La terra sigillata hispánica: producciones del área septentrional

June 16, 2017 | Autor: M. Romero Carnicero | Categoría: Italian Sigillata - Roman Pottery - Arretine decorated ware
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Descripción

C U R S O S D E F O R M A C I Ó N P E R M A N E N T E PA R A A R Q U E Ó L O G O S

Manual de cerámica romana II

Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

Carmen Fernández Ochoa Ángel Morillo Mar Zarzalejos (Eds.)

Manual de cerámica romana II Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

ste libro pretende ser una contribución al conocimiento de la dinámica productiva y comercial de Roma en la península Ibérica durante el Alto Imperio. Su contenido no es sino la continuidad cronológica de los temas tratados en el volumen anterior de esta misma colección que abordó las producciones de época republicana. La obra es fruto de un nuevo curso de formación impartido en el Museo Arqueológico Regional en colaboración con la Sección de Arqueología del CDL de Madrid y la Sociedad Española para el estudio de la Cerámica Antigua Hispana (SECAH). En el curso participaron expertos investigadores que conocen en profundidad los temas tratados y que accedieron a plasmar sus intervenciones en una obra de conjunto actualizada desde el punto de vista científico y orientada a la praxis arqueológica cotidiana. El libro presta atención a las producciones finas de mesa del periodo altoimperial, es decir, la terra sigillata itálica, gálica e hispánica, todas ellas presentadas tanto desde sus orígenes, a partir de los centros productivos, como desde la perspectiva de su amplia comercialización. A esta trilogía tradicional se han agregado tres series cerámicas cuya importancia en los contextos arqueológicos está fuera de toda duda como son las lucernas, la cerámica pintada y una producción singular, muy abundante y característica de la regiones interiores de Hispania, que se suele denominar como terra sigillata hispánica brillante. A través de los diferentes capítulos de esta obra, el lector interesado encontrará una información ordenada y puesta al día sobre la trayectoria histórica de cada producción, un análisis de los contextos cerámicos más significativos, una aproximación a las indispensables aportaciones de la Arqueometría, así como una visión crítica de los problemas que afectan a las distintas series tratadas. Diversas ilustraciones, imprescindibles en los estudios cerámicos, completan el panorama ofreciendo numerosas imágenes, algunas inéditas, gracias a la generosidad de los investigadores participantes, de algunos colegas y de las instituciones museísticas o de investigación que han colaborado para hacer más atractiva la edición del libro.

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Manual de cerámica romana II Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

Carmen Fernández Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos (Eds.)

CURSOS DE FORMACIÓN PERMANENTE PARA ARQUEÓLOGOS

COMUNIDAD DE MADRID PRESIDENTA Cristina Cifuentes Cuencas CONSEJERO DE PRESIDENCIA, JUSTICIA Y PORTAVOZ DEL GOBIERNO Ángel Garrido García VICECONSEJERO DE PRESIDENCIA Y JUSTICIA Enrique Ruiz Escudero SECRETARIO GENERAL TÉCNICO Pedro Guitart González-Valerio

COLEGIO OFICIAL DE ARQUEÓLOGOS DE MADRID (CArMa) COLEGIO DE DOCTORES Y LICENCIADOS EN FILOSOFÍA Y LETRAS Y CIENCIAS DE MADRID (CDL) PRESIDENTE César Heras Martínez (CArMa) DECANO Roberto Salmerón Sanz (CDL) Primera edición: julio 2015

DIRECTORA GENERAL DE PATRIMONIO CULTURAL Paloma Sobrini Sagaseta de Ilúrdoz

© De los textos, fotografías e imágenes: Sus autores

DIRECTOR GENERAL DE PROMOCIÓN CULTURAL Jaime Miguel de los Santos González

© De la presente edición: Museo Arqueológico Regional Plaza de las Bernardas s/n 28801 Alcalá de Henares

DIRECTOR GENERAL DE UNIVERSIDADES E INVESTIGACIÓN José Manuel Torralba Castelló ALCALDE DE ALCALÁ DE HENARES Javier Rodríguez Palacios MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Colegio Oficial de Arqueólogos de Madrid (CArMa) Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid (CDL) Calle Fuencarral, 101 28004 Madrid

DIRECTOR Enrique Baquedano

Editores científicos: Carmén Fernández Ochoa Ángel Morillo Mar Zarzalejos

JEFA DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN E INVESTIGACIÓN Isabel Baquedano Beltrán

Coordinación editorial: Luis Palop Sección de Arqueología del CDL de Madrid

JEFA DEL ÁREA DE EXPOSICIONES Inmaculada Escobar JEFA DEL ÁREA DE DIFUSIÓN Y COMUNICACIÓN Luis Palop

Diseño, maquetación y preimpresión: Vicente Alberto Serrano Esperanza Santos Impreso en España - Printed in Spain Imprime: B.O.C.M. Dep. Legal: M-20766-2015 I.S.B.N.: 978-84-451-3519-8

No se permitirá la reproducción total o parcial de este libro, incluido el diseño de la maqueta y la cubierta, su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Manual de cerámica romana II. Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción. Carmen Ferná ndez Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos (Eds.). 1ª ed. Alcalá de Henares: Museo Arqueológico Regional; Madrid: Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, Sección de Arqueología, 2015. 536 p. Cursos de Formación Permanente para Arqueólogos. ISBN 978-84-451-3519-8

Índice

Introducción La cerámica romana, de fósil director a herramienta de investigación Carmen Fernández Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos

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1. La terra sigillata itálica: abriendo los caminos del Imperio Capita selecta Rui Morais (Universidad de Porto)

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2. La terra sigillata gálica: un indicador esencial en los registros estratigráficos altoimperiales Rui Morais (Universidad de Porto)

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3. La terra sigillata hispanica: producciones del área septentrional Mª Victoria Romero Carnicero (Universidad de Valladolid)

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4. La terra sigillata de origen bético: un camino aún por recorrer Mª Isabel Fernández García (Universidad de Granada)

231

5. Lucernas romanas en Hispania: entre lo utilitario y lo simbólico Ángel Morillo Cerdán (Universidad Complutense de Madrid)

321

6. La cerámica pintada meseteña desde Augusto hasta Adriano Juan Francisco Blanco García (Universidad Autónoma de Madrid)

429

7. La llamada “terra sigillata hispánica brillante” (TSHB). Algunas reflexiones para una revisión terminológica y conceptual. Mar Zarzalejos Prieto (Universidad Nacional de Educación a Distancia) e Ivan Jaramillo Fernández (Arqueólogo)

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3 La terra sigillata hispánica: producciones del área septentrional

Mª Victoria Romero Carnicero

Mª Victoria Romero Carnicero Universidad de Valladolid

Introducción emos concebido este trabajo como una actualización y puesta al día del que, con un título similar, vio la luz hace una decena de años en la obra colectiva, coordinada por M. Roca y Mª I. Fernández García, Introducción al estudio de la cerámica romana. Una breve guía de referencia (Romero y Ruiz, 2005).

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No ha sido fácil adoptar una postura a la hora de enjuiciar que considerábamos taller. Hemos optado, ahora como entonces, por considerar centros de producción aquellos que han proporcionado indicios relativamente claros de fabricación: moldes, hornos, equipamiento diverso de alfar o desechos de hornada. Pero en esta ocasión hemos incorporado un apartado para incluir también aquellos talleres identificados a través de análisis arqueométricos efectuados a piezas recuperadas en centros de consumo. No hemos estimado criterio suficiente para identificar un nuevo taller la mera documentación de moldes aislados, por relativamente numerosos que estos fueran, a la espera de nuevos datos que confirmen su existencia en un futuro. Y para tomar esta decisión nos hemos amparado en parte en el testimonio de otras categorías vasculares que imitan la sigillata hispánica lisa y decorada, como las cerámicas bracarenses (Morais, 2008) o las engobadas de Labitolosa o Calagurris (Mínguez y Sáenz, 2007, 242-244; Sáenz, J.C., 2013; Luezas, 1995: 173-174, 197 y 199), entre las que encontramos, junto a piezas lisas, vasos decorados a molde análogos a los de sigillata. Estas manifestaciones dan continuidad a las imitaciones de campanienses, sigillatas itálicas y 151

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sudgálicas que las precedieron (Roca y Principal, 2007) y gozaron de un notable éxito en ciertos ámbitos. La cautela nos ha llevado por tanto a ofrecer un panorama limitado y a todas luces provisional de los centros de producción, eludiendo otras opciones. Somos conscientes de que la nómina de figlinae de sigillata hispánica se incrementará muy pronto, bien sea por la aparición de nuevos talleres, bien sea por el hallazgo de indicios más firmes en lugares en que hasta la fecha se ha constatado solo la presencia de moldes. Respecto al trabajo de 2005, introducimos ahora un primer apartado para incluir varias producciones de sigillata que se desarrollaron en la zona septentrional de la Península Ibérica, aun cuando desconocemos en algunos casos la ubicación exacta de sus talleres. Se da la circunstancia de que dichas producciones fueron anteriores al desarrollo de la sigillata hispánica propiamente dicha y constituyen versiones bastante logradas de otras producciones de sigillata itálica o sudgálica. Las sigillatas de tipo itálico circunscriben su ámbito de fabricación y difusión a lugares muy concretos del Noroeste peninsular (Herrera de Pisuerga y León, casi exclusivamente) por su carácter de producciones militares, en tanto que las segundas, las elaboradas al modo sudgálico, alcanzaron una comercialización desde Lugo a Navarra, pasando por la cuenca del Duero y Aragón, de manera que pueden encontrarse en muchos yacimientos del norte peninsular, una razón más que suficiente para que las incluyamos aquí, a pesar de desconocer donde se encontraron las figlinae en que fueron fabricadas. Una vez transcurridas esas primeras experiencias que dieron lugar a producciones de tipo itálico y sudgálico, Tritium Magallum se erige como el detonante y motor de la gran industria de sigillata hispánica, no en vano de allí o de un lugar no muy distante debieron salir los productos elaborados a la manera gálica de esos ceramistas −M.C.R., Asiaticus y Maternus− a los que dedicamos el apartado 2.2. A la industria tritiense le seguiría poco después el taller de Uxama, que en su origen o acaso durante un cierto tiempo pudo mantener algún tipo de vínculo con el foco tritiense. A juzgar por los materiales que aportan, otros talleres inician su andadura a finales del s. I. d.C. o en los umbrales del s. II −Bronchales e Ilerda serían un buen ejemplo−, y la mayoría posiblemente ya en el curso de este último siglo. Se aprecia que los talleres más importantes o, al menos, de cierta envergadura están vinculados a ciudades. Especialmente elocuente es el gran complejo alfarero en torno a Tritium Magallum, pero son también expresivos los alfares localizados en Uxama o Ilerda, y otro tanto cabe suponer de los de Vareia o Caesarobriga. No hay evidencias de esta naturaleza sin embargo ni en Bron152

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chales, ni en Abella o Solsona, ni son claras tampoco para el de Mon-troig del Camp, en tanto que Ermedàs se sitúa a una docena de km de Gerunda. En todas las figlinae o centros secundarios, o prácticamente en todos, está documentada en mayor o menor medida la sigillata tritiense. Algunos de ellos podrían haber surgido con la finalidad de abastecer, cuando menos parcialmente, ciertas áreas que ofrecían una mayor dificultad para el transporte de la sigillatas riojanas. Es el caso de los talleres de Uxama y Bronchales que cubren el ámbito del Macizo Ibérico en su sector occidental el primero y oriental el segundo. Hay que señalar no obstante que la producción de esos alfares no cubrió todo el espectro temporal en el que se desarrolló la actividad en el área tritiense y que, bien sea por ello o por la competencia de los productos de Tritium Magallum, éstos últimos están bien atestiguados en yacimientos abastecidos por centros de segundo orden. Ningún taller tuvo, que sepamos hoy por hoy, una exclusiva dedicación a la producción de sigillata hispánica, aunque esta fuera su principal manufac-

Fig. 1. Centros de fabricación de terra sigillata en Hispania. Producciones militares de tipo itálico (triángulos) y talleres de terra sigillata hispánica (círculos)

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tura. Por el contrario, cerámica común, pintada, o engobada, vasos de paredes finas, material de construcción o ánforas compartieron los espacios artesanales con ella y ocasionalmente alcanzaron un volumen de producción superior al de la sigillata. En todo caso la gran mayoría de esos talleres, si no todos, debieron introducir la fabricación de sigillata con el objetivo de cubrir un mercado cuando menos comarcal. La elaboración de sigillata clásica requiere unos conocimientos tecnológicos y una inversión en equipamiento y recursos que no tendría sentido emplear para una demanda reducida. Habida cuenta del objetivo que pretende cubrir esta obra y por ende este trabajo, facilitar y allanar el camino a quienes se adentren en el conocimiento de la sigillata hispánica, hemos incluido al final del texto la tipología general que se publicó en la obra colectiva coordinada por M. Roca y Mª I. Fernández García en 1999. Hemos creído conveniente también realizar algunos comentarios sobre aspectos formales y decorativos de la sigillata hispánica y, en la medida en que la producción de Tritium Magallum es la que mayor información proporciona al respecto, se incluyen en el apartado dedicado a ese gran complejo alfarero, aunque sean válidos para otros talleres. Al hablar de los diferentes centros productores nos remitiremos a la bibliografía específica correspondiente. Por esa razón, es preciso que nos refiramos aquí a varias obras de carácter general, en la medida en que en ellas se analizan y estudian los alfares y los productos conocidos en el momento de su publicación, que va desde 1961 al año 2000. Esas obras han sido, y todavía son, fundamentales para el conocimiento de la TSH en el norte de la península, así como también en Hispania en general. Su mención aquí debe entenderse no solo como un justo reconocimiento para con sus autores, sino ante todo como una deuda científica con ellos, por cuanto muchas de las ideas que se expondrán a lo largo de las páginas que siguen son suyas y el mencionarlos aquí nos exime de reiteradas referencias a sus trabajos en el texto. Las obras a que nos referimos son principalmente estas tres: MEZQUÍRIZ, Mª A. (1961): Terra Sigillata Hispánica, Valencia, 2 vols. MAYET, F. (1984): Les céramiques sigillées hispaniques. Contribution a l’histoire économique de la Péninsule Ibérique sous l’Empire Romain, Publications du Centre Pierre Paris, Paris, 2 vols. MEZQUÍRIZ, Mª A. (1985): “Terra sigillata ispanica”. En Enciclopedia dell’Arte Antica. Atlante delle forme ceramiche. II. Cerámica fine romana nel bacino Medterraneo (Tardo Ellenismo e Primo Impero), Roma: 97-173 y láms. XXIV-CXLV (= (2004): “Terra sigillata ispanica”. En Homenaje a Mª Ángeles Mezquíriz Irujo, Trabajos de Arqueología Navarra, 17, Pamplona: 154

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419-563 (accesible en Internet, en Dialnet, Trabajos de Arqueología Navarra).

Son también de interés las aportaciones que se realizan en las siguientes obras colectivas o individuales: VV.AA. (1983): “T.S.H. Terra Sigillata Hispánica”. En Boletín del Museo Arqueológico Nacional, I-2: 115-175. JUAN TOVAR, L.C. (1984): “Los alfares de cerámica sigillata en la Península ibérica”. En Revista de Arqueología, 44: 32-45; (1985): “Los alfares de cerámica sigillata en la Península Ibérica (y II )”. En Revista de Arqueología, 45: 32-45. FERNÁNDEZ GARCÍA, Mª I. (Ed.) (1998): Terra sigillata hispánica: estado actual de la investigación, Universidad de Jaén. ROCA ROUMENS, M. y FERNÁNDEZ GARCÍA, I. (coords.) (1999): Terra sigillata hispánica. Centros de fabricación y producciones altoimperiales, Universidad de Jaén/Universidad de Málaga.

Antes de la terra sigillata hispánica

2.1. La sigillata elaborada a la manera itálica La existencia de producciones de sigillata de tipo itálico en la parte septentrional de Hispania está estrechamente unida a la presencia de diversos contingentes militares en el Noroeste peninsular tras la finalización de las guerras cántabras. Eso explica también la localización de esos talleres en Herrera de Pisuerga (Palencia) y en la ciudad de León. Nos remitiremos solo a las manifestaciones más sobresalientes, aquellas selladas por los fabricantes, aun cuando en esos mismos enclaves militares o en otros campamentos, como en el zamorano de Petavonium, se elaboraran otras piezas sin sellar o cerámicas engobadas que imitaban las sigillatas itálicas. Son varios los trabajos que recogen la sigillata de tipo itálico en el marco de las producciones militares peninsulares: Morillo y García-Marcos, 2001; Carretero, 2008; Morillo, 2008). 2.1.1. Herrera de Pisuerga En Herrera de Pisuerga se asentó la guarnición de la legio IIII Macedonica entre el 20/15 a.C. y el 40 d.C., año en que está documentada fuera de Hispania. Fue A. García y Bellido (1960) quien, a raíz de excavaciones en Herrera de Pisuerga, dio a conocer la existencia del ceramista L. Terentius y con posterioridad su producción fue reunida y analizada por C. Pérez González 155

LA TERRA SIGILLATA HISPÁNICA: PRODUCCIONES DEL ÁREA SEPTENTRIONAL

Fig. 2. Producciones militares de tipo itálico (a partir de Pérez González, 1996, y García Marcos, 2006)

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(1989: 197-223). Desde entonces la nómina de piezas fabricadas por Terentius se ha ido incrementando, siendo dignos de anotar aquí algunos ejemplares hallados en otros yacimientos, caso de Astorga y León. L. Terentius estampó su firma, preferentemente L.TERENT/L.IIII.MA, en sellos con forma de quebrado sobre platos Consp. 12 y copas Consp.14 y 22 (Pérez González e Illarregui, 2006:115-116). Haciendo nuestras las palabras de A. Balil, podríamos decir que este ceramista fue más ducho con el torno que con el horno pues, si bien algunas piezas muestran un barniz denso de tono rojizo, la mayoría tiene una coloración oscura, marrón, grisácea o casi negra. Otros dos alfareros relacionados con L. Terentius firmaron también su producción: un posible trabajador, Capit(o), CAPIT/L.TERE, y Q(uintus), acaso un sucesor, Q.TERE/LEG.IIII (Pérez González, 1996: 98; Pérez González e Illarregui, 2006: 115-116), que sellaron copas, algunas de ellas posiblemente de la forma Consp. 22. La actividad del taller legionario de Terentius se sitúa entre el 10 a.C. y el 15 d.C., y particularmente, en época tardoaugustea. 2.1.2. León Se han recuperado en esta ciudad sigillatas de tipo itálico selladas por tres alfareros distintos, además de piezas fragmentadas sin sellar. El más prolífico, si juzgamos por los vasos documentados, fue C. Licinius Maximus. Aunque previamente se había dado a conocer su existencia, su producción se publicó por vez primera en 2001 (Morillo y García-Marcos, 2001: 151-154) y ha sido objeto de un estudio particular de V. García Marcos en 2006. Elaboró vasos lisos, copas Consp. 31.1, 33.1 y de cuerpo troncocónico, posibles Consp. 23, y platos de forma indeterminada, pero también algunos cálices decorados a molde, que fueron sellados en el fondo interno. Su firma, en genitivo, se presenta en una notable variedad de cartelas, grafías y formas. Frecuentemente especifica los tria nomina, en cuyo caso utiliza la cartela en forma de quebrado, aunque a menudo sin línea de separación entre los dos renglones, mientras que en ocasiones indica sólo el cognomen, utilizando en ese caso un sello rectangular o circular. Los vasos de Licinius se caracterizan por su pasta quebradiza y por un barniz de baja calidad y defectuosa cocción que oscila del color marrón al negro. A la veintena de ejemplares hallados en León se le añade uno más procedente de Astorga. En 2006 García Marcos amplió la nómina de alfareros con L. M. Gen( ) y el llamado “alfarero de la caliga” (2006: 104-106). El primero de ellos fabri157

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có también platos y copas, entre las que se reconoce la forma Consp. 33.1, que firmó con sellos en quebrado: LM/GEN o L.M./GEN. El aspecto de sus vasos es muy similar al de los artículos de Licinio, pudiéndose incluso apreciar diferentes coloraciones en el barniz de un mismo vaso. Del “alfarero de la caliga”, así denominado por la forma de las marcas anepígrafas con que estampilla el interior de sus vasos, solo se tiene constancia de que elaborara platos con un perfil híbrido entre las formas Consp. 6 y 12. La actividad de estos ceramistas se sitúa en época pleno-tardoaugustea y en los comienzos del reinado de Tiberio. Su finalidad fue abastecer a la legio VI Victrix acantonada en León pero, a diferencia de los Terentii, debió tratarse de alfareros civiles por cuanto sus sellos carecen de toda referencia a dicho cuerpo militar. 2.2. En los preludios de la sigillata hispánica: M.C.R., Asiaticus y Maternus La producción de estos ceramistas, que en su día denominamos precoces, fue identificada en 1984 a partir en buena medida de vasos numantinos (Romero, 1984a y 1984b). Se trata de productos muy similares a los sudgálicos en su aspecto exterior, en la elaboración de las formas y en el repertorio decorativo, ahí donde está presente, aun cuando no falte algún rasgo que recuerde a las sigillatas itálicas. Fueron las firmas con las que sellaron, si no todos sus artículos al menos una parte sustancial de los mismos, las que aportaron el criterio fundamental para identificarlos como de procedencia hispana, por cuanto, estando ausentes en territorio galo, se documentaban en varios yacimientos del norte peninsular. Unos años más tarde y gracias a un ejemplar de Cauca (Coca), se pudo desarrollar el nombre de M.C.R. como Marcus Cornelius Reburrus (Blanco y Juan, 1996). Poco después reunimos en un breve estudio un conjunto ya notable de piezas (Romero, 1999b), en tanto que J.C. Sáenz Preciado, que en 1995 había publicado los ejemplares de Bilbilis, dedicó un nuevo trabajo al tema en el año 2000. Marcus Cornelius Reburrus fabricó sigillata lisa y decorada. Entre la primera se documentan las copas de forma Drag. 24/25 y 27 y los platos Drag. 15/17 y 18, mientras que en su producción decorada se cuenta un ejemplar Drag. 29 decorado con guirnaldas y sellado en el fondo interno por el ceramista, al igual que otros vasos sudgálicos de esta forma. Las firmas se presentan en sellos rectangulares o en tabula ansata, y la más frecuente es aquella que consigna simplemente la inicial de los tria nomina. En otros casos desarrolla parcialmente nomen y cognomen, siendo la más explícita la citada de Coca, M.COR.REBV, con E arcaica. 158

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Fig. 3. Producciones de tipo sudgálico (a partir de Romero, 1999)

De Asiaticus solo tenemos constancia de que produjera vasos lisos: platos Drag. 17 y 15/17, así como copas, posiblemente de la forma 24/25 o 27. Su marca aparece en sellos rectangulares u oblongos y muestra su nombre completo en genitivo o abreviado, precisando a veces de una lectura retrograda. Por último, Maternus elaboró sigillata decorada, cálices Drag. 11 y Drag. 29, que selló en el fondo interno, y lisa, platos 15/17 y copas cuya forma no es posible concretar. Estampa su firma con cartelas rectangulares, en genitivo y con nexo MA, si bien con frecuencia en la marca no llega a verse el primer trazo de la M. 159

LA TERRA SIGILLATA HISPÁNICA: PRODUCCIONES DEL ÁREA SEPTENTRIONAL

Fig. 4. Producciones de tipo sudgálico: platos Drag. 15/17 de Pallantia (Palencia) sellados por M.C.R. (izquierda) y Maternus (derecha). Fotografías de los sellos facilitadas por el Museo de Palencia, Junta de Castilla y León

El aspecto externo de estas manufacturas no difiere mucho del de los productos sudgálicos, si bien los de M.C.R. presentan a menudo un barniz rojizo brillante, con algunas zonas más claras al exterior junto al pie, mientras que los de Asiaticus y Maternus suelen ser menos brillantes y algo más oscuros. La distribución de sus manufacturas es bastante homogénea. La mayor parte de los hallazgos corresponden a la cuenca del Duero, pero están presentes también en el Valle del Ebro (Navarra y provincia de Zaragoza) y alcanzan el Noroeste, pues varios ejemplares llegaron a Lugo. Aunque Maternus está documentado en un área más restringida, da la impresión de que ello se debe al número menor de vasos suyos conocidos. No cabe duda, en todo caso, de que los talleres de estos ceramistas se localizaron en el área septentrional de Península y, por si fuera poco, el congnomen Reburrus de uno de ellos es genuinamente hispano. A lo largo de estos años se ha ido afianzando la posibilidad de que estos ceramistas hubieran estado activos en el área riojana y quizá incluso en el entorno de Tricio (Sáenz, J.C., 2000: 287 y 290; Romero: 2005: 148-150), una hipótesis en la que nos hemos reafirmado posteriormente Hacen viable este origen tanto el área de comercialización de sus manufacturas como la com160

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posición química de las mismas, una vez analizadas piezas de los tres ceramistas (Romero et alii, 2012a: 58-78 y 120). Estas producciones debieron desarrollarse en época de Claudio y al menos durante una parte del reinado de Nerón y no tenemos constancia clara de que pervivieran en la sigillata que reconocemos como hispánica. Hemos de pensar que su objetivo fue abastecer de sigillata de tipo sudgálico áreas del interior peninsular a un coste menor que el de los productos importados y, a juzgar por los resultados, obtuvieron cuando menos cierto éxito en su empresa (Romero, 2005: 151 y 157-158). El gran complejo alfarero de Tritium Magallum (La Rioja)

3.1. Localización e historia de las investigaciones La mayor área productora de terra sigillata hispánica se encuentra en La Rioja, en el Valle del Najerilla, entre la margen derecha de este río tributario del Ebro y la margen izquierda de su afluente el Yalde. Se extiende por varios términos municipales: Tricio, Arenzana de Arriba y Arenzana de Abajo, Bezares, Camprovín y Baños del Río Tobía, alcanzando de norte a sur una longitud en torno a los 10 km y a los 6 km en sentido este a oeste. Las instalaciones de los alfares, con sus hornos, vertederos y otras dependencias se suceden con cierta discontinuidad en lo que debió de ser el territorio de la ciudad romana de Tritium Magallum, antes núcleo berón, que alcanzó el estatuto municipal en época flavia (Mayet, 1984: 59-62; Garabito, 1978; Sáenz, M.P., 1998: 123-151; Sáenz y Sáenz, 1999: 65-77). La disponibilidad de recursos, buenas arcillas y abundancia de agua y combustible, la excelente situación de Tritium en la red de comunicaciones, como mansio de la vía Caesaraugusta-Asturica Augusta, así como su proximidad al curso del Ebro y a Vareia, su primer puerto navegable, hicieron de este área el emplazamiento idóneo para el desarrollo de la actividad alfarera de forma masiva y prolongada. Aunque la existencia de talleres en Tricio era conocida ya desde comienzos del s. XX, pasó casi desapercibida hasta que Mª A. Mezquíriz incorporó algunos moldes en su tesis doctoral sobre la sigillata hispánica, aparecida en 1961 (36, láms. I-II). Fue en los años 70 cuando se sucedieron las publicaciones, por un lado, de esta misma autora sobre los alfares de Bezares (Mezquíriz, 1976) y, por otro, de T. Garabito y E. Solovera sobre Tricio (1975; 1976a; y 1976b), dando a conocer la proliferación e importancia de los talleres tritienses. Particularmente reveladora resultó en este sentido la tesis doctoral de 161

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Fig. 5. Tritium Magallum. Arenzana de Arriba, moldes de las formas Hisp. 29 (núms. 1 y 3), Hisp. 30 (núms. 2 y 4 a 7) e Hisp. 1 o 20 (nº 8) (según Solovera, 1987)

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T. Garabito, publicada en 1978, en la que se reunían abundantes moldes y materiales procedentes de Bezares, Tricio y Arenzana de Arriba. También en los años 70 se emprendían las primeras excavaciones: las de J.C. Elorza en Tricio entre 1974 y 1976, las de Mezquíriz en Bezares entre 1975 y 1979, sacando a la luz 7 hornos y dependencias para almacenar y trabajar la arcilla (Mezquíriz, 1976; 1982b; 1983) y las de Garabito en Arenzana de Arriba en 1978 y 1979, donde exhumó tres hornos con sus vertederos, y en diversos puntos de Tricio entre 1979 y 1985 –Los Pozos, Prado Alto, Rivas Caídas y Garrero–, sacando a la luz varios vertederos en los primeros lugares y algunas dependencias de alfar en el último (Garabito et alii, 1986). Paralelamente a raíz de las obras de un canal de irrigación en Camprovín en 1977 se produjo la localización de dos hornos, siendo excavado uno de ellos (Mezquíriz, 1982a). En 1987 y formando parte de su obra sobre la economía de La Rioja romana, E. Solovera dedicó un extenso apartado a la industria alfarera en Tricio y su entorno, así como a la comercialización de sus productos (1987: 53-128 y 157-176). Desde finales de los años 80 las excavaciones van a ser promovidas por obras de ampliación y mejora en la red de carreteras de la zona: la variante de Tricio en 1988, en el término denominado la Alberguería a cargo de T. Garabito, que proporcionó instalaciones y vertederos de los talleres de varios ceramistas (Garabito y Solovera, 1990; Solovera y Garabito, 1990; Garabito et alii, 2001), así como entre 1998 y 2000, con motivo del ensanche en el cruce de las carreteras de Arenzana de Abajo y Tricio, en El Quemao, donde Mª P. Sáenz Preciado sacó a la luz cinco hornos y un espacio porticado (Saénz, M.P., 2000a y 2000b). Una relación detallada de las diferentes actuaciones hasta finales de los 90 y de las publicaciones a que dieron lugar se recoge en M.P. Sáenz, 1998: 146-151. Por otro lado, el complejo alfarero de Tritium Magallum fue objeto también de la tesis doctoral de Mª P. Sáenz Preciado, leída en 1993 y aún hoy inédita. Se aportaba fundamentalmente material recuperado en prospección, entre el que se destaca el de La Cereceda en Arenzana de Arriba, obtenido a raíz de obras ocasionadas por la concentración parcelaria; de este estudio se han publicado algunos avances (Sáenz, M.P., 1994; 1996-1997; 1998: 138-146; Sáenz y Sáenz, 2006). En fechas más recientes se ha dedicado una nueva tesis doctoral al estudio de los alfares riojanos del Valle del Najerilla (Novoa, 2009). Realizada desde la perspectiva y metodología de la arqueología del paisaje, ha aportado datos de gran interés centrados en un área de unos 4 km2 de los términos municipales de Tricio, Arenzana de Arriba y Arenzana de 163

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Abajo. La autora ha detectado una evolución desde la instalación de unos primeros alfares, aislados en el territorio y de producción diversificada, a una fase posterior caracterizada por una mayor especialización en la elaboración de sigillata y una densa concentración de los talleres en dos focos: en la periferia de la Tritium y a lo largo de una posible vía secundaria que desde esta ciudad se dirigiría hacia la actual Arenzana, en dirección a Clunia. Estos cambios irían unidos a la creación de una red viaria y a la puesta en marcha de una compleja infraestructura hidráulica para la gestión centralizada de los recursos hídricos (Novoa, 2009: 176-188, 293-304). 3.2. Cronología La cronología de los productos altoimperiales de Tritium Magallum, y de la sigillata septentrional en general, reposa fundamentalmente en tres bases. En primer lugar, en algunos contextos estratigráficos de centros de consumo: el pilar inicial fue el nivel VII de las excavaciones de 1956 en Pompaelo (Mezquíriz, 1958), y a él se han ido incorporando otros contextos de época flavia o del último tercio del siglo I recuperados en diferentes ámbitos, mientras que para el siglo II han sido particularmente fructíferos algunos niveles del cuadrante noroeste peninsular (Roca et alii, 2014, donde se reúnen algunos de ellos). Una segunda base de datación reside en la fecha relativa post quem que proporciona la creación de ciertas formas y decoraciones sudgálicas, de las que derivan las correspondientes hispánicas. Por último, resulta de utilidad el criterio estilístico, igualmente relativo, aplicado al desarrollo y evolución de perfiles, composiciones y motivos. Sobre estas bases, consideramos que los talleres tritienses iniciaron la producción de sigillata en época neroniana avanzada. Estando activos en la década de los años sesenta, la comercialización de sus productos fue ante todo un fenómeno flavio. Con altibajos, los alfares perduraron hasta comienzos del s. V, aunque aquí solo abordaremos la época altoimperial. La sigillata hispánica más antigua se ha localizado en varios lugares de Arenzana de Arriba (Garabito, 1978: 428; Sáenz, M.P., 1998: 137-139), pero pudo estar precedida a decir de Novoa (2009: 179-180) por una producción anterior de tipo sudgálico, todavía por detallar, localizada también en Arenzana de Arriba y Tricio. Después los alfares se habrían ido diseminando paulatinamente por los términos de Bezares, Arenzana de Abajo o Baños del Río Tobía, así como por algunas áreas del entorno de Tricio. A finales del s. I se advierte una densidad de ocupación en la periferia de este centro urbano y lo que hasta entonces había sido una industria integrada por focos diseminados por el territorio de Tritium 164

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Fig. 6. Tritium Magallum. Arenzana de Arriba, moldes de Hisp. 37 (núms. 1 y 2) y vasos de las formas Hisp. 29 (núms. 3 y 5), Hisp. 30 (núms. 4 y 7) e Hisp. 37 (nº 6) (según Solovera, 1987)

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Magallum va dando paso a un complejo abigarrado en torno a la propia ciudad (Sáenz y Sáenz, 1999: 74-75; Novoa, 2009: 180-188), sin que ello suponga no obstante la desaparición de otros focos alfareros. Debe reflejar, no obstante, un periodo de intensa fabricación, unido a una gestión programada y racional de los recursos, particularmente del agua (Novoa, 2009: 293-304). La concentración debió favorecer también una eficaz comercialización del producto. En la segunda mitad del siglo II d.C. la terra sigillata hispánica –y por tanto la tritiense– se estanca, empobrece su repertorio, disminuye su producción y reduce numéricamente su distribución. F. Mayet contempló incluso la posibilidad de que hubiera llegado a desaparecer, señalando que, si había existido una producción para un mercado muy localizado, estaba todavía por descubrir (1984: 96). Pues bien, desde hace unos años varios investigadores vienen reconociendo un reducido repertorio de formas, entre las que destacan las Hisp. 8, 27 y 15/17 lisas y la 37 decorada, que sirven de nexo entre las producciones alto y bajo imperiales (Pérez y García, 1989: 181-188; Paz, 1991: 41-160; Paz, 2008, 506; Tuset y Buxeda, 1995; Romero, 1998: 206208). Sin ser privativas de los alfares tritienses, pues fueron fabricadas en Ilerda y en los talleres de la Meseta Norte, se reconocen bien en ellos y particularmente en Tricio, donde se localizan asimismo talleres tardíos que prolongan su actividad a comienzos del s. V (Martínez, 2005: 125-127). 3.3. Difusión El ámbito de comercialización de la sigillata de Tritium Magallum comprendió toda la Península Ibérica, incluida la Bética, y la Mauritania Tingitana, es decir, parte del actual Marruecos (Garabito, 1978: 575-600). Además sus productos traspasaron en pequeñas cantidades los Pirineos, constatándose en varios yacimientos en las proximidades de la vía que conectaba con Burdigalia y en la propia Burdeos. Su presencia, aunque anecdótica, se ha registrado también en Marsella y Narbona, así como en algunos puntos de la Mauritania Caesariensis, en la actual Argelia. Se ha documentado asimismo un pequeño lote de materiales en Ostia (Italia) (Mayet, 1984: 227-235). Hay que señalar además que en la Mauritania Tingitana y en una parte significativa de la Bética el consumo de los productos tritienses superó al de la sigillata de Andújar. Algunos ejemplos, como el de la ciudad de Baelo Claudia (Cádiz) o los yacimientos portugueses de la villa de San Cucufate y Represas (Beja), recogidos por Mª P. y J.C. Sáenz Preciado (1999: 71), resultan muy ex166

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presivos. De manera que cabe esperar encontrar sigillata de Tritium Magallum prácticamente en cualquier yacimiento hispano altoimperial. Si en lugares de la Bética alejados de Andujar las posibilidades se acrecientan en número, en la Lusitania y aún más en la Tarraconense la sigillata hispánica procederá, con alta probabilidad, del complejo alfarero focalizado en torno a Tricio. A través de métodos de análisis químico se ha constatado la presencia de sigillatas tritienses o, al menos riojanas, en Baetulo, Ilerda, Emerita Augusta (Madrid, 2005: 428-434; Buxeda et alii, 2014: 234; Madrid y Buxeda, 2013), en los campamentos de Legio (Fernández Freile, 2006: 424-427) y Petavonium, así como en varias ciudades de la cuenca del Duero, caso de Numantia, Termes, Pintia, Obila (Romero et alii, 2012a: 58-78) Por lo que hoy podemos saber, la primacía de las sigillatas de Tritium se produce incluso cuando un área ha sido abastecida también por un taller secundario, pues su existencia no llega a hacer desaparecer, a veces ni siquiera relega a segundo plano, las importaciones riojanas, excepción hecha, claro está, del propio centro productor, y no siempre ni por largo tiempo. Da la impresión incluso de que, por más que aparezcan nuevos talleres, como de hecho ocurrirá, el panorama no cambiará sustancialmente. 3.4. Características técnicas de las sigillatas tritienses No es posible dar una descripción única a una producción tan amplia espacial y temporalmente. En términos generales se trata de una cerámica de pasta rojiza clara, compacta y poco porosa, de corte relativamente limpio aunque no vítreo, y sin inclusiones; con frecuencia la coloración tiene un tinte rosado debido a la presencia de manchas blanquecinas. El barniz ofrece color rojizo o rojizo anaranjado, siendo por lo general brillante, adherente y compacto (Mayet, 1984: 66; Madrid, 2005: 392). Avanzado el s. II suele ofrecer un tono más anaranjado y pierde compacidad y brillo. La observación a simple vista de las piezas o, incluso, el examen de láminas delgadas no permite en muchos casos diferenciar los productos elaborados en los talleres tritienses respecto de aquellos de otros alfares. Por ello es aconsejable conjugar la observación a simple vista o con lupa, con la apariencia general que muestra la pieza, con su perfil y decoración, con los punzones o esquemas empleados. Mayet, en su obra de 1984, incorporó un apéndice con la composición química, expresada en ocho óxidos, de las manufacturas de este centro productor sobre la base de 94 muestras correspondientes, en particular, a los ta167

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lleres más próximos al actual Tricio (Mayet, 1984: 67; Picon, 1984: 306-308). Con posterioridad Mª P. Sáenz Preciado facilitó el análisis de 28 muestras de cerámicas de La Cereceda, en Arenzana de Arriba (1996-1997: 552-554), en tanto que por nuestra parte hemos contribuido aportando la composición de más de medio centenar de vasos atribuibles a Tritium Magallum, o en todo caso a alfares riojanos, junto a un pequeño lote de moldes y vasos procedentes de Tricio y su entorno (Romero et alii, 2012a: 58-78). En todos estos trabajos se proporcionaron los datos porcentuales de ocho óxidos, aunque no siempre obtenidos por el mismo método analítico. Con todo, la caracterización arqueométrica más completa de los productos de Tritium Magallum ha sido la efectuada desde la Universidad de Barcelona a vasos de Baetulo, Ilerda o Emerita Augusta. En este caso se aporta la composición química de diez óxidos y un número superior de elementos traza, así como la composición mineralógica que permite proponer la temperatura a que fueron cocidas las piezas y el tipo de horno utilizado (Madrid, 2005: 375-392, tablas 66-67; Buxeda et alii, 2014: 234; Madrid y Buxeda, 2013). 3.5. La producción de Tritium Magallum: sigillata lisa En 2005 (Romero y Ruíz, 2005: 210-211) completábamos el texto referido a las formas más frecuentes o representativas de este gran área productora con cuatro figuras, dos de ellas dedicadas a los tipos lisos, identificando en algunos casos la versión temprana y avanzada de una misma forma con los números 1 y 2 tras el número correspondiente a dicho perfil. Elegimos para cada caso una pieza publicada que no planteara dudas en su adscripción al complejo tritiense, ni por su apariencia formal o decorativa, ni por el lugar de hallazgo. Aunque no tenemos ahora nuevos elementos de juicio que nos lleven a descartar su origen tritiense, hemos preferido remitirnos en esta ocasión a la tipología general de la TSH, aquella surgida del consenso que fue ofrecida en 1999 (Roca y Fernández: 273-280), que ha sido reproducida posteriormente en otros trabajos (Fernández y Ruíz, 2005: 159-168; Fernández y Roca, 2008: 273-280) y que incluimos nuevamente al final de este trabajo. El tamaño reducido de la ilustración no facilita a veces la identificación de ciertos rasgos formales que permiten atribuir un fragmento o un ejemplar dado a una determinada forma. Por ello, y con vistas a confirmar o resolver problemas de atribución, aconsejamos consultar la obra de Mezquíriz de 1985 (460-552), accesible a través de la red y en la que, junto a un texto en el que se procura la información más relevante de cada forma, se ilustran varios va168

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Fig. 7. Tritium Magallum. Tricio, moldes de las formas Hisp. 29 (núms. 1 y 2), Hisp. 37 (núms. 3, 4 y 6) e Hisp. 13 (nº 5) (según Mayet, 1984, excepto el nº 6, tomado de Garabito, 1978)

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sos que la representan. Hemos de advertir no obstante que la obra de Mezquíriz reúne no solo las formas altoimperiales sino también las tardías. Centrándonos ya en el repertorio formal, hay que partir de que prácticamente todas las formas hispánicas se fabricaron en Tritium Magallum, es más algunas sólo se elaboraron ahí. Las formas lisas ascienden casi a sesenta y todavía cabe esperar que el elenco se enriquezca con algún perfil nuevo. Sólo faltan, por el momento, además de algún tipo aislado, ciertos perfiles jienenses relacionados con tipos de paredes finas, de la misma manera que también las decoraciones a la barbotina y buriladas, tan propias de esos servicios de bebida, son más escasas en La Rioja, posiblemente porque en el Valle Medio del Ebro se elaboraron también otras cerámicas específicas que cumplían esa función. No tiene por tanto objeto detallar aquí todas y cada una de las formas producidas. Mencionaremos, eso sí, las tendencias generales de evolución y nos referiremos brevemente a los tipos más frecuentes. Recordamos también que, con el fin de evitar confusiones con la sigillata sudgálica, las formas de la hispánica se introducen con la abreviación Hisp. Buena parte de los perfiles, los mejor representados numéricamente, se inspiran en formas sudgálicas, en tanto que otros muchos carecen de precedente en otras familias de sigillata, siendo por tanto creaciones o mejor recreaciones de los ceramistas hispanos, por cuando a menudo remiten a formas celtibéricas precedentes o a especies romanas contemporáneas, bien sea a la cerámica común o de paredes finas, al vidrio o a las vajillas metálicas. En general, las formas sufren una evolución a lo largo de su periodo de fabricación, que en algunos casos supera los dos siglos. En los primeros momentos los rasgos son nítidos, limpios, y se indican con precisión los cambios de plano, las molduras intermedias, las acanaladuras y los resaltes; las bases muestran pies altos y bien definidos, adoptando pronto la típica moldura hispánica en el fondo externo. Con el paso del tiempo los rasgos van perdiendo definición, se relajan los cambios de plano, las molduras se dilatan o incluso desaparecen, una tendencia que se observa también en las acanaladuras y aún más en los resaltes. Las formas tienden a abrirse, ganando las paredes en oblicuidad, al tiempo que suelen hacerse más profundas, más altas. Los pies se tornan más bajos, se hacen más gruesos y rudimentarios y la típica moldura hispánica se dilata. Si la forma suele ir sellada, la estampilla tiende a desaparecer con el avanzar del s. II; si porta complementos decorativos, también se suele prescindir de ellos, particularmente de la barbotina. Destacan dos formas lisas, el plato 15/17 y la copa 27, con mucho las más producidas, que están presentes desde el comienzo de la fabricación en los al170

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fares tritienses y son las llamadas a perdurar en el s. III. Sin formar servicio en origen, posiblemente se usaran como tal, es decir, de manera complementaria; ambas son también las formas más frecuentemente selladas por los fabricantes. Las Hisp. 35 y 36 surgieron en los inicios de la época flavia o poco antes como copa y plato de pared curva, provistos de un borde saliente y curvado también, que se decora generalmente con tres hojas de agua a la barbotina. Bastante frecuente y de desarrollo flavio asimismo fue el plato de forma Hisp. 4, que carece de precedentes en otras industrias de sigillata. De pared igualmente curva, lleva un borde plano decorado a ruedecilla o buril en una banda delimitada generalmente por acanaladuras o ranuras. El servicio integrado por la copa 46 y el plato 17 comenzó a fabricarse a finales del s. I, continuando durante el s. II, como las formas precedentes, y se caracteriza por la pared oblicua y el borde plano o ligeramente oblicuo. Una forma típica del s. II es el cuenco 44, como ponen de manifiesto varios contextos estratigráficos fechados en ese siglo. Cabe mencionar también otras formas que, sin estar entre las más abundantemente fabricadas, están bien documentadas en el complejo tritiense: la copa 24/25, con o sin decoración de ruedecilla en el borde, que se encuentra entre las de más temprana aparición; y lo mismo puede decirse del plato 18,

Fig. 8. Tritium Magallum. Bezares, moldes de las formas Hisp. 29 (núms. 1 a 3 y 5), Hisp. 37 (nº 4) e Hisp. 1 o 20 (nº 6) (según Garabito, 1978)

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que no obstante perdura más en el tiempo. No faltan otras formas como la 7, tapadera de perfiles más o menos elaborados, el vasito ovoide de la forma 2, liso o más frecuentemente con decoración a la barbotina, o la copa o escudilla semiesférica de forma 8 en la versión de tamaño reducido y producción no avanzada. Resaltar por último el rico repertorio de jarras y formas cerradas, la existencia de versiones lisas de perfiles generalmente decorados a molde, como los de las formas 29, 30 y 37, amén de otros varios perfiles de cuencos, platos o fuentes, que no vamos a enumerar, dada su más bien reducida producción. Incluimos un breve comentario sobre los complementos decorativos que ornamentan algunas de estas formas lisas. Así la ruedecilla, o más frecuentemente el burilado, que aparece en el borde de la Hisp. 4, a veces también en su fondo interno, y en la parte superior de algunas 24/25. La decoración de barbotina en forma de hojas de agua en las 35 y 36, y mamilar o dibujando bastoncillos sobre el cuerpo globular de la forma 2. También las asas en relieve elaboradas con un molde placa que completan la forma 39 y, sólo excepcionalmente, la 46, o el mango de la 81, en una clara imitación de prototipos metálicos; o la pintura que, más raramente, decora los pies realzados de la forma 90. Por último la decoración de facetas en la forma 49, que seguía modelos propios del vidrio y debía realizarse en la mayoría de los casos directamente al torno con la ayuda de plantillas más que a partir de un molde, aun cuando el empleo de una y otra técnica de elaboración es posible. No está de más señalar, para quien se inicie en la descripción formal de los vasos o en la denominación de las diferentes técnicas decorativas, que puede ser de utilidad acudir a la terminología propuesta en VV.AA, 1983, y posteriormente recogida en Roca y Fernández, 1999: 258-267. 3.6. La producción de Tritium Magallum: sigillata decorada Los talleres tritienses elaboraron todo el repertorio de formas decoradas a molde. En los momentos iniciales se fabricó de manera preferente el perfil carenado de la forma Hisp. 29, seguido a bastante distancia del cilíndrico de la forma 30. El borde de la 29, inclinado hacia el exterior, está recorrido en su cara interna por dos pequeños resaltes que se sitúan en la parte media del mismo y en las inmediaciones del inicio de la pared; su superficie externa puede estar decorada ocasionalmente con ruedecilla o buril, rasgo que es más propio de los ejemplares tempranos. En la forma 29 la decoración se distribuye por lo general en dos frisos. En ella ofrece sus mejores exponentes la 172

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temática de imitación, pero el estilo que tuvo más amplia cabida fue el metopado; las composiciones en friso continuo son relativamente abundantes y no son infrecuentes tampoco las integradas por motivos circulares. La forma Hisp. 30 muestra un borde análogo al de la 29, también inclinado hacia fuera, pero en menor grado, y con los dos resaltes internos, aunque más próximos entre sí. Con frecuencia se decora en un solo friso y en él se insertan preferentemente esquemas metopados y de forma secundaria motivos de imitación. El campo decorativo suele introducirse por un estrecho friso, que en esta forma se decora muy a menudo con ovas. En la década de los 70 se introduce la forma 37, semiesférica y con borde recto o más a menudo ligeramente inclinado hacia el interior, que poco a poco va a ir desbancando a la 29 hasta hacerla desaparecer a finales del s. I. La creación del nuevo tipo dio lugar a la aparición de perfiles híbridos 29/37, nunca muy numerosos, con mezcla de rasgos de una y otra forma. La forma 37 se presenta con borde sencillo y un tamaño medio o pequeño, 37a, o de mayor calibre y con borde almendrado, decorado a veces a buril, 37b. La 37a, o de borde simple, va a perdurar hasta época tardía y fue por ello la forma decorada más fabricada en los alfares tritienses. A lo largo de la época altoimperial van a irse modificando lentamente sus rasgos formales y decorativos. Todas las composiciones ornamentales están presentes en ella, generalmente distribuidas en dos frisos, si bien no son muchas las que incorporan temática de imitación, son muy numerosas las metopadas y las más las decoradas con motivos circulares, amén de otros esquemas menos frecuentes. Avanzado el s. II la forma va ampliando el tamaño del borde, a la par que el perfil tiende a abrirse ligeramente; el pie, por su parte, va tornándose cada vez más bajo. La segunda variante, la 37b o de borde almendrado, es frecuente en el último cuarto del s. I d.C. y en los primeros decenios del s. II y ha proporcionado algunos ejemplares de excepcional calidad. Puede decorarse en uno, dos o, más raramente, tres frisos, con cualquiera de los tres estilos principales, entre los que, no obstante, predominan las composiciones metopadas, que dan cabida en no pocas ocasiones a grandes punzones figurados y a motivos vegetales de excelente factura. Otros vasos análogos a la 37b, y a menudo también de notable capacidad, que se completaron con bordes complejos, engrosados y moldurados, y van a veces provistos de vertedera y/o asas en forma de lazo, son conocidos como formas 40 y 41. Su cronología debió ser también similar a la de la 37b o incluso algo más temprana, pues no está de más recordar que en algún caso su 173

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pared no es semiesférica, sino carenada como la de la forma 29. A destacar nuevamente las jarras y los recipientes de boca estrecha, las formas Hisp. 1 y 20 principalmente, que alcanzan su máximo desarrollo, siempre en cantidades restringidas, en los últimos decenios del s. I d.C. y a comienzos del s. II. Estas formas se decoran en un único friso que corresponde a la mitad o al tercio inferior del ejemplar y en ellas predominan los esquemas metopados, aunque no faltan las composiciones de imitación o en friso continuo. Algo similar puede indicarse a propósito de la cantimplora, forma 13, en la que, además del estilo metopado, se documentan motivos circulares y en menor medida de imitación. 3.7. Estilos decorativos Recordamos que se entiende por decoración sólo la realizada con la ayuda de un molde y que comprende una parte importante, estructural, del vaso. Como ya hemos visto y de acuerdo con las formas, la ornamentación se distribuye en uno, dos o, más raramente, tres frisos. Con cierta frecuencia, sobre todo en las formas 30 y 37, estrechos frisos ocupados por hileras de pequeños motivos introducen, dan fin o median entre las dos zonas decorativas principales. Una vez más hay que señalar que en el complejo alfarero tritiense están presentes todos los estilos decorativos que Mezquíriz identificó en 1961 (121-123) y que siguen siendo útiles para clasificar la ornamentación de la sigillata septentrional. Esos estilos o formas de decorar son fundamentalmente tres: el de imitación, el metopado y el de círculos, siguiendo el orden cronológico de desarrollo, un orden en el que hay que ver un solapamiento, una paulatina sustitución de uno por otro. Con el de imitación sudgálica se decoran los productos más antiguos, aunque algunos motivos de este estilo se utilizaron hasta la época flavia avanzada. Guirnaldas rectas y sinuosas, festones y arquerías, motivos cruciformes y gallones, constituyen los principales esquemas de este estilo. Es en los talleres de Arenazana de Arriba, y en particular en los del término de La Puebla, donde está mejor representada la temática de imitación, que aparece bien atestiguada también en el pago de La Cereceda de la misma localidad (Garabito, 1978: 421-484; Sáenz, M.P., 1998: 136-143), así como en Tricio y ya en menor proporción en Bezares. Las composiciones metopadas, características del último cuarto del siglo I d.C. aunque perduren después, se documentan en todos los alfares de Tritium, dando cabida a algunas de las escasas escenas registradas y a la mayoría 174

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Fig. 9. Tritium Magallum. Bezares, tabla de formas decoradas (A) y lisas (B) (según Mezquíriz, 1976)

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de los mejores punzones figurados. En el momento de mayor desarrollo los paneles se pueden encuadrar y completar con hileras de perlas, lúnulas, flechas u otros, haciendo gala de un horror al vacío que da lugar a piezas de un abigarrado decorativismo. Varios de los vasos decorados que portan firmas o sellos de ceramista, por lo demás bien escasos, se decoraron con composiciones metopadas. Es el caso de los de Miccio (Almagro y Caballero, 1968-1972), a quien se deben algunas de las pocas metopas con intento de desarrollo escénico, Annius, Pat( ) Mar( ) y de Luteus, si éste es efectivamente un nombre de ceramista (Solovera, 1987: 208; Garabito et alii, 1989: figs. 10-11). La decoración con motivos circulares aparece ya en época temprana bajo la forma de medallones a la manera sudgálica, hace acto de presencia también en las composiciones metopadas, pues no es extraño ver estos motivos ocupando paneles, pero se hace más frecuente a finales del s. I d.C., para generalizarse ya en el s. II, cuando va desplazando paulatinamente otros estilos y relegando los motivos figurados y vegetales, salvo las rosetas, hasta hacerlos casi desaparecer. Tricio ofrece muestras expresivas de estas decoraciones, incluidas las del momento más avanzado. Allí se localiza el taller de Valerius Paternus, que cultivó este estilo (Mayet, 1970: 6-25; 1984: CXV-844), pero no fue el único ceramista que dejó constancia de su firma en decoraciones de círculos; lo hicieron también Maternus Blandus y Aemilius Maternus (Garabito y Solovera, 1992), entre otros. Junto a estos estilos principales y sus posibles combinaciones, encontramos otras formas secundarias de ornamentar: las composiciones en friso continuo y la decoración de rombos (Mezquíriz, 1961: 122). En las primeras –equivalentes al estilo libre de Mezquíriz− un mismo motivo o varios en alternancia se suceden a lo largo de un friso sin solución de continuidad; a veces son figurados, proporcionando sólo en muy raras ocasiones atisbos de composiciones escénicas; en otras se reitera un punzón o se combinan varios sin más intención aparente que rellenar el espacio. Esta forma de decorar, que se define por su falta de especificidad frente a otros estilos y es por ello una especie de un cajón de sastre, resulta relativamente frecuente: se encuentra ya desde los inicios de los talleres, depara en época flavia muestras interesantes y pervive a lo largo del s. II con motivos cada vez más empobrecidos. Un fragmento firmado por C. Valerius Verdullus (Solovera, 1987: 208; Garabito et alii, 1989: fig. 10), creador a su vez de copas de paredes finas en Calagurris (Mínguez, 2008: 190-191), ofrece probablemente un ejemplo temprano de esta modalidad ornamental. Por último, la decoración de rombos se presenta casi con exclusividad en la forma 37, que en ese caso puede incor176

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porar en el borde una concavidad interna con el fin de facilitar el encaje o asiento de una tapadera; esta ornamentación, no muy frecuente, es propia del s. II. Contamos también con diferentes estudios en los que se identifica la producción de moldeadores y decoradores tritienses partiendo bien sea de grafitos y firmas presentes en los moldes o bien de las marcas documentadas en piezas (Garabito et alii, 1989). En los talleres de La Cereceda de Arenzana de Arriba se ha individualizado la obra de alfareros anónimos a partir de unas determinadas características o de punzones presentes en moldes y vasos; así, el alfarero de las hojas de trébol o el de los bastoncillos segmentados, que curiosamente decoró sus vasos con bustos de la familia flavia (Sáenz y Sáenz, 2006). La producción de otros ceramistas activos en Tritium Magallum, como Miccio o Valerius Paternus, o aún de algunos otros para los que se supone ese origen, caso de Titus Sangenus, se ha abordado en cambio desde la documentación obtenida en centros de consumo (Almagro y Caballero, 19681972; Mayet, 1970; Romero, 1986). A la hora de denominar los motivos más frecuentes en la decoración se puede acudir a las definiciones propuestas en VV.AA, 1983: 118-119, que fueron recogidas posteriormente en Roca y Fernández, 1999: 262-266. Por último, es preciso señalar que los repertorios de motivos y punzones que incorporan las obras de Mezquíriz (1961), Garabito (1978) o Mayet (1984: CXXV-CCVII), así como los que como de origen tritiense se incluyen en otras publicaciones sobre yacimientos concretos, constituyen una valiosísima ayuda a la hora de reconocer esos productos. Aún así, no ha de sorprender en absoluto no encontrar reflejados en esos corpora una parte de los punzones que se desea cotejar, en la medida en que nuestro conocimiento de la sigillata tritiense es todavía muy parcial. 3.8. Marcas de ceramista Esta última apreciación ha de hacerse extensible a los sellos de alfarero. Pese a que su número se ha acrecentado considerablemente en los últimos años, todavía han de aparecer nuevas firmas, así como variantes de las ya conocidas. Mayet presentaba en 1984 (67-68 y114-191) algo más de medio centenar de marcas de taller con procedencia segura de Tritium Magallum y algo menos de un centenar para las que este origen se consideraba probable. Quince años después la nómina de marcas atestiguadas en este complejo alfarero reu177

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nida por Mª P. y J.C. Sáenz Preciado (1999: 87-134) superaba ya el centenar, mientras que las posibles tritienses alcanzaban los dos centenares. Unas son fruto de la intensificación de los trabajos de excavación y prospección en los alfares, otras de la publicación de los materiales de varios centros de consumo. Pero tanto en uno como en otro ámbito queda todavía mucho por descubrir e investigar. Los conjuntos de materiales hallados en centros de consumo que se han publicado con posterioridad suelen proporcionar firmas de nuevos ceramistas o variantes de sellos conocidos. El ejemplo de Mérida, con una cuantiosa documentación –casi seis centenares de sellos, de los que solo uno puede atribuirse a los talleres béticos– es un buen referente (Bustamante, 2013: 183-204, Anexos IV y V). Es difícil estimar el porcentaje de piezas selladas. Es este un aspecto relacionado con las estructuras de producción que excede el propósito que rige esta obra, pero que puede consultarse en el libro de F. Mayet, por quien fue tratado ampliamente (1984: 107-115 y 214-219). En cualquier caso, las marcas de ceramista comparecen más en la producción lisa que en la decorada. En la primera se presentan invariablemente en el fondo interno, capitalizando un abrumador porcentaje de los sellos las formas 27 y 15/17. En la sigillata decorada a molde la firma aparece, salvo en contadísimas excepciones –una estampilla de Titus Sempronius en el fondo interno de una 37b–, entre la ornamentación, bien sea en caracteres individuales en relieve que fueron trazados por lo general a mano alzada en el molde, bien sea dentro de un sello, pudiéndose utilizar en ese caso uno concebido expresamente para vasos decorados o uno de los empleados en vaso lisos, en cuyo caso los caracteres quedan incisos y su lectura es retrógrada. Otro tipo de marcas, en las que no entraremos aquí, son los grafitos o sellos existentes en el fondo interno de los moldes y por tanto no visibles en las piezas acabadas (Garabito y Solovera, 1992; Roca y Fernández, 1999, 297-325, donde se reúnen tanto los tritienses como los béticos). Los sellos tienen en su mayoría un contorno rectangular, en ocasiones casi oblongo, bastante alargado, y se rodean de un círculo inciso más bien amplio. No faltan cartelas con contornos bífidos, mientras que otros tipos, como los sellos en tabula ansata o in planta pedis, son excepcionales. En su gran mayoría los nombres de los ceramistas se presentan en genitivo, introducidos frecuentemente por la fórmula “ex officina”, abreviada de formas varias, entre las que predomina EX.OF, que expresa que la pieza fue fabricada en el taller del officinator denominado. Es menos frecuente que el nombre del ceramista figure en nominativo, lógicamente sin fórmula introductoria, y esta 178

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Fig. 10. Tritium Magallum. Marcas de ceramista en vasos decorados: Hisp. 37b de Titus Sempronius (vaso según Mezquíriz, 1961; sello según Mayet, 1984); Hisp. 37a de Valerius Paternus (según Mayet, 1984); Hisp. 20, de Maternus Blandus, y fragmentos 1 a 5, de Aemilius Maternus Tritiensis, Luteus, Valerius Verdullus, Maternus Blandus y Annius (según Garabito y Solovera, 1992)

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circunstancia está vinculada más particularmente a los vasos decorados, haciendo referencia en ese caso más al ejecutor del molde que al officinator o titular del taller (Mayet, 1984: 113-114 y 214-216). Por lo demás, algunas letras de las firmas, como la como la E y la F, se trazaban a menudo con caracteres arcaicos, lo que unido a la habitual abreviatura de los nombres y a la no inusual ausencia o multiplicidad de signos de puntuación, dificulta su lectura en algunas ocasiones. En un porcentaje elevado las firmas constan de dos nombres, nomen y cognomen preferentemente; constatan en menor medida uno solo, bien sea el nomen o el cognomen, en tanto que la presencia de los tria nomina es ya mucho menos frecuente. Otro tanto cabe decir de los vasos sellados con dos cognomina, pudiendo ser en este último caso uno de ellos indicador del origen, Tritiensis (Mayet, 1984: 194-195) Destaca por lo ingente de su producción Valerius Paternus, cuyo taller debió estar activo durante más de una generación. Le siguen los de Lapillius, Lucius Sempronius y Sempronius y a corta distancia los también muy activos de Caius Lucretius o Lucius, Cantaber, Miccio y Saturninus o Satur, por citar sólo los más relevantes (Mayet, 1984: 214-215; Sáenz y Sáenz, 1999: 88-134). Los sellos o marcas de ceramista permiten conocer donde se comercializaron sus productos. En el caso de los de Tritium Magallum su distribución es en términos generales aleatoria, es decir, no refleja áreas preferentes de abastecimiento ni circuitos específicos de comercialización. Y ello pone de manifiesto que los officinatores, si no en su totalidad sí en su gran mayoría, no tenían ningún control sobre la distribución de los artículos que fabricaban, tal y como señaló en su día Mayet (1984: 217-218 y 236-237). Talleres de difusión regional

Amparándonos en la riqueza de significados que encierra el término región, hemos incluido en este apartado dos centros de producción que distribuyeron sus cerámicas en un espacio geográfico bastante amplio. Uno y otro se sitúan en las estribaciones meridionales del Macizo Ibérico y en ambos casos el área de comercialización se extiende al sur del propio centro productor, copando Uxama el sector occidental y el taller de Bronchales el oriental. Tal distribución parece obedecer al propósito, programado o no, de aprovechar unas condiciones geográficas más favorables para abastecer ese territorio que aquellas de que disponía Tritium Magallum. Aún así, la sigillata tritiense llegó también ampliamente a esas áreas. 180

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4.1. Los talleres de Uxama Argaela (Osma, Soria) 4.1.1. El Burgo de Osma El taller fue localizado en el centro de la villa de El Burgo de Osma, en lo que debió ser parte de la periferia urbana de la ciudad romana de Uxama, de la que dista menos de 2 km. Frente a ésta, emplazada en El Alto del Castro, el área alfarera se asentó en terreno llano, junto al río Ucero y muy próxima también al curso del Abión, con amplia disponibilidad de agua por tanto. Desde mediados del siglo XX se conocían ya algunos moldes aislados proce-

Fig. 11. Uxama Argaela. Moldes de forma Hisp. 29 (núms. 1 a 3), Hisp. 29 o 37 (nº 4), Hisp. 30 (nº 5), e Hisp. 37 (núms. 6 a 10), a partir de Romero et alii, 2012b

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dentes de Uxama, pero los indicios claros de la existencia de un taller cerámico aparecieron a finales de siglo al realizar obras en el conjunto catedralicio de El Burgo de Osma y en la plaza anexa de San Pedro. Las excavaciones proporcionaron niveles estratigráficos con fuertes alteraciones térmicas fruto de la exposición a la acción del fuego, restos de un horno, distanciadores y pellas de arcilla, así como abundante material cerámico, entre el que se encontraron, además de vasos de otras familias cerámicas, más de setenta fragmentos de moldes para elaborar sigillata, así como numerosos vasos de esta producción, a veces defectuosos o inacabados (Romero et alii, 2008; 2012b: 125-144). Los análisis arqueométricos efectuados a un nutrido grupo de moldes y de fragmentos de sigillata permitieron caracterizar la pasta utilizada (Romero et alii, 2012a: 79-106) y análisis posteriores vinieron a confirmar este extremo y a definir con mayor precisión la caracterización del taller uxamense (Madrid y Buxeda, 2012: 237-240). En este centro de producción se elaboraron moldes y vasos de terra sigillata, cerámica pintada, cerámica común y material de construcción. Entre este último se incluyen ladrillos, tégulas, ímbrices o medias cañas y tubos o conductos cilíndricos, que acaso pudieran haber estado destinados a ser utilizados en los hornos o en otras instalaciones del alfar. Valorando el conjunto, el material vascular más ampliamente representado es la terra sigillata hispánica y en el mismo es de hacer notar la abundante representación de ejemplares decorados. Comenzando por los moldes, algunos se adscriben a la forma Hisp. 29, pero son más numerosos los correspondientes a la forma 37, pudiéndose reconocer en algún caso posibles ejemplares destinados a elaborar la 37b. El repertorio formal se amplía si tenemos en cuenta los vasos recuperados. Además de las formas Hisp. 29, 30, y 37a y b, están presentes las Hisp. 1, 2, 20 y 40, así como el vaso híbrido 29/37 y la cantimplora Hisp. 13, de manera que en el taller uxamense se fabricó casi la práctica totalidad de los tipos formales elaborados a molde durante el Alto Imperio. Como sería de esperar, son nuevamente las formas 29 y 37 las mejor representadas, observándose una relación de 2 a 3 entre el perfil carenado y el semiesférico en los ejemplares exhumados en el alfar. Merece la pena destacar ciertas peculiaridades formales. En la Hisp. 29 se documentan, junto a los perfiles y tamaños más comunes, algunos ejemplares de fuerte carena en los que el borde, abierto, prolonga la trayectoria de la pared superior. Algunos de ellos, de pequeño formato y decorados con el es182

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Fig. 12. Uxama Argaela. Vasos de forma Hisp. 29 (núms. 1 a 3), Hisp. 30 (nº 4), Hisp. 29/37 ò 37 (nº 5), Hisp. 37a y 37b (núms. 6 y 11), Hisp. 40 (nº 9) e Hisp. 1, 2 y 20 (núms. 7, 8 y 10, respectivamente), según Romero et alii, 2012b

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tilo de imitación, recuerdan la producción del ceramista Ullo (Romero 1978; Sánchez-Lafuente 1990: figs. 120 y 129) De la misma manera, el perfil mixto de la forma Hisp. 29/37 se muestra por lo general con una pared carenada y un borde recto o inclinado hacia el interior y va unido frecuentemente a la producción del que en su día denominamos “taller de las palmetas” (Romero 1999a). Vinculado al mismo taller se muestra un peculiar grupo de Hisp. 37b que, sin ser necesariamente de gran tamaño, ni mostrar siempre el borde almendrado, están decorados en un amplia y única zona ornamental, bordeada a lo sumo de pequeños frisos complementarios. En lo que a la ornamentación se refiere, se constatan todos los estilos decorativos. En el de imitación sudgálica están bien documentadas las guirnaldas, tanto aquellas que muestran ramas trazadas a mano alzada como otras más abigarradas y evolucionadas realizadas con la ayuda de un punzón, están presentes los festones y las arquerías, así como los motivos cruciformes y los gallones. Estos últimos decoran en algunos vasos la zona superior, una ubicación anómala que es extraña en otros centros de producción. Algunas composiciones de imitación incorporan motivos documentados en el ceramista Ullo o recuerdan su estilo. Son muy frecuentes los esquemas metopados, que están presentes en casi todas las formas decoradas a molde y dan cabida a un amplio repertorio de punzones figurados, tanto humanos –Fortuna, Victoria, Mercurio, Eros, Venus, guerreros o cazadores, máscaras– como animales –aves varias, grifos, conejos o liebres, felinos, ciervos–, siendo algunos de considerable tamaño. No faltan tampoco los punzones vegetales.

Fig. 13. Uxama Argaela. Formas lisas documentadas (según Romero et alii, 2008)

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Fig. 14. Uxama Argaela. Moldes de las formas Hisp. 29 y 37

Aunque en menor grado que los esquemas metopados, están bien atestiguadas las composiciones de círculos, sogueados los más, que adoptan a menudo el aspecto de medallones de cuidado contorno y encierran punzones figurados, frecuentemente aves. Encontramos también algunos vasos que muestran punzones dispuestos libremente a lo largo del friso quizá con el propósito de formar una escena, pero constituyen una excepción. Una parte importante de las composiciones metopadas, así como la gran mayoría de los vasos decorados con círculos y aquellos que ofrecen la guirnalda elaborada mediante punzón pueden relacionarse a través de sus motivos y de su estilo ornamental con el “taller de las palmetas” (Romero, 1999a). Y es que, como puede deducirse de cuanto venimos comentando, el descubrimiento del complejo alfarero de El Burgo de Osma ha permitido vincular al mismo la producción asociada a ese “taller”, del que se ignoraba la localización, así como aquella firmada por el ceramista Ullo, que con anterioridad se creía de origen tritiense (Romero et alii, 2012b: 136-138). No obstante, la sigillata elaborada en El Burgo de Osma incluye otros vasos al margen de los ya comentados y que no se diferencian prácticamente de los artículos riojanos. En realidad, y aun cuando todos los moldes analizados 185

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evidencian un origen local, no puede descartarse que existiera algún tipo de relación con el gran centro de producción de Tritium Magallum, al menos en los orígenes, pues incluso los vasos más característicos del taller uxamense, los de Ullo y el grupo de las palmetas, cuentan con claros paralelos en motivos e iconografías entre los productos riojanos. En la producción lisa, están documentados los perfiles más frecuentes en la sigillata hispánica, formas Hisp. 4, 15/17, 18, 24/25, 27, 35 y 36, pero están constatadas asimismo las Hisp. 2, 7, 8, 10, 18 y 46. En ese nutrido repertorio formal los conjuntos de copa y plato, integrados por las Hisp. 27 y 15/17, por un lado, y las 35 y 36, por otro, aportan el mayor número de ejemplares, siendo la copa siempre la pieza más documentada. Les siguen ya a distancia las Hisp. 7, 4 y aún más las restantes formas. En las Hisp. 35 y 36 abundan los bordes curvos, separados a veces de la pared interna por un resalte o ranura, y decorados con hojas de agua a la barbotina, sin que falten otros más avanzados estilísticamente. Por su parte, la Hisp. 4 lleva su borde, plano, ornamentado a ruedecilla o buril. El taller de Uxama debió iniciar su actividad a finales de la década de los 60 o en los primeros 70 con producciones como la de Ullo, para alcanzar su mayor capacidad productiva en los dos últimos decenios del s. I d.C., momento al que cabe atribuir los vasos del grupo de las palmetas, prolongándose en los comienzos del s. II d.C. Por el momento, no disponemos de datos que permitan llevar la producción de sigillata uxamense más allá de los primeros decenios del siglo II. Su área de distribución se ha establecido, por un lado, en virtud de la composición química proporcionada por vasos procedentes de centros de consumo que han sido sometidos a análisis y, por otro, a través de la documentación de la firma Ullo o la presencia de rasgos de estilo atribuibles al “taller de las palmetas”. De todo ello se deduce que las sigillatas de Uxama se comercializaron por la cabecera y la cuenca media del Duero, donde están presentes en las ciudades romanas de Numantia y Termes, en la provincia de Soria, de Clunia, en la de Burgos, en la vallisoletana de Pintia y en Obila, la actual Ávila, y Segovia. En la provincia de Madrid los productos uxamenses alcanzaron también el yacimiento romano de Villamanta y la ciudad de Complutum, mientras que en la zona oriental de la Meseta Sur su presencia, poco numerosa ya, está atestiguada en las ciudades romanas conquenses de Segobriga, Valeria y Ercavica. Uxama abasteció asimismo el valle del Jalón, en el que llegó al menos a las ciudades de Arcobriga (Romero 1999; Romero et alii 2008, 328) y Ocilis (Romero et alii, 2012b: 179-189) 186

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Es preciso señalar, no obstante, que la sigillata tritiense encontró también una amplia clientela en ese territorio, pues sus vasos están presentes en igual o superior medida. 4.1.2. Gormaz Entre 2002 y 2003, a consecuencia de las obras realizadas en una carretera comarcal, se excavó parcialmente un complejo alfarero en Gormaz, a poco más de una decena de km del alfar de El Burgo de Osma y estrechamente relacionado con él. El yacimiento, descubierto por T. Ortego en 1969, fue identificado después por C. García Merino (1973: 48-56) como un alfar o un conjunto de alfares altoimperiales, dada la abundancia de piezas defectuosas o quemadas de cerámica pintada visibles en superficie. En el curso de los últimos trabajos se exhumaron dos hornos, separados entre sí unos 50 m, así como una serie de dependencias anexas vinculadas al establecimiento artesanal (Romero et alii, 2012b: 144-166). Éste se encuentra en un ligero declive próximo al río Duero y junto a dos fuentes o manantiales conocidos como Fuentes Chiquitas y Fuentes Grandes, en particular junto al primero. A juzgar por los materiales recuperados, la cerámica pintada constituyó el grueso de la producción, seguida por la cerámica común.

Fig. 15. Uxama Argaela. Vasos de forma 37b (nº 1), Hisp. 29 o 29/37 (nº 2) e Hisp. 18 (nº 3)

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La sigillata hispánica es minoritaria en el conjunto de materiales hallados en Fuentes Chiquitas, pero no hay duda de que este tipo cerámico fue fabricado también allí, aunque fuera durante un corto periodo de tiempo. Lo avalan, junto a los fragmentos de moldes hallados –menos de una decena–, los de vasos parcialmente barnizados o con defectuosa cocción. Los moldes recuperados corresponden a los tipos Hisp. 30, documentando por primera vez un molde de esta forma, y 37, un elenco formal que se amplía a las Hisp. 29 y 29/37, a través de los fragmentos de vasos hallados. En cuanto a la decoración, predominan las composiciones metopadas y formando parte de las mismas es frecuente encontrar la palmeta de nueve pétalos, tan característica del taller de El Burgo de Osma, u otros punzones en él atestiguados y que reconocemos como propios del “taller de las palmetas”. Entre las formas lisas se documentan las Hisp. 15/17, 27, 35, platos de pared curva, sin que sea posible especificar su forma, y algún perfil atribuible a formas cerradas como las Hisp. 2 ò 20. Varias piezas de Gormaz (moldes y vasos de sigillata, cerámica pintada y común) sometidas a tratamiento arqueométrico pusieron de manifiesto que sus pastas no se distinguían de aquellas de El Burgo de Osma, constituyendo un mismo grupo en virtud de su composición química (Romero et alii, 2012a: 79-106; 2012b: 165-175; Madrid y Buxeda, 2012: 237-240). Si a ello unimos las estrechas similitudes decorativas que se observan en la producción de ambos centros, podemos pensar que el alfar de Fuentes Chiquitas de Gormaz fue durante un tiempo no muy prolongado, en torno a las postrimerías del s. I d.C., un taller satélite de aquél de El Burgo de Osma. 4.2. Bronchales (Teruel) Este centro alfarero, excavado en 1957 por P. Atrián Jordán, a quien se debe también la publicación en 1958 de los resultados de esos trabajos, se encuentra a unos 4 km de la actual localidad de Bronchales, en plena sierra de Albarracín, en un lugar por tanto de difícil comunicación y que puede quedar aislado durante algún tiempo en invierno. Los materiales hallados –desechos de hornada, moldes, ajustadores, etc.- no dejaban lugar a dudas sobre la actividad desarrollada en el lugar, pese a que no quedaba prácticamente nada de las instalaciones. La sigillata de Bronchales muestra dos variantes por su aspecto externo. Unas piezas ofrecen pasta rosada rojiza, fina y bastante dura, con fractura limpia y rectilínea, y van recubiertas con un barniz rojo-anaranjado oscuro, 188

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Fig. 16. Bronchales. Formas lisas (según Mayet, 1984, excepto la Hisp. 7, tomada de Atrián, 1958)

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homogéneo y brillante, muy adherente, que se craquela con facilidad. Otros ejemplares tienen pasta anaranjada clara, que mancha los dedos, y muestran una fractura más granulosa; el barniz, de tono anaranjado claro, es mate y ligero (Mayet, 1984: 25). Los análisis químicos practicados por M. Picon a piezas de uno y otro grupo no revelaron diferencias en su composición, por lo que F. Mayet atribuyó las variaciones al proceso de cocción. Se trata, en cualquier caso, de cerámicas no calcáreas, contrariamente a lo habitual en la sigillata (Picon, 1984: 307-308). Los productos se comercializaron comarcalmente y en un área próxima al entorno del alfar (Martínez y Alcón, 1996, 144-146, 149, 151 y 154), pero alcanzaron también, siempre en pequeñas proporciones, las provincias de Cuenca (Valeria, donde supone el 17% de la sigillata hispánica decorada) y Valencia (Sagunto y la propia ciudad de Valencia) (Sánchez-Lafuente, 1985: 167-176). Además de en estos lugares, Sánchez-Lafuente recogió también su distribución por las provincias de Guadalajara, Zaragoza y Alicante. Posteriormente Escrivà ha constatado nuevamente su presencia en Valentia a través de nuevos hallazgos, así como en Edeta (Liria, Valencia) (Escrivà, 1989: 177-178 y 182; e.p.). En cambio, su distribución en Ilici y en el área alicantina debe de ponerse en duda, tal y como sugiriera en su día A.M. Poveda (1999: 217). En el congreso celebrado en Granada en 2014, Escrivà (e.p.) hizo notar, a partir de los vasos turolenses hallados en Edeta, los rasgos tanto formales como de apariencia externa que hacen claramente distinguibles las piezas elaboradas en Bronchales con respecto de las procedentes de otros centros de fabricación, particularmente de Tricio. En la producción de Bronchales predomina entre las formas lisas la copa 27, en algún caso todavía con el labio definido también al interior, seguida por la 35; se documentan también las 24/25 y 46, así como el cuenco 44. El perfil más abundante entre los platos es el de la 15/17, constatándose ejemplares de pared casi vertical junto a otros ya de pared más oblicua y ligeramente cóncava; están presentes también en menor grado los platos 4 y 36, así como la tapadera o pátera, tipo 7 ó 70. Las formas cerradas están representadas con los perfiles Hisp. 2, 12 y 21. En términos generales, es poco frecuente la decoración a ruedecilla, que aparece no obstante, además de en algunas 4 y 24/25, en el fondo de una 15/17, y tampoco es abundante la ornamentación a la barbotina en el servicio integrado por las Hisp. 35 y 36. Se documenta además la forma 49, aquí con una decoración en “nido de abeja” más que de losanges o facetas, que permite contemplar una posible elaboración a molde, como la de sus equivalentes vítreos, aunque sin descartar tampoco su realización directamente al torno. 190

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Fig. 17. Bronchales. Moldes de forma Hisp. 30 (nº 4) y 37b (núms. 1 y 3). Vasos de forma 37a y 37b (núms. 5 y 2, respectivamente), según Atrián, 1958

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En el repertorio de formas decoradas encontramos las Hisp. 30 y 37, así como un posible ejemplar 29/37. La primera, de pequeño tamaño, muestra siempre composiciones metopadas. Pero la forma decorada por antonomasias es la 37, particularmente la de borde simple, que se decora por lo general con círculos. En la 37b, de borde almendrado y con mayor calibre, se desarrollan esquemas metopados, motivos circulares o arquerías y en esta forma es donde se encuentran los mejores punzones, las escenas de cacería y las escenas mitológicas, como la de Acteón devorado por sus propios perros, que singularizan por su tamaño y coherencia sintáctica la producción de este taller. Entre los punzones figurados destacan, además del mencionado Acteón, los de Marte, Victoria y algún erote, junto a los jinetes y los característicos luchadores/cazadores de faldellín corto. Entre los animales encontramos tanto leones, como ciervos, conejos o perros, siendo frecuentes las aves, de la misma manera que en los motivos vegetales no faltan tampoco los tipos más frecuentes en la sigillata hispánica, que hacen gala no obstante de cierta singularidad en el tratamiento de los detalles. En cuanto al periodo de actividad del taller, la ausencia de la forma 29 permite situarlo ya entre finales del s. I d.C. y la primera mitad del s. II d.C. En cualquier caso, la producción de Bronchales debió surgir para satisfacer la demanda de este tipo de vajilla por parte de una clientela que habitaba en un área aislada y con ciertas dificultades en su abastecimiento. Otros talleres secundarios o de difusión incierta

En este apartado reunimos centros de producción de diversas características y con documentación variable. Algunos, según nuestro actual conocimiento, alcanzaron un área de comercialización de varias decenas de km, como Ilerda o Abella, mientras que de la mayoría ignoramos cual fue su ámbito de difusión, si bien en el caso de Vareia, dada su excelente situación, puede esperarse una notable distribución. La información sobre la sigillata que elaboraron es también desigual, escasa para varios talleres por circunstancias de distinta índole, es incluso en algún caso ya irrecuperable, como en el de Caesarobriga.

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5.1. Vareia (Varea, La Rioja) En varias localidades riojanas, además de en Tricio y otras del valle del Najerilla, se han encontrado indicios de la posible elaboración de sigillata hispánica altoimperial, siendo en su día recogidos por Mª P. Sáenz Preciado (1998: 151-153). Dado que las evidencias se reducen en la mayoría de los casos a la documentación de moldes, esos hallazgos se comentan en el apartado dedicado a ellos. Otro caso diferente es el de Varea, la antigua Vareia, situada en las proximidades de Logroño, que ha ofrecido testimonios claros de la existencia de alfares relacionados con la fabricación de sigillata (Luezas y Andrés, 1989; 1993; Pascual et alii, 1997; Sáenz y Sáenz, 2013: 471-473). Los hallazgos proceden de varios puntos de Varea y su entorno. Por un lado, del lugar conocido como La Eras, de donde provienen diversos accesorios de horno, entre ellos varios separadores o distanciadores, moldes, “pruebas” de alfar o sigillata sin barnizar y desechos de cocción; en conjunto, un material que, pese a haber sido recuperado a lo largo de varios años y en gran medida en posición secundaria, no plantea muchas dudas sobre la producción de sigillata en la ciudad. Los moldes corresponden en su mayoría a la forma 37, alguno tal vez a la 29 y aún otros a jarras u otras forma cerradas, y muestran tanto decoraciones metopadas como de círculos, sugiriendo una cronología de los últimos decenios del s. I y del s. II d. C. Se ha localizado además un taller en el área de La Portalada, situada 1 km al sur de Varea (Pascual et alii, 1997: 684-686; Sáenz y Sáenz, 2013: 473-474). Se estima que fue fruto del crecimiento urbano de la ciudad romana, que obligó a trasladar la figlina hacia el sur. Además de los restos de un horno, ajustadores, separadores y desechos de cocción, se han hallado moldes de Hisp. 37 decorados principalmente con motivos circulares, así como moldes para elaborar cuencos lisos, quizá de forma 8, un perfil de frecuente hallazgo. Merece la pena destacar por su excepcionalidad la presencia de un molde de asa de trulla, forma Hisp. 81, decorado con la representación de CibelesAttis (Pascual et alii, 1997). Son dignos de mención asimismo algunos ejemplares de forma 37, de cronología avanzada ya, que van decorados con improntas monetales de Lucio Vero (Sáenz y Sáenz, 2013: 473). El área artesanal de La Portalada iniciaría su actividad en un momento posterior al taller de Las Eras, perdurando en el siglo III. Dada la favorable situación geográfica de Vareia, sus alfares pudieron beneficiarse de análogos medios y mecanismos de distribución que los de Tritium Magallum, obteniendo una amplia comercialización para sus productos. 193

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Fig. 18. Vareia. Moldes pertenecientes en su mayoría a la forma Hisp. 37 (según Sáenz y Saénz, 2013)

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Y en ese sentido puede interpretarse la difusión alcanzada por los mangos de pátera con el tema de Cibeles-Attis (Pascual et alii, 1997: 688 y 691). En el apartado dedicado a los moldes mencionamos dos hallados en La Custodia, Viana (Navarra), en lo que posiblemente fuera el territorio de la Vareia romana. Los tratamos separadamente por cuanto se hallaron a algunos km de distancia de Varea, de manera que en principio no es posible establecer una relación con los alfares que aquí se comentan. No obstante, junto a los moldes navarros apareció un fragmento de vaso decorado con la impronta de una moneda de similares características que aquella de los vasos antes comentados de Varea (Sáenz y Sáenz, 2013: 473-474).

Fig. 19. Vareia. Moldes de forma Hisp. 37 (núms. 3 y 5) y del mango de una Hisp. 81 (nº 6), procedentes de La Portalada (según Pascual et alii, 1997). Otros moldes de Vareia (núms. 1-2 y 4), según Luezas y Andrés, 1993

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5.2. Ilerda (Lérida) A partir de 1995 se han sumado nuevas evidencias a las ya existentes sobre la fabricación de sigillata en la antigua Ilerda en el espacio urbano de la actual Lérida (Pérez Almoguera, 1990: 75-76; 1999). Remitimos al amplio estudio publicado por Buxeda et alii, 2014, que ha constituido la base de la presente síntesis y en el que podrán encontrarse muchos otros datos de interés, así como la bibliografía previa sobre el particular. Los datos más relevantes proceden de las intervenciones llevadas a cabo en la pendiente sudeste de la colina de la Catedral Antigua. Se recuperaron allí diferentes elementos relacionados con la producción cerámica, desde ajustadores y soportes a escorias de cerámica y piezas sobrecocidas, junto a más de una treintena de fragmentos de moldes. Se estima por ello que bien pudo existir allí, en lo que debió ser un área periférica de la ciudad romana, un taller en época altoimperial dedicado a la producción de sigillata hispánica y cerámica engobada de color rojizo. El hallazgo de moldes se ha prodigado también en algunas otras áreas de la ciudad, bien sea aislados o en número muy reducido, y solo los materiales recuperados en el Antic Portal de Magdalena permiten pensar que se localizara también allí otra área de actividad alfarera. La identificación del taller ilerdense se ha visto corroborada además por el estudio arqueométrico realizado a un amplio conjunto de materiales (elementos empleados en la fabricación y cocción cerámica, desechos de hornada, moldes y vasos de sigillata, cerámicas engobadas y pintadas). En el grupo LLE (Ilerda) se integraron conjuntamente, en virtud de su composición química, además de moldes y vasos de sigillata lisa y decorada (TSH), ejemplares de sigillata hispánica Avanzada (TSHA), ajustadores de tubos, fragmentos de escorias, de rodete y soporte, piezas de cerámica ibérica pintada, así como cerámicas oxidantes con engobe blanquecino, rojizo y negro. Estas últimas especies fueron producidas con anterioridad a la sigillata hispánica, manteniéndose durante el Alto Imperio solo la fabricación de sigillata hispánica y de cerámicas engobadas rojizas. La TSH de Lérida se considera una sigillata de calidad. Su pasta no es distinguible de la de Tricio ni a simple vista ni con lupa binocular y presenta un acabado rojizo equiparable igualmente al de los vasos tritienses (Buxeda et alii, 2014: 228). Los moldes recuperados corresponden a la forma Hisp. 37 en su mayoría, pero está documentada también la cantimplora Hisp. 13 y acaso un molde de Hisp. 29/37. El repertorio tipológico se amplía si consideramos los vasos ela196

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Fig. 20. Ilerda. 1, 4 y 5. Moldes de forma Hisp. 37 (según Buxeda et alii, 2014); 2 y 3. Fragmentos de una Hisp. 13 sellada por T.PMT (según Pérez Almoguera, 1999)

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borados, pues a las Hisp. 13 y 37a o de borde simple, se añaden la 37b y la 30. El elenco de formas lisas está integrado por las Hisp. 15/17, 27, 33, 44, 8, 4 y 7. En las composiciones decorativas predominan las formadas por motivos circulares, en alternancia a veces con otros motivos vegetales o figurados, sobre los esquemas metopados. En los paneles de estos últimos se incorporan a veces también motivos circulares. Por lo que a los punzones figurados se refiere, se documentan Mercurio y un sátiro, junto a diferentes aves, un jabalí, cérvidos u óvidos . Lérida ha suministrado el nombre de un ceramista al corpus hispánico. Es T.PMT, documentado en una cantimplora decorada Hisp. 13 y en una copa Hisp. 33 (Pérez Almoguera, 1999). Los análisis arqueométricos han confirmado que se trata de un ceramista local (Buxeda et alii, 2014: 229-230). En virtud de los datos de que se dispone hasta el momento, se ha propuesto para la TSH de Lérida una cronología entre el último cuarto del s. I d.C. y mediados del s. II. No obstante, la producción de sigillata en Ilerda continuó con la denominada TSHA. Esta producción evolucionada, que se sitúa en términos generales en la segunda mitad del s. II y en el s. III d.C., se caracteriza por el color anaranjado de su barniz, debido a la utilización de hornos de llama libre, y por una importante reducción del elenco formal. En Lérida se ha constatado la elaboración de las formas Hisp. 27, 8 y 5, así como de ejemplares intermedios entre la TSH y la TSHA. Recordemos finalmente que estos últimos se integran en el grupo compositivo LLE (Ilerda), junto a los anteriormente mencionados (Buxeda et alii, 2014: 227-231).

Fig. 21. Ilerda. Vasos de forma Hisp. 33, firmado T.PMT (nº1), e Hisp. 44 (nº 2), tapadera Hisp. 7 (nº 3) y fondo de copa (nº 4), según Buxeda et alii, 2014

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En cuanto a la distribución de la sigillata ilerdense, su presencia en la ciudad de Iesso (Guissona), propuesta por Pera y Solà (2014: 255-257), se ha visto confirmada a través de los resultados de análisis arqueométricos, según datos presentados en el congreso que tuvo lugar en Granada en 2014 (Pera et alii, e.p.). Si tenemos en cuenta que la distancia que separa ambas ciudades es de 71 km, este dato abre nuevas expectativas sobre la comercialización de los productos de Ilerda. 5.3. Abella (Naves, Lérida) Los talleres leridanos de Abella (cerca de la localidad de Naves, en el Pla d’Abella) y Solsona distan poco más de una decena de kilómetros y se sitúan en la depresión prepirenaica que forman las cuencas fluviales de dos afluentes del Llobregat al sudoeste y del río Segre al oeste. Su emplazamiento se beneficia de arroyos y abundantes cursos de agua, al tiempo que los montes situados al norte proporcionan el combustible necesario para el desarrollo de la actividad alfarera. Ambos centros de producción, los primeros de terra sigillata conocidos en la Península Ibérica, fueron excavados por J. Serrá Vilaró (1924 y 1925) y se han venido tratando por lo general de manera conjunta en la bibliografía. Lo permitían su cercanía, la similitud de algunas composiciones decorativas y una composición química bastante semejante (Picon, 1984: 308-309). Sin embargo, siguiendo las recomendaciones de los investigadores catalanes, que sin duda tiene buenas razones para ello, tratamos separadamente este taller de aquél de Solsona (Buxeda et alii, 2014: 203). En Abella Serrá Vilaró (1925) excavó tres hornos con material cerámico en su interior. Esas estructuras fueron redescubiertas en 1986 mediante prospección magnética, sacándose a la luz un cuarto horno (Casas et alii, 1989), y en los años siguientes la sigillata de Abella fue objeto de nuevos estudios y de una detallada caracterización arqueométrica, que incide en su definición como cerámica muy calcárea (Bures et alii, 1989; Buxeda y Gurt, 1991; Buxeda, 1994). Tradicionalmente se le ha atribuido una pasta amarillenta u ocre y un barniz de tonalidad variable entre el color anaranjado, rojo o marrón, que con frecuencia se desprende fácilmente. Los estudios más recientes relacionaban la diversa coloración de estas cerámicas –desechos de hornadas por otro lado– con las distintas temperaturas obtenidas durante la cocción, advirtiendo que en su temperatura óptima la sigillata de Abella muestra pasta anaranjada o rojo pálido, bien depurada, y barniz rojo, a veces de buena calidad mientras 199

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que en otros casos se levanta con facilidad. Se advertía con ello sobre la posibilidad de que productos bien acabados de Abella hubieran pasado desapercibidos en centros de consumo (Buxeda y Gurt, 1991: 432-434) .

Fig. 22. Abella. Moldes de forma Hisp. 37 (núms. 1 a 3). Vasos de forma 37 (nº 4) y 36 (núms. 5 y 6), según Mayet, 1984

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Abella proporcionó un número considerable de moldes para fabricar vasos de forma Hisp. 37. Con ellos se elaboraron ejemplares muy característicos y en términos generales evolucionados: borde vertical muy amplio, con una altura equivalente o superior a la de la parte decorada, que se remata con un labio engrosado, que puede ser además bífido y completarse con un asa horizontal. El pie se muestra relativamente bajo. Moldes y vasos se decoran preferentemente, ya sea en uno o en dos frisos separados por un solo baquetón, con motivos geométricos lineales, bien sean verticales u oblicuos, a base de líneas onduladas, sogueadas, segmentadas o formadas por la suma de pequeños motivos geométricos yuxtapuestos. Otros ejemplares se ornamentan con motivos circulares o rosetas. Entre los vasos lisos, se documentan los de las formas 4, 8, 15/17, 27, 35, a las que han venido a sumarse en los últimos trabajos las 7, 36 y 44. Un rasgo digno de destacar en la forma 4 es la presencia de ranuras limitando el borde horizontal, que sin embargo carece de la decoración a ruedecilla habitual en otros centros de producción. En cuanto a la cronología del taller de Abella, parece adecuado el marco temporal del s. II y primera mitad del s. III propuesto en las últimas investigaciones (Casas et alii, 1989: 174; Bures et alii, 1989: 176; Buxeda y Gurt, 1991: 433). Las sospechas de que la producción de este centro hubiera superado el ámbito meramente local de comercialización, se han visto corroboradas con su presencia en Iesso (Guissona, Lleida), ciudad de la que lo separan 45 km, y en la que aporta el 27% de la sigillata hispánica (Pera y Solà, 2014: 254-255, 262-265); un dato que ha sido confirmado en la comunicación presentada en 2014 al congreso de Granada (Pera et alii, e.p.) 5.4. Solsona (Lérida) El posible alfar de sigillata hispánica excavado por Serrá Vilaró en Sototerra (Solsona) se encuentra una docena de km al oeste del taller de Abella. En este caso no se halló ningún horno, consistiendo los hallazgos en fragmentos de moldes, menos numerosos que en Abella, cerámicas deformadas y otros desechos de cocción (Serrá, 1924). El lugar no ha sido objeto posteriormente de otros estudios o investigaciones de campo. Moldes y vasos decorados corresponden también a la forma 37 y se ornamentan con dos estilos decorativos. Uno de ellos, muy frecuente en Abella, consiste en motivos lineales de trazo sogueado o formados por pequeños 201

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triángulos. Pero son más numerosos los ejemplares que muestran un segundo estilo en el que la decoración se distribuye en uno, dos o tres frisos, separados por un baquetón, que contienen motivos circulares cortados o sogueados –más raramente arquerías–, rosetas o palmetas, pudiendo aparecer reiteradamente uno de estos motivos o combinarse dos o tres de ellos. La forma 37 presenta un alto borde finalizado en un labio redondeado. En el repertorio de formas lisas, se atribuyen a Solsona vasos de las formas 27, 46 y 17. En el lugar aparecieron además varios vasos de sigillata que F. Mayet consideró procedentes de otros talleres (1984: 21-23), por lo que eludimos aquí su comentario. Se documentaron también dos firmas de ceramista: Mate. Acc ( ) y Ter. Pater ( ), siendo para Mayet foránea la primera y local la segunda, ilustrada por tres sellos correspondientes a dos punzones distintos (Mayet, 1984: 21). Los productos recuperados en Solsona pueden incluirse en el marco cronológico señalado para los de Abella, s. II d.C. y primera mitad del s. III.

Fig. 23. Solsona. Vasos de forma Hisp. 15/17, firmado TER.PATER (nº 1), Hisp. 27 (nº 2) y 35 (nº 3). Molde (nº 5) y vasos (núms. 4, 5 y 7) de forma Hisp. 37 (según Mayet, 1984)

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5.5. Mont-roig del Camp (Tarragona) La existencia de un taller de sigillata hispánica en esta localidad tarraconense, propuesta a raíz de los restos exhumados en 1987 al construir un velódromo (Palleja, 1994), se ha visto confirmada a través de análisis arqueométricos (Madrid, 2005: 345-361; Madrid y Buxeda, 2007). Las excavaciones depararon dos depósitos de opus signinum y una gran escombrera con abundantes materiales cerámicos que formaban parte de un área de producción artesanal. Se estimó que pertenecían a un establecimiento rural, quizá una villa, relativamente próxima a la capital, Tarraco, de la que distaba una treintena de km. Entre los materiales se contaban elementos utilizados en la manufactura cerámica, como carretes separadores, varios fragmentos de moldes, vasos y fragmentos con defectos de cocción, sin barnizar o recubiertos de un barniz/engobe de color anaranjado (Palleja, 1994). Se hallaron asimismo restos de tubos que tal vez estuvieran destinados a aislar de los gases la cámara de cocción del horno; pero de haber sido así, no debieron ser utilizados, pues fueron cocidos a una temperatura inferior que la sigillata allí fabricada (Madrid y Buxeda, 2007: 61, 64 y 68). Entre las formas de sigillata lisa documentadas se encuentran las Hisp. 7, 15/17, 27, así como un tintero u otra forma cerrada, y entre las decoradas la Hisp. 37. Uno de los moldes, el más completo, corresponde también a esta forma y a ella se adscriben posiblemente otros fragmentos de moldes recuperados. En cuanto a la decoración, se elaboraron piezas con composiciones metopadas y ornamentadas con círculos, compareciendo junto a motivos vegetales, rosetas en particular, algunos punzones figurados humanos y animales. Se da la circunstancia de que el molde antes mencionado cuenta con réplicas en fragmentos de vasos hallados en el lugar. Los análisis arqueométricos efectuados a tubos, vasos de sigillata y moldes han puesto de manifiesto la utilización de cinco tipos diferentes de pastas en el taller de Mont-roig. En la pasta 5, calcárea, se agrupan todos los fragmentos de sigillata y uno de los moldes, de los tres analizados. Dado que todos estos materiales proceden del mismo estrato arqueológico, se contempla la posibilidad de que las pastas 1 a 4 pudieran corresponder a un periodo de ensayos previo a una fase de producción regular, representada por la pasta 5. Es de destacar también que el barniz empleado se considera de baja calidad en la medida en que, al haber sido elaborado con una arcilla de grano mayor de lo deseable para su correcta vitrificación, podría presentar problemas de adherencia y escamarse (Madrid y Buxeda, 2007: 68-69) 203

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L. Palleja consideró que el alfar, especialmente activo entre finales del s. I y comienzos del s. II d.C., aunque con una perduración hasta inicios del s. III, produciría cerámica común, que es la especie más abundante en el yacimiento, y probablemente también sigillata hispánica, abasteciendo el mercado local y acaso también a la propia Tarraco. La fabricación de sigillata está hoy comprobada, si bien se desconoce todavía la proyección que obtuvo. En cuanto a la cronología, la prolongación del taller a lo largo del siglo II da cabida a la propuesta de M. Madrid y J. Buxeda sobre la existencia de dos fases en la producción del taller.

Fig. 24. Mont-roig del Camp. 1. Molde de Hisp. 37 (según Palleja, 1994); 2 a 13. Ejemplares de distintas formas lisas y de Hisp. 37 decorada (según Madrid y Buxeda, 2007)

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5.6. Sabadell (Barcelona) Los vestigios del taller se recuperaron en el santuario de Nuestra Señora de la Salut, situado al noroeste del núcleo urbano de Sabadell. Allí se asentó un núcleo romano, una villa o mansión, en la que se reconoce la Arrahona mencionada en los vasos de Vicarello (Roca, 1978). Durante la primera mitad del siglo XX se llevaron a cabo varias campañas de excavación en el lugar y a mediados de siglo Renom y Mas (1950) publicaron los resultados de esos trabajos, dando a conocer los restos del establecimiento romano, entre ellos cuatro hornos, de los que dos debieron estar dedicados a la cocción de cerámica (Renom y Mas, 1950: 104 y 109; Roca 1978: 25-26). Años después, en 1978, M. Roca recuperó y estudió, entre los materiales exhumados en aquellos trabajos, siete fragmentos de moldes pertenecientes a las formas 29 y 37, así como un conjunto de piezas que portaban las mismas decoraciones de los moldes y que por tanto debieron ser elaboradas a partir de ellos. Esta autora llamaba también la atención sobre el hecho de que no hubiera sigillata lisa, excepción hecha de un fragmento de la forma 27. La apariencia externa de las piezas era muy homogénea: pasta ocre amarillenta más o menos rojiza, de fractura recta y dura, y barniz por lo general brillante y homogéneo, en el que dominaba el color siena tostado aunque con vetas más claras, incluso ocres. Algunas piezas presentaban un aspecto más deficiente, dando la impresión de haber sido poco cocidas (Roca, 1978). El taller debió estar activo en un periodo situado entre el último cuarto del s. I d.C. y un momento avanzado del s. II d.C. 5.7. Ermedàs (Cornellà del Terri, Gerona) Las noticias sobre la existencia de un alfar romano en Ermedàs se remontan a 1963, pero fue en la década de los 80 cuando fue objeto de una prospección sistemática y de un primer sondeo que proporcionó parte de la estructura de un horno y varios fragmentos de molde, junto a piezas extraídas del mismo y sin barnizar. A partir de 1999 se desarrolló un extenso programa de excavaciones del área artesanal, exhumando sus estructuras constructivas, una docena de hornos, algunas balsas de decantación y un amplio material cerámico (Tremoleda y Castanyer, 2013). El taller se sitúa en una hondonada, rica en arcilla, con dos fuentes de agua cercanas y un entorno boscoso en las inmediaciones. En él se fabricó vajilla de mesa –sigillata hispánica e imitaciones de paredes finas–, cerámica común 205

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y de cocina, ánforas y material de construcción. Se vincula uno de los hornos, el 12, a la cocción de vasos de sigillata. Las piezas decoradas que se han recuperado corresponden a la forma 37 y se ornamentan con motivos circulares. Entre los vasos lisos se documentan los tipos 15/17, 24/25, 27, 35 y 36 (Tremoleda, 2000: 72-73, figs. 56 y 61; Tremoleda y Castanyer, 2013: 490). M. Madrid analizó seis piezas de sigillata hispánica procedentes del alfar. Cuatro de ellas, muy calcáreas, mostraron una composición química diferente a la de cualquier otro taller, identificándose así como productos locales. Otro ejemplar, más pobre en calcio, se consideró asimismo elaborado en Ermedàs, aunque con una pasta diferente, menos calcárea, en tanto que un sexto ejemplar pudo ser vinculado a Tricio (Madrid, 2005: 365-375). Las piezas que denotan un origen local, a partir de los análisis, pueden atribuirse en su mayoría a la forma 37 y se decoran con motivos circulares o con burilado. Es de suponer que los ejemplares lisos hallados en la excavación hayan sido producidos en el propio taller, pero no hay que descartar que entre ellos pudiera encontrarse algún producto tritiense. El complejo artesanal, con dos fases sucesivas de actividad alfarera, estuvo en funcionamiento entre el segundo cuarto o mediados del s. I d.C. y el final del siglo II (Tremoleda y Castanyer, 2013: 494), si bien la fabricación de sigillata debió de tener tener lugar en este último siglo. Se estima que buena parte de la producción se destinó a abastecer la cercana villa de Vilauba y otras del entorno, así como posiblemente algunas ciudades próximas (Tremoleda y Castanyer: 2013: 490 y 494-495). Merece la pena anotar que Gerunda se encuentra aproximadamente a una docena de km.

Fig. 25. Ermedàs. Moldes (núms. 1 y 4) y vasos (núms. 2-3 y 6-7) de forma Hisp. 37; jarra u otra forma cerrada (nº 5). Según Tremoleda, 2000, excepto el nº 7, con decoración burilada, tomado de Madrid, 2005

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5.8. Villarroya de la Sierra (Zaragoza) El alfar, descubierto en 1987, fue excavado en los años siguientes generando una serie de noticias y publicaciones entre las que destacamos aquellas sobre las que se asienta nuestra síntesis: Medrano, 1987; Medrano y Díaz, 1989; Medrano y Díaz, 2000. Durante los trabajos salieron a la luz dos hornos, aunque al parecer se sabe de la existencia de al menos otros dos, y cuantioso material cerámico, que apareció en el interior de los hornos –uno colapsado quizá durante la cocción y el otro reutilizado como vertedero– y en los alrededores de esas estructuras. Entre dichos materiales se encontraban algunas decenas de fragmentos de moldes, piezas inacabadas o sin barnizar de sigillata, así como vasos deformados durante la cochura; había además ajustadores, placas, separadores y pellas de arcilla. En el taller se elaboró, además de sigillata, cerámica engobada y común de diverso tipo. Según Medrano y Díaz (2000), la figlina formaba parte de las dependencias artesanales de una villa romana, en la que se han exhumado también dos tumbas de inhumación. No se detallan los rasgos que caracterizan la producción de sigillata, si bien se señala que entre los moldes se encuentran algunos de cuidada elaboración, junto a otros de tosca factura. Los materiales pueden considerarse inéditos, pues apenas se han dado a conocer algunos moldes y vasos. Según sus excavadores, entre las formas decoradas predomina la Hisp. 37, documentándose tanto la de borde simple como la almendrada, y está presente la 30, mientras que la forma 29 aparece escasamente representada. De la decoración se anota que cubre el espectro habitual en este tipo de cerámica, siendo múltiples las muestras de motivos circulares. Sabemos también de la presencia de composiciones metopadas y de punzones tanto figurados como vegetales o geométricos, advirtiéndose la similitud de algunos de ellos con motivos tritienses. De las formas lisas se registran las 15/17, 24/25, 35, 36, 44, 46, 2, 7, 8, 17, 20, 32 y 73, es decir, un elenco tipológico ciertamente amplio, en el que resulta curiosa la escasa representación de la forma 27. Entre los complementos decorativos, se constata al menos la ornamentación a barbotina, que parece ser relativamente frecuente. Se han encontrado al parecer algunas marcas incompletas, entre ellas los caracteres RT en un molde, pero no permiten reconstruir los nombres de los ceramistas en su integridad. Parece oportuno reducir un poco el periodo de actividad fijado para el alfar –entre el 50 y el s. IV d.C.– y resituarlo en los años finales del s. I y, más 207

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particularmente, en el s. II, siglo este último en el que obtuvo, como señalan los propios excavadores, su máximo apogeo. Carecemos de datos para saber si se prolongó durante el s. III; por otro lado, la documentación de algunas piezas tardías no implica necesariamente su fabricación en el lugar. Los productos de Villarroya de la Sierra se distribuyeron, según sus excavadores, en varias ciudades romanas de la actual provincia de Zaragoza: Bílbilis (Calatayud), Turiaso (Tarazona), Manlia (Mallén) y Nertobriga (La Almunia de Doña Godina), sin que se excluya una mayor difusión. En Bilbilis, de la que dista una veintena de km, J.C. Sáenz estima que supone en torno al 15% de la sigillata (2012, 65). 5.9. Caesarobriga (Talavera de la Reina, Toledo) Los indicios acerca de la fabricación de terra sigillata en la localidad toledana de Talavera de la Reina, la antigua Caesarobriga, fueron dados a conocer por

Fig. 26. Caesarobriga. Moldes de forma Hisp. 37 (núms. 1 a 4) y plato 15/17 con los caracteres OF CALVINI PR grabados en el corte (nº 5), según Juan Tovar, 1983 y 1988

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L.C. Juan Tovar en 1983 y ampliados en 1988. Se trataba de restos descontextualizados hallados en una escombrera situada junto al Tajo en la que se acumulaban tierras de obras emprendidas poco tiempo antes en distintos solares de la ciudad. No pudo conocerse sin embargo el lugar exacto del que habían sido extraídos esos vertidos, que provenían en todo caso de la zona oeste del casco urbano. Los hallazgos consistían en un sigillum OF CALVINI PR, grabado en el corte alisado de un borde de plato 15/17, en fragmentos de cuatro o cinco moldes de forma 37 decorados con motivos circulares y rosetas, así como en ajustadores, separadores y adobes quemados procedentes de los hornos. Nada más pudo recuperarse del alfar, cuyo periodo de actividad puede situarse en términos generales en el s. II d.C. Ignoramos el alcance de la producción y aún más su posible distribución, máxime cuando no se conoce ningún ejemplar que porte el sello mencionado. Moldes y plato ofrecen una pasta ocre carne, con desgrasante de cuarzo y mica, y con algunas vacuolas. El barniz del único ejemplar conocido, el plato 15/17, que cabe sospechar fabricado en el lugar, fue aplicado al parecer con pincel y es de color rojo inglés, ligero y poco brillante.

Talleres identificados arqueométricamente o a través de las características de la producción

6.1. TSH1 Identificado a través de dos ejemplares, uno de Ampurias y otro de Baetulo (Madrid, 2005: 392-395, 435-436 y tab. 68). Se trata de sigillatas calcáreas con una composición próxima a la de Tricio, aunque sus desemejanzas muestran que no forma parte del grupo tritiense. La pieza de Badalona corresponde a una Hisp. 37 con motivos figurados en friso corrido: en el superior aves y en el inferior grifos. 6.2. TSH2 Este taller ha sido reconocido a partir de análisis arqueométricos realizados a piezas halladas en Lérida (Buxeda et alii, 2014: tabla 3, pp. 282, 234-235 y 242, en particular, fig. 31). No obstante, la TSH2 posee una composición di209

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ferente de la del taller de Ilerda, aun cuando aparece en la ciudad en los mismos contextos que la sigillata ilerdense y tritiense. Presenta pasta fina, depurada, dura y compacta, de color rosado muy claro, de buena calidad en suma, pero su barniz es claramente deficiente, mate y de un color que varía del rojizo al marrón, y además se desprende con facilidad. Las piezas adscritas a este taller incluyen formas lisas (Hisp. 7, 8 y 15/17) y decoradas (Hisp. 37) 6.3. Diversas producciones identificadas en la Cerdaña Esas producciones se individualizaron a raíz de los análisis realizados a una serie de piezas (un total de 19) procedentes de varios yacimientos del entorno de la actual Puigcerdà (Buxeda y Campillo, 2000-2001). Los resultados proporcionaron una notable diversidad de agrupaciones, de las que solo 4 estaban constituidas por dos o más muestras. En esas cuatro agrupaciones se encontraban tanto arcillas calcáreas como no calcáreas. Entre los ejemplares que las integran, algunos se adscriben a las formas lisas Hisp. 27, 35, 7, 4, o a la decorada Hisp. 37, mientras que otros responden a formas nuevas, no identificadas en la sigillata hispánica. Algunos de estos últimos recipientes correspondientes a la forma Cerdanya 3 podrían considerarse, según los autores, cerámica común barnizada (Buxeda y Campillo, 2000-2001: 117). La cronología de estas producciones se sitúa en virtud de sus contextos de hallazgo en la segunda mitad del s. II, con una continuidad en el siglo III. 6.4. Otras posibles producciones identificadas Se considera probable que existiera un taller de sigillata en Iesso, Guissona (Lérida) o en otro lugar del Valle del Llobregós (Pera y Solà, 2014: 257-259). Esta hipótesis se apoya en algunas producciones identificadas en esa ciudad, diferentes de las ya conocidas, así como en los fragmentos de molde y en el punzón que ha proporcionado y que comentamos en el apartado siguiente. Se ha formulado, asimismo, la posibilidad de que pertenezcan a una producción distinta de las ya conocidas algunos materiales de la Campa Torres (Asturias) en virtud de los resultados que ha aportado la analítica de sus pastas (Buxeda et alii, 2014: 204). La existencia de otros posibles talleres de sigillata ha sido deducida no tanto en virtud de la composición de las arcillas utilizadas en su fabricación, sino del producto acabado en sí mismo, de su apariencia externa y de sus ca210

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racterísticas formales o decorativas. Sirven para ilustrar este caso los talleres reconocidos por J.C. Sáenz Preciado en Bilbilis (1999). En una publicación más reciente se ha aportado también la composición química de esas producciones, que el autor ha denominado BI, BII, BIII y BIV (Sáenz, J.C., 2012). El hallazgo de moldes

Son relativamente numerosos los yacimientos que han proporcionado hallazgos de moldes aislados, al margen de un contexto de alfar que certifique la existencia de un taller de sigillata en el lugar, fuera éste de la naturaleza que fuera. Está claro que esa carencia de datos complementarios no constituye un argumento negativo respecto a la posible fabricación de esa especie cerámica, que puede verse corroborada en el futuro, como ha ocurrido por ejemplo en el caso de El Burgo de Osma (Soria) o Ermedàs (Cornellà del Terri, Girona). Pero, a la espera de disponer de más datos, nos ha parecido prudente tratar la documentación de los moldes independientemente, por un lado, por una cuestión de método y, por otro, porque en algunos casos los moldes pudieron utilizarse para elaborar cerámicas engobadas en lugar de sigillata. De atrás son conocidos los moldes hallados en Termes (Soria), Pompaelo y Corella (Navarra) o Ruidoms (Tarragona) (recogidos por ej. en Juan, 1984; Mezquíriz, 1985: 112-114). A ellos se suman uno procedente de Caesaraugusta y otro de la localidad zaragozana de Cabañas de Ebro (Cantos y Sáenz, J.C., 2007; Sáenz, J.C., 1999: 162) y los dos fragmentos de molde, así como el punzón con una palmeta, descubiertos en Iesso (Guisona, Lleida) (Pera y Solà, 2014: 250-251). Se han localizado asimismo otros moldes procedentes de varias localidades riojanas: Santo Domingo de la Calzada, Sotés, Entrena, Hornos de Moncalvillo, Fuenmayor, Calahorra y el Villar de Arnedo, de los que se informa y proporciona referencias en Sáenz, M.P., 1998, 151-153. Hemos de recordar también aquí otros dos fragmentos de moldes encontrados en el paraje conocido como Soto Galindo, en el entorno de Viana (Navarra), en lo que se considera fue una importante villa romana, por cuanto su emplazamiento, a unos 7 km de Vareia y al otro lado del Ebro, nos ha movido a tratarlos independientemente de ese taller (Labeaga, 1999-2000: 234-235). Calagurris (Calahorra, La Rioja) ha proporcionado también algunos fragmentos de moldes en excavaciones realizadas en el centro urbano (Cinca, 2000; Sáenz, J.C., 2013: 475-476), así como en prospección en el término de Valroyo, donde se localizó también un distanciador (Cinca, 1986). Relativamente próximo a éste se encuentra el taller calgurritano de “La Maja”, en el 211

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que G. Valerius Verdullus elaboró cerámicas de paredes finas a molde, pero en el que se manufacturaron también cerámica común y especies engobadas, entre estas últimas algunas piezas a molde imitando la sigillata (Luezas, 1995: 173-174, 197 y 199). Esta práctica debió alcanzar cierto éxito pues en el municipium Labitolosanum (La Puebla de Castro, Huesca) se ha recuperado, junto a un cuantioso número de vasos lisos engobados que siguen el repertorio formal de las Hisp. 7, 8, 15/17, 24/25, 27, 33, 35, 36 y 44, un importante lote de vasos engobados y decorados a molde de forma 37 (Sáenz, J.C., 2013), un ejemplo que tal vez pudiera ser ilustrativo para el caso de Calagurris. De entre todos los casos conocidos de documentación de moldes, el más sorprendente quizá sea el de la ciudad romana de Termes (Soria), que ha deparado más de una veintena de fragmentos de molde, sin llegar a proporcionar evidencias firmes de fabricación (Fernández Martínez, 1983; Casa y Terés, 1984; Argente y Díaz, 1988, 109-111; Argente et alii, 1992: 86; Argente et alii, 1996: 73-74). Se trata además de un conjunto variado, en el que los moldes de forma 37 son los más frecuentes, pero no faltan otros para elaborar vasos carenados Hisp. 29, y donde las composiciones metopadas y los motivos figurados están bien representados, a la par que los motivos circulares y los punzones vegetales. Recientemente se ha propuesto, a partir del hallazgo de abundante material cerámico (sigillata hispánica, cerámica común, cerámica engobada, y a veces también engobada y pintada, así como cerámica pintada) en la colmatación de una fosa, que esos restos correspondiesen a los desechos de un taller (Diosono, 2010). Los indicios por lo que a la sigillata se refiere –la falta de homogeneidad en la coloración y densidad del barniz– no son concluyentes. A través de análisis arqueométricos sabemos que algunos de los moldes allí hallados proceden del área riojana, así como que en la ciudad se comercializaron vasos tritienses, pero también uxameneses (Romero et alii, 2012a: 59 y 121). No obstante, del notable número de fragmentos de molde recuperados cabe deducir que en Termes hubo cuando tentativas de fabricar sigillata, aun cuando ignoremos hoy por hoy si esos intentos resultaron fallidos o si tuvieron su fruto en una producción todavía por reconocer. Esto mismo puede hacerse extensible a la documentación procedente de Segobriga (Sanfeliú y Cebrián, 2006; Fernández Ibáñez, 2010). Se conocen ya doce fragmentos de moldes que han sido hallados, como en Termes, en diferentes áreas y contextos de la ciudad, aunque preferentemente en la periferia urbana. Corresponden a la forma 37 y, salvo uno decorado con una composición metopada y un motivo figurado, muestran casi con exclusividad decoración de círculos. 212

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