LA VERDADERA CAUSA DEL ENTRELAZAMIENTO DE LAS COSAS Y DE LA ENERGIA LA VERDADERA CAUSA DEL ENTRELAZAMIENTO DE LAS COSAS Y DE LA ENERGIA

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LA VERDADERA CAUSA DEL ENTRELAZAMIENTO DE LAS COSAS Y DE LA ENERGIA

LA VERDADERA CAUSA DEL ENTRELAZAMIENTO DE LAS COSAS Y DE LA ENERGIA Leía por allí en el océano del Internet lo siguiente: "Ella dijo: “Escríbeme algo bonito” y él le escribió: “(∂ + m) ψ = 0”. Esa es la ecuación de Paul Dirac. Gracias a esto, se describe el fenómeno de entrelazamiento cuántico que en la práctica dice que: “Si dos sistemas interactúan uno con el otro durante un cierto período de tiempo y luego se separan, lo podemos describir como dos sistemas separados, pero, de alguna manera sutil, están convertidos en un solo sistema. Uno de ellos sigue influyendo en el otro, a pesar de kilómetros de distancia o años luz”. Esto es el entrelazamiento cuántico o conexión cuántica. Dos partículas que, en algún momento estuvieron unidas, siguen estando de algún modo relacionadas. No importa la distancia entre ambas, aunque se hallen en extremos opuestos del universo. La conexión entre ellas es instantánea." Claro, él era un Físico teórico y esta anécdota ha quedado como una poesía físico – matemática, romántica para unos, inentendible para otros.

En realidad, la fórmula considera la velocidad de la luz al cuadrado (c²), que multiplicada por la masa resulta ser la famosa fórmula de Einstein que emparenta energía y masa en movimiento a la velocidad de la luz al cuadrado (mc²) y que sumada a la derivada de un cuadrivector… todo afectado por la función de onda ψ, nos iguala a cero. Claro que Einstein usó el sistema CGS en vez del sistema posterior o Sistema Internacional de medidas… Uf!, demasiado intenso para…(1) Más bien, vamos a lo que queremos. Es decir a hablar sobre la inspiración que es propio de la genialidad humana y sobre la insinuación comprobada de que en el mundo de las partículas no interesa la distancia, ni por ende el tiempo (lo mismo ocurre en el mundo espiritual, de allí la eternidad). Estas complejas ecuaciones de las cosas más pequeñitas que sostienen el Universo y que son las que permite manifestarnos o ser en el mundo sensorial y por ende existir en el mismo, tratan de explicar lo raro que se comportan, para nuestro racional entendimiento. Por eso, es a todas luces interesante conocer cómo su nacimiento, el de las grandes teorías, muchas veces se inspira en chipas de genialidad que aparecen de resultas de circunstancias y hechos en ocasiones muy sencillos y cotidianos. Recordemos, por ejemplo, la famosa manzana, no aquella del paraíso que dicen inspiró también a Eva, pero para otros menesteres igualmente trascendentes, sino la histórica y más reciente manzana que la leyenda cuenta le cayó sobre o cerca de la cabeza de Sir Isaac Newton, el padre de la Mecánica clásica, en un verano del año 1662, mientras meditaba sentado bajo la sombra de su manzano preferido, lo que dio pábulo para la formulación de las leyes de la gravitación. Antes de eso, otro ejemplo famoso sobre estos resortes epigenéticos lo tenemos en Arquímedes en cueros y el agua que refluía de su tosca y poco cómoda tina al sumergirse en la misma para tomar un baño, lo cual que le hizo descubrir su conocido principio hidráulico al haber desplazado una cantidad de agua proporcional a la densidad media de su desnuda humanidad, lo que ocasionó que el griego salga eufórico y sin más ropa que sus ideas corriendo por las calles de Siracusa, su ciudad natal, mientras gritaba eufórico de manera sostenida ¡Eureka! (lo he descubierto). Esto ocurría aproximadamente unos 200 años antes de Cristo. Los submarinos se preparaban desde entonces para ser inventados. Así es cómo aquella inercia mental que nos mantiene a veces marchando sobre el mismo camino o dando círculos reiterativos en el mismo plano y terreno, tanto en la vida diaria como en la más extendida y real que es la existencia espiritual, puede ser trocada a una espiral ascendente y dinamizada por una situación inesperada y porque vemos repentinamente las cosas desde otro punto de vista. Son tan útiles las epifanías del espíritu. Leon Lederman y Dick Teresi nos relatan en su famoso libro La Partícula Divina, que el físico británico Paul Adrien Maurice Dirac, nacido en Bristol, intentaba desde hace tiempos meter en coyunda la teoría cuántica que trata de explicar el comportamiento de las partículas sub atómicas y la radiación y ajustarla profundamente con la teoría especial de la Relatividad de Einstein. El autor nos cuenta en palabras muy sencillas y sin que necesitemos de conocimientos matemáticos especializados para entenderle, una historia muy agradable sobre este espacio de la historia de las ciencias y que marcó un hito en este universo conocido y que tiene que ver con el desenlace de la calificada ecuación romántica de Dirac aludida y el mundo de la antimateria que muchos esoteristas la confunden con el éter. Comparto:

“Sorpresa en la cima de una montaña

En 1927, el físico inglés Paul Dirac intentaba extender la teoría cuántica, que en ese momento no casaba con la teoría especial de la relatividad de Einstein. Sommerfeld ya había presentado una teoría sobre la otra. Dirac, con la intención de hacer que las dos teorías fuesen felizmente compatibles, supervisó el matrimonio y su consumación. Al hacerlo dio con una ecuación nueva y elegante para el electrón (curiosamente, la llamamos ecuación de Dirac). De esta poderosa ecuación sale la orden a posteriori de que los electrones deben tener espín y producir magnetismo. Recordad el factor g del principio de este capítulo. Los cálculos de Dirac mostraron que la intensidad del magnetismo del electrón tal y como lo medía g era 2,0. (Sólo mucho más tarde vinieron los refinamientos que condujeron al valor preciso dado antes.) ¡Aún más! Dirac (que tenía veinticuatro años o así) halló, al obtener las ondas de electrón que resolvían su ecuación, que había otra solución con extrañas consecuencias. Tenía que haber otra partícula cuyas propiedades fuesen idénticas a las del electrón, pero con carga eléctrica opuesta. Matemáticamente, se trata de un concepto sencillo. Como sabe hasta un niño, la raíz cuadrada de cuatro es más dos, pero además está menos dos porque menos dos por menos dos es también cuatro: 2 x 2 = 4 y —2 x —2 = 4. Así que hay dos soluciones. La raíz cuadrada de cuatro es más, ó, menos dos. El problema es que la simetría implícita en la ecuación de Dirac quería decir que para cada partícula tenía que existir otra partícula de la misma masa pero de carga opuesta. Por eso, Dirac, conservador caballero que carecía hasta tal punto de carisma que ha dado lugar a leyendas, luchó con esa solución negativa y acabó por predecir que la naturaleza tiene que contener electrones positivos además de electrones negativos. Alguien acuñó la palabra antimateria. Esta antimateria debería estar en todas partes, y sin embargo nadie había dado con ella. En 1932, Carl Anderson, un joven físico del Cal Tech construyó una cámara de niebla diseñada para registrar y fotografiar las partículas subatómicas. El aparato estaba circundado por un imán poderoso; su misión era doblar la trayectoria de las partículas, lo que daba una medida de su energía. Anderson metió en el saco una partícula nueva y rara —o, mejor dicho, su traza— gracias a la cámara de niebla. Llamó a este extraño objeto nuevo positrón, porque era idéntico al electrón excepto porque tenía carga positiva en vez de negativa. La comunicación de Anderson no hacía referencia a la teoría de Dirac, pero enseguida se ataron los cabos. Había hallado una nueva forma de materia, la antipartícula que había saltado de la ecuación de Dirac unos pocos años antes. Las trazas habían sido dejadas por los rayos cósmicos, la radiación que viene de las partículas que dan en la atmósfera procedente de los confines de nuestra galaxia. Anderson, para obtener mejores datos todavía, transportó el aparato de Pasadena a lo alto de una montaña de Colorado, donde el aire es fino y los rayos cósmicos más intensos. Una fotografía de Anderson que apareció en la primera plana del New York Times anunciando el descubrimiento inspiró al joven Lederman, y por primera vez cayó bajo el influjo de la romántica aventura de llevar a cuestas un equipo científico a la cima de una montaña muy alta para hacer mediciones de importancia. La antimateria dio mucho de sí y se unió inextricablemente a la vida de los físicos de partículas; prometo decir más de ella en los capítulos siguientes. Otro triunfo de la teoría cuántica.”

Y otro gran triunfo también de la raza humana por tratar de extraer a la Naturaleza sus mayores secretos. Hay mucho amor, constancia y sacrificio en estas hazañas de los hombres de ciencia que el mundo en general poco conoce, reconoce o le importa y muchos consideran como avances diabólicos u oscuros vedados a la inteligencia humana, sí, sino recuérdese la oposición a los experimentos de clonación y avances de la genética actuales, por ejemplo, pero que son los eslabones fundamentales, vertebrales de los que después el resto de la sociedad medra al ser ella la legataria de una civilización que, a pesar de todos sus errores y horrores inevitables, está lentamente gestándose a lo largo de los siglos en una humanidad cada vez más equitativa y solidaria, a pesar del ateísmo extendido actual, como el del genio Paul Dirac. Empero, llegaremos a buen y seguro puerto, no lo dudo. La ciencias finalmente se rendirá ante la evidencia y necesidad de la espiritualidad o religiosidad “científica” y el cortejo virtuoso entre los dos mundos se hará patente e inevitable, lo que nos permitirá disfrutar de una existencia cada vez menos dolorosa, menos dura, más dinámica colectivamente, más sabia y, a futuro, cada vez, más y más entrelazada por las cuerdas de la energía del Amor y por tanto más a tono con los planes de la Divinidad.

Jo Merod 2016 _______________________________________ https://www.youtube.com/watch?v=xuqfKHO6PnY (1) Para los estudiosos que les gusta bucear en aguas más densas pero sin llegar a los abismos académicos puros, les dejo esta pastilla: http://cuentos-cuanticos.com/2013/07/08/ecuacion-de-dirac-primera-parte/

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