La Violencia en los Márgenes Javier Auyero y Maria Fernanda Berti

June 1, 2017 | Autor: J. Bonafina | Categoría: Political Sociology, Marginalized Identities, Anthropology of the State, Urban Marginality
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Descripción

Javier Auyero y María Fernanda Berti La violencia en los márgenes. Una Maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense Katz Editores, Buenos Aires, 2013, 174 págs. Mg. Javier G. Bonafina. UTDT. Una maestra y un sociólogo…un bello comienzo para una obra que desgarra el alma. De alguna manera el mundo de hoy se nos aparece horrible, malvado, sin esperanza. Éste es un buceo de profundidad en los abismos de lo que los autores denominan “cadena de violencia” y de un futuro sin futuro. Es un libro que sabe que puede morir en las manos de un observador demasiado ensimismado en su mundo, que desconoce otros mundos que lo rodean y que forman parte de eso a lo que llamamos “realidad”. No obstante, es justamente a eso a lo que se resiste este libro y por eso sus autores escriben esperanzados a sabiendas de que es necesario crear un fundamento para la esperanza. No se puede engañar a la “ley de la conservación de la violencia”: toda violencia se paga y, por ejemplo, la violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en forma de despidos, pérdida de seguridad, inequidad, desigualdad, etc. se corresponden, tarde o temprano, con formas de suicidios, crimen y delincuencia, drogadicción, alcoholismo y toda una serie de actos cotidianos menores y mayores de la violencia. Contrariamente a lo que se piensa, la violencia no está únicamente en lo/as otro/as. Todos, hombres y mujeres, independientemente de nuestra situación étnica, social, económica, política, etárea, debemos reconocer que, de alguna forma material o simbólica, y en algún momento, somos promotores y reproductores de violencia. La violencia es un problema complejo y multidimensional, cuyas causas no pueden ser encontradas únicamente en la pobreza, tampoco puede ser enfrentada de manera unilateral con medios también violentos, promovidos por el Estado o por quienes conforman la sociedad civil. Todos los abordajes sobre la violencia urbana dicen que hay, o debería haber, una relación entre lo que hace el Estado y la calidad de las relaciones interpersonales. Históricamente, a mayor monopolio de la violencia legítima por parte del Estado menor es el nivel de violencia interpersonal. Es precisamente esta teoría la que discuten el sociólogo Auyero y la maestra Berti. La investigación se pregunta, a lo largo de sus páginas, la forma en la que aparece el Estado y cómo es percibida esa parición en contextos determinados. Los autores encuentran, en base a las investigaciones de campo de Berti, que el Estado aparece de manera intermitente y en tres formas: dos días a la semana aparece la Gendarmería, otros cinco desaparece y aparece la Policía con distintas tácticas y cierta selectividad en la aplicación de la ley, que también recuerdan las prácticas culturales de la violencia del Estado, prácticas que se han naturalizado y que son parte

de un fantasma espectral más amplio, la violencia estatal. Es así, como el Estado va en contra del pequeño transa, pero no hace nada o mira para otro lado en los conflictos de violencia sexual o doméstica. El lugar de la mujer sigue siendo el de víctima, ya que si la pareja le pega o un extraño la viola, primero se la interroga para saber “qué fue lo que ella hizo” y “que generó el acto de violencia”. Entonces, la presencia del Estado es intermitente por un lado, selectiva por el otro y, al mismo tiempo, contradictoria. En el barrio en donde se realiza la investigación, y en otros tantos también, todo el mundo sabe algo que no puede probar, y es que la Policía es parte y contraparte de los actos de criminalidad y violencia. Uno de los ejemplos se encuentra en una de las notas de investigación de Berti, cuando uno de los niños le cuenta a la maestra: “Mire el iPhone que tengo”, y es uno último modelo, no comprado en la feria de “La Salada” sino uno auténtico. El chico le explica: “Es que mi papá es policía y cuando los pone a los chorros contra la pared les saca cocaína y el iPhone, y este me lo dio él”. Los autores reflexionan sobre el sentido de estos actos, ¿cómo es posible interpretar acciones tan contradictorias y que al mismo tiempo son parte de la cotidianeidad de los niños?. En todo caso, el niño que crece en ese contexto se enfrenta a normas contradictorias y a acciones más confusas aún. El Estado le muestra que hay que temerle, no importa si sigue las normas o si las infringe, de todas maneras siempre habrá castigo, que puede encontrar en el seno familiar o en la calle. Al mismo tiempo, la intermitencia del Estado puede verse en términos de asistencia – más allá de lo que se diga– y si uno hace la cuenta, la asignación por hijo cubre una semana y media, o dos, de las necesidades de una familia y las otras dos hay arreglárselas. Un chico de entre 18 y 25 años tiene un sinnúmero de necesidades y de expectativas. Se supone que estas expectativas podrían ser cubiertas en cuanto se encuentre un trabajo formal. Pero precisamente ese es uno de los problemas. Nadie cree que pueda tener un trabajo formal porque la idea de un trabajo formal desapareció hace rato. En las entrevistas que se encuentran en el libro, los chicos no saben que harán después, toda su vida es una respuesta a un ahora inmediato. Si se les pregunta ¿qué quieren ser?, muchos responden: “gendarme”", “policía”, “trabajar en la feria”. Los autores encuentran que esas son las expectativas de un chico pobre, marginado del Gran Buenos Aires. A medida que las notas de campo comienzan a indagar un poco sobre por qué quieren ser gendarmes o policías, no es por la ley y el orden justamente. Los chicos ven en esas organizaciones un lugar de poder desde el que pueden protegerse. Pero los autores no están diciendo que se tornan criminales ni mucho menos, sino que estar y crecer expuesto a estos niveles de violencia tiene consecuencias. En relación y comparando con otros estudios que se hacen en Estados Unidos y en Europa, sostienen que el mejor predictor de comportamiento 2

violento, de violencia doméstica, de violencia sexual, es haber estado expuesto a ella en la infancia. Es lo que los demógrafos llaman “el largo brazo de la infancia”. El libro desnuda, paso a paso, la carne y los huesos de ese brazo. Se pregunta a cada paso sobre las categorías para analizar una realidad que desborda y que confunde. Los actos de violencia, la inseguridad y el crimen parecen fragmentarios y dispersos, producto de la acción individual de los sujetos y no parte de un entramado social que responde a las preguntas que el Estado aún no puede resolver. La maestra y el sociólogo, trabajan en esa encrucijada, la realidad y la teoría que puede interpretarla. Toda la obra refleja una constante lucha contra la división artificial entre trabajo empírico y teórico siguiendo lo pregonado por autores como Wright Mills y Bourdieu. Es por ello que no dedica capítulos separados para el marco teórico, la reseña de la literatura y los casos. Las armas conceptuales con las que construye respuestas a las preguntas de investigación son provistas por los trabajos de Philippe Bourgois, Beth Roth, Nancy Scheper-Hughes y Lois Wacquant. Trabajos que se han realizado en algunos barrios de NuevaYork, Panipur en Bangladesh, Alto Do Cruzeiro y en el gueto negro norteamericano, respectivamente. Auyero comparte las cuestiones epistemológicas, la validez de los métodos y los instrumentos de análisis empleados por estos autores. Las nociones de clientelismo político y su relación con la consolidación de la democracia son rescatadas a través de diversos autores como O’Donnell (1996), Roniger y Günes-Ayala (1994), Clark (1965), Wacquant (1995), Portés (1972), Perlman (1976), Appadurai (1988), Gunther (1996), Hagopian (1992), Cardoso (1992), Escobar (1994), Rock (1972, 1975), Gay (1998), Knoke (1990), Lomnitz (1975, 1988). La observación etnográfica, los datos de archivos, encuestas e informes periódicos se combinan para representar la transformación social de los barrios pobres de Argentina. Todo el trabajo de campo de Berti es parte de una mirada que no está atenta a los soportes teóricos, es esto lo que enriquece la obra. No se trata de acomodar la información y los datos para que encuadren en alguna teoría o en un conjunto de ellas. El libro se resiste a los lugares comunes para internarse en la textura de la realidad del barrio más emblemático del Gran Buenos Aires. Intermitencia, contradicción y selectividad son palabras que, a fuerza de experiencias reales, se transforman en conceptos sociológicos. Nuevamente la policía, cómo órgano disciplinador del Estado, es llevada al banquillo de los acusados. Los datos no dan espacio para la duda. Las formas en la que la policía trabaja en los márgenes urbanos refuerzan la cadena de violencia que pone periódicamente a los pobres en el camino del peligro. El carácter bifronte del Estado Argentino, está presente y ausente al mismo tiempo. El Estado participa en el crimen y en su represión. 3

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