LA TÉCNICA DEL PERFIL EN LA INVESTIGACIÓN CRIMINAL

October 8, 2017 | Autor: E. García Ayala | Categoría: Criminology, Asesinos En Serie
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Descripción

Publicado en Garrido, V. (2003) Psicópatas y otros delincuentes violentos. Valencia: Tirant lo blanch. Pp. 305-368.

LA TÉCNICA DEL PERFIL EN LA INVESTIGACIÓN CRIMINAL Luz Anyela Morales 11 1. Introducción Cada vez es más frecuente que la ocurrencia de crímenes violentos y, especialmente de aquellos que presentan características extrañas (como la desaparición de víctimas, algún mensaje o símbolo empleado por el agresor, la evidencia de rituales durante la comisión del delito, etc.), demanden respuestas de expertos y de profesionales que ayuden a entender las razones que tiene una persona para cometer estos actos, y que provean información útil para identificar y dar captura al responsable. En este sentido, los delitos cometidos en serie han recibido particular atención dados los grados extremos de violencia y el número elevado de víctimas que les caracteriza. Los homicidios en serie son un ejemplo de ello, frecuentemente las víctimas de estos delitos son atacadas sexualmente, mutiladas, acuchilladas, estranguladas o golpeadas. Además, aunque el homicidio en serie se define por un mínimo de tres muertes causadas por el mismo individuo en diferentes momentos y lugares (Douglas y Burgess, 1986), muchas veces el número de víctimas supera esta cifra. Por ejemplo, en un estudio realizado por Godwin (2000) en Estados Unidos, 107 asesinos seriales fueron responsables de la muerte de 728 personas –7 en promedio por cada delincuente-; y en algunos casos individuales se han registrado cifras aún más sorprendentes, como en el de Ted Bundy, a quien se le atribuyen entre 28 y 36 muertes de mujeres en Estados Unidos, y el de Alfredo Garavito, responsable del asesinato de más de 140 niños en Colombia. En situaciones como estas, diferentes disciplinas aportan sus conocimientos para resolver el caso en el menor tiempo posible y, con ello, reducir el número de futuras víctimas. En esta tarea, recientemente, se ha dado especial atención al aporte que puede hacer la técnica de elaboración de perfiles; aunque no sin suscitar dudas acerca de su utilidad. En este contexto, los perfiles han sido simultáneamente defendidos y criticados. Vistos algunas veces como un proceso exitoso que aporta conocimiento invaluable a la investigación criminal, y otras, como un procedimiento poco válido que puede desviar irreparable e innecesariamente la investigación, los perfiles han sido empleados en el análisis de casos reales y su aplicación es cada vez mayor. Por lo anterior, el objetivo de este capítulo es presentar una revisión de los recursos teóricos, empíricos y metodológicos en los que se fundamenta la técnica del perfil. Así, se abordan los matices de los argumentos en su favor y en su contra, y las posibilidades que ofrece dentro de la investigación criminal. Finalmente, se exponen tres casos, como ejemplos de la aplicación de esta técnica en España. 1

Profesora Universidad Católica de Colombia. Becaria Agencia Española de Cooperación Internacional: Programa de Doctorado en Comportamiento Social de la Universidad Autónoma de Madrid. Correo electrónico: [email protected]

2 2. ¿Qué es el perfil criminológico del delincuente? Empecemos por una definición del tema que nos ocupa. El perfil criminológico es una técnica que busca describir, explicar y predecir las características demográficas (edad, sexo, ocupación) y psicológicas (rasgos de personalidad, motivación) de la persona que ha cometido un delito y de quien se desconoce su identidad. Con tal fin recoge información de la escena del crimen, de la víctima, de los testigos y de los documentos relacionados con el caso. Geberth (1981), por ejemplo, describe los perfiles como un intento académico para dar información específica acerca de cierto tipo de sospechosos; Ressler, Burgess, Hartman y Douglas (2000) los definen como una técnica para identificar las características importantes de la personalidad y del comportamiento de un individuo, con base en la información de los delitos cometidos por él; Canter (1995) se refiere a los perfiles como un proceso de inferencia de las características de un delincuente a partir de la manera en que actúa cuando comete un delito; y Pinnizzotto (1984), como el proceso mediante el cual el investigador utiliza la información de los escenarios en que ocurren los delitos y de las víctimas para explicar el tipo de persona que pudo cometer los crímenes. En resumen, los perfiles son una técnica que a partir de los datos disponibles sobre el delito, el escenario donde ocurrió y la víctima, aporta información sobre las características del responsable. Aunque con frecuencia la literatura especializada en este tema se refiere a los perfiles con la denominación de “psicológicos”, en este capítulo nos referimos a ellos con el apelativo de “criminológicos”, en razón de que involucran información adicional a la psicológica y se fundamentan en los conocimientos derivados de la criminología. Los perfiles de ninguna manera sustituyen otros procedimientos como la recolección de evidencia física (por ejemplo, fluidos corporales, cabellos, huellas dactilares, armas, etc.) o el examen médico – forense. Tampoco revelan la identidad específica del delincuente (Ressler et al., 2000). 3. Aplicación de los perfiles El empleo de la técnica de elaboración de perfiles se ha planteado tanto en la fase de investigación criminal, en la que se desconoce el autor de un crimen; como en las fases en que, una vez identificado el delincuente, la policía debe interactuar con él. En la primera fase, cuando el autor de un delito es desconocido, se ha propuesto que los perfiles pueden ser útiles en las siguientes tareas: 1) 2) 3)

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Determinar si varios delitos están relacionados y si corresponden con el mismo autor. Explicar los motivos que pudo tener el delincuente para cometer sus crímenes y a través de ellos entender su comportamiento (Wrightsman, 2001). Hacer inferencias sobre las características del delincuente y compararlas con grupos de sospechosos, esto permite excluir a aquellos sujetos que no se ajustan al perfil e incluir a otros que no se habían considerado previamente (Canter, 1995; Salfati y Canter, 1999; Ressler et al., 2000; Wrightsman, 2001; Petherick, 2002); Asesorar con relación a la información que debe difundirse en los medios de comunicación para lograr reacciones específicas de los delincuentes, por

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ejemplo, presionarles para que cometan errores, motivarles para que establezcan algún tipo de comunicación con las autoridades, etc. Predecir el comportamiento futuro del delincuente con respecto a la comisión de nuevos delitos, el tipo de víctima y el lugar de sus próximas actuaciones, e incluso, sobre la posibilidad de que incremente sus niveles de violencia.

Por otro lado, una vez se conoce al responsable de los hechos, los perfiles pueden proveer información importante para el diseño de estrategias que permitan interactuar efectivamente con los delincuentes durante los interrogatorios y en los procesos de negociación (Ressler et al., 2000; Wrightsman, 2001). Respecto al tipo de delito en el que es aplicable el perfil, diversos autores están de acuerdo en que esta técnica es útil en los casos en los que la hipótesis más probable es un crimen serial, especialmente en los delitos de violación, homicidio y piromanía (Canter y Alison, 1999; Godwin, 2000; Ressler et al., 2000). Desde esta perspectiva, se asume que los datos que se obtienen a partir de varias escenas del crimen y de distintas víctimas permiten a la policía acceder a mejor y mayor información acerca del delincuente, que los casos de un único delito y de una sola víctima. Algunos autores como Ressler et al. (2000) también sugieren la aplicación de los perfiles en otros tipos de delitos como las amenazas, las falsificaciones, los casos de toma de rehenes y el secuestro. Sin embargo, otros autores como Holmes y Holmes (1996) plantean la dificultad de aplicar esta técnica en delitos que no se presentan en serie y que son de naturaleza tan distinta como la falsificación y el secuestro. Lo cierto es que aunque existen algunos estudios sobre la elaboración de perfiles en delitos como los mencionados antes, así como en el allanamiento de morada y en el robo (Brown y Bentley, 1993), la investigación se ha enfocado principalmente en los delitos de homicidio y violación. Por ello, este capítulo se centra en estos últimos. 4. Metodología En cuanto a la manera de elaborar los perfiles, básicamente se pueden distinguir dos tendencias: la clínica y la estadística (Garrido, 2000; Garrido, Stangeland y Redondo, 2001; Petherick, 2002). Veamos en qué consiste cada una de ellas. El enfoque clínico En la metodología clínica, la persona o equipo encargado de elaborar el perfil estudia casos individuales y los compara con su experiencia acumulada –que supone muchos estudios de caso analizados-. El procedimiento es similar al empleado para hacer diagnósticos clínicos: se basa en la tradición de la psiquiatría forense y de la psicología clínica. Los profesionales usan criterios que varían en función de su conocimiento sobre la personalidad, los trastornos psicológicos y, en general, de su formación para explicar la conducta. Esta aproximación es diagnóstica y corresponde con la lógica deductiva en la que a partir de la observación de detalles del crimen se infiere e interpreta la personalidad del agresor. Desde esta perspectiva es posible llegar a conclusiones acertadas al tradicional estilo del personaje Sherlock Holmes. Uno de los ejemplos más citados en la literatura sobre

4 perfiles y que constituye un antecedente histórico importante de este método es el clásico perfil realizado por el psiquiatra James Brussel (Garrido, 2000; Wrightsman, 2001). El caso del bombardero loco Desde 1940 y durante 16 años, alguien colocó una serie de bombas en diferentes sitios en Nueva York. Aunque en principio los artefactos eran pequeños e inefectivos, cada vez se hicieron más peligrosos. La primera bomba se encontró en el edificio de la compañía Edison y junto a ella una nota que decía: “Con Edison, ladrones –Esto es para ti”, y firmaba “F.P.”. En 1941 la policía recibió una carta que decía “no haré más bombas mientras dure la guerra, mi sentimiento patriótico me ha hecho decidirlo así. Después yo haré justicia a ConEdison, ellos pagarán por lo que hicieron, F.P.” (Brussel, 1968, citado por Wrightsman, 2001). Por lo menos 16 cartas más fueron recibidas en la compañía eléctrica Con-Edison, el New York Times, varios hoteles, teatros y supermercados en Nueva York. En 1950 se encontraron seis bombas más que, aunque no explotaron, sí suscitaron el pánico en la ciudadanía. La policía y los periódicos empezaron a denominar “loco” al autor de los atentados debido a que en sus cartas y llamadas telefónicas daba mensajes que contenían una mezcla de emociones que iban desde la amenaza hasta la disculpa. En algún mensaje admitió: “no estoy bien” (Brussell, 1968, citado por Wrightsman, 2001). Se siguieron poniendo bombas, y en 1956 una de ellas hirió gravemente a 6 personas. La policía estableció contacto con el psiquiatra James Brussel para que les proporcionara información sobre el tipo de persona que podría cometer estos actos. Brussel hizo el siguiente perfil: “Es un hombre soltero. De mediana edad -de 40 a 50 años-, introvertido. Solitario, aunque quizás vive con una pariente. De constitución bien proporcionada. Poco sociable pero no antisocial. Posee habilidades relacionadas con la mecánica. Es diestro en el uso de herramientas. Despectivo con los demás. Especialmente vulnerable a las críticas que recibe de su trabajo. Aunque puede disimular su disgusto, con el tiempo puede llegar a ser violento. Es una persona pulcra. De buena educación. De origen extranjero, probablemente eslavo. Religioso. Siente resentimiento y va en aumento. Trabaja o trabajó con la compañía Edison. Probablemente se trata de un caso de paranoia progresiva. Posiblemente envía las cartas desde algún sitio ubicado en el trayecto desde su casa hasta Nueva York. Cuando lo capturen, llevará una americana cruzada con dos filas de botones” (Brussel, 1968; citado por Wrightsman, 2001). Brussel persuadió a la policía de poner la información de su perfil en los diarios para que al leerlo el responsable intentara ponerse en comunicación con ellos o cometiera algún error. Y así lo hizo, llamó a Brussel y escribió varias cartas para explicar algunas imprecisiones del perfil, además delató su profundo rencor a la compañía Edison. En 1957 el autor de las bombas fue capturado después de que la policía hallara en los archivos de la compañía un incidente ocurrido con un antiguo empleado. George Metesky había sufrido un accidente laboral y bajo la excusa del daño sufrido seguía recibiendo su salario sin ir al trabajo; después de unos meses se descubrió que no tenía tal incapacidad y fue despedido. Durante 3 años envió cartas de reclamo e intentó demandar a la compañía. Después desapareció.

5 Metesky era un hombre bien proporcionado de 54 años, de origen polaco, soltero, que residía en una casa con dos hermanas mayores y, sorprendentemente, llevaba una americana cruzada con dos filas de botones. Una vez capturado admitió ser el “loco de las bombas” y explicó que su firma F.P significaba “Fair play” (juego limpio). Fue internado en un hospital psiquiátrico en 1957 y liberado en 1973 con el diagnóstico de curado. Murió en 1994. El Dr. Brussel llegó a estas conclusiones después de analizar el contenido de las cartas y de las llamadas de Metesky. Observó que el autor de las bombas había mantenido una idea fija durante 16 años. Dentro de las clasificaciones de trastornos mentales, la paranoia caracteriza a las personas capaces de mantener el resentimiento durante mucho tiempo, de allí su deducción de que el responsable de las bombas padeciera una paranoia progresiva. Dado que la paranoia se relaciona con sentimientos de superioridad, esto permitió a Brussel hablar del sentimiento despectivo hacia los demás y de sus posibles reacciones violentas ante las críticas. Otras características asociadas 2

El lector ha de considerar que en la época en que se realizó el perfil la moda no ofrecía tantas posibilidades como actualmente. De tal forma que inferencias como estas serían difíciles hoy en día. Con la paranoia, como la pulcritud y las conductas obsesivas, permitieron a Brussel relacionar la letra meticulosa del “loco de las bombas” con una persona ordenada que llevaría una americana cruzada2. La edad fue calculada teniendo en cuenta el patrón de inicio de la paranoia (entre los 25 y los 30), el tiempo que tarda en desarrollarse (con frecuencia hasta 10 años), la fecha de la primera bomba y el año en que se realizó el perfil. De esta forma la edad del responsable no podía ser menor a 40 años, entendiendo que habían transcurrido 16 desde el primer atentado. La educación fue deducida por el vocabulario y el contenido de las cartas. Sin embargo, dado que había palabras de uso poco frecuente y la redacción mostraba patrones similares a los de una traducción textual, el psiquiatra concluyó que se trataba de un extranjero. Señaló que probablemente era eslavo porque el origen de muchos inmigrantes de los Estados Unidos era ese, y específicamente Polonia, porque las bombas habían sido usadas generalmente en Europa Central. El dato de la contextura física fue concluido a partir de las clasificaciones del psiquiatra alemán Ernest Ketschmer. En ellas, el 85% de los paranoides tenían una constitución atlética. El informe del Dr. Brussel fue un antecedente importante de los perfiles criminológicos y ha influido en gran medida la manera en que se realizan actualmente. La aproximación del FBI A partir de casos como los analizados por el Dr. Brussel, varios agentes de la policía de los Estados Unidos se interesaron en la técnica del perfil. Pat Mullany y Howard Teten tuvieron una incidencia importante en su difusión. Mullany hablaba de un rango de conducta anormal presente en el comportamiento delictivo, mientras que Teten discutía sobre cómo esa conducta se podría determinar desde la evidencia encontrada en el lugar de los hechos. Éste enseñó el primer curso sobre perfiles (llamado psicología aplicada) en la Academia Nacional del FBI en 1970 (Cannel, 1996).

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Pat Mullany expandió el concepto de perfil dentro del área de la lingüística forense (en delitos como el rapto, el secuestro, la extorsión y las amenazas en cartas bombas) y Howard mantuvo relación con el Dr. Brussel para aprender más sobre su método. A partir de esta experiencia y con la iniciativa del agente Jack Krisch, en 1972 se creó la Unidad de Ciencia del Comportamiento en el FBI (Cannel, 1996). En 1978, cuando Teten salió de la Unidad de Ciencias del Comportamiento, el trabajo de elaboración de perfiles fue continuado por los esposos Burgess, Robert Ressler y John Douglas (Garrido, 2000; Petherick, 2002). En 1981 el FBI estableció el Programa de Aprehensión de Criminales Violentos (Violent Criminal Apprehension Program – VICAP). El éxito de este programa, junto con el de perfiles psicológicos, llevó a la creación del Centro Nacional para el Análisis del Crimen Violento en 1984 (Wrightsman, 2001). Basado en el conocimiento y la experiencia del trabajo con múltiples casos, el equipo del FBI propuso un modelo que permitiera identificar el “qué” del delito, el por qué –la motivación –, y finalmente el “quien” –el responsable- (Ressler et al., 2000). Este modelo provee una estructura de pasos a seguir en la elaboración del perfil y un conjunto de variables de las cuales se puede obtener información para aplicar esta técnica. El método se puede resumir en seis puntos (Douglas, Ressler, Burgess y Hartman, 1986; Ressler et al., 2000): (1)

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La recolección y la evaluación de la información obtenida a partir de la escena del crimen o de sus fotografías, del estudio de los antecedentes de la víctima y de los documentos disponibles sobre el caso. El objetivo consiste en tener la idea más precisa posible de lo que ocurrió antes, durante y después del delito. Se establece la causa de muerte, el arma utilizada y las características de la víctima (edad, sexo, ocupación, etc.). La toma de decisiones acerca de la organización de la información disponible del caso en categorías significativas. En este punto se determina el tipo y estilo del delito. Por ejemplo, en los casos de homicidio se establece si se trata de un delito en serie –varios homicidios cometidos en diferentes momentos y lugares por el mismo agresor, con un periodo de enfriamiento emocional-; múltiple – 3 ó más muertes en un mismo episodio, momento y lugar-; o itinerante – dos o más muertes y lugares, sin presentar un periodo de enfriamiento emocional-. Se identifica la información que puede indicar el motivo del delincuente. Por ejemplo, la satisfacción sexual, la venganza, la obtención de algún beneficio como el dinero, etc. Se evalúa el conjunto de hechos que hizo vulnerable a la víctima, es decir, las condiciones que facilitaron que fuera escogida por el agresor. Por ejemplo, los horarios habituales, la ocupación y las características físicas. También se evalúa el riesgo asumido por el delincuente con respecto a las condiciones en que se cometió el delito, y su relación con la probabilidad de ser identificado y capturado: la cantidad de tiempo que tardó, la presencia de testigos, las rutas de escape, etc.

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La reconstrucción de la posible secuencia de los sucesos y del comportamiento de la víctima y del agresor. El análisis de la información obtenida y la construcción del perfil. La comparación del perfil con las características de los sospechosos. La evaluación del proceso mediante la comparación entre el perfil y las características de la persona que es detenida y condenada por el delito o los delitos analizados. El objeto de este último punto es evaluar los aciertos y las equivocaciones de las predicciones realizadas en el perfil.

El enfoque estadístico Este enfoque se basa en los conceptos y métodos de la psicología experimental. En él, se formulan hipótesis que se someten a prueba mediante análisis estadísticos (Garrido, 2000). Este procedimiento corresponde con la lógica inductiva, en la que es necesario tomar información de varios casos y probar hipótesis sobre la co-ocurrencia de varias características. Quizás el antecedente histórico más importante de esta línea sea el ocurrido en Inglaterra en 1985. Algunos agentes de Scotland Yard estaban preocupados por una serie de ataques y violaciones a mujeres denunciados en el norte de Londres. La policía llamó al psicólogo David Canter para discutir la posibilidad de integrar la información del caso con los conocimientos de la psicología. Aunque Canter en principio no estuvo seguro de que esto pudiera hacerse, decidió aplicar algunos de los métodos de la psicología ambiental y experimental para desarrollar un perfil (Canter, 1995). Su informe tuvo 17 puntos, en ellos mencionaba la zona probable en la que podría vivir el delincuente, su estado civil, y una descripción del tipo de relaciones interpersonales que mantendría con personas diferentes a las víctimas. El perfil se comparó con los datos de 5.000 delincuentes que la policía tenía en sus archivos; esto permitió reducir el círculo de sospechosos a aquellos que se ajustaban a la descripción del perfil. Con base en esta información la policía arrestó a John Duffy. La evidencia encontrada en su casa permitió condenarle por la muerte de siete mujeres. El perfil acertó en 13 de los 17 puntos. Canter continúo interesado en el estudio de los perfiles. Actualmente lidera una línea de investigación acerca de los aportes que puede hacer la psicología experimental a la investigación criminal, dando lugar a un campo que ha denominado “psicología investigativa” (Canter y Alison, 1999; Canter y Youngs, 2002). La aproximación de David Canter Canter empezó por revisar la evidencia disponible sobre la validez de los perfiles, es decir, su capacidad para inferir las características de delincuentes desconocidos a partir de la información de sus crímenes. Encontró grandes deficiencias en el método, llamó la atención sobre el gran número de variables implicadas en este procedimiento y sobre el poco respaldo empírico de las relaciones que se asumen entre ellas (Canter, 1995; Canter y Alison, 1999). También explicó que, pese a que gran parte del fundamento y aplicación de los perfiles está en los procesos psicológicos, no se habían realizado estudios empíricos sobre ellos en relación con la técnica del perfil (Canter y Alison, 1999). En este contexto, Canter planteó la necesidad de diseñar estudios con mayor rigor metodológico que permitieran, de un lado, identificar las variables de la escena del crimen y del delincuente relevantes para la elaboración de perfiles; y de otro, evaluar empíricamente las relaciones existentes entre ellas. Además, propuso el empleo de grandes muestras de

8 casos resueltos en los que el responsable estuviera cumpliendo una condena, de tal forma que los resultados de estos estudios luego pudieran aplicarse al análisis de casos específicos. El autor se basó en tres conceptos generales sobre el comportamiento humano: (a) La variabilidad, que se refiere a características únicas de una persona que le hacen diferente de otras; (b) La similitud, que representa las características típicas de subgrupos a los que la persona pertenece; y (c) La consistencia, que describe la posibilidad de que algunas características de la conducta se mantengan a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones. A partir de estos conceptos, Canter formuló cuatro hipótesis: La primera, plantea que de acuerdo con el concepto de variabilidad, la conducta de los delincuentes durante sus delitos tendrá aspectos únicos que harán a los escenarios de los delitos diferentes unos de otros. Esto quiere decir que se encontrarán diferencias entre los crímenes con respecto a los métodos que utiliza el agresor para aproximarse a la víctima, para controlarla, para matarla -o para violarla-, para ocultar la evidencia, etc. Este conocimiento permitirá distinguir diferentes estilos de distintos delincuentes. La segunda, propone la posibilidad de distinguir a unos delincuentes de otros en función de algunas características útiles para su identificación y captura. Por ejemplo, sus antecedentes delictivos, su impulsividad, su proximidad con la zona en que ocurren los hechos, etc. De acuerdo con esta hipótesis, los responsables de un mismo tipo de delito diferirán en algunas características personales y en su historial delictivo. La tercera, estima que la existencia simultánea de variabilidad y similitud hará posible identificar subgrupos de escenas del delito y de delincuentes que presenten algunas características en común. Esto permitirá establecer tipologías tanto de las escenas del crimen como de los delincuentes. La cuarta, sugiere que la consistencia de la conducta llevará a encontrar elementos comunes entre las acciones del delincuente durante la comisión del crimen y algunas características de su conducta en otras esferas de su vida. De ser así, se encontrarán relaciones entre los diferentes estilos identificados en las escenas del crimen (confirmación de la primera hipótesis) y los distintos tipos de delincuentes (confirmación de la segunda hipótesis). Para probar sus hipótesis, Canter ha desarrollado un modelo denominado “faceta temática” o “aproximación temática”. El modelo propone la existencia de facetas tanto en las acciones ocurridas durantes los delitos, como en las características de los delincuentes. Las facetas son categorías conceptuales a partir de las cuales se pueden establecer clasificaciones. Por ejemplo, los delitos podrían clasificarse en función de las facetas de tipo de violencia, grado de planificación, etc.. Por otra parte, los delincuentes podrían distinguirse unos de otros, teniendo en cuenta facetas como el historial delictivo o la familiaridad con la zona en que ocurrieron los hechos, tal como se presenta en el cuadro 1. A su vez, en cada faceta se pueden distinguir diferentes matices que dan lugar a los temas. Los temas son conjuntos de acciones que reflejan aspectos dominantes del estilo del delincuente durante la comisión de sus crímenes, que pueden relacionarse con los aspectos dominantes de las características de los agresores. Como se presenta en el

9 cuadro 1, la faceta tipo de violencia plantea la existencia de dos temas: uno caracterizado por el predominio de la violencia expresiva, y otro, por la instrumental. En la faceta de planificación, también se pueden identificar dos temas: la premeditación y la impulsividad. Además, los temas pueden relacionarse entre sí, dando lugar a clasificaciones más complejas. Volviendo a los temas descritos en el cuadro 1, podrían identificarse diversas combinaciones entre ellos. Por ejemplo, se pueden encontrar delitos en los que se emplea la violencia expresiva (de la faceta 1) y que también evidencian un grado mínimo de planeamiento (tema de impulsividad en la faceta 2), constituyendo un nuevo tema denominado: expresivo – impulsivo; o delitos en los que predomina la violencia instrumental y hay un alto grado de planeamiento, en cuyo caso el tema sería: instrumental –cognitivo. Cuadro 1. Ejemplos de facetas y temas. Fuente: elaboración propia. Facetas de las acciones que ocurren durante el delito Faceta 1: Tipo de violencia Faceta 2: Grado de planificación Temas A. Expresiva A. Delitos planeados o B. Instrumental cognitivos B. Delitos impulsivos o de oportunidad Facetas de las características de los delincuentes Faceta 3: Historial delictivo Temas

Faceta 4: Familiaridad con la zona en que ocurrió el delito A. Historial de delitos A. Conocimiento de la zona. contra la propiedad. B. Desconocimiento de la B. Historial de delitos zona contra las personas. C. Sin historial

Veamos, de manera general, el procedimiento y los fundamentos del modelo desarrollado por Canter. Lo primero que se hace es someter a prueba cada una de las hipótesis planteadas antes. La primera hipótesis a evaluar es la existencia de características predominantes que revelen diferencias entre las escenas del delito analizado. Para ello, se revisan los archivos policiales y se identifican las variables que proporcionan información sobre lo que ocurrió en cada uno de los casos tomados en la muestra. Estas variables se organizan en una matriz que permite el registro de su presencia (1) o de su ausencia (0). En el cuadro 2 se presenta parte de una matriz en la que se registra la información de la escena del crimen de un grupo de asesinos en serie. Los datos de la primera columna representan a cada uno de los delincuentes, los de la primera fila la descripción de cada una de las variables identificadas y los del centro los registros para cada caso. Por ejemplo, los datos de la matriz del cuadro 1 indican que el primer sujeto usó un cuchillo para intimidar a la víctima, la ató con su propia ropa, tuvo sexo post mortem con ella y no escondió su cuerpo. Cuadro 2. Ejemplo de una matriz de datos. Fuente: Adaptación a partir de Godwin (2000), p. 54.

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Sujetos

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Acciones identificadas en la escena del crimen Usó un Ató a la Escondió el Hubo sexo cuchillo víctima con su cuerpo postmortem para propia ropa intimidar 1 1 0 1 0 1 0 1 1 0 1 0 1 0 1 1

Una vez se tiene el registro de todas las variables identificadas para todos los casos, se evalúan su similitud y su variabilidad. Esto se hace mediante la aplicación de un procedimiento estadístico multivariado denominado “Smallest Space Analysis” -SSA- (el análisis del espacio más pequeño). Este procedimiento, basado en el “principio de contigüidad” y en la aplicación de coeficientes de asociación, evalúa la frecuencia de cada una de las variables en todos los crímenes analizados (sumatoria de cada una de las columnas) y la co-ocurrencia de variables en cada uno de los delitos por separado (análisis de los datos registrados en las filas). El SSA presenta sus resultados en un plano en el que las variables aparecen distribuidas en función de dos criterios: la especificidad, que se refiere a la frecuencia; y el énfasis temático, que designa al conjunto de variables que se agrupan en el plano y que indican la existencia de los temas. La distancia entre las variables ubicadas en el plano indica el grado de relación entre ellas, de tal forma que a mayor cercanía mayor relación. En el cuadro 3 se muestra una representación de los resultados de un análisis de frecuencia. Tal como lo explican Canter y Youngs (2002), la distribución de las variables se puede representar con una estructura de círculos concéntricos. En el centro se agrupan las variables que se presentan con mayor frecuencia en el grupo de delitos que se está analizando –estas variables se representan con nueve pequeños cuadros en el círculo central del cuadro 3-. A medida que las variables se apartan del centro, presentan menor frecuencia. Así, en el centro se encuentran las variables que no permiten distinguir entre un delito y otro, ya que son demasiado frecuentes, y en la periferia se ubican las variables que por su menor frecuencia permiten hacer distinciones entre las escenas del crimen estudiadas- estas se representan con 18 cuadros dibujados en el último círculo-. Las variables que se presentan en menos del 10% de los delitos se excluyen, ya que por su poca frecuencia tampoco permiten hacer clasificaciones. Cuadro 3. Criterio de frecuencia para evaluar la variabilidad de las características de la escena del delito de acuerdo con el modelo de David Canter. Fuente: Elaboración propia a partir de la explicación del modelo de facetas (Canter y Firtzon, 1998; Canter y Salfati, 1999; Canter y Youngs, 2002). Por ejemplo, si todos los crímenes ocurrieran en fin de semana, esta información se encontraría en el centro de la estructura y representaría el 100% de los casos, con lo cual la variable “días de ocurrencia” no sería un criterio válido para distinguir entre los delitos que

11 se estén analizando. De otro lado, si encontramos que sólo algunos delincuentes asesinan a su víctima con sus propias manos (20%) y otros con un arma (15%), la variable “tipo de arma utilizado para causar la muerte”, permitiría hacer alguna distinción entre los crímenes, y estas variables se encontrarían en la periferia del esquema. En cuanto al criterio de énfasis temático, el SSA permite identificar agrupaciones de variables que indican la existencia de temas dominantes en las escenas de los delitos. Para explicarlo veamos el cuadro 4. Aunque tiene la misma distribución por frecuencias del cuadro 3, esta vez cada variable tiene un color. Estos colores –negro, blanco y gris- representan las agrupaciones entre variables. Además, hay otra diferencia respecto al cuadro 3: en el último círculo, se detallan unas líneas que separan los cuadros de acuerdo con el color. Estas divisiones indican la diferenciación de escenas con base en un tema común a estas variables. Por ejemplo, los cinco cuadros de color negro que se encuentran en el último círculo de la figura concéntrica del cuadro 4, podrían indicar un grupo de conductas como las siguientes: quemar el cadáver, no dejar semen en la escena del crimen, utilizar guantes, esconder el arma y robar pertenencias de la víctima. Su agrupación indicaría que existe un elemento común en todas ellas –un tema denominado planificación del delito- que en el cuadro se ha llamado Tema B-. De la misma manera, las agrupaciones de cuadros blancos y grises en este último círculo –el más externo- representarían otros temas. Por ejemplo, los cuadros blancos pueden indicar el tema de delitos expresivos con bajo nivel de planeamiento (Tema A). El lector también tiene un ejemplo de la distribución espacial del SSA en el análisis de delitos sexuales que se presenta en la figura 1 del capítulo 6. En el centro se encuentran las características comunes a todas las violaciones , y alrededor de él se identifican cinco temas que corresponden con diferentes estilos de los agresores en sus delitos. Cuadro 4. . Criterio de énfasis temático para evaluar la variabilidad de las características de la escena del crimen de acuerdo con el modelo de David Canter. Fuente: Elaboración propia a partir del modelo de facetas (Canter y Firtzon, 1998; Canter y Salfati, 1999; Canter y Youngs, 2002)

Tema C Una vez evaluada la existencia de temas en las escenas de los crímenes, se somete a prueba la segunda hipótesis sobre la existencia de temas en las características e historial de los delincuentes. Para ello, se revisan expedientes y otros documentos que aportan información sobre las características de las personas que han sido condenadas por los delitos analizados. Se establece la información que puede ser útil para su identificación y captura: datos sociodemográficos, antecedentes delictivos, historial personal, etc., y se siguen los mismos pasos que en la evaluación de la escena del crimen. La identificación de temas o elementos comunes en grupos de variables, tanto de la escena del delito como de los delincuentes, permite probar la tercera hipótesis acerca de la existencia de subgrupos de escenas del delito y de los sujetos responsables.

12 Finalmente, se evalúa la cuarta hipótesis que plantea la relación entre los diferentes temas identificados en las escenas de los crímenes y los distintos tipos de delincuentes. Esta hipótesis tiene su fundamento en el concepto de consistencia del que se habló antes. Canter propone, a partir de la teoría narrativa de McAdams (1988; citado por Godwin, 2000), que algunos aspectos del comportamiento del delincuente se mantienen estables en diferentes delitos y en otras esferas de la vida del individuo. Según esta teoría, la gente vive sus vidas como una historia en la que ellos mismos son el personaje central y en la que es posible identificar algunos temas que pueden explicar su conducta. Esto, aplicado al estudio de los perfiles, significa que las historias que se expresan en las acciones y rastros presentes en los escenarios del delito son un reflejo de la historia general del delincuente (Canter, 1989, 1995). Con base en teorías sobre la interacción social como las de Heusman y Eron (1984), Canter explica que estas historias muestran estrategias que el individuo ha aprendido a lo largo de su vida. Según su planteamiento, las personas contamos con un guión o esquema cognitivo que empleamos para relacionarnos con los demás y que ha sido aprendido a través de la experiencia. Como lo explica Garrido (2000), el guión es el resultado del almacenamiento cognitivo de experiencias que se repiten frecuentemente. Así, las personas reaccionamos de manera rápida ante las situaciones utilizando este guión y no pensando lo que deberíamos hacer en cada situación. Estos guiones o estrategias cognoscitivas se verían reflejados en los temas identificados en la escena del crimen y en las características de los delincuentes, de tal forma que la manera en que los sujetos se relacionan con sus víctimas debería proveer información sobre la manera en que el sujeto se relaciona con otras personas en su vida. Estas relaciones se evalúan a través de procedimientos estadísticos como coeficientes de correlación (Canter y Fritzon, 1998), el mismo SSA (Salfati y Canter, 1999) o técnicas como la del Partial Order Scalogram Analysis -POSA- (Análisis de orden parcial) que evalúa a los individuos con respecto a un atributo multivariado- (Godwin, 2000). El análisis estadístico permite saber si los delincuentes que presentan determinados temas en sus características e historial, corresponden con un tipo específico de escena del delito. En resumen, el método propuesto por Canter es quizás el mejor ejemplo del uso de técnicas multivariadas en la investigación y elaboración de perfiles. En él se recoge información de varios casos y se prueban hipótesis sobre las acciones que ocurren durante la comisión de un delito (respondiendo las preguntas de cuándo, dónde y a quién) y su relación con las características del delincuente que lo ha cometido (información que pueda ser útil para identificarlo y capturarlo). Posteriormente, los resultados de estos estudios se comparan con los crímenes de un delincuente desconocido con el fin de establecer similitudes y formular hipótesis que aporten información valiosa para la solución del caso. De esta forma, aunque se utilizan datos post hoc para los análisis, los resultados revelan relaciones a priori entre las variables. 5. Conocimiento disponible para realizar los perfiles La aplicación de los enfoques metodológicos expuestos –clínico y estadístico- ha generado un conjunto de conocimientos que constituye la base teórica y empírica de los perfiles criminológicos.

13

A continuación se revisa este conocimiento. Para ello, se parte de las preguntas que, generalmente, se plantean la persona o el equipo encargado de realizar un perfil de un delincuente desconocido: ¿qué información debe incluirse en el perfil?, ¿qué datos deben tenerse en cuenta para realizarlo? y ¿cuál es la fiabilidad de esta técnica? 5.1. Contenido del perfil Con relación a la primera pregunta, la literatura revela cierto consenso en que el perfil debe contener una descripción del delincuente con respecto a datos demográficos, antecedentes delictivos, factores psicológicos, tipo de relación con la víctima y zona en la que probablemente vive o realiza sus actividades cotidianas (Douglas et al. 1992; Garrido 2000; Godwin, 2000; Kocsis, Irwin, Hayes y Nunn, 2000; Ressler et al. 2000; Writtgsman, 2001; Canter y Youngs, 2002). Además, el perfil debe responder preguntas acerca de la correspondencia del crimen que se está analizando con otros delitos similares, hacer predicciones acerca del comportamiento futuro del delincuente en relación con nuevos crímenes y sugerir estrategias para interactuar con el delincuente. En el cuadro 5, se detallan los puntos que podría contener un perfil. Cuadro 5. Estructura y contenido de un perfil Perfil 1. Correspondencia del delito analizado con una cadena de crímenes similares 2. ¿Diferentes delitos corresponden a un mismo delincuente? 3. ¿El delincuente actuó en solitario o con la complicidad de otras personas? 4. Características demográficas del delincuente: 4.1 Edad 4.2 Sexo 4.3 Nivel educativo 4.4 Ocupación 4.5 Estado civil 4.6 Procedencia 5. Características físicas 5.1 Peso 5.2 Estatura 5.3 Defectos o marcas que llamen la atención 6. Antecedentes delictivos 6.1 Historia de delitos anteriores 6.1.1 En el mismo delito analizado 6.1.2 En delitos diferentes al analizado 7. Características psicológicas

14 7.1 Motivación: ¿qué busca con el crimen? 7.2 Evidencia de una patología 7.3 Inteligencia 7.4 Nivel de autocontrol 7.5 Nivel de impulsividad 7.6 Características familiares 7.7 Estrategias de interacción social 7.8 Historia sexual (en el caso de delitos sexuales) 8. Relación con la víctima 8.1 Conocidos 8.2 Desconocidos 9. Ubicación geográfica 9.1 Zona probable donde reside. 9.2 Zona probable donde trabaja. 9.3 Probables rutas o trayectos 10. Predicciones sobre un nuevo crimen 10.1 ¿Volverá a atacar? 10.2 Características de las víctimas que volverá a atacar 10.3 Tiempo promedio que dejará pasar antes de volver a atacar 10.4 Lugar de un próximo ataque 10.5 Modificaciones probables en su modus operandi 11. Predicciones de su comportamiento respecto a la investigación 11.1 ¿Estará al tanto de la información sobre el caso? 11.2 Probabilidad de que se involucre en la investigación, como testigo, por ejemplo. 12. Recomendaciones para el caso 12.1 Publicación y empleo de la información del perfil: 12.1.1 Ocultar la información del perfil 12.1.2 Publicar el perfil Sin modificar su contenido. Modificando su contenido Fuente: elaboración propia a partir de los elementos propuestos por Canter y Youngs, 2002; Garrido 2000; Kocsis et al., 2000;y Ressler et al. 2000. 5.2. Información sobre delincuentes, víctimas y escenarios del delito. Con respecto a la segunda pregunta sobre la información que debe tenerse en cuenta para realizar el perfil, la revisión de la literatura sobre este tema permite, por un lado, identificar las características de los delincuentes, las víctimas y las escenas de los crímenes que son útiles para este fin; y por otro, saber cuáles de ellas se relacionan entre sí. Sobre las características de los delincuentes, los resultados de diferentes estudios señalan que la mayoría de los asesinos y violadores en serie son hombres de edades entre los 25 y 40 años, no están casados, tienen un bajo nivel educativo y cometen sus delitos en solitario (Ressler et al., 1986; Ressler et al.,1988; Hickey, 1991; Canter y Larkin, 1993; Godwin, 2000; Pulido, Arcos, Pascual y Garrido, 1988, citados por Garrido, Stangeland y Redondo, 2001). Además, se ha encontrado evidencia de que muchos de los homicidas y violadores tienen historial delictivo, especialmente por robo, allanamiento de morada, delitos violentos

15 y delitos sexuales (Ressler et al., 1986; Ressler et al.,1988; Hickey, 1991; Salfati y Canter, 1999; Godwin, 2000). En cuanto a las víctimas, la investigación sugiere que los delincuentes seriales las eligen de acuerdo con unas ideas predeterminadas de sexo, edad, apariencia, grupo étnico, actividad peculiar, etc. (Garrido, 2000). Generalmente, las víctimas de los asesinos en serie suelen ser vulnerables y fáciles de controlar, como es el caso de mujeres jóvenes, niños, vagabundos y prostitutas (Egger, 1984). En el cuadro 6 se detallan las variables de las cuales es posible obtener información de las víctimas (también se puede revisar el apéndice 1 de este libro).

1. 1.1 1.2 1.3 1.4 1.5 2. 2.1 2.2 2.3 2.4 3. 3.1 3.2 3.3 3.4 3.5 3.6

4. 4.1 4.2 4.3 4.4 5.

5.1 5.2

Datos de la (s) víctima (s) Características demográficas Sexo Edad Nivel Educativo Ocupación Estado civil Características físicas Peso Estatura Defectos o marcas que llamen la atención Descripción física general Nivel de riesgo de la víctima Horarios habituales Antecedentes delictivos Consumo de drogas o alcohol Número de personas con las que vivía (sola, con pareja o con familia) Rutina de actividades de la víctima Rutina de actividades de amigos, familiares y personas cercanas (negocios ilícitos consumo de drogas o alcohol). Ubicación geográfica Dirección de su casa Dirección de su trabajo Zona donde realizaba sus actividades cotidianas (rutas diarias, actividades de ocio. Lucha. Último sitio donde fue vista (en caso de homicidio). Evidencia de las reacciones que pudo tener la víctima durante el delito (especialmente útil cuando las víctimas sobreviven, como es el caso de las víctimas de violadores en serie): Conducta física en la interacción con el agresor, por ejemplo: señales de defensa, de Conducta verbal en la interacción con el agresor, por ejemplo: insultos, negociación.

Cuadro 6. Información sobre las víctimas.

16 , 6. Análisis de la información de la víctima 6.1 Características que definen su vulnerabilidad para ser escogida como víctima 6.2 Comparación con otras víctimas probables del mismo perpetrador. 6.3 Tiempo transcurrido entre una víctima y otra, en los casos que se sospeche conexión entre ellas.

Fuente: elaboración propia a partir de los elementos propuestos por Canter y Youngs, 2002; Garrido 2000; Kocsis et al., 2000; y Ressler et al. 2000. Los delitos de agresores sistemáticos suelen ser intersexuales – el delincuente generalmente es hombre y la víctima mujer-, las edades de delincuentes y víctimas suelen ser similares y la relación entre ellos de desconocidos (Hickey, 1991; Godwin, 2000). En los casos en que el delincuente es de sexo femenino es más probable que conozca a sus víctimas y que sean delitos menos sádicos. Otra fuente de información importante es la escena del crimen y los datos disponibles sobre el delito que se está analizando. La revisión de la literatura indica que en los casos de agresores desconocidos es posible tener información de la ubicación espacial y temporal de los crímenes, y de algunas características específicas del modus operandi del delincuente (Ressler et al. 2000; Canter y Youngs, 2002). Por ejemplo, la manera de aproximarse a la víctima, los métodos que usó el agresor para controlarla, el arma que empleó, el tipo de violencia infligida y los esfuerzos que hizo para ocultar el crimen. En el cuadro 7 se presenta un listado de las diferentes variables que se han observado en la escena y que deben tenerse en cuenta para elaborar un perfil (ver también apéndice 1).

1. 1.1 2. 2.1

2.3 3. 3.1 3.2 3.3

Datos de lo ocurrido en la escena del delito Ubicación temporal: Fecha de los hechos (día y hora). Ubicación geográfica: Dirección de la zona donde ocurrió el delito, 2.2 Dirección de la zona donde se encontró el cuerpo (si es diferente al punto 2.1 y si se trata de un homicidio). Características de la zona: comercial, residencial, aislada, concurrida, rutas de acceso y escape, etc Descripción del modus operandi Método de aproximación a la víctima Método de control de la víctima: Tipo de arma

Cuadro 7. Información de la escena del delito

17 3.3.1 La llevaba consigo o fue improvisada en la escena. 3.4 Características del daño infligido a la víctima 3.5 Tipo de violencia: 3.5.1 Necesaria para controlar a la víctima 3.5.2 Sadismo, tortura 3.5.2.1 Anterior a la muerte 3.5.2.2 Posterior a la muerte 3.6 Relaciones sexuales con la víctima 3.6.1 Patológica 3.6.2 No patológica 3.6.3 Antes de morir 3.6.4 Después de morir 3.7 Conductas de ritual 3.8 Llevarse objetos 3.9 Marcas o elementos extraños que llamen la atención. 3.10 Deja a la víctima vestida o desnuda. 3.11 Tiempo probable empleado en la comisión del delito 3.12 Esfuerzos por ocultar la evidencia 4. Análisis de la escena del delito 4.1 Comparación con escenas del crimen de otros delitos con los que se sospeche conexión. 4.2 Tiempo transcurrido entre crímenes que se han encontrado relacionados . Fuente: elaboración propia a partir de los elementos propuestos por Canter y Youngs, 2002; Garrido 2000; Kocsis et al., 2000;y Ressler et al. 2000. En el método de aproximación se ha encontrado que son frecuentes el ataque sorpresivo y el empleo de alguna estrategia para ganar la confianza de la víctima. Por ejemplo, Godwin (2000) encontró que el 33% de 96 asesinos en serie atacó sorpresivamente a la víctima, el 18% usó alguna estrategia para acercarse -fingir un accidente-, otro 18% atacó a la víctima dentro de su casa y un 12% de las víctimas fue seguido por un periodo de 24 horas o más. En los métodos de control resulta habitual que los asesinos aten a las víctimas y que incurran en algún tipo de actividad sexual con ellas. Además, las víctimas suelen ser mutiladas en zonas específicas del cuerpo como estómago, vagina, pechos, ano (Myers et al., 1999, citado por Garrido, 2000). En cuanto a la causa de la muerte, esta suele ser el acuchillamiento, el estrangulamiento o el apaleamiento (Ressler et al., 1988). Hickey encontró que el 33% de las víctimas de homicidios seriales murieron por estrangulamiento y 56% por heridas causadas con un arma corto punzante. En el estudio de Godwin los asesinos usaron una combinación de métodos: el 46% presentaban heridas causadas por un arma corto punzante, 34% sufrieron estrangulamiento, 32% heridas por armas de fuego y 15% fueron golpeadas hasta morir. Finalmente, aunque la información descriptiva (sobre delincuentes, víctimas y escenarios) es importante para un perfilador, debe tenerse en cuenta que no es suficiente para realizar inferencias acerca de las características de un delincuente desconocido. Para llegar a conclusiones como las que se solicitan en un perfil, es necesario que los investigadores o las personas encargadas de realizarlo establezcan relaciones entre las

18 variables implicadas. Esto quiere decir que el perfilador debe conocer qué información del crimen se relaciona con las características del responsable. Veamos que datos aportan conocimiento en este sentido. 5.3. Relación entre víctimas, escenas y delincuentes. 5.3.1. Escenas del crimen organizadas y desorganizadas A partir de la observación de casos de homicidio serial y, posteriormente, de los datos de entrevistas realizadas a homicidas condenados, el FBI ha propuesto una dicotomía de escenas organizadas y desorganizadas (Ressler, Burgess y Douglas, 1988; Douglas, Burgess y Tessler, 1992; Ressler et al. 2000). Según este planteamiento, las características de las escenas de los crímenes están relacionadas con las características de los responsables. Así, al observar una escena se puede inferir el tipo de persona que cometió el crimen. En el cuadro 8 se describe esta clasificación teniendo en cuenta cuatro criterios: (a) las características de los delincuentes, (b) la evidencia de planeamiento en la escena, (c) el tipo de violencia utilizada, y (d) la relación agresor - víctima. Cuadro 8. Características de los delincuentes y las escenas del delito organizados y desorganizados propuestas por el FBI. Fuente: elaboración propia a partir de la información de Ressler, Burgess y Douglas, 1988; Douglas, Burgess y Ressler, 1992; y Ressler et al., 2000. Escenas organizadas Escenas desorganizadas Las características de los sujetos Impulsivos Metódicos y controlados Incompetentes social y Competentes social y sexualmente sexualmente Inteligencia media o superior Poco inteligentes Cuentan con habilidades para Inhábiles para el trabajo trabajar Viven solos Mayor probabilidad de vivir acompañados o de estar casados Buscan información relacionada Están motivados por el control con sus crímenes en los medios y el dominio. de comunicación y están al tanto Es probable que antes de de la investigación. cometer sus delitos hayan tenido Desafían a la policía que enfrentar algún evento Son personas que necesitan estresante. controlar a la víctima. No hacen esfuerzos por mantenerse informados de la investigación de sus delitos. No es frecuente que desafíen a la policía. Los motivos más frecuentes son la enfermedad mental y la gratificación sexual.

19 La evidencia de planificación Planifican cuidadosamente sus crímenes Seleccionan previamente el arma que usarán en el delito y se la llevan consigo después del crimen.

Hacen esfuerzos por ocultar la evidencia, mueven el cadáver o intentan ocultarlo. Recorren grandes distancias para cometer sus delitos. No planean sus ataques. No seleccionan previamente el arma (son producto de la oportunidad) y suelen dejarla en la escena del delito. Cometen los delitos cerca de donde viven o trabajan.

En relación con la violencia Asesinan a su víctima lentamente. Mantienen control sobre su Son incapaces de mantener el comportamiento agresivo. control. Hay mayor probabilidad de que violen y torturen a sus víctimas antes de morir. Asesinan de manera rápida: matan instantáneamente. Relación agresor – víctima Eligen cuidadosamente sus víctimas ya que tienen un significado especial para ellos. Con frecuencia la víctima es desconocida. Hay interacción con la víctima para aproximarse a ella, utilizan alguna estrategia verbal.

Intentan controlar a la víctima. La víctima tiene significado -por sus características personales- para el agresor. La elección de sus víctimas es aleatoria, no tienen un significado especial para el agresor. Con frecuencia la víctima es conocida. No media interacción con la víctima, es muy probable que se acerquen por detrás y que haya una mínima interacción.

No se preocupan por ocultar la evidencia, no intentan ocultar el cadáver. Cometen actos extremos de violencia, mutilan y tienen actos sexuales postmortem con sus víctimas. No intentan controlar a la víctima. Despersonalizan a la víctima y la tratan como un objeto. Según la propuesta del FBI, los delincuentes organizados son metódicos, inteligentes, controlados, y competentes social y sexualmente. Estas personas están motivadas por el deseo de control y de dominio, por ello buscan humillar a sus víctimas usando la violencia instrumental. Las escenas organizadas indican que el autor del delito planea sus acciones y hace esfuerzos por ocultar la evidencia. Además, parece elegir un tipo particular de víctimas ya que tienen un significado especial para él y el trato con ellas suele ser personal.

20 Un buen ejemplo de este tipo de asesino es Ted Bundy. Un hombre encantador e inteligente que planeaba sus crímenes, perseguía, golpeaba y atacaba sexualmente a mujeres jóvenes que guardaban un gran parecido físico - todas tenían el cabello lacio, se peinaban con raya en medio y eran predominantemente morenas-. Usaba diversas estrategias para aproximarse a sus víctimas: se valía de la imagen de profesor de universidad, fingía tener un brazo o una pierna rotos, etc. (para ver un análisis de este caso se puede revisar Holmes y De-Burger, 1988, p.122 - 137). Por otro lado, la escena desorganizada caracteriza a las personas impulsivas, incompetentes social y sexualmente, poco inteligentes, que padecen alguna enfermedad mental y que actúan, generalmente, por la búsqueda de gratificación sexual. Estos sujetos no planean sus ataques ni se preocupan por los rastros que dejan en la escena del crimen. Hay mayor probabilidad de agresión brutal y rápida. La selección de las víctimas es aleatoria y no parecen tener un significado especial para el agresor, la interacción es mínima y suele tratarlas como un objeto –despersonalización-. Un ejemplo de delincuente desorganizado es el de Herbert Mullin, que fue condenado por la muerte de trece personas. No se encontró un patrón en la selección de sus víctimas: mató a un vagabundo, a una chica, a un sacerdote y a cuatro jóvenes que estaban acampando. En una entrevista, Mullin dijo que unas voces le habían ordenado que matara a un hombre que él nunca antes había visto (Ressler et al., 2000). Esta clasificación es quizás la más utilizada y citada en el estudio de los perfiles psicológicos, sin embargo, recientemente y a partir de propuestas como la de Canter, se ha cuestionado su validez y el verdadero aporte que puede hacer a la investigación criminal. Entre las principales críticas que ha recibido este modelo están: la falta de respaldo empírico de las relaciones entre las variables de la escena y las del agresor; el solapamiento de algunas características que definen las categorías de organizados y desorganizados; la existencia de casos que cumplen con elementos de una y otra categoría; el reducido tamaño de las muestras de delincuentes que han participado en las investigaciones de los autores, algunos sesgos en la selección de aquellos y el carácter voluntario de su participación (Canter y Alison, 1999; Godwin, 2000). También se ha llamado la atención sobre el hecho de que pocas veces se informa de los perfiles que han sido imprecisos e incluso perjudiciales para la investigación. Uno de los escasos estudios sobre este tema indicó que de 184 casos en los que se realizó un perfil en el Reino Unido, sólo en 5 (2,7%) esta técnica ayudó a identificar al delincuente (Gudjonsson y Copson, 1997, citados por Wrightsman, 2001). 5.3.2. El estudio de los temas La aproximación temática de David Canter también aporta datos sobre las relaciones entre las escenas del crimen y los delincuentes. El hallazgo más importante en esta línea es que “la evidencia empírica respalda la idea de que existen patrones de conducta durante los crímenes que pueden ser coherentemente diferenciados y confiablemente asociados con las características de los delincuentes” (Salfati y Canter, 1999, p. 394).

21 En general, la aproximación temática ha encontrado que los delitos pueden clasificarse en función de tres facetas: el tipo de violencia, el grado de planificación y el tipo de relación que se establece entre el agresor y la víctima. En cuanto al tipo de violencia, la investigación indica que existen dos temas dominantes: el expresivo y el instrumental (Canter y Fritzon, 1998; Salfati y Canter, 1999; Godwin, 2000). El primero se refiere a la violencia que es el resultado de un estado emocional del delincuente en el que la conducta se presenta como respuesta a situaciones que inducen ira o frustración del agresor y cuyo objetivo es herir a la víctima. Por su carácter emocional este tipo de violencia se presenta de manera impulsiva. En las escenas de estos delitos se encuentra que el sujeto se aproxima de manera sorpresiva a la víctima, utiliza armas de oportunidad y deja abundante evidencia. El tema instrumental corresponde con la violencia que busca conseguir un beneficio específico (dinero, placer sexual). Estas escenas se caracterizan por conductas del delincuente que indican control sobre su conducta, planeamiento y esfuerzos por ocultar la evidencia del delito. Por ejemplo, esconder o trasladar el cadáver, deshacerse del arma, no dejar fluidos corporales o huellas dactilares. Con respecto a la relación entre la víctima y el agresor, se han identificado tres temas que han sido consistentes en diferentes investigaciones (Canter y Heritage,1990; Canter, 1994; Hodge, en prensa, citada por Canter y Youngs, 2002): la víctima como objeto, la víctima como medio y la víctima como persona. El tema de la víctima como objeto se refiere a delitos en los que el agresor ve a su víctima como un objeto al que puede usar y controlar. Las características específicas de la víctima no tienen un significado para él, por ello no se toma el trabajo de seleccionarlas sino que actúa de acuerdo con la oportunidad. La víctima como medio señala algún significado de la víctima para el agresor, por lo que elige personas con características específicas. La víctima es un medio para que el agresor pueda satisfacer sus deseos o lograr sus propósitos. La víctima como persona representa los delitos en los que la víctima tiene características particulares y el nivel de interacción es mayor que en los dos grupos anteriores. La víctima es conocida para el delincuente y tiene un especial significado para él. Por otro lado, el grado de planeamiento indica la preparación del delito o la impulsividad con la que se cometieron los actos. La investigación realizada en el contexto del modelo de facetas, también ha encontrado que los temas se presentan de manera simultánea, dando lugar a tipos de escenas y de delincuentes no contemplados en tipologías anteriores. Salfati y Canter (1999), por ejemplo, encontraron en su estudio de homicidas que estos no solo se podían clasificar en función del tipo de violencia, sino también de acuerdo con el grado de planificación de los delitos. Identificaron tres tipos de escenas que se relacionan con tres grupos distintos de delincuentes: (a) expresivos: usan la violencia de tipo expresivo, no planean ni se preocupan por ocultar la evidencia de sus crímenes; (b) instrumentales-cognitivos: emplean la violencia instrumental, planean y ocultan la evidencia;

22 y (c) instrumentales- de oportunidad: usan la violencia instrumental, pero no eligen previamente el arma, la víctima ni el lugar, actúan de manera impulsiva. Hodge (en prensa, citada por Canter y Youngs, 2002) también descubrió aspectos importantes de la interacción entre distintos temas. Los delitos en los que la relación del agresor con la víctima era del tipo víctima-objeto también se caracterizaron por presentar pocos elementos emocionales, con un alto grado de control del delincuente sobre su conducta (violencia instrumental y planificación). Además, encontró que en ellos se cometían los actos de mayor sadismo–aberraciones sexuales en la relación con la víctima, heridas y manipulación del cuerpo antes y después de la muerte-. Godwin (2000) informó de resultados similares, encontró cuatro tipos diferentes de delincuentes y de escenas: (a) cognitivos – impersonales: caracterizados por la planificación, el uso de violencia instrumental, la poca interacción del agresor con sus víctimas y el significado tan pobre que tienen para él; (b) cognitivos– personales: indican alto grado de planeamiento, empleo de violencia instrumental, relación de tipo personal y mayor significado de las víctimas para el agresor; (c) afectivos- impersonales: definidos por la poca planificación, el uso de violencia expresiva, el trato indirecto y el poco significado de las víctimas; y (d) afectivos-personales: definidos por la falta de planeamiento, el empleo de la agresión expresiva, la mayor interacción y el significado especial que tienen las víctimas para el homicida. Recordemos que, de acuerdo con las categorías del FBI, los delincuentes organizados se caracterizan por el alto grado de planeamiento, la violencia instrumental y el significado que tiene para ellos la víctima; y los desorganizados por la impulsividad, los altos grados de violencia repentina e inmediata, y el trato impersonal con sus víctimas. Con las características de estas categorías se corre el riesgo de no identificar delincuentes que cumplen características tanto de organizados como de desorganizados. Por ejemplo, quedan fuera de esta tipología los sujetos que planean, usan la violencia instrumental y despersonalizan a la víctima, o los delincuentes que usan la violencia instrumental pero actúan de manera impulsiva. Si bien Ressler y sus colaboradores plantearon una tercera categoría, denominada “mixta”, en la que se incluían aquellos crímenes que no podían clasificarse como organizados y desorganizados, el equipo del FBI no llegó a estructurarla claramente. La aproximación temática ha permitido un avance en este sentido. La validación empírica de criterios que permiten clasificar a los escenarios del crimen y a los delincuentes, ha revelado la existencia de categorías adicionales. Además, se ha encontrado evidencia empírica sobre las diferencias entre delincuentes y su relación con los temas dominantes en las escenas del crimen (Canter y Fritzon, 1998; Canter y Salfati, 1999; Godwin, 2000). Los principales hallazgos en esta área señalan que algunas características demográficas como sexo, edad y nivel educativo no son de mucha utilidad para discriminar diferentes estilos en un mismo tipo de delitos. Por ejemplo, en el estudio de asesinos en serie de Godwin (2000) todos los rangos de edad y el nivel educativo se distribuyeron de manera uniforme en todos los temas de los escenarios del delito, es decir, no hubo diferencias entre las características demográficas de los delincuentes que utilizaban la violencia instrumental o la expresiva, ni respecto a quienes establecían una relación con la víctima como objeto o como medio.

23 El historial delictivo, parece ser la variable que señala de manera más clara la relación entre patrones de los escenarios del delito y las características del delincuente. En los análisis de esta información se ha encontrado que los delincuentes que cometen delitos de manera impulsiva -sin premeditación- tienen mayor probabilidad de presentar un historial de delitos violentos, de allanamiento de morada y de robo; que los delincuentes caracterizados por planear sus crímenes y por hacer esfuerzos para ocultarlos (Salfati y Canter,1999; Godwin, 2000). Finamente, la investigación apoya la idea de que la manera en que el agresor interactúa con la víctima es similar a los estilos interpersonales que establece con otras personas. En el estudio de Salfati y Canter (1999), por ejemplo, se encontró que los delincuentes que usaban la agresión expresiva se caracterizaban por tener, en general, relaciones interpersonales conflictivas. En el estudio de Godwin (2000), los delincuentes que establecían relaciones del estilo “víctima como medio” presentaban historias personales de relaciones distantes y de evitación en su interacción social. Aunque la aproximación temática ha generado un conjunto de conocimientos que permite avanzar en la validación empírica de la técnica del perfil, también presenta algunos inconvenientes. Desafortunadamente, en la mayoría de los países no se cuenta con bases de datos y estudios de grandes muestras sobre agresores sistemáticos. Además, estos estudios implican costos muy altos, en dinero y en tiempo, que limitan su aplicación. Si bien es necesario impulsar el desarrollo de trabajos en este sentido, no se puede perder de vista la importancia de los análisis de casos cuyos elementos enfatiza el modelo desarrollado por el FBI. 5.3.3. La ubicación geográfica Otra de las áreas que se ha estudiado, y que tiene especial relevancia para la elaboración de perfiles, es la ubicación geográfica del delito y su relación con los lugares significativos para el agresor. Estas relaciones se han investigado a partir de los conocimientos derivados de la criminología y de la psicología ambiental. Las relaciones entre los sitios donde ocurren los crímenes y los lugares significativos para el agresor tienen fundamento en la teoría de las actividades rutinarias y en la formación de mapas cognitivos. De acuerdo con esta teoría las personas conocemos y hacemos representaciones mentales de los lugares en los que llevamos a cabo nuestras actividades cotidianas –el hogar, el trabajo, el sitio de reunión con los amigos- y de las rutas que hacemos para desplazarnos – por ejemplo, el trayecto de la casa al trabajo (Brantingham y Brantingham, 1993; Canter y Larkin, 1993). El conocimiento de ciertas zonas y la representación mental de estas permiten cierto grado de control y predicción; es decir, en los lugares conocidos sabemos qué cosas buscar y cómo encontrarlas. Por ejemplo, un supermercado, un colegio, vías de entrada, de salida, etc. En el caso de los delincuentes, es más probable que cometan sus crímenes en zonas que conocen, debido a que allí sabrán donde buscar a sus víctimas y qué sitios pueden ser más seguros para cometer sus delitos. En algunos estudios se ha encontrado evidencia que apoya la anterior idea. Por ejemplo, Rossmo (1995) encontró que los asesinos en serie cometen sus delitos en zonas cercanas a sus casas, y Salfati y Canter (1999) informaron que el 79% de los delincuentes de su muestra estaban familiarizados con el área en la que ocurrieron los homicidios.

24 En este mismo sentido, Godwin y Canter (1997) analizaron los datos de 54 asesinos seriales de Estados Unidos condenados, cada uno de ellos, por matar por lo menos a 10 personas. Los resultados se representan en el cuadro 9. Los triángulos indican los sitios en que las víctimas fueron vistas por última vez, los cuadros representan los lugares en que fueron encontrados sus cuerpos y en el centro se ubica la casa del agresor. La media de la distancia desde la casa del asesino hasta el sitio en el que fueron vistas las víctimas por última vez fue de aproximadamente 2 kilómetros. La distancia promedio entre la casa de los delincuentes y el sitio donde se encontraron los cuerpos fue de aproximadamente 23 kilómetros. Estos datos señalan que el contacto con las víctimas se realizaba en lugares conocidos para los agresores y cercanos a sus casas, pero también que abandonaban los cuerpos a distancias cada vez mayores; quizás para evitar que les relacionaran con el crimen.

Cuadro 9. Representación de los resultados del estudio realizado por Godwin y Canter (1997). Fuente: elaboración propia, la figura no corresponde con los datos reales de la investigación, solo representa los hallazgos generales. Canter y Larkin (1993) encontraron un patrón similar en 45 agresores sexuales británicos. En el 87% de los casos los sitios en que habían ocurrido los delitos permitían trazar un círculo que abarcaba todas las violaciones y que se ubicaban alrededor de la casa del agresor. Sin embargo, lo más frecuente era que existiese una distancia mínima entre los sitios en los que se cometían las violaciones y la casa del delincuente. De este modo, se pudo identificar que había una zona alrededor de la casa de los agresores en la que no se cometían delitos. Aunque la evidencia de estas investigaciones señala un patrón de conducta delictiva cercano a la casa del agresor existen algunas excepciones. Por ejemplo, Rossmo (1995) encontró que estas distancias varían de acuerdo con el tipo de delito y el grado de planificación, de tal forma que entre más grave y premeditado sea un delito, mayores serán las distancias que se encontrarán entre el domicilio del delincuente y el lugar donde comete la agresión. Pettiway (1982, citado por Bratingham y Bratingham, 1993), encontró que los crímenes planeados de manera cuidadosa se cometían más lejos de la casa de los agresores. Pyle (1974, citado por Canter y Larkin, 1993), informó de resultados similares: los delitos impulsivos se cometían más cerca de la casa del delincuente que los planeados y, a su vez, los delitos planeados y armados se cometían más lejos de la casa del delincuente que los no armados. Resultados como estos aportan evidencia de la ubicación geográfica desde la cual podrá actuar un delincuente para cometer sus crímenes, apoyando la idea de que generalmente actúan en zonas que les son familiares, aunque no tan cerca de su casa como para ser detectados fácilmente. Saber que los delincuentes cometen sus agresiones dentro de la zona donde viven o realizan sus actividades rutinarias es relevante en la medida en que puede ayudar en la investigación criminal para reducir la zona de búsqueda de sospechosos o detectar los lugares donde buscan sus víctimas (Rossmo,1995).

25 5.3.4. El estudio de la carrera delictiva Como se explicó en la primera parte de este capítulo, los perfiles pueden utilizarse para evaluar si varios crímenes se corresponden con un mismo agresor y para predecir el comportamiento futuro del delincuente con respecto a la probabilidad de nuevos ataques. El estudio de las carreras delictivas permite identificar si existe consistencia de la conducta del delincuente a través de diferentes delitos cometidos por él y si es posible que modifique algunos aspectos en su modus operandi. Los hallazgos en esta área indican que existe tanto consistencia como variabilidad en la manera en que los delincuentes cometen sus crímenes a lo largo de su carrera delictiva. Algunas características del modus operandi, tales como las estrategias para aproximarse a la víctima, el método usado para controlarla, la evidencia de asalto sexual, el tipo de arma utilizado para causar la muerte y las características de las víctimas seleccionadas, han demostrado consistencia a través del tiempo y en diferentes delitos cometidos por el mismo sujeto (Godwin, 2000; Ressler et al., 2000). De otro lado, también se ha observado variabilidad en los crímenes cometidos por una misma persona. Básicamente se identifican tres tipos de variación: la espacial, en la que se aumenta o disminuye la distancia entre los sitios significativos para el agresor y los lugares donde se cometen los delitos; la temporal, en la que se aumentan o disminuyen los periodos de inactividad intercalados entre las agresiones; y la conductual, en la que se mantienen elementos sustanciales en el modus operandi, pero se cambian algunos otros (Davies, 1997, citado por Garrido, 2000). Respecto a la distancia, se tienen dos hipótesis: el delincuente la aumentará en los casos en que se está siguiendo su pista; y la reducirá en los casos en que no ha sido identificado y se siente seguro de la impunidad. Godwin y Canter (1997), por ejemplo, encontraron en su estudio de asesinos seriales que la distancia entre la casa del delincuente y los sitios donde eran hallados los cuerpos se reducía desde los primeros crímenes hasta los últimos, lo cual indicaba mayor confianza del agresor para cometer los delitos a medida que avanzaba en su carrera delictiva. En el cuadro 9, los cuadros más cercanos al centro indican la distancia media de los sitios en que fueron encontrados los cuerpos de las últimas víctimas y los cuadros más lejanos la distancia en que fueron encontradas las primeras, lo cual indica que los asesinos seriales reducían la distancia en la que dejaban los cuerpos a medida que se desarrollaba su carrera delictiva. En cuanto al modus operandi, la investigación parece estar de acuerdo en que tiende a perfeccionarse con el tiempo en función de las diferentes circunstancias que debe resolver el delincuente en la comisión de sus delitos, de la maduración (edad), del aprendizaje y de la propia evolución de su carrera delictiva (Canter y Youngs, 2002). Dentro de los hallazgos más comunes encontrados en el cambio de modus operandi está el incremento de la violencia. Por ejemplo, en los casos de homicidios que involucran delitos sexuales, los homicidas tienen historiales previos de violaciones en los que no habían asesinado a su víctima, sin embargo, después de ser arrestados tienden a modificar su modus operandi y además de cometer la violación matan a la víctima para evitar ser reconocidos (Ressler, Burgess y Douglas, 1983). Otro resultado interesante es que las personas que cometen crímenes violentos suelen tener antecedentes de otros tipos de delitos. Esto indica una evolución de la carrera

26 delictiva que puede iniciar con delitos contra la propiedad menos serios y continuar con acciones más violentas en contra de las personas. Godwin (2000) también informó de algunos cambios en el modus operandi, aunque señaló que estos pueden estar relacionados con el tipo de delincuente y con los temas dominantes presentes en su conducta durante el crimen. De tal forma que no se podría hablar de la misma evolución de la carrera delictiva en todos los homicidas o en todos los violadores. Este autor encontró que los sujetos que planeaban sus crímenes, que hacían esfuerzos por esconder la evidencia y que tenían un comportamiento más sádico con sus víctimas, eran quienes presentaban mayores modificaciones en su modus operandi, haciéndolo cada vez más elaborado. En cambio, los delincuentes más impulsivos presentaron menos elaboración en la manera de cometer sus crímenes a través del tiempo. Estos hallazgos apoyan la idea de que es posible hacer algunas predicciones sobre el comportamiento del delincuente en ataques futuros. 5.4. La fiabilidad Otro tema de reciente interés en la elaboración de perfiles, corresponde con la tercera pregunta planteada, con relación al conocimiento disponible sobre la fiabilidad de esta técnica. Al respecto, Pinizzotto y Finkel (1990) compararon los aciertos de dos perfiles, uno de homicidio y otro de violación, realizados por expertos o profesores de la técnica del perfil, policías entrenados en esta área, policías sin entrenamiento, psicólogos clínicos y estudiantes de psicología sin conocimientos específicos de criminología. Los resultados de este estudio señalaron que todos los grupos acertaron en sus perfiles por encima del nivel de acierto esperable por el azar, particularmente en el caso de la violación, quizás porque se disponía del testimonio de la víctima. Las personas dedicadas a la técnica del perfil, especialmente quienes entrenan a otros en esta labor, realizaron los perfiles más detallados y los más acertados. Además, Pinizzotto y Finkel (1990) pidieron a los 28 sujetos de su estudio que identificaran al autor de los crímenes dentro de un listado de sospechosos. Todos los expertos y los profesores lo hicieron correctamente en el caso de violación, seguidos por el 83% de los policías con formación en perfiles, el 67% de los policías sin entrenamiento, el 50% de los psicólogos y el 16% de los estudiantes. Para evaluar la percepción que se tiene de la utilidad de esta técnica en la investigación criminal, un grupo de policías calificó independientemente los perfiles realizados por los otros grupos sin saber quienes los habían hecho. Los policías consideraron que los perfiles realizados por los expertos y profesores eran los que más podían aportarles claves útiles en su labor de investigación, seguidos en orden por los de los policías y luego por los de psicólogos, mientras que el 100% estuvo de acuerdo en que los informes realizados por los estudiantes eran los que menos podían ayudar en la investigación criminal. En la misma línea Kocsis, Irwin, Hayes y Nunn (2000) realizaron un estudio en el que se evaluaron diferentes tipos de habilidades que podían influir en la elaboración de perfiles: tales como el entrenamiento específico en esta técnica, los conocimientos de psicología

27 criminal, la experiencia en investigación criminal, el análisis objetivo y lógico, y la intuición. La muestra estuvo conformada por cinco grupos que representaban cada una de las habilidades señaladas: personas que habían realizado perfiles en investigaciones reales, policías sin formación en perfiles pero con experiencia en investigación criminal, psicólogos sin estudios formales en las áreas criminal o forense, estudiantes de biología y economía para evaluar la habilidad de análisis lógico y objetivo-, y psíquicos –personas que creían que poseían alguna forma de habilidad paranormal-. Los resultados de Kocsis y sus colaboradores no mostraron diferencias significativas en el desempeño de los cinco grupos. Sin embargo, la media del número total de respuestas correctas de los perfiladores fue superior a la de los otros grupos. Los psicólogos ocuparon el segundo lugar con respecto al número total de aciertos, y el primero, específicamente en la descripción de las características de personalidad. El conocimiento derivado de la psicología, en general, pareció más pertinente para hacer los perfiles que la experiencia investigativa (representada por los policías) y que la intuición. No obstante, la comparación de la ejecución de psicólogos con estudiantes de licenciaturas relacionadas con la capacidad lógica y objetiva, no mostraron diferencias significativas. Con estos datos no se pudo evaluar si la tendencia en la mejor ejecución de los psicólogos se debe al conocimiento de la ciencia conductual o a su capacidad de análisis. Por otro lado, en este estudio también se encontró que las personas con conocimientos en el área de perfiles tuvieron más aciertos que los otros grupos, especialmente en las descripciones de los procesos cognitivos de los delincuentes –grado de planificación, fantasías violentas previas, reflexiones posteriores al crimen- y de sus hábitos e historia social –estado civil, relaciones interpersonales, tipo de coche que poseía-. Estos hallazgos sugieren que el nivel de acierto de los perfiles puede estar relacionado con las áreas específicas que se evalúan y con las habilidades particulares de quien lo realiza. A partir de esta apreciación, el mismo equipo de investigadores evaluó la precisión de los perfiles con muestras de poblaciones diferentes. Esta vez compararon cinco grupos de policías que se diferenciaban entre sí por su experiencia en el área de investigación criminal, su nivel educativo y su tiempo de servicio; y un grupo de estudiantes de química (Kocsis, Hayes e Irwin, 2002). Como en el estudio anterior, se obtuvieron pocos resultados estadísticamente significativos, pero hubo algunos hallazgos importantes. Todos los grupos de policías tuvieron más respuestas correctas que las esperadas por el sentido común y los estereotipos sociales asociados con los homicidas, con lo cual superaron el nivel de acierto esperable por el azar. Contrariamente a lo esperado, los policías de homicidios tuvieron menos aciertos en sus perfiles que los grupos de comparación; los perfiles de los policías dedicados a la investigación de homicidios presentaron más errores que los de policías con menos tiempo de servicio que se encontraban en periodo de formación y que tenían un título universitario. Así, el grado de acierto de los perfiles fue inversamente proporcional a la experiencia de la población del estudio. El resultado más sorprendente fue que los estudiantes de química hicieron perfiles iguales o mejores que los grupos de policías, especialmente en las respuestas sobre procesos cognitivos de los delincuentes. El hecho de que las personas más ingenuas respecto al tema de los perfiles tuvieran mayor número de aciertos –policías en formación y estudiantes de química- apoya la idea de que el papel de la experiencia investigativa no es la habilidad clave para la elaboración de perfiles. Además, plantea cuestiones interesantes

28 sobre el papel de la experiencia y del conocimiento de la técnica del perfil. Por ejemplo, la necesidad de explorar el papel de los sesgos cognoscitivos dado que es posible que algunas de las inferencias utilizadas en la aplicación de esta técnica se basen en suposiciones más que en la evidencia empírica. Si bien estos estudios presentan datos contradictorios sobre el nivel de acierto de los perfiles en función de la experiencia de quienes los realizan, también demuestran que las hipótesis contempladas en los perfiles superan el nivel de acierto esperable por azar, y que su precisión depende de las áreas evaluadas y de las habilidades específicas de los perfiladores. Aunque debe reconocerse que el estudio de la fiabilidad es el inicio de una línea de investigación valiosa para comprender los alcances y limitaciones de la técnica del perfil, sus resultados deben tomarse con precaución dado que existen algunas condiciones que pueden sesgarlos. Por ejemplo, algunos de los casos analizados en estos estudios corresponden a delitos con una única víctima y no seriales, con lo cual queda por investigar la precisión en casos con diferentes niveles de dificultad en función de la información disponible relacionada con la evidencia en la escena del crimen, la cantidad de víctimas, etc. Es importante señalar que se requieren muestras más grandes para hacer comparaciones válidas, usualmente las muestras de personas expertas en perfiles son muy pequeñas dado que algunas de ellas no aceptan las invitaciones a participar en una evaluación empírica de sus habilidades (Kocsis et al., 2000, 2002). Finalmente, en lo relacionado con el grado de acuerdo de diferentes perfiladores, aún es escasa la investigación. Sin embargo se pueden señalar algunas variables que parecen influir en este aspecto: el método utilizado, el modo en que cada perfilador organiza e interpreta la información, sus experiencias profesionales y su cultura, entre otras (Garrido, 2000). 6.

La aplicación de la técnica del perfil en tres casos analizados en España.

Ahora veamos como se puede aplicar el conocimiento disponible sobre perfiles criminológicos en algunas situaciones reales. Nos valdremos de tres casos en los que se ha realizado el perfil de un delincuente desconocido en España. 6.1. EL CASO DE JOAQUÍN FERRÁNDIZ Resumen de los hechos Los hechos investigados corresponden con 6 homicidios de autor desconocido en los que se sospechaba alguna conexión. Los cuerpos de las víctimas (mujeres de 20 a 25 años de edad) fueron encontrados en la zona de Castellón. En todos los casos los cuerpos se encontraron en avanzado estado de descomposición, con excepción de una víctima que además presentaba diferencias en cuanto a la edad –tenía 43 años-. Las víctimas murieron estranguladas y fueron golpeadas. Además, hubo evidencia de que fueron amarradas o amordazadas con sus propias prendas de vestir. En la mayoría de los casos el agresor ocultó el rostro de sus víctimas y les dejó desnudas. Objetivos del perfil

29 El juez n. 8 de Castellón y la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil solicitaron al criminólogo Vicente Garrido la elaboración de un perfil con tres objetivos: (1) evaluar si los seis casos fueron responsabilidad de un único autor o de varios; (2) en caso de considerar que las muertes fueron responsabilidad de un único autor, presentar una descripción de él; y (3) determinar si las agresiones sexuales cometidas por un sospechoso y los homicidios analizados en este caso, correspondían con el mismo autor. Perfil A partir de la información disponible Garrido presentó las siguientes conclusiones en el perfil: 1. Los seis homicidios fueron obra del mismo autor. 2. Respecto a las características del responsable de estos crímenes: “es un asesino en serie, varón, que está en torno a los 30 años y que actúa en solitario. No está casado. Vive en la zona de Castellón -probablemente en la misma ciudad-...Se trata de un asesino organizado, que tiene trabajo y cierta cultura...No es un delincuente común, aunque puede tener antecedentes por delitos violentos o por infracciones graves de tráfico... Posiblemente se trata de un psicópata, pero sin puntuación elevada en el factor de estilo de vida antisocial...Probablemente seguirá matando, aunque tendrá periodos temporales de enfriamiento” (Garrido, 2000, p. 41, 42). 3. La comparación de los homicidios con las agresiones sexuales cometidas por el sospechoso revelan elementos muy similares: “hay elevadas probabilidades de que el responsable de las agresiones sexuales sea el mismo que de los homicidios” (Garrido, 2000, p.44). Fundamentos del perfil Garrido revisó los conocimientos derivados de la tradición clínica y estadística relacionados con esta técnica, y propuso un protocolo de 11 puntos a partir de los cuales realizó el perfil. Las respuestas a los objetivos 1 y 3, se basaron en que las víctimas y los modus operandi de los delitos analizados eran similares. Tal como se revisó en este capítulo y como lo explica el autor de este perfil, el asesino serial suele escoger un tipo particular de víctima. En este caso fue evidente que el delincuente escogía mujeres entre los 20 y 25 años de edad, con excepción de una de ellas, que tenía 43. Aunque no todas eran prostitutas, se observó un patrón común: eran independientes, extravertidas, fácilmente abordables en ambientes de nocturnidad y frecuentaban la compañía de hombres. En lo relacionado con el modus operandi se encontraron similitudes importantes en varios aspectos. El método de aproximación fue el mismo para todas las víctimas: fueron abordadas por el agresor de forma sorpresiva. En todos los casos los métodos para controlar a la víctima fueron los golpes y las ataduras –generalmente con la misma ropa de la víctima-. De otro lado, la agresión utilizada coincidió con el tipo instrumental, el delincuente inflingió daño suficiente para lograr sus fines sin incurrir en la tortura. Las autopsias revelaron que las muertes se produjeron de forma rápida, siguiendo un procedimiento seguro y bien aprendido, por lo que fue claro que no se trataba de un sádico que hubiera disfrutado torturando a sus víctimas. Es en este punto en el que se observa

30 gran coincidencia de la muerte de la víctima de 43 años con las demás. Finalmente, también se encontraron similitudes en las zonas y los horarios en que ocurrieron los diferentes delitos analizados. Respecto a las características del presunto autor de los delitos, Garrido siguió la siguiente lógica: Asumió que se trataba de un hombre en torno a los 30 años y que actuaba en solitario, a partir de las estadísticas disponibles sobre asesinos en serie. En cuanto a la zona donde posiblemente vivía el agresor, propuso la ciudad de Castellón porque su ubicación geográfica se relacionaba con los sitios donde fueron encontrados los cuerpos. Además, si se tomaban como punto de referencia los dos escenarios del crimen más alejados, Castellón tendía a ubicarse en el centro. Tal como se explicó en el apartado 5.3.3. de este capítulo con los estudios de Canter y Larkin (1993), y Godwin y Canter (1997). Planteó que se trataba de un delincuente organizado dada la evidente planeación de los delitos, la selección del tipo de víctima, la poca evidencia encontrada en las escenas de los crímenes y el periodo de enfriamiento entre una actuación y otra. Por otro lado, el análisis del comportamiento del sujeto durante sus delitos, y especialmente la observación de su control conductual durante los homicidios fueron elementos claves para proponer la hipótesis de que el asesino tendría una personalidad psicopática. En otro de los puntos del perfil, Garrido dijo que el delincuente probablemente seguiría matando y que habría periodos de enfriamiento. Estas inferencias se basaron en el conocimiento disponible acerca de la evolución de la carrera delictiva, que plantea el incremento de la violencia a medida que pasa el tiempo y la alta probabilidad de que los asesinos -que actúan de forma similar al caso analizado- continúen matando, aunque como lo señalan las estadísticas pueden haber periodos de enfriamiento entre un delito y otro. Finalmente, Garrido elaboró el perfil identificando la “historia” que el delincuente quería contar a través de sus crímenes. El criminólogo explicó que Ferrándiz posiblemente estaba motivado por la búsqueda de dominio -de la sensación de omnipotencia-. Las características del caso llevaron a plantear que aunque el sujeto podría parecer normal, probablemente toda la vida habría tenido grandes dificultades para alcanzar relaciones plenas con los demás, de allí otra de las conclusiones del perfil: el sujeto no estaría casado. Cuadro 10. Perfil de un delincuente: el caso de Joaquín Ferrándiz. Fuente: Garrido (2000). J.F.V, actualmente está interno en el centro penitenciario de Madrid-2. Se confesó autor de cinco homicidios. Aunque también se sospechó que podía ser el autor de la muerte de otra víctima que difería de las demás en su edad, no fue acusado de este hecho. En el momento de su captura tenía 35 años y se encontraba empleado en una agencia de seguros. Había sido condenado previamente por la violación de una chica, cuando tenía 26 años. Cumplió una condena en prisión por 6 años. En 1998 intentó cometer otra agresión, pero fue arrestado y el análisis de sus crímenes le vinculó con seis asesinatos. El perfil realizado por Garrido (2000) fue muy preciso en sus descripciones.

31 6.2. EL VIOLADOR EN SERIE DE MÁLAGA Este caso, expuesto y publicado por el profesor Stangeland (2003), permite ilustrar la elaboración de perfiles geográficos, en los que es fundamental el conocimiento derivado de la teoría de las actividades rutinarias y de la construcción de mapas mentales. Aunque se elaboró una parte del perfil que enfatizó las características psicológicas, aquí nos referimos sólo a la parte geográfica. Resumen de los hechos Durante tres años (entre 1987 y el 2002) se registraron más de 20 agresiones sexuales en la ciudad de Málaga, en las que se sospechaba alguna conexión que indicaba la responsabilidad de un mismo autor. Las agresiones se caracterizaban por ataques sorpresa realizados por un hombre que acechaba a sus víctimas en la puerta de sus domicilios, luego entraba con ellas a sus casas y allí las agredía sexualmente. Todas las víctimas: eran mujeres casadas, rubias y jóvenes. En muchos de los casos, el delincuente llevaba guantes, utilizaba una navaja y evitaba que le vieran su rostro. Objetivos y metodología del perfil El perfil tuvo como objetivo ayudar en la búsqueda de elementos claves que permitieran la identificación y captura del responsable de las agresiones. Para cumplir el objetivo, se identificaron los sitios en los que habían ocurrido 22 agresiones sexuales conocidas por la policía. Toda la información se introdujo en el “Sistema de Información Geográfica para el análisis de la delincuencia violenta” (mapa digitalizado que permite la combinación de distintos tipos de datos, realizado por el Instituto de Criminología de la Universidad de Málaga). Este mapa permitió observar los sitios donde había mayor número de agresiones, tal como se representa con los puntos negros en el cuadro 11. La disposición de estos lugares reveló dos zonas de mayor concentración de delitos (una norte y otra sur), que además diferían en cuanto a los horarios en que habían ocurrido los ataques. Perfil Las personas encargadas de realizar el perfil plantearon las siguientes hipótesis: 1.

2.

3.

Dado que las zonas en que ocurren los delitos se caracterizan por circulación lenta de coches y gran afluencia de peatones, probablemente el agresor se traslada a pie. Si se trasladara en coche las agresiones se ubicarían a lo largo de una avenida principal. Todos los delitos de la zona del sur ocurren en horario de día. Una persona que trabaje de 8 a 15 horas, con libertad de horario en su empleo, podría dedicarse a buscar víctimas durante la primera hora de la mañana y última de la tarde, por lo cual el delincuente probablemente trabaja en esta zona. En la zona norte los horarios son diferentes, además, se ubica un círculo en medio de los lugares donde han ocurrido los delitos, por lo cual es probable que la casa del delincuente se encuentre allí (esta apreciación se relaciona con los hallazgos de investigaciones como la de Canter y Larkin (1993)). De acuerdo con los resultados de una investigación realizada por el FBI, los perfiladores plantearon que la casa podía ubicarse a una distancia de 1 Km o menos de los sitios en que ocurrieron las agresiones.

32 Después de varios meses el sujeto fue detenido, pero no por un asalto sexual sino por tener aparcado su coche en doble fila. Posteriormente, la policía supo que había dejado el coche allí mientras cometía una agresión en la casa de una víctima, lo cual permitió su captura. Al parecer era habitual que dejara su coche aparcado mientras cometía los delitos. El agresor tenía 3 ó 4 multas acumuladas y en una ocasión la grúa municipal se había llevado su coche. Algunas consideraciones Una vez detenido el responsable, se compararon las hipótesis del perfil con la ubicación real del domicilio del agresor y de las rutas que seguía habitualmente para realizar sus actividades cotidianas. Los resultados obtenidos se muestran en el cuadro 11. El delincuente vivió, en principio, en el sitio señalado con la cruz ubicada más lejos del centro del diagrama. La segunda vivienda corresponde con la cruz que está más cerca del centro. El triángulo ubicado en la parte superior del mapa señala el sitio de uno de sus dos trabajos. La distancia media entre su casa y el sitio donde cometía las agresiones fue de 2 Kms; la misma encontrada en el estudio de Godwin y Canter (1997) descrito antes en este capítulo. A partir de estos resultados, Stangeland llamó la atención sobre algunas imprecisiones del perfil. Por ejemplo, la casa del agresor no estaba en la zona norte sino en la sur y el delincuente no buscaba a sus víctimas a pie sino en coche. La ubicación de los delitos en el mapa se explica por las rutas que seguía a diario el agresor entre el colegio en que trabajaba, su casa y el centro deportivo La Rosaleda (marcado en el mapa con un triángulo) donde trabajaba por las tardes. Cuadro 11. Mapa de Málaga con la ubicación de las agresiones, casa del delincuente, lugar de trabajo y rutas habituales. Fuente: adaptación de dos imágenes presentadas por Stangeland, P. (2003). Va inserta Figura Como lo explica Stangeland (2003, p.22): “Aunque el delincuente reveló su mapa mental a través de la ubicación de sus agresiones –los investigadores no lo interpretaron bien-”. La línea negra en el mapa del cuadro 11 revela que el sujeto cometió sus delitos en las rutas de sus actividades habituales, entre el sitio donde vivía y los lugares en que trabajaba. Por ejemplo, la explicación de su actuación y horarios en la zona norte puede estar en que era una región de transición entre su vivienda y su segundo sitio de trabajo. Respecto a la utilización del coche, aunque no se identificó en el mapa una vía principal relacionada con los lugares en que ocurrieron los delitos, estos si ocurrieron cerca de las calles por donde el sujeto circulaba diariamente. Este caso señala las posibilidades que tiene la elaboración de perfiles geográficos en casos de delitos con autor desconocido y destaca la importancia de identificar los desaciertos con el fin de sugerir estrategias que potencien los aportes de esta técnica en el futuro. 6.3 El asesino de la baraja Resumen de los hechos

33 Durante los meses de febrero y marzo de 2003, la comunidad de Madrid fue escenario de una serie de homicidios que plantearon la posibilidad de que un asesino en serie estuviera actuando en diferentes lugares. El 5 de febrero se halló el cadáver de un chico de 28 años junto a una parada de autobús próxima al aeropuerto de Barajas; el homicida le había disparado en la cabeza y cerca del cuerpo se encontró una carta de la baraja española (el as de copas). Treinta días después, el 7 de marzo, un hombre dispara a sangre fría a una pareja de ecuatorianos; el hombre es herido gravemente a causa de un disparo en la cabeza y la mujer sale ilesa del atentado gracias a que el arma se encasquilla; el agresor deja cerca de la víctima el dos de copas. Sólo once días después, un matrimonio rumano muere en circunstancias similares y el perpetrador del doble asesinato deja en la escena del delito el tres y el cuatro de copas. Por otra parte, se conocen otros dos asaltos en los que coincide el tipo de arma: una Tokarev de calibre 7,62. Esta coincidencia es importante dado que esta pistola es poco frecuente y procede de la extinta Unión Soviética. El primero de estos ataques ocurrió antes del primer homicidio relacionado con el naipe. El 24 de enero un hombre de 50 años había sido asesinado con un disparo en la parte posterior de la cabeza. El segundo ocurrió en un bar de Alcalá de Henares: un hombre joven mató a un chico de 18 años y a una mujer de 57, también con un disparo en la cabeza. Esta acción criminal se produjo el mismo día (el 5 de febrero) que el homicidio del joven que esperaba al autobús en Barajas. Se plantearon varias hipótesis, unas con respecto al número de responsables y otras con relación a la motivación que podía tener el autor de los hechos. En primer lugar, se señaló que los cinco asaltos no estaban relacionados dado que, en algunos, se atacaba a una única víctima, y en otros el sujeto actuaba como asesino múltiple. Además, sólo en algunas escenas aparecía el naipe, y en los homicidios que no se encontraba una carta, el delincuente había tenido menos cuidado de recoger los casquillos de la munición. En los casos en que aparecían las cartas el asesino era más cuidadoso y mostraba preocupación por recoger la evidencia. En último lugar, los hechos ocurridos en el bar de Alcalá se atribuyeron a un ajuste de cuentas y, como había ocurrido sólo pocas horas después del primer homicidio en que se dejó un naipe, se consideraba que no podían ser obra del mismo asesino. Respecto a la motivación del responsable de los asesinatos, se sugirió que los delitos obedecían a una personalidad xenófoba que atacaba inmigrantes y, aunque algunas víctimas eran de nacionalidad española, se dijo que sus características físicas probablemente habían hecho que el agresor supusiera que eran extranjeros. Otra personas plantearon que se trataría de alguien supersticioso que no pararía de matar hasta terminar con toda la baraja. Otra hipótesis señaló que el autor podría haberse fugado de un hospital psiquiátrico, y aún otros, plantearon que se trataría de una persona que estaba intentando hacerse famoso a través de sus crímenes. Después de la última actuación del 18 de marzo, no se volvieron a perpetrar casos similares. Finalmente, el 3 de julio de ese año, un hombre -Alfredo Galán- se presentó en las dependencias policiales de Puertollano (Ciudad Real) y se autoinculpó de los cinco asaltos en que murieron 6 personas y 2 resultaron gravemente heridas.

34 Perfil A partir de la información disponible, Vicente Garrido utilizó la técnica del perfil para describir y explicar, con base en los conocimientos de la criminología, las características más probables de una persona capaz de actuar de esta manera. Garrido propuso la hipótesis de que se trataba de un asesino y no de dos. También explicó que la motivación del individuo no era la de un sádico que disfruta con el dolor de sus víctimas, sino la de un hombre que se siente humillado y que busca reconocimiento, de hecho lo describió como un “asesino en serie por reconocimiento”. Además, observó la baja probabilidad de que padeciera de un trastorno psiquiátrico. En el cuadro 12 –primera columna- se resumen los puntos del perfil. Veamos en que se fundamenta cada uno de estos puntos. En primer lugar, planteó que se trataba de un solo asesino debido a que se usó el mismo tipo de arma y el modus operandi guardaba importantes semejanzas en todos los casos: la aproximación a las víctimas era sorpresiva y no mediaba ninguna interacción con ellas, no las violentaba verbal, física o sexualmente, no hubo sadismo (por ejemplo, tortura) ni indicios de un móvil diferente al homicidio (como robo o asalto sexual), el método para dar muerte fue el mismo -una actuación rápida en la que disparaba a la cabeza de sus víctimas-. Los asesinatos tomaban la forma de una auténtica ejecución. La hipótesis de que se trataba de dos agresores debido a que no había un elemento común en las víctimas y la variación de asesinato múltiple, fue descartada porque hay información disponible sobre casuística similar en la que los individuos que combinan el homicidio serial y múltiple suelen usar 49 armas de fuego y escoger las víctimas al azar, como ocurría en este caso. Así, la hipótesis de que fuera solo un individuo seguía siendo posible aún con estas variaciones. Las características demográficas y físicas se basaron en las declaraciones de algunas víctimas y testigos, y en las estadísticas de agresores sistemáticos.

La ocupación se relacionó con su maestría con las armas, especialmente por el hecho de utilizar una poco frecuente y porque en el caso del bar disparó a una distancia de hasta 7 metros, para lo cual es necesaria cierta destreza. Esta inferencia, junto con la procedencia del arma fue posible a partir de la información ofrecida por miembros de las fuerzas de seguridad.

35 Ahora bien, si las víctimas no le daban dinero o satisfacción sexual ¿por qué las agredía? Tal como lo explicó Garrido, las víctimas sólo eran un pretexto para un ego que se quiere destacar. El homicida necesitaba ser reconocido, buscaba poder y admiración. Esta apreciación sustenta varias de las inferencias del perfil. Si busca reconocimiento a través de sus crímenes es porque en otras áreas de su vida no lo ha logrado, por lo mismo es poco probable que se trate de una persona que sobresalga en los estudios o en el trabajo. Además, el que haya decidido matar pudo deberse a un hecho desencadenante que le recordó de modo intolerable “que no era nadie”, por ello la hipótesis de que vivió un evento humillante poco antes del inicio de los asesinatos.

Respecto a la relación con las víctimas, era evidente el distanciamiento y el trato impersonal, el poco significado que tenían para el agresor. Dado que el comportamiento durante el crimen suele relacionarse con la conducta en otras esferas de la vida del individuo, se infirió que se trataba de una persona solitaria y que hablaba poco. Unos medios de esta naturaleza revelaban que su autor tendría graves problemas de relación, con un fuerte resentimiento hacía la gente en general. Cuadro 12. Comparación del perfil elaborado por Vicente Garrido y descripción de las características del hombre que confesó ser el autor de los cinco ataques. Fuente: elaboración propia a partir de la información publicada en El Mundo (2003). 50 Perfil realizado por Vicente Garrido Características de Alfredo Galán Sotillo (asesino confeso). � Galán confesó su actuación en los cinco asaltos. La evidencia física disponible apoya esta idea.

2. Hombre que tendrá entre 25 y 30 años.

3. Nivel educativo bajo, dificultades académicas fracaso en los estudios..

4. Está sin trabajo o si lo tiene es un empleo poco cualificado. � Ex-cabo (estuvo en el ejército hasta el 22 de diciembre). 5. Vive solo o quizás con algún familiar como su padre o madre ya mayores.

6. Tiene un trabajo relacionado con el uso de armas

36 Estuvo en dos misiones 7. No se ha escapado ni ha sido humanitarias de España en dado de alta de un hospital psiquiátrico. Bosnia entre agosto y diciembre del año 2000 y entre mayo y octubre del año 2002. Allí compró el arma. 8. No se trata de un delincuente profesional

9. Puede tener antecedentes de denuncias por conducta violenta o amenazas graves. � El año anterior (2002) protagonizó actos agresivos durante el servicio. En el 2001 fue denunciado por delito contra la seguridad del tráfico por conducir bajo los efectos del alcohol. En enero de 2003 un juzgado de Puertollano recibió un exhorto de un juez de Madrid en el que solicitaba que Galán compareciera. En abril un juzgado de Alcobendas cursó una orden de averiguación de su domicilio por una causa abierta. 10. Los que le conocen dirán � Los vecinos y personas que le de él que es “raro”, conocían le describen como una “solitario”. Hablará con persona introvertida y que se pocas personas relacionaba poco con el resto de la gente. Quienes lo conocían lo describen como una persona que hablaba poco, no tenía novia y nunca se le había visto con una chica. 11. No es un sádico, se trata de un hombre humillado que quiere desquitarse de una vida gris que le ha hurtado reconocimiento.

� No disfrutó especialmente con el sufrimiento de sus víctimas ( no hubo tortura ni mantuvo interacción con las víctimas).

Sus profesores del instituto lo describen como una persona débil, que se hundía con facilidad (publicado en El Mundo de 24 de marzo de 2003) 1. Los cinco asaltos son obra del mismo autor. � Es hombre y tiene 26 años � Sus profesores lo consideraban un estudiante pésimo. Vigilante de seguridad (dejó el trabajo en junio). � En el momento del arresto vivía con su hermana. � Ha estado en el ejercito.

37 � A Galán le destinaron a recoger chapapote, tuvo un enfrentamiento con un superior y sobrevino una crisis de estrés, se le dio la baja para que recibiera tratamiento, pero no hay evidencia de un trastorno grave. � Salvo los hechos relatados en el punto 9, Galán no había cometido delitos habituales. En cuanto a la humillación, sus compañeros del instituto lo consideraban el tonto de la clase que era objeto de burlas y de palizas. 12. No sería extraño que hubiera pasado pocos días antes de su primer crimen por una experiencia humillante para él, un despido o un rechazo amoroso. � Desde el 22 de diciembre del año anterior tenía la baja médica por insuficiencia en sus condiciones psicofísicas. 14 días antes de los últimos asesinatos recibió la baja del ejército (4 de marzo). 13. Seguirá actuando, aunque irá controlando los momentos en que lo hará. ⌦ No volvió a atacar y se entregó a las fuerzas de seguridad. 51 14. Es un asesino que se desplaza para cometer sus delitos, desde el centro de un círculo a diferentes puntos cardinales de la periferia y provincia de Madrid. � Galán vivió en diferentes sitios durante la ocurrencia de los crímenes, el sitio donde residía cuando se entregó estaba dentro del círculo que se trazó entre los dos lugares más lejanos de las cinco agresiones. El reconocimiento que busca lo logra porque adquiere una nueva identidad – el “asesino de la baraja”- que además es tan “listo” que puede matar impunemente y decidir quién vive y quién muere. Esto también es evidente después de su entrega. Luego de varias horas de declaraciones no quiso continuar con sus relatos y dijo que estaba “cansado de la policía y de su ineptitud e ineficacia”; estas palabras le permiten ubicarse en una posición superior a la policía, le hacen tener el control de la situación, le convierten en alguien importante, algo que no habría logrado por otros medios en su vida. Además, la violencia que Galán usaba en sus homicidios es instrumental: las víctimas son un medio para satisfacer sus necesidades. Por ello, la hipótesis de la xenofobia -matar a otro porque es diferente, por discriminación- era poco probable, quien actúa con esta motivación lo hace con odio y las víctimas tienen un significado importante para él, las humilla de un modo activo que exige una interacción con ellas, y este no era el caso de los crímenes analizados. Con relación a la hipótesis del ajuste de cuentas -en el caso del bar de Alcalá de Henares- tampoco era muy plausible. El agresor arremete contra tres personas sin interactuar con ellas, no las insulta y no les da ninguna explicación. Si se tratara de un ajuste de cuentas el homicida no tendría necesidad de asesinar a más de una persona, ¿qué sentido tendría matar a dos personas que no tienen relación entre sí –el hijo de la dueña del bar y una clienta que hablaba por teléfono-? Además ¿por qué el autor no señaló las razones de la muerte - la cuenta pendiente- antes de disparar? Generalmente, en los casos de ajuste de cuentas el agresor le dice a la víctima antes de morir la razón de su muerte o el nombre de la persona que le ha enviado. Otro punto clave es el control evidente en la escena del crimen que lleva a suponer que no se trata de una persona con antecedentes psiquiátricos. De hecho, después de la

38 entrega se supo que el asesino había conseguido un trabajo después de tener la baja en el ejército y que planeó las actuaciones de tal forma que en los homicidios en que dejaba las cartas recogía los casquillos, y en las que dejaba estos no dejaba el naipe. Además, se deshizo del arma y quemó algunos recortes de prensa que hablaban de los asesinatos. Una persona capaz de planear sus actos de esta manera difícilmente estaría en el curso de un trastorno psiquiátrico. En cuanto a la ubicación geográfica, a pesar de que Galán intentaba cometer los delitos y vivir en sitios diferentes para no “ubicarse dentro del círculo” propuesto por la teoría de Canter –según explicó la policía, en el cuadro 13 podemos observar que el individuo sí vivía dentro de la zona trazada, ya que cuando se entregó vivía con su hermana en Alcalá de Henares. Además, de acuerdo con la teoría de las actividades rutinarias, también es evidente que el asesino estaba familiarizado con los diferentes sitios en que ocurrieron los hechos. El lugar en el que mató a su primera víctima era conocido para él porque vivió en esa zona y frecuentaba algunos sitios de ocio por allí; la ubicación del segundo homicidio se relaciona con el trabajo de Galán (guardia de seguridad en el aeropuerto); la tercera actuación ocurrió en la zona donde vive una de sus hermanas y donde él residió en las últimas semanas antes de su entrega; y el lugar del cuarto ataque era familiar para el individuo porque su último destino militar fue Goloso, cercano a Tres Cantos, donde suelen ir los militares en sus días libres. Cuadro 13. Mapa de las diferentes actuaciones de Galán y representación de la teoría del círculo. Fuente: Interviú – 24 de marzo de 2003- p. 36. Va inserta figura Las posibilidades de esta técnica en la investigación criminal El análisis de este caso y la comparación con los datos del responsable de los homicidios permite observar que la técnica del perfil criminológico puede ser una herramienta muy útil. Desafortunadamente, aún su aplicación en el ámbito de la investigación criminal es limitada y suele verse afectada por varios factores. Por ejemplo: (1)

(2)

Lla reducida disponibilidad de la información de los casos analizados de la que dispone el perfilador y que sería posible obtener de las fuentes de seguridad con su debida reserva. La posibilidad de que diferentes cuerpos de seguridad del Estado estén a cargo de la investigación de distintos delitos que pueden obedecer a un mismo responsable. Este punto es importante si se tiene en cuenta que la información disponible para la guardia civil puede ser distinta a la empleada por la policía nacional, y que de no contarse con coordinación entre ellos se puede incurrir en competencias entre jurisdicciones, que en lugar de ayudar a la solución de los casos, puede llevar en cambio a cometer errores graves. En el caso del “asesino de la baraja”, mientras algunas autoridades estaban a favor de la hipótesis de un asesino serial, otras se empeñaban en las hipótesis de xenofobia y del ajuste de cuentas.

La colaboración entre las autoridades y los criminólogos puede contribuir en gran medida a la solución de casos como estos. De haberse tenido en cuenta la hipótesis de un solo agresor y las características descritas en el perfil, el cruce de esta información hubiera ayudado a reducir el círculo de sospechosos y contribuido así a la solución del caso.

39 En particular, la información sobre la humillación días antes del primer asesinato combinada con la del tipo de ocupación del agresor, hubiera permitido identificar a aquellas personas de la policía o del ejército con faltas disciplinarias graves o en una situación de baja transitoria o definitiva. Recuérdese que de modo explícito Garrido planteó la posibilidad de que el asesino había sido despedido de su trabajo antes de iniciar la serie de crímenes. Galán fue dado de baja médica el 22 de diciembre de 2002 y el 4 de marzo de 2003 se desvinculó definitivamente del ejército. Los asesinatos comenzaron el 24 de enero. Esto, junto con la información del resto del perfil y la derivada de las zonas geográficas que tenían significado para el agresor, pudo ser de gran utilidad. Como lo señaló Tomás Ortíz el domingo 6 de julio en el periódico ABC: “se han cumplido muchas de las predicciones formuladas a raíz de estos hechos...quedan desdibujadas las afirmaciones de charlatanes más o menos asiduas como que dejaría de matar al completar las figuras de la baraja, el significado de las copas...”. Es evidente que, como han señalado los estudios de fiabilidad de los perfiles, las predicciones de quienes tienen conocimientos específicos para realizar perfiles criminológicos superan el nivel de acierto esperado por el azar y pueden ser más precisas que las realizadas por otras personas (Pinizzotto y Finkel, 1990). 7. Conclusiones La técnica de elaboración de perfiles se nutre de los resultados tanto del método clínico como del estadístico. Estas dos aproximaciones no son incompatibles y, por el contrario, pueden co-existir aportando datos provenientes tanto del análisis de casos individuales como de la comprobación empírica. Dentro del listado de conocimientos que fundamentan la técnica del perfil destacan las variables que se han identificado en los escenarios de los delitos, en las víctimas y en los delincuentes; y los esfuerzos que se han hecho para evaluar empíricamente las relaciones existentes entre ellas. Dado que la mayor parte de la literatura sobre este tema proviene de Estados Unidos y Reino Unido, resulta necesario adaptar los perfiles al contexto en que se aplican e informar de sus resultados para contribuir al mejoramiento de esta técnica en el futuro, tal como se ha hecho recientemente en España. Finalmente, consideramos que antes de evaluar la eficacia de los perfiles, la preocupación en esta área debe centrarse en el estudio de las posibilidades que dicha técnica ofrece a la investigación criminal. Resulta necesario continuar la tarea de dar sustento teórico y empírico a la elaboración y aplicación de los perfiles criminológicos.

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