LA VIOLENCIA SOCIAL COMO PARTE DE VERDAD DE UN DELIRIO

Share Embed


Descripción

15



La violencia social
como parte de verdad
de un delirio

por


Jesús Dapena Botero

No hay espacio más ancho que su dolor;
no hay universo como aquel que sangra
(Pablo Neruda)

Sigmund Freud nos habla de una parte de verdad histórico-vivencial del sujeto como fragmento de realidad, que da, a la creencia delirante, su fuerza, que podemos entender mediante el estudio de casos patológicos, para encaminar un posible tratamiento de la psicosis; pero, aconseja no intentarluchar contra la certeza delirante , en vano, al ser ésta irrebatible por la lógica, ni tratar convencer al paciente de su desvarío, ni de su contradicción con la realidad material, sino permitir al enfermo un reconocimiento de ese núcleo de verdad, para que pueda resituarlo, de tal manera que la escucha de los psicóticos pueda enseñarnos cosas, lo suficientemente valiosas, así sea denegado el éxito terapéutico, aspecto que retomaría Lacan al recomendar no retroceder ante la psicosis.

De otro lado, Janine Puget nos habla de que la violencia social penetra en los estratos más profundos de la mente.

Es así que trataré de repensar, estos postulados teóricos, a partir de un caso de folie à deux entre un anciano y un niño, de una forma impuesta por una parte dominante, el viejo, a una parte dominada, el pequeño, que yo publicara hace ya mucho tiempo en la Revista Colombiana de Psiquiatría.
Conocí a estos personajes, a quienes llamaré don Agapito y Amilkar, cuando era supervisor de psicoterapia psicoanalítica, en la sección de psiquiatría infantil de la Universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia.

Al chico se le había hecho un diagnóstico de trastorno de déficit de la atención con hiperquinesia ante la queja del adulto, quien, a sus ochenta años, no toleraba la inquietud de un niño de once, diagnóstico, que los residentes no veían claro y sospechaban que el señor estaba psicótico, por lo que no acordaban con darle metilfedinato al pequeño.

Así procedimos primero a entrevistar a don Agapito y después al chiquillo.

El anciano era un hombre bastante cortés y nos saludaría con gran prosopopeya, mientras reñía al niño porque no lo hacía.

Se les comentó que las entrevistas serían por separado y don Agapito entraría gruñendo contra el muchacho por "inquieto, juguetón, desobediente, desmemoriado y desconcentrado", del que no sabía si era inteligente o no, porque no aprendía álgebra, ni geometría, ni física, ni química en unas clases radiales, que daban en el país.

Ello nos permitiría registrar su falta de juicio de realidad, porque un niño de once años no está en condiciones de aprender tales asignaturas y menos a través de la radiofonía; apenas si estaría, en el mejor de los casos, entrando al período de las operaciones formales de Piaget.

Al preguntar por el motivo de las clases radiales, el hombre respondería que dos años antes de la consulta, decidió retirar al pequeño de la escuela primaria, porque consideraba que todos los maestros colombianos eran homosexuales, cosa que les horrorizaba, tanto al niño como al anciano, quien le sugería que se follara a las compañeras de estudio, para no volverse homosexual.

Entonces, el hombre convenció al chiquillo de que huyeran del lado de la madre del pequeño, a la que, el viejo describía como una maltratadora. Y así, de la capital del país, se irían a algún pueblo colombiano, pero al mes, la madre, quien "no era sino una malvada bruja, volaría hasta donde estaban, estallaría y se convertiría en nueve espantosos duendes, que el chico veía en la noche y contra los que tenía que luchar en una denodada batalla; entonces, juntos invocarían a otro duende bueno, quien se llevaría al niño al planeta Júpiter; pero, al volver, el pequeño habría de seguir luchando contras los malvados duendes, lo que les obligaría a tener una existencia fugitiva, condenados a una pobreza y exclusión social, casi absolutas.

El anciano y la madre del niño se habían conocido cuando el hombre salió de su grupo familiar, porque la esposa "se había prostituido y los hijos cohonestaban con ella, mientras lo tildaban de loco", porque él, en su juventud, había estado en un manicomio.

Él huyó de ahí y se dedicó a vender libros rojos de Mao, a lo largo y ancho del país, pues consideraba que, en la China maoísta, sí había organización, sabiduría y la miseria prometía ser acabada; así, él trabajaba "sin venderse al sistema", pues, se consideraba una persona tan importante que Fidel Castro no hacía nada por Cuba, sin antes no consultárselo a don Agapito.
En ese ir y venir, de pueblo en pueblo, conoció a la madre del niño, una prostituta embarazada, a la que "sacó del fango para llevarla a una vida digna" pues admiraba a una mujer, en esas condiciones de existencia, no quisiese abortar.

La pareja continuaría la vida de trashumancia hasta establecerse en la capital colombiana, donde el niño asistiría hasta cuarto de primaria.

Las entrevistas con el niño resultaron monótonas y grises, dada la inhibición lúdica, que sólo le permitía pasar un cochecito de un lado al otro de la mesa de juegos, sin modular palabra, sin afloramiento de contenidos fantásticos; no dibujaba ni cuando se le pedía, momento en el que se oyó decir: "Es que lo hago muy feo".

La psicopatología de don Agapito parecía venir desde largo tiempo atrás, desde la juventud, como un proceso psicótico crónico de larga data, quizás con una celotipia delirante respecto a su primera esposa, con una gran desconfianza hacia ella y sus hijos, como si hubiera una pseudocomunidad paranoide, que buscara su perjuicio, de acuerdo con los criterios de Norman Cameron.

Se desencadenaría entonces una dromomanía; don Agapito, a la manera del esquizo, sabría partir con sus contenidos de pensamiento delirante, aterradores, persecutorios, con ideas de influencia, megalomaníacos, inverosímiles y mágicos, irreductibles por la lógica.

Para el hombre, todos los profesores colombianos eran homosexuales, lo que lo llevaría a obligar, al niño, a estudiar con una voz sin cuerpo y así protegerlo de la homosexualidad, proyectada de un paranoide.

Todo ello, nos haría pensar en una parafrenia, si se considera ésta como una psicosis delirante crónica, sin deterioro intelectual, que se asemeja a la esquizofrenia, con convicciones delirantes, bien sistematizadas, que permanecen inmodificables a lo largo de años, con contenidos irreales, fantásticos y extravagantes, a pesar de que el paciente aparezca como relativamente adaptado en la lucha por la vida.

Su pensamiento delirante no se quedaba en el campo de lo posible; su ansiedad persecutoria alcanzaba niveles de influencia a distancia, en la figura de la madre-bruja-duendes malos, ideación, que lo llevaba a acciones paranoides, cargadas de grandiosidad y arrogancia, que hacían que este padre putativo, dominara sobre un niño pasivo, quien dependía de él, en una relación estrecha y constante, la única significativa para ellos.

El pequeño, confinado en un medio tan limitado, no tenía otra posibilidad que la de convertirse en un eco del delirio del padre putativo; la razón indecisa del pequeño no podía defenderse contra ese pensamiento barroco, con visos de cuento de hadas, que penetraba en una mente infantil, incapaz de discriminar realidad de fantasía.
Si el viejo transmite ideas aterradoras, el niño se llena de pavor en la noche y pseudoalucina, como si entrara en un estado oniroide, protagonizado por esos genios del mal, que el viejo le inocula.

Podríamos decir que el niño vive en una "subcultura psicótica", sigue al padre putativo en su trashumar, se somete a sus deseos, deja de lado sus propias necesidades, su relación con la madre y con la escuela, para apoyar a un tutor, quien, a su vez, lo necesita; entonces, se acomoda al modelo paterno.

El mundo como debería percibirlo o sentirlo está negado; se somete a un pensamiento paralógico, obediente ante la irracionalidad del anciano, quien le reclama: "Ámame y ama mi delirio".

Niño y viejo están profundamente fusionados, al margen de otras influencias humanas equilibradoras, roto el lazo social, sin que puedan nacer como sujetos al campo del Otro y permanecer ahí.

Nos vemos enfrentados, con este caso, al vínculo, que han establecido dos seres básicamente inseguros, enfrentados contra un mundo, vivido como un universo hostil, que sólo les ofrece un agujero negro, por el que se deslizan para precipitarse en el abismo de la locura.

Si seguimos a José Rafael Paz, tendríamos que preguntarnos: ¿estos sujetos desde qué determinaciones, desde qué grados de libertad han enfermado?

Pero, tal vez no podamos asirnos a nada demasiado cierto; carecemos de datos psicopatobiográficos del anciano para aventurarnos a ello, pero sí sabemos que su enfermedad es grave y de larga data, que ha perdido, por una afrenta narcisista, real o imaginaria, el continente familiar, para salir en busca de nuevos continentes y, es ahí, en donde un objeto idealizado, Mao Tsé Tung, aparece como acompañante en su trashumar proselitista, a través de un mundo, al que el sujeto pretende dar coherencia, organización y sabiduría, como intenta dársela, a través de lo restitutivo, a su yo fragmentado y escindido, víctima de una catástrofe y un derrumbamiento psíquicos, que lo han hecho salir como una partícula expulsada de su entorno socio-familiar.

Así, Mao funciona como un padre-madre idealizados, como antecesor de Fidel, que lo acompaña, en medio de un profundo sentimiento de soledad, del que intenta salir a través de una prostituta, que alberga un hijo y que no quiere abortarlo, quien termina devaluada y convertida en una figura persecutoria, tras un intento de establecer un nuevo equilibrio libidinal, que el anciano rompe al raptar el niño, para convertirse en un Todo para él, padre-madre, que le ordena que ame su delirio.

Pero cuando se consuma un delito de esta magnitud, las Erinias atacan punitivamente, como sucedería, en La Orestíada de Esquilo a los hijos de Agamenón y Clitemnestra.
Don Agapito y Amilkar, ahora no trashuman, huyen, sin que la vengativas Erinias estén dispuestas a abandonarlos o a convertirse en benévolas Euménides, como si vinieran a castigar una relación incestuosa, homosexual, en un complejo de Edipo negativo y de ahí la aparición de contenidos homofóbicos en el pensamiento delirante del anciano.

El objeto madre-robada se fragmenta en figuras terroríficas; anciano y niño han pecado de arrogancia, el Hybris de los griegos; han corrompido el orden con su desmesura, con su descontrol pulsional y es, como si los dioses, a quien quieren destruir, primero lo volvieran loco; por ello, no tienen otra opción que someterse al Moira del destino, que esas deidades superyoicas les han asignado, huir, sin posibilidades de retorno ni reparación; ni siquiera la omnipotencia fálica de Júpiter puede ayudarles; allí nada representa a la Ley, que el psicótico ignora, pues no hay ninguna fuerza simbólica, que la sustente, dada la arbitrariedad loca del viejo, quien impone la suya.

Pese a una propuesta terapéutica que se les hizo, un tratamiento para el adulto, de parte de una de las residentes y un tratamiento para el niño, que el viejo aceptó con afectación desmedida, la Moira del destino se opuso y no volvimos a verlos.

Sin embargo, lo que más me importa para esta presentación es ver cómo este delirio se articula con todo un macrocontexto social, concepto relacionado con el de contexto de la situación analítica de David Liberman, referido al conjunto de sucesos externos, que acaecen en el tiempo y en el área geográfica, que se encuentran por fuera de control de cada uno de los integrantes de la pareja analítica, analizantes y psicoanalistas.
En el caso de don Agapito y de Amilkar, hay elementos sociales, que gravitan de una manera latente, que ellos deforman, para hacer una denuncia a través de su delirio y sus acciones delirantes.

La tragedia de nuestros personajes ocurre en un país del Tercer Mundo, de los que pertenecen a la geopolítica del hambre, por cuyos paisajes, pueblos y ciudades vagan desesperanzados, en una condición de subempleo cuasi-mendicante, en una dura lucha por la supervivencia, como condenados de la tierra.

Si bien, el camino que han andado es el hilo conductor de aspectos escindidos de su self, de otro lado, es el de la búsqueda de un organizador, de un continente fáctico a su caos interno y externo pero ¿quién podría dar solución a ese estado de irregularidad, de anomia, en un mundo en el que ni sus necesidades básicas son satisfechas? Ellos saben que si exigen algo más de lo que puede serles acordado o, simplemente, algo distinto, serán dañados de continuo y no podrán funcionar sino al precio de un excesivo dolor.

En la fantasía del viejo sólo podrán hacerlo hombres de la talla de Mao Tsé Tung o de Fidel, quienes condujeron a sus pueblos a un mejor estado nutricional, de trabajo, de recursos en salud y educación; pues, si bien nuestros personajes se ven asediados por objetos persecutorios internos, proyectados en el espacio de lo imaginario, también, en la realidad material se ven perseguidos por la necesidad, la indigencia, la pobreza, la inseguridad social, con la falta de garantías que, en su momento, un país como Colombia ofrecía tanto a ancianos y niños, como al ser humano, en general.

Llenar todo ésto excede la capacidad de control y manejo, por parte del analista, quien se siente inerme, ante el fenómeno de los mundos compartidos, de tal forma que, para no caer en la desesperación y la melancolía, en un caso como éstos, prefiero recordar las frases de Gabriel García Márquez en Estocolmo, con la esperanza de que las estirpes condenadas a vivir cien años de soledad, tengan, por fin y para siempre, una segunda oportunidad sobre la tierra.



Citado en Sic. Poesía chilena del siglo XX. Estravagario de Pablo Neruda. http://www.sicpoesiachilena.cl/docs/critica_detalle.php?critica_id=1618
Freud, S. Construcciones en el análisis (1937) en Obras Completas (t. XXIII). Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 269.

Lacan, J. Apertura de la sección clínica. Ornicar? (Editorial Pretel, Barcelona) 3: 37-46, 1981
Puget, J. Violencia social y psicoanálisis: lo impensable y lo impensado. Psicoanálisis, 8(2/3), 307-366, 1986.

Rioux, B. A Review of Folie à Deux: The Pscychosis of Association. Psychiatric Quarterly, 37: 405-428

Dapena, J. ¿Folie à deux ò folie à tous? Revista Colombiana de Psiquiatría 30 (3): 185-200, 1991

Inhelder, B. y J. Pîaget. De la lógica del niño a la lógica del adolescente. Ensayo sobre la construcción de las estructuras operatorias formales. Paidós, Barcelona, 1985, 294 pp.
Cameron, N. Personality Developmet and Psychopathology. Hougton and Mifflin, Boston, 1963, pp. 486-487.
Deleuze, G. y F. Guattari. El Anti Edipo: Capitalismo y esquizofrenia. Paidós Ibérica, Barcelona, 1998, 432 pp.

Kaplan, H. I. y B. J. Sadock. Comprhensive Textbook of Psychatry/V. (t. I). 4a. ed. Williams & Wilkins, Baltimore, 1985, p. 821.

TuAnalista.com. Parafrenia. http://www.tuanalista.com/Diccionario-Psicoanalisis/6561/Parafrenia.htm
Ey, H, et als. Tratado de Psiquiatría. 6a. ed, Toray-Masson, Barcelona, 1974, p. 114.

Anthony, E. J. Folie à deux. Una falla evolutiva en el proceso de separación-individuación. Psicoanalisis 5(3): 531-536, p. 1983.

Cárdenas, M.H. (NEL) Formas singulares de lazo. http://virtualia.eol.org.ar/019/template.asp?dossier/cardenas.html


Paz, J.R. Psicopatología. Sus fundamentos dinámicos. 4ª. ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1977, 280 pp.

Esquilo. La Orestíada. 2ª. ed. Editorial Juventud, Barcelona, 1994, 200 pp.


Klein,, M. Algunas reflexiones sobre "La Orestíada" en Obras Completas de Melanie Klein (t. 6), Paidós, Buenos Aires, 1976, pp. 191-218.

Puget, J. Violencia social y psicoanálisis: lo impensable y lo impensado. Psicoanálisis, 8(2/3), 307-366, 1986.


Aguiar, E. Efectos psicológicos del Terrorismo de Estado en parejas afectadas diractas por la represión política. Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

Liberman, D. Lenguaje y técnica psicoanalítica. Kargieman, Buenos Aires, 1976, 136 pp.

de Castro, J. Geopolítica del hambre. Solar-Hachette, Buenos Aires, 1962, 409 pp.


Fanon, F. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, México, 2007, 318 pp.
Durkheim, E. El suicidio. Akal, Madrid, 1992, 452 pp.

Puget, J. y Wender, L. Analista y paciente en mundos superpuestos. Psicoanálisis, 6(3), 502-532, 1982.

García Márquez, G. La soledad de América Latina. Discurso por la obtención del Premio Nobel de Literatura (1982).
https://www.youtube.com/watch?v=dDCz8iiNLAQ



Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.