La tercera fuerza en las condiciones sociopolíticas de El Salvador del siglo XXI.

July 23, 2017 | Autor: Zeus Refutado | Categoría: Language Ideology
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Descripción

La tercera fuerza en las condiciones sociopolíticas de El Salvador del siglo XXI. Moisés Gómez, catedrático del Departamento de Filosofía. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

El autor analiza la intuición de la “tercera fuerza” en los escritos sociopolíticos de Ignacio Ellacuría y examina la aplicación de esta categoría de análisis social al contexto actual de la realidad salvadoreña. Asumiendo que el principal actor y vanguardia de las luchas sociales está en el poder político ¿qué fuerzas sociales serían hoy las llamadas a constituir la tercera fuerza? Introducción A veinticinco años del martirio de Ignacio Ellacuría, sus cinco compañeros jesuitas y dos de sus colaboradoras, su pensamiento crítico y creativo sigue consolidándose como fuente de ideas sustantivas que interpelan a nuestra sociedad actual. Me propongo analizar el movimiento social salvadoreño en el contexto actual a la luz de la categoría sociopolítica de tercera fuerza tal como la desarrolla Ignacio Ellacuría. Fue una persona que tuvo una dedicación generosa hacia la comprensión de la realidad nacional, quería aprehenderla procesualmente bajo la fuerza filosófica de un saber que no solo analizara fríamente la realidad sino que exigió que el filósofo estuviera comprometido con ella misma y su transformación en un ejercicio que combinaba teoría y praxis. En primer lugar, Ellacuría con su praxis vital mostró cómo se hizo cargo de la realidad, le significó encarnarse en esa cruda realidad, no era un analista en el aire, era el análisis de un Ellacuría comprometido de pies a cabeza en un proceso de diálogo, sus aportes los hacía desde una dimensión específica: desde los oprimidos por las injusticias estructurales. En segundo lugar, se encargó universitariamente de esa realidad. Él junto a sus compañeros asesinados pusieron la universidad al servicio de la búsqueda de la justicia social desde la fe que exige la verdad. Justicia y verdad que han de buscarse y construirse procesualmente en la complejidad colectiva y sucesiva de la historia1. Su inteligización de la realidad le señalaba que era una realidad inaceptable para las

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mayorías populares y por eso buscaba promover cambios hacia otra realidad más justa y solidaria, con más fraternidad y menos represión social. En tercer lugar, Ellacuría cargó con la realidad hasta las últimas consecuencias ya sabidas: su asesinato. El ex rector sabía que la realidad y ante todo el mal común tenía (y sigue teniendo) el poder para enquistarse en las estructuras sociales y desde allí corromper las mentes y corazones de las personas que son afectadas por esa maldad o injusticia estructural; esta realidad envuelta en ese mal común es capaz de matar y Ellacuría era consciente de ello, no obstante, nunca desistió de su capacidad crítica para denunciar las ideologizaciones que servían para someter a las mayorías populares: la mentira institucionalizada, la represión y la violencia estatal. Pese a las constantes amenazas, su mordaz crítica contra el sistema capitalista, partidos políticos, las elecciones, la Constitución, el estado de derecho, incluso la conciencia colectiva no cedieron paso al miedo ni al conformismo. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) gobierna y junto a él sus fuerzas sociales le han endosado más que un voto de confianza para que lidere la transformación de esta sociedad salvadoreña que adolece de muchos de los males sociales de cualquier sociedad contemporánea, cambios que debe hacerlos sin alterar el orden social existente, es decir se trata de hacerlo democráticamente. El FMLN ha sido y es parte del movimiento social emancipador y desde su faceta de guerrilla (subversión), como partido de oposición y hoy, como partido “oficial”. De una manera u otra ha liderado la lucha por construir una sociedad más equitativa. No es extraño, entonces, que tenga su propia fuerza social que le apoye electoralmente, empero, hay que matizar que no todo el movimiento social popular está alineado al FMLN. Algunas inquietudes que deseamos abordar con este escrito giran alrededor de estas preguntas ¿Qué análisis haría hoy Ellacuría considerando que el principal actor de las luchas sociales ahora está en el poder ejecutivo y con mayoría en la Asamblea Legislativa? ¿Asumiendo que el principal actor y vanguardia de las luchas sociales está en el poder político, qué fuerzas sociales serían hoy las llamadas a constituir la tercera fuerza? ¿Cuál es el principio de nuestro actual conflicto social? 1. La noción de “tercera fuerza” en el análisis sociopolítico de Ignacio Ellacuría.

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El análisis del movimiento social con posibilidades reales de consolidarse como “tercera fuerza” lo encontramos ubicado en los escritos ellacurianos relativos a la problemática política y social. En 1991 la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador presentó la obra “Veinte años de historia en El Salvador (1969-1989)” donde se recogieron: Casi dos mil páginas impresas, escritos a lo largo de veinte años de producción intelectual, muestran su dedicación a la asignatura que él consideraba principal, la realidad nacional (…) En ellos se puede observar y estudiar cómo usaba su estructura filosófica, concretamente el concepto de realidad histórica, fundamental en su pensamiento2. Ellacuría siempre preciso, riguroso y complejo cuando analizaba la realidad social históricamente considerada creía en la necesidad de partir de un locus concreto: desde la óptica de las mayorías populares que eran epistemológicamente para el analista comprometido y coherente el lugar que da verdad. Creyó que solo así, respetando este punto de partida, el análisis de la realidad arrojaría luces de un proceso hacia la racionalidad y la justicia, cargado con la esperanza de hallar una verdad que le permitiera la creación de una realidad más plena, a la luz del criterio de la verdad y la justicia social. Debemos enfatizar antes que nada, que la producción sociopolítica de Ellacuría es una puesta en escena de un desarrollo filosófico al servicio de la liberación de la realidad histórica: Para Ellacuría la tarea de liberación le es exigida a la filosofía no solo por razones éticas o sociológicas, sino, más profundamente, por razones epistemológicas y metafísicas. La razón es que la historia no es solo el lugar donde los seres humanos van a ser los que son y donde la humanidad va haciéndose en su unidad, sino la actualidad última de la apertura y de la realización trascendentales de la realidad; apertura y realización que queda en manos exclusivamente de la actividad humana y de lo que ésta pueda crear en la historia a partir del proceso de apropiación y actualización de posibilidades3. Asimismo, el análisis del movimiento social y sobre todo el estudio de la tercera fuerza no es un ejercicio meramente sociológico ni únicamente ético, aunque tenga de ambos, por supuesto. En cambio, hay que situarlo en el contexto de una filosofía de la liberación de las mayorías populares, pensando que se trata de ver en determinada coyuntura social cómo una fuerza social se apropia de unas posibilidades y las realiza o historiza y al mismo tiempo, la otra cara de la moneda, qué posibilidades descartó, no materializó o dejó escapar y qué estructuras de la realidad social históricamente

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considerada impidió esa apropiación. Para el caso del análisis ellacuriano de la tercera fuerza y su accionar no se trata de analizar cualquier praxis ni cualquier liberación: Categorías como «praxis» o «liberación» adquieren densidad metafísica al quedar vinculadas al plano trascendental. Así, praxis no significa un mero hacer consciente y libre, sino un «hacer real de realidad»; liberación no significa mera liberación sociopolítica, sino, más profundamente, liberación de nuevas formas de realidad”4 que den paso a nuevas estructuras sociales dentro de las cuales las personas puedan alcanzar su propia realización en libertad y comunión 5. Considerando lo dicho más arriba, Ellacuría teorizó la conformación de una tercera fuerza ante un escenario de violencia entre dos bandos: en un extremo, la imposición o proyecto de Estados Unidos, ejecutado por socios locales, normalmente, empresarios, políticos y militares, en términos cuantitativos muy pocos pero con mucho poder socioeconómico; en el otro extremo, la subversión6 encabezada por la guerrilla del FMLN acompañado por una amplia base social popular conformada por campesinos, clase obrera, estudiantes de secundaria, universitarios y docentes, etc. Dicho todo lo anterior para Ellacuría la tercera fuerza es aquella fuerza social que surge “de una conciencia colectiva firme y activa, capaz de expresarse y de organizar su actividad conjunta”7 para presionar a las partes protagonistas del conflicto para que velen por el bien común y más allá de sus propios intereses particulares dando lugar así a la superación del conflicto8. La tercera fuerza es una acción civil “pero con el peso de la materialidad que brotan de la reivindicación de intereses reales”9. Se caracteriza por apropiarse de una autonomía y ser protagonista de la búsqueda de soluciones reales para el bien del país (no solo para unos pocos) por tanto, ella es sujeto activo de la solución al conflicto en relación a los bandos enfrentados. Ellacuría enumeró las fuerzas sociales que en el contexto de la realidad de El Salvador de los años ochenta eran las llamadas a conformar una organización coordinada entre sí, fuerte y sólida: sindicatos (incluyendo a las organizaciones del campo), la Iglesia, maestros e intelectuales, los profesionales, pequeña y mediana empresa y el pueblo no organizado10. Su desafío era consolidarse como tal a partir del principio de la unidad entre las distintas organizaciones respetando las diferencias e independencia de las vanguardias o bloques en conflicto11. La tercera fuerza es una fuerza dialécticamente reconciliadora. Hay que explicar en qué sentido es dialéctica la tercera fuerza. La dialéctica a la que se refiere Ellacuría no es la dialéctica idealista de Hegel (el sujeto de la historia es el espíritu, la Idea) pero tampoco es la dialéctica de la materia (reducida ésta a procesos físico-químicos) tal

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como la defendieron los marxistas ortodoxos seguidores de la interpretación naturalista de Engels. En cambio, en sus escritos Ellacuría sostenía que todo dinamismo intramundano es dialéctico aunque no sea siempre en la misma forma12; podemos observar que dentro de la realidad histórica situamos la realidad humana y dentro de ella, vemos que la tercera fuerza podría sustentarse dentro de los procesos biográfico-históricos13 donde la subjetividad y la objetividad interactúan dialécticamente superando la negatividad o mal presente en la dimensión personal pero también en la parte social estructural. En este sentido es relevante la noción de negatividad o mal común y la dialéctica del proceso histórico en el que se inscribe la tercera fuerza en relación a la materialización del bien común: “tienen que ser fuerzas sociales las que contrarresten en un proceso de liberación lo que otras fuerzas sociales han establecido en un proceso de opresión”14 Con todo, la tercera fuerza es reconciliadora dado que se da a la tarea de recoger lo que de positivo hay en los proyectos contrarios, Ellacuría creía que al estar involucrados todos se podría garantizar que la solución del conflicto sea verdadera solución15. En este sentido dialéctico, la tercera fuerza es más que las fuerzas sociales presentes en cada uno de los bandos en conflicto, según Ellacuría esto es así porque las fuerzas sociales adscritas a cada bando no tienen autonomía y sus propuestas de solución están sesgadas o ideologizadas para conseguir intereses particulares que excluyen a la otra parte en conflicto16 exclusiones que a la larga terminan por fortalecer el mal histórico que se pretende superar. Algo muy importante: dado que la tercera fuerza exige restablecimiento real para sí misma de los derechos civiles, políticos, económicos y culturales que le son negados “realmente” y, en tanto la tercera fuerza es “pueblo organizado”17 deberían ser los partidos y los políticos lo que “debieran someterse a ella”18 Con esto no se está prescindiendo de los partidos políticos o de otras fuerzas que la democracia permite y además, exige para su funcionamiento, se trata de reconocer que la tercera fuerza es la que lleva el peso de la vida social (es la afectada, la víctima) y, por tanto, por sufrir las injusticias del sistema tendría mayor valor moral para incidir sobre el poder político. Siendo esto así, lo lógico es que sea esta tercera fuerza por ser pueblo organizado la que en última instancia determine al mundo político y no al revés, como ocurre con los partidos redentoristas y/o mesiánicos

que se autonombran

vanguardias de las fuerzas sociales que les acompañan para someter a sus caprichos e intereses electoreros lo cual desnaturaliza al movimiento social19.

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Ellacuría pensaba que la tercera fuerza aunque no aspirara a ser una tercera vía para gobernar sí podía delegar el poder suyo en alguno de los partidos que buscan el poder ejecutivo, pero decía Ellacuría que esta delegación del poder social en el poder político era co-determinante20 sin perder el optimismo habría que aceptar la realidad de la altura procesual en la que cada movimiento y fuerza social se encuentran, dado que ella: Hace referencia inmediata al proceso de la realidad histórica, que en cada caso da lugar a un determinado sistema de posibilidades (sistema de creencias e ideas, de instituciones sociales y políticas, de relaciones de producción, etc.) que condiciona el carácter real de las acciones humanas en una época histórica o en un determinado tiempo 21. Con el desarrollo de este concepto Ellacuría trata de aterrizar la capacidad transformadora de cualquier acción humana, que por más que tenga la buena voluntad siempre está constreñida por la misma historia y hay que estar evaluando y reevaluando siempre sí se vuelve a delegar ese poder social en el mismo vehículo político. Considerando la altura procesual, la tercera fuerza tratará siempre de reivindicar los intereses del pueblo organizado y de no perder el poder social y bajo ese criterio es que hay que elegir, reconociendo las limitaciones propias de cada proceso social y de las fuerzas que operan dentro de él. La elección del vehículo debe privilegiar optar por aquellos partidos que creen precisamente, que son las mayorías populares, las que pueden “revertir y subvertir la historia y lanzarla en otra dirección”22. Lo que no es la tercera fuerza: no es una masa y/o colectividad que responda a una vanguardia ilustrada. Tampoco es una tercera vía por cuanto no “aspira a constituirse en un poder político que disputara la dirección del Estado a los otros dos poderes (en el caso de Ellacuría PDC-FMLN)” y porque tampoco sus líneas de acción constituyen un programa político alternativo23. Tampoco es un baúl de soluciones intermedias pero ofrece en cambio una independencia de las partes en conflicto tan necesaria para la búsqueda de soluciones. Ellacuría pensó que la tercera fuerza tendría la capacidad de hacer tareas inmediatas unas, y a largo plazo otras. Inmediatamente o a corto plazo creía que podrían llevarse a cabo intentos de convencer a las partes en conflicto sobre algunos puntos sustanciales mínimos para un diálogo que en principio reduzca el daño colateral en personas y bienes, debe presionar para que en vez de que todo se someta a la guerra todo se someta a la paz; la presión incluiría movilizaciones en la ciudad y el campo,

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huelgas sectoriales o generales por último la desobediencia civil para defender los intereses y los derechos humanos de las mayorías populares, había que exigir la democratización del país y que se respete al pueblo la libertad de organización, movilización y de expresión. Por último la promoción del diálogo y negociación en todos los ambientes organizativos a nivel nacional pero más que todo entre los dos bandos en guerra24.

En cambio, a largo plazo la tarea-presión que debe hacer la tercera fuerza iría en la línea de buscar un modelo social para el país que no sea réplica ni del modelo de Estados Unidos y su capitalismo individualista ni del modelo o patrón de la esfera socialista. Aspiraba Ellacuría a que la tercera fuerza abogara por alinear el país al nuevo “bloque latinoamericano” y que desde ahí hiciera suya la lucha por el no pago de la deuda externa y por fomentar nuevas culturas que rescataran la creatividad de los pueblos latinoamericanos25. También le asignó la tarea a largo plazo para que ella buscara verdaderas soluciones que vayan a la raíz del conflicto económico que el país padece, no solo se trata de buscar la manera de hacer una distribución equitativa del esfuerzo que implica la producción y las ganancias del mismo. Además, hay que mejorar la cuestión de la producción tanto cuantitativa y cualitativamente pero, eso pasa por resolver las capacidades técnicas necesarias lo que exige reformular el sistema educativo y la investigación aplicada al desarrollo humano y los presupuestos financieros adecuados para tales fines sociales. Se trata de buscar un modelo económico que favorezca las mayorías populares. 2. La tercera fuerza en la era de la globalización neoliberal. Los politólogos han identificado dos resortes y/o disparadores de la acción colectiva contemporánea en el Sur Global: el primer disparador es la oportunidad política y el segundo es la amenaza26. La oportunidad política la definen como la posibilidad que tienen aquellos que protestan de llevar a la práctica sus intereses o de expandir el nivel de sus beneficios si actúan de manera colectiva. La amenaza denota la probabilidad de que los beneficios que son efectivos en la actualidad le sean arrebatados a un grupo de personas o que se impongan nuevas formas de problematizar negativamente los intereses de los grupos afectados si estos no actúan de manera colectiva27. Almeida indica que en cada uno de los cuatro periodos del siglo veinte en los que se ha dado lo que él denomina una liberalización de régimen28 previamente ha habido un auge en cuanto a formación y legalización de organizaciones de la sociedad civil:

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Cada recrudecimiento de una protesta popular sostenida en El Salvador fue precedido por la legalización, la certificación y/o tolerancia de las organizaciones clave que coordinaban las movilizaciones (como por ejemplo los casos de la FRT, la FUSS, la ANDES-21, la FECCAS, la UES, el ESTISS, el Foro de la Sociedad Civil, la Alianza Ciudadana contra la Privatización, la Concertación Laboral y Social, y el SIMETRISSS)29. Actualmente el gobierno salvadoreño del FMLN está saldando una deuda con el movimiento social y esto lo verificamos cuando consultamos al Registro de Asociaciones y Fundaciones Sin Fines de Lucro del Ministerio de Gobernación y Desarrollo Territorial (MIGOB). Ellos nos informaron que de acuerdo al art. 58 numeral 1 de la Ley de Asociaciones y Fundaciones Sin Fines de Lucro, se establece lo siguiente: “En el Registro se inscribirán: 1) Las Asociaciones y Fundaciones Nacionales y Extrajeras legalmente autorizadas para funcionar en el país” Conforme a lo anterior hay registros de: 1)

Asociaciones Nacionales aprobadas……2,504

2)

Fundaciones Nacionales aprobadas…….713

3)

Entidades Extranjeras…………………….179

El total de todas las organizaciones……………3,39630

A este registro habría que sumarle las asociaciones cooperativas que autoriza el Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (Insafocoop) y las Asociaciones de Desarrollo Comunal (Adesco, que por ley autoriza cada alcaldía) y otras tantas organizaciones comunitarias (como asociaciones comunales y otros clubes que no han hecho el proceso de registro formalmente) que sumarían otros tantos de cientos de fuerzas sociales actuando desde el nivel local y comunitario. Curiosamente cuando hay más libertades y acceso institucional para todo tipo de organizaciones de la sociedad civil (OSC) es cuando hay menos protagonismo social en temas de país, sin embargo, cada día los registros aumentan, tal como lo refleja este dato del MIGOB que indica que en el período 2009 a 2013: Se han aprobado 1,356 entidades sin fines de lucro desde el inicio de esta gestión en junio de 2009 a la fecha entre ellas: 564 asociaciones, 616 iglesias, 137 fundaciones y 39 entidades extranjeras. El proceso de modernización y de los servicios que brinda el Registro a la población son los factores que han facilitado el trámite de legalización respetando la demanda de la participación de la sociedad civil31. Es decir que “formalmente” tenemos una participación social en espacios de incidencia política pero sin que toda esa fuerza se canalice “materialmente” hacia una agenda

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sociopolítica que sea capaz de exigir cambios sustantivos en beneficio de los intereses de las mayorías populares, que hoy igual que ayer, siguen padeciendo un sistema económico injusto. El problema no es que no existan organizaciones sociales sino que, en términos generales, no están coordinadas, ni integradas entre sí; que cada una sigue su propia agenda y, muchas veces, en la mayoría de casos, agendas impuestas por partidos, agencias internacionales, en resumen, las organizaciones no gozan de independencia y autonomía. En términos muy generales digamos que el movimiento social está aletargado, como esperando a que desde el gobierno de izquierda se impulsen los cambios necesarios. Si asumimos que nuestro país inició a gestionarse como estado neoliberal a partir de 1970 una vez que se disolvió el Mercado Común Centroamericano y siempre que aceptemos que la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos de América Latina y específicamente de El Salvador32, iba más allá de la asistencia al Estado salvadoreño para fortalecer la lucha militar contra el comunismo, vemos que claramente se fraguaba algo más delicado que derrotar militarmente al FMLN; en términos de la teoría de las ideas de Platón, la guerra era parte del mundo sensible, mientras que en el mundo inteligible, al que solo se accede desideologizando el mundo sensible, allí aparecía una idea clara y nítida de otro El Salvador que era la verdadera razón de la guerra y del conflicto: En el trasfondo de la evidente batalla entre el movimiento armado revolucionario y los grupos dominantes apoyados por Estados Unidos se ocultaba un proceso todavía más significativo: la reorganización del Estado salvadoreño y de la economía, en conjunción con los cambios que se producían a nivel de la económica global; una reconfiguración de los grupos dominantes; y el surgimiento de la lúcida fracción de una nueva derecha al interior del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena)33. Está claro que Arena al frente de un nuevo bloque hegemónico no implementó esa reconfiguración o reorganización del país si no hubiese contado con un amplio apoyo de sus bases y un fuerte aparato ideológico formado por intelectuales agrupados principalmente en la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) que se dedicaron al trabajo de hormiga. Un actor clave de la injerencia imperialista estadounidense y que ha diversificado el movimiento social salvadoreño ha sido la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo

Internacional

(USAID)

que

ha

operativizado

la

política

exterior

estadounidense hacia el país. ¿Cómo lo ha hecho? Dejando a un lado los socios

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tradicionales como en este caso la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) “en lugar de ello (USAID) ha prestado apoyo organizacional y financiero para la creación de un nuevo conjunto de organizaciones que pudiera desempeñar nuevas funciones”34: Un componente clave de la estrategia de intervención era establecer la hegemonía del capital en la sociedad salvadoreña. La meta era fortalecer al sector privado en la sociedad civil, redefinir la relación entre el Estado y el capital, y transferir las funciones clave y los recursos del gobierno al capital privado. Fue con este fin que los Estados Unidos impulsaron la creación de Fusades en 1983 por parte de empresarios acaudalados. Ese año, la USAID le otorgó a Fusades un contrato de $185,000 dólares con el fin de promover la Iniciativa para la Cuenca de Caribe (ICC). (…) Recibió durante los siguientes diez años, al menos unos $150 millones de dólares adicionales, transformándose así en el canal principal de dinero de la USAID destinado a la sociedad civil. (…) Fusades estableció toda una gama de organizaciones, entre ellas el Programa de Promoción de Inversiones y Diversificación de Exportaciones (Pridex), la Fundación Empresarial para el Desarrollo Educativo (Fepade) y el Programa de Diversificación Agrícola (Divagro) También estableció toda una red de “fundaciones municipales” a nivel local. (…) La red de organizaciones económicas y sociales del sector privado que creó Fusades se extendieron profundamente por toda la sociedad civil35. Parte del éxito de todas estas maniobras y estratagemas de Fusades con la sociedad civil fue que esos tejidos intrincados inevitablemente se confabularon al poder municipal y legislativo controlado por Arena y partidos como el de Conciliación Nacional (PCN), para aterrizar las políticas y las grandes líneas de acción en campos específicos de la economía, gobiernos municipales y cooperativas. Aunque eran redes de organizaciones de la sociedad civil por su propia naturaleza no eran ni son ahora grandes en cantidad de socios, se trataba de gestar un movimiento social elitista alternativo y opuesto al movimiento social “de izquierda” alineado al FMLN. Las organizaciones de la sociedad civil creadas por iniciativa de Fusades diseminaron entre la sociedad civil la necesidad de defender e implementar el modelo capitalista de la iniciativa privada y el libre mercado para solucionar los problemas de El Salvador por encima del modelo de bienestar social heredado desde la Constitución de 1950. El fruto del trabajo de organización civil de Fusades tuvo su cenit en 1989 por ser el año en el cual una nueva derecha culmina un ciclo de ascenso económico y que se impone a sí misma el liderazgo político desde la presidencia al asumir Alfredo Cristiani, uno de sus miembros notables, la primera de cuatro magistraturas de forma consecutiva y alcanzadas en sendos procesos electorales en contexto de paz y democracia36.

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La fracción empresarial de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) cuya característica económica era su transnacionalismo y la insistencia en implantar un régimen neoliberal, requirió, entre otras cosas, imponerse hegemónicamente sobre la élite local, para ello la nueva derecha contó con apoyos de instancias como Fusades y la norteamericana USAID, además, tuvo que demostrar su capacidad para negociar e implementar las transformaciones neoliberales necesarias para la nueva sociedad salvadoreña que exigía la política estadounidense. La prueba de la supuesta capacidad directiva de la nueva derecha fue la firma de los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992 entre el FMLN y el gobierno salvadoreño encabezado por el partido Arena; esa fue la demostración de un nuevo liderazgo político apto para conducir al país en la ruta neoliberal. Pese a los logros políticos obtenidos por el FMLN, lo cierto es que el Plan de Reconstrucción Nacional se convirtió en la excusa perfecta para implementar el proyecto neoliberal37 legitimado ahora por la inclusión en el sistema político del actor “excluido” y contrincante dialéctico por antonomasia, el FMLN. La reconstrucción de los daños causados por la guerra sirvió para modelar un nuevo país y ante todo una nueva economía abierta al mundo económico neoliberal. Lo que importaba en la configuración del nuevo El Salvador democrático y pacificado no eran los intereses nacionales y de las mayorías populares sino los intereses de los Estados Unidos, que en la práctica de la política criolla, fueron muy bien defendidos por Fusades-ArenaAnep que se beneficiaron y enriquecieron tal como lo demostró un estudio que mapeó once grupos integrantes del famoso G20 que dominan la economía salvadoreña38. Justamente el conflicto social vuelve a tener un nuevo punto de partida y es que el Acuerdo de Chapultepec no tocó el dominio de la nueva élite transnacional, se dejó resguardado al gobierno y la configuración constitucional que permitió la privatización de entidades estatales incluidos bancos, telecomunicaciones entre otras; se dejó intacto al sistema económico basado en libertades individuales y en la iniciativa privada y, en general, dejaron sin cambios el sistema social (desigualdad social y exclusión). Ellacuría tuvo una brillante premonición cuando afirmó que “se podría acabar con el conflicto sin terminar con su “principio”39, luego de 22 años de los Acuerdos de Paz, la historia le ha dado la razón. Robinson expresa esto de una manera más provocativa cuando afirma que en relación a la firma del Acuerdo de Paz “lo que se negoció fueron

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los términos bajo los cuales el FMLN se integraría al orden social existente” 40. No obstante la frustración que puede causar ver que el diálogo y la negociación solo acabó con la guerra (que ya es bastante) hay que retomar las valoraciones de Samour en cuanto a que la praxis histórica es una praxis dividida y conflictiva y exige situarse en una de las partes contrapuestas para reasumir la contraposición y luchar por superarla. No es opción salirse del conflicto41 como si el ser histórico fuese una prenda que nos ponemos y quitamos, no hay tal cosa, pretender salirse de la historia es aumentar el poder del opresor. Draconiamente dicho o estamos del lado de la opresión o de la liberación, no hay puntos medios ni neutralismos políticos. En este sentido hay que traer a colación el sentido dialéctico de la realidad histórica en Ellacuría, pues, se trata de implementar según nuestras posibilidades, acciones éticas para “la negación superadora de la negatividad histórica de un momento dado” 42 el Acuerdo de Chapultepec hay que leerlo en esta clave para entenderlo como parte de un proceso de liberación inconcluso y abierto pero en marcha. Y esto es muy en sintonía con lo que planteaba Ellacuría acerca del carácter estructural y abierto de la realidad histórica que la vuelve “ambigua” de tal manera que el Acuerdo de Paz en sí mismo no es garantía que sea principio de liberación -ipso facto-, podría haber devenido en un nuevo “origen” aunque no necesariamente un nuevo principio de dominación y opresión, lo anterior considerando que desde allí se pensó en la necesidad de un Plan de Reconstrucción Nacional implementado desde la lógica neoliberal. Esa fue la posibilidad que se materializó. A modo de conclusión Después de los Acuerdos de Paz en 1992 la élite empresarial, financiera y política de la derecha conformaron un nuevo bloque hegemónico que impuso el modelo neoliberal e insertó a El Salvador en la globalización continuando con un histórico modelo único de desarrollo (o mejor dicho de subdesarrollo): Un modelo que ha hecho de los bajos salarios de los trabajadores la principal ventaja para insertarse en los mercados internacionales, y del subempleo la forma predominante de sobrevivencia de la mayoría de la población; que ha dependido de un limitado número de productos de exportación43. Este modelo único de subdesarrollo que mantiene grandes brechas sociales radicaliza la pobreza y desigualdad entre la población salvadoreña en pleno siglo XXI. En los veinte años de gobiernos de Arena prácticamente se ha dirigido la marcha del país hacia un nuevo conflicto social en el que no hay guerra pero hay muchas violencias

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que nos afectan a todos. Definitivamente la nueva derecha como bloque hegemónico tal como ha gobernado, con sus programas políticos, económicos, sociales y su visión de país no puede ser la solución radical de nuestros problemas simplemente porque únicamente los agrava. En el polo opuesto. Es vox populi la creencia que el FMLN post-acuerdos de paz se ha convertido en una maquinaria electoral44 que fue ganando cada vez más diputados, más alcaldías, hasta llegó a ganar en 2009 la Presidencia y repitió en 2014. Los números indican que se ha consolidado como un partido fuerte, democrático, que tiene un liderazgo y gran capacidad de adaptarse al sistema político que él mismo ayudó a transformar de un sistema autoritario a un sistema democrático pluralista y competitivo. Entre algunas de las razones por las cuales se dio la alternancia mencionamos las demandas insatisfechas, necesidad de verdaderos cambios que beneficien a la población sistemáticamente excluida, preocupación por la grave crisis económica y el consabido desgaste político de Arena45.

Ellacuría sostenía que: La verdad de la realidad no es lo ya hecho; eso es solo una parte de la realidad. Hay que observar lo que se está haciendo y tomar conciencia de lo que se está por hacer para así comprender la praxis histórica necesariamente compleja en el proceso de transformación de la realidad 46. La altura procesual de nuestra realidad histórica salvadoreña nos sigue demandando la necesidad de articular una tercera fuerza tal como la imaginó Ellacuría. El FMLN ha recibido el total apoyo electoral pero parece que nunca es suficiente, siempre se necesita más, da la impresión que hay un equilibrio político entre las fuerzas de la derecha y las fuerzas de la izquierda. La tercera fuerza tendría que romper este equilibrio paralizante de los cambios sociales que urgen a esta sociedad. Tal como evolucionan electoralmente, ni Arena ni el FMLN tienen la capacidad de impulsar los cambios estructurales porque siempre llegamos al punto muerto en el que cada uno en su momento sufre una “fuerte oposición” ya sea en lo municipal, en el poder legislativo o en el poder ejecutivo que impide acuerdos de país. La generación de los sesenta se apropió de unas posibilidades que los llevó hasta la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, nadie pone en tela de juicio el hecho que con la sangre derramada de tanta juventud se avanzó en la liberación del ámbito político y de justicia, aunque insuficiente, fue necesario para que esta generación de salvadoreños

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que vivimos en un contexto de la globalización neoliberal tengamos la oportunidad de continuar la liberación económica y cultural que está aún pendiente. No creo lejana la posibilidad de que Ellacuría exigiera a una tercera fuerza el impulso de una política social: La política social es el instrumento que utilizan los gobiernos para regular y complementar las instituciones del mercado y las estructuras sociales. La política social incluye los conceptos de distribución, protección y justicia social, y no debe entenderse como una asistencia social residual, sino que debe situar a los ciudadanos en el centro de las políticas públicas, incorporando sus necesidades y voz en todos los sectores47. De la fuerzas sociales que Ellacuría pensó que serían los protagonistas y participantes de una tercera fuerza, recordemos: sindicatos del campo y ciudad, Iglesia, estudiantes y profesores, intelectuales, profesionales, pequeña y mediana empresa, pueblo no organizado ¿podrían estos mismos actores asumir y ser candidatos a conformar una tercera fuerza que busque subvertir y lanzar en otra dirección la democracia neoliberal? Ahora bien, la globalización neoliberal ha hecho del país una sociedad consumista y bastante conformista con la desigualdad social porque cada uno solo piensa en salir adelante de manera “individual” y muy pocas veces se organiza y lucha de manera “conjunta”. Sin embargo, la misma globalización puede ser vista no sólo como amenaza sino también como una oportunidad para los movimientos sociales para articularse no solo a nivel local sino en el contexto regional y continental porque nuestros problemas son compartidos por otras comunidades y países. ¿Que mueve actualmente al movimiento social popular? En el país se combinan los motivadores que tienen que ver con las oportunidades y amenazas, por ejemplo, para la década de los ochentas importantes colectivos de fuerzas sociales se organizaron y se movilizaron alrededor de la Coordinadora Revolucionaria de Masas -CRM- para reivindicar derechos laborales, sindicales, cese a la represión, etc.; otro ejemplo claro se dio entre 1998 a 2003 con las protestas contra la privatización de la salud: La gran novedad de los sindicatos fue más bien la creación del Movimiento de Organizaciones Laborales Integradas (MOLI), que agrupó a los gremios de trabajadores de educación, salud, obras públicas, juzgados y aduanas, entre otros. El MOLI le permitió a la lucha sindical llenar dos de sus más grandes vacíos: por un lado, la falta de una instancia que dirigiera y coordinara a los sindicatos del área pública y, por el otro, la ausencia de solidaridad intergremial Con la creación del MOLI, los sindicatos de trabajadores gubernamentales, hasta entonces fáciles de silenciar en su aislamiento, unieron plataformas reivindicativas y se apoyaron entre sí 48.

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A finales de 2003 e inicios de 2004 se puede mencionar la importante ola de movilizaciones que fueron convocadas por el Bloque Popular Social (BPS) y el Movimiento Popular de Resistencia 12 de octubre (MPR-12) para oponerse a la amenaza de los Tratados de Libre Comercio (CAFTA-DR). Posterior a estas movilizaciones no hay mayor incidencia de estas fuerzas que parecen menguarse en la medida que crece el apoyo electoral hacia el partido FMLN. Sin embargo no todo está perdido, hay burbujas de esperanza que dan signos que hay capacidad de movilización, hay problemáticas que le duelen a la gente y reaccionan, surge la convocatoria espontánea; a modo de ejemplo, problemáticas que tienen que ver con defensa de territorios y recursos naturales como la oposición contra la minería; la defensa del recurso agua, la lucha contra el uso de las semillas transgénicas y uso de agro tóxicos. Otro frente de lucha y de esperanza lo constituyen la exigencia de los derechos de la mujer y la defensa de su cuerpo/territorio, aquí surgen variedad de motivadores a la resistencia y se ven organizaciones que lideran marchas contra la violencia contra las mujeres, el derecho a decidir la maternidad; otro tema cada vez más movilizador es la lucha por una identidad sexual libre de prejuicios; también el tema de corrupción política, se observa cada vez más interés de parte de los sectores jóvenes por monitorear y exigir mayores niveles de transparencia en la gestión pública. La tarea de constituir una tercera fuerza es siempre un desafío para el movimiento social.

Cf. Mora Galiana, J. Ignacio Ellacuría “Filósofo de la liberación” Ed. Nueva Utopía, Madrid, 2004, pág. 146. 2 Palabras de Rodolfo Cardenal editor del texto de Ignacio Ellacuría Veinte años de historia en El Salvador (1969-1989) Uca Ed, San Salvador, 1993, pág. 8. 3 Samour, H. Voluntad de liberación La filosofía de Ignacio Ellacuría. Comares, Granada, 2003, pág.5. 4 Samour, H. Voluntad de liberación La filosofía de Ignacio Ellacuría. Comares, Granada, 2003, pág.5 5 Cf. Ellacuría, I: Función liberadora de la filosofía. Revista Estudios Centroamericanos (ECA) núm. 435-436, 1985, pág.57. 6 Cf. Ellacuría, I. Veinte años de historia en El Salvador (1969-1989) Uca Ed, San Salvador, 1993, págs. 1105-1106 1

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Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador en Veinte años de historia en El Salvador (1969-1989) Uca Ed, San Salvador, 1993, págs. 1135 8 Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1129 9 Ibíd. 10 Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1128. 11 Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1129. 7

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Cf. Para un amplio análisis de la categoría “dialéctica” en Ellacuría ver el ensayo “Para leer a Ellacuría” del profesor Ricardo Ribera, catedrático del Departamento de Filosofía de la Uca en Ribera, R., Ensayos de filosofía política y social, Uca. Ed. San Salvador, 2012. Especialmente páginas 139-180. 13 Ellacuría, I. Filosofía de la realidad histórica, Uca Ed. San Salvador, 1990, pág. 420. Los cuatro procesos son: físico, biológico, psíquico y biográfico- histórico; Ellacuría sostendrá que todos estos procesos funcionan dialécticamente sin anularse sino más bien subtendiéndose y generando en la persona ámbitos de mayor liberación personal y social, la negatividad dialéctica, es decir la parte que impide alcanzar mayores grados de humanización es lo que hay que superar con acciones personales y sociales. 14 Ellacuría, I: Función liberadora de la filosofía. Revista Estudios Centroamericanos (ECA) núm. 435-436, 1985, pág.57. 15 Ibíd. 16 Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1129 17 Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1127. 18 Ibíd. 19 Cf Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1127-1128. 20 Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1128. 21 Samour, H., El concepto de “mal común” y la crítica a la civilización del capital en Ignacio Ellacuría. Revista Estudios Centroamericanos (ECA) núm. 732, pág.8. 22 Cf. Ellacuría, I., El desafío de las mayorías pobres. Revista Estudios Centroamericanos (ECA) núm. 493-494, 1989. 23 Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., pág. 1127-1131. 24 Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit, págs. 1130-1135-1137 25 Cf. Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit, págs. 1132. 26 Cf. Almeida, P. Olas de movilización popular. Movimiento sociales en El Salvador, 1925-2010. Uca Ed. San Salvador, 2011, págs. 3-5. 27 Cf. Almeida, P. Olas de movilización popular. Movimiento sociales en El Salvador, 1925-2010. Uca Ed. San Salvador, 2011, págs. 5

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Cf. Almeida, P. Olas de movilización popular. Movimiento sociales en El Salvador, 1925-2010. Uca Ed. San Salvador, 2011, pág. 380 y ssgtes. Almeida se refiere a cuatro períodos: 1920; 1960; 1980 y 1990. 29 Almeida, P. Olas de movilización popular. Movimiento sociales en El Salvador, 1925-2010. Uca Ed. San Salvador, 2011, pág. 381. 30 Agradecemos la información a la Oficial de Información Licda. Jeanneth Corvera ([email protected]) del Ministerio de Gobernación y Desarrollo Territorial (MIGOB) del Gobierno de El Salvador. Toda la información la pedimos por medio del sitio web del Portal de Transparencia del MIGOB en HYPERLINK "http:// bit.ly/1vucjVY" http://bit.ly/1vucjVY el 24 de noviembre 2014. 31 Ver declaraciones del Ministro de Gobernación y Desarrollo Territorial Ernesto Zelayandia y la Directora del Registro de Asociaciones y Fundaciones sin Fines de Lucro, Ana Delmy Mendoza en sitio web del MIGOB en HYPERLINK "http:// bit.ly/1teX5zu" http://bit.ly/1teX5zu. 32 De acuerdo a Samour, una etapa del pensamiento de Ellacuría que va desde 1972 a 1981 se caracteriza por la búsqueda de una filosofía política cuyo principio y fin es la realidad histórica; para Samour, Ellacuría reflexionó sobre la politicidad de la filosofía con el objeto de hacerla más “efectiva en el cambio sociohistórico de América Latina” Cf. Samour, H. Voluntad de liberación La filosofía de Ignacio Ellacuría. Comares, Granada, 2003, pág.24. 33 Robinson, W. Conflictos transnacionales: Centroamérica, cambio social y globalización. Uca Ed. 2011 pág. 156-157. 34 Cf. Robinson, W. Op. Cit pág. 447. 35 Robinson, W. Op. Cit pág. 163-165. 36 Alfredo Cristiani asumió el poder ejecutivo el 1 de junio de 1989 y lo relevó el abogado Armando Calderón Sol el 1 de junio 1994; luego asumió Francisco Flores del 1 de junio 1999 a 2004. Antonio Saca fue el último presidente de la fracción de Arena, estuvo en la presidencia del 1 de junio de 2004 a junio de 2009. La fracción moderna de Arena gobernó 20 años, tiempo suficiente para enraizar las medidas neoliberales arraigadas estructuralmente hoy. Todos los presidentes se caracterizaron por provenir de la gran empresa privada o estar al servicio de ella como juristas y apoderados legales de muchas empresas. 37 Cf. Robinson, W. Conflictos transnacionales: Centroamérica, cambio social y globalización. Uca Ed. 2011 pág. 187 El plan fue diseñado por funcionarios del gobierno con asesoría de la AID… 28

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Bull, B Diversified Business Groups and the Transnationalisation of the Salvadorean Economy. Journal of Latin American Studies, 45, 2013, pp 265-295. 39 Ellacuría, I. Replanteamiento de soluciones para el problema de El Salvador; Op. Cit., págs. 1107-1108. 40 Cf. Robinson, W. Conflictos transnacionales: Centroamérica, cambio social y globalización. Uca Ed. 2011 pág. 188. Cursivas son nuestras. 41 Cf. Samour, H. Voluntad de liberación La filosofía de Ignacio Ellacuría. Comares, Granada, 2003, pág.26. 42 Cf. Samour, H., El concepto de “mal común” y la crítica a la civilización del capital en Ignacio Ellacuría. Revista Estudios Centroamericanos (ECA) núm. 732, págs.9-10 43

PNUD, Informe sobre desarrollo humano El Salvador 2010, pág. 46. PAGE \* MERGEFORMAT 1

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En elecciones de 1994 a 2014 el FMLN obtuvo los siguiente resultados: 1994: 21 diputados y 15 alcaldías. 1997: diputados 27 y 51 alcaldías. 2000: 31 diputados, 79 alcaldías. 2003: 31 diputados y 74 alcaldías. 2006: 32 diputados y 59 alcaldías. 2009: La presidencia más 35 diputados y 96 alcaldías. 2012: 31 diputados y 85 alcaldías. En 2014: Ganó por segunda vez consecutiva la Presidencia. 45

Cf. Córdova, R; Cruz, M Cultura política de la democracia en El Salvador, 2010 Consolidación democrática en las Américas en tiempos difíciles. Vanderbilt Univ. 2010, págs. 12-13. 46

Mora Galiana citado en Ribera, R., Ensayos de filosofía política y social, Uca. Ed. San Salvador, 2012. Pág. 147 47

Cf. PNUD, Informe sobre desarrollo humano El Salvador 2010, pág. 22. Juárez Ávila, J. Movimientos sociales y neoliberalismo en El Salvador: huelga de médicos y trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Diálogos Revista Electrónica de Historia, vol. 8, núm. 1, febrero-septiembre, 2007, pág.209.

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