La triste y cándida historia de Ilma y de su padre desalmado. Violación dentro del matrimonio en Ayutla, Oaxaca

July 9, 2017 | Autor: V. Vázquez García | Categoría: Oaxaca, Matrimonio, Violación
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Descripción

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La triste y cándida historia de Ilma y de su padre desalmado. Violación dentro del matrimonio en Ayutla, Oaxaca Verónica Vázquez García y Carolina Muñoz Rodriguez Segundo lugar en el Concurso de Ensayo, Documental y Reportaje Escrito “Género y Justicia” 2012 Programa de Equidad de Género, Suprema Corte de Justicia de la Nación Premiación realizada el 17 de junio de 2013 Disponible en http://www.equidad.scjn.gob.mx/spip.php?page=ficha_biblioteca&id_article=1739

Introducción Existen varios tipos de violencia de género. La distinción es meramente metodológica, puesto que suelen presentarse combinados, cada uno con su propia magnitud e intensidad. La violencia física comprende una escala de conductas que agreden directamente el cuerpo de las mujeres, provocando un daño o intento de daño temporal o permanente. La sexual consiste en obligar a sostener relaciones sexuales; suele venir acompañada de violencia física o psicológica. La psicológica se asocia con un primer episodio de violencia física, en la que las amenazas y gritos se traducen en miedo. La agresión es directa a la psique mediante insultos, humillaciones, intimidaciones (Corsi, 1994; Cortés, 2006; Vázquez y Castro 2008; Castro y Vázquez, 2008). La violencia económica se da cuando la mujer es excluida de la toma de decisiones sobre los ingresos, hay otra familia con la cual se tiene que compartir el patrimonio o en su defecto quedarse sin éste (Hernández, 2004; Hernández et al, 2010). Finalmente, la violencia institucional es aquella desplegada por instituciones del Estado, el cual falla en su obligación de garantizar la seguridad pública, la armonía social y los derechos de distintos grupos sociales. La impunidad derivada de la inacción o complicidad del Estado contribuye a la violencia de género, haciéndola más endémica y brutal (Gutiérrez y Apignani, 2010). En las comunidades indígenas de México, las construcciones de género se reproducen a través de normas, costumbres e instituciones propias de contextos culturales específicos. La violencia puede llevar nombres distintos (pelear con la mujer o con la familia, sustos, corajes, muinas), pero se presenta bajo las mismas formas (González 2004). Desde pequeñas, las mujeres están expuestas a medidas correctivas que son interiorizadas y legitimadas mediante el uso de la violencia (Martínez y Mejía, 1997; Hernández et al, 2010). Dichas medidas continúan durante la edad adulta, ya que el jefe de familia goza de autoridad para “disciplinar” a toda la familia, incluyendo a su esposa. La medida correctiva o castigo se extiende al ámbito comunitario, reproduciéndose como cultura oficial hasta

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convertirse en costumbre, en algo natural (Hernández, 2004, Freyermuth, 2004, González 2009). El presente ensayo analiza un caso exitoso de denuncia de violación dentro del matrimonio en San Pedro y San Pablo Ayutla, municipio Mixe o Ayuuk’j1ubicado en la Sierra Norte de Oaxaca. Se trata de un tema poco documentado y de un delito difícil de reconocer, pues en la cultura patriarcal se asume que el marido tiene derechos sexuales permanentes sobre su mujer. Prevalece la idea de que sostener relaciones sexuales con la pareja es una obligación femenina, por lo que resulta complicado diferenciar el sexo consensuado del forzado (Bastidas 1998; Casique, 2005; García, 2006; SCJN, 2010). El ensayo persigue dos objetivos. El primero consiste en destacar a la denuncia como una de las estrategias de resistencia ante la violencia de género más utilizadas por mujeres indígenas, estrategia que, según González (2009), requiere ser documentada de manera más sistemática. Sin embargo, el simple hecho de poner una denuncia, por sí solo, no es suficiente: puede darse el caso de que ésta no prospere. Es necesario identificar los factores que contribuyen a que tal denuncia siga su curso y llegue a buen término. El análisis de dichos factores constituye nuestro segundo objetivo. El logro de ambos objetivos nos permitirá hacer propuestas para el tratamiento efectivo de la violencia de género en comunidades indígenas al final del ensayo.

¿Qué es la violación dentro del matrimonio? La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, mejor conocida como “Convención Belém Do Pará” (en CIDH, 2012) define a la violencia de género como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. La naturalización de la violencia impide que ésta sea percibida como un problema estructural que no sólo afecta a las mujeres sino a la sociedad entera (Hernández et al, 2010). También exime al Estado de su responsabilidad de prevenir, investigar y castigar la violencia de género (Gutiérrez y Apignani, 2010). La violencia sexual “es toda forma de coerción” (física o psicológica) ejercida sobre la mujer, niñas o niños para tener relaciones sexuales o la tentativa de consumarlas con o sin consentimiento (penetración usando el pene, otras partes del cuerpo u objetos), realizando comentarios o insinuaciones sexuales no deseadas con consecuencias físicas y psicológicas en cualquier ámbito (hogar, trabajo). Las consecuencias de la violencia sexual se reflejan en la autoestima de la mujer, desórdenes alimenticios, depresión, ansiedad, estrés postraumático, tentativas de suicidio, incluso homicidio (Casique, 2005; García, 2006; Martínez y Valdez, 2007; Valdez et al, 2008; Moreno et al, 2009; CEAMEG, 2012).

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El pueblo Mixe se llama a sí mismo Ayuuk’j jä’äy. La lengua que hablan es Ayuuk’j , cuyo significado es: a=idioma, palabra; Ayuuk’j =montaña, florido, y yä’äy=gente. Por lo que su significado puede traducirse como “gente del idioma florido”.

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La violación en el matrimonio se distingue por dos rasgos fundamentales: se da entre parejas con un contrato conyugal, presumiblemente con lazos emocionales. Se refiere a la realización de contacto sexual, incluyendo el coito, en contra de los deseos de algún miembro de la pareja. Puede ir acompañada de violencia física y/o amenazas verbales que doblegan la voluntad de la víctima. Entre las principales causas se encuentran el “deber ser buena esposa”, la creencia de que el deseo sexual es mucho mayor en los varones, el miedo al rechazo, al maltrato físico o al abandono de la pareja, así como el desconocimiento de los derechos de las mujeres. Las normas de género son un obstáculo para que las mujeres puedan identificarlo como problema (Casique, 2005). Los primeros estudios sobre la violación dentro del matrimonio surgen en los años setenta del siglo pasado. En los ochenta todavía no se contaba con una definición consensuada, pero ya se había avanzado en la identificación de tres requisitos legales: penetración vaginal, fuerza o amenaza de fuerza y no consentimiento de la víctima (Russell en Bastidas, 1998). En la década de los noventa, Diana Russell y otras/os autoras/es presentaron las primeras estadísticas sobre violencia sexual dentro del matrimonio en países como Estados Unidos, Alemania Occidental, Perú y Puerto Rico. En México, los primeros estudios fueron realizados por Muñoz (1984), Ramos (1990; 1994) y Ramos Lira et al (2001) (ver Casique, 2005). Según Velázquez (2004), la violación dentro del matrimonio puede ser aún más traumática que la efectuada por desconocidos, puesto que hay una historia de pareja previa y posterior a la violación, así como hijo/as y patrimonio de por medio. Las mujeres abusadas sexualmente por sus maridos no plantean esta problemática como un evento, “sino como un proceso potenciado de manera indefinida” (Casique, 2005:3). En el código penal mexicano, la violación conyugal existe como delito desde 1997 (Valls y Torres en Vallejo 2005; CEAMEG, 2012). En 2005 se hizo una modificación a la jurisprudencia sobre el tema, partiendo del concepto de “igualdad” entre cónyuges. En el caso específico de Oaxaca, la última reforma al código penal fue realizada en 2011. En ella se establece que la violación dentro del matrimonio alcanza una pena de “trece a veinte años de prisión y multa de setecientos a mil doscientos días de salario mínimo”. Sólo se persigue si existe una demanda (CIILCEO, 2011:62). La existencia de leyes que reconocen la violación dentro del matrimonio no es garantía de que las mujeres indígenas puedan acceder a la justicia, ya que enfrentan estereotipos de género, impunidad, dificultades económicas y sanciones sociales por haber demandado a sus propios familiares (Casique, 2005; González et al, 2008; Sierra, 2009, 2011; Sieder y Sierra, 2011). En este sentido, es importante entender el entrecruzamiento de violencia que viven las mujeres indígenas. En el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (en Sieder y Sierra, 2011:14) se destacó la importancia de integrar aspectos de identidad étnica y desigualdad de clase a la perspectiva de género, con el fin de ubicar el análisis en contextos específicos.

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Ayutla, comunidad Ayuuk’j de la Sierra Norte de Oaxaca El municipio de San Pedro y San Pablo Ayutla pertenece a la región Mixe, Sierra Norte de Oaxaca. Se encuentra a 123.5 kilómetros de distancia de la capital del estado, con dos horas de tiempo de recorrido en taxi. Existen autobuses que tardan hasta tres horas en llegar a la cabecera municipal (Nahmad 2003). Por sus características geográficas, la región Mixe se divide en zona alta, media y baja. San Pablo y San Pedro Ayutla se ubica en la parte alta y es considerado “la puerta de la región Mixe” (Vargas, 2011:45). De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2010, Ayutla tiene 5,602 habitantes (3,005 mujeres y 2,597 hombres) distribuidos en 31 localidades. En la cabecera municipal habitan 2,134 personas (38% de la población total del municipio) (INEGI, 2010). La mayoría (5,233 personas mayores de tres años) de la población de Ayutla habla Ayuuk’j, predominantemente mujeres (2,823 versus 2,410 hombres) (INEGI, 2010). El municipio tiene un índice de marginación muy alto, ocupando el lugar 27 en el estado y 66 a nivel nacional (CONAPO, 2010). Las actividades productivas del sector primario (pecuaria y agrícola) ocupan al 61% de la PEA del municipio, mientras que el sector servicios ocupa al 39% restante. La mayor parte de la población que habita en la cabecera municipal se dedica al comercio, prestación de servicios y manufacturas diversas (INAFED, 2010). Los datos que se presentan a continuación fueron obtenidos a través de las siguientes actividades, realizadas entre abril y septiembre de 2010: 1) Dos talleres, el primero dedicado a la elaboración de un diagnóstico municipal con enfoque de género a partir de la propuesta de Massolo et al (2005) y el segundo enfocado específicamente al tema de la violencia de género. Se invitó a mujeres con trayectorias de liderazgo y a lo largo de cada taller se fueron incorporando otras interesadas en el tema. 2) Una entrevista grupal con cinco mujeres que han formado parte del cabildo como concejalas. En la entrevista se habló de su experiencia política, conocimientos adquiridos, conflictos vividos y proyección a futuro. 3) Cuatro entrevistas a profundidad con autoridades locales y personal de salud que han atendido casos de violencia de género (síndico municipal y su respectivo suplente; partera; encargada de la Unidad Médica Familiar -UMF). 4) Una entrevista a profundidad con Ilma Hernández Bartolo, principal fuente de información sobre el caso de denuncia por violación dentro del matrimonio (la denunciante es su madre, mujer monolingüe y analfabeta). Todas las personas entrevistadas autorizaron la grabación y posterior transcripción de las entrevistas con fines de divulgación.

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Las autoridades locales: la sindicatura La madre de Ilma vivió 40 años y tuvo 14 hijos/as con su agresor. En el transcurso de su vida acudió varias veces a la sindicatura para denunciar la violencia ejercida por su marido en contra de su persona. Esta suele ser la primera instancia a la que acuden las mujeres indígenas para denunciar a su pareja (González et al, 2008; Sierra, 2009; Sieder y Sierra, 2011). “Son los síndicos quienes se encargan de impartir justicia… tienen esta facultad delegada por la comunidad… pueden determinar las sanciones, soluciones, dinámicas, procesos y consejos” (Vargas, 2011:29). Según la Encuesta de Salud y Derechos de las Mujeres Indígenas realizada en 2008 (en González, 2009), cerca de un tercio de las mujeres que declararon alguna forma de violencia conyugal, y 40% de las que sufrieron violencia física y/o sexual, habían acudido con sus autoridades para poner una denuncia. En Cuetzalan (Puebla), la mitad de las demandantes ante el juzgado indígena son mujeres (ONU, 2011). En Tlahuitoltepec (Oaxaca), las mujeres son las usuarias más asiduas de la sindicatura municipal (Vargas, 2011). Estos hechos desmienten el estereotipo de la mujer indígena como sometida, pasiva y apegada a la costumbre. El problema es que generalmente las autoridades optan por las reconciliaciones matrimoniales, instando a las mujeres a cumplir sus roles de género (tener los alimentos listos, limpiar la casa, lavar la ropa, obedecer al marido, etcétera). Promover la reconciliación matrimonial en casos de violencia doméstica refuerza las desigualdades entre hombres y mujeres y deja a estas últimas sin acceso a la justicia (Hernández, 2004). En el caso de la madre de Ilma, mientras su marido estaba en la cárcel “para corregir su actitud”, ella debía llevarle los alimentos: Cada que mi mamá recibía golpizas… metían a mi papá a la cárcel, le decían a mi mamá, le tienes que traer el desayuno, le tienes que traer la comida, le tienes que traer la cena y tráele una cobija y un petate… ¿Por qué mi mamá tenía que atender a su agresor? Entonces llegó el momento en que dijo, para qué lo demando, si mientras él está durmiendo, yo tengo que apurarme con la comida (Ilma, Ayutla, Septiembre de 2010). Las reconciliaciones matrimoniales parten de la idea de que, al casarse, las mujeres pasan de ser propiedad paterna a propiedad del cónyuge (Vargas, 2011). Los consejos de la autoridad “reproducen concepciones patriarcales” (Chenaut, 2007:57) que eliminan la posibilidad de que las mujeres ejerzan su agencia como seres autónomos que deben ser protegidos por la ley: Si la mujer llegaba golpeada y aun así la han metido a la cárcel porque no obedeció. ¿Por qué le pegó? Ah, pues tiene razón él, porque cuando llegó no estabas y no había comida (Rutilia, Ayutla, septiembre de 2010). La idea de la reconciliación se sustenta en la posibilidad de que la relación “se componga”, que el hombre “se arrepienta”. Sin embargo, la violencia suele presentarse de nuevo:

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Invitamos para que se componga, para que deje de tomar y preguntar: ¿quién falla, la mujer o el hombre? A veces viene el hombre y se arrepiente, dice, yo cometí el error, yo le pegué a mi esposa, ya no lo vuelvo a hacer y ¿qué pasó? Vino otra vez, necesita aconsejarle uno… para ayudar a su familia (síndico municipal, Ayutla, septiembre de 2010). Puede verse que la justicia que se imparte en la sindicatura de Ayutla no significa dar una respuesta positiva a las agredidas, sino más bien restaurar la “paz” y la “armonía” en la familia, generando gastos y trabajo para ellas y reproduciendo estereotipos de género. Esta estrategia perpetúa la discriminación contra las mujeres y vulnera sus derechos humanos. En este sentido, Hernández (2004) tiene razón cuando dice que dejar la resolución de casos de violencia en manos de autoridades locales significa negar a las mujeres el acceso a la justicia.

Ilma “enfrenta su realidad” y decide ayudar a su madre Ilma es hoy una mujer de 26 años que fue víctima de abuso sexual desde los seis años de edad y huyó “de la casa desde los diez” para evitar seguir siendo violentada por su “padre, abuelo y hermano mayor”. Se fue a vivir a la ciudad de Oaxaca, donde pronto se vio en una situación similar con su primera pareja (30 años mayor que ella), quien la humillaba, golpeaba y abusaba sexualmente. Decidió dejarlo cuando en un episodio de violencia física, su pareja hirió a su hijo de cinco años de edad. “¿Yo por qué tenía que vivir algo parecido a mi mamá?”. Ilma regresó a Ayutla, donde “se enfrentó” con la historia de violencia de su padre hacia su madre. Se dio cuenta de que “hacerle justicia” a su madre equivalía a elaborar su propio duelo: “después de 14 años… sentí que [me] hacía justicia a mí, pero [también] que le hacía justicia a mi mamá”. Fue la actitud de su padre la que motivó sus deseos de actuar: [Al regresar a Ayutla] enfrento mi realidad…y mi papá con la actitud de “cómo ves que la sigo haciendo y nadie me ha hecho nada”… Fue como una meta… La tenía que pagar y lo está pagando (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). El incesto consiste en una serie de acciones realizadas dentro de “un contexto de desequilibrio… que ocasionan daño físico y psicológico, y que nunca o casi nunca son espontáneas o accidentales” (Martínez y Valdés, 2007:5). Torres (2011) reporta que en México, hasta abril del mismo año, no existía un registro nacional de niñas y niños víctimas de abuso sexual. La autora expone cifras de organismos de defensa de derechos humanos que señalan que la edad promedio de las víctimas es de 5.7 años, y que 77% de éstas son mujeres. Los agresores se dividen de manera equilibrada: en 19% de los casos se trata de algún hermano; en 18%, del padrastro; algún tío en 16% y el padre en un 15%. En Ayutla, el incesto es un tema tabú del cual se habla sólo cuando hay un embarazo en una menor, lo cual significa que pudo haber sido violada muchas veces antes de embarazarse. Si se da seguimiento a estos casos, se descubre que el violador es algún pariente. La partera de

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Ayutla nos habló de tres casos: una “chiquita” de 14 años cuyo hermano “la embarazó”; otra “chiquilla” cuyo padre fue demandado, asunto que “nunca procedió porque no lo pudieron comprobar”; y una tercera “chica, fue su tío quien la violó, pero ese señor sí está en la cárcel” (partera, Ayutla, septiembre de 2010). Según IPAS-México (en Torres, 2011), una de cada tres de las niñas de entre 10 y 14 años que son hospitalizadas en la SSA llega en situación de embarazo, parto, puerperio y/o aborto, cifras que indican la frecuencia y relevancia del problema que marcó la vida de Ilma y que la motivó a actuar.

Las organizaciones que promueven la defensa de los derechos de las mujeres Ilma no fue la única consejera de su madre. Otras personas ya le habían dicho que el sexo no consentido dentro del matrimonio es un delito: Le decía a mi mamá que mi papá no era Dios, no era alguien que puede hacer lo que quiera, que sí había alguien que le pusiera un alto, pero eso dependía de mi mamá, yo no podía hacerlo… Otras gentes le comenzaron a decir que estaba mal lo que estaba pasando, que ahorita las mujeres ya las defendían, que ya había un ley que protegía a la mujer y que ahorita muy difícilmente se le perdonaba a una gente que abusara de otra persona y que no importaba que fuera su esposa… que si llegaba al acto sexual sin el consentimiento de la otra persona era un delito, era violación, no importando que fuera su esposa (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). En la Región Mixe, distintas organizaciones (Consorcio Diálogo Parlamentario de Oaxaca, Servicios del Pueblo Mixe, Centro Social Ayuuk’j) han realizado la labor de defender los derechos de las mujeres dentro del marco de la interculturalidad, es decir, con una perspectiva de género y etnia. Entre las mujeres Ayuuk’j de Tlahuitoltepec, comunidad vecina de Ayutla, “la percepción de los derechos de las mujeres se asocia fuertemente con el derecho a una vida libre de violencia doméstica, ya que gran parte de las mujeres la han sufrido en alguna etapa de sus vidas” (Vargas, 2011:119-120). Según esta misma autora, “el discurso de los derechos de las mujeres está circunscrito especialmente a un sector que está en un constante proceso de empoderamiento en distintos espacios, como en el sistema de cargos político-religiosos, en los tequios, en las asambleas comunitarias y en los talleres”. Las mujeres de Ayutla que asistieron a nuestros dos talleres están, efectivamente, en un proceso de empoderamiento que les ha hecho cuestionar los principios patriarcales que legitiman la violencia de género. He aquí algunos de sus testimonios: A veces creemos que el hombre viene gritando, de malas o prepotente y decimos, pobrecito, viene así por su trabajo… todo está mal para él…piensan que una lo agrede a ellos y ellos no se dan cuenta de que es al revés (participante del taller, Ayutla, septiembre de 2011). Creo que muchas veces tenemos que verlo, vivirlo y sentirlo para entender a las mujeres… a mí me costó mucho trabajo entenderlo…y ya cuando la violencia está muy arraigada en una, es difícil entenderla…Creo que decir que se aguantan por tontas es lo último que tenemos que decir (participante del taller, Ayutla, septiembre de 2011).

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Antes el hombre… nada más la iba a pedir y ella tenía que pensar qué decía… ya después de eso no debían hablar con nadie… nadie podía decir nada… ella conocía al novio hasta que se iba a casar (participante del taller, Ayutla, septiembre de 2011). Los matrimonios arreglados eran violación a las mujeres porque no las dejaban decidir (participante del taller, Ayutla, septiembre de 2011). La acción de la autoridad era… arréglense, no se permite que se separen, porque ya están casados por la iglesia. Los mandaban con los sacerdotes para que hubiera una conciliación o también decían, ya te casaste, te tienes que aguantar, porque ya es un compromiso que ustedes hicieron y no hay nada que hacer y no se pueden dejar (Rutilia, Ayutla, septiembre de 2010). Según Vargas (2011:29), “la manera en que los pobladores recurren a las distintas instancias de justicia, comunitaria o estatal, depende de la respuesta que encuentran a nivel local, de las redes de relaciones externas con las que cuentan, de los recursos culturales, simbólicos y materiales que tienen”. Es evidente que las organizaciones que defienden los derechos humanos de las mujeres funcionaron bien para la madre de Ilma. Así relata Ilma la conversación que tuvo con alguien de Consorcio Diálogo Parlamentario de Oaxaca: Me sentía muy mal, no sabía con quién hablar o como hablarlo… Entonces fui y me encontré a Jessica, la de Consorcio. Diosito es tan grande que me la puso ahí ese día… yo creo que vio mi semblante, iba hasta temblando… le empecé a decir cómo estaba la situación, entonces ella me comienza a decir a mí cómo manejar la situación con mi mamá, cómo decirle, qué decirle, cómo explicarle, porque habían cosas que yo no me atrevía a decirle y nunca se las voy a decir. Como puede verse, una visión del mundo donde la violencia de género no es natural y no tiene por qué ser aceptada, empieza a generarse en Ayutla. La eficacia del trabajo de organizaciones de defensa de derechos humanos se constata no sólo para esta comunidad oaxaqueña, sino para otros lugares del país (AI-México, 2008; Sierra, 2009; González, 2009; Mejía, 2010) y del continente latinoamericano (ONU, 2011; Sieder y Sierra, 2011).

La gota que derramó el vaso: los servicios de salud y el ministerio público Hasta el momento tenemos a una mujer monolingüe y analfabeta, de 56 años, que lleva 40 sufriendo la violencia que ejerce contra su persona el padre de sus 14 hijo/as. Ella ha acudido varias veces con sus autoridades para salir del problema, sin éxito. También ha comenzado a cuestionar su situación, con la ayuda de su hija y de otras mujeres. Ninguna de estas cosas es suficiente para sacarla del ciclo de violencia. Tuvo que estar cerca de la muerte para que otras personas reaccionaran y la ayudaran a salir. Un día de 2009, Ilma encontró a su madre en un estado lamentable después de haber sido violentada por su padre. “El panorama que yo vi con mi mamá…era el mismo panorama de

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una niña de seis años… no puedo describir lo que en ese momento fue para mí ver ahí a mi mamá… tirada, sangrando, como si estuviera menstruando”. Su marido “la había penetrado anal y vaginalmente, le había hecho heridas muy feas, ella no podía caminar, estaba sangrando como si estuviera menstruando… no podía ni hablar”. Ilma primero buscó ayuda en la presidencia municipal, donde “no encontró a nadie”. Acto seguido, trasladó a su madre a la Unidad Médica Familiar del municipio, pero el médico no la atendió por la gravedad del caso (“se va a morir, llévatela a Tlacolula”), remitiéndola a otra comunidad que está a dos horas en taxi. La encargada de la UMF de Ayutla reporta varios casos de mujeres que llegan con permanente dolores de cabeza, probablemente sintomáticos de depresión producto de la violencia: “les comienzo a preguntar y de repente se agachan y se quedan calladas y uno se da cuenta de que se están deprimiendo y les pregunto, ¿qué tienes, qué te pasa? Hay unas que comienzan a llorar”. Lamentablemente, la UMF no tiene los recursos humanos (un psicólogo/a) para atender este tipo de problemas: “uno… tiene que… hacerles ver lo que trata un psicólogo, que es un profesional que va ayudar a resolver sus problemas y nosotros hacemos la parte con la plática”. Este es un problema no sólo de Ayutla, sino de todo el país. Según Meléndez (2012), los servicios de atención psicológica personalizada son prácticamente inexistentes en el medio rural mexicano. Ilma fue con un médico de práctica privada que también se negó a recibirla: “en esas cosas no me meto y tu mamá viene muy lastimada. ¡No soy ginecólogo!”. Se constata que tanto la UMF como el médico particular desconocen o no quisieron respetar la NOM-046-SSA22005, que establece los criterios para la detección, prevención, atención médica y orientación a usuarias/os de los servicios de salud que se encuentren involucrados/as en situaciones de “violencia familiar o sexual”. Se trata de una norma de “observancia obligatoria” para prestadora/es de servicios de salud de los sectores público y privado. Su incumplimiento puede dar origen a sanción penal, civil o administrativa, conforme a las disposiciones legales aplicables (SSA, 2009:10). Ilma acudió con su madre a un tercer profesional de la salud, que no sólo las recibió sino que además sugirió poner una denuncia. La conversación con el médico muestra el dilema que vivió la madre de Ilma. Sus sentimientos coinciden con los descritos por Casique (2005), García (2006), Martínez y Valdés (2007), Valdés et al (2008), OPS-OMS (2010) y Milosavlegic (en CEAMEG 2012:29). Por un lado, algunas personas le han dicho que la violación es un delito que debe ser castigado. Por el otro, ella duda del apoyo que puede darle su familia en el proceso, y le teme al estigma de denunciar a su esposo y padre de sus hijo/as: Mi mamá dice, es que yo necesito veneno, no puedo con esto, es que es vergonzoso y nadie me apoya, mis hijas no me apoyan… a mis hijas les da pena lo que a mí me pasó, ellas se avergüenzan de mí (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). La insistencia del médico es esencial para que la madre de Ilma se decida por la denuncia. El médico conoce los alcances de la violencia, que puede llegar hasta la muerte, y recalca

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que sólo a través de la denuncia se puede logar que se reduzca la incidencia de un delito que afecta a “muchas mujeres”: Usted tiene que demandar, todos estamos conscientes de que vamos a morir, pero usted va a morir en una cama, en algo calientito, usted va a morir de vejez, usted no va a morir a manos de un hombre, mucho menos a manos de un violador. Usted tiene que denunciar, lo que a usted le pasó le ha pasado a muchas mujeres… por callar las han matado (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). Es este tercer médico quien lleva personalmente a Ilma y a su madre “con el ministerio público de delitos sexuales. Pasan a mi mamá y pensé que nos iban a tratar igual que en el municipio, porque muchas demandas ha habido… y nunca se hacía nada”. En el ministerio público la madre de Ilma fue revisada por médicas legistas, una de las cuales “se puso a llorar” al constatar el maltrato. Poco a poco fue respondiendo a las preguntas que se le hacían, con la ayuda de Ilma, que fungió como traductora: Entonces la ponen en una cama… le hablaban así como que con mucho cariño y ya le dijeron que les explicara qué estaba pasando y mi mamá nada más se me quedaba viendo y ya les dije que no hablaba español… me dijeron… vas a traducir con las palabras exactas lo que yo te voy a preguntar… pregúntale cuántas veces la violó, si fue por decirlo cinco minutos y luego paró o fue por período prolongado y en dónde la penetró primero, en el ano, en la vagina o en la boca… yo… pensaba, ¿cómo yo a mi mamá le puedo preguntar eso?... ¿con qué palabras? Y ellas me hacían una seña y me decían, mira, tranquilízate, yo sé que las palabras son agresivas, pero es necesario, para que nosotras podamos avanzar y para que este señor pague, necesitamos punto por punto para poder hacer algo por tu mamá… yo le tenía preguntar, es que la señora dice que cuántas veces, en mixe es muy feo, es muy agresivo… Pero mi mamá iba contestando las preguntas (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). Al final se le preguntó cuántos de sus 14 hijos/as había sido concebido con su consentimiento: Lo que mi mamá iba respondiendo me dolía… le preguntan, ¿cuántos hijos tiene? Dice, catorce… ¿Cuántos hijos concebiste con tu consentimiento? Mi mamá responde, ninguno (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). El ministerio público falló a favor de la señora. Desde 2009 su esposo Está en la cárcel por violador, violación agravada, y violencia de todo tipo hacia mi mamá y algún tiempo hacia otras gentes. Él violó a mi mamá, ella levantó una demanda, ella no sabe hablar español, no sabe leer, no sabe escribir (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010).

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Según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (artículo 52), en procesos como este debe haber asistencia gratuita de intérpretes y defensores de oficio con conocimiento de la lengua y cultura indígenas. En el de la madre de Ilma no sucedió así. Una vez más, Ilma fue el principal apoyo de su madre, fungiendo como su traductora. Para Ilma fue como cerrar el ciclo que se abrió cuando ella era una niña de seis años y que terminó 20 años después, cuando su padre fue declarado, por fin, culpable.

La vida en comunidad después de la denuncia En la justicia Ayuuk’j predomina la noción del “valor comunitario de unidad”, capturada en la expresión “nosotros no entramos de autoridad para separar a la familia ni al pueblo” (Vargas, 2011:37). De ahí que la mujer que canaliza un conflicto a instituciones externas resulte mal vista. Esto fue lo que sucedió con la madre de Ilma, que tuvo que enfrentar conflictos por el encarcelamiento de su esposo, empezando por la desaprobación de sus propias hijas: Mis hermanas estuvieron en contra de mi mamá porque ella ya estaba vieja para que anduviera demandando a mi papá y qué iba a decir el pueblo. [Pensaban]… que era mejor que mi mamá siguiera su vida con mi papá o mejor se fuera a su pueblo (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). La partera de Ayutla relata una conversación que tuvo con un joven al cual le parece inconcebible que la violación ocurra dentro de la relación matrimonial: Esa señora se pasó, no creo que un esposo abuse de su esposa… porque es su esposa. Le dije, estás muy equivocado, por ejemplo tú, si tuvieras una mujer y la obligas a tener el acto sexual, es abuso sexual aunque sea tu pareja y eso no te da derecho a que tú la obligues… tú no tienes una información clara. Me dice, yo sólo te estoy diciendo lo que pienso (partera, Ayutla, septiembre de 2010). Cuando una mujer acude a las autoridades para denunciar un caso de violencia, expone a su propia familia públicamente y se vuelve víctima de chismes y comentarios: En la calle discutí varias veces…la gente me agredía o agredía a mi mamá…yo… desquitaba todo lo que sentía en ese momento… creo que ya está cambiando… hemos recibido muchas pláticas sobre violencia (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). Las mujeres agraviadas se convierten en personajes principales en torno a las cuales giran las valoraciones sociales del comportamiento (Vargas, 2011). Esto sucedió con la madre de Ilma, cuya vulnerabilidad fue puesta de manifiesto con el cambio de autoridades. A varios meses de haber encerrado al agresor, las autoridades entrantes convocaron a una asamblea para reabrir el caso, en particular el nuevo presidente municipal: Fue él que dijo que se aplicaran los usos y costumbres. Iban a colgar a mi mamá y me iban a colgar a mí, me iban a hacer caminar en el pueblo sin

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ropa y eso era lo que nos merecíamos… mi papá… era un ciudadano y para terminarla de amolar era católico y estaba dando servicio en la iglesia, él era sacristán, tocaba la campana (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010). La sugerencia no prosperó gracias, de nuevo, al apoyo de algunas mujeres empoderadas de Ayutla, por ejemplo la primera y única presidenta municipal que ha existido en el municipio, la maestra Irene Hernández. La Fundación Consorcio y el Centro Social Ayuuk’j también siguieron apoyando a Ilma y su mamá: Qué derecho tiene de juzgar a su papá… vamos a aplicar los usos y costumbres. Para eso nos trasladamos a Oaxaca y le platicamos esto a Jessica… buscan una reportera… entrevistan a mi mamá… entonces ella [Jessica] dice, ahorita no vayas porque las cosas están muy calientes y de alguna manera como es un pueblo, si pueden aplicar los usos y costumbres y difícilmente podemos hacer algo, por protección de tú mamá y tuya no vayan, pero en dado caso que pasara algo con tus hijos o tu esposo o algo, no sé cómo le vamos a hacer, pero nos vamos a trasladar para Ayutla todas las que podamos juntarnos. Todo eso se grabó y salió en un periódico (Ilma, Ayutla, septiembre de 2010).

Conclusiones: identificando los obstáculos y facilitadores del caso Este ensayo analiza un caso de éxito de denuncia de violación dentro del matrimonio en Ayutla, municipio Mixe (o Ayuuk’j) de Oaxaca. Se define a la violencia de género a partir de la Convención Belém Do Pará como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Por su parte, la violación dentro del matrimonio se distingue por dos rasgos fundamentales: se da entre parejas con un contrato conyugal y se refiere a la realización de contactos sexuales, incluyendo el coito en contra de los deseos de uno de los miembros de la pareja. Puede ser aún más traumática que la efectuada por desconocidos, puesto que hay una historia previa y posterior a la violación, así como hijo/as y patrimonio de por medio. El ensayo se propuso dos objetivos: 1) destacar a la denuncia como una de las estrategias de resistencia ante la violencia de género más utilizadas por mujeres indígenas; 2) identificar los factores que contribuyen a que una denuncia de violación dentro del matrimonio haya tenido éxito en Ayutla, comunidad Mixe de la Sierra Norte de Oaxaca. En esta última sección describimos los principales hallazgos y reflexionamos sobre sus alcances para un tratamiento efectivo de la violencia de género en comunidades indígenas. La primera y más importante reflexión es la siguiente. ¿Por qué la madre de Ilma tuvo que vivir violencia a lo largo de cuatro décadas? ¿Cuál habrá sido el estado físico de la madre de Ilma para que algunos médicos/as, acostumbrados a ver sufrimiento, hayan aconsejado denunciar e incluso se pusieran a llorar? ¿Se necesita tanto tiempo y tanto daño para meter a un agresor reincidente en la cárcel? Por tal motivo, es necesario valorar los elementos que obstaculizaron y facilitaron el proceso de denuncia.

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Los elementos que perpetuaron la situación de violencia vivida por la madre de Ilma fueron los siguientes: 1) Las autoridades locales, en particular la sindicatura, cuya propuesta ante los casos de violencia es la reconciliación matrimonial que acaba reforzando los roles tradicionales de género. Estas mismas autoridades decidieron reabrir un caso que ya había sido juzgado por el ministerio público, porque el sistema de usos y costumbres otorga derechos de ciudadanía sólo a los “jefes de familia”, de facto varones. 2) La Unidad Médica Familiar, que no atendió a la madre de Ilma, en desacato a la norma NOM-046-SSA2-2005. 3) Un médico de práctica privada que tampoco quiso atender a la madre de Ilma, en desacato a la misma norma. 4) La familia de la madre de Ilma que a lo largo de 40 años no la protegió ni defendió, y le negó apoyo durante el proceso de denuncia. 5) El ministerio público, que tuvo que depender de Ilma como traductora e intérprete, en lugar de tener su propio stock de intérpretes para casos como este. Los elementos que favorecieron el éxito en la denuncia fueron los siguientes: 1) La tipificación de un delito por el código penal. 2) El impulso de una hija (entre 14) que se descubrió en las experiencias de su madre y fue clave en todo el proceso de conocimiento de derechos, denuncia y proceso judicial del agresor. 3) La presencia de organismos civiles que trabajan los derechos humanos de las mujeres desde una perspectiva de interculturalidad. 6) El tercer médico que atendió a la madre de Ilma y la impulsó a poner la denuncia, en apego en la la norma NOM-046-SSA2-2005. Hay que decir, sin embargo, que fue la persistencia de Ilma lo que permitió que su madre llegara a manos de este tercer médico, pues los dos anteriores no la ayudaron. 4) El ministerio público que, a pesar de su falta de servicios de interpretación y traducción, recopiló datos y falló a favor de la madre de Ilma. 5) La maestra Irene Hernández, primera y única presidenta municipal que ha tenido Ayutla, la cual, acompañada de otras mujeres en posición de liderazgo, logró evitar que el caso del padre del Ilma fuera reabierto a nivel de la comunidad. Este extraordinario e inédito caso reúne importantes aprendizajes sobre las sociedades y las mujeres indígenas, entre los cuales podemos señalar los siguientes: 1) Las sociedades indígenas no están cerradas al cambio. Son dinámicas y se ven influidas por las percepciones culturales que sostienen diversos actores sociales, entre los cuales se encuentran sus propias autoridades, los servicios de salud, el ministerio público y las organizaciones que trabajan el tema de derechos humanos. 2) Existen varios campos de batalla a nivel discursivo sobre los derechos de las mujeres. Algunas participan con su propia visión y con su propia voz. Las mujeres no son aquellos seres sometidos, callados, inexpresivos e imperturbables que nos ha pintado el discurso dominante.

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3) Las mujeres indígenas no se quedan cruzadas de brazos ante la violencia. Recurren a sus autoridades, acuden a talleres, se capacitan, se asesoran con organizaciones de defensa de derechos humanos, se unen en torno a otras más poderosas, a las que les han dado voz y representatividad, por ejemplo la valiosa maestra Irene Hernández. 4) Por todos los puntos anteriores, se concluye que no han nada escrito ni definitivo sobre los derechos de las mujeres indígenas. La historia se está escribiendo todos los días. Los derechos humanos son para ellas una aspiración y una realidad. Para que sean más realidad que aspiración, consideramos que las instituciones involucradas en el caso analizado tendrían que caminar en la siguiente dirección: A. Las autoridades locales deben ser capacitadas en el tema de los derechos de las mujeres, para que respondan de manera más efectiva a casos de violencia de género. Es necesario que más mujeres entren a gobernar, para que sus visiones vayan permeando poco a poco la concepción indígena de la justicia y se produzca una nueva visión que respete procedimientos locales al tiempo que proteja los derechos de las mujeres. Estamos convencidas de que este es el mejor camino, porque la primera instancia a la que llegan las denuncias siempre son las sindicaturas. B. El personal de los servicios de salud tiene que ser capacitado en la norma NOM046-SSA2-2005 y las clínicas deben de disponer de una mayor cantidad de recursos humanos y materiales para hacerla efectiva. La evidencia sobre la situación generalmente lamentable en la que se encuentran las clínicas que atienden a la población indígena es abundante. Los indicadores que demuestran disparidades en el acceso a servicios de salud de calidad entre población indígena y no indígena también son ampliamente conocidos. Estos indicadores de inequidad son aún mayores entre las mujeres indígenas. Es una deuda histórica que, sexenio tras sexenio, se menciona pero no se resuelve. Es momento de actuar. C. El personal del ministerio público tiene que ser capacitado en la lógica de la interculturalidad. Tiene que conocer la situación de exclusión y discriminación en la que viven las poblaciones indígenas y en particular las mujeres, sin reproducir los estereotipos ya mencionados arriba. Tiene que disponer de servicios de interpretación y traducción cultural. Tiene que apoyar labores de prevención de la violencia. Aunque el ministerio falló a favor de la madre de Ilma, deja un muy mal sabor de boca saber que esto haya sucedido 40 años después. D. El trabajo de organismos civiles como Consorcio Diálogo Parlamentario de Oaxaca, Servicios del Pueblo Mixe, Centro Social Ayuuk’j, no sólo debe continuar, sino que tiene que llevarse a otras regiones. Es imperativo apoyarlo con recursos financieros y humanos. Los esfuerzos deben dirigirse a la prevención de la violencia de género. E. Finalmente, lo más importante: las mujeres indígenas deben seguir expresando su voz y su visión en todas las instancias señaladas arriba. Esta visión debe ser recuperada, respetada, incorporada al trabajo de cada institución. Sólo con ellas se puede construir un México más justo, donde, como dice el famoso dicho de lo/as neo-zapatistas, efectivamente quepamos todos y todas.

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