La Última Cena de Leonardo

July 8, 2017 | Autor: Sandra Accatino | Categoría: Leonardo da Vinci, Renacimiento
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Descripción

El Arte de Mirar

LA ÚLTIMA CENA Leonardo da Vinci

(c.1498. Refectorio de Santa Maria delle Grazie, Milán) A diferencia de lo que hubiera hecho cualquier otro artista italiano del período, Leonardo no pintó el muro del convento dominico con la tradicional técnica del fresco, sino con temple y óleo. El fallido experimento, que provocó el rápido deterioro de la pintura, le permitió conseguir las tenues graduaciones de las luces y de las sombras, las brillantes tonalidades de los colores y la vívida presencia de los objetos y de los apóstoles, provocando la admiración de sus contemporáneos. POR SANDRA ACCATINO

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A C I A F I N A L E S D E L S I G L O X V,

la última cena era en Italia un motivo habitual en la decoración de los comedores de los monasterios, que buscaban reproducir al interior de sus recintos los distintos momentos de la vida de Cristo. Reunidos en torno a una mesa al igual que Jesús y sus apóstoles, los religiosos compartían imaginariamente el espacio y la ocupación del Salvador y, colocados frente a la pintura, eran testigos del momento en que partió el pan entre sus discípulos, prefigurando su propio sacrificio. Acostumbrados a ver «La Última Cena» en reproducciones que la aíslan de su contexto, olvidamos que Leonardo da Vinci (1452-1519) la ubicó en un lugar que simula el segundo piso del comedor, recreando con exactitud, a través de la perspectiva, la descripción de los evangelios. Si además tenemos en consideración que, al igual que los apóstoles que rodean a Cristo en la pintura, los religiosos se comunicaban durante las comidas silenciosamente a través de gestos, la sensación de una continuidad SANDRA ACCATINO es académica del departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado. Ha publicado diversos capítulos de libros, artículos y ensayos sobre pintura europea, arte de la memoria, coleccionismo y artistas chilenos contemporáneos. 18 I La Panera

con el que herirá en Getsemaní a uno de los captores de entre la vida y la imagen se vuelve todavía más intensa. En «La Última Cena», al centro de la composición, en Cristo. Judas, en las sombras, sujeta la bolsa con los denael lugar en el que convergen todas las líneas del traza- rios y se apronta a tomar el pan untado, la señal que ha do de la perspectiva, Cristo aparece, aunque rodeado dado Jesús a Juan para que reconozca al traidor. Al ubicar a Judas junto a Pedro y a Juan, Leonardo por sus apóstoles, ensimismado en su propia soledad, no siguió la forma en que convenen el momento en que afirma que cionalmente se pintaba este motivo, uno de ellos lo traicionará. Lo que «LA ÚLTIMA CENA» aislando a Judas en el otro lado de Leonardo representa entonces no c. 1498, 460 por 880 cm., Milán, la mesa, frente a Cristo, ya desde un es un solo instante, sino el desplie- Refectorio de Santa Maria delle Grazie. principio condenado. Fiel a la predigue de los distintos momentos que cación de los dominicos y a la imrevelan la reacción que estas pala- De izquierda a derecha, Leonardo portancia que en ella tenía el libre bras despertaron en cada apóstol, representó a Bartolomeo y Santiago el albedrío y la gracia, Leonardo reprela graduación y la variedad que los Menor movidos por la misma curiosidad sentó a Judas en igualdad de condistintos caracteres imprimen a las que Pedro; a Andrés (que hace con sus diciones respecto a los otros apósemociones que experimentan y manos un gesto que Leonardo describirá toles, no previamente destinado a que caracterizan a cada discípulo como “de la sorpresa”); a Judas, Pedro cometer la traición. A diferencia de y Juan; a Cristo; a Tomás, que señala con en la narración evangélica. Pedro (que también negará a Cristo, A la derecha de Cristo, Leonar- el índice la presencia de la divinidad; a do reunió a Juan, Pedro y Judas. En Santiago el Mayor y a Felipe; y finalmente, pero se arrepentirá), Judas permanece en silencio, lejos del arrepentieste nudo de tres personajes (el más en el último grupo, a Mateo y a los hermiento y del perdón. En la pintura, él amado, el que fundará iglesia, el que manos Judas Tadeo y Simón discutiendo. voluntariamente aparta su cuerpo entregará a Jesús) se concentra la intensidad y la profundidad del relato pictórico. La juventud del resto de los apóstoles, permaneciendo a contraluz y la suavidad de Juan, que acaba de preguntar disimulada- y en las sombras, desequilibrado y en desorden –como mente a su maestro quién lo traicionará, contrastan con la escribió santo Tomás sobre el pecado– respecto al flujo vejez y el carácter iracundo e impaciente de Pedro, que lo de las pasiones y sentimientos de los otros apóstoles, interroga con una mano y con la otra sostiene el cuchillo señalando, con sus elecciones, su condena.

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