La simbiótica relación de dos arqueólogos con trayectorias divergentes y objetivos comunes en el último tercio del siglo XIX: José Ramón Mélida y Emil Hübner

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Daniel Casado Rigalt

LA SIMBIÓTICA RELACIÓN DE DOS ARQUEÓLOGOS CON TRAYECTORIAS DIVERGENTES Y OBJETIVOS COMUNES EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX. JOSÉ RAMÓN MÉLIDA Y EMIL HÜBNER

Veinticinco años lleva España asistiendo al despertar de su conciencia historiográfica en el ámbito de la arqueología. Desde diciembre de 1988 – cuando se celebró en Madrid el primer congreso internacional sobre historiografía de la arqueología y de la historia antigua en España – el interés por esta disciplina de nuevo cuño se ha ido consolidando a golpe de congresos, proyectos y publicaciones. A pesar de las limitaciones de un país que ha salido tarde al rescate de su conciencia historiográfica, en la actualidad, tal y como reconoce Gloria Mora »hemos logrado un nivel de conocimiento similar al de otros países europeos con mucha mayor tradición y recursos«1. Atrás quedan aquellas décadas de mutismo en las que apenas despertaba interés el tratamiento de temas historiográficos. Hoy, el bagaje de publicaciones es lo suficientemente sólido como para emprender nuevos estudios con respaldo bibliográfico sobre el que cimentar cualquier iniciativa científica. Biografías de arqueólogos, estudio y excavación de yacimientos a través del tiempo y evolución histórica de instituciones arqueológico-culturales son temáticas recurrentes en la literatura científica. Sin embargo, en medio del fragor historiográfico se echan en falta comparativas biográficas que aporten luz sobre el contexto objeto de estudio. En el presente artículo se traza un estudio paralelo de dos personajes (Emil Hübner y José Ramón Mélida) representativos de una época: el último tercio del siglo  XIX. El alemán Emil Hübner y el español José Ramón Mélida representan dos perfiles de arqueólogos diferentes, pertenecientes a generaciones y procedencias distintas y con itinerarios profesionales divergentes; pero sus trayectorias convergen en algunos aspectos esenciales que merecen ser interpretados. De sus diferencias y semejanzas se infieren conclusiones que arrojan luz no solo sobre el período objeto de estudio (1870–1901) sino sobre las circunstancias que condicionaron el desarrollo de la arqueología española en décadas previas y posteriores. Una reflexión crítica en sintonía con la afirmación, en forma de reto, de que »aún hacen falta estudios bio-bibliográficos que reúnan y presenten, bien contrastados, todos los materiales referentes a los protagonistas«2. Se pretende ahondar en cómo interactuaron ambos, y de qué manera superaron o convivieron 1 2

Mora 2005, 16. Mora 2005, 15.

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con las limitaciones impuestas por la época, las instituciones o las relaciones personales. El desafío lleva implícita una exigencia: dejar atrás las biografías unidireccionales y nacionales; en sintonía con las palabras de Ricardo Olmos cuando reivindicó a principios de los años noventa que »la historia de la arqueología y la historia antigua en España no debería solo juzgarse desde la visión española sino que requeriría un contraste con la visión foránea«3. El mismo autor extendió su demanda hacia la búsqueda de una biografía crítica »que ha quedado notablemente relegada a un plano secundario«4. El presente estudio pretende realzar el porqué de los acontecimientos y decisiones que jalonaron la arqueología española del último tercio del XIX, poniendo en valor no solo lo que ocurrió sino lo que pudo ocurrir de haberse dado otros condicionantes. Un análisis en negativo que pondere aquellas circunstancias que han pasado desapercibidas, a través de la mirada crítica sobre dos arqueólogos representativos de las tres últimas décadas del siglo XIX. En este caso, poniendo el énfasis en la contribución alemana, a través de la figura de Hübner, a la arqueología española5. Las figuras de Hübner y Mélida han sido inspiradoras, hasta la fecha, de diversas publicaciones y eventos científicos. El más reciente, el coloquio conmemorativo del nacimiento de Hübner, celebrado en la Real Academia de la Historia en noviembre de 2008, cuyas actas6 verán la luz próximamente. Tanto Hübner como Mélida pertenecían a un estrato social alto burgués integrado en el academicismo. Compartían además un código genético con predisposición al cultivo de las artes plásticas. Hübner era hijo del pintor Julius Hübner y tenía familiares dedicados a la docencia de las Bellas Artes; mientras Mélida contaba con un árbol genealógico nutrido de artistas7. Su madre Leonor Alinari procedía de una familia florentina de reconocido prestigio en el ámbito artístico, que favoreció las aptitudes artísticas de dos de los hermanos de José Ramón Mélida: Enrique Mélida (pintor) y Arturo Mélida (arquitecto, escultor y decorador). Ambos, especialmente Hübner, contemplaron el paso de un contexto posromántico a uno de corte realista-positivista, circunstancia que apenas dejó huella en sus trayectorias profesionales. La formación académica que recibieron Hübner y Mélida evidencia que a pesar de la distancia generacional entre ambos (Hübner nació en 1834 y Mélida en 1856), ni siquiera esas dos décadas de diferencia equipararon la formación de los futuros arqueólogos españoles respecto a la formación académica impartida entre los arqueólogos alemanes. Un alumno del instituto alemán de secundaria (Gymnasium Christianeum) tenía ya un primer contacto con el legado de las culturas clásicas, la lengua latina y la lengua griega con apenas 10  años. El Gymnasium tenía un perfil educativo netamente humanista y en él prevalecía el estudio de los clásicos. De hecho, durante todo el siglo XIX los profesores del Gymnasium se llamaron genéricamente filólogos8. Hübner, en concreto, se formó en el Gymnasium de Dresde, antes de acceder a la Universidad de Berlín, donde cursó estudios entre los 17 y los 21 años. Allí se formó con eminentes profesores como Ernst Curtius, August Boeckh o Karl Lepsius. Con 3 4 5 6 7 8

Olmos 1991, 12. Olmos 1991, 12. Blech 2002; Blech 2014. en prensa. Casado Rigalt 2006a, 21–28; Casado Rigalt 2006b. Müller de Ceballos 1995/1996, 173.

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apenas 21  años ya era doctor por la Universidad de Bonn con una tesis filológica dirigida por Friedrich Ritschl, formación que completó con una estancia en Sicilia entre 1856 y 1858, donde se curtió como epigrafista al calor de la experiencia del italiano Bartolomeo Borghesi9, que se encontraba en la curva final de su vida: Borghesi murió en 1860. La trayectoria académica de Mélida en sus años de formación difiere notablemente de la de Hübner. Mélida recibió la formación académica juvenil derivada de la Ley de Instrucción Pública, promulgada por Claudio Moyano Samaniego en septiembre de 185710. Durante la llamada segunda enseñanza Mélida sí cursó latín y griego, además de historia universal y geografía11, pero no fue hasta la llamada tercera enseñanza (tal como reza la Ley de Instrucción Pública del 9 de septiembre de 1857) cuando Mélida obtendría conocimientos teóricos relacionados con el ámbito de la arqueología. Tras la Ley Moyano de 1857, únicamente se había contemplado la apertura de seis facultades, que eran la antesala académica de las llamadas enseñanzas superiores. La que más se aproximaba a los estudios de tipo humanístico-arqueológico era la de Filosofía y Letras, cuyo desglose de diez asignaturas incluía literatura, lengua, filosofía e historia. Entre 1862 y 1866 los alumnos se vieron obligados a cursar Filosofía y Letras para acceder a la Escuela Superior de Diplomática, pero cuando Mélida accedió a la Escuela en 1873, con 17 años, únicamente debía contar con el título de Bachiller en Artes12, que se obtenía en la llamada ›segunda enseñanza‹ tras aprobar un examen que coronaba los seis años de estudios generales que abarcaba la segunda enseñanza. Fue pues en la Escuela Superior de Diplomática – englobada en la Ley Moyano dentro del capítulo II, epígrafe »de las enseñanzas superiores«, artículo 59 – donde Mélida recibiría los primeros conocimientos específicos del ámbito arqueológico. El plan incluía las asignaturas de Arqueología y Numismática; Paleografía, Latín, Aljamía (escritura con caracteres árabes), Bibliografía, Historia de España en los tiempos medios y Ejercicios Prácticos. Según consta en los expedientes, no fue Mélida un alumno aventajado en su primer curso en la Escuela, donde su rendimiento fue discreto13. De forma global, podría concluirse que la tradición anticuaria pesó más en la formación recibida por Mélida en la Escuela Superior de Diplomática, en comparación con un perfil más técnico en el caso de la enseñanza recibida por Hübner. Ante la ausencia de un título universitario de Arqueología, la Escuela de Diplomática – que en cierto modo recogía el testigo de las efímeros intentos de Basilio Sebastián Castellanos de Losada por fundar cátedras de arqueología a mediados del XIX14 – ejerció entonces de centro de instrucción oficial para futuros arqueólogos, archiveros y anticuarios; un centro de adiestramiento encargado de formar funcionarios para las bibliotecas, archivos y museos estatales. Eso explica que Mélida no pasara por la universidad en sus años de formación, circunstancia que compensó con su ingreso en la Escuela Superior de Diplomática, donde forjó su carrera de funcionario y en los que la »Arqueología conservó un valor anticuario y

Mayer 2005, 65. Moyano Samaniego 1857. 11 Casado Rigalt 2006a, 28. 12 Romero Recio 2006, 600. 13 Romero Recio 2006, 600. 14 Luzón 1995, 2; Romero Recio 2006, 581; Maier Allende 2008, 175. 9

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artístico hasta el final«15. Sin embargo, sí pagó un alto tributo desde el punto de vista curricular: no realizó tesis doctoral alguna. Paradójicamente, Mélida dirigiría años más tarde (principios de los años veinte) la tesis doctoral de Blas Taracena bajo el título »La cerámica ibérica de Numancia«, pero la tardía incorporación de la arqueología a la universidad española en 1900 – cuando la Escuela Superior de Diplomática fue absorbida por la Universidad Central16 – le impidió doctorarse. A falta de una ›arqueología universitaria‹, Mélida ejerció de docente en las cátedras del Ateneo17, siendo éste uno de los espacios de debate arqueológico más activos en los años ochenta y noventa del siglo XIX. Bien distinta es la trayectoria de Hübner, que con 21 años leyó su tesis doctoral sobre filología18 y en 1859, con 25 años, presentó su tesis de habilitación sobre »De senatus populique Romani actis«. Cuando Hübner llevó a cabo su primer viaje a España en 1860 contaba con dos tesis doctorales, momento en el que el sistema universitario español ni siquiera contemplaba estudios doctorales en arqueología. Bien es cierto que la formación académica y doctoral de Hübner se circunscribía al área filológico-epigráfica pero su conocimiento del mundo clásico rebasaba las posibilidades de cualquier alumno español, que hasta octubre de 1856 (cuando se creó, por Real Decreto, la Escuela Superior de Diplomática) no tuvieron siquiera la opción de cursar estudios arqueológicos. El propio Hübner se hizo eco de las carencias formativas de los arqueólogos españoles, limitados en las discusiones críticas, en conocimientos de latín y griego, en epigrafía, en numismática o en fuentes bibliográficas foráneas; al tiempo que subrayaba los excesos retóricos y literarios de los científicos españoles19. El alemán lamentaba la escasa crítica histórica frente a un exceso de artificios retóricos típicamente decimonónicos. En España tardó en mitigarse ese patriotismo que avalaba y legitimaba la cultura nacional frente a una cultura burguesa alemana o francesa con una vertiente más filosófica y científica. Otra de las evidencias más reveladoras sobre la distancia académica que medió entre Mélida y Hübner fue el desigual dominio de los idiomas. Hübner hablaba – al menos – alemán, inglés, español, francés y latín; Mélida hablaba español, francés y algo de latín. Sin duda alguna, la diferencia entre estructuras académicas ponía en evidencia el retraso español frente a Alemania. Hübner había logrado alcanzar la categoría de profesor auxiliar en 1863 y la de profesor numerario (equivalente a la figura de catedrático en España) en 1870. Es decir, tenía 36 años cuando consiguió la cátedra. Mélida, sin embargo, no alcanzó la cátedra de Arqueología de la Universidad Central de Madrid hasta los 55 años. El primer motivo cabe atribuirlo a la tardía incorporación de la Arqueología a la Universidad, en 1900, lo que provocó una escasísima oferta de cátedras. Éstas estaban acaparadas por influyentes personajes de la vida política y cultural como Juan Catalina García, que taponaba el ascenso de Mélida, contribuyendo a una instrucción universitaria deficiente, un sistema de oposiciones tendente al amaño y la corrupción con tribunales de dudosa capacidad científica; y unos planes de estudio desactualizados20. Además, solo había una cátedra de Arqueología (fig. 1). Mientras en países como Alemania o Francia se consolidaban cuerpos de historiadores funcionarios nutridos por 15 16 17 18 19 20

Pasamar Alzuria – Peiró Martín 1991, 74. Espadas Burgos 2000, 28. Gómez Alfeo 1997, 538; Romero Recio 2006, 582. Titulada »Quaestiones onomatologicae latinae«. Luzón 1995, 4. Rodríguez Oliva 1991, 104; Casado Rigalt 2006a, 334.

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Fig. 1  Juan Catalina García, cuya presencia en la universidad representa la injerencia de los poderes fácticos en el mundo académico.

archiveros, bibliotecarios y profesores universitarios; en España, el número y aportación de los profesores fue muy reducida, tardía y limitada21. Como afirma Ignacio Peiró Martín »el estado español se hizo historiador, a diferencia de lo ocurrido en el caso prusiano o francés, donde las cátedras universitarias constituyeron un espacio importante para el desarrollo del academicismo historiográfico«22. Otra de las diferencias más notables entre la formación académica de Hübner y la de Mélida tiene que ver con el capítulo de becas y estancias en el extranjero. El alemán conoció de primera mano museos, archivos, bibliotecas y yacimientos arqueológicos de Italia, Francia, Alemania, España y Portugal entre 1858 y 1861, antes de cumplir los 30 años23. Antes de su primer viaje a España en febrero de 1860, Hübner tuvo la ocasión de pasar por París para consultar libros y manuscritos en bibliotecas de dicha ciudad (Biblioteca Imperial y Biblioteca del Institute de France), donde estrechó lazos con el conservador francés Adrian de Longperier, 21 22 23

Casado Rigalt 2006a, 336. Peiró Martín 2006, 33. Stylow – Gimeno 2004, 333.

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a quien Mélida incluiría más tarde en la nómina de historiadores que representaban la »nueva tendencia positiva de la ciencia«24. Hübner precedió a Mélida en su experiencia parisina, que ambos acometieron con idéntica edad: 26 años. El alemán transitó las bibliotecas parisinas en febrero de 186025 y Mélida hizo lo propio en 188326. Es de suponer que Hübner visitó bibliotecas francesas para su confección del volumen del CIL correspondiente a Hispania y así compensar las limitaciones de bibliografía española en temas epigráficos. El germano hizo el viaje a París casi en calidad de emisario de Mommsen, que debió de orientarlo en su andadura museística europea. Las visitas de Hübner a Mommsen en su período de preparación berlinesa (1858–1860) debieron de ser muy frecuentes. Hübner ya se había preparado en Italia entre 1856 y 1858 al lado de Bartolomeo Borghesi, en unos años en los que era más habitual viajar a Italia que a Francia, para los que se dedicaban a asuntos de culturas clásicas, pero Hübner conoció de primera mano museos de los dos países. Como afirmó Tormo hace siete décadas »lo traía todo bien leído y bien anotado, antes de pisar la tierra española«27. Mélida, sin embargo, apenas tuvo la oportunidad de visitar o conocer otros países, a excepción de una beca de dos meses en París, cuando tenía 27 años28; y un viaje al Mediterráneo Oriental promovido por el gobierno francés, cuando tenía 42 años29. En España la política de becas de formación en el extranjero no se generalizaría hasta 1907, con la Junta de Ampliación de Estudios30, cuando Mélida tenía ya 50 años. La generación siguiente, sin embargo, ya pudo disfrutar de la política de becas ofertada por las instituciones españolas. Dos de los investigadores que formaron parte de la primera generación de becarios en Alemania fueron Antonio García Bellido, ›heredero‹ de la cátedra de Arqueología de la Universidad Central, al morir el propio Mélida31; y el catalán Pedro Bosch-Gimpera32. El respaldo institucional de Hübner en sus años de formación difiere mucho de las escasas oportunidades que tuvo la generación de Mélida. Eso explica un mayor componente autodidacta en la formación de Mélida, en línea con el perfil de historiador restauracionista33, sumado a la endeble tradición bibliográfica española en publicaciones arqueológicas. Hübner sí tuvo una trayectoria académica más internacional, más sólida y más pautada. Otra diferencia notable advertida entre Mélida y Hübner tiene que ver con sus maestros, capítulo en el que queda patente la desigual categoría de los mismos. Entre los maestros de Hübner se cuentan el filólogo Friedrich Ritschl y Theodor Mommsen34, mientras que Juan de Dios de Rada y Delgado (fig. 2) y Manuel de Assas35 encabezan la nómina de maestros con los que contó Mélida en su etapa de formación36. La distancia de prestigio y solidez académica entre Mommsen y Ritschl, por un lado, y los españoles Manuel de Assas y Juan de Dios de 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36

Casado Rigalt 2006a, 37. Mayer 2005, 67. Casado Rigalt 2006a, 58–62. Tormo 1947, 498. Casado Rigalt 2006a, 58–62. Casado Rigalt 2006a, 103–106. Peiró Martín 2006, 199. Arce 1991, 210. Cortadella Morral 1991. Peiró Martín 2006, 117. Mayer 2005. Vidal 2013b. Casado Rigalt 2006a, 32–43.

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Fig. 2  Juan de Dios de Rada y Delgado, uno de los maestros de Mélida en sus años de formación académica.

Rada y Delgado, por el otro, es sideral. Mommsen fue Premio Nobel de Literatura en 1902, filólogo de prestigio e indiscutible motor del CIL37; mientras que Assas y Rada no alcanzaron jamás el más mínimo atisbo de prestigio internacional. Rada y Assas redactaron dos programas de la asignatura de Arqueología en 1860 y 1875 respectivamente38 en la Escuela Superior de Diplomática. Ambos representaban la enseñanza oficial de la época en el ámbito históricoarqueológico, pero ninguno de los dos destacó como investigador. Ambas estaban en sintonía con esa ›arqueología monumental‹ de corte artístico-contemplativo, todavía distanciada de esa vertiente investigadora que ya se estilaba en la Alemania de tiempos de Hübner. Respecto a los procedimientos laborales empleados por Hübner en España cabe advertir una reflexión. Cuando el alemán vino a España tenía, más que asimilada, la dinámica del ›trabajo en equipo‹, siguiendo la tradición prusiana de obras colectivas que habían arrancado en las primeras décadas del XIX39. En España, lo más parecido a estas ›dinámicas de grupo‹ fueron las Comisiones Provinciales de Monumentos que, desde 1844, actuaron en el marco de la Real Academia de la Historia. Por estas comisiones de trabajo desfilaron clérigos, abogados, 37 38 39

Rodríguez de Berlanga 1904, 357–378; Alföldy 2005, 153–160. Romero Recio 2006, 591. Peiró Martín 2006, 65.

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médicos, militares, profesores, políticos, etc., diletantes de todo todo tipo de condición que llevaron a cabo una práctica cultural integral sobre la que se cimentó la cultura académica decimonónica. Pero evidentemente este formato de participación colectiva no llegaba al nivel de profesionalización y especialización estilado en la Alemania de la segunda mitad del XIX. Una de las características que más distingue a Hübner y Mélida es su condición laboral. El alemán, que logró en 1870 la cátedra de Filología Clásica en la Universidad Humboldt de Berlín, nunca se desvinculó de la universidad alemana, a la cual se debía profesionalmente. Pasó largas temporadas en España, de forma intermitente, con objeto de documentar y procesar información epigráfica latina de la Península Ibérica para la confección del volumen del Corpus Inscriptionum Latinarum correspondiente a Hispania. España se convirtió en el escenario científico en el que Hübner desarrolló su misión arqueológica prioritaria, pero no era funcionario español, como Mélida. El vínculo de Hübner con la arqueología española era estrictamente científico, mas no laboral. Todo lo contrario que Mélida, integrado en el organigrama funcionarial del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, lo que le obligaba a un compromiso laboral y obligaciones derivadas de los distintos puestos que ocupó. Desde el punto de vista institucional, el principal punto de encuentro o convergencia entre Hübner y Mélida fue la Real Academia de la Historia, que el alemán visitó por primera vez a finales de 1860 cuando el madrileño era apenas un niño. Fue en su primer viaje a Hispania, tras pasar dos años en Sicilia e Italia formándose como especialista en epigrafía a las órdenes de Bartolomeo Borguesi40. El año que cambió para siempre el rumbo de la trayectoria profesional de Hübner fue 1858, cuando Theodor Mommsen, en nombre de la Academia Prusiana, le encomendó la edición del volumen del CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum) correspondiente a Hispania. Con la asunción del proyecto del CIL por parte de Alemania, la Academia Prusiana le había tomado la delantera a la Academie des Inscriptions et de Belles Lettres, que venía contemplando la posibilidad de acometer un proyecto similar41. Tras recibir el ambicioso encargo, Hübner compatibilizó la preparación de su tesis de habilitación, defendida en 1859, con los trabajos bibliográficos preparativos básicos para el Corpus. Recorrió bibliotecas y archivos de Alemania, Francia e Italia antes de viajar a España, donde estuvo entre marzo de 1860 y octubre de 186142. Se trataba de un viaje arqueológicoepigráfico por la Península Ibérica que le llevó a recorrer Cataluña, Madrid, Andalucía, Extremadura, Levante, Baleares, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Asturias, Galicia y Aragón43. El alemán pertenecía al ámbito universitario alemán, estamento al que, en buena lógica, debería haber recurrido en su viaje epigráfico a la Península Ibérica. Pero en aquellos tiempos lejanos de la década de 1860’, con una universidad en la que no había cabida para los estudios arqueológicos, los mejores conocedores de la arqueología, en general, y de la epigrafía latina, en particular, pertenecían al entorno de las reales academias. Hübner percibió pronto la importancia de estrechar vínculos con la Real Academia de la Historia, que contaba entre su nómina de académicos con consagrados epigrafistas como Aureliano Fernández-Guerra (fig. 3), Pascual de Gayangos y Antonio Delgado, con quien »debió de mantener estrechos contactos desde

40 41 42 43

Stylow – Gimeno 2004, 333. Marco Simón 2005, 18. Stylow – Gimeno 2004, 334. Stylow – Gimeno 2004, 334–336.

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Fig. 3  Aureliano Fernández Guerra, epigrafista español con quien mantuvo un estrecho contacto Emil Hübner en sus estancias españolas.

sus primeras etapas en España«44. Durante su primer viaje a la Península Ibérica, en 1860, Hübner contó con el viento a favor de las reflotadas comisiones provinciales, que tras años de inactividad, renacieron en 1857 gracias a que las dos reales academias de referencia – Real Academia de la Historia y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando –, delegando en ellas la Comisión Central con el argumento de que los académicos estaban mejor capacitados que los burócratas ministeriales45. Cabe suponer que la renovada ilusión de correspondientes, corresponsales e informantes facilitó las tareas recopilatorias de Hübner en su primer viaje, coincidiendo con la puesta en marcha de algunas excavaciones arqueológicas46. Las reales academias españolas – inspiradas en el modelo francés47 – eran entonces escenario de gestación de proyectos e iniciativas en el entorno arqueológico-epigráfico español y acaparaban gran parte del protagonismo artístico-arqueológico de la época. Tanto es así que el 44 45 46 47

Almagro Gorbea 2003, 67. Rodríguez Oliva 2005, 92–95. López Trujillo 2004, 366. Mora 1997, 36.

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Fig. 4  Real Academia de la Historia, la institución que sirvió a Hübner como plataforma de contacto con historiadores, arqueólogos y epigrafistas en España.

proyecto alemán del volumen hispánico del CIL ya había sido planteado en la Real Academia de la Historia durante el siglo XVIII48. Hübner, que retomó un proyecto no cristalizado décadas atrás, era consciente de la idoneidad de acercarse a los resortes del poder para entrar en contacto con el entorno académico. Eso implicaba estar más próximo al círculo de coleccionistas, eruditos, mecenas y anticuarios españoles del momento. En definitiva, una fórmula de integración »en un circuito común de información y trasvase de conocimientos«49. Hübner percibió desde el principio la importancia de incorporarse a la red de contactos y corresponsales surgida al calor de las dos reales academias más activas en cuestiones artístico-arqueológicas: Real Academia de la Historia (fig. 4) y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (fig. 5). Especialmente la primera le iba a proporcionar una plataforma de arranque para establecer contactos, sinergias y enlaces que se revelaron esenciales en sus tareas investigadoras tanto de piezas epigráficas conocidas y publicadas como de aquellas inéditas o, incluso, calcos o vaciados que se custodiaban en los fondos. El mismo Hübner reconoció la importancia de contar con una red de amistades e informantes que le nutrían de información50. En la Academia conocería a la nueva burguesía intelectual que comenzaba a emplear nuevas metodologías para aplicarlas al conocimiento de la Historia51. Otra circunstancia que favoreció la integración de Hübner en los circuitos

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Mora – Tortosa 1997, 191; Stylow – Gimeno 2004, 338. Mora 1997, 42. Mayer 2005, 66. Abascal – Gimeno 2000, 19.

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Fig. 5  Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una de las instituciones más activas en el ámbito artístico-arqueológico español durante la segunda mitad del XIX.

de información arqueológico-epigráfica fue su predisposición a interactuar con personas de distintos ámbitos, así como su sociabilidad52. Mélida y Hübner – que participaron del ambiente aristocrático que reinaba en los salones de la Real Academia de la Historia – contemplaron la cercanía a los círculos de poder como un medio y no como un fin. Su prioridad era la arqueología, por encima de la socialización con personajes influyentes y el boato académico que destilaban las Reales Academias. Durante 52

Mayer 2005, 65.

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sus estancias en Madrid, Hübner debió de frecuentar la biblioteca de la Real Academia de la Historia, donde empleó las fichas de la Colección Lithologica, reunida por otros académicos como Fernández Guerra53. Los lazos de unión se convirtieron en una útil vía de creación de sinergias desde que en 1867 la Academia empezó a nombrar como Académicos Honorarios Extranjeros a diferentes personalidades con aportación a la historia de la Península Ibérica. A esta primera lista pertenecían alemanes ilustres como Mommsen y Hübner, entre otros54. Como reconoce Martín Almagro Gorbea »Hübner contó con el apoyo brindado por diversos miembros de la Academia, que ya habían colaborado igualmente en el CIL, y que pondrían a su disposición las ricas colecciones documentales de la Real Academia de la Historia formada desde el XVIII, más sus redes de contactos personales y su experiencia particular en estos temas«55. Los contactos de Hübner en el entorno académico se vieron potenciados, además, por un contexto favorable dominado por la multiplicación de publicaciones periódicas en el último cuarto del siglo  XIX, que ejercieron de vehículos de transmisión y difusión en el ámbito arqueológico y museológico. En esa España, conducida por los llamados ›hombres de la Restauración‹, la mayoría de las asociaciones científico-literarias y artísticas de capitales de provincia promovieron la publicación de sus propios boletines, dinamizadores indiscutibles del flujo de información en el ámbito arqueológico-epigráfico56. En la dinámica académica que conoció el alemán en España eran esenciales las Comisiones de Monumentos – creadas en 1844 para detener y regular la dispersión patrimonial que acarrearon las desamortizaciones – y al frente de las cuales había conservadores. Todas eran piezas de un engranaje administrativo y académico con las que el alemán debía estar familiarizado para conseguir la información que le hacía falta en la confección del CIL. Incluidos los alcaldes de los pueblos, que podían llegar a convertirse en informantes útiles57. La confección del volumen del CIL correspondiente a Hispania tuvo efectos colaterales beneficiosos para el patrimonio arqueológico español. Hübner logró conocer la arqueología de la Península Ibérica »a un nivel que no estaba al alcance de los estudiosos españoles«58. No solo dinamizó el interés por la epigrafía a lo largo de la geografía española, en un momento en el que disciplinas como la numismática, la epigrafía o la diplomática »pasaron a ser consideradas como ciencias auxiliares imprescincibles para ilustrar la historia nacional«59. Además, contagió su talante y procedimientos científicos a eruditos e investigadores españoles, a los que implicó además en una »cruzada epigráfica« tanto desde el punto de vista documental como en su dimensión museográfica, en un proceso de aceptación definitiva de los métodos propios del anticuario (o arqueólogo de gabinete) por parte de los historiadores académicos. No solo recabó información, que compartió en una intensa relación epistolar60 Abascal 2005, 76. Abascal 2005, 75. 55 Almagro Gorbea 2003, 67. 56 Peiró Martín 2006, 54. 57 Hernández Hernández – de Frutos Gonzáles 1997, 144. 58 Luzón 1995, 3. 59 Peiró Martín 2006, 89. 60 Actualmente el doctor Jorge Maier Allende estudia la correspondencia de Hübner con eruditos y arqueólogos españoles, conservada en la Staatsbibliothek de Berlín. La correspondencia del epigrafista alemán con arqueólogos ingleses pretende ser estudiada por el doctor Daniel Casado Rigalt a través de un proyecto en vías de desarrollo. La referida documentación se encuentra custodiada igualmente en la Staatsbibliothek de Berlín y está asociada a la confección del CIL en su volumen correspondiente a Britannia, que fue publicado en 1873. 53 54

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Fig. 6  Carta postal de Hübner a Mélida, fechada en 1896. Archivo familiar de Victoria Mélida Ardura.

(fig. 6). Además intercambió calcos, vaciados y transcripciones con sus contactos españoles; tarea que compaginó con una labor de estímulo museológico especialmente en su segundo viaje en la década de 1880’; y con la publicación, a modo de acopio de datos, de su obra más importante: La »Arqueología de España«61. Hasta los momentos posteriores al estallido de La Gloriosa (1869) no se había producido aún la eclosión museística provincial62. Fue a partir de su segundo viaje, en la década de 1880’, cuando Hübner se encontró ya con una España que se encaminaba hacia la renovación metodológica y poblada de museos provinciales, circunstancia que facilitó los ingresos y depósitos de piezas e inscripciones en los recién creados museos. Esta faceta del ›Hübner conservador‹ entronca con Mélida y su concepción sobre el rol que debía desempeñar un museo en la sociedad, en su intento por mejorar la ciencia española, europeizándola al más puro estilo unamuniano. Según Mélida, los Museos no sólo debían cumplir una función de custodia y exposición de objetos, sino que debían despertar 61 62

Hübner 1888. Stylow – Gimeno 2004, 334.

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las inquietudes culturales del gran público, para recuperar la memoria colectiva contenida en la cultura material del pasado. Una idea que sintonizaba con el Volk herderiano63 y con esa matriz regeneradora de la ciencia española de la que participó el propio Mélida64. Cabe preguntarse en qué momento se conocieron Hübner y Mélida. Todo hace indicar que fue en 1881, en el transcurso del segundo viaje de Hübner a España65, ya que en el primer viaje del alemán a la Península Ibérica, en 1861, Mélida tenía apenas cinco años. Sin embargo, en 1881 Mélida acababa de ascender – por concurso de méritos – en el escalafón funcionarial del Museo Arqueológico Nacional, dejando atrás la condición de ›aspirante sin sueldo‹ para alcanzar la categoría de ›ayudante‹66. Siguiendo la afirmación de que Hübner viajó a Madrid en 1881 y visitó el »Museo Arqueológico Nacional (fig. 7), donde pudo comprobar ya muchos textos«67 todas las evidencias llevan a pensar que el joven Mélida, de 24 años, conoció a Hübner mientras el madrileño preparaba la publicación del catálogo oficial del museo en unos momentos en los que los ingresos de piezas, algunas de ellas del ámbito próximooriental, se sucedían68. Rada y Delgado coordinó las tareas derivadas de la publicación de este catálogo pero la labor cotidiana de inventario, catalogación y redacción de papeletas fue sin duda acometida por Mélida, »en venturosa camaradería con Fernando Díez de Tejada y Francisco Álvarez-Ossorio«69. Hübner debió de conocer las labores acometidas en el Museo, circunstancia que indudablemente aprovechó para estrechar vínculos con los funcionarios que estaban en contacto directo no solo con las piezas sino también con el historial museográfico de cada una de ellas. En ese momento debió de producirse el primer contacto entre Mélida y Hübner, a partir del cual trenzaron una relación profesional basada en la reciprocidad. Es comprensible que Mélida se convirtiera en uno de los contactos, que acabaría ejerciendo de enlace, corresponsal o informador en el Museo Arqueológico Nacional (fig. 8). De hecho, el Museo acabaría revelándose como una de las instituciones de obligada visita para Hübner en viajes posteriores, según se desprende de los datos biográficos70. La muestra evidente de que entre Hübner y Mélida existió una relación profesional lo prueba el hecho de que el 21 de abril de 1884 el madrileño fue nombrado socio correspondiente del Instituto Arqueológico del Imperio Germánico. El único contacto de Mélida con la arqueología alemana de entonces fue a través de la figura de Hübner, que a buen seguro promovió el nombramiento desde Berlín71 como agradecimiento a la prestancia y disposición de Mélida en los tres años que éste debió de facilitarle información sobre piezas, especialmente epigráficas. Idéntico nombramiento había recaído previamente sobre el epigrafista Rodríguez de Berlanga72 y el epigrafista y académico de la Historia Fidel Fita, a la sazón discípulo – en materia epigráfica – de Hübner73. De hecho, es muy probable que fuera Fita el que pusiera 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73

Casado Rigalt 2006a, 88–397. Almela Boix 2004, 262. Stylow – Gimeno 2004, 336. Casado Rigalt 2006a, 42; Casado Rigalt 2011–2013. Stylow – Gimeno 2004, 337. Vidal 2013a, 159. Castañeda 1934, 6. Stylow – Gimeno 2004, 337. Casado Rigalt 2006a, 78. Rodríguez Oliva 1991, 103. Abascal 2004, 302.

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Fig. 7  Retrato de José Ramón Mélida, procedente de la galería de retratos pertenecientes a directores del Museo Arqueológico Nacional.

en contacto a Hübner con Mélida en el entorno académico. No es difícil suponer que Fita y Hübner compartieran corresponsales provinciales (algunos pertenecientes a las comisiones provinciales de monumentos), cuya función debió de ampliarse a tareas de interlocutores, conseguidores, verificadores o exploradores, que extendían sus tentáculos de informantes. A ellos se les atribuye la tarea fundamental de proporcionar información y noticias a Fidel Fita en la sección de Noticias del Boletín de la Real Academia de la Historia. También la de facilitar datos a Hübner cuando éste recababa datos para el CIL. Ese tránsito de noticias se produjo a pesar de un deficiente servicio de correos, como reza una carta de Fita de 1874: »los correos están aquí que ni peor que en África«74. En 1881 los caminos de Hübner y Mélida no solo se cruzaron. De alguna manera se produjo una relación simbiótica que puede detectarse en la trayectoria descrita por ambos en las dos últimas décadas del XIX. Mélida y Hübner compartían su aplicación del método analítico-positivista. La catalogación (ordenación tipológica) fue el procedimiento de base para el estudio en ambos casos. Mélida se prodigó especialmente en su faceta de catalogador, 74

Abascal 2004, 302.

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Fig. 8  Fachada del Museo Arqueológico Nacional, del que fue director Mélida entre los años 1916 y 1930; imagen tomada en el año 2004.

clasificador y conservador de museos75 y Hübner debió poner en práctica métodos de trabajo lo suficientemente sistemáticos y fiables como para que su labor de recopilación de datos del CIL garantizara la consecución del proyecto76. Sobre la labor que tenía encomendada en el volumen correspondiente a Hispania, Hübner se implicó más allá de lo que era su cometido, ayudando incluso a los demás miembros del gran proyecto epigráfico77. Ambos desarrollaron métodos de trabajo encaminados hacia un paradigma de esencia positivista78. Aunque el de Mélida tuvo más influencia francesa que alemana, ambos proyectaron sobre sus trabajos la incorporación de un pensamiento organizador, dominado por los preceptos positivistas y los planteamientos racionalistas; de los que participó igualmente Hübner en sus obras sobre epigrafía. A Mélida y Hübner les unió su vocación recopiladora en un momento en el que el país necesitaba reagrupar su disperso patrimonio, golpeado por las desamortizaciones y en un contexto favorecido por la eclosión museológica de la segunda mitad del XIX. El empeño de mejora proyectado por Mélida en el campo de la catalogación se inscribe dentro de un intento generalizado por mejorar la ciencia española. De alguna manera Mélida 75 76 77 78

Casado Rigalt 2006a, 75–93. Tormo 1947, 490. Mayer 2005, 70. Casado Rigalt 2006a, 116–119.

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fue permeable a la aspiración unamuniana de europeizar España. Hübner, indirectamente, europeizó (germanizó) la epigrafía española y contribuyó a actualizar y dinamizar el corpus epigráfico rescatado del subsuelo y las colecciones españolas79. Mélida se mostró receptivo a las iniciativas gestadas en Europa (como el Corpus dirigido por Hübner), sobre todo desde que se vio inmerso en la atmósfera aperturista y europeista respirada en la Institución Libre de Enseñanza, donde se fomentaba el contacto directo con la naturaleza, los conocimientos adquiridos de las fuentes, el krausismo y el cientifismo alemán80. El epigrafista alemán fomentó la apertura de los científicos y arqueólogos españoles, cuya formación tenía profundas carencias desde el punto de vista institucional. Su contribución le valió la consideración, todavía medio siglo después de su muerte, de »fundador de la moderna arqueología hispánica« por Elías Tormo81, lo que da una idea de la profundidad de su huella como epigrafista y arqueólogo en la España del siglo XX. Hübner, desde la epigrafía, proyectó su sistematización catalogadora, que – en el caso de Mélida – se hizo patente en sus obras catalogadoras sobre ceramología de los años 1882 y 188482. Las aspiraciones sistematizadoras de Hübner y Mélida convergían en la propuesta de Rafael Altamira, que pretendía imponer una Historia que actuara como disciplina autónoma y en la que el historiador ejerciera de especialista, no de escritor. Altamira, que pertenecía a la primera generación de técnicos nacida en torno al Cuerpo Facultativo, decía que »el verdadero oficio es sencillamente observar el hecho histórico y revelar los resultados de su observación, exactamente lo mismo que hace el científico«83. Respecto a las relaciones personales de Hübner (derivadas del ámbito profesional) con el estamento científico español, procede preguntarse su actitud y disposición respecto a sus colegas españoles. Cabe plantear la dosis de colonialismo científico contenida en las actitudes de Hübner. Así como Schulten concibió (tras la muerte de Hübner) sus estudios arqueológicos desde una óptica colonialista, Hübner se mostró más integrador, simbiótico y participativo. Hübner representa uno de los tentáculos de la arqueología colonial germana que acaba implicándose con el país de destino. Sus viajes epigráficos fueron concebidos como una inmersión científica, pero también una forma de estrechar lazos con el país de acogida, en este caso España. Hübner era consciente de que había aterrizado en un país (España) que carecía de las estructuras organizativas y científicas que tenía Alemania, pero su tacto con eruditos, profesores, académicos o correspondientes le proporcionó una sintonía con sus contactos que nada tienen que ver con la aspereza, la falta de diplomacia y el argumento racial de los que hizo gala su compatriota Schulten en la primera década del siglo XX84. En términos globales, Hübner y Mélida son representativos de la situación de la arqueología hispano-germana en el último cuarto del siglo XIX. España importaba talentos (Hübner es el mejor ejemplo) que habían recibido formación académica tanto a nivel nacional como internacional. La arqueología española obtuvo provecho de esta exportación de talentos alemanes porque arqueólogos como Mélida recibieron conocimientos, de forma indirecta, y 79 80 81 82 83 84

Stylow 1995. Casado Rigalt 2006a, 398. Tormo 1947. Casado Rigalt 2006a, 76. Carreras 2000, 154 s. Schulten 2004, XVIII; Massó Carballido – Rodríguez Tajuelo 2011, 9–12.

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participaron de su experiencia. El efecto resultó beneficioso también a largo plazo, para que las generaciones venideras acortaran la enorme distancia que existía entre la formación y la trayectoria científica de arqueólogos alemanes y españoles, a pesar de que la muerte de Hübner dejó un cierto vacío en las aspiraciones alemanas por consolidar su presencia en el ámbito arqueológico español en los albores del siglo XX85. Bibliografía Abascal 2004: J. M. Abascal, Fidel Fita, en: Pioneros de la arqueología en España (del siglo XVI a 1912), Zona arqueológica 3, 2004, 299–305 Abascal 2005: J. M. Abascal, Theodor Mommsen y la Real Academia de la Historia, en: J.  Martínez-Pinna (coord.), En el centenario de Theodor Mommsen (1817–1903). Homenaje desde la Universidad Española (Malaga – Madrid 2005) 75–78 Abascal – Gimeno 2000: J. M. Abascal – H. Gimeno, Epigrafía hispánica. Catálogo del Gabinete de Antigüedades (Madrid 2000) Alföldy 2005: G.  Alföldy, Theodor Mommsen y la epigrafía romana a los cien años de su muerte, en: J. Martínez-Pinna (coord.), En el centenario de Theodor Mommsen (1817–1903). Homenaje desde la Universidad Española (Malaga – Madrid 2005) 153–169 Almagro Gorbea 2003: M. Almagro Gorbea, Epigrafía prerromana. Catálogo del Gabinete de Antigüedades (Madrid 2003) Almela Boix 2004: A. Almela Boix, José Ramón Mélida Alinari, en: Pioneros de la arqueología en España (del siglo XVI a 1912), Zona arqueológica 3, 2004, 261–268 Arce 1991: J.  Arce, A. García y Bellido y los comienzos de la Historia Antigua de España, en: J.  Arce – R. Olmos (eds.), Historiografía de la arqueología y de la historia antigua en España (siglos XVIII–XX). Congreso Internacional Madrid 13–16 de diciembre 1988 (Madrid 1991) 209–211 Blech 2002: M. Blech, La aportación de los arqueólogos alemanes a la arqueología española, en: Historiografía de la arqueología española. Las instituciones (Madrid 2002) 83–118 Blech 2014: M. Blech, Emil Hübner. Sein Werdegang bis zu seiner Berufung auf das Berliner Ordinariat, en: M. Blech – J. Maier Allende – Th. G. Schattner (coords.), Historia del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid. Geschichte der Madrider Abteilung des Deutschen Archäologischen Instituts, Faszikel 4: Emil Hübner und die Altertumswissenschaften in Hispanien, Akten des Kolloquiums in Madrid vom 19. bis 20. November 2008, IA 14, 4 (Darmstadt 2014) 57–112 Carreras Ares 2000: J. J. Carreras Ares, Razón de Historia. Estudios de Historiografía (Madrid 2000) Casado Rigalt 2006a: D. Casado Rigalt, José Ramón Mélida y la arqueología española (Madrid 2006) Casado Rigalt 2006b: D. Casado Rigalt, José Ramón Mélida, un eslabón clave entre la arqueología decimonónica de corte artístico y las nuevas líneas de investigación del siglo XX, Revista de Historiografía 5, 3, 2006, 134–151 Casado Rigalt 2011–2013: D. Casado Rigalt, Cursus honorum en el Museo Arqueológico Nacional. El ejemplo de José Ramón Mélida (1876–1930), BMusMadr 29–31, 2011–2013, 235–270 Castañeda 1934: V. Castañeda, El Excmo. Sr. D. José Ramón Mélida (necrología), BAcRHist 104, 1934, 4–12 Cortadella Morral 1991: J. Cortadella Morral, La formación académica de Bosch-Gimpera. De la filología griega a la protohistoria peninsular, en: J.  Arce – R. Olmos (eds.), Historiografía de la arqueología y de la historia antigua en España (siglos XVIII–XX). Congreso Internacional Madrid 13–16 de diciembre 1988 (Madrid 1991) 161–166 Espadas Burgos 2000: M.  Espadas Burgos, La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. Un Guadiana junto al Tíber (Madrid 2000) Gómez Alfeo 1997: M. V. Gómez Alfeo, Visión de la arqueología en la prensa española en el primer tercio de siglo, en: G. Mora – M. Díaz-Andreu (eds.), La cristalización del pasado. Génesis y desarrollo del marco institucional de la Arqueología en España. II Congreso de Historiografía de la Arqueología en España (siglos XVIII a XX) Madrid 27–29 noviembre 1995 (Málaga 1997) 537–544 Gran-Aymerich 2001: E. Gran-Aymerich, El nacimiento de la arqueología moderna (1798–1945) (Zaragoza 2001) 85

Gran-Aymerich 2001, 404.

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Zusammenfassung – Resumen – Summary Zwischen der deutschen und spanischen Archäologie der 2. Hälfte des 19. Jahrhunderts besteht eine beträchtliche Distanz sowohl auf akademischem als auch wissenschaftlichem Niveau. Dennoch half der Kontakt zwischen den Archäologen beider Länder, diese Distanz zu verringern. Ein besonders gutes Beispiel ist die professionelle Beziehung zwischen Emil Hübner und José Ramón Mélida, zwei der bedeutendsten Archäologen des letzten Drittels des 19. Jahrhunderts, die im Laufe ihres Werdegangs, trotz unterschiedlicher Generationen, den entsprechenden wissenschaftlichen Zugang zueinander fanden, um die spanische Archäologie dieser Zeit voranzubringen. Durch Hübners Einfluss integrierten sich zahlreiche deutsche Forscher in die akademischen und musealen Strukturen Spaniens, erlangten so Zugang zu den Sammlungen und Fundplätzen und brachten wiederum Spanien das wissenschaftlichtechnische Know-how. Schlagworte: Archäologie – Historiographie – Hübner – Mélida – Königlich-Spanische Akademie für Geschichte (Spanien) – Archäologisches Nationalmuseum (Spanien) – Corpus Inscriptionum Latinarum – Theodor Mommsen Entre la arqueología alemana y española de la segunda mitad del XIX media una considerable distancia tanto a nivel académico como científico. Sin embargo, los contactos entablados entre arqueólogos de ambos países contribuyeron a acortar esa distancia. Buen ejemplo es la relación profesional de Emil Hübner y José Ramón Mélida, dos de los arqueólogos más representativos del último tercio del siglo  XIX y cuyas trayectorias, a pesar de la diferencia generacional, contienen las claves necesarias para calibrar la arqueología española del momento. España importó el talento científico-técnico germano gracias a que investigadores de la talla de Hübner se integraron en las estructuras academicistas y museológicas españolas, logrando así el acceso a colecciones y yacimientos arqueológicos. Palabras clave: Arqueología – Historiografía – Hübner – Mélida – Real Academia de la Historia – Museo Arqueológico Nacional – Corpus Inscriptionum Latinarum – Theodor Mommsen Between the German and Spanish Archaeology of the second half of the 19th century, there is a considerable distance on both academic and scientific levels.

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Nevertheless, the contact between archeologists of both countries helped to shorten this distance. One good example is the professional relationship between Emil Hübner and José Ramón Mélida, two of the most representative archeologists of the last third of the 19th century, and whose paths, in spite of the generational gap, contain the necessary keys to assess the Spanish Archaeology of the moment. Spain imported the German scientific and technical talent due to the fact that investigators of Hübner’s stature joined the Spanish academic and museological structures, therefore gaining access to collections and archaeological sites. Keywords: Archaeology – Historiography – Hübner – Mélida – Royal Academy of History (Spain) – National Archaeological Museum (Spain) – Corpus Inscriptionum Latinarum – Theodor Mommsen

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