La tematización de lo místico en el Tractatus de Wittgenstein

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Rafael Aritmendi López 50333832B Filosofía del lenguaje (grupo teórico A) Proposición 5.552 del Tractatus lógico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein: “La que necesitamos para comprender la lógica no es la de que algo se comporta de tal y tal modo, sino la de que algo es; pero esto, justamente, no es ninguna experiencia. La lógica está antes de toda experiencia –de que algo es así-. Está antes del cómo, no antes del qué.” Si entendemos, como este primer Wittgenstein, que la lógica constituye la condición de posibilidad del mundo, se puede entender que se diga que la comprensión de la lógica no se dé como una experiencia, en cuanto que es precisamente aquello que hace posible la experiencia. Según Wittgenstein, la forma lógica es aquello que tienen en común la realidad, la figuración y el pensamiento; ella constituye, por tanto, el límite del mundo, que comparte con el lenguaje. Es en este sentido en que la lógica “está antes” de toda presencia actual (hecho) o potencial (estado de cosas) de las relaciones entre objetos, ya que contempla la posibilidad misma de tal relación, independientemente de que tal relación se dé efectivamente o no. En efecto, la lógica no es algo que pueda inducirse del caso, es decir, de la totalidad de hechos que conforma el mundo, puesto que se encuentra, por decirlo así, en un nivel más fundamental, que es el del ya mencionado estudio de la posibilidad de los estados de cosas, al margen de los hechos. No se está hablando aquí de las leyes físicas que condicionan la aparición de objetos, leyes que contemplarían las ciencias naturales, sino más bien del estudio de las relaciones lógico-figurativas que tienen que guardar entre sí los objetos para que aparezcan, bajo las cuales se subsumen los propios principios de la física y, con ellos, los de toda ciencia (y, más en general, todo saber). Desde esta concepción, los hechos que se dan en el mundo no pueden aparecer de una manera diferente a la que ya habría analizado previamente la lógica, puesto que los hechos no son más que la cristalización de los estados de cosas factibles (que no fácticos) ante los que el análisis haya asentido previamente, aceptándolos como posibles dentro del espacio lógico. Lo importante es entender que la comprensión de la lógica no se extrae ateniendo la investigación a la presencia de lo dado; asimismo, aunque la lógica condicione el lenguaje y, consiguientemente, el pensamiento y el mundo, desde la lógica no se infiere este último más que como mera posibilidad. La existencia o no existencia de los hechos que representan las proposiciones requiere de una comprobación empírica que, aunque necesite de la aplicación de la lógica para ser válida, no por ello se sigue de la lógica. En otras palabras, la lógica no puede estudiar lo dado como un objeto distinto de lo no dado pero lógicamente posible: lo que se da es casual, y sobre este carácter de contingencia no puede asentarse la necesidad con la que cuenta la forma lógica. Desde este análisis, el mundo se presenta como un subconjunto de la realidad, entendida ésta como espacio lógico. En consecuencia, las proposiciones que emite la lógica, dibujantes de la línea posibilitadora del mundo a través de la dilucidación de la auténtica estructura lógica del lenguaje, no pueden, en rigor, tratar de nada, por no hablar ya de que puedan darse en la

Rafael Aritmendi López 50333832B Filosofía del lenguaje (grupo teórico A) experiencia. No son otra cosa que tautologías, y es justamente gracias a esa condición por lo que pueden fundamentar todo sentido lingüístico y todo hecho mundano. Tenemos, pues, este supuesto de que hay una configuración lógica que engloba el mundo, el pensamiento y el lenguaje, que identifica a estos tres en su esencia y que puede explicitarse a través de un análisis lógico-lingüístico. Hemos dicho también que esta forma lógica delimita las posibilidades bajo las cuales lo que nos es dado pueda dársenos tal y como se nos da, es decir, traza la frontera entre lo pensable o decible y lo impensable o indecible. Así esbozadas las condiciones de “cómo” se nos aparece el mundo, quedaría, para finalizar este comentario, referirse al “qué”. En efecto: Wittgenstein afirma, en la proposición en cuestión, que la lógica “está antes del cómo”, pero “no antes del qué”. El “qué” del mundo es el simple hecho de que éste exista, de que siquiera sea lo que es. El análisis wittgensteniano pretende trazar los límites del lenguaje desde dentro, sí, pero ello supone un siguiente paso, que es el reconocimiento de lo que está más allá, de lo que queda fuera del mundo. Cerrar el círculo de pensabilidad conlleva admitir un afuera del círculo, que constituye el ámbito de lo místico, del sentimiento e intuición puros. La circunscripción del terreno de lo analizable lógico-lingüísticamente deja abierta la dimensión limítrofe de lo que le está oculto al pensamiento pero que, de alguna manera, existe. Así, el análisis wittgensteniano deriva, a través de la lógica, a lo que se encuentra más allá del ser-así impuesto por las condiciones de la lógica; diremos que el “qué” es lo que excede el “cómo” y sus condiciones de posibilidad: el inexpresable e incondicionado reino del silencio. Pero su inefabilidad no afecta su existencia, pues es la propia lógica del mundo y del lenguaje la que remite intrínsecamente fuera de sí, a ese momento sentimental de intuición de un mundo como todo limitado. Esa limitación es la que precisamente se ha encargado de establecer la lógica, por lo que no cabría dudar, por muy escéptico que se pretenda ser, de ese espacio en el cual no cabe duda alguna debido a que tampoco cabe ninguna pregunta. De esta forma, aunque la lógica esté antes del “cómo” que, por así decir, contiene, no está antes de ese “qué” incondicionado. Como dice Aubenque, “podríamos multiplicar estos ejercicios de estilo destinados a decir, o más bien a mostrar, lo que no se puede decir”*, así como analizar la naturaleza de esta mostración y del papel crítico que jugaría la filosofía con respecto a estas delimitaciones, pero nos parece una empresa demasiado ambiciosa para el propósito de este breve comentario. Preferimos finalizar citando una proposición del propio Wittgenstein: “6.522: Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico.”

*Aubenque, Pierre, ¿Hay que desconstruir la metafísica? Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2012, páginas 52-53

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