La teoría de las Representaciones Sociales medio siglo después

July 24, 2017 | Autor: M. González Pérez | Categoría: Nuevas tecnologías, Psicología Social, Psicologia Política
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Descripción

La teoría de las representaciones sociales medio siglo después.

Marco Antonio González Pérez Coordinación de Educación a Distancia SUAyED, FES Iztacala UNAM.

Introducción

Si se considera, tal como lo sostiene Denise Jodelet (1984), su vitalidad, su transversalidad y su amplia difusión en el mundo académico, bien se podría concluir que, en los últimos cincuenta años, la de las representaciones sociales es una de las teorías más importantes que ha desarrollado la psicología social.

Esta teoría se ha erigido como un paradigma de explicación que intenta recuperar al sujeto social, es decir aquel que es poseedor de varias identidades sociales, como el agente que crea y recrea su propia realidad social a través de la comunicación con otros sujetos y de la construcción grupal de ideologías en un mundo que está cambiando constantemente.

La teoría de las representaciones sociales, generada principalmente en Europa, en los años setenta del siglo pasado, reinsertó la dimensión social en la explicación de la construcción y significación de la realidad grupal, además de que, en buena medida, logró sacudir a la psicología social de su perfil positivista y experimentalista propio de la tradición psicológica norteamericana.

Las alternativas teóricas desarrolladas por académicos europeos, tales como la teoría de la identidad social (Tajfel, 1984) de las minorías activas (Moscovici, 1991), de la categorización del yo (Turner, 1990), de la retórica y la argumentación (Billig, 1989), del conflicto estructurante (Doise, 1991b) y Mugny y Pérez, 1991) y, sobre todo, de las

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representaciones sociales (Moscovici, 1961) y (Jodelet, 1984), constituyeron una aproximación constructivista y hermenéutica para trascender la denominada “crisis de la psicología social” de ascendencia estadounidense de la década de los setenta, con lo cual se instituyó una amplia corriente de psicología social con orientación sociológica.

Este capítulo pretende presentar el estado actual de la teoría de las representaciones sociales considerando que está por cumplir medio siglo de existencia y que es necesario hacer una valoración de sus alcances y limitaciones y los nuevos senderos de su desarrollo.

Apuntes históricos sobre la teoría de las representaciones sociales

Hace casi medio siglo que surgió la teoría de las representaciones sociales. Fue en el año de 1961 con la aparición del libro de Serge Moscovici El psicoanálisis: su imagen y su público, cuando se inauguró esta importante área de investigación psicosocial.

La noción de representación social fue propuesta por su creador como una ruptura con el concepto de representación colectiva elaborada por Durkheim. Este último es la concreción de un proceso cultural de larga duración y por lo tanto difícilmente modificable, mientras que el primero es un concepto psicosocial propio de la modernidad que conforma sistemas de pensamiento grupales, que no son estáticos y que tienden a mutar constantemente.

Esta realidad cambiante es una característica de la sociedad actual en la que intervienen los medios de comunicación y las nuevas tecnologías cuyos mensajes fluyen de manera incesante y masiva. Ahora los individuos sociales poseen múltiples identidades y pueden cambiar de manera intempestiva sus pertenencias grupales, integrando y desintegrando nuevos grupos.

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La aguda percepción de las cualidades de las sociedades modernas, llevó a Moscovici a introducir una noción mejor facultada para explicar la construcción de la realidad de los individuos y grupos, al mismo tiempo que desarrolló un concepto clave para la constitución de un psicología social constructivista, hermenéutica, histórica y sociológica.

Pero los orígenes del concepto de representación social no se limitan al pensamiento de Durkheim. Moscovici heredó, también, planteamientos de diversas teorías de las ciencias sociales y posturas de varios científicos contemporáneos. La lista de los antecesores intelectuales de la representación social reconocidos por Moscovici y sus discípulos, es larga. En ella se encuentran personajes como, Marx, Heisenberg, Mead, Heider, LevyBruhl, Batjin, Freud y Piaget.

Moscovici (1988b) reconoció la fuerte influencia que tuvo en su teoría las ideas freudianas y piagetianas. De la teoría freudiana se interesó en la explicación de cómo el trauma, generado por un conflicto en una determinada etapa del desarrollo psicosexual, daba lugar a la elaboración de representaciones simbólicas arraigadas colectivamente a través del mecanismo de la interiorización. De la epistemología genética le llamó la atención la forma que utilizó Piaget para estudiar las estructuras intelectuales como representaciones mentales del sujeto y el método que se orientaba a estudiar verbalizaciones de los infantes como la vía de acceso para comprender los orígenes y la evolución de dichas estructuras. De los estudios de Piaget retomó la posibilidad de analizar la estructura intelectual, y de los de Freud, el hecho de poder acceder a las representaciones interiorizadas.

Reflexionando sobre los precursores intelectuales de la teoría de la representación social, Moscovici identifica a los siguientes pensadores: “1.- Vico y Marx, para quienes la gente conoce la sociedad porque la ha creado. 2.- Heisenberg, para quien el principio de incertidumbre enseña que el conocimiento de los fenómenos naturales depende del observador..…. y

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3.- La experiencia del mundo del sentido común definida por algunos fenomenólogos, Heider incluido.” (Moscovici, 1997, pp. 6-7).

El profesor inglés Robert Farr sostiene que una de las teorías antecedentes de la representación social fue el planteamiento original de actitud de Thomas, el cual era muy cercano al de representación. El autor señala: “Las actitudes sociales tal como las concebía Thomas establecían una diferencia entre los valores del grupo inmigrante y los de la comunidad que los recibía. Correspondían, según este autor, al aspecto subjetivo de la cultura. Jaspars y Fraser avanzaron en la demostración de que Allport (1935), en su clásico capítulo incluido en el Handbook of Social Psychology de Murchison (1935), transformaba el concepto social de actitud en una representación puramente individual. Esto constituye un antecedente importante para la futura distinción entre formas psicológicas y sociológicas de la psicología social”. (Farr, 2003, p. 162).

En cuanto a las convergencias entre la teoría de las representaciones sociales con otras provenientes de la sociología, antropología y psicología social, varios académicos han encontrado las siguientes: Isaac Deutcher (1984) sostiene que los teóricos de la representación social comparten afinidades con los interaccionistas simbólicos como Mead y Blumer, y con los etnometodólgos como Garfinkel; Denise Jodelet (1991) encuentra convergencias entre la teoría de Moscovici con la sociología del conocimiento de Berger y Luckman, con la metodología del fenomenólogo Schutz y con la etnometodología de Cicourel; Tomás Ibáñez (1988) añade a esta lista los procesos conversacionales estudiados por Tarde y la psicología ingenua de Heider; Gustav Jahoda (1988) encuentra similitudes entre la noción de representación social con las ideas de Bartlett sobre el pensamiento cotidiano y con los antropólogos Holy y Stuchlik que desarrollan los llamados "folk models"; Ian Parker (1987) desde una posición crítica, halla aspectos comunes entre la teoría de las representaciones sociales con la sociología individualista de Weber y, finalmente, Martín Mora (2002) añade nuevas convergencias entre la teoría moscoviciana con la teoría crítica de Habermas, la historia de las mentalidades y los métodos interpretativos del discurso social.

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En esta lista habría que incorporar a otros autores que influyeron en las ideas originales de Moscovici, como Marx con su planteamiento de que las ideologías dependen de prácticas sociales determinadas por el sistema socioeconómico, Peirce con su modelo terciario que da sustento a la visión intersubjetiva, Levy Bruhl y el conocimiento de las formas sociales de pensamiento y Batjin con el pensamiento dialéctico y la importancia del diálogo y del lenguaje.

La riqueza teórica de la teoría de las representaciones sociales se ve capturada, también, en la siguiente cita: “Tiene elementos que pertenecen a la psicología social crítica, a los modelos dominantes de la corriente principal; nos acercamos también al modelo etogénico de Rom Harré, al modelo del construccionismo social de la psicología social discursiva. Estas son las grandes corrientes actuales dentro de la psicología social, junto a la representación social, que están siendo consideradas y que permiten repensar de manera nueva la psicología social” (Jodelet, 2004).

De lo expuesto en este apartado es viable concluir que la teoría de las representaciones sociales posee fundamentos sólidos, ya que es heredera de las tradiciones más importantes de investigación en ciencias sociales: del marxismo al psicoanálisis y de la epistemología genética al interaccionismo simbólico. La teoría de las representaciones sociales, como se ha visto, ha tendido puntos de contacto con las más diversas aproximaciones al comportamiento social originadas en la psicología social, la sociología y la antropología.

El concepto de las representaciones sociales

Una de las razones que hace que el concepto de representación social sea difícil de comprender, en particular para aquellos que se inician en su estudio, es que hasta ahora no exista una definición única. Moscovici ha sido defensor de esta circunstancia ya que ha argumentado que es preferible que no exista tal enunciación, ya que al ser una teoría en expansión podría verse limitada por la imposición de una sola interpretación.

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De acuerdo con Castellotti y Moore (2002) son tres los aspectos interdependientes que comparten las definiciones mas aceptadas sobre la representación social en la psicología social, las cuales son: que se desarrollan y circulan a través de la comunicación; que construyen y reconstruyen realidades sociales; y que la dan forma a la realidad externa que circunda a los grupos, por medio de su organización sociocognitiva.

Se ha identificado a la representación social como una forma específica de conocimiento: la del sentido común. Las representaciones sociales se edifican, comparten y circulan en los espacios en los que interactúan las personas, tales como los salones de clase, las reuniones familiares, el Internet, los cafés y las cantinas. La teoría de las representaciones sociales se enfoca a entender las características del medio comunicativo, de las interacciones sociales entre los individuos y la forma como se construye el conocimiento grupal en la vida cotidiana.

La teoría de las representaciones sociales, hay que mencionarlo, funciona de acuerdo con en el modelo terciario de Peirce, en el que el objeto es construido por los sujetos sociales que interactúan. El objeto es aprehendido mediante una construcción intersubjetiva y sus características son determinadas por los sujetos sociales que dotan de sentido al objeto. Las representaciones del objeto se emancipan en cierto momento y pasan a formar parte de un mundo intersubjetivo en el que fluyen libremente.

Es importante, entonces, reconocer la forma como los sujetos sociales dentro de sus grupos o en contraposición a otros grupos, le dan sentido a los objetos de representación. De esta manera, la representación social, juega un papel determinante en la configuración de la realidad social. Jean Claude Abric define lo anterior con gran claridad. “Plantearemos que a priori no existe realidad objetiva, pero que toda la realidad es representada, apropiada por el individuo o el grupo y reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores que depende de su historia y del contexto social e ideológico que le

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circunda. Y es esa realidad apropiada y reestructurada lo que para el individuo o el grupo constituye la realidad misma” (Abric, 2004, p.12).

Para la teoría que estamos abordando el sujeto es un ser social, que posee distintas pertenencias grupales, diversas identidades sociales y que desempeña un papel activo en la construcción de su realidad social. Es un individuo cuya práctica social lo orienta a elegir y activar los procesos de representación social de los objetos que le son significativos. Una característica de las representaciones sociales es que es siempre y de forma simultánea la representación de un objeto y de un sujeto social que la construye. Al respecto Belarbi (2004) sostiene que cuando se generan representaciones sociales en grupos culturalmente diferenciados: “el otro se convierte en un objeto y, al describirlo, lo que se proyecta es el yo con sus esquemas de pensamiento, sus marcos de referencias”. (p.87)

Pues bien, y ahondando un poco más en sus características, hay un acuerdo mayoritario entre los psicólogos sociales en considerar al sentido común, diferente al conocimiento científico, como el ámbito en el que se construyen y comparten las representaciones sociales. El mundo reificado de la ciencia está limitado por un especializado código de lenguaje que sólo permite la participación en él de expertos en la materia. Es un espacio restringido a los neófitos. La ciencia plantea la necesidad de que sus miembros efectúen un razonamiento lógico y sistemático que se contrapone al pensamiento sesgado y automático de la gente común y corriente.

Al contrario del conocimiento científico, el del sentido común no exige credenciales para participar en él, ya que todas las personas expresan sin cortapisas las ideas que les vengan en gana. A diferencia del conocimiento científico, el universo del sentido común no opera mediante un método formal sino que hace uso de sesgos interpretativos, percepciones selectivas, reducciones categoriales y de atribuciones de causalidad, entre otras.

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Son varias las funciones que cumplen las representaciones sociales, de acuerdo con Abric (2004) algunas de ellas son: 

Función de conocimiento: misma que facilita a los miembros del grupo la

comprensión y explicación de la realidad. 

Función de identidad: ya que provoca que los miembros del grupo

conserven su identidad social, apreciando las características propias de su colectivo social con base en normas y valores que tienen una determinación histórica. 

Función de orientación: toda vez que determina los comportamientos y las

prácticas sociales propias del grupo. 

Función de justificación: la que permite validar las posturas y conductas

correctas del propio grupo.

Las funciones señaladas nos indican que las representaciones sociales se concretan en formas de pensamiento práctico, que activan sujetos y grupos en la vida diaria.

Es importante referir ahora las tres principales escuelas que estudian las representaciones sociales. De acuerdo con Banchs (2000) la primera aproximación es la que indaga las representaciones desde una perspectiva antropológica y cultural liderada por Serge Moscovici y Denise Jodelet. Una segunda aproximación la encabeza Jean Claude Abric y sus colaboradores en la Universidad de Aix en Provence, la cual se orienta a develar las características del núcleo central a un nivel sociocongnitivo. La tercera aproximación la representa Willem Doise y sus colaboradores ginebrinos, la cual se enfoca a estudiar las condiciones (muchas de ellas sustentadas en el conflicto y las posturas intergrupales) que generan y difunden las representaciones sociales en el medio social.

Estas aproximaciones se diferencian también en cuanto al acento que ponen en el sujeto de la representación. La sociocognitiva de Abric se enfoca hacia el sujeto social y la 8

manera como se estructura el núcleo central de las representaciones sociales; en el enfoque grupal se incluye la Escuela de Ginebra que está orientada a descubrir las representaciones sociales intergrupales generadas en el conflicto social y, finalmente, en el enfoque cultural se ubica la aproximación más tradicional de las representaciones sociales, es decir, la encabezada por Moscovici, Jodelet y Marková la cual posee una orientación más cultural, antropológica e histórica.

Para finalizar la introducción es importante anotar que las investigaciones actuales de las representaciones sociales están orientadas a entender problemas sociales concretos dentro de las áreas de la psicología social de la salud, la psicología social de la cotidianeidad y la psicología de género. Rodríguez (2003), con base en reflexiones de Wagner y Elejabarrieta, indica los campos de investigación más importantes en Europa, utilizando la teoría que nos ocupa.

“En la investigación de representaciones sociales pueden distinguirse al menos tres campos fundamentales:

a)

La ciencia popularizada, que caracteriza la perspectiva de investigación

original de las representaciones como conocimiento de sentido común que populariza y se apropia de la divulgación científica. Los temas de este campo de indagación son las teorías científicas, el psicoanálisis, el marxismo, etcétera. b)

La imaginación cultural, que aborda la construcción cultural de los objetos

que pueblan el mundo social, centrándose en el análisis de objetos con una historia larga, como el género, la sexualidad, la mujer, el matrimonio, la enfermedad y la locura, entre muchos otros. c)

Condiciones y acontecimientos sociales, que trata sobre condiciones y

acontecimientos sociales y políticos, donde las representaciones que prevalecen tienen un corto plazo de significación para la vida social. Los temas característicos de este campo giran alrededor del conflicto social, tales como la desigualdad

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social, la xenofobia, los conflictos nacionales, los movimientos de protesta, el desempleo, el aborto, el debate ecológico y el movimiento feminista, entre muchos otros” (Rodríguez, 2003, pp.57-58).

La investigadora brasileña Angela Arruda sintetiza las principales características de la teoría de las representaciones sociales: 

“La realidad es socialmente construida, por lo tanto se disipan los límites

entre el sujeto y objeto. 

Esta realidad construida está basada en el proceso de interacción-

comunicación. 

Las formas de conocimiento, que construyen la realidad y que igualmente

constituyen formas de comunicación, son diferentes unas de otras, aunque equivalentes – los universos consensuales y reificados son formas diferenciadas de comunicación, aunque cada una sirva a su propia función y se comunica con la otra-. 

El sujeto que conoce es activo y creativo y hace uso de su almacén de

nociones así como de sus valores, intereses y proyectos para descifrar cualquier cosa que sea nueva para él.

En sociedades complejas y multifacéticas en la era de la información y la comunicación de altas velocidades, la representación social es característica de la organización del pensamiento social”. (Arruda, 1998, p. 349).

Los niveles de explicación de las representaciones sociales

Se pueden identificar, de acuerdo con las diferentes perspectivas de investigación, la existencia de tres niveles de aproximación al estudio de las representaciones sociales. En primer lugar, se encuentra una orientación que considera que la representación social es 10

una teoría social del conocimiento. La segunda explicación se enfoca a describir los procesos sociocognitivos de construcción de las representaciones sociales y una tercera aproximación es la que indaga las características de la representación social como un producto.

La representación social como una teoría social del conocimiento

En la literatura sobre este tema, hay varios investigadores que conciben a las representaciones sociales como una teoría social del conocimiento, toda vez que ha establecido una serie de principios que describen la manera como se construye, comparte y difunde el conocimiento social. Esta perspectiva describe los procesos de comunicación y simbólicos que ocurren en el medio social y que determinan la generación de representaciones propias de los grupos sociales.

Sobre este ámbito Jodelet (1991) estableció que en la psicología social la de las representaciones sociales es el único ejemplo de una teoría sistémica y global vigente hasta ahora. En este mismo sentido, Marková y Wilkie (1987) sostuvieron que la teoría de las representaciones sociales es una teoría social del conocimiento que ha formulado con claridad la determinación social de la mente. El mismo Moscovici señaló que "las representaciones sociales pueden llevarnos hacia una psicología social del conocimiento que nos permita comparar a los grupos y las culturas" (Moscovici, 1988. p. 214).

Nociones como las de la sociedad pensante, la representación social como medio, la generación de representaciones sociales a partir del conocimiento científico, la era de las representaciones sociales y las naturalezas prescriptiva y convencionalizadora, fundamentan la teoría social del conocimiento.

Para la teoría de las representaciones sociales, los sujetos interactúan para crear significados compartidos y dotar de sentido a su vida cotidiana. Para lograr este objetivo, los individuos

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deben interactuar sistemáticamente con miembros de sus propios grupos, así como con representantes de exogrupos. Vivimos, pues, en una sociedad pensante en el que sus integrantes se comunican todo el tiempo.

Los espacios para esa interacción son aquellos en los que se manifiesta el sentido común y que están abiertos para la libre comunicación. Entre los escenarios que cumplen con esta función están, como ya se ha referido, los parques, los cafés, los chats entre otros. Es ahí donde los individuos intercambian nociones, procesan significados e interpretan eventos inesperados.

Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales se encuentran tanto dentro de nuestras cabezas como en el medio intersubjetivo de significados. Este último se constituye mediante la emancipación de ciertas representaciones que trascienden a los grupos sociales que las edificaron y que ahora están disponibles para que los individuos puedan acudir a ellas con el objetivo de manejarse en el medio social.

Sobre la existencia del medio de significados en el que habitan las representaciones sociales emancipadas, Moscovici (1984), afirma que en todo momento nos encontramos rodeados de imágenes, debates, ideologías, informaciones y reflexiones que transitan alrededor de los sujetos sociales y que se adentran en ellos de manera imperceptible, sin requerir anuencia alguna. Las representaciones autónomas se incorporan, simbólicamente, en un mundo intersubjetivo, el cual es característico de las sociedades contemporáneas y que ha sido concebido por varios teóricos como la “era de las representaciones sociales”. A este respecto la psicología colectiva sostiene que “todo puede y debe ser visto como Comunicación, que el mundo en sí mismo es una Intersubjetividad, y por lo tanto, su desarrollo consiste en sistemáticamente ver todo como comunicación, y en asumir la obligación de no ver las cosas de otra manera” (Fernández, 1994, p.111).

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Son varios los autores que otorgan un papel especial a la teoría en el estudio de las sociedades contemporáneas. El profesor ginebrino Doise (1991b) concluye que la teoría se aboca a estudiar las plurales relaciones simbólicas que se establecen en las comunidades modernas, Farr (1987) sostiene que la línea psicosocial de investigación en representaciones sociales será la antropología que estudie a las sociedades contemporáneas y Jodelet (1991) considera que las indagaciones de las representaciones sociales son necesarias dados los incesantes cambios sociales, la pluralidad de las sociedades y el desarrollo científico y tecnológico.

El desarrollo de las telecomunicaciones y la informática, el avance de la ciencia, el flujo incesante de la información y la mutación constante de los escenarios políticos, económicos y sociales juegan un rol principal en esta era de las representaciones sociales. Parece ser que para las sociedades modernas la permanencia es algo inexistente y la incertidumbre es la característica de nuestros tiempos.

Es evidente que la ampliación de la comunicación generada por el crecimiento de los medios de información es el principal proveedor de la construcción de representaciones sociales. Los medios de comunicación e información masivas se encargan, entre otras tareas, de divulgar los conocimientos provenientes de la investigación científica, para popularizarlos en el universo del sentido común. De acuerdo con Moscovici, esta función es la más importante en la creación de representaciones sociales, ya que pone a disposición de los individuos significados aceptables del objeto de representación a compartir. Los sujetos dependen cada vez más de los medios de comunicación, ya que éstos proporcionan los significados de los objetos de representación que son necesarios para construir o actualizar el sentido común.

Al considerar las fuentes de generación de representaciones es importante no limitarse a considerar como si fuera la única a la popularización y masificación de la ciencia. Diversos autores han identificado varias orígenes que generan representaciones sociales. Jodelet (1991), por ejemplo, menciona las experiencias anteriores de los individuos, los sistemas de

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creencias, la cultura, los afectos y la condición social. Ibáñez (1988) señala a los sistemas ideológicos y de valores que predominan en la sociedad, así como a las condiciones sociales, económicas e históricas. Moscovici (1984, 1988b) incluye a los hechos actuales, el conocimiento objetivo de los grupos para controlar su propio mundo, la religión y las representaciones sociales previas.

Vale la pena hacer mención de la relación que existe entre diversos tipos de comunicación y su relación con la generación de las representaciones sociales, Doise diferencia tres modalidades de comunicación: “en primer lugar se encuentra la difusión, en la que el articulista, que recaba información de las fuentes científicas o directamente con los especialistas, hace las veces de divulgador científico intentando popularizar las teorías y/o los conceptos entre el público lector. La propagación es la segunda modalidad de comunicación. A través de ella los grupos organizados intentan influir en los demás presentando persuasivamente sus creencias y visiones particulares sobre asuntos determinados. La propaganda es el tercer y último tipo de comunicación. Esta se inscribe dentro de una situación intergrupal conflictiva y se presenta en forma dialógica en la que se intenta falsear la argumentación del exogrupo, mientras que se hace resaltar la veracidad y justeza de la argumentación del endogrupo. La primera modalidad produce opiniones; la segunda, actitudes y la tercera, estereotipos” (González, 2001, p. 136). Las representaciones sociales cumplen con dos importantes papeles en el mundo de significado en el que participan: uno de ellos es el rol convencionalizador y otro el prescriptivo. Es convencionalizador ya que logra que los objetos, personas o conceptos se incluyan en categorías sociales previamente establecidas facilitando la comprensión y manejo de nuevas realidades. La prescripción se refiere a la fuerza que las representaciones tienen para imponer interpretaciones de la realidad. Serán más intensas si son generadas por una representación social hegemónica que ha permanecido vigente durante mucho tiempo en la cultura de determinado grupo social. A este respecto, Duveen y Lloyd (1986) muestran la manera en que los procesos de socialización que conforman las identidades de género, son

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prescritas en los niños con base en las representaciones sociales de la masculinidad y la feminidad que poseen los padres.

Para concluir con este apartado presentaremos unos apuntes de Ivana Marková en la que establece las características de la representación social como una teoría social del conocimiento, realzando los aspectos dialécticos y dialógicos. “Lo que hace que la teoría de las representaciones sociales sea una teoría del conocimiento social es la conceptualización de que: 

las dinámicas del pensamiento, lenguaje y prácticas sociales a través de los

fenómenos individuales y socioculturales se crean por medio de la tensión, el conflicto y la polarización de oposiciones. 

hay una serie de conceptos interrelacionados y definidos de manera dialógica,

que siempre generan hipótesis”. (Marková, 2000, p. 442).

Procesos sociocognitivos participantes en la construcción de representaciones sociales

Como se comentó antes, además de ser una teoría social del conocimiento, la teoría de las representaciones sociales explica los mecanismos sociocognitivos que construyen formas compartidas de pensamiento social. La que daremos cuenta ahora. Son dos los procesos sociocognitivos que se activan para generar en los grupos sociales nociones compartidas sobre objetos, personas o conceptos. Uno de ellos es la objetivación y el otro el anclaje.

La objetivación es el proceso que encarna los conceptos abstractos, es el que se encarga de hacerle comprensible a los sujetos aquello que resulta inasible o borroso. Su función es otorgarle una imagen a una entidad intangible para hacerla real, por lo que le da existencia y voz, a todos los conceptos que no han sido incorporado a la red previa de conceptos.

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Son varios los ejemplos de objetivación que han tenido un impacto relevante en la comprensión de la realidad social. La objetivación de la necesidad de usar el cinturón de seguridad de los automóviles, la de darle sentido al virus AH1N1 y la de entender la computadora personal en nuevos usuarios, son ejemplos de ello.

Este proceso sociocognitivo de construcción de lo real está comprendido por tres subprocesos: la construcción selectiva, la esquematización estructurante y la naturalización.

La primera de ellas se refiere al subproceso a través del cual los sujetos que edifican la representación social filtran el objeto a representar. Lo anterior se ejecuta con base en intereses particulares del grupo de pertenencia, ya que se eliminan o envían al olvido los elementos conceptuales que podrían resultan peligrosos para la identidad social positiva del mismo colectivo, en términos de sus valores, cultura, ideología, etcétera. Este subproceso, tal como indica Páez (1987), tiene como función principal lograr una descontextualización del discurso o concepto, en el que se abstrae de sus condiciones de producción y de su sentido ideológico. En el estudio primigenio de Moscovici sobre el psicoanálisis se muestra muy claramente la construcción selectiva que llevaron a cabo varios grupos sociales en su representación social de la teoría freudiana. Es revelador observar cómo los grupos católicos apartaron de su conceptualización del psicoanálisis todo lo relacionado con el desarrollo psicosexual y la función libidinal. Otro de los subprocesos de la objetivación es la esquematización estructurante y se refiere a la elaboración gráfica del concepto a representar, en el que se incluyen los principales elementos que lo integran. Ejemplos de estos son los niveles de conciencia del psicoanálisis y la pirámide estructural del marxismo. Moscovici (1988) afirma que en las sociedades contemporáneas, con las características que se mencionaron previamente, existe una mayor creación de estructuras icónicas que sostienen la elaboración de símbolos propios de la objetivación.

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Posterior a la elaboración de las esquematizaciones figurativas, se hace necesario dotarlas de sentido, humanizarlas. A este subproceso de la objetivación se le denomina naturalización.

El psicosociólogo Pablo Fernández (2004) reflexiona sobre este proceso y plantea que el mundo de los objetos no es mismo que el de las cosas, ya que éstas últimas no interpelan a los sujetos. Por lo contrario, los objetos son cosas a las que se les ha asignado un sentido humano y que, en consecuencia, objetan algo a las personas ya que poseen un significado particular.

El nombramiento, que en esencia es la creación de objetos, es importante ya que “esta actividad no se reduce al mero acto bautismal sino que, al dotar de un nombre al concepto, se le está confiriendo un sentido y una genealogía que la ubica dentro del fondo común de representaciones al que todos podemos acceder. Al nombrar sacamos del anonimato aquel concepto abstracto o no familiar que nos intriga dada la imposibilidad de poder referirnos a él. Una vez que lo hemos etiquetado, el concepto a representar adquiere una serie de características y tendencias que lo distinguirán. El concepto nombrado pasa a ser compartido por los grupos que lo valoran de la misma forma y hacia el que tendrán una actitud social similar” (González, 2001, p. 140).

La naturalización es, pues, dotar de dimensión humana a los objetos de representaciones sociales. El decir que el que el cima está “loco”, o que el balón “se negó a entrar a la portería”, son ejemplos de naturalización. A la objetivación, que es hacer concretos los conceptos de la representación social, le sigue el anclaje que es el proceso que busca insertar las nuevas nociones en la red de conceptos previos, lo que determina, en última instancia el sentido del objeto de representación.

El anclaje tiene como finalidad el incluir el nuevo concepto representado dentro de la trama de nociones ya elaboradas. De esta forma el significado del concepto se otorga por la relación significativa que le da los conceptos ya introyectados pero, al mismo tiempo, la

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nueva inserción modifica la representación social configurada por los conceptos añejos. El anclaje es el proceso que actualiza y modifica de manera dinámica las representaciones. Los mecanismos del anclaje son la clasificación y el nombramiento.

La clasificación es el subproceso que tiene como resultante que el nuevo concepto a representar se incluya dentro de una categoría social establecida. Esta incorporación no ocurre de una manera natural, ya que siempre se realiza una evaluación positiva o negativa del concepto producto de la identidad social del grupo que genera la representación social. La prototipicalidad es el fenómeno que guía esta clasificación, misma que se puede observar siguiendo dos caminos: la generalización y la particularización.

En la generalización, los sujetos sociales que están incorporando un nuevo concepto intentan reducir las distancias entre éste y el prototipo perteneciente a la categoría en la que se pretende insertar. La particularización ocurre cuando el concepto a representar no se ajusta a las categorías sociales existentes, por lo que se establece una distancia entre el concepto y el prototipo. La singularidad de la representación es el producto de este subproceso. Lo casos de pederastia por parte de sacerdotes católicos se aleja del comportamiento típico de un clérigo, lo que obliga a que las representaciones sociales, sobre todo las que provienen de grupos de esa religión, se fundamenten en la particularización.

El anclaje es un proceso importante que determina y sostiene las relaciones sociales intergrupales ya que, como bien señalan autores como Ibáñez (1988), Páez (1987) y Doise (1991b), los sistemas de pensamiento grupales o ideologías son los que determinan la red de conceptos previos en los que se incluyen nuevos elementos de representación social, determinando, de esta manera, las relaciones entre los diferentes grupos en la sociedad.

Marková hace una interesante reflexión sobre la importancia tanto de la objetivación y el anclaje en su contribución al mantenimiento o cambio de representaciones sociales. La autora afirma que “aun cuando el anclaje como la objetivación contribuyen a la

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estabilidad y cambio de las representaciones, el anclaje está orientado hacia la estabilidad o hacia la permanencia del estado existente, mientras que la objetivación, por su parte, está orientado hacia el cambio” (Marková, 2000, p. 448).

La representación social como un producto sociocultural

Se han abordado las perspectivas analíticas de índoles epistemológica y sociocognitiva, y ahora se describirá el tercer nivel de estudio de la representaciones sociales, es decir, el de entenderlas como un producto sociocultural.

Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales son al mismo tiempo un proceso y un producto. En el primer componente se integran los procesos que operan en el mundo inter subjetivo y los que acontecen a nivel sociocognitivo y en el segundo se encuentran los elementos que constituyen sistemas de creencias o ideologías. Lo anterior se define muy puntualmente en la siguiente idea: “podríamos entonces distinguir entre pensamiento constituyente, es decir procesual, y pensamiento constituido, es decir, el producto o contenido que se realiza alrededor de una estructura” (Banchs, 2000, p. 4).

Como un producto sociocultural se pueden identificar, de acuerdo con Herzlich (1975), las dimensiones de actitud, nivel de información y campo representacional. La actitud se refiere a la evaluación positiva o negativa que el sujeto social hace del objeto de representación a constituir, la cual se determina por valores, afectos, normas y sistema de creencias del grupo de pertenencia. Es por eso que los objetos más polémicos y que reflejan posturas intergrupales mas diferenciadas, son los más viables a convertirse en representaciones sociales.

La información puede ser analizada con base en su cantidad y calidad. De acuerdo con Tomás Ibáñez (1988) el nivel de información refleja la inserción social de los grupos que detentan la

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representación social, ya que la clase social determina las prácticas sociales y, en buena medida, la accesibilidad a las fuentes de información.

El campo representacional, muestra la forma en que se interrelacionan las nociones que componen una determinada representación social. En el campo de la representación se identifican el núcleo central y los elementos periféricos.

Como se ha podido observar, la teoría de las representaciones sociales puede ser estudiada en tres niveles diferentes de aproximación. Es importante hacer hincapié en que lo conducente es abordar, en toda investigación sobre representaciones, los tres niveles para así entender el contexto de comunicación que evidencie el medio de significados, los procesos constructivos desde una perspectiva sociocognitiva y la representación social como producto sociocultural.

La estructura de las representaciones sociales y la tesis del núcleo central

Muchas de las actuales aproximaciones teóricas se han orientado a indagar la estructuración de las representaciones sociales. La tesis fundamental es que existe un núcleo central que determina la permanencia o modificación de toda representación. La importancia de la estructura que conforman los elementos periféricos en su relación con el núcleo central consiste, principalmente, en una serie de funciones, que de acuerdo a Araya (2002) son:  De concreción: Son dependientes del contexto, anclan la representación en la realidad social de los sujetos y la hacen transmisible, además de que expresan el presente y los contenidos relevantes para las personas.  De regulación: La flexibilidad de los elementos periféricos facilitan la adaptación de las representaciones sociales a nuevos contextos, ya que dejan estable al núcleo central, mientras incorporan nuevos elementos periféricos de representación.

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 De defensa: La organización de las nociones periféricas sirven de contención a las presiones de modificación del núcleo central, ya que hace operar diversos mecanismos para detener la modificación. Acciones como las reinterpretaciones, las deformaciones defensivas de información, los cambios de ponderaciones y otros mecanismos cognitivos.

Este planteamiento es importante ya que diferencia entre los elementos periféricos que definen, en buena medida, el sentido de la representación y su núcleo central, de la que depende su permanencia.

A este respecto Huotilainen (2005) señala que junto al núcleo central puede coexistir otro núcleo denominado themata (del que habrá una explicación poco más adelante), cuyas principales características son que contiene elementos arquetípicos o preconcepciones establecidas, que son resultado de procesos de larga duración, y que pueden manifestarse como historias retóricas y creencias sociales.

Los elementos periféricos se modifican constantemente, pero la representación social sólo cambiará cuando el núcleo central deje de operar. Sobre este aspecto en particular Abric sostiene que: “El núcleo central – o núcleo estructurante - de una representación garantiza dos funciones esenciales: 

Una función generadora: es el elemento mediante el cual se crea y se

transforma la significación de los otros elementos constitutivos de la representación. Es por su conducto que esos elementos toman un sentido, un valor; 

Una función organizadora: es el núcleo central que determina la naturaleza

de los lazos que unen, entre ellos, los elementos de la representación. Es en este

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sentido, el elemento unificador y estabilizador de la representación” (Abric, 2001, pp. 20-21).

Conocer la estructura de la representación y hallar el concepto central tiene importantes alcances en el terreno de la psicología social aplicada, ya que se pueden establecer estrategias para modificar representaciones sociales relacionadas con, por ejemplo, comportamiento proambientales, utilización del preservativo, campañas de información sobre adicciones, entre otras. Al identificar los elementos estructurales conocemos las características que son relevantes de la representación social de un grupo. “En cada caso el investigador debe identificar lo que Lucien Goldmann llama estructura significante, aludiendo a una estructura que tiene importancia funcional para un determinado grupo. Las representaciones sociales como estructuras significantes identifican tanto al grupo que construye una representación como al contenido representado” (Duveen y Lloyd, 2003, p.33).

Por otra parte, es importante señalar que existe tanto una determinación social, como otra lateral en la estructura de las representaciones sociales. La determinación social está relacionada con aspectos socioculturales y determina el contenido histórico de la representación, mientras que la determinación lateral tiene un origen en las experiencias propias del sujeto. “Banchs (1984) conceptualiza a sendas determinaciones puntualizando que la influencia de las condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad aluden a la determinación social central; mientras que la huella del individuo, su aporte como sujeto de una colectividad, se traduce en la determinación social lateral” (Mora, 2002, p.13). Por otra parte, Araya (op.cit) hace hincapié en la necesidad de observar en el núcleo central de una representación, la existencia de la realidad histórica-social en la evolución del concepto.

Podemos concluir este apartado señalando, en el mismo sentido que Rodríguez (2003), que el núcleo central es el elemento estable que le da permanencia a la representación,

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ya que en él se incluyen significados culturales propios de la memoria colectiva, mientras que los elementos periféricos son los que explican la variabilidad de las representaciones sociales y su característica dinámica.

Los grupos y la representación social

Sobre la supuesta circularidad de las definiciones en las que participan los conceptos de representación social y grupo, se puede afirmar que ambas nociones son, en realidad, dos caras de la misma moneda. Por un lado está el grupo social integrado por sujetos social concretos que a través de la interacción cotidiana establece representaciones endogrupales y exogrupales y, por el otro, los procesos sociocognitivos de construcción de representaciones.

Existen, además, varias opiniones académicas que sostienen que las representaciones sociales sólo se constituyen como tales cuando forman parte de la identidad social de un grupo y que es, precisamente, en situaciones de conflicto intergrupal cuando se manifiestan representaciones sociales más claras, con mayor consenso y una mejor estructura.

La importancia de los grupos como generadores de representaciones es fundamental ya que si se quisiera hacer una teorización sobre representaciones sociales individuales, pronto se caería en la cuenta de que el investigar tales procesos, podría resultar en un estudio de cognición social individualista, pero no de representaciones sociales, toda vez de que las representaciones sociales son construcciones de pensamiento llevadas a cabo por individuos sociales que pertenecen a grupos sociales específicos, los cuales comparten una visión común de la realidad.

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La importancia de las prácticas sociales

Jean Claude Abric (2004) sostiene que las representaciones sociales no son simples elaboraciones sociocognitivas respondientes que se activan en individuos que crean conocimientos comunes, sino que están determinadas por prácticas concretas que llevan a cabo sujetos sociales pertenecientes a grupos determinados.

Este aserto resulta determinante desde una perspectiva teórica ya que define las condiciones sociales que hacen que surjan de manera natural las representaciones sociales, por lo que resulta equivocado abstraerlas de la actividad de los grupos que las construyen. Por lo tanto se puede concluir que es inexistente una representación social que no esté relacionada directamente con la práctica social del grupo que las establece. La relación entre la práctica social y la generación de representaciones sociales la definen con claridad Prado y Krause (2004): “El proceso de elaboración de conocimiento generalmente se produce a partir de modificaciones en las condiciones de vida al interior de una sociedad. Un fenómeno desconocido para un grupo, si es suficientemente relevante, inicia un proceso de comunicación colectiva para hacerlo inteligible y manejable y para adaptar simbólica y prácticamente al grupo a las nuevas condiciones de vida. El resultado de los procesos comunicativos y discursivos son las representaciones sociales, que caracterizan el estilo de pensamiento de los miembros de un grupo. El grupo da origen a un bagaje común de conocimiento, sentido común y modelos de justificación. El discurso y la comunicación que crean las representaciones sociales tienen lugar en los grupos reflexivos, que son aquéllos definidos como grupos por sus miembros”. (p.60-61) Se puede afirmar, entonces, que las representaciones sociales son el producto de la interacción social de individuos pertenecientes a diversos grupos sociales, y que en ella se observa la marca de su actividad social. Las representaciones sociales trasmiten y actualizan las prácticas sociales de los grupos.

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Nuevos persepectivas en el estudio de la teoría de las representaciones sociales

Entre los desarrollos actuales más interesantes de la teoría de las representaciones sociales destaca, principalmente, la perspectiva de la profesora Ivana Marková quien manifiesta que es indispensable estudiar las representaciones sociales desde una aproximación dialéctica y dialógica.

Recurriendo a los postulados del lingüista ruso Batjin, la académica de la Universidad de Sterling, aborda las representaciones sociales en su dimensión de proceso y producto de la comunicación, por lo que el diálogo intersubjetivo es algo inherente en la construcción de conceptos. “La teoría de las representaciones sociales en la formulación de Moscovici, pertenece a una muy amplia familia de aproximaciones teóricas que resaltan una epistemología dialógica. La epistemología dialógica, sostengo yo, es en el presente la única alternativa viable a la tradición individualista y a la epistemología estática, que, como muchos han argumentado, son totalmente inapropiadas para la investigación social científica (Marková, 2000, pp.420- 421)”.

La perspectiva dialógica, como Billig (1996) también lo concebía, permite a los sujetos sociales reconocer las posturas de los otros a través de la identificación de los planteamientos del exogrupo, lo que genera reflexiones endogrupales más profundas. Para Marková la epistemología dialógica es propia de las ciencias humanas y sociales, a diferencia de las ciencias naturales cuyo objeto de estudio no tiene la capacidad de generar lenguaje simbólico.

La dialéctica, por otra parte, está también fundamentada en el diálogo, pero ocurre a un nivel de conciencia más abstracto. “Tanto para Heráclito, como para Hegel, todos los fenómenos vivos sostienen tensiones internas de fuerzas contradictorias. Hegel observó contradicciones en la realidad social, en la naturaleza y en el pensamiento y concluyó que

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esas contradicciones son encabezadas por un movimiento dialéctico en la mente (op. cit., p.428).

La epistemología dialéctica enriquece a la teoría de las representaciones sociales en el sentido de que todo concepto posee una noción antitética y que es en el conflicto entre estos elementos donde nace la construcción de redes de conceptos diferenciados grupalmente, ya que talas nociones son atribuidas a los miembros de los grupos que se están diferenciando socialmente. De hecho, se ha creado una categoría de análisis representacional que incluye a las nociones antitéticas como parte de un todo. A ésta categoría se le ha denominado temata.

Los temata son en esencia díadas (aunque pueden presentarse como tripletas) de conceptos que incluyen antítesis. Estos temata son muy comunes en el mundo científico y se observan en polarizaciones como las de análisis/síntesis, racional/irracional, simple/complejo, evolución/involución, concreto/abstracto, y deducción/inducción, entre otras. Aquí es necesario mencionar que también en el pensamiento social se encuentran estos temata cuyo origen se remonta a la socialización misma de los individuos y que se aplican en la vida cotidiana al utilizar díadas como bueno/malo, justo/injusto y amor/odio. Los temata son importantes para explicar la generación de representaciones sociales ya que muestran la condición social del pensamiento de los individuos, los cuales están acostumbrados a razonar con base en antinomias y oposiciones. Aunque algunas veces puedan ser inconscientes, los temata enfocan el debate grupal, incrementan las tensiones y son una vía para la posible resolución de representaciones sociales intergrupales en conflicto.

Los temata, se puede concluir, son la base de las representaciones sociales culturalmente determinadas, las cuales se imponen, como en el caso mencionado, a la realidad social intergrupal. Son, como se argumentó antes el elemento que expresa un conflicto

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sociocognitivo que tiene su fundamento en las prácticas sociales y que alienta el cambio social a través de la superación de ese conflicto.

Otra aproximación teórica muy interesante y, por demás, oportuna dados los tiempos de cambio social y tecnológico que vivimos, es la presentada por Denise Jodelet, quien propone una recuperación del sujeto en las investigaciones sobre representaciones sociales.

La autora señala que un predominio en la orientación colectivista en el estudio de las ciencias sociales, que se instauró en los años setenta del siglo pasado, convirtió al sujeto social en algo inexistente, manipulado o en actor de roles que sólo le son impuestos. El planteamiento de la psicóloga francesa va en el sentido de rescatar al “agente” que participa en los cambios sociales. Expresa que teóricamente la representación social siempre ha considerado al sujeto como un ente activo que se comunica y construye su propia realidad. El problema fundamental es que en un buen número de investigaciones, estos principios los da como una obviedad, por lo que se enfocan a describir la estructura o los procesos sociocognitivos de la representación.

Sobre la subjetividad, Jodelet (2008) refiere: “La noción de subjetividad nos lleva a considerar los procesos que operan a nivel de los mismos individuos. Por más de que nuestras indagaciones apuntan a detectar los elementos representacionales compartidos, sería reductor eliminar de nuestro examen lo que corresponde a los procesos por los cuales el sujeto se apropia de y construye tales representaciones. Estos procesos pueden ser de naturaleza cognitiva y emocional, y depender de una experiencia en el mundo de vida (Jodelet, 2006). Ellos remiten, igualmente, a estados de sujetamiento o de resistencia, de los que hemos hablado anteriormente. Desde este punto de vista conviene distinguir las representaciones que el sujeto elabora activamente de las que el mismo integra pasivamente, en el marco de las rutinas de vida o bajo la presión de la tradición o de la influencia social”. (pp. 51-52).

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Una última tendencia en el estudio de las representaciones sociales es otra reflexión de la ex profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris, Denise Jodelet. Ella considera que los estudios sobre las representaciones sociales no deben contentarse con los resultados obtenidos en sus estudios, sino intervenir para transformar la realidad social.

Jodelet (2007) señala las razones para realizar intervenciones en los grupos que participaron en un estudio de representaciones sociales y que son: para devolver los resultados de los estudios a quienes participaron en él, lo que presupone un respeto por las personas que aportaron sus datos y para incidir, con información, en la concientización y cambio social proveniente de la comunidad misma. Afirma, además, que toda intervención social debe partir de un reconocimiento de las representaciones sociales que comparten los miembros de la comunidad sobre un problema específico. Este conocimiento es fundamental para llevar a cabo un cambio deseable. Ella señala: “Fals Borda, Paulo Freire, Ignacio Martín Baró, Alain Touraine, por citar apenas a los más importantes, subrayan que toda intervención social cuyo objetivo es la transformación de lo social depende de las posibilidades y recursos de los grupos entre los cuales se destacan sus saberes. Toda intervención centrada en el cambio de la realidad social implica una valorización de los saberes populares, la imprescindible necesidad de tomar en cuenta esos saberes en la interacción entre los investigadores y los grupos sociales. También aparece la importancia del trabajo sobre los saberes ingenuos, en términos de desideologización, de concientización y de formulación de nuevas necesidades e identidades” (pp.198 – 199).

La línea recomendada por la doctora Jodelet significa no solo dotar a la teoría de las representaciones sociales de mayor relevancia social, sino que se podría construir una metodología de intervención social de largo alcance, con base en el desarrollo teórico que por casi cincuenta años se ido construyendo en diversas universidades del mundo.

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