente al de Critchley, sin embargo coincidimos en entender déficit o deficiencia como una operación de negación, desincorporación, carencia o anulación (Critchley, Simon, “¿Hay un déficit normativo en la teoría de la hegemonía”, en Critchley y Marchart, op. cit., pp. 148-149)

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«límite» y «exclusión». Autores como Aletta Norval2, Urs Stäheli3, y Daniel de Mendoça4 critican que desde la propuesta laclausiana se desprende que todo límite es antagónico, no existiendo distinción entre ambas nociones, ni posibilidad para límites no antagónicos. Junto a Stahëli y Mendoça, están Lasse Thomassen5 y Allan Dreyer Hansen6, quienes denuncian la misma operación teórica, pero esta vez entre las categorías de antagonismo y exclusión, existiendo una extrapolación de la primera por sobre la segunda. De este modo, la pregunta en cuestión es ¿todo límite y exclusión son antagónicos? Ahora bien, en términos de su necesidad, observamos que la categoría de antagonismo, al no definir su especificidad, hace que su presencia se vuelva necesaria en cualquier ámbito. Esto se liga a varias críticas que cuestionan el carácter ontológico de la categoría: por detrás del hecho que todo límite y exclusión sean antagónicos estaría operando un esencialismo desde el 2 Véase Norval, Aletta, “Frontiers in question”, Acta Philosophica 2, 1997, pp. 51-76; y Norval, Aletta, “Trajectories of future research in discourse theory”, en Howarth, David; Norval, Aletta; y Stavrakakis, Y., Discourse theory and political analysis; identities hegemonies and social change, Manchester University Press, 2000, pp. 219-236. 3 Véase Stäheli, Urs, Figuras rivales del límite. Dispersión, transgresión, antagonismo e indiferencia, en Critchley y Marchart, op. cit., pp. 281-298. 4 Véase Mendoça, Daniel de, “Antagonismo como identificaçao política”, Revista Brasileira de Ciência Política, n. 9, Brasilia, setembro-dezembro de 2012, pp. 205-228. 5 Véase Thomassen, Lasse, “In/exclusions: towards a radical democratic approach to exclusion”, en Tønder, Lars y Thomassen, Lasse, Radical democracy; politics between abundance and lack, Manchester University Press, 2005, pp. 103-119. 6 Véase Hansen, Allan Dreyer, “The ontological primacy of the political? Some critical remarks”, paper to be presented at the Inaugural World IDA Conference “Rethinking Political Frontiers and Democracy in a New World Order”, Roskilde 8. 10. September, 2008; y Hansen, Allan Dreyer, “Laclau and Mouffe and the ontology of radical negativity”, Distinktion: Journal of Social Theory, 2014, 15:3, pp. 283-295.

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cual se podría afirmar que toda relación social sería sede de antagonismos inerradicables. Hansen7, junto a Andrew Robinson8 y Judith Butler9 hacen este cuestionamiento. Lo anterior plantea la necesidad de responder a la pregunta ¿siempre hay antagonismos o la presencia de éstos está sujeta a un conjunto de condiciones contingentes? Veremos que la respuesta que daremos a esta pregunta estará relacionada con el problema anterior, ligado a las categorías de límite y exclusión. Por último, en cuanto a su localización, observamos que existe una ambigüedad por parte de Laclau con respecto a la posición o ubicación que los antagonismos poseen. Vincularemos esto con la crítica de Thomassen, quien afirma una ambigüedad de la categoría en cuanto a si su carácter como límite de lo social es interno o externo. Podemos formular lo anterior de la siguiente manera ¿cuál es la ubicación de un antagonismo en términos de un interior y exterior de un determinado campo? Todo lo anterior lo abordaremos en el capítulo 4. El segundo problema específico que formularemos consiste en una falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo. Con este problema damos cuenta de la necesidad de esclarecer los modos a través de los cuales los antagonismos se estructuran entre sí. Este problema se liga a una crítica que invita a preguntarnos por el lugar que ocupa la «lucha de clases» frente a otros antagonismos, y a reflexionar sobre la posibilidad de una primacía de esta lucha desde una argumentación que no implique abandonar una perspectiva posmarxista y, por tanto, que no insista 7 Véase Hansen, “Laclau and Mouffe…”, op. cit. 8 Véase Robinson, Andrew, “The political theory of constitutive lack: a critique”, Theory and Event, Volume 8, Issue 1, 2005. 9 Véase Butler, Laclau y Žižek, op. cit.

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en el esencialismo clasista o economicista. ¿Qué lugar ocupa la lucha de clases en la perspectiva laclausiana? Esta crítica reconoce el valor que posee la categoría de antagonismo en el contexto de una perspectiva posfundacional, sin embargo reprocha en Laclau un abandono o desatención del antagonismo de clase o relativo al sistema económico capitalista desde este nuevo enfoque. A esta posición adhieren Maximiliano Garbarino10, Elías José Palti11, Lucas Alberto Gascón12 y Matías Cristobo13; y veremos que en términos generales, esta mirada suscribe a la crítica realizada por Slavoj Žižek14 al respecto. A partir de esta crítica, Žižek formula un segundo argumento, usando la teoría de la hegemonía a su propio favor, afirmando que, así como el «significante vacío» asume un lugar de representación de la universalidad a través de un contenido particular y contingente, 10 Véase Garbarino, Maximiliano, “Retomar la iniciativa política, recuperar la ética militante. Debates y combates en torno a la obra de Ernesto Laclau”, Sociohistórica, n. 23/24, primer y segundo semestre 2008, pp. 253-270. 11 Véase Palti, Elías José, Verdades y saberes del marxismo; reacciones de una tradición política ante su ‘crisis’, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, p. 87-130. 12 Véase Gascón, Lucas Alberto, Democracia radical, entre la crítica y el nihilismo. Deslizamientos de la propuesta hacia la fijación de la crisis y la fragmentación social, Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México, México, D.F., julio de 2012; Gascón, Lucas Alberto, “Democracia radical, entre la crítica y el nihilismo: un abordaje de la propuesta desde el diálogo entre Ernesto Laclau y Slavoj Žižek”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, año LIX, n. 221, mayo-agosto de 2014, pp. 121-144; y Gascón, Lucas Alberto, “Diálogos y combates entre Žižek y Laclau. Indagación de las disputas que expresan la agudización de las diferencias entre ambos pensadores”, I Congreso Latinoamericano de Teoría Social, Mesa 4: Persistencias contemporáneas del marxismo, 19-21 de agosto de 2015, Buenos Aires. 13 Cristobo, Matías, “Sobre la comprensión de la historia en Marx. Las perspectivas de Ernesto Laclau y Jürgen Habermas en torno al desarrollo de las fuerzas productivas”, Las Torres de Lucca, n. 7, julio-diciembre 2015, pp. 209-233. 14 Véase Butler, Laclau y Žižek, op. cit.

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de la misma manera, existe un antagonismo específico que asumirá la función de representación de todos los antagonismos existentes y este sería el antagonismo de clase. Profundizaremos en esta crítica de Žižek para dar cuenta cómo en Laclau, si bien existen argumentos para no privilegiar la lucha de clases por sobre otros antagonismos, no existe una consideración con respecto a la posibilidad de que un antagonismo específico —ya sea de clase o de otro tipo— actúe como un articulador de otros antagonismos. Este problema será abordado en el capítulo 5. Por último, el tercer problema específico que formularemos se expresa en una falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana. Este problema veremos que se relaciona específicamente con las limitaciones subyacentes a la vinculación de la categoría de antagonismo con la noción de «demanda». En cuanto a la categoría de demanda, autores como Benjamin Arditi15, Julio Aibar16, Ignacio Pehuén Romani17, Matthew Flisfeder18, y —nuevamente— Žižek19 critican el hecho que Laclau utilice esta categoría como unidad mínima de análisis de lo político20; argumen15 Véase Arditi, Benjamin, “¿Populismo es hegemonía es política? La teoría del populismo de Ernesto Laclau”, Constellations, vol. 17, n. 2, 2010, traducción modificada y ampliada, pp. 488-497. 16 Véase Aibar, Julio, “La falta de Laclau: lo imaginario”, Identidades, n. 6, junio 2014, pp. 23-37. 17 Véase Pehuén Romani, Ignacio, “El problema de la demanda como unidad de análisis en La razón populista de Ernesto Laclau”, Ponencia presentada en el I Simpósio “pós­estruturalismo e teoria social: o legado transdisciplinar de Ernesto Laclau”, 16 al 18 de septiembre de 2015, Universidad Federal de Pelotas. 18 Véase Flisfeder, Matthew, “Reading Emancipation Backwards: Laclau, Žižek and the Critique of Ideology in Emancipatory Politics”, International Journal of Žizek Studies, Vol. 2.1, Special Graduate Issue, 2016. 19 Véase Žižek, “Un gesto leninista…”, op. cit. 20 Véase Laclau, La razón populista, op. cit., p. 98.

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tando que en la categoría de demanda existe inherentemente una legitimación del poder desde el pueblo hacia los sectores dominantes, lo cual constituiría un freno para las posibilidades de transformación radical que podrían desprenderse de la categoría de antagonismo. Esta crítica se relaciona con otra, la cual ha cuestionado el vínculo existente entre la categoría de antagonismo y el proyecto de «democracia radical y plural», lo cual ha sido abordado principalmente por Žižek21, aunque también ha sido señalado por autores como Anabela Ghilini22 y Sergio Villalobos-Ruminott23, develando un reformismo, una resignación a la democracia liberal y un abandono de la lucha anticapitalista. Argumentaremos que este reformismo sólo es posible explicarlo de manera coherente y suficiente apelando a una incoherencia entre la categoría de antagonismo y la de demanda, y que no se sigue directamente de una crítica del proyecto de democracia radical y plural. De este modo, nuestra pregunta guía será ¿qué tipo de antagonismos se siguen de la categoría de demanda? Profundizaremos en este problema en el capítulo 6. Enunciados estos tres problemas específicos, pasemos entonces al abordaje en detalle de aquellos en los capítulos siguientes.

21 Véase Butler, Laclau y Žižek, op. cit. 22 Véase Ghilini, Anabela, “Una aproximación a “lo político” y “la política” desde la perspectiva de Ernesto Laclau y Jacques Ranciére”, Opción, Año 31, No. 78, 2015, pp. 138-144. 23 Véase Villalobos-Ruminott, Sergio, “Transferencia y articulación: la política de la retórica como economía del deseo”, Revista Pléyade, 16, juliodiciembre 2015, pp. 69-92.

Capítulo 4

La indefinida especificidad, necesidad y localización del antagonismo

A continuación abordaremos el primer problema que hemos identificado: una falta de precisión con respecto a la especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonismo. Nos referiremos a cada uno de estos aspectos, abordando inicialmente algunas determinaciones de la categoría que nos permitan comprender las críticas que se han esbozado al respecto. De este modo, realizaremos inicialmente un breve recuento de las relaciones existentes entre las nociones de antagonismo y límite a lo largo de la obra de Laclau, introduciendo algunas nociones clave como «negatividad», «exterior constitutivo» y «dislocación». 1. Determinaciones introductorias: antagonismo, dislocación, exterior constitutivo y otras categorías La categoría de antagonismo está presente ya en los albores de la obra de Laclau. En Política e ideología, Laclau ya nos ofrece sus primeras formas de conceptualizar tal noción, vinculándola de manera inmediata con la cuestión del populismo: “el populismo comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a la ideo-

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logía del bloque dominante”1, y agrega, más adelante, que “el antagonismo estará articulado a los discursos de clase más divergentes, pero, en todo caso, siempre estará presente, y esta presencia es la que intuitivamente se percibe como constitutiva del elemento específicamente populista”2. Laclau plantea no sólo que la categoría de antagonismo viene a definir el carácter populista de una cierta articulación política sino además que aquel siempre estará presente. Es ese carácter siempre presente el cual nos mostrará desde ya un problema de especificidad, lo cual nos habla de la necesidad de su presencia. En esta fase del pensamiento de Laclau aún no existe una separación radical con respecto al marxismo clásico, y por otro lado, las categorías de contradicción económica y lucha de clases operan de modo compatible en este contexto. Laclau usa de manera indistinta la noción de antagonismo y contradicción, y el populismo hace referencia a una forma de antagonismo que emerge como resultado de una articulación del pueblo frente al bloque dominante que no es explicable por la categoría de clase o producción económica. En este periodo aún hay espacio para un antagonismo de clase que no es populismo, que es más bien lucha de clases. Las consecuencias entonces son ambivalentes y contradictorias: a) el populismo es una forma particular de articulación de lo político, y b) el antagonismo puede expresarse tanto en el populismo, como elemento inherente de su definición, como en la lucha de clases. De esta manera, la categoría de antagonismo, ya en los albores del pensamiento de Laclau, hace alusión a un tipo de relación política constitutiva de lo político en general. 1 Laclau, Política e ideología… op. cit., p. 202. 2 Ibíd., p. 204.

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Posteriormente, en Hegemonía y estrategia socialista, Laclau, junto a Mouffe, resuelve esta indistinción, analizando las diferencias entre las categorías de antagonismo, contradicción y oposición. El abordaje de la noción no sólo es hecho desde un prisma político, sino propiamente filosófico, en el contexto de una posición posfundacional, en donde lo social, como ya hemos visto, es planteado como un campo constituido por fundamentos contingentes. En coherencia con esto, Laclau plantea que “esta «experiencia» del límite de toda objetividad tiene una forma de presencia discursiva precisa, y que ésta es el antagonismo”3. Ya no se trata de conceptualizar el antagonismo como una lucha popular o de clases, sino más bien, como una experiencia política que da cuenta del límite de la objetividad. ¿Qué entender por objetividad en este contexto? Laclau ha abandonado el marxismo como teoría económica objetiva, y por tanto se acerca a ella desde su potencialidad crítica y política, es por ello que lo que entiende por objetividad ya no dice relación con un marco positivista sino más bien discursivo: “[la] ‘objetividad’ resultante de una decisión se constituye, en su sentido más fundamental, como relación de poder”4; es decir, objetivo es aquello que ha logrado sedimentarse a través de un acto hegemónico. De esta manera, la categoría de antagonismo nos habla del reverso de la hegemonía, o de su límite. Aparece la noción de «límite», el antagonismo es definido como límite del lenguaje5, límite de toda objetividad6, o límite de lo social7. Es aquí en donde comienza un problema, 3 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 164. 4 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 47. 5 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 168. 6 Ibíd., p. 169. 7 Ídem.

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ya que si bien la categoría de antagonismo es distanciada adecuadamente de un esencialismo económico presente en la categoría de contradicción marxista, ahora es indistinta a la categoría de límite, lo cual desdibuja su especificidad y profundiza el carácter necesario de su presencia. Laclau y Mouffe se proponen distinguir entre oposición, contradicción y antagonismo, y para ello recurren al trabajo de Lucio Colletti, en particular a la obra Marxismo y dialéctica (1975). Colletti plantea que, mientras una oposición dice relación con el mundo material, en la cual un objeto A es distinto a uno objeto B, teniendo cada uno de éstos objetos una existencia independiente de la del otro; la contradicción por su parte responde al ámbito lógico, en la cual el término A no puede ser, al mismo tiempo y bajo el mismo respecto, A y no A. Esta condición permite que A y no A se sitúen en el plano lógico en extremos opuestos, pero simultáneamente con esto se presenta una relación entre ambos términos que es ineludible, ya que cada uno representa el extremo negativo del otro8. el antagonismo no puede ser una oposición real. Un choque entre dos vehículos no tiene nada de anta8 Colleti hace referencia a Aristóteles, específicamente a los principios de los razonamientos. Podemos relacionar las categorías mencionadas arriba con dichos principios. La categoría de «objetividad» sería relativa a lo que en Aristóteles es el «Principio de Identidad»: “cuando se dice de algo que es lo mismo que ello mismo” (Aristóteles, Metafísica, Gredos, Madrid, 1994, trad. Tomás Calvo Martínez, p. 228). La categoría de «oposición» aquí señalada guarda relación con el «Principio del Tercio Excluso», el cual afirma que “será intermedio entre los contradictorios, o bien como entre lo negro y lo blanco es lo gris, o bien como entre hombre y caballo lo que no es ni lo uno ni lo otro” (ibíd., p. 198). Por último, la «contradicción» refiere al «Principio de No-Contradicción», el cual Aristóteles señala como “el principio más firme de todos” (ibíd., p. 172), el cual plantea que “es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo a la vez y en el mismo sentido” (ibíd., p. 173).

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gónico: es un hecho material que obedece a leyes físicas positivas […]. [Por otro lado] todos participamos en numerosos sistemas de creencias que son contradictorios entre sí y, sin embargo, ningún antagonismo surge de estas contradicciones. La contradicción no implica pues, necesariamente, una relación antagónica9.

Tanto para el caso de una oposición como de una contradicción, las entidades ya son con antelación a la relación que establecen, mas “en el caso del antagonismo la situación es diferente: la presencia del «Otro» me impide ser totalmente yo mismo. La relación no surge de identidades plenas, sino de la imposibilidad de constitución de las mismas”10. Mientras oposición y contradicción son categorías insertas en la objetividad, antagonismo es la categoría que nos habla de la imposibilidad de la objetividad, de sus límites, o, dicho de otra manera, de la «negatividad»: “Es porque lo social está penetrado por la negatividad —es decir, por el antagonismo— que no logra el estatus de la transparencia (…) A partir de aquí la relación imposible entre objetividad y negatividad ha pasado a ser constitutiva”11. Desde ahora, el carácter constitutivo del antagonismo es declarado sin ambigüedades; su carácter necesario es explícitamente reconocido. Esto permite la introducción de nuevas categorías. Después, en Nuevas reflexiones, la formulación de la categoría de antagonismo como límite de la objetividad —y por tanto del lenguaje y la sociedad— es profundizada, en términos de la negatividad que repre9 Ibíd., pp. 166-7. 10 Ibíd., p. 168. 11 Ibíd., p. 172.

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senta. Laclau se apresura a diferenciar este antagonismo de una negatividad hegeliana12, al plantear que ésta última es una negatividad necesaria; es decir, que lo negativo es un momento del despliegue interno del concepto y que está destinado a ser reabsorbido en una Aufhebung —es decir en una unidad superior (…) Pero si la negatividad de la que hablamos muestra el carácter contingente de toda objetividad, si es realmente constitutiva, en tal caso no puede ser recuperada por ninguna Aufhebung. Es aquello que manifiesta, simplemente, el límite en la constitución de la objetividad y no es, por lo tanto, dialectizable.13

No podemos desarrollar aquí un cuestionamiento a la comprensión o posición que Laclau adopta con respecto al proyecto hegeliano y la forma en que éste concibe la negatividad, en la medida que rechaza categóricamente cualquier aproximación a un Hegel 12 La categoría de «negatividad» en Hegel está profundamente ligada a la de «contradicción» y ésta última es definida como un “convertirse a sí mismo en lo negativo de algo” (Hegel, Ciencia de la lógica, op. cit., p. 483; véase nota al pie n. 38). En cuanto a la categoría de «negatividad», Hegel plantea que “la pura negatividad simple (…) es la escisión de lo simple, o la duplicación que contrapone, la cual, a su vez, es la negación de esta diversidad indiferente y de su contrario” (Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, Fenomenología del espíritu, Abada, Madrid, 2010, trad. de Antonio Gómez Ramos, p. 73.), y especifica que “no habrá que entender por tal aquella primera negación: el límite, limitación o falta, sino esencialmente la negación del ser otro” (Hegel, Ciencia de la lógica, op. cit., p. 260, cursivas del original). Hegel no sólo vincula esta categoría con el proceso lógico de una la «mediación», sino que incluso llega a sostener la identidad entre ambas: “el paso de la inmediatez a la mediación o negatividad” (Hegel, Fenomenología…, op. cit., p. 427); esto constituye el punto en donde Laclau decide emprender una ruta diferente, distanciándose del uso de la categoría de «mediación» y optando por la de «articulación» (véase Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 129-133). 13 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 43.

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desde una matriz butleriana o žižekiana14, considerando además que nunca plantea con claridad si se refiere a Hegel o a un hegelianismo en particular15. Más bien, lo que interesa destacar aquí es el hecho que Laclau continúa definiendo la categoría de antagonismo de tres formas: como límite de la objetividad, como representación política de la negatividad, y como aspecto constitutivo de lo social. En estos dos primeros aspectos vemos un carácter inespecífico, y en el tercero un carácter necesario de la categoría. Estos tres aspectos se sostienen de manera conceptual a través de una nueva categoría, esta es la de «exterior constitutivo»16. Según Laclau, cuando hablamos de antagonismo nos encontramos con un exterior constitutivo (…) que bloquea la identidad del interior (y que es a la vez, sin embargo, la condición de su constitución). En el caso del antagonismo la negación no proviene del ‘interior’ de la propia identidad sino que viene, en su sentido más radical, del exterior17.



En la medida en que el antagonismo es un

14 Véase las discusiones entre Laclau con Butler y Žižek al respecto: “Butler y Žižek se encontraron aliados contra mí en la defensa de Hegel” (Butler, Laclau, y Žižek, op. cit., p. 281). 15 “Al no hacer nunca la diferencia entre Hegel y las versiones soviéticas del hegelianismo Laclau produce la desafortunada confusión de criticar en Hegel lo que se podría criticar de manera legítima en la filosofía soviética. Y llega, en esta línea, a cometer el abuso, ya consagrado por Popper, de citar la filosofía soviética cuando quiere criticar a Hegel. Cuando se examina, en sus textos, cómo critica la filosofía hegeliana lo que encontramos es una argumentación basada completamente en Della Volpe y en Colletti, e incluso en los desafortunados textos popperianos” (Pérez, op. cit., p. 211). 16 Esta categoría ha sido inicialmente formulada por Jacques Derrida como un principio de la deconstrucción. Véase Staten, Henry, Wittgenstein and Derrida, University of Nebraska Press, 1986, p. 24. 17 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 34.

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límite, da cuenta de un exterior, sin embargo tanto el antagonismo como el exterior del que da cuenta son constitutivos de la identidad del sujeto o de una formación social particular. El antagonismo emerge como límite que expresa el carácter negativo del exterior con respecto al interior, representa y vehiculiza el hecho de que siempre existe una amenaza externa, la cual puede ser, tanto un enemigo en particular como la posibilidad misma de desaparición o destrucción de una sociedad: “la negatividad inherente a un ‘exterior constitutivo’ significa que lo social nunca logra constituirse plenamente como orden objetivo”18. Con este exterior constitutivo emergen algunas determinaciones vinculadas a lo que hemos denominado la localización de la categoría de antagonismo, en donde aparecen las categorías de exterior e interior. Otra categoría nueva y relevante que aparece en este periodo, ligada a la de antagonismo, es la de «dislocación». Laclau define la dislocación en estrecha relación con la categoría de exterior constitutivo: “toda identidad es dislocada en la medida en que depende de un exterior que, a la vez que la niega, es su condición de posibilidad”19; se trata, en sus palabras, de “un exterior radical, un exterior que no tiene medida ni fundamento común con el interior de la estructura [que] disloca a esta última”20; exterior que provoca “la disrupción de una estructura por fuerzas que operan fuera de ella”21. La dislocación emerge como la operación o efecto del exterior constitutivo con respecto a la estructura que 18 Ibíd., p. 34-35. 19 Ibíd., p. 55. 20 Ibíd., p. 60. 21 Ibíd., p. 66.

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constituye desde aquel exterior. Laclau afirma que “es la situación de una falta que presupone la referencia estructural”22, o como un “desnivel”, “desajuste” o “fracaso” estructural23; es lo que podríamos denominar como la falta o la falla en la estructura. Las identidades no sólo están dislocadas sino que, en lo político, son a su vez la dislocación misma del sistema, “la forma pura de la dislocación de la estructura, de su inerradicable distancia respecto de sí misma”24. Mientras el exterior constitutivo hace referencia de manera explícita a un exterior, la dislocación nos habla implícitamente de un interior de la estructura que se encuentra dislocado. Entonces emerge una pregunta con respecto a la localización del antagonismo, teniendo en cuenta ambas categorías que operan en un exterior e interior de un determinado campo. La relación entre antagonismo y dislocación no es sencilla, ya que ambas pueden generarse mutuamente en un campo político. Por un lado “se trata de una dislocación muy específica: aquella que resulta de la presencia de fuerzas antagónicas”25, y por otro, “la respuesta a la dislocación de la estructura será la recomposición de la misma por parte de las diversas fuerzas antagónicas”26. No obstante, Laclau despeja dudas sobre el estatus de esta categoría al afirmar que “la dislocación es el nivel ontológico primario de constitución de lo social. Entender la realidad social no consiste, por lo tanto, en entender lo que la sociedad es sino aquello que 22 Ibíd., p. 59. 23 Ibíd., pp. 60, 63. 24 Ibíd., p. 76. 25 Ibíd., p. 56. 26 Ibíd., p. 57.

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le impide ser”27. Esta imposibilidad está ligada al registro lacaniano de lo Real, entendido como aquel lugar al cual el sujeto siempre vuelve, y en donde, en tanto res cogitans, nunca se encuentra con aquel28. Antagonismo, exterior constitutivo y dislocación entonces poseen un carácter necesario. Finalicemos esta revisión con un extracto de Emancipación y diferencia, en donde Laclau plantea lo que más tarde será motivo de críticas en torno al modo en que antagonismo y límite se relacionan en su propuesta: “la realización de lo que está más allá del límite de exclusión implica la imposibilidad de lo que está de este lado del límite. Los límites auténticos son siempre antagónicos”29. Queda claramente expreso entonces que para Laclau el estatuto de un límite está en directa relación al carácter antagónico que posee. Llegados hasta esta etapa de la producción laclausiana, la conceptualización de antagonismo como límite expresa cuatro significados precisos. En primer lugar, el antagonismo es concebido por Laclau como el límite de lo social, el cual traza una separación entre grupos sociales, entre campos discursivos, respecto a una lucha por la hegemonía. Es en ese sentido que podemos hablar del antagonismo como condición del populismo y de lo político como tal, y por tanto, de su carácter constitutivo. En segundo lugar, el antagonismo en tanto límite de lo social, es el límite de la objetividad, por tanto da cuenta de la negatividad de lo social: “si 27 Ibíd., p. 61. 28 Lacan, Jacques, El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964, texto establecido por Jacques-Alain Miller, trad. de Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre, Ediciones Paidós, Buenos Aires – Barcelona – México, p. 57. 29 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., p. 72.

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dos grupos diferentes han optado por decisiones distintas, como no hay fundamento racional último para decidir entre ambas, la relación entre ambos grupos será una relación de antagonismo”30. En tercer lugar, este límite negativo además refiere a un exterior, un exterior constitutivo de la identidad de los sujetos y de lo social que deviene exterior en la medida en que se lo separa mediante un antagonismo que lo niega. En cuarto lugar y último lugar, existe una relación de mutua implicancia entre antagonismo y dislocación, en donde esta última categoría representa la falla o falta de toda estructura, y es desde allí que se abre la posibilidad de construcción de antagonismos y nuevas dislocaciones al interior de las estructuras. Este desarrollo teórico corresponde a una fase de producción que va desde 1977 a 1996, y es desde allí que se inician una serie de discusiones en torno a la relación entre la categoría de antagonismo y las de límite y exclusión. Hecho este breve recorrido, pasaremos ahora a revisar aquellas críticas, considerando además la relación que guardan con las categorías de negatividad, exterior constitutivo y dislocación. A partir de aquellas críticas podremos comprender el problema. 2. ¿Todo límite es antagónico? Aletta Norval, destacada integrante de la Escuela de Essex, fue una de las primeras en plantear correctamente la necesidad de distinguir entre las categorías de límite y antagonismo, evidenciando que en la obra de Laclau, existía una coincidencia entre ambas. 30 Ibíd., p. 48.

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In Hegemony and Socialist Strategy, Laclau and Mouffe argue that there is a coincidence between the presence of frontiers and the construction of an enemy (…) it is clear that any society has to be able to forge an image of its unity in order to institute itself as society. This is precisely the role and function of political frontiers.31

Dicha coincidencia se basa en el privilegio que, sobre todo Laclau, otorga a la dimensión del antagonismo, inclinando la definición de límite hacia los aspectos negativos, sin explorar suficientemente en otras formas no antagónicas de comprender los límites: “a tendency to privilege the moment of negativity, of frontier construction and of the development of antagonism (…) This privileging is (…) present in the political arguments developed by Laclau and Mouffe”32. Esta tendencia no sería una posición que Laclau asumiría conscientemente, más bien, se debería al predominio de la negatividad como dimensión en su obra: “[he] conflate two separate questions concerning political identity in [his] arguments on political frontiers, namely, the individuation of identity and the constitution of antagonistic relations”33. 31 Norval, “Trajectories of future…”, op. cit., p. 221 [Trad. propia: “En Hegemonía y estrategia socialista, Laclau y Mouffe sostienen que hay una coincidencia entre la presencia de fronteras y la construcción de un enemigo (...) es evidente que toda sociedad debe poder forjar una imagen de su unidad para poder constituirse a sí misma como sociedad. Este es precisamente el papel y la función de las fronteras políticas”]. 32 Ibíd., p. 223 [Trad. propia: “una tendencia a privilegiar el momento de la negatividad, de la construcción de fronteras y del desarrollo del antagonismo (...) Este privilegio está (...) presente en los argumentos políticos desarrollados por Laclau y Mouffe”]. 33 Norval, “Frontiers in question”, op. cit., p. 51 [Trad. propia: “[él] mezcla dos cuestiones separadas sobre la identidad política en [sus] argumentos acerca de las fronteras políticas, concretamente, la individuación de la

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La propuesta de Norval, en el contexto específico del estudio de las lógicas de individuación, apunta a distinguir la formación de «fronteras políticas» de la constitución de antagonismos34, introduciendo “la posibilidad de una frontera no antagónica [en tanto] diferenciación del discurso”35, destacando el papel de conceptos laclausianos como «hegemonía», «mito» e «imaginario»36. En palabras nuestras, la crítica de Norval denuncia un problema de especificidad de la categoría de antagonismo con respecto a la noción de límite, y su propuesta permite apreciar diferencias entre ambas. Otra crítica similar es hecha por Urs Stäheli, quien retoma el trabajo de Norval y se pregunta “si el antagonismo es la estructura general de todos los límites o si algunos tipos particulares de límites son antagónicos”37. No obstante, la motivación de Stäheli no dice relación con desplazar la primacía de la negatividad en la teoría laclausiana hacia horizontes afirmativos; más bien su preocupación está en la primacía de lo político: “tenemos que incorporar diferencias ‘indiferentes’ para evitar la sobrepolitización de la teoría política y social”38. Desde allí su diagnóstico es aún identidad y la constitución de relaciones antagónicas”]. 34 “In sum, drawing upon the later writings of Laclau and Mouffe, the core of my argument so far has been that the general logic of individuation can and ought to be distinguished from the formation of political frontiers, and the constitution of antagonistic forms of identity” (Norval, “Trajectories of future…”, op. cit., p. 225) [Trad. propia: “En resumen, basándome en los últimos escritos de Laclau y Mouffe, el núcleo de mi argumento hasta ahora ha sido que la lógica general de la individuación puede y debe distinguirse de la formación de las fronteras políticas y la constitución de formas antagónicas de identidad”]. 35 Stäheli, op. cit., p. 294. 36 Norval, “Trajectories of future…”, op. cit., p. 227. Sobre estos dos últimos conceptos volveremos más adelante en el capítulo 9. 37 Stäheli, op. cit., p. 281. 38 Ibíd., p. 282.

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más radical: “la teoría del discurso tiene una urgente necesidad de presentar discursos que no estén antagónicamente constituidos (…) el intento de Laclau de encontrarle solución al problema ha concluido en un círculo vicioso”39. En esta urgencia recurre a la teoría de sistemas de Luhmann, y distingue entre las categorías de división, negatividad y antagonismo: Podemos distinguir entre división, negatividad y antagonismo (…) los acontecimientos discursivos (sólo con operar) producen división y las vinculaciones se vuelven posibles porque se refieren a ellos mismos. Constituyen una cadena equivalencial que pone un límite a la negatividad del exterior. Lo importante es no confundir la construcción de aquello que está más allá de los límites con un antagonismo.40

Stäheli no combate la relevancia de la categoría de antagonismo, más bien apunta a desplazar su primacía develando, en la teoría laclausiana, su incuestionado carácter a priori: “en vez de presuponer que hay un antagonismo pre ‘existente’ que es preciso analizar, es necesario mostrar las estrategias particulares que construyen el antagonismo específico”41. No compartimos el esfuerzo de despolitización de Stahëli, sin embargo coincidimos con su crítica en la medida que contribuye a denunciar el carácter inespecífico del antagonismo y a la vez a problematizar su estatuto necesario. De manera similar, Daniel de Mendoça critica la identidad entre límite y antagonismo, planteando que 39 Ibíd., p. 293. 40 Ibíd., p. 293. 41 Ibíd., p. 297.

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esta última, “guarda uma estranha ambiguidade não resolvida pelo autor”42. Esta ambigüedad y homología nos dejaría encajonados entre dos opciones: Limites, para o autor, são necessariamente limites antagônicos, ou seja, um discurso, uma identidade política se constitui na medida em que esta identifica o seu inimigo. A centralidade da noção de antagonismo vem justamente daí: do fato de ser apresentada como a única forma admitida por Laclau para a construção de lógicas políticas (…) ficamos entre duas alternativas: 1º) ou podemos, de fato, encontrar limites antagônicos em todas as relações políticas existentes e, neste caso, concordando com Laclau e Mouffe (1985), teremos de admitir que o antagonismo faz parte da ontologia do político ou; 2º) o uso da categoria antagonismo em particular e a aplicação da teoria do discurso em geral para a compreensão dos fenômenos políticos estão limitados aos processos políticos e sociais em que relações antagônicas são detectadas.43

Mendoça argumenta que los problemas de dicha sinonimia se expresan en la imposibilidad de 42 Ibíd., p. 219 [Trad. propia: “guarda una extraña ambigüedad no resuelta por el autor”] 43 Mendoça, op. cit., pp. 216-217 [Trad. propia: “Los límites, para el autor, son necesariamente límites antagónicos, es decir, un discurso, una identidad política se constituye en la medida en que identifica a su enemigo. La centralidad de la noción de antagonismo se trata de eso: Desde que se presenta como la única forma admitida por Laclau para la construcción de lógicas políticas (...) estamos entre dos alternativas: 1) o podemos, de hecho, encontrar límites antagónicos en todas las relaciones políticas existentes y, en este caso, de acuerdo con Laclau y Mouffe (1985), tenemos que admitir que el antagonismo es parte de la ontología política o, 2) el uso de la categoría de antagonismo en particular y la aplicación de la teoría del discurso en general, para la comprensión de los fenómenos políticos, están limitados a los procesos políticos y sociales en las que las relaciones antagónicas son detectadas”].

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permitirnos comprender y explicar la construcción de sentidos al interior de un sistema discursivo. Si el antagonismo, en tanto límite, es constitutivo de la identidad de la estructura, entonces éste debería ser el responsable de la construcción de sus sentidos, no obstante: Laclau e Mouffe estariam incorrendo num erro lógico, ou seja, estariam afirmando que é possível a produção de sentidos num sistema discursivo por aquilo que está fora de seus limites, quando, na verdade, os sentidos de um sistema (…) são produzidos internamente e nunca por algo estranho a ele, ainda mais se levarmos em consideração o exterior antagônico44.

De esta manera, Mendoça plantea que Laclau “não faz uma discussão sistêmica acerca do que ocorre no interior de um discurso que tem marcada a sua existência pela presença do antagonismo”45, y para avanzar en aquello propone tener en consideración por un lado las críticas y propuestas realizadas por Norval y Stäheli, y por otro, dar mayor importancia a la categoría de dislocación, lo cual aportaría a una regionalización del antagonismo y el estudio de las subjetividades políticas desde aspectos no sólo negativos, sino también positivos46. 44 Ibíd., p. 219 [Trad. propia: “Laclau y Mouffe estarían incurriendo en un error lógico, es decir, estarían afirmando que es posible la producción de sentidos en un sistema discursivo por aquello que está fuera de sus límites cuando, en realidad, los sentidos de un sistema (…) son producidos internamente y nunca por algo extraño a él, sobre todo si tenemos en cuenta el exterior antagónico”]. 45 Ibíd., p. 219 [Trad. propia: “no tiene un argumento sistémico sobre lo que ocurre dentro de un discurso que tiene marcada su existencia por la presencia de antagonismo”]. 46 Ibíd., pp. 225-226.

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La crítica de Mendoça se articula de manera coherente con las tres dimensiones del problema que hemos formulado. Insiste principalmente en el problema de especificidad del antagonismo en tanto límite, y además, liga dicho problema con el carácter necesario de la categoría. Por último, al cuestionar el papel de un exterior en el modo en que son producidos los sentidos al interior de un discurso, nos advierte del problema relativo a la localización del antagonismo. Las críticas de Norval, Stahëli y Mendoça nos permiten afirmar que existe un problema de especificidad de la categoría de antagonismo al no distinguirse con la noción de límite; y así también sugieren algunos elementos relativos a los problemas de necesidad y localización a los cuales ya nos referiremos. Antes de abordar estos dos últimos veamos cómo este problema de especificidad también puede extenderse a la relación existente entre la categoría de antagonismo y exclusión. 3. ¿Toda exclusión es antagónica? Si bien la categoría de exclusión no es parte de la batería conceptual de Laclau, tanto Stäheli, Mendoça y otros autores, la invocan con el propósito de hacer ver que la sinonimia entre límite y antagonismo implica afirmar a su vez que toda exclusión, por ende, es antagónica. Estos autores rechazan tal afirmación, posición a la cual nos sumamos. Desde ésta se desprende entonces que son antagónicas solo aquellas exclusiones resultantes de un antagonismo, por tanto la categoría de antagonismo no puede explicar de manera suficiente la emergencia de exclusiones. Stäheli recurre a la categoría de «dislocación»

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para dar cuenta de cómo ésta participa en la construcción de antagonismos y por tanto de exclusiones antagónicas; en este sentido el discurso “se vuelve antagónico sólo si las dislocaciones se articulan de manera antagónica (…) sólo se vuelve antagónico cuando construye aquello que excluye como una amenaza contra sí mismo”47. Afirmando la posibilidad de una relación de indiferencia entre los discursos, Stäheli propone que las exclusiones de un sistema, en su carácter primario, no son antagónicas; dicho carácter se reserva para momentos de articulación equivalencial entre sus elementos. ¿La exclusión primaria, que es constitutiva del discurso, implica necesariamente una relación antagónica? (…) la autorreferencia básica del discurso se caracteriza por la indiferencia hacia los momentos no marcados, no equivalentes. Si tomamos en serio esta hipótesis, tendremos que relativizar el estatus del antagonismo. El antagonismo pasaría a ser, entonces, la articulación particular de aquello que el discurso tiene que excluir.48

El afán de despolitización que mueve a Stäheli se expresa nuevamente, ahora en una relación que sería indiferente: no podemos aceptar dicho argumento basado en un vago reproche de sobrepolitización acerca del cual ya hemos hablado. Sin embargo, no necesitamos suscribir a lo anterior para estar de acuerdo con Stahëli con respecto a la necesidad de cuestionar el estatus del antagonismo, con el fin de examinar la posibilidad de exclusiones no antagónicas. Mendoça plantea un argumento diferente, pero 47 Stäheli, op. cit., p. 294. 48 Ibíd., p. 296.

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en la misma línea, sosteniendo que es posible que ante la presencia de antagonismos no exista exclusión radical: “Por que o antagonismo não pode equivaler à exclusão radical? Primeiramente, porque nem todos os sentidos articulados por ambas as formações discursivas antagônicas precisariam ser necessariamente antagônicos; (...) apesar de antagônicos, os discursos podem compartilhar alguns sentidos”49. Coincidimos con esta crítica, según la cual, en una relación antagónica no todo elemento perteneciente a una formación discursiva es mutuamente excluyente de la otra, por tanto antagonismo no es sinónimo de exclusión plena o radical. En una relación antagónica podemos encontrar exclusiones antagónicas y no antagónicas. Lasse Thomassen converge al respecto, afirmando al igual que Stäheli y Mendoça, que no toda exclusión es antagónica: “it would certainly be a mistake to reduce exclusion, let alone politics, to antagonism. Antagonism is only one among other possible discursive representations of the identity and limits of a community”50. Del mismo modo, Allan Dreyer Hansen plantea la posibilidad de exclusiones antagónicas y no antagónicas: “The question then arises whether antagonisms are equivalent with exclusions, and my claim is that it is not. For an exclusion to turn antagonistic, somebody has to identify with the suppressed possibility, 49 Mendoça, op. cit., p. 224 [Trad. propia: “¿Por qué el antagonismo no se puede equiparar a la exclusión radical? En primer lugar, porque no todos los sentidos articulados por ambas formaciones discursivas antagónicas tienen que ser necesariamente antagónicos; (…) a pesar de ser antagónicos, los discursos pueden compartir algunos sentidos” ]. 50 Thomassen, op. cit., p. 109 [Trad. propia: “ciertamente sería un error reducir la exclusión, y mucho menos la política, al antagonismo. El antagonismo es solo una entre otras posibles representaciones discursivas de la identidad y los límites de una comunidad”].

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which does not follow from exclusions as such”51. Para Hansen entonces el papel de los procesos de identificación resulta central, en la medida en que éstos son los que permiten una configuración antagónica de las exclusiones. Así también, haciendo uso de la categoría de dislocación, distingue entre antagonismo y negatividad, afirmando que just as was the case in dislocation, the conclusion is that antagonistic exclusion must be seen as a particular way of articulating a prior experience of the negative. In terms of the ontological difference, antagonism is an ontic content ‘giving shape to’ ontological negativity.52

Esta es la primera forma en la que se expresa la falta de especificidad de la categoría de antagonismo laclausiano, al no posibilitarnos ir más allá de un reduccionismo antagónico de los límites y las exclusiones. 4. ¿Es posible erradicar el antagonismo? El problema de la falta de especificidad con que la categoría de antagonismo se posa sobre las nociones de límite y exclusión está relacionado con otro mucho más profundo. Este problema también ha sido aborda51 Hansen, “The ontological primacy…”, op. cit., pp. 4-5 [Trad. propia: “Entonces surge la pregunta de si los antagonismos son equivalentes a las exclusiones y mi afirmación es que no lo son. Para que una exclusión se vuelva antagónica, alguien tiene que identificarse con la posibilidad suprimida, la que no deriva de exclusiones como tal”]. 52 Hansen, Allan Dreyer, “Laclau and Mouffe…”, op. cit., p. 291 [Trad. propia: “Al igual que en el caso de la dislocación, la conclusión es que la exclusión antagónica debe ser vista como una forma particular de articular una experiencia previa de lo negativo. En términos de la diferencia ontológica, el antagonismo es un contenido óntico que ‘da forma’ a la negatividad ontológica”].

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do por Hansen y otros autores, y este tiene que ver con las razones subyacentes a la centralidad que posee la categoría de antagonismo en la obra laclausiana. Ya hemos dado cuenta de cómo la obra laclausiana se inserta en el pensamiento posfundacional, en donde encontramos dos premisas fundamentales: por un lado, la primacía de lo político, por otro, la de fundamentos precarios, contingentes o negativos. Esta segunda premisa se articula con la inserción de Laclau en la izquierda lacaniana, que otorga un lugar constitutivo a las nociones de falta y castración, que en Lacan se ligan al registro de lo Real y que en Laclau se expresan, como ya hemos visto, en la categoría de antagonismo. En Hegemonía y estrategia socialista ya podemos ver a Laclau tomando postura al respecto: “Debemos pues considerar a la apertura de lo social como constitutiva, como «esencia negativa» de lo existente”53; y luego en Nuevas reflexiones afirma que “lo político adquiere así el estatus de una ontología de lo social”54, identificando a la dislocación como un “nivel ontológico primario de constitución de lo social”55. La crítica de Hansen a la categoría de antagonismo se basa en su rechazo a una conceptualización de lo político en tanto nivel ontológico primario o general. Esto implicaría asumir el carácter no necesario de los antagonismos: “The emergence of antagonisms is a very present possibility but, as I have shown, only a possibility, not a necessity. The political is a privileged epistemological site for showing effects of radical negativity, 53 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 132. 54 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 110. 55 Ibíd., p. 61.

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but it cannot be granted a general ontological status”56. Esta ontologización de la política sería, según Hansen, un ejercicio ilegítimo57 que le otorgaría un supuesto estatus privilegiado, por ello, deberíamos repensar la política como una dimensión específica, junto a otras lógicas sociales58. Andrew Robinson también apunta a problematizar la ontología, criticando la forma negativa que toma en este caso. No se limita a examinar solamente la obra de Laclau o Mouffe, sino que aborda “the increasingly influential paradigm which reduces political relations to a constitutive lack or antagonism”59. Sostiene que esta ontología negativa es una maniobra ilegítima, que no logra ser antiesencialista ni ofrecer un gesto de apertura política60. En su crítica específica al antagonismo, plantea que concebirlo como límite de la objetividad no es más que una afirmación engañosa61, y nos remite y se suscribe a la discusión entre Laclau y Judith Butler en Contingencia, hegemonía y universalidad. Es Judith Butler quien desarrolla de manera 56 Hansen, “Laclau and Mouffe…”, op. cit., p. 293 [Trad. propia: “La emergencia de antagonismos es una posibilidad muy presente, pero, como he mostrado, solo una posibilidad, no una necesidad. Lo político es un sitio epistemológico privilegiado para mostrar los efectos de la negatividad radical, pero no se le puede conceder un estatus ontológico general”]. 57 Hansen, Allan Dreyer, “Laclauian discourse theory and the problems of institutions”, paper to be presented at WISC, 2nd Global International Studies Conference, Ljubljana, 23-26 July 2008, p. 14. 58 Hansen, “Laclauian discourse…”, op. cit., p. 7. 59 Robinson, Andrew, “The political theory of constitutive lack: a critique”, Theory and Event, Volume 8, Issue 1, 2005, p. 1 [Trad. propia: “el paradigma cada vez más influyente que reduce las relaciones políticas a una falta constitutiva o a un antagonismo”]. 60 Robinson, op. cit. p., 9. Esto es coherente con la postura de Thomassen, quien plantea que el antagonismo debe ser considerado como una estrategia de cierre ideológico (Thomassen, Lasse, “Antagonism, hegemony and ideology after heterogeneity”, Journal of political ideologies, october, 2005, 10 (3), p. 289). 61 Robinson, op. cit.

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más extensa su crítica a esta ontología, sin embargo no lo hace utilizando dicha categoría, sino más bien problematizando el uso de la categoría de lo «Real» lacaniano en un enfoque posfundacional de lo político. La pregunta inicial de Butler, con respecto a la castración del sujeto en psicoanálisis y sus implicancias políticas, guía sus reflexiones durante todo el texto. La pregunta es: “¿puede el recurso ahistórico de la barra lacaniana reconciliarse con la cuestión estratégica que plantea la hegemonía o se presenta como una limitación casi trascendental a toda posible constitución del sujeto y, por ende, indiferente a la política?”62. Los intercambios con Laclau y Žižek la llevarán a plantear lo siguiente: rechazaría cualquier tipo de visión crítica que sostenga que la falta considerada por cierto tipo de psicoanálisis como “fundamental” para el sujeto es, en realidad, vuelta fundamental y constitutiva como un modo de oscurecer sus orígenes históricamente contingentes (…) no comparto la convicción de que esas forclusiones sean previas a lo social63

Butler, quien busca mostrar el carácter contingente y performativo de la diferencia sexual, agrega “¿por qué entonces nos vemos compelidos a dar un nombre técnico a ese límite, ‘lo Real’, (…) El uso de la nomenclatura técnica genera más problemas de los que resuelve”64, y zanja su posición al afirmar: “no veo ningún valor en la ‘positivización de la negación’. Mi concepción del lugar de lo indecible e irrepresentable 62 Butler, Judith, “Preguntas”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 13. 63 Butler, Judith, “Universalidades en competencia”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 145. 64 Ibíd., p. 158.

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en el campo social refuta eso”65. Butler entonces, desde su rechazo a lo Real, se alinea con Hansen y Robinson quienes ven en en el antagonismo laclausiano el peligro de un nuevo esencialismo. Nuestra posición frente a estas críticas es un poco más compleja. En general coincidimos plenamente con Hansen cuando él afirma que la emergencia de antagonismos es sólo algo posible, de esta manera la presencia de antagonismos no es algo asegurado de antemano sino más bien algo relativo a la articulación de ciertos procesos. Sin embargo el problema no termina allí, ya que por otro lado Laclau ha sido, hasta antes de esta discusión, bastante ambiguo al respecto. Para el periodo aludido que va de 1977 a 1996, Laclau define de manera ambigua el carácter inerradicable de la categoría. Por otro lado, debemos señalar que tanto Hansen, Robinson y Butler no están considerando las reformulaciones posteriores de Laclau al respecto, y así también existe una confusión por parte de quienes critican con respecto al papel que juegan las dimensiones óntica y ontológica. Para aclarar esta discusión deberemos considerar las críticas que Laclau y Žižek realizaron a Butler al respecto, a través de las cuales se resuelve lo relativo al problema de especificidad. Será a través del abordaje de aquel primer problema que podremos resolver este segundo de modo paralelo. 5. ¿Dónde situar los antagonismos? El problema de la falta de definición con respecto a la localización de la categoría de antagonis65 Butler, Judith, “Conclusiones dinámicas”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 271.

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mo no ha sido abordado por una variedad de críticas como las que acabamos de mostrar para los problemas anteriores. Tan sólo Thomassen y Žižek han señalado algunos comentarios al respecto. Es por ello que mostraremos brevemente como el problema es posible evidenciarlo en Laclau para el periodo ya mencionado y finalmente daremos cuenta de cómo estos autores se pronuncian al respecto. En Laclau, la cuestión relativa a si los antagonismos son externos o internos es una cuestión que no se resuelve claramente en su producción que va desde 1977 a 1996. En Política e ideología Laclau habla tanto de “contradicciones internas”66 como de procesos de resistencia que se ejercen contra un “poder externo”67. En Hegemonía y estrategia socialista, también vemos esta ambigüedad cuando Laclau habla de fronteras o divisiones internas68 y al mismo tiempo plantea que “los antagonismos no son interiores sino exteriores a la sociedad”69. Sin embargo pareciera ser que Laclau opta por la localización externa al otorgar ya en esta etapa una importancia a la categoría de exterior constitutivo vinculado a la categoría de antagonismo: “lo que permite a las resistencias asumir el carácter de luchas colectivas es la existencia de un exterior discursivo”70. Ahora bien, también Laclau aquí se manifiesta en contra de una delimitación clara y excluyente entre un interior y exterior: “la tensión irresoluble interioridad/exterioridad es la condición de toda práctica social: (…). Es en el terreno de esta imposibilidad tanto de la interio66 Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 100. 67 Ibíd., p. 230. 68 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 233, 245, 309. 69 Ibíd., p. 216. 70 Ibíd., p. 262.

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ridad como de una exterioridad totales, que lo social se constituye”71. Sin embargo, esta crítica del binomio interior/exterior no nos ofrece conclusiones claras con respecto a la localización de la categoría de antagonismo en tal terreno de imposibilidad. Posteriormente en Nuevas reflexiones, Laclau insiste en la localización externa al plantear que “lo político no es un momento interno de lo social sino, por el contrario, aquello que muestra la imposibilidad de constituir a lo social como orden objetivo72; no obstante, reserva para una localización implícitamente interna la categoría de dislocación en la medida en que ésta se produce dentro de una estructura. Con respecto a esto último, Žižek realiza una interesante crítica a la categoría de posiciones de sujeto, la cual permite mostrar que la localización del antagonismo también puede ser interna, considerada como un antagonismo situado en la subjetividad misma. no es el enemigo externo el que me impide alcanzar la identidad conmigo mismo, sino que cada identidad, librada a sí misma, está ya bloqueada, marcada por una imposibilidad, y el enemigo externo es simplemente la pequeña pieza, el resto de realidad sobre el que proyectamos o externalizamos esta intrínseca inmanente imposibilidad (...).73

Žižek señala que el carácter externo del antagonismo es una positivización o proyección de un antagonismo interno, el cual luego es definido como “puro antagonismo como autoobstáculo, autobloqueo, (…) un 71 Ibíd., p. 189. 72 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 172. 73 Ibíd., pp. 259-260.

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límite interno que impide al campo simbólico realizar su identidad plena (…) el sujeto en el sentido lacaniano es el nombre de este límite interno, de esta imposibilidad interna del Otro”74. De esta forma, Žižek cuestiona la mera localización externa del antagonismo y abre la posibilidad para una dimensión interna que es a su vez paralela e incluso explicación de la externa. De una forma diferente, pero en relación con lo mismo, Lasse Thomassen, se suma a la polémica al sostener que el antagonismo “is marked by a fundamental ambiguity: on the one hand, it refers to a discoursive construction; on the other hand, it refers to the limit of discoursive objectivity”75. Thomassen plantea lo paradójico que resulta considerar la categoría de antagonismo como un límite ya que si bien señala una exterioridad, ese límite es siempre un límite representado desde el interior de un discurso. Sumándonos a ambas críticas, sostenemos que existe un problema en la categoría de antagonismo ligado a la ambigua localización con la que es definida. 6. Conclusiones y aperturas En este capítulo hemos revisado en qué consiste el problema de la indefinida especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonismo en el pensamiento de Laclau. Este problema se relaciona con: a) una falta de especificidad que se desprende de 74 Ibíd., pp. 261-262. 75 Thomassen, Lasse, “In/exclusions: towards a radical democratic approach to exclusion”, en Tønder, Lars y Thomassen, Lasse, Radical democracy; politics between abundance and lack, Manchester University Press, 2005, p. 107 [Trad. propia: “[el antagonismo] está marcado por una ambigüedad fundamental: por una parte, refiere a una construcción discursiva; por otra parte, refiere al límite de la objetividad discursiva”].

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las relaciones entre la categoría de antagonismo y las de límite y exclusión; b) un carácter necesario de la categoría asociado a una ontología posfundacional y negativa; y c) una falta de definición con respecto a la localización de la categoría en términos de su interioridad/ exterioridad. Estos problemas obedecen al periodo que va desde 1977 a 1996, sin embargo no hemos detallado aún como se expresan en el periodo posterior y en específico en La razón populista. Teniendo en cuenta esto, mencionaremos brevemente a continuación las vías que se abrirán en el tercer apartado, avanzando hacia respuestas y propuestas posibles. Con respecto a la especificidad podemos decir dos cosas. En primer lugar, con respecto a la relación entre antagonismo y límite, si bien esta ambigüedad, imprecisión, o generalidad presente en un primer momento de la obra de Laclau es efectiva, aquella desaparece posteriormente al definir antagonismo como un tipo de límite particular. Revisaremos posteriormente los modos en que un límite específico se transforma en un antagonismo, lo cual nos llevará a distinguir entre las nociones de diferencia y antagonismo. En segundo lugar, con respecto a la relación entre antagonismo y exclusión podemos decir algo similar. El problema está presente en el periodo mencionado, pero posteriormente veremos que se resuelve al ser inserta la categoría de «heterogeneidad». Es posible observar en la obra posterior de Laclau en qué consiste dicha categoría y los modos en que será posible vincularla a la de antagonismo. Con respecto a la necesidad, si bien coincidimos principalmente con la crítica de Hansen la cual plantea que debemos considerar la categoría de antagonismo como una posibilidad particular de articulación

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de lo social, es necesario plantear que existe una incomprensión o confusión por parte de los autores mencionados con respecto al papel que juegan las dimensiones ontológica y óntica en este problema. Esta dificultad les lleva a suponer que para Laclau todo antagonismo sería inerradicable, y por tanto, a concluir que los conflictos sociales serían fenómenos pre-existentes o a priori en lo social. Para aclarar el panorama, profundizaremos en la crítica que Laclau y Žižek realizan de la postura butleriana y de manera más detallada en el estatuto ontológico/óntico del antagonismo. Este ejercicio será realizado paralelamente al dar respuesta al problema de especificidad; veremos que aquel primer problema está relacionado intrínsecamente con el segundo. Por último, con respecto a la localización, en el tercer apartado daremos cuenta de algunas propuestas de resolución planteadas por Žižek al respecto; quien de manera correcta señala que hay una ambigüedad constitutiva, una paradoja irresuelta, asumida por Laclau con respecto al estatus interno y externo de la categoría de antagonismo: si bien es “el límite entre lo social y su exterioridad (…) puede representarse sólo de una manera distorsionada, a través de diferencias particulares internas al sistema”76. Recurriremos a la categoría lacaniana de «extimidad» para comprender esta paradoja de un interior-exterior antagónico. En el siguiente capítulo pasaremos a desarrollar nuestro segundo problema, relativo a la falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo. 76 Žižek, Slavoj, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 97.

Capítulo 5

La inexplorada articulación de antagonismos y el problema de la lucha de clases

El segundo problema que abordaremos a continuación podemos enunciarlo del siguiente modo: una falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo. Tomamos la categoría de articulación desde el sentido que el mismo Laclau le otorga, entendida ésta como “toda práctica que establece una relación tal entre elementos, que la identidad de éstos resulta modificada como resultado de esta práctica”1. Consideramos que la categoría de antagonismo no ha sido suficientemente teorizada en términos de los juegos de articulación posibles, lo cual otorgaría mayor claridad en cuanto a los procesos de estructuración y transformación de antagonismos. Nos aproximaremos a este problema específico al situarlo en el contexto de la crítica a la relación entre la categoría de antagonismo y la de «lucha de clases». El modo en que Laclau arriba a la categoría de antagonismo, según algunos autores, dejaría de lado la importancia que la lucha de clases posee tanto en términos de su papel histórico y global como por el lugar que posee con respecto a otras luchas políticas. Este desplazamiento será expuesto por varios autores quienes no harán más que suscribirse a la posición de Žižek al respecto. Es 1 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 142-143.

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por ello que ahondaremos particularmente en la crítica de Žižek a Laclau, relativa a un supuesto repudio a una análisis de la economía capitalista. Esta crítica nos permitirá visualizar un problema no considerado ni por Žižek ni por Laclau, que nos llevará a interrogarnos por las formas de articulación de los antagonismos. Para dar cuenta de este problema, inicialmente caracterizaremos la relación entre las categorías de antagonismo y lucha de clases en la obra laclausiana; luego pasaremos a dar cuenta de la crítica a Laclau en la que Žižek domina la escena; posteriormente desprenderemos de dicha crítica nuestro problema relativo a la articulación de antagonismos; y finalmente haremos una breve recapitulación al respecto. 1. Determinaciones introductorias: antagonismo y lucha de clases Como ya hemos profundizado, la categoría de antagonismo en Laclau nace a partir de una crítica y abandono de las premisas marxistas ortodoxas con respecto al papel de la economía en lo político. De esta manera, la categoría de antagonismo ya supone en sí misma un distanciamiento teórico y político con la categoría marxista de clase. Revisemos brevemente el recorrido realizado por Laclau al respecto. En un inicio, la categoría de antagonismo convive de manera ambigua y no resuelta aún con la de contradicción económica, siendo ambas, en algunos casos, sinónimos la una de la otra. En esta obra Laclau afirma que “no toda contradicción es, en consecuencia, una contradicción de clase, pero toda contradicción está sobredeterminada por la lucha de clases (…) el se-

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gundo tipo de antagonismo no puede ser considerado, hablando estrictamente, una lucha de clases”2. Podemos ver como las categorías de contradicción, clase y antagonismo conviven no sin problemas, sin embargo la sobredeterminación ideológica política será aquella dimensión que otorgará al antagonismo su exclusividad y centralidad. Luego, en Hegemonía y estrategia socialista, Laclau ya ha abandonado el uso de la categoría de contradicción al realizar una deconstrucción histórica de la teoría marxista. Laclau plantea sin ambigüedades que “solamente renunciando a toda prerrogativa epistemológica fundada en la presunta posición ontológicamente privilegiada de una «clase universal», que el grado de validez actual de las categorías marxistas puede ser seriamente discutido”3, llegando a afirmar incluso que “la búsqueda de la «verdadera» clase obrera es un falso problema, y como tal carece de toda relevancia teórica o política”4. Si bien Laclau critica la categoría de clase, no descarta su utilización, más bien denuncia su pretensión de privilegio y verdad sin negar el hecho que pueda definir una «posición de sujeto» más en un proceso hegemónico: “una variedad de otros puntos de ruptura y antagonismos democráticos pueden ser articulados a una ‘voluntad colectiva’ socialista en un mismo pie de igualdad con las demandas obreras”5. Posteriormente, en Nuevas reflexiones la operación deconstructiva avanza, y habita una tensión compleja ubicada entre una adopción de la categoría de cla2 Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 120. 3 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 28. 4 Ibíd., p. 123. 5 Ibíd., p. 126.

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se como una posición de sujeto y un rechazo abierto de la categoría en términos de incompatibilidad teórica: el rechazo de la categoría de clase (…) no significa el rechazo tout court de aquella sino su historización (…) Y no es que estos objetos —las clases— deban ser pensados de modo diferente, sino que la propia categoría de clase pierde valor analítico en el nuevo terreno teórico.6

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una ambigüedad entre una historización de la categoría y una inadecuación teórica de la misma. Esta tensión entre deconstrucción y rechazo de la categoría de clase es aparentemente resuelta en Contingencia, hegemonía y universalidad en donde emerge su posición más tajante al respecto. Laclau, radicalizando su planteamiento anterior, afirma que transformar a la clase en un eslabón más de una cadena enumerativa [es] algo radicalmente incompatible con la teoría marxista de las clases. La noción marxista de clase no puede ser incorporada (…) porque se la supone el núcleo articulador en torno al cual toda identidad es constituida.10

Según Laclau, esta tensión está presente ya en el propio Marx, en quien es posible interpretar la categoría lucha de clases como contradicción económica o como antagonismo; Laclau se inclina por definir la categoría de antagonismo como una negación entre objetividades o identidades: “antagonismo no es inherente a las relaciones de producción, sino más bien ocurre entre la relaciones de producción y la identidad del agente que está fuera de aquellas”7. De esta manera, antagonismo es el nombre que recibe una imposibilidad de constitución de las identidades y de lo social: “la fuerza que me antagoniza niega mi identidad en el sentido más estricto del término (…) significa que lo social nunca logra constituirse plenamente como orden objetivo”8. Si bien, según Laclau, la lucha de clases es aquella dimensión marxista que provee la posibilidad de pensar la categoría de antagonismo; a su vez plantea que “el mismo concepto de lucha de clases resulta una categoría particularmente inadecuada para describir los antagonismos sociales del mundo en que vivimos”9. Existe entonces

A esta incompatibilidad teórica se sumaría una deficiencia explicativa y una débil relevancia en el mundo contemporáneo: “la noción de lucha de clases resulta por completo insuficiente para explicar la identidad de los agentes involucrados en las luchas anticapitalistas (…) es simplemente una política de identidad, y una que está siendo cada día menos importante”11. Es debido a esto último que Laclau reemplaza la categoría lucha de clases por «lucha obrera», apelando a las subjetividades interpeladas en dicha dimensión, no deducibles de una posición económica. En resumen, podemos observar que en la obra de Laclau la primacía de la lucha de clases va adquiriendo desde Política e ideología hasta Contingencia, hegemonía y universalidad, un rechazo cada vez mayor. En prin-

6 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 175. 7 Ibíd., p. 32. 8 Ibíd., pp. 34-35. 9 Ibíd., p. 176.

10 Laclau, Ernesto, “Construir la universalidad”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 296. 11 Laclau, Ernesto, “Estructura, historia y lo político”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 204-5.

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cipio encontramos un cuestionamiento a la primacía de la lucha de clases, luego una tensión entre el rechazo y la deconstrucción de la categoría clase propiamente tal, y finalmente un rechazo abierto a esta última. Para finalizar esta exploración debemos agregar algo fundamental a tener en cuenta en la siguiente crítica a la categoría de antagonismo. Laclau no sólo descarta la lucha de clases como antagonismo en términos teóricos y políticos, traduciéndola a una lucha obrera, sino que además niega la posibilidad de que una lucha pueda ocupar un lugar privilegiado con respecto a otra: “no existe una localización especial dentro de un sistema que goce de un privilegio a priori en una lucha antisistémica. No creo que las luchas multiculturales per se constituyan un sujeto revolucionario, no más que la clase trabajadora”12. Esta afirmación dará lugar a una polémica con Žižek de la cual nos haremos cargo de ahora en adelante. 2. ¿Posee la lucha de clases una primacía antagónica? Si bien son profusas las críticas a la posición de Laclau con respecto al rechazo tanto de la primacía de la lucha de clases como a la categoría en sí misma, son pocas las críticas que se basan en una comprensión rigurosa del andamiaje conceptual y de los paradigmas articulados en la teoría laclausiana. Aquí recogemos algunas de estas críticas que logran dicha precisión. Veremos que la mayoría de éstas retoman la discusión entre Laclau y Žižek al respecto, por lo que se hará imposible no recurrir a su postura en torno a esta cuestión. Maximiliano Garbarino apoya la postura de 12 Ibíd., p. 205.

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Žižek al afirmar que “mientras para Laclau toda lucha surge como un disloque de un punto de esta estructura contingente, para Žižek no todas las luchas son en principio equivalentes. En la serie de las luchas (feministas, ecologistas, indigenistas, de clases, etc.) hay una que determina toda la serie: la lucha de clases”13. Lo mismo hace Elías Palti, acusando a Laclau incluso de una “naturalización del capitalismo”, ya que “la proliferación y la dispersión de los antagonismos que propone Laclau tendría lugar siempre dentro de los límites del capitalismo”14. Esta naturalización sería el efecto de una deconstrucción de la categoría de clase. De igual manera, Lucas Gascón, siguiendo a Žižek, sostiene que la teoría de la hegemonía de Laclau estaría reprimiendo u ocluyendo la lucha de clases15, de lo cual se puede deducir que “dicha teoría es una nueva reconfiguración pluralista liberal”16. Concluye afirmando que el cuestionamiento a economicismo y al determinismo del marxismo ortodoxo “no debería llevarnos a olvidar un actor que sigue siendo, a pesar de sus grandes mutaciones, central en las luchas actuales”17. Así también Matías Cristobo recurre a Žižek al oponer lucha de clases y política pura: la primacía que Laclau acuerda a los antagonismos (…) tiene que derivar necesariamente en lo que Žižek ha llamado no hace mucho tiempo “política pura” (…), las teorías francesas (o de orientación francesa) de lo político que degradan la esfera de la 13 Garbarino, “Retomar la iniciativa…”, op. cit., p. 254. 14 Palti, op. cit., p. 111. 15 Gascón, Democracia radical…, op. cit., p. 69. 16 Gascón, “Democracia radical…”, op. cit., pp. 128-129. 17 Gascón, Lucas Alberto, “Diálogos y combates…”, op. cit., p. 12

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economía.18

Veamos, entonces, a continuación las principales críticas que Žižek hace con respecto a la relación entre lucha de clases y antagonismo. Lo que primero debemos tener en cuenta es que esta crítica se realiza en la aceptación de un marco común que podemos definir desde lo planteado por el pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana, esto es, desde las ideas de fundamentos contingentes, de un no-cierre de lo social expresado en la categoría de antagonismo en tanto dimensión Real lacaniana de lo político. Es por ello que la crítica de Žižek hacia el abandono de la lucha de clases por parte de Laclau no se basa en un modelo que intenta reinstalar un esencialismo económico, sin embargo defiende la primacía de la lucha de clases con respecto a los demás antagonismos de un modo diferente, no sin dificultades. En Contingencia, hegemonía y universalidad, Žižek sostiene que “el capitalismo actual más bien aporta el fondo y el terreno mismos para la emergencia de las subjetividades políticas cambiantes-dispersas-contingentes-irónicas-etcétera”19, de esta forma, el capitalismo deviene un campo que sostiene y al que recurren los demás sistemas de dominación y las formas de lucha asociadas a éstos últimos. Así también, asumiendo la utilidad de la categoría de hegemonía en Laclau, agrega que “la propia ‘generalización de la forma hegemónica de la política’ depende de cierto proceso socioeconómico: es el capitalismo [el que] creó las condiciones para la defunción de la política ‘esencialista’ y la proliferación 18 Cristobo, op. cit., pp. 231-232. 19 Žižek, “¿Lucha de clases…”, op. cit., p. 116

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de nuevas subjetividades”20. El capitalismo es definido por Žižek como fondo y terreno, como proceso del cual dependen y son creadas las condiciones de lo político posfundacional; esto no deja dudas sobre la primacía que Žižek está otorgando al capitalismo en el mundo contemporáneo. Sin embargo debemos preguntarnos por las razones desde las cuales Žižek sostiene estas afirmaciones sin recurrir a un fundacionalismo, lo cual permitiría un debate inteligible en el contexto de la teoría laclausiana. Žižek no ofrece muchos argumentos en torno a la primacía de la lucha de clases en el debate con Laclau al respecto, no obstante, entrega tres explicaciones de distinto tipo, a las que otorgaremos nombres: una crítica «histórica», otra «lacaniana», y una propiamente «laclausiana». Veamos la primera, citando una de las argumentaciones de Žižek. [esta proliferación de subjetividades] es el resultado de la ‘lucha de clases’ en el contexto del capitalismo global de hoy, del avance de la así llamada sociedad ‘postindustrial’ (…) ella estructura de antemano (…) la cuestión es, también y sobre todo, qué secretos privilegios e inclusiones/exclusiones debieron ocurrir para que este lugar vacío, como tal, emergiera en primer lugar (...).21

Debemos colocar mucha atención al modo en que Žižek argumenta dicha primacía, ya que las razones no están tan a la vista, más bien deben ser develadas. Žižek inserta en la argumentación una serie de 20 Žižek, Slavoj, “Mantener el lugar”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 318. 21 Ibíd., pp. 320-321.

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conceptos de manera intencionada, los cuales hacen referencia a una dimensión temporal o histórica, en el contexto de «hoy» y la sociedad «post» industrial, es decir, el presente es «estructurado» «de antemano» y «en primer lugar» por procesos que «debieron ocurrir», es decir, por un pasado. De esta forma Žižek argumenta la primacía estructural de la lucha de clases asumiendo que el capitalismo es un sistema de dominación anterior a la emergencia de otros sistemas y otras luchas. En cuanto a esto, nos hallamos frente a un problema al cual Žižek no da solución. El problema es el siguiente: no se trata de determinar si la lucha de clases es anterior o no a otras luchas en términos históricos, sino más bien, con explicar cómo la anterioridad histórica de un antagonismo explicaría su primacía con respecto a otras. Esta explicación no es ofrecida por Žižek, ni tampoco es demandada por Laclau. En cuanto a la segunda explicación de corte psicoanalítico, y en específico de tipo lacaniano, Žižek no hace más que homologar el capitalismo con el registro de lo Real: “lo Real de hoy, que fija un límite a la resignificación, es el capital”22, colocando al capitalismo en un lugar de posibilidad e imposibilidad a los demás sistemas y luchas actuales. Si bien Laclau saluda la formulación de Žižek desde la cual podemos entender la categoría de antagonismo como lo Real lacaniano de lo político, Laclau afirma “el capitalismo no puede ser lo Real lacaniano (…) puede operar únicamente en tanto parte del orden simbólico (…) el capitalismo como tal está dislocado por lo Real y queda abierto a retotalizaciones hegemónicas contingentes”23. Žižek tampo22 Žižek, “Da capo senza fine”, op. cit., p. 225. 23 Laclau, “Construir la universalidad”, op. cit., p. 291.

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co ofrece ningún tipo de explicación respecto a cómo un sistema de dominación puede transformarse en un Real, y tampoco acerca de cómo el capitalismo en particular lo haría. De esta forma, las dos argumentaciones de Žižek al respecto carecen de una profundidad teórica tal que permitan sostener la primacía de la lucha de clases en un paradigma posmarxista. Sin embargo, con respecto a la tercera argumentación, esta nos interesa en sobre manera, ya que, a diferencia de las dos anteriores, ésta introduce una nueva dimensión que nos servirá para dilucidar nuestro problema de aquí en adelante. Pasaremos a revisarla en breve, no sin antes dar cuenta de cómo Žižek critica en Laclau la ausencia de un análisis más a fondo del capitalismo y por tanto de la lucha de clases. Žižek sostiene que en la política posmoderna “la clase es invariablemente nombrada pero rara vez teorizada”24, y que al abandonar la categoría de clase frente a otras formas de subjetivación y antagonismo, esto tendría como resultado una resignación que acepta al capitalismo “como única alternativa posible, la renuncia a todo intento real de superar el régimen capitalista liberal existente”25. Žižek afirma que “la política posmoderna (…) no repolitiza el capitalismo, porque la misma noción y forma de lo político dentro de la cual opera está fundada en la ‘despolitización de la economía’”26; y recurre a Freud para dar cuenta de un mecanismo de «desplazamiento ideológico»: “cuando el antagonismo de clase es repudiado, cuando su clave rol estructurante 24 Žižek, “¿Lucha de clases…”, op. cit., p. 102. 25 Ibíd., p. 101. 26 Ibíd., p. 106.

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es suspendido, ‘otros indicadores de la diferencia social pueden pasar a cargar con un peso excesivo’”27. Laclau —y además, Butler— serían parte, según Žižek, de esta posmodernidad. Nunca cuestionan los principios fundamentales de la economía capitalista de mercado ni el régimen político-económico democrático liberal; nunca contemplan la posibilidad de un régimen políticoeconómico completamente diferente. De esa forma participan plenamente en el abandono de estas cuestiones por parte de la izquierda “posmoderna”: todos los cambios que proponen son cambios dentro de este régimen político-económico28.

3. La lucha de clases como principio estructurante El tercer argumento introducido por Žižek para defender la primacía de la lucha de clases es de tipo laclausiano, es decir, utiliza la teoría del propio Laclau para sostenerse. Vale la pena citar en extenso a Žižek: En cuanto al segundo punto de Laclau, sobre la lucha de clases que constituye ‘simplemente una especie de la política de identidad, y que una que está siendo cada día menos importante en el mundo en que vivimos’ (…) el antagonismo de clase ciertamente aparece como uno en la serie de los antagonismos sociales, pero es simultáneamente el antagonismo específico que predomina sobre el resto, cuyas relaciones asignan, pues, categoría e influencian a los demás (…) esta proliferación, que parece relegar la ‘lucha de clases’ a un rol secundario, es el resultado 27 Ibíd., p. 104. 28 Žižek, “Da capo senza fine”, op. cit., p. 225.

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de la ‘lucha de clases’ (…) no acepto que todos los elementos que entran en la lucha hegemónica sean en principio iguales: en la serie de luchas (…) siempre hay una que, siendo parte de la cadena, secretamente sobredetermina su horizonte mismo29

Žižek, astutamente, utiliza implícitamente la categoría de «significante vacío» en Laclau, para argumentar la primacía de la lucha de clases. Esta categoría designa a un significante sin significado30, que siendo un particular se transforma en un universal, representando a una totalidad: lo universal sólo puede emerger a partir de lo particular, ya que es sólo la negación de un contenido particular lo que transforma a ese contenido en el símbolo de una universalidad que lo trasciende; (…) lo universal —tomado en sí mismo— es un significante vacío31.

Este significante vacío encarna “el momento de la universalidad en la cadena de equivalencias que [unifica] al campo popular”32, por tanto se transforma en representante del pueblo, de sus demandas, e incluso de sus antagonismos. Žižek entonces plantea que el antagonismo de clases, en tanto significante, podría encarnar, en tanto particular, un rol universal con respecto a los demás antagonismos. De esta manera la lucha de clases desempeñaría un rol de estructuración frente a los demás antagonismos; estaríamos frente a un antagonismo particular que se ofrece para representar a la 29 Žižek, “Mantener el lugar”, op. cit., p. 320. 30 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., p. 69 31 Ibíd., pp. 33-34. 32 Ibíd., p. 101.

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universalidad antagónica. Veamos un segundo extracto que nos permite divisar con mayor claridad esta operación: [el] capitalismo no es sólo un fenómeno limitado al “campo” particular de la economía, sino el principio estructurante que sobredetermina la totalidad social (…) Marx sostenía que en la serie de producción-distribución-intercambio-consumo, el término ‘producción’ se inscribe por partida doble: es simultáneamente uno de los términos de la serie, y el principio estructurante de toda la serie (…) lo mismo vale para la serie política posmoderna clasegénero-raza…: en clase como uno de los términos de la serie de luchas particulares, la clase qua principio estructurante de la totalidad social33

«Principio estructurante» es el nombre que Žižek escoge para denominar al capitalismo y a la lucha de clases como campo y antagonismo primarios, respectivamente; estructuración análoga a la que otorga la noción de «significante vacío» en un conjunto de demandas. No se trataría entonces de sostener al capitalismo como un fundamento esencial, sino más bien dar cuenta de un rol universal contingente que ocupa en tanto lucha particular en el contexto contemporáneo. Con este tercer argumento Žižek abre inadvertidamente una posibilidad que ni él ni Laclau reconocen, relativa no a la primacía de la lucha de clases frente a los demás antagonismos sino a la primacía de un antagonismo cualquiera por sobre otros. Esta posibilidad nos enfrenta a un problema de fondo, el cual, cómo ya hemos formulado, consiste en una falta de definición de 33 Žižek, “¿Lucha de clases…”, op. cit., p. 102.

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las formas de articulación de la categoría de antagonismo. Es debido a que Laclau no define los modos en que los antagonismos se articulan entre sí que Žižek puede adelantarse y plantear un argumento según el cual dicho proceso de articulación, a través de un significante vacío, justifica la primacía de la lucha de clases. 4. Más allá de la primacía de la lucha de clases Hemos revisado cómo emerge el problema relativo a la falta de definición de las formas de articulación de los antagonismos, a partir de la crítica en torno al lugar que ocupa la lucha de clases en la propuesta laclausiana. Hemos observado las ideas de quienes suscriben a la crítica de Žižek, la cual plantea que Laclau al abandonar la primacía de la lucha de clases estaría dejando de lado el análisis del capitalismo. Žižek nos ofrece una reformulación del problema, desde una perspectiva posfundacional, asumiendo la lucha de clases como un principio estructurante, como un antagonismo que estructura la cadena de antagonismos, haciendo eco de manera implícita a la categoría de significante vacío en Laclau. A continuación plantearemos cuatro conclusiones, en donde la primera es la que reviste la mayor importancia para nuestro interés, y las tres siguientes concluyen la polémica entre Žižek y Laclau. En primer lugar, como hemos visto, la crítica de Laclau a la primacía de la lucha de clases posee tres aspectos, a saber: a) una crítica al esencialismo económico que conlleva, b) una crítica a la primacía política que se desprende de lo anterior con respecto a otras luchas, y c) una crítica que denuncia una deficiencia teóricoexplicativa que posee la categoría de clase en el contex-

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to político contemporáneo. Las críticas de Žižek, y de quienes suscriben a su posición, se concentran principalmente en lo relativo al segundo aspecto. Sin embargo, en dicho aspecto, es posible distinguir dos problemas diferentes, problemas que Žižek y Laclau confunden y abordan indiferentemente. Uno dice relación con la primacía específica de la lucha de clases con respecto a otros antagonismos; el segundo, con la primacía de un antagonismo específico, sea cual sea, respecto de otros. Ambas son cuestiones diferentes, y es el segundo problema el que profundizaremos en el tercer apartado. Se trata de aquel relativo al «principio estructurante», ligado a la categoría de «significante vacío», respecto del cual Laclau no ofrece una respuesta satisfactoria. Si bien Žižek no es capaz de argumentar seriamente por qué la lucha de clases es el principio estructurante de todo antagonismo, tampoco Laclau ofrece respuestas contundentes que nieguen la posibilidad de que un antagonismo específico ocupe un lugar estructurante. Como señala Soledad Stoessel: (…) al no identificar la primacía de algún tipo de antagonismo sobre otros, la teoría de Laclau nos lleva a preguntarnos por la identidad de los sujetos. Si los sujetos son producto de los antagonismos y no anteriores a éstos y éstos a su vez se articulan como consecuencia de prácticas hegemónicas contingentes, ¿cómo podemos arribar a explicar la constitución y el carácter de las identidades colectivas?34. 34 Stoessel, Soledad, Las categorías de hegemonía, antagonismo y populismo en la teoría política contemporánea: una aproximación desde los estudios postmarxistas de Ernesto Laclau, Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología, Director: Martín Retamozo, Universidad Nacional de La Plata, 2010, p. 127.

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En segundo lugar, refirámonos al déficit analítico que existe en Laclau con respecto al sistema capitalista. La crítica de Žižek, que asume como premisa la primacía del capitalismo en el mundo contemporáneo, apunta a denunciar un déficit analítico de este sistema de dominación en el corpus teórico de Laclau, y por tanto una resignación y aceptación de dicho modelo económico. Si bien Laclau en general no ofrece un análisis y crítica del capitalismo como sistema de dominación específico —más allá de las contraofensivas que despliega frente a Žižek en torno a esta cuestión— tampoco lo hace con respecto a otro antagonismo, ya sea de género, étnico, medioambiental, etc. En ese sentido estamos frente a una paradoja: Žižek por un lado, identifica adecuadamente dicha ausencia, pero, por otro lado, realiza una exigencia injustificada: el esfuerzo de Laclau nunca se ha dirigido a realizar una crítica pormenorizada del sistema capitalista, ejercicio que ya ha sido hecho abundantemente por la sociología y otras ciencias sociales en vinculación con el marxismo; ni tampoco a realizar una crítica de otro sistema de dominación en particular, sino más bien a la comprensión de las lógicas políticas que operan de manera transversal en la reproducción y transformación de diversos sistemas de dominación, sean cuales sean. Visto de esta manera, en comparación con otros regímenes, es el capitalismo el sistema al que Laclau coloca mayor atención frente a otros, en la medida que sus fuentes de reflexión provienen del marxismo35. Ahora bien, esta observación que acabamos de realizar no necesariamente salva a Laclau de la crítica, sin embargo no es de nuestro interés en 35 Véase Laclau, Política e ideología…, op. cit.; Laclau y Mouffe, op. cit., y Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit.

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este trabajo profundizar en dicho problema. Ahondar en tal cuestión nos distanciaría de nuestra real preocupación. En tercer lugar, hagamos mención al rechazo de la primacía de la lucha de clases por parte de Laclau. Žižek no es capaz de sostener de manera convincente, a través de sus argumentos la primacía de la lucha de clases. Si bien la tercera argumentación que recurre a la categoría de significante vacío abre un problema nuevo, tampoco ésta permite sostener por qué necesariamente la lucha de clases y no otro antagonismo sería la encarnación de un significante vacío. Por tanto, debemos rechazar categóricamente el esfuerzo infundado de Žižek por ubicar a la lucha de clases en un lugar de primacía. Coincidimos plenamente con la afirmación de Laclau al respecto: la referencia de Zizek a las clases constituye simplemente una sucesión de aseveraciones dogmáticas desprovistas del más mínimo esfuerzo por explicar la centralidad de la categoría de clase para la comprensión de las sociedades contemporáneas (…) introduce la noción de clase en su análisis como una suerte de deus ex machina para que represente el papel del muchacho bueno contra los demonios multiculturales (…) la razón de esto no es analizada (…) proposición muy difícil de defender sin introducir alguna cruda versión del modelo base/superestructura36

En cuarto lugar, si abandonamos la conclusión de Žižek con respecto a la primacía de la lucha de clases, podemos también preguntarnos si la crítica de Laclau, 36 Laclau, “Estructura…”, op. cit., en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 207.

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orientada a deficiencia teórico-política de la categoría de clase tiene asidero. Si Žižek no posee argumentos para sostener que la lucha de clases posee una primacía, podemos cuestionar seriamente la afirmación de Laclau según la cual la lucha de clases sería una lucha ‘cada día menos importante en el mundo que vivimos’. Laclau estaría incurriendo en la misma operación realizada de Žižek, en sentido inverso. Afirmar la primacía de la lucha de clases o, al contrario, su irrelevancia en el mundo actual, son ambas la misma operación teórica siendo una el reverso de la otra. Si el déficit explicativo de la categoría de clase acusado por Laclau es injustificado, debemos entonces cuestionar el desuso que Laclau da a esta categoría. Profundizaremos en ello en el tercer apartado, con el fin de ofrecer una propuesta alternativa.

Capítulo 6

El antagonismo reformista y el problema de la demanda

En este capítulo abordaremos un tercer y último problema específico que hemos definido como una falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana. Esta falta de coherencia veremos que se relaciona directamente con dos críticas particulares a la teoría de Laclau. La primera crítica se orienta a interrogar las relaciones entre las categorías de antagonismo y demanda, evidenciando allí un vínculo siempre presente en la obra laclausiana que plantea desafíos teóricos por un lado y un atentado a la radicalidad de lo político por otro. La segunda crítica muestra los efectos que denominaremos reformistas en la obra de Laclau los cuales también se vuelven incoherentes con la categoría de antagonismo. Argumentaremos que esta segunda crítica ligada a los efectos políticos debe encontrar su explicación principal en la primera crítica ligada a la incoherencia teórica entre la categoría de antagonismo y la de demanda. 1. Determinaciones introductorias: antagonismo y demanda La categoría de demanda siempre ha estado presente en la obra de Ernesto Laclau, sin embargo

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su utilización ha cambiado durante el desarrollo de la misma, y su momento más destacado hace aparición ya al final de aquella, en La razón populista. La relación entre las categorías de antagonismo y demanda también es posible observarla desde los inicios, y aquella se irá haciendo cada vez más estrecha de allí en adelante. Podríamos sintetizar el carácter de dicha relación planteando que la categoría de demanda es un requisito previo, siendo la «articulación»1 de éstas en lo que Laclau denomina «cadenas equivalenciales»2, lo que permite el surgimiento de antagonismos en el campo social. Sin embargo, veamos sintéticamente cómo esta relación se despliega en la obra de Laclau. En Política e ideología el uso de la categoría de demanda es vacilante y no reviste aún una relevancia teórica indispensable, no obstante es posible observar que Laclau ya hace uso de aquella para designar las reivindicaciones políticas de algún grupo en particular. Además se puede advertir ya desde este periodo dos procesos políticos en los que participan las demandas, operaciones que aún no reciben nombre pero es posible distinguir. Por un lado, Laclau plantea que podemos encontrar demandas “inmediatas”3, demandas “individualizadas” o “que reciben satisfacción individual”4, demandas “institucionales”, demandas “que aceptan el marco liberal del régimen”5 o que son “absorbidas por el régimen liberal”6. Por otro lado, podemos encontrar 1 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 142-143. 2 Véase Laclau y Mouffe op. cit., sección “Equivalencia y diferencia”, pp. 170-177. 3 Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 157. 4 Ibíd., p. 131. 5 Ibíd., p. 215. 6 Ibíd., p. 219.

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demandas que apuntan al desarrollo de antagonismos. Respecto a esto último no deja de llamar la atención el modo en que Laclau plantea la cuestión: “comencemos planteándonos el caso extremo: aquel en el que una clase para afirmar su hegemonía demanda el pleno desarrollo del antagonismo”7. No se trata sólo de la presencia de demandas para la constitución de antagonismos, sino más bien de demandar un antagonismo. Luego, en Hegemonía y estrategia socialista, la categoría de demanda no cobra una relevancia mayor, sin embargo es posible vincularla de manera mucho más clara a lo que ahora son las lógicas de la «diferencia» y la «equivalencia». Ante una articulación de demandas sociales pueden operar dos lógicas. Por un lado la lógica de la diferencia: “el método de esta ruptura era la absorción diferencial de demandas, que las segregara de sus cadenas de equivalencias en el polo popular, y las transformara en diferencias objetivas al interior del sistema”8. Por otro lado, la lógica de la equivalencia, la cual “sólo existe en el acto de subvertir el carácter diferencial”9 de las demandas; es decir “las demandas de cada grupo se [articulan] equivalencialmente con las de los otros”10 teniendo esto como efecto el que “ningún elemento de un sistema de equivalencias entra en otras relaciones que las de oposición con los elementos del otro sistema”11. Por último, de estas dos lógicas se desprenden dos posiciones de sujeto que serán vinculadas con la categoría de demanda posteriormente: “podríamos llamar posición popular de sujeto a la que se constituye sobre la base 7 Ibíd., p. 230. 8 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 174. 9 Ibíd., p. 171. 10 Ibíd., p. 229. 11 Ibíd., p. 173.

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de dividir al espacio político en dos campos antagónicos, y posición democrática de sujeto a la que es sede de un antagonismo localizado”12. Posteriormente, en Nuevas reflexiones, la categoría de demanda no es mayormente profundizada con respecto a la de antagonismo, sin embargo es articulada a la naciente noción de dislocación: “la transformación de las dislocaciones en demandas es absolutamente central”13. Ahora bien, en esta etapa aparecen las categorías de mito e imaginario, las cuales serán superficies de inscripción de demandas14. Baste decir que Laclau ya contempla la compleja relación entre universalidad y demanda: “toda universalidad se construye solamente a través de la sobredeterminación de una serie indefinida y abierta de demandas”15; la articulación de demandas es una lógica política no sólo equivalencial sino además en donde opera un proceso de universalización. Lo anterior es claro en Emancipación y diferencia, en donde Laclau afirma que la universalidad “es un lugar vacío que unifica al conjunto de las demandas equivalenciales”16 y su función es “introducir cadenas de equivalencia en lo que hubiera sido de otro modo un mundo puramente diferencial”17. La equivalencia es una cadena de demandas, en donde cada demanda particular es un eslabón dotado de una “relativa universalización”18. En Contingencia, hegemonía y universalidad po12 Ibíd., p. 175. 13 Laclau, Nuevas reflexiones… op. cit., p. 91. 14 Desarrollaremos las implicancias de estas dos categorías en el tercer apartado de este libro, debido a la gran importancia que poseen a propósito de las críticas que abordaremos en lo que sigue. 15 Ibíd., p. 96. 16 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., pp. 102-103. 17 Ibíd., p. 105 18 Ídem.

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demos visualizar que estos procesos de universalización van otorgando un papel exclusivo a las demandas no sólo en la construcción de antagonismos sino además en la búsqueda de la emancipación humana: “si va a haber un sujeto de una cierta emancipación global, sujeto que es transformado en antagónico por el crimen general, sólo podrá ser políticamente construido por medio de la equivalencia de una pluralidad de demandas”19. Es en La razón populista en donde la categoría de demanda es profundizada y elevada a un lugar fundamental para la comprensión del populismo como lógica política. En primer lugar, Laclau plantea que la demanda es la unidad de análisis más pequeña20, la cual “puede significar una petición pero también puede significar tener un reclamo”21. La transición de una petición en reclamo es un proceso relativo a su satisfacción: en la medida en que ésta última no ocurre, las peticiones se transforman en reclamos y esto posibilita su posterior articulación equivalencial. Si la demanda es satisfecha, allí termina el problema; pero si no lo es (…) habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de un modo diferencial (cada una separada de las otras) y esto establece entre ellas una relación equivalencial22.

La misma distinción hecha anteriormente para las posiciones de sujeto con respecto a las lógicas de la 19 Laclau, “Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de lógicas políticas”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 62. 20 Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 97-98. 21 Ibíd., p. 98. 22 Ídem.

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diferencia y equivalencia, esta vez, es aplicada a las demandas: A una demanda que, satisfecha o no, permanece aislada, la denominaremos demanda democrática. A la pluralidad de demandas que, a través de su articulación equivalencial, constituyen una subjetividad social más amplia, las denominaremos demandas populares: comienzan así, en un nivel muy incipiente, a constituir al ‘pueblo’ como actor histórico potencial23

La categoría de demanda adquiere una visibilidad que ya estaba presente anteriormente pero de manera inicialmente periférica y luego ambivalente. Ésta es nominada como democrática o popular desplazando a la categoría de posiciones de sujeto que en Hegemonía y estrategia socialista tuvo una relevancia indiscutible. Este desplazamiento muestra la relevancia que adquiere la categoría de demanda como relación que no sólo da cuenta de un acto de petición o reclamo, sino de constitución del pueblo mismo en pos de la emancipación. La demanda actúa no sólo como requisito para la emergencia de un antagonismo, sino además como encarnación de una universalidad que se orienta más allá de lo que la demanda misma exige como satisfacción. Por último, mencionemos que, para Laclau, la categoría de demanda también se vuelve en extremo relevante al ser aquella que otorga unidad tanto a los agentes como a los grupos sociales24. En relación con esto último, de aquí en ade23 Ibíd., p. 99. 24 Considérense los siguientes extractos: “la unidad del grupo es simplemente el resultado de una sumatoria de demandas sociales” (Laclau, La razón populista, op. cit., p. 278); “la unidad del agente social es el resultado de una pluralidad de demandas sociales” (Ibíd., p. 281).

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lante Laclau examina las relaciones existentes entre las categorías de demanda y significante vacío —las cuales ya vienen desarrollándose desde Emancipación y diferencia— relaciones sobre las que profundizaremos en el apartado siguiente. Considerando aquello, a continuación ahondaremos en dos críticas con respecto a la relación entre antagonismo y demanda, una que dará cuenta de las deficiencias que la demanda implica para el desarrollo de antagonismos, y otra, que se sigue de la anterior, referida al carácter reformista de las propuestas políticas laclausianas. Estas dos críticas nos permitirán ver con claridad el problema de coherencia existente entre la categoría de demanda con respecto a la teoría laclausiana, y lo que hemos denominado el reformismo antagónico. 2. El problema del antagonismo basado en demandas Hay quienes han puesto atención a la particular relación entre antagonismo y demanda dando cuenta de las incoherencias teóricas y de los efectos de aquello en términos políticos. Por un lado, están quienes han planteado la insuficiencia de la categoría para explicar la emergencia de antagonismos, y por otro, quienes han señalado ciertas limitaciones que se propagan hacia la categoría de antagonismo. Veamos estas críticas. Maximiliano Garbarino plantea que lo político no sólo puede ser reducido a una unidad mínima como la demanda: pero, agreguemos nosotros, toda formación no sólo es superficie de inscripción de las demandas, es también estrategia. (…) Esto es, la estabilidad del ‘pueblo’ depende también de los movimientos políticos

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estratégicos de sus líderes y dirigentes. Movimientos que pueden o no tener éxito25.

Garbarino podría estar concibiendo la estrategia como aquel conjunto de decisiones y actuaciones por parte de los grupos sociales conducentes al levantamiento, visibilización, articulación y eventual satisfacción de las demandas que realizan. Sin embargo, él no explicita qué entiende por estrategia ni realiza una crítica a la categoría de demanda, más bien plantea que esta última, por sí misma, sería insuficiente para comprender lo político. De esta manera, un antagonismo podría ver amenazada su construcción o estabilidad si no considera el componente estratégico relativo a la articulación de demandas. En una línea similar, Benjamín Arditi ha señalado que la categoría de demanda no es capaz de explicar, en tanto unidad mínima, la emergencia de antagonismos, ofreciendo algunos ejemplos: si la demanda fuera realmente esa unidad mínima de la política tendríamos que excluir a una buena cantidad de experiencias que han desplazado nuestros marcos cognitivos acerca de lo que significa hacer política. Me refiero a insurgencias como las del 15M, Occupy Wall Street o #YoSoy132 en México. Quienes participaban en ellas pedían democracia, que se vayan los políticos corruptos que no nos representan, decían que somos el 99% y que queremos un cambio de rumbo, y así por el estilo. Pero nada de esto cuenta como una demanda formulada (…) Lo que es claro es que hay política con o sin el requisito 25 Garbarino, Maximiliano, “La fragilidad del pueblo. Una lectura polémica sobre la reciente obra de E. Laclau”, VII Jornadas de Investigación en Filosofía, 10-12 de noviembre de 2008, La Plata, p. 8.

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mínimo de demandas formuladas, especialmente si se trata de una política radical que busca cambiar la vida. 26

Arditi señala entonces que hay antagonismos que no se construyen a partir de demandas, entendidas estas como peticiones o reclamos de algo particular; existen experiencias políticas concretas en donde el antagonismo emergería sólo como un rechazo general, ya universalizado, del pueblo frente a un bloque o régimen de dominación. Arditi tampoco hace una crítica a la categoría de demanda en sí misma, sino que da cuenta de su insuficiencia en términos de unidad mínima de análisis para comprender la emergencia de antagonismos. Una serie de críticas más agudas a la categoría de demanda, considerando sus efectos en la construcción de antagonismos, es ofrecida por Julio Aibar, Ignacio Pehuén Romani, Matthew Flisfeder y Slavoj Žižek. Lo central de estas críticas está en denunciar que la demanda implica un reconocimiento y legitimación de la posición de poder o dominación del otro a quien se dirige. En este sentido, la categoría de antagonismo estaría limitada a desarrollarse siempre como cuestionamiento a un poder, pero no más allá de un cuestionamiento, no implicando una transformación. Julio Aibar plantea que “la demanda es posible cuando el sujeto considera que esos derechos no fueron cumplidos (…). Pero la demanda también implica algún grado de reconocimiento de autoridad, pues siempre se dirige a alguien”27. Esto implicaría que el antagonismo basado en demandas no podría dejar de 26 Arditi, op. cit., p. 14. 27 Aibar, op. cit., p. 35.

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reconocer la autoridad de aquel a quien se dirige, por tanto tendría un freno destinado a la satisfacción de la demanda. Ignacio Pehuén Romani expresa esto mismo dando cuenta de los efectos políticos más amplios que esto tendría en la propuesta de Laclau: Del otro lado nos queda la afirmación por parte del poder o el silencio; en este caso las demandas están sujetas a una especie de “orden del discurso” (Foucault, 1992) en donde existen reglas de exclusión, y un gobierno del sentido por parte de dispositivos y mecanismos regulatorios. Este argumento (posmoderno) llevado a un extremo no permite pensar un papel promisorio para la política como medio de transformación social en el que piensa Laclau28.

Si bien la afirmación del poder, vía represión por ejemplo, o el silencio son respuestas que sostienen la posición de dominación del otro a quien se demanda; la satisfacción exitosa de la demanda también sostiene dicho poder. No se trata tanto del tipo de respuesta a la demanda, sino más bien de la naturaleza de esta última. De esta forma, los antagonismos podrían ser sujetos al orden hegemónico impidiendo la realización de la democracia laclausiana. La respuesta ofrecida por Pehuén Romani apunta a considerar el fenómeno de la frustración ante demandas insatisfechas, lo que podría generar antagonismos de otro tipo mucho más promisorios: es posible tener relevadas una gran cantidad de demandas y de posibles cadenas equivalenciales e incluso un líder que las identifique pero si estas no 28 Pehuén Romani, op. cit., pp. 3-4.

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responden a una forma más amplia que adopta la frustración, no tendrán la fuerza necesaria para realizar un verdadero cambio social29.

Matthew Flisfeder señala muy claramente cómo en la categoría de demanda ya está inscrita la aceptación de una dominación. Esto implicaría una pérdida de la radicalidad política del antagonismo.



‘Demand’ assumes that the dominant institutional order is capable of satisfying the claims of the ‘people’ by including them in its matrix of recognition. If the ‘rights’ that are being sought are already assumed by the big Other, the symbolic order, then ‘demand’ does not preserve the element of antagonism. What should be aimed towards is, not the elimination of exclusion by way of inclusion, but a transformation of the ground that maintains the antagonism.30

Flisfeder además inserta un análisis psicoanalítico, en donde el sistema hegemónico es análogo a la posición ocupada por el gran Otro lacaniano en el registro simbólico; en la medida que la subjetividad del pueblo reconoce a este otro como un gran Otro, entonces reconoce y sostiene su lugar de subordinación a pesar del antagonismo que construye con respecto a éste. La demanda también es una categoría lacaniana, 29 Pehuén Romani, op. cit., p. 7 30 Flisfeder, op. cit., p. 18 [Trad. propia: “La ‘demanda’ supone que el orden institucional dominante es capaz de satisfacer las demandas del ‘pueblo’ al incluirlas en su matriz de reconocimiento. Si los ‘derechos’ que se buscan son ya asumidos por el gran Otro, el orden simbólico, entonces la ‘demanda’ no conserva el elemento de antagonismo. Lo que se debe apuntar no es la eliminación de la exclusión vía inclusión, sino una transformación del terreno que mantiene al antagonismo”].

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sin embargo Laclau no hace referencia a si la forma en que la concibe es desde una vertiente psicoanalítica. Esta ausencia y posibilidad de interpretación nos ayudará a bosquejar soluciones al problema en el apartado siguiente. Finalicemos con la crítica de Slavoj Žižek, que se mueve en el mismo horizonte planteado por Flisfeder. el término «demanda» implica un escenario completo en el que un sujeto dirige su demanda a un «otro» que se presupone capacitado para recibirla. ¿No se desenvuelve el propio acto político revolucionario o emancipador más allá del horizonte de estas demandas? La actuación del sujeto revolucionario no se limita a demandar algo, durante mucho tiempo, de los que detentan el poder: quiere destruirlos. (…) Su enfoque [el de Laclau] se limita a una reivindicación concreta.31

Žižek señala que aquel deseo de destrucción de quienes detentan el poder es incompatible con una demanda que implica la satisfacción de un otro desde el poder. La radicalidad del antagonismo entonces, que podría suponer la eliminación de una relación de subordinación, es refrenada por la demanda de reconocimiento del poder del gran Otro. Mientras Pehuén Romani y Flisfeder refieren a las limitaciones que esto supone para la transformación social, Žižek plantea de manera mucho más tajante que esto limita la revolución entendida como acto y subjetividad. Hemos dado cuenta de las diversas críticas que 31 Žižek, Slavoj, “Un gesto leninista hoy. Contra la tentación populista”, en Budgen, Sebastián; Kouvelakis, Sthatis; y Žižek, Slavoj, Lenin reactivado; hacia una política de la verdad, Ediciones Akal, S. A. 2010, pp. 85, 88.

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nos permiten comprender la relación incoherente existente entre las categorías de demanda y antagonismo, y los efectos políticos que dicha incoherencia implica. Ahora bien, esta crítica de los efectos que despotencian la politicidad del antagonismo, en términos de una transformación radical de las estructuras de dominación en un determinado campo social, se puede comprender mejor considerando las críticas que Žižek realiza a la propuesta de proyecto político en Laclau, propuesta expresada principalmente en la democracia radical y plural defendida junto con Chantal Mouffe. Ahondaremos en dicha crítica a continuación. 3. El problema del horizonte democrático reformista del antagonismo Del problema relativo a la incoherencia entre antagonismo y demanda podemos arribar a otra crítica según la cual hay quienes han planteado que es posible dar cuenta de un reformismo en la propuesta política de Laclau. Este reformismo no permitiría transformar de manera radical las estructuras de dominación política ya que el pueblo estaría confinado a un mero acto de satisfacción de demandas a través de antagonismos que siempre estarían reconociendo el poder de un gran Otro. A continuación profundizaremos en esta crítica, exponiendo en primer lugar y de manera breve el proyecto de sociedad defendido por Laclau, junto con Mouffe, para posteriormente dar cuenta de las críticas que han sido realizadas al mismo. Nuevamente las críticas de Žižek sintetizan en gran medida un conjunto de críticas al respecto, por lo cual nos basaremos en su enfoque para explorar este cuestionamiento.

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Como hemos visto, el trabajo de Laclau principalmente se cristaliza en una teoría que apunta a comprender las lógicas políticas en el campo de lo social principalmente a través de las nociones de hegemonía y antagonismo. En este sentido, los aspectos más ligados a la formulación de un proyecto de sociedad alternativo al existente no han sido ampliamente desarrollados por Laclau, más bien, se desprenden como una suerte de epílogo a los esquemas conceptuales elaborados en varias de sus obras. Como señala él mismo: “una crítica diferente, sin embargo, que podría formularse de modo legítimo a mi trabajo es que en el pasaje (…) a la democracia radical (…) debería haberse producido una expansión correspondiente del área de argumentación normativa; mientras que, en mi trabajo, esta última expansión no ha avanzado lo suficiente”32 A pesar de lo anterior, Laclau ha sido claro al respecto, y propone, junto a Mouffe, un proyecto de «democracia radical y plural» como una alternativa al modelo político contemporáneo. Este proyecto, que emerge en Hegemonía y estrategia socialista, no sufre mayores cambios en lo posterior. Sin embargo debemos tener en cuenta el énfasis que Laclau otorga a Mouffe en la elaboración de dicha propuesta: “la formulación de la política en términos de democracia radicalizada, que aparece en la última parte del libro, es básicamente una contribución suya”33. No nos extenderemos aquí sobre los detalles de esta propuesta, nos limitaremos al menos en un inicio, a mencionar que dicha propuesta de sociedad apunta a acabar con un “tipo de sociedad jerárquica y desigualitaria, regida por una lógica teológico–política 32 Laclau, “Construir la universalidad”, op. cit., p. 294. 33 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 190.

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en la que el orden social encontraba su fundamento en la voluntad divina”34. Mientras lo radical dice relación con el abandono de cualquier fundamento a priori que niegue el carácter contingente de lo político, es decir, que intente clausurar el antagonismo; lo plural obedece a la posibilidad de una relación de horizontalidad o igualdad entre las diversas luchas y agentes sociales35. La categoría de antagonismo también ha sido problematizada en relación al proyecto de democracia radical que supone, considerando a su vez que este proyecto otorga especial énfasis a la categoría de demanda que ya hemos analizado. Este cuestionamiento intenta develar una relación implícita que existiría entre la democracia y sistemas económico-políticos como el liberalismo y el capitalismo, y con la versión de Estado que de estos modelos se desprende. De esta manera, la categoría de antagonismo, toda vez que se orienta a un proyecto de democracia radical y plural, estaría siendo cómplice del orden político ya existente, no ofreciendo una verdadera radicalidad en términos de transformación social. Anabela Ghilini señala, por ejemplo, que “es necesario definir en qué sentido se utiliza la categoría de antagonismo ya que en ocasiones los conflictos se dirimen institucionalmente sin llegar a dar lugar a la emergencia de sujetos antagónicos”36. Esta institucionalidad no sólo hace referencia a la capacidad de un otro para gestionar demandas populares —como ya vimos anteriormente—, sino además a la posibilidad aún más aguda de que los antagonismos no vean la luz al interior 34 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 197. 35 Ibíd., p. 211. 36 Ghilini, op. cit., p. 144.

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de un proyecto democrático. Esto es coherente con lo que planteamos en torno a la propuesta de Mouffe en el primer apartado. De forma similar, Sergio VillalobosRuminott plantea lo siguiente: ¿Por qué pensar en el potencial reformista del Estado como única posibilidad para una política constituida en términos de antagonismos? (…) el resultado más seguro de esa reducción es la misma perpetuación de una burocracia que confunde la dimensión táctica de la lucha con su racionalidad estratégica, para perpetuarse en su misión gerencial, administrativa y representacional, dando paso a la emergencia de una intelligentsia reformista, bien-intencionada y democrática37.

Villalobos-Ruminott no duda en tildar a Laclau de reformista, planteando que la democracia laclausiana es sinónimo exclusivo de una racionalidad estatal y burocrática, y dicho resultado estaría limitando las posibilidades abiertas de una política basada en la categoría de antagonismo38. En esta misma posición 37 Villalobos-Ruminott, op. cit., p. 89. 38 Podemos añadir a estas críticas, las realizadas por Antonia Muñoz y Timothy Appleton. Muñoz plantea que “La atención puesta en la dislocación como condición de posibilidad de la democracia y en el capitalismo desorganizado como fuente multiplicadora de estas dislocaciones me parece a veces un poco exagerada (…) Pareciera que así como la naturaleza del capitalismo contemporáneo lleva a la multiplicación de las dislocaciones, las articulaciones políticas para enfrentar ciertas relaciones de dominación (…) van, en muchos casos, por un camino de impotencia y fragmentación” (Muñoz, op. cit., s/p.). Por su parte, Appleton afirma que “en los momentos en que trata el tema del comunismo directamente, Laclau tiende a asociarlo con el fascismo, en el sentido de que los dos han implicado lo que Laclau llama ‘un totalitarismo’. En realidad, el rechazo de Laclau del comunismo es irónico, porque viene de la tradición marxista. Tiene que concluirse, sin embargo, que sigue siendo ‘radical demócrata’ hasta el final. En ningún momento se volvió al comunismo como tal” (Appleton, Timothy, Psicoanálisis y política: Freud, Lacan y los pensadores post-lacanianos, Memoria para optar

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encontramos —nuevamente— a Žižek, quien no sólo denuncia el reformismo de Laclau, expresado en su proyecto democrático, sino además analiza de manera detallada algunas de sus dimensiones. Si bien Žižek comparte con Laclau el rechazo a una plenitud social, en coherencia con el paradigma posfundacional, señala de manera abierta y tajante la resignación laclausiana expresada en la falta de un real proyecto político alternativo al orden dominante: “este justificado rechazo de la plenitud de la Sociedad posrevolucionaria no justifica la conclusión de que tengamos que renunciar a todo proyecto de transformación social global, y limitarnos (…) a una política gradualista ‘reformista’ antiutópica constituye un cortocircuito ilegítimo39. Según Žižek, el proyecto de una democracia radical y plural implica la renuncia a una transformación social global, y esto se basa en la primacía que Žižek otorga a la lucha de clases con respecto a otros antagonismos. Con respecto a lo anterior, plantea: “la ‘democracia radical’ que fuera realmente ‘radical’ en el sentido de politizar la esfera de la economía ya no sería, precisamente, una ‘democracia (política)’ ”40, lo cual no solo aclara que lo radical para Žižek está en la lucha contra el capital, sino además que la politización y transformación de la economía capitalista no pasa por una democratización de la misma. Este rechazo por parte de Žižek al proyecto laclausiano podemos ver que se debe además a una vinculación estrecha que él establece entre democracia y liberalismo: “la democracia radical de Laclau y Mouffe al Grado de Doctor, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filosofía, Madrid, 2016, p. 184). 39 Žižek, “¿Lucha de clases…”, op. cit., p. 109. 40 Ibíd., p. 107.

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se acerca demasiado a meramente radicalizar este imaginario democrático liberal y permanece dentro de su horizonte”41; esto nos deja ante una encrucijada que implica o aceptar la democracia liberal o rechazarla buscando un camino absolutamente diferente: la izquierda tiene hoy una elección ante sí: o acepta el horizonte democrático liberal predominante (democracia, derechos humanos y libertades…) y emprende una batalla hegemónica dentro de él, o arriesga el gesto opuesto de rechazar sus mismos términos, de rechazar categóricamente el chantaje liberal actual, de acuerdo con el cual propiciar cualquier perspectiva de cambio radical allana el camino al totalitarismo (…) La única perspectiva realista es fundar una nueva universalidad política optando por lo imposible”42.

Esta homologación entre democracia radical y democracia liberal se expresaría, según Žižek en una apuesta que solo busca la regulación estatal de la economía y no una lucha contra el capitalismo, apuesta que se reduce entonces a un conjunto de “medidas paliativas que, al resignarse al curso de los acontecimientos, se restringen a limitar los efectos dañinos de lo inevitable”43. Žižek concluye afirmando categóricamente que “todo el proyecto de la ‘democracia radical’: o bien significa medidas paliativas para el control del daño dentro del marco capitalista global, o no significa absolutamente nada” 44; y no se cansa de denunciar insistentemente el hecho que Laclau mismo haya reconocido que su pro41 Žižek, “Mantener el lugar”, op. cit., p. 326. 42 Ibíd., p. 327. 43 Ibíd., p. 321. 44 Ídem.

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puesta sólo apunta a “resolver una variedad de problemas parciales”45. 4. Más allá de la demanda Hasta aquí, hemos explorado en esta sección el problema de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana, ligando dicho problema con una crítica al demandismo y al reformismo subyacente a la categoría de antagonismo en la obra de Laclau. A la luz de lo expuesto podemos arribar a varias conclusiones que guiarán nuestro recorrido en el siguiente apartado. Éstas dicen relación con el modo en que debemos comprender y evaluar tales críticas para posteriormente ofrecer algunas propuestas. Plantearemos tres consideraciones. En primer lugar, las críticas realizadas a la categoría de demanda y sus efectos en la de antagonismo son inobjetables. Laclau otorga a lo largo de su obra, y de manera creciente, un especial énfasis a tal categoría llegando a transformarse en la unidad mínima de análisis. Consideramos que esta crítica es la que explica el reformismo del cual hemos hablado recientemente. No obstante debemos mencionar desde ya que la relevancia de esta categoría en la obra de Laclau no echa por tierra el papel decidor que podrían jugar otras nociones no analizadas hasta aquí. En este sentido, realizaremos en el tercer apartado un examen de al menos dos nociones que nos permitirán establecer y resituar la especificidad de la demanda, y repotenciar el carácter político del antagonismo. Estas son «mito» e «imaginario». En segundo lugar, la crítica referida al refor45 Žižek, “¿Lucha de clases…”, op. cit., pp. 98, 99, 109, 132.

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mismo, llevada a cabo principalmente por Žižek y sus seguidores, si no toma en cuenta la incoherencia existente entre las nociones de antagonismo y demanda, carece de profundidad. La acusación de reformismo de Žižek, si bien considera finalmente el problema de la demanda, se basa principalmente en la premisa de la primacía de la lucha de clases, premisa que —como ya hemos visto— sostiene sin mayor argumentación en el debate con Laclau. Si la transformación global o radical de la sociedad es meramente o principalmente la transformación del capitalismo por un sistema alternativo, entonces Žižek realiza su crítica desde una posición inconmensurable con respecto a Laclau, ya que las premisas de éste último, como vimos en la sección anterior, son completamente diferentes. Por otro lado, la interpretación que Žižek hace de la democracia radical como democracia liberal y como sinónimo de estatismo es una operación que no posee un argumento sólido. Si bien no podemos extendernos aquí en torno a esta cuestión, podemos mencionar que Laclau ha insistido en variadas ocasiones en que su proyecto busca eliminar la articulación entre liberalismo y democracia, apuntando a una radicalización y pluralización de esta última, desde una perspectiva socialista y revolucionaria46. Por 46 Con respecto a la relación entre democracia y liberalismo, Laclau plantea que “por democracia no entendemos nada que tenga una relación necesaria con las instituciones parlamentarias liberales (…) entendemos por democracia algo más que medidas que simplemente establecen la libertad civil, la igualdad y el autogobierno para las masas populares (…) por democracia debe entenderse un conjunto de símbolos, valores, etc. –en suma, interpelaciones-, por las que el pueblo cobra consciencia de su identidad a través de su enfrentamiento con el bloque de poder. (…) El avance hacia una democracia real es una larga marcha que sólo será completada con la eliminación de la explotación de clase. Pero esta eliminación debe ser paralelamente acompañada por el rechazo a dicha explotación por parte de la inmensa mayoría de la población, es decir, por la creación de un sujeto histórico en el que se condensen socialismo y democracia” (Laclau, Política

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último, la insistencia de Žižek en denunciar el afán en Laclau de «resolver problemas parciales» no tiene en consideración el marco lacaniano desde donde es realizada aquella afirmación, lo cual otorga un significado cualitativamente diferente, el cual Žižek pareciera sólo ignorar47. En tercer y último lugar, volviendo a la cuestión de la demanda, exploraremos en el capítulo siguiente que esta crítica se conecta con otra, la cual plantea que Laclau no ha profundizado suficientemente en la dimensión de los afectos, considerando que dicha dimensión es parte central de la teoría psicoanalítica y lacaniana. A propósito de esto consideraremos especialmente las contribuciones existentes en La razón populista, para dar cuenta de cómo en Laclau si bien hay un esfuerzo por considerar esta dimensión, ésta no llega lo suficientemente lejos como para ir más allá de la demanda. En el capítulo abordaremos este problema, artie ideología…, op. cit., p. 159). Con respecto al carácter revolucionario de su proyecto afirma que “un nuevo imaginario político puede ser construido, radicalmente libertario e infinitamente más ambicioso en sus objetivos que el de la izquierda clásica. Esto exige, en primer término, describir el terreno histórico de su emergencia, que es el campo de lo que denominaremos como «revolución democrática»” (Laclau y Mouffe, op. cit., p. 194); agregando que “no habría nada que objetar al concepto de «revolución» si por tal se entendiera la sobredeterminación de un conjunto de luchas en un punto de ruptura político, del cual se seguiría una variedad de efectos esparcidos sobre el conjunto del tejido social” (Ibíd., p. 223). Sobre la inclusión del socialismo en su proyecto plantea que “todo proyecto de democracia radicalizada supone una dimensión socialista, ya que es necesario poner fin a las relaciones capitalistas de producción” (Ibíd., p. 224). 47 Laclau posteriormente responde a la crítica de Žižek: “estas parcialidades no tienen nada que ver con el gradualismo: como aclara suficientemente este libro [La razón populista], mi noción de parcialidad coincide con lo que en psicoanálisis se denomina un ‘objeto parcial’ —es decir, una parcialidad que funciona como totalidad—. Por lo tanto, lo que Žižek está ignorando es el conjunto de la lógica del objeto petit a (…) Un lacaniano como Žižek debería haber evitado esta simplificación grosera” (Laclau, La razón populista, op. cit., p. 291).

culando la categoría de deseo en Lacan, con las de mito e imaginario en Laclau, para arribar a una propuesta de reformulación de la categoría de antagonismo.

Sutura intermedia

Hasta ahora hemos explorado el problema de la deficiencia teórica y política de la categoría de antagonismo, tanto en términos de su precisión, articulación y coherencia, y en vinculación con diferentes críticas. En el capítulo 4, en cuanto a la falta de precisión, nos hemos detenido en los problemas de especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonismo. Observamos la falta de especificidad entre las categorías de antagonismo y las de límite y exclusión; el problema relativo al carácter necesario de los antagonismos ligado a una ontología negativa, y la ambigüedad de Laclau con respecto a la localización interna/ externa de los antagonismos. En el capítulo 5, con respecto a la falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo, nos introdujimos en la crítica relativa al lugar que el antagonismo de clases ocupa con respecto a otros antagonismos. Žižek denunció en Laclau una despolitización de la economía, un rechazo a la primacía de la lucha de clases, y un abandono de la categoría clase; sin embargo esto no resuelve inmediatamente nuestro problema. Sin embargo dejamos abierta la puerta para una nueva forma de comprender la articulación de lo antagónico desde lo que el mismo Žižek denominó como un principio estructurante.

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En el capítulo 6, en lo que toca a la falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana, ésta la hemos examinado particularmente a través de una crítica que aborda la compleja relación entre las categorías de demanda y antagonismo, apuntando a denunciar una incongruencia teórica y un efecto de despolitización del carácter radical del antagonismo al mantener un reconocimiento del bloque de poder. Hemos dicho que esta crítica es el nudo central que nos permite sostener que efectivamente en Laclau hay un reformismo, el cual sin embargo no puede ser deducido directamente de su propuesta de democracia radical y plural, por más que se la intente reducir injustificadamente a la democracia liberal, estatal o burocrática. Son estos tres problemas expuestos lo que intentaremos resolver a través de algunas propuestas alternativas. Aquel es el propósito del tercer apartado de este libro, en el que iremos más allá de Laclau para arribar a nuevos antagonismos.

III

MÁS ALLÁ DE LACLAU: NUEVOS ANTAGONISMOS

Nuevas figuras de lo antagónico

En este apartado final ofreceremos respuestas a los problemas específicos que hemos planteado en los capítulos anteriores. Para ello continuaremos, en términos generales, con el esquema del apartado anterior, ofreciendo algunas propuestas de resolución a dichos problemas. Consideraremos las obras de Laclau posteriores a 1996, poniendo especial énfasis en La razón populista, no obstante también echaremos mano a sus obras anteriores en algunos casos. Además incorporaremos en la resolución de cada problema categorías provenientes del psicoanálisis lacaniano; éstas nos permitirán complejizar la categoría de antagonismo más allá de lo que Laclau fue capaz de formular. En el capítulo 7 nos aproximaremos a las distinciones conceptuales entre las categorías de «antagonismo», «límite» y «diferencia», con el objetivo de avanzar en la especificidad de la primera. Luego, abordaremos la relación entre las categorías de antagonismo y «heterogeneidad» para encontrar respuestas ante el problema existente entre las categorías de exclusión y antagonismo. A partir de aquello, formularemos la noción de «antagonismo heterogéneo». Continuaremos ahondando en la cuestión del carácter necesario de la categoría de antagonismo en vinculación con su carácter ontológico y sugeriremos considerar más de cerca

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la categoría psicoanalítica de «desplazamiento». Por último, en cuanto a la localización, intentaremos ir más allá de aquellas soluciones que ubican a la categoría de antagonismo en un locus interior o exterior, subvirtiendo dicho binomio a través de la categoría lacaniana de «extimidad». En el capítulo 8, relativa a la definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo, conectaremos las categorías de significante vacío, con las de punto nodal y punto de ruptura. Veremos cómo a través de esta última categoría Laclau sugiere un punto nodal antagónico, análogo a la categoría de significante vacío, que nos habla de un modo de articulación de antagonismos. A través de esta observación, propondremos la categoría de «antagonismo nodal». Finalizaremos con un pequeño apéndice sobre les implicancias de aquello para las discusiones en torno a capitalismo y lucha de clases. En el capítulo 9, ligado al problema específico de la coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana, examinaremos cómo la categoría de demanda puede ser conceptualizada desde el psicoanálisis lacaniano y desde allí las posibilidades de ir más allá de ella a través de la categoría de deseo. Argumentaremos que Laclau reduce la categoría de pulsión parcial al mero nivel de la demanda, dejando de lado el deseo, dimensión que nos permitirá considerar los aportes de Žižek en torno al atravesamiento de la fantasía y arribar a nuestra propuesta de «antagonismo radical». Este apartado ofrecerá categorías, a modo de propuestas de solución, ante los problemas que hemos examinado en el apartado anterior, tomando en consideración el psicoanálisis lacaniano como fuente amplia

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y convergente de recursos para la teoría laclausiana.Estas nuevas categorías pueden ser comprendidas como nuevas figuras de lo antagónico, más allá de los límites del campo laclausiano.

Capítulo 7

Antagonismos heterogéneos, desplazamiento y extimidad

A propósito del problema de especificidad, necesidad y localización, trabajaremos en torno a tres categorías que nos permitirán dar respuesta de forma respectiva a dicho problema. Estas categorías son: diferencia, heterogeneidad y extimidad. Mientras las dos primeras han sido formuladas por Laclau en el periodo más próximo de su obra, la categoría de extimidad proviene del psicoanálisis lacaniano y su incorporación es una decisión nuestra. Veamos de qué maneras estas categorías pueden auxiliarnos en el problema ya desarrollado en el capítulo anterior. 1. Determinaciones introductorias: antagonismo, límite y diferencia Ante el problema de especificidad ya mencionado, que plantea una relación ambigua entre las categorías de antagonismo y las de límite y exclusión, Laclau va tomando consciencia de aquel y, desde Emancipación y diferencia en adelante, va elaborando paulatinamente una conceptualización de la categoría de antagonismo que le permite ir definiendo su especificidad con respecto a la categoría de límite en particular. Para ello introduce otra categoría, la de «diferencia», y plantea que

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un antagonismo constituye un «límite» específico entre diferencias específicas al interior de un campo discursivo. Este límite específico deviene antagónico cuando se transforma en el límite que instituye el interior y el exterior de dicho campo, lo cual está en directa relación con la categoría de exterior constitutivo. La transformación de este límite específico en un límite antagónico genera entonces la exclusión de la o las diferencias que se encontraban ligadas a dicho límite, por tanto éstas devienen también en elementos antagónicos. Laclau entonces, para evitar reducir todo límite a un antagonismo propone distinguir entre éste último y diferencia: el único modo de evitar esa dificultad es postular un más allá que no es una diferencia más sino algo que plantea una amenaza (es decir, que niega) a todas las diferencias interiores a ese contexto —o, más bien, que el contexto como tal se constituye a través del acto de exclusión de algo ajeno, de una exterioridad radical (…) [Sin antagonismo] habría sólo “dispersión de diferencias”. “(…) la función misma de constituir identidades a través de límites antagónicos es lo que al mismo tiempo desestabiliza y subvierte esas diferencias.1

Dicho de otro modo, un antagonismo emerge cuando una diferencia particular, perteneciente a un campo discursivo constituido por una pluralidad de diferencias, es excluida de dicho campo, y el límite que constituía a dicha diferencia como diferencia deviene ahora antagónico con respecto al campo de diferencias en su totalidad. Desde este momento Laclau ya comienza a dar respuesta entonces al problema de especificidad 1 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., pp. 96-97.

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que hemos explorado anteriormente, ya que según esta formulación no todo límite resulta antagónico, sino más bien existen límites que pueden o no devenir antagonismos. Posterior a esta obra, desde Contingencia, hegemonía y universalidad en adelante, Laclau comienza de forma decidida a ligar esta forma de comprender el antagonismo con el registro lacaniano de lo Real: la noción de antagonismo como núcleo real que impide el cierre del orden simbólico (…) los antagonismos no son relaciones objetivas sino el punto donde el límite de toda objetividad es mostrado. Algo al menos comparable está implicado en la afirmación de Lacan de que no hay tal como como una relación sexual2

Lo Real designa según Lacan un registro que nos habla de la realidad psíquica y por tanto del inconsciente. En la medida en que el sujeto para el psicoanálisis es comprendido desde la falta, el inconsciente es aquel lugar desde donde aquella falta se revela como una falla, como un fracaso por parte de sujeto de acceder plenamente a un objeto de deseo perdido3. Mientras la realidad es estructurada según el registro de lo Simbólico, lo Real da cuenta de aquello que es imposible de reencontrar en la realidad, y por tanto de una imposibilidad de cierre de lo Simbólico4. Sin embargo 2 Laclau, Ernesto, “Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de lógicas políticas”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 79. 3 Kaufmann, Pierre, Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis; el aporte freudiano, Paidós, Buenos Aires, 1996, 1ra edición, p. 421. 4 Chemama, Roland, Diccionario del psicoanálisis; Diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis, Larousse Bordas, París, 1996, p. 372.

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lo Real, aunque nos muestra un más allá de lo simbólico, sólo aparece mediante lo simbólico: se trata de lo que la realidad ha expulsado y que retorna a través del trauma, la angustia, el síntoma, etc. Este retorno de lo Real a través de lo simbólico lleva a plantear a Lacan que lo Real no cesa de no escribirse5. Lo real corresponde a uno de los tres registros lacanianos, los cuales se encuentran anudados para toda experiencia subjetiva. En la categoría de lo simbólico [Lacan] ubicó toda la refundición derivada de los sistemas de Saussure y Lévi-Strauss; en la categoría de lo imaginario situó los fenómenos ligados a la construcción del yo (anticipación, captación, ilusión); finalmente, en lo real colocó la realidad psíquica, es decir, el deseo inconsciente y sus fantasmas conexos, pero también “un resto”: una realidad deseante, inaccesible a cualquier pensamiento subjetivo6.

Laclau plantea entonces que la categoría de antagonismo viene a dar cuenta de aquel Real de lo social, entendido este último como un campo de discursividad estructurado de acuerdo al registro de lo Simbólico: “aunque nuestro análisis del antagonismo no se deriva de la teoría de Lacan, puede coincidir en gran medida con la noción lacaniana de lo Real como núcleo básico que resiste a la simbolización”7. Antagonismo viene a ser el nombre de aquel límite de lo Simbólico, en donde éste fracasa y nos muestra su contingencia. De esta forma, mientras la categoría de diferencia es análoga a la de significante, la categoría de antagonismo es análoga 5 Ídem. 6 Roudinesco, Elisabeth, y Plon, Michel, Diccionario de psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2008, 2da edición, p. 924. 7 Laclau, “Identidad y hegemonía…”, op. cit., p. 85.

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a la de castración; sin embargo para dar cuenta de lo Real un significante debe prestarse para aquello; es por ello que una diferencia precisa debe ser excluida para la constitución de un límite antagónico. Como plantea Laclau, haciendo eco del cero de Pascal: No puede haber uno sin cero, pero el cero siempre aparece bajo la forma de un uno, de un algo (…). El nombre es el tropo del cero. El cero es siempre llamado un uno, cuando el cero, es en realidad, sin nombre, ‘innommable’.8

Antagonismo es aquel uno que nos muestra el cero, aquella diferencia que nos muestra un más allá de las diferencias, y “su nombre sería tanto el de un lugar vacío como el intento de llenarlo”9. De esta manera Laclau es capaz de dar mayor especificidad a la categoría de antagonismo, al definirla como un límite particular que sostiene la globalidad de los límites y diferencias internas de un campo social determinado. Esto es aclarado por el mismo Laclau quien, responde en Atisbando el futuro, a la crítica de Stäheli que pormenorizamos en el capítulo anterior: (…) estoy de acuerdo con su tesis de que las nociones de límite y límite antagónico no se superponen (…) En Hegemonía y estrategia socialista, la noción de límite es más o menos sinónima de frontera antagónica. La objetividad sólo se constituye a través de la exclusión radical. Luego, sin embargo, advertí que (…) el antagonismo es ya una forma de inscripción discursiva —es decir, de dominio— de algo más primario que, desde Nuevas reflexiones sobre la 8 Ibíd., p. 75. 9 Ibíd., pp. 75-76.

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revolución de nuestro tiempo en adelante comencé a llamar ‘dislocación’. No todas las dislocaciones necesitan ser construidas de manera antagónica10

Entonces antagonismo continúa siendo sinónimo de exclusión. Este problema sólo será resuelto en La razón populista a través de la categoría de heterogeneidad.

Laclau acepta la crítica que iguala límite y antagonismo en una etapa posterior, y no sólo agrega que no todo límite es antagónico, sino que el antagonismo es una forma de inscripción discursiva. Esto implica que no sólo estamos frente al límite de lo simbólico o de lo social, sino además que dicho límite es parte de lo social, sólo puede presentarse inscrito en lo social. Esto ya nos habla acerca del problema de localización del que hablaremos posteriormente. Para finalizar debemos mencionar que en La razón populista este argumento permanece intacto y es afirmado una vez más:

2. De la exclusión no antagónica al antagonismo heterogéneo

Para aprehender conceptualmente esa totalidad debemos aprehender sus límites, es decir, debemos distinguirla de algo diferente de sí misma. Esto diferente, sin embargo, solo puede ser otra diferencia (…) la única posibilidad de tener un verdadero exterior sería que el exterior no fuera un elemento más, neutral, sino el resultado de una exclusión, de algo que la totalidad expele de sí misma a fin de constituirse11

Si bien a partir de estos planteamientos es resuelto el problema de especificidad entre antagonismo y límite, es posible notar que aquel relativo a la categoría de exclusión permanece intacto. Si bien es la categoría de antagonismo define un límite o diferencia particular, éstas deben resultar excluidas para devenir antagónicas. 10 Laclau, Ernesto, “Atisbando el futuro”, en Critchley y Marchart, op. cit., p. 394. 11 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 94.

Continuando con lo relativo al problema de especificidad, esta vez examinando los vínculos entre las categorías de antagonismo y exclusión, veremos como éste puede ser resuelto a través de la inclusión de la categoría de «heterogeneidad». A diferencia del problema vinculado a las nociones de antagonismo y límite, el cual viene a ser resuelto desde Emancipación y diferencia en adelante; aquí, este problema sólo posee una respuesta en La razón populista. Sin embargo, ya un poco antes Laclau acusa recibo de las críticas respectivas afirmando que “antagonismo no equivale a exclusión radical. Lo que hace [la primera] es dicotomizar el espacio social, pero ambos lados de la relación antagónica son necesarios para crear un espacio único de representación”12. Laclau arriba a la categoría de heterogeneidad a partir de una reflexión con respecto al papel del «lumpenproletariado» y a los análisis que éste ha motivado desde Marx en adelante. Según él, Marx no pudo conceptualizar de forma adecuada a este grupo, él único interés en caracterizarlo residía en poder diferenciarlo de la clase proletaria13. Laclau señala que Marx definió al lumpenproletariado como “un campo de reclutamiento de ladrones y criminales de todo tipo, viviendo en la escoria de la sociedad, gente sin un oficio definido, 12 Laclau, “Atisbando el futuro”, op. cit., p. 394. 13 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 180.

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vagabundos”14; y concluye que a dicha caracterización subyace una dificultad inserta en el propio Marx, quien no es capaz de comprender el papel que este grupo juega en términos sociales15, debido al papel primario que posee la economía en su análisis: “su distancia del proceso productivo se convierte en un rasgo distintivo del lumpenproletariado”16. Si desde una perspectiva posmarxista consideramos seriamente que el papel político de un grupo social no está determinado por su ubicación en el proceso de producción económico sino más bien, obedece a procesos hegemónicos y antagónicos, queda entonces el desafío de comprender el estatus que posee un grupo como el lumpenproletariado desde esta nueva mirada. La categoría laclausiana de heterogeneidad se abre como una posibilidad de comprensión de dicho estatus, en la medida en que ésta es definida como “aquello que carece de ubicación diferencial dentro del orden simbólico”17. Teniendo en cuenta, como ya hemos visto, la importancia que la categoría de demanda posee en esta obra, Laclau plantea el momento de insatisfacción de esta última como expresión de una heterogeneidad: “una primera forma de heterogeneidad surge cuando, como hemos visto, una demanda social particular no puede ser satisfecha dentro de ese sistema: la demanda excede lo que es diferencialmente representable dentro de él”18. A esta primera forma se suma una 14 Marx, Karl y Engels, Friedrich, “The class strugless in France, 1848 to 1850”, en Marx, Karl y Engels, Friedrich, Collected Works, 10:62, en Laclau, La razón populista, op. cit., p. 181. 15 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 181 16 Ibíd., p. 182. 17 Ibíd., p. 139. 18 Ídem.

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segunda, aquella existente entre las demandas: “la heterogeneidad también está presente en el particularismo de las demandas equivalenciales —un particularismo que, como sabemos, no puede ser eliminado porque es el fundamento mismo de la relación equivalencial”19. Tanto la imposibilidad que un sistema posee para satisfacer una demanda como la imposibilidad que una cadena equivalencial de demandas tiene para homogeneizar las diferencias entre éstas nos hablan de una heterogeneidad, categoría que, de una manera diferente a la de antagonismo, también sería “equivalente al real lacaniano”20. Tanto la imposibilidad de satisfacción por parte de un bloque de poder como de representación por parte de una cadena de equivalencias da cuenta de una heterogeneidad, de esta manera las demandas “no pueden inscribirse en un sistema estructural de diferencias que les otorgaría un fundamento infraestructural (…) la heterogeneidad no significa diferencialidad”21. Al igual que la categoría de antagonismo, heterogeneidad aquí es algo que está más allá del juego de las diferencias. Esto define entonces lo central de la categoría, su imposibilidad de tener “acceso a un espacio general de representación”22; de poder “ser subsumida bajo una lógica interna”23, o de poseer una “ubicación estructural dentro de los dos campos antagónicos”24. Hasta aquí hemos dado cuenta de una nueva categoría que permitiría repensar el lugar de una ex19 Ibíd., p. 191. 20 Ibíd., p. 139. 21 Ibíd., p. 151. 22 Ibíd., p. 176. 23 Ibíd., p. 186. 24 Ibíd., p. 187.

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clusión radical al interior de la teoría de Laclau, sin embargo necesitamos aún diferenciar claramente entre heterogeneidad y antagonismo para resolver nuestro problema y dar respuesta a las críticas respectivas. Podemos afirmar que esto es logrado por Laclau a tal nivel que incluso llega a desestabilizar la centralidad que la categoría de antagonismo posee en su obra hasta el momento. Antagonismo y heterogeneidad comparten como vemos varios aspectos, por un lado, el hecho de que ambos no sean traducibles a un campo simbólico como meras diferencias, y por otro lado, lo cual se desprende de lo anterior, su pertenencia al registro de lo Real lacaniano. Sin embargo Laclau distingue claramente entre ambas categorías: un campo antagónico es enteramente representado como el inverso negativo de una identidad popular que no existiría sin esa referencia negativa; pero en el caso de una externalidad que se opone al interior sólo porque no tiene acceso al espacio de representación, ‘oposición’ significa simplemente ‘dejar aparte’ y, por lo tanto, no da forma en ningún sentido a la identidad de lo que está dentro25.

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respecto al excesivo énfasis que un exterior antagónico juega en la constitución de las identidades, afirmando que es posible diferenciar exclusión de antagonismo, en donde aquellas “externalidades” asumen la forma de una heterogeneidad. Concluyamos esta distinción con el siguiente extracto que no deja dudas al respecto: la ruptura implicada en este tipo de exclusión es más radical que la inherente en la exclusión antagonística: mientras que el antagonismo aún presupone alguna clase de inscripción discursiva, el tipo de exterioridad al que nos estamos refiriendo ahora presupone no sólo una exterioridad a algo dentro de un espacio de representación, sino respecto del espacio de representación como tal. Este tipo de exterioridad es lo que vamos a denominar heterogeneidad social26

De este modo, la categoría de antagonismo si bien refiere al límite de una objetividad, dicho límite juega un papel constitutivo de aquella al dar cuerpo a las identidades que antagonizan entre sí; de un modo diferente, la categoría de heterogeneidad no tiene un rol en aquella constitución del campo, se muestra más bien como un mero “dejar aparte”. Con esto vemos que Laclau responde a las críticas de Norval y Mendoça con

Si bien hay varias cuestiones que se desprenden de este extracto y de la forma general en la que Laclau define la categoría de heterogeneidad, podemos decir que el autor da respuesta de forma medianamente satisfactoria al problema de especificidad existente entre antagonismo y exclusión. Medianamente en tanto podemos plantear tres cuestiones que se abren a propósito de la introducción de la categoría de heterogeneidad con respecto a la de antagonismo, de las cuales no podemos hacernos cargo aquí pero podemos señalar. En primer lugar, Laclau señala que la exclusión ligada a una heterogeneidad es “más radical” que la que dice relación con un antagonismo. Esta afirmación implica, como ya mencionamos, una reorientación de la centralidad que categorías como antagonismo y dislo-

25 Ibíd., p. 176.

26 Ibíd., p. 176.

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cación poseen en la obra laclausiana, las cuales desde Hegemonía y estrategia socialista y Nuevas reflexiones poseían un protagonismo incuestionable. Esto posee consecuencias que deben ser exploradas. En segundo lugar, Laclau inserta en esta discusión las nociones de interior y exterior, definiendo la heterogeneidad como una “externalidad” y, por oposición, la categoría de antagonismo como una inscripción al interior de un espacio de representación. Esto se liga directamente con el problema de localización del cual ya hemos hablado, el cual sigue sin resolverse; nos referiremos más adelante a esta cuestión. En tercer lugar, Laclau afirma que un antagonismo no puede emerger sin una heterogeneidad, en la medida que la emergencia del primero, al no ser deducible del mero juego de diferencias internas de un sistema, debe recurrir a la segunda: “el antagonismo presupone la heterogeneidad porque la resistencia de la fuerza antagonizada no puede derivarse lógicamente de la forma de la fuerza antagonizante (…) los puntos de resistencia a la fuerza antagonizante siempre van a ser externos a ella”27. Esto nos lleva a preguntarnos por el tipo de relación y distinción que debería existir entre heterogeneidad y exterior constitutivo, siendo que ésta última cumplía en Nuevas reflexiones un papel similar al de heterogeneidad. Sin duda el interés por resolver la ambigüedad entre antagonismo y exclusión lleva a Laclau a un solapamiento no explicitado entre las categorías de heterogeneidad y exterior constitutivo. Dejando de lado estas cuestiones, vamos a proponer a continuación un estrechamiento de la relación existente entre antagonismo y heterogeneidad, de tal 27 Ibíd., p. 188.

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forma de otorgar mayor precisión a esta primera categoría que es nuestro objeto de preocupación. Laclau define lo heterogéneo como aquello que se expresa en una demanda en la medida en que carece de una posibilidad de representación simbólica en un sistema. Sin embargo, el hecho que una demanda pueda ser representada —no necesariamente satisfecha, pero sí inscrita— en un determinado sistema o campo de diferencias no elimina el carácter de irrepresentabilidad que puede poseer en otro campo. Es decir, una demanda puede ser una heterogeneidad y una diferencia de forma simultánea dependiendo de cómo se la considere: heterogeneidad con respecto a un campo social que la hace irrepresentable y diferencia con respecto a otro campo en donde sí posee representación, lo cual no cambia en nada su exclusión del primer campo mencionado y por tanto su posibilidad de seguir siendo heterogénea para aquel. De este modo estamos amplificando los efectos de la categoría de heterogeneidad más allá de las demandas en coherencia con las críticas que denuncian su centralidad: la heterogeneidad no es privativa de las demandas con respecto a un sistema, sino además puede existir entre diferentes campos de representación en la medida en que unos sean inconmensurables con respecto a otros. Si en cada uno de estos campos heterogéneos entre sí es posible hallar inscrito al menos un antagonismo, de forma respectiva, entonces podemos afirmar que estamos ante la presencia de «antagonismos heterogéneos». Con esto distinguimos dos formas de antagonismo, una forma relativa a los límites que se expresan en un determinado campo y otra forma relativa a los lí-

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mites existentes en diferentes campos. Así como podemos pensar en la posibilidad de que en un determinado campo de representación exista una cantidad indefinida de antagonismos, los cuales a su vez expresan los límites de dicho campo; paralelamente podemos pensar en la posibilidad de que campos heterogéneos posean «antagonismos heterogéneos». Cuando Laclau define la categoría de heterogeneidad ocupa una metáfora que resulta un muy buen ejemplo para nuestra reflexión ya que incorpora la dimensión antagónica. Una heterogeneidad se expresa “como la reacción de dos jugadores de ajedrez hacia alguien que patea el tablero”28. Mientras la contienda entre ambos jugadores representa al antagonismo propio de un sistema, la acción de patear el tablero y la reacción que ésta conlleva da cuenta de la heterogeneidad de un antagonismo que opera entre diferentes sistemas. Si bien la categoría de antagonismo ya nos habla de lo Real, podemos entonces diferenciar entre aquellos antagonismos más cercanos a un determinado sistema en particular de aquellos pertenecientes a campos radicalmente heterogéneos entre sí. El carácter heterogéneo o no de un antagonismo dependerá enteramente de los procesos hegemónicos que se jueguen en y entre los campos. Veremos posteriormente que esto se vincula con el problema relativo a la localización. Evaluado el modo en que Laclau resuelve el problema de especificidad entre exclusión y antagonismo, y hecho este aporte que vincula antagonismo y heterogeneidad, pasaremos a nuestro siguiente problema relativo al carácter necesario del antagonismo.

3. Subvirtiendo la dicotomía necesidad/contingencia: el desplazamiento antagónico En el capítulo anterior nos referimos a un problema ligado al carácter necesario de la categoría de antagonismo, en tanto éste no es claro en cuanto a las dimensiones ontológica y óntica en las que podría expresarse, problema que se extiende también a las críticas que ya hemos explorado, ya que éstas confunden ambas dimensiones que desde un inicio no están bien identificadas por el mismo Laclau. Pues bien, dado que estas críticas siguen un razonamiento similar al que Judith Butler utilizara en Contingencia, hegemonía y universalidad para criticar la categoría de lo Real, y por tanto la de antagonismo, daremos cuenta de cómo Laclau, y también Žižek, responden a esta crítica. Veremos que lo que ya hemos planteado con respecto a la especificidad del antagonismo con respecto a las categorías de límite y diferencia será de ayuda. Como ya mencionamos, Butler acusa a Laclau y a Žižek de elevar lo Real y el antagonismo a una posición que la transforma en una limitación “cuasi trascendental”29 que termina por “oscurecer sus orígenes históricamente contingentes”30. En este sentido, la categoría de antagonismo constituiría un atentado contra una concepción de lo político que pretenda un gesto de apertura y por tanto de transformación. Sin embargo, si la categoría de antagonismo lo que busca es justamente dar cuenta de la imposibilidad de un cierre, de la imposibilidad de fundar lo social en un a priori indiferente a desplazamientos hegemónicos, de la contingencia irres-

28 Ibíd., p. 177.

29 Butler, “Universalidades en competencia”, op. cit., p. 145. 30 Ídem.

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tricta a la cual lo social está sujeto, entonces es difícil comprender a qué se refiere Butler. El siguiente extracto analizado por Žižek nos muestra en donde reside dicha comprensión particular de la categoría de antagonismo por parte de Butler: Una identidad particular se convierte en una identidad en virtud de su localización relativa en un sistema abierto de relaciones diferenciales. En otras palabras, una identidad es constituida a través de su diferencia en relación con un conjunto limitado de otras identidades. Esa diferencia es especificada, en el curso de la exposición de Laclau, como una relación de exclusión y/o antagonismo. (…) la incompletud de todas y cada una de las identidades es el resultado directo de su emergencia diferencial: ninguna identidad particular puede emerger sin suponer y establecer la exclusión de otras, y esta exclusión constitutiva o antagonismo es la condición compartida por toda constitución identitaria31.

En el curso de esta exposición vemos como Butler se apresura a identificar diferencia con antagonismo de manera inmediata. Es cierto que en Laclau una diferencia se presta como antagonismo, pero en la medida en que ello ocurre, tal diferencia deja de ser una mera diferencia y por tanto, el carácter constitutivo de las identidades no es fruto solamente de una diferencialidad sino más bien de una operación de exclusión adicional no deducible del juego diferencial. Žižek insiste en mostrar cómo Butler confunde ambos niveles: “En Laclau, se trata, por supuesto, de la noción de antagonismo como algo fundamentalmente distinto de la ló31 Butler, Judith, “Replantear el universal: la hegemonía y los límites del formalismo”, en Butler, Laclau y Žižek, op. cit., p. 39.

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gica de la diferencia simbólica/estructural”32. Llevando esta cuestión a un terreno más butleriano, ligado a los estudios de género, Žižek plantea: el antagonismo precisamente no es la relación diferencial saussureana donde la identidad (de un significante) no es más que un manojo de diferencias (…) la diferencia, por ejemplo, que separa a la mujer del hombre es antagónica en la medida en que simultáneamente barra a la mujer desde adentro, impidiéndole alcanzar su identidad plena (…) si fusionamos lo real de un antagonismo con la(s) diferencia(s) simbólica(s), retrocedemos a una problemática empirista33

Las consecuencia de esta confusión llevan a Butler a colocar estáticamente en el lugar del antagonismo una diferencia precisa, un contenido concreto, que al estar ubicado en un lugar constitutivo, sería imposible de movilizar, sustituir o transformar; dicho de otro modo, en la medida que Butler confunde lo Real con lo Simbólico, otorga —según su comprensión del esquema laclausiano— un estatuto trascendental a la diferencia sexual, no pudiendo ésta dejar de ser un antagonismo a través de procesos hegemónicos. Como plantea Žižek: “Butler sistemáticamente (mal)interpreta el antagonismo (que es imposible-real) como una diferencia/oposición (simbólica); (…) ella lee, sistemáticamente, el simbólico, fijo e inamovible conjunto de oposiciones que definen la identidad (heterosexual) de cada uno de los sexos”34. 32 Žižek, “¿Lucha de clases o posmodernismo?...”, op. cit., p. 96. 33 Žižek, “Da capo senza fine”, op. cit., p. 217. 34 Ibíd., p. 216.

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Laclau coincide con esta crítica realizada por Žižek afirmando que Butler, al rechazar lo Real, sólo se queda con una operación de sustitución contextual, lo cual sólo “introduce una pluralidad de contextos de un modo puramente descriptivo o enumerativo”35. Frente a esto, Laclau explicita el papel que la dimensión ontológica y óntica juegan en este carácter necesario de la categoría de antagonismo: si digo que un límite negativo ha sido establecido (…) ninguna determinación óntica está implicada. Lo único que se puede decir en ese punto es que tendrá lugar un movimiento formal de sustituciones, sin que ese movimiento formal sea capaz de determinar los contenidos reales que se sustituyen.36

De esta manera Laclau aclara que el carácter necesario de la categoría de antagonismo es inherente a un ámbito ontológico, siendo su expresión óntica algo que podrá ser realizado por cualquier diferencia que resulte excluida del campo diferencial. Sin embargo con esto Laclau no nos está diciendo que el carácter necesario no se exprese en lo óntico, sino más bien que no hay necesidad que sea una diferencia por sobre otra la que sea objeto de antagonismo. Podemos ver con claridad cómo es que Butler y quienes suscriben a su crítica no comprenden que la necesidad ontológica de un antagonismo no determina ónticamente el contenido o la diferencia excluida, sin embargo —y este sigue siendo un problema para nosotros— Laclau continúa afirmando paralelamente que el carácter necesario de la categoría se expresa en ambos niveles, en lo ontológico como 35 Laclau, “Estructura, historia y lo político”, op. cit., p. 187. 36 Ídem.

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imposibilidad de lo social y requisito de lo político, y en lo óntico como un lugar vacío e indeterminado. Si, como ya hemos dicho, lo social es lo óntico, para Laclau la necesidad óntica sigue estando presente: “el antagonismo, tal como hemos mantenido siempre, es un rasgo inerradicable de lo social”37. Este problema continúa en La razón populista, en donde Laclau afirma coherentemente con lo ya expuesto que debemos diferenciar entre “el rol ontológico de la construcción discursiva de la división social, y el contenido óntico que, en ciertas circunstancias, juega ese rol (…) la necesidad ontológica de expresar la división social fue más fuerte que su adhesión óntica”38 Si ese rol es jugado en “ciertas circunstancias”, habría algunas en donde no estaría siendo jugado. Y esta posibilidad, si no es precisada, contradice la inerradicabilidad del antagonismo en lo social. Asumiendo que este problema no es resuelto por Laclau, a continuación haremos una propuesta tomando en consideración dos aspectos que en La razón populista están presentes: la «lógica de la diferencia» y la afirmación según la cual «no todo es político». Ambos aspectos nos permitirán comprender la posibilidad de erradicación o absorción de antagonismos en lo óntico. De esta manera podremos concluir que el carácter ontológico de la categoría de antagonismo es compatible con la eliminación de antagonismos en un nivel óntico. Veamos primero qué quiere decir Laclau con lo que él denomina lógica de la diferencia: si una demanda no entra en una relación equivalen37 Ibíd., p. 197. 38 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 115.

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cial con otras demandas es porque es una demanda satisfecha (…) se inscribe en una totalidad institucional/diferencial. Por lo tanto tenemos dos formas de construcción de lo social (…) La segunda manera de construcción de lo social implica el trazado de una frontera antagónica; la primera no. A la primera manera de construcción de lo social la hemos denominado lógica de la diferencia39.

La lógica de la equivalencia es en Laclau justamente lo opuesto a la lógica de la diferencia, mientras la primera permite la articulación de demandas entre sí configurando una cadena y creando las condiciones para la emergencia de un antagonismo entre tal cadena y el bloque de poder, la segunda posibilita a un bloque de poder la satisfacción de las demandas emergidas en el seno del pueblo. Mientras la primera releva la equivalencia entre las demandas y por tanto su unificación, la segunda resalta sus diferencias, y por tanto las mantiene relativamente aisladas entre sí, lo que permite su satisfacción particular. Laclau es claro: la lógica de la diferencia no implica el trazado de un antagonismo ¿Esto implica la posibilidad de erradicar los antagonismos en lo social? Laclau es ambiguo: sí, en la medida en que esta lógica opera anulando antagonismos; no en la medida en que esta lógica nunca opera sola, siempre existe una tensión entre diferencia y equivalencia. Veamos a continuación una ambigüedad similar cuando Laclau nos habla de lo político: lo político es, en cierto sentido, la anatomía del mundo social, porque es el momento de institución de lo social. No todo es político en la sociedad por39 Ibíd., pp. 103-104.

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que tenemos muchas formas sedimentadas que han desdibujado las huellas de su institución política originaria, pero (…) siempre vamos a tener una dimensión política40

Si la categoría de antagonismo expresa lo político propiamente tal, lo que Laclau nos está planteando es que antagonismo es sólo el nombre de un momento, ya que a los procesos políticos de reactivación siguen procesos de sedimentación, de desdibujamiento de antagonismos. ¿Cómo es esto compatible con la categoría de antagonismo como imposibilidad ontológica de lo social, como dimensión siempre presente? La categoría de antagonismo nuevamente es definida como una posibilidad óntica a pesar de su estatuto ontológico. Lo que nos muestra la lógica de la diferencia y la afirmación en Laclau de que no todo es político, es la posibilidad de erradicación de antagonismos en lo óntico. Con esto podemos afirmar que el carácter necesario de la categoría no se expresa en dicho ámbito. Sin embargo debemos precisar el sentido de la afirmación de Laclau según la cual el antagonismo es un rasgo inerradicable de lo social, para no caer en contradicciones. Proponemos considerar que la categoría de antagonismo puede ser comprendida como un límite erradicable e inerradicable en diferentes sentidos. Por un lado, la categoría de antagonismo podrá expresarse como un límite posible de erradicar en lo óntico a través de la lógica de la diferencia, lo cual resulta coherente con la posibilidad de sedimentación de lo político, en la medida en que éste da cuenta de un momento de lo social. Por otro lado, la categoría de antagonismo podrá expresarse 40 Ibíd., p. 194.

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como un límite inerradicable toda vez que la erradicación de antagonismos sea comprendida como una operación de «desplazamiento» del límite de lo social, lo cual efectivamente puede implicar la erradicación de un conflicto concreto entre dos o más grupos sociales, pero esto necesariamente implicará un movimiento de dicho límite hacia otros lugares de lo social. De este modo, en estricto rigor, lo que estamos planteando implica afirmar el carácter necesario de la categoría de antagonismo en términos ontológicos dada la tensión entre lo erradicable e inerradicable que experimenta en un nivel óntico. Sin embargo, en este último nivel, estamos precisando la forma en que dicha tensión se expresa, no consistiendo aquella en la imposibilidad de erradicar un conflicto concreto en lo social, sino más bien, en la imposibilidad de erradicar todo antagonismo. Exploremos de un modo un poco más detallado en qué consiste lo que hemos denominado «desplazamiento». Desplazamiento es el nombre que recibe una operación psíquica que el psicoanálisis ha determinado para los procesos inconscientes, la cual implica el desprendimiento o deslizamiento de un afecto desde una representación particular hacia otra con la cual se encuentra ligada, hasta ese momento, de forma poco intensa41. Freud se refirió a este proceso identificando un quantum de afecto “susceptible de aumento, disminución, desplazamiento (Verschiebung) y descarga, y que se extiende sobre las huellas mnémicas de las representaciones”42; 41 Chemama, op. cit., p. 97. 42 Freud, Sigmund, “Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias) (1894)”, en Freud, Sigmund, Obras completas, Volumen 3 (1893-99) Primeras publicaciones psicoanalíticas, Amorrortu, Buenos Aires, 1991, p. 61.

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a través de esta operación “el material de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos”43. Freud observó inicialmente el desplazamiento en el análisis de los sueños, definiéndolo como el paso de la energía psíquica de una representación a otra44; y posteriormente lo observó en el análisis de las representaciones psíquicas en general y de los síntomas45, de manera tal que halló en él una de las principales características del funcionamiento del sistema inconsciente46. Él utilizó la siguiente metáfora para comprender el desplazamiento: “Es como cuando un impedimento general, por ejemplo el desborde de los ríos, vuelve impracticables los caminos principales de una zona montañosa, los caminos amplios, y entonces el tránsito se mantiene por sendas incómodas y empinadas”47. En Freud, el desplazamiento no implica “el privilegio por un determinado tipo de ligazón asociativa, pudiendo ser ésta por contigüidad o semejanza”48; sin embargo, posteriormente Lacan —siguiendo la conceptualización de Roman Jakobson— asimila el desplazamiento (déplacement) a la sustitución retórica efectuada por la metonimia49, dejando para la condensación los tropos 43 Freud, Sigmund, “Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950 [1892-99])”, en Freud, Sigmund, Obras completas, Volumen 1 (1886-99) Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud, Amorrortu, Buenos Aires, 1992, p. 274. 44 Laplanche, Jean, Diccionario de Psicoanálisis / Jean Laplanche y JeanBertrand Pontalis: bajo la dirección de Daniel Lagache, 1ra edición, 6ta reimp., Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 98. 45 Ídem. 46 Ídem. 47 Freud, Sigmund, Obras completas, Volumen 5 (1900-01) La interpretación de los sueños (segunda parte) Sobre el sueño, Amorrortu, Buenos Aires, 1991, p. 524. 48 Laplanche, op. cit., p. 100. 49 Roudinesco y Plon, op. cit., p. 220.

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de la semejanza, analogía o metáfora. En un ámbito político, la operación de desplazamiento fue ocupada por Althusser para explicar los modos en que las contradicciones se expresan como antagonismos, consistiendo dicha operación en “el momento en que la sobredeterminación de la contradicción existe en la forma dominante de desplazamiento”50 la cual Althusser también reconoce como metonimia. Si bien nos distanciamos de Althusser, tal como sugiere Laclau, en lo relativo a la concepción de los antagonismos como contradicciones y en la determinación en última instancia de la economía51, sí podemos recoger la categoría de desplazamiento reformulada por Althusser del mismo modo en que Laclau lo hace con la de sobredeterminación52. Sostener el carácter ontológico de la categoría de antagonismo y desde allí su inerradicabilidad es posible en la medida que comprendamos el modo en que los antagonismos ónticos se erradican, y allí es donde el desplazamiento se ofrece como un proceso que puede explicarnos cómo la erradicación de un antagonismo en particular implica más bien su desplazamiento hacia otro lugar de lo social, así como en el psiquismo una investidura libidinal puede ser transferida de una representación a otra, o expresada desde un síntoma a otro. La analogía existente entre desplazamiento y metonimia inscrita por Lacan es coherente con la relevancia que Laclau otorga a esta última categoría en su teoría, quien afirma, junto a Mouffe, que “la hegemonía es esencialmente metonímica: sus efectos surgen siempre 50 Althusser, Louis, La revolución teórica de Marx, México D. F., Siglo XXI, 1967, 1ra edición en español., pp. 179-180. 51 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 133-136. 52 Ídem.

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a partir de un exceso de sentido resultante de una operación de desplazamiento”53. Laclau explica al respecto que la metonimia es, en cierto sentido, más ‘primordial’ que la metáfora (…): porque en una situación de contingencia generalizada ningún criterio de analogía es estable; una tal situación está gobernada por cambiantes relaciones de contigüidad que ninguna totalización metafórica puede controlar54

Esta posición es sostenida hasta La razón populista, en donde Laclau plantea que “[la] pluralidad de demandas sociales (…) se unen por relaciones equivalenciales (metonímicas) de contigüidad”55. Si la imposibilidad de erradicar los antagonismos está dada por el desplazamiento de éstos en lo social a través de sustituciones metonímicas, estaríamos afirmando que dicha imposibilidad sigue la misma lógica de los procesos hegemónicos: del mismo modo en que las demandas se articulan, los antagonismos se desplazan, siendo cada proceso el revés del otro. Toda articulación hegemónica implica entonces el desplazamiento de antagonismos. A través de esta precisión no sólo hemos abandonado la ambigüedad de Laclau con respecto a al problema del carácter necesario de la categoría de antagonismo, sino además podemos plantear algunas conclusiones con respecto a propuestas como las de Mouffe y Žižek. Primero, podemos distanciarnos aún más del modelo de Mouffe en cuanto a su modo de concebir la 53 Ibíd., pp. 185-186. 54 Laclau, Ernesto, Misticismo, retórica y política, Fondo de cultura económica, Buenos Aires, 2006, 1ra edición, 1ra reimp., pp. 91-92. 55 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 281.

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posibilidad de los antagonismos. Mientras ella plantea que “la posibilidad de emergencia de un antagonismo nunca puede ser eliminada”56, nosotros afirmamos de forma más radical que la presencia de antagonismos en lo óntico nunca puede ser erradicada totalmente de lo social. Las implicancias para un modelo democrático radical que de esto se desprende no podemos desarrollarlas acá, pero podemos mencionar que aquella relación de “domesticación” de los antagonismos debería ser repensada. Por otro lado, siguiendo esta línea de argumentación, nos acercamos mucho más a Žižek cuando él plantea la existencia de dos tipos de antagonismo, uno entendido como antagonismo proyectado hacia un Otro, y otro entendido como “puro antagonismo como autoobstáculo, autobloqueo”57. El carácter necesario de la categoría de antagonismo en lo óntico se acerca bastante a esta segunda forma de concebirlo, sin embargo profundizaremos sobre esto en lo relativo al problema de localización. Con esto hemos avanzado en la precisión del carácter ontológico y óntico de la categoría de antagonismo en Laclau, precisando las tensiones entre necesidad y contingencia que ésta sufre, dando cuenta de la imposibilidad de su erradicación última y que su erradicación óntica sigue la lógica de lo que podemos denominar «desplazamiento antagónico». 4. Subvirtiendo la dicotomía interior/exterior: la extimidad antagónica A continuación esbozaremos algunas posibles 56 Mouffe, En torno a lo político, op. cit., p. 23. 57 Žižek, “Más allá del análisis…”, op. cit., pp. 261-262.

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respuestas ante el problema ligado a la ambigüedad con la que Laclau ha definido la localización de la categoría de antagonismo. Como hemos visto, esta ambigüedad implica el uso del binomio interior/exterior de forma indistinta en diversos momentos de la obra laclausiana, lo cual ha sido identificado por Žižek quien ha elaborado una respuesta que expusimos someramente en el capítulo 4. Es por ello que, en lo que sigue, haremos el siguiente recorrido. Primero, veremos en breve cómo el problema continúa en La razón populista; segundo, desarrollaremos tres propuestas, una por parte de Benjamin Arditi y las otras dos por parte de Slavoj Žižek, y realizaremos una evaluación crítica de las mismas; y tercero, haremos una propuesta original basándonos en la categoría de extimidad. Vamos punto por punto. Laclau no avanza significativamente en torno a este problema en La razón populista, en donde la categoría de antagonismo es referida tanto a una ubicación interna como externa. Esto a pesar de las propuestas que Žižek realiza en Nuevas reflexiones y en Contingencia, hegemonía y universalidad. Laclau, si bien se inclinó hasta Nuevas reflexiones por una ubicación externa de la categoría, en La razón populista cambia de opinión deslizándola a lo interno. Lo más frecuente es ver cómo Laclau, toda vez que se refiere a la categoría de antagonismo como frontera política que divide a la sociedad en dos campos, la señala teniendo una ubicación interna a lo social58. No obstante, también podemos ver cómo una ubicación externa también es mencionada, con menor claridad; por ejemplo Laclau señala que 58 Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 99, 102, 104, 114, 122, 151, 164, 197.

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“la fuerza antagónica muestra una exterioridad”59; que “la defensa de la comunidad [es] contra una amenaza externa”60; o que “los puntos de resistencia a la fuerza antagonizante siempre van a ser externos a ella”61. Lo que nos ayuda a resolver esta ambigüedad es el reconocimiento que Laclau realiza con respecto a esta doble situación, cuando menciona la posible presencia de “límites, tanto internos como externos”62; y a propósito de lo que él denomina etnopopulismo: “en el caso del ‘etnopopulismo’, tenemos un intento por establecer, en cambio, los límites mismos de la comunidad (…) El ‘otro’ opuesto es externo a la comunidad, no interno”63. Ahora bien, como ya mencionamos, la categoría de heterogeneidad viene a participar de esta cuestión al designar una exterioridad, con lo cual la categoría de antagonismo es inscrita al interior de un campo social64; sin embargo Laclau también afirma que “toda internalidad va a estar siempre amenazada por una heterogeneidad que nunca es una exterioridad pura porque habita en la propia lógica de la constitución interna”65. Con esto último es posible concluir que si bien en Laclau continúa una ambigüedad con respecto al carácter interno/ externo del antagonismo, existe en La razón populista una intención o posibilidad de subvertir dicho binomio, posibilidad inscrita en aquella misma ambigüedad y en la imposibilidad de una pura exterioridad. En torno a este problema veamos tres propues-

tas. Una planteada por Benjamin Arditi y otras dos formuladas por Žižek. Revisemos brevemente la primera citando a Arditi:

59 Ibíd., p. 112. 60 Ibíd., p. 154. 61 Ibíd., p. 188. 62 Ibíd., p. 230. 63 Ibíd., pp. 243-244. 64 Ibíd., p. 176. 65 Ibíd., p. 192.

66 Arditi, Benjamín y Valentine, Jeremy, Polemicization; the contingency of commonplace, New York University Press, Washington Square, New York, 1999, pp. 86-87 [Trad. propia: “De hecho, el antagonismo garantiza la objetividad de lo social en dos frentes: dentro de lo social, y entre lo social y lo que se considera externo. En este punto la noción de antagonismo pierde su valor crítico-político. El antagonismo se articula en un régimen hegemónico como lo que lo estabiliza, o como su centro. En este sentido podemos referirnos a los antagonismos hegemónicos”].

In fact, antagonism guarantees the objectivity of the social on two fronts: within the social, and between the social and something deemed to be external to it. At this point the notion of antagonism loses its critical-political value. Antagonism is articulated within a hegemonic regime as that which stabilizes it, or as its centre. In this sense we can refer to hegemonic antagonisms66

Arditi plantea de forma clara y diferente las dimensiones interna y externa de un antagonismo en tanto límite. Pero no sólo eso, además señala que en el caso de aquel antagonismo externo sigue la lógica del ‘dividir para gobernar’, es decir, una situación en la que un bloque de poder instala antagonismos allí en donde hay relaciones equivalenciales entre las demandas. El aporte de Arditi es valioso al dar cuenta de cómo un antagonismo no sólo puede emerger en contra de un bloque de poder sino que también puede operar a favor de éste último; no está inscrito en un antagonismo quien es el favorecido por aquel, más bien éste nos habla solo de la posibilidad de que uno de los contendientes ocupe una posición hegemónica. No obstante, el problema de Arditi está en considerar que esto implica necesariamente

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la pérdida del valor crítico y político de la categoría; en este caso los modos de estructuración de los antagonismos sociales, favorables o no a un pueblo, no deberían ser confundidos con el carácter más profundo de la categoría que señala el límite de lo social para cualquier grupo en su interior. No tiene sentido entonces plantear que un antagonismo de este tipo es hegemónico, esto nos llevaría a concluir que uno favorable al pueblo no lo sería. En el esquema laclausiano todo antagonismo busca constituir hegemonía ya sea por parte del bloque de poder o del pueblo: no hay antagonismo sin hegemonía y viceversa. Rescatemos entonces el aporte de Arditi según el cual podemos encontrar antagonismos internos y externos, y pasemos a revisar las propuestas de Žižek. Ante el problema de la localización, Žižek ya había realizado en Nuevas reflexiones una propuesta orientada a identificar dos tipos de antagonismo, la cual ya adelantamos en el capítulo anterior. Por un lado, Žižek propone un antagonismo que sigue lo formulado por Laclau, en términos de una frontera que divide el campo social en dos, constituyendo así un enemigo político; y por otro lado, un antagonismo diferente, inscrito ya en la identidad misma, lo que Žižek denomina auto-obstáculo o autobloqueo67. Es este segundo tipo de antagonismo que para Žižek resulta ser el más radical, y el segundo no es más que una proyección o externalización del primero. De allí que Žižek lo designe como puro antagonismo68. De este modo, Žižek distingue por un lado el antagonismo social en tanto límite externo, y por otro, el antagonismo identitario o subjetivo en tanto 67 Žižek, “Más allá del análisis…”, op. cit., p. 260 68 Ibíd., p. 261.

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límite interno. Consideramos que esta propuesta es valiosa en la medida que permite asumir simultáneamente el carácter interno y externo del antagonismo dependiendo de la forma que éste adopta; sin embargo ésta posee dos debilidades. La primera debilidad consiste en la analogía no fundamentada entre lo externo como lo social y lo interno como lo identitario. Si establecemos que lo social es lo externo y lo identitario es lo interno no sólo retrocedemos a formas arcaicas de concebir la identidad social, sino además no resolvemos en ningún caso lo que Laclau afirma con respecto al carácter interno y externo de un antagonismo en lo social mismo. Coincidimos con la afirmación de Žižek según la cual todo antagonismo exteriorizado en un enemigo social implica la proyección de un auto-antagonismo, sin embargo éste último no tiene por qué localizarle exclusivamente al interior de una subjetividad, sino que puede encontrar su seno en lo social mismo, al interior del grupo social antagonista. La segunda debilidad consiste en la primacía que Žižek otorga al antagonismo interno, el cual es denominado antagonismo puro; esto sugiere que la exteriorización o proyección del antagonismo sería más bien una distorsión ideológica del antagonismo, en el sentido marxista de la ideología, lo cual sería incoherente con lo que el mismo Žižek ha afirmado con respecto al rol de aquella concebida más bien como una operación de cierre de la contingencia69. Frente a esto proponemos mantener la mutua relevancia de las dimensiones interna/externa y social/subjetiva en el carácter de la categoría de antagonismo: no solo un antagonismo externo sería la proyección de uno interno, 69 Laclau, Misticismo, retórica y política, op. cit., p. 19-21.

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sino además uno interno podría ser la introyección de uno externo. En cuanto a cómo Laclau recibe esta propuesta podemos reconocer que la categoría de dislocación viene a dar cuenta de aquella dimensión del puro antagonismo. Laclau afirma: “[Žižek] contribuyó (…) con una incisiva crítica a nuestro tratamiento de la cuestión del sujeto. Su impacto sobre mi pensamiento puede verse en la primera pieza de [Nuevas reflexiones]”70. Dicha dimensión de autobloqueo interno se ve con claridad cuando Laclau afirma que “toda identidad está dislocada en la medida en que depende de un exterior que, a la vez que la niega, es su condición de posibilidad”71, así también cuando plantea que “la dislocación es el nivel ontológico primario de constitución de lo social”72. Sin embargo, un problema emerge cuando definimos el límite interno de una identidad como sinónimo de antagonismo, ya que, como hemos expuesto anteriormente, no todo límite es antagónico, y como bien señala Laclau hacia el final de su obra “no todas las dislocaciones necesitan ser construidas de manera antagónica”73. De esta forma, si bien la categoría de dislocación viene a otorgar mayor especificidad a la categoría de antagonismo, no resuelve el problema de localización ya que esta primera categoría es reformulada más bien como una falla estructural no antagónica. Sería incorrecto entonces suponer que dislocación en Laclau es lo mismo que antagonismo interno a nivel identitario. Ahora bien, Žižek realiza posteriormente una 70 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 16. 71 Ibíd., p. 55. 72 Ibíd., p. 61. 73 Laclau, “Atisbando el futuro”, op. cit., p. 394.

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propuesta distinta en Contingencia, hegemonía y universalidad, que vuelve a insistir en el binomio interno/ externo, pero esta vez no haciendo una analogía con el binomio identidad/sociedad, sino más bien situándolo en lo social propiamente tal. A pesar de ello, mantiene la primacía de la localización interna. Žižek afirma al respecto: lo Real lacaniano es estrictamente interno a lo Simbólico: no es más que su limitación inherente, la imposibilidad de lo Simbólico de “llegar a ser él mismo” totalmente (…) lo Real es de hecho interno/ inherente a lo Simbólico, no su límite externo74

Esta internalidad ya no es proyectada, sino más bien positivizada en un exterior, en un Otro; se trata de un “giro desde la lógica del antagonismo que hace imposible la Sociedad, a la lógica del Enemigo externo que garantiza la consistencia de la Sociedad”75. De esta forma, antagonismo es un límite que viene a dar cuenta de dos tipos de imposibilidad; por un lado, imposibilidad de plenitud de la sociedad, y por otro lado, imposibilidad de representación plena de la imposibilidad misma a través de su positivización en un Otro. Esta segunda propuesta supera las dificultades de la primera, y Laclau se muestra en acuerdo con ella: “no discrepo ni con el análisis de Žižek (…) ni con su conclusión acerca de que cuando ‘esta imposibilidad misma es representada en un elemento positivo, la imposibilidad inmanente es transformada en un obstáculo externo’”76. Sin embargo Laclau cuestiona la primacía 74 Žižek, “¿Lucha de clases o posmodernismo?...”, op. cit., pp. 131-132. 75 Ibíd., p. 132. 76 Laclau, “Estructura, historia y lo político”, op. cit., p. 200.

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del momento interno al señalar que la positivización de un enemigo externo no es algo arbitrario, sino que puede señalar obstáculos sociales reales y relevantes77. Hasta aquí, siguiendo los comentarios de Laclau, consideramos que la propuesta de Žižek es un verdadero aporte, sin embargo es posible ir un poco más allá. El modo en que Laclau e incluso Žižek han desarrollado lo relativo a la localización de la categoría de antagonismo sigue utilizando de manera dicotómica la noción interno/externo de manera confusa. Coincidimos tanto con el carácter interno de un antagonismo en la medida que es la inscripción de lo Real en lo Simbólico, cómo con el carácter externo del mismo cuando éste es objeto de positivización, cuando deviene enemigo externo. Pero también podríamos preguntarnos, en primer lugar, si acaso la emergencia de un antagonismo en el interior de lo social no separa a lo social mismo en un interior y un exterior, siendo esta designación dependiente del lugar en que los grupos sociales se ubiquen. Es decir, podemos preguntarnos acaso si un límite interno es interno con respecto a lo que la sociedad era antes de su emergencia, y si cuando éste emerge, al menos uno de los polos constituidos es designado como lo externo. En segundo lugar también podemos preguntarnos si acaso el enemigo externo no es siempre parte de una totalidad más amplia según la cual el antagonismo entonces es siempre interno. Con respecto a estas dos preguntas, nuestra respuesta es afirmativa, y por ello sostenemos que todo antagonismo posee una ubicación interna/externa que sólo se inclina hacia uno de los polos cuando un grupo social sedimenta lo político. No hay antagonismo interno que no im77 Ibíd., pp. 200-201.

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plique situar a un Otro como un externo, así como no hay antagonismo externo que no implique incorporar al Otro como parte de un sistema más amplio de representación. Cuando Žižek se refiere al puro antagonismo identitario, en términos de autobloqueo, debemos considerar que es la misma identidad la que construye en su propio seno una externalidad, un “enemigo interno”, un extraño. Con esto tenemos todas las condiciones para subvertir el carácter interno/externo de los antagonismos y considerar la categoría de extimidad. Extimidad (extimité) es un término acuñado por Lacan, un neologismo que añade el prefijo ‘ex’, de ‘exterior’ (exteríeur) a la palabra ‘intimidad’ (intimité), el cual “expresa bien el modo en que el psicoanálisis problematiza la oposición entre lo interno y lo externo, entre contenedor y contenido”78. Desde esta categoría el sujeto es entendido subvirtiendo los límites que definen un interior identitario y un exterior social, ya que el inconsciente no pertenece a ninguno de ambos registros, sino más bien da cuenta de una dimensión intersubjetiva79. En palabras de Jacques-Alain Miller: “Lo éxtimo es lo que está más próximo, lo más interior, sin dejar de ser exterior. Se trata de una formulación paradójica”80. De acuerdo al modo en que Lacan concibe la estructuración del inconsciente y por tanto del sujeto, el papel del Otro, es decir del registro de lo simbólico, es fundamental a tal grado que su participación en este proceso queda inscrita en lo más íntimo de la identidad. Lacan plantea que “El inconsciente es el dis78 Evans, Dylan, Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, 1ra ed., 4ta reimp., Buenos Aires, Paidós, 2007, p. 86. 79 Ídem. 80 Miller, Jacques-Alain, Extimidad, Los cursos psicoanalíticos de JacquesAlain Miller, Paidós, 2010, 1ra edición, p. 13.

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curso del Otro”81; de este modo el Otro es algo “ajeno a mí estando empero en mi núcleo”82. Miller sentencia lo anterior de manera concisa: “the extimacy of the subject is the Other”83. Por tanto lo éxtimo no es lo contrario a lo íntimo, sino más bien señala en la intimidad una alteridad foránea o parasitaria84. Por otro lado, de forma correlativa a lo anterior, Lacan plantea que el lugar del sujeto del inconsciente es excéntrico85; lo cual es coherente con lo que Žižek señala de la proyección, entendida como aquella “operación por medio de la cual el sujeto expulsa de sí y localiza en el otro (persona o cosa) cualidades, sentimientos, deseos, incluso «objetos», que no reconoce o que rechaza en sí mismo”86. En cuanto a los registros lacanianos, como bien plantea Žižek, la extimidad señala el modo problemático en que lo Real se inscribe en lo Simbólico87, y dicha estructuración ha encontrado expresiones topológicas como el toro y la banda de Moebius88. Tomando esta categoría más allá de su sentido tradicionalmente subjetivo, nuestra propuesta apunta a considerar que la categoría de antagonismo nos habla de la extimidad de lo social, toda vez que los límites 81 Lacan, Jacques, Escritos 1, traducción del francés por Tomás Segovia y Armando Suárez, Madrid, Siglo XXI, 2013, p. 27. 82 Lacan, Jacques, El Seminario de Jacques Lacan, libro 7, La ética del psicoanálisis, 1950-1960, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1990, 1ra edición, 2da reimp., p. 89. 83 Miller, Jacques-Alain, “Extimité”, en Bracher, Mark, Alcorn, Marshall W., Corthell, Ronald J., Massardier-Kenney, Francoise, Lacanian theory of discourse: subject, structure and society, New York University Press, New York and London, 1994, p. 77 [Trad. propia: “la extimidad del sujeto es el Otro”]. 84 Ibíd., p. 76. 85 Lacan, Jacques, Escritos 1, traducción del francés por Tomás Segovia y Armando Suárez, Madrid, Siglo XXI, 2013, p. 23. 86 Laplanche, op. cit., p. 306. 87 Miller, “Extimité”, op. cit., p. 75. 88 Evans, op. cit., p. 86.

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de la objetividad no están ubicados ni en un exterior ni un interior definibles, sino más bien no poseen un lugar definible en términos sociales ya que el límite de la objetividad es el límite de lo localizable. La categoría de antagonismo entonces enfrenta a lo social con la posibilidad de su deslocalización y relocalización, es decir, en términos laclausianos, todo antagonismo emerge a partir de una dislocación, una falla estructural que también es un cuestionamiento espacial. Si la sociedad es el momento de sedimentación de lo político, entonces es aquella la que provee las coordenadas de localización políticas de un grupo social con respecto de otro; y cuando esta se muestra como imposibilidad, como lo social, es justamente un antagonismo el que permite reactivar el carácter dislocado de toda estructuración, posibilitando aquello evidenciar el carácter político de toda localización. 5. Recapitulando Hemos dado algunas respuestas o propuestas en torno al problema que denuncia una falta de precisión con respecto a la especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonismo en Laclau. Éstas nos han llevado a considerar el papel que las categorías de heterogeneidad, desplazamiento y extimidad poseen para el psicoanálisis con el fin de destinar para éstas un nuevo uso en el contexto de la teoría laclausiana. Con respecto al primer problema hemos ligado a la especificidad hemos visto que el mismo Laclau nos entrega herramientas conceptuales para poder ir más allá de las dificultades que se desprenden de nuestro examen; la distinción entre las categorías de diferencia

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y antagonismo, y sobre todo, la formulación de la categoría de heterogeneidad, nos permitieron dar solución al problema en cuestión. Además hemos arribado a la conceptualización de «antagonismos heterogéneos», los cuales son visibles cuando establecemos una relación entre aquellos antagonismos pertenecientes a diferentes campos sociales que impiden una representación de demandas y por tanto son objetos de exclusión. En relación al segundo problema relativo al carácter necesario de la categoría de antagonismo, hemos explorado cómo la distinción entre antagonismo y diferencia permite concebir la primera como una posición carente de contenido específico y desde allí afirmar que el carácter Real lacaniano de dicha categoría no implica la fijación a priori de una diferencia específica como objeto y sujeto antagónico. Desde allí, la introducción de la categoría de desplazamiento nos ha permitido comprender cómo puede convivir el carácter inerradicable de los antagonismos con su posibilidad de erradicación vía desplazamiento, erradicación posible a través de la denominada lógica de la diferencia. Hemos afirmado, siguiendo a Laclau, que, en estricto rigor, el antagonismo es inerradicable de lo social, y que la erradicación diferencial es más bien una operación que desplaza metonímicamente su ubicación de similar forma a los procesos hegemónicos. Y en torno al último problema de localización de la categoría de antagonismo, hemos explorado la ambigüedad con que Laclau se refiere al tema, mostrando no obstante inclinaciones hacia una afirmación del carácter externo e interno de la categoría de forma simultánea. En coherencia con esto hemos revisado y analizado tres propuestas, y es la última realizada

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por Žižek la que consideramos un valioso aporte en la medida que destaca la posibilidad de antagonismos externos e internos en lo social, y como aquellos se encuentran profundamente entrelazados. Sin embargo, hemos propuesto ir más allá al introducir la categoría de extimidad, pretendiendo subvertir el carácter interno/externo de la categoría de antagonismo, al mostrar cómo justamente esta última problematiza, cuestiona y desestabiliza lo localizable. Hemos propuesto entonces el carácter éxtimo de la categoría de antagonismo ligada a lo que ya Laclau señaló con respecto a lo que implica la categoría de dislocación en lo social. Continuando con el esquema ya observado en el segundo apartado, a continuación abordaremos el segundo problema ligado a la falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo.

Capítulo 8

Articulación de antagonismos y antagonismos nodales

En este capítulo elaboraremos una propuesta o respuesta en torno al problema relativo a la falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo. Esto se encuentra ligado con la crítica que Žižek hiciese a Laclau sobre el estatus de la lucha de clases con respecto a otras luchas; crítica desde la cual hemos desprendido dos conclusiones: por un lado, la incapacidad de Žižek para ofrecer un argumento filosófico coherente con respecto a la primacía de la lucha de clases; por otro lado, la posibilidad de definir la articulación de antagonismos desde lo que Žižek ha denominado ‘principio estructurante’, lo cual se muestra análogo con la categoría de significante vacío en Laclau; posibilidad que ni Žižek ni Laclau identifican claramente. Considerando estas conclusiones haremos el siguiente itinerario. Primero, definiremos de manera más detallada lo que Laclau entiende por la categoría de significante vacío y veremos de qué manera nos puede ayudar aquella en la comprensión de los modos de articulación de los antagonismos; segundo, veremos cómo en Laclau la categoría de punto de ruptura emerge como forma de designar la articulación de antagonismos, entendiendo tal categoría como un punto nodal; tercero, avanzaremos a una propuesta que apunta a

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comprender los puntos de ruptura bajo la categoría de «antagonismo nodal»; y cuarto, realizaremos un pequeño apéndice que incorpora reflexiones sobre el capitalismo global y la categoría de clase en la medida que se insertan en la crítica de Žižek al respecto. 1. Significante vacío como punto nodal Si bien podemos encontrar desde Emancipación y diferencia diversos momentos en donde Laclau se dedica a formular la categoría de significante vacío, podemos considerar La razón populista como aquella obra en donde ésta noción es consolidada. Detallaremos el modo en que Laclau concibe esta categoría en dicha obra para ver de qué modos nos puede ser útil en torno a la definición de las formas de articulación de los antagonismos. Un significante vacío es ante todo un significante, es decir, un elemento perteneciente a un sistema lingüístico que, ligado a uno o varios significados, constituye un símbolo, una unidad conceptual que nos permite representar el mundo. Esta categoría está tomada de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure y ha sido utilizada por el psicoanálisis lacaniano para señalar que el modo de estructuración del inconsciente y de la realidad sigue las reglas del lenguaje, según las cuales los significantes se agrupan y movilizan a través de cadenas asociativas. Ahora bien, esta operación de representación no es descriptiva; Laclau se posiciona —siguiendo a Žižek— en una vereda antidescriptivista. En palabras de Laclau: “lo que los descriptivistas están haciendo es establecer una correlación fija entre significante y significado, mientras que el enfoque an-

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tidescriptivista supone la emancipación del significante de cualquier dependencia del significado”1. Dicha primacía del significante implica, siguiendo a Žižek, que “es el efecto retroactivo del nombrar (…) es el nombre mismo, el significante, el que sostiene la identidad del objeto”2. Dicho de otro modo, en palabras de Laclau: “la identidad y unidad del objeto son resultado de la propia operación de nominación (…) el nombre se convierte en el fundamento de la cosa”3. Ahora bien, más allá de lo que es un significante y de su primacía en el psicoanálisis lacaniano ¿en qué consiste el carácter vacío de aquel en Laclau? La categoría de significante vacío, propuesta estrictamente laclausiana, no apela a la existencia de un significante sin significado; sino, más bien, nos dice algo más profundo. Ésta designa “un punto, dentro de un sistema de significación, que es constitutivamente irrepresentable, que, en ese sentido, permanece vacío, pero es un vacío que puede ser significado porque es un vacío dentro de la significación”4. Ingresamos por esta vía nuevamente al registro de lo Real, siendo el significante vacío aquel significante que nos permite nominar lo Real desde lo simbólico mismo, vacío que no quiere decir falta de significados, sino más bien imposibilidad de acceso a uno o varios significados ya que lo Real es justamente el fracaso de lo simbólico. La relevancia que para Laclau tiene esta formulación está en vinculación con la categoría de demanda, ya que será una demanda particular, en tanto significante, la que actuará como 1 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 132. 2 Ibíd., p. 133. 3 Ibíd., p. 135. 4 Ibíd., p. 136.

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significante vacío toda vez que se preste, por un lado, como una demanda particular hacia un bloque de poder, y por otro, como representante de un conjunto de demandas articuladas, es decir, una universalidad. Una demanda deviene significante en aquel momento en que subvierte su “propia particularidad [y] comienza a significar algo muy diferente de sí misma: la cadena total de demandas equivalenciales”5. El carácter vacío de esta demanda se expresa en la imposibilidad de que ésta pueda representar de manera plena o descriptiva la totalidad de las demandas articuladas; por tanto su significado queda abierto siempre a un exceso de significados que dependen de la articulación de nuevas demandas a tal cadena. Sin embargo, esta imposibilidad no deshace la operación de representación, sino más bien da cuenta de sus límites: el significante vacío emerge fruto de la articulación de las demandas y permite representar dicha articulación a través de una demanda específica que subvierte su particularidad. Esta operación, para Laclau, nos ayuda a comprender la construcción de la identidad del pueblo: “cualquier identidad popular requiere ser condensada, como sabemos, en torno a algunos significantes (palabras, imágenes) que se refieren a la cadena equivalencial como totalidad (…) una identidad popular funciona como un significante tendencialmente vacío”6. La categoría de significante vacío nos permite avanzar en nuestro problema si colocamos atención a la relación que ésta posee con la categoría de punto nodal. Lacan plantea que existen “«puntos de fijación» entre el significado y el significante, donde el deslizamiento 5 Ibíd., p. 124. 6 Ibíd., p. 125.

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se detiene temporariamente”7; a éstos Lacan denomina bajo la categoría de «punto de capitón» (point de capiton). Laclau, con el propósito de definir lo que entiende por significante vacío, recurre a la categoría de «punto de capitón» o «punto nodal», planteando que la operación que realiza la primera en lo político es análoga a la realizada por la segunda en el psiquismo inconsciente. Una demanda en tanto significante vacío opera fijando parcialmente el sentido de una cadena de demandas articuladas entre sí. Laclau, por un lado, plantea que los significantes vacíos son “significantes privilegiados, hegemónicos, que estructuran, como puntos nodales, el conjunto de la formación discursiva”8; por otro lado, siguiendo a Žižek9, plantea que el punto nodal “es sólo una objetivación del vacío (…) [es] a través de la presencia de un significante puro que se satisface esta función de fijación nodal”10, agregando que “sin el punto nodal (…) las equivalencias democráticas quedarían en lo meramente virtual”11. Hay que destacar además que Laclau rescata de Žižek no sólo esta noción de punto nodal, sino además recurre a la misma figura a través de la cual éste último fundamenta la primacía de la lucha de clases: el principio estructurante. Laclau plantea que un significante vacío “se convierte en el principio 7 Evans, op. cit., p. 160. 8 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 107. 9 “Si sostenemos que el point de capiton es un “punto nodal”, una especie de nudo de significados, esto no implica que sea simplemente la palabra “más rica”, la palabra en la que se condensa toda la riqueza de significado del campo que “acolcha”: el point de capiton es, antes bien, la palabra que, en tanto que palabra, en el nivel del significante, unifica un campo determinado, constituye su identidad: es, por así decirlo, la palabra a la que las cosas se refieren para reconocerse en su unidad” (Žižek, Slavoj, El sublime objeto…, op. cit., p. 134). 10 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 134. 11 Ibíd., p. 136.

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estructurante de toda escena”12, estableciendo así una analogía triple, entre punto nodal, significante vacío y principio estructurante. Vemos de este modo que un significante vacío es un punto nodal en lo político, un significante que fija, estructura, o anuda el sentido de una articulación de demandas, y que al ser vacío, da cuenta de la parcialidad o contingencia de dicha fijación y la imposibilidad de representación plena. Vemos además cómo esto bien puede ser definido como un principio estructurante tal como Žižek lo hiciese particularmente para argumentar la primacía de la lucha de clases. Definida ya la categoría de significante vacío y estando clara la relación que ésta guarda con la de punto nodal, veremos cómo en Laclau es posible encontrar algunos elementos que nos permitirán avanzar en la definición de los modos de articulación de los antagonismos. El modo en que la categoría de significante vacío estructura una articulación de demandas no estará muy distante de lo que Laclau sólo ha barruntado para la categoría de antagonismo. 2. Los puntos de ruptura antagónicos Si bien hemos planteado que la categoría de antagonismo nos habla de un límite de lo social y de la objetividad, hemos planteado también que esta categoría puede ser representada por una diferencia particular, diferencia que como bien señala Žižek siempre será precaria en su intento de representación de un más allá del campo diferencial al que pertenece. Así como las demandas, según Laclau, pueden ser articuladas en cadenas equivalenciales, de forma análoga a la estructu12 Ibíd., p. 145.

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ración de cadenas de significantes en psicoanálisis, así mismo es posible observar en Laclau cómo en repetidas ocasiones él se refiere a los antagonismos como elementos que pueden ser articulados entre sí. Laclau no nos dice mucho a lo largo de su obra sobre la naturaleza de esta articulación posible entre antagonismos. Más confuso resulta aún pensar en su articulación si éstos sólo son concebidos como un Real lacaniano que nos recuerda la sentencia según la cual “la relación sexual no existe”13; visto de aquel modo no habría posibilidad alguna de relación entre antagonismos. Sin embargo, si la categoría de antagonismo se ofrece como un significante que permite aprehender aquel Real, este significante también podría estar disponible para los juegos simbólicos en los que participan las demandas. Ya en Política e ideología Laclau nos habla de la “condensación de contradicciones”14, es decir, reconoce la posibilidad de unificar antagonismos entre sí. También en Nuevas reflexiones Laclau hace mención a un “proceso de articulación de una pluralidad de luchas dispersas y antagonismos salvajes”15, sin entrar en mayores detalles al respecto. Es en Hegemonía y estrategia socialista en donde Laclau, junto a Mouffe, plantean en variadas ocasiones que los antagonismos pueden ser articulados entre sí16, colocando atención a “la articulación de las luchas obreras con el conjunto de las otras luchas”17.Además, dicha articulación es planteada como un modo de estructuración que no sería diferente al que 13 Ibíd., p. 111. 14 Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 112. 15 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 162. 16 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 111, 213, 225. 17 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 164.

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unifica a las demandas entre sí18, e incluso tal articulación es planteada como una posibilidad en la medida en que un antagonismo es definido como un significante muy particular19, insertos en una dimensión simbólica20. Por otro lado, en Laclau no sólo encontramos menciones a la posibilidad de articulación de antagonismos, sino además la utilización de una categoría vinculada a esta cuestión. Esta es la de «unidad ruptural» o «punto de ruptura». En Política e ideología Laclau afirma que en “una crisis el conjunto de los elementos y condiciones intervinientes se fusionan en una unidad ruptural (Althusser). Condensación es el término usado para definir este proceso de fusión”21. Es decir, unidad de ruptura aquí señala aquel punto específico de articulación de antagonismos. Si bien, como ya hemos mencionado, Laclau se distancia posteriormente de la mirada althusseriana en varios sentidos, continua ocupando esta categoría sin profundizar en el modo en cómo la concibe. En Hegemonía y estrategia socialista nunca explica con claridad a qué se refiere por tal noción, más bien casi siempre ésta es invocada junto a la categoría de antagonismo, como algo distinto de aquella sin señalar la distinción22. Encontramos sólo un pasaje, a propósito de Lenin, en donde Laclau precisa que los puntos de ruptura se producen allí donde “se ha acumulado un mayor número de contradicciones, en que se ha fundido en una unidad ruptural un mayor número de aquellas tendencias y antagonismos”23. Punto de 18 Laclau y Mouffe, op. cit., pp. 90, 108. 19 Ibíd., p. 215. 20 Ibíd., p. 174. 21 Laclau, Política e ideología…, op. cit., p. 103. 22 Laclau y Mouffe, pp. 125, 126 y 174-175. 23 Ibíd., p. 92.

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ruptura continúa siendo entonces aquel lugar preciso en donde ocurre la articulación de antagonismos. Esta categoría continua siendo utilizada hasta La razón populista sin mayores cambios y ni profundizaciones24. Así como hemos rescatado la categoría de desplazamiento para precisar el sentido preciso que posee el carácter necesario de la categoría de antagonismo, se vuelve pertinente rescatar la categoría de «condensación» para establecer con claridad lo que Laclau concibe por punto de ruptura. Condensación y desplazamiento son aquellos procesos respecto de los cuales Freud plantea que “son los dos maestros artesanos a cuya actividad podemos atribuir principalmente la configuración del sueño”25. En ambos la carga afectiva o energía libidinal de unas representaciones oníricas se transfiere a otras; sin embargo en la condensación (Verdichtung) dicha carga o energía se transfiere desde múltiples representaciones a una sola representación nueva o ya existente, la cual, por ello, constituye el punto de reunión, unificación o fusión de aquellas, y posee en el sueño un lugar relevante. Freud afirma que estamos ante “una construcción léxica que por su multivocidad [puede] servir de expresión a varios pensamientos oníricos”26; o, dicho de otro modo, se trata de “representaciones que en calidad de puntos nodales o de resultados finales de cadenas íntegras de pensamientos poseen una gran significatividad”27. Althusser integra esta categoría al marxismo para dar cuenta del modo en que las contradicciones sociales llegan a ser ‘decisivas’ o ‘explosivas’, 24 Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 127, 155, 285. 25 Freud, Sigmund, Obras completas, Volumen 4 (1900) La interpretación de los sueños (primera parte), Amorrortu, Buenos Aires, 1991, p. 313. 26 Freud, Obras completas, Volumen 5, op. cit., p. 346. 27 Ibíd., p. 585

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siendo el momento de la condensación o fusión de éstas el momento propiamente antagónico28. Althusser es claro al respecto, se trata de una prodigiosa acumulación de “contradicciones”, de las que algunas son radicalmente heterogéneas, y que no todas tienen el mismo origen, ni el mismo sentido, ni el mismo nivel y lugar de aplicación, y que sin embargo “se funden” en una unidad de ruptura29.

Con esto llegamos a la siguiente conclusión. Si Laclau continúa utilizando la categoría de punto de ruptura en este sentido indicado, entonces podemos afirmar con seguridad que ésta señala no sólo una articulación de antagonismos, sino además una articulación que opera del mismo modo en que opera un punto nodal. Mientras la categoría de significante vacío señala aquel punto nodal de una articulación de demandas, podemos afirmar entonces que un punto de ruptura señala aquel punto nodal de una articulación de antagonismos. Dicho de otro modo, un punto de ruptura es el significante vacío de una articulación de antagonismos; también podríamos plantearlo del siguiente modo: un punto de ruptura es el principio estructurante de una cadena de antagonismos. Con esto estamos planteando que la forma de articulación de los antagonismos no es otra que la de las demandas y, en resumidas cuentas, la que implica la teoría de la hegemonía. Con esto hemos ampliado nuevamente los efectos de la dimensión hegemónica de la obra laclausiana; exportando aquellos efectos en la categoría de antagonismo posibilitando así 28 Althusser, op. cit., pp. 179-180. 29 Ibíd., p. 80.

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precisar su definición. Ahora bien, debemos explorar aún algunas consecuencias que se siguen de lo anterior. 3. Antagonismos nodales Ahora bien, la conclusión a la que hemos llegado implica asumir la siguiente premisa. Así como un significante vacío es una demanda particular que asume una función de representación de una cadena de demandas equivalenciales, es decir, de una totalidad o universalidad; así mismo un punto de ruptura exige que un antagonismo particular represente un conjunto de antagonismos articulados. Un punto de ruptura no es sólo aquel lugar de fusión, condensación o articulación de antagonismos, sino que es además un antagonismo concreto que cumple el papel de representación de la universalidad de las luchas. Como ya hemos señalado, Laclau no explora la posibilidad abierta por Žižek a partir de la cual un antagonismo particular podría ser el principio estructurante en una articulación de antagonismos; en La razón populista nos encontramos más bien sólo con el rechazo a la primacía de la lucha de clases con respecto a otras luchas. Sin embargo, podemos encontrar, en algunas de las respuestas que Laclau entrega a Žižek, ciertos elementos interesantes para nuestros propósitos. Veamos tres respuestas que Laclau elabora en La razón populista a partir del debate que hallamos en Contingencia, hegemonía y universalidad. la afirmación de que hay una desigualdad esencial entre los elementos que participan de una lucha hegemónica es algo con lo que ciertamente coincido —la teoría de la hegemonía es, precisamente,

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la teoría de esa desigualdad—, pero Žižek no está presentando un argumento histórico, sino un argumento trascendental30

Si bien Laclau rechaza la primacía de la lucha de clases debido a que la argumentación žižekiana apela a una dimensión trascendental, incompatible con el pensamiento posfundacional, señala que coincide con la existencia de una desigualdad entre los elementos que participan de una lucha. La afirmación de tal coincidencia es paradójica ya que Žižek no habla de una desigualdad entre los elementos que participan de una lucha, sino de las luchas mismas, de un desnivel entre las luchas que hace que una de ellas se preste como representante de las demás. En Laclau la desigualdad es explícita con respecto a los elementos articulados, es decir, las demandas, pero no para con los antagonismos, entonces la afirmación de su coincidencia es confusa. Hay una indecisión en Laclau con respecto a afirmar la desigualdad entre las luchas mismas, entre los antagonismos, ya que esto podría implicar conceder a Žižek la primacía de la lucha de clases. Veamos una segunda respuesta. presentar el problema en términos de cuál de [las luchas] es más fundamental, es totalmente inapropiado (…) la centralidad de cada una de ellas no va a depender de su ubicación dentro de una geometría abstracta de efectos sociales, como pretende Žižek, sino de su articulación concreta con otras demandas en una totalidad popular31. 30 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 294. 31 Ibíd., p. 296.

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Laclau nuevamente realiza una denuncia similar, sin embargo, destaca lo siguiente: no descarta la centralidad de una lucha mientras ésta sea explicada a partir de las articulaciones en juego. Ahora bien, nuevamente resulta confusa la forma en que dicha articulación es planteada ya que ésta no es una articulación entre antagonismos, sino más bien entre antagonismos y demandas. La categoría de demanda impide nuevamente explorar los efectos de la propuesta de Žižek en los antagonismos propiamente tales. Sin embargo vemos ya que desigualdad y centralidad son aspectos que podrían ser profundizados en la categoría de antagonismo. Una tercera respuesta resulta más clara: “no hay puntos privilegiados de ruptura y disputa a priori; los puntos antagónicos particularmente intensos sólo pueden ser establecidos contextualmente y nunca deducidos de la lógica interna de ninguna de las dos fuerzas enfrentadas tornadas en forma aislada”32. Como vemos, el privilegio a priori o deducible de modo lógico no es posible, pero sí puede ser establecido contextualmente. A diferencia de las respuestas anteriores, en esta ocasión Laclau es claro, se trata del privilegio o intensidad de uno o varios puntos de ruptura. Incluso Laclau los denomina puntos antagónicos. Teniendo claridad con respecto a lo que la categoría de punto de ruptura implica, este es uno de los pocos pasajes de La razón populista en donde Laclau se abre a la posibilidad de que un antagonismo pueda ocupar una posición de privilegio contextual. Esta pequeña apertura también la podemos encontrar excepcionalmente en dos pasajes pertenecientes 32 Ibíd., p. 188.

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a obras anteriores. En Emancipación y diferencia Laclau afirma: “no toda lucha es igualmente capaz de transformar sus contenidos en un punto nodal que pueda tornarse un significante vacío”33; y luego en Contingencia, hegemonía y universalidad plantea la cuestión en términos de un régimen antagónico: un sistema de dominación es siempre, ónticamente hablando, un sistema particular, pero ha de ser visto como “el crimen manifiesto del todo de la sociedad”, su propia particularidad, a su vez, debe ser vista como un símbolo de algo diferente, inconmensurable con ella: el obstáculo que impide que la sociedad coincida consigo misma, que alcance su plenitud. (…) un objeto imposible, al cual ningún concepto corresponde, puede aún tener un nombre: lo toma prestado de la particularidad del régimen opresivo —que entonces deviene particularmente universalizado34.

Podemos ver cómo Laclau vincula, sin plantearlas explícitamente, las categorías de antagonismo y significante vacío. El sistema de dominación, el crimen manifiesto, el obstáculo y el régimen opresivo nos hablan de la categoría de antagonismo; mientras que la particularidad que representa una inconmensurabilidad, un objeto imposible, una universalidad, todo ello dice relación con la categoría de significante vacío. Laclau está concibiendo aquí la posibilidad de que un antagonismo particular se transforme en el antagonismo que representa la universalidad de los antagonismos sociales, en ello consiste ser «el crimen manifiesto del 33 Laclau, Emancipación y diferencia, op. cit., p. 81. 34 Laclau, “Identidad y hegemonía…”, op. cit., p. 62.

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todo de la sociedad», asumir o encarnar una posición de universalidad sin dejar de ser un antagonismo particular. En síntesis, Laclau si bien no es explícito con respecto a los modos de articulación de los antagonismos, sí ofrece algunas respuestas, en algunas ocasiones ambiguas, otras veces más claras pero sin entrar en detalles. El problema no es resuelto en Laclau en la medida que no profundiza en esta cuestión, y sólo se refiere a ello de manera secundaria con el propósito de distanciarse de la defensa žižekiana de la primacía de la lucha de clases. No obstante, estas respuestas revisadas nos permiten concluir que resulta coherente con la teoría laclausiana concebir la articulación de antagonismos a la manera de las demandas sociales, y, en resumidas cuentas, según la teoría de la hegemonía, es decir, a través de cadenas equivalenciales en donde un antagonismo ocuparía, en este caso, el lugar de un punto nodal o de un significante vacío que permitiría dar, por un lado, estructuración a dicha cadena y, por otro, representación de la universalidad de diversos antagonismos. La categoría que mejor define esta operación en Laclau, como hemos señalado, es la de punto de ruptura; aquella es formulada por Althusser y es retomada por Laclau sin un examen detenido de sus implicancias. Sabemos que Laclau se distancia de Althusser y no hay mención por parte de Laclau con respecto a qué efectos puede tener dicha distancia en la retención de la categoría. Lo que se muestra relevante para nuestros propósitos es mantener sólo dos aspectos de aquella: los procesos de fusión o condensación de antagonismos y de fijación de antagonismos como puntos nodales. Estos procesos ya podemos observarlos en la categoría de

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significante vacío a propósito de las demandas equivalenciales, por tanto, se encuentran plenamente incorporados en la teoría de Laclau aunque no para los modos de articulación de los antagonismos. Considerando aquello, proponemos lo siguiente. Primero, dejar atrás la categoría de punto de ruptura tomando en cuenta la distancia entre Althusser y Laclau en términos generales, y la poca expresividad que dicha categoría posee con respecto a los dos procesos mencionados anteriormente. Segundo, reservar el uso de la categoría de significante vacío sólo para la articulación de demandas; si bien hay momentos en que Laclau aproxima la categoría de antagonismo a la de significante vacío, dicha aproximación no es suficientemente clara, consistente y definitiva a lo largo de su obra. Tercero, utilizar la categoría de «antagonismo nodal» para definir aquel antagonismo que comparte con la categoría de significante vacío la función de ser un punto nodal de una cadena de elementos, que en este caso no son otros que una variedad de antagonismos. Es el carácter nodal el que refleja de mejor manera la operación que hemos descrito a lo largo de esta sección, y se muestra coherente con el ejercicio realizado hasta el momento, el cual apunta a una aproximación al psicoanálisis como fuente de categorías útiles y potencialmente subversivas en lo político. Sin perjuicio de la distancia entre Laclau y Althusser, resulta interesante considerar en éste último una formulación que se acerca de algún modo a lo que hemos denominado como «antagonismo nodal». Althusser plantea que en un campo social existe siempre una relación entre contradicción principal y contradicciones secundarias, implicando esto “la dominación

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de una contradicción sobre las otras”35. Esta relación de dominación además es mutuamente constitutiva: “las contradicciones secundarias son necesarias a la existencia misma de la contradicción principal, que constituyen realmente su condición de existencia, tanto como la contradicción principal constituye a su vez la condición de existencia de las primeras”36. Hay sin duda una cercanía entre la categoría de contradicción principal y «antagonismo nodal», sin embargo las diferencias entre éstas no nos permiten retomar la primera. Ya hemos señalado la distinción entre contradicción y antagonismo; por otro lado, en Laclau el significante vacío no señala una relación de dominación sino de articulación; además en Althusser la contradicción principal resulta ser la contradicción económica situada en la infraestructura de lo social, lo cual es plenamente incoherente con nuestra perspectiva; y por último, esta operación no se reduce al carácter principal de un antagonismo con respecto a otros, estamos hablando más bien de cómo lo principal está en la totalidad de antagonismos articulados, en donde un antagonismo asume la representación de aquel carácter principal sin dejar de ser él un antagonismo secundario. Althusser si bien se aproxima a nuestra propuesta, se aleja demasiado del lugar al cual hemos llegado. A continuación, abriremos un apéndice vinculado a esta propuesta y a la crítica hecha por Žižek desde donde nace. A partir de los aportes de Laclau, vincularemos la noción de «antagonismo nodal» con la dimensión de lo económico y con la categoría de clase. 35 Althusser, op. cit., p. 166. 36 Ibíd., p. 170.

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4. Sobre capitalismo y lucha de clases La crítica de Žižek y las repuestas de Laclau a ésta no sólo nos posibilitan comprender mejor la articulación de antagonismos como un proceso de estructuración facilitado por, lo que hemos denominado, antagonismo nodales, sino además colocar atención en cómo el modo de producción capitalista y la categoría de clase pueden seguir siendo relevantes. Ante la denuncia de su supuesta complicidad con el capitalismo, Laclau replica en La razón populista mencionando la relevancia de un antagonismo con este modelo económico particular. Afirma su centralidad destacando los amplios ámbitos en que éste se ha insertado hasta llegar a poseer un carácter global: “un capitalismo globalizado crea una miríada de puntos de ruptura y antagonismos —crisis ecológicas, desequilibrios entre diferentes sectores de la economía, desempleo masivo, etcétera—”37. Tal importancia la contrapone al esfuerzo de Žižek por denunciar los supuestos efectos de despolitización de la teoría de la hegemonía: “Žižek no necesitaba este tosco discurso ecléctico para fundamentar su objetivo de mostrar la centralidad de los procesos económicos en las sociedades capitalistas. Nadie negaría seriamente esta centralidad”38. Sin embargo es posible preguntarnos qué entiende Laclau por dicha centralidad, si acaso la afirmación de esta centralidad es sólo para dar cuenta de su importancia en términos generales, o si se trata más bien de una importancia con respecto a otras luchas o, como hemos llamado, antagonismos heterogéneos, correspondientes 37 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 189. 38 Ibíd., p. 294.

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a otros campos simbólicos. Laclau destaca el carácter global del capitalismo, sin embargo no es claro sobre el modo en que dicha globalidad está siendo concebida, si es una globalidad relativa sólo a los diferentes sectores que incorpora a nivel mundial, o si refiere a la articulación de múltiples antagonismos diferentes al anticapitalismo. En torno a esto, otro de los excepcionales extractos en donde Laclau hace una analogía entre antagonismo y significante vacío, y que resulta particularmente interesante ya que nos habla específicamente del antagonismo anticapitalista, es el siguiente: ¿Es el anticapitalismo un significante vacío —uno de los nombres de la falta, como discutimos antes—, en cuyo caso el capitalismo sería una construcción del movimiento anticapitalista, el ‘otro lado’ de una frontera que constituye la unidad del campo de equivalencias anticapitalista? (…) en nuestra visión, el actor histórico central —incluso aunque en cierto punto pueda empíricamente ser una clase— siempre va a ser un pueblo.39

Laclau no sólo abre nuevamente la posibilidad de concebir un antagonismo como un significante vacío del modo en que ya lo hemos detallado, sino además señala al anticapitalismo, como dicho antagonismo particular que podría contextualmente ocupar dicho rol central. Laclau responde a Žižek afirmando la centralidad de la lucha de clases, pero sin declarar si aquella centralidad es con respecto a las luchas que Žižek denomina identitarias, o si es, más bien, una centralidad relativa y compartida con otros «antagonismos heterogéneos». 39 Ibíd., p. 297.

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Pareciera ser que Laclau se mueve más en esta segunda dirección, lo cual es coherente con su postura general y también con nuestra propuesta. La centralidad no está determinada a priori, pero podría ser encarnada contingentemente a la manera de un «antagonismo nodal», y sin un actor político privilegiado. No obstante, Laclau va un poco más allá al definir el capitalismo globalizado como “un complejo en el cual las determinaciones económicas, políticas, militares, tecnológicas y otras —cada una dotada de cierta autonomía y de su propia lógica— entran en la determinación del movimiento del todo”40. Es muy diferente afirmar que el capitalismo es central en términos generales y relativos, que éste podría ser en determinados contextos un sistema generador de un «antagonismo nodal», a afirmar que el capitalismo ‘entra en la determinación del movimiento del todo’. Lo global del capitalismo adquiere otro carácter, no se trata sólo de una relevancia relativa, sino de una centralidad que da cuenta de un carácter estructurante. Si el capitalismo determina el todo del sistema, como un punto nodal estructura un campo de equivalencias, entonces en Laclau, el anticapitalismo podría ser un «antagonismo nodal» a nivel global en el mundo contemporáneo. No obstante, Laclau no es lo suficientemente claro al respecto, al contrario, se muestra en variadas ocasiones contradictorio. Lo anterior no tiene por qué llevarnos a reconocer la primacía de la lucha de clases por sobre otras luchas del modo en que lo hace Žižek, se trata de algo diferente: no deberíamos tener problemas con aceptar el anticapitalismo como un «antagonismo nodal» en la 40 Ibíd., p. 286.

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medida que comprendamos simultáneamente la existencia de «antagonismos heterogéneos» que no poseen necesariamente articulación diferencial o simbólica con un antagonismo de clases. Una primacía solo puede ser establecida al colocar en articulación la totalidad de antagonismos existentes en un determinado campo social, pero si insistimos en el carácter heterogéneo de ciertos antagonismos que se muestran inconmensurables con respecto, en este caso, a una lucha anticapitalista, entonces no hay necesidad de recurrir a tal primacía. El carácter nodal de un antagonismo sólo aplica al conjunto de antagonismos que éste articula en un determinado campo simbólico; si la heterogeneidad de ciertos antagonismos es inerradicable, como ya hemos planteado, entonces la primacía es disuelta. Podríamos pensar entonces en una pluralidad de «antagonismos nodales» en diferentes campos simbólicos heterogéneos entre sí. Con esta conclusión cerramos lo relativo al lugar que el capitalismo posee en la teoría laclausiana y en nuestra propuesta. Ahora bien, con respecto a la categoría de clase, ya hemos mencionado la insuficiencia de la crítica que Laclau realiza al respecto. Laclau en Contingencia, hegemonía y universalidad plantea dos cosas que ya hemos mencionado: por un lado, la incompatibilidad e insuficiencia teórica de la categoría de clase con el enfoque posmarxista, por otro, la irrelevancia política de la categoría en el mundo contemporáneo. Sin embargo, en La razón populista, en coherencia con la centralidad que Laclau otorga al capitalismo como sistema de dominación en el mundo contemporáneo, Laclau nuevamente se aproxima a la categoría, habitando una tensión que va desde el rechazo de aquella a su aceptación condi-

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cionada por un ejercicio deconstructivo. Laclau plantea por un lado que “es necesario ir más allá de la noción de lucha de clases (…) ir más allá de fórmulas estereotipadas y casi sin sentido como ser la ‘lucha de clases’”41, sin embargo, inmediatamente después, llegando al final del texto, afirma que esta obra nos ayuda a “presentar otras categorías —como ser la de clase— por lo que son: formas particulares y contingentes de articular las demandas y no un núcleo primordial a partir del cual podría explicarse la naturaleza de las demandas mismas”42. Dicha ambigüedad que va del rechazo absoluto a la reformulación teórica no es resuelta en Laclau. Consideramos que no es necesario abandonar la categoría de clase en la medida en que ésta sea reformulada tal como Laclau ya lo ha planteado, es decir, abandonando el afán de su primacía a priori en términos de antagonismo de clases, y por otro lado, abandonando el esencialismo que subyace a ésta, el cual reduce su expresión política a leyes y contradicciones económicas. Coincidimos plenamente con Laclau cuando afirma: nombrar una serie de elementos heterogéneos en términos de ‘clase obrera’ consiste en algo diferente: esta operación hegemónica constituye performativamente la unidad de esos elementos, cuya fusión en una entidad única no es otra cosa que el resultado de la operación de nominación.43

Esto resulta totalmente compatible con lo que el mismo Laclau ya plantease en Deconstrucción y pragmatismo con respecto a cómo él concibe la deconstrucción 41 Ibíd., pp. 308-309. 42 Ibíd., p. 310. 43 Ibíd., p. 228.

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en Derrida. procediendo no a través del simple abandono de los conceptos filosóficos y de su reemplazo por otros totalmente nuevos, sino mediante la relocalización de los primeros en el interior de juegos de lenguaje más complejos que ciertamente disuelven su aparente coherencia, pero aumentan al mismo tiempo el espectro de sus posibilidades estratégicas.44

Con estos breves comentarios finales hemos intentado relocalizar y aumentar las posibilidades estratégicas de las categorías de capitalismo y clase al interior de la teoría laclausiana y, en particular, al momento de vincularlas con la categoría de antagonismo. 5. Recapitulando Llegando al final de este capítulo, en el que hemos intentado otorgar algunas repuestas en torno al problema de la falta de definición de las formas de articulación de los antagonismos, podemos decir que hemos tomado en cuenta La razón populista como sede de potencialidades teóricas que, al ser radicalizadas, se muestran como soluciones viables al problema en cuestión. A partir del debate entre Žižek y Laclau sobre la primacía de la lucha de clases hemos considerado seriamente cómo la categoría de significante vacío nos permite comprender el modo en que los antagonismos pueden ser articulados entre sí. Hemos planteado que la forma que adopta dicha articulación no es otra que la existente entre demandas equivalenciales en una o varias cadenas, lo cual nos hizo colocar atención a la 44 Laclau, “Deconstrucción, pragmatismo, hegemonía”…, op. cit., p. 118.

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categoría de punto de ruptura. Un examen detenido al carácter de la categoría de punto de ruptura nos permitió identificar en ella una operación análoga a la del significante vacío, lo cual nos hace comprender que los puntos de ruptura operan como puntos nodales en un campo de articulación antagónica. Reservamos la función de fijación nodal como el aspecto relevante para nuestros propósitos y desde allí propusimos la categoría de «antagonismo nodal» para designar a dicho antagonismo particular que opera como significante vacío y como principio estructurante de una totalidad o universalidad de antagonismos, sin que ello implique que un determinado antagonismo en particular posea un privilegio en términos de la posibilidad de ocupar tal lugar. Mientras reservamos la categoría de significante vacío para comprender la articulación de demandas, propusimos la categoría de «antagonismo nodal» para avanzar en la comprensión de la articulación de los antagonismos. Consideramos en detalle las posibilidades que el mismo Laclau abre en La razón populista para que esta propuesta sea compatible con su esquema teórico, ante lo cual se observaron variados puntos de convergencia posibles. Por último, hemos finalizado esta sección relevando el lugar de las categorías de capitalismo global y clase en términos de su reincorporación en la propuesta de Laclau, señalando la centralidad que poseen y las ambigüedades que él mismo no resuelve al respecto. Además, hemos explorado muy incipientemente las posibilidades de vinculación entre las categorías de «antagonismo nodal» y «antagonismo heterogéneo». Afirmamos que la construcción de un «antagonismo nodal», si bien implica la centralidad contextual de un antagonismo con respecto a otros en un determinado

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campo, dicha nodalidad no puede nunca transformarse en una primacía propiamente tal. Esto se debe a que la categoría de antagonismo heterogéneo designa la posibilidad de construcción de diversos antagonismos en distintos campos que entre sí son inconmensurables, o que se muestran en una relación de exclusión mutua en términos simbólicos, lo cual muestra los límites de la articulación de antagonismos y por tanto de una primacía. En este sentido el carácter nodal de un antagonismo solo refiere al campo simbólico en el cual opera con otra variedad de antagonismos articulados, sin embargo no puede configurarse como un antagonismo primario con respecto a «antagonismos heterogéneos» que, en otros campos, incluso podrían tener roles nodales similares. Lo nodal de un antagonismo es posible en una heterogeneidad de campos antagónicos. Hecha esta recapitulación, pasaremos a continuación a explorar algunas respuestas y propuestas a nuestro tercer problema.

Capítulo 9

Antagonismos reformistas y radicales

El tercer problema sobre el cual hemos profundizado en el capítulo 6 lo formulamos como una falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana que, específicamente, nos llevó a considerar las limitaciones que implica la vinculación entre las categorías de antagonismo y demanda. Planteamos una incongruencia teórica que se expresa en una déficit político de la categoría de antagonismo; esto explicaría lo que otros autores ya han planteado a propósito del reformismo en Laclau, el cual, no obstante, no ha sido argumentado hasta el momento de manera detallada y rigurosa. En concordancia con lo que ya hemos mencionado, profundizaremos a continuación en algunas categorías que nos permitirán dar respuesta a este problema; principalmente en las de deseo, desde el psicoanálisis lacaniano, e imaginario, desde el mismo Laclau. Ambas las vincularemos con la categoría de antagonismo, con el fin de ir más allá de las limitaciones inherentes a la categoría de demanda, y distinguiremos dos formas de antagonismos: «antagonismos reformistas» y «antagonismos radicales». 1. Demanda y afecto: la pulsión parcial

Si la categoría de antagonismo nos habla de los

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límites de la objetividad, de los límites de lo social, de la amenaza de lo Real y la posibilidad de reactivación de lo político, y si por otro lado, la categoría de demanda nos habla justamente de los elementos o diferencias pertenecientes a un campo simbólico, que son posibles de articular a través de cadenas equivalenciales, es decir, de lo perteneciente a la sociedad en términos de cómo es sedimentada su objetividad; teniendo en cuenta ambos registros vinculados a ambas categorías, es posible ver ya desde allí cómo la demanda en Laclau funciona como una forma de domesticación de la categoría de antagonismo. Dicha operación implica, como ya hemos visto, una estructuración simbólica en donde el otro antagónico es puesto en un lugar de reconocimiento; como plantea Roland Chemama: el mundo humano impone al sujeto demandar, encontrar las palabras que serán audibles para el otro. En este mismo dirigirse se constituye el Otro, escrito con una gran A [Autre], porque esta demanda que el sujeto le dirige constituye su poder, su ascendiente sobre el sujeto”1

En aquella constitución del poder del Otro, la categoría de antagonismo es delimitada en su finalidad y carácter: la demanda de transformación social no implica una transformación política de las relaciones de dominación entre pueblo y bloque de poder, ya que es éste último el que debe, desde su posición, realizar las transformaciones demandadas por el pueblo. En otras palabras, demanda de reformismo. Este proceso de simbolización propio de la demanda, que limita las posibilidades de la categoría de 1 Chemama, op. cit., p. 83.

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antagonismo, ha sido identificado por diversos autores como un rasgo general de la teoría laclausiana. Sin señalar esta relación particular entre antagonismo y demanda, varios autores han acusado la ausencia de la dimensión de los afectos en la obra de Laclau, dimensión que a nuestro juicio resulta central a la hora de resolver nuestro problema. Si bien la demanda está inserta en lo simbólico, ella también está vinculada con la dimensión de los afectos ya que la demanda es siempre “demanda de amor, demanda de reconocimiento”2, y por tanto, de legitimación del Otro. Por ejemplo, Yannis Stavrakakis declara que Laclau, si bien ha incorporado satisfactoriamente la dimensión del inconsciente estructurado como lenguaje, “aún no ha logrado incorporar —al menos hasta tiempos recientes— la problemática lacaniana del goce, problemática crucial para entender la dimensión libidinal/visceral de los procesos de identificación”3. Ana Belén Blanco y María Soledad Sánchez, junto con Guillermo Pereyra, han señalado algo similar al criticar el predominio del registro simbólico frente a otros registros lacanianos; las dos primeras autoras plantean que la teoría laclausiana “suele reducirse a su dimensión estrictamente simbólica, soslayando su íntima vinculación con la economía afectiva”4, mientras que éste último autor denuncia un “excesivo énfasis en el nivel discursivo-simbólico”5. Julio Aibar se acerca a esta 2 Ídem. 3 Stavrakakis, op. cit., p. 90. Veáse además Glynos, Jason y Stavrakakis, Yannis, “Encuentros del tipo real. Indagando los límites de la adopción de Lacan por parte de Laclau”, en Critchley y Marchart, op. cit., pp. 249-267. 4 Blanco, Ana Belén y Sánchez, María Soledad, “¿Cómo pensar el afecto en la política? Aproximaciones y debates en torno a la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau”, Revista de ciencia política, vol. 34, n. 2, 2014, p. 413. 5 Pereyra, Guillermo, El liberalismo y lo político. Teoría liberal, hegemonía y

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crítica al plantear que en la obra de Laclau hay “una clara insuficiencia: la del registro Imaginario”6, lo cual está en directa relación con la crítica de Javier Balsa, quien indica, con respecto a la idea de populismo, que “la idea de mito es la gran ausente en LRP. (…) en su esfuerzo por racionalizar el populismo [Laclau] ha sentido la necesidad de ocultar todas las cuestiones que pudieran connotar elementos menos racionales”7. En este sentido, Roque Farrán señala, al igual que Glynos y Stavrakakis, la urgencia de incorporar “al afecto y al «objeto a», términos exportados desde el psicoanálisis para dar cuenta de la corporalidad o consistencia diferencial de las políticas emancipatorias”8. Todas estas críticas pueden servir como un argumento más a nuestra posición que denuncia el déficit de profundidad que posee la dimensión del afecto en Laclau y el correlativo predominio de lo simbólico, los cuales imposibilitan ver que la demanda es siempre demanda de amor y reconocimiento, e imposibilitan formular un antagonismo situado más allá de la demanda, antagonismo orientado a una transformación radical de lo social. No obstante, Laclau no hace oídos sordos a algunas de estas críticas e incorpora de algún modo esta dimensión del afecto en La razón populista. Laclau declara explícitamente que en esta obra se propone introretórica, Tesis para optar al grado de Maestro en Ciencias Sociales, FACSO México, 2006, p. 117. 6 Aibar, Julio, “La falta de Laclau: lo imaginario”, Identidades, n. 6, junio 2014, p. 24. 7 Balsa, Javier, “Las dos lógicas del populismo, su disruptividad y la estrategia socialista”, Revista de ciencias sociales, segunda época, n. 17, otoño de 2010, pp. 19-20. 8 Farrán, Roque, “Filosofías materialistas del sujeto (político): dialéctica, aleatoria, nodal”, ∆αιµων, n. 54, 2011, p. 11.

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ducir dicho ámbito9, reconociendo el hecho que “cualquier totalidad social es el resultado de una articulación indisociable entre la dimensión de significación y la dimensión afectiva”10. Sostiene incluso que “el afecto es absolutamente crucial para explicar el funcionamiento del polo sustitutivo/paradigmático del lenguaje (…) aspecto que es sistemáticamente degradado a expensas del aspecto combinatorio/simbólico”11, siendo este primer polo el implicado en la construcción de significantes vacíos a partir de demandas. Una demanda se transforma en significante vacío en la medida en que sustituye a nivel paradigmático una totalidad de demandas, y dicha sustitución se efectúa a través de una investidura afectiva que es depositada en aquella demanda particular. Lo anterior es lo que convence a Laclau de introducir la categoría de «pulsión parcial», categoría ligada a la dimensión de los afectos desde una mirada psicoanalítica y lacaniana. La categoría de «pulsión» (Trieb) en Freud intenta capturar el carácter de la sexualidad humana en contraste con los animales; mientras en éstos últimos opera el instinto (Instinkt), la pulsión nos habla del aspecto subjetivo, social y cultural que atraviesa y constituye lo sexual12. La categoría de pulsión da cuenta de un “empuje que hace tender al organismo hacia un fin”13, el cual tiene su fuente en una excitación corporal, siendo su finalidad suprimir dicha estado de tensión a través de un objeto14. Freud demostró que, a diferencia de los animales, en los seres 9 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 142. 10 Ibíd., p. 143. 11 Ibíd., p. 282. 12 Laplanche, op. cit., p. 324-325. 13 Ibíd., p. 324. 14 Ídem.

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humanos las fuentes, finalidades y objetos de la pulsión son múltiples, y que no se reducen de ningún modo a lo genital15. De esto se sigue que “cualquier punto del cuerpo puede estar tanto en el origen de una pulsión como en su término”16, y el carácter del objeto de la pulsión “es variable y contingente y sólo es elegido en su forma definitiva en función de las vicisitudes de la historia del sujeto”17. Lo fundamental aquí, con respecto a la pulsión, es que en ella “la satisfacción nunca es completa porque la tensión renace enseguida, y que, al fin de cuentas, el objeto siempre es en parte inadecuado y su función nunca se cumple definitivamente”18. Lacan sostendrá: “La pulsión [pulsión] puede satisfacerse sin haber alcanzado aquello que (…) satisface supuestamente su fin reproductivo, precisamente porque es pulsión parcial y porque su meta no es otra cosa que ese regreso en forma de circuito”19. Laclau toma la categoría de pulsión formulada por Joan Copjec20, según la cual su objeto “frena la pulsión y la deshace, la restringe impidiéndole así alcanzar su objetivo, y la divide en pulsiones parciales”21; sin embargo, simultáneamente Laclau afirma que “si este goce no se pierde es porque quedan rastros de él en los objetos parciales”22. Es por ello que para 15 Ibíd., p. 325. 16 Chemama, op. cit., p. 364. 17 Laplanche, op. cit., p. 325. 18 Chemama, op. cit., p. 365. 19 Lacan, Jacques, El seminario, Libro 11…, op. cit., p. 186. 20 Véase Copjec, Joan, Imagine there’s no woman, ethics and sublimation, Massachusetts Institute of Technology Press, Cambridge, Massachusetts London, England, 2002; y Copjec, Joan, “Sex and Euthanasia of reason”, en Copjec, Joan (ed.), Supposing the subject, Verso, London, New York, 1994, pp. 16-44. 21 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 144. 22 Ibíd., p. 145.

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Laclau, la estructura de la pulsión parcial es análoga al modo en que una demanda se transforma en punto nodal o significante vacío: La aspiración a esa plenitud o totalidad, sin embargo, no desaparece simplemente, sino que es transferida a objetos parciales que son los objetos de las pulsiones. En términos políticos esto es exactamente lo que hemos denominado una relación hegemónica: una cierta particularidad asume el rol de una universalidad imposible”23

Hasta aquí no tenemos nada que agregar, objeto parcial y significante vacío son dos nombres para un mismo proceso que se expresa por un lado en lo subjetivo y por otro lado en lo político. No obstante, el problema emerge cuando vemos el modo en que Laclau concibe la categoría de pulsión, ya que si bien, en el contexto del psicoanálisis lacaniano dicha categoría posee un vínculo con la de demanda, no es posible reducir la primera a esta última. Laclau plantea una diferencia entre deseo y pulsión, que según él, constituye un argumento para sostener su elección por la categoría de demanda al interior de su propuesta: mientras el deseo no encuentra satisfacción y vive sólo mediante su reproducción a través de una sucesión de objetos, la pulsión puede hallar satisfacción, pero esto sólo se logra mediante la “sublimación” del objeto, elevándolo a la dignidad de la Cosa. Vamos a traducir esto a lenguaje político: una determinada demanda24 23 Ibíd., p. 147. 24 Ibíd., p. 153.

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Para Laclau entonces, pulsión parcial y demanda son categorías análogas que se enfrentan a la categoría de deseo en términos de la posibilidad de hallar o no satisfacción. En efecto, la pulsión puede ser formulada como demanda en la medida que insiste en la búsqueda de un objeto que pueda satisfacerla, sin embargo no deberíamos por qué reducir el carácter de la pulsión parcial a la mera satisfacción de demandas si consideramos seriamente la introducción de la categoría de deseo; ésta también nos puede mostrar otro carácter de la pulsión no considerado por Laclau. El hecho de que no haya satisfacción posible alguna en la relación entre alteridades puede mostrarnos otro tipo de antagonismo, más allá de la dimensión de la demanda. Esto puede ofrecernos una posibilidad de reformular la categoría de antagonismo sin abandonar la categoría de pulsión parcial que refleja adecuadamente el carácter de imposibilidad en juego. 2. De la demanda al deseo: atravesar la fantasía La dimensión del afecto en la propuesta laclausiana si bien es visible, se remite a los límites impuestos por la categoría de demanda. El afecto entonces es una dimensión que nos permite comprender el proceso de articulación equivalencial de demandas, y la pulsión parcial viene a ser la categoría específica en dicha dimensión que nos explica la transformación de una demanda en significante vacío. Sin embargo, el afecto es introducido por Laclau sólo con la expectativa de comprender la posibilidad de que una particularidad pueda representar una universalidad, que una demanda específica pueda representar una articulación de demandas plurales, sin resolver esto de ningún modo el proble-

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ma que ya hemos explorado en el capítulo 6 relativo al vínculo incoherente entre la categoría de antagonismo con la de demanda en la teoría de Laclau. Hemos visto que Laclau relega la categoría de deseo, y es justamente aquella operación la que se muestra como un problema que debemos resolver25. Este problema ya ha sido observado anteriormente. Paula Biglieri y Gloria Perelló, al abordar la cuestión de la demanda en Laclau afirman que existe una dimensión “que reaparece más allá de la demanda, acerca de lo cual sólo vamos a mencionar que es del orden del deseo y en ese sentido es indestructible porque no hay objeto que lo colme”26. Martín Retamozo también plantea que introducir la categoría de deseo en la obra de Laclau permitirá “un nuevo registro político y colectivo para pensar el sujeto, el proyecto y la voluntad colectiva, presentes en los procesos de movilización social”27. Sergio Villalobos-Ruminott también coincide en incorporar la dimensión del deseo para ir más allá de una lectura ingenua y conservadora del populismo, como estrategia de representación y cálculo hegemónico reducida a la disputa por el Estado, sin la posibilidad de una ruptura anti-estatal28. Sin embargo, estos autores sólo consignan la introducción de la categoría de deseo como un problema en Laclau sin examinar en mayor detalle la cuestión. Ignacio Pehuén Roman explora el 25 Hay un pasaje en la obra de Laclau en donde éste se aproxima a la cuestión del deseo, pero siempre desde la categoría de demanda, aproximándose a sus límites: “la cuestión era cómo mantener la continuidad de la movilización, lo cual sólo era posible en la medida en que tuviéramos objetivos históricos, objetivos que sabíamos que el sistema no podía satisfacer” (Laclau, “Estructura, historia y lo político”, op. cit., p. 211). 26 Biglieri y Perelló, op. cit., p. 85. 27 Retamozo y Stoessel, op. cit., p. 30. 28 Villalobos-Ruminott, op. cit., p. 87.

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asunto un poco más detenidamente. Coincidimos parcialmente con él cuando propone (…) incluir dentro de la teoría de Laclau la triada necesidad­-demanda­-deseo, (…) este deseo, como subproducto del proceso de formulación de demandas, representa un motor de todo tipo de pulsiones que pueden ir de lo destructivo (auto­destrucción o destrucción del otro) a la construcción militante de un movimiento alrededor de esta causa29.

De esta forma llega a sostener, contrariamente a lo que Laclau propone, que “la forma elemental de construcción del vínculo social no es la demanda sino el deseo”30. Nuestra propuesta se orienta más bien a considerar demanda y deseo como dos unidades de análisis interrelacionadas y mutuamente dependientes, estructuradas según la tríada de Lacan que Pehuén Romani ya menciona, esta es la de necesidad-demanda-deseo. Así también coincidimos con su afirmación según la cual el deseo puede ser un motor de pulsiones de un tipo diferente a las vinculadas a la categoría de demanda, relativas a la destrucción, construcción y transformaciones de estructuras sociales. Veamos en qué consiste esta particular propuesta lacaniana, cómo se desprende de aquella la categoría de deseo, y cómo esta categoría puede ser una forma más de pulsión parcial. Como ya señalamos, la categoría de pulsión nos habla de aquel ámbito que se aparta del instinto como explicación subyacente a los modos de satisfacción sexual en el sujeto. Según Joël Dor, Lacan establece una diferencia radical entre objeto de la pulsión y objeto de 29 Pehuén Romani, op. cit., p. 16 30 Ibíd., p. 17.

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la necesidad (besoin), siendo este último un objeto que satisface un estado de tensión orgánico o biológico que se impone al recién nacido “sin que él lo busque y sin que tenga una representación psíquica de él”31. No obstante, cuando la necesidad es satisfecha, ésta es ligada a una representación psíquica que posteriormente es reactivada al reaparecer la necesidad. De este modo, el recién nacido ya no experimenta solamente una satisfacción ligada al objeto de la necesidad sino además una satisfacción alucinatoria, a nivel psíquico, producto de la mera evocación de la representación ligada a la satisfacción biológica32. Con esto último entramos ya en el registro de lo pulsional, en donde aparecen las categorías de demanda y deseo. El infante es introducido en el ámbito de la demanda (demande) en la medida en que hay un otro que satisface la necesidad. Si bien la necesidad se impone al recién nacido sin su voluntad y sin representación psíquica con respecto a la naturaleza del objeto necesitado, dicha necesidad ya es significada por el otro como una demanda a través de ciertas manifestaciones33: “se ha ubicado al niño, desde un comienzo, en un universo de comunicación en donde la intervención del otro constituye una respuesta a algo que previamente se ha considerado como una demanda”34. El infante no solo liga el objeto de la necesidad a un representante psíquico, sino además intuye que ciertas conductas que realiza, que 31 Dor, Joël, Introducción a la lectura de Lacan, El inconsciente estructurado como lenguaje, Gedisa, Barcelona, 1986, pp. 160-161; Nasio, Juan David, Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 159 32 Dor, op. cit., pp. 160-161; Nasio, Juan David, Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 134. 33 Nasio, op. cit., p. 137. 34 Dor, op. cit., p. 164.

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son efecto de la necesidad —el llanto por ejemplo—, son significantes para el otro, significantes que pueden ser evocados para hallar la satisfacción esperada. De esta forma el infante “queda irreductiblemente inscrito en el universo del deseo del Otro en la medida en que está prisionero de los significantes del Otro”35, y a través de dicha inscripción es que la necesidad es traducida a una demanda. Como ya habíamos adelantado: La demanda, como expresión del deseo, es doble. Más allá de la demanda de satisfacción de la necesidad, se perfila la demanda de algo “extra”, que es ante todo demanda de amor. En general, la demanda siempre está formulada y dirigida al prójimo. Aunque se refiera a un objeto de necesidad, es fundamentalmente “inesencial”36

En esta obligación del infante a formular una demanda de satisfacción a un otro, se produce una inadecuación entre lo que se necesita y lo que se demanda. Esta inadecuación se halla en la expectativa de “un re-encuentro con la satisfacción originaria en donde el niño recibió satisfacción bajo la forma de goce sin haberlo pedido ni esperado”37, siendo ahora imposible dicho re-encuentro ya que tal satisfacción debe irremediablemente pasar por la demanda. Dicha experiencia de satisfacción originaria está perdida para siempre, se trata de un objeto faltante que Lacan denomina «objeto a» (objet petit a)38. Es por ello que el deseo (désir) se estructura como “deseo de un objeto imposible (…) ese 35 Ibíd., p. 165. 36 Ibíd., p. 166. 37 Ídem. 38 Nasio, op. cit., p. 135; Dor, op. cit., p. 167.

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vacío se constituye tanto en la causa del deseo como en aquello hacia lo que el deseo apunta”39. De este modo, desde la demanda, ingresamos al registro del deseo, en donde el lugar omnipotente del Otro es cuestionado por primera vez: El niño presiente (más que descubre) que el deseo del Otro sufre de la misma falta que el suyo y gracias a eso puede constituirse como un objeto potencial del deseo del Otro a través de una identificación con el objeto fálico (…) reconocer la falta en el Otro como algo imposible de llenar demuestra que el niño acepta la falta en el proceso de su propio deseo (…) el niño abandona la posición de objeto del deseo del Otro en favor de la de sujeto deseante40

Con esto, en primer lugar, podemos ver cuál es el lugar que ocupa la categoría de demanda en el psicoanálisis lacaniano, lugar que no es explícito en la propuesta laclausiana. En segundo lugar, observamos que luego de la demanda emerge el deseo como momento que denuncia la falta del Otro, es decir, da cuenta de la imposibilidad de un otro para satisfacer una demanda. Esta dimensión, que resulta central en la perspectiva lacaniana, no es considerada por Laclau en lo más mínimo. Pero además, debemos precisar el lugar que la categoría de demanda posee con respecto a la de pulsión, ya que si bien Laclau ha utilizado esta última para comprender el modo en que las demandas devienen significantes vacíos, la ha reducido sólo al universo de las demandas. En contraste con esto, coincidimos con la postura de Jacques-Alain Miller al respecto, quien, a 39 Dor, op. cit., p. 167. 40 Ídem.

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propósito de la tríada necesidad-demanda-deseo, afirma: si observamos el grafo de Lacan, vemos que en él se inscribe la pulsión en el nivel superior. Es fundamental esto de que la pulsión se escriba no en el nivel básico de lo natural, sino en el nivel más sofisticado de la conceptualización. Esto es en realidad sorprendente. La pulsión se escribe como algo que supone todos estos estadios.41

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a la incorporación de la categoría de demanda en La razón populista; no obstante es a propósito de la cuestión del antagonismo que emerge. Ya hemos recurrido a esta crítica de Žižek para responder al problema de localización de la categoría de antagonismo; esta vez lo citaremos en extenso para ver que su real aporte está en cómo augura ya la dimensión del deseo: es precisamente en el momento en que alcanzamos la victoria frente al enemigo en la lucha antagónica que se libra en la realidad social, que experimentamos el antagonismo en su dimensión más radical, como auto-obstáculo: lejos de permitirnos alcanzar la plena identidad con nosotros mismos, el momento de la victoria es el momento de la pérdida mayor. El esclavo se libera del amo sólo cuando experimenta hasta qué punto el amo encarna simplemente el autobloqueo de su propio deseo: aquello de lo que al amo a través de su represión externa aparentemente lo privaba, le impedía realizar, en realidad él —el esclavo— nunca lo había poseído. Este es el momento que Hegel llama «la pérdida de la pérdida»: la experiencia de que nunca habíamos tenido aquello que se supone que hemos perdido.42

Si la pulsión no es reducible a la demanda, es decir, si la demanda es sólo una forma en la que se expresa la pulsión, entonces no toda pulsión implica una satisfacción, ya que el deseo configura otro modo en que la pulsión se estructura, aquella forma que desnuda al deseo como deseo del Otro, en tanto Otro en falta. Así como el sujeto no puede ser reducido a una demanda ya que la castración del Otro es lo que le permite transformarse en sujeto deseante, un antagonismo no puede ser reducido a una demanda en la medida que su empuje pulsional también puede llevarlo a denunciar la imposibilidad del Otro para satisfacer las demandas. Se abre aquí para nosotros la pregunta por la articulación entre las categorías de antagonismo y deseo. En esto, el aporte de Žižek nuevamente es de gran ayuda. Desde Nuevas reflexiones que Žižek ya señala a Laclau la dimensión del deseo. Lo hace de manera indirecta al criticar la categoría de posiciones de sujeto presente en Hegemonía y estrategia socialista, crítica que da posteriormente lugar a la categoría de dislocación. Sin embargo todo esto ocurre en un momento anterior

Lo que Žižek refiere como la forma más radical de antagonismo, la cual denomina antagonismo puro —designación de la que ya nos hemos distanciado— no sólo coloca en relación al antagonismo en lo social con un antagonismo que encuentra su sede en la intimidad del sujeto; sino además da cuenta de un antagonismo que no se basa en la demanda sino en el deseo. Un antagonismo basado en la demanda busca al Otro como

41 Miller, Jacques-Alain, Lógicas de la vida amorosa, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1991, p. 52.

42 Žižek, “Más allá del análisis…”, op. cit., p. 260.

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poseedor del objeto perdido: la sociedad reconciliada43. Sin embargo, este antagonismo, al derrocar al Otro devela la falta desde donde rige, es decir, no se trata de un otro omnipotente, sino de un otro que nos necesita como objeto de deseo para colmar su falta. La pérdida de la pérdida es el momento en donde aparece la falta en el Otro, el momento en que la demanda ve sus límites ya que es imposible de satisfacer. Žižek explora esta alternativa posteriormente en Contingencia, hegemonía y universalidad, a través de lo que él denomina el acto de ‘atravesar la fantasía’. Este atravesamiento de la fantasía apunta, según Žižek, a “la transformación del propio ‘principio’ universal estructurante del orden simbólico existente”44, y con ello, a “transformar la constelación que genera los síntomas sociales”45. La fantasía, desde un punto de vista lacaniano reformulado por Žižek, no es otra que “la de la alienación constitutiva del sujeto en el orden simbólico: el gran Otro maneja los hilos; el sujeto no habla, ‘es hablado’ por la estructura simbólica”46, y su atravesamiento tiene lugar cuando somos conscientes de que “el gran Otro es en sí mismo inconsistente, puramente virtual, ‘barrado’, privado de la Cosa; y la fantasía es un intento de llenar esa falta del Otro, no del sujeto: (re)constituir la consistencia del gran Otro”47. Según Žižek “el gran Otro es inatacable sólo en la medida en que el sujeto mantiene hacia él una relación de alienación”48, sin embargo “no hay gran Otro para aportar la garantía última,

el abrigo ontológico para la decisión del sujeto”49. De este modo, el atravesamiento de la fantasía nos permite concebir un antagonismo más allá de la categoría de demanda, un antagonismo que, de acuerdo al deseo, denuncia la falta en el Otro y por tanto abre la puerta a una transformación estructural o radical de un campo simbólico determinado. A partir de este recorrido nuestra propuesta se orienta a desplazar la relevancia de la categoría de demanda en la propuesta laclausiana, siguiendo la propuesta lacaniana según la cual hemos diferenciando entre demanda y deseo, consideradas éstas como expresiones de la pulsión parcial. No apuntamos a negar que la categoría de antagonismo pueda emerger de un conjunto de determinadas demandas orientadas a un Otro, sin embargo hemos abierto la posibilidad para concebir un antagonismo nuevo, no expuesto a las limitaciones de la demanda sino más allá de aquella. De esta forma, nuestra propuesta implica considerar la construcción de antagonismos fundados en la categoría de deseo. La pregunta que se abre para nosotros es con respecto a la forma que el deseo toma en lo político, y cómo desde aquella forma política del deseo se desprende un conjunto de antagonismos. En Laclau es posible hallar una categoría que, si bien fue abandonada o relegada por él mismo y sus seguidores, puede ser reactivada ya que se muestra como la mejor candidata para esta operación. Esta es la categoría de imaginario.

43 Laclau, La razón populista, op. cit., pp. 149, 152. 44 Žižek, “Da capo senza fine”, op. cit., p. 222. 45 Žižek, “¿Lucha de clases o posmodernismo?...”, op. cit., p. 135. 46 Žižek, “Da capo senza fine”, op. cit., p. 256. 47 Ídem. 48 Ibíd., p. 258.

3. Reformismo y radicalidad de los antagonismos

A continuación volveremos a la obra laclausia-

49 Ibíd., p. 261.

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na, sin embargo mencionemos antes algo con respecto a la posibilidad de vincular la categoría lacaniana de deseo con lo que Laclau llama imaginario. Para ello son de utilidad las palabras de Juan David Nasio a propósito del deseo y la alucinación: “[el deseo] encuentra un sustituto, el objeto alucinado. Más tarde, volveremos a encontrar este sustituto bajo la forma del fantasma (…) el niño, por ser un ser humano hablante y sexuado, verá su demanda decepcionada e, inevitablemente, alucinará el objeto de deseo”50

El objeto sustituto de satisfacción del deseo es independiente de la satisfacción orgánica y del efecto que tenga en el Otro la demanda, éste intenta ser satisfecho por el infante a través de su evocación alucinatoria a través de objetos parciales, pero nunca puede ser colmado. Es dicha forma alucinatoria la que posteriormente en el sujeto se expresa como una fantasía o lo que Lacan denomina fantasma, y que le mantiene atado inconscientemente al gran Otro. Es este justamente el fantasma que Žižek propone atravesar, para desenmascarar la falta en el Otro. Si encaramos el deseo de un pueblo como un deseo imposible de satisfacer por parte de un bloque de poder que ocupa el lugar de aquel Otro, el pueblo debe vérselas con su deseo y preguntarse qué hacer con aquel ante esta pérdida de la pérdida. No hay quien pueda satisfacer sus demandas y con ello la categoría de antagonismo ve amenazada su pertinencia. Plantearemos a continuación que este deseo en un pueblo puede encontrar la forma de un «imaginario», categoría que Laclau instala en Nuevas reflexiones 50 Nasio, op. cit., p. 134.

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y que intentaremos rescatar y rearticular al esquema de La razón populista. La categoría de imaginario nos permitirá vincular las categorías de deseo y antagonismo, y desde allí esbozar una respuesta a nuestro problema. La categoría de imaginario además nos permitirá responder a algunas críticas que se vinculan a las que ya hemos examinado con respecto a la categoría de demanda y a la precaria profundización que Laclau realiza en la dimensión del afecto. Por ejemplo, Daniel de Mendoça realiza la siguiente reflexión: “parece ser absolutamente razonable suponer que un discurso antagónico también pueda articular de manera positiva (de alianzas, de propuestas, de dimensiones simbólicofantasmáticas en ideologías que guían acciones políticas e identitarias, etc.)”51; así también Martin Retamozo, siguiendo a Norval, plantea que: la identificación del enemigo (…) es una cara de la producción del antagonismo —el lugar de la negación—, pero también se debe contemplar la positividad de la identidad y los modos de negación de la negación —la dimensión del proyecto— (…). En este horizonte es fundamental concebir la producción de proyectos, tanto como aspecto constitutivo del sujeto político como instancia crucial de la disputa con opciones antagónicas.52

La categoría de imaginario nos permitirá relevar el papel de las propuestas, de las ideologías y de los proyectos toda vez que ésta no espera una satisfacción, sino más bien constituirse como nuevo espacio de satisfacción antagónico con el ya existente. Veamos las 51 Mendoça, op. cit., p. 223. 52 Retamozo y Stoessel, op. cit., pp. 29-31.

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determinaciones de esta categoría en Laclau. Laclau arriba a la categoría de imaginario a partir de la de «mito». Podríamos plantear que es a través de la construcción de mitos que se hace posible la construcción de imaginarios. La categoría de mito en Laclau debe distanciarse de cualquier interpretación que la haga sinónimo de una falsa narración o de una utopía irrealizable. Siguiendo las premisas del posfundacionalismo y la izquierda lacaniana, todo discurso posee fundamentos contingentes y aspira a explicar la totalidad social desde su particularidad, explicación que por tanto siempre es precaria pero no por ello menos efectiva. De este modo, lo mítico emerge como el carácter de toda objetividad que, a través de una articulación de elementos, se presenta como una propuesta concreta que condensa la expectativa de un nuevo orden. En palabras de Laclau: el trabajo del mito consiste en suturar ese espacio dislocado, a través de la constitución de un nuevo espacio de representación. La eficacia del mito es así esencialmente hegemónica: consiste en constituir una nueva objetividad a través de la rearticulación de los elementos dislocados. Toda objetividad no es, por lo tanto, sino un mito cristalizado (…) el espacio mítico se presenta como alternativa frente a la forma lógica del discurso estructural dominante (…) El espacio mítico se constituye como crítica a la falta de estructuración que acompaña el orden dominante53

Hemos visto como en La razón populista Laclau propone la categoría de significante vacío para de53 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., pp. 77-78.

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signar la representación de una cadena equivalencial de demandas a través de una demanda concreta. Esto es análogo a la operación del mito, en tanto objetividad que rearticula elementos dislocados. La ventaja de la categoría de mito está en el hecho de no ser ella necesariamente una demanda particular, sino más bien, en términos más generales, una nueva objetividad alternativa al orden dominante. El mito, por un lado, puede operar como significante vacío de una totalidad de elementos, entre los cuales podríamos encontrar demandas: “toda reivindicación insatisfecha encontrará su compensación o contrapartida en el mito de la plenitud alcanzada”54; mas por otro lado, el mito no se presenta a sí mismo necesariamente como una demanda, es por ello que el papel de un bloque de poder con respecto a éste no se puede reducir a su satisfacción. Laclau nos da un ejemplo: “el Estado de Bienestar, por ejemplo, fue un mito que intentó reconstruir el funcionamiento de las sociedades capitalistas posteriores a la Gran Depresión”55; en este caso lo relevante no es la postura que tengamos con respecto al Estado de Bienestar, sino el papel que cumplió en términos políticos: se presentó como un mito, como una nueva objetividad que pretendió no sólo satisfacer las demandas existentes, sino además restablecer un orden y abrir la posibilidad a una nueva forma de sociedad. A partir de esto último, de las posibilidades e imposibilidades que abre un mito, en la medida en que éste sea exitoso en algún grado en su esfuerzo por constituirse en significante vacío o punto nodal de lo social, aparece la categoría de imaginario: “El carácter incom54 Ibíd., p. 79. 55 Ibíd., p. 83.

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pleto de las superficies míticas de inscripción es la condición de posibilidad de constitución de los imaginarios sociales”56. Cuando, de entre una variedad de mitos uno de éstos se ofrece no sólo como una propuesta concreta de transformación social en un campo simbólico determinado, sino además como el norte de una determinada época, como “el horizonte ilimitado de inscripción de toda reivindicación y de toda dislocación posibles”57, éste entonces deviene un imaginario.

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El hecho que un imaginario no sea un objeto no refiere a que no pueda poseer una expresión material, sino más bien, refiere al hecho que su estatus no se corresponde con un nivel meramente simbólico. Es decir, un imaginario opera como un límite que da estructura al campo simbólico mismo, límite representado por un significante que no se reduce a ningún mito particular, ya que en éste es posible insertar una variedad ilimitada de superficies míticas y, por supuesto, demandas. Nos hemos encontrado con una definición que nos acerca a

la categoría de antagonismo, tanto imaginario y antagonismo son definidas por Laclau como categorías que nos hablan del límite de toda objetividad. Aún más, el imaginario supone en su definición misma un carácter al menos crítico con respecto al orden dominante, que bien podría expresarse de forma antagónica. Esto supone un cruce interesante respecto del cual Laclau no nos advierte y no nos ofrece ningún esclarecimiento. Si bien hemos contemplado la posibilidad de límites no antagónicos al interior de un campo social a través de la categoría de diferencia, y así también, hemos explorado la posibilidad de exclusiones no antagónicas a través de la categoría de heterogeneidad; aquí nos hemos encontrado con algo diferente: estamos, por un lado, frente a un límite que no puede de ningún modo ser reducido a ninguna diferencia y, por otro, frente a algo que lejos de ser excluido de un determinado campo, asume la tarea de incluir una universalidad. Sin embargo es posible distinguir énfasis. Mientras en la categoría de antagonismo, el límite opera más bien en su gesto negativo, es decir, como índice de la falta de lo simbólico, es decir, de lo Real; la categoría de imaginario opera a través de un gesto positivo, es decir, como un límite que tiene el propósito de dotar de estructuración, inteligibilidad, posibilidad, representación a la plenitud. Su carácter limítrofe es más bien un efecto de dicho esfuerzo por representar la plenitud, plenitud que como bien sabemos está ausente en esta propuesta, pero no por ello no puede ser representada y desde allí jugar un rol relevante en lo político59.

56 Ibíd., p. 79. 57 Ídem. 58 Ídem.

59 A partir de aquello no podemos evitar entonces preguntarnos si por la categoría de imaginario Laclau puede ser análogo a lo que en Lacan es el registro Imaginario. Justamente este registro es relativo al ámbito de lo que en Freud hemos designado como la operación alucinatoria del objeto

El imaginario es un horizonte: no es un objeto entre otros sino un límite absoluto que estructura un campo de inteligibilidad y que es, en tal sentido, la condición de posibilidad de la emergencia de todo objeto. El milenio cristiano, la concepción iluminista del progreso, la sociedad comunista son en tal sentido imaginarios: en tanto que modos de representación de la forma misma de la plenitud, se ubican más allá de la precariedad y las dislocaciones propias del mundo de los objetos.58

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Nuestra propuesta apunta a considerar la categoría de imaginario en Laclau como una unidad mínima diferente a la de demanda, unidades que estarían en relación según lo que el propio Laclau plantea: “El horizonte imaginario en el que se inscribe una cierta dislocación (…) la transforma en reivindicación”60. Con esto Laclau no sólo afirma que un imaginario opera a través de la articulación de diferentes mitos que a su vez incorporan una variedad de demandas, sino además que la transformación de la dislocación en demanda hace necesaria la intervención de un imaginario. Toda demanda, para constituirse como tal, no solo emerge a partir de una situación de falta, sino que además, necesita un imaginario que provea la posibilidad de erradicación de dicha falta. No se trata solamente de la denuncia de una falla en determinado campo simbólico, sino además de reactivar la contingencia de dicha situación, abriendo espacio a la posibilidad de que aquella pueda ser cambiada. Y ese cambio es provisto en primer lugar por un mito, como propuesta alternativa, y por un imaginario, en tanto horizonte histórico social diferente y potencialmente antagónico. De este modo, así como en Lacan no hay demanda sin deseo, ya que la demanda misma está inscrita en la posibilidad de su insatisfacción, en Laclau podemos afirmar que no hay demanda sin imaginario. El imaginario no busca ser satisfecho, sino más bien ser él mismo quien otorga satisfacción a de deseo, a partir de una falta que no es posible satisfacer. En Lacan lo Imaginario es un registro que nos permite enfrentar lo Real, esto es posible a partir de lo que Lacan denominó estadio del espejo, en el cual “el niño se vive al principio como despedazado, no hace ninguna diferencia entre lo que es él y el cuerpo de su madre, entre él y el mundo exterior. Llevado por su madre, va a reconocer su imagen en el espejo, anticipando imaginariamente la forma total de su cuerpo” (Chemama, op. cit., p. 219). 60 Laclau, Nuevas reflexiones…, op. cit., p. 81.

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las demandas que puede albergar. Laclau, como hemos advertido, no profundiza en esta categoría posteriormente. No obstante, podemos encontrar algunos pasajes que se acercan de algún modo a esta propuesta. En Hegemonía y estrategia socialista afirma que cuando un conjunto de demandas se presentan “sin estar ligadas a ningún proyecto viable de reconstrucción de áreas sociales específicas, su capacidad de actuar hegemónicamente estará excluida desde un comienzo”61. No hay señales en la obra laclausiana acerca de cómo emerge un proyecto a partir de un conjunto de demandas, a menos que liguemos dicha categoría con la de mito e imaginario. En tal sentido, es posible concebir las categorías de mito e imaginario como proyectos viables de reconstrucción social, siendo el mito un proyecto específico y el imaginario un proyecto mucho más global. La relación, entonces, entre demanda e imaginario sigue siendo la misma, es decir estrecha, sin dejar de existir una irreductibilidad de la una con respecto a la otra. En Contingencia, hegemonía y universalidad, Laclau incluso vuelve a retomar la categoría de imaginario en un modo similar: “la satisfacción de cualquiera de ellas [de una pluralidad de demandas] dependerá de la construcción de un imaginario social más global, cuyos efectos serán mucho más sistémicos que cualquier mero gradualismo podría vislumbrar”62. Haciéndose cargo de la crítica de Žižek con respecto al gradualismo presente según él en la propuesta de democracia radical, Laclau retoma la categoría de imaginario subrepticiamente para hablar de los efectos sistémicos de las demandas. 61 Laclau y Mouffe, op. cit., p. 235. 62 Laclau, “Estructura, historia y lo político”, op. cit., p. 199.

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Un imaginario entonces no solo provee viabilidad a ciertas demandas que podrían quedar insatisfechas sino además se orienta a efectos políticos de un carácter sistémico. Laclau no aclara a qué se refiere con aquello. No obstante, al vincular la categoría de imaginario con la de deseo, considerando el atravesamiento de la fantasía, podemos afirmar que dicho efecto sistémico es sinónimo de la hegemonía lograda por un imaginario que no espera la satisfacción de las demandas que alberga, sino que actúa él mismo, de modo independiente, otorgando satisfacción a lo que el Otro, el bloque de poder, no puede satisfacer por la falta que habita en él. En La razón populista la situación no cambia. Laclau sostiene que “la plenitud de la comunidad es precisamente el reverso imaginario de una situación vivida como ser deficiente, aquellos responsables de esta situación no pueden ser una parte legítima de la comunidad; la brecha con ellos es insalvable”63. El imaginario como plenitud es una construcción que nace a partir de la falta; de este modo antagonismo e imaginario no pueden operar uno sin el otro. Del mismo modo lo sostiene Laclau con respecto al populismo: “el populismo se presenta a sí mismo como subversivo del estado de cosas existente y también como el punto de partida de una reconstrucción más o menos radical de un nuevo orden una vez que el anterior se ha debilitado”64. La articulación entre subversión y reconstrucción se vuelve clara cuando consideramos la categoría de proyecto ya mencionada. La subversión no está en el mero antagonismo que basa su actuar en demandas, sino en aquel que es capaz de operar desde un proyecto que subvierte 63 Laclau, La razón populista, op. cit., p. 113. 64 Ibíd., p. 211.

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el orden existente: un imaginario. Con esto ya hemos dado todos los pasos necesarios con el fin de vincular de manera mucho más estrecha y explícita las categorías de imaginario y antagonismo. Nuestra propuesta apunta a distinguir entre dos formas de antagonismo, una basada en la construcción y articulación de demandas como ya plantea Laclau, siguiendo detenidamente la dimensión de la demanda en Lacan; y otra basada en la formación y articulación de imaginarios, siguiendo lo que Lacan señala para el deseo. Esto parecería contradecir la propuesta laclausiana en la medida que un imaginario no es un elemento articulable sino más bien un límite de lo simbólico; sin embargo, debemos recordar que Laclau plantea que un imaginario alcanza su estatus a través de un mito particular que se ofrece para ello, siguiendo la lógica del significante vacío. Este mito, que habita una tensión entre su particularidad y una totalidad de mitos articulados, sí es un determinado elemento del campo simbólico que, a la vez, intenta ir más allá de aquel, al intentar proveer una ilimitada variedad de mitos. Designaremos bajo el nombre de «proyecto» a la forma concreta en que un mito se expresa como tal en la sociedad y que éste no deja de ser proyecto al alcanzar su estatuto de imaginario, sino más bien, lo expande. De esta forma, cuando hablamos de la articulación de imaginarios nos referimos a la articulación de proyectos, y a la posibilidad de que, a partir de dicha articulación nazcan antagonismos de un carácter diferente a los que provienen de demandas. Denominaremos «antagonismo reformista» a aquel basado en demandas, y «antagonismo radical» a aquel basado en proyectos; mientras en

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el primero el carácter antagónico busca la satisfacción de demandas, en el segundo dicho carácter busca un orden simbólico alternativo, el cual se muestra antagónico con el existente. Si bien un «antagonismo radical» puede albergar dentro de sí una variedad de «antagonismos reformistas», el primero no es reducible al segundo. Por otro lado, tampoco es posible un «antagonismo radical» sin demandas, ya que justamente el imaginario lo que busca es otorgar satisfacción a aquellas demandas que han develado la incapacidad que posee un determinado orden para satisfacerlas en su interior. Tomamos la categoría de «radical» para nominar a esta forma de antagonismo, siguiendo lo que el mismo Laclau plantea en una de sus últimas obras: “antagonismo radical —radical en el sentido de que sus dos polos no pueden reducirse a ningún súper juego que sería reconocido por ellos como un significado objetivo al que ambos se someterían—”65. Laclau no profundiza en esta concepción de lo radical a propósito del antagonismo, sin embargo bien podemos identificar en la articulación de antagonismos basados en demandas el reconocimiento del boque de poder como un otro legítimo y necesario para llevar a cabo la satisfacción demandada. Este reconocimiento y sometimiento aparece entonces como una objetividad que reduce las posibilidades del antagonismo. De esta forma seguimos lo que Marchart desarrolla a propósito de la categoría de lo radical en Laclau, la cual es frecuente para caracterizar el imaginario democrático, pero no así la categoría de antagonismo. Marchart avanza un poco en esta segunda alternativa en coherencia con nuestra postura: 65 Laclau, Debates y combates…, op. cit., p. 112.

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el papel preciso de esa noción [lo radical] es indicar una brecha insalvable entre dos niveles que no pueden ser mediados ni dialectizados por la lógica de ninguno de los dos. En este sentido, esos niveles o dimensiones no se encuentran en relación de simple exterioridad sino de exterioridad radical. Consideremos el famoso ejemplo del antagonismo (…) debe ser entendido como algo radicalmente diferente, inconmensurable, amenazador y excluyente, en tanto y en cuanto niega la identidad de las diferencias internas (…) aquello que niega diferencialmente como tal. Lo radical, por lo tanto, indica exactamente esta dimensión negadora del antagonismo con respecto al campo de las diferencias en plural”.

La categoría de «antagonismo radical» nos permite superar las limitaciones que la categoría de demanda impone a la de antagonismo, y, a la vez, fortalecer el corpus laclausiano rescatando categorías ya presentes en aquel. La dimensión del afecto puede ser nuevamente introducida y profundizada al considerar la categoría de deseo en la construcción de este tipo de antagonismos. De esta forma, es posible evaluar si la democracia radical y plural de Laclau y Mouffe es un candidato a imaginario, en la medida que diversos proyectos se agrupen a él; sin embargo la pertinencia de dicho imaginario es algo sobre lo cual no discutiremos aquí. Mas, debemos señalar la importancia que la construcción de antagonismos radicales puede poseer en un momento político como el actual, si consideramos seriamente las palabras de Žižek: “hoy no podemos siquiera imaginar una alternativa viable al capitalismo global”66. 66 Žižek, “Mantener el lugar”, op. cit., p. 321. Las cursivas son nuestras.

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4. Recapitulando A lo largo de esta sección en la cual hemos intentado dar respuesta al problema que hemos consignado como la falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana, exploramos el modo en que la dimensión del afecto ha sido introducida por Laclau en su obra, para ver de qué modos, desde allí, sería posible ir más allá de la categoría de demanda. Al realizar dicho ejercicio destacamos el rol que juega la categoría lacaniana de pulsión parcial, la cual explica adecuadamente el modo en que una demanda se transforma en significante vacío; sin embargo señalamos que en Laclau esta noción no nos permite comprender una dimensión de los afectos situada más allá de la demanda: el deseo. Laclau si bien reconoce la relación existente entre pulsión y demanda, reduce dicha relación a una igualdad, dejando fuera al deseo como otra forma de expresión pulsional. De este modo ingresamos a la categoría de deseo; visitamos la triada necesidad-demanda-deseo, explorando la particularidad de cada una de estas nociones y considerando los aportes de Žižek con respecto a esta última, aportes que se acoplan coherentemente con lo político y, en este caso, con la obra de Laclau. Hemos destacado la importancia de la categoría de deseo en Lacan para dar cuenta entonces de cómo a través de ella podemos ir más allá de la demanda al develar la inconsistencia o incapacidad del Otro para poder satisfacer las demandas que se le dirigen, ello debido a que la falta desde la cual nace la demanda ya habita al Otro mismo, y es por ello que el deseo no es más que el deseo del deseo del Otro. De esta forma, un antagonismo situado más allá de la demanda y más

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acá del deseo debe incorporar lo que Žižek designa, siguiendo a Lacan, como el atravesamiento de la fantasía, es decir, la denuncia de la falta en el Otro. Hasta aquí, el deseo se nos ha mostrado como una categoría pertinente para avanzar en torno a nuestro problema. Con el interés de articular las categorías de deseo y antagonismo hemos recurrido a la categoría de imaginario. Como hemos señalado, se trata de una categoría que destaca en Nuevas reflexiones pero que posteriormente no posee el mismo protagonismo, siendo desplazada por la de demanda en La razón populista. La categoría de imaginario refiere a un horizonte histórico de inteligibilidad dentro del cual una infinidad de demandas pueden ser incorporadas y es de utilidad para nosotros en la medida que se muestra además como un orden alternativo y potencialmente antagónico con el orden existente; un imaginario no demanda ser satisfecho, más bien, busca hegemonizar en lo social para ser él mismo quien entregue satisfacción a las demandas. El atravesamiento de la fantasía en Žižek nos recuerda que todo imaginario se constituye desde una falta y por tanto posee una imposibilidad de otorgar satisfacción, sin embargo, esto no hace imposible la representación de la plenitud social a través de imaginarios que efectivamente pueden disputar y transformar las coordenadas estructurales de un campo simbólico determinado. Relevando y rearticulando la categoría de imaginario en el esquema teórico de La razón populista, hemos propuesto distinguir entre la categoría de «antagonismo reformista» y «antagonismo radical». Entendemos por «antagonismo reformista» aquel antagonismo basado en demandas, es decir, que sólo busca una satisfacción sin un correlativo cambio en las relaciones de poder entre el

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pueblo y el bloque de poder; y entendemos por «antagonismo radical» aquel antagonismo basado en imaginarios, los cuales pueden ser expresados concretamente a través de la articulación de proyectos de reconstrucción de un nuevo orden, con el fin de otorgar satisfacción a demandas de forma autónoma con un bloque de poder determinado. La relación entre estos antagonismos no es de exclusividad, tampoco uno es reductible al otro; ambos antagonismos son posibilidades de lo político, siendo la segunda una apertura y propuesta orientada a resolver nuestro problema ya profundizado en el capítulo anterior. Con esto damos cierre a este capítulo y a esta sección, para proseguir con algunas conclusiones en donde realizaremos una síntesis de lo abordado y desarrollaremos algunas discusiones.

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Llega el momento en donde debemos y podemos dar un cierre, o como diría Laclau, una «sutura». Laclau toma esta categoría del psicoanálisis lacaniano para designar por un lado la falta constitutiva del sujeto en la relación que posee con respecto al Otro y, por otro, la operación que intenta llenar dicha falta, que inscribe al sujeto en una cadena significante y, por tanto, en lo social1. No obstante, dicha operación de cierre es siempre un imposible, en la medida que nunca deja de abrirse para mostrar la falta que oculta: una sutura es un cierre contingente y precario, ya que no es posible erradicar, en nuestro caso, el antagonismo de lo social. En coherencia con esto, expondremos a continuación las conclusiones que se desprenden del recorrido realizado, las cuales integran esta doble dimensión de cierre y apertura. En primer lugar, realizaremos una síntesis de los resultados, contrastando cada uno de nuestros objetivos con el desarrollo efectuado en cada una de los apartados y capítulos, y examinando de qué manera han sido respondidos o resueltos los problemas que hemos formulado. En segundo lugar, abordaremos las implicancias de nuestro abordaje y las líneas de investigación que quedan abiertas, que constituyen las limitaciones de nuestro trabajo y a la vez los desafíos que pueden 1 Laclau, Hegemonía y estrategia socialista…, op. cit., p. 77.

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ser asumidos en oportunidades futuras. De esta forma nuestro cierre implicará una nueva y posible apertura. A lo largo de este libro, y principalmente en el segundo apartado, hemos dado abordaje a nuestro problema, el cual hemos definido como una «deficiencia teórica y política de la categoría de antagonismo propuesta por Ernesto Laclau». Ante este problema nos hemos propuesto realizar una aproximación crítica a la categoría de antagonismo, considerando especialmente su abordaje en La razón populista, tomando en cuenta las aportaciones del psicoanálisis lacaniano, objetivo al cual hemos dado un lugar especialmente en el tercer apartado. Nuestro problema lo hemos desglosado en tres problemas específicos y nuestra aproximación crítica apuntó a dar respuesta a cada uno de ellos, considerando tanto la obra de Laclau en general y variadas categorías del psicoanálisis lacaniano. A continuación realizaremos una síntesis de lo realizado. 1. Las determinaciones del antagonismo En el primer apartado nos propusimos vincular la categoría de antagonismo con la biografía y obra de Ernesto Laclau, comprendiendo la relevancia de aquella en ambos campos, y vincular la categoría de antagonismo con los paradigmas en los que se inscribe la obra laclausiana, explorando su relevancia y algunos encuentros y desencuentros teóricos posibles. En virtud de aquello, en el primer capítulo nos acercamos inicialmente a la vida de Laclau, tomando en consideración el contexto histórico argentino en el que vivió y cómo aquello se tradujo en una serie de militan-

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cias políticas que asumió. En tal contexto emerge como principal fenómeno político el peronismo, el cual cuestionó la división clásica de la política entre izquierda y derecha. Evidentemente el populismo emerge como una categoría que intenta comprender la especificidad de fenómenos como el peronismo, ahora bien, aparejada a ésta, emergen otros conceptos entre los cuales la categoría de antagonismo resulta clave. Mientras la contradicción entre capital y trabajo y la lucha de clases eran los lugares comunes del marxismo ortodoxo, tópicos que animaban las acciones al interior de las orgánicas en las que Laclau militaba, el peronismo puso en duda aquella subordinación de la realidad a la teoría, ya que el antagonismo evidenciado en la sociedad de la época enfrentaba más bien a peronistas y antiperonistas, corte que atravesaba de manera indistinta o compleja la división entre proletariado y burguesía. Estas preocupaciones generaron en Laclau no sólo una ruta de inserciones y desplazamientos a lo largo de diferentes organizaciones, al ritmo de los procesos revolucionarios que se vivieron a nivel mundial, sino además inquietudes teóricas que se plasmarían posteriormente en sus obras. Así pues, es posible observar que a lo largo de su obra la categoría de antagonismo es transversal y siempre cumple un papel relevante, aunque no siempre protagónico. Además, que la categoría es reformulada y realzada cada vez más a lo largo de su producción. Podemos decir que la categoría de antagonismo en Laclau es una de las más relevantes para comprender su obra, ya que justamente permite cuestionar la objetividad del marxismo ortodoxo y su afán de subordinar constantemente los conflictos sociales a contradicciones económicas. Laclau no rechaza

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que la categoría de antagonismo pueda desempeñar un rol en un campo económico, sin embargo dicho rol se definirá a través de procesos hegemónicos que pueden ser variados dependiendo de las condiciones históricas y culturales de cada campo social. Así también resulta una categoría central en la comprensión y desarrollo del posmarxismo, el cual emerge como una propuesta que vincula al marxismo con el psicoanálisis de formas complejas y heterogéneas. De esta manera, en el contexto de la biografía y realidad política de Laclau, la categoría de antagonismo emerge en primer lugar como una «lucha no reductible a la lucha de clases, aunque no excluyente con esta última». En el segundo capítulo, indagamos en las rutas que dan lugar al antagonismo laclausiano a partir de la categoría de contradicción hegeliana y la de contradicción económica de Marx. Vimos como Laclau separa ambos registros: el de la contradicción, vinculado a la lógica, y el del antagonismo, vinculado a lo político. Laclau argumenta que no toda contradicción lógica se traduce en un antagonismo en lo social, que no hay necesidad desde la cual se desprenda que la primera se traduzca en la segunda, y desde allí afirma que la categoría de antagonismo más bien emerge a través de la articulación de demandas insatisfechas ante un determinado sistema dominante. En cuanto a Hegel, Laclau se distancia de la mediación como categoría que, según él, intenta clausurar el rasgo negativo de lo social, y plantea que ante un antagonismo no hay modo de recuperación simbólica. En cuanto a Marx, plantea que la lucha de clases es la categoría más cercana a la de antagonismo, sin embargo el carácter de clase es cuestionado por Laclau. La negatividad y la lucha de clases, no obstante,

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son reconocidas por Laclau como las aportaciones de Hegel y Marx a la categoría de antagonismo, que nos permiten concebir aquel momento de fractura tanto en lo filosófico como en la práctica política. De este modo, la categoría de antagonismo emerge en relación con estos autores como «negatividad y lucha política». En el tercer capítulo, realizamos un trazado de las principales determinaciones que posee la categoría de antagonismo, vinculándola con dos paradigmas en los que se inscribe la obra laclausiana: el pensamiento político posfundacional y la izquierda lacaniana. En cuanto al pensamiento político posfundacional, mostramos como la categoría de antagonismo da cuenta de la dimensión de lo político, diferente de la política. Lo político nos muestra el punto de cuestionamiento radical de los fundamentos de lo social, más allá de los juegos posibles a nivel concreto de las instituciones, organizaciones o movimientos políticos en un determinado campo social. La categoría de antagonismo es justamente aquel no fundamento, aquello que emerge como necesario pero vacío, el límite inerradicable que da estructura a lo social, pero que no puede ser identificado de modo a priori con ningún contenido particular. Entendiendo de este modo lo social —en contraste con la sociedad— la categoría de antagonismo destierra la posibilidad de una objetividad fundacional, más bien, la constante amenaza de su aparición es evidencia del carácter contingente de los principios que la sostienen. De este modo, la categoría de antagonismo aparece como «fundamento posfundacional, como lo político, como lo social, como reactivación». En lo referido a la izquierda lacaniana, hemos vinculado la categoría de antagonismo con el registro de lo Real lacaniano, aquel punto que

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escapa a la simbolización, que en psicoanálisis halla su expresión en la falta constitutiva, la castración, el objeto a, el trauma, la angustia, entre otras figuras. Así también con el interés aún presente, heredado de la izquierda, por el horizonte de una sociedad no capitalista, en articulación con otras luchas tendientes a la erradicación de sistemas como el patriarcado, el colonialismo, el especismo, el adultocentrismo, entre otros. De este modo, la categoría de antagonismo expresa «la falta constitutiva de lo social, que permite imaginar una transformación radical de aquella». Por último, hemos explorado además en el tercer capítulo, algunos encuentros y desencuentros entre la categoría de antagonismo y la obra de algunos integrantes de cada paradigma. En relación al pensamiento político posfundacional establecimos relación entre las categorías de antagonismo y agonismo, esta última formulada por Chantal Mouffe. Concluimos que si bien, existen convergencias con respecto al carácter inerradicable del antagonismo, existe una diferencia fundamental que coloca a Mouffe en una postura más conservadora. El agonismo de Mouffe sirve como buen modelo para comprender las relaciones adversariales entre diferentes grupos sociales en el marco de un régimen democrático, sin embargo pretende sofocar constantemente la posibilidad de un antagonismo, sublimando este último en agonismo. La propuesta de Laclau dista de aquel afán, en donde la emergencia del pueblo requiere la construcción de antagonismos, por lo que en ésta última podemos identificar con mayor claridad el carácter radical de la dimensión de lo político. En relación a la izquierda lacaniana, vinculamos la categoría de antagonismo con el registro de lo Real del

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modo en que lo concibe Slavoj Žižek, observando como en la categoría de lucha de clases es posible encontrar aquella falta o trauma social que puede ser extrapolado a cualquier contexto de dominación en general. Sin embargo el punto de divergencia, que sigue siendo examinado en los apartados posteriores, está justamente en el lugar en que la lucha de clases es colocada. Mientras Žižek apunta a dar protagonismo y privilegio a la lucha de clases frente a las demás luchas, Laclau abandona tal esfuerzo tildando a su interlocutor de un esencialismo que no puede articularse coherentemente con un prisma lacaniano ni posfundacional de lo político. Considerando estos cruces, la categoría de antagonismo en Laclau se acerca y distancia del agonismo de Mouffe y de la lucha de clases de Žižek. Se acerca en términos generales, al considerar el marco paradigmático que sostiene las categorías, «se distancia toda vez que el antagonismo es reducido a relaciones adversariales o a lucha de clases». 2. Los problemas del antagonismo En nuestro segundo apartado nos propusimos realizar una aproximación crítica a la categoría de antagonismo de Ernesto Laclau, considerando especialmente su abordaje en La razón populista, y examinar la relevancia y pertinencia de diversas críticas que han sido realizadas en torno a la categoría. En este apartado desarrollamos el problema del déficit teórico y político de la categoría de antagonismo en tres problemas específicos. Nuestro primer problema específico dio cuenta de una falta de precisión con respecto a la especificidad, necesidad y localización de la categoría de antagonis-

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mo, problema presente en las obras que van desde 1977 a 1996. En primer lugar, indagamos en «la falta de especificidad que se desprende de las relaciones entre la categoría de antagonismo y las de límite y exclusión». En el periodo señalado es posible observar una ambigüedad en el tratamiento de estas categorías, lo cual fue consignado por diversos autores. En segundo lugar, abordamos el sub-problema relativo al «carácter inerradicable de la categoría asociado a una ontología posfundacional y negativa». Laclau mantiene una ambigüedad con respecto al carácter necesario de la categoría de antagonismo en vinculación con las dimensiones óntica y ontológica. Hay quienes plantean que de este carácter necesario se podría desprender un esencialismo, lo cual sería propio de un esfuerzo teórico que busca construir una ontología. En tercer lugar, exploramos la «falta de definición con respecto a la localización de la categoría en términos de su interioridad/exterioridad». Laclau también plantea, de manera indiferente, el carácter externo o interno de un antagonismo, externo toda vez que un elemento antagónico es excluido de un cierto sistema simbólico, interno toda vez que estructura a los bloques en conflicto y además posee un aspecto subjetivo o intra-psíquico como bien plantea Slavoj Žižek. En definitiva, sostuvimos que en Laclau, esta falta de precisión de la categoría de antagonismo, está dada por una ambigüedad no resuelta en periodos iniciales de su obra, ambigüedad que, al ser puesta sobre la mesa por sus críticos y seguidores, Laclau encara e intenta resolver. Nuestro segundo problema específico abordado consistió en la falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo en Laclau.

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Para profundizar en este problema decidimos ingresar a través de la polémica existente entre Žižek y Laclau a propósito de la relación compleja entre lucha de clases y antagonismo; la razón de aquello estriba en que Žižek argumenta la posibilidad de que la lucha de clases posea una prioridad con respecto a las demás luchas en la medida en que esta sirva como un punto de articulación de las demás. Žižek si bien utiliza varios argumentos para sustentar dicha primacía —argumentos que ya descartamos por la incoherencia que suponen con respecto al marco en el que se insertan— decidimos mantener entre paréntesis uno de ellos, el referido al principio estructurante. Lo interesante es que Žižek plantea que la lucha de clases posee un privilegio en la medida que actúa como un articulador de luchas, articulación que si bien Laclau desarrolla con respecto a las demandas, no explora con respecto a la categoría de antagonismo. En cuanto a esto concluimos que «si bien Žižek no puede sustentar convincentemente que la lucha de clases sea el antagonismo que actúe como principio estructurante de un conjunto de luchas, tampoco Laclau explora la posibilidad de articulación de luchas de manera profunda». De este modo, en Laclau es posible afirmar dicha falta de definición de las formas de articulación de la categoría de antagonismo, problema que subsiste a lo largo de toda su obra y que persiste, paradójicamente, debido al afán de distanciarse de un reduccionismo de clase que otorgase primacía a la dimensión de lo económico. Nuestro tercer problema específico desarrollado fue la falta de coherencia entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana. Este problema fue abordado tomando en especial consideración la compleja e ineludible relación entre las categorías de antagonismo

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y demanda en la obra laclausiana. En Laclau, y especialmente en La razón populista, un antagonismo emerge producto de la articulación de diversas demandas. Estas demandas si bien son diferentes, se vuelven equivalentes en la medida en que son efectuadas hacia un Otro que debe satisfacerlas, lo cual genera un quiebre entre dicho bloque de poder y el pueblo. Tal quiebre es lo que en Laclau es llamado un antagonismo. Ahora bien, hay quienes critican los efectos que posee tal vinculación entre antagonismo y demanda, ya que la primera estaría implicando un reduccionismo y un efecto de despolitización del antagonismo. Por un lado, no todo antagonismo tiene que necesariamente basarse en la articulación de demandas; por otro, la demanda siempre implica el reconocimiento de un otro antagónico que es capaz de satisfacer dicha demanda, y por tanto, asume la necesidad de que permanezca en dicha posición de poder, sin alterar el orden dominante. En este sentido, la categoría de antagonismo estaría limitada en sus posibilidades al reducirse a un mero reformismo, el cual ha sido vinculado a la propuesta de democracia radical y plural en Laclau. En cuanto esto último, en la propuesta de democracia laclausiana, hay quienes denuncian una complicidad con el capitalismo, y es Žižek quien acusa la pretensión liberal de resolver meramente «problemas parciales». Nuestra conclusión al respecto, confrontando la obra laclausiana y examinando en detalle los argumentos expuestos por quienes realizan dichas críticas, es que «la crítica al reformismo en Laclau no puede derivarse de una crítica al proyecto de democracia, ya que ello implica asumir una postura marxista ortodoxa que hace sinonimia entre democracia en general y democracia liberal». Laclau se ha distanciado de esta indiferen-

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ciación. Además, criticar la dimensión filosófica de la propuesta laclausiana sólo basándonos en su dimensión política tampoco implica una crítica rigurosa. Es por ello que «la crítica a la categoría de antagonismo, que podría bien derivar en la afirmación de un reformismo, debe examinar atentamente la relación que posee con la categoría de demanda». A lo largo de este segundo apartado hemos puesto en vinculación constante cada uno de los problemas con diversas críticas provenientes de Europa y Latinoamérica. Ante cada una de éstas hemos tomado también una postura crítica, convergiendo o distanciándonos, dependiendo del caso. De forma transversal al apartado, hemos considerado el aporte de Slavoj Žižek a la dilucidación de nuestros problemas. 3. Heterogeneidad, nodalidad y radicalidad Por último, nuestro tercer apartado estuvo orientado a realizar una propuesta filosófica que otorgue respuestas al problema de la deficiencia teórica y política de la categoría de antagonismo de Ernesto Laclau, y a considerar el psicoanálisis lacaniano como una fuente de categorías útiles y convergentes con la propuesta laclausiana. Este apartado siguió una estructura similar al anterior, formulando propuestas para cada uno de los problemas específicos formulados. Con respecto al primer problema ligado a la falta de precisión, en el capítulo 7 hemos realizado propuestas en cada uno de sus tres aspectos, a saber, especificidad, necesidad y localización. En cuanto a la falta de especificidad entre límite, exclusión y antagonismo, profundizamos en el modo

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en que Laclau intenta resolver tal cuestión. Laclau afirma que es posible hallar límites al interior de un sistema simbólico sin que tales límites o fronteras se vuelvan antagónicos; en este caso no hablamos de antagonismo sino más bien de diferencia. La diferencia opera como categoría que posibilita no sólo el establecimiento de límites simbólicos, sino además la construcción de cadenas equivalenciales, ya que la diferencia admite una equivalencia siempre y cuando exista un elemento excluido y antagónico desde el cual se articulen. Ahora bien, no toda exclusión es antagónica, lo cual queda demostrado a través de la categoría de heterogeneidad social —elaborada desde la categoría de lumpenproletariado en Marx—, la cual señala aquel conjunto de demandas que no poseen inscripción al interior de un campo simbólico determinado. En la medida que no poseen participación en dicho campo, tampoco se articulan a una lucha antagónica dada en su seno, es por ello que es posible hablar en ese caso de una exclusión no antagónica. Si bien antagonismo no es sinónimo de límite, diferencia y exclusión, sí podemos afirmar que «la categoría de antagonismo hace referencia a un límite forjado por la exclusión de una diferencia desde un campo social determinado, exclusión que se da particularmente a través de la articulación de demandas equivalenciales en dicho campo, ante la amenaza que supone aquella diferencia para la satisfacción de las mismas». Ante esto, considerando la relevancia de la categoría de heterogeneidad, hemos forjado una nueva forma de antagonismo que hemos denominado «antagonismo heterogéneo», el cual «emerge al colocar en relación antagonismos pertenecientes a campos sociales heterogéneos, es decir, entre campos que poseen demandas

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heterogéneas con respecto a otro campo social diferente». Si bien no toda heterogeneidad es antagónica, sí es admisible concebir un antagonismo heterogéneo. Con esto, estamos planteando que no todo antagonismo puede ser inscrito en un determinado campo social, por ello siempre habrá relaciones de irreductibilidad o inconmensurabilidad entre diversos antagonismos. En lo que respecta al problema de la ambigüedad con que Laclau se refiere al carácter inerradicable del antagonismo en lo óntico y ontológico, examinamos en detalle la crítica de Judith Butler al respecto, junto con la progresiva erradicación de dicha ambigüedad por parte de Laclau en sus obras posteriores. Pudimos dar cuenta que aquella acusación de esencialismo se basó en la confusión existente entre las categorías de diferencia y antagonismo, categorías que Laclau posteriormente distingue. Cuando Butler reduce el antagonismo a una diferencia, está asumiendo que un contenido óntico particular, de forma a priori, sería elevado a elemento antagónico; sin embargo, Laclau, al distinguir entre ambas categorías, señala que este contenido óntico es contingente y es el lugar antagónico que ocupa lo que da cuenta de una dimensión ontológica, la cual está vacía, ya que puede ser ocupada por cualquier diferencia. En este sentido la ontología que asume Laclau no es esencialista, sino al contrario, posfundacional o negativa. Ahora bien, hecha esta diferenciación por parte de Laclau, hemos visto que aún permanece una indecisión en él con respecto al carácter inerradicable de la categoría, con lo cual hemos propuesto la categoría de «desplazamiento» para comprender el modo paradójico en que un antagonismo es erradicado. Lo que hemos propuesto es que, si bien un antagonismo óntico en

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un campo social determinado es posible de erradicar a través de la absorción o neutralización diferencial, este antagonismo reaparecerá en otro lugar de dicho campo, expresándose de un modo diferente, ya que la operación de límite que cumple a nivel ontológico es inerradicable. De esta forma, en vez de sostener la erradicación de antagonismos, es más exacto afirmar el desplazamiento de los mismos. «El desplazamiento es el proceso simultáneo mediante el cual un antagonismo se erradica y permanece de forma inerradicable en lo social». Y en cuanto al problema de localización, hemos evaluado las propuestas de Laclau y Žižek al respecto. Laclau se orienta, a lo largo de su obra, a situar la categoría de antagonismo en el interior de un campo social, aunque no cesa de dar cuenta de la dimensión de exterioridad a la que remite un Otro antagónico en la medida que es excluido de un campo de equivalencias. Žižek por su parte bien señala la dimensión no sólo social del antagonismo, sino además subjetiva; sin embargo confunde lo primero con lo externo y lo segundo con lo interno, reproduciendo una visión dicotómica de la experiencia, y además subordina el momento socialexterior al antagonismo subjetivo-interior, estableciendo la categoría de antagonismo puro. Hemos tomado distancia de esta noción, y propusimos rechazar la analogía entre la dimensión interna/externa y la subjetiva/ social. Propusimos que un antagonismo tanto en lo social como subjetivo puede expresarse como interior o exterior, en lo social un antagonismo será exterior para cada uno de los bloques en lucha, y será interior en términos del campo social global al que pertenece, en lo subjetivo será exterior como proyección en un enemigo, y será interior toda vez que concibamos la represión del

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sujeto como expresión de un antagonismo entre deseos conscientes e inconscientes. Hemos recurrido a la categoría de «extimidad» para sostener que «todo antagonismo subvierte las dicotomías interior/exterior en la medida que cuestiona las localizaciones en un determinado campo simbólico, posibilitando diversas relocalizaciones, y subvierte la dicotomía subjetivo/social ya que inscribe al Otro antagónico en lo más íntimo de la experiencia subjetiva, en el propio inconsciente reprimido del sujeto». De este modo, para nuestro primer problema específico, hemos propuesto la categoría de «antagonismo heterogéneo», junto con inscribir las categorías psicoanalíticas de «desplazamiento» y «extimidad» para precisar de mejor forma lo que entendemos por antagonismo. En cuanto al segundo problema específico ligado a la articulación de antagonismos, en el capítulo 8 hemos definido ciertas categorías laclausianas relevantes a la hora de colocar en relación la categoría de antagonismo con lo que Žižek denominó «principio estructurante». Al definir la categoría de significante vacío en Laclau hemos advertido que ésta opera en lo social como lo hace un punto nodal a nivel inconsciente en un sujeto. Entonces, significante vacío y punto nodal expresan la forma de articulación de demandas y significantes, respectivamente. Realizado este cruce, seguimos de cerca el uso que Laclau ha hecho de la categoría punto de ruptura desde los inicios de su obra, categoría tomada de Althusser que hace alusión al proceso de condensación freudiano. Examinando dicho proceso pudimos establecer un paralelo entre la categoría freudiana de condensación y la categoría lacaniana de punto

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nodal, en la medida que ambas dan cuenta de procesos similares, asumiendo las diferencias epistemológicas en cada enfoque psicoanalítico. De este modo, sostuvimos que Laclau, sin explicitarlo ni profundizarlo, utilizó a lo largo de su obra la categoría de punto de ruptura para designar el modo de articulación de antagonismos, sin asumir el precio de un pasaje desde un punto de vista freudiano y althusseriano a uno lacaniano y žižekiano. Visto aquello, llegamos a la conclusión que la articulación de antagonismos es algo posible en un esquema laclausiano, aunque el mismo Laclau no se haya referido mayormente al respecto, y que la forma de articulación no podía seguir siendo designada a través de la categoría de punto de ruptura o unidad ruptural. Dada la relevancia que la categoría de punto nodal tuvo en La razón populista, y la especificidad que la categoría de significante vacío posee exclusivamente para la articulación de demandas, propusimos la categoría de «antagonismo nodal» para señalar aquel antagonismo que cumple el papel contingente y precario de representación de una multiplicidad de antagonismos específicos, siendo él mismo un antagonismo particular y al mismo tiempo la encarnación de la universalidad de antagonismos. Dicho de otro modo, hemos definido por antagonismo nodal a «aquel antagonismo que opera como el punto nodal o el significante vacío de una cadena de antagonismos». Ante esto, hemos puesto en relación las categorías de antagonismo heterogéneo y antagonismo nodal. Mientras un antagonismo heterogéneo implica la imposibilidad de inscripción de un antagonismo en un determinado campo simbólico debido a su exclusión con respecto a aquel, un antagonismo nodal supone la

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posibilidad de articulación de diversos antagonismos que pertenecen a un mismo campo. Con esto sostenemos que la operación que realiza un antagonismo nodal nunca es completa porque es incapaz de totalizar la heterogeneidad antagónica que habita por fuera del campo en donde actúa. Por ello, no existe una primacía absoluta ni permanente, sino más bien procesos de articulación antagónica que siempre serán amenazados por antagonismos heterogéneos. De esta forma, con respecto al problema de la primacía de la lucha de clases, hemos afirmado que si bien la lucha de clases puede ser un antagonismo nodal en un determinado campo social, o incluso a nivel global, su carácter nodal no está asegurado, y puede ser desempeñado por cualquier otro antagonismo dispuesto a asumir tal rol de universalidad en diferentes contextos o periodos históricos. «Antagonismo nodal y antagonismo heterogéneo ocupan posiciones distales en un continuo constituido por diversos antagonismos que pueden estar o no articulados entre sí». Además, en cuanto a la posición que Laclau asume en cuanto a la lucha contra el capitalismo, y la categoría de clase social, sostuvimos que el autor posee una ambigüedad al respecto, cercana al rechazo de la primacía de la primera y al cuestionamiento de la utilidad y pertinencia de la segunda. Vemos que este rechazo puede ser subvertido a través de la categoría de antagonismo nodal, sosteniendo que la lucha de clases puede actuar nodalmente en contextos específicos, y que la categoría de clase puede ser reformulada para dar cuenta de manera performativa del modo en que las luchas obreras o determinados grupos sociales pueden antagonizar con el capitalismo. Es por ello que afir-

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mamos que «la lucha de clases puede seguir siendo, en contra de lo planteado por Laclau, una categoría útil y coherente con la categoría de antagonismo laclausiano, abandonando la primacía de aquella pero asumiendo la posibilidad de su nodalidad política». Con respecto al tercer problema específico formulado, que nos habla de la coherencia existente entre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana, en el capítulo 9 hemos propuesto una nueva forma de antagonismo, la cual hemos denominado antagonismo radical, para ir más allá de las limitaciones inherentes a la categoría de demanda. Para dar lugar a dicha propuesta exploramos las relaciones no explicitadas existentes entre la categoría de demanda laclausiana y la de demanda lacaniana, observando allí la posibilidad un pasaje desde la demanda al deseo que podría reformular y ampliar lo que entendemos por antagonismo en Laclau. Así también, examinamos cómo Laclau reduce la categoría de pulsión parcial a la de demanda, cuando la primera puede ser pensada de manera mucho más amplia, en un registro que también incumbe al deseo. En esta discusión nuevamente hemos insertado los aportes de Žižek para considerar el atravesamiento de la fantasía justamente como aquel proceso en donde el antagonismo demuestra su verdadero rostro, el momento en donde se descubre la castración e impotencia del Otro antagónico para satisfacer las demandas enarboladas y el sujeto se enfrenta a su propio deseo. A partir de aquello hemos recuperado y relevado las categorías de imaginario y mito en Laclau, para dar cuenta de cómo a través de ellas es posible vincular la dimensión del deseo en lo social, en la medida que representan aquel esfuerzo por parte de un pueblo por imaginar una alter-

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nativa diferente al orden social establecido y generar un proyecto a partir de aquel. Articulando las categorías de deseo, imaginario y antagonismo, hemos propuesto la categoría de «antagonismo radical» para designar a «dicho antagonismo que nace a partir de la articulación, no de demandas, sino de imaginarios, expresados éstos como proyectos». La categoría de «lo radical» la hemos recuperado del uso que el mismo Laclau le diese en sus últimos textos, y en coincidencia con lo que Marchart ha denominado el aspecto propiamente filosófico de la obra laclausiana. Lo radical asume la imposibilidad de reducción a una objetividad, y en este caso, a imposibilidad de satisfacción por parte de un gran Otro garante. Así también hemos diferenciado la categoría de antagonismo radical de la que hemos denominado «antagonismo reformista», el cual «nace justamente a partir de la articulación de demandas, y por ello, sólo puede esperarse de aquel una reforma de un determinado campo que no altere estructuralmente las relaciones de poder existentes». La radicalidad aparece entonces cuando un antagonismo no se contenta con demandar algo a un Otro antagónico, ya que asume la imposibilidad de aquel Otro para satisfacer ciertas demandas. Esta imposibilidad de satisfacción emerge en la medida que aquellas demandas van dando lugar a imaginarios incompatibles con la posición de dominación ocupada por tal bloque de poder. El imaginario entonces provee un proyecto de reconstrucción radical que implica la castración del orden dominante y asumir la tarea del autogobierno. Por otro lado hemos sostenido que las relaciones entre antagonismo radical y reformista no son excluyentes, sino más bien es posible la articulación de ambas, integrando

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en antagonismos radicales una serie de antagonismos reformistas, cumpliendo estos últimos un doble papel tendiente al cuestionamiento de un bloque de poder y a la posibilidad de su satisfacción a través de un proyecto alternativo. De esta forma podemos afirmar de manera consistente que «la categoría de antagonismo en Laclau implica un reformismo toda vez que se despoja de la dimensión imaginaria que puede ser constitutiva de aquella». Con esto hemos dejado atrás las críticas que señalan un reformismo desde una posición marxista ortodoxa o desde una incomprensión de los paradigmas en los que se inscribe la teoría laclausiana, pero a la vez hemos sido críticos con la posible despolitización tendiente en la obra de Laclau toda vez que la categoría de demanda restringe la posibilidad de transformación radical de lo social. En cada uno de los tres problemas específicos hemos considerado el psicoanálisis lacaniano como fuente de categorías: «extimidad», «desplazamiento», «condensación», «punto nodal», y «deseo» son los conceptos clave que hemos convocado. Mas, la inserción de aquellos no sólo pretende estrechar los vínculos entre Laclau y el psicoanálisis, sino, más precisamente, otorgar respuesta a los problemas específicos ya mencionados. 4. Implicancias y desafíos: Chile y sus antagonismos Desde las conclusiones que hemos expuesto, las implicancias y desafíos que se desprenden son variados. Entenderemos aquí por implicancias aquellos efectos que las conclusiones a las que hemos llegado pueden te-

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ner sobre la categoría de antagonismo y la teoría laclausiana en general. De dichos efectos se abren desafíos, los cuales exigen indagar en nuevos problemas. Nos auxiliaremos de algunos ejemplos concretos ligados al contexto chileno para ofrecer mayor claridad al respecto. Plantearemos algunos desafíos retomando nuestras propuestas desde un lente que proyecte sus alcances. 4.1. Entre campos heterogéneos: «No más AFP» y «Ni una menos» Con respecto a la categoría de antagonismo heterogéneo se abre un desafío, relativo a los alcances de la categoría de heterogeneidad. Siendo esta categoría privativa en un primer momento para lo que Laclau ha entendido por demanda, ahora hemos extrapolado sus efectos para caracterizar la relación de un determinado antagonismo con un campo simbólico. Al igual que ciertas demandas, estamos frente a antagonismos en situación de exclusión. Si hemos realizado esta operación de traslación de la categoría de heterogeneidad desde las demandas a los antagonismos, entonces la pregunta que se abre es si es posible concebir la heterogeneidad como un carácter aplicable a cualquier campo simbólico que se muestre en una relación de exclusión con otro. Si fuese así, no sólo estaríamos hablando de demandas y antagonismos heterogéneos, sino de articulaciones, cadena equivalenciales, significantes vacíos, dislocaciones, todas heterogéneas con respecto a otro campo en el que se presenten. Estaríamos hablando entonces de campos simbólicos heterogéneos. Coloquemos un ejemplo para graficar lo que estamos planteando. En Chile, un antagonismo actual

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como aquel que se constituye a través de demandas articuladas en torno al fin del sistema de capitalización individual, se muestra heterogéneo con respecto a otro antagonismo que emerge ante la demanda de acabar con los feminicidios. Dichos antagonismos son heterogéneos en la medida que las demandas desde las que se constituyen pertenecen a campos simbólicos que no incorporan las demandas del otro campo. Con esto no estamos afirmando que aquella articulación de antagonismos no sea posible, tampoco que tenga que ocurrir necesariamente, más bien estamos sosteniendo el carácter constitutivo de aquella heterogeneidad entre antagonismos al pertenecer éstos a campos simbólicos heterogéneos. En este caso, la heterogeneidad existente entre un antagonismo en contra del sistema de capitalización individual y un antagonismo en contra del feminicidio implica la imposibilidad de reducción del uno al otro, ambos cortan la realidad social en campos simbólicos no sólo diferentes sino irreductibles. Existe algo en cada uno de estos antagonismos que no puede ser reducido al otro, es dicha inconmensurabilidad el rasgo de lo heterogéneo entre ambos. Todo ello nos lleva a preguntarnos cómo concebir la heterogeneidad de un campo con respecto a otro. Siguiendo a Laclau un campo es siempre un campo discursivo, que se estructura por una serie de diferencias que lo componen, en el cual ocurren procesos hegemónicos y antagónicos. Dicho antagonismo nos habla de los límites del campo, que como hemos planteado no son internos ni externos, sino más bien éxtimos. Sin embargo, si somos capaces de imaginar diferentes campos discursivos, entonces podemos preguntarnos por las relaciones posibles entre dichos campos, y es allí en

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donde emerge la pregunta en torno a cómo establecer el carácter heterogéneo entre campos. Si la categoría de antagonismo opera como aquello que dota de estructura al campo, entonces debemos colocar atención al carácter que poseen los antagonismos pertenecientes a diversos campos. Definiendo el carácter de aquellos antagonismos podremos responder a la pregunta en torno a si existe o no un carácter heterogéneo entre tales campos. Siguiendo el hilo de nuestras propias conclusiones podríamos arriesgar la siguiente hipótesis: el carácter heterogéneo de un campo con respecto a otro podría definirse a través de la puesta en relación de los antagonismos nodales que sostienen a dichos campos. Si un antagonismo nodal nos habla de la articulación de antagonismos, y por tanto, de la puesta entre paréntesis del carácter irreductible entre éstos, entonces, aquellos antagonismos no articulados a dichos antagonismos nodales podrían definir el carácter heterogéneo de un campo. Esto no excluye la posibilidad de que estos antagonismos, no articulados a un determinado antagonismo nodal, no puedan articularse entre sí construyendo otro antagonismo nodal. El resultado será que este antagonismo nodal será heterogéneo con respecto del primero, correspondiente a un campo social heterogéneo. Si continuamos utilizando el ejemplo anteriormente expuesto, es inevitable no recurrir a la tradicional triada clase-género-etnia. Podríamos sugerir que en esta triada se articulan tres antagonismos: contra el capitalismo, contra el patriarcado y contra el colonialismo. Cada uno de estos antagonismos, en determinados contextos, podría servir como antagonismos noda-

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les de una serie de antagonismos pertenecientes a un mismo campo. Por ejemplo, un antagonismo en contra del feminicidio podría anudarse a una cadena de antagonismos contra el patriarcado, y un antagonismo en contra del sistema de capitalización individual podría anudarse a una cadena de antagonismos contra el capitalismo. En cada una de estas cadenas, un antagonismo particular actuará como antagonismo nodal de tal cadena. Bien podría ser que la consigna «No más AFP» se transformase en el antagonismo nodal de una cadena anticapitalista, y que la consigna «Ni una menos» se convirtiese en el antagonismo nodal de una cadena antipatriarcal. Sin embargo ¿qué es lo que define la relación de heterogeneidad entre ambos antagonismos nodales? ¿Cuáles son aquellos aspectos irreductibles o inconmensurables entre clase y género en este caso? ¿Es aquella heterogeneidad extrapolable a las relaciones existentes entre clase, género y etnia, y a otras luchas que se han ido añadiendo a dicha trinidad, como el antagonismo frente al adultocentrismo, a la depredación del medioambiente, al armamentismo, por mencionar algunas? Y cabe preguntar además ¿cómo es posible la producción de nuevos antagonismos heterogéneos? Nuestra categoría de antagonismo heterogéneo muestra «la imposibilidad, por parte de un antagonismo, en la forma de un antagonismo nodal, de articular consigo la totalidad de antagonismos en un determinado campo». Ahora bien, esto nos muestra que la categoría de antagonismo heterogéneo podría implicar sostener la concepción de campos simbólicos heterogéneos. No obstante, esta posibilidad abre la pregunta con respecto a cómo definir la relación de heterogeneidad de un campo con respecto a otro. Esta heteroge-

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neidad de campos podría ser establecida identificando los antagonismos nodales que les dan estructura, y que, al ser exclusivos de determinados campos, estarían excluidos de otros. Dando cuenta de aquella exclusión de antagonismos nodales entre campos podríamos definir el carácter heterogéneo de éstos últimos y desde allí el carácter heterogéneo de los antagonismos. Sin embargo esto es sólo un supuesto que abre la posibilidad para futuras reflexiones. 4.2. La nodalidad no heterogénea de la «FOCH» y la «CUT» Con respecto a la categoría de antagonismo nodal, ésta nos permite «concebir la posibilidad y la forma de articulación de antagonismos entre sí, lo cual nos orienta con respecto a las lógicas de construcción de lo político». Mientras la categoría de antagonismo heterogéneo nos habla de la brecha siempre presente en el esfuerzo conjunto de una pluralidad de luchas por traer hacia sí a las demás, la categoría de antagonismo nodal nos permite concebir la articulación, organización y acción conjunta de luchas al interior de un campo determinado. En la discusión que hemos expuesto entre Žižek y Laclau, el anticapitalismo bien podría ser un antagonismo nodal a nivel global, sin embargo esto no es excluyente con afirmar, según nuestra propuesta, que existen otros antagonismos nodales como aquel contra el colonialismo o contra el patriarcado al considerar otros campos simbólicos heterogéneos. Nuestra categoría implica entonces la posibilidad de una estructuración no totalizante de múltiples luchas. La relación entre antagonismo nodal y antago-

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nismo heterogéneo no cesa de abrir otras interrogantes. Si bien hemos planteado que un antagonismo nodal funciona como aquel punto de articulación de una serie de antagonismos, podríamos preguntarnos ¿es posible la articulación de antagonismos nodales pertenecientes a campos heterogéneos? La experiencia en Chile nos muestra un fracaso al respecto. Por ejemplo, en cuanto a la historia del movimiento obrero, los momentos de mayor politicidad muestran las experiencias de la Federación Obrera de Chile (FOCH) a inicios del siglo pasado y la Central Única de Trabajadores (CUT) de los años cincuenta —no confundir con la Central Unitaria de Trabajadores actual—, existiendo en ambas experiencias procesos de construcción de antagonismos nodales en contra el capitalismo. En estas experiencias no existió una articulación con antagonismos nodales heterogéneos a la lucha de clases. Si bien la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH) de los años 30 logró articularse con el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) en la conquista del voto femenino, esto implicó el desplazamiento de la lucha feminista a favor del antagonismo inaugurado por el «Frente Popular», antagonismo entre la democracia liberal y el fascismo europeo. De forma similar ocurrió durante la época de la «Unidad Popular», previa a 1973, en donde en gran medida el movimiento de mujeres se subordinó a la vía chilena al socialismo. ¿Implica la articulación de antagonismos heterogéneos una traducción imposible desde un campo al otro? ¿Implica esta traducción una especie de reducción de un antagonismo al campo de inteligibilidad del otro? ¿Está destinado todo esfuerzo de este tipo a desplazar, en vez de condensar, antagonismos nodales pertenecientes a campos hetero-

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géneos? ¿Es posible una articulación que no afecte el carácter heterogéneo de una lucha con respecto a otra y que permita, a su vez, la construcción de un imaginario global común? 4.3. Radicalidad e imaginario mapuche La categoría de antagonismo radical implica concebir una forma de antagonismo no basado necesariamente en demandas, sino en imaginarios. Ahora bien, además, implica también repensar un modo de articulación entre antagonismos radicales y reformistas que sea no excluyente, con el objetivo de relacionar ciertas demandas particulares con ciertos imaginarios específicos. Pero la implicancia fundamental está en «el reconocimiento de que la transformación radical de lo social no puede ser formulada como una demanda a ser satisfecha por un Otro antagónico, ya que dicha transformación por un lado atenta contra la posición de dominación de aquel Otro y, por otro, fruto de lo anterior, su satisfacción es siempre una autosatisfacción ya que sólo es posible mediante un imaginario forjado por el propio pueblo». Esta categoría plantea varios desafíos de los cuales no hemos sido capaces de hacernos cargo aquí. Podemos preguntarnos ¿es siempre un antagonismo nodal un antagonismo radical? ¿Requiere el nivel de nodalidad un cierto nivel de radicalidad? ¿No es acaso un antagonismo nodal aquel que provee, a nivel de los antagonismos articulados, una especie de imaginario? Sin duda, una de las luchas más radicales en nuestro país es aquella existente entre el pueblo mapuche y el Estado de Chile. Su radicalidad se puede observar a

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través de dos rasgos decidores: su duración ininterrumpida por más de dos siglos y su permanente carácter bélico. Sin embargo, cuando hablamos de radicalidad aquí no nos basamos en características de aquel tipo —aunque puedan ser muy expresivas— sino más bien de la construcción de un imaginario que sostiene dicho antagonismo. Es evidente que en esta lucha podemos hallar, en el pueblo mapuche, demandas elementales tales como la devolución de territorios ancestrales o el fin a la militarización de las comunidades, entre otros. Sin embargo dicho antagonismo no puede ser reducido a tales demandas, ya que se levanta a partir del derecho a la autodeterminación de un pueblo y su cultura. Si bien la FOCH y la CUT forjaron un imaginario —sobre todo la FOCH al proponer que ella misma reemplazaría al sistema capitalista en Chile—, no es posible plantear que aquel carácter radical esté presente de manera constante y gravitante en la historia del movimiento obrero en Chile. Por otro lado, la historia del feminismo en Chile es más reciente y aún habita innumerables tensiones entre reformismo y radicalidad que no han tendido a la construcción de antagonismos nodales de una forma comparable a las experiencias que hemos mencionado. De este modo, pareciera ser que cierto nivel de nodalidad implica cierto nivel de radicalidad. Sin embargo, también podríamos sostener que el fin al lucro en la educación se constituyó en 2011 como un antagonismo nodal, en la medida que articuló otros antagonismos relativos a lo educativo. Pero, tanto dicho antagonismo nodal como los antagonismos que articuló se caracterizaron por estar constituidos principalmente por demandas. ¿Es la radicalidad una condición que permite a un antagonismo nodal sobrevivir a través del

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tiempo, reformular la articulación de antagonismos que sostiene y mantener anudadas una pluralidad de demandas? *** Con esto demos cierre, destacando la relevancia de la obra de Ernesto Laclau para la filosofía, y particularmente la pertinencia de la categoría de antagonismo como herramienta al servicio de lo político. Laclau nos ofrece un conjunto de reflexiones y propuestas, desde donde es posible seguir desarrollando problemas y esbozando respuestas críticas. El presente trabajo asumió dicho desafío, al intentar confrontar al Laclau de La razón populista con aquel Laclau de obras anteriores y con variadas críticas provenientes de diversos lugares. Este esfuerzo nos permite sostener la categoría de antagonismo de un modo diferente a cómo Laclau la hubo de concebir. Es en tal sentido que hemos hablado de «Laclau contra Laclau», reconociendo que antagonizar con su obra no implica sólo demandar en ella una respuesta a los problemas que posee, sino además imaginar otras nuevas respuestas que pueden, en este caso, continuar con el horizonte teórico y político abierto por el autor.

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LACLAU CONTRA LACLAU problemas y alternativas del antagonismo Alejandro Varas

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