La situacion de la mujer en mesopotamia

September 26, 2017 | Autor: Anibal Tramboliko | Categoría: Mesopotamia History, Historia, Historia De Las Mujeres
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Descripción

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Alumno: Anibal Valverde Lezcano Grado: Historia y Ciencia Política Asignatura: Historia Antigua Universal Profesor: Pablo Ozcáriz Gil Cuatrimestre: 1Q

Anibal Valverde Universidad Rey Juan Carlos I 22/12/2014

Aníbal Valverde Lezcano

Contenido La Figura Femenina en los Códigos Legislativos Mesopotámicos ................................................. 2 La Figura Femenina En El Panteón Mesopotámico ....................................................................... 5 Los roles de la mujer ..................................................................................................................... 7 Familia ....................................................................................................................................... 7 Religión ...................................................................................................................................... 8 Actividades económicas ............................................................................................................ 9 Excepciones con respecto a la figura femenina .......................................................................... 10 Conclusiones ............................................................................................................................... 11 Bibliografía .................................................................................................................................. 12

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La Figura Femenina en los Códigos Legislativos Mesopotámicos Una fuente muy interesante que puede ser estudiada para comprender la figura femenina en el contexto histórico mesopotámico es la legislatura redactada en aquel entonces en relación con esta materia de estudio. A través de esta, podemos constatar una serie de hechos que nos demuestran la posición privilegiada de la figura masculina sobre la figura femenina. Esto se manifiesta a través de dos principios que son observables en una gran mayoría de los aspectos sobre los que legislan dichos códigos: la protección y la sumisión de la mujer (al hombre); que se basan en la protección jurídica de la mujer (lo cual puede ser considerado como un rasgo de inferioridad hacia esta) y la sumisión; a través de la asimilación de una serie de tradiciones, que a través de estos códigos, se convierten en la norma oficial. Esta situación de desigualdad entre ambos sexos puede ser observada en el trato que se da a la violencia que se pudiese dar en el contexto de una relación entre ambos géneros. En este aspecto se puede observar la gran brecha entre generos que existe en el mundo mesopotámico, ya que la ley se encarga de una manera muy gráfica y notable de institucionalizar la diferencia en el trato que pueda recibir una mujer o un hombre. De este modo, encontramos en las Leyes Asirias Medias, que datan de los siglos XIV-XII antes de Cristo referencias a este caso. Ejemplo de ello es el siguiente extracto: “Si una mujer le pone a un hombre la mano encima y se lo prueban, pagará 30 minas de plomo y le darán 20 bastonazos.” (Sanmartin, 1999) Otro artículo o extracto que nos servirá para ejemplificar este supuesto, es el que sucede al anteriormente citado, que expone lo siguiente: “Si una mujer le aplasta un testículo a un hombre en una riña que le corten a ella un dedo. Y si el médico le aplica una cura pero se le infecta así mismo el otro testículo y (¿?) o si ella le aplasta el otro testículo durante la riña, le arrancarán a ella los dos (¿?)” (Sanmartin, 1999) En estos dos artículos podemos observar cómo se contempla el caso de que la mujer ejerza la violencia contra el hombre, y como se imponen una serie de castigos tipificados de manera concreta, sin espacio a la interpretación. Pero, al final de la tablilla donde se recogen estos dos artículos anteriormente citados, encontramos el siguiente artículo, que reza asi: “Aparte las penas relativas a [la esposa de un hombre] que [se encuentran escritas] en la tablilla, un hombre [podrá golpear] a su mujer, tirarle de los pelos, recortarle las orejas o vapulearla: él queda sin castigo.” (Sanmartin, 1999) Es decir: hallamos como la violencia de la mujer sobre el hombre se registra y se legisla sobre ella de una manera tajante y a través de la aplicación de la “Ley del Talión”, a través de la cual se castiga a quien haya infringido dicha ley con un castigo semejante a la infracción cometida, algo que en el primer artículo vemos que no del todo se cumple. Pero también

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podemos observar como en el supuesto totalmente contrario a los observados en los dos primeros artículos expuestos, es decir, que la violencia sea ejercida por el hombre hacia la mujer, observamos una indefensión jurídica hacia esta situación, favoreciendo claramente la posición predominante del sexo masculino sobre el femenino. Asimismo, podemos constatar que la mujer, una vez desposada, es tratada poco más o menos como un objeto, ya que es en este último artículo donde podemos observar que el marido puede tratar como quiera a la mujer, ya que puede someterla a vejaciones tales como “recortarle las orejas” o “vapulearla” sin importar la consideración de la mujer como ser humano, sino como un objeto que puede ser manipulado en función de las preferencias del hombre. También podemos observar esta situación de sumisión de la mujer hacia el hombre en otros códigos. Un claro ejemplo de esta realidad son las reformas de Urukagina, que datan del periodo protodinastico III (2600-2300 a.C.). Estas reformas, de las cuales quedó constancia escrita hablan de la mujer en términos de sumisión absoluta. Esta estatus inferior se ve garantizado por el gobernante a través del siguiente artículo: “Cuando una mujer contra un hombre diga: '...', la boca de esa mujer será aplastada con un ladrillo cocido, (y) ese ladrillo cocido se colgará en la puerta de la ciudad” (Sanmartin, 1999) Pero no encontramos dentro de todas las reformas realizadas por Urukagina ninguna referencia al otro supuesto (injurias del hombre hacia la mujer), por lo cual podemos deducir que tal situación quedaría impune. De nuevo, encontramos como la ley sirve como ente consolidador de la posición privilegiada del hombre y relega a la mujer a un papel secundario. Hasta ahora, hemos observado cómo la mujer asumía un rol de sumisión frente al hombre; pero anteriormente señalábamos que otro rasgo que contribuye a adoptar un rol inferior a la mujer con respecto al hombre dentro de todo el conglomerado de diversidades culturales que conforman lo que hoy denominamos Mesopotamia; es el de la protección de la figura femenina por parte de los hombres. En el código de Hammurabi, que data del siglo XVIII a.C. recoge bastante bien este principio, ya que en varios artículos podemos encontrar algunas referencias a este supuesto, la mayoría de ellas, encaminadas a regular y corregir todos los aspectos relacionados con la vida conyugal y familiar, entendiéndose estos siempre desde una perspectiva heterosexual. Un ejemplo de ello, es la gran cantidad de artículos dedicados a los casos de repudio, abandono o divorcio. Hemos de entender que todos estos artículos son redactados desde una perspectiva basada en la superioridad del hombre sobre la mujer por razones tales como las anteriormente expuestas. Por lo tanto, es más que previsible saber que todos estos casos de repudio, abandono o divorcio están redactados teniendo en cuenta siempre uno de estos desde un hombre hacia una mujer. De todos modos, podemos percatarnos de que se intenta proteger la figura femenina desde este Código de Hammurabi. He aquí un ejemplo de ello:

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“Si un hombre, habiendo engendrado hijos, deja luego a su esposa y se quiere casar con otra, que sea erradicado de casa y de todo lo que haya, y que después... se vaya...,” (Sanmartin, 1999)

De este modo, observamos cómo se protege la figura femenina (en este caso, en su faceta maternal) frente a la supuesta indefensión que se crea al desaparecer el marido del entorno familiar. En todo caso, este articulo puede también ser comprendido como un intento de proteger la estructura familiar clásica, en la que la mujer jugaba un rol eminentemente dedicado a la procreación, básico en toda sociedad, y por el cual; se tiende a sobreproteger a la mujer. Anteriormente hemos descrito de manera un tanto ladina la relación de la legislación hacia la mujer, pero otro aspecto bastante importante a la hora de estudiar la figura femenina en lo que se ha venido a denominar como Mesopotamia es su relación hacia estas leyes o dictados. Han existido casos concretos en los que la mujer mesopotámica ha roto con el rol que se le ha sido asignado, actuando de manera extraordinaria colaborando a la consecución de metas colectivas; lo cual no pasa de ser una excepción, lo que nos confirma lo que se ha venido afirmando hasta ahora: la situación de inferioridad femenina. Pero hablando en términos muy generales, la actitud de la mujer hacia todas estas normas ha sido el cumplimiento de las mismas. Se ve obligada a cumplir lo que la costumbre religiosa dicta y proscribe, ya que es característica común de todos los pueblos mesopotámicos la estrecha vinculación que existe entre lo que hoy en día podríamos denominar “legislación” y religión. Según las creencias mesopotámicas, las leyes fueron redactadas por los dioses, que descendieron de los cielos y se las entregaron a los hombres. Por lo cual, el quebrantamiento de estas leyes supone una contradicción hacia lo dictado por el poder divino, lo cual se interpreta como una ofensa de enormes proporciones. Por lo tanto, la posición de inferioridad femenina dictaminada por estas leyes, queda blindada. Pero, tal y como se describía más anteriormente, el proceso por el cual se crean esta serie de códigos, se ve relacionado con la cristalización y consolidación de una serie de valores e ideas con una cierta permanencia en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, es deducible que esta situación de inferioridad femenina retratada en estos escritos sea fruto de un ethos.

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La Figura Femenina En El Panteón Mesopotámico Es importante estudiar este aspecto a la hora de realizar un estudio de la mujer en el contexto mesopotámico ya que la impronta de la religión en la sociedad mesopotámica es muy grande, además de influir de manera muy destacable a la hora de determinar las políticas adoptadas por los dirigentes de los diferentes territorios, tal y como se ha señalado en el anterior capitulo. Antes de entrar a fondo en este tema, es necesario comprender la estructura del panteón de dioses, la explicación que daban sobre su aparición y cuál era la relación que establecían según los pueblos que vivan a orillas del Tigris y del Éufrates entre los propios dioses, y entre los dioses y los humanos. Estos pueblos creían en un panteón de divinidades que funcionaba de manera parecida a una sociedad paralela, o a una familia que daba una serie de dictados por los cuales se regía la sociedad mesopotámica, ya que estos no sólo tenían aspecto humano, sino que, también, comían y bebían. Además, exhibían todo tipo de emociones humanas, desde el amor y el odio hasta la lealtad y la infidelidad. Extrapolando este ethos hasta nuestro concepto de familia tal y como lo entendemos hoy en día, podemos establecer a grandes rasgos la siguiente relación de deidades:

Árbol Genealógico de las deidades Sumerias. Fuente: UNED

Anu era considerado el patriarca del panteón sumerio, que tuvo seis hijos: como varones tuvo a Enki y a Enlil; y como mujeres tuvo a Ninlil, Ninhursag, Innana y Ereshkigal. Entre esta serie de deidades, se establece una triada principal, formada por Anu, Enki y Enlil, que

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gobiernan de manera más o menos palpable en el mundo terrenal. Siguiendo un esquema de relaciones endogámicas (algo natural entre las deidades sumerias) los hijos de Anu establecen una serie de uniones maritales de la siguiente manera: Enki y Ninlil engendran a Marduk: varón y principal dios Babilónico. Enlil y Ninhursag engendran a Ninnurta (varón) y según la tradición, a la especie humana. Enlil también mantuvo relaciones con Ninlil, cuyo fruto fue el dios Sin, que mantuvo relaciones con Ningal obteniendo como hijos a Ishtar (mujer) y Utu (varón). De este modo, una vez ya retratado todo el panteón sumerio a muy grandes rasgos, podemos realizar una descripción de los roles que juegan las figuras femeninas dentro de este. Observamos, a simple vista, que existen una mayor cantidad de diosas que de dioses (diez frente a ocho); pero aun asi, es la triada principal de dioses (Anu, Enlil y Enki; por orden de importancia) sobre la que gira el resto del sistema religioso sumerio. Son ellos los que toman las decisiones más importantes dentro de toda esta mitología, relegando a las figuras femeninas a un segundo plano. Un ejemplo de ello es el proceso de creación del Ser Humano. Según la mitología sumeria, el ser humano nace con la intención de ser el esclavo de los dioses, trabajando para ellos principalmente en las labores de explotación minera. Quien toma semejante decisión es Anu, que encarga este cometido a su hijo Enlil, el cual lidera y acapara todos los recursos para dicho fin. Como ayudante toma a su hermana Ninhursag, que en todo momento se mantiene en un segundo plano, a pesar de que ella misma pone a disposición de Enlil su cuerpo para crear al ser humano. Finalmente, Enlil crea al ser humano, acaparando toda la atención para él, relegando a un segundo plano a su hermana Ninhursag (Bottero & Krammer, 2004). Continuando con el estudio de la figura de Ninhursag, diosa creadora de la vida en el desierto, también es una especie de curandera entre los dioses, tal y como puede leerse en “el mito de Enki y Ninhursag”, ya que según este, extrae el semen de la diosa Uttu, violada por Enki, además de ser denominada en algunos sitios como Mammu o Mami, lo cual puede ser traducido como madre, debido al papel que juega en la creación del ser humano (UNED, 2001). De este modo, observamos cómo esta deidad sumeria, la principal de carácter femenino, está íntimamente ligada a las tareas de “cuidados”, algo característico también de la mujer dentro de la sociedad mesopotámica. La figura femenina en este contexto siempre estuvo ligada a las tareas domésticas y maternales; ejemplo de ello lo tenemos en los parámetros manejados por las sociedades mesopotámicas para considerar a una mujer como “vieja”, ya que consideraba una mujer como tal cuando “no era definida en términos de una sexualidad erótica o procreadora, cuando dejaba de tener hijos y dejaba de ser una fuente de preocupación para los hombres de la casa” (Harris, 2000). Asimismo observamos como la mujer siempre fue objeto de protección por parte de la figura masculina, tal y como se ha descrito anteriormente; mientras que el hombre siempre estuvo ligado a tareas de carácter bélico o de dirigencia, tal y como apunta Rivkah Harris. Ejemplo de ello es la figura del dios Enlil. De carácter muy irascible, es el segundo dios más importante en el panteón Mesopotámico, tras Anu. Este dios; que según la tradición gobernaba en la tierra (mientras que su padre Anu gobernaba en el cielo) fue quien ordenó el

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diluvio universal para destruir al ser humano (Bottero & Krammer, 2004), ya que se le consideraba como molesto. De nuevo, observamos en este caso, la preponderancia de una figura masculina como ostentadora del poder. También podemos constatar la posición privilegiada de la figura masculina sobre la femenina en las relaciones entre estos dioses. Podemos encontrar en las tablillas sumerias numerosas referencias a violaciones de la integridad sexual de las figuras femeninas, no de dioses hacia humanas, sino entre los propios dioses. Un ejemplo de ello, puede ser encontrado en “el mito de Enlil y Ninlil”: “El pastor Enlil, que decreta los destinos, el del Brillante Ojo, la vio. El señor le habla a ella de relaciones sexuales; ella no está dispuesta. Enlil le habla a ella de relaciones sexuales; ella no está dispuesta: «Mi vagina es demasiado pequeña (dice ella), no sabe de la cópula; mis labios son demasiado pequeños, no saben besar.” (Bottero & Krammer, 2004) De este modo, observamos como Enlil, el dios que gobierna en la tierra, abusa de su futura esposa y hermana, Ninlil; demostrándose asi una vez más cual es el status de la mujer comparado con el del hombre, no solo dentro de la sociedad, sino en el mismo panteón mesopotámico. Asimismo, se legitima en cierto modo este tratamiento hacia la mujer basado en la inferioridad, ya que una institución como la religiosa en el contexto de la sociedad mesopotámica tenía una autoridad de carácter monolítico, por lo cual contravenirla se convertía en algo casi imposible.

Los roles de la mujer A la hora de observar los roles que ocupaba la mujer dentro del entorno mesopotámico, se podría hacer una parcelación de estos en función de los siguientes ámbitos: la familia, la religión y las actividades económicas.

Familia En cuanto a la familia, el papel de la mujer tal y como se ha venido comentando hasta este punto, fue el de los cuidados y la crianza de los hijos. Según las palabras de la diosa Gula (diosa de la curación), la mujer era: “hija, novia, esposa y cuidadora de la casa” (Stol, 1995), lo cual

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nos da una idea de cuál era el papel que jugaba la mujer dentro de la familia y el hogar en dicho contexto. También es interesante señalar el carácter patriarcal de la institución familiar, ya que el “cabeza de familia” era el hombre, ejerciendo su autoridad sobre el resto del núcleo familiar (ya fuese su mujer, sus hijos o hijas o su heredero). A la ausencia del hombre, este cargo era transmitido al primogénito de la familia y solamente en el caso de que este no existiese dentro de la familia, este cargo de “cabeza de familia” pasaba a la mujer. La familia tenía un carácter monógamo, a excepción del caso en el que la mujer no pudiese dar descendencia al hombre, lo cual no significaba el divorcio. En ese caso, era la mujer la que debía conceder una concubina al hombre del núcleo familiar, con la que estaría legitimado para procrear. Tal y como se señalaba más anteriormente, el adulterio estaba fuertemente penado y el repudio solamente estaba contemplado en el caso del hombre hacia la mujer. En cuanto al divorcio, era contemplado por las leyes que, en ciertos casos1 contemplaba grandes penas de carácter pecuniario en compensación a la mujer. Pero, a pesar de estar refrendado por las leyes, al divorcio le acompañaba una gran estigmatización social, por lo cual solo era adoptado bajo las situaciones más extremas, y usualmente, era el marido quien lo solicitaba, a pesar de que “algunos contratos matrimoniales de la antigua Babilonia y Asiria, permitían a ambos (hombre o mujer) iniciar el proceso de divorcio” (Nemet-Nejat, 1999). La herencia, debido al carácter patrilineal de la familia, en caso del fallecimiento del cabeza de familia, o padre; pasaba al primogénito excepto si este era demasiado joven, solo en este caso pasaba a la mujer.

Religión En este aspecto, resulta central el papel de la sacerdotisa. Esta, formaba parte del “personal” del templo junto a los sacerdotes. Por lo general, y de acuerdo a la religión imperante, el culto establecía que las sacerdotisas adorasen a los dioses masculinos, y que los sacerdotes adorasen a las divinidades femeninas. Las sacerdotisas se encontraban aisladas de los hombres, sus funciones rutinarias se aceraban más a una serie de funciones de carácter más bien seglar, básicamente consistentes en el mantenimiento del templo y su limpieza. Por lo general, las sacerdotisas eran ofrendas de las familias más acomodadas a los dioses para que estas se encargasen de rezar por su buena fortuna. Junto a esta, se entregaba una dote bastante considerable, que incluía propiedades inmobiliarias, terrenos de cultivo y/o dinero. También existía la figura de la prostituta religiosa, descrita según Heródoto como una tradición basada en la que cada “mujer nativa debía mantener relaciones sexuales en el Templo de Afrodita con un desconocido al menos una vez en la vida, a cambio de una moneda

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Véanse Leyes Asirias Medias o Código de Ur-Nammu

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que se convertía en sagrada.” (Cantos Bautista, 2013), pero no es posible contrastar esta información para darla como cierta. Es posible que se hubiese confundido una serie de términos dando como conclusión la confusión entre prostituta y sacerdotisa, ya que según la tradición sumeria, durante las celebraciones del año nuevo, se escenificaba la unión carnal entre una sacerdotisa (representando a la diosa Ishtar) y el dios Dumuzi (representado por el rey sumerio), lo cual resultaba una especie de “prostitución sagrada” para autores exógenos a dicha cultura como pudo ser Herodoto. El status de estas sacerdotisas que representaban dicha escena, era diferente al de las sacerdotisas corrientes, ya que su condición no estaba ligada al recluimiento en el templo, sino que tenían una gran cantidad de privilegios con respecto al resto de las mujeres (por ejemplo, la gestión de la dote que se confería al ingresar como tales), los cuales les conferían un status superior al de resto de las mujeres e incluso a un amplio sector masculino. La única restricción que sufrían es la imposición de la virginidad, pero podían casarse libremente siempre y cuando cumplieran este último precepto.

Actividades económicas La principal actividad económica de la mujer en Mesopotamia era la producción de tejidos en sus distintas etapas productivas, ya fuese en su hilado o tejido. Las materias primas más usadas para estos menesteres eran el lino y la lana, y a través de un proceso de aprendizaje, las tejedoras más experimentadas trabajaban con una serie de tejidos más finos para posteriormente ser tintados, por lo cual eran consideradas como trabajadoras cualificadas. Otro trabajo relacionado con el sector textil y que concedía el status de “trabajador cualificado” es el de lavandero, el cual desempeñaban ambos sexos, aunque era predominantemente desarrollado por la mujer. Continuando con el sector textil, la profesora Karen Nemet-Nejat, de la universidad de Yale, señala que muy seguramente el cosido o arreglo de la ropa también fuese desempeñado por la mujer, pero era un trabajo muy minusvalorado, tal y como indica la ausencia en el lenguaje sumerio de la palabra “tejedor”, “bordador” o términos similares. Otra actividad económica desempeñada por las mujeres era la producción y venta de vino y cerveza; ya que hasta el reinado de Hammurabi, la producción de cerveza estaba única y exclusivamente desempeñada por mujeres, ya que quien protegía tal actividad era una diosa, y no un dios. Asimismo, eran las mujeres las encargadas de su distribución y venta en tabernas en las que los hombres bebían cerveza y escuchaban música, además de disfrutar de la compañía de las prostitutas. En estas, se consumía mayoritariamente cerveza, ya que el vino era un bien escaso y era considerado un producto de lujo destinado a las capas más altas de la sociedad mesopotámica. También encontramos legislación escrita sobre esta actividad económica, ya que en el código de Hammurabi, en sus artículos 109 y 110, se describe el delito y la pena que se han de aplicar si una tabernera alojase individuos que hubiesen cometido algún delito, en el caso de que esta última no comunicase tal situación.

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Excepciones con respecto a la figura femenina A la hora de hablar de este tipo de excepciones con respecto al tratamiento de la mujer en Mesopotamia, se presenta como necesario hablar de dos aspectos distintos entre sí. Esta diferenciación podría hacerse atendiendo a dos criterios: la presencia femenina en el trono de diferentes ciudades o estados mesopotámicos; y la existencia de salvedades en el trato a la figura femenina en ciudades concretas. Atendiendo al primer concepto, se hace inevitable atender a las figuras de Sammuramat (Semiramis para los historiadores griegos) y Naqi’a. Otras figuras femeninas como Baranamtara o Shag-Shag asumieron altas cotas de poder dentro de la sociedad Mesopotamica, pero esto se dio “por su papel de esposas del Rey a quien superaban con mucho tanto en energía como en iniciativa” (Klíma, 2005). En cuanto a la figura de Semiramis, esta se encuadra en el siglo IX antes de Cristo. Esta accede al poder como regente de su hijo Adadnari III, desde la muerte del rey Shamsidad V. Concretamente, se desconoce cuáles fueron las políticas concretas de esta reina asiria, pero si se sabe que inició la construcción de una gran cantidad de edificios públicos, e incluso llegó a liderar una serie de campañas militares encaminadas a la conquista de territorios orientales; pero su principal contribución se basó en la pacificación del reino asirio tras la guerra civil que había precedido su reinado, legando a su hijo un reino estable. La otra figura a considerar a la hora de tratar de este aspecto es la de Naqi’a. Esta mujer, concubina del rey asirio Senaquerib y madre de Asharaddon cuya “importancia dentro del engranaje de la corte asiria parece que queda fuera de toda duda” (González Torres, 2007) ya que su influencia no solo abarca el reinado de Senaquerib, sino que también se extendió en el reinado de su hijo; ya que jugó un papel muy importante a la hora de nombrar un sucesor al trono asirio tras la muerte de Senaquerib. Nos llega esta gran cantidad de información (lo cual nos da una idea de la importancia que acumuló) debido a la gran cantidad de datos escritos que nos llegan de esta reina, ya que es extraño que se nombre tan recurrentemente a una mujer en fuentes asirias. En cuanto a las salvedades locales que pudieron darse en Mesopotamia, hallamos el caso de Nuzi, ciudad situada al este de Assur. En esta ciudad la mujer jugo un papel bastante importante en su economía, ya que en muchos casos hubo mujeres que acumularon grandes propiedades (hay documentado un caso en el que una mujer llegó a poseer a la vez terrenos en siete ciudades diferentes); lo cual es un hecho bastante importante, ya que en Mesopotamia la propiedad era la puerta que abria el camino a la riqueza y al poder.

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Conclusiones Considerar la Mesopotamica como una cultura única, de carácter monolítico, es una afirmación poco rigurosa, ya que podemos observar bastantes diferencias culturales entre los diferentes territorios que conformaban Mesopotamia; además de sufrir cambios significantes a lo largo del tiempo. Ejemplo de la influencia de estas variantes, puede ser la ciudad de Nuzi, ciudad al este de Assur. En esta ciudad, las mujeres jugaron un papel muy importante en la economía de esta, llegando a poseer grandes propiedades de tierra que fueron compradas, heredadas o incluso concedidas por decreto real; llegando a ocupar papeles de gran relevancia para la sociedad de Nuzi. Esto entra en contradicción con el contexto en el que se enmarca esta práctica “fuera de lo común”: por lo general, el papel de la mujer estaba definido en función de su capacidad reproductiva, y en consecuencia, el rol que ocupaba dentro de la sociedad estaba ligado a la cría de los hijos y a las tareas de cuidados dentro del hogar, ocupando siempre un lugar secundario dentro de este. En concordancia con esto, puede señalarse como la legislación redactada en aquel entonces estaba encaminada a perpetuar esto a través de dos variables: la protección y la sumisión de la figura femenina, variables que se van intercambiando a la hora de conformar la tónica general de cada código legislativo. Mientras que en las Leyes Asirias Medias, podemos hallar como basamento la sumisión de la mujer al hombre, en el código de Hammurabi observamos como la mujer se ve protegida como un objeto. Esta minusvaloración de la mujer tiene como origen la propia religión mesopotámica. Dentro de esta, había una cierta variedad de interpretaciones, asimilando en cada ciudad a una deidad como propia; pero a la hora de entender la relación entre todos estos dioses, podría hablarse de una religión común. Es en esta relación entre los dioses donde encontramos un pilar muy importante de la minusvaloración de la figura femenina en Mesopotamia, ya que en esta observamos una figura femenina ensombrecida constantemente por la figura masculina, e incluso violentada en varias ocasiones, como son los episodios de violaciones. De este modo, observamos como la mujer por lo general no ocupa puestos de poder, reservándose estos para los hombres, ya sea dentro del panteón divino mesopotámico, o en la propia sociedad Teniendo en cuenta todas las imprecisiones que tiene el considerar la mesopotámica como una cultura única, podríamos decir que esta fue una cultura patriarcal, de carácter muy tradicional cuyas tradiciones conocemos principalmente a través de los escritos de autores masculinos y materiales visuales de orientación masculina.

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