La sociología chilena durante dictadura: Discursos sobre el impacto del autoritarismo en la sociología a partir del quiebre institucional de 1973

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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES | FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES E HISTORIA BARROS, M. & CHAPARRO, C. 2014. “LA SOCIOLOGÍA CHILENA DURANTE DICTADURA”

LA SOCIOLOGÍA CHILENA DURANTE DICTADURA Discursos sobre el impacto del autoritarismo en la sociología a partir del quiebre institucional de 1973 Manuel Barros & Carolina Chaparro Tesis para optar al grado de Licenciado en Sociología Profesora Guía: Profesor Lector:

Elisabeth Simbürger Tomás Ariztía

RESUMEN En un momento histórico en el que se conmemoran poco más de 40 años del Golpe Militar y el régimen autoritario en Chile, período en el que se han llevado a cabo una serie de conmemoraciones y reflexiones, surge también la pregunta por los alcances de la dictadura en la intelectualidad chilena y sus consecuencias sobre las ciencias sociales en el país y específicamente la sociología. A partir de lo anterior, la presente investigación busca aproximarse a los impactos del autoritarismo sobre el quehacer sociológico en Chile, indagando puntualmente en los aspectos biográficos y profesionales vivenciados por los sociólogos y estudiantes de sociología de la época. La importancia de realizar este estudio y abordar estas temáticas radica, en primer lugar, en la tendencia de los estudios sociológicos chilenos por estudiar los impactos del autoritarismo sobre la sociedad chilena, más que reparar en los efectos sobre la propia sociología y, en segundo lugar, en la perspectiva novedosa y que podría significar el estudio de estos discursos desde la óptica de una generación joven y ajena al proceso.

PALABRAS CLAVE Sociología; Dictadura; Universidad de Chile; Universidad Católica; Academia; Autoritarismo

ÍNDICE INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................. 3 OBJETIVOS E HIPÓTESIS ............................................................................................................ 5 MARCO TEÓRICO .......................................................................................................................... 6 Breve historia de la sociología en Latinoamérica y Chile ......................................... 6 La sociología en América Latina: ................................................................................ 6 La sociología en Chile:................................................................................................ 8 La sociología y el autoritarismo ................................................................................ 11 Sociología bajo el autoritarismo: Experiencias alrededor del mundo......................... 11 La disciplina sociológica bajo el autoritarismo: El caso chileno ................................. 15 Generación e identidad:............................................................................................. 18 Las generaciones de sociólogos implicadas ............................................................. 18 Identidad y autoimagen............................................................................................. 21 Cuestiones sobre la memoria y el relato histórico .................................................. 24 ¿Por qué recordar?: El valor de la memoria.............................................................. 24 Reflexiones teóricas y metodológicas sobre el relato ................................................ 25 Sociólogos pensando en sociólogos: Reflexividad científica ................................ 26 DISEÑO METODOLÓGICO ......................................................................................................... 27 Selección de la muestra............................................................................................ 28 Operacionalización ................................................................................................... 29 Plan de trabajo de campo ......................................................................................... 30 Plan de análisis......................................................................................................... 30 SOCIÓLOGOS EN DICTADURA: EL DOBLE IMPACTO DEL AUTORITARISMO SOBRE LA DISCIPLINA .............................................................................................................................. 31 Condiciones y estatus de la sociología previo al golpe .......................................... 31 El golpe: Quiebre institucional, biográfico e identitario .......................................... 35 Formas de supervivencia durante el autoritarismo ................................................. 39 La rearticulación de la disciplina hacia el final de la dictadura .............................. 43 CONCLUSIONES........................................................................................................................... 46 BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................................. 48

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INTRODUCCIÓN En un momento histórico en el que se conmemoran ya más de 40 años del Golpe Militar y el régimen autoritario en Chile, período en el que se han llevado a cabo una serie de conmemoraciones y reflexiones1, surge también la pregunta por los alcances de la dictadura en la intelectualidad chilena y sus consecuencias sobre las ciencias sociales en el país y específicamente la sociología. A partir de esto, la presente investigación busca aproximarse a los impactos del autoritarismo sobre el quehacer sociológico en Chile, indagando puntualmente en los aspectos biográficos y profesionales vivenciados por los sociólogos de la época. La importancia de realizar este estudio y abordar estas temáticas radica, en primer lugar, en la tendencia de los estudios sociológicos chilenos por estudiar los impactos del autoritarismo sobre la sociedad chilena, más que reparar en los efectos sobre la propia sociología y, en segundo lugar, en la perspectiva “refrescante” que podría significar el estudio del tema desde la óptica de una generación joven y ajena al proceso. Considerando el complejo proceso de desarrollo e institucionalización que han atravesado las ciencias sociales en Chile y, en particular, el caso de la sociología, nace la necesidad y relevancia de indagar en los efectos que casi dos décadas de autoritarismo, persecución y transformaciones sociales en el país tuvieron sobre esta disciplina, rescatando relatos biográficos de sociólogos de la época, buscando internarnos en aspectos identitarios, del rol del sociólogo, influencias sobre la vida privada de los sociólogos y rasgos propiamente disciplinarios. Interés que pretende hacerse cargo de la sociología y su tránsito histórico hacia el presente. Urge conocer en palabras de sus protagonistas las transformaciones sufridas, los factores que la afectaron e indagar en lo ocurrido con la disciplina y sus practicantes; cómo se reformuló y a qué elementos recurrió durante aquellos 17 años para construir la identidad de una ciencia relegada y estigmatizada. De forma indirecta este estudio puede arrojar también ciertas luces sobre cuestiones contemporáneas en la reflexión sobre el estado de la sociología chilena. ¿Por qué devino en tales y cuales temáticas la sociología nacional? ¿Cómo derivó el quehacer sociológico en la actual estructura institucional y profesional? Algunas preguntas que este estudio podría contribuir a responder en un sentido secundario, sólo si el lector comparte la idea de comprender el pasado como ayuda para comprender el presente y, así, proyectar el futuro. Cabe destacar, a modo de reflexión, la importancia de comprender la relación entre las ciencias sociales y “lo social”: la forma en que se aproximan estas disciplinas al análisis de las prácticas, las identidades y las operaciones específicas de producción de conocimiento y del mundo social y cómo éstas, al 1

Como el Foro Política & Cultura “A 40 años del golpe militar: El Chile contemporáneo”, realizado en la Universidad de Valparaíso, los días 4 y 5 de septiembre en dicha ciudad. Actividad a la que asistieron los investigadores como parte del trabajo de investigación.

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mismo tiempo, definen estos procedimientos: El mundo social es el resultado de un proceso activo de ensamblaje y producción, en el cual las ciencias sociales juegan un rol central. Esto nos invita a reflexionar y visibilizar las consecuencias que tuvo el régimen autoritario en la reformulación de la sociología y, así, en la influencia de ésta última en la producción y reproducción de lo social en la sociedad pinochetista y post-pinochetista. Se plantea la necesidad y la importancia de comprender las particularidades del proceso, partiendo de la base de que la dictadura jugó un rol trascendental en la transformación de la sociología chilena, porque, creemos, provocó o contribuyó a desarrollar: 1) fracturas en el discurso científico y en las narrativas identitarias de sus practicantes; 2) un profundo y nocivo desmantelamiento institucional; y 3) complejización y diversificación temática y metodológica de la disciplina. Este trabajo busca responder, por lo tanto, a la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo impactó el autoritarismo durante la dictadura militar chilena (1973-1989) en el proceso de desarrollo profesional y personal de los sociólogos de la época y cuáles fueron sus efectos sobre los aspectos disciplinarios del quehacer sociológico? A través del análisis de entrevistas sobre historias de vida realizadas a 11 sociólogas y sociólogos, esta investigación buscará indagar en el discurso de estos sujetos que, de una u otra manera (ya como profesionales o estudiantes), experimentaron el período autoritario en primera persona entre 1973 y 1989. Así, desde las narrativas de los informantes se pretende establecer continuidades y rupturas en sus discursos sobre aspectos biográficos y profesionales e identificar, a partir de los alcances metodológicos del análisis de discurso, elementos que permitan establecer una intersubjetividad sobre la sociología en su conjunto. El lector se encontrará a continuación con una investigación que aborda, en primer lugar, una revisión bibliográfica estructurada en cinco módulos: 1) la historia de la sociología en Chile y Latinoamérica (contexto); 2) la relación entre ciencias sociales, sociología y autoritarismo; 3) cuestiones sobre las generaciones de intelectuales y aspectos identitarios y vinculados a la autoimagen; 4) reflexiones sobre la memoria y la importancia del relato; y 5) ideas sobre la importancia de la reflexividad científica y el autopensarse en el ejercicio intelectual. A continuación se especifican cuestiones metodológicas de esta investigación y posteriormente se ofrecen los resultados del trabajo de campo realizado, divididos en cuatro subcapítulos lógicos: 1) las condiciones previas al golpe; 2) el quiebre a partir de la irrupción autoritaria; 3) los métodos de supervivencia; y 4) la rearticulación de la disciplina en los 80’s. Finalmente se ponen a disposición del lector algunas consideraciones finales relacionadas tanto con los resultados como con algunas particularidades del proceso de investigación, invitando principalmente a la reflexión sobre el tema. 4

OBJETIVOS E HIPÓTESIS Objetivo General Conocer, a partir del discurso subjetivo y biográfico de sociólogos de la época, cómo impactó la dictadura y el autoritarismo en Chile (1973-1989) sobre la sociología chilena y las particularidades de este proceso sobre el desarrollo profesional y personal de estos actores.

Objetivos Específicos  Identificar cómo se define el sociólogo chileno a partir de las transformaciones sufridas durante la dictadura militar y la llamada “Fase de Ruptura” de las ciencias sociales.  Determinar cómo impactó el autoritarismo sobre el trabajo sociológico en la época y qué rol asume el sociólogo en este contexto.  Conocer las herramientas y mecanismos alternativos de subsistencia y adaptación a los que debieron recurrir los sociólogos chilenos durante la dictadura militar.  Aproximarse a las transformaciones disciplinarias (temáticas, teóricas y metodológicas) vividas por la sociología chilena durante la dictadura militar.

Hipótesis 1. Debido a un proceso interrumpido de institucionalización de la sociología en Chile, existe entre los sociólogos de la época un discurso carente de continuidad y coherencia en los aspectos identitarios, propios de la autoimagen y relacionados al rol del sociólogo. 2. El quiebre traumático sobre el proceso de institucionalización de la sociología que significó la dictadura militar, obligó a la gran mayoría de los profesionales del área a recurrir a mecanismos alternativos e/o informales de adaptación y subsistencia. 3. El autoritarismo tuvo un efecto disgregador sobre la disciplina sociológica, deviniendo esta última en una disciplina con una gran variedad de especialidades temáticas, escasos trabajos críticos, poca consistencia metodológica y escasa unidad como comunidad.

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MARCO TEÓRICO Se presenta a continuación el encuadre teórico, histórico y conceptual dentro del que se enmarca la presente investigación. Este apartado ha sido dividido en cinco módulos temáticos que, a su vez, han sido divididos en otros subtemas. En primer lugar, a modo de amplia contextualización histórica se aborda brevemente la historia de la sociología en Chile y Latinoamérica. Un segundo módulo está dedicado a las implicancias de los regímenes autoritarios sobre las ciencias sociales y, específicamente, la disciplina sociológica. En tercer lugar se realiza una aproximación a las generaciones de sociólogos que se vieron directamente afectadas por el proceso histórico autoritario y además se abordan un conjunto de ideas y reflexiones en torno a la identidad y la autoimagen del sociólogo. En el cuarto subtítulo se abordan algunas cuestiones sobre la memoria y ciertas implicancias teóricas y metodológicas sobre la reconstrucción de la historia a través del recuerdo y el relato. Finalmente, se realiza una breve reflexión sobre la reflexividad científica y el valor del “autopensarse” en la sociología.

Breve historia de la sociología en Latinoamérica y Chile La sociología en América Latina: Corrientes y consolidación de una disciplina Para comenzar, es ineludible hacer referencia al sociólogo español, José Medina Echavarría2, considerado clave en la institucionalización de la sociología latinoamericana, quien en 1941 dio a conocer su obra “Sociología: Teoría y técnica” y se refirió por primera vez en el continente a la posibilidad de una «sociología científica», cuyo desafío central era el de adaptar y crear métodos que permitiesen a la disciplina estar a la altura de sus propios ideales intelectuales y no de la experiencia norteamericana. Echavarría propuso una sociología latinoamericana que asimilara los ideales intelectuales más generales de las ciencias naturales (Brunner, 1988; 206). Cuando la sociología venía desarrollándose principalmente de forma ensayística y/o catedrática, comenzaron a convivir en el continente dos maneras de entender el proyecto sociológico. Por un lado, la visión catedrática que se resistía al carácter científico de la sociología que profesaban Echavarría y “los profesionales” y, por el otro, la de estos últimos que percibían esta resistencia como retardataria, situándose en la necesidad de tratar los hechos sociales como cosas, lo que permitiría el desarrollo de una ciencia positiva de la sociedad. Este “proceso renovador” llevado a cabo por “los profesionales”, puso el “acento en la importancia de los métodos y técnicas de investigación y exigió que las proposiciones sean susceptibles de comprobación empírica” (Franco, 2007; 19).

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Reconocido sociólogo español que, estando en el exilio, colaboró con la ELAS, la CEPAL y la FLACSO.

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Este proceso que buscaban llevar a cabo los científicos, no estuvo exento de críticas. Desde “la cátedra” fueron disparados punzantes reparos ideológicos y prácticos. Por un lado una crítica a la supuesta funcionalidad del cientificismo a la mantención del statu quo y, por el otro, críticas ligadas al debate ciencia/ideología que cuestionaban fuertemente la neutralidad valorativa que pregonaban los sociólogos profesionales. En este momento de reparos, dice Rolando Franco, se desarrolló en la academia un estereotipo simplista y exagerado de la imagen del sociólogo, resaltando algunos rasgos básicos de su figura (Franco, 2007; 21). En el desarrollo de una ciencia positiva y moderna se puede decir que existió, en los primeros años, una fuerte impronta francesa pero luego, según palabras de Alejandro Blanco, un importantísimo aporte de la tradición alemana, sobre todo en México, Brasil y Argentina. En este sentido, el aporte de Karl Mannheim, dice Blanco, fue muy importante pero subestimado en un comienzo (Blanco, 2009; 393). El aporte del autor de “Ideología y Utopía” fue muy significativo en tanto se convirtió a mediados del siglo XX en referencia principal de sociólogos como Medina Echavarría, Gino Germani3 y Florestan Fernandes, quienes debatían en aquellos años la forma de renovar la disciplina en el continente y vieron en las propuestas de Mannheim (sobre planificación y sociología científica, básicamente) herramientas para esta empresa (Blanco, 2009; 394-5). El desafío estaba en superar el rezago de la sociología latinoamericana. Esto implicaba “la idea de separar la sociología de la filosofía, el afianzamiento del método científico y el creciente proceso de especialización que experimentaba la disciplina” (Brunner; 211). Por lo tanto, el problema más complejo que vivía la disciplina durante la década del sesenta se reducía al conflicto entre la nueva generación científica y los sociólogos de cátedra, ya que ambos aspiraban al control del mismo campo intelectual. Se presenta entonces una progresiva y creciente dualidad profesional en la sociología latinoamericana, en la cual los dos movimientos de la disciplina tendieron a ignorarse y/o estigmatizarse mutuamente. A pesar de esta situación, fue durante estos años que se fundaron las primeras escuelas de sociología e instituciones de importancia para el desarrollo de la disciplina en la región, como la CEPAL en 1948 y la FLACSO (y la ELAS) en 1957. El aporte de la FLACSO fue (y ha sido) gravitante para comprender el desarrollo de la sociología en el continente. Desde su fundación en Santiago de Chile a fines de la década de 1950, esta facultad no sólo sirvió como fuente de profesionales para la CEPAL –institución en la que, entre otros aportes, se desarrollaron la idea de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) y la reconocida «Teoría de la Dependencia» (Bresser-Pereira, 2006)–, sino también como centro de la intelectualidad y la ciencia social latinoamericana, perfilando su ciudad sede como centro académico a nivel internacional (Franco, 2007; 33-40).

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Sociólogo italiano responsable de la instalación de la carrera de sociología en Argentina en 1955.

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La sociología en Chile: Tres fases de desarrollo e institucionalización Institucionalización de la disciplina (1950-1973): Un conflicto de tradiciones En Chile la tradición sociológica de cátedra fue un movimiento intelectual y académico débil y desarticulado. La sociología chilena tardó en desarrollar una base sólida que impulsara su profesionalización; los trabajos de orientación sociológica durante los 40’s y 50’s no captaron demasiada atención y recién en las décadas de 1960 y 1970 comenzó a conocérsele como una disciplina científica. Esta tardanza se debió, según el chileno, Hernán Godoy, por la permanencia en la sociedad de tradiciones, valores y estructuras sociales contrarios al ethos científico moderno; emocionalidad, imaginación y doctrinarismo dogmático (Godoy EN Brunner, 1988; 192-193). Al igual que en el resto de Latinoamérica, en el período de institucionalización de la sociología en Chile también se confrontaron las dos tradiciones de la disciplina. Por un lado, la sociología de cátedra, dotada de una impronta “aficionada” o “ensayística” sin formación profesional alguna –la cual arrastraba sus orígenes desde la llamada «Generación de 1842» y se había caracterizado por una producción intelectual en torno a la “cuestión social” en formato de escritos, novelas y ensayos (Godoy EN Fuenzalida, 1983; 95)– y, por el otro, aquella que huía del “ensayismo” básico de la otra, con formación en el extranjero y manejo de técnicas de investigación consagradas. Esto implicó importar programas de estudios norteamericanos y significó un quiebre en relación al devenir histórico del pensamiento social chileno. (Brunner, 1988; 195). Aunque la instalación de la CEPAL en Santiago significó un impulso importantísimo en la institucionalización de la sociología en Chile, este proceso encontró su momento crucial a fines de los 50’s, específicamente en la conformación de dos escuelas que representaron muy bien la pugna paradigmática de la disciplina. La primera de estas escuelas corresponde al Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile (que luego sería clave en la fundación de la FLACSO). (Fuenzalida, 1983; 97). La segunda institución corresponde a la Escuela de Sociología de la Universidad Católica, creada en 1958 por el sacerdote jesuita Roger Vekemans, la cual entró rápidamente en crisis, debido a la exitosa resistencia que opusieron los sociólogos de cátedra y algunos de sus aliados de la Universidad de Chile. Así, en 1962 esta escuela es reorganizada y puesta bajo la dirección de los sociólogos profesionales. (Brunner, 1988; 234). Como hemos visto, durante estos años se desarrollaron diversas apropiaciones de la sociología en Chile. No obstante, la competitividad entre ambos modelos, resultando finalmente dominante el modelo científico, que entiende la sociología como “productora de resultado de investigación y expansión de conocimiento” (Brunner, 1988; 200).

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Es importantísimo hacer referencia a la gravitante importancia que adoptó Chile y en especial la ciudad de Santiago como centros de la sociología en el continente. Fue refugio para muchos intelectuales latinoamericanos que venían escapando de otras dictaduras, también se inauguran importantes centros académicos, la CEPAL en 1947 y la FLACSO en 1958 que contribuyeron significativamente en la consolidación de la disciplina en Chile (Yocelevzky, 2004; 189). Además, las reformas de Frei y el posterior socialismo en democracia de Allende se constituirían como potentes focos de atracción para sociólogos de todas partes. Fase de Ruptura (1973-1989): Desmantelamiento y desarticulación institucional4 Cuando la sociología chilena comenzaba a consolidarse y los esfuerzos por profesionalizar la disciplina encontraban respuesta en la instauración y desarrollo de legítimos espacios institucionalizados de ejercicio intelectual y profesional, el golpe de estado de 1973 y la consecuente dictadura militar acabaron dramáticamente con las ilusiones e interrumpieron un largo y complejo proceso de institucionalización de la sociología en Chile. Junto con las profundas transformaciones económicas y políticas que significó el régimen militar en la sociedad chilena, este período trajo consigo dos consecuencias de considerable importancia para la sociología. En primer lugar, supuso el desmantelamiento casi completo de las plataformas universitarias de las ciencias sociales –en el que la sociología fue la disciplina más afectada– y, en segundo lugar, la creación y consolidación de un nuevo ámbito extrauniversitario de ejercicio intelectual y profesional para los sociólogos (Garretón, 2005; 376). En relación a la primera de estas consecuencias el régimen de Pinochet aplicó una serie de medidas para aplacar el desarrollo de la sociología. Las universidades fueron intervenidas y los rectores fueron reemplazados por militares; los centros de estudios e institutos de investigación fueron suprimidos; los profesores removidos de sus cargos –muchos de ellos exiliados; la gran mayoría de los estudiantes debió interrumpir sus estudios; y los presupuestos destinados a educación superior se vieron drásticamente afectados. En este período, la proporción de matrículas universitarias correspondientes a las ciencias sociales descendió de 15% en 1973 a 8,3% en 1983 y 7,8% en 1985. Al mismo tiempo, muchos programas de sociología debieron cerrarse y, por ejemplo, en la Universidad Católica el cuerpo docente descendió de 36 profesores de tiempo completo a sólo 12 de ellos (Garretón, 2005; 378 y 382). En palabras de Garretón, este proceso significó, entre otras cosas, el desmantelamiento del modelo previo, la dispersión de los cientistas sociales perseguidos y la lucha de éstos por su supervivencia. Así mismo, en un sentido más personal, Moulian dice: “El paso a la dictadura fue muy duro, (los intelectuales) tuvimos que acostumbrarnos a vivir en esas condiciones” (Moulian, 2008; 146). 4

En este apartado se esbozan brevemente las principales características de esta fase del desarrollo sociológico en Chile. Más adelante, en el siguiente capítulo de esta tesis se profundiza mayormente en los alcances del autoritarismo sobre la sociología en el mundo y, específicamente, las particularidades del caso chileno.

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Uno de los objetivos primordiales del régimen militar chileno fue “obtener el control político de las universidades, reduciendo o suprimiendo su autonomía, depurando sus claustros y frenando su expansión” (Barrios & Brunner, 1987; 40). Así, la inscripción universitaria (vacantes) pasó de 47.214 en 1973 a 33.320 en 1977, descendiendo un 30% en sólo cuatro años. Este proceso, que no trajo nuevas propuestas y procesos de diferenciación institucional sino hasta la legislación educacional aprobada en 1980, provocó el surgimiento de un mercado privado para la educación superior, en el cual, evidentemente, la sociología y el resto de las ciencias sociales tuvieron escasa participación (Barrios & Brunner, 1987; 41). En relación a la segunda de las consecuencias de la dictadura sobre la sociología, vale destacar la generación –más por necesidad que por otra cosa– de un marco institucional extrauniversitario, la alta fusión con otras disciplinas y el desarrollo de relaciones internacionales de cooperación. Durante este período se consolidaron centros académicos que modificaron significativamente el patrón institucional de la disciplina. La sociología tendió a organizarse en asociaciones profesionales y, producto de las transformaciones de la época, experimentó un giro en términos conceptuales, temáticos y metodológicos en la disciplina. Sin dudas, el período tuvo potentes repercusiones sobre la disciplina en Chile (Garretón, 2005). Renacimiento post-autoritarismo (1990-2013): Rearticulación institucional, reinserción social/laboral y diversificación temática Las transformaciones de la sociedad durante la dictadura militar tuvieron repercusiones en los procedimientos metodológicos y teóricos de la disciplina sociológica, complejizando sus métodos y desarrollando nuevas formas de investigación, a partir de la re-inserción de la sociología en las CCSS desde la vuelta a la democracia. Claudio Ramos propuso un mapeo sobre cómo investigan los sociólogos en Chile y cómo éstos responden a estos nuevos cambios en los métodos. Para ello, analizó 150 investigaciones empíricas realizadas por sociólogos chilenos entre los años 2000 y 2004, insumo que utilizaremos para abordar el llamado renacimiento post-autoritario de la sociología en el país. En su trabajo, Ramos distinguió tres formas de paradigmas utilizados con mayor frecuencia en la CCSS durante los últimos veinte años,: el positivismo, en primer lugar, que correspondería a las ciencias empíricas-analíticas; en segundo lugar, identificó el paradigma interpretativo, en la perspectiva de la tradición hermenéutica; y, en tercer lugar, el paradigma crítico, que en los últimos años se ha agregado a la lista como la emergencia de un paradigma postmoderno difundido a partir de la segunda mitad del siglo XX (Ramos, 2005; 87-88). A partir de 1990 se constituye en Chile el quinto momento de la historia de la sociología nacional: la fase de reconstitución democrática. Tales cambios se basan en tres niveles. Primero, en la rearticulación de las comunicaciones intracampo. Segundo, en relación a un cambio en las fuentes de financiamiento de orden internacional, abriendo paso a las fuentes de investigación social desde el 10

patrocinio estatal. Finalmente, en la intensificación de la búsqueda por gestionar conocimiento con fines prácticos. Además, se menciona la influencia de nuevas tendencias sociológicas, a partir del trabajo realizado por Lincoln y Guba, según quienes existiría un nuevo giro paradigmático en las ciencias sociales. Estos tres nuevos órdenes aparecen como recursos teóricos, metodológicos, flexibles y diversificados (Ramos, 2005; 96). Por último, percibe que en los centros de investigación existe cierto grado de asociación con las orientaciones paradigmáticas, lo que demuestra la afinidad entre instituciones y encuadres práctico/teóricos. Se aprecia fuertemente la influencia del post-positivismo en los organismos del Estado y la Universidad Católica, del post-positivismo débil en la Universidad de Chile, la orientación interpretativa híbrida en los organismos internacionales, y de la interpretativa fuerte en los centros de estudios de género, ARCIS y Universidad Católica Silva Enríquez (Ramos, 2005; 104). Los resultados de la investigación realizada por Ramos, dejan ver el volcamiento internacional de la disciplina en cuanto a la metodología y percepción de los problemas sociales a partir de los años noventa hasta nuestros días, por sobre el desarrollo interno de la disciplina, lo que deviene en la insuficiencia de debates académicos y dispersión temática/metodológica que se abordan en los centros de investigación, académicos e institucionales. En cuanto a la rearticulación institucional de la disciplina es importante destacar que desde 1990 se ha reactivado del circuito principalmente universitario, gracias a la existencia de 65 universidades en el país y la posibilidad de acceso a fondos estatales (aunque siempre en menor medida, en relación con otras disciplinas, para el caso de las ciencias sociales). Además, han aparecido y re-aparecido revistas y journals de ciencias sociales en el país, lo que ha permitido y fomentado el trabajo académico en la sociología (Garretón, 2005; 393). Según Garretón, los sociólogos han debido reinsertarse de diversas maneras en el escenario social y laboral desde el retorno a la democracia. A partir de las transformaciones acarreadas por la dictadura es posible entender el volcamiento de los sociólogos chilenos a los menesteres investigativos en centros de estudios privados o del ámbito extra-universitario (sobre todo, durante la dictadura). (Garretón, 2005; 390).

La sociología y el autoritarismo Sociología bajo el autoritarismo: Experiencias alrededor del mundo La historia de la relación entre la sociología y el autoritarismo es casi tan extensa como la historia de la sociología en sí. Aunque es una de las más jóvenes, podemos decir con seguridad que esta ciencia social ya ha atravesado más episodios traumáticos que la gran mayoría de las disciplinas científicas en la historia de la humanidad y ha debido, por razones más y menos obvias, lidiar en mayor medida con la impronta de los regímenes dictatoriales. Esto dice relación con el hecho de que el devenir de las ciencias no puede ser entendido como un fenómeno paralelo y ajeno al del desarrollo de la sociedad (Kokosalakis, 1998).

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Sin ir más lejos, la sociología ha debido construirse y consolidarse como disciplina en los mismos tiempos que la Primera y Segunda Guerra Mundial, el nazismo en Alemania y otros países de Europa, el fascismo italiano, el comunismo de la Europa del Este y la Unión Soviética, la Guerra Fría, las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX en América Latina y los regímenes autoritarios árabes de las postrimerías del siglo pasado y comienzos del presente. Ante esta situación cabe preguntarse, ¿Por qué, entonces, hablar de la sociología como un “caso especial” a la hora de analizar los efectos del autoritarismo sobre el quehacer científico? Si atendemos a la definición de la disciplina, la respuesta parece obvia: “la sociología se encarga del análisis científico de la estructura y funcionamiento de las sociedad humana”5. La sociología –entre otras múltiples identidades que adopta– es la ciencia crítica de la modernidad, el corpus de conocimiento que pone en entredicho las estructuras de poder y las dinámicas de reproducción social sobre las que se sustenta cualquier tipo de gobierno y, de esta forma, se constituye como una amenaza constante a los dispositivos de control de los gobiernos despóticos. El impacto sobre las instituciones: Intervención, suspensión y desmantelamiento Casi como regla universal, todos los regímenes autoritarios alrededor del mundo, por cuestiones obvias, han aplicado medidas restrictivas en el control educacional mediante la intervención de las universidades. Ya sea suspendiendo, cerrando, utilizando el exilio o, incluso, medidas ulteriores como la desaparición y/o exterminio, el esfuerzo gubernamental en regímenes dictatoriales ha sido intensivo en el desmantelamiento de la cultura, el mundo de las ideas y la academia. Un ejemplo clásico tiene lugar en Alemania, a partir de 1933 con el ascenso del nazismo en la sociedad germana, en donde una de las escuelas más importantes de la sociología, la Escuela de Frankfurt, fue cerrada y casi la totalidad de sus docentes e investigadores (entre los que destacan Benjamin, Horkheimer, Adorno y Marcuse) fueron exiliados. A pesar de estos efectos negativos, estos procesos han generado “externalidades positivas”6 si consideramos que muchas veces el traslado forzoso de profesionales de la sociología en períodos totalitarios ha contribuido a la institucionalización y consolidación de la disciplina en otros rincones del mundo. El británico, Bryan Turner, indica que «gracias» a las medidas represivas del nazismo en países como Austria, Polonia y Alemania, un gran número de intelectuales de origen judío emigraron a Gran Bretaña y contribuyeron a la construcción del cuerpo académico y científico en dicha región (Turner, 2006; 172). De igual manera, cuando irrumpieron los regímenes autoritarios en Brasil y Argentina en 1964 y 1966, cientistas sociales aprovecharon la incipiente institucionalización de las disciplinas sociales en Chile –la inauguración de la CEPAL y la FLACSO– para trasladarse al país y contribuir a la consolidación de la sociología en Chile (Yocelevzky, 2004).

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Definición incluida en el Diccionario de la Real Academia Española, 22ª edición, 2001. Un término ambiguo, pero que nos permite detallar esta idea.

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En el caso de las instituciones y universidades latinoamericanas, si la sociología continental en sus primeros años, por allá por la década de 1950, cumplía un rol fundamental en la modernización cultural de las estructuras sociales en todo el continente, gracias al desarrollo intensivo de los planteles universitarios en ciencias sociales, con la irrupción de las dictaduras militares de los 60’s y 70’s la carrera pasó a experimentar un proceso de “marginación y vaciamiento”, convirtiéndose en un espacio excluido del desarrollo nacional. En todos los países latinoamericanos hubo medidas represivas sobre las universidades, lamentablemente, en “condiciones irreconocibles”, como es el caso argentino, donde sociología fue reanudad en 1977 en el subsuelo de la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con autoridades y profesores muy inexperimentados en la disciplina y con una notable baja en el número de estudiantes (Blois, 2008; 2-4). Este contexto de represión universitaria generalizado en Latinoamérica impulsó el desarrollo de una red de instituciones extra-universitarias que se constituyeron, con el paso de los meses y los años, en las nuevas plataformas para la sociología; el nuevo mercado para los cientistas y analistas sociales. En Brasil, el “caso excepcional”, estos centros estuvieron siempre en una posición inferior respecto al tamaño y la cantidad de recursos con el que contaba el circuito universitario, pero aun así cumplieron un rol principal en el impulso de la sociología brasileña. En Argentina, en cambio, los Centros Académicos Independientes (CAI) 7 ejercieron una importante rol de resistencia y de profesionalización de la sociología, ya que contaban con una historia que antecedía bastante a los golpes militares. Los uruguayos, por otra parte, debieron enfrentar un escenario mucho más complicado que el de sus pares vecinos, debido al profundo retraso de las ciencias sociales y la sociología en el país (Barrios & Brunner, 1987; 115-146). Junto con la universidad en su totalidad, la comunidad sociológica ha sido una de las instituciones más afectada en estos procesos. En sociedades donde se ha debido lidiar con una continua seguidilla de regímenes autoritarios o, en su defecto, con alguno muy potente –en los cuales, como ya se ha explicado, algunos de los objetivos gubernamentales pasan principalmente por el desmantelamiento de la estructura universitaria– los efectos sobre la comunidad sociológica son más o menos uniformes. La constante intervención de los espacios de desarrollo intelectual, la intervención universitaria, la suspensión de programas profesionales, así como el exilio de académicos y estudiantes ha derivado históricamente en comunidades científicas débiles y desarticuladas (Rodríguez, 2006; 346), lo cual puede ser constatado en países tan lejanos y de tradiciones científicas tan divergentes como España y Chile.

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Nomenclatura propuesta por Barrios y Brunner en “Inquisición, mercado y filantropía” (1987).

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El impacto sobre los practicantes: Traslado, persecución y la transformación forzosa del sociólogo Exilio, persecución, detención, muerte, estigmatización social y censura son algunos de los factores con los que han debido lidiar los sociólogos en tiempos de autoritarismo a lo largo de la historia. Todo esto ha derivado innegablemente en procesos de transformación forzosa del sociólogo (en tanto científico y en tanto humano) a partir de la modificación profunda de su entorno inmediato, de la supresión de su sustento laboral y económico, de sus categorías personales y sociales, de su autoestima y autoimagen. Sin dudas, el autoritarismo ha afectado a la comunidad sociológica en tamaño, formas, estilos y aspectos diversos. Las dictaduras por lo general han generado efectos negativos en la masa de “interesados en estudiar las ciencias sociales y la sociología en particular”, produciendo estigmatización y muchas veces temor a la ciencia social. Por otro lado, la represión y los traslados forzosos han afectado la forma en que los sociólogos desarrollan nuevas visiones sobre el mundo moderno: el espíritu cosmopolita de los primeros sociólogos españoles, estuvo presente también en la segunda generación, pero no por los mismos motivos. Si los primeros desarrollaron esta actitud científica, fue por la necesidad de aprehender trabajos internacionales para asimilar la disciplina hacia fines del siglo XIX. En cambio, los segundos se vieron forzados al exilio durante la Guerra Civil de 1936-1939 y fue ahí, evidentemente, donde desarrollaron este espíritu (Rodríguez, 2006; 346-7). El exilio y el traslado forzoso han sido experimentados tanto en Europa como en Latinoamérica con un desfase temporal. Mientras los sociólogos europeos debieron abandonar sus oficinas y países para refugiarse en Estados Unidos y otras naciones a comienzos y mediados del siglo XX, los sociólogos latinoamericanos debieron hacer lo mismo hacia fines de la década de 1960 y comienzos de la de 1970, en un período en el que, además de la persecución, prisión, tortura y estigmatización de las ciencias sociales, destacó también la gran cantidad de académicos y estudiantes que viajaron a realizar estudios de magísteres y otros posgrados en países como Francia, Inglaterra, Suecia y Alemania, entre otros (Garretón, 2005). Por lo general, la sociología empírica ha sido más tolerada por los regímenes totalitarios de derecha, ya que la mayoría de las veces está ligada a nociones menos críticas de la sociedad (Rodríguez, 2006; 4). Sociólogos empíricos y positivistas han corrido “mejor suerte” en períodos de intervención autoritaria sobre la sociología, encontrando más espacios en las universidades y menos restricciones, como la priorización de sus temáticas en la reestructuración de los programas curriculares en desmedro de aquellas más críticas (Garretón, 2005).

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La disciplina sociológica bajo el autoritarismo: El caso chileno Tabla 1 – Cronología de la sociología chilena durante la dictadura (1973-1989)8 PERÍODO

AÑO / MES

CONSOLIDACIÓN DEL NUEVO MODELO

CIERRE DE ACTIVIDADES Y NUEVO MODELO

PERÍODO INICIAL DE INTERVENCIÓN

1973 (Sept)

ACONTECIMIENTOS / DESCRIPCIÓN Golpe de Estado. En ese momento existían sólo tres universidades que impartían la carrera de sociología; Universidad de Chile, Universidad Católica y Universidad de Concepción.

1973 (Sept-Dic)

Primeras intervenciones, redadas y aprensiones de académicos y estudiantes en las universidades del país. En este período se asignaron nuevos rectores en calidad de “rectores-delegados” en las facultades, todos de origen militar, los cuales ostentarían por mucho tiempo de grandes atribuciones y funciones.

1973

"El país sabe que afronta una dictadura y lo acepta (...) Véase si no la increíble pasividad con que se ha recibido por el estudiantado la intervención de las universidades, medida que en todas partes ha suscitado violenta resistencia". Jaime 9 Guzmán .

1973-1976

Según Informe Rettig, las principales víctimas de “desapariciones forzosas” en estos años se encuentran entre los dirigentes estudiantiles de enseñanza superior.

1974

Institutos y escuelas de sociología sufren un sustantivo cambio en sus mallas curriculares, lo que afecta fuertemente el ingreso de nuevos estudiantes. Áreas del desarrollo sociológico desaparecen de los programas y se eliminan los enfoques asociados al marxismo.

1974

Cierre de la carrera de sociología en la Universidad de Concepción. Ésta fue la primera en cerrarse. En la U. de Chile y la Católica esto sería posterior y gradual.

1974 (Oct)

La Junta Militar proclama “el término del proceso de aplicación de la nueva 10 institucionalidad universitaria y depuración de elementos anti-universitarios” .

1975-1976

Intensiva reducción del personal universitario en las distintas facultades de ciencias sociales del país “por motivos presupuestarios”.

1976

Cierre de la carrera de sociología (ISUC) en la Universidad Católica.

1977

1979 (Nov)

La iniciativa de un grupo de investigadores que decide construirse una organización estable para su trabajo intelectual deriva en la consolidación de una red extrauniversitaria de centros académicos y de investigación en donde se comienza a producir un nuevo contacto con estudiantes. Lamentablemente, durante muchos años este circuito estuvo condenado al aislamiento. El ISUC se queda sin alumnos.

1980

La carrera de sociología en la Universidad de Chile cuenta con sólo 12 profesores. En 1973 contaba con más de 40.

1981

Se promulga la Ley de Universidades, la cual establece sólo a la economía como disciplina oficialmente reconocida como carrera universitaria, relegando a la antropología, la historia y la sociología a un segundo plano. Se comienza a consolidar un nuevo modelo de desarrollo universitario y de las ciencias sociales en el país.

1981

Cierre del ingreso de alumnos a la carrera de sociología en la Universidad de Chile.

1985

Se consolida el panorama institucional de los Centros de Investigación extrauniversitarios, mediante financiamiento estable e internacional.

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Elaboración propia. Realizada a partir de revisión bibliográfica. Minuta enviada por Jaime Guzmán a la Junta Militar en 1973. 10 Parte del discurso oficial emitido por el entonces General miembro de la Junta Militar, Gustavo Leigh, el 19 de octubre de 1974. 9

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1982-1989

Se inicia la apertura y reapertura de antiguas y nuevas carreras de sociología en todo Chile. Se inauguran diversas universidades privadas en el país.

1988 (Oct)

Triunfo del “No” en el plebiscito. Término de la dictadura al año siguiente. El ISUC reabriría sus actividades académicas a partir de 1990.

Se estima que aproximadamente 1.058 profesores fueron expulsados de las Universidades de Chile y Católica entre 1973 y 1974 en la llamada “operación de limpieza” de las universidades chilenas; más del 50% correspondían a las facultades de ciencias sociales (Garretón, 2005). Los Centros Académicos Independientes, fueron los principales responsables del proceso de especialización temática en la disciplina a nivel nacional y desde estos círculos emanaron la mayor cantidad de propuestas en materia de política cultural (Barrios & Brunner, 1987; 132-140). Impactos del autoritarismo sobre el quehacer sociológico en chile Una de las principales consecuencias de la dictadura sobre la sociología dice relación con la concepción de los sociólogos sobre su rol, identidad y autoimagen. Coexistían, durante el período autoritario, dos formas de definir al sociólogo y dos formas de practicar la disciplina. Por un lado estaban aquellos que defendían el rol del sociólogo “intelectual”, el cual debía desarrollar un pensamiento ideológicocrítico en función de la historia, para así examinar y analizar “lo social”. Asimismo, debía asumir un compromiso político, pues “(el sociólogo) posee pensamiento histórico, por tanto es crítico y constante: su función es proyectar el presente hacia el futuro posible.” (Barrios & Brunner, 1988; 54). De esta manera, se hace evidente que en esta concepción la ideología traspasa el quehacer sociológico, construyendo la visión de una “sociología comprometida” en concordancia con el período y la realidad coyuntural del país que, por las circunstancias de la época, se volvía principalmente funcional a las ideas de izquierda. Por otro lado, se encontraban aquellos que defendían el rol del sociólogo “profesional”, dotado de una alta formación profesional y especialización metodológica, lo cual respondía a una identidad sociológica pragmática (en desmedro de la reflexiva), encontrando, en aquellos años, mayor respaldo en las universidades. Dicha profesionalización se vio influenciada por los avances disciplinarios que se desarrollaban en países como Francia, Estados Unidos e Inglaterra, oponiéndose a la antigua sociología ligada a la tradición marxista y fomentando la idea de una conciencia del sociólogo como “cientista social” y no tanto un “activista”11. A raíz de esto, dentro del campo disciplinario aparece la incompatibilidad entre “ser político” y “ser sociólogo”, un problema para la disciplina, ya que se hizo difusa la percepción que tenían los sociólogos de sí mismos y el rol que estos debían desempeñar de cara al régimen autoritario que impactó a las ciencias sociales, y principalmente, a la sociología.

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“Antes el sociólogo primero era marxista o demócrata cristiano o liberal, no sé qué cosa. En cambio ahora no; ahora es sociólogo primero y después tiene sus particulares enfoques ideológicos y políticos”, dice un sociólogo entrevistado en el marco de la investigación realizada por Barrios & Brunner (1988; 58).

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Otra consecuencia dice relación con la disciplina en términos de contenidos, conceptos y desplazamientos de la misma. El intercambio estudiantil forzoso, producto del cual muchos profesionales y estudiantes debieron continuar y terminar sus estudios en el extranjero, provocó un período de crisis de los paradigmas establecidos y proveyó a los cientistas sociales de nuevos marcos teóricos para abordar la realidad (Garretón, 2005; 389). Estas transformaciones son agrupadas en cuatro momentos. El primer momento tiene origen en la fase inmediatamente posterior a 1973, en la cual los sociólogos concentran su atención en la interpretación del proceso que culminó en la ruptura institucional, lo cual derivó en la subordinación de la disciplina y la aparición de centros de estudios académicos independientes. Se desarrolló también la continuidad de temas investigados durante el período anterior, orientados a estudiar el sistema, el Estado, los partidos políticos y la derrota que sufrió la Unidad Popular (Barrios & Brunner, 1988; 86-87). En un segundo momento, la atención de los sociólogos se reorientó hacia la caracterización del nuevo orden y las transformaciones experimentadas por la sociedad chilena como consecuencia del autoritarismo. Esta reflexión básicamente académica estuvo preocupada por comprender lo hechos coyunturales en términos genéricos, pues se percibía el problema no sólo en Chile, sino en casi toda América Latina. Fue una etapa marcada por las rupturas paradigmáticas. El marxismo y los enfoques totalizantes devinieron en crisis de apoyo y, cuestionando el estructuralismo de la década del 60, se le otorgó mayor cabida e importancia, entre otros, al pensamiento gramsciano. En estos años, cierta parte del campo comenzó a lidiar con otros problemas, entre los que destacan formas alternativas de desarrollo, la reconstrucción de la sociedad civil, el dilema EstadoMercado y la re-emergencia de la vida social cotidiana (Garretón, 2005; 387). En un tercer momento, los sociólogos concentraron sus análisis en torno a los movimientos sociales, las organizaciones y los actores sociales en el “nuevo escenario”. Esto derivó paulatinamente en la visibilización de la sociedad civil como cuestión central y en el desarrollo de la llamada “microsociología”, desarrollándose, así, nuevas temáticas de estudio como la mujer, la religión, la subjetividad y el sujeto. Al llegar los 80’s perdió importancia la preocupación por el régimen y su proyecto, creciendo de este modo el interés por los sectores sociales y los fenómenos de menor alcance (Barrios & Brunner, 1988; 90-91). El cuarto y último momento estuvo marcado por la “tecnocratización” de la sociología. Influenciados por la constante presencia del sociólogo francés, Alain Touraine en el país, así como la importancia de la línea empírica de la CEPAL, los sociólogos chilenos escapan a los esquemas teóricos totalizantes y se desplazan hacia la economía y la historia, dando respuesta a la falta de marcos de explicación y enfoques sociológicos propios. Se agudiza así la emergencia y consolidación de nuevas temáticas de interés sociológico y, a partir de 1983, aparecen el interés por la «identidad» y «el tránsito a la democracia» como nuevos espacios de reflexión disciplinaria, rearticulando el quehacer sociológico (Barrios & Brunner, 1988; 114-122). 17

Durante estos años, la sociología sufrió una fuerte estigmatización social como disciplina y sus practicantes registraron altos índices de desempleo, marginándose casi completamente del mercado ocupacional. Éste último se hizo muy reducido para los sociólogos, por lo que se debió recurrir a mecanismos alternativos de supervivencia: surgió la necesidad de establecer centros independientes y muchos sociólogos se cobijaron en éstos para mantenerse escribiendo, publicando y debatiendo. Muchos otros recurrieron a espacios distintos a los tradicionales, como las iglesias (en los que muchos se protegieron para desarrollar su análisis de la situación) o agencias de publicidad y marketing. Sin embargo, por otro lado, aunque hacia fines de la dictadura la dependencia financiera internacional de la sociología (sobre todo por los recursos extranjeros destinados a financiar los centros independientes de investigación) se encontraba en su punto más alto, también es posible decir que en estos años la sociología alcanzó su mayor independencia intelectual y niveles de creatividad (Garretón, 2005; 388). La última de las consecuencias, de la ruptura institucional que significó el régimen, los sociólogos se adaptan a las posibilidades de trabajo que ofrece el mercado laboral neoliberal y mercantilizado. Muchos profesionales se vuelcan al marketing, los estudios de opinión pública, tendencias y medios de comunicación (Barrios & Brunner, 1988; 134). Otros, influenciados por la “nueva sociología”, se dedican a la “investigación-acción” y a realizar actividades cargadas de acción social. Unos pocos se mantuvieron dedicados a la academia, entre los que destacan Moulian, Garretón y Faletto (Barrios & Brunner, 1988; 140). En relación a los mecanismos de financiamiento, estos provinieron generalmente desde el extranjero y estuvieron supeditados a las condiciones organizacionales impuestas a los investigadores, restringiendo la variedad temática. “No todas las instituciones financian el mismo tipo de proyecto; entonces algunos tienen una orientación más política, otros privilegian algunos temas particulares” (Barrios & Brunner, 1988; 157). Esto, entre otras consecuencias, polarizó la comunidad sociológica, estableciendo por un lado, a la generación elite del 40 con reconocimiento internacional certificado y, por el otro, a aquellos más jóvenes miembros del Colegio de Sociólogos que no contaban con tal apoyo, a pesar de querer contribuir en la creación y desarrollo de la comunidad sociológica.

Generación e identidad: La sociología como proyecto personal y profesional Las generaciones de sociólogos implicadas Así como el autoritarismo y las transformaciones sociales, económicas y culturales a éste asociadas, tuvieron un potente y visible impacto sobre la disciplina sociológica, también es posible afirmar que éstas afectaron profundamente las vidas de los cientistas sociales, profesionales, académicos e intelectuales que vieron sus trayectorias biográficas fuertemente marcadas por la dictadura. Para efectos de esta investigación, la cual pretende indagar no sólo en los impactos 18

epistemológicos de la dictadura sobre la sociología, sino, sobre todo, en los efectos de ésta sobre los relatos de los sociólogos de la época, resulta oportuno hacer referencia a éstos últimos; humanos y profesionales que entre 1973 y 1989 construyeron y modificaron identidades coyunturales, debieron desarrollar mecanismos de acomodamiento y sistemáticamente sufrir en primera persona la persecución política y la estigmatización social de su profesión. En este sentido, es necesario distinguir, al menos en una primera aproximación exploratoria, las distintas generaciones de sociólogos que se vieron afectadas por este proceso, las cuales, creemos, son dos, principalmente porque, de acuerdo con Pedro Güell, “las generaciones intelectuales (…) surgen a partir de las experiencias particulares que hacen grupos concretos de personas frente a los acontecimientos que ocurren en su tiempo” (Güell, 2002; 80) y, a la luz de esta descripción, puede distinguirse fácilmente entre “los pre-golpe” y “los post-golpe”: Los sociólogos “viejos” que ya se encontraban en 1973 desempeñando la profesión, tanto en instituciones gubernamentales como en organizaciones externas y/o en la academia universitaria y los sociólogos “jóvenes” que durante la década de 1980 ingresaron a estudiar la carrera y debieron enfrentarse a las complicaciones que esta empresa acarreaba en aquellos años. 

Sociólogos sénior: La generación de los cientistas sociales «comprometidos»

Los primeros, a los cuales hemos decidido llamar «Sociólogos Sénior», corresponden a aquellos nacidos alrededor de 1940 y 1950, que estudiaron sociología alrededor de 1965 y que hacia fines de dicho decenio ya se encontraban trabajando como sociólogos en universidades, centros de investigación y, sobre todo, en los nuevos cargos y plataformas que diversas instituciones gubernamentales ofrecían a profesionales de las ciencias sociales desde 1964 (Brunner, 1988). Esta generación de sociólogos, a diferencia de la que le sucedió, contaba con una identidad generacional consolidada. En resumidas palabras, los Sociólogos Sénior, llegado el golpe, eran, en mayor o menor medida: sociólogos de orientación fuertemente académica, gozaban de un campo laboral en expansión y mantenían, en su gran mayoría, compromisos con entidades políticas y la entonces llamada “transformación social” de la que el Estado venía haciéndose cargo desde el gobierno de Eduardo Frei Montalva 12. A modo de ejemplo, durante el gobierno de la Unidad Popular existió un cúmulo de sociólogos que, en el marco de la organización del X Congreso Latinoamericano de Sociología, realizado en 1972 en nuestro país, gozó de un amplio respaldo económico y político por parte del gobierno, eran considerados “consultores” o “consejeros” de las altas esferas políticas de Chile –en tanto discutían y estudiaban temas centrales para el futuro del país– y contaban con privilegios 12

Podría decirse, con mayor o menor precisión y corriendo el riesgo de generalizar en demasía, que durante los años que precedieron al golpe militar se enseñaba en las universidades chilenas una sociología preminentemente de corte marxista y que sus estudiantes y practicantes tendían a ser cercanos a la izquierda política.

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políticos considerables, como entrar y salir de La Moneda sin pedir cita (ALAS Chile, 2013). Luego del golpe, muchos de estos sociólogos (entre los que destacan Eduardo Lawrence, Guillermo Henríquez, Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, entre otros) fueron exiliados y la gran mayoría vio sus posibilidades profesionales y económicas profundamente limitadas luego del cierre y/o control militar de todas las escuelas de sociología a lo largo del país. Podría decirse, sin miedo a caer en imprecisiones, que esta generación corresponde a la generación “derrotada” de las ciencias sociales, aquella generación que con la dictadura vio esfumarse los sueños de la unidad popular y el proyecto transformador entre balas y uniformes. Dicha generación contó con las herramientas necesarias para la construcción de una identidad robusta. Ante la persistente búsqueda de los militares por el desmantelamiento de la sociedad y la abrupta desaparición de la épica social previa con la que venían familiarizados, estos estudiantes de sociología se agruparon, más que bajo cualquier otro apelativo, bajo la necesidad de búsqueda y “cambio de la situación” heredada. Necesitaban responder a las preguntas por la continuidad histórica de la democracia y los proyectos. ¿Dónde había quedado, finalmente, el país que habían construido –o intentado construir– los sociólogos sénior? (Güell, 2002; 84). 

Sociólogos nóveles: La generación de los «huérfanos»13

Los segundos, a los cuales hemos decidido llamar «Sociólogos Nóveles», corresponden a aquellos que ingresaron a estudiar sociología durante la dictadura, específicamente en la década de 1980. Es decir, nacieron entre 1960 y 1965. Entre los años 74 y el 85, no menos de doscientos jóvenes iniciaron sus estudios en sociología en Chile. Güell, señala “Este grupo hizo sus armas sociológicas en parte fuera de la universidad y a punta de voluntad.” y se caracterizó por haberse forjado sin referentes institucionales, políticos y sociales. Los jóvenes encontraron un espacio propio en el trabajo orientado a la reconstrucción de la trama social en la base, y en las universidades, en las que encontrar el sentido sociológico que esta generación buscaba era una tarea en vano. Universidades en donde no podían acceder a los currículos académicos, ya que los espacios eran limitados, controlados y muchas veces reprimidos. Tampoco podían encontrar allí elementos para la construcción de una identidad generacional, por lo que debieron, durante estos años, limitarse al estudio de una carrera manoseada y parcialmente rediseñada, a recurrir a pequeños y clandestinos circuitos intelectuales y, paulatinamente y sin darse cuenta, al desarrollo de una nueva sociología, menos ideológica y más neutral en función, claro, de una nueva sociedad, nuevos actores y nuevos fenómenos nacidos a raíz de la dictadura. Herederos de la escasez de recursos y la nula relación que existía entonces, entre los centros académicos y las universidades (Güell, 2002; 86). 13

A pesar de la connotación negativa del concepto y su naturaleza metafórica en este caso, creemos que el término «huérfano» empleado por Pedro Güell (2002) constituye una forma bastante precisa de referirse a las características de la generación de sociólogos post-golpe.

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A partir de lo anterior se puede concluir que esta nueva generación estuvo materialmente ausente de redes y lejana a la élite intelectual, asimismo, no participó de los encuentros ni de los financiamientos, ni de los espacios de publicación que ella desarrolló. Se limitó a ser mera espectadora del desarrollo y debate intelectual más activo y extenso que hayan conocido las ciencias sociales en América Latina. Estando al margen de ese espacio, a los jóvenes cientistas sociales les fue muy difícil llamar la atención de los mayores sobre sus propios trabajos (Güell, 2002; 89). Más tarde muchos de ellos saldrían del país a realizar sus doctorados y estudios de posgrado en el extranjero, volviendo luego a instalarse en la inteligencia y el debate académico. Identidad y autoimagen Cuestiones sobre la identidad: La identidad narrativa La reflexión que la autora Leonor Arfuch sostiene y desarrolla sobre identidad, se enmarca en la articulación de distintas voces teóricas que discuten sobre el tema, de la cual rescata la importancia que entrega la concepción contemporánea de la narrativa, tanto a nivel reflexivo como metodológico para abordar la problemática de la identidad; su uso aporta conocimiento sobre la producción del orden social y la construcción de las subjetividades del espacio público y privado. Se asume la dimensión narrativa/discursiva de la identidad, en la que se ve la densidad de significado que otorga el individuo cuando adquiere una posición dentro del espacio intersubjetivo del mundo social. Además, revaloriza la teoría bajtiniana que integra otros aspectos como la «otredad» y el valor de la diferencia, a partir de la concepción no esencialista de la identidad que para Arfuch implica debatir sobre “particularismo, multiculturalidad y la diferencia” (Arfuch, 2002; 35-36). Para abordar esto último Arfuch se apoya en los argumentos y discusión teórica de intelectuales, como Stuart Hall, quien apela a la idea de “diferencia” influenciado por el pensamiento derrideano. Define la identidad como una construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad y contingente. En este sentido, Hall sostiene sobre identidad, que su eje está en la relación sujeto y prácticas discursivas en un momento histórico, lo que deriva en la rearticulación constante de la posición del sujeto. Otro autor que se destaca en la discusión es Paul Ricoeur, quien despliega la importancia de la temporalidad en la configuración del relato y las ciencias sociales, puesto que ésta da origen a los procesos de auto-creación, tramas sociales, experiencia histórica situada de los sujetos y construcción de identidades individuales y colectivas. Ricoeur llamó a esto «identidad narrativa», definiendo el relato como la herramienta analítica y metodológica que configura la experiencia humana y la temporalidad, constituyéndose en un vaivén entre el tiempo de la narración y el de la vida. En palabras de Ricoeur “pensar en identidad es pensar en representación, temporalidad, en narrativa, en sí mismo y en lo colectivo, dimensión simbólica que se sustenta en el discurso” (Arfuch, 2002; 21-25).

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Complementando la problematización esbozada en los párrafos anteriores, Hannah Arendt describe la importancia que tiene la pluralidad en la constitución de los acontecimientos humanos, que remite a la idea de identidad propia y a la capacidad de poder manifestarla, posibilitando el discurso y la acción, pues, según Arendt, “la pluralidad constituye el espacio de auto-representación entre los hombres por medio de la comunicación de unos con otros”. (Arendt en Terenzi, 2012; 15) Pues, a través de la acción discursiva, el sujeto se inserta en el mundo develando su propia identidad a los otros y manifestándose como ser político (Terenzi, 2012; 18). Tal aproximación teórica se relaciona estrechamente con el trabajo que desarrolló Ricoeur sobre «identidad narrativa» y en el cual se aprecia la impronta de Arendt. En su obra “La condición humana”, la autora enfatiza sobre la idea de ser alguien a través del conocimiento de su historia, situando la acción y el discurso como expresiones que distinguen a cada persona, en el marco de la pluralidad y en función del discurso (Arendt, 2001; 210-211). Interpretando estas palabras, lo plural de la acción vendría a ser la condición misma del sujeto como humano, cristalizando la singularidad de unos y otros mediante el uso y expresión del discurso. En este sentido, Arendt comprende que la identidad se relaciona con la narración y, principalmente, con el discurso y las acciones que realizan los sujetos en el espacio público. Recapitulando, la discusión esbozada por Arfuch, Hall, Ricoeur y Arendt sobre identidad, presenta a la identidad como un proceso dinámico, relacional y dialógico14; así, la identidad se redefine constantemente por la configuración de interacciones cotidianas de lo social y cultural. El punto central y en común del argumento de los cuatro autores está en la relación entre identidad y alteridad, sostenida en la lucha por el reconocimiento que, en palabras de Charles Taylor, involucra de igual manera la lucha por la identidad, donde los individuos construyen la imagen de sí mismos y, a su vez, la necesidad del reconocimiento de otros en dicha imagen (Taylor, 2003). Es decir, referirnos a identidad es referirnos a la experiencia y la historia moldeadas por las transformaciones sociales que viven los individuos, construida a partir de procesos sociales y comunicativos, a través de representaciones colectivas e individuales de sí mismos plasmadas en los relatos y discursos de cada persona en el marco de la interacción social. Estas nociones sobre identidad y el marco conceptual recién descrito nos permitirán abordar el relato histórico de los sociólogos, tanto Sénior como Nóveles antes descritos, sobre sus experiencias biográficas y la forma en que el autoritarismo impactó en sus construcciones identitarias, desde distintos enfoques y áreas de la vida. Rol y autoimagen: ¿Cómo se perciben a sí mismos los sociólogos? Lo que Gouldner hace al proponer una sociología reflexiva, es estudiar a los que investigan, lo que implica comprender que la tarea del sociólogo no está solamente en estudiar a los demás, sino que también estudiarse a sí mismo 14

Dialogismo, es un concepto que desarrolló M, Bajtín, y que según el autor representa el principio constitutivo del discurso.

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(Gouldner, 1970). Una de las críticas más importantes hacia la misma disciplina durante los últimos 40 años, ha sido la falta de autoconocimiento dentro de la comunidad científica sobre la condición del investigador, más que como científico, como sujeto social que, a partir de sus apreciaciones subjetivas e intereses, estructura su trabajo y la realidad. El autor Alberto Ribes, ha propuesto estudiar la sociología de la sociología, a partir de la autorreflexión de los mismos intelectuales, que, en primer lugar, implica reflexionar en torno al “desde dónde” ven los sociólogos. Es decir, indagar en el “conocimiento situado” respecto de procesos y situaciones relevantes vividas por ellos. Es decir, develar la importancia que tiene la subjetividad que opera detrás del investigador que, al igual que el común de las personas, lleva a cabo acciones rutinarias que luego se transforman en objeto de investigación (Ribes, 2008; 58-59). Destaca la importancia que tiene el sociólogo como intelectual y como sujeto; de igual manera aspectos disciplinarios y personales influyen en la construcción de su teoría. Según Alicia Barrios, en los sociólogos chilenos, a la hora de presentarse a sí mismos y hablar del “ser sociólogo”, ha reinado la distinción entre, por un lado, ser “intelectual de las ciencias sociales” y, por el otro, un “profesional de las ciencias sociales”. En su trabajo “La construcción social de una disciplina”, la autora presenta algunos relatos de sociólogos nacionales que, a grandes rasgos, caracterizan a los «intelectuales» de la disciplina como aquellos que necesariamente han contraído algún tipo de compromiso político y tienen la responsabilidad de la síntesis con miras hacia la articulación del proyecto futuro, diferenciándolos de los «profesionales» que, en resumen, no cargan con dicha responsabilidad, pueden enfocarse y profundizar en el conocimiento fragmentario y generar información independiente de los proyectos políticos (Barrios, 1986; 53). Aparentemente, el sociólogo intelectual posee conciencia histórico-crítica. En este trabajo también aparecen luces sobre el rol del sociólogo y en algún pasaje se menciona la necesidad de constituir un rol plural de la disciplina para evitar el protagonismo exacerbado del sociólogo en los procesos sociales, perfilándolo como un profesional más dentro del panorama. Otro informante, en cambio, enuncia tres posibles papeles que podría jugar el practicante de la disciplina en la sociedad. En primer lugar, se habla de un sociólogo ideológicocrítico, el cual cumpliría con un rol crítico sobre la realidad social, buscando ayudar a la sociedad y los individuos. Luego se menciona el rol del sociólogo científico, quien sería entendido como un investigador para aportar a la comprensión de la vida social desde la teoría y la práctica. Finalmente, aparece la imagen del sociólogo como planificador, el cual debiese proponer vías y alternativas para la transformación desde, claro, su conocimiento social-científico (Barrios, 1986; 55). Cierto sector entiende a la sociología y su rol cómo una necesaria respuesta o reacción ante las demandas de la sociedad. El sociólogo se entiende a sí mismo como un “resultado” de las coyunturas políticas y sociales (Barrios, 1986; 57). Así, entonces, el sociólogo carecería de identidad y funcionalidad propia y autónoma, quedando supeditado a las condiciones sociales antes que a otras necesidades puntuales, específicas y constantes. 23

Cuestiones sobre la memoria y el relato histórico ¿Por qué recordar?: El valor de la memoria La importancia de la memoria radica en la posibilidad de análisis que ésta proporciona sobre las presencias y sentidos del pasado. Así, nuestro interés por el recuerdo y la reconstrucción histórica no llevó hacia “Los trabajos de la memoria” de Elizabeth Jelin, obra en la que Jelin presenta tres premisas centrales; 1) entender las memorias como procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simbólicas y materiales; 2) reconocer a las memorias como objetos de disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los participantes en esas luchas, enmarcados en relaciones de poder; y 3) “historizar” las memorias, reconocer que existen cambios históricos en el sentido del pasado, así como en el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas culturales y espacios de luchas políticas e ideológicas (Elizabeth Jelin, 2002; 2). La autora enfatiza en la dificultad de definir memoria como concepto único, por ello trabaja sobre dos categorías posibles que remiten, en primer lugar, al sujeto que rememora y olvida y, en segundo, a los contenidos sobre qué se recuerda y qué se olvida, entendiendo por memoria aquel ejercicio de recordar y olvidar cuya capacidad es particular en cada persona. “La memoria como presente en el pasado es lo que define la identidad personal y la continuidad de sí mismo en el tiempo” (Ricoeur en Jelin, 2002; 19) Por otra parte, memoria y olvido, presente y futuro, se articulan como símbolos naturales del devenir histórico y la tensión persistente del presente en la lógica pasado y futuro. Pedro Güell y Norbert Lechner analizan dicho proceso a partir de lo ocurrido en Chile con la vuelta de la democracia. Ambos autores ven en “la memoria un acto del presente, pues el pasado no es algo dado de una vez para siempre” (Güell y Lechner, 1999; 1). Ven en ella una relación intersubjetiva entre los individuos y su entorno social que, en consecuencia, sólo es posible desde la pluralidad de las memorias, las que constituyen un campo de lucha por darle sentido al presente, interpretando el pasado desde la mirada en retrospectiva de los hechos, tratados y percibidos de modos distintos entre los individuos. Al igual que Jelin, los autores ven en la construcción social de la memoria un proceso general que implica situar lo social en el tiempo, distinguiendo el pasado, presente y futuro como momentos discontinuos entre sí (Güell & Lechner, 1999; 2). Los individuos revisan constantemente sus memorias para que éstas encajen en las identidades actuales; los individuos piensan a través de la identidad y la memoria (Gillis, 1994). A esto Jelin agrega: “la constitución, la institucionalización, el reconocimiento y la fortaleza de las memorias y de las identidades radica en que ambas se alimentan mutuamente” (Jelin, 2002; 25). Amerita revisar la relación entre la memoria y los sucesos pasados que marcan el presente de un individuo y del colectivo. Nos referimos, evidentemente, al período dictatorial chileno. Para ello, Alexander Wilde desarrolla su obra “Irruptions of Memory”, la cual describe cómo los sucesos públicos ocurridos en Chile durante el 24

período 1973-1989 suscitan simultáneamente símbolos, figuras, causas y estilos de vida que se relacionan con un pasado político aún presente en la experiencia vivida por la gran mayoría de la población (Wilde, 1999; 5). Los intelectuales están de acuerdo en reconocer la existencia de varias memorias sociales. Así lo hace María Angélica Illanes al reconocer que si bien una memoria puede ser predominante por sobre otra en un lugar y un momento específico, existe también lo que ella denominó “la batalla de la memoria” que, con el transcurso del tiempo, puede modificar la relación entre las memorias dominantes y disidentes; “La batalla de la memoria es una lucha por el pasado, librada en el presente para dar forma al futuro” (Illanes en Winn, 2007; 13). Reflexiones teóricas y metodológicas sobre el relato El relato como herramienta metodológica y analítica aparece como nuestro recurso narrativo por excelencia, en tanto estructura el sentido que otorgan los individuos al “sí mismos”, su historia y su experiencias. Para estudiar estos conceptos, nos apoyaremos en la «etnosociología» de Bertaux y su trabajo “Los relatos de la vida”, en el cual asume que el relato constituye la producción discursiva de la realidad del sujeto expresada en forma narrativa por él, distinguiéndola de otras producciones discursivas que recogen esta información. Pues, “el relato de la vida constituye un esfuerzo por contar una historia realmente vivida” (Bertaux, 2005; 76). Para comprender esto distingue tres órdenes de realidad: 1) la realidad histórico-empírica, de la historia realmente vivida, designada como “itinerario biográfico” y que alude a la trayectoria del individuo, incluyendo situaciones objetivas, que indagan cómo las ha vivido, percibido, evaluado y actuado: 2) la realidad física y semántica, que alude a lo que el individuo piensa y sabe retrospectivamente de su itinerario biográfico. Es la recopilación total y subjetiva que el individuo hace de sus experiencias; y 3) la realidad discursiva del relato mismo, que corresponde a lo que el individuo quiere expresar acerca de lo que sabe y piensa de su itinerario (Bertaux, 2005; 76). Entre el relato y el itinerario biográfico se encuentra la totalización subjetiva de las experiencias vividas por el sujeto, formada por recuerdos, reflexiones y evaluaciones en retrospectiva. Formación a la que contribuyen los recuerdos, la reflexión y el juicio moral que ponen de manifiesto aspectos ideológicos y culturales. Bertaux a esto agrega la relevancia que posee la estructura diacrónica de los acontecimientos en la biografía de un individuo; acontecimientos sobresalientes sucedidos en el tiempo y otros que se relacionan entre sí. Tal diacronía es causada por la evocación de alguna escena, crisis o acontecimiento que arrastra ciertas disgregaciones, como también la asociación de ideas, explicaciones, justificaciones y evaluaciones que alejan el discurso de la linealidad absoluta (Bertaux, 2005; 80-81). En efecto, el relato reconstruye lo que ha sucedido antes y que, de algún modo, pudo ser causado por lo que sucedió con posterioridad, parámetro que constituye un preámbulo para identificar cadenas de causalidad: a través del relato es posible reconstruir la historia propia o, en palabras de Bertaux, el «itinerario biográfico». 25

Sociólogos pensando en sociólogos: Reflexividad científica Es necesario reflexionar sobre las diversas transformaciones a nivel disciplinario que sufrió la sociología durante la época en cuestión, como también, en el impacto que tuvo en la vida de quienes se desempeñaban como profesionales de ésta, con el fin de ahondar en la perspectiva y conciencia colectiva de la comunidad sociológica, volcando la mirada de los sociólogos sobre su misma disciplina. Hablar sobre reflexividad, según Alvin Gouldner, implica ocuparse ante todo de “transformar” al sociólogo, penetrar profundamente en su vida y su labor diaria, enriquecerlo con nuevas sensibilidades y elevar su conciencia a un nuevo nivel histórico. “Abrirse hacia adentro”, la conciencia de sí mismo se vuelve elemento indispensable para llegar a la conciencia de «lo social» (Gouldner, 1970; 443-6). Apelamos a la reflexión sobre la relación entre el sujeto científico y su oficio, requisito implícito de la práctica sociológica y del conocimiento científico del mundo social. Estudiar al sociólogo a partir de una sociología reflexiva, permite conocer y analizar la relación que existe entre ser sociólogo y ser persona. Pensar el oficio del sociólogo es pensar en el «hombre como objeto natural» (Friedrichs, 1977; 226), comprender que los teóricos de la ciencias sociales se encuentran influenciados por la interacción continúa de sus ideas y la sociedad en la que se encuentran inmersos. Los sociólogos relativizan lo que su lenguaje personal pretende expresar de acuerdo al momento histórico que estén viviendo, concibiendo sus ideas como instrumentos lingüísticos, cuya función es filtrar las reflexiones que éstos tienen sobre lo que pretenden investigar. Por otro lado, la sociología reflexiva puede ser entendida como el autoanálisis del sociólogo como productor cultural. Para Bourdieu, reflexividad apunta a aumentar el alcance y solidez del conocimiento científico social. Sobre ello Wacquant explica que las concepciones de la reflexividad varían desde la autorreferencia, pasando por la autoconciencia, hasta la circularidad explicativa de los textos (Bourdieu & Wacquant, 2008; 64), es decir, desde una mirada distinta a la de Gouldner, Bourdieu señala que la reflexividad es más bien la exploración sistemática de las categorías impensadas que se extienden más allá de la experiencia, y asimismo, dibujan la realización de la indagación social. Creemos que es fundamental tener en cuenta la relevancia del elemento reflexivo de esta investigación como un elemento constitutivo de su valor intrínseco. Los relatos que aquí se recolectan apuntan no solo en la dirección de dilucidar los impactos del autoritarismo sobre nuestra disciplina, si no, además, comprender de mejor manera la forma en que se ha hecho sociología en Chile, las maneras empleadas por los sociólogos para relacionarse con su entorno social y, al mismo tiempo, transformarlo y como el oficio del sociólogo ha debido transformarse en función de diversos contextos. En definitiva, esto se trata de «conocer a los que conocen», es hacer sociología de la sociología, es viajar hacia el centro de nuestra disciplina a través de la experiencia vivida de sus practicantes. Eso, creemos, es volcar el espíritu inquieto y de intriga de la investigación sociológica hacia sí misma, hacia nuestro propio oficio. 26

DISEÑO METODOLÓGICO El enfoque cualitativo es de carácter «multimetódico», pues en él se encuentran las herramientas para acercarse a la realidad de un individuo, indagar en la cotidianidad y significados de la vida de las personas, a través de diversos métodos (Denzin y Lincoln, 1994). Para los efectos de esta investigación emplearemos metodología cualitativa, cuyas funciones nos permitirán conocer aspectos del desarrollo e historia de la sociología en Chile durante el régimen autoritario, a partir de los relatos y «subjetividades» de los sociólogos que formaron parte de ese proceso. Así, autores como Gregorio Rodríguez, Javier Gómez, Gil Flores y Eduardo García, indican que la fenomenología se aproxima al estudio de la experiencia vital, del mundo de la vida y lo cotidiano en sentido fenomenológico y no categorizado. La aproximación fenomenológica nos permitirá interpretar y develar los significados que los individuos imprimen a sus experiencias en un espacio y tiempo determinado (sociólogos durante la dictadura chilena), destacando la importancia que tienen las valoraciones y subjetividades de los individuos sobre dichas experiencias (Rodríguez et. al, 1999). Se busca aproximarse a las continuidades que se presentan entre diferentes narrativas biográficas (discursos de diversos sociólogos) y los alcances de éstas en la comprensión de fenómenos de carácter colectivo (sociología chilena / comunidad sociológica). Indagar en la experiencia de los individuos es aludir a cuestiones sobre memoria, identidad, relato, rol y autoimagen que constituyen los procesos vividos por los individuos durante un proceso histórico determinado. Según Alberto Ribes, hacer «Sociología de la sociología» implica metodológicamente responder a tres preguntas básicas: ¿Cómo se ve un autor a sí mismo? ¿Cómo es visto el autor por otros? Y ¿Desde dónde ve lo que ve un autor? (Ribes, 2008; 65). El interés por estudiar y comprender la subjetividad de los individuos, requiere de la utilización de métodos holístico y descriptivos. Por ello emplearemos la entrevista en profundidad cómo método principal, pues se constituye como una herramienta flexible y dinámica que, mediante encuentros dirigidos entre el investigador y el entrevistado, conduce hacia la comprensión de las perspectivas de los informantes respecto a sus vidas (Benney & Hughes en Taylor & Bogdan, 1987; 100). En este caso profundizaremos sólo en la entrevista sobre historia de vida, ya que permite destacar las experiencias de vida de una persona y las definiciones que ésta aplica a tales experiencias (Taylor & Bogdan, 1987; 102). Para analizar la información recabada en las entrevistas, se aplicará el análisis de discurso, pues así es posible acceder a los sentidos producidos y compartidos socialmente que orientan la acción subjetiva. A través de las entrevistas sobre historias de vida que serán aplicadas a sociólogos se buscará indagar en el discurso subjetivo de éstos en relación a sus biografías e identidades y, de igual manera, a los aspectos vinculados a la sociología como disciplina, intentando identificar intersubjetividades. 27

Selección de la muestra La muestra ha sido elaborada a partir de tres procesos de selección basados en tres criterios específicos. En primer lugar, de un total de 11 entrevistados se buscó entrevistar a sociólogos que hayan estudiado en las distintas décadas en cuestión («criterio generación»). En un segundo nivel, también se intentó lograr cierta variedad de fuentes diferenciando por sexo («criterio género») y en tercer y último lugar, se optó por diferenciar también de acuerdo a las áreas de trabajo de los sociólogos («criterio áreas de trabajo»)15. 1) Primer criterio: Generación Como se explicitó en el marco teórico, esta investigación, enfocada específicamente en el período dictatorial chileno (1973-1989), considera que llegado el golpe de estado de 1973 existían dos generaciones de sociólogos claramente distinguibles. Por un lado, aquellos que se encontraban ejerciendo la profesión y, por el otro, aquellos que cursaban la universidad. Sin embargo, durante el proceso de recolección de información se hizo evidente la necesidad de contar además con los relatos de aquellos sociólogos que estudiaron durante fines de los 70’s y la década de los 80’s. Por lo tanto a la luz de este criterio la muestra se dividió en cuatro generaciones: generación de los 60’s (tres entrevistados); de los 70’s (cuatro entrevistados); de los 80’s (dos entrevistados); y de los 90’s (dos entrevistados), la cual aportó una visión externa pero nutrida de información sobre el período en cuestión. 2) Segundo criterio: Sexo El sexo, al igual que la raza o la clase, entre muchas otras, es una categoría sociológica relevante y como tal merece atención especial en el análisis social. Atención que, hasta el momento, ha sido relativa al interior de las ciencias sociales, encontrándose, por lo general, en una posición epistemológica inferior a la de otras categorías más empleadas y atendidas por los sociólogos (Simbürger & Undurraga, 2013). A pesar de que en los últimos años ha ganado espacio gracias a esfuerzos principalmente feministas anglosajones, este avance sigue siendo lento y el sexo permanece aún en una posición inferior en la teoría social. Esto, entre otras cosas, también ha derivado en una considerable invisibilización de las sociólogas al interior de la academia, quienes, a pesar de ser más en relación a los hombres, muchas veces deben enfrentar “condiciones de trabajo más precarias, con más carga de docencia y menos oportunidades para hacer investigación que sus colegas hombres” (Morley, 2001 EN Simbürger & Undurraga, 2013). Considerar el sexo permite no sólo hacerse cargo de estas desigualdades epistemológicas al interior de nuestra disciplina, sino también identificar las diferencias que presentan los discursos de sociólogos y sociólogas chilenas en referencia a los impactos que tuvo el autoritarismo sobre sus 15

Aunque se optó por no explicitar este aspecto en la selección de los informantes, en un comienzo se intentó tomar en cuenta las diferencias entre los sociólogos con mayor visibilidad pública durante los años del autoritarismo en Chile (y en la actualidad) y aquellos que no contaban con tanto reconocimiento. Sin embargo, a lo largo del proceso de investigación se hizo muy difícil acceder a estos últimos relatos.

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trayectorias biográficas y profesionales. ¿Qué diferencias hubo entre hombres y mujeres en la sociología durante dictadura? ¿Pueden decir lo mismo unos y otros? Esta decisión de incluir distinciones de sexo en la muestra se constituye también como un aporte particular y una manera de diferenciar la presente investigación de los trabajos hasta el momento realizados en el ámbito. No obstante, durante el proceso de investigación la muestra se dividió en un 36,4% en mujeres y 63,6% en hombres. 3) Tercer criterio: Área de trabajo Para obtener una variedad aún mayor de resultados, se decidió diferenciar también por áreas de trabajo de los sociólogos. Aunque en un comienzo se intentó diferenciar entre academia, sector público y sector privado, la práctica en el proceso de investigación terminó derivando en una muestra diferenciada solo en dos grupos: 1) Academia (catedráticos, profesores e investigadores asociados); y 2) Sector privado (sociólogos desempeñándose en empresas de dicho sector). Se ha considerado su puesto de trabajo actual. Esto porque durante la dictadura muchos de los sociólogos más jóvenes aún no terminaban sus estudios ni comenzaban a desarrollarse como profesionales en ninguna de éstas. Tabla 2 – Composición de la muestra: GENERACIÓN/SEXO/ÁREA DE TRABAJO CRITERIO CATEGORÍAS 60’s 70’s 80’s 90’s GENERACIÓN 3 4 2 2 Mujer Hombre SEXO 4 7 Academia Privado ÁREA TRABAJO 8 3

TOTAL

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Operacionalización El concepto principal, como es sabido, corresponde a los “Impactos del autoritarismo sobre la sociología chilena”, referido particularmente al período dictatorial abarcado entre el golpe de estado de 1973 y el plebiscito de 1988 que marcó el retorno a la democracia en 1990. La primera dimensión de este impacto corresponde a los aspectos biográficos, los cuales dicen relación con la vida personal de los sociólogos y la forma en que el contexto social y político afectó sus trayectorias personales. Aquí se agrupan tres variables específicas: 1) Contexto sociohistórico; 2) Identidad; 3) Situación económica; y 4) Mecanismos de supervivencia. La segunda dimensión es aspectos profesionales de la sociología. En esta dimensión se agrupan las variables: 1) Rol y autoimagen; 2) Financiamiento; 3) Comunidad sociológica; y 4) Visibilidad y legitimación del sociólogo. Finalmente, la tercera dimensión correspondiente a los aspectos epistemológicos que se vieron transfigurados durante la dictadura militar. En esta tercera y última dimensión se agrupan tres variables: 1) Contexto y contenidos universitarios; 2) Contenidos y temáticas disciplinarias; 3) Enfoques y metodologías; e 4) Institucionalidad. 29

Tabla 4 – Operacionalización CONCEPTO

DIMENSIONES Aspectos Biográficos

Impactos del autoritarismo sobre la sociología chilena

Aspectos Profesionales

Aspectos Epistemológicos

VARIABLES Contexto sociohistórico Identidad Situación económica Mecanismos de supervivencia Rol y autoimagen Financiamiento (Instituciones y trabajo) Comunidad sociológica Visibilidad y legitimación del sociólogo Contexto y contenidos universitarios Contenidos y temáticas disciplinarias Enfoques y metodologías Institucionalidad

Plan de trabajo de campo16 Se realizarán las entrevistas, orientadas a extraer las particularidades de las historias de vida de los informantes (fase de recolección de datos). Luego se da paso a una segunda instancia o fase de transcripción. Como tercera fase, aunque no de forma lineal, se aplicará un proceso de codificación, llevado a cabo a través del software computacional NVIVO, en donde se organizan y visibilizan cómodamente los principales elementos que del discurso son extraídos. Este proceso se llevará a cabo al término de las tandas de entrevistas.

Plan de análisis Con los códigos establecidos y la estructura de los discursos más o menos visibles (a partir de la construcción de nodos) se procede, finalmente, al análisis del discurso. El objetivo es establecer las continuidades y rupturas entre unas y otras construcciones subjetivas y a la identificación de las principales particularidades y diferencias en los discursos de los entrevistados que consiste básicamente en la descomposición o fragmentación del texto (discurso de los informantes) en unidades constitutivas (Ruiz, 2009; 17). Luego, el análisis del discurso consiste en la descomposición de las entrevistas en nodos temáticos (“unidades constitutivas”). Para este efecto se construyó una pauta de entrevista (junto a un permiso consentido17) con una gran pregunta general y un conjunto de preguntas de apoyo que permitirán orientar las respuestas del entrevistado hacia las temáticas y categorías que se buscan trabajar en la investigación. Se espera que el entrevistado construya una “historia de vida” a partir de la pregunta inicial y luego vaya aportando elementos. Por lo tanto, el análisis del discurso se supeditará a las tres dimensiones generales (Biografía, Profesión, Epistemología) y luego a las distintas variables de cada una de éstas. 16 17

Carta Gantt al final de los anexos de este documento. Revisar en anexos.

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SOCIÓLOGOS EN DICTADURA: EL DOBLE IMPACTO DEL AUTORITARISMO SOBRE LA DISCIPLINA A continuación se presentan los principales resultados obtenidos durante la fase de recolección de datos. Si bien los datos han sido analizados en función de los doce nodos o variables presentados en la operacionalización –con objeto de facilitar su organización–, la presentación de los resultados se estructura como un relato, destacando los principales temas aparecidos a lo largo de las entrevistas, independiente del orden lógico de las variables mencionadas.

Condiciones y estatus de la sociología previo al golpe Para comprender cómo la instauración de la dictadura militar impactó sobre la sociología chilena, resulta clave prestar atención a algunas consideraciones sobre la antesala del llamado quiebre institucional, es decir, la década de los 60’s y los años previos al golpe. Además, es importante destacar que –a lo largo del trabajo de campo realizado– los relatos de los entrevistados fueron arrojando luces sobre este período, dejando ver lo relevante de su consideración y análisis. Temáticas y autoimagen en los 60’s y comienzos de los 70’s Previo a la irrupción del régimen autoritario y el consecuente desmantelamiento institucional provocado a partir de 1973, la sociología chilena se caracterizaba por ser una disciplina predominantemente ensayista, relacionada directamente con los procesos macrosociales y escasamente vinculada a la práctica microsocial. Con todo, la sociología entonces constituía un saber importante en el panorama nacional, ya que las grandes instituciones internacionales de desarrollo de las ciencias sociales entonces establecidas en el país (CEPAL y FLACSO), servían como fuente de directrices para los gobiernos de turno (Eduardo Frei y Salvador Allende), fuertemente comprometidos con la transformación social, algo que, de acuerdo con Rolando Franco –y según palabras de los propios entrevistados–, se podía apreciar en la gravitante relevancia de las instituciones mencionadas en el desarrollo de aportes como el modelo económico de “Industrialización por Sustitución de Importaciones” y la famosa “Teoría de la Dependencia” (Franco, 2007) que marcaron a la política y las ciencias sociales durante los 60’s. “(Antes del golpe) había una sociología 100% centrada en la transformación social desde la teoría y la investigación”. Jorge (66) “Imagínense que en nuestro país se formula la teoría de la dependencia. Faletto estaba acá, Cardoso estaba acá…teníamos la elite de las ciencias sociales en América Latina”. Lucía (58) “En ese minuto todos los sociólogos eran parte importante del pensamiento sociopolítico del país más allá de lo que se planteaba o no pero eran figuras relevantes de lo que se pensaba”. Emilio (72) 31

Lo anterior no solo podía apreciarse en el trabajo de investigación y las orientaciones intelectuales de los sociólogos que en ese momento desarrollaban sus carreras académicas en el país, sino también por la forma en la que estaba orientada la formación de futuros sociólogos en las universidades chilenas en aquellos años. Las mallas curriculares de las tres carreras de sociología por aquel entonces (U. de Concepción, U. Católica y U. de Chile) tenían, según declaran los entrevistados, una potente carga de contenidos marxistas y teoría crítica. Salvo contadas excepciones, podría decirse que las facultades de ciencias sociales de las universidades chilenas funcionaban hacia finales de los 60’s y comienzos de los 70’s como un semillero de investigadores y pensadores marxistas. “La sociología en Chile tenía un fuerte vínculo con el marxismo. Los profesores en general eran marxistas y se declaraban como marxistas”. Beatriz (58) “En la Chile, salvo los cursos de estadística y un curso de psicología social, todos los demás cursos tenían que ver, en plan así muy adoctrinado, con marxismo, materialismo histórico 1, materialismo histórico 2, capital 1, capital 2 (ríe). Era marxismo puro y duro…y seco…y muy fuerte”. Jorge (66)

Así mismo, muchos entrevistados coinciden en que por aquel entonces la sociología era una profesión (si es que podía llamársele así) desordenada y difusa; “que no estaba del todo claro para qué servía”. El título de sociólogo aún no existía y el campo laboral entonces estaba reducido a la investigación académica. Si bien la sociología mundial en estos años ya registraba amplias experiencias de profesionalización, algunos entrevistados concuerdan con que en Chile la predominancia de una sola corriente (principalmente marxismo) y un enfoque muy político al interior de la disciplina, que por esos años estaba puesta al servicio del proyecto socialista18, dificultaba la recepción de otras corrientes y formas de concebir la sociología. El «desorden» que se experimentaba, propio quizá de la agitación social de la época19, podía vivenciarse tanto fuera como dentro de las universidades. Esto encuentra un correlato en la revisión histórica realizada páginas más arriba, en donde se demuestra a través de la trayectoria histórica de la sociología chilena que en 1970 ésta, aunque había progresado en los últimos años, todavía se encontraba en una fase temprana de desarrollo, ya que la tensión entre funcionalismo y marxismo o la clásica rivalidad ensayismo/profesionalismo todavía se vivía fuertemente. “Antes del 73 el mismo funcionalismo estaba muy, estaba absolutamente descalificado, criticado, pero más que criticado, descalificado. Y otras corrientes, desconocidas. Todo lo que es la sociología norteamericana, absolutamente desconocida antes del 73. 18

Como se describe en la página 11 de esta investigación, por aquellos años la sociología chilena se encontraba fuertemente vinculada al proyecto sociopolítico del país. 19 Sumado a la escasa profesionalización de la sociología en Chile y Latinoamérica, los sociólogos chilenos vivían en una sociedad que veía como los últimos dos gobiernos (Frei y Allende; 1964-73) llevaban adelante procesos de profunda transformación social, lo que había generado un ambiente de extrema polarización.

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Absolutamente desconocida, la gente no tenía idea de la escuela de Chicago, no tenía idea de lo que había sido el interaccionismo simbólico, la fenomenología, Berger y Luckmann, nada, nada, nada”. Jorge (66) “Tuvimos el profesor de economía, que era un compadre del «FER» que llegaba una vez al mes y nos hacía clases, todas la clases que no había hecho en el mes la hacia ese día”. Lucía (58)

Lo anterior podría explicarse por factores como el aislamiento geográfico que experimentaban Chile y Latinoamérica durante esos años, que dificultaba aún más el intercambio intelectual a nivel internacional, y, por supuesto, el clima político que experimentaba el país, el cual evidentemente favoreció la predominancia de una perspectiva más crítica por sobre los enfoques funcionalistas. A partir de esto, muchos entrevistados reconocen haber decidido estudiar sociología a partir de un interés arraigado en ideas vinculadas a conceptos como «la revolución», «el cambio social» o «la comprensión y transformación del mundo». Lejos de entender la sociología como una profesión para ganarse la vida, el “estudiar sociología” tenía entonces relación con una actividad política que, en palabras de C. Wright Mills, podría explicarse por la indivisibilidad de lo político y lo personal, la imposibilidad de un conocimiento neutral y no-ideológico. Como declara Francisco (73) en una de las entrevistas realizadas, “la década del 60 es la década de la creencia en la revolución y de la creencia entre los intelectuales de izquierda que solamente el socialismo permitía, no solo una sociedad más justa, sino también una sociedad más desarrollada”. Sociología y política estaban, más que nunca, fuertemente vinculadas: muchos deciden estudiar sociología para formar parte de un proceso macrosocial que, además, despertó el interés de muchos cientistas sociales extranjeros (brasileros, venezolanos) que decidieron erradicarse en Chile, motivados por el lazo entre las ciencias sociales y dicho proyecto. “Yo creo que era algo muy compartido (el interés por) el cambio social o incluso la revolución social, política. En el caso mío concretamente yo vine a Chile seducido por los cambios sociales, por lo que yo sabía que estaba ocurriendo acá, porque leía sobre Chile, conocía en términos de la reforma agraria, de la reforma laboral, de los cambios de la época del gobierno de Frei (…)”. Jorge (66, español) “Yo entré a sociología para ser revolucionaria, no era otra mi intención. Lucía (58) “¿A qué volví (a estudiar sociología a la Universidad de Chile)? A estudiar la teoría revolucionaria. Eso era lo que me importaba”. Susana (63)

Este último elemento, importante para entender el quiebre institucional y la desarticulación de la disciplina luego del golpe militar de 1973, nos habla de una identidad muy marcada en esta fase de la sociología. Una identidad constituida en torno a un proyecto ideológico que, sumado a los procesos de transformación social y el espíritu reformista/revolucionario de los últimos gobiernos (sobre todo el 33

de Salvador Allende), hacía de los sociólogos un grupo de agentes importante a nivel nacional. Finalmente, es importante prestar atención a la forma en que los entrevistados relatan los hechos y las características del proceso histórico en cuestión. Conceptos como “desordenado” o “escaso desarrollo” son ampliamente utilizados para referirse al estado de la sociología previo a la dictadura. Leyendo entre líneas, independiente del enfrentamiento histórico entre funcionalismo y marxismo, se puede apreciar en el discurso de los sociólogos sobre estos años el éxito del autoritarismo en dictadura en el posicionamiento de un orden y una verdad respecto al pasado. Si bien la gran mayoría de los entrevistados es abiertamente opositor al régimen autoritario, es posible identificar, a través de la estructura de sus relatos y elementos discursivos empleados, la plasticidad e historicidad de la memoria entendida como “un proceso subjetivo, anclado en experiencias, objeto de disputas y susceptible de cambios” (Jelin, 2002), dejando en evidencia las marcas simbólicas y luchas por el significado entre ambos procesos (la concepción de la sociología antes y después del golpe). El prestigio de los sociólogos antes del golpe Independiente de las cuestiones en disputa ya mencionadas, Chile en 1970 se había posicionado hace pocos años como una importante sede para el desarrollo de la teoría sociológica en América Latina. Como se mencionó, en la CEPAL se había desarrollado hace no mucho una de las teorías sociológicas más importantes de la región: la famosa “Teoría de la Dependencia”. Este y otros factores posicionaban a la sociología en Chile como una incipiente «profesión» de importancia para el desarrollo nacional, revistiendo de un importante prestigio a las instituciones y personas involucradas en ella. “Los sociólogos eran parte importante del pensamiento sociopolítico del país, eran figuras relevantes. Para hacer estudios del Ministerio de Vivienda, no recuerdo qué, una de las firmas por ley que se requería era la de un sociólogo”. Emilio (72)

A esto habría que agregar hechos como: 1) la presencia de grandes e importantes intelectuales en el país, como Enzo Faletto y Fernando Henrique Cardoso, que contribuían al relevante posicionamiento de la disciplina en Chile; y/o 2) como se describe en uno de los apartados de la revisión bibliográfica, la realización en Chile en 1972 del X Congreso ALAS20 –en el que se congregaron sociólogos de todas partes del mundo– y que, en éste, algunos de los sociólogos a cargo de la organización hayan contado con autorización presidencial para ingresar y salir del Palacio de Gobierno chileno con total libertad, lo que habla de un estatus de los sociólogos sin precedentes en el pasado y probablemente sin parangón en el presente, como una fuente realmente importante para el Estado en la elaboración de políticas públicas y las transformaciones sociopolíticas de la época. 20

“Los ojos del mundo puestos en Chile y la revolución social de Allende”. Artículo web publicado en ALAS Chile, revisado el 9 de septiembre de 2013: http://congresoalaschile.cl/?p=1772

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“Yo creo que también tiene que haber influido la Reforma Agraria. La mayor parte del empleo sociológico en los años 60 fue en la Reforma Agraria de Frei y después, Allende empleó sociólogos en otras instancias de planificación más diversas”. Susana (63)

La identidad de la comunidad de sociólogos en los 60’s, constituida en torno a conceptos sustancialmente políticos como la contribución a «la transformación social» y «la revolución», encontraba una respuesta y un correlato en la visibilidad y legitimación social de la que gozaba en aquellos años. Sin dudas los sociólogos, a pesar de que no existía claridad sobre sus funciones, jugaban un rol preponderante y eran considerados como agentes de suma importancia por el gobierno nacional. Lamentablemente, con la irrupción autoritaria de la dictadura militar, la impronta del saber sociológico en el Estado chileno sería forzosamente reemplazada por los conocimientos provenientes de la economía neoliberal de mercado. Un proceso que, lejos de integrar de forma interdisciplinaria los aportes de las ciencias sociales, procuró la desaparición de una masiva porción de la intelectualidad criolla o, en su defecto, la transformación de diversas disciplinas hacia enfoques funcionalistas y empiristas.

El golpe: Quiebre institucional, biográfico e identitario En la universidad, que anteriormente se había constituido como la principal institución laboral e intelectual de las ciencias sociales y la sociología, el impacto de la dictadura fue probablemente más fuerte que en cualquier otro espacio. Si antes de 1973 la sociología era una disciplina importante y con influencia en el debate público (para lo cual la universidad funcionaba como fuente de producción de conocimiento y pensadores), luego del golpe militar esta realidad cambió abruptamente, transformándose sustancialmente no solo la estructura y el funcionamiento de esta institución, sino también la experiencia estudiantil. El primer impacto de la dictadura se hizo sentir de inmediato luego del día 11 de Septiembre de 1973, pues a partir de ese momento la experiencia de lo que implicaba esta imposición política y social, se tradujo en una irrupción en la disciplina en su totalidad, aún más, con todo aquello que significaba estudiar sociología o ejercerla como tal. Se impuso como un suceso absolutamente radical y como el quiebre más profundo que haya vivido la disciplina, los académicos y los mismos estudiantes, tanto en sus experiencias personales como profesionales. “Lo primero fue la experiencia del día 11, que eso yo creo que marca bastante en el sentido de una escena un poco dramática que fue profesores huyendo y ocultando papeles, eso es una escena fuerte para un estudiante que ha tenido a sus profes que han hablado con libertad, que han opinado, que han estado investigando y de pronto, llega de un minuto a otro, pasan a ser buscados, pasan a ser perseguidos, pasan a ser (…) pasan a huir. Es muy fuerte. La encomienda, “oye guárdame esto (…)” y se fueron”. Jorge (70)

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Para los entrevistados, relatar las primeras escenas de lo que ocurrió a partir del 11 de septiembre con la disciplina al interior de las universidades, se presenta en general como el gran quiebre y ruptura de la sociología en dos sentidos. En primer lugar, como la experiencia que marcó un antes y un después entre aquella sociología que había alcanzado un ascendente desarrollo y protagonismo, tanto en la esfera pública como política, que luego es intervenida y debe huir de sí misma (“ocultar papeles” es ocultar ideas y con esto desaparece la libertad académica) enfrentándose al miedo, a la persecución y al silenciamiento. “(A partir del golpe) es muy dura esa primera fase, se prohíbe la sociología, se elimina la palabra sociología, por lo tanto se eliminan todas las asignaturas de sociología y bueno con respecto a nosotros, los sociólogos, nos quedamos colgando de un hilo, digamos en el sentido de que en cualquier momento nos echaban sino es que nos podían detener, por lo que estaba ocurriendo en esa época. Ser acusado ya sea por académicos, estudiantes, funcionarios, que te delataban, en una época que era muy fácil complicarte la vida, era cuestión que te dijeran “usted es agitador (…)”. Javier (60)

En segundo lugar, esta experiencia “traumática” se explica además como el gran quiebre entre los mismos sociólogos y la disciplina, situación que tuvo como consecuencia la intervención por parte del aparato militar tanto en el desarrollo académico, es decir, asignaturas y casas universitarias, como también en el desarrollo de los mismos profesionales de la disciplina. Situación que se tradujo en un ambiente de desconfianza, de incertidumbre y de prohibición en el entorno donde se desenvolvían los sociólogos, marginando cualquier tipo de acción que les permitiese ejercer la sociología como alguna vez lo hicieron y disciplinando, mediante esta prohibición, negativa y forzosamente a la sociología, negándole la libertad necesaria bajo la que debe desarrollarse el trabajo intelectual. En ambos sentidos, los relatos de cada uno de los entrevistados, se enmarca en una construcción histórica cuyo énfasis radica en “el quiebre” a partir de un mismo suceso en particular, la dictadura militar, y que volviendo al trabajo de Jelin, implica procesos subjetivos, anclados en experiencias, marcas simbólicas y materiales, que caracterizan el correlato de los once entrevistado, como por ejemplo, el huir, la eliminación de las asignaturas, la persecución, la incertidumbre, la desconfianza; Transformándose en una relación intersubjetiva entre los entrevistados, “el quiebre”, y su entorno social. El segundo impacto no se hizo esperar y se tradujo en la desarticulación de la disciplina como proyecto personal y académico. Los cambios al interior de las casas universitarias fueron inminentes. La intervención no sólo estuvo ligada al congelamiento de la disciplina como carrera profesional y académica, sino que además estuvo acompañada de hechos que pusieran de manifiesto ante los ojos de los mismos entrevistados, la posición radical que tenía el régimen militar frente a lo que implicaba la sociología en esa época, eliminando toda clase de manifestación teórica que estuviese ligada a alguna posición política contraria al nuevo gobierno. Para el grupo de entrevistados esto instaló el régimen de la restricción ante todo aquello que en algún momento era estable o natural en el 36

ejercicio de la reflexión sociológica y, en definitiva, un golpe mortal a la libertad de pensamiento. En consecuencia, limitó cualquier posibilidad de ejercer esta y otras disciplinas, convirtiéndose en una sucesión de episodios que atentaban con el desarrollo de estas. (Luego del golpe) el Instituto de Ciencias Sociales y Desarrollo fue allanado por la marina. La biblioteca fue sencillamente desvalijada, arrasaron con libros que no tenían nada que ver con el marxismo. Desvalijaron la biblioteca, libros que nunca más aparecieron, nunca más, y que después fueron guardados en los subterráneos de la biblioteca de la Católica de Valparaíso, pero nunca más los volvieron a recuperar. Mi oficina en particular fue desvalijada. De manera que en ese sentido yo fui testigo no solamente de cómo cierran, revisaron los escritorios, destruyeron los documentos, a mí me destruyeron documentos (…)”. Javier (60)

Lo anterior dice relación con una opción manifiesta de la Junta Militar y la dictadura, en tanto se propuso acabar con una considerable parte de la producción intelectual –local o extranjera– presente en el país en 1973. Los allanamientos y las quemas masivas de libros no se hicieron esperar en Santiago y otras partes del país. Libros e investigaciones de ciencias sociales, manuales de economía, novelas, historias y cancioneros fueron arrasados por los militares en un intento de la dictadura por suprimir el conocimiento contrario al modelo que se intentaba instaurar, lo que obligó a cientistas sociales, profesores y otras personas a esconder y proteger este material, no siempre con mucho éxito 21. El tercer impacto, fue el proceso de persecución que vivieron los profesionales de la disciplina, estudiantes y académicos en su experiencia universitaria, puesto que la estigmatización ejercida por el gobierno del régimen militar, se extendió más allá de las perspectivas teóricas e involucró a la comunidad sociológica como tal. Más que como grupo intelectual, los sociólogos conformaban para la autoridad el grupo de agitadores políticos con una posición ideológica que, desde su perspectiva, estaba ligada a la rebeldía y la revolución. Por otro lado, resulta evidente que la amenaza hacia las nuevas generaciones (estudiantes) constituía un esfuerzo por inhibir el surgimiento de nuevas raíces de pensamiento crítico. “Se da una persecución interna terrible hacia los alumnos. Lo que le pasaba a los chiquillos es que querían estudiar y que conformaban algún movimiento con algún profesor y los expulsaban de inmediato y el hecho de que fueras expulsado no te permitía después entrar a ninguna universidad en Chile”. Beatriz (58)

Es importante destacar que el relato y el itinerario biográfico de los once entrevistados, tanto de sus recuerdos, reflexiones y evaluaciones en retrospectiva, ponen de manifiesto los aspectos ideológicos y culturales de sus experiencias ante esta situación de quiebre y trauma, y que en este sentido se relacionan con las reflexiones de Bertaux, sobre la relevancia que posee la estructura diacrónica de los acontecimientos, es decir, como los hechos que relatan lo ocurrido luego del 21

Exposición “Libros quemados, escondidos y recuperados: A 40 años del golpe”, realizada en la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP, entre el 26 de agosto y el 30 de noviembre de 2013.

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golpe militar, evocan reflexiones e ideas sobre lo que significó este “golpe” en su vida profesional como personal. Dichos acontecimientos además, forman parte de la biografía de cada uno de los entrevistados, que están sucedidos en el tiempo y que se relacionan entre sí constantemente. El quiebre y la posterior desarticulación de la disciplina tuvieron implicancias en los espacios de desarrollo laboral e intelectual, pues estos fueron intervenidos y muchos sociólogos y estudiantes de la carrera debieron transformar forzosamente sus trayectorias y proyectos personales. Algunos escaparon a la clandestinidad, otros al exilio y muchos tuvieron que adaptarse a las circunstancias en un contexto extremadamente hostil, cuestión derivó en la pérdida del lugar de trabajo, entre otros efectos traumáticos. “Fueron cinco años de clandestinidad, dejamos a la familia, dejamos a todos, vivíamos clandestinos. Estábamos perseguidos además, buscados”. Lucía (58) “Se cierran las escuelas, echan a muchos profesores, les quitan sus bienes; una situación súper fuerte…entonces, los que se quedaron en Chile nadie podía decir que eran sociólogos porque necesitaban buscar trabajo”. Beatriz (58)

El relato de Beatriz y Lucía nos permiten ver que la desarticulación de la carrera no sólo se enmarcan en el recuerdo de aquellas consecuencias que tienen que ver con la experiencias de la vida universitaria y/o académica, sino que además, trasciende de modo más profundo en las experiencias vividas durante este proceso que marcaron la cotidianidad de cada uno de estos sociólogos, que se enfrentaron a las consecuencias de la dictadura desde el punto de vista profesional, y también, a los riesgo, peligros y consecuencias que esta situación significaba para ellos como padre y/o madre, hijo/a, marido y/o esposa, etc. Cuestión que para los sociólogos tenía mayor relevancia que la misma convicción por mantenerse como profesional de la disciplina, pues, la agresividad de la dictadura durante los primeros tres años, sólo los impulsó a sobrevivir, sobrevivir al quiebre disciplinario, como también a subsistir, con la imposibilidad si quiera de ejercer la profesión. “(La ruptura luego del golpe) fue absoluta y totalmente radical, o sea, todo los proyectos, el proyecto de vida, el proyecto social que había compartido fue aniquilado. Insistimos porfiadamente en mantenerlo vivo durante toda la dictadura, con los costos que ya se saben (…)”. Susana (63)

Ante la situación que por ellos años experimentaba la disciplina, existe consenso entre los entrevistados de que la dictadura generó en la sociología y entre los sociólogos una atmósfera de miedo, rareza y sobre todo estigmatización. Algunas de las principales características del impacto de este proceso sobre los individuos es la perspectiva de una sociología “enrarecida”, desarticulada desde todos los puntos de vistas y que no lograba entenderse a sí misma, cuestión que tenía a la comunidad sociológica descontinuada por el desorden interno que produjo la persecución y las constantes situaciones de desplazamiento y silenciamiento, 38

impactando fuertemente en su identidad profesional y la forma de enfrentar al mundo. “Cuando vino el golpe de estado el 73, yo creo que hasta el 76, había bastante indefinición (…)”. Juan (41) “Era una situación poco esperanzadora, era difícil, si se veía así como algo prometedor, era también complejo, y además que quien estudiaba esa carrera quedaba claramente estigmatizado, entonces también era complicado señalar en ese tiempo que uno iba estudiar sociología que ese era su rumbo era extraño…era difícil”. Cristián (50)

Luego de un tiempo, podría decirse, la nueva ideología impuesta y la campaña llevada adelante por la dictadura alcanzó cierto nivel de éxito en tanto logró desarrollar entre los sociólogos un sentimiento de “extrañeza” y “desplazamiento”.

Formas de supervivencia durante el autoritarismo Tras el impacto sufrido durante los primeros años, la institucionalidad universitaria de la sociología y el campo laboral de la disciplina quedaron desfigurados, irreconocibles. Si antes del golpe estos eran difusos, luego de este hito estuvieron muy cerca de desaparecer: de hecho, varios entrevistados reconocen no entender por qué la dictadura no acabó por completo con la sociología, dejándola agonizar por tantos años. Las razones pueden variar. Lo cierto es que la transformación forzosa de la sociología (y todas las ciencias sociales y humanidades) derivó en un campo de conocimiento y desarrollo humano/laboral apocado, estigmatizado, desorientado y en el que sus practicantes se vieron obligados a “salvar sus propios pellejos”. Relatos sobre una sociología estigmatizada y desarticulada Quizá el efecto más importante en términos sociales que provocó la dictadura sobre el campo de la sociología, fue el de estigmatizar a niveles altísimos la disciplina y sus practicantes. Con los militares y el proyecto neoliberal en el poder, los sociólogos antes vinculados a los gobiernos de izquierda pasaron a ser considerados enemigos y, en ese sentido, la dictadura logró muy bien su objetivo. A través de la supresión de cursos, empleos o personas, el régimen autoritario alcanzó un desmantelamiento brutal de la sociología no sólo en términos institucionales, sino también en términos humanos e identitarios, lo que nos permite considerar este último como uno de los principales impactos de la dictadura sobre la sociología; la transformación identitaria personal. “La sociología fue estigmatizada, eh (…) y de hecho claro, yo me acuerdo que cuando contaba que estaba estudiando sociología la gente como que no cachaba lo que era la sociología, y si algo cachaba te tildaba al tiro de puros comunistas, no, la palabra que se usaba era terroristas más que comunistas”. Joaquín (56)

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“(A raíz de un incidente) Tú escuchas de repente “joven sociólogo murió por bomba”…y toda la gente decía “bueno y…era socióloga”. O sea, como diciendo “¿Qué más ibas a pretender de un sociólogo?””. Cristián (50) “Yo no hable con Pinochet, alguien me conto a mí que para Pinochet, después del partido comunista, éramos los sociólogos los más peligrosos”. Javier (77)

Dicha potente estigmatización se constituyó como una profunda alteración al espíritu de un oficio que ha tenido siempre como vocación –desde sus inicios y en la gran mayoría de los casos– el servicio a la comunidad. Es decir, la dictadura consiguió trasladar el significado social de la sociología desde el de una actividad intelectual y práctica puesta al servicio de la construcción de una mejor sociedad hacia el de una actividad peligrosa y amenazante de la integridad del colectivo. A la estigmatización constante se sumaba, además, una situación institucional universitaria deplorable. Esto la dictadura «lo logró» (puesto en palabras y perspectiva de los entrevistados) reduciendo los planteles docentes en las universidades, modificando profundamente las mallas curriculares de la carrera de sociología y llevando la situación y el contexto a un escenario de desconfianza e inseguridad al interior de las facultades y escuelas, principalmente la de la Universidad de Chile, que fue la que más tiempo permaneció en pie, aunque en constantes traslados y transformaciones. “(Los estudiantes) hacían como que estudiaban, los profesores hacían como que enseñaban, porque se quedaron con los profesores que eran más obsecuentes con la dictadura y, básicamente, eran los más malos”. Juan (41) “Había gente de la CNI dentro de la escuela, nunca supimos exactamente quiénes eran pero sabíamos que habían sapos dentro de la escuela, no sé si entre los alumnos, pero dentro de los profesores seguro, y entre los funcionarios también. Entonces estábamos como infiltrados, pero raro decir infiltrados”. Joaquín (56)

Con todo, se había producido con el pasar de los años una reducción del campo laboral para los sociólogos. Es decir, el autoritarismo no solo aplacó el desarrollo intelectual en la universidad, sino también indirectamente negó a la sociología y los sociólogos –en una primera instancia– cualquier progreso en el campo laboral. El estigma era tal que los sociólogos ya no contaban con facilidades para acceder a puestos de trabajos. La universidad, que antes era la principal fuente de trabajo para estos cientistas sociales, estaba tomada por militares y los espacios de investigación eran nulos o escasos. Solo quedaron algunas rémoras para el desarrollo investigativo y, ante esto, el sociólogo chileno sufrió transformaciones en todo sentido. “Se prohíbe la sociología, se elimina la palabra sociología, por lo tanto se eliminan todas las asignaturas de sociología y bueno con respecto a nosotros, los sociólogos, nos quedamos colgando de un hilo, digamos en el sentido de que en cualquier momento nos echaban”. Javier (77)

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“Hubo una especie de exilio interno. Éramos exiliados. En el fondo no podíamos presentarnos en una empresa y decir que éramos sociólogos”. Emilio (72) “Había gente que lograba terminar (la carrera) y después tampoco encontraba trabajo como sociólogo y trabajaban en cualquier cosa”. Susana (63)

Todo esto provocó transformaciones considerables en la identidad y autoimagen de los sociólogos. Obligados a “esconderse” y lidiar con un fuerte estigma social, los estudiantes y profesionales de la sociología pasaron de «agentes del cambio social» y «comprometidos con la revolución» a “bichos raros”, según relatan algunos entrevistados. Este fue probablemente el quiebre más potente provocado por la dictadura en términos identitarios entre los sociólogos. Sobreviviendo bajo vigilancia, persecución y estigma social La imposibilidad para muchos de continuar sus estudios, la dificultad para encontrar trabajo y la estigmatización social del oficio se conjugaron para forzar a los sociólogos de la época a modificar sus prácticas y, en muchos casos, cambiar la subsistencia por la sobrevivencia. Este es, sin duda, un rasgo importantísimo extraído del relato de los entrevistados de esta investigación, ya que permite identificar a la sobrevivencia como un elemento no solo característico, sino también constitutivo de la experiencia biográfica de los sociólogos de la época. Ante el potente golpe que significó la instauración del régimen autoritario, muchos sociólogos lograron sobrevivir y es ese, precisamente, el relato que se rescata en esta investigación. “Todos los sociólogos de esa época se consideran sobrevivientes; quienes no abandonaron la carrera, claro, porque muchos la abandonaron (…) pero quienes se mantuvieron ahí usualmente se consideran o hablan desde la supervivencia, de hueones que resistieron, que aguantaron, que sufrieron muchas cosas (…) lo que hicieron, principalmente, fue tratar de recomponer sus vidas”. Juan (41)

Esta sobrevivencia, rasgo clave para comprender el proceso, puede ser clasificada en tres ámbitos: 1) la sobrevivencia laboral extra-disciplinaria, la cual se constituye como uno de los más importantes hallazgos de esta investigación y que resulta necesario visibilizar ante los lectores; 2) la sobrevivencia laboral disciplinaria; y 3) la sobrevivencia en la universidad. En primer lugar, uno de los mecanismos de sobrevivencia más silenciado y traumático fue aquel que constó en recurrir a prácticas laborales informales alejadas del campo disciplinar. Aunque, como se leerá más abajo, muchos lograron sobrevivir a las circunstancias y de algún u otro modo en el corto o mediano plazo recompusieron sus actividades académicas y/o profesionales, existe una gran masa de sociólogos –o aspirantes a tal– que luego del fuerte impacto del golpe debieron modificar drásticamente el rumbo de sus vidas y, por razones obvias, dejar a un lado el proyecto de la sociología. Se trata de un grupo de personas que dedicaron sus vidas a otras cosas y que, por lo tanto, han visto 41

silenciados sus relatos como cientistas sociales víctimas del impacto del autoritarismo. Esta es una de las consecuencias más dramáticas del autoritarismo sobre la sociología; la expropiación del proyecto personal y la sustracción de la fuente de trabajo. Situación que, lamentablemente, también sufre de silenciamiento y olvido por parte de los mismos sociólogos “exitosos” que lograron reinsertarse y recomponer sus vidas. “No existían trabajos como sociólogos, eso implicaba decir que tú eras como lo peor y era típico que entonces los sociólogos o los que abandonaron la carrera se dedicaran a vender huevos, quesos y a través de los amigos manejaban los buses escolares y empezaron todos a buscar otros trabajos”. Beatriz (58) “Hace algunos años me recomendaron un carpintero para un trabajo que necesitaba hacer y resulta que cuando voy a verlo me encuentro con que el tipo había sido compañero mío en el Instituto de Sociología”. Jorge (66)

En segundo lugar, el mecanismo de sobrevivencia relacionado con las prácticas tradicionales de la disciplina dice relación con la historia de aquellos sociólogos que lograron re-insertarse en el mundo laboral o, de una u otra manera, acomodarse al nuevo escenario sin abandonar la formación sociológica. Según el relato de muchos entrevistados, a partir de los 80’s la sociología estuvo marcada por el intento, en primer lugar, de mantener vigente y activa la reflexión sociológica y, luego, re-articular la disciplina como carrera y profesión. Comienza entonces un proceso paulatino de reacción ante la situación del país, tanto en términos sociopolíticos como también en el campo intelectual. Para muchos sociólogos, este segundo período constituyó un momento de gran producción intelectual y reactivación disciplinaria como respuesta al proceso de persecución, represión y censura vivida por la comunidad sociológica. Durante estos años resultó clave el apoyo financiero de fuentes internacionales, el cual permitió que los sociólogos chilenos pudiesen mantenerse activos. “(El período posterior a 1976) es muy fructífero porque los tipos por desesperación empiezan a producir mucha producción intelectual fuera de la universidad. Lo que pasa es que también hay muchos años en que la gente se demora en reaccionar…en el golpe no hallan que hacer…y después empiezan a formar los Centros Académicos Independientes”. Juan (41) “Comienza a trabajar bajo el paragua de la Iglesia Católica de una Institución que se llama la Academia de Humanismo Cristiano y bajo este paragua comienzan a armas instituciones con fondos internacionales vinculados en general al mundo académico, y esos fondos para hacer proyectos de investigación”. Beatriz (58) “Empezamos a trabajar dentro de las instituciones de iglesia, distintas vicarias, yo trabaje en la pastoral juvenil, o había otro compañero que trabajaba en la vicaría pastoral obrera, había otros en la vicaría de solidaridad, bueno a, uno que lo mataron”. Jorge (66)

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“Hubo en Chile una encargada de la Ford, que tiene una importancia decisiva en generar financiamiento para instituciones como FLACSO y así pudimos mantenernos haciendo investigación”. Francisco (73)

Finalmente, en tercer lugar aunque no menos importante, existió también en el mundo universitario una nueva manera de enfrentar la sociología, ya no desde el proyecto personal e identitario característico de los 60’s, sino más bien a partir de las condiciones dadas, como una respuesta al contexto prohibitivo. A partir de esto, los estudiantes comienzan a movilizar una serie de técnicas y actitudes que les permitieron continuar con sus vidas y estudios, aun viviendo en un contexto de estigmatización inundado por un “ambiente de rareza” (según las propias palabras de casi todos los entrevistados). Estas prácticas constaron de actividades extra programáticas (si pudiese hablarse de algún programa en la escuela de sociología de la Universidad de Chile), las cuales debían ser ideadas, gestionadas y ejecutadas por los mismos estudiantes. “(Los estudiantes en los 80’s) tuvieron que aprender solos, con mucho talento. Les costó mucho convertir lo que aprendían en la carrera en un quehacer profesional…y eso fue casi todos los 80’s. Con muy poca gente”. Juan (41) “Como se había cerrado la escuela, estos estudiantes para terminar tenían que conseguirse mediante diferentes maniobras cómo ir haciendo ramos, entonces eh (…) nosotros en FLACSO colaborábamos con ellos y les hacíamos clases a estudiantes que estaban por terminar o estaban terminando”. Francisco (73) “Pensábamos que no estábamos aprendiendo sociología porque los profesores de la Chile eran cualquier cosa menos sociólogos, nos enseñaban las estupideces más grandes, no estábamos aprendiendo nada (…) entonces empezábamos como a hacer algunas acciones de rebeldía, como por ejemplo en las clases hacer así (golpea la mesa) porque encontrábamos que estaban hablando puras estupideces (…) entonces nos íbamos a la Academia (de Humanismo Cristiano) y a la FLACSO para aprender más (…) y era otro nivel, ahí te dabai cuenta que sí estaban los profes, que ahí sí tú estabai aprendiendo, que ahí si te hablaban de sociología, de una mirada de sociedad”. Patricia (58)

Estos mecanismos de sobrevivencia fueron los modos desarrollados por los sociólogos de la época, en algunos casos, para preservar sus fuentes de trabajo y proyectos personales/profesionales y, en muchos otros, para sobrevivir a un escenario y contexto profundamente hostil. Sin dudas, la dictadura generó un profundo daño en la sociología chilena, en tanto truncó, desarticuló, prohibió, estigmatizó y desempleó. Durante muchos años, según las propias palabras de los entrevistados, la sociología en Chile «desapareció» o quedó «invisibilizada».

La rearticulación de la disciplina hacia el final de la dictadura Muchos de los sociólogos que “sobrevivieron” al proceso de dictadura yéndose al exilio y que luego de un tiempo regresaron al país, así como aquellos que continuaron con el trabajo sociológico en Chile, pudieron acceder a programas de especialización como doctorados –específicamente en universidades como las de 43

Lovaina o Upsala– a través de convenios con ONGs que operaban en el país, lo cual les permitió diversificar sus conocimientos y, a la vez, expandir durante los 80’s los enfoques y metodologías aplicados en el campo disciplinar. “A partir de los 80 la sociología empieza a dejar de lado la lógica de denuncia y entra en una lógica cuantitativa de mercado, a describir cosas… al buscar causas sin dudad quedas estigmatizado (…)”. Cristián (50) “El discurso marxista queda un poco de lado, porque “ya no queremos poesía”, decían, “queremos datos duros: o cuali o cuanti””. Beatriz (58) La especialización a la que pudieron acceder algunos sociólogos, permitió que en la siguiente etapa, luego de siete años de régimen militar, a partir de los años 80’s, se comience a naturalizar la situación de la disciplina en las universidades, y además del trabajo que se realizaba en ONG’s e instituciones como FLACSO, dentro de los límites establecidos y de manera paulatina, pues las situaciones de persecución y vigilancia militar continuaban. La “normalización” de la disciplina lo que pretendía, principalmente, era entender lo que había ocurrido tras el proceso de ruptura quiebre, y cómo escapar a las limitaciones impuestas por el régimen,con el objetivo de re-articular la carrera-, puesto que durante esa época para los entrevistados en general la calidad de los profesores era más bien deficiente. “Yo estudie en la universidad de Chile el 80 y el 81 (…) los profesores de la Chile eran cualquier cosa menos sociólogos (...) Entonces teníamos que pagar por no aprender nada y acá estudiábamos realmente sociología en la academia de humanismo cristiano cuando estaba cerca de la vicaría”. Patricia (58) Es importante destacar que en general la mayoría de los entrevistados señalan que estas alternativas de enseñanzas estaban a cargo de los centros de estudios y ONG’s, pues allí los estudiantes de sociología de los 80’s encontraban a los académicos que habían sido parte de aquella sociología más teórica, señalando que en ese lugar es donde se realizaba pensamiento y reflexión sociológica, además, se le podía enseñar con mayor libertad acerca de aquellos temas que dentro de las salas de clases no se podían mencionar. “Donde se desarrollaron estudios, donde se desarrolló pensamiento fue en el ámbito de las ONG’s, hay cosas escritas, hay pensamientos, hay investigación inclusive. Pero en el ámbito de la universidad nada po’, nada de nada. Y después viene el desarrollo de todas las escuelas que ustedes tienen”. Lucia (58) La normalización de las condiciones también estuvo acompañada del vuelco sustantivo de la sociología hacia el enfoque cuantitativo y la actividad investigativa de esta índole no sólo tuvo relación con la necesidad de generar nuevos conocimientos a partir de las condiciones que existían para hacerlo, sino que también se constituyó como una de las principales alternativa de subsistencia en términos económicos. Es decir, generar conocimiento e investigación, como también, continuar trabajando como sociólogo y percibir resultados económicos. 44

“El desarrollo que tuvo (la sociología) pasa por mucha metodología, mucho análisis cuantitativo y eso hace que explique la tiranía de las encuestas en la política. Fue una manera de muchos sociólogos de ganarse la vida y esa pega quedó instalada en las Universidades, eso sigue estimulando una forma de hacer sociología más bien funcionalista que es una nueva forma de descubrir las cosas, y eso es bien positivo, así podemos discutir las cosas”. Emilio (72) El vuelco hacia el desarrollo de las metodologías además estuvo acompañada de nuevos temas de investigación, que se centraron principalmente al desarrollo de la micro-sociología y a la investigación acción, que tenía especial énfasis lo que acontecía durante esos años en la realidad nacional. “(Durante los 80’s) se enfatizó más en el tema de investigar más, de conocer más la sociedad chilena. Si uno mira para atrás la mayor parte de trabajos que hicieron esos centros de investigación es conocimiento de la realidad nacional que sorprendentemente se conocía relativamente poco. Los centros de investigación abrieron campos nuevos, los jóvenes, las mujeres (…) así que hubo, yo creo un despliegue de un mayor conocimiento del (…) de la estructura social chilena, en general, a pesar de lo poco que, de lo limitado que era, pero como por ahí fue el esfuerzo”. Susana (63) Si bien en términos intelectuales para la sociología se estaban produciendo nuevos avances en desarrollo de conocimiento y perspectivas metodológicas, los problemas sociales y políticos que contextualizaban la dictadura continuaban siendo parte del contexto en el que se desarrollaba la disciplina. Esto, sumado a las profundas limitaciones que se presentaban al ejercicio de la disciplina promovió la movilización de la comunidad sociológica en su totalidad. “El año 85 se reorganiza, porque antes no estaba organizado así (…)el mundo académico y aparecen las asociaciones. En cada una de estas universidades, las siete universidades del país, incluidos algunos institutos profesionales eh (…) Ahora, la asociación de académicos y las asociaciones de académicos adoptaron claramente una acción de resistencia al régimen”. Javier (60) Existe un consenso importante acerca del desarrollo que tuvo la sociología, hacia un enfoque mayormente cuantitativo, producto de las limitaciones que impuso el régimen con respecto a la visión y perspectiva que debía tener entonces la disciplina, sin embargo, también hay una opinión más bien positiva acerca de la apertura a nuevos temas de investigación y de interés, dejando de lado la lógica más bien ideológica que imperó durante los 70’s. En este sentido los cambios metodológicos se relacionan tienen relación con avanzar hacia el conocimiento del mundo social a partir del conocimiento de sí mismo, pues como explica Gouldner, no se trata únicamente del descubrimiento de hechos externos, sino también de abrirse hacia adentro, es decir, es necesario tener conciencia de sí, de las consecuencias de la dictadura en la disciplina, para comprender “lo social”.

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CONCLUSIONES La principal y gran conclusión que permite extraer esta investigación dice relación con el impacto global del autoritarismo sobre la sociología en Chile. En este sentido, es posible afirmar que durante este período se desarrollaron dos procesos paralelos que afectaron a la disciplina, lo cual podría identificarse bajo la idea de un “doble efecto de la dictadura sobre la sociología”. En primer lugar, principalmente durante los primeros años del autoritarismo, se desarrolló un efecto de quiebre que conjugó diversas características: 1) desarticulación forzosa de la institucionalidad disciplinaria; 2) estigmatización social; 3) invisibilización de la disciplina y sus practicantes; y 4) fractura en el significado social de la sociología, trasladándolo desde el “servicio” a la comunidad hacia la “amenaza” hacia ésta. Este primer proceso (o «efecto») provocó, entre otras cosas, el abandono del “proyecto sociológico” de un grupo importante de sociólogos o estudiantes de sociología, quienes se vieron obligados a buscar formas alternativas de subsistencia en un contexto de persecución y prohibición. Esto derivó en la invisibilización y silenciamiento de muchos individuos que no lograron reinsertarse en el ejercicio de la disciplina y que, en definitiva, se constituyen como las principales víctimas del impacto del autoritarismo sobre la sociología, lo que ha hecho profundamente complicado acceder a sus relatos. Por otro lado, entre quienes sí pudieron continuar con el proyecto sociológico, este primer proceso provocó un ambiente de enrarecimiento, desconfianza y peligro, sobre todo al interior de las universidades. Todo esto habla de una “exitosa campaña” de la dictadura por suprimir todo aquello que tuviese relación con la producción de conocimiento y pensamiento crítico que caracterizaba a la sociología, las ciencias sociales y las humanidades previo a la instauración del régimen autoritario. En segundo lugar la dictadura permitió, quizá sin quererlo, el desarrollo de un segundo proceso de impacto en la sociología, el cual podría identificarse como el efecto de rearticulación de la disciplina. Este proceso se caracterizó por: 1) la paulatina naturalización (en la medida que nuevas generaciones entraron a estudiar la sociología) de las condiciones de estudio y ejercicio de la disciplina que, dado el contexto, se limitaron a algunos enfoques y formas de “hacer sociología”; 2) diversificación temática y nuevo panorama metodológico que combinaba una potente carga funcionalista con la aparición de la investigaciónacción y las primeras muestras de estudios cualitativos; y 3) a raíz de lo anterior, un proceso de profesionalización y reactivación laboral al interior de la disciplina. Este período estuvo marcado por el surgimiento de los centros académicos independientes, el financiamiento internacional y el desarrollo de fructíferas investigaciones vinculadas al contexto nacional. Una segunda conclusión dice relación con los aspectos identitarios que fueron tratados a lo largo de este trabajo. Mediante el análisis del rol y la autoimagen de los sociólogos, así como de la visibilidad y legitimación de éstos en el plano social, 46

puede establecerse que la sociología en su relación con el autoritarismo –antes, durante y después de éste– atravesó tres fases identitarias. Primero, durante los años previos al golpe militar, la sociología era vista, entendida y practicada como una actividad al servicio de un proyecto político y transformación macrosocial. Segundo, durante los primeros años de la dictadura, ésta pasó a un plano oscuro de profunda estigmatización social que trasladó las características identitarias de la disciplina y sus practicantes hacia lo “raro” y “peligroso”. Finalmente, hacia los últimos años del autoritarismo y en la actualidad, la sociología se ha constituido identitariamente como una práctica de observación y análisis de la realidad social. Este período también estuvo marcado por la sobrevivencia y capacidad de resiliencia de los sociólogos y la sociología en su conjunto. En este sentido, esta investigación permitió constatar las diferencias de visibilidad que presentan los sujetos involucrados en el proceso. Mientras existen algunos sociólogos que no lograron reinsertarse en la disciplina o “sobrevivir” al contexto, hay otros que, amparados y protegidos en las escasas oportunidades que ofrecieron algunas instituciones, gozaron (y gozan) de mayor visibilidad pública, silenciando indirectamente el discurso de una masa importante de víctimas de la intervención y la desarticulación. Si bien esta investigación no pudo acceder a estos relatos, creemos que es importante abordarlos en investigaciones futuras. Otro aspecto importante que se pudo extraer de este trabajo son las particularidades del relato de los entrevistados a la hora de reconstruir el pasado y su experiencia. Resulta interesante apreciar cómo los sujetos se hacen cargo de la historia reciente y a qué elementos del lenguaje recurren para estructurar un relato sobre lo vivido. En la utilización de conceptos como “orden”, “desorden”, “peligro”, “inseguridad” y “rareza” se puede observar que existe una manera particular de hablar la dictadura y re-vivir el proceso. Lo anterior dice mucho sobre el “éxito” que tuvo el autoritarismo en la transformación de las mentes, los cuerpos y los discursos, ya que inconscientemente los entrevistados, a pesar de mostrarse contrarios al proceso de la dictadura militar en Chile, relatan sus experiencias desde una posición histórica específica, en la que ya han sido incorporados los elementos característicos de un discurso “vencedor”. Finalmente, aunque el autoritarismo tuvo un impacto muy potente sobre la sociología y sus practicantes, caracterizándose por llevar adelante un proceso traumático, doloroso y “desorientador” –provocando un resentimiento más o menos obvio entre quienes lo sufrieron en primera personas–, existe consenso entre los entrevistados en tanto manifiestan también una valoración positiva en relación a las puertas que abrió la puesta en jaque de la disciplina. Aunque críticos del proceso, muchos concuerdan en que éste permitió, indirectamente, la diversificación de metodologías y temáticas de estudio, la rearticulación de una más amplia red de instituciones de trabajo e investigación y la profesionalización de una actividad que anteriormente era considerada como una vocación. Sin embargo, esto no es un logro de la dictadura, sino un triunfo de una generación de sociólogos que se vieron obligados a “sobrevivir” y reacomodarse en un contexto de profunda estigmatización, persecución y desarticulación institucional. 47

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