La Transición de las Aulas a los Grupos del Crimen Organizado

September 15, 2017 | Autor: Erick González | Categoría: Education, Educación
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Descripción

La Transición de las Aulas a los Grupos del Crimen Organizado Sicario 1°: Señor, yo soy un hombre de esos tan maltratados por la suerte, que me arrojaré a cualquier cosa por vengarme del mundo. Sicario 2°: Tan mala ha sido mi fortuna, que para mejorarla o acabar de una vez, arriesgaré mi vida en cualquier lance. Macbeth, William Shakespeare

Las aulas en las escuelas de educación básica en México han cambiado; se están quedando vacías antes de que los alumnos terminen su instrucción secundaria. La población que contienen las escuelas y las estructuras que la integran, no son compatibles. México se encuentra pasando uno de los momentos más difíciles en su historia reciente en el aspecto social y económico. La violencia y la inseguridad han rebasado la capacidad de todas las instituciones. Los niños y jóvenes se han convertido en al blanco de todos los grupos de la delincuencia organizada y de las propias fuerzas de seguridad del país. Son objeto de ataques, incluso desde los propios medios de comunicación, quienes los denigran y estereotipan a través de programas de televisión estériles y de contenido bizarro. Cómo sociedad no estamos preparados para lo que enfrentamos. La comunicación entre las familias y la escuela se ha fracturado desde hace más de dos décadas y ambas partes se han llegado a percibir como antagónicas. Esta lucha, como en cualquier conflicto, tiene sus daños colaterales. Ambas partes asumen o se deslindan de la acción educativa sobre los menores. ¿Quién educa? ¿La familia? ¿La escuela? ¿Ambas? En el aspecto teórico abunda bibliografía que analiza a profundad cada cuestionamiento. Esta reflexión, por su parte, no tiene como objeto redundar en esas teorías, sino exponer lo que

sucede dentro y fuera de las escuelas cuando los niños y jóvenes no tienen la posibilidad de terminar la primaria o la secundaria. Los factores son múltiples, desde la dificultad de las familias en poder sustentar económicamente los estudios de sus hijos, hasta la negligencia para otorgarles el derecho a la educación. Otro ingrediente es la falta de capacidad que el propio sistema educativo mexicano ha mostrado al enfrentar el problema de la violencia social. Esto se observa directamente sobre la figura de los docentes que en su mayoría no han podido responder adecuadamente al nuevo reto social. Se trata de voluntades y de la posibilidad de llevarlas a cabo. Se trata de la reflexión de la práctica educativa que lleva el docente y el manejo de los conflictos que se viven día a día dentro de las aulas. Al nivel de secundaria los alumnos, principalmente los varones, son tentados diariamente por los placeres que la delincuencia organizada les brinda para ingresar a sus filas: dinero, mujeres, drogas, alcohol, autos de reciente modelo y armas. Para el joven promedio de las zonas marginales y de escasos recursos, donde en su hogar han faltado la comida, el vestido y la cobertura de sus necesidades básicas, estas ofertas son difíciles de rechazar. Para estos jóvenes que durante gran parte de su vida han sido testigos y víctimas de la violencia dentro o fuera de sus familias, ingresar a la delincuencia es sólo un paso lógico que deben dar. No hay una visión a futuro porque no se les enseñó un futuro. Vivir al día con lo que se tiene, genera perspectivas limitadas y difícilmente hay un proyecto de vida a mediano y largo plazo. Otra problemática con la que los docentes se enfrentan en la aulas es la salud emocional (la propia y la de los alumnos) que se ha visto afectada por la violencia cada vez más presente en las calles que rodean la institución educativa. “Estrés post traumático… se presenta cada vez más ante el recrudecimiento de la violencia en

México. Es una de las facturas de la violencia…Tantas muertes, tan constantes y tan violentas, generan que ese tormento nos sea cada vez más cercano”.1 Ante esta situación, la única defensa que tienen los docentes es su propio conocimiento. Años de experiencia y un acervo de herramientas pedagógicas no han sido suficientes para mantener a los jóvenes dentro de las aulas. Algo está sucediendo que no se ha encontrado el camino para detener o disminuir la deserción en las escuelas. “Mi tío es malandro… a mi jefe lo levantaron y no apareció… rafaguearon el cantón… a un camarada le dieron piso y le cortaron la chompa… mi tirada es hacerme del punto y que no me maten”. Estas son expresiones comunes de algunos de los jóvenes dentro de las aulas. Ellos afrontan el fenómeno delincuencial desde muchas posiciones: dentro, fuera o en los linderos de ambas. Muchos son sobrevivientes de los hogares y las calles donde la vida es realmente difícil y cuentan con un código moral propio. En las calles la regla principal es no fallar, quien lo hace es débil y en esta posición se está expuesto. Las calles se deshacen de aquellos individuos que no se adaptan a ellas y mientras más pronto las superen, más tiempo vivirán. Dentro de las aulas se da un fenómeno similar. El espacio áulico contiene un promedio de cuarenta y cinco alumnos por grupo, lo que ha generado inconformidad por parte de los docentes ya que con esta cantidad, es complicado desarrollar la actividad educativa de manera efectiva. El programa se sigue, pero los objetivos y los perfiles de egreso difícilmente se cumplen. Cada uno de los alumnos de un aula, representa un universo social propio e individual. “Existen factores asociados a la violencia que la dinamizan, como las rupturas familiares, el mal uso del tiempo, la desintegración de los valores

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Igartúa, S. (2007). Repunta el suicidio infantil ante la ola de violencia. Proceso (1775), 26-30.

tradicionales, la marginidad social; todo esto empuja a los adolescentes a reconstruir su identidad en espacios sociales creados por ellos mismos…”.2 La gran parte de las problemáticas que los niños y jóvenes están viviendo se dan dentro de sus hogares. Sus padres cargan con sus propios problemas y los transmiten. No son capaces de distinguir los propios a los de sus hijos. Al parecer, los padres no están enseñando lo que les corresponde. “Es fundamental el entrenamiento de la infancia y la juventud, en el ejercicio de optar, decidir, analizar críticamente los mensajes de los medios, y en definitiva, en la práctica de ser autores de sus vidas y dueños de sus decisiones”.3 En esta vorágine social y económica que vivimos es difícil la distinción. Las frase más común que los alumnos de secundaria refieren cuando se les pregunta sobre la comunicación con sus padres, es que estos no les prestan la suficiente atención. En el caso de los docentes se da una situación similar, es decir, no se preocupan por lo que sus alumnos puedan estar experimentando fuera del espacio áulico. Su trabajo se limita a exponer, revisar y evaluar al número de lista en su registro, sin conocer al ser humano que tiene en frente. “Quien educa se convierte en cierto modo en responsable del mundo ante el neófito, como bien ha señalado Hannah Arendt: si le repugna esta responsabilidad, más vale que se dedique a otra cosa y que no estorbe. Hacerse responsable del mundo no es aprobarlo tal como es, sino asumirlo conscientemente porque es y porque sólo a partir de lo que es puede ser enmendado”.4 El principio para generar un cambio es que todos los actores que intervienen en el proceso educativo estén coordinados y dispuestos a transformar sus propias prácticas. En el hecho fáctico, difícilmente la ciudadanía puede intervenir en las

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Torres, C. C. (2005). Jóvenes y Violencia. Revista Iberoamericana de Educación , 55-92. httpwww.rieoei.orgrie37a03.pdf 3 Martínez, M. (s.f.). El contrato moral del profesorado. Condiciones para una nueva escuela. (2a). Descleé de Brouwer. Pag. 87. 4

Savater, F. (1997). El valor de educar. México, D.F.: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América. Pag. 161.

políticas de seguridad y económicas del país; la familia y docentes por lo pronto, debemos encontrar

el camino del diálogo y la cooperación. Asumamos el

compromiso de abordar los temas críticos en la relación con los jóvenes y alumnos en beneficio de la propia sociedad. Descriminalicemos a las nuevas generaciones y ocupemos nuestro esfuerzo en orientarlos y guiarlos a la sociedad que necesitamos y que finalmente será de ellos.

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