La tentación del fracaso. Existencia y sentido

September 25, 2017 | Autor: Sergio Franco | Categoría: Diarios Intimos
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Descripción

La. tentacion delfracaso. Existencia y sentido* SERGIO R. FRANCO

En los Ultimos tiempos, la prosa hispanoamericana, usualmente constrenida a unos cuantos generos o formas, ha comenzado a explorar diversas modalidades expresivas. Una de las mas interesantes, por su desarrollo y posibiliclades, es el diario 1ntimo. Es bueno recordarlo predsamente para ubicar hist6ricamente los tres tomos de La tentacion de!fracaso, de Julio Ramon Ribeyro -los tres primeros de una larga serie-, que analizare en el presente trabajo. No cabe descartar que los volfunenes restantes cuestlonen lo que aqui se diga. En todo caso, no pretendo sino esbozar una primera lectura de la obra y el reconocimiento de algunas de sus Hneas de fuerza. La publicaci6n, en 1992, del primer volumen de La tentacion de!fracaso constituy6 una inHexi6n importante en la prosa peruana, y acaso hispanoamericana. La primera impresi6n que suscit6 fue que Ribeyro abandonaba su parqueclad caracterlstica, e incluso la producci6n paratextual mas inmediatamente ligada a la obra acude a esta idea y la subraya como una de sus novedades mayores; la otra serfa la opci6n de genero literario. En realidad, la aparici6n de este diario resultaba, si bien no previsible, cuando menos poco sorpresiva para quienes habfan seguido la trayectoria del autor. A ese respecto, cabe recordar que durante

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da d 1980 e ediraron ob ras de· Ribeyro de marcado, rono . L_ la fldeca e s . al· edici6n de Prosas apatnaas ) · un confes1on . una.nueva ( re extvo y a do (1987) y Dichos de Luder 198 9 . (1986)' Solo para fama res b., los Relatos santacrucinos (1992) de La tentacion Todos esros rexros, Y ram ten . d d l los tres primeros tomos -asf como, es e uego, d . , del auror habfa ingresado l que la pro ucc1on fracaso--, revecreauva, an . caracrenza . da por la preeminencia de lo nueva f:ase ade/una aurobiografico y lo_ moralilzan;~ncia de precedences, para limirarnos ral Podrfa obJ. erarse Por lo que conc1erne a a a ella me parece, es · al caso de la prosa peruan .', ,di . nformado por cuarro texros , M , Ar das de10 un ar10 co . que Jose aria gue tas etapas de una so1a ruta m6rbida; y que si b1en, que son orras ran fr cuentes entre nosorros, algunos hay: el de Jose ·tz (ambos redacrados en ch los diarios no son e , ald ' 1de Alberto Jo amow1 , , l · Ribeyro en un arucu o Garcia C eron Ye . ta nos poma e prop10 1 frances), sobre cuya.pis lib La caza sutil. Por eso, q ue data de 1974 y que recodge ~n su hary0 en el diario de Ribeyro . l t rior y ecir que prefiero matJ.Zar an .e. 1 acendrado rigor en el disefio o plan de una novedosa sap1enc1~. e. . . haciendo de manera asaz Prmctp10 parece lfSe una obra que en un al "fi.estan rapidamente un gusto y './:.. , en la cu se man1 espontanea, pero al de La tentacion de!J''tlcaso un un conocimiento qu~ o~~r~ auror . · de diarista ' el s1 medito. «O fi ClO»

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El diario

d e asume la dicci6n biografica, El diario es uno de los, mo los qu morias la aurobiograffa y las al de ademas, a as me , , la cu compren 1, . diosos denominan «generos dal" dades que oertos estu d c d e narraci6n intercalada, e confesiones, .d moS ta de una rorma . inrrovert1 os» .. e ~a bastante libre en lo que ataii.e al esrilo y 1a , las mPmorias confluyen tres tematica autob1ografica, 1di · as1 como en · composici6n. en un solo sujeto: el autor, el protagoinstancias que se idenu . estticramente narratol6gica nista y el narrador. Desde ~a perpeculvadi 1·0 de un escritor y el de . · di£ renc1a entre e ar no existe mnguna .. e C onstl . ·ruy:e un .error, cualquier otro individuo. l por tanto, establecer , . , quien em1ta e texto. «subgeneros» diar1st1cos segun

En~ ~~°:an

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Todo diario se plantea como un texto problem:hico en tan toque su referente pesa como elemenro de verificaci6n, a diferencia de lo que aconrece con formas narrativas en las que se alude a ex:istentes, acciones y mundos posibles distintos a los de la experiencia del eje auror-auditorio (narrativa artificial, para emplear la denominaci6n de Van Dijk). Antonio Garda Berrio y ]. Huerta Calvo incluyen al diario entre los generos didacrico-ensayisticos, es decir, entre aquellos que solo parcialmenre conremplan o asumen una intenci6n estetica, pues su telos se orienta hacia lo ideol6gico. Pero no menos cierto es que muchos importantes diaristas suelen trabajar con impresiones antes que con recuerdos elaborados o interpretaciones de Jos mismos. De lo anterior derivan la inmediatez y vivacidad que tan to aprecian los Iectores afectos a este modo expresivo, asi como las contradicciones e inconsistencias de muchos juicios de valor. Maurice Blanchot, por su parte, entiende que el diario es un texto del que un autor se vale para retardar el inexorable momenro solitario de la escritura. Si bien el diario fomenra la individuaci6n merced a su dialectica entre identidad y alteridad, creemos err6neo considerar, como sostiene Seymour Chatman, que el narratario de un diario ha de ser necesariamenre el au tor mismo. En la actualidad, los diarios (asf como las memorias y las biograRas) se hallan perfecramenre incorporados a la indusrria editorial y cuentan con un publico propio. Por orra parre, yen una entrada interesante aunque contraria a lo que acabamos de indicar, conviene recordar la hip6tesis de Iuri Lorman segtin la cual uno de los rasgos distintivos de trabajo del texto artfstico es la divergencia enrre el destinatario formal y el destinatario real. Los lectores de diarios suelen operar con dos a prioris: en primer lugar, consideran la realidad que el texto propone corno algo previamenre dado, no como el espacio textual construido culturalmenre que realrnente es. Induce a ello, sin duda, el que los diarios se perciban corno rextos que proponen mundos cornentados desde una perspectiva de Iocuci6n retrospectiva en relaci6n con lo que se relata, aun cuando por el caracrer didacrico-ensayistico mencionado el diario admire, con mucha naruralidad, perspecrivas de coincidencia y de anticipaci6n. El segundo a priori consiste en subestimar

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la importancia de lo siguiente: que la autorfa es un sistema social impuesto en el :irnbito de la escritura incorporada a los «dialectos de la memoria» de una colectividad.

Tr.insitos de una escritura iPara que un diario? Una de esas preguntas «ociosas» que fatiga contestar. No son muchos los diaristas que dediquen a este tema tan constante e inspirada reHexi6n como Ribeyro. Tai vez porque para muchos de esos autores la raz6n de la propia escritura (y de la vida) se imponfa con negligente claridad. Es util detenerse en la anotaci6n del 29 de enero de 1954: el diario es fruto de la hipocresfa para con uno mismo, opera como «el derivativo de una serie de frustraciones, que por el solo hecho de ser registradas parecen adquirir un signo positivo» e implica «un problema capital planteado que jamas se resuelve y cuya no soluci6n es precisamente lo que permite la existencia del diario». En 1955, Ribeyro aiiade a lo anterior, casi de pasada, que intenta hacer de si mismo un interlocutor (anotaci6n del 30 de setiembre). Empero, un lustro despues, ese impulso narcisista -autof.igico-- ha cedido ante la evidencia del correcto lugar donde el texto se ubica: «comence a darme cuenta de que el diario formaba parte de mi obra y no solamente de mi vida» (anotaci6n del 8 de enero de 1960). Yen 1969 observara: «Yo no tengo conciencia de mi identidad y si en una epoca lleve un diario casi cotidiano creo que fue para salvar mi identidad de los avatares de una vida morosa, dispersa y vagabunda» (consecuentemente, la fecha exacta de esta anotaci6n nose precisa). Ahora bien, me parece detectar que tras una primera temporada de la escritura en que la naturaleza del diario mismo era asumida como motivo de cavilaci6n, sobreviene luego un periodo en que las observaciones a ese respecto se tornan mfnimas y las subdivisiones internas se limitan a precisar fechas: el autor ha aprendido a convivir con esa actividad y ya no necesita interrogarse en demasfa. Quince aiios despues de la Ultima anotaci6n, Ribeyro puntualiza c6mo concibe su texto: «[...] se trata por lo general de una serie de fragmentos 'informativos' que no pretenden sino dar cuenta esporadicamente

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-de mi vida activa o.reflexiva» (9 de-diciembre de 1975). En 1977, el ·amor ya cuenta con la suficiente perspectiva para distinguir tres etapas en esaproducci6n~ Ia primerava de 1950·a 1960. Su «tema»: los viajes a Europa. La segunda comprende Ios diez o doce afios que permaneci6 en Ia agenda France-Presse. La tercera, a Ia que denomina «Decada de la Burocracia», el lapso durarite el que trabaj6 en la embajada peruana en Paris yen la·Unesco. Ciertamente La tentacion de! fracaso, aun cuando en im comienzo sub-dividido en varios minidiarios (primer ·diario limefio, primer Cliario -parisino, diario antuerpense, segundo diario limefio con interludio ayacuchano, etcetera), goza de una notoria mhesi6n de estilo e intenci6n. Hada 1978 el autor indica, amen de las dudas sobre el valor de la obra 0 sobre la posibilidad de que esta halle lectores (temor que no creo que la actualidad confume), la pretension depublicar; a manera de globo de ensayo, la primera etapa del conjunto.

Diario y alteridad La revision que un escritor- lleva a cabo de su diario supone un reencuentro cuya gravedad excede la de una simple relectura: el riesgo de convertirse en censor -no en corrector- de si mismo y de perderse en dichas p:iginas. En la anotaci6n del 22 de julio de 1969, Ribeyro conffa su deseo de incinerar los diarios que redact6 de 1950 a 1955. (para ese entonces ya ha destruido Ios que llev6 de 1946 a 1949). Ignoraremos, pues, lo que se escribi6 en esas pciginas como el autor, a su vez y en su tiempo, posiblemente se ignor6. Sabremos lo que podamos atisbar y, si verdaderamente nos interesa o se nos facilita, ejercitaremos el complicado arte de Jeer entre lineas; intentaremos, tal vez, indagar quien era C. y si todavia vive. En fin, nos entretendremos con algunos datos como quien juega .con las fichas de un rompecabezas que no existe. Al autor, por su lado, corresponde un arte mayor: el de representar. La percepci6n que posee el diarista del «rol» que desempefia ante el narratario extradiegetico implicito, otorga al diario un innegable patetismo que incomoda al lecror discreto --cuando no lo excita-. A muchos otros ciertamente aburrici, como podria aburrir al autor mismo SU propio texto; pero para los primeros es mas

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f.icil cambiar de lectura que para el segundo cambiar de vida ode personaje. Esa condena me recuerda la afumaci6n de Franz Kafka, trivial solo en apariencia, segiln la cual el lector de diarios que no lleve .uno propio estaci siempre ante estos en una posici6n fa.Isa.

Lo confesional y la reticencia Los lectores suelen conjurar la fragmentariedad propia del diario, clpico texto acausal, acudiendo a la idea de «trama», con lo que se postula un telos vital.Yun ethos. Esto no escap6 a las previsiones de Ribeyro, de manera que advierte al lector: «Lo que me aterroriza es que mi diario, si alguna vez se llega a publicar [...] pueda convertirse en un libro 'formativo', en el sentido en que se encuentre en el algo de ejemplar o recomendable ... » (9 de diciembre de 1975). A ese desinteres por lo didascilico sigue una enumeracion de carencias personales: «Carezco de voluntad (pues si la tuviera no habrfa fumado ni bebido durante aiios para librarme del mal que me mata), de ambici6n (pues habrfa aprovechado situaciones privilegiadas para sacar ventaja de ellas), de coraje (pues me habrfa ido a las guerrillas en 1964). de lealtad (pues deberfa haber renunciado publicamente a mi cargo cuando cay6 Velasco), de prevision (pues deberfa poner orden en mi vida ahora que me estoy yendo de ella y dejo mujer e hijo) En suma, soy el mal ejemplo, lo que debe descartarse». No descuida attibuirse -alguna virtud ha de tener al fin y al cabo-lucidez y tenacidad para la escritura. Cieno. Quien lea La tentacion de! fracaso se acercar.i a una vida que en muchos momentos esti a punto de naufragar a lo largo de una travesfa, tensa y dolorosa, en la que resalta la terca voluntad de vivir y crear que un hombre opone, durante afios, al «cangrejo» que le roe las entrafias. Pertinememente, los pasajes en los que alude a su mal son contenidos y lac6nicos; ejemplares de los Hmites que se ha trazado la confesi6n. La reserva es la forma de un decir, no su ausencia.

La imagen especular Lo personal, ese t~rreno difuso que los seres se empefian en defender cuando nose desviven por crear. La «ttama» del diario de JuJio

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JULIO RAM6N RIBl!YRO: PENUcrIMO DOSSIER

Ramon Ribeyro no es t1nica: los trabajos, los placeres y los dias de un joven sudamericano que no puede sino convertirse, paulatinamente y sin que sepa muy bien c6mo ni para que, en escritor. Jugando con una idea de Stendhal, me permito sugerir que un diario es el espejo que lleva consigo un autor a lo largo de su ruta. Lo primero que hay que hacer al escribir un texto es fu.bricar un hablante. El de La tentacion delfracaro escoge la claridad, la concision y la llaneza como los solos elementos a traves de los cuales invita al lector a internarse en esa terra incognita que es la vida de otro, quienquiera que este sea. Y despues, hace falta un personaje central: en este caso uno que sugiera la imagen de quien escribe. Aparece, entonces, la figura de un achacoso y joven aprendiz de escritor, hiperconsciente, apatico, inmune a las modas ya las seducciones de la gloria f.icil (ode la gloria simplemente), irremediablemente atrapado por la literatura. Este personaje se mantiene a lo largo de p:iginas y aiios, y mientras leemos nos alarma la sensaci6n de tiempo malgastado -el de Julio Ramon Ribeyro y el de nuestra propia lectura-: el relato de diversos acontecimientos, conversaciones, amorios, frustraciones, aciertos y fracasos no se va rraduciendo en una evocaci6n perfecta: la que salva del olvido un instante, un aroma, la textura de la suave piel de una mujer en cuyos cabellos se ovill6, alguna vez, un fulgor. Por el contrario, los datos que proporciona el texto suponen poco mas que la minucia. Conforme se avanza con la lectura, el texto mejora y el personaje adquiere vivacidad. En rigor, no es sino hasta las anotaciones de 1965 cuando La tentadon de!.fracaso adquiere validez estrictamente literaria, y tanto mejor marcha el texto cuanto mas hacia afuera se dirige la atenci6n del protagonista. Asf, el punto m:iximo, hasta el segundo tomo, se halla en la velada con Leopoldo Chariarse (13 de diciembre de 1974). Las maniobras y peripecias del poeta son narradas en un · perfecto ritmo vodevilesco. Desde entonces, el diario fluye con mayor facilidad, encontrando el tiempo para remansarse en consideraciones sobre la lireratura y la vida: se prefiere los diarios de Jiinger y Uautaud; se critica el amaneramiento con que los personajes de Salinger --cual egresados dd Actor's Studio-- se comportan; se juzga con justa dureza El recurso del metodo, de Carpentier, y con poca perspicacia

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NEsTOR TENORIO Rl!QUEJO Y JORGE COAGUILA JULIO RAM6N RIBEYRO: PEmlLTIMO DOSSIER

Aprendizaje de /,a limpieu., de Rodolfo Hinostroza, o Ca~t~ de sireM, de Gregorio Martfnez. Retengo, sobre todo, una declaracron como la siguiente, 6ptima: «Creo y seguire cr~ndo que. la duraci6~ de ~a obra reside en gran pane en sus cualidades estnctamente hterar1as. Por «literarias» entiendo el estilo, las meciforas, Ia armonia de la &ase y de Ia construcci6n, elementos en suma sensoriales, sensuales, que muchos escritores negligen. Las ideas pasan, la expresi6n queda». Como suele ocurrir en obras de su indole, La tentacion delfracaso motivara, sin duda, sentimientos ambivalentes. Ello es inevitable con una obra que involucra la vida de manera directa y no rehuye detalles ni apreciaciones en que afloran la sinceridad y el dolor. Asi, rememoro la lamentable imagen de Gonzalo More (quien pasa a la historia tan solo por haber sido amante de Anais Nin) tan peruana, tan sudamericana, en lo que de peor tenemos; me asombra el complejo de Rodolfo Hinostroza con respecto a Mario Vargas Llosa -a este Ultimo se le presenta como a un individuo poco flexible ante opiniones discrepantes con la suya-; un par de apariciones de Manuel Scorza basta para hacerlo irremediablemente antipatico; Pablo Macera es un joven calculador y los poetas 6scar Malaga (cuya poesfa se tilda de «chabacana»), Jose Rosas Ribeyro, Patrick Rosas Ribeyro y Enrique Verastegui, desleales y politicamente poco con.secuent~s. Asumir en publico apreciaciones duras sobre seres y escrttos es, sm duda, un merito en un medio como el peruano, proclive al elogio f:icil e inutil, a la vez que reacio al intercambio de ideas. Pero hay otras cosas tambien: Mimi y su mama, la inquebrantable amistad de Alfredo Bryce y el triste destino de «Perucho». Tampoco faltan momentos que marcaron a mas de una generaci6n: Mayo del 68, la Revoluci6n peruana, la cafda de Allende. Pero la Historia es apenas un ec-0 muy bajo que se pierde entre consideraciones privadas. Ello no me parece un defecto y, por supuesto, no me sorprende. Loque definitivamente desapruebo es que una X perversa escude la identidad de un ex ministro del Interior del Peru que confiesa a Ribeyro, durante una conversaci6n en Paris, haber ordenado torrurar a una persona (anotaci6n del 27 de agosto de 1978). No interesa en demasfa saber quien se oculta tras la letra C ni que se hizo de Mimi,

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pero dejarnos sin saber la identidad de dicho funcionario significa una omisi6n que da miedo. Finalmente, algo que tentativameme definiria como sequedad espiritual -y de corazon- me aleja, a veces, del personaje Ribeyro. He abandonado varias veces la lectura del diario y la he retomado otras tantas, capturado por observaciones memorables («Lo que deseamos se nos da, pero muy pocas veces en el momenta oportuno. Todo llega, sin duda, pero cuando ya no lo necesitamos o cuando lo necesitamos menos o cuando ya no tiene importancia») o triviales pero en cuya simpliddad late ciena fantasia que no ligo de golpe a la figura del autor, como ·u na anotaci6n que deja entrever al amante del filtbol, o cuando proclama la superioridad del chancho peruano sobre el cochon &ances.

Estria (Y el placer? La respuesta se me dificulta mucho. El placer es intransferible, por eso mis razones son solamente eso, mias. Lo cierto es que cuando comparo La tentacion de! fracaso con otros diarios relevances, constato una suene de vado, de insuficiencia, no en la expresi6n ni en la factura sino en la inteligencia y en el ritmo vital del personaje. Leo entretenido a los Goncoun y con admiraci6n a Amiel; con cautela a Pavese ya Kafka; con respeto a Jiinger,. La lectura de estos tres tomos proporciona una imagen de Ribeyro parad6jicamente exterior. Me explico: una sensaci6n de que, en rigor, las paginas de La tentacion de! fracaso no encierran secreto esencial alguno ni un excesivo interes por lo ajeno. Y por ello desconciena y atrae la figura de Ribeyro. Porque es engafiosamente comlin.

Bibliografia Maurice (1970). El didlogo inconcluso. Caracas: Monte Avila Editores. CABREJOS, Irene (1993). «las tentaciones del lecror», en Quehacer. Lima: enero-febrero 1993, pp. 100-102. CHATMAN, Seymour (1990). Historia y discurso. Madrid: Taurus. ECO, Umberto (1981). Lector in fabula, la cooperacion interpretativa en el texto narrativo. Barcelona: Editorial Lumen. BLANCHOT,

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FERNANDEZ, Christian (1996).
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