La travesía marina a propósito de Frixo y Hele en mosaicos romanos, en Navigare necesse est, Estudios en Homenaje a José Mº Luzón, Madrid , UCM 2015, pp.525-533+ figs. 1-4

June 19, 2017 | Autor: M. Neira Jimenez | Categoría: Mythologies, Graeco-Roman Mosaics and Wall Paintings
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Descripción

Navigare necesse est Estudios en homenaje a José María Luzón Nogué

Edición de:

Jorge García Sánchez Irene Mañas Romero Fabiola Salcedo Garcés

Título: Navigare necesse est. Estudios en homenaje a José María Luzón Nogué García Sánchez, Jorge; Mañas Romero, Irene; Salcedo Garcés, Fabiola (eds.) Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2015. 29,7 x 21 cm, 597 pp. I.S.B.N.: 978-84-608-2272-1

Edita Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia Avenida Profesor Aranguren s/n. Ciudad Universitaria 28040 Madrid Cubierta Pequeña nave en bronce procedente de Cerdeña, Cultura nurágica, ss. X-VIII a. C. Museo Archeologico Nazionale di Cagliari. Diseño, maquetación y corrección Elisa Borsari y Ronda Vázquez Martí © Universidad Complutense de Madrid © de los textos: sus autores Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización expresa de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. I.S.B.N.: 978-84-608-2272-1 Depósito legal: M-29647-2015 Impresión y encuadernación Artes Gráficas Rejas. Mérida. Impreso en España (Unión Europea)

Agradecimientos A todos los autores

Instituciones Fundación Caja Murcia Fundación Teatro Romano de Cartagena Comune di Monte Santa Maria Tiberina Instituto Arqueológico Alemán Ateneo de Madrid Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) - Mérida Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Y en especial a: Lorenzo Abad Casal María del Carmen Alonso María Belén Deamos Sergio España Chamorro Karin Faber Pilar León Alonso Pascual Martínez Ortiz Dirce Marzoli Letizia Michelini Luis Enrique Otero Carvajal Elena Ruiz Valderas Enrique Tierno Galván Mario Torelli Walter Trillmich

Facultad de Geografía e Historia

Comune e pro loco di Monte Santa Maria Tiberina

La travesía marina a propósito de Frixo y Hele en los mosaicos romanos* M. Luz Neira Jiménez

Universidad Carlos III de Madrid

S

on ciertamente numerosas en los episodios mitológicos las travesías marinas de divinidades, héroes y algunas heroínas que fueron objeto de representación en los diferentes soportes artísticos de la Antigüedad Clásica. Sin duda, es obvio, por la estrecha relación de griegos y romanos con mares y océano, en un proceso que, partiendo del Egeo, conduciría a los primeros al Mar Negro y a muy diferentes puntos del Mediterráneo, próximos algunos al Océano Atlántico, y a los segundos a configurar y consolidar un Imperio cuyo eje fue precisamente el Mediterráneo. En este sentido, en tanto reflejo del contexto histórico y su evolución, se explica la reconversión de una de las divinidades más importantes de origen micénico en el poderoso dios del mar en el panteón olímpico (Hom. Od. 398; Hes. Theog. 453-456), con un protagonismo evidente en la Cultura Escrita y en la Cultura Visual (LIMC VII, s.v. “Poseidon”) que en época romana alcanzaría su culminación en la iconografía denominada del triunfo, con la representación del dios en plena travesía marina;1 o el relato del nacimiento de una de las divinidades femeninas más significativas entre griegos y romanos, el de la Afrodita Urania (Hes. Theog. 183-201), algunos de cuyos epítetos, Kypris y Cytherea, en alusión a las leyendas que sitúan el lugar en el que emergió bien en la costa de Paphos, bien en la isla de Citera, hacen referencia a su primitivo origen como deidad chipriota o a su plena integración en el imaginario heleno y posteriormente romano, donde como novedad Plauto (Rud. 704) y otros autores posteriores recalcaban que Venus nació de una concha y relataban *. Con todo mi reconocimiento y admiración a la trayectoria

del querido Prof. José M. Luzón, sirvan estas líneas sobre las travesías marinas en los mitos, uno de los temas a los que tanto ha aportado en su fructífera actividad investigadora. Este trabajo es resultado de las investigaciones llevadas a cabo en el Proyecto de Investigación Producción y Comercio de la Bética (HAR 2010-18594) y en el Proyecto Europeo en torno al mito “Crossing Stages”, dirigido por la UC3M. 1. Neira, 1996: 564-569; Neira, 1999: 74-84.

incluso la transvectio de la diosa, su “navegación” en la concha y la llegada a la isla de Citera.2 El desarrollo histórico de este proceso en diferentes etapas, con inclusión y alusiones en clave mitológica a otros pueblos que habitaban allende los mares en lejanos territorios costeros, no conlleva necesariamente la localización geográfica de la mayoría de las leyendas sucedidas en el mar, sino que transcurren ya en un escenario marino imprecisable, quizás en alusión a su universalidad, a su triunfo sobre los mares, a su simbolismo, en definitiva, como es el caso del “Triunfo de Poseidón/Neptuno” y la escena denominada del “Triunfo de la Venus marina”, pero también el de Neptuno y Amphitrite, la representación de Dioniso venciendo a los piratas que atacaban su nave, la escena del navigium Veneris y otras muchas. A un escenario marino bien preciso, no obstante, corresponden las leyendas del ciclo troyano que refieren la huida en barco de Paris y Helena desde el puerto de Esparta con destino Troya, según una versión con escala en el Delta egipcio; la navegación de una orilla a otra del Egeo, con motivo de la coalición de aqueos, dánaos y argivos, desde Áulide, y según diferentes rutas a tenor de la tradición, a Pérgamo, aunque fuera por equivocación, o, con una célebre escala en Lemnos, hacia Ténedos y finalmente a Troya; el traslado de un nuevo equipo de armas para Aquiles, que implicó la partida de Tetis hacia el Olimpo y su retorno a Troya, según una tradición posterior acompañada por sus hermanas las nereidas,3 y diez años después, el regreso de la mayoría de los héroes vencedores a su patrias de origen en el contexto del Egeo y el sur del Jónico, incluidos algunos de los itinerarios de Odiseo y sus compañeros, narrados en la Odisea. Recuérdese, aun al margen del conflicto bélico, ya en la propia Ilíada y en obras de otros autores griegos 2. Mañas, 2011: 73-77. 3.  Vid. infra.

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eran igualmente referidas otras travesías mitológicas que transcurrían en el Egeo y su radio de acción, o al menos sus protagonistas. Entre otras, la travesía de la desgraciada Latona, finalmente “recibida” en Delos, la travesía a la deriva de Dánae con Perseo recién nacido desde Corinto a Serifos, el salvamento de Arión por un delfín, la navegación de Teseo desde Atenas a Creta y su regreso, tras atracar, según algunas versiones, en la isla de Naxos. Otras travesías marinas protagonizadas por seres mitológicos reflejan a ojos griegos la ampliación del escenario marino al Mediterráneo oriental, evocando las relaciones comerciales entre griegos y fenicios y el reconocimiento por parte de los griegos al préstamo fenicio, presente sin duda en la leyenda del Rapto de Europa, escenificada en la conocida travesía marina de la joven a lomos de un bellísimo e irresistible toro de color blanco, desde Sidón o Tiro, según las fuentes, a un lugar de la costa de Creta, con todo el simbolismo de este relato sobre la consciencia de los griegos en torno a la primacía cretense en el surgimiento de la historia. En dirección inversa, algunos de los episodios y avatares superados por Odiseo a ambas orillas del Mediterráneo central y occidental, el itinerario de Perseo para decapitar a la Gorgona Medusa y, tras una escala en el desierto líbico, su regreso triunfante y la localización de los tres últimos Trabajos de Heracles en los confines del Mediterráneo Occidental, han sido interpretados como reflejo de un nuevo contexto histórico, aquel de inicios y transcurso de la época arcaica con las innovaciones técnicas que permitieron la navegación, los inicios de la exploración, la colonización y, posteriormente, la consolidación del fenómeno colonial. Los mismos objetivos que habían conducido a los griegos al Mar Negro desde época micénica se reflejan igualmente en otras leyendas mitológicas como las relacionadas con el ciclo de los Argonautas, desde el episodio de la huida de Frixo y Hele, desde Coronea o Tebas, según los autores (Herodoto 7, 197; Pind. P. 4, 159-161; Eur. Phr.), hasta la Cólquide, el regreso de Argos a la patria de sus antecesores, el viaje de Jasón y los Argonautas en busca del vellocino de oro y, superada la hazaña, el retorno a Yolco. El itinerario descrito con todo detalle en particular por Apolonio de Rodas, en sus Argonaúticas, si bien Apolodoro e Higinio (Apol. Bibl. I, 9; Hig. Fab. 23) ofrecen también información al respecto, recrea diferentes localizaciones, algunas en clave simbólica, en el transcurso de la travesía marina hacia el Mar Negro, mientras, recuérdese, el regreso de

Jasón y Medea hacia Yolco, perseguidos por orden de Eetes, discurre por otra ruta, no sólo marítima, sino también fluvial, reproduciendo casi un círculo que implicó remontar varios ríos, hacerse de nuevo al mar costeando la península Itálica, sorteando obstáculos y peligros atestiguados en la Odisea, como las Sirenas, Escila y Caribdis, hasta Creta y por fin a su destino, Yolco, en la península del Pelión. Se trata de episodios mitológicos que evocan no obstante travesías marinas hacia escenarios recién descubiertos y explorados, después conocidos y finalmente familiares a los griegos y, en este sentido, reflejo de un contexto histórico en transformación, cuya plena asunción por Roma, dados los planteamientos ideológicos del estado romano en torno al Mediterráneo y mares afines, garantizó su vigencia durante la Antigüedad. Pues más allá del simbolismo inicial en la génesis de estas leyendas de origen helénico en un determinado contexto histórico, es bien sabido que aquellos episodios, dioses y héroes mitológicos ajenos en principio a Roma fueron en muchos casos objeto de una resemantización y en tanto representativos y protagonistas de la acción civilizadora fueron asumidos por los romanos hasta identificarse con ellos. A este respecto, además de la asunción de un personaje troyano como antecesor más noble, clave en la elaboración de los orígenes de Roma, cuya travesía marina en varios poemas y en particular en La Eneida parece claramente influenciada por la Odisea, personajes mitológicos genuinamente helénicos en tanto dioses y héroes civilizadores se convierten para los romanos, tanto en la esfera pública como privada, en símbolos de la romanidad en torno al Mediterráneo como eje fundamental. Así se desprende del auge de las representaciones de Europa, Perseo, Odiseo y Heracles y de las travesías marinas de Poseidón/Neptuno y la Venus marina, rodeados en ocasiones de nereidas, tritones y otros miembros del thiasos marino,4 que también figuran como protagonistas mismos de la composición, en diferentes soportes artísticos y en particular, en la esfera doméstica de ámbito privado, en los mosaicos, sin duda, en virtud de su simbolismo. En un número menor, la imagen de Dioniso atacado por los piratas en un mosaico del Norte de África, el 4. Además de las numerosas representaciones que evocan un

paradeisos acuático, con distintos personajes mitológicos y especies marinas, y las que muestran un escenario marino “real” y las actividades económicas relacionadas con la navegación, la pesca y el transporte comercial marítimo.

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triunfo de Neptuno y Amphitrite en otros dos mosaicos también del Norte de África, la llegada por mar de Tetis a sus esponsales con Peleo en dos pavimentos de Mauretania Caesariensis, la representación secuencial de la huida de Helena y Paris y su arribo a Troya en Noheda,5 éstos últimos como viajes que implican la unión y el matrimonio,6 la llegada de Latona a Delos en Argelia, la travesía de Dánae con Perseo desde Corinto a Serifos en un pavimento de las termas de Thaenae y en otro recientemente descubierto en Zeugma7 el salvamento de Arión por un delfín en el mencionado pavimento de Thaenae8 y en otro de Piazza Armerina9 el retorno de Teseo desde Creta a Atenas en Salzburgo. Probablemente en referencia al conocimiento de la Cultura Escrita y, acaso, según los casos, a la resemantización de algunas de estas escenas en el Bajo Imperio, en alusión a las preocupaciones e inquietudes de la época. Apenas, en cambio, se conservan documentos musivos sobre la travesía marina de los Argonautas en la nave de la que como integrantes de la expedición reciben su nombre, si se exceptúa las conocidas imágenes de Hylas,10 raptado por las ninfas al descender en una escala obligada en busca de agua y, en consecuencia, su baja y la del mismo Heracles como argonautas. Sí como novedad, tras la llegada del héroe a la Cólquide, a tenor del carnero representado sobre un árbol en el ángulo superior izquierdo, la presentación del joven Jasón, seguido de un acompañante, maduro y barbado, ante el desconfiado rey Eetes, al que flanquean dos figuras femeninas, una de ellas, la afectada por la laguna, con la cabeza sin cubrir, sin duda, Medea, y una tercera arrodillada a sus pies, en un magnífico mosaico hallado en una casa de Lambaesis (Argelia).11 En conexión con los antecedentes de la leyenda sobre la expedición de los Argonautas, llama la atención, no obstante, la representación de Frixo y Hele en pinturas pompeyanas y en dos mosaicos. Como ya se ha recordado,12 la dramática muerte de Hele al caer al mar y ahogarse en un punto determinado del recorrido que a partir de ese suceso habría recibido su nombre, el Helesponto, se documenta ya en la época clásica, en Los Persas de Esquilo (Aischyl. Pers. 70, 875; 5. Fernández Galiano, 2010; Valero, 2013. 6. Neira, 2011; Bermejo, 2014. 7. Önal, 2009: 121. 8. Massigli, 1912. 9. Carandini et al., 1981. 10. Mañas, 2004: 103-124. 11. Malek, 2014. 12. Bruneau, 1994: 398-399, 404.

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posteriormente también Phil. Imag. 11, 15, 2), en alusión a la dificultad que entrañaba para los antiguos el estrecho de los Dardanelos, con vientos y mareas de gran peligro para la navegación. La estratagema de Ino, culpando de las malas cosechas a sus hijastros con la connivencia del oráculo para convencer a Atamante, quien, ante tales pruebas y designios, acabaría por decretar la muerte de sus propios hijos y, no obstante, la intervención a tiempo de la madre, Nefele, para sustraerlos del sacrificio (Higinio, fab 3; 188),13 fueron recreadas por Eurípides en su Phrixos II, Eratostenes, Kat. 19, Ovidio en sus Fasti, 866-868, y Apolodoro en su Biblioteca I, 9, 1 que mencionan el prodigioso envío de un carnero inmortal con toisón de oro, referido ya por Hesíodo (Frag. 68) y Ferecides (FGrH 3 F 99), que la madre había recibido de Hermes. Aun en el marco mitológico, no se trata, en efecto, de una travesía marina convencional y en este sentido se inserta en aquella serie de leyendas y episodios que sin una referencia explícita a la navegación en sentido estricto evocan rutas e itinerarios marítimos explorados y familiares a los griegos, recurriendo a distintas fórmulas entre las que destacan animales marinos reales o mitológicos –delfines, hipocampos, ketoi y, a semejanza de éstos, un sinfín de híbridos, o tritones de diferentes variedades, que trasladan a nereidas, erotes y a la diosa Afrodita, y animales ajenos al escenario marino como los toros, bajo cuya forma se metamorfosea el mismísimo Zeus en el Rapto de Europa para realizar la travesía desde las costas del Mediterráneo oriental hasta Creta– o cofres, que sirven de embarcación para lanzarse al mar, en el caso de Dánae y su recién nacido. Pero además de estos episodios que, mediante la utilización de monturas singulares, recrean travesías marinas, se documentan otras fórmulas para evocar travesías marinas que, quizás por el carácter insular de buena parte de los territorios griegos y el predominio de su actividad en contexto marítimo, reflejan acaso el deseo de superar de otro modo una travesía marina, mediante el logro inalcanzable de conseguir volar, un privilegio tan sólo de algunos dioses o de algunos héroes bajo su protección. Piénsese en el águila, símbolo de Zeus, bajo cuya forma traslada al recién raptado Ganímedes, el sobrevuelo de Marte por el Lacio, las alitas 13. Si bien Pausanias 9, 34, 5, afirma que tras decretar Atamante

el sacrificio de sus hijos a Zeus Laphystios, antes de la consumación, había sido el mismo dios, el que envió el carnero de oro para facilitar la huida de los niños y salvarles de la muerte.

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de Hermes, que, prestadas a Perseo, permitirán al héroe trasladarse de Serifos al extremo occidente para decapitar a la Medusa, o, gracias a la observación de la naturaleza y a semejanza de las aves, el ingenio de Dédalo para huir con su hijo Ícaro de la isla de Creta…aun con el consiguiente fracaso. En conexión con estas travesías legendarias, las fuentes literarias y las representaciones en diferentes soportes mencionan y reflejan la huida de Frixo y Helle en un carnero que, precisamente con la capacidad de volar, atraviesa de una orilla a otra el Egeo, se adentra en el estrecho de los Dardanelos, a partir de esta leyenda en el Helesponto, hasta llegar al Mar Negro y finalmente a su destino, la Cólquide. No en vano Hesíodo, Ferécides e Higinio (fab. 3) referían que el carnero era hijo de Neptuno y de Theophane, un carnero dotado de voz humana según Hecateo de Mileto (FGrH 1 F 17) y Apolonio de Rodas (Argon. I, 764). Dicho carnero en modo alguno era un híbrido dotado de cola pisciforme, tal y como el representado en un fragmento de mosaico blanco y negro de procedencia incierta14, publicado por Nogara que se conserva en los Museos Vaticanos, donde una figura de varón con la iconografía de una nereida aparece sobre un carnero marino, de perfil en dirección hacia la derecha, mientras porta en su mano izquierda un caduceo. A su capacidad para volar alude el escolio a la Ilíada, VII, 86 “los llevó por los aires”, Séneca en su Tiestes “Aquí el Carnero, que sin ser apacible aun del todo la primavera, vuelve a confiar las velas al tibio Céfiro, se precipitará sobre las olas por las que transportó a la asustada Hele” (Sen. Thy. 849), “llevados por él a través del cielo cruzaron tierra y mar. Cuando pasaban sobre el mar que separa Sigeo del Quersoneso, Hele cayó al abismo y allí murió: el estrecho se llamó Helesponto por ella” Apolodoro (Bibl. I, 9); y, aun de modo más explícito, Filóstrato: “Éste es el destino de tal expedición: hay en tierra de los Colcos un vellocino de oro de un viejo carnero que Hele junto con Frixo transportaron cielo a través, según reza la leyenda (Phil. Imag. 11,15, 2). 14. Nogara, 1910. La figura de un joven sobre un carnero por-

tando un caduceo, en alusión a la intervención de Hermes, en tanto muchos autores atribuyen a este dios su envío para salvar a Frixo y a Hele, infunde sospechas al tratarse no obstante de un carnero marino.

El mito alcanzó un gran eco en las representaciones de diferentes soportes,15 en particular en la pintura de vasos griegos, del siglo IV a. C., y con posterioridad en la órbita romana, particularmente en pinturas pompeyanas y en dos mosaicos de época bastante temprana, sin duda por el auge del relato en autores contemporáneos del cambio de era y los dos primeros siglos del imperio. A este respecto, la representación del episodio plasmada en los dos mosaicos documentados responde a dos líneas advertidas igualmente en las pinturas de estilo pompeyano, respectivamente. Aquella que muestra de un modo más aséptico la huida de los hermanos a lomos del carnero y, en concreto, el instante, en plena travesía, que muestra a Hele ya en el mar, sin que su hermano Frixo parezca inmutarse ni mostrar su intención de salvarla, como si el joven continuara la travesía aceptando el cruel destino de su desgraciada hermana, en el mosaico mural del ninfeo de la villa de San Marco, de Stabiae,16 fechado en la segunda mitad del s. I d. C., que se conserva en el Museo Nacional de Nápoles (Fig. 1), y a cuya representación figura asociada en origen otra del Rapto de Europa, una relación curiosamente mencionada por Séneca en su Tiestes.

Fig. 1. Mosaico de Frixo y Hele. Villa de San Marco. Stabiae. Cortesía de la Soprintendenza Archeologica delle province di Napoli e Caserta.

Se trata de una imagen que se inserta en la línea de Séneca, seguida posteriormente por Apolodoro, donde 15. Bruneau, 1994: n.º 1-8, 12-21, 27, donde se aprecia única-

mente a lomos del carnero la figura de Frixo, quizás en alusión a la versión que menciona la condena del joven Frixo, sin incluir a su hermana, a la que no obstante la madre habría aconsejado huir también, según refiere Apolodoro (Bibl. I,9). 16. Sear, 1977: 86, lám. 33, 1; Pisapia, 215-222; Lavagne, Wattel de Croizant, 1984: 741, fig. 2,6; Bruneau, 1994: n.º 38. Museo Napoles 10005

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extendida hacia la de su hermana intentando evitar lo inevitable, que destaca el instante mismo en el que Hele aparece con las piernas ya inmersas en el agua, indicada por trazos de líneas horizontales y signos similares al cierre de un paréntesis, alzando los brazos hacia su hermano, mientras él, lejos de permanecer insensible, se aferra con la mano izquierda al cuerno del animal y tiende su derecha hacia Hele, sin lograr su objetivo, mostrando en su rostro la impotencia, el dolor y la tristeza ante el suceso (Fig. 3). Esta representación recuerda la descripción de Ovidio:

Fig. 2. Mosaico de Frixo y Hele. Termas de Trebula Suffenas. Cortesía de la Soprintendenza Archeologica di Roma.

 l los transportó a los dos a través de larÉ gos mares. Se cuenta que la mujer había sujetado un cuerno con su débil izquierda, en el momento en que dio su nombre a las aguas. Casi murió a un tiempo el hermano, al querer socorrerla, cuando resbaló, y mantener extendidas insistentemente las manos. Lloraba como si hubiera perdido la consorte del peligro común, sin saber que se había unido al dios verdemarino (Ov. Fast. 867-875).

se relata la causa y el efecto, sin incluir los sentimientos de Frixo, consciente de su misión. Una imagen diferente ofrece, sin embargo, la representación del episodio en el mosaico blanco y negro que pavimentaba el frigidarium de unas termas de la antigua Trebula Suffenas (Fig. 2), cerca de Ciciliano,17 del siglo II d. C., actualmente conservado en los depósitos del Santuario de Hercules Victrix en Tívoli,18 donde también se preserva un mosaico decorado con escenas de atletas procedente de otra de las estancias del mismo establecimiento termal.19 Una imagen dramática, en la línea de otra serie de pinturas pompeyanas,20 con Frixo con su mano 17. Facenna, 1948: 299, fig. 2; Bruneau, 1994: n.º 39, quien lo

sitúaba localizado en la Villa d’Este (Tivoli).

18. Quisiera agradecer a la Dott.sa Micaela Angle su gentileza al

haberme permitido contemplar y fotografiar el mosaico.

19. Facenna, 1948: 297-304; Thullier, Siguiendo una tendencia

muy en boga que documenta un buen número de estas representaciones de atletas y ludi athletarum en estancias termales. Sobre este particular, Vid. Neira, en prensa. 20. Bruneau, 1994: n.º 9, 28-29, 33.

Fig. 3. Detalle de Frixo y Hele. Fragmento conservado en los depósitos del santuario de Ercole Vincitore (Tivoli). Foto: Luz Neira.

Al dolor de Frixo se referiría también Séneca en sus Troyanas, 1034-1038: “Lamentó Frixo la caída de Hele cuando el carnero, con su vellón de oro resplandeciente, juntos al hermano y a la hermana transportó a sus espaldas y en medio del ponto la tiró”.

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Fig. 4. Detalle de una de las nereidas del mosaico de Trebula Suffenas. Cortesía de la Soprintendenza Archeologica di Roma.

Pero además de la influencia de la Cultura Escrita y a este respecto de la vigencia del episodio en concreto en los autores de la órbita romana coetáneos del cambio de Era y los primeros siglos del Imperio, la escena figurada es reflejo asimismo de las tendencias más en boga en la musivaria romana de la Península Itálica y, en particular, de muchos de los edificios termales de Roma y sus alrededores, de Campania, con Ostia como principal centro, y otras regiones próximas, donde las representaciones del thiasos marino, fruto de una gran evolución, alcanzan en el siglo II d. C. su mayor auge.21 En este contexto, la asociación del thiasos marino a diferentes personajes mitológicos en los mosaicos, muchos de ellos documentados en un escenario termal, explica su conjunción en el frigidarium de las termas de Trebula Suffenas, mediante la representación de los miembros del cortejo marino dispuestos sobre los lados de cara al exterior en torno al grupo central protagonista, según un esquema compositivo bien documentado en los mosaicos blanquinegros itálicos, especialmente de Ostia, que pronto se difundiría a la producción provincial. Siguiendo la orientación de la escena principal y el movimiento de las agujas de un reloj, el thiasos se compone de una nereida22 asentada sobre la cola pisciforme de centauro marino, que toca la doble flauta, precedido de un eros alado y desnudo cabalgando sobre un

21. Neira, 2002. 22. Neira, 1997: 378, nota 47, fig. 21.

hipocampo, una segunda nereida23 sentada sobre la cola pisciforme de un tritón de aletas natatorias que sopla una caracola, una tercera nereida24 sobre un ketos, una cuarta nereida25 (Fig. 4) sobre otro centauro marino con el que intercambia la mirada mientras éste le ofrece una patera, precedidos por un eros alado y desnudo sobre un delfín en el instante de clavar su tridente en un pez y, por fin, una quinta nereida26 sobre un toro marino. Como es sabido, nada tienen que ver con su actividad originaria, la de aquellas nereidas involucradas con su hermana Tetis en el transporte de las armas de Aquiles,27 cuya tradición literaria se remonta a la Ilíada trágica de Esquilo, a pesar de que la representación, junto a las figuras de Aquiles y Tetis, de un cortejo de tres nereidas que a continuación de ésta figuran portando una coraza, una cnemides y un casco corintio, respectivamente, documentada en un ánfora de figuras negras de mediados del s. VI a. C. que se conserva en el 23. Neira, 2002: n.º 103. 24. Neira, 2002: n.º 104. 25. Neira, 2002: n.º 105. 26. Neira, 2002: n.º 106. 27. En la Ilíada, XVIII, 136-147, la tradición más antigua refería

como, ante un Aquiles sin sus armas, aquellas heredadas de su padre, en manos de Héctor, Tetis se dispone a visitar a Hefesto para conseguir un nuevo equipo de armas que posibilite a su hijo la victoria sobre Héctor y la venganza por la muerte de Patroclo, diciéndose de modo explícito que Tetis marchó con este fin al Olimpo, donde tuvo lugar el encuentro de ambos dioses y la elaboración de las armas (Ilíada XVIII, 369-617), para llevárselas a su hijo (XIX, 3-13) “ella llegó a las naves con los regalos de parte del dios”. Y así se representa en las escenificaciones arcaicas más usuales en la pintura de vasos griegos, donde Tetis figura depositando un escudo a los pies de Aquiles.

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Museo de Boston28 obliga a reconsiderar el protagonismo de las nereidas en el episodio en una fecha anterior. No obstante, habrá que esperar a fines del siglo V a. C. para la escenificación de un cortejo marino propiamente, con la representación de las nereidas que transportan las armas cabalgando sobre la cola pisciforme de diversos híbridos marinos29 en alusión a su participación estelar junto a Tetis en el traslado de las armas durante la travesía marina desde la costa próxima al Olimpo en el Egeo occidental hasta la costa cercana a Troya, donde se encontraban las naves de los aqueos, dánaos y argivos y el mismo Aquiles. No es de extrañar, pues también al siglo V a. C. se debe la mención literaria más antigua en torno a la relación de las nereidas y las primeras armas de Aquiles, concretamente en la Electra de Eurípides (430-475), donde al referir como ellas acompañaron a Aquiles en su travesía hacia Troya, Naves ilustres que un día arribasteis a Troya con incontables remos escoltando la danza de las Nereidas cuando saltaba el delfín amante de la flauta ante las proas de oscuros espolones retorciéndose, acompañando al hijo de Tetis, …, a Aquiles… (Eur. Electra, 430-455)

se precisa que antes fueron ellas, las nereidas, las encargadas de entregarle las armas de su primer equipo Las Nereidas dejaron las alturas de Eubea y llevaron el escudo, armadura de oro, trabajo de los yunques de Hefesto y por el Pelión y por los hondos valles de la Sagrada Osa, atalaya de las Ninfas, buscaban al muchacho donde un jinete lo crió como padre para luz de la Grecia, el hijo de la marina Tetis, pie veloz para el bien de los Átridas (Eur. Electra, 455-475).

Retornando al transporte del segundo equipo de armas, la representación de esta escena adquiere gran fama durante la época clásica y helenística.30 Baste recordar el conocido mosaico de guijarros de la Casa de la Buena Fortuna en Olynthos,31 anterior al 348 a. C., donde Tetis, identificada como Aquiles por una inscripción con la leyenda de su nombre, aparece seguida por un cortejo de dos nereidas anónimas sobre la cola pisciforme de un ketos, portando un gran escudo circu28. Besques, 1988: 9. 29. Neira, 2002: 41. 30. Neira, 2002: 41-42. 31. Robinson, 1936: 501-510, lám. XXXVI.

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lar la primera y un gorro frigio y una lanza la segunda. Con el cabello recogido y completamente vestidas, estas nereidas reflejan aún una posición idéntica y muy hierática que irá desapareciendo progresivamente en representaciones posteriores del período helenístico, a juzgar por la diversidad con la que se muestran cabalgando delfines, hipocampos y ketoi desde la segunda mitad y fines del siglo IV a. C. en la pintura de vasos como un famoso ánfora de la colección Jatta en Ruvo,32 una célebre ánfora de Canosa33 y en los relieves apulios de terracota pintada34 donde, en contraposición, se suele prescindir de la expresa figuración de Aquiles, el destinatario de las armas. En relación todavía con el episodio del traslado de las armas, es de destacar la representación de una sola nereida en el campo rectangular a modo de umbral de un mosaico de guijarros en la denominada Casa de los Mosaicos de Eretria (Eubea), de los siglos IV-III a. C., donde, al margen del cortejo surgido en la tradición, algunos estudiosos han identificado a Tetis, portando lanza y escudo, si bien la ausencia de una inscripción con la leyenda de su nombre y del propio Aquiles pudiera abogar por la interpretación de una nereida anónima, representativa en este sentido de aquel cortejo. A partir del protagonismo en esta leyenda, es de resaltar no obstante que la representación de las nereidas como miembros de un cortejo en un escenario marino transcurrirá al margen del episodio inicial, génesis de su iconografía, que les dio fama y celebridad, ya que su auge en época helenística y romana en diferentes soportes artísticos aparece estrechamente unido a la configuración, junto a tritones de diversas variedades y una multitud de nuevos híbridos, de un thiasos marino, ajeno ya por completo al episodio del transporte de las armas de Aquiles.35 A este respecto, ni siquiera como recuerdo de su vinculación a aquel episodio se documenta un escudo, una lanza, un casco, etc. entre los atributos de un amplio y muy diverso repertorio que portan las nereidas.36 Y en este sentido, huelga insistir en el hecho de que si así se hubiera documentado por ejemplo en época romana, habríamos de situar las representaciones en una travesía marina de recorrido considerablemente mayor, pues la fragua de Hefesto situada en principio 32. Sichtermann, 1966: K 70, lám. 113; K74, láms. 128-129, 131, a. 33. Forti, 1967: lám. XLVII, a. 34. Besques, 1988: 1-28. 35. Neira, 2002: 43-46. 36. Neira, 2002: 190-222.

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según la tradición en el Olimpo (Il. XVIII, 127-147),37 es localizada con posterioridad en las islas volcánicas de Lípari, junto a Sicilia, o incluso en su interior en el mismo Etna. Retornando a su representación en el pavimento del frigidarium de las termas de la antigua Trebula Suffenas, el thiasos recrea y refuerza el contexto marino en el que Frixo y Hele protagonizan la leyenda, un tema probablemente elegido no solo como demostración del conocimiento acerca del episodio mítico, que había llamado la atención de diversos autores, sino también por su referencia a los peligros que una travesía marina con toda su simbología implica en un contexto termal. No es de extrañar, pues en la misma línea, igualmente acorde al escenario termal, la representación del pavimento también blanquinegro de otra de las estancias de las mismas termas, tan solo parcialmente descubiertas, recrea una escena de palestra38 en la que, a pesar de su estado fragmentario, todavía se puede apreciar el enfrentamiento de al menos tres parejas de luchadores dispuestos de cara al exterior sobre los lados del campo, en cuyo centro figura otra pareja en compañía de un juez árbitro,39 reforzando la identificación de esta escena como un ejemplo más de aquellos enfrentamientos reales, pequeños agones, que precisamente tenían lugar en las palestras y otras estancias de los edificios termales.40

37. Algunos autores no obstante relacionan la fragua con la isla

de Lemnos, al tratarse del lugar en el que, tras ser “abandonado” por su madre, Hefesto pasó sus primeros años bajo los cuidados, entre otros, de la nereida Tetis. En cualquier caso en un escenario localizado en la órbita del Egeo. 38. Facenna, 1948: 297, 301-303. 39. Fiore, 2004: 301-312, fig. 1, 4-6, quien publica la planta del edificio termal con los mosaicos descubiertos. Tanto el pavimento de Frixo y Hele como los grandes fragmentos del mosaico de los atletas se conservan actualmente en los depósitos del Santuario de Ercole Vincitore en Tivoli, mientras que un tercero muy fragmentario con una orla de murallas permanece in situ. 40. A este respecto, el hallazgo de mosaicos con esta temática y varios epígrafes obliga a una reconsideración sobre el papel de los certamina graeca en la pars occidentalis. Vid. Neira, en prensa.

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