LA SOLIDARIDAD COMO DIMENSIÓN ÉTICA

May 23, 2017 | Autor: Ricardo Páez | Categoría: Solidarity
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Descripción







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PRAINSAK, Barbara. – BUYX, Alena. Solidarity… o.c. p. 52.
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LA SOLIDARIDAD COMO DIMENSIÓN ÉTICA
Autor: Ricardo Páez Moreno
Resumen
El análisis de ciertas prácticas solidarias demuestra poca claridad en el uso del término solidaridad y la consecuente disminución en la eficacia y la concreción de su impacto. Así lo deja ver un estudio hecho a laicos y religiosos sobre la comprensión y la práctica de su compromiso solidario. Además, la solidaridad es un término que ha sido utilizado de manera muy diversa, lo que ha ocasionado una vaguedad en su definición y una confusión entre sus ámbitos normativo y descriptivo; y su fundamentación ética no ha sido fácil al no pertenecer a la principal corriente de deberes negativos o universales. A partir de estas constataciones, se presenta el modelo operativo del estudio Reflections on an emerging concept in bioethics del Nuffield Council on Bioethics. Se pretende que sirva para conceptualizar mejor experiencias, anhelos, sentimientos y actividades relacionadas con la solidaridad, y a la vez que sea lo suficientemente específico y firme como punto de referencia desde el cual explicar o justificar acciones solidarias. Todo ello con el fin de hacer de las prácticas solidarias algo más específico, medible y evaluable, y que por lo tanto tengan un mayor impacto.
Palabras clave: solidaridad, ética, normativo, descriptivo, deberes positivos.

SOLIDARITY AS AN ETHICAL DIMENSION
Abstract
The analysis of some work in solidarity shows the ambiguity of the use of the term and the resulting decrease in efficacy and concrete results. This was the result of a study done on religious and lay people about the understanding and practice of their solidary work. Furthermore, solidarity is a term that has been used in many different ways, which has led to vagueness in its definition and confusion regarding its normative and descriptive scope. Besides, the ethical foundation of the term has not been easy to define, since it doesn't belong to the mainstream of negative or universal duties. The operative model of the study Reflections on an emerging concept in bioethics of the Nuffield Council on Bioethics is presented in view of these realities. The aim is to better conceptualize experiences, yearnings, feelings, and activities that relate to solidarity in a way specific and concrete enough to be used as benchmarks to explain or justify acts of solidarity. All of this with the goal to make the solidarity of pastoral practices something more specific, measurable, and evaluable that will lead to better results.
Key words: Solidarity, ethics, normative, descriptive, positive duties.

I - Introducción
La toma de conciencia y la valoración generalizada del término solidaridad ha ido en aumento. Sin embargo, tanto en la práctica pastoral como en la reflexión ético filosófica y teológica, el concepto no se ha sabido cómo concretizarlo, ni cómo medirlo, puesto que se ha llamado solidaridad a muchísimas cosas: sentimientos, actitudes, acciones, metas, rasgos de una espiritualidad... y se ha aplicado a multiplicidad de campos: pastoral, comunitario, eclesial, social, global, etcétera. Se corre el peligro de quedar en buenas intenciones, o en una dispersión de acciones que pueden tener que ver con otros campos, tales como la caridad o el altruismo, pero restarle fuerza a lo que es la solidaridad. Además el término solidaridad ha sufrido ambigüedad en su concepción prestándose a confusión con términos tales como reciprocidad, responsabilidad, caridad, confianza y sobre todo ha estado caracterizada por una distancia entre los momentos normativo (es decir, cuando se usa con contenido ético, la obligación o el deber de ser solidario) y descriptivo (cuando se usa para dar cuenta de cierto fenómeno llamado solidario, sin carácter ético) del término, ocasionando una tensión dialéctica que afecta al significado central de la solidaridad.
Peor aún puede ser el caso de contextos como el de México donde campea la injusticia estructural, y en los que unos pocos salen beneficiados independientemente o a costa de las mayorías. Los intereses propios son satisfechos aunque los de otros no lo sean, "yo gano y tu pierdes", o peor aún, "yo gano a costa de que tu pierdas". Si uno está sano y el otro enfermo, si uno tiene y al otro le falta, en nada afecta esto último a los intereses del primero, puesto que son seres esencialmente separados y diferentes. Este tipo de sociedades injustas están vacías de solidaridad y de sentimientos de empatía e interés por lo común. La solidaridad debe elaborarse a partir de los principales déficits en materia de justicia, de manera creativa y alternativa, elaborando una imaginación moral de la misma.
La preocupación que da lugar a esta investigación es el hecho que se utiliza ampliamente el término solidaridad pero de manera poco específica lo cual hace perder eficacia y no tener impactos concretos. Además, el trasfondo de injusticia estructural nacional parece ser poco tomado en cuenta al pensar o actuar la solidaridad. La pregunta que se pretende responder en este trabajo es: dada la ausencia de especificación del término solidaridad, ¿qué elementos pueden tomarse a partir de una definición operativa del término, para lograr mayor direccionalidad e impacto en las prácticas solidarias? Se pretende entonces indagar en la dimensión ética de la solidaridad, buscando especificar qué significa ser solidarios. Para ello, en primer lugar se presentará el problema partiendo de las respuestas a las entrevistas realizadas para el diagnóstico sobre prácticas pastorales de religiosos y laicos de la Provincia de México de los Misioneros del Espíritu Santo, como parte de un proceso de reestructuración del ejercicio de la misión que han llevado a cabo. En concreto se tomarán como base las respuestas de los religiosos y los laicos sobre la comprensión, la formación y la práctica del compromiso solidario, y las respuestas a las entrevistas en profundidad a siete religiosos a quienes se les preguntó cómo mejorar el compromiso solidario.
En un segundo momento, como marco teórico, se presentará la vaguedad del término solidaridad en sus principales concepciones históricas, la diferencia entre los momentos descriptivo y normativo, y la dificultad de darle sustentación ética en la principal tradición de deberes ético-políticos por tratarse de deberes positivos o de ayuda. Finalmente, el modelo operativo trabajado en el estudio Reflections on an emerging concept in bioethics, se aplicará a diversos niveles de prácticas solidarias de manera que sirva para conceptualizar mejor experiencias, anhelos, sentimientos y actividades, y a la vez sea lo suficientemente específico y firme como punto de referencia desde el cual explicar o justificar acciones. La pretensión de fondo es ayudar a medir mejor la concretización de la solidaridad en el trabajo pastoral y tener un mayor impacto.

II- La comprensión de la solidaridad en los laicos y los religiosos
A continuación se presentan las principales constataciones a partir de las entrevistas a grupos focales y las entrevistas a profundad, sistematizadas en el diagnóstico provincial.
a) Como fruto de las preguntas realizadas a diversos actores (grupos focales de laicos o religiosos) en relación a la comprensión, la formación y la práctica de la solidaridad en sus pastorales, se obtuvieron una serie de respuestas que han sido agrupadas en los siguientes rubros:

En cuanto a la comprensión del término
- Tanto los laicos como los religiosos asocian a la solidaridad con tres temas, en este orden de frecuencia: la compasión, el servicio y la construcción colectiva.
- La categoría no se ve como un concepto problemático, se percibe que todo mundo la entiende. Sin embargo, se cree que la mayoría de la gente ubica la solidaridad como mera asistencia, mientras que la minoría la ubica como promoción.
- En referencia a los caminos por los cuales concretizar la solidaridad, en diverso orden según respondieran religiosos o laicos, se privilegia la formación y concientización (religiosos), la participación y el apoyo (laicos), y el desarrollo de capacidades de análisis, organización y profesionalización.
- Dentro de los aprendizajes del diagnóstico, se señala la necesidad de implementar estrategias que partan de acciones y proyectos concretos y lleven a ellos. Si bien el concepto de compromiso solidario es suficientemente comprendido y aceptado, no obstante se percibe una dificultad para llevarlo a la práctica, y la necesidad de involucrarse en proyectos promocionales y no sólo asistenciales.
En cuanto a la formación para la solidaridad:
- En relación a la existencia de modos de sensibilización y concientización sobre la realidad social, éstos son: generación de conciencia, acercamiento a la realidad, la pastoral social, y el análisis de realidad social realizado periódicamente.
- En el diagnóstico se señala la necesidad de dar a la solidaridad cauces institucionales, estructurales y metodológicos para reforzarlo.
En cuanto a las prácticas de solidaridad:
- Las acciones que se tienen en la pastoral para acompañar a los sectores empobrecidos o vulnerables son, en ese orden: presenciales, asistenciales y promocionales. La mayoría de la gente dice que en su grupo sí se realizan acciones a favor de las personas pobres y vulnerables, y en diverso grado dicen que se hace algo en relación al consumo responsable, a favor del medio ambiente, a favor de los derechos humanos, para combatir la pobreza y en relación a energías alternativas.
- Sobre la relación que tienen sus acciones sociales con otros actores de la sociedad, respondieron que sí hay alianzas cuya descripción de las organizaciones con quien se tiene alianzas fue muy variada.
- Sobre el tema del fomento del estilo de vida solidario y ecológico en las pastorales, la percepción general es que sí se promueve este estilo de vida, sin embargo no se alcanza a entender hasta donde llegan las acciones: da la impresión de que se queda en lo puntual y periférico.
- Dentro de las pistas de reflexión del diagnóstico provincial se señala que por tener alianzas y vínculos débiles con otras instancias y por no contar con programas estructurados, en lo social se tiende a estar muy auto-referidos y por ello ser muy poco críticos.

Se constata una dispersión temática en relación a la solidaridad que va desde la compasión y el asistencialismo, hasta la promoción, organización y construcción colectiva. En la mayoría de la gente se percibe darse más la compasión y el asistencialismo. La solidaridad, para los religiosos, se concretiza privilegiadamente desde la formación, y para los laicos, desde la participación y el apoyo. Se incluye entre los caminos para concretizar la solidaridad, el desarrollo de capacidades de análisis, organización y profesionalización.
Al contrario de lo que dice el diagnóstico en relación a que la solidaridad es suficientemente comprendida y aceptada, parece más bien que el concepto es pobremente conceptualizado en base a nociones comunes que poco ayudan a concretizarlo y medirlo.
Las acciones formativas para la solidaridad van en la línea de la conciencia crítica en el mejor de los casos, hasta la pastoral social.
Las acciones solidarias van desde la presencia, lo asistencial y lo promocional. Los ejemplos son sugerentes pero no se concretiza efectivamente qué implica cada una de las acciones solidarias, p.e. a favor del medio ambiente, para combatir la pobreza. Sale a relucir la dispersión y eventualidad de alianzas, de acciones en favor de un estilo de vida solidario y ecológico, sin un proyecto definido.
Falta una conceptualización y práctica de la solidaridad que corresponda a la falta de justicia estructural que afecta a la mayoría de la población.
Entre los aprendizajes más mencionados está la necesidad de tener programas estructurados, con método, para llevar a la práctica el compromiso solidario, que además ha de ser de corte crítico, lo que tiene que ver con la búsqueda de una comprensión más unitaria y práctica de lo que es la solidaridad.
b) A partir de las entrevistas a profundidad, la pregunta realizada fue ¿qué habría que mejorar en cuanto al compromiso de solidaridad? Ciertamente no se pregunta directamente qué comprenden por solidaridad, pero en las respuestas de manera indirecta surgen algunas definiciones respecto a aquello que se comprende por solidaridad, las cuales se muestran a continuación:

- La solidaridad parte de Cristo con toda la humanidad al purificarla de su pecado. La solidaridad social debe brotar de la espiritual.
- La solidaridad debe hacerse práctica, ser honesta y partir de la experiencia de Dios.
- El concepto solidaridad en México existe como un concepto relacionado con lo afectivo, pero muy poco con la conciencia civil y la organización social. Sólo se entiende que hay que darle al pobre.
- Un compromiso duradero, que vaya a la raíz de las causas de la injusticia y la pobreza con carácter transformador. No se trata de algo puntual, caritativo. Tiene que ver con ser más austeros en nuestro estilo de vida.
- Tiene que ver con crear modelos de solidaridad, no proyectos solidarios.
- No sólo tiene que ver con el compromiso con organizaciones sociales sino en todo ámbito donde está uno adscrito promoviendo solidaridad con otro tipo de pobrezas más finas y menos inmediatas.
- Se trata de salir al encuentro de los que sufren: pobreza, exclusión, violencia, los que no tienen lugar, el medio ambiente.

Se constata nuevamente la vaguedad en la comprensión del término, el cual tiene aspectos descriptivos de diversos tipos: se entiende más desde lo afectivo o caritativo -hay que darle al pobre- pero poco como conciencia civil y organización social; se trata de un compromiso duradero, que vaya a la raíz de las causas de la injusticia y la pobreza; tiene que ver con todo ámbito en el que uno está adscrito; consiste en salir al encuentro de los que sufren; su fundamentación es espiritual; sus alcances son diversos: crear modelos personales de solidaridad y no proyectos, ser austeros. Por otra parte, se notan aspectos normativos muy generales: debe brotar de lo espiritual; debe hacerse práctica; debe ser honesta; debe ir a la raíz de la injusticia con carácter transformador.
En conclusión, tanto en los laicos como en los religiosos se adolece de claridad conceptual respecto al término solidaridad: la descripción de éste es muy amplia, abarcando diversas formas en que ha sido concebida la solidaridad en la práctica pastoral. Se describen multiplicidad de acciones que tienen que ver con ésta, pero con poca especificación que permita ver una mayor concretización. Los aspectos normativos son muy generales. Como afirman los aprendizajes del Diagnóstico Provincial, se percibe una dificultad para llevarla a cabo a la práctica, por lo que hacen falta cauces institucionales, estructurales, y metodológicos para reforzarla. Y se necesita mayor claridad conceptual que permita hablar de lo mismo y poder medirla, en vistas a proyectar y hacer operativa la solidaridad.

III-Marco teórico
A la base de la falta de concretización de la solidaridad en la práctica pastoral puede haber varias razones, tales como falta de formación teórica y de carácter crítico en los agentes laicos y en los religiosos, o un modo de proceder más caracterizado por la buena voluntad que por los compromisos concretos y medibles. Sin embargo desde el punto de vista teórico, existen algunas explicaciones que seguramente también han influido a la indefinición, debido al consenso académico al que se ha llegado al respecto, y las cuales serán el objeto de este apartado. Se presentarán dos aspectos que han contribuido a lo largo de la historia, a la confusa definición de la solidaridad: la necesidad histórica de aclaración del término, particularmente entre sus usos normativo y descriptivo a que hace referencia la solidaridad, y la dificultad para sustentar las obligaciones positivas de actuar dentro de la principal rama de deberes ético-políticos.
a) La necesidad histórica de aclaración del término, particularmente entre sus usos normativo y descriptivo.
El término solidaridad es vago, ha sido utilizado de maneras muy distintas y bajo diferentes contextos de significado. No obstante la historia de la discusión filosófica del concepto es pequeña respecto a otros términos como el de la de libertad o la equidad, no se ha logrado un consenso en el significado del mismo.
Además, al centro de las dificultades en el uso del término para iluminar los problemas políticos actuales está la ambigüedad entre sus usos normativos y descriptivos. La ambigüedad no es un resultado fatal de malinterpretaciones históricas o el ejemplo de un concepto oscuro, sino una tensión dialéctica en el sentido de un grado de indecidibilidad (en el sentido de Hegel) entre los momentos normativo y descriptivo en el significado central del término.
La solidaridad actualmente comprendida como un mutuo vínculo entre individuos, comprende dos niveles: el descriptivo o de los hechos, que es un terreno común entre individuos, y el normativo o de las mutuas obligaciones de ayudar a cualquier otro, como y cuando sea necesario. Se ha supuesto repetidamente que basta con el nivel del terreno común para las obligaciones normativas, puesto que éste no es simplemente objetivo sino que tiene una dimensión emocional: del terreno común emerge un sentimiento espontáneo de obligación que llena el espacio entre lo que es y lo que debería ser. Se trata del mismo destino que han sufrido otros conceptos centrales en terminología ética o política, no definidos de manera vinculante y por lo tanto usados de maneras muy diferentes y hasta contradictorias. La heterogeneidad de la solidaridad no es por la abundancia de teorías que compiten entre sí, como es el caso de la justicia, la libertad o la equidad, sino por el contenido teórico que ha sido eclipsado por su función apelativa. A continuación se muestran algunos ejemplos.
- En la ley romana, de fuerte uso normativo, la responsabilidad asumida según el Digesto (Digesto 13,6,15), señala que cada una de las partes asociadas en un determinado negocio no responde sólo por la parte alícuota que le corresponde en caso que puedan dividirse proporcionalmente las cargas o compromisos contraídos, sino que cada uno de los asociados contrae una responsabilidad indivisa sobre la totalidad de las exigencias derivadas del acuerdo establecido. Ya desde estos primeros momentos, amén de su confusión con la responsabilidad y la reciprocidad, se aprecian dos características normativas de la solidaridad: la pluralidad de personas que participan en una determinada actividad y una responsabilidad compartida. Más en concreto, primero, es esencialmente contractual y por lo tanto voluntario. En segundo lugar, hay una equidad en el riesgo compartido, puesto que todas las partes comparten riesgo por la deuda entera. Tercero, como consecuencia, las partes están orientadas una a otra de manera recíproca. Cada una acepta responsabilidad a cambio de la inclusión en cualquier beneficio conferido por el contrato.
Sin embargo, hay quienes consideran que la idea de la solidaridad viene de la Revolución Francesa como una forma alternativa de fraternidad. Su uso es de índole mucho más descriptiva y su semejanza con términos como empatía o confianza es notable. La solidarité llegó a ocupar un lugar central en el movimiento de los trabajadores de los orígenes tardíos del siglo XIX, siendo el origen del uso histórico del término en formas relacionadas con el movimiento, tales como movimientos contra la discriminación en base a la raza o el sexo, o aquellos orientados hacia varios aspectos de la salud.
Pierre Lerroux (1797-1871) parece haber sido el primero en emplear la palabra solidaridad. Su idea fue reemplazar la caridad del cristianismo por la solidaridad humana, fundándose en razones que sólo pueden convencer a un positivista y que él mismo expuso en su libro De l´Humanité. Lerroux hace de la solidaridad una característica antropológica que la convierte en la base de la vida social; supera la división del género humano en naciones, familias o propiedades, estableciendo la unión entre los hombres. Este concepto estimado en su dimensión semántica se aproxima al término filantropía.
En 1842, Hippolyte Renaud publicó un panfleto titulado solidaridad, en el que criticó la visión miope y parcial de los exponentes de ideologías opuestas. Argumentaba que muchas de sus metas eran compatibles y que todos los seres humanos estaban conectados en la consecución del bienestar. Esta publicación ayudó a difundir el término solidaridad más allá de Francia, especialmente en Alemania e Inglaterra, donde fue adoptado por los movimientos socialistas.
- Un momento clave que muestra la confusión de términos y el vaciamiento normativo de la solidaridad es su arribo a la modernidad, al tomar un significado técnico y sociológico, y ser usado para describir el nivel y el grado de cohesión en una sociedad. Augusto Comte en su libro, Sistema de una Política Positiva (1875) fue quien aumentó la visibilidad de la solidaridad en contextos que no eran inmediatamente religiosos o políticos. La solidaridad para Comte era un remedio frente a la creciente individualización y atomización de la sociedad, que a su vez era dañina para los intereses sociales y el bienestar de la colectividad. La división social del trabajo no es sólo un fenómeno económico, sino la principal fuente de solidaridad social.
Uno de los principales teóricos sociales que dedicó especial atención al concepto solidaridad fue Emile Durkheim quien realizó una considerable contribución a su conceptualización en términos sociológicos. La distinción entre solidaridad mecánica y orgánica en su libro La División Social del Trabajo (1893) ha sido punto clave de referencia. En las sociedades tempranas, antes de la división del trabajo, las personas se unían por el sentimiento de similitud: hacían el mismo trabajo, eran parte de la misma familia y luchaban contra las mismas calamidades. Ésta es la llamada "solidaridad mecánica". Sin embargo, la creciente especialización del trabajo fue de la mano con cambios en cómo y dónde vivía la gente, lo cual modificó los lazos entre las personas. Ésta fue la llamada "solidaridad orgánica", para significar que la gente estaba unida al ser dependientes unos de otros. Ya no había similitudes en habitación, oficio, etc, sino un ciclo de producción -en el que aquellos que venden un producto dependen de aquellos que lo manufacturan, y éstos dependen de aquellos que pagan por él, y de aquellos que proveen los recursos naturales- que llega a ser la nueva fuente de lazos entre las personas. La cohesión de la sociedad se realiza menos a través de la similitud y más a través de la diferencia. La división del trabajo se convierte en el cemento de la sociedad. Según Durkheim, el reemplazo gradual de la solidaridad mecánica a la orgánica se convierte en "ley de la historia." La noción de Weber de asociación entre las personas, afectiva-comunal versus racionalmente motivada, es parecida a la de Durkheim.
El problema fundamental de la teoría de la sociedad moderna es cómo puede explicarse y conceptualizarse la cohesión de la aglomeración de individuos independientes. ¿Cómo es posible la sociedad bajo las condiciones del individualismo moderno? En el mundo moderno, los estados y sociedades juegan un papel importante, en el que la solidaridad es como un cemento que sostiene unida una sociedad. Elementos centrales de dicha cohesión incluyen una descendencia e historia común, una cultura y modo de vida semejante, e ideales y metas comunes. A la cohesión de las grandes sociedades modernas no puede seguírsele la pista en las relaciones personales o en el parentesco. Las sociedades modernas se basan en una red de relaciones sociales que son grandemente indirectas y anónimas. Por lo tanto es el interés común el paradigma de las relaciones sociales que constituyen y mantienen unida a la sociedad moderna. La solidaridad moderna se da entre individuos autónomos y la consecuencia es que no hay un conflicto irreconciliable entre solidaridad e individualidad, tal como lo insinúan los comunitaristas o algunos liberales.
Así percibe Max Pensky el problema de no explicar los cambios entre la concepción de fraternidad propia de la Revolución francesa y previas a ésta, y la solidaridad propia de las sociedades modernas actuales:
"... tal concepción [de solidaridad centrada en el afecto y el sentimiento] tiene un inconveniente aparentemente inevitable. Su concentración en aspectos afectivos o atributivos tales como 'identidad compartida', compañerismo, camaradería o empatía, tienden a minar la reivindicación sociológica básica y productiva que afirma la existencia de una diferencia cualitativa en las formas premodernas y modernas de engendrar la solidaridad social, y que esta diferencia cualitativa supone mecanismos de inclusión en el grupo social y también el alcance de la posible inclusión, o la capacidad de mover mecanismos de inclusión más allá de la contingencia o la atribución, aspectos moralmente arbitrarios de los seres humanos. Teorizar la solidaridad como afecto corre el riesgo de tapar el fenómeno que necesita más explicación."
A lo anterior, añade otro uso del término solidaridad que ha sido vaciado de su contenido normativo. Se trata de aquellas concepciones de solidaridad de índole científica -p.e. la teoría política liberal, o los abordajes sociológicos funcionalistas tales como la teoría de sistemas- que explican cómo las sociedades avanzadas e hipercomplejas manejan la tarea en curso de integración social, abstrayéndose de dimensiones normativas. El efecto de tales concepciones es reducir la agencia de los actores sociales en la tarea de crear y mantener su propio mundo social.
- Una última concepción de solidaridad que da lugar a la confusión citada sobre todo por la amplitud de acepciones dadas al término, es la de la teología moral católica. La solidaridad no es la afirmación de un dato ontológico, sino el contenido de una promesa que se realiza en el devenir histórico. La solidaridad es una "necesidad histórica", una normatividad que se impone por el hecho de constituir una historia de salvación.
Integra adecuadamente la tensión entre persona y estructura, entre ideal y mediaciones históricas. Para la Biblia la solidaridad se verifica en el ámbito del "pueblo", en el que las personas se solidarizan mediante las instituciones y éstas tienen función solidaria en la medida que sirven a las personas. Por otra parte, la "promesa", al ser la condición de la solidaridad bíblica, es el lugar de encuentro entre el ideal de la esperanza escatológica y la realización parcial del empeño histórico (He 4,34).
Ofrece fundamento válido para dar sentido a las asimetrías de la existencia humana. En el pensamiento bíblico funciona la categoría del "otro" como prioridad de la realidad humana: el "otro", en cuanto representación del "desechado", del necesitado", del "lejano", adquiere la primacía hermenéutica de la realidad humana. El "otro" cercano en el dolor y alejado en la salvación se constituye en clave interpretativa de la historia y, consiguientemente, de la realidad. La "asimetría" adquiere de este modo la primacía de la realidad. Dios se manifiesta en la reivindicación del "oprimido". El Reino de Dios irrumpe mediante la salvación del "pobre". Cristo se hace presente en el "necesitado" (Mt 25, 31-46).
La "parcialidad" de Dios hacia los pobres no sólo indica un criterio para la actuación ética, sino que es un rasgo constitutivo de la realidad humana en cuanto ésta es existencia solidaria. Al concepto de solidaridad le corresponde la "parcialidad" que se traduce en "compasión" afectiva y efectiva en relación con los menos favorecidos (Lc 19, 9-10) .
En la doctrina social de la Iglesia, la solidaridad aparece de manera francamente normativa como virtud y como principio. Juan Pablo II eligió la palabra "solidaridad" como una perspectiva básica para iluminar la realidad social. En su primera encíclica social, Laborem exercens (n. 8), comprendió y alentó la lucha emancipadora de los hombres del trabajo apelando al "importante valor y la elocuencia desde el punto de vista de la ética social" de la "llamada a la solidaridad y a la acción común". El Papa animó a suscitar "nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y con los hombres del trabajo"; precisó que esta solidaridad "no debe ser cerrazón al diálogo y a la colaboración con los demás".
En los números 38-40 de la encíclica Sollicitudo rei socialis, se hace una presentación de la solidaridad como auténtica virtud, virtud cristiana, y virtud muy próxima a la caridad. Existe una realidad humana, la "interdependencia" cada vez más creciente entre personas, grupos sociales, naciones, mundos, que necesita la regulación humana responsable (es decir, la intervención de la moral). Cuando ésta es correcta, se encuentra con la virtud de la solidaridad. La virtud cristiana de la solidaridad tiene "numerosos puntos de contacto" con la caridad, la cual "es signo distintivo de los discípulos de Cristo" cf. Jn 13,55 (n. 40).
Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus annus, habla de la solidaridad no en términos de "virtud", sino en clave de "principio". Para él, "el principio que hoy llamamos solidaridad se demuestra como uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política" y posee "validez ya sea en el orden interno de cada nación ya sea en el orden internacional" (n. 10). Aunque no desarrolla esa funcionalidad apuntada del principio de solidaridad, el Papa lo orienta hacia la participación del Estado en la defensa de los más débiles. "...Según el principio de solidaridad, poniendo, en defensa de los más débiles, algunos límites a la autonomía de las partes que deciden las condiciones de trabajo, y asegurando en todo caso un mínimo vital al trabajador en paro (n. 15).
El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, llama frecuentemente a la solidaridad ante el desastre ecológico que nos amenaza debido al abuso humano ante la creación de Dios (n. 14). El daño a las instituciones cívicas atenta contra la solidaridad y afecta a la ecología (n. 142). Ante la gran inequidad mundial, el principio de bien común se convierte en un llamado a la solidaridad, también con las generaciones futuras (n. 158 y 159). Finalmente recuerda que todo está conectado, e invita a madurar en una espiritualidad de la solidaridad global, que brota del misterio de la Trinidad (n. 240).
El principio de solidaridad tiene múltiples aplicaciones para la vida social: es un principio de organización política; es un criterio para las relaciones económicas, laborales y sindicales; es una exigencia del ordenamiento jurídico; es un deber de cuidado ecológico. Todas estas aplicaciones tienen su fundamento y su origen en el significado ético general de la solidaridad. Sin embargo, nótese cómo la concepción bíblica, dentro del género narrativo, resalta la solidaridad asimétrica, a diferencia de la simetría de las concepciones modernas, e incluye el sentimiento y la actitud de compasión afectiva con los más necesitados. En las encíclicas papales se resalta lo normativo, al establecer grandes horizontes para la solidaridad, tales como aliarse con los hombres del trabajo o empeñarse por el bien común, o volverse criterio de organización política. Los contenidos de la solidaridad podrían confundirse con los de la caridad, sin duda el principio o la virtud cristiana por excelencia.
b) La dificultad para sustentar las obligaciones positivas de actuar dentro de la principal rama de deberes ético-políticos
Otra de las razones detrás de la negligencia teórica es el hecho de que las obligaciones positivas de actuar, como lo implica el término solidaridad, son difíciles de incorporar dentro de la principal rama del pensamiento ético y político. En la tradición ética moderna, el deber de ayudar que implica la solidaridad es recomendable pero no puede ser imperativo. En la modernidad se definieron los deberes de obligación perfecta o incondicionados, y son aquellos que mandan a menos que haya otra obligación del mismo nivel que se contraponga. Son la obligación de no dañar y ser justos, los cuales impiden universalmente hacer el mal y requieren distribuir los bienes imparcialmente, pero no mandan ayudar a otros. Su ámbito es público. En segundo lugar, las relaciones de beneficencia dentro de las que se contempla la solidaridad usualmente incluyen sólo obligaciones particulares o de beneficencia. Uno no es solidario con cualquiera sino con los miembros de una comunidad particular a la que uno considera pertenecer. Por lo que el término solidaridad fue utilizado más como santo y seña política, por ejemplo, por la tradición socialista o la teoría social católica, que como término ético.
- Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el solidarismo francés. Tres años después de la defensa de la tesis de Durkheim, emerge el solidarismo político de Léon Bourgeois que en 1896 publica el libro Solidarité con el que se inicia el gran decenio del solidarismo. Es una ideología laica, pragmática y reformista que se convertirá en la ideología oficial de la III República Francesa. Se trata de una teoría filosófica sobre el deber y las conductas sociales, y tiene como finalidad la idea del bien común, capaz de establecer los deberes de una humanidad reconciliada.
Las doctrinas de la solidaridad tuvieron éxito debido a que, contrario a la ética moderna centrada en deberes negativos, mostraron que la libertad podía generar una obligación positiva de hacer y de quién la preserve. Mejor aún: que esta obligación no sólo era compatible con la libertad sino que también era su condición. Esto significaba una mutación epistemológica que señalaba el advenimiento del programa de la solidaridad.
Lo esencial de la doctrina de la solidaridad está en su tentativa de formular una regla de justicia que sería alternativa de la regla liberal. El propósito de Burgeois era ante todo demostrar que se podía derivar lo social de una regla de justicia que inauguraría la posibilidad de un derecho que por sí mismo fuera social, formulado por el nuevo concepto contractual que, en su opinión, podía deducir del hecho de las solidaridades.
El contrato solidarista descansa sobre tres postulados: 1) los seres humanos dependen unos de otros; tienen conciencia de ellos y saben que aprovechan el juego de las solidaridades; tienen un interés en mantenerlo; 2) se reconocen, si no como iguales -conocen sus diferencias-, al menos como semejantes; 3) al saber que deben lo que tienen al hecho de las solidaridades, pero ser incapaces de determinar lo que en particular debe uno al otro, deciden instituir una regla de repartición de una riqueza fundamentalmente colectiva, para que su asociación se mantenga, sea la más provechosa para todos y, por tanto, la más pacífica. El objeto del contrato es ponerse de acuerdo sobre el hecho de que se procederá como si el juego de las solidaridades resultara de un acuerdo, y examinar si se otorgará el consentimiento.
Si se debe concluir el acuerdo de solidaridad a falta de toda regla que predeterminara la justicia, entra en juego el contrato de seguro. Se trata de la posibilidad práctica de realizar el equilibrio en la repartición de ventajas y cargas sociales, que parecía comprometer la imposibilidad de calcular individualmente el monto de las deudas y de los créditos de cada quien. Los riesgos serán soportados en común y el acceso a las diferentes ventajas sociales quedará abierto a todos. Los mecanismos del seguro harán posible la justicia en sus relaciones y mantendrían el juego de las solidaridades. Sólo hay vida social en la medida que esta clase de seguro voluntario y mutuo contra los riesgos sociales sea consentido y aceptado por los asociados.
La puesta en práctica de un sistema generalizado de protección de la seguridad social, el Estado Providencia, permitirá adquirir más autonomía respecto a los lazos tradicionales como eran la familia, los círculos más cercanos, las comunidades más restringidas. Los individuos podrán, en el siglo XX, pensar de manera distinta la relación entre el individuo y la sociedad.
Si el uno no es el otro, uno rico, el otro pobre, sano o enfermo, artista genial o ignorante, ello no depende tanto de méritos individuales, sino del azar, de una distribución aleatoria, sedimentada y consolidada por la historia. El azar es la forma moderna de pensar las relaciones del todo y de sus partes, independientemente de la idea de identidad: todos somos diferentes, pero la solidaridad en esas diferencias contiene el principio de su totalización. En el cruce mismo de la institución de los seguros sociales y de su reflexión en la filosofía de la solidaridad, la categoría del riesgo encuentra su verdad como principio propio de la objetividad del juicio social, es decir, como regla de justicia.
El surgimiento de las doctrinas de la solidaridad a fines del siglo XIX es contemporáneo del nacimiento de una sociopolítica, es decir, una filosofía política que no trata ya de fundar la sociedad, legitimarla y encontrarle un principio director de sí misma, en el alba de su nacimiento -en un estado de naturaleza, en una teoría contractual o en un derecho natural-. Más bien hace de la sociedad un principio permanente de autolegitimación política, en cierto modo cerrada sobre sí misma, sobre las leyes de su historia y de su sociología. Los legisladores de la Revolución Francesa creían legislar para el ser humano, definir y garantizar sus derechos naturales, universales y eternos; en lo sucesivo, el derecho, la política, la legislación, será social. La sociedad devendrá principio y fin, causa y consecuencia, y el ser humano sólo encontrará su salvación e identidad al reconocerse a sí mismo como ser social.
- Otro caso semejante se da en la solidaridad universal. En su uso más general, el término solidaridad se refiere al lazo que une a todos los seres humanos a una gran comunidad moral. El concepto universalista de solidaridad se adoptó hasta finales del mundo antiguo, con el declinar de la antigua polis griega, como una comunidad comprehensiva que incluye a todos los seres humanos; idea después tomada por el cristianismo. La justificación cosmológica detrás de esta idea otorgada por los estoicos cayó, para ser reemplazada por la justificación teológica que todos los humanos son hijos de Dios y por lo tanto hermanos.
Una dificultad del uso de solidaridad como término universal es que ésta no sólo es obstaculizada por el conflicto o la competencia externa, sino también por factores internos. La inclinación afectiva y los sentimientos de fraternidad son usualmente excluyentes de otros grupos, lo cual va contra la universalidad. La idea de una fraternidad general de todos los seres humanos además del postulado deducido de aquél de que cada individuo está moralmente obligado de ayudar a cualquier otro sin diferenciación, parece sobrecargar la capacidad moral de todos los seres humanos. Lo cual no significa que el universalismo naufrague, sino que corresponde más a las obligaciones negativas que a las positivas o de ayuda.
- Solidaridad y liberación. Otro uso importante de la palabra solidaridad tiene que ver con dondequiera que se reúna un conjunto de individuos para defender algún interés, los cuales pueden ser de lo más variopintos. A partir de su contenido, esta forma de solidaridad tiene un componente positivo, que resulta de las metas que aquellos comprometidos quieren obtener con la ayuda de sus acciones solidarias. Así por ejemplo, la asociación para la lucha por derechos humanos. La solidaridad es entonces fuente importante de procesos legales. La solidaridad es un recurso político que ha sido urgentemente necesitado, puesto que existen derechos elementales que no han sido asegurados para todos. Este tipo de solidaridad es particularmente necesaria donde no existen o fallan los mecanismos institucionalizados para la producción o el mantenimiento de la justicia. Y dado que la materia en cuestión es un asunto de justicia, la solidaridad puesta en práctica durante la lucha por aquella contiene una genuina dimensión moral. Es más, si la solidaridad pudiera ser reducida al terreno común de los intereses afectados, la prudencia sería el único motivo para ser solidarios, puesto que de no serlo los propios intereses se verían conculcados.
- Solidaridad y el Estado de bienestar. Por último, en la política cotidiana, la solidaridad se refiere a la redistribución justificada de recursos financieros por el estado en favor de individuos o grupos necesitados. El concepto de solidaridad sirve para justificar el Estado de bienestar. La premisa normativa decisiva tiene que ver con los ciudadanos de un estado que tienen obligación de ayudar a otros debido a su historia, lenguaje, y cultura común, pero que no la tienen hacia habitantes de otros estados. Proviene esta idea del concepto de fraternidad el cual emergió con la Revolución Francesa y fue asentada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como el deber sagrado de ayudar a los miembros desafortunados de una sociedad. Esta idea ha jugado un papel significativo en el pensamiento político de los siglos XIX y XX, por ejemplo, el segundo principio de la teoría de la justicia de John Rawls, el principio de diferencia. Sin embargo el Estado de bienestar no se caracteriza por el ideal de ayudar a los necesitados, sino que esta ayuda es legalmente institucionalizada por el estado. Los ciudadanos necesitados esperan ayuda de los servicios apropiados por medios legales, puesto que para ello el estado cobra impuestos y administra los bienes.
En la filosofía política se prefiere el término justicia al de solidaridad en orden a justificar el estado de bienestar en términos éticos. En las sociedades modernas la fraternidad natural es reemplazada por una justicia artificial, cuya realización práctica va de los individuos al estado y sus instituciones. Justificar el estado social refiriéndose a la solidaridad estaría motivado política o ideológicamente, más que filosóficamente.

IV - Un nuevo acercamiento a la solidaridad
Como ha sido descrito, existe en la literatura una mezcla de significados de solidaridad, una confusión entre lo descriptivo y lo normativo, y la dificultad de sustentar obligaciones positivas de actuar. Por lo tanto se justifica la necesidad de tener un nuevo acercamiento a la solidaridad así como una definición operativa, que comprendan tanto lo normativo como lo descriptivo.
A partir del modelo operativo presentado en el estudio, "Solidarity. Reflections on an emerging concept on bioethics" , se presentan a continuación algunas pistas que ayuden a concretizar el término solidaridad, y por ello, poder aclararlo, concretarlo, proyectarlo, evaluarlo, medirlo, en los distintos ámbitos pastorales, institucionales o comunitarios. En definitiva, en aquellos lugares donde trabajan o viven aquellos que se sienten llamados a impulsar el compromiso de solidaridad. La comprensión de solidaridad necesita estar en diálogo con el contexto actual de injusticia, honda crisis política y de valores humanos, de aumento de desconfianza ante el otro y las instituciones, y de escasa participación cívica, al menos en países como México. Además, que contemple un contexto de relaciones, en que los modelos tradicionales han sido superados, y que tome en cuenta la manera como se vinculan los sujetos en la posmodernidad.
La solidaridad tiene que ver con una categoría que orienta hacia la recuperación de la relación con el prójimo, los elementos comunitarios y el capital social. Si hace algunos años la justicia social pasaba por la institucionalización de la solidaridad, hoy parece reclamarse la solidaridad corta, la solidaridad con el prójimo, no como vuelta al vínculo cálido con los cercanos, sino como una verdadera escuela de democracia, de las actitudes y comportamientos que ayudan a construir la base común sobre la que puede asentar una sociedad mejor y más justa.
En su forma más esencial, la solidaridad significa prácticas compartidas que reflejan un compromiso colectivo para llevar los "costos" (financieros, sociales, emocionales u otros) de asistir a otros.
Las prácticas compartidas es un término conveniente, puesto que va más allá de lazos de afinidad, parentesco, comunidad, etc. Además, el contexto de masificación urbana sobre todo en Latinoamérica hace difícil conservar la solidaridad entre afines. Las ciudades que han sufrido un proceso de modernización, con la individualización y atomización respectiva. Unirse entre vecinos por un fin común, como cuidarse unos a otros ante la inseguridad, más allá de la amistad, afinidad o parentesco, es un vínculo solidario indispensable que puede regenerar focos de ciudadanía en las grandes urbes.
Se trata de una práctica y no un mero sentimiento o un valor abstracto, y como tal requiere acciones; de otro modo no es solidaridad. Esto es algo importante a tener en cuenta puesto que en las definiciones dadas de solidaridad en las entrevistas, se confunde a menudo los sentimientos, las disposiciones y la práctica. Como afirma el diagnóstico provincial, los laicos son más propensos a la práctica: "participar y apoyar", y por ello pueden estar más cerca de la solidaridad.Los religiosos son más dados a la formación teórica para la solidaridad, descuidando las prácticas. Además hoy es mucho más atractivo para la juventud unirse por una práctica en favor de otro necesitado, por ejemplo, el acopio ante desgracias.
El término costos es entendido como un amplio rango de contribuciones que grupos o individuos hacen para asistir a otros. Llama la atención que en las entrevistas no se mencionó la palabra costos o alguna equivalente, por el hecho de hacerse solidarios. Si bien es un elemento bien definido por el evangelio, p.e. la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) pareciera poco asimilado al preguntar sobre el término a gente del mundo religioso. Lo anterior no excluye escenarios donde los grupos e individuos comprometidos en la solidaridad también se benefician de dicho compromiso, pero a diferencia de los costos, tales beneficios no son precondición de la solidaridad. Por último, asumir los costos es propio de la inspiración cristiana del trabajo pastoral, por su dimensión de gratuidad evangélica.
El modelo operativo consta de tres niveles, comenzando por una conceptualización de cómo los individuos se involucran en practicar la solidaridad. Se organizan en una jerarquía de institucionalización, con el primer grado a nivel interpersonal y más informal, y el tercer nivel más institucional y más formal-legal. Los individuos no son considerados con entidades dadas y claramente unidas, sino como personas cuyas identidades, intereses y preferencias emergen de las relaciones con otros. Consecuentemente la solidaridad puede ser vista como algo que es una necesidad innata y característica de la gente. Luego entonces las relaciones en este modelo no son vistas de manera independiente, sino como parte de la persona.
1. Nivel interpersonal: la solidaridad comprende manifestaciones de la voluntad de llevar los costos de asistir a otros con quien una persona reconoce igualdad o similitud en al menos un aspecto relevante.
Este nivel de solidaridad puede tomar varias formas: la conciencia de estar asociado con otros por elección, por destino u otras circunstancias. Así, entra la libertad en acción, en tanto por determinado motivo, se elige hacerse solidario con otro u otros a quienes se decide ayudar. Se puede hacer propio el destino de otro(s) similares a quienes se presta ayuda, en al menos algún aspecto. La solidaridad no es tal si no está acompañada por actos, esto es, la manifestación externa de la voluntad de sobrellevar los costos de asistir a otros. Puede ser desde cosas muy simples.
Hoy parece importante la proximidad con el otro con el fin de recuperar la palabra, de ofrecer testimonios personales que hagan ver que es posible salir adelante. Esto recupera la dimensión social,política y crítica del ser humano a través de la expresión de pensamiento y sentimiento, experiencia y estructura, que se verbaliza en un relato expresado en una conversación continua a través de la cual se va construyendo el compromiso cívico.
"Una de las lecciones es que crear un robusto capital social lleva tiempo y esfuerzo. En la mayoría de las ocasiones, se desarrolla a través de una prolongada e intensa conversación cara a cara entre dos personas o entre pequeños grupos. Se requiere un contacto persona a persona a lo largo del tiempo para construir la confianza y la comprensión mutua que caracteriza a las relaciones que son la base del capital social [...] Una segunda conclusión, relacionada con la primera, es que el capital social es necesariamente un fenómeno local, porque se define por medio de conexiones entre personas que se conocen unas a otras."
El nivel interpersonal es un ámbito que se procura mucho en el modo de proceder pastoral de los laicos-religiosos estudiados. Se insiste en recuperar al sujeto y rehacer vínculos, lo cual cuando es bien orientado, puede ser generador de proximidad con el otro y entablar prácticas solidarias. En sociedades cada vez más individualistas y atomizadas, amenazadas por varios factores de riesgo, la gente está urgida de prácticas solidarias de escucha y cuidado mutuo, autodefensa, sentirse parte de alguien, trabajo por un entorno más limpio, etc. Todo ello reconstruye tejido social.
La vulnerabilidad como tal puede ser un factor que dé reconocimiento a la igualdad: en una aguda vulnerabilidad y necesidad de un compañero, uno reconoce cuando se ha estado o podría estar en alguna necesidad similar. Ante tanto dolor y sufrimiento que ha generado la violencia en México, casi toda su población es vulnerable y en esta igualdad de condiciones hay una fuente importante de solidaridad: en la escucha, en la ayuda, en el soporte, etc.
La solidaridad será entonces promulgada de manera especial, aunque no exclusivamente, con los más vulnerables en un grupo, con aquellos que están en una necesidad particular que requiere de ayuda. Este es un factor típico que aporta la solidaridad cristiana. Esta solidaridad puede ser por motivos filantrópicos, como en el caso de las ONGs, o creyentes, como la solidaridad cristiana: estar en lugares de pobreza y marginación, con mayores o menores expresiones de solidaridad. Para los laicos-religiosos animados por una espiritualidad solidaria, la elección de su estilo de vida y prácticas solidarias es fruto de una llamada a la que se ha respondido. En el documento de Aparecida (n. 407-430) se enuncian los rostros sufrientes que nos duelen: "personas que viven en la calle, migrantes, enfermos, adictos, encarcelados...", que no son sino prolongación de los rasgos sufrientes de Cristo ya señalados en Puebla (n. 31-39).
Las prácticas de solidaridad normalmente se confunden con prácticas de caridad o altruismo. Pero una diferencia importante con estas últimas está en que la solidaridad se practica en el contexto de una simetría potencial o actual dentro del grupo al menos en un aspecto relevante (se va "en el mismo barco" en determinado aspecto aunque se puede ser muy distinto en muchos otros aspectos de la vida). Otra diferencia importante entre solidaridad y altruismo es que este último es más una actitud hacia todos los otros, mientras que la solidaridad comporta prácticas concretas dentro de una comunidad de personas que comparten ciertas cosas en común. En la mayoría de los casos será obvio lo que se califica como similaridad, pero en otros será difícil determinarlo.
2. Nivel de prácticas grupales
En los casos en que una práctica solidaria interpersonal puede verse normal, como una "buena conducta", la solidaridad puede consolidarse en formas de institucionalización, por ejemplo, los grupos de auto-ayuda de enfermos con cáncer que practican una solidaridad más institucionalizada entre ellos y con otros grupos, o comités de derechos humanos que tienen como misión prestar ayuda a personas lesionadas en su dignidad humana. La solidaridad puede ser descrita como manifestaciones de un compromiso colectivo de llevar los costos de asistir a otros (que están unidos por medio de una situación o causa compartida). Esta es una forma más prominente de solidaridad. La gente que comparte una situación, participa de ciertos riesgos o logros positivos que emergen de ésta, o la definen. O quien comparte los logros alcanzados por luchar en favor de ciertos derechos, así como las respectivas cargas o contrariedades. Sería el caso también de aceptar asumir el costo, bajo algún sentido, de hacerse solidarios de determinado grupo a quien se presta ayuda, por ejemplo, hacerse solidario con los pobres implicaría asumir determinadas carencias de pobres concretos con quienes se decide asociarse para ayudarles en su organización y defensa de determinado derecho. O al asociarse en las luchas de algún grupo excluido, asumir la marginación que éste sufre.
Puede preguntarse cómo realizar hoy prácticas grupales en favor de otros colectivos, dada la distancia entre las relaciones inmediatas, cortas, presenciales, en el encuentro persona a persona, y el mundo de las relaciones largas, mediadas, cada vez más extensas, complejas y abstractas. Retomando la obra "El 'socius' y el prójimo" de Paul Ricoeur, pueden contemplarse la dimensión interpersonal y la de prácticas grupales e incluso institucional de manera conjunta, como las dos dimensiones de la misma historia, las dos caras de la misma práctica.
"En un mismo movimiento es como yo quiero a mis hijos y me ocupo de la infancia delincuente; el primer amor es íntimo, subjetivo, pero exclusivo; el segundo es abstracto, pero más amplio [...] Es la misma caridad la que da su sentido a la institución social y al suceso del encuentro. La oposición brutal entre comunidad y sociedad, entre relación personal y relación administrativa o institucional, no puede ser más que un momento de la reflexión"
Entre 'socius' y prójimo se establece una función crítica recíproca. La perspectiva del 'socius' debe evitar que la intervención interpersonal se separe del contexto social donde encuentra su impacto histórico, caiga en lamentaciones estériles, o se convierta en presa fácil de la reivindicación negada por una existencia social masificada. La perspectiva del prójimo debería evitar la objetivación, que tiene varias consecuencias: la rutinización del trabajo especializado, la mentalidad anónima resultado del funcionamiento abstracto y las pasiones de poder que anidan en toda institución.
Dentro de este campo entrarían las solidaridades con colectivos que trabajan por los derechos humanos, con grupos que buscan recuperar obligaciones del Estado de bienestar que van siendo conculcadas por el sistema liberal (por ejemplo, la seguridad social), o el cumplimiento de las obligaciones del Estado para con los más desaventajados a través de diversas instituciones de asistencia (y no derivándola a la filantropía interesada, por ejemplo el Teletón, para descontar impuestos de las grandes empresas). Se trata de diversos trabajos de desarrollo para fortalecer la organización y procesos de autogestión que apunten a la transformación social y productiva: proyectos de desarrollo humano, integral y sustentable.
Los resultados de estas actividades son prácticas comunes a partir de las cuales emergen valores o principios que son compartidos por todos los miembros de tales grupos o comunidades, tales como la lealtad, la confianza, la reciprocidad, la gratuidad. En la práctica pastoral de laicos-religiosos es característica la formación de comunidades o grupos con un servicio apostólico. Laicos y religiosos están necesitados de herramientas para un trabajo más analítico, programático y cualificado. Bajo las características antes mencionadas, pueden generarse prácticas solidarias con diversos grupos que trabajan por causas como las ya señaladas.
3. Nivel de manifestaciones contractuales y legales:
Este nivel se da si tales principios y valores solidifican no sólo en normas sociales sino que se manifiestan en normas contractuales u otras normas legales. Se trata de la más dura y firme forma de solidaridad. Los ejemplos serían los acuerdos del Estado de bienestar y de bienestar social, o los celebrados entre actores privados y en declaraciones internacionales o tratados. La solidaridad lograda en México por las familias afectadas por el crimen organizado ha logrado que se promulgue la ley de víctimas, la cual no obstante tiene lagunas, es un paso en el largo camino para hacerles justicia.
Mientras que los niveles menores (1 y 2) existen sin los mayores (3), no sucede al revés. En otras palabras, casos de solidaridad 3 han emergido alguna vez en la historia de los niveles 1 y 2, aunque los niveles menores podrían haber cambiado, manteniéndose la institucionalización dentro del nivel 3. Así podría ser que el nivel 3 esté más o menos intacto mientras que los 1 y 2 se hayan roto. Es el caso de arreglos del Estado de bienestar que se mantienen al presente, tales como la seguridad social, aunque los niveles 1 y 2 estén rotos en varios aspectos ante los embates que ha sufrido el tejido social, por ejemplo por el neoliberalismo. Pero la reversa no se aplica: no toda práctica de nivel 1 y 2 solidifica en el nivel 3, ni es deseable que lo haga. Hay ciertas cosas que las pequeñas comunidades pueden hacer mejor que los estados nación por estar más cerca de la base, o reaccionan más rápida y efectivamente a los cambios o resistencias en las configuraciones locales o regionales de factores sociales, materiales, o políticos y económicos. Esto se nota claramente en México, donde si no fuera por las concretizaciones de solidaridad a niveles 1 y 2, la inoperancia del Estado (nivel 3) habría ocasionado un colapso social.
Yves Congar citando el texto ya señalado de Ricoeur, señaló que el modo de amar realmente al prójimo es hacerlo socialmente. Hay que afrontar el problema no sólo de manera interpersonal sino globalmente, por medio de una institución social, por una organización. En tales casos el modo de atender realmente a esas personas es socialmente.
Por último, la caridad, el altruismo (actitud general hacia otros) y la solidaridad pueden confundirse en el primer nivel, pero se van distinguiendo y necesitan una justificación e institucionalización distinta conforme se asciende de nivel.
Algunas caracterizaciones son propias de los tres niveles:
Los actos solidarios son precedidos por el reconocimiento de igualdad con otra persona o grupo en algún aspecto relevante, lo que significa que la igualdad se basa en una relación sobre todo simétrica, no asimétrica (como en la caridad).
La solidaridad se manifiesta no en el sentimiento de empatía, aunque puede conllevarlo. La solidaridad implica la promulgación de la voluntad de llevar los costos de asistir a otros. La solidaridad es encarnada y promulgada más que sentida.
El grado de los costos no es decisivo. Estos pueden ser menores o mayores, según el caso.
La solidaridad no es benéfica para la sociedad por definición, ni todos consideran a las prácticas solidarias benéficas para cada uno o para la mayoría. Además, las prácticas institucionalizadas de solidaridad siempre excluyen a algunos.
El que ciertas relaciones sean contractuales o legales no excluye que sean promulgaciones de solidaridad al mismo tiempo.
Finalmente cabe apuntar que en este modelo de solidaridad, mientras se es el mismo en el sentido de ser todos solidarios con otros, se es diferente con respecto de quien uno se siente solidario, y en relación a por qué y cómo se actúa en relación a ellos. Esto tiene dos consecuencias. Primero, la solidaridad con un colectivo puede alcanzarse al enfocarse en entidades donde la asistencia mutua es inscrita en las relaciones entre la gente, o por convencimiento de que hay buenas razones para sentirse igualitario de un determinado grupo. Segundo, dado que el individuo es contemplado como emergiendo de las relaciones en las que está incorporado, la solidaridad es igual de importante que los derechos e intereses individuales. Ni los intereses individuales ni los comunitarios, a priori, importan más que otros.
Esta comprensión de la solidaridad traza un puente entre usos normativos y descriptivos del término. La definición operativa es descriptiva puesto que ayuda a determinar si la solidaridad, u otros términos, describen una cierta forma o contexto de interacción social/política. Pero también es normativa en tanto contiene enunciados sustanciales, acuerda cómo entender a la persona, a saber, al menos formada parcialmente por sus relaciones sociales, incluyendo aquellas que le atañen en su capacidad como ciudadano. Resta sólo decir que los acuerdos sociales y políticos que consideran estas tres relaciones sociales son típicamente preferibles a los acuerdos que no lo hacen.




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