La utilidad inútil del arte

May 25, 2017 | Autor: Jorge Luis Ortiz | Categoría: Artes, Estética, Filosofía Del Arte
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Descripción

La utilidad inútil del arte.

Jorge Luis Ortiz Rivera*

Pudiera parecer, a simple vista, una clara violación al principio de no-
contradicción el juego de palabras con el que he querido titular estas
reflexiones sobre el arte, lo cual sólo evidenciaría una clara exacerbación
racionalista en la conceptualización de este fenómeno humano, además de una
confesión de una actitud diletante al acercarse a él. En efecto, las
contradicciones están siempre presentes en la obra de arte en tanto tal. El
intento de racionalizar, con una lógica de no-contradicción, la producción
artística "equivale a una amputación de su substancia creativa".[1]
Aceptarlo tal cual es, implica reconocer esta propiedad tan suya de
escaparse a la objetivación racional.

A esta conclusión llegué, hace algún tiempo, cuando mi sobrino me preguntó
para qué servía un cuadro que estábamos mirando en un museo. Es difícil
responderle a un niño de cinco o seis años sobre la utilidad de una obra de
arte haciendo recurso a todo el bagaje cultural con que se nos dota en la
Universidad y en otros cursos superiores sobre filosofía del arte, estética
o apreciación artística. Tuve que responderle simplistamente: "para verlo".
Sí, el arte sólo está en el mundo para admirarse, para gozarse, para
disfrutarlo. No tiene otra función. Intentar encontrársela suena tan
insulso como intentar explicar las categorías clásicas estéticas a la mente
despierta, pero poco dispuesta a disquisiciones filosóficas, de un niño. El
arte no tiene una utilidad pragmática. ¿Para qué sirve la Gioconda?, ¿ Qué
puedo hacer con El lago de los Cisnes?, En sentido estricto ¿Qué utilidad
le encontramos a Las Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz? Ninguna
actividad práctica tiene estas y las demás obras de arte que engalanan a la
humanidad, sino el gozarlas.

Por supuesto que no siempre ha sido tan clara esta verdad. De hecho, a lo
largo de la historia, lo que ha predominado, son intentos por encuadrar al
arte en cánones racionalistas, la mayor de las veces pragmáticos – al menos
en lo que concierne a la cultura occidental -. Ejemplo de esto es la visión
que en la Ilustración se tenía sobre lo que debería ser considerado una
verdadera obra de arte. El criterio que permitía juzgar al verdadero arte
del que no lo es, consistía en el poder ser entendido, sin grandes
esfuerzos, por todos de igual manera. Todo aquello que se perdiera en la
"especulación y el amaneramiento" no pasaba de ser un remedo artístico,
chapuza de mal gusto que estaba lejos de cumplir con la misión que se le
había encomendado al artista: Ser pregonero de una moralidad aceptada por
la mayoría.

[En esta época] En arte como en la política, el hombre opta
siempre por el statu quo, y así es como el conservador hace de
la obra de arte un reflejo acrisolado de su existencia
social. Para él, el arte es un respaldo estético que acaba
convenciéndole de las noble motivaciones de sus ideales
políticos [...] Tales son las funestas consecuencias de la
trabazón de lo sensual y lo moral [...] El arte convertido en
un instrumento.[2]

Recordemos que la modernidad completa está inspirada en el ideal de la
ilustración que considera que la razón debe ser la criba de toda actividad
humana que valga la pena de ser considerada. De ahí que "el arte fue[ra]
durante largo tiempo instructivo, antes de llegar a ser bello".[3] En este
sentido, siglos antes de la ilustración, existía ya un dogma artístico
propuesto por Cicerón: " Todos los hombres, por obra y gracia de una
facultad interior, están capacitados para distinguir en el arte lo bueno de
lo malo, incluso desconociendo las normas que lo rigen".[4] Durante muchos
siglos se entendió que esta facultad de distinguir lo bueno de lo malo en
el arte radicaba en la razón.

Sobre el particular, podemos ahondar considerando que, por ejemplo, en la
misma cultura Romana está presente el juicio de Horacio expresado, sobre
todo, en su Ars Poetica, aclamada durante mucho tiempo como "inmortal
producción del mejor de los críticos".[5] El mismo adjetivo que utiliza Don
Raimundo de Miguel nos orienta hacia la temática propia de esa obra: la
crítica.[6] El arte, en este caso poético, pasa por una serie de juicios
racionales que le restan "substancia creativa"[7] a la producción
artística.


Incoeptis gravibus plerumque et magana professis

Purpureus, late qui splendeat, unus el alter
Assuitur pannus; cum lucus et ara Dianae
Et properantis aquae per amoeos ambitus agros,
Aut flumen Rhenum, aut pluvius describitur arcus[8]

Mucho ha de cuidar el poeta, según este texto de Horacio, el dejarse
llevar por la emoción de la obra y deberá permanecer dentro de los límites
de la moderada expresión. Deberá evitar a toda costa que estén presente
"retazos de púrpura", es decir, debe ser parco en sus manifestaciones
artísticas, metáforas y otros recursos literarios, para poderse considerar
entre los grandes. Aunque inmediatamente después de estos versos explica:
"sed nunc non erat his locus",[9] no se puede negar que esta llamada a la
moderación nos habría dejado sin las grandes obras del barroco,
caracterizado por la profusión de figuras y ornatos excesivos en cualquiera
de las artes, reflejo de una sociedad en sobreabundancia, o el casi
ininteligible[10] estilo del culteranismo español, donde toda la obra es,
no un retazo de púrpura, sino el lienzo completo, recamado en vistosas
figuras literarias:

Erizo es, el zurrón, de la castaña;
Y – entre el membrillo o verde o dilatado –
De la manzana hipócrita, que engaña
- a lo pálido no -: a lo arrebolado;
y de la encina, honor de la montaña
que pabellón al siglo fue dorado, aunque grosero,
del mejor mundo, del candor primero.[11]
No sólo contra la sobreabundancia, sino contra la dilación del tema central
habla también Horacio:
Ordinis haec virtus erit, et venus, aut ego fallor,
Ut jam nunc dicat jam nunc debentia dici;
Pleraque differat, et praesens in tempus omittat;[12]

O, en la segunda parte de este precepto, insistir en que el autor de un
poema deba tener el tino necesario para saber qué temas ha de escoger y
cuáles ha de dejar de lado, acaso por lo inapropiado de ellos: " Hoc amet,
hoc spenat promissi carminis auctor".[13] Sin embargo, en sentido estricto,
no existe un tema que, sea ajeno a la producción artística, por ejemplo,
¿qué decir de la siguiente obra de Wildgans?

Un poco más debajo de la urbe en que se yerguen los palacios
Y las torres de las catedrales perforan las nubes,
En que el viento agita las ramas en flor de los jardines
Y vagabuendean los pasos ociosos
Un poco más debajo de la urbe en que corren frenéticos los coches
[...] un poco más debajo de la urbe ¡están la cloacas!
¡Por ahí se escurren y juntan los desechos!
Cuanto deleitó lascivos paladares
Y con llamas picantes
Desencadenó los pulsos
Placer, exitación... se ha hecho fango;
Cuanto ha calmado la gran hambre de millones de vientres, urgencia
masticada y digerida,
La comida,
Todo es ahora estiércol y es papilla
¡Humeante fetidez y espuma![14]
Pudiera intentarse hacer una interpretación metafórica de estos versos, en
la cual se probara toda suerte de explicaciones sociales, buscando una
referencia a lo oculto que llevan los seres humanos que aparentemente no
tienen nada de criticables; sin embargo, el mismo autor que cita a Wildgans
lo hace en referencia a la existencia de lo banal en la poesía. Pero esto
sólo es posible en el arte moderno – entiéndase contemporáneo – cuando el
mundo ha tenido tiempo de asimilar la premisa de Kant sobre el hecho de que
el juicio estético está basado en la sensibilidad del sujeto y que, por
tanto, no existe " normativa estética alguna que determine conceptualmente
lo que es bello", [15] de ahí que, al ser el arte lo bello artificial – en
el sentido de que es lo bello producido por el hombre -, tampoco acepte
determinaciones conceptuales que universalmente distingan lo artístico de
lo no-artístico.

Así pues, esa "facultad interior" de la que hablaba Cicerón no es
identificable con la razón. Él, sin embargo, no estaba equivocado en su
propuesta. Lo que ha sido erróneo durante mucho tiempo en varios autores,
es la interpretación que de ella se ha hecho generalmente. De aquello de
que "todos los hombres" puedan distinguir lo artístico de lo no-artístico
gracias a una "facultad interior", no se sigue que dicha facultad sea
necesariamente la razón. Parece olvidarse que, ante todo, lo bello del arte
es captado de manera intuitiva por una suerte de intuición que ha sido
llamada estética y que ésta "non est operatio vel pure
cognoscitiva: Requirit quidem cognitionem, quia de obiecto non cognito,
nulla dellectatio [...] Neque est operatio vel ordinis
volitivi [...] Est sine ullo sensu vel tendentia commodi vel
utilitatis"[16]

Esta exigencia de "desinterés" que marca la cita anterior, es la tesis
principal de este escrito. Por eso tanta insistencia en no acartonar la
obra de arte con una serie de utilidades políticas, sociales o meramente
racionales o de preceptos como los de Horacio. Claro que no soy tan ingenuo
como para creer que de un plumazo se puedan borrar todos los aciertos que
este autor latino tiene en su obra, en especial en Ars Poetica, ¡Por algo
ha traspasado las fronteras del tiempo! Lo que aquí se intenta poner de
relieve es que tanto esfuerzo por delimitar lo que es una buena obra de
arte la esteriliza, convirtiéndola en un producto artesenal. Pero ¿qué
estoy diciendo ahora? ¿ La artesanía no es arte? Pues no en sentido
estricto. El arte de suyo es una actividad inútil, la artesanía es un útil
embellecido artísticamente.[17] Este punto sí es rescatado en el mencionado
texto de Horacio.[18] Aquí recuerda que existen profesiones necesarias a la
sociedad, como la jurisprudencia, y otras, como la poesía, – ejemplo para
nosotros de toda actividad artística - , que son un lujo de la
sociedad[19]:
O major[20] juvenum, quamvis et voce paterna
Fingeris ad rectum et per te sapis, hoc tibi dictum
Tolle memor: certe medium[21] et tolerabile rebus
Recte concedi. Consulius iuris, et actor
Causarum mediocris abest virtute deserti
Messalae, nec sicit quantum Casselius Aulus[22];
Sed tenem in pretio est […]

Horacio menciona estos personajes famosos para referirse – por medio de
esta sinécdoque – a cualesquiera otros hombres de gran mérito en su
respectiva profesión, los cuales, en sentido estricto, son "garbanzos de a
libra" y, sin embargo, sus colegas inferiores consiguen, en aras de la
necesidad de su actividad, una estima social relativamente importante. Lo
mismo no se puede decir del artista[23].

[...] Mediocribus esse poetis
Non Di, non homines, non concesse columnae[24].

Y esto por ser la poesía puro deleite, una actividad no necesaria en la
sociedad y, a los ojos del hombre contemporáneo, inútil, vista desde la
perspectiva pragmática de nuestra sociedad. Pero ¿ es realmente necesaria
esta característica para la obra de arte? Si tomamos en cuenta que el arte
está íntimamente relacionado con la experiencia estética y que ésta surge
desinteresadamente, la respuesta debe ser afirmativa.

En el fondo de la reflexión sobre la experiencia estética ha estado como un
continuo, a lo largo de la historia, el desinterés como condición esencial,
en la obra de autores como Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás de
Aquino, Schiller, entre otros. La experiencia estética, tanto de origen
natural (lo bello natural), como artificial (lo bello artístico), debe
poseer una dosis de desinterés en su origen para gozarse con mayor
profundidad, aunque, claro está, nunca el hombre logra despojarse
completamente del móvil del interés. Sin embargo, la meta es esa. Así lo
apuntaba ya Schopenhauer:

Al poeta que canta una mañana serene, un hermosa tarde, una
apacible noche de luna, etc., lo que le inspira, aun a pesar
suyo, es el sujeto puro de conocimiento que evoca la visión de
esas bellezas de la Naturaleza, espectáculo ante el cual, toda
la agitación de la voluntad desaparece de la conciencia,
encontrando el corazón entonces ese reposo que no puede
alcanzar de otro modo en la tierra.[25]

En medio de esta contemplación, el verdadero artista, según Schopenhahuer,
logra safarse de las inclinaciones de la voluntad. Es en este sentido que
afirma que el conocimiento, excede, con mucho, a la voluntad y, por ello,
el móvil del interés. Sin embargo, estudios más recientes, logran superar,
incluso, el proceso intencional del conocimiento:

La creación se produce en ese estado de supresión del cerebro,
en ese instante de reposo en la danza, en el silencio fuera
del tiempo cuando todo queda quieto y fluido y se recombina en
impensadas asociaciones. Así surgen las obras de arte [...]:
como sonrisas misteriosas entre los esfumados de Leonardo;
como el tema de violines sobre el murmullo difuso de arpa en
el adagio de Maheler, que Visconti supo llevar
maravillosamente a la imagen, asociándolo a los tornasoles y a
las reverberaciones del agua en un neblinoso amanecer
veneciano.[26]

O de la razón, en general:

Por supuesto, en la obra de arte –en un poema, por ejemplo-
pueden existir elementos dirigidos a la razón que la
estimulan, pero cuando esa obra es realmente artística, la
participación de la razón en la respuesta [ y yo afirmaría que
incluso en la producción de la misma] se ve desbordada en un
sentimiento oceánico, ilimitado y por tanto indefinible, sin
fronteras, no conceptualizable, ajeno a la razón, que se
difunde como un estado psicosomático por todo el cuerpo.[27]

Y es por esto que, existe una diferencia abismal entre el arte de un
desnudo y ese mismo cuerpo en un producción pornográfica. No se trata,
desde luego, del simple hecho de referirse a momentos, actos, situaciones,
palabras que lleven una connotación sexual. La actividad sexual por sí
misma no entraña la designación peyorativa de pornografía.[28] No es,
tampoco, por que su observación despierte una conmoción corporal, aunque
ésta sea placentera. Racionero define a la obra de arte precisamente por
esta característica:

Arte es cualquier producción humana que provoca en el
espectador una emoción. Emoción es una descarga del sistema
nervioso que, al superar un nivel de intensidad, escapa al
control de la razón y deviene autónoma como un reflejo
condicionado: es el escalofrío producido por la música, el
sobrecogimiento que nos embarga al oir un poema sublime, el
abandono estático que nos invade al recibir cualquier
impresión sensorial por un acto humano de gran fuerza.[29]

Sino por el hecho de que esta respuesta es la finalidad misma de la obra,
mientras que en el arte, aunque "difund[a] en público lo que propiamente
constituye un aspecto privado de la actividad sexual",[30] la emoción que
despierta no se busca per se, aunque, de hecho, esté presente. Elaborar un
algo –pintura, escrito, fotografía, etc.- con la intrínseca finalidad de
despertar el deseo sexual, hace que deje de ser arte porque desaparece el
desinterés del que habíamos hablado. La "explotación [de temas o
situaciones eróticas] con ánimo de excitar morbosamente al lector o
espectador"[31], produce, en este caso, que se traspase la frontera entre
lo artístico y "lo obsceno". Por ello se llama pornografía[32], porque
prostituye lo que por naturaleza era gratuito.

Por extensión, algo semejante pasa con otras creaciones pseudoartísticas.
La técnica al realizarlo, el esplendor del objeto, la conmoción a la que
induce pueden ser idénticas a lo que el arte real provoca, pero si, en su
origen, fueron producidas por alguna finalidad extraña al arte mismo y no
por la imperiosa necesidad de hacer lo que la inspiración dicta, porque de
lo contrario "moriría"[33] el artista, se estaría vendiendo, lo que de suyo
es gratuito y, si se me permite hablar en estos términos, se estaría
degradando el arte en artesanía.

Hemos visto que el fundamento de aquello que debe ser considerado arte es
el desinterés que acompañó su producción, en otras palabras, la inutilidad
misma de la obra de arte por sí misma. Otra cosa supone el hecho de que el
espectador pudiera utilizar la obra de arte para algo, por ejemplo, tapar
una mancha en la pared con la Gioconda; sin embargo, esto no afectaría su
incardinación en el catálogo de las obras de arte de la humanidad. Pero, en
la medida en que la utilidad vaya ganando terreno en la producción de algo,
ese algo se va alejando de lo que realmente es arte.

Así tenemos que, algo bello que carece de utilidad es arte; pero, si se
produce algo útil a lo que se le dota de cierta belleza, será artesanía;
por ejemplo, una vasija que de suyo pueda contener algo, si además está
bellamente decorada, es posible que alcance niveles altos de apreciación.
Por ello Collingwood sostiene que en toda artesanía, a diferencia de lo
que es arte, " medio y fin se relacionan de un modo en el proceso de la
producción [...] . El fin se piensa primero y después se piensa el
medio".[34]

Quizá en lo que adolece la teoría de Collingwood en lo concerniente al arte
y a la artesanía es en que habla indistintamente de artesanía como técnica.
La técnica, sería un escalón más abajo[35] con respecto al arte. La
técnica, para él, es lo útil sin pretensiones de belleza. Un martillo no
tiene por que ser bello, lo que interesa de él o de un engrane o de una
yunta, etcétera, es que sirvan, aunque no causen ninguna conmoción al ser
contemplados. A esto, alejándonos de la nomenclatura de Collinwood, lo
llamaremos artefacto. En cambio, nosotros consideraremos que en la técnica
se combinan, por un lado la utilidad y por otro el conocimiento
–conocimiento técnico, valga el aparente barbarismo- producto del
intelecto práctico y que durante mucho tiempo se llamaron artes, en el
sentido de la capacidad de producir una acción predeterminada.

En el extremo opuesto del arte se encuentra la ciencia pura. Ésta, al igual
que aquél representa un estado del espíritu en el cual, según la teoría
propuesta desde Aristóteles[36], se busca la contemplación, en esta ocasión
por medio del intelecto especulativo en lugar de que sea por medio de la
experiencia estética, de su objeto conocido como verdad, mientras que en el
arte, el objeto es, ya lo hemos dicho, la belleza artificial.

Pero si seguimos la misma lógica con la cual hemos recorrido desde el arte
hasta el artefacto, salta a la vista que aún resta un posible fenómeno, en
el cual se conjuga la contemplación de la realidad, propia de la ciencia
pura con la utilidad propia de la técnica, de la misma manera como existía
un fenómeno intermedio entre el arte puro y la técnica que era la
artesanía. Este nuevo fenómeno es la ciencia práctica, es decir, aquél
conocimiento que tiene por finalidad dominar, controlar o manipular la
realidad en beneficio del hombre. Estos son los estados del espíritu que
menciona Aristóteles:

Por consiguiente, como acabamos de decir, el hombre de
experiencia parece ser más sabio que el que sólo tiene
conocimientos sensibles, cualesquiera que ellos sean: el
hombre de arte [en el sentido de técnica], lo es más que el
hombre de experiencia; el operario es sobrepujado por el
director del trabajo, y la especulación es superior a la
práctica[37].

De esta forma, en los extremos de aquello que se conoce, tanto con la
facultad estética, como con el intelecto especulativo, se encuentran formas
de actividad humana que resplandecen por su "inutilidad". Claro que en
ambos casos se puede argüir que estas actividades no son completamente
inútiles, lo cual es verdad desde cierto punto de vista. Por supuesto que
en el fondo de toda actividad humana se encuentra un interés; pero, en la
medida en que nos alejemos del interés puro y se busque el puro ideal de la
ciencia o del arte, se irán actualizando lo que de momento sólo son
actividades potencialmente inútiles. Todo lo dicho hasta aquí se
visualiza mejor en el siguiente cuadro:


"FENÓMENO "DESCRIPCIÓN "FACULTAD "
"ARTE "Lo inútil a la vez que"Facultad estética ( La"
" "bello (artificial) "cual no es una "
" " "facultad en concreto "
" " "sino la suma de "
" " "sentido, conocimiento "
" " "y emoción) "
"ARTESANÍA "Lo útil embellecido "Facultad estética + "
" " "intelecto Práctico "
"ARTEFACTO "Lo meramente útil "Intelecto Práctico "
"TÉCNICA "Lo útil razonado "Intelecto Práctico "
"CIENCIA PRÁCTICA "El conocimiento de la "Intelecto práctico + "
" "realidad, aplicado "Intelecto especulativo"
"CIENCIA ESPECULATIVA "La contemplación "Intelecto especulativo"
" "(inútil) de la " "
" "realidad " "

Pero hasta aquí no se ve claro aún por qué el título de esta serie de
reflexiones presenta la aparente contradicción utilidad-inutilidad. Esto es
porque, aunque, en efecto, genéticamente[38] el arte se constituye por su
inutilidad, esto no supone que no pueda, a posteriori, encontrársele una
utilidad para la sociedad en la que surgió. Todo ello debido a que, una vez
que sale de "las manos" del artista, el arte recobra nuevamente vida en las
del espectador:

Es la insistencia en el retorno del arte a la vida, a través
de su impacto en el espectador, el único criterio objetivo que
nos permite delimitar lo que es el arte en una época de
transición como la nuestra. La materia prima del arte es la
emoción, del mismo modo que en la ciencia es el conocimiento.
La ciencia es racional, lineal, concatena argumentos por
inducción y deducción; el arte es irracional, emotivo, un
campo difuso de sensibilidad que asocia formas por
intuición.[39]

Desde esta perspectiva, tanto en el artista como en el espectador, se
produce una emoción. En el primero al contemplar la realidad o
imaginársela; en el segundo, al contemplar la obra de arte. El espectador,
en este sentido, se re-encuentra con la realidad percibiéndola desde la
perspectiva del artista, es decir transfigurada, gracias al nuevo estado de
ánimo producido por la emoción. Esta doble emoción, la del artista y la del
espectador, constituye, en palabras de Racionero, la segunda vida del arte
y es a la vez, para nosotros manifestación de su gran utilidad, de su
función social: El mundo ya no vuelve a ser como antes, sino que ha sido re-
creado por medio de la inutilidad y ha develado, gracias a la actividad del
"hombre excepcional (como lo son por encima de todos los artistas en el más
alto sentido de la palabra)",[40] algo que el común de los hombres no
hubieran podido.

¿Qué sucede aquí? ¿Qué se lleva acabo en la obra? El cuadro de
Van Gogh es la divulgación de lo que el material, un par de
zapatos de campesino es en verdad. Esta entidad emerge en la
revelación de su ser. Los griegos llamaban aletheia a la
revelación de los seres. Nosotros le llamamos 'verdad'[...] Si
ocurre en la obra la revelación de un ser en particular, al
revelar cómo es y qué es, se produce un acontecimiento, un
suceso de verdad.[41]

Esta develación o alétehia de la realidad es la utilidad inútil del arte.
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* Universidad Intercontinental. Escuela de Filosofía.
[1] HOFMANN, Werner, Los fundamentos del arte moderno, Ediciones Península,
Barcelona, 1987. Pág. 16
[2] Ibidem , pág 12
[3] Ibidem, pág. 28
[4] Citado por Hofmann en Op. Cit. pág 13
[5] DE MIGUEL, Raimundo, Curso Práctico de Latinidad, Editorial Agustín
Jubera, Madrid, 1876. Página 455
[6] Etimológicamente, Crítica deriva de kðrðiðtðoðVð,ð ðque significa
juicio, de tal maκριτος, que significa juicio, de tal manera que el crítico
es el que juzga y tradicionalmente se ha aceptado que la facultad que logra
inferir un juicio – afirmación o negación de una idea con respecto de otra
– es la razón. Así que, si a Horacio le reconocemos el hecho de ser el
"mejor de los críticos" de arte, lo que rescatamos de él es capacidad de
racional ejercida sobre el arte. Esto, como lo veremos un poco más
adelante, supone invadir el campo de un fenómeno no racional con las reglas
y la lógica de la razón.
[7] Cf. Nota Número 1
[8] HORACIO, Ars Poetica, II, 14 – 18
"Sucede muchas veces que proponiéndose el poeta desarrollar un argumento
grave y sublime, viene a deslucirse por zurcir aquí o allá retazos de
púrpura que llaman la atención; como cuando se pone a describir el templo y
el altar de Diana, los giros del fugitivo arroyo que corre por los bellos
campos o el Río Rhin o el arco iris". ( La Traducción de los textos en
latín es mía, en el caso específico de textos en verso, no se intentará
conservar la grandeza de la rima y ritmo, sino hacer la versión de modo que
quede lo más lo inteligible posible. )
[9] Ibidem, II, 19
" Mas aquél no era su lugar [oportuno]"
[10] Para el común de los hombres de nuestra época
[11] GÓNGORA, Luis de, Fábula de Polifemo y Galatea.
[12] HORACIO, Op. Cit. VI, 42 – 44
" Todo el mérito y toda la gracia de este orden consiste, si no me engaño,
en contar desde luego lo que debe contarse sin demora, reservando lo demás
para cuando sea tiempo"
[13] Ibidem VI, 45
[14] Citado por PFEIFFER, Johannes, La poesía, Editorial Fondo de Cultura
Económica, México, 1986. Colecc. Breviarios No.41, pág. 57
[15] Citado por Hofmann, Op. Cit. pág 25
[16] FERNÁNDEZ , Clemente, "Metaphysica Generalis", en PROFESORES S.I.,
Facultatum Philosophiae in Hispania, Philosophiae Scholasticae Summa, BAC,
Madrid, 1964. Págs. 581-582
" no es una operación o función puramente cognitiva: Se requiere algún
conocimiento, porque de un objeto no conocido, [nos se tiene] alguna
delectación [...] Ni es una operación o función del orden volitivo [...]
Existe sin algún sentido o tendencia conveniente o utilidad". Las negritas
son mías.
[17] Sobre el particular regresaremos un poco más delante.
[18] Ars Poetica, XXVIII, 366-384
[19] XXVIII, 366-372
"Oh joven, el mayor, aunque las instrucciones de tu padre te llevan por la
senda del acierto, y tienes además un criterio excelente, grava en tu
memoria lo que voy a decirte: en ciertas profesiones se toleran, y con
razón, las medianías. Aunque un jurisconsulto, que lleva las causas
mediocremente, esté muy lejos de tener la arrebatadora elocuencia de un
Mesala, ni el saber de un Causelio Aulo, sin embargo, aun así, son tenido
en estima [...]
[20] Se refiere al hijo mayor de Pisón. Esta obra está dedicada a los hijos
de este noble romano.
[21] Medianía: pues es imposible que todos ejecuten con maestría suprema
estas actividades, pero al ser necesarias es preciso tolerar a los medianos
ejecutores, ¡peor es nada!
[22] Mesala Corvino era un famaso orador por su elocuencia y Aulio Caselio
Vindice, es un famaso abogado romano
[23] Ars Poetica, XXVIII, 372-373
"[...]Pero, a los que son poetas mediocres, ni los dioses, ni los hombres
ni el teatro mismo los toleran"
[24] Literalmente columnas, pero en varios autores latinos columnae hace
referencia al lugar del teatro que era sustentado preciosamente por
columnas
[25] SCHOPENHAHUER, A., Elmundo como voluntad y representación, Libro III,
capítulo 30
[26] RACIONERO, Ll., Arte y Ciencia, Laia, Barcelona, 1986. Pág. 33
[27] Ibidem, pág. 124
[28] Del griego πορνος, prostituta; γραϕειν: escritura
[29] Op. Cit. pág. 124
[30] MORAWSKI, Stefan, Fundamentos de Estética, Ediciones península,
Barcelona, 1977. Pág. 388
[31] idem
[32] Cf. Nota 28
[33] En el sentido que Rilke se dirige a su admirador Kappus cuando éste le
pregunta si sus versos son buenos o no.
[34] COLLINGWOOD, R.G., Los principios del arte, Fondo de cultura
económica, México, 1993
[35] Por decirlo de alguna manera. En realidad, lo que se trata de
manifestar es que es un fenómeno un poco más distante del arte, en tanto
que se aleja aún más y más de la inutilidad propia del éste.
[36] Cf. Metaf. ", 1, en donde se muestra que ( en palabras del mismo
Aristóteles) "la especulación es mejor que la práctica". Si nos atenemos a
la definición etimológica de especulación, debemos reconocer su innegable
vocación que la aleja de la utilidad. En efecto, deriva del latín Speculum-
i, es decir, espejo. Ante un espejo, uno mismo se contempla, sin
posibilidad de modificar la imagen observada. Las ciencias especulativas, o
como decimos en el texto, ciencias puras, buscan conocer la verdad, no
modificar la realidad. Esta última es la finalidad propia de las ciencias
prácticas o de la técnica, que busca conocer para modificar o manipular la
realidad. En el citado texto aristotélico, a esta forma de conocimiento
utilitario se le llama arte. Sin embargo, no debemos confundirnos con el
fenómenos que es objeto central de reflexión de esta investigación. A ello
me refería cuando afirmaba que éste era un punto débil en la teoría de
Collinwood. Él, como se explicado anteriormente llama a este conocimiento
de corte práctico artesanía, sentencia que se aleja de lo que aquí se
quiere proponer.
[37] ARISTÓTELES, Loc. Cit.
[38] En el sentido de "por su propio origen"
[39] RACIONERO, Ll., Op. Cit. pág. 123
[40] SCHELLING, Friederich Wilhelm Joseph von, Sistema de idealismo
transcendental. Citado por BUSS MITCHEL Helen, en Raíces de la sabiduría,
Tomo II, International Thomson Editores, México, 1998. Pág. 333
[41] HEIDEGGER, Martín, "El origen de la obra de arte", en Poesía,
lenguaje, pensamiento, Harper and Row, Nueva York, 1971. Pág. 74
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