LA TRANSICIÓN DEL PSOE EN PERSPECTIVA EUROPEA

September 17, 2017 | Autor: Abdon Mateos | Categoría: Political History, Socialism, Spain
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LA TRANSICIÓN DEL PSOE EN PERSPECTIVA EUROPEA: “EUROSOCIALISMO” Y MODELOS DE PARTIDO1 Abdón Mateos

En 1976, al llegar una misión organizativa del partido socialista a un pueblo de la comarca de Baza fue recibida conmovedoramente por media docena de paisanos, ya encanecidos, que portaban la bandera tradicional del PSOE con los símbolos del yunque, el martillo y la pluma. Los antiguos afiliados socialistas habían escondido la bandera al final de la guerra de España, guardándola religiosamente durante cerca de cuarenta años. La anécdota resulta enormemente representativa del argumento que ha explicado el éxito electoral del PSOE en las primeras elecciones de junio de 1977 en términos de memoria histórica. En efecto, el PSOE era el presunto heredero de la memoria de republicanos liberales y socialistas durante los años treinta, así como del sindicalismo de preguerra. Si a ello sumáramos el atractivo que la idea socialista tenía en Europa occidental, protagonista de la construcción del estado de bienestar de posguerra, en los años setenta en el gobierno de países tan importantes como Alemania, Francia o Gran Bretaña, tendríamos una parte decisiva de la explicación del relativo triunfo del PSOE en las primeras elecciones democráticas. Una victoria que le permitió el logro de la hegemonía en la izquierda, frente a otras formaciones socialistas y los eurocomunistas del PCE. Los mediocres resultados del PCE en las elecciones de 1977 y 1979 pero sobre todo el desastre electoral de los comicios del cambio en octubre de 1982, condujeron al aglutinamiento en el seno del PSOE de diversos grupos de eurocomunistas, socialdemócratas e, incluso, seguidores de la izquierda radical, sobre todo del Partido de los Trabajadores. Este aglutinamiento de facciones                                                              Se inserta en el marco del proyecto del MINECO HAR 2012-34.132 del Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española/UNED. Publicado en A. Mateos y A. Muñoz (dirs.) Los socialistas y la consolidación de la democracia en España y Portugal, Madrid, EPI, 2015.

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comunistas se produjo principalmente después de la caída del Muro de Berlín, en los años noventa, ya fuera de la etapa de transición y consolidación de la democracia. Aquí hay que recordar que en 1975 el recién refundado Partido Socialista Portugués logró el 38 por 100 de los votos frente a la hegemonía moral de los comunistas de Álvaro Cunhal en la lucha contra el salazarismo que se quedaron con un apenas un 12 por 100 y, todo ello, pese a que el reciente cambio político en Portugal había sido una ruptura revolucionaria y no una transición. Se puede argüir que Mario Soares había disfrutado de la ayuda de los socialistas europeos desde la fundación de la socialdemócrata Acción Socialista Portuguesa en 1964 y del apoyo masivo del SPD alemán durante los primeros años del proceso revolucionario. Respecto a España, algunas investigaciones recientes como las de Pilar Ortuño, Manuela Aroca o Antonio Muñoz se han detenido en los apoyos internacionales a las organizaciones socialistas. Sin duda, de cara a las primeras elecciones democráticas esa ayuda fue decisiva dado que no había todavía financiación estatal a los antiguos partidos políticos antifranquistas. Además, la presentación ante la transformada sociedad española del PSOE y de la UGT, arropados por importantes personalidades europeas como Brandt, Mitterrand, Nenni, Palme o Foot fue un activo que fue reiterado por los medios de comunicación. Aquí hay que resaltar que el PSOE no había sido reconocido por la Internacional Socialista en enero de 1974 frente a otras alternativas socialistas porque ya formaba parte de la Internacional y había sido ya reconocido en febrero de 1948. La Internacional había intentado reconciliar a las diversas formaciones socialistas y reforzar la unidad socialista más que reconocer a una fracción u otra. La resolución se había postergado unos meses durante 1973 debido a las maniobras unitarias de Tierno Galván y Llopis, aunque los socialdemócratas alemanes no otorgaron pleno apoyo al PSOE hasta después del Congreso de Suresnes2.

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Véase Antonio Muñoz, El amigo alemán, Barcelona, Ediciones B, 2012.

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El secretario adjunto de la Internacional, el británico Rodney Balcomb, había valorado esta preponderancia años antes, con ocasión de un proceso ante el Tribunal de Orden Público en 1970 que encausaba al presidente del partido, Ramón Rubial, y otros cuadros socialistas vizcaínos3. Es cierto, en cambio, que los socialdemócratas alemanes e italianos habían tejido relaciones con otras opciones socialistas españolas desde los años sesenta, destacando la operación de la Alianza Sindical Obrera y el grupo del llamado Partido Socialista en el Interior en torno al profesor Enrique Tierno Galván. Sin embargo, estas opciones, que aceptaban la monarquía como salida después de una cierta evolución del franquismo y que se definían claramente socialdemócratas, no pasaron de ser más que flor de un día. La trayectoria del Partido Socialista Popular tras la creación de la Junta Democrática por el PCE en 1974, así como del socialismo autogestionario de la Unión Sindical Obrera, apoyada, esta última, por la CFDT francesa y la CISL italiana es otra historia. Por tanto, me parece que una explicación histórica del auge del PSOE debe detenerse sobre todo en el propio itinerario interno del partido. Una trayectoria en la que no hubo una ruptura ni una refundación sino elementos de renovación en la continuidad. No hubo ruptura con el exilio porque dicha renovación arrancó desde el exilio: primero con las Juventudes Socialistas en 1970, después con la UGT en su congreso de Toulouse en 1971 y, finalmente, en el partido en sus sucesivos cinco congresos de los años setenta (1970, 1972, 1974, 1976, 1979 y extraordinario). La renovación político-ideológica y la reestructuración orgánica de las organizaciones socialistas fue facilitada por la segunda generación del exilio formada por los hijos de los refugiados de 1939, por expatriados de posguerra y por nuevos afiliados reclutados en la emigración económica4. No hay más que examinar la composición de las Ejecutivas socialistas en la parte del exterior tanto del partido como del sindicato para constatar esa procedencia de la segunda generación del exilio. Era normal que esto sucediera así debido a la                                                              Informe R. Balcomb, 1970, Archivo Internacional Socialista, Instituto Internacional de Historia Social, Amsterdam. 44 Véase Abdón Mateos, Exilios y retornos, Madrid, Eneida, 2015. 3

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propia perduración del franquismo: habían transcurrido más de treinta años del final de la Guerra cuando arrancaba con éxito ese proceso de renovación. Es cierto que al inicio de los años setenta el PSOE estaba en sus horas más bajas desde un punto de vista cuantitativo tanto en el exilio como en la clandestinidad. Esa debilidad se vio duramente acrecentada por la escisión de los seguidores del antiguo secretario general, Rodolfo Llopis, en el verano de 1972. Se trataba de seguidores en su mayor parte veteranos de la guerra civil tanto en el interior de España como en la expatriación. Sin embargo, aunque el doloroso y complicado proceso de la unidad en el seno de las organizaciones tradicionales socialistas no culminó hasta seis años más tarde, en el verano de 1978 y aún en el doble congreso de 1979, estaba claro que el eje de esa unidad debía ser el PSOE y la UGT. La cuestión residía en sí debía producirse una “restauración” de la incidencia de las organizaciones históricas o una refundación o “reconstrucción” del socialismo español. En realidad, cuando se celebró el Congreso de Suresnes en octubre de 1974, que supuso el comienzo de la presentación ante la sociedad española del partido renovado con el nuevo liderazgo de Felipe González, había otras opciones nacionales socialistas, por no hablar de los que se definían como socialdemócratas, además del PSOE. En primer lugar, estaba el llamado PSOE histórico, que competía por las siglas y que también tenía secciones en España y en el extranjero. En segundo lugar, se acababa de presentar el recién refundado Partido Socialista Popular que había luchado también por el reconocimiento internacional, apoyando efímeramente a los históricos de Llopis, pese a sus diferencias políticas e ideológicas, y que había creído que la evolución política española impediría la restauración de los partidos de la época republicana. En tercer lugar, estaban los socialistas autogestionarios de Reconstrucción Socialista y de USO que estaban aglutinando desde la perspectiva de una federación de partidos a diversos grupos regionales, el más importante e histórico, el Movimiento Socialista de Cataluña, que había supuesto la refundación del socialismo catalanista en 1945. Por último, hay que señalar la existencia de un oscuro Partido Socialista Democrático, que reunía a antiguos seguidores socialdemócratas del recién 4   

  

fallecido Dionisio Ridruejo y al grupo de Antonio García López, que rechazaba abiertamente el marxismo pero que no se atrevía a

autodefinirse

socialdemócrata. Es cierto que todas estas pequeñas organizaciones que se reclamaban del socialismo democrático apenas contaban con el millar de seguidores y que las diferencias ideológicas no eran tan sustanciales por mucho que unas reivindicaran el federalismo autogestionario y otras la deriva socialdemócrata para intentar diferenciarse del PSOE5. Quizá lo más importante es que el PSOE era la única alternativa socialista que tenía una composición social diferenciada, sustentándose también en la reconstrucción del sindicato UGT aunque ya había perdido en su seno el predominio de la cultura sindicalista u obrerista. Por el contrario, el PSOE histórico era sobre todo un partido de jubilados o veteranos de la guerra mientras que el PSP era una opción apoyada por profesionales y, en general, clases medias, que defendía la opción de Comisiones Obreras. El caso de USO era algo diferente porque si bien algunos de sus cuadros históricos habían lanzado la operación Reconstrucción Socialista, base de la efímera Federación de Partidos Socialistas (FPS), no habían logrado la doble militancia sindicatopartido de la mayor parte de sus efectivos en aras de la defensa de la autonomía sindical. Este aparente “laberinto” de siglas y grupos socialistas y socialdemócratas se reduciría a tres opciones de cara a las elecciones de junio de 1977 pues el resto de los históricos (un sector importante se había reunificado con el PSOE en el Congreso de diciembre de 1976) y algunos socialdemócratas irían a las elecciones

en

una

fracasada

coalición denominada Alianza Socialista

Democrática mientras que el PSP aglutinaría a los restos de la efímera Federación de Partidos Socialistas, que no se habían coaligado con el PSOE. En cambio, el PSOE, de cara a las elecciones había conseguido resolver en gran medida la unidad con los históricos, además de absorber o coaligarse con las secciones más importantes madrileña y catalana de la Federación de Partidos Socialistas.

                                                             Véase Abdón Mateos, “Del laberinto socialista al partido de la transición”, en Rafael Quirosa (ed.), Los partidos en la Transición, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013.

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Lo más decisivo de la unidad socialista para el PSOE era evitar la confusión de las siglas. Por ello, el reagrupamiento con los seguidores del presidente de los históricos, el sevillano Alfonso Fernández Torres, fue absolutamente prioritario. Es cierto que esta soldadura no fue conseguida del todo, pues los históricos demandaron la presidencia del partido para su líder, que ya estaba reservada para Ramón Rubial, frente a los tres puestos en la Ejecutiva que se les ofrecía. La dimisión de Miguel Boyer permitió que un exiliado de la guerra civil, como era el antiguo refugiado en México y líder de los socialistas asturianos, Rafael Fernández, entrara en la dirección federal a comienzos de 1977. Más adelante, tras las elecciones de junio de 1977, otros sectores del PSOE (h), encabezados por José Prat, también volvieron al PSOE. EUROSOCIALISMO Y MODELOS DE PARTIDO Una característica común a los partidos socialistas del sur de Europa era la fuerte implantación electoral y sindical de los respectivos partidos comunistas. Además, al inicio de los años setenta se había producido la refundación del socialismo francés bajo el liderazgo de Mitterrand frente la histórica SFIO de Guy Mollet. El sistema electoral francés obligaba a la cooperación electoral debido a la existencia de dos vueltas por lo que el nuevo PSF había diseñado una estrategia unitaria con un programa común con los comunistas. Esta estrategia ya había sido experimentada por los socialistas italianos, a costa de su división, entre el final de la guerra mundial y 1956. A partir de entonces, se produjo un giro hacia políticas de centro-izquierda, que provocó nuevas escisiones. En cualquier caso, en 1976 el PSI renovaría su liderazgo con Craxi y su mensaje político, realzando que socialismo no era equivalente a marxismo gracias a las reflexiones de intelectuales como Norberto Bobbio6. Los italianos preservaron el modelo de partido abierto a las corrientes de opinión, al igual que los franceses refundados. En cualquier caso, la lógica de la guerra fría, las características del sistema electoral y el predominio del PCI hicieron inviable que se repitiera una estrategia unitaria de la izquierda hasta después de la caída del Muro de Berlín. En Portugal, se había refundado el antiguo y desaparecido Partido Socialista Portugués en tierras alemanas en la primavera de 1973. A pesar del triunfo                                                              6

Véase Andrea Spiri, La svolta socialista, Roma. Rubettino, 2012.

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electoral de los socialistas en 1975, obteniendo cerca del 40 por 100 de los sufragios, el proceso revolucionario impidió a Mario Soares formar gobierno en solitario, optando por coaligarse en la acción de gobierno para consolidar la democracia con formaciones de centro entre enero y agosto de 1978, y de nuevo entre abril de 1983 y noviembre de 1985. Es sabido que los comunistas de Álvaro Cunhal nunca evolucionaron hacia el eurocomunismo, optando por apoyar el doble poder revolucionario de los militares frente al parlamento, y no superando el 15 por 100 de los sufragios. Tenemos, por tanto, tres casos de eurosocialismo que no pudieron implementar una alternativa democrática de autonomía socialista, que fueron refundados en los casos de Francia y Portugal y renovado en Italia, y que defendían modelos de partido abiertos a las corrientes de opinión. En el caso español, el PSOE partía de un modelo de partido hipercentralizado, tras la superación de las corrientes existentes en los años treinta. Aunque el exilio había buscado la alianza circunstancial antifranquista siempre había defendido la autonomía del proyecto socialista. Los nuevos dirigentes del PSOE renovado continuaron defendiendo estos planteamientos estratégicos y de modelo de partido. Aunque fue aprobada la federalización del partido en el primer congreso celebrado en España de diciembre de 1976, todavía en la alegalidad, este proceso fue muy prolongado en el tiempo. En realidad, fue la construcción del Estado de las Autonomías lo que condujo a la transformación del modelo de partido. Un paso decisivo, no obstante, en esa transformación desde los metafóricos gajos de una naranja al racimo de uvas fue la refundación del socialismo catalán y su federación con el PSOE7. En efecto, en julio de 1978 dos partidos socialistas catalanes con representación parlamentaria y la federación catalana del PSOE procedían a fundar el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE). En este nuevo partido habían confluido en diversas convergencias grupos políticos muy diversos desde 1974. El nuevo partido, con predominio catalanista, logró federarse con el PSOE más que constituirse en mera federación del partido. Aceptaba las corrientes de opinión a diferencia de lo que ocurría en la sede central. Además la dinámica                                                              Transcripción de la Conferencia de organización del PSOE, 1983, Fundación Pablo Iglesias, Archivos del Movimiento Obrero, Alcalá de Henares. 7

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política catalana con un fuerte Partido Socialista Unificado de Cataluña, obligaba a no excluir, como los franceses, una estrategia de unidad de la izquierda. El PSC-PSOE no logró una verdadera soldadura interna hasta después de 1982, estando en varios momentos al borde de la escisión. El PSCPSOE también fue pionero en otorgar cuotas de representación femenina y su trayectoria en la oposición entre 1980 y 2003, permitió el disfrute de unas buenas relaciones con la UGT de Cataluña durante los años ochenta a pesar de las tensiones existentes durante la transición. Para asegurar la coordinación con el

PSC-PSOE,

el

núcleo

directivo

central

hubo

de

otorgar

una

sobrerrepresentación a los socialistas de Cataluña, algo que se repetiría durante los primeros gobiernos de Felipe González8. En la práctica, las corrientes de opinión existieron de hecho en las federaciones regionales que partían de mucha pluralidad antes de la unificación de 1978. Fueron los casos, aparte de Madrid, de las federaciones o partidos del antiguo reino de Aragón: Valencia, Aragón, Cataluña y Baleares. Quizá la pervivencia de una cultura política federalista, que hundía sus raíces más allá del siglo XX, sirva para explicar esta diversidad. En cualquier caso, lo que no hubo fue una perduración de los grupos políticos preexistentes. La única corriente consolidada de alcance nacional fue Izquierda Socialista, defensora de la tradición y del marxismo, formada a partir de los llamados “críticos” vencedores en el XXVIII Congreso de mayo de 1979 pero derrotados en el extraordinario de septiembre de ese mismo año. Aunque el congreso extraordinario admitió las corrientes de opinión, estas no se oficializaron hasta la Conferencia de Organización de 1983. De todas formas. Izquierda Socialista no lograría superar la prueba de la desavenencia ante el referéndum de la OTAN perdiendo su representación en el Comité Federal en 1988 y viéndose durante años relegada a una especie de conciencia crítica. No pudieron siquiera aglutinar a la mayor parte de los cuadros de UGT, en conflicto con la acción de gobierno de Felipe González después de 1986. La razón principal de la falta de consolidación de un ala izquierda en el PSOE residió a la absorción de

buena parte de sus cuadros, bien en la acción

administrativa de gobierno, autonómica o local, bien en puestos de elección                                                              8

Testimonios personales de Salvador Clotas, Josep M. Triginer y Eduardo Martín Toval.

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popular, así como la propia ruptura respecto a UGT y la construcción del Estado de las Autonomías. A mitad de los años ochenta, uno de cada tres militantes del partido ocupaba este tipo de cargos o puestos. El partido socialista tendió a institucionalizarse y convertirse en una maquinaria electoral aunque los seguidores de Alfonso Guerra prefirieron mantener la diferenciación entre el liderazgo de los partidos autonómicos y la responsabilidad institucional. No obstante, el pluralismo en el seno de las organizaciones socialistas pervivió incluso en la época de gobierno de Felipe González. Los encuentros sobre el futuro del socialismo en Jávea, impulsados por fundaciones culturales socialistas como Sistema, permitieron que prosiguiera la discusión ideológica bajo la seguridad de varias mayorías absolutas9. Por lo que se refiere a la representación de la mujer en el seno de los partidos socialistas, cabe destacar la política seguida por el PSOE aunque los socialistas franceses habían sido muy activos promoviendo la participación de la mujer con la comisión nacional “Luttes des Femmes”. El Secretariado Femenino del PSOE existente durante los años de la Segunda República fue reconstituido en el exilio entre 1964 y 1970, desempeñando la secretaría Carmen García Bloise, apoyada por mujeres como Purificación Tomás, exiliada en México. En el interior de España hubo grupos femeninos en Madrid y Vizcaya, aunque estas militantes fueron reacias a constituir entidades independientes debido a la clandestinidad. Por ello, en 1970, cuando se empezó a imponer la militancia del interior de España y arrancó el proceso de renovación y reestructuración de las organizaciones socialistas, el Secretariado fue suprimido. No obstante, algunas mujeres participaron en la reorganización socialista regresando desde el exilio y militando activamente, como, entre otras, la propia Carmen García, Ludivina García, Libertad Fernández o Purificación Tomás. No fue hasta enero de 1977 cuando se creó la comisión Mujer y Socialismo, impulsada, entre otras, por Carlota Bustelo, que procedía de la Agrupación Socialista Universitaria, y Carmen García Bloise, dependiente de la Secretaría federal de Formación, convertida en un grupo federal entre 1979 y 1984, que pasó a depender de la Secretaría Ejecutiva federal de Asuntos Sociales. En esos                                                              El Socialismo del futuro, 1, 1990. Véase el relato sobre sus orígenes en el artículo de José F. Tezanos en el número 200 de la revista Temas para el debate. 9

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años, el número de afiliadas al PSOE estaba por debajo del 10 por 100, por lo que

las

feministas

socialistas

reclamaron

sin

éxito

una

cuota

de

sobrerrepresentación del 15 por 100. En 1983 fue creado el Instituto de la Mujer, dependiente inicialmente del Ministerio de Cultura y dirigido por Carlota Bustelo. Sin embargo, hasta 1985 no fue constituida la secretaría de Participación de la mujer, bajo la responsabilidad de Matilde Fernández y luego de Dolores Renau, que en 1990 alcanzó la categoría de secretaría de área con Josefa Pardo. Fue también en los años del PSOE en el poder cuando se constituyó la Federación de Mujeres Progresistas (1987) y fue aprobada una cuota de discriminación positiva del 25 por 100 (Congreso de enero de 1988). Años antes, desde 1982, la cuota del 15 por 100 había sido aprobada por el IV Congreso del Partido de los Socialistas de Catalunya, debido a la presencia más fuerte del feminismo socialista que, en junio de 1981, había organizado las II Jornadas de Dones Socialistas.

Las medidas de discriminación positiva

permitieron que el número de mujeres militantes se doblara en la década de los ochenta, impulsándose una campaña de afiliación femenina en 1990 con el objetivo de alcanzar una tasa del 30 por 10010. La Federación de Mujeres Progresistas tuvo el carácter de asociación no gubernamental y no sólo de mujeres militantes socialistas. No obstante, aunque en las elecciones de 1986 las diputadas socialistas fueron 31 frente a las 22 de la primera legislatura socialista (un 8 por 100), faltarían muchos años para que se alcanzara dicha representación debido al orden de las listas electorales. Donde sí se aplicó esa cuota del 25% fue en la dirección federal del partido socialista desde enero de 1988 aunque el número de responsables de área fue mucho menor: secretarías de Internacional y de Participación de la mujer. En realidad, el PSOE fue el único partido socialista del sur de Europa (sin contar el caso griego) que pudo desarrollar

una acción de gobierno en solitario

plenamente. Aunque esa voluntad de Felipe González existió desde las primeras elecciones democráticas de junio de 1977, la posibilidad real de gobernar con mayoría suficiente solamente se concretó a finales de 1982. Aun en ese año se                                                              10

Véase Tánia Verge, Partidos y representación política, Madrid, CIS, 2007.

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pensaba en la hipótesis de formar gobierno con el apoyo de alguna fracción procedente de UCD, como los socialdemócratas del PAD o los seguidores de Adolfo Suárez11. El disfrute por el PSOE de tres mayorías absolutas durante la totalidad de los años ochenta, la llamada década socialista (1982-1993) no admite comparación posible con el caso de otros países del sur de Europa. No obstante, la apertura hacia el electorado de centro fue el eje de los debates estratégicos e ideológicos de 1979, tras la derrota electoral en ese año.

Los llamados “críticos”,

antecesores de la corriente Izquierda Socialista, defendían una política de apertura hacia el PCE, al igual que la defendía el PSC-PSOE hasta 1980 debido a la fortaleza relativa del PSUC12. En cambio, hay que recordar que el partido comunista francés al igual que el italiano era la primera fuerza electoral. En efecto, en 1968 y 1973, Georges Marchais había superado a los socialistas en la primera vuelta electoral, estando dividido el voto socialista entre los seguidores del refundado PSF y el PSU de Rocard. No fue hasta las elecciones legislativas de junio de 1981 cuando Pierre Mauroy alcanzó un resultado del 37 por 100, reduciéndose los votos comunistas al 16 por 100 y al 7 por 100 en la segunda vuelta, cuando en las elecciones de la década de los setenta no habían bajado del 20 por 100. La línea de autonomía socialista solamente la podría desarrollar Michel Rocard a partir de 1988, aunque su corriente, procedente del antiguo PSU, ya la había defendido en 1979 al oponerse a las nacionalizaciones “a ultranza” y a las concesiones a los comunistas franceses en la negociación del Programa Común de la Izquierda. Mitterrand, que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 1974, había apoyado la renovación del PSOE, asistiendo a los congresos de Suresnes y de Madrid, aunque al mismo tiempo patrocinó la Conferencia Socialista Ibérica reunida en Francia con el objeto de unificar al socialismo español y las Conferencias europeas del llamado socialismo mediterráneo en 1976 y 1977, intentando equilibrar el peso de la socialdemocracia alemana y del laborismo inglés en el poder.                                                              11 12

Testimonio personal de Joaquín Almunia, 2011. Testimonio de Antonio García Santesmases, 2012.

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En realidad, de los líderes de los partidos eurosocialistas, Felipe González era el más joven y con menos trayectoria en la dirección de las organizaciones socialistas. El más cercano generacionalmente era Bettino Craxi, nacido en 1934, mientras que Mario Soares era de 1924 y Mitterrand nació en 1916. Con la excepción de González, todos estos nuevos líderes del socialismo mediterráneo procedían de familias de clase media profesional y a menudo con experiencia política como dirigentes de partido o incluso ministerial. Felipe González no sólo no tenía que ver generacionalmente con la cultura de la resistencia antifascista sino que se había formado en el seno de la izquierda católica. El énfasis de González en la representación de los intereses del pueblo, incluidas las clases medias, era relativamente novedoso en el socialismo español, pues aunque en el exilio de posguerra predominó entre las bases exiliadas la cultura obrerista, el partido se había nacionalizado ya con ocasión de la guerra civil, defendiendo desde entonces, bajo el liderazgo de Indalecio Prieto, un proyecto de partido “popular” y no solo obrerista o clasista. Esta insistencia en reivindicar la “España del pueblo” estuvo ya presente en la propaganda y la prensa socialista antes de las primeras elecciones democráticas, pues había formado parte de la retórica del exilio13. Aunque las primeras influencias entre los jóvenes socialistas sevillanos, al igual que los seguidores del Frente de Liberación Popular, estuvieron en un socialismo de izquierda, representado por el PSIUP de Lelio Basso o el PSU de Michel Rocard14, así como en el pensamiento de Rosa Luxemburgo, Felipe González siempre fue reformista. En sus primeras declaraciones nunca quiso excluir del partido a los socialdemócratas y rechazó siempre la posibilidad de un programa común de la izquierda15. La mayor influencia ideológica y teórica sobre el socialismo español de la transición provino de pensadores socialistas italianos como Norberto Bobbio y Luciano Pellicani, como se puede observar por la frecuencia de sus colaboraciones en las revistas teóricas de las fundaciones socialistas Pablo Iglesias y Sistema. El mismo Craxi reivindicó, siguiendo a estos pensadores, un                                                              Véase Daniel Molina, La España del Pueblo, Madrid, Silex, 2015 (en prensa). Véase las memorias de Alfonso Guerra, Cuando el tiempo nos alcance, Barcelona, Espasa Calpe, 2004. 15 Socialismo es libertad, Madrid, Edicusa, 1976. 13

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socialismo que no se inspirase solamente en el marxismo sino en pensadores “libertarios” o utópicos como Prouhdon. No deja de ser curiosa la publicación en España en el mismo año de 1978 de un libro sobre el Centro de Estudios, Investigaciones y Educación Socialista francés, el CERES de Jean Pierre Chevenement, líder de la izquierda socialista francesa, y de los ensayos ¿Qué Socialismo? de Bobbio. La obra sobre el CERES era prologada por Francisco Bustelo, una de las personalidades de la corriente “crítica”,

mientras

que

a

los

pensadores

italianos

los

apadrinaban

personalidades como Elías Díaz o Gregorio Peces Barba. En definitiva, la reflexión de Bobbio intentaba desvincular al socialismo del marxismo como única fuente de pensamiento16, algo que el núcleo interno del PSOE intentaría hacer prevalecer en los congresos de 1979 y 1981. Alfonso Guerra mantuvo algunos debates con el intelectual turinés, y sus ensayos fueron divulgados especialmente en el bienio 1977-78 en las revistas Sistema y Leviatán. Bobbio, además, sería invitado en varias ocasiones por el Grupo Parlamentario del PSOE en la oposición y en el poder17. Es cierto que la lengua francesa seguía siendo predominante entre los líderes y cuadros socialistas españoles (muchos provenientes de la expatriación en países como Francia o Bélgica) por lo que el largo proceso de refundación del socialismo francés durante los años sesenta y primeros setenta, así como el estallido de Mayo de 1968, fue seguido con especial interés por los jóvenes antifranquistas españoles18. Así, por ejemplo, Felipe González había ampliado estudios en la católica Universidad de Lovaina y leía a ensayistas y políticos franceses. Uno de los autores que le influyeron fue el politólogo Maurice Duverger, teniendo sobre su mesa su famosa Carta a los socialistas19. La influencia del socialismo autogestionario y de lemas del refundado socialismo francés como el post-sesentayochista “cambiar la vida” resultaría mucho más efímera aunque se otorgara un papel decisivo en el proyecto socialista español al ámbito educativo y cultural. El crecimiento de los recursos                                                              Véase, por ejemplo, Norberto Bobbio, ¿Qué Socialismo?, Barcelona, Plaza Janés, 1978. Véase la correspondencia de Gregorio Peces Barba y Elías Díaz con Bobbio, Archivo Bobbio, Turin. 18 Testimonio personal de Manuel Simón, 2014. 19 Véase la biografía de Alfonso Palomares, Felipe González. El hombre y el político, Barcelona, Ediciones B, 2005. 16 17

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educativos y el acceso a la alta cultura debía ser uno de los ejes del cambio en una sociedad en la que se pudiera repartir el trabajo como fórmula para acabar con la lacra del desempleo pero donde también se construyera la igualdad de oportunidades. Por ejemplo, en fecha tan tardía como el verano de 1983, ya con el PSOE en el poder, el equipo del Ministerio de Cultura, encabezado por Javier Solana y con colaboradores procedentes de diversas formaciones antifranquistas como el PCE (Mario Trinidad) de la FPS (Miguel Satrústegui) y del FLP (Ignacio Quintana), encargó al sociólogo Manuel Castells, antifranquista expatriado en 1962 y de formación marxista, un estudio que proponía un modelo de sociedad del bienestar y del ocio en la que el reparto del trabajo permitiría el disfrute de mayores recursos educativos y culturales en la sociedad de la información y, por tanto, “cambiar la vida”20.

AJUSTES IDEOLÓGICOS: EL IMPOSIBLE NEUTRALISMO

Desde una perspectiva comparada y europea, el ajuste ideológico más importante del socialismo español en su peculiar transición interna fue el abandono del neutralismo21. En realidad, esta modulación ideológica tuvo escaso desarrollo temporal durante los años setenta. El partido refundado de posguerra se había declarado partidario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 194922, aunque quizá esperando que se hiciera realidad la intervención internacional para resolver el “problema español”. En cualquier caso, hubo un destacado compromiso con los ideales europeístas, una esperanza de tercera vía socialista frente al mundo liberal capitalista y el mundo sovietizado. La “gibraltarización” de España con motivo de los pactos de Franco con los Estados Unidos de Eisenhower, enfrió aún más el occidentalismo del                                                              20 Informe de Castells, Archivo central Ministerio de Cultura. Agradezco a Giulia Quaggio la consulta de la documentación de la gestión de Javier Solana. 21 Véase el análisis sobre otros partidos europeos en Donald Sassoon, Cien años de socialismo, Barcelona, Edhasa, 2001. 22 Véase Carlos y José Martínez Cobo, ¿República? ¿Monarquía?. Intrahistoria del PSOE, Madrid, Plaza Janés, 1992.

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PSOE acentuando el antiamericanismo que ya había cristalizado en la crisis del 98 con la pérdida de Cuba. Un primer indicador del giro hacia posiciones neutralistas fue la defensa de las posiciones palestinas en el conflicto arabo-israelita de 1973, cuando en 1967 el que fuera primer secretario internacional de UGT de la democracia, Manuel Simón, marchó como voluntario de Israel en la guerra de los Seis Días, entrando a su regreso en la ejecutiva del partido en el exilio. Las relaciones internacionales del PSOE fueron enseguida “coto privado” de Felipe González, dada la relevancia de estos apoyos en la presentación en la sociedad española del posfranquismo del partido renovado. De hecho, aunque hubo una comisión de relaciones internacionales federal y Luis Yáñez ostentó dicha secretaría entre 1976 y mayo de 1979, esta área de gestión se quedó sin responsable oficial hasta diciembre de 1984, aunque las tareas de coordinación recayeran en Elena Flores y las relaciones con la Internacional fueran llevadas a menudo por el veterano Curro López Real, secretario de Emigración23. Las tentativas para que Yáñez regresara a las responsabilidades internacionales de la Ejecutiva en el Congreso del otoño de 1981, no recibieron el visto bueno de los congresistas y del mismo González. Quizá esto explique que poco después Yáñez dimitiera de la portavocía socialista de la comisión de exteriores del Congreso de los diputados, criticando, además, la tibieza del secretario general respecto a la OTAN, al no encabezar las manifestaciones de protesta. En cualquier caso, González insistió en que el PSOE no estaba contra la OTAN sino contra una entrada de España en un momento tan delicado de la guerra fría24. Según el testimonio de Otero Novas, la presión de los Estados Unidos fue tal que amenazó la seguridad de las Islas Canarias, por lo que el PSOE tuvo que atemperar su discurso, dando González la imagen de ser un moderado “nacionalista español”. Es curioso recordar, también, como el que llegaría a ser el primer ministro de Exteriores socialista, Fernando Morán, defendía en 1980 el mantenimiento de la peculiar relación de España con Occidente a través del Tratado con los Estados Unidos sin añadir la entrada en la OTAN, lo que, a su juicio, supondría un                                                              23 24

Testimonio personal de Luis Yáñez, 2014. La Vanguardia, 7.X.1981.

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escalón más en el recrudecimiento de la guerra fría. A su juicio, era más interesante desarrollar una política de defensa y de seguridad europeas25. Por tanto, el ideal neutralista del PSOE fue efímero, a diferencia de lo ocurrido con sus homólogos griegos o italianos, que solamente terminaron girando hacia el occidentalismo durante los nuevos liderazgos de Papandreu y Craxi. Otros partidos socialistas europeos se habían amoldado al orden occidental de la guerra fría muchos años antes, tanto en la oposición como en el poder. La bandera anti OTAN, desarrollada por los partidos de izquierda españoles y los movimientos sociales desde 1980, también permitió al PSOE aglutinar en las elecciones de 1982 la casi totalidad del voto de izquierda y movilizar a la mayoría social de centroizquierda, pese a la preocupación de sus líderes, tras la intervención soviética sobre Afganistán y la intromisión en los asuntos internos del PCE y del PSUC, por aparecer en maridaje con los comunistas, en la acción administrativa territorial y local. Todavía en 1982, el pacto de gobierno con el PCE en el Principado de Asturias fue agitado por la derecha como espantajo ante la próxima llegada al poder de los socialistas. Ya en 1983, Felipe González, viró hacia un mayor compromiso occidentalista, al solidarizarse con Kohl y el despliegue de los euromisiles, pese al giro contrario que el SPD en la oposición acababa de emprender y pese a las demandas de su poderoso amigo de la Internacional, Willy Brandt. Sin embargo, este postrero ajuste ideológico se emprendió a lo largo del año 1984, con declaraciones pioneras de intelectuales socialistas como Fernando Claudín y Ludolfo Paramio, seguidas del Congreso del PSOE a finales de año26. La entrada en la Comunidad Económica Europea terminó asociándose a la pertenencia al club de la defensa y de la seguridad occidental. Además, el PSOE se entregó a fondo a la celebración del V Centenario del descubrimiento de América, promoviendo un iberoamericanismo, de encuentro entre pueblos y de países hermanos que hundía sus raíces en el pensamiento liberal-republicano, y que permitió el avance en la nacionalización de los españoles y la construcción del llamado “patriotismo constitucional”. Así culminó la peculiar transición de                                                              25 26

Fernando Morán, Una política exterior para España, Barcelona, Planeta, 1980. Véanse sus artículos de opinión, El País, 16 y 18.VI. 1984.

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los socialistas durante los años setenta y primeros ochenta, con la conversión del PSOE en el principal, y durante un tiempo casi el único, partido nacional, responsable de la modernización de la sociedad española.

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