La situación crítica medioambiental global como reflejo de los patrones de interacción del Sistema Internacional

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Descripción





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El calentamiento global se da debido a que las emisiones de dióxido de carbono emitidas son prácticamente el doble de lo que la naturaleza puede absorber, provocando por ello una sobreacumulación del mismo en la atmósfera.
Esta sustancia absorbe rayos infrarrojos a una tasa constante y más alta que el nitrógeno y el oxígeno (que son los principales partes constituyentes de la atmósfera). Por lo tanto a más CO2 en la atmósfera, en mayor medida ella tenderá a calentarse.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se creó en 1988 con la finalidad de proporcionar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
Ejemplos facilitados mediante una entrevista vía mail con el Licenciado en Gestión Ambiental Juaquín Turco, participante en varias sesiones de negociación y COPs como observador por la CSI y CSA entre 2008 y la actualidad.
El carbón es el más sucio de todos los combustibles ya que genera la mayor cantidad de CO2 por kilo quemado.
Información obtenida mediante una entrevista vía mail con el Licenciado en Gestión Ambiental Juaquín Turco.
"Ponencia preparada para el XII Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 12 al 15 de agosto de 2015".

Título de la Ponencia: La situación crítica medioambiental global como reflejo de los patrones de interacción del Sistema Internacional.

Autor: Andres Matias Schelp.
[email protected]
Universidad de Buenos Aires

Área temática a la que se presenta: 1. Relaciones Internacionales.

Subárea temática a la que se presenta: 3. Problemas de Agenda Internacional.




















Resumen
La política mundial se encuentra en la actualidad atravesada por una multiplicidad de crisis o situaciones problemáticas.
Esta investigación se propone, mediante un abordaje descriptivo-cualitativo, analizar la situación crítica medioambiental global a la que se ha arribado, a través de una interpretación centrada en explicitar el rol limitante que han desempeñado los patrones de vinculación actuales de los Estados-Nación en la falta de compromisos y acciones sustantivas frente a la problemática ambiental - centrando el foco de la investigación en los actores y en las negociaciones estatales para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático - si bien esta se encuentra también condicionada por los condicionamientos que impone la estructura económica global.
Para la explicación es fundamental considerar tanto los aspectos sistémicos como los relativos a la política interna. Estos factores se interrelacionan para conducir la acción estatal hacia una postura en exceso gradualista, que no aborda en profundidad ni con el dinamismo que merece el problema que constituye el calentamiento global en el presente. Esto se ve reflejado en que, pesar de la creciente evidencia acerca del cambio climático, el progreso en las negociaciones internacionales ha sido limitado.
Partiendo de una visión constructivista de la realidad internacional se interpreta que se está dando un proceso tendiente al cambio de las posturas e intereses de una cantidad de Estados, tendientes a abordar más profundamente la cuestión, pero todavía no se ha alcanzado el punto límite necesario para que la modificación de los marcos tradicionales de interacción de los Estados al respecto de la cuestión ambiental pueda promover una cooperación eficaz.

Introducción
La expansión acelerada de los flujos internacionales en sus diferentes dimensiones (Keohane y Nye, 2000), llamada también globalización, ha intensificado y complejizado los vínculos entre los Estados-Nación. Una de las consecuencias de este proceso de interacciones recíprocas ha sido un mayor grado de interdependencia global, lo que significó una creciente proliferación de problemáticas no solo locales, sino globales. Continuando con la descripción anterior, se puede aseverar que la política mundial halla en la actualidad atravesada por una multiplicidad de situaciones problemáticas de importancia, entre ellas pueden citarse los efectos de la crisis económica global iniciada 2008, la inmigración "descontrolada" de África a Europa, las crisis de las deudas soberanas de los Estados -caso Grecia -, el fundamentalismo islámico, entre muchos otros. En este trabajo se abordará la situación crítica que enfrenta el sistema de estados soberanos para resolver la dinámica de sus interacciones en función de acordar las medidas y acciones a tomar sobre el ambiente global.
El deterioro y degradación ambiental constituyen una dimensión amplia de efectos y consecuencias, que se han intensificado progresivamente según los expertos. Uno de estos efectos es el cambio climático y sus diversas consecuencias. Podemos afirmar que la reducción de las emisiones contaminantes, representa el desafío más trascendente de agenda que enfrenta el sistema internacional respecto a la crisis ambiental en la actualidad - lograr una cooperación sustantiva en pos de acordar pautas, objetivos y acciones concretas para reducir las emisiones de efecto invernadero que generan el cambio climático. Por ello, en la investigación se hará un desarrollo centrado en estas negociaciones, citando los impedimentos generales que se han presentado en los a través de los años para remediarlos y los procesos de cambio recientes.

La investigación se propone abordar una interpretación centrada en explicitar el rol limitante que han desempeñado los patrones de vinculación de los Estados-Nación en la falta de respuestas sustantivas a la problemática ambiental, aportando un marco general para dar cuenta de las características de este proceso. Se recalca que este planteo no implica presentar esta hipótesis como la única explicación para el proceso ni la exhaustividad de las variables que lo componen, sino recalcar su rol explicativo en los resultados de la dinámica de las negociaciones Será necesario realizar estudios posteriores para profundizar en los aspectos específicos de este análisis introductorio.
Se considerarán ciertas dificultades que ha impuesto el modo de funcionamiento de la economía global y el comportamiento de los agentes económicos en la adaptación de medidas ambientales resolutivas, que han tenido consecuencias de en la política interna y en las dinámicas de interacción interestatales para la adopción de acciones. Luego se evaluarán los consecuentes patrones de interacción de los Estados-Nación, dentro de los cambios en la política global que se han producido en los años recientes, la interrelación de las dinámicas internas y externas existentes como variables explicativas y la influencia de los medios de comunicación, la opinión pública y los actores no tradicionales.
Por último, se sostendrá la relevancia de un acercamiento teórico constructivista para explicar el panorama actual de las acciones efectuadas ante la crisis ambiental. Además de los condicionamientos materiales, una variable importante para explicar el cambio se da en parte por las ideas construidas socialmente en el sistema internacional, que fundamentan intereses y formas de interactuar frente a los otros Estados, que pueden generar diferentes incentivos para la acción.

Desarrollo
La situación crítica ambiental es uno de los elementos de la política global actual que se encuentra en el centro de la agenda internacional, correspondiendo ella a un deterioro progresivo y sostenido del funcionamiento del sistema ambiente, y que se evidencia entre otras cosas en el calentamiento global, y la excesiva contaminación y la consecuente degradación de la biosfera. Este deterioro ha sido ocasionado en gran medida por la acción humana.
En concreto, respecto al calentamiento global, el desequilibrio ha sido provocado por el avance en las emisiones de efecto invernadero producidas desde la Revolución Industrial, y emitidas principalmente por los países desarrollados. Como explica en un artículo la revista The Economist, en el año 1800 había solamente 280 partes por millón (ppm) de CO2 en la atmósfera. En el 2014, sin embargo, las concentraciones superaron los 400 ppm, la primera vez que se llegó a ese nivel desde hace 1.000.000 de años (J.P., 2014). De los diversos gases que influencian el clima, el más importante de ellos es el dióxido de carbono (CO2). El IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) atribuye el cambio climático a la actividad humana, principalmente debido a que su actividad ha sido responsable por los incrementos en la emisión de dióxido de carbono. La principal fuente de este incremento de temperatura se debe a la quema de combustibles fósiles, siendo su otra principal fuentes la tala de bosques para tierras de cultivo y pastoreo (Intergovernmental Panel on Climate Change [IPCC], 2013).

A pesar de que el sistema internacional de estados no ha sido la causa originaria del problema y su génesis radica en la forma productiva iniciada con la Revolución Industrial, la hipótesis central que guía este trabajo es considerar que los patrones de interacción del sistema interestatal constituyeron un factor de trascendencia en la limitación del avance sobre medidas respecto a la crisis ambiental.
Cierto sector de la academia atribuye la incapacidad de resoluciones al propio sistema capitalista, siendo éste el factor limitante decisivo para encontrar soluciones a esta problemática, por lo que bajo esta visión, en los marcos capitalistas la situación está condenada a evolucionar hacia la destrucción misma del sistema (Wallerstein, 1996). Si bien se considera que las condiciones económicas actuales presentan trabas de relevancia para la toma efectiva de medidas sustantivas respecto a esta crisis, se considera que la misma tiene una solución dentro de marcos actuales, pero efectivamente no dentro del modelo actual de producción y crecimiento sostenido en la explotación indiscriminada de combustibles fósiles.
Las políticas de los gobiernos "reflejan los incentivos para el uso final de los recursos, por lo que los problemas ambientales son consecuencia del equilibrio económico que resulta del equilibrio político" (Vargas Hernandez, 2008, p.97). Es necesaria una reinvención del modelo productivo para ajustarse a una economía que efectivamente logre una producción sostenible. Este proyecto se encuentra actualmente en proceso, aunque en una escala pequeña y a un ritmo de implementación limitado (IPCC, 2013).

Rol de la Inversión Extranjera Directa y los acuerdos comerciales
Las negociaciones internacionales sobre el medio ambiente se han enmarcado dentro de un contexto en el que, especialmente los países subdesarrollados o en desarrollo, han competido para captar IED (Inversión Extranjera Directa) - con la intensificación de los flujos de IED a partir de los años 80 -, lo cual no ha sido un contexto que genere incentivos para generar acciones respecto a la protección de los bienes ecológicos del país. Los Estados a corto plazo han tomado medidas que priorizan el crecimiento económico, dejando para más adelante las cuestiones medioambientales, ligadas más bien al concepto de desarrollo. Vale recalcar que la IED es uno de los flujos por magnitud económica más importantes para los países empobrecidos, en un marco global en el que las empresas transnacionales juegan un rol condicionante a través de un régimen jurídico internacional asimétrico entre el Derecho Comercial Global y los Derechos Humanos, poniendo a través de él, a disposición de las empresas un importante arsenal jurídico que protege sus intereses económicos (Fernando Fernández y Blanco, 2012), por lo que según un informe de la OECD - Organización para la Cooperación y el Desarrollo - ciertas autoridades de países receptores de IED africana han visto la dependencia creciente de las empresas multinacionales representa para ellos una "pérdida de soberanía política" (OECD, 2002 , p.4)
Según la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la IED en la experiencia reciente de América Latina "buscó la apropiación de las empresas estatales directamente o después del fracaso de su privatización, por los bajos salarios, las bajas regulaciones sobre la contaminación ambiental y, por supuesto, por los recursos naturales." (Morales, 2010, p.146). Josefina Morales, Investigadora titular de la Unidad de Economía Política del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, crítica el "impacto depredador" (Morales, 2010, p.151) que ha tenido la IED respecto del medio ambiente en América Latina, concluyendo en la necesidad de políticas más horizontales e integradoras para que los flujos de la IED sean catalizadores del desarrollo. Al mismo tiempo, investigaciones de sus impactos en China concluyeron que se muestra "una relación positiva entre el crecimiento de la IED y los indicadores de la degradación del medio ambiente" (Qing, 2014, p.53). En África el impacto de la IED - sumado a las estructurales carencias institucionales presentes en gran parte de los países del continente y las relajada disposición gubernamental - ha obstaculizado a los gobernantes de los países receptores en la implementación de efectivas regulaciones ambientales (Boocock, 2002b , p.22)
La consecuente degradación ambiental por la falta de controles a las corporaciones se ve imbricada con las necesidades gubernamentales de sostener el crecimiento. Estos procesos han sido documentados exhaustivamente, un ejemplo de este es descrito por Maristella Svampa y Enrique Viale en su trabajo desarrollado en la Argentina. Como testimonia Viale, los gobiernos mismos son corresponsables de este proceso ya que promueven estos emprendimientos. Tal como comienza el libro Maldesarrollo desarrollado por ambos: "Vivimos en una sociedad en la que los riesgos y las incertidumbres causados por la dinámica industrial y la opción por un crecimiento económico exponencial e ilimitado producen daños sistemáticos e irreversibles en el ecosistema, que afectan y amenazan las funciones vitales de la naturaleza y la reproducción de la vida" (Pavon, 2014).
En el mismo sentido, es necesario recalcar el papel que juegan en forma sistémica los pactos y acuerdos comerciales establecidos por los Estados. Como concluye el Dr. Vargas Hernández, "los acuerdos internacionales de libre comercio prohíben o limitan las medidas proteccionistas, restringen el uso de las medidas de protección ambiental que crea las ventajas competitivas para la industria doméstica, y las desventajas competitivas para la industria foránea". Más aún, añade que "el impacto combinado del comercio internacional y los acuerdos internacionales de libre comercio pueden afectar negativamente los incentivos y posibilidades de los países para promover el medio ambiente en forma autónoma" (Vargas Hernández, 2008, p.110). Por ejemplo, en Canadá, bajo la normativa del NAFTA - acuerdo de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México - la compañía estadounidense Lone Pine demandó al Gobierno de la ciudad de Quebec, por su haber propiciado legislación que implica una moratoria a la utilización de la técnica del fracking. Citando otro caso, en el año 2009 la multinacional sueca de energía Vattenfall interpuso una demanda contra el Gobierno alemán, exigiendo 1.400 millones de euros más intereses en concepto de indemnización por las restricciones ambientales impuestas a una de sus centrales eléctricas de carbón. El caso se resolvió fuera de los tribunales, después de que Alemania aceptara relajar su normativa ambiental, exacerbando así el impacto de la central eléctrica de Vattenfall sobre el río Elba y su flora y fauna. Esta acción se tomó en virtud del Tratado sobre la Carta de la Energía - estableció un marco de cooperación internacional entre los países de Europa y otros países industrializados, con el objetivo fundamental de fomentar el potencial energético - , que incluye disposiciones de protección de inversiones similares a las de los Tratados Bilaterales de Inversión. Por último en otros casos, como en los acuerdos comerciales realizados en Argentina entre la petrolera nacional YPF y la petrolera estadounidense Chevron, no existe un ataque directo sino que en los estados implementan acuerdos comerciales en los que se incluyen mecanismos de control ambiental en base a instituciones o reparticiones que no tienen la capacidad real para ejercerlo, o dictan legislación ad-hoc, por lo cual, la protección ambiental se convierte en un ritual que guarda las formas pero carece de efectividad. (J. Turco, comunicación vía mail, 27 de Julio de 2015).

Tanto la priorización del crecimiento a corto plazo a través del interés por captar IED, las presiones empresariales y los acuerdos comerciales han propiciado históricamente una falta de incentivos para la generación de industrias limpias. A pesar de ello, los procesos a largo plazo han tendido a ser más ambiguos en sus efectos. Por su parte, los acuerdos internacionales de inversión a nivel mundial han tendido progresivamente a incluir disposiciones ambientales en su consecución (UNCTAD, 2013, p.17).
Asimismo, según diversos estudios, la IED además de tender a perjudicar el medio ambiente y propiciar las industrias sucias, también ha generado mejoras en las tecnologías de los países menos desarrollados, a través de la incorporación por parte de las empresas extranjeras de tecnologías más limpias que las autóctonas. Esto también se puede ver en los cambios regulatorios del gobierno chino respecto del accionar de sus empresas en África, en el cuál ha promovido la aplicación de las normas ambientales. Pese a ello, aún una gran cantidad de burócratas africanos son renuentes a criticar a las empresas chinas que realizan prácticas ambientales inadecuadas, debido a que no desean desalentar la inversión de empresas chinas o provocar conflictos en la relación con el gobierno chino (Shinn, 2015) . El rol de los gobiernos locales por lo tanto presenta una importancia en la generación de este proceso.
Estos cambios parecen indicar que los procesos actuales no generan los mismos patrones y condicionamientos que los que han existido en el pasado. Sin embargo, pese a que los condicionamientos se han reducido en términos materiales los mismos han generado normas sociales de funcionamiento que no suelen ser erradicadas en un plazo de tiempo corto.

Matriz energética y crecimiento económico
A la luz de los debates internacionales, el cambio de la matriz energética es uno de los temas centrales a enfrentar respecto de la situación crítica a resolver respecto del medio ambiente global, sobre todo en relación a la lucha contra las emisiones contaminantes que causan el calentamiento climático, y teniendo en cuenta la necesidad creciente de la economía mundial de recursos energéticos. El consumo energético aumentó un 2,3% en el año 2013, mayor que el 1,8% del 2012 pero menor que el 2,5% promedio de crecimiento energético de los últimos 10 años (Bakhsh, 2014).

En una economía que depende significativamente y en cantidades cada vez más importantes del consumo energético, la normas de funcionamiento del empresariado y las diferencias por parte de los diferentes estados han sido una variable importante para explicar la carencia en la implementación de tecnologías verdes superadoras y ecológicamente eficientes. La reducción de las emisiones contaminantes, por lo tanto, no ha presentado el mismo escenario favorable que el desafío de reducir el agujero de la capa de ozono para así poder efectivamente conseguir lo logrado en el Protocolo de Montreal, por el cual se acordó los reducir sus niveles de consumo y producción de clorofluorocarbonos (CFC) según el nivel de desarrollo de las economías de los diferentes países. En ese caso sí existía una tecnología eficiente para sustituir en el proceso productivo y se concretó un acuerdo que consideró las diferencias de desarrollo de los Estados, por lo cual se facilitó una transición resultó exitosa y de rápida implementación.

Pese a ser progresivamente suplido por los incentivos estatales generando un progresivo aumento de la productividad y de las economías de escala de las tecnologías verdes, la falta de competitividad de las tecnologías verdes - en conjunto con las dificultades que impone la falta de disponibilidad continua de la energía solar y eólica - ha impedido una solución inmediata vía innovación a la crisis actual, por la contradicción que supondría que un sistema productivo que tiene como fundamento el beneficio, la competencia y la creación de capital por medio del incremento productivo adopte en su seno una transformación estructural de la base productiva por tecnologías con menor eficiencia y productividad. Este comportamiento que tiene como premisa fundamental para efectuar una acción el análisis costo-beneficio por el cual se rige conducta económica neoclásica, y considera los costos ambientales como externalidades.

Es necesario sin embargo destacar el crecimiento reciente en la competitividad de las energías renovables, las declaraciones en su favor manifestadas en los foros internacionales y su implementación cada vez en mayor escala debido a las políticas estatales e inversiones privadas en las mismas - actualmente la inversión en fuentes renovables supera a las de otro origen-. La Internacional Energy Agency ha declarado que las renovables representarán casi la mitad del incremento de la generación eléctrica mundial hasta 2035, y las fuentes variables –eólica y solar fotovoltaica– constituirán hasta el 45% de la expansión en renovables (J. Turco, comunicación vía mail, 27 de Julio de 2015).
A pesar de estos datos alentadores, se considera que continúa existiendo un proceso contradictorio, dictado por la necesidad del crecimiento económico que enfrentan los Estados. En el año 2014 el porcentaje de energía generada mediante carbón respecto de la demanda de energía global fue el más alto desde 1970, sobre todo debido al poco costo que presenta la utilización de este tipo de fuente de energía. Este se ha elevado sobre todo por el uso en los países en desarrollo, pero incluso la Unión Europea ha incrementado el uso del mismo (Bakhsh, 2014). Más aún, según un estudio de Oxfam, 5 de los miembros del G-7 (Gran Bretaña, Japón, Francia, Italia y Alemania) han aumentado el uso de carbón en los últimos cinco años, pese ha haber demandado a los países menos desarrollados la disminución del mismo (Vidal, 2015). Al mismo tiempo, los dos países que no incrementaron el uso de carbón - Estados Unidos y Canadá -, han experimentado una revolución del uso de gas y petróleo, lo que ha hecho reducir el uso del mismo, mientras que si bien Alemania ha promovido una importante promoción de las energías renovables tuvo que aumentar el uso de carbón para llenar el agujero energético hasta que estos nuevos sectores puedan cubrir las necesidades energéticas del Estado (Holthaus, 2015).
El meollo de esta situación radica en el necesario cuestionamiento, tanto ideológico como en términos prácticos, de la posibilidad de mantener un crecimiento económico continuo - y el modo de consumo – en las proporciones que se han dado en el pasado a cualquier costo. La variación porcentual interanual del PBI en términos reales desde el año 1950 hasta el 2003 se estima para Estados Unidos de un 2%, para Alemania de un 3,2%, para el Reino Unido de un 2,1%, para Francia de un 2,8%, para Italia de un 3,1% y para Japón de un 4,9% (Madison, 1988).
Tal como afirma la declaración central del Institut für Wachstumsstudien alemán (Instituto de Estudios sobre el Crecimiento) el continuo crecimiento es visto en la actualidad como punto de referencia para una exitosa política económica y es, por lo tanto, el más urgente objetivo para cualquier gobierno que quiera seguir siéndolo en el futuro.
La disputa dentro de los Estados se suele dar acerca de cómo llegar a ese objetivo, no habiendo oposición acerca de la necesidad de lograr la meta y de los costos que la misma ha acarreado (Giessen, 2008). El resultado al que arriba el Instituto es la imposibilidad de lograr un crecimiento exponencial en el presente.
El primer inconveniente de lograr tasas de crecimiento iguales y constantes es que para lograrlo, en términos reales esta debe ser constantemente superior al pasado. Y segundo y más importante, este objetivo supone la ahistoricidad de las condiciones económicas, materiales y político-sociales en las que se produjo ese crecimiento (Giessen, 2008). Efectivamente, el crecimiento exponencial pasado basado principalmente en energía fósil constituye una anomalía histórica que más pronto que tarde terminará como explica el Investigador del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS-UFRO) Ignacio Rodríguez Rodríguez (2011), dado que se sustenta en recursos naturales no renovables considerando los tiempos económicos actuales de extracción y consumo. Por ello mismo y también por las consecuencias que ha acarreado, es que el IPCC ha sostenido en sus informes que es necesario tener en consideración los estudios realizados previamente acerca de los límites del crecimiento económico en un planeta finito (IPCC, 2013).
La perspectiva sostenida como posible solución en esta investigación no es favorable al insostenible llamado de algunos sectores de la academia al 'crecimiento cero', sino fomentar el crecimiento económico dentro contemplando la necesaria adecuación del sistema productivo a un desarrollo sostenible, término que alcanzó la agenda internacional a través del Informe Brundtland en 1987.
Un sistema internacional en el que los intereses de los Estados están enfocados en sostener un crecimiento exponencial no ha sido el contexto propicio para que mediante las interacciones entre los mismos puedan concretarse acuerdos sustantivos para la resolución de la crisis ambiental.
La dinámica no se expresa sólo en términos materiales, sino que también involucra las ideas sostenidas en el Sistema Internacional. Según la mirada constructivista de Klotz y Lynch (2007, p.8) "con el tiempo determinados significados se vuelven estables de manera que crean un orden social, conformado por estructuras e instituciones. Las reglas y las normas establecen expectativas respecto a la manera en la que funciona el mundo, qué tipos de comportamientos son legítimos y qué intereses o identidades son posibles" (Vitelli, 2014).
Podemos conectar esta noción con la postura de Taylor y Flint, quienes argumentan que lo que ha ocurrido es la "contraposición de dos lógicas globales". Por un lado está la lógica de la ecología global que enfatiza la demanda de la conservación del planeta, ya que La Tierra es el "hogar de la humanidad", y por el otro la lógica de la globalización financiera, que concibe al mundo como "un lugar, una plataforma abstracta para la acción en la que operar". En estas dos lógicas, o normas colectivas de funcionamiento (Ruggie, 1998, p.871), existen dos preguntas distintas. En la primera nos preguntamos: ¿es sostenible?, en la segunda ¿es eficiente? (Taylor y Flint, 2002, p.409; Estenssoro Saavedra, 2010, p.62).

Es necesario tener también en consideración los factores internos que afectan las decisiones estatales y que se imbrican con la problemática descripta previamente. En un mundo interdependiente, las políticas interna y externa se comienzan a eslabonar estrechamente (Keohane, 1988, p.22). Se considera en este marco, que la necesidad de mantener la legitimidad interna, tanto en relación a la población local como a los grupos de poder concentrados, ha generado dificultades a la voluntad política en los Estados para promover soluciones que signifiquen una reducción del crecimiento.
En las democracias occidentales, el fundamento de la legitimidad para Giovanni Sartori (2003, pp.46-50) radica en la elección popular. Considerando una noción de legitimidad más amplia, para así no restringir nuestro análisis a sólo formas de gobierno democráticas, a diferencia del poder puramente coercitivo que se mantiene principalmente por la imposición, en el poder legitimado, la dominación se mantiene porque la gente está convencida de la positividad de su obediencia. Es más, hay un cierto reconocimiento de la autoridad, su coerción es obedecida y por tanto aceptada por el subordinado (Weber, 1964).
Si bien los mecanismos institucionales varían en los diferentes Estados, en concreto la necesidad por parte de los líderes o élites de los mismos de mantener ciertos niveles de legitimidad es un requisito indispensable, teniendo como fundamento la dependencia de la misma para mantenerse como partido o élite regente del poder estatal. En pos de este objetivo, es indispensable para la mayor parte de las respectivas élites mantener un crecimiento estable y sostenido para asegurar el bienestar económico, como también evitar una dislocación social.
Más aún en la coyuntura reciente en la que todavía son palpables los efectos de la crisis internacional iniciada por la burbuja especulativa respecto a las hipotecas sub-prime en Estados Unidos en el año 2008, el contexto político mundial ha enfrentado graves desafíos concretos que han afectado heterogéneamente a diversos estados, y no les han dado un amplio margen de maniobra a sus gobernantes. En este sentido el contexto internacional evidencia una relativa declinación de la potencia hegemónica y las necesidades de sostener el crecimiento que han atravesado a los principales países emergentes como Brasil, India y China, que pese a haber incrementado las condiciones de vida de gran parte de su población se encuentran sujetos a continuar bajo la misma senda, experimentando en diferentes niveles de intensidad demandas de la ciudadanía por sostener y mantener la movilidad social ascendente.
China, es la primera potencia económica en términos de paridad de poder adquisitivo, y ha emitido el 29% de emisiones de CO2 a nivel mundial en el año 2012 (PLB, 2013). El Partido Comunista Chino (PCC) tiene claro lo clave que le es contar con legitimidad para proseguir al mando de la nación. Para seguir asegurando tener bajo control pretensiones democratizadoras y sostener el régimen se considera necesario construir una economía avanzada mediante un rápido crecimiento sostenido, con el objetivo de mantener la movilidad social ascendente que presenta el desafío de sostener el incremento de los costos sociales que este supone, para así lograr estabilidad social (Saunders, 2006, p.1). Para ello es vital sostener el grado de acumulación del capital para lograr competitividad y la provisión de recursos naturales para sostener la producción.
La consecuencia del crecimiento chino ha sido una inmensa cantidad de emisiones contaminantes, llegando a convertirse en el máximo emisor y prácticamente igualando el total de las emisiones de Estados Unidos si se toma como punto de referencia el año 1990 hasta la fecha (D'Amato, 2015). El creciente activismo global de China ha sido justamente realizado en función de las necesidades económicas que presenta el Estado (Saunders, 2006, p.1), sin embargo una consecuencia de su mayor presencia global y de sus altas emisiones, han sido las crecientes presiones internacionales a el país asiático para reducir sus emisiones de efecto invernadero (TS, AEF y ATR, 2012), que se suman a las preocupaciones locales por los peligrosos niveles de contaminación que ha acarreado el crecimiento económico acelerado.
Por otro lado, Estados Unidos es actualmente el segundo mayor emisor de dióxido de carbono nivel mundial, con un 16% de la proporción de emisiones a nivel mundial (PLB, 2013). Las promesas electorales ambientales, presentes en la primera campaña de Barack Obama no se terminaron plasmando en medidas concretas. Si bien su discurso constituye un giro en el posicionamiento histórico del país respecto a las emisiones de efecto invernadero causantes del calentamiento global, ha culpado en exceso a la oposición republicana por la falta de apoyo y no terminó de promover la formación de acuerdos entre los sectores desarrollados y en desarrollo en el tema. Estados Unidos - y varios países de la UE que pugnan por su desarrollo - han sido reticentes a involucrarse en un acuerdo post-Kyoto debido a la exigencia de que China no debe "esconderse" más detrás de su condición de país en desarrollo para no asumir compromisos obligatorios (Bueno, 2013b, p.216). Las transformaciones necesarias han presentado dificultades en su implementación en el pasado por considerar que atentaban contra el crecimiento económico estadounidense además de por diversos intereses de influyentes grupos de poder, como los de las empresas de energía, y el rol de la oposición de los gobernadores republicanos en muchos estados y en el congreso. La consecuencia ha sido una importante demora en la acción de los Estados Unidos respecto del cambio climático. Además, si bien es cierto que Estados Unidos ha efectivamente reducido las emisiones en los últimos años, una parte de ello se debe a que Estados Unidos exporta cada vez más combustibles sucios -que por lo tanto no usa en la producción interna- a otras partes del mundo, por lo que los efectos globales sobre el clima no han tenido una reducción significativa (A.P., 2014).
Pese a ello, Obama ha utilizado ya cerca de finalizar su segundo mandato sus poderes presidenciales para sacar adelante instrumentos o disposiciones sin necesidad de aprobación del parlamento. Es necesario tener en cuenta que el contexto político actual estadounidense, en el que los republicanos poseen el control de ambas cámaras, presenta incertidumbres sobre las políticas a efectuar por parte del segundo emisor de CO2 a nivel mundial, debido a que como ha afirmado el politólogo estadounidense Thomas E. Mann, las acciones de carácter ejecutivo de Obama pueden ser neutralizadas o reemplazadas por una legítima labor legislativa del Congreso o por un sucesor suyo en la Casa Blanca (Mann, 2014). Por ello, contar con el apoyo popular interno será una variable de relevancia para la continuidad de estas medidas. En este sentido, a pesar de que el ciudadano común de EEUU no está concientizado con relación al Cambio Climático como en Europa, existe una presión importante de muchos grupos ambientalistas -400.000 personas se han movilizado en Nueva York en septiembre de 2014-. Por otro lado, varios Estados ya han tomado la iniciativa antes que el gobierno federal respecto al cambio climático.
La Unión Europea ha tendido históricamente a tener un rol activo respecto al cambio climático. Como explica Joaquín Turco, un importante porcentaje de ciudadanos europeos están interesados en el tema, entendiendo los mismos que el calentamiento global es una amenaza -algunos ya han sufrido las consecuencias como inundaciones y olas de calor/frio - y, asimismo tanto los políticos como los empresarios están convencidos que el Cambio Climático es una oportunidad de hacer negocios - especialmente en la cuestión energética (J. Turco, comunicación vía mail, 27 de Julio de 2015).

Contexto y estructura internacional
Históricamente las interacciones entre los Estados no han logrado generar una cooperación eficaz entre las partes intervinientes ocasionando la consecuente adopción gradual de medidas por parte de las élites gubernamentales a nivel mundial.

En este milenio se ha hecho cada vez más evidente la dificultad creciente para que los países con mayor poder agregado puedan inducir a los demás a seguir una vía resolutiva, al mismo tiempo que la incapacidad de los países en desarrollo de imponer sus propias medidas a nivel global, siendo uno de los factores que ha generado trabas en las negociaciones internacionales. Esto se encuentra influenciado en la consideración de esta investigación por la relativa transición del sistema internacional hacia lo que Ernest Haas ha denominado la No-Polaridad. Una creciente característica de las Relaciones Internacionales del Siglo XXI ha sido el surgimiento de numerosos centros con un poder significativo, por lo que el poder y la influencia están menos relacionados. Por lo tanto, al haber mayor cantidad de actores poseyendo un poder significativo e intentando hacer valer su influencia, es más difícil generar acciones colectivas y hacer funcionar las instituciones eficientemente (Haas, 2008, p.5).

El Estado soberano-territorial y el sistema westfaliano, instituciones claves del Estado-Nación desarrolladas en la Europa del siglo XVII a través de la conocida Paz de Westfalia, ya no responden eficientemente a la realidad actual signada por la globalización y la emergencia de diversas problemáticas globales. El multilateralismo actual se encuentra caracterizado por los componentes emergentes de la Paz de Westfalia -principios de la soberanía nacional y de la no intervención-, por lo que responde a una dinámica internacional que ya no se encuentra vigente.
La existencia de un sistema internacional que no presenta una estructura flexible para la resolución de dinámicas globales, y más aún enfrenta a una problemática como el calentamiento global que por las medidas necesarias para remediarlo cuestiona la legitimidad de la construcción institucional histórica del sistema internacional, genera una dificultad al proceso de interacción entre los Estados. Transformar o reformar las instituciones y formas de interactuar que se crearon con esas nociones es un proceso todavía incipiente.

Según el institucionalismo liberal, lograr la cooperación requiere activos esfuerzos para adoptar las políticas y satisfacer las demandas de los otros, es decir que no sólo depende de los intereses compartidos, sino que surge de una estructura de discordia o de discordia potencial. Al mismo tiempo, sostiene que el resultado del sistema interestatal puede funcionar en términos cooperativos, facilitado por la existencia de intereses mutuos (Keohane, 1993, p.277). Sin embargo, aunque se trata de una temática en la que existen intereses compartidos y a pesar de la multiplicidad de regímenes ambientales abocados al tema, no parecen darse condiciones claves para lograr acuerdos y acciones sustantivas, por lo que la coordinación de las políticas ambientales se traba por las posiciones opuestas entre los Estados, y por ello como se ha mencionado, las negociaciones avanzan a un ritmo más lento de lo necesario. Una de las causas de esto es que, en este caso, el desafío para la cooperación puede verse incrementado, ya que los beneficios y riesgos de las modificaciones no son uniformes y predecibles en gran escala, dependiendo los mismos de la situación de cada actor (Estado, empresa transnacional, etc.).
El factor sociocultural a tener en cuenta que condiciona esta falta de consenso para la cooperación eficaz respecto a las medidas a aplicar, es que el riesgo percibido ante el cambio climático está en relación con la solución propuesta para responder o mitigar el mismo, y en qué proporción dicha solución se compenetra con el punto de vista del actor (Rolls, 2013, p.8). Por ello mismo un Estado que posea una amplia reserva de combustibles fósiles -más incluso si tiene una economía dependiente de ellos para su industria- tendería a conceptualizar la crisis ambiental de una manera menos dramática que otro Estado que no presente esta situación. Es en este sentido que podemos interpretar las divergencias presentadas entre los diversos Estados que forman parte del G77 - formado entre otros por países exportadores de petróleo, naciones africanas, países insulares - los cuales sostienen diferentes posturas respecto al cambio climático. "Mientras que los pequeños países insulares buscan medidas urgentes que frenen lo predicho por el IPCC, puesto que algunas de sus naciones perecerán como producto del crecimiento de las aguas; las naciones petroleras propenden a ralentizar los esfuerzos por modificar las matrices energéticas propias y globales" (Bueno, 2013b, pp.214-215).

Por otro lado, si bien la preservación del medio ambiente se categoriza siempre en los foros internacionales como un interés interdependiente, otra restricción considerada posible es que las soluciones ante la crisis climática implicarían un cambio de relevancia en las normas y reglas productivas dentro de los Estados, afectando el crecimiento económico de ellos. Esto permite explicar otra vía por la que se podría haber dado la falta de acuerdos al respecto, al poder verse afectada la distribución del poder económico dependiendo de las medidas acordadas para remediar el deterioro ambiental del planeta.
Además de las consecuencias meramente económicas – que ya son un factor de considerable importancia para los gobiernos o élites económicas nacionales -, es necesario tener en cuenta que en el sistema internacional el poder político depende en última instancia del poder militar, y éste del poder económico - recursos económicos a disposición del estado-. Por ello, se argumenta que la acción de los Great Powers se ha podido ver afectada debido a la percepción de que justamente la distribución de su poder militar puede verse afectado a largo plazo en función de las medidas acordadas para remediar el deterioro ambiental del planeta, ya que tanto las consecuencias de las mismas como las del cambio climático tendrían impactos en el balance de poder mundial.
Si esto es así, además de las preocupaciones acerca del poder económico predominantes, la desconfianza mutua por las tendencias "posicionales" a mediano y largo plazo - en la que tendrían relevancia tanto las dinámicas de la política mundial como las profecías autocumplidas de la teoría realista en los policymakers-, importantes sobre todo para analizar las posiciones sostenidas por los Estados con mayor poder agregado, implican otro de los factores que contribuirían a que la cooperación en el asunto se dé mayoritariamente en términos de corto plazo y de acciones reducidas.

Cumbres Climáticas
El desarrollo previo permite conceptualizar procesos que han impactado negativamente en las discusiones acerca de la reducción de las emisiones contaminantes, en las que a través de las sucesivas cumbres, nucleadas en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), no se logra acordar medidas sustantivas y acuerdos vinculantes. En las mismas se han manifestado diferencias en la distribución de las responsabilidades, y consecuentemente, de las consecuencias que esta repartición podría acarrear.

A pesar de la creciente evidencia científica acerca del cambio climático, el progreso en las negociaciones internacionales no ha concordado con las prescripciones de los expertos. Desde la década del setenta han predominado las divergencias entre el Norte y el Sur respecto a la "mutua acusación respecto a las responsabilidades", y si bien la conferencia de Río en 1992 significó la esperanza de un cambio de paradigma - debido a la significancia de la cumbre, que permitió la inclusión de la temática en las agendas nacionales de los países y la incorporación de la sociedad civil al debate-, los principales acuerdos no terminaron siendo cumplidos (Bueno, 2011, pp.11-13). El protocolo de Kioto, fue firmado en 1997 y recién entró en vigor en el año 2005. Este tuvo inicialmente la contracara de no contar con la firma de Estados Unidos (vale agregar retiro de Canadá en el 2012 que emitió el 4,9% de CO2 a nivel mundial en ese mismo año), el segundo emisor de dióxido de carbono a nivel mundial. La razón de su entrada en vigencia en el año 2005 fue debido a la cláusula que indicaba que sólo comenzaría a regir cuando sea ratificado al menos por los países industrializados que emiten 55% de las emisiones de CO2.
El protocolo había creado mecanismos flexibles a través de los cuales los países industrializados podían transferir sus emisiones y además créditos de emisiones que podían ganarse entre los países en desarrollo. Esto ocasionó que el dióxido de carbono se convirtiera en un bien transable.
Por estas razones, aunque es cierto que el Protocolo de Kioto sentó un importante precedente en los acuerdos sobre la reducción de emisiones, en concreto implicó solamente una acción sobre un cuarto de las emisiones totales en el nivel del 2010 (PLB, 2013). En síntesis, el protocolo no logró las metas que habían establecidas al comienzo del mismo (Estenssoro Saavedra, 2010, p.60).
A la cumbre de Copenhague del 2009 se arribó con la expectativa de establecer un acuerdo vinculante para todos los países de la convención para la reducción de los gases de efecto invernadero, objetivo que finalmente se frustró (Estenssoro Saavedra, 2010, p.60). Mientras tanto, en las últimas cumbres, COP (Conferencia de las Partes) que se llevaron a cabo en Durban en el 2012 y Varsovia en el 2013, preponderaron las discrepancias sobre el nuevo acuerdo y sobre la diferenciación de las obligaciones de los países industrializados y en desarrollo (Varela, 2014).
Una discrepancia dentro de la ya mencionada respecto de la diferenciación de las obligaciones, es que un sector de los países en desarrollo presentan preocupaciones acerca de la idea de que el carbón debe ser eliminado como forma de obtención de energía. Estos presentan reticencia a ignorar el combustible más barato disponible en sus intentos por desarrollarse (Harrabin, 2015).
Este conflicto sobre la diferenciación de las obligaciones se dio nuevamente en la cumbre de Lima, en el que la mayor parte de los países industrializados sostuvieron el compromiso conjunto de los países para enfrentar el problema, frente a la postura de países en vías de desarrollo, que en consonancia con principios fundamentales de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) establecidos en 1994, abogaron por la postura de que las Partes implicadas tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas, por las que los Estados históricamente responsables por la mayor parte de las emisiones debían asumir mayores compromisos y responsabilidades.
Por las trabadas negociaciones entre Estados, en Lima, debió posponerse su finalización, para finalmente arribar a un acuerdo que presenta fuertes vaguedades en su escritura. Respecto a la reducción de emisiones, no se avanzó sustantivamente en el acuerdo de los planes para firmar compromisos vinculantes para los países, esperando que esto pueda lograrse finalmente el año siguiente en la cumbre del 2015 en París a través de las contribuciones nacionales realizados por cada Estado.
Una de las fuentes estructurales más importantes del conflicto se ha dado respecto al acuerdo de compromisos vinculantes. Las discrepancias respecto a la distribución de las responsabilidades han predominado en la interacción de los dos bloques. La mayor parte de los países desarrollados no parecen dispuestos a firmar un acuerdo vinculante si los países en desarrollo - en especial China - no asumen compromisos de una magnitud relativamente similar. Los países desarrollados han estado históricamente poco dispuestos a blanquear su deuda climática y transferir tecnologías y recursos financieros a los países en vías de desarrollo - que a mediano plazo competirán con ellos-.
Por otra parte, los países en desarrollo consideran que los países en desarrollo no han tomado medidas en relación a sus responsabilidades, y desconfían de las soluciones provistas por ellos. Esta situación se puede visibilizar en el debate respecto a la noción de la economía verde, que según los países en desarrollo se trataba de un concepto difuso que implicaba una "nueva forma de traspasar las responsabilidades a los países menos adelantados" y por la negativa a la aceptación de este concepto, los países del norte se negaron a inyectar recursos que habían sido solicitados por China y el G77 para el desarrollo sustentable (Bueno, 2012, p.64).



Influencia de la Opinión Pública y Actores no Tradicionales
Es necesario abordar, al menos en una breve extensión, la influencia de la opinión pública nacional de los diferentes Estados en los mecanismos de interacción entre los mismos, ya que ésta es considerada un factor de relevancia por los líderes de los Estados a la hora de la toma de decisiones (Adrogué, 1998, pp.394-395). También es importante tener en consideración que en la conformación del punto de vista y posición acerca de los fenómenos globales acerca de los cuales no tenemos un contacto directo, entre ellos el cambio climático, juegan un papel preponderante los medios de comunicación.
Por un lado, a nivel mundial ha habido influencias a los medios por actores económicos y políticos que presentan interés en conservar el statu quo. El gran peso que tiene la gestión comercial logra desvirtuar en ocasiones, la orientación responsable de la agenda y el tributo al derecho a la información, alimentando "construcciones de opinión indiferentes, desinformadas o descomprometidas con la sostenibilidad" (Díaz Nosty, 2009, p.99). Por otra parte, un hecho significativo sobre el sesgo político en la cobertura del tema ha sido estudio de Painter sobre el cubrimiento televisivo de los informes del IPCC en los países emergentes más poderosos como son Brasil, China e India. En los mismos "la adaptación casi no tuvo mención a pesar de haber tenido primera página en el reporte de abril del 2007" (Painter, 2007).
El International Institute for Environment and Development - think tank sobre el cambio climático fundado en 1971 - ha argumentado, en un estudio de alcance mundial, que se tiende a comunicar el tema en los medios con una "narrativa de catástrofe" que "debilita a la gente", sin explicar bien la situación y no permitiendo un entendimiento claro del proceso (Shanahan, 2007). Esto tiene la consecuencia de limitar las demandas de los ciudadanos, ya que los votantes no tienden a favorecer los programas ambientales a menos de que estén bien informados (Vargas Hernández, 2008, p.95).
Por otra parte, deben tenerse en cuenta que debido a los cambios en la arquitectura internacional, los actores no tradicionales han tenido un rol importante respecto al posicionamiento ambiental en la agenda internacional. Por una parte, la acción de un número importante de Organizaciones No Gubernamentales que han establecido alianzas, han logrado introducir temas de agenda a las cumbres ambientales de la ONU, organizando cumbres paralelas informales e incluso han colaborado en una mayor conciencia global sobre el asunto. Por otro lado, se encuentran actores privados que han tomado protagonismo, como por ejemplo con el Pacto Global - ha cobrado relevancia para las grandes empresas por la cada vez mayor cantidad de ciudadanos que tienen en consideración en la compra de bienes el etiquetado del producto -, como también ciudades importantes - que tienen importancia respecto al total de sus emisiones y los posibles resultados de sus acciones, jugando un rol en la presión de la agenda ambiental doméstica (Bueno, 2013, pp.20-24).
El poder de los actores no tradicionales "se basa en la construcción social y a través de la misma posibilitan cambios identitarios, nuevas creencias e intereses", erosionando a través de sus acciones la construcción social del poder respecto a la cuestión climática y pugnando por otras formas de relación entre actores. Sin embargo, es necesario recalcar que son los Estados los "garantes finales de que dicha transformación se institucionalice/internalice" (Bueno, 2013, p.25-26).

Pese a que la magnitud de la crisis climática se encuentra en muchos casos solapada de la percepción ciudadana por otras preocupaciones de mayor inmediatez y cercanía (Rolls, 2013, p.8), es también cierto que existe una progresión hacia el aumento de la atención pública sobre el tema y por lo tanto un mayor bienestar individual y como compromiso colectivo que intenta asumir con los retos del mismo (Boykoff y Roberts, 2007), logrando así ejercer presión o facilitando a líderes nacionales o subnacionales a tomar acciones frente al cambio climático o en general respecto a la preservación y conservación del medio ambiente. Por el mismo lado, los actores no estatales han constituido un factor que ha ejercido influencia para la concientización y al mismo tiempo han aportado temas a las agenda internacional sobre el cambio climático y otros temas ambientales.
Estos dos procesos descritos, si bien han generado acciones que han fomentado procesos de cambio identitarios, no han sido suficientes para modificar las posturas estatales predominantes, las cuales no han logrado hasta el momento generar acciones concretas para afrontar el problema tal cual sugieren las medidas del IPCC.

Un proceso de cambio gradual en la dinámica de las interacciones
Abordar una visión prospectiva acerca de la situación actual propone diversos desafíos. La falta de acción por parte de ciertos Estados como los constreñimientos del sistema internacional a soluciones sustantivas han implicado una situación insostenible en el tiempo, si es que se quiere evitar un aumento mayor al estimado de 2 ºC (grados Celsius) respecto de la era preindustrial, que de no lograrse tendría graves consecuencias (IPCC, 2013).
Es posible vislumbrar el cambio de la dinámica actual a partir de una transformación de las ideas construidas socialmente por los Estados. Siempre debe tenerse en cuenta que este proceso es relativo a la interacción y debe generarse por la acción de los Estados y su dinámica interna, que si bien se hallan condicionados por la estructura del sistema internacional no se hallan determinados por ella, sino que hay juego de mutua constitución a través de prácticas recurrentes (Giddens, 1982).

Abordando por lo tanto una visión constructivista de la dinámica descrita, es necesario comprender que para este paradigma las normas son interpretaciones o nociones colectivas -"collective understandings"- que reclaman ciertas formas de comportamiento de los actores. Su alcance es profundo: constituyen a las identidades e intereses de los actores, no simplemente regulan su comportamiento (Ruggie, 1998, p.871). Se considera por lo tanto que "los estados tienen los intereses que tienen dependiendo de las percepciones sobre el orden internacional y su lugar deseado en él, y no por factores materiales" (Vitelli, 2014).

Una variable que, en este sentido, permite ver un cambio progresivo que si bien no ha sido determinante para la consecución de acciones sustantivas indica la inserción de la dinámica ambiental y la importancia creciente de la misma en el sistema internacional, - además la cada vez mayor generación desarrollo de foros internacionales estatales, empresariales y de ONG`s- es el desarrollo de la soft y hard law ambiental. La concepción del "desarrollo sustentable" elaborada en el Informe Brundtland en 1987, la declaración de Río sobre el Medio Ambiente en 1992 - conformada por 27 principios que consolidaron la reciente generación de los principios que rigen el Derecho Ambiental Internacional -, la incorporación del derecho a un ambiente saludable a casi todas las constituciones nacionales que fueron aprobadas o reformadas desde 1965, la incorporación del paradigma de la sostenibilidad en la cumbre de Johannesburgo en el 2002 y en el 2008 los debates sobre la generación de nuevos indicadores dentro de lo que se llamó la "contabilidad ambiental", la gobernanza ambiental y sobre el desarrollo a una economía verde (Bueno, 2012, pp.59-63), implican un proceso ascendente de inserción de la problemática ambiental en el Sistema Internacional.
La posición ontológica constructivista nos habilita a considerar que los Estados -que pueden contar con la colaboración de ONG`s, empresas y demás actores que acepten la como legítima o inevitable la necesidad de un desarrollo sostenible- están capacitados para generar diferentes formas de interacción entre ellos. Es importante aclarar que este proceso no es lineal y aún se encuentra en transición ya que, una vez formado, cualquier sistema social aparece ante cada uno de sus miembros como un hecho social objetivo que premia ciertos comportamientos y disuade de mantener otros, al mismo tiempo que el cambio sistémico puede ser impedido por ciertos actores interesados en mantener el papel relativamente estable de las identidades (Wendt, 2005, p.14).

Se considera que actualmente se puede apreciar un proceso de cambio limitado pero positivo en las dinámicas de interacción de los Estados y en ciertos factores estructurales que condicionan sus decisiones. Pese a la histórica limitación en las medidas de los países más desarrollados, los patrones o normas mediante los cuales se produce la interacción respecto a la negociación por la reducción de las emisiones de efecto invernadero, pueden verse modificadas mediante la acción conjunta de una parte significativa de los países desarrollados y de China (tanto materiales como discursivas) - dándose así un marco de interacción en el que los demás estados tomen acciones tendientes a relegar ciertas posiciones para ajustarse a un marco en el que sus decisiones deben acatar ciertas condiciones- tomen medidas ejemplares con la intención de afectar globalmente la acción de los otros actores relevantes frente al problema climático. De esta manera se superarían las posturas predominantes desde la década del setenta respecto de la acusación mutua respecto de las responsabilidades.
El grupo BASIC - formado por Brasil, Sudáfrica, India y China - viene asumiendo desde el año de su constitución en el 2009 mayor visibilidad y tomas de postura ante la falta de cumplimiento de las normativas ambientales globales, denunciando la falta de acciones por parte de los países desarrollados y sosteniendo los compromisos de la equidad en los acuerdos y el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas (Bueno, 2013b, p.224).
Además debe recalcarse el rol de las organizaciones internacionales, grupos de expertos y ONG´s que han contribuido al proceso de incorporación del tópico ambiental a la agenda internacional, implicando advertencias a nivel político que tuvieron como consecuencia acciones concretas e incluso influenciando a la opinión pública internacional. (Bueno, 2011, p.10).
El histórico acuerdo dado a conocer el 12 de Noviembre del 2014 entre Estados Unidos y China, en el que acordaron reducir significativamente las emisiones de los gases de efecto invernadero, constituye una acción considerable en pos de generar un entorno proactivo. Si bien este se encuentra fuera de la órbita de las Naciones Unidas y aun siendo totalmente implementado no es suficiente para alcanzar la meta de reducir el calentamiento global a 2 °C - ya que la reducción de las emisiones por por parte de ambos estados implicaría una reducción de entre 0,2°C y 0,4°C, por lo que el incremento de la temperatura global se estimaría aún de 3°C respecto de los valores pre-industriales - (Höhne, Feteke y Day, 2014) la medida constituye una propuesta bilateral de relevancia debido a la histórica renuencia de ambos estados a efectuar este tipo de compromisos.
Para la cumbre de París a efectuarse en este año 2015, los países miembros han establecido en la pasada cumbre de Lima, la necesidad de establecer contribuciones nacionales de emisiones para ser tratadas luego en la misma cumbre.
Estados Unidos ya ha presentado su propuesta de reducción de emisiones. Esta es consistente con la reciente postura más firme de política interior de Obama respecto al cambio climático, teniendo el objetivo de recortar las emisiones entre un 26-28% para el año 2025 respecto al año 2005. Este compromiso enfrenta una importante oposición republicana, que criticó la pérdida de empleos que acarreará el Plan de Energía Limpia, considerando que los objetivos propuestos no serán alcanzados (Sin Autor, 2015). La política interna de Estados Unidos será una variable importante a tener en cuenta en el futuro debido a que podría afectar su política exterior y la posición frente al cambio climático.
Por otra parte, Brasil si bien ha sostenido históricamente un rol constructivo en las negociaciones, sus conflictos inmediatos de política interna están perjudicando el planeamiento a largo plazo que se necesitará para poder realizar un ambicioso compromiso vinculante en París (Toni y Amorim, 2015). Las urgencias de la situación económica y la falta de mayorías del partido gobernante, no dan un gran margen de negociación para priorizar la agenda ambiental. En la pasada cumbre de Lima, Brasil presentó ciertas resistencias al establecimiento de un acuerdo vinculante y su propuesta de reducción de emisiones careció de profundidad. Sin embargo, como se mencionó previamente, es necesario dar importancia al efecto de condicionamiento implican las tomas de postura por parte de los otros Estados. La posiciones más ambiciosas, presentadas por un cambio de política interna y externa de Estados Unidos, China e India - que están invirtiendo grandes cantidades en energía solar y han abierto el debate a las agendas de desarrollo y las agendas de desarrollo interno -, presionan a Brasil a tomar una postura más constructiva. La actual situación incentiva a Brasil a ampliar su acción tanto por la amenaza de perder la representación de los países en desarrollo en los foros internacionales como por la amenaza competitiva que le presenta el poder económico de China (Toni y Amorim, 2015).

Por su parte, el país asiático ya ha oficializado su contribución de reducción de emisiones nacionales, estableciendo los mismos en un 60-65% para 2030 respecto de los niveles del 2005. Si bien China todavía presenta una matriz energética la cual está compuesta por dos tercios en energía proveniente de carbón, es actualmente el mayor inversor a nivel mundial en energías renovables, realizando inversiones que representan un 29% del total global invertido en las mismas (D'amato, 2015).
Por otro lado, el compromiso de reducción de emisiones que ha presentado la UE para la cumbre de París, representa una continuidad en su compromiso histórico para enfrentar la situación problemática global que representa el calentamiento global. Aunque la UE está bien plantada para esta negociación ya que en la actualidad - la UE estaría logrando niveles de reducción de emisiones al 2020 de un 20% con relación a 1990 - su ya alto grado de compromiso previo parece haber relajado un poco su postura, mencionando en su presentación sólo aspectos de mitigación, sin incorporar la adaptación, transferencia de tecnología y finanzas que son aspectos significativos para abordar esta dinámica. El compromiso actual todavía está lejos de constituir un "trato limpio" teniendo en cuenta las responsabilidades históricas y todavía no es suficientes para alcanzar el objetivo de limitar la suba de temperatura global a 2°C (Greenovation Hub, 2015).
Rusia, por su parte ha realizado un compromiso de reducción del 25-30% de sus emisiones respecto a 1990 para 2020. Esto implica en concreto la posibilidad de aumentar sus emisiones actuales, debido a que la caída de la Unión Soviética implicó una reducción de las mismas, llegando en el 2012 a reducirse un 32% respecto del año 1990 (Sin Autor, 2015). Por lo tanto, a pesar de ser una acción de relevancia en términos relativos no implica acciones significativas a corto plazo.
Sucesivas acciones determinantes tomadas por los Estados pueden llegar a incentivar un ambiente propicio para un acuerdo sólido respecto a la toma de más profundas medidas resolutivas. Se considera que hoy en día el sistema internacional se encuentra en un marco en el cuál, analizando los compromisos de emisiones efectuados y el cambio en las ideas y nociones intersubjetivas del Sistema Internacional - debido a que por la gran relevancia y repercusión de la agenda ambiental internacional una gran parte de la legitimidad del sistema de las Naciones Unidas se va a ver expuesto en la cumbre de París - se estaría más cerca del punto límite de consenso necesario entre los actores - el tipping point de Wendt- con el que se iniciaría un proceso de cambio, con nuevas dinámicas y cambios en las identidades de los estados respecto al desarrollo sostenible. Como las intenciones están recíprocamente relacionadas a las oportunidades y a la identidad que se percibe del otro debido a que "los conceptos del yo y de los intereses tienden a reflejar las prácticas de terceros significativos a lo largo del tiempo" (Wendt, 2005, p.9), es posible que las acciones de gran parte de los Great Powers logre arrastrar a los demás, siempre y cuando cuente con el consenso de una parte importante de los principales países en desarrollo.
La postura sostenida hasta el momento por los Estados que han presentado sus contribuciones nacionales de reducción de emisiones genera incentivos positivos para la interacción en la cumbre de París, ya que pueden establecer expectativas compartidas sobre el comportamiento apropiado, dando forma a los intereses de los estados (Finnemore, 1996). Será vital que los restantes compromisos nacionales presentados sean relativamente ambiciosos y se encuentren en consonancia con los ya presentados, ya que la cumbre de Lima ha mostrado que la dificultad de modificar las contribuciones de emisiones preparados, que conllevan una gran complejidad y han sido desarrollados con tanta planificación, en un plazo tan corto de tiempo como una cumbre (Hönhe, Fekete y Day, 2014).

Sin embargo, a pesar de existir un contexto más favorable para la llegada a un acuerdo resolutivo trascendente, la perspectiva futura se presenta compleja debido a que los procesos descritos en la investigación siguen jugando un rol importante, además de las situaciones internas de los Estados presentan que no hacen que estos gobiernos acompañen las medidas correspondientes. Incluso retrotraen situaciones favorables. Por ejemplo, el gobierno australiano - siendo Australia el dieciseisavo emisor de CO2 a nivel mundial y uno de los mayores emisores per cápita, con un fuerte lobby minero presente en el país - ha desmantelado el organismo gubernamental que estudiaba el cambio climático, eliminó el impuesto a las emisiones de carbono, redujo las inversiones en las energías renovables y continúa fomentando una expansión del uso del carbón, argumentando las necesidades energéticas y de progreso económico. David Cameron, primer ministro británico, definió a Australia como un "free rider" (Milman y Jericho, 2015), y justamente el peligro que se observa es que este país se convierta un ejemplo para otros países en búsqueda fácil y barata del desarrollo. Para no fomentar estas posiciones serán fundamentales los compromisos que asuman los países desarrollados, en pos de colaborar con la transición con los menos desarrollados y fomentar así la legitimidad del acuerdo. Asimismo, en la perspectiva a futuro será de vital importancia que las contribuciones hasta ahora asumidas para la COP21 de París sean sostenidas y cumplidas luego de la misma, para no perpetuar las lógicas previas de incumplimiento de lo establecido en las cumbres ambientales, que generarían nuevas falsas expectativas condicionando la interacción futura.
Los avances tecnológicos y de productividad de las energías renovables serán otra variable relevante para la evolución de la transición verde. Los costos de la energía solar han caído significativamente, y actualmente es competitiva con el carbón en algunas partes del mundo, pero aún no se ha demostrado que pueda alimentar las industrias a gran escala (Harrabin, 2015).
El desafío del sistema internacional para la reducción de las emisiones de efecto invernadero no culminará con esta cumbre sino que continuará siendo llevado a cabo en sucesivas rondas de negociaciones posteriores. Si bien la cumbre de París constituye un momento clave para que se materialice el cambio de posición que ha impregnado las negociaciones respecto a la reducción de emisiones - constituyéndose así en un símil de lo que fue la Cumbre de Río en 1992 -, basándose en los compromisos hasta ahora presentados, no será posible que los mismos efectuados satisfagan el objetivo de reducir el aumento de temperatura global a 2°C. Sin embargo, según los expertos sería positivo alcanzar mediante las contribuciones voluntarias de los Estados una reducción del 50% de las necesarias para lograr el objetivo de limitar la suba a 2°C - objetivo alcanzable si los países que restan presentar sus contribuciones nacionales los realizan al nivel de los ya presentados (Purvis, Beleny y Wolosin, 2015).
A pesar de que un aspecto claro a tener en cuenta es que los planes de compromiso nacionales deberán incrementar sus niveles de sofisticación en el futuro para lograr el objetivo estipulado por el IPCC (Hönhe, Fekete y Day, 2014), se sostiene que este panorama indica que las condiciones actuales parecen ir en la dirección de un acuerdo global que marque el rumbo a sucesivos ajustes futuros, con la difícil meta cumplir el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático.

Conclusión
Diversos problemas han surgido en el transcurso de la investigación. El análisis desarrollado muestra la importancia que merecen diferentes dinámicas de interacción interestatal en la evolución de la cooperación internacional para la toma efectiva de acciones respecto a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los diversos procesos y factores analizados han sido las restricciones para la implementación a corto plazo de las tecnologías renovables a una escala relevante en la matriz productiva global, las presiones externas y pujas internas políticas que experimentan los Estados para sostener el crecimiento y la necesidad de mantener su legitimidad, las limitaciones que han impuesto la necesidad de IED y los acuerdos comerciales, la desconfianza ante la toma de políticas que puedan afectar el poder económico relativo de los Estados en el largo plazo, los conflictos entre los países desarrollados y en desarrollo por las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el bloqueo que actores estatales y transnacionales que han considerado perjudicial a sus intereses un cambio, la emergencia de múltiples actores de relevancia en el sistema internacional que complejiza las negociaciones entre los Estados, la influencia de la opinión pública y los actores no estatales, y también factores del sistema social internacional que han impactado en la concreción de un acuerdo efectivo sobre medidas globales sustantivas frente a la crisis ambiental. Sin pretensión de exhaustividad, estos procesos implican variables que impactan en los procesos de negociación de las cumbres ambientales, que si bien han logrado progresos, no se han dado en consonancia las recomendaciones del IPCC. Pese a ello, algunos de estos procesos han presentado cambios en sus incidencias conjuntamente con la influencia de otros nuevos que han tenido efectos positivos para el reconocimiento y toma de decisiones sobre cuestiones ambientales en general.

La situación actual de la cuestión ambiental, principalmente visibilizada por la cuestión climática, se encuentra en un momento paradigmático para generar un camino factible para el cambio. Partiendo de una visión constructivista de la realidad internacional se interpreta que los procesos recientes sumados a las contribuciones nacionales hasta ahora presentadas constituyen un proceso gradual pero sostenido que indica un cambio de las posturas e intereses históricamente sostenidos por una cantidad considerable de Estados del Sistema Internacional. Sin embargo todavía no se ha dado el punto límite necesario para que la modificación de las formas de interactuar de los Estados, al respecto de la cuestión ambiental, promueva un cambio identitario que generase por su legitimidad misma una cooperación eficaz en el tema. Para lograr tendrán relevancia la evolución de los restantes compromisos presentados, el cumplimiento con los hasta ahora acordados en la futura cumbre, y las consecuencias que estos sucesos tendrán sobre las dinámicas futuras de interacción respecto a las negociaciones sobre el medio ambiente.


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