La violencia en México

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Descripción

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES LICENCIATURA EN PSICOLOGIA

LA VIOLENCIA EN MÉXICO PSICOLOGÍA SOCIAL 1. Antecedentes 2. Actualidad 3. La percepción de los mexicanos 4. Reacción social José Antonio Ibáñez 29 de Octubre del 2014

INTRODUCCIÓN

La violencia ha existido durante el tiempo en que ha existido el hombre, el hombre es por naturaleza un animal que busca la supervivencia y para ello creaban grupos con los que combatían por territorio o por recursos. Hoy en día es innecesario el uso de violencia en la manera en que se recurre a homicidios en gran escala y se usa la fuerza como factor que provoca miedo.

Desde el principio de la historia ha existido la violencia, la violencia puede definirse como el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo, en el caso particular de México se puede ver este fenómeno desde la conquista de América, mas detalladamente en los grandes movimientos sociales que han surgido en el país como la revolución y la independencia.

ANTECEDENTES

Durante la independencia y la revolución se puedo observar un fenómeno llamado violencia colectiva, la violencia colectiva en esta época se caracterizó por los saqueos, robos y los sentimientos de represión por parte de las personas con poder, este fenómeno es la expresión de un sentimiento primitivo llamado justicia social. A pesar de que los líderes de dichos movimiento no aprobaban el comportamiento de sus seguidores, el comportamiento siguió creciendo.

En esta época los líderes políticos utilizaban la violencia como un medio de control para que el pueblo se mantuviera quieto y no provocaran una revuelta, pero al ser el abuso tan constante el pueblo se terminó hartando y se levantó en armas pero durante el transcurso del conflicto, la sociedad perdió el objetivo que en un principio se tenía y se desviaron del camino. Así la lucha se volvió una lucha por poder en lugar de una lucha por justicia.

Una de las expresiones de violencia que se pudo observar en estos periodos fueron los asesinatos sin motivo, el hecho de matar por matar, este fenómeno se dio por parte de los dos bandos el del ejercito y el del pueblo. La violencia no sólo iba dirigida contra los enemigos sino también contra los malos elementos de las filas propias. La práctica de cortar cabezas y exhibirlas, tan característica de los realistas, formaba parte también de una de las leyes penales decretadas por la rebelde Suprema Junta Gubernativa.

ACTUALIDAD

Los casos de violencia más perceptibles en México son el narcotráfico, el secuestro, ejecuciones, feminicidios, la trata de personas, el robo, las violaciones, la extorsión.

Hay una clara coincidencia en la ruta que siguen el tráfico de drogas, la trata de personas y el tráfico de armas. Es necesario tener en cuenta que estas actividades delictivas no son exclusivas de nuestro país; que están interconectadas entre sí y con grupos criminales de otros países; que se articulan en la lógica del mercado global para extender su poderío y optimizar sus ganancias ilícitas.

El secuestro es una actividad criminal que ya tiene historia. Actualmente cualquier persona puede ser víctima, tanto en las ciudades como en las comunidades rurales. Se realiza en diversas modalidades, como la amenaza de secuestro, el secuestro exprés, o el secuestro que priva de la libertad por tiempo indefinido, tratando con crueldad a la víctima para exigir el rescate correspondiente. Para quienes son víctimas y para sus familias, el secuestro es la experiencia de una interminable agonía que deja en ellas profundas secuelas emocionales.

La extorsión es otra forma de violencia que gana terreno. Consiste en la intimidación de una persona mediante amenazas, contra la libertad o integridad física propia o de sus familiares o contra su patrimonio, con la finalidad de conseguir de ella trasferencias de dinero o comportamientos contrarios a su voluntad.

Las ejecuciones, cada vez más crueles, son la manifestación dolorosa y visible del crimen organizado. Con ellas genera el miedo social y hace sentir su poder o capacidad de controlar y proteger el desarrollo de sus negocios ilícitos. Se dan por el ajuste de cuentas entre quienes están involucrados en el comercio ilegal de las drogas que no cumplen pactos o reglas y se dan también por la disputa armada entre mafias o cárteles que arrebatan o defienden el control de mercados y de territorios. Son muy lamentables las muertes de miles de personas, entre ellas muchas inocentes y efectivos de las fuerzas de seguridad del Estado. Al amparo de la confusión generada por esta violencia, se consuman crímenes de quienes se hacen justicia por su propia mano por otra clase de agravios entre particulares.

Los feminicidios, los crímenes por homofobia y aquellos perpetrados contra distintos grupos vulnerables en varios lugares de México, en especial en la frontera norte, nos hablan también de una nueva manifestación de la violencia de género que ha merecido el repudio nacional e internacional y que ha sembrado muchas dudas sobre la impunidad que tienen los grupos criminales en la nación mexicana.

El CIDAC establece en su más reciente ranking que México se encuentra en el número 16 de 115 naciones con mayor índice de violencia y delincuencia a nivel mundial, con 10,60 homicidios por cada 100.000 habitantes.

El estudio plantea que los problemas más graves en la nación son "la inexistencia de una visión integral y que dé énfasis a la prevención; la falta de profesionalización de las policías y de los agentes encargados de procurar e impartir justicia; un proceso penal sin transparencia con discrecionalidad y corrupción, así como una elevadísima impunidad que llega al 98.3% (la probabilidad de que una persona que cometa un delito sea puesta a disposición del juez es de 1.7%).

En 2013, seis de cada diez personas a nivel nacional, identifican la inseguridad como su principal preocupación, sobresale Nuevo León (74%), Coahuila (70.0%) y

el Estado de México (69.2%). Las mujeres se sienten más inseguras que los hombres, desde cualquiera de los ámbitos geográficos en los que transcurre su vida; como su colonia o localidad (46.7%), su municipio (65.6%), y su entidad (74.7%).

En

2012,

el

37.6% de los hogares del país llevaron a cabo acciones para

protegerse de la inseguridad y la delincuencia y el gasto promedio en medidas de protección por hogar ascendió a $4 707.30. A lo largo de 2012, 27.3% de la población de 18 años y más, fue víctima de al menos un delito y en 18 entidades la prevalencia delictiva aumentó con respecto a la registrada en 2010. Durante 2012 ocurrieron 27.7 millones de delitos en el país, y solo el 7.9% fueron denunciados y se inició una Averiguación Previa. La Cifra Negra es de 92.1%.

Entre diciembre de 2006 y enero de 2012 se estima que han muerto alrededor de 60.000 personas por vía de ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales y agresiones a la autoridad, este número es tanto de narcotraficantes, como efectivos de los cuerpos de seguridad y civiles (entre los civiles se cuenta a periodistas, defensores de derechos humanos y personas sin identidad o bien, no reconocidas, que son ejecutadas por los carteles).

Por otra parte, en diversos sectores del país se ha observado un incremento en los indicadores de incidencia del delito. Juárez se convirtió en la ciudad más insegura del mundo, donde se cometieron más asesinatos que en todo el territorio de Afganistán en el año 2009.

El país está enfrentando una "amenaza colosal" de los cárteles, y éstos se están peleando entre sí por el control de rutas de contrabando usadas para trasladar drogas al norte del continente.

Los arrestos de algunos líderes importantes de los cárteles particularmente de los de Tijuana y del Golfo, y la gran militarización del territorio mexicano han provocado una respuesta violenta por parte de las organizaciones criminales.

Los estados que más han sufrido por la violencia entre el narcotráfico y las fuerzas armadas son Chihuahua (particularmente Juárez), Sinaloa, Michoacán, Durango, Nuevo León, Guerrero, Tamaulipas, Baja California, Nayarit, San Luis Potosí y Coahuila; esta última principalmente afectada la ciudad de Torreón.

La estrategia adoptada por el gobierno mexicano en su lucha contra el crimen organizado ha tenido detractores. Numerosas organizaciones civiles han reclamado que la presencia del Ejército en las calles ha coincidido con un aumento en el número de violaciones a los derechos humanos; al tiempo que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha alertado sobre el aumento de quejas recibidas por esta cuestión.

Casos

El 15 de septiembre de 2008, durante las celebraciones patrias de México en la plaza central de Morelia en Michoacán ante cientos de asistentes a los festejos, fueron lanzadas varias granadas en un ataque contra la población, esto se dice por apoyar al gobierno en contra del narcotráfico, resultando hasta 9 personas muertas y 132 heridos. El ataque fue catalogado por primera vez por el gobierno de los Estados Unidos como un ataque narcoterrorista donde opera La Familia Michoacana, siendo el primer precedente del terrorismo del narcotráfico en México.

El 25 de agosto de 2011 en Monterrey, un grupo armado ingresó a las instalaciones de Casino Royale, en el que forzaron y amagaron a las personas que se encontraban en el interior del inmueble hasta encerrarlas y finalmente quemaron el lugar vertiendo decenas de litros de combustible. Según el reporte, la cifra de

fallecidos es de 52 personas, entre ellas una mujer embarazada, por lo que este es quizá el peor atentado por parte de los carteles. El mismo se perpetró por Los Zetas.

LA PERCEPCIÓN DE LOS MEXICANOS

La violencia en sus diversas formas ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo en las últimas décadas se ha venido incrementando a escala mundial. México no escapa a esta problemática, por el contrario es considerado uno de los países más inseguros, donde los niveles de corrupción y hechos delictivos son una realidad cotidiana y donde algunas de las políticas implantadas para combatirla no tienen como referencia un estudio sistemático. (Cuellar, P. Magdaleno del Río, G. Yánez, Viridiana, 2010).

Los ciudadanos de México hemos sido testigos del aumento de violencia en nuestro país, inclusive algunos han tenido que abandonar sus viviendas para trasladarse a zonas más seguras (Ramírez, 2010). Al año 2013 los estados considerados como más violentos eran Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa; mientras que Yucatán, Querétaro y el Distrito Federal se ubican como las zonas más seguras (Buendía, 2013).

En agosto de 2013 se realizó una encuesta con preguntas en torno a la percepción de la gente sobre los índices de violencia, el desempeño y la estrategia del gobierno de Enrique Pena Nieto. Según dicha encuesta, para el 49% de los encuestados, la violencia en México tiene como referente principal al crimen organizado (Buendía, 2013). Pero la percepción sobre la violencia en los mexicanos lleva ya varios años gestándose.

A partir de 2005, se comenzó a notar a través de los medios de comunicación el aumento de muchos orígenes de violencia vinculados primordialmente al narcotráfico, desde tráfico y distribución de diferentes drogas, pasando por el aumento de enfrentamientos entre carteles y el consecuente aumento de número

de homicidios y ejecutados. Sin embargo, estos fenómenos parecen haberse agudizado con el paso del tiempo, de tal forma que para el año 2009 se tienen registrados seis veces más muertos por delitos del narcotráfico que en 2005. (Cuellar, P. Magdaleno del Río, G. Yánez, Viridiana, 2010).

Otra cuestión importante para recalcar es el hecho de que no solo el narcotráfico representa para los mexicanos una amenaza potencial debido al aumento en la distribución de drogas, ya que gran parte de la población opina que el consumo de mariguana y violencia asociada al narcotráfico aumentarían si el gobierno legaliza está droga (Buendía, 2013).

EL MIEDO COLECTIVO: Fruto de un entorno violento

Todos los días, en algún lugar del país se registra un enfrentamiento armado entre las fuerzas federales y alguno de los grupos criminales. La violencia homicida que recorre México pisotea vidas, las avienta a una trituradora, las destroza. Cada una de las balas disparadas deja una huella imborrable. Hace tanto daño como una bomba.

Afecta gente a su paso. Sume en

depresión a familias completas. El miedo las toma de rehén. Tortura a sus miembros hasta en sueños. Incuba enfermedades en sus organismos. Las arruina económicamente. Se ensaña especialmente contra los más pobres, a quienes roba más oportunidades y condena a repetir el ciclo de exclusión. Deja maltrechas sociedades enteras. (Turati, 2011)

Las cifras de violencia generada en México por el narcotráfico y la delincuencia son un hecho indiscutible, así como lo es la afectación que tiene sobre la sociedad mexicana. Desde la psicología, el conductismo explica claramente que ante un estímulo habrá invariablemente una respuesta. Y en el caso específico a tratar se habla de una sociedad que es víctima de un entorno extremadamente violento, y que como respuesta a este entorno presenta un miedo colectivo, que a su vez

repercute en una serie de alteraciones sobre la vida cotidiana, en su aspecto cultural, económico y sobre todo psicosocial. Para hacer una descripción acertada de este fenómeno psicosocial, es necesario hacer un estudio sobre lo que es el miedo mismo, como emoción, así también la manera en que se presenta cuando se de manera colectiva, luego sobre cómo afecta éste la vivencia cotidiana de la sociedad, los factores que influyen en él y las repercusiones generales que implica vivir en una sociedad impregnada de miedo colectivo.

Es importante poner en perspectiva que las emociones son estados caracterizados por activación fisiológica, el miedo por ejemplo genera palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad, mareo, o desmayo, miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir, parestesias, escalofríos o sofocaciones, cambios en la expresión facial, en la postura y sentimientos subjetivos. (Barrera, 2010) Efectivamente son muchas y varían de persona a persona, dependiendo de la situación. Sin embargo, en esa definición se presenta al miedo como una emoción que afecta fisiológicamente el organismo, por un periodo breve de tiempo, cuando éste puede presentarse con menor intensidad, pero por un periodo mucho más prolongado de tiempo.

El miedo es un producto emocional de la amígdala, localizada en la base del cerebro y al centro de éste. Cuando se activa mediante un estímulo amenazante produce una hormona llamada vasopresina, la cual desencadena, además del miedo, también ansiedad, y dispone a la persona para la lucha, la huida y la evasión del dolor, y todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. (Barrera, 2010) Todas estas son actitudes que reflejan resistencia o defensiva, por preservación de la vida.

La importancia de la emoción en la conducta, en específico el miedo es que las emociones

regulan

nuestra

atención,

controlan

el

entorno,

buscan

los

acontecimientos que son relevantes para la adaptación y alertan a nuestra conciencia cuando éstos se producen. De este modo el miedo nos advierte el peligro. Es así que las emociones organizan nuestros pensamientos para la acción, constituyen las estructuras que guían nuestras vidas y las relaciones sociales con los demás.

La emoción está íntimamente relacionada con el significado, de hecho, no se produce ningún cambio emocional sin que se produzca un cambio cognitivo. En nuestro modelo de funcionamiento, la unidad psicológica básica o mecanismo generador de la experiencia emocional y del significado es lo que se conoce como “esquema emocional”. Un esquema emocional abarca un conjunto de principios de organización, que se construyen a partir del repertorio de respuestas innatas del individuo, así como de su experiencia pasada, los cuales interactúan con la situación del momento, dando lugar a la experiencia presente. (Barrera, 2010)

En las sociedades modernas y posmodernas los temores parecen haberse multiplicado de modo inaudito. La mexicana en específico, presenta miedo, entre otras cosas, a transitar por ciertas calles y barrios en horarios peligrosos, a no encontrar trabajo o perderlo, al futuro propio o de sus descendientes, a ser excluidos, a la pobreza, las enfermedades y, por supuesto, a la violencia. (Jiménez, 2013)

La psicología le ha dedicado atención por tratarse de un poderoso estado emocional capaz de alertarnos sobre peligros que pueden ser una amenaza para la propia supervivencia, o intensificarse hasta volverse crónico y convertirse en un mal para el organismo y el equilibrio emocional de los individuos. (Jiménez, 2013) Cuando este estado emocional trasciende la emoción pasajera se genera el anteriormente mencionado esquema emocional, que es una predisposición de la mente a sentir miedo o alguna reminiscencia del mismo. Es por eso que los rasgos característicos

del miedo se pueden presentar ya mezclados con otras emociones y dependiendo de las circunstancias. Digamos que como cualquier fenómeno psicosocial no se presenta de manera pura, sino que es influenciado por una multiplicidad de factores que lo vuelven aún más complejo.

El término miedo colectivo se refiere a un miedo compartido por una parte importante de un grupo o de una sociedad. Es una emoción intensa compartida por un grupo o sociedad ante la percepción de un estímulo amenazante, cuyas fuentes pueden ser: psicosociales, políticas, económicas, culturales, espirituales, del cuidado de la salud, de manipulación de los medios de comunicación u otras. Nuestro país en la actualidad vive un estímulo amenazante para sus habitantes, el cual se sintetiza en las condiciones de violencia, inseguridad y crisis política y económica, las cuales han generado un miedo colectivo.

Vivencia del miedo: la violencia El miedo es, pues, ese temor que genera la violencia y que se puede vivir en diferentes planos: uno, claramente reconocible, cuando la agresión es física y viene directamente hacia nosotros; otra más, cuando nos topamos con la corrupción, los abusos de los políticos; las trampas a través de la cuales logran alcanzar sus objetivos más mezquinos en detrimento de una sociedad lacerada e inmersa en la impotencia y en la desilusión. (Carrillo, 2013)

La vivencia del miedo puede mostrar diferentes caras: las más de las veces te paraliza, o bien puede generar más agresión, una violencia descontrolada que alcanza niveles de destrucción absoluta: ya sea en el caso de un homicidio o del suicidio, y lo han perpetrado muchos más individuos de lo que podemos calcular. (Carrillo, 2013)

Restricción de los espacios públicos En ciudades como Tijuana, Acapulco, Ciudad Juárez o Culiacán, la situación actual de violencia y la militarización de la “guerra contra el crimen organizado” deriva en

tendencias de privatización y abandono del espacio público que se hace palpable en una arquitectura del miedo que restringe los recorridos por la ciudad. La calle, espacio que costó siglos configurar como lugar de encuentro y camino, accesible a todos los ciudadanos, ha quedado marcada por mantas, cuerpos y manchas, relatos de la vulnerabilidad, el miedo y el horror. Los lugares privilegiados para desechar los cuerpos, dejaron de ser los canales, los parajes rurales escondidos, el desierto periférico a las ciudades. Cuando la intención es sembrar terror y paralizar a la ciudadanía, los cuerpos deben ser expuestos con contundencia en el espacio público más visible. Por ejemplo, en las banquetas, las avenidas y los puentes. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007)

Como resultado de la violencia, una de las principales frases que se pueden decir entre sí familiares y amigos es ¡no salgas!, puesto que el simple hecho de salir de la puerta de casa, implica exponerse a que en cualquier momento sea también víctima del embrollo reinante de violencia. Incluso las avenidas, también han sido resignificadas en la actual violencia de la ciudad. La recomendación “¡no salgas!”, no sólo implica el riesgo que se asume al habitar las calles como peatón. Los recorridos por la ciudad deben limitarse considerablemente ya que ni en los coches ni en el transporte público se está a salvo. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007)

Dentro de la vivencia de la violencia y del miedo colectivo en una sociedad mexicana tan particular, por el exceso y brutalidad de la misma. Cavarero denomina a estos hechos como “asesinatos de la unicidad” y ubica en la violencia contemporánea, una tipología especial a la que designa como “horrorismo”. Se trata de un tipo particular de crimen que va mucho más allá de la muerte. El horror aunque se puede ubicar en el mapa conceptual del miedo, lo trasciende. Ante el horror, la manifestación física se agudiza. Se ubica entre el espanto y la repugnancia, que obligan a desviar la mirada. El desmembramiento y su exposición en el espacio público, territorializa la violencia. El impacto social de estas muertes crece

exponencialmente. Atenta contra la condición del género humano y expande el horror. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007)

El papel de los medios de comunicación: los transmisores del miedo La violencia real hace referencia al acto mismo de la agresión o ejecución. La violencia representada es un hecho discursivo, y como tal, tiene sus propias leyes para crear su realidad: es la violencia, pero traducida en discurso o en imagen; es la violencia modalizada y manejada por el periodismo que tiende a hacerla visible públicamente. Es aquí donde juega un papel de suma importancia los medios de comunicación, pues son ellos los que eligen cómo se expresarán los hechos, reflejo muchas veces de cómo son asumidos por la sociedad. La mayoría de la prensa que trata dichos temas es considerada “amarillista” por reflejar únicamente los aspectos negativos que existen, sembrar desesperanza y miedo. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007) En México, la violencia asociada al “crimen organizado” o al “narcotráfico”, es un problema que abarca la totalidad del país y no de una zona en específico. Sus expresiones se han territorializado en prácticamente todas sus regiones. Las ejecuciones, los ajustes de cuentas y el uso del cuerpo como escenario para enviar mensajes de terror a los adversarios, se transmiten diariamente por los diversos medios de comunicación. Ante formas más crueles de violencia, la lengua incapaz de nombrarla, la enmascara y la aliviana. Más aun, al transmitirse mediáticamente, caracterizan la vida diaria por la cotidianidad de la violencia y así mismo, la cotidianidad del miedo. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007)

Otro factor de suma importancia es el que juega el Estado dentro de una situación como la tratada; los discursos oficiales señalan que la mayoría de las bajas son parte de grupos criminales. Esta forma de presentar a la víctima permite la lectura culpabilizadora de la persona retratada y son estos relatos los que sustentan la impunidad en la que quedan la mayoría de estos asesinatos y desapariciones. (Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M., 2007) Aunque es evidente que no es cuestión

únicamente de la prensa o de los mensajes oficiales que sean emitidos por las autoridades, sino una dominación impresionante por la corrupción infiltrada, por parte del mismo “narco” dentro de las estructuras legales y punitivas de la sociedad.

Desensibilización Uno de los fenómenos más curiosos de una sociedad impregnada por la violencia y el miedo es que a fin de cuentas, la cultura sigue, se moldea conforme pasa el tiempo y se adecua a la realidad específica que viven los miembros de una sociedad. Es así que en los aspectos artísticos y de entretenimiento, se conforman narrativas visuales y lenguajes que naturalizan la violencia. Los tiros de gracia, los encobijados, los encajuelados, los empozolados, los enteipados, zarandeados y levantados, se cristalizan en el lenguaje popular como neologismos que trivializan el horror de las muertes que relatan.

La experiencia que dejan las guerras y los conflictos armados es que en contextos donde la violencia y el terror se asientan como modos de la cotidianidad, la ciudadanía que habita estos lugares, debe generar una serie de estrategias psicosociales y culturales para mantener la continuidad de la vida. Naturalizar la violencia construyendo un lenguaje que le otorgue levedad, restringiendo los recorridos por la ciudad, abandonando los espacios públicos y privilegiando los privados, cediendo su espacio vital y adecuándose a las circunstancias, asumiendo acríticamente los discursos oficiales, evocando el mesianismo. Es así que aculamos un término para esta situación, “la cultura del miedo”, que abarca tanto el lenguaje como la música y la literatura.

Alusiones sobre el narcotráfico como algo positivo en géneros musicales varios, unos conocidos como “narcocorridos”1, con expositores como Los Tigres del Norte, El Komander, El As de la Sierra, Los invasores de Culiacán, etc., u otros como “narco rap”, con exponentes como Cartel de Santa, DemenT, Clika One, etc.

Para una ampliación de este tema puede consultarse el documental Narco Cultura del reportero Shaul Schwarz. 1

En cuanto a la literatura, un género que ha surgido es la “narconovela”, en la que igualmente se evidencia la brutalidad de la situación actual del país y la naturalidad con la que se vive a pesar de estar inmerso dentro de dicha estructura contaminada. Algunos ejemplos son: El misterio de la orquídea calavera y algunas otras novelas de Élmer Mendoza, Tiempo de Alacranes de Bernardo Fernández, El Cerco de Juan Antonio Rosado, entre otros.

CONCLUSIÓN

Es una realidad inmanente que la nación mexicana, y numerosos otros países se encuentran inmersos en un estado de violencia que los llevan a vivir en un latente miedo colectivo, que a su vez genera esquemas y patrones de comportamiento, inmiscuyéndose en la cotidianidad y rutina de los miembros de dicha sociedad. El miedo, no cabe duda, es un fenómeno psicosocial complejo, que aunado a otra serie de características propias de la psicología del mexicano, lleva a las personas a adecuarle como estilo de vida; en un sentido en el que quizá por tantos otros factores, emociones y variables, el miedo colectivo, ya ni siquiera sea percibido como tal. Este miedo, que es consecuencia de la violencia, y esta violencia proviene desde la conquista española y nuestra historia como mexicanos, en la que nos hemos visto envueltos en guerra y cambios políticos radicales. Debemos tomar en cuenta que no sólo en México se ha dado historia violenta pero también debemos resaltar, el hecho de que México se ha visto envuelto en guerras de narcotráfico y cárteles, involucrando a la población desde 1990. La situación socioeconómica también provoca factores como son el robo, el secuestro y otras actividades ilícitas que implican violencia y provocan miedo en el pueblo y en el ciudadano mexicano.

REFERENCIAS

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❖ Ovalle, L., Magaña, M., Alvarado, M. (2013). El miedo y el olido social; El narcotráfico y la violencia. Revista Sinaloense de Ciencias Sociales. 33, 23 – 38. ❖ Barrera, J. (2010). El miedo colectivo: el paso de la experiencia individual a la experiencia colectiva. El cotidiano, 159, pp. 5 – 10.

❖ Bauman, Zygmunt (2007), Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Barcelona: Paidós. ❖ Pareto, Vilfredo. 2010. Pareto: Forma y Equilibrio Sociales [Selección]. Madrid: Minerva. ❖ Simmel, Georg. 2003. Cuestiones fundamentales de sociología. Barcelona: Gedisa. ❖ De Spinosa, Baruch. 1980. Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid: Orbis

❖ (Versión electrónica: http://www.das.uchile.cl/~rmendez/Documents/Spinoza-Etica.pdf). ❖ Jiménez, R. (2013). La cultura y el miedo; La violencia y la dominación. Revista Sinaloense de Ciencias Sociales. 33, 11 – 22. ❖ Carrillo, G. (2013). Del miedo vicario al miedo real y la crónica del “narco”. Revista Sinaloense de Ciencias Sociales. 33, 114 – 122. ❖ Turati, M. (2011). Fuego Cruzado. México: Editorial Grijalbo.

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