LA TURQUESA DEL NEVADO DE TOLUCA.pdf

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Descripción

LA

Publicación de arte, cultura y sociedad

LUNA Segunda de Octubre 2015

No. 217

La turquesa del Nevado * Abarcan un lapso muy prolongado que va de 1,200 años, aproximadamente, a por lo menos las primeras décadas del siglo XX. En el área del Lago de Sol las ofrendas se colocaron a finales del Epiclásico e inicios del Posclásico Temprano, y de este periodo en adelante, en la zona del Lago de la Luna. Crédito/ Mauricio Marat.

F

echamientos recientes han venido a confirmar y precisar el dilatado uso ritual del Nevado de Toluca, algo que ya advertían en sus crónicas los frailes Bernardino de Sahagún, Juan de Torquemada y Alonso Ponce, o Jacinto de la Serna en su Tratado de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, y otras costumbres de las razas aborígenes de México, en los siglos XVI y XVII. Distintos métodos de datación aplicados en diminutas muestras tomadas de materiales arqueológicos recuperados por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en la cima del Xinantécatl, apuntan a que éstos se depositaron en un lapso muy prolongado: de 1,200 años, aproximadamente, a las primeras décadas del siglo XX. Pero hay acotaciones. A partir de los resultados de distintas técnicas de registro, se puede establecer que, en el área del Lago de Sol, las diversas ofrendas se colocaron hacia finales del Epiclásico (650-900 d.C.) e inicios del Posclásico Temprano (900-1520 d.C.), y en la zona del Lago de la Luna los materiales proceden de este periodo en adelante. Iris Hernández Bautista y Roberto Junco, especialistas de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS), compartieron estas conclusiones producto de ocho años de trabajo de gabinete y análisis de materiales, en la pasada 10ª Semana de Antropología de la Montaña que se llevó a cabo en el Museo Nacional de Antropología. Las temporadas en campo del proyecto multidisciplinario de la SAS en el Nevado de Toluca consistieron en recorridos y excavaciones terrestres e inmersiones. En 2007, 2010 y 2012 se recolectaron materiales arqueológicos en cinco sitios ubicados en las crestas y el cráter: La Estructura, El Mirador, el Lago del Sol, El Ombligo y el Lago de la Luna. Se obtuvieron láminas de madera de forma serpentina (la mayor de 122 cm de largo) que aluden al cetro de Tláloc, uno de los atributos de esta deidad; esferas y conos de copal, púas

de maguey que servían para el autosacrificio, cerámica y lítica. Uno de los estudios más profundos es el referente a los objetos de lapidaria de las ofrendas ubicadas, principalmente, en El Mirador y en la orilla oeste del Lago del Sol. Esta colección está conformada por cerca de 4,250 artefactos, entre los que sobresalen teselas de turquesa, discos de pizarra y numerosas cuentas de piedra verde. El doctor Emiliano Melgar Tízoc, investigador del Proyecto Templo Mayor, e Iris Hernández, de la SAS, emprendieron los análisis de esta recopilación aplicando microscopía electrónica de barrido, arqueología experimental y cotejo con muestrarios similares. En cada caso se pudo distinguir un estilo lapidario de manufactura distinto y proponer una temporalidad respecto al momento en que fueron elaborados. “La turquesa del Nevado de Toluca se asocia a la tradición lapidaria del hoy suroeste de Estados Unidos. Se trata de turquesa química proveniente de la zona de Arizona y se ubica entre el 900 y 1200 d.C. Las piedras verdes identificadas como jadeíta proveniente del río Motagua son de tradición lapidaria maya, y se ubican desde el Clásico hasta el Posclásico Tardío (200 d.C.-1500 d.C.). “La pizarra se relaciona con la tradición lapidaria teotihuacana. Es posible que estos materiales hayan sido traídos de la metrópoli, y tenido un vínculo con ésta o tal vez fueron manufacturados después por artesanos relacionados con dicho estilo lapidario, considerando que tras la caída de Teotihuacan hubo una fuerte migración de sus habitantes hacia el Valle de Toluca”. A partir de este estudio profundo de las huellas de manufactura y dado que en el sitio El Mirador se localizó la Estela de Teotenango (datada para el Clásico Tardío), además de la correlación con los materiales cerámicos, “es probable que la ofrenda de turquesa y piedra verde se haya depositado, tanto en el Lago del Sol como en El Mirador, hacia finales del Epiclásico y principios del Posclásico Temprano”.

Muestras de carbón contenido en el estuco de arreglos arquitectónicos simples: cimientos y alineamientos localizados en la ladera noreste del Lago de la Luna; de copal y madera de alguno de los cetros Tláloc, fueron examinados por la doctora Corina Solís Rosales en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores (LEMA), de la UNAM. Con calibraciones de 95 por ciento, la porción de carbón del estuco se fechó entre 1426 y 1618 (el Posclásico Tardío y la época virreinal), aunque la experta Iris Hernández precisa que la datación es sobre la leña usada para elaborar el estuco o argamasa. El copal excavado en la orilla noreste del Lago de la Luna también dio fechas similares. El fragmento de lámina de madera proveniente del Lago del Sol fue calculado a inicios del Posclásico Tardío, hacia 1280-1395 d.C. Este dato modifica la idea previa de que los cetros Tláloc del Nevado de Toluca se asociaban al Posclásico Tardío y al dominio del Valle de Toluca por la Triple Alianza. “Ahora hay muestras de que los cetros Tláloc no eran de tradición mexica sino matlatzinca, ya que la Triple Alianza llegó al Valle de Toluca hacia 1473 y los datos que estamos viendo son anteriores a esa época. “Hay elementos que tienen una continuidad temporal en el culto al Nevado de Toluca, demostrada y contrastada con documentos de los siglos XVI y XVII, pero también con análisis científicos recientes, incluso en 1966 la revista Radiocarbono dio a conocer el fechamiento de un trozo de copal: hacia 1930, es decir, se colocó en pleno siglo XX”. Iris Hernández comentó que el copal es un material más “confiable” en términos de fechamiento, porque parte del análisis de la resina del árbol, es decir, de cuando éste estaba vivo. De ahí que se tomarán muestras de las 27 piezas de copal, entre conos y esferas, recuperadas por la SAS en el Nevado de Toluca para estos propósitos.

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