La violencia del campo a la ciudad

August 22, 2017 | Autor: Joel Uribe | Categoría: Sociology, Violence, Literature, Narcotráfico
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Descripción

La violencia del campo a la ciudad

La violencia de una desgracia que se vive en carne propia nos hace ver la
vida en perspectiva, nos saca de nuestro ensimismamiento y como puñetazo en
el rostro nos hace reaccionar. Dos cuerpos descabezados encontrados en
Coahuila, diez más en el norte de Guerrero. Son números, daños colaterales
que ya no impactan, cuando en el país se menciona que van más de 60 mil
muertos en este sexenio.
Pero mi amigo, hermano de la vida, es detenido en el pueblo por un
grupo de narcotraficantes, una semana sin saber nada de él. La realidad
cobra otra perspectiva. No son ya 60 mil muertos, es mi sangre, es mi carne
la que siente y percibe la impotencia y la desesperación.
Menciona el narrador de Desgracia, que "sucede a diario, a cada hora,
a cada minuto, sucede por todos los rincones del país"[1]. En realidad, es
el pensamiento de David Lurie, el personaje principal de la novela, que así
mismo se justifica de estar vivo, de que su hija, Lucy, este viva ante el
robo violento y la violación. Coetzee, escribe la novela en tiempo
presente, es ahora, no un recuerdo, lo que nos lleva a experimentar el
momento de la impotencia, la desesperación de lo que sucede. Desde mi
perspectiva, estamos en el culmen de la novela, hay un antes y después de
este suceso.
Pero, no es la reflexión moral de la vida de David, del pago por sus
propias fechorías, de lo que sucedió con Melanie, su alumna. En aquel
momento, en la cama de Melanie, se decía: "no es una violación, no del
todo…"[2] o nos lo dice el narrador de forma indirecta y libremente, como
quien se mete en la mente del personaje y nos lo cuenta desde ahí. Pero, yo
que he terminado de leer la novela, puedo ver la historia con otra visión y
puedo dar una reinterpretación a toda la historia. Pues, ¿no es acaso, lo
que me sucede, al releer el suceso de mi amigo y ver la realidad del país?
Sea entonces esta la premisa que me permita reinterpretar libremente
parte de la novela de Coetzee, Desgracia, con el tema de la violencia del
campo a la ciudad que trato de exponer en este breve ensayo.
Así descifro el momento mencionado, como un enlace a la vida anterior
de David, ya que este narrador impersonal indirecto se pregunta ¿Cómo ha de
comportarse David ante la prueba? Es considerar, que así lo lee David, en
el momento de estar ahí en medio del día de la prueba. ¿De qué prueba, de
sentir la violencia en sí mismo, violencia en la que ha participado? Su
hija es presa de unos desconocidos, él grita, suplica que se lleven todo
pero que la dejen en paz[3]. ¿Es acaso un momento de reflexión de su vida?
¿Había decidido venir de la ciudad al campo, a la granja de su hija, para
encontrar paz, huir de los problemas, de lo violenta que pudiera ser la
ciudad? Pues su exmujer le ha dicho que no hay compasión para nadie, hoy en
día[4].
Antes del suceso de mi amigo, yo me atrevía a decir que en el campo la
vida es más tranquila, no hay tanta violencia. Era posible como David,
recorrer unos cuantos kilómetros de la ciudad al campo y encontrar un poco
de soledad y descanso. Es tal vez lo que buscaba David. Huía del ambiente
hostil de la ciudad, de la universidad. Aunque él no se consideraba un
refugiado o fugitivo en la granja de su hija, sólo sentía haber caído en
desgracia.
Si bien, no le agradaba la idea de vivir el resto de sus días en la
granja; ya que, ni siquiera le gustaba que su hija hiciera de ello su modo
de vida. Esperaba que fuese sólo un momento pasajero aquello de jugar a ser
campesino. ¿Qué es lo que el pudiera hacer en el campo? Es lo que se
pregunta, como dejando una posibilidad a sumir el despedirse de la ciudad y
hacer del campo una forma de vida para el resto de sus días.
Sin embargo, tenia la intuición de que en el campo, también, puede ser
muy violento y no es seguro estar solo, menos para una mujer. El suceso se
lo confirma. Aunque Petrus, el nativo y encargado de los perros, le había
dicho que cualquier lugar es peligroso, menos, o al menos no aun, este
rincón del mundo. ¿La vida puede continuar igual, después de un suceso como
este?
Mi amigo dice que está cabrón eso de acostumbrarse a la violencia.
Lucy dice que es la única vida, que debe continuar. Parece imposible seguir
del punto en que se ha roto la continuidad de la vida cuando ya no hay un
mínimo de seguridad. Pero, el argumento de Lucy tiene fuerza, ¿cuándo
realmente se ha tenido un mínimo de seguridad? ¿Realmente, el campo ha
representado un medio seguro de refugiarse de la violencia de la ciudad?
Ahora lo veo desde otra perspectiva, la violencia viene del corazón
del ser humano, del corazón de las tinieblas, diría Joseph Conrad[5]. No es
posible estar a salvo de la violencia. En el campo es más natural, se
percibe a diario en la supervivencia de los animales. En la ciudad, se
percibe menos natural. Aunque, la violencia se hace presente a diario en la
supervivencia del trabajo. Por ello David, no se queda, ni se humilla ante
el consejo de la universidad para continuar en su puesto como un animal
dominado. Él es un hombre chapado a la antigua, prefiere morir antes que
rebajarse y disculparse en público[6].
Pero no logra comprender la decisión de su hija de quedarse y
pretender continuar su vida en ese mismo lugar. ¿Es una cuestión de
dignidad? No parece tener lógica. No desea sentir la derrota el resto de
sus días. Lo único que resuena, es que esa es la vida, la única que se
tiene, a la que se aferra con los pies descalzos sobre la tierra que pisa y
que desea compartir con los animales. Parece evidente que se refiere a sus
perros, mas me parece que, también, es a esa parte de nuestro ser humano,
nuestra parte animal que compartimos con ellos. David lo entiende de una
manera extraña, al dejarse llevar por la relación que le permite dar a los
perros un momento de dignidad.
El campo nos permite recordar de forma inconsciente nuestro origen
animal. La ciudad sólo lo oculta, sutilmente, en el ritmo cotidiano que
envuelve la vida, la "civilización". Por ello, David se siente extraño de
regreso a la ciudad en su departamento saqueado. Algo le ha sucedido
internamente. En definitiva no es el mismo. Nunca terminó de acostumbrarse
a la matanza de los perros en la clínica de Bev Shaw. Él que era
indiferente a los animales, termina siendo el que rescata la dignidad de
los perros muertos.
Una semana, en el campo, estuvo un amigo entre un grupo de
narcotráfico, tratando de salir de esa situación. No se acostumbró a verlos
llegar con las ropas ensangrentadas y saber que la cabeza de algún sicario
se guardaba en una hiela. Quemar la ropas es lo único que le permitió
aferrarse a rescatar una dignidad, la suya. De igual manera, el regreso al
pueblo, aunque no a la granja de su hija, David encuentra en ese enterrar
los perros lo que le permite aferrase a su propia dignidad.
La violencia va del pueblo a la ciudad, aunque aparenta ser al
contrario. Hoy parece ser evidente, no hay rincón del país que esté ajeno a
la violencia. Pero en el pueblo ha estado siempre presente, de una forma
natural, el campesino se acostumbra a ello. Al venir a la ciudad, le
resalta a la vista, cómo uno luchan contra otros por sobrevivir. A los de
la ciudad nos parece salvaje la vida del campo, no estamos acostumbrados,
nos aburrimos. El aburrimiento parece salvaje. Es sólo cuestión de tiempo,
de acostumbrarse y encontrar algo qué hacer para entrar en el ritmo de la
vida del campo.
¡Es sólo cuestión de acostumbrarnos a la violencia, que por naturaleza
nos pertenece! Que confortable conclusión. Creo que fue la conclusión a la
que llego Felipe Calderón después de los 40 mil muertos, o un poco antes.
Mi amigo con una semana, no fue suficiente para acostumbrarse. David en
tres meses enterrando perros, tampoco le fue bastante para re-educar sus
sentimientos. ¿Cuántos muertos más se necesitan, para que el pueblo de
México despierte su sensibilidad? O ¿será necesario, como decía al
principio, que toque nuestra propia sangre, nuestro propio cuerpo para
reaccionar?
La violencia ha venido del campo a la ciudad, pero en realidad, el
campo ha estado abandonado y olvidado del ritmo de la vida del país. Ahora
sólo despierta y reclama lo que es suyo por derecho, su supervivencia. Si
la violencia se quiere abordar, entonces hay que voltear a ver la realidad
del pueblo campesino y tratar de rescatar su dignidad. No por ellos, sino
por nosotros mismos, como David. No es un sentimiento de autocompasión,
sino de justicia.
La novela de Desgracia, parece no tener un fin. Escrita en tiempo
presente, la vida sigue adelante. Cuál es su desenlace, no lo hay, porque
la historia no ha terminado, ni se relee a la luz de un acontecimiento
importante. Mi vida continua, como la de este país, y lo que ha de
acontecer será cuestión de mi propia decisión de cómo vivir la inseguridad
y la violencia que nos rodea. Dice Conrad, en el personaje de Marlow que
"por supuesto, un necio con puro miedo y finos sentimientos está siempre a
salvo"[7].
No es que se tenga que volver a un estado primitivo del hombre para
rencontrarnos con nuestra naturaleza de ser humano, sino que implica mirar
hacia dentro de uno mismo y ver cómo esa violencia del campo a la ciudad se
ha hecho presente en mi propia vida. Cómo he de vivirla, no lo sé. Pero,
sólo puedo intuir que algo en el campo me dá también una respuesta. Tal
vez, por ello ese deseo de volver al campo y querer encontrar aquello a lo
que me permita aferrarme a mi propia dignidad. Pero no es el miedo, ni la
cuestión de nobles sentimientos, sino algo distinto, algo incoherente a
primera vista que aun no logro descifrar.



1 Bibliografía

Coetzee, J.M. Desgracia. México: Debolsillo. 2009.
Conrad, Joseph. El corazón de las tinieblas. México: Clásico para Hoy.
1998.
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[1] J.M. Coetzee. Desgracia. México: Debolsillo, 2009, p.125.
[2] Ibidem, p. 36.
[3] Ibidem, pp. 120-121.
[4] Ibidem, p. 59.
[5] Joseph Conrad. El corazón de las tinieblas. México: Clásico para Hoy,
1998.
[6] J.M. Coetzee. Op. cit., p. 87
[7] Joseph Conrad. Op. cit., p. 69
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