La variabilidad regional de la Arquitectura Prehispánica en la Costa del Golfo

June 6, 2017 | Autor: F. Mireles Alonso | Categoría: Mesoamerican Archaeology, Arqueología, Antropología
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Descripción

La variabilidad regional de la Arquitectura Prehispánica en la Costa del
Golfo (y algunas otras consideraciones)
por Francisco Javier Mireles Alonso[1]

"El romper de una ola no puede explicar todo el mar" Vladimir Nabokov

La región mesoamericana denominada "Costa del Golfo" o también llamada
"Golfo de México" comprende al estado de Veracruz, el sur de Tamaulipas, el
norte de Tabasco, el este de Querétaro, el norte de Puebla, el este de San
Luis Potosí y el norte de Oaxaca. Con respecto a los aspectos
etnohistóricos, arqueológicos, etnológicos, geológicos y biogeográficos, se
puede argumentar que las condiciones propiciaron desde épocas tempranas el
desarrollo de diversos grupos, como los olmecas, los huastecos, los del
Centro de Veracruz, el del Tajín y los totonacos (SOLANES y VERA, 2000:53).
Las sociedades del Golfo aprovecharon con eficacia la riqueza de la región,
la cuál no solo les proporcionaba sustento, sino que les permitía obtener
varias materias primas propias del trópico, que intercambiaban con los
pueblos de tierra adentro (SOLANES y VELA, 2000:53), principalmente
intercambios suntuarios, por ejemplo, las poblaciones de los valles
centrales de Oaxaca exportaban espejos de hematita a cambio de conchas y
cerámica fina (citado en GUTIÉRREZ y VAN ROSSUM, 2006:33) en una compleja
red de senderos, con múltiples puntos de partida y arribo (ÍDEM:36) que
permitían el contacto interregional y el comercio externo, así como la
competencia política y militar, el movimiento de bienes (perecederos,
durables y culturales[2]) y la difusión de filosofías (ÍDEM:33). Por
ejemplo, en el caso de la arquitectura, podemos observar la influencia del
llamado "estilo de volutas del Golfo" en el periodo clásico en Teotihuacan,
por ejemplo, en el edificio 1B de La Ciudadela (RUIZ y PASCUAL, 2004:31 y
32).
Las primeras evidencias de ocupación son bastante antiguas y se relacionan
con grupos nómadas que, además de la caza y la recolección de plantas,
explotaban los recursos de los ríos y el mar. Entre las localidades de esta
primera época destacan: Santa Luisa y Palma Sola (ambas en Veracruz). Hacia
1600 a. de C., ya cerca del final del Preclásico Temprano (2500 – 1200 a.
de C.), en varias regiones, como la Huasteca y el centro y sur de Veracruz,
existieron varias aldeas que dieron lugar al desarrollo de distintas
tradiciones culturales, como: Altamirano Hv 24, El Trapiche y Remojadas[3]
(todas en Veracruz) (SOLANES y VELA, 2000:53).
El Golfo fue el escenario del desarrollo de la llamada "cultura olmeca"
(1200 – 400 a. de C.) – la de mayor importancia en mesoamérica durante el
Preclásico Medio – y aquí se localizaban sus principales asentamientos: San
Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, respectivamente. Entre las contribuciones
que han llevado a considerar a la olmeca como la "cultura madre" de
Mesoamérica se encuentran: los primeros edificios ceremoniales, construidos
de acuerdo con un plan bien determinado; la estructura social, capaz de
organizar grandes obras; el primer y bien definido estilo artístico,
plasmado lo mismo en pequeños objetos que en colosales esculturas; el
dominio de la talla de piezas de gran dureza; un ritual fundamental: el
juego de pelota; así como el desarrollo de sistemas calendáricos y de
escritura[4]. Básicamente, su arquitectura consistía esencialmente en
plataformas y basamentos de tierra compactada y, en algunos casos, de
adobes o bloques de arcilla secados al sol; con templos y palacios encima
de los montículos hechos de materiales perecederos, posiblemente
"estructuras de caña cubierta con lodo y con techos de palma" (CLARK,
1994:43). Su influencia llegaba tan lejos como incluso Honduras (CRUZ y
JUÁREZ, 2006:75)
El sitio de San Lorenzo (1150 – 850 a. de C.) se eleva en una meseta
artificial levantada mediante una gigantesca labor de acarreo de tierra,
con largas y anchas terrazas como espacios adicionales para uso ceremonial,
residencial (a veces decoradas con arena pigmentada de rojo) o producción,
utilizando el corte, rellenado y erección de muros de contención como
principales técnicas; aprovechando su posición geográfica estratégica,
entre el mar y las tierras más altas de la región. Sus montículos
artificiales se complementan con numerosas lagunas de diversos tamaños que
proveían de agua durante la temporada seca y cuyo nivel podía regularse por
medio de una ingeniosa red de canales de desagüe hechos de grandes bloques
de basalto (p. ej. el del palacio rojo) y con enormes columnas de basalto
hasta de 4 metros de longitud que soportaban techos y con piedras en forma
de L o banca para cubrir las escaleras, e incluso se incorporaba a las
paredes piedra caliza del lugar y lozas de arenisca. Los montículos
muestran entre sí una simetría que no es accidental, tal es el caso de los
llamados grupos C y D. Y más evidente es aún la existencia, en torno a un
eje norte-sur, de varios grupos de plataformas regulares que integran
plazas en las que se dispone lo que parece una de las primeras canchas de
juego de pelota. Aquí encontramos por primera vez la planificación que
luego marcará las pautas para toda Mesoamérica: un eje central en torno al
cual se disponían las plazas y los edificios. (SOLÍS, 2003:88 y CLARK,
1994:49). "Los olmecas tempranos no construyeron pirámides ni plazas en San
Lorenzo, sino más bien dieron forma a la topografía natural, esculpiendo
las colinas para darles la forma deseada [haciendo] su propia "montaña"
sagrada que fue el centro de poder de su zona de influencia [y que] refleja
[su] cosmovisión particular" (CLARK, 1994:48) en la conocida fórmula de
unión del poder y el ritual.
El sitio de La Venta (900 – 500 a. de C) tuvo su apogeo tras la decadencia
de San Lorenzo (fase Nacaste). Este centro y sus construcciones se
irguieron a lo largo de la ribera de una "isla" baja de unos 5 km2, que
sobresale apenas 12 m sobre los pantanos que la rodean. Aquí se realizó una
construcción que representa una gran pirámide trunca de tierra de 30 m de
altura y 120 m de diámetro aprox.[5] y rodeada por montículos con un eje
norte - sur, reflejando, en conjunto, un complejo manejo de ideas
abstractas sobre el entorno natural y sobrenatural. Por ejemplo, el llamado
Complejo A, durante su última fase arquitectónica (700 – 600 a. de C.)
constaba de nueve plataformas construidas en su mayoría con tierra
apisonada y dispuesta simétricamente – con una orientación de 8° al oeste –
alrededor de dos pequeñas plazas o patios, con cinco ofrendas masivas
únicas en el mundo prehispánico y más de 30 ofrendas con cerca de 3000
objetos, además de 15 esculturas de piedra, abarcando alrededor de dos
hectáreas. Este complejo fue construido a lo largo de cuatro siglos (1000 –
600 a. de C.)[6].
El sitio de Tres Zapotes (1300 a. de C. – 1100 d. de C.) es uno de los
pocos testigos de la transición entre la cultura olmeca y la cultura
clásica de Veracruz (SOLÍS, 2003:89). Fue llamada la tercera y última
capital olmeca, ya que a partir de esta inició el declive de la cultura
olmeca. También cabe destacar la importancia de Chalcatzingo y su traza
basada en las terrazas, debido principalmente a la topografía del sitio.
Durante el Clásico (200 – 900 d. de C), mientras que en la Mixtequilla se
daba un importante desarrollo local, en lugares como El Zapotal, Cerro de
las Mesas, Nopiloa y Dicha Tuerta, por la mayoría de la región del Golfo se
extendió un estilo cultural llamado del Centro de Veracruz, al que se
asocian ciudades de gran tamaño como Las Higueras, Filo Bobos y Quauhtochco
(SOLANES y VELA, 2000:53). En general, se nota la división de la población
en zonas, con una plaza central rodeada por un conjunto de edificios y
plazas más pequeñas, además de juegos de pelota con influencia estilística
de El Tajín, por ejemplo, la Xicalcolliuhqui o "serpiente de fuego" (SOLÍS,
2003:83 y 84), un elemento decorativo distintivo consistente en una greca
escalonada con una presencia muy amplia y una enorme diversidad de
variantes.
A fines del Clásico y principios del Posclásico Temprano (900 – 1200 d. de
C.)[7], El Tajín tuvo su apogeo y fue la ciudad más importante del Golfo.
El Tajín comenzó a transformarse hacia el año 1000 a. de C. (PASCUAL,
2006:16), y aunque no se tiene aún claro sus antecedentes culturales, ahí
"se sintetizaba […] la herencia de una cultura local […] y la reciente
adquisición de un modelo cultural de clara extracción teotihuacana"
(ÍDEM:21)[8]. Su arquitectura se caracteriza por la combinación constante
de tres elementos constructivos esenciales: talud, friso de nichos y
cornisa volada, a las cuales se suma la greca escalonada o
"xicalcoliuhqui". La disposición de los materiales constructivos, como la
piedra arenisca, cuyas vetas principales se ubican en la cuenca del río
Cazones y la abundante provisión de conchas de moluscos que transformaron
en cal, les permitió edificar basamentos piramidales, templos y palacios.
La pirámide de los nichos es el ejemplo que identifica arquitectónicamente
al Tajín, en la cual apreciamos el efecto visual que produce el movimiento
ascendente del talud, cerrado por el friso de nichos que sujeta la
construcción para luego liberarse con la cornisa volada que proyecta al
infinito las paredes de cada cuerpo del basamento. Utilizaban las columnas,
en cuyos componentes de piedra en forma de cilindros, presentan una
secuencia iconográfica narrativa; y a su vez, estas sostenían techos
aligerados con ollas huecas dentro de los colados para aligerar el peso
(SOLÍS, 2003:27 y 28). Durante el Posclásico Temprano llegó a cubrir un
área de 1.5 km2 y a albergar una población de entre 20000 y 30000
habitantes. Aunque un asentamiento de tales dimensiones debió ejercer su
dominio sobre los sitios cercanos, solo uno de ellos, Yohualinchan, muestra
el característico estilo arquitectónico de Tajín, con decoraciones a base
de nichos. Contiene una gran cantidad de juegos de pelota, 17 en total, y
tal proliferación ha sido interpretada como un reflejo de que la ciudad, de
acuerdo con la situación prevaleciente en la época, era habituada por
grupos con cierta autonomía y tal vez hasta de origen diverso (SOLANES y
VELA, 2000:53).
Los huastecos son el único grupo hablante de una lengua de filiación maya
que no habita en esa región, separación hecha alrededor del 900 a. de C.
Entre los asentamientos sedentarios más antiguos del área se encuentran
Pavón, Tabuco y Altamirano Hv 24 (ocupación fechada hacia 1600 a. de C.)
aunque la tradición plenamente huasteca surgió en el Preclásico Tardío.
Durante el Clásico, florecieron entre otros sitios Ébano y Tancanhuitz. Por
ese entonces, la región alcanzó su primer apogeo y aparecieron dos rasgos
distintivos de la cultura huasteca: la arquitectura con puntas redondeadas
y la escultura (SOLANES y VELA, 2000:53). Algunos otros rasgos de su
arquitectura, fueron los montículos con forma de cono truncado, con muros
de contención y escaleras laterales de piedra, encima de los cuales,
construían casas y templos de madera y techos de paja u hojas, como en Las
Flores, cerca de Tampico. En Tamtoc habían estructuras cuadradas de uso
ritual con estructuras circulares en la periferia o en forma de herradura
para casas – habitación, plataformas rectangulares con terraza
(probablemente de uso social); todas con piso y paredes de estuco, en
ocasiones con motivos pintados a manera de fresco, como en El Consuelo, en
el cual también existe una plataforma rectangular de alrededor de 6 m de
altura con dos escalinatas en su fachada oriente, soporta nueve edificios
principales y otras construcciones menores que forman una especie de
plaza[9], abierta hacia el este, construida por aglomeración y compactación
de la tierra y revestida con cantos rodados, los cuales, a su vez, fueron
aplanados con estuco[10]; estilo muy semejante al de Cempoala.
Tantoc fue quizás el sitio más importante de la cultura huasteca,
considerado como uno de los diez más grandes del México prehispánico.
Durante el Epiclásico y el Posclásico Temprano, se nota una peculiar
urbanización con patrones diferentes a los acostumbrados a ver en el México
Prehispánico: una plaza central con los basamentos mayores situados en los
extremos, ambos sin recubrimiento, con rasgos comunes a las culturas
llamadas "Mount Builders" del sureste de EUA, principalmente de la región
del Mississipi (DÁVILA y ZARAGOZA, 2002:66-69).
En el Posclásico, la cultura huasteca vivió su mayor esplendor y se
extendió sobre un amplio territorio que se encontraba dividido en varios
señoríos independientes controlados por ciudades como Tancol, Tamuín,
Tantoc y Castillo de Teayo.
Durante el decaimiento de Tajín, los totonacos y los huastecos dominaron la
región, a la que tanto toltecas como mexicas realizaron importantes
incursiones, que buscaban los productos que la naturaleza ofrecía en
abundancia en estas tierras. Algunas ciudades importantes del Totonacapan
fueron Xiuhtetelco, Quiahuiztlan y Cempoala, esta última quizás su capital
en el Posclásico Tardío y la primera gran ciudad que encontraron los
españoles a su llegada (SOLANES y VELA, 2000:53).
Estas evidencias nos muestran que, si bien es cierto que la investigación
de los grandes centros urbanos que abanderaron el protagonismo cultural en
la Mesoamérica prehispánica es necesaria, los datos que nos proporcionan
éstos tan solo son el reflejo de una realidad parcial que debe de
contrastarse con los estudios regionales, es decir, a la articulación de
los distintos sitios en una visión holista que nos permita recuperar parte
de la realidad del mosaico cultural y de las posibilidades que esto
conlleva, para un mejor entendimiento, sin contenernos únicamente en la
descripción.
Por otra parte, estas problemáticas generan diversos tipos de debates
académicos, dentro de los cuales, uno de los más recurrentes es establecer
los caracteres que definieron las relaciones existentes entre los
diferentes núcleos culturales de la Mesoamérica prehispánica y cuáles son
los indicadores arqueológicos que nos hablan de ellos, recurriendo más allá
de la simple explicación lineal del centro – periferia. De ahí la cita
inicial.

Bibliografía
CLARK, John E. [ed] (1994) "Los Olmecas en Mesoamérica" Ediciones El
Equilibrista / City Bank, México.
CRUZ Castillo, Óscar Neil; JUÁREZ Silva, Ranferi (2006) "Pieza Olmeca en la
Cueva Hato Viejo Olancho, Honduras" en Arqueología Mexicana vol. XIV
núm. 81 [septiembre – octubre], Editorial Raíces / Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México D.F. pp. 75 – 77.
DÁVILA Cabrera, Patricio; ZARAGOZA Ocaña, Diana (2002) "Tantoc: Una ciudad
en la huasteca" en Arqueología Mexicana vol. IX núm. 54 [marzo –
abril] Editorial Raíces / Instituto Nacional de Antropología e
Historia, México D.F. pp. 66 – 69.
GUTIÉRREZ Mendoza, Gerardo; VAN ROSSUM, Peter (2006) "De los Valles
Centrales de Oaxaca al Golfo de México" en Arqueología Mexicana vol.
XIV núm. 81 [septiembre – octubre], Editorial Raíces / Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México D.F. pp. 32 – 36.
KUEHNE Heyder, Nicola; CASTRILLÓN Nales, Ángel; MUÑOZ Mendoza, Joaquín
(1998) "El Consuelo – Tamuín" Serie Milenium Solaris Huastecae,
Fundación "Eduard Seler".
PASCUAL Soto, Arturo (2006) "El Tajín. En busca de los orígenes de una
civilización" UNAM / Instituto de Investigaciones Estéticas / INAH,
México D.F.
RUIZ Gallut, María Elena; PASCUAL Soto, Arturo [ed] (2004) "La costa del
golfo en tiempos teotihuacanos: propuestas y perspectivas. Memoria
de la Segunda Mesa Redonda de Teotihuacan" INAH, México.
SILLER Camacho, Juan Antonio (2007) "Serie Arquitectura Mesoamericana: 1.
Urbanismo" en Arqueología Mexicana vol. XIV núm. 84 [marzo – abril],
Editorial Raíces / Instituto Nacional de Antropología e Historia,
México D.F. pp. 20 – 29.
SOLANES Carrazo, María del Carmen; VELA Ramírez, Enrique (2000) "Atlas del
México Prehispánico. Mapas de Periodos, Regiones y Culturas" serie
Arqueología Mexicana especial no. 5, Editorial Raíces / Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México D.F.
SOLÍS, Felipe (2003) "El Tajín. Sitios Arqueológicos del estado de
Veracruz" serie Guías Arqueológicas núm. 6 [mayo], Editorial México
Desconocido, México.

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[1] Optativa de "Arquitectura Mesoamericana", 5to. Semestre, Lic. en
Antropología, CCSyH, UASLP.
[2] Citado en RUIZ y PASCUAL, 2004:26.
[3] Aquí se identificó la característica tradición que lleva su nombre,
notable por su antigüedad, ya que debió iniciarse hacia 1500 a. de C.
(SOLANES y VELA, 2000:53) caracterizada por los llamados "sonrientes",
figurillas de curiosos rostros infantiles de amplia sonrisa y de forma casi
triangular.
[4] En Arqueología Mexicana vol. XV núm. 87 "Cultura Olmeca" pp. 26.
[5] En Arqueología Mexicana vol. XV núm. 87 "Cultura Olmeca" pp. 33..
[6] En Arqueología Mexicana vol. XV núm. 87 "Cultura Olmeca" pp. 49 - 54.
[7] Aquí Pascual Soto lo menciona como un "largo Epiclásico local" de mayor
vitalidad cultural.
[8] Aunque Juerguen Brueggemann considera que "se desarrolla sobre un
sustrato cultural de la tradición costeña sin la influencia patente, como
en Zempoala, del Altiplano Central" aunque termina argumentando que "en la
arquitectura y las artes plásticas tiene un estilo sui generis" (RUIZ y
PASCUAL, 2004:367).
[9] Un caso interesante es el del estanque circular, que funcionaba
seguramente como espejo de agua para observación de fenómenos astrales, o
el del "altar de sacrificios" que en realidad es un conjunto de elementos
de alineación solar (KUEHNE, CASTRILLÓN y MUÑOZ; 1998).
[10] En Arqueología Mexicana, vol. XIV núm. 79 "Los Huastecos" pp. 40 – 45.
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