La temprana Edad Media en tierras de León (siglos V-VIII)

June 24, 2017 | Autor: J. Gutiérrez Gonz... | Categoría: Archaeology, Late Antique Archaeology, Early Medieval Archaeology, Funerary Archaeology, Cities, Religious Buildings
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Descripción

A R Q UEOLE ÓN H ISTO R IA

D E

L E ÓN

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TR AV É S

D E

L A

A C TA S MUSEO DE LEÓN

NOVIEMBRE 2013 / MARZO 2014

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AR Q U E O L O GÍA

El presente libro recoge los textos correspondientes al “Segundo Ciclo de Conferencias sobre Historia de León a través de la Arqueología: ArqueoLeón”, celebrado entre los meses de noviembre de 2013 y marzo de 2014 en la sala de exposiciones temporales del Museo de León, coordinado y organizado por esta misma institución. © de los textos, fotografías, ilustraciones y gráficos: sus autores Coordinación: Luis Grau Lobo (director del Museo de León) Proyecto gráfico: menoslobos Portada: petroglifo de Peña Fadiel (Filiel, Lucillo de Somoza) Fotografía gentileza de José Ramón Vega © de la presente edición, 2015 JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN y DIPUTACIÓN DE LEÓN I.S.B.N: 978-84-606-6728-5 Depósito Legal: Le. 146-2015 Imprime: Gráficas Celarayn, s.a. (León)

EDAD MEDIA

J O S É AV E L I N O G U T I É R R E Z G O N Z Á L E Z Universidad de Oviedo

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LA TEMPRANA EDAD MEDIA EN TIERRAS DE LEÓN (SIGLOS V-VIII)

INTRODUCCIÓN1

De los tiempos oscuros… Hace veinte años titulábamos la conferencia dedicada a esta época como “los tiempos oscuros” (Gutiérrez y Benéitez, 1996), etiqueta bien expresiva de la indefinición y escasos conocimientos existentes acerca de un periodo entre otros dos con gran personalidad, la Edad Antigua y la Edad Media. Al igual que ocurría en otras áreas europeas a lo largo del siglo veinte, en las cuales se habían acuñado términos como Dark Ages, Late Antiquity, Spätantike, Anti­güedad tardía o similares, también era una época oscura, percibida como un epígono decadente de la romanidad, teñido de un carácter bárbaro a causa de las invasiones germánicas y unos balbuceantes comienzos de otra sociedad, la cristiana, que no se percibía como plena de madurez hasta la consolidación medieval. A pesar de la personalidad de la arquitectura y otras manifestaciones materiales del periodo visigodo hispano, pesaban aún más los tópicos que los asertos.

1. Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación: De Conventus Asturum a Asturorum Regnum. El territorio de la ciuitas Legione y el asentamiento de Marialba de la Ribera (León) entre época tardoantigua y medieval (Plan Nacional MCINN ref. HAR2011-23106). Nuestro agradecimiento por las informaciones proporcionadas a Victorino García Marcos (arqueólogo municipal de León), Emilio Campomanes Alvaredo y Fernando Muñoz Villarejo (Talactor S.L.) y Fernando Miguel Hernández (arqueólogo).

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Para las tierras leonesas, resaltábamos entonces la fragilidad de nuestros conocimientos a causa de la de­ficiencia de la investigación arqueológica; así como el mayor caudal de los hallazgos fortuitos de esta época sobre los datos obtenidos en rigurosas excavaciones. Con un endeble bagaje proponíamos algunas hipótesis para interpretar las tendencias socioeconómicas de la población, que contribuyeran a explicar la secuencia de los nuevos asentamientos, urbanos y rurales, diferentes de los antiguos y en transición hacia los medievales (ibid.: 107 a 111). No es que hoy en día hayamos resuelto todas las dudas; más bien son incluso mayores los nuevos interrogantes que surgen al arañar la superficie de los nuevos conocimientos y hallazgos producidos. De hecho, gran parte de aquella preliminar secuencia de procesos históricos sigue vigente en buena medida, incluido su carácter provisional, con algunas variaciones como luego veremos. En los últimos años se han producido, no obstante, importantes avances, tanto en las tierras leonesas como en el resto de las hispanas y europeas, tanto en lo cuantitativo como –y especialmente– de manera cualitativa, que arrojan algo más de luz sobre esos tiempos menos oscuros. El aumento cuantitativo viene representado por las nuevas excavaciones y hallazgos producidos en las ciudades de León y Astorga, así como en varios yacimientos tardoantiguos como Marialba de la Ribera o El Pelambre (Villaornate), además de algunos hallazgos fortuitos (broches

de cinturón y otros objetos metálicos y cerámicos) ingresados en el Museo de León en los últimos años. Aunque también debería anotarse en el debe el expolio y sustracción de piezas monumentales escultóricas que se encontraban infelizmente expuestas al robo, como son las del cancel con decoración geométrica y vegetal, re­cortado para formar una ventanita geminada del siglo VII, en la ermita de Santa Cruz de Montes, o el busto tardorromano (conocido como de Marco Aurelio), en este caso felizmente recuperado in extremis. … a una época de transformaciones Pero lo más significativo es el avance cualitativo en las investigaciones de esta época, producido en toda Europa. Desde los años noventa se puede hablar de un auténtico auge en los estudios históricos y arqueológicos sobre la Antigüedad tardía2, un periodo que ha ido adquiriendo una personalidad propia, a pesar de la imprecisión del término, aún discutido e intercambiable –a juicio de cada estudioso– por otros como temprana Edad Media (Early Middle Ages, Frümittelalter), época visigoda, germánica, de las invasiones o grandes migraciones, entre otros igual de discutibles. Más que un periodo intermedio, de transición entre dos grandes momentos, estados, modos de producción o modelos sociales, de decadencia y ruina del Imperio romano con sus instituciones, economía y estructuras materiales, de sustitución por unas formaciones políticas paraestatales como los

2. Uno de los motores y al tiempo síntoma de este auge es la serie de proyectos, derivados en congresos internacionales y publicaciones promovidas por la Fundación Europea para la Ciencia dedicados al estudio de la transformación del mundo romano. Algunos de los títulos son altamente significativos: The Transformation of the Roman World. AD 400-900, London, 1997; The Idea and Ideal of the Town between Late Antiquity and the Early Middle Age (Brogiolo y Ward-Perkins (ed.), 1999); The Rebirth of Towns in the West, AD700-1050 (Hodges y Hobley (eds.), 1988); Towns and their Territories between Late Antiquity and the Early Middle Age (Brogiolo, Gauthier y Christie (ed.), 2000); Villa to Village. The Transformation of the Roman Countryside in Italy, c. 400-1000 (Francovich y Hodges (eds.), 2003); Post Roman Towns, Trade and Settlements in Europe and Byzantium (Henning (ed.), 2007) o Hispania in the Late Antiquity. Current Perspectives (Bowes y Kulikowski (eds.), 2005). Igualmente merecen destacarse las monografías históricas de Oxford (p. ej.: Ward-Perkins, 1984 o Wickham, 2005, trad. 2009), las series dedicadas a la Antigüedad tardía de la editorial Brill (Late Antiquity Archaeology), al poblamiento rural e iglesias tardoantiguas (Documenti di Archeologia) o las revistas Antiquité Tardive o Early Medieval Europe.

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reinos germánicos, los tiempos postromanos entre los siglos V a X son percibidos ahora como un momento en el que se fraguan nuevas estructuras políticas, socioeconómicas, religiosas y culturales, con elementos heredados de la Antigüedad clásica junto al nacimiento de otras nuevas. Es decir, podemos aseverar que se trata de una época con personalidad propia o incluso el nacimiento de la Europa medieval y no solo un epígono decadente de la romanidad. La vieja discusión entre la continuidad o la ruptura con el mundo antiguo ha sido sustituida por una nueva mirada, más atenta al examen de los cambios que fueron transformando las estructuras clásicas hasta dar forma a las que reconocemos como medievales. En ese proceso de cambio se perciben tanto transformaciones generales y comunes a todo el ámbito del Imperio romano como ritmos y soluciones diferentes en cada región, con particularidades regionales y locales que imprimen una gran heterogeneidad al conjunto (Wickham, 2005; ibid., 2009). Entre las principales líneas de investigación arqueológica pueden destacarse varios ejes temáticos, que constituyen los principales indicadores de los cambios políticos, sociales, económicos y culturales: las transformaciones de las urbes romanas en ciudades episcopales, acompañadas del desmantelamiento de la mayoría de los edificios clásicos (foros, templos, termas, edificios públicos o de espectáculos) y su sustitución por nuevas dotaciones, como las murallas o los edificios religiosos (iglesias, monasterios, hospitales, palacios episcopales, baptisterios y cementerios), que confieren

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un aspecto “medieval” a las ciudades3; el final de las villas romanas y su modelo de producción agrícola, excedentaria y enmarcada en una economía global, y su transformación en haciendas dirigidas por nuevas élites, o bien abandonadas, reocupadas por grupos campesinos o sustituidas por otras modalidades de asentamiento y explotación agraria; la formación de nuevas aristocracias, que se suman o sustituyen al patriciado romano; el ascenso de la Iglesia, no solo como institución religiosa en régimen de monopolio, sino como élite que asume gran parte del poder político y económico, sustituyendo y absorbiendo magistraturas urbanas y estatales mediante la influencia de los obispos y la posesión de haciendas rústicas; la transformación de las formas de producción agraria e industrial, los cambios en el comercio y los intercambios o la sustitución de la fiscalidad tributaria estatal por la exacción de carácter privado que anticipa la renta feudal, son algunos de los indicadores materiales aprehensibles desde la arqueología que marcan la dinámica del cambio de época y de sociedades4. LEÓN Y SU ENTORNO EN L A T E M P R A NA E DA D M E D I A ( S I G L O S V- V I I I D. C . )

Las tierras leonesas y, en general las hispanas, no fueron ajenas a estos procesos, aun con ritmos y particularidades propias. Las investigaciones arqueológicas de los últimos años en León y su entorno han sido fecundas en grandes hallazgos, especialmente de época romana pero también en cierta medida de gran interés para conocer los

Entre las obras generales que tratan las transformaciones urbanas pueden mencionarse Brogiolo y Ward-Perkins (ed.), 1999; Brogiolo, Gauthier y Christie (ed.), 2000; Hodges y Hobley (eds.), 1988; Brogiolo y Gelichi, 1998; para el marco europeo, especialmente a partir de los casos italianos, o García Moreno y Rascón (eds.), 1999; Gurt y Ribera (eds.), 2005; Olmo, 2008 o Gutiérrez Lloret, 1996; ibid., 1999), García et al. (eds.) (2010), para los casos hispanos, entre otras muchas monografías (vid. en Gutiérrez González, 2014). Entre estos últimos, deben destacarse los estudios sobre la evolución tardoantigua-altomedieval de las ciudades de Mérida, Complutum, Toledo, Recópolis, Valencia, El Tolmo, Barcelona o Tarragona.

4. Algunas obras clave sobre estas cuestiones son Brogiolo (ed.) 1996; Brogiolo (ed.), 2003; Brogiolo, Chavarría y Valenti (ed.), 2005; Brogiolo y Chavarría, 2005; Chavarría, 2004a; ibid., 2004b; ibid., 2005a; ibid., 2005b; ibid., 2007 y cit. nota 2.

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cambios producidos en los tiempos siguientes5. A través de ellos pueden valorarse mejor las transformaciones de los lugares clásicos, tanto en el ámbito urbano como rural, así como las nuevas formas materiales que perfilan las estructuras medievales. L E G I O . D E CA M PA M E N TO M I L I TA R A C I V I TA S M E D I E VA L 6

Las excavaciones de los últimos años han puesto al descubierto importantes restos del campamento militar de época altoimperial (siglos I a III): las sucesivas murallas de la Legio VI y Legio VII, diversos edificios legionarios, calles, parte de las termas, el anfiteatro y termas extramuros o el Vicus Ad Legionem, como puede verse en otras contribuciones de este volumen. Por lo que se refiere a los periodos siguientes, en diversas partes del recinto campamental las excavaciones vienen documentando que en las últimas décadas del siglo III comenzó un proceso de cambio que transformaría radicalmente el enclave militar; buena parte de los edificios legionarios fueron desmantelados, desaparece la documentación epigráfica y latericia de la legión y disminuye drásticamente el registro material, lo que denota una reducción sustancial del contingente militar, por más que la Notitia Dignitatum constate su presencia, quizás consistente en una guarnición menor. Por entonces, el ejército había erigido la imponente muralla de cubos adosada al paramento externo de la anterior, con parámetros constructivos semejantes a los de Astorga, Castroventosa, Lugo y otras ciudades del norte peninsular, en consonancia con las reformas militares de

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la época tetrárquica (Fernández Ochoa et al., 2006), intentando asegurar la estabilidad interior mediante la denominada defensa en profundidad (Balil, 1970), la protección de los muros y la participación ciudadana, más que en la fuerza tradicional de las legiones (Arce, 1982; Morillo, 1991). A partir de entonces, y en los siglos siguientes, se intensificó la ruptura de la trama campamental: ocupaciones civiles de antiguos edificios militares, desmantelando unos y reutilizando otros, construyendo algunos edificios domésticos nuevos con materiales reaprovechados y sistemas constructivos pobres; incluso las calles y estructuras militares (barracones, cuerpos de guardia de las puertas) se vieron alteradas mediante rellenos y hoyos excavados en las gravas, que seguramente delimitaban nuevas parcelas ajenas a la trama ortogonal. Algunos de esos rellenos son tierras negras, depósitos intencionados con abundante materia orgánica, indicadores de la dedicación agraria de solares sobre espacios anteriormente habitados. La red de cloacas dejó de funcionar y se fue colmatando completamente (Gutiérrez y Miguel, 1999: 50 a 53). En suma, ruptura de la retícula ordenada, desatención a la infraestructura pública (red sanitaria, termas, anfiteatro) y transformación de espacios legionarios en ámbitos privados de escasa monumentalidad, son los rasgos fundamentales de todo el periodo tardoantiguo y altomedieval (siglos IV-X) hasta la renovación plenomedieval (Gutiérrez y Miguel, 1999: 50 y ss.). Este proceso no es exclusivo del campamento legionario, sino común a otras muchas ciudades del ámbito postimperial, constituyendo de hecho uno de los

En aras a la concisión nos centraremos en esta ocasión en el entorno de la ciudad de León, prescindiendo de otras áreas leonesas (vid. Gutiérrez y Benéitez, 1996 o Morín de Pablos, 2006).

6. Se expone aquí una breve síntesis de los trabajos sobre Legio y su territorio realizados recientemente por un equipo de arqueólogos que colaboramos habitualmente en los estudios sobre este periodo (Gutiérrez y Miguel, 1999; Muñoz et al., 2002; San Román et al., 2006; Gutiérrez, 2006; Gutiérrez et al., 2010; ibid., 2013) a los que remitimos para mayor detalle.

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rasgos característicos del nuevo modelo de ciudad postclásica altomedieval (Gutiérrez, 2006; ibid., 2014). El antiguo campamento había iniciado un proceso de transición hacia una civitas altomedieval, mencionada ya en el siglo VII como Legionem civitatem en la Vita Fructuosi y otras obras de san Valerio, aunque constituida por una población con unas actividades más parecidas a un sistema de producción rural que al de las antiguas ciudades romanas (figura 1). 1. Edificios reutilizados En diferentes zonas del recinto militar se han documentado edificios legionarios reutilizados con un carácter doméstico después del fin de su uso militar (Muñoz et al., 2002; San Román et al., 2006; Gutiérrez et al., 2010).

Uno de ellos, en la calle Cervantes, muy posiblemente la anterior residencia de los centuriones de la I cohorte de la Legio VII (San Román et al., 2006: 733-734), fue modificado mediante nuevos muros de mampostería trabada con barro. Entre el mobiliario cerámico de esta reocupación destaca la aparición de cerámicas finas de mesa importadas, tanto de los talleres mediterráneos orientales: plato de terra sigillata (TS) focea (Late Roman C), datable desde finales del siglo V hasta el siglo VI, como de talleres gálicos atlánticos: cuencos carenados (imitación de terra sigillata gris gálica tardía: TSGGT), alguno estampillado con un círculo y cruz griega, con similar cronología. Persiste aún alguna terra sigillata hispánica tardía (TSHT), aunque son más frecuentes las ollas bastas y depuradas así como grandes vasijas

Figura 1. Plano de Legio: localización de estructuras tardoantiguas (V. García Marcos con modificaciones por Gutiérrez et al., 2010).

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domésticos –civiles, no militares– al menos hasta el siglo VI. Igualmente, entre la vajilla utilizada se encontraban cerámicas importadas de la Galia Narbonense (TSGGT: cuencos carenados, copas con pie, plato de borde poligonal y tapadera con estampillas de palmetas, con un barniz denso y brillante), algunos platos de TSHT y cerámicas micáceas de cocina y de almacenamiento (San Román et al., 2006: fig 6). Algunas cerámicas de los siglos VI-VIII, como cerámicas grises (cuenco con estampillas circulares e incisiones onduladas), jarras grises pintadas con líneas blancas u ollas grises, muestran una continuidad de la ocupación hasta tiempos medievales (ibid.: 743-744, fig. 6 y 7) (figuras 2 y 3).

Figura 2. Reutilización doméstica de edificios militares, siglos V-VI (San Román et al., 2006).

de almacenamiento, a veces estampilladas en sus paredes exteriores (Muñoz et al., 2002: 651 a 659). Otra reocupación similar ha sido documentada en la calle Cardenal Landázuri (San Román et al. 2006: 738-744). Se trataba de un edificio legionario construido con zócalos de mampostería, alzados de tapial y pavimentado con opus signinum, formado por dos pabellones paralelos. Uno de ellos fue abandonado a finales del siglo III, produciéndose el colapso de su tejado, como indica la aparición de abundantes fragmentos de cerámicas y tegulae con sellos legionarios de ese momento sobre el suelo del barracón. En cambio, el otro pabellón había sido reutilizado con fines

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2. Nuevos edificios ¿religiosos? intramuros Además de las nuevas construcciones domésticas, también se han documentado algunas estructuras de posibles edificios religiosos, a juzgar por el empleo de técnicas constructivas menos precarias y sobre todo por la reconstrucción altomedieval –a partir del siglo X– de edificios monásticos en el mismo lugar (Gutiérrez y Miguel, 1999: 52-56). En el extremo norte, junto a la cara interna de la muralla tardorromana y sobre la calle perimetral, que había quedado ya bajo capas de rellenos y perforada por hoyos en el siglo V, se construyó una sólida edificación de mampostería y mortero, de la que solo se ha conservado un largo muro bajo las reconstrucciones de la casa monástica de Santa Marina (ibid.: 50-56). En el tercio meridional, también sobre una antigua calle campamental ya ocluida por rellenos y hoyos y bajo las cimentaciones de la posterior iglesia palatina de San Salvador de Palat del Rey, del siglo X, las excavaciones documentaron una construcción de la que se conservaban unos potentes cimientos de cantos rodados trabados con barro, asociados también a imitaciones de TSGT y que pudo constituir un precedente (¿quizás ya religioso?) de la obra medieval (Miguel, 1996a: 134).

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Figura 3. Cerámicas importadas de los siglos V-VI (terra sigillata focea, gris gálica), y producciones regionales de los siglos VI-VII (grises estampilladas e incisas, dolia, olla micácea) (San Román et al., 2006).

3. Transformaciones en la red viaria Igualmente, gran parte del trazado viario ortogonal del campamento legionario fue alterándose radicalmente a partir del siglo IV, como se ha venido constatando en múltiples excavaciones arqueológicas. La calle perimetral intramuros, el intervallum, y otras calles interiores, siempre construidas con grava, guijarros y arcilla pisada, habían quedado bajo rellenos a veces muy potentes7, que fueron elevando la cota de circulación y ocultando las estructuras romanas. Simultá-

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neamente, y a lo largo de la época altomedieval, tanto las calles como otros edificios fueron perforándose con hoyos (utilizados para silos, labores artesanales o basureros) y pozos de agua (limpia y sucia) (Gutiérrez y Miguel, 1999: 64-67). En varios lugares se han registrado construcciones tardoantiguas sobre los pavimentos viarios o sobre los rellenos que los amortizan (Palat del Rey, Santa Marina). Algunos tramos viarios fueron, en cambio, respetados y continuaron en uso, ya fuera por el

Desde 0,40 m en el extremo norte, documentado en el solar de Santa Marina; 1,50 m en Palat del Rey o 2,5 m en el jardín del Cid (García y Bellido, 1970: 581-585 y fig.40; Miguel, 1996a: 134; ibid., 1996b: 180-181).

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Figura 4. Plano de la porta principalis (Puerta Obispo) en época tardoantigua, con el paso septentrional tapiado (García Marcos et al., 2004).

alineamiento de las nuevas parcelas y edificios, como en Santa Marina o en el costado oriental (calle del Cardenal Landázuri) y el occidental (calles del Cid y Regidores), donde se mantuvo parte de la via sagularis o de la via vicinariae; o debido a la continuidad de la circulación entre las puertas principales, como ocurrió con la via principalis –entre las portae principales sinistra y dextra, el principal eje este-oeste– conocida como “Herrería de la Cruz” en época medieval (hoy calle Ancha). En suma, a pesar del mantenimiento de algunos pequeños tramos, la desestructuración de la malla ortogonal campamental fue produciéndose ya desde el siglo IV, al tiempo que la ocupación civil iba reconvirtiéndola en nuevos edificios, solares, parcelas y huertas (Gutiérrez y Miguel, 1999: 56-58; Gutiérrez et al., 2010: 132-133).

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4. Mantenimiento de la muralla y reformas en puertas Mientras el interior del viejo campamento era profundamente reformado, las defensas de la ciudad, formadas por la gruesa muralla de cubos con foso exterior y las puertas en cada uno de los cuatro lienzos, fueron objeto de una mayor preocupación por su mantenimiento y conservación, sin duda alguna debido a su utilidad en los convulsos tiempos postimperiales. Las excavaciones arqueológicas en la puerta oriental del recinto (porta principalis sinistra) y su entorno muestran esas labores de mantenimiento y reformas sucesivas desde el Bajo Imperio a los tiempos medievales, tanto en el acceso como en la calle (la via principalis), el eje viario fundamental y preservado en todas las épocas.

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La puerta principal oriental (conocida desde el siglo X hasta su demolición en 1910 como Puerta Obispo) había sido construida por la Legio VII en el siglo II d. C. con dos grandes vanos entre dos torres cuadradas de flanqueo, prolongadas al interior en sendos cuerpos de guardia. En el siglo III ya se había tapiado uno de sus vanos, para facilitar la vigilancia del acceso; la muralla de cubos se adosó a las torres laterales, manteniendo su estructura defensiva. Entre los siglos V y VII se sucedieron varias obras más de mantenimiento, como el refuerzo del vano ya tapiado, mediante la construcción de otro muro más grueso. El cuerpo de guardia septentrional se redujo en tamaño desmontando algunos sillares, se tapiaron los vanos interiores y se pavimentó con una solera de ladrillos procedentes de las vecinas termas. La preocupación funcional se extendía

también al mantenimiento de la viabilidad por la vía principal, mediante la construcción de un nuevo pavimento de grijo superpuesto al altoimperial, entre los siglos VI y VII como certifican los fragmentos cerámicos de imitaciones de TSGGT (Muñoz et al., 2002: 655; García Marcos et al., 2004: 39) (figura 4). En varios lienzos de la muralla son visibles las obras de reparación sucesiva de la muralla de cubos hasta época contemporánea (Gutiérrez et al., 2013). En los paños de los costados oriental y septentrional hemos documentado algunas fábricas atribuibles a este periodo (sin dataciones absolutas pero sí relativas, al situarse estratigráficamente entre los paramentos tardorromanos y los medievales); se trata de paramentos construidos con sillares calizos alargados, seguramente procedentes del desmantelamiento del paramento

Figura 5. Paramento de opus vittatum con sillares alargados, procedentes de la cerca de la Legio VII, recolocados en el lienzo oriental de la muralla de cubos, superpuestos a la mampostería irregular tardorromana (foto: A. Gutiérrez y F. Miguel).

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exterior de opus vittatum de la cerca de la Legio VII, que se recolocaron con un aparejo similar al de su posición original, pero con ligeras variaciones y sin encintado (figura 5). 5. Edificios romanos preservados A pesar de las radicales transformaciones de la mayoría de edificios romanos, algunos de ellos fueron preservados y reutilizados con otras funciones, al igual que ocurrió con numerosos edificios monumentales de otras ciudades romanas. La sólida construcción, en unos casos, o el valor simbólico, en otros, fueron los principales motivos de su preservación. En Legio, además de la muralla y puertas, por su funcionalidad y necesidades defensivas, fueron también preservadas y reutilizadas, al menos parcialmente, las termas intramuros, si bien con otros usos, pues ya no funcionarían, como evidencia el colapso de los sistemas hídricos. Se trata de un complejo de grandes dimensiones que se encuentran bajo la actual catedral y su entorno. La monumentalidad de sus estructuras de ladrillo, así como el valor simbólico de un glorioso pasado propiciaron su elección como palacio real a finales del siglo IX y sede episcopal desde el siglo X. De hecho, sendos espacios de los caldaria de ladrillo sirvieron como cabecera triple de la primera iglesia catedralicia (García Marcos et al., 2004: 39 y ss.). Además de las partes localizadas en la rehabilitación del templo catedralicio durante el siglo XIX (caldaria, hipocaustum, mosaicos, etc.), hay que sumar el hallazgo de las letrinas, junto a la via principalis y muy próximas a la porta principalis sinistra. Aunque ya no funcionaran en época tardoantigua, su estructura no fue completamente desmantelada, permaneciendo parcialmente en pie hasta tiempos plenomedievales (ibid.). A comienzos del siglo VIII fueron excavados varios hoyos cuando ya estaba colmatado su canal de desagüe; entre los rellenos que colmataban tales

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hoyos han sido identificadas varias vasijas emirales, que documentan la estancia de población andalusí, seguramente la guarnición que se hizo con el dominio de la ciudad y su territorio durante la primera mitad de esa centuria (Gutiérrez y Miguel, 2009). En cambio, otras construcciones que podrían haber atraído un interés por su ocupación no han proporcionado registros tardoantiguos, como es el caso del anfiteatro militar extramuros. 6. El área periurbana: necrópolis y martyria in suburbio Legionensi En el entorno suburbano de Legio también se aprecian importantes cambios desde los tiempos bajoimperiales a los altomedievales. El Vicus Ad Legionem parece haber sido ya abandonado entonces, seguramente en paralelo al final del acuartelamiento legionario. No sería de extrañar, incluso, que una parte de su población artesanal –los que no emigraran siguiendo a los militares o buscando otros destinos laborales– mudaran su residencia al interior del recinto amurallado, constituyendo el primer contingente de población civil que lo ocupara e iniciara las transformaciones materiales que hemos expuesto supra. El entorno más inmediato al recinto amurallado iría igualmente modificando su aspecto; en primer lugar, se encontraría el foso al exterior de los muros, heredado de las fossae campamentales. A su alrededor aún se mantendrían los humedales cenagosos de las vegas, que, de hecho, perdurarían en tiempos medievales y modernos (Miguel, 1996b: 179-181). No obstante algunas zonas habían ido colmatándose con rellenos desde época altoimperial, como se documentó en la zona del edificio Pallarés, hoy Museo de León, donde más de 2 m de rellenos cubrían ya las primeras estructuras de madera, asentadas en el medio cenagoso natural del momento fundacional (Miguel y García Marcos, 1993).

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En un anillo un poco más alejado se encontraba un área periurbana compuesta por alguna villa, Navatejera, con orígenes altoimperiales y renovada en tiempos tardorromanos; varias necrópolis, como Vegazana y San Claudio, que se prolongan en tiempos tardoantiguos; y –lo más novedoso– los primeros edificios religiosos cristianos documentados, de incierto origen enraizado en tradiciones martiriales, como San Marcelo, Santa Nonia y San Claudio, además del complejo de Marialba de la Ribera, distanciado unos kilómetros más al sur. De esta manera, entre los siglos V y VII Legio iba adquiriendo, también en el paisaje funerario y cultual martirial que rodeaba el centro urbano, los rasgos característicos de las civitates tardoantiguas, comunes a todas las demás ciudades del antiguo orbe romano, tanto intramuros como extramuros, incluyendo un prematuro obispado. Los orígenes de esta organización religiosa en Legio se documentan desde mediados del siglo III, formando una comunidad conjunta con Astorica. En los siglos siguientes sería esta ciudad vecina la que asumiría la sede episcopal, pues Legio aparece en el Parroquial suevo (c. 569) como una parroquia dependiente de aquella. En torno a esas fechas debieron ir surgiendo esos centros religiosos periurbanos, cuyos nebulosos orígenes se intuyen en esos momentos, apuntalados por algunos restos materiales. Las tradiciones martiriales legionenses sobre san Marcelo, centurión de la Legio VII martirizado en los tiempos de Diocleciano, su esposa santa Nonia y sus doce hijos no se rastrean antes del siglo XIII –con vagas noticias martiriales de los siglos V al X– (Risco, 1784: 314 y ss.; Viñayo, 1970: 554 y ss.), si bien las iglesias y monasterios de San Marcelo y San Claudio se documentan

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desde el siglo X, aludiendo a una presumible antigüedad mayor (Estepa, 1977: 115-116). De manera significativa, los tres presuntos martyria, edificios de culto funerario a los mártires locales, forman un alineamiento en torno a la ciudad por el oeste-suroeste, asentados sobre conjuntos funerarios tardorromanos, documentados en San Marcelo y San Claudio. La iglesia de San Marcelo se encuentra al exterior de la puerta occidental del recinto romano, erigida sobre una antigua necrópolis romana, de la que existen algunas noticias de hallazgos en la zona. La dedicada a Santa Nonia contaba con una construcción de planta octogonal (¿podría tratarse de un mausoleo?), demolida en 1800 para levantar la actual iglesia8. Algo más al suroeste se levantó el monasterio de San Claudio del que existen referencias epigráficas y literarias acerca de su construcción sobre el sepulcro del santo martirizado a fines del siglo III y de algunos de sus abades en época visigoda, como san Vicente o san Ramiro, del que se cuenta su huida a Galicia (Risco, 1784: 353-360). Tampoco se conservan restos del mismo, borrado por la expansión urbana desde su amortización en 1835 hasta la actualidad. Una excavación arqueológica parcial desveló la existencia de una necrópolis de los siglos IV al VI y algunos retazos de las estructuras monásticas superpuestas, desmanteladas por las obras conventuales posteriores (González Fernández, 1994). En el entorno inmediato de Legio se habían ido extendiendo necrópolis desde los tiempos altoimperiales, de las cuales se conoce una amplia colección epigráfica reutilizada en la construcción de la muralla de cubos tardorromana. A partir de esa época continuaron los enterramientos al menos en dos amplias necrópolis documentadas

Visible en el plano de M. Risco de 1792. La planta octogonal es muy habitual en mausoleos y baptisterios de esta época; la asociación a la advocación martirial sugiere, en este caso, una construcción funeraria martirial periurbana, si bien tradiciones tardías aluden a un pozo y a un lago donde reposó y cuyas aguas sanaban enfermos (Risco, 1784: 350-352; Bravo Guarida, [1942] ed. 1979: 98-99).

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Figura 6. Necrópolis tardorromana de Vegazana: tumba realizada con tegulae, expuesta en el Museo de León.

al nordeste, en Vegazana, y al suroccidente, en San Claudio. La primera, en el actual campus universitario, se encontraba a una milla (1 478,5 m) del centro urbano (1 515 m desde la porta principales sinistra); la segunda a media milla, unos 660 m de la porta principalis dextra. En ambas las sepulturas de los siglos IV-V estaban realizadas con material latericio reutilizado, tegulae, cantos y mampostería, con cubiertas de tegulae a doble vertiente (Liz y Amaré 1993; González Fernández 1994) (figura 6). En la de San Claudio, los hallazgos de TSHT y TSGGT, cerámicas comunes, así como una botella u olpe funerario de época visigoda con dos asas, permite extender su cronología hasta el siglo VI, enlazando con la construcción monástica superpuesta (González Fernández, 1994). 7. El territorio legionense En un radio más amplio se encuentran otros asentamientos tardorromanos, de los cuales solo dos cuentan con excavaciones con suficiente entidad como para precisar su secuencia evolutiva en

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tiempos tardoantiguos, las villae de Navatejera y Marialba. Se desconoce el proceso por el cual el territorio de Legio, originariamente de carácter militar y por lo tanto estatal, acabó pasando a manos de possesores privados. El caso es que en esos dos yacimientos se registran fases de ocupación altoimperiales, vinculadas a la Legio VII, por la aparición de materiales latericios con el sello de esta unidad, que posteriormente a la marcha de la legión se transformaron en villae (Gutiérrez et al., 2010: 135-136). En ambos casos, además, se produjeron posteriormente cambios arquitectónicos para adaptar partes de los edificios como iglesias y cementerios cristianos. La villa de Navatejera se encuentra a 3 300 m al norte de León (unas 2,5 millas desde la puerta norte); en ella se ha excavado una amplia superficie de la pars urbana, con termas y varias estancias pavimentadas con mosaicos tardorromanos, así como de la pars rustica con estructuras de almacenamiento y un horno de producción latericia. Entre los materiales se encuentran abundantes

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cerámicas de cronología tardoantigua (TSHT) del siglo V en adelante. En un espacio contiguo se construyó posteriormente un edificio con planta cruciforme inscrita en rectángulo y triple cabecera orientada al norte, que ha venido interpretándose como una posible iglesia, precedente de la arquitectura altomedieval. Las diferencias técnicas con las estructuras tardorromanas (construida con mampostería cogida con barro) y las relaciones estratigráficas (la cimentación se superpone a algunas partes del edificio anterior, del siglo V) permiten considerar su cronología posterior. Así mismo, la existencia de enterramientos en su entorno afianza la idea de su función religiosa (Miguel y Benéitez, 1996: 108 a 122). A 6 920 m al sureste de la ciudad (a unas 4 millas de la puerta sur) se encuentra el asentamiento de Marialba de la Ribera, situado en las inmediaciones de la vía que partía de Legio hacia el sureste, en dirección a Lancia. De este yacimiento se conoce sobre todo la gran basílica martirial excavada en los años 60 por el Instituto Arqueológico Alemán (Hauschild, 1968), recientemente reexcavada9, si bien los estudios actuales muestran una extensión mucho más amplia y una secuencia constructiva más compleja. Las prospecciones geofísicas indican la existencia de un amplio conjunto de construcciones alineadas con viales en una superficie que se extiende al menos 90 m al norte del edificio basilical, la única estructura que aflora unos 2 m sobre el terreno. Varios sondeos realizados por Th. Hauschild en 1968 a unos 400 m al norte localizaron restos de estructuras altomedievales construidas con cantos y barro, así como cerámicas de los siglos V a VII; la dispersión de otros hallazgos alcanza varios cientos de metros más, al menos en dirección norte. El área ocupada se encontraría, por tanto,

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a poco más de 2 millas del Vicus Ad Legionem y el puente sobre el río Torío, distante 1,5 millas de Legio. Además, en las campiñas que se extienden entre Legio, Marialba y Lancia se localizan varios asentamientos rurales más, de pequeña extensión, con una cronología romana y altomedieval, que sin duda formarían parte de un territorio agrícola, frumentario, para el suministro a dichos aglomerados, bien organizado y ordenado desde época altoimperial y que perduró en los tiempos siguientes. El edificio principal de Marialba, de planta basilical con cabecera ultrasemicircular, fue construido en el siglo IV con una potente cimentación y grosor de muros superior al metro (unos 4 pies), mediante un sólido opus caementicium; la cara exterior fue revestida con un revoco encintado, simulando juntas de sillares, pintado en rojo con puntos blancos. El interior fue revestido con un revoco de tono amarillento-beige. Este edificio sería el principal del conjunto arquitectónico, del cual aún desconocemos su extensión real y ordenación espacial, así como su finalidad; quizás podía tratarse de una villa o palatium de una autoridad (¿militar, gubernamental, civil, religiosa, episcopal?) vinculada a Legio –de hecho coetáneo de la construcción de la muralla legionense y el inicio de su transformación urbana–, de la cual el edificio basilical sería el aula o edificio de representación principal, pero sin el carácter de basílica martirial que se le ha atribuido. Su conversión en lugar de culto se produciría, en realidad, en fases posteriores; a partir del siglo V se transformó progresivamente en un espacio funerario y cultual mediante la adición diacrónica de varios elementos como una cabecera triconque inscrita en la inicial ultrasemicircular y una serie de trece tumbas inscritas en ella, lo que parece

Las nuevas excavaciones realizadas en 2009 han sido dirigidas por J.A. Gutiérrez, E. Campomanes y F. San Román, bajo patrocinio de la Fundación para el Patrimonio Histórico de Castilla y León y el Ministerio de Fomento. En la actualidad estamos completando los estudios y análisis de ambas excavaciones, en el marco del proyecto nacional de investigación financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (ref. en nota 1). Extractamos aquí una breve síntesis de esos estudios.

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Figura 7. Marialba: vista general de la excavación desde el norte (2009).

constituir un espacio funerario a modo de mausoleo o martyrium10 focalizado en la cabecera. Las reformas prosiguieron con la construcción sucesiva de cuatro grandes apoyos de bóveda en los ángulos de la nave, un banco perimetral exterior y un nártex o pórtico funerario a los pies, lo que indica la extensión del uso funerario al resto del edificio, convertido entonces en una basílica funeraria. Ya en época visigoda, en los siglos VI-VII, se añadió un baptisterio al exterior noroeste, formado por una pila oval con escalones afrontados y varias estancias en torno suyo, que irían ornamentadas ricamente con mosaicos, vidrios, placas de mármol y otros elementos arquitectónicos como bases, fustes y capiteles reutilizados en diversas tumbas posteriores. Esta incorporación indica claramente el uso como iglesia bautismal o parroquial, para la administración sacramental a una amplia comunidad del entorno. De hecho, en esta época continúan los enterramientos, en el pórtico o nártex y en torno al baptisterio, acompañados en ocasiones de las ofrendas y objetos

característicos de época visigoda: botellas u olpes funerarios, armas (lanzas, cuchillos o puñales), broches de cinturón o anillos (figuras 7 y 8). En el siglo VIII se interrumpe este uso, el edificio es progresivamente desmantelado y reutilizado, tanto en su interior como al exterior, como un asentamiento campesino; restos de hogares sobre los suelos, hoyos de poste para cabañas, pozos de agua y hoyos para almacenamiento de grano irrumpen en el lugar y rompen muros y suelos. El uso religioso y funerario se recuperaría posteriormente, extendiéndose varios siglos (Gutiérrez et al., 2010). En áreas más alejadas de Legio y su área suburbana también se han estudiado recientemente otros asentamientos rurales que contribuyen a caracterizar las distintas formas de explotación del territorio en estos tiempos, como son los poblados de los siglos VI-VII/VIII de El Pelambre (Villaornate) (González Fernández, 2009) o más al sur, ya en tierras zamoranas próximas al Duero, los de Los Billares, Las Hiruelas o La Huesa entre otros (Martín et al., 2000; Nuño, 2003; Gutiérrez 2010), todos ellos asentados en las fértiles campiñas meseteñas y compuestos por Grubenhauser, cabañas con el suelo excavado en la superficie arcillosa, con alzados de madera y barro, y acompañados por hoyos-silo en cuyo interior se han localizado cerámicas y otros restos de esa época. Otro tipo de asentamientos con ocupaciones de esta época son los castros, con recintos fortificados y diferentes estructuras de habitación y producción. En Valencia de Don Juan hemos documentado parcialmente algunas de ellas, junto a cerámicas y otros restos de los siglos V a VII (Gutiérrez y Benéitez, 1996: 113). También en tierras zamoranas del Esla se han excavado los castros de El Castillón de Tábara (Sastre y Catalán, 2012) y San Esteban de Muelas del Pan (Nuño

10. La cabecera triconque se empleó habitualmente en los primeros martyria cristianos romanos; el número trece es igualmente expresivo en la simbología cristiana, repetido en otros martyria e iglesias funerarias romanas y bizantinas (Viñayo, 1970: 564-567).

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y Domínguez, 2002), que ponen de manifiesto importantes obras de fortificación con murallas y fosos, protegiendo viviendas y almacenes en ese mismo periodo. PA R A C O N C L U I R

Las recientes investigaciones arqueológicas de las tierras leonesas, especialmente Legio y su entorno, en la más temprana Edad Media, permiten comenzar a definir un territorio bien ordenado y organizado, con cabeceras jerárquicas en civitates, ya existentes como Asturica o el Castrum Coviacense (Valencia de Don Juan), o nuevas, creadas a partir de centros militares fortificados, como Legio. En este caso, vamos conociendo mejor el proceso de conversión del antiguo campamento legionario en una ciudad altomedieval entre los

siglos VI y VII, con características morfológicas semejantes a los de otras urbes de herencia romana: construcción de poderosas murallas de cubos, mantenimiento de muros y reformas de puertas en los siglos siguientes; reutilización de algunos edificios y calles, junto al desmantelamiento de otros, deconstruyendo la estructura clásica, planificada y ortogonal para crear otra acorde a nuevos patrones de ocupación. A pesar de la impresión de degradación, empobrecimiento y ruralización de los espacios urbanos, a la ciudad siguen llegando productos como las cerámicas finas del Mediterráneo oriental, sigillatas foceas, aquitanas o narbonenses, las sigillatas gálicas grises, y sus imitaciones regionales, lo que indica el mantenimiento relativo de los circuitos comerciales y la actividad industrial.

Figura 8. Marialba: tumba (T-176) con ofrenda funeraria; regatón de lanza sobre el esternón y vasija junto a la cabeza (foto A. Gutiérrez, E. Campomanes, F. San Román).

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Paralelamente, el entorno suburbano fue también adoptando los rasgos propios del entorno de las civitates tardoantiguas: necrópolis antiguas y nuevos cementerios cristianos, con edificios de culto martirial –mauseoleos, martyria, basílicas funerarias y monasterios– que se entrevén en San Marcelo, Santa Nonia y San Claudio, así como en la villa suburbana de Navatejera y el más complejo asentamiento de Marialba. Un rosario de pequeños poblados o granjas se diseminaban en las campiñas del territorio rural, que aparece, por tanto, bien estructurado y organizado en estos tiempos, cada vez menos oscuros.

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