LA SEXTA EXTINCION

June 7, 2017 | Autor: Marc Furió | Categoría: Mass extinctions, Global ecological crisis
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Descripción

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LA SEXTA EXTINCION El desastre ecológico más sigiloso e impactante Un meteorito que surca el cielo, un impacto hollywoodiense, el consiguiente invierno nuclear... y los dinosaurios se extinguen entre brumas. Esto es lo que se visualiza al pensar en extinciones masivas, en cambios fatales en el planeta. La realidad es menos espectacular, pero igualmente catastrófica. ace unas décadas, cientos de delfines chinos de río (Lipotes vexillífer), también llamados baijis, aún nadaban en el Yangtsé, donde eran una especie endémica. Según contaba la leyenda local, era la reencarnación de una princesa ahogada. En el año 2007 se avistó por última vez un ejemplar vivo. Probablemente, ese solitario baiji fue el último de los suyos, a pesar de que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) todavía incluye al baiji en la categoría «en estado crítico de extinción» porque, antes de declarar oficialmente su extinción, el protocolo exige dejar pasar un tiempo prudencial y constatar que no queda ningún individuo vivo. Desgraciadamente, este no es un caso aislado. Hasta llegar a su estado actual, el delfín chino de río ha pasado sucesivas etapas previas, como en las que ahora se encuentran en España el lince ibérico (Lynx pardinus), en Brasil el guacamayo de Spix (Cyanopsitta spixii) y en Cuba el almiquí (Solenodon cubanus), por citar algunos de los casos más conocidos. Es un patrón de declive progresivo, que se repite en cientos de especies animales y vegetales de todo el mundo, y que cuentan cada vez con poblaciones más escasas. Algunas hace años que no han sido vistas por ningún ser humano y si no se han extinguido oficialmente, ya lo están de forma virtual.

H

DE LA ABUNDANCIA A LA INEVITABLE ESCASEZ La ciencia ha descrito alrededor de un millón y medio de especies de seres vivos en nuestro planeta. El número exacto que puedan llegar a existir se

desconoce, aunque las últimas estimaciones apuntan a un total aproximado de nueve millones. Zoólogos, botánicos, micólogos y microbiólogos de todo el mundo descubren y describen nuevas formas de vida a diario, a un ritmo de unas 15.000 al año. La apabullante biodiversidad con la que cuenta la Tierra ofrece una falsa sensación de seguridad y sirve de justificación a muchos países para evitar dar prioridad a políticas eficientes encaminadas a la conservación, porque creen que puede ir en detrimento de su crecimiento económico más inmediato. Después de todo, la pérdida de «unas cuantas» especies al año no parece suponer un daño irreparable, dado que la extinción es un proceso natural que ha existido siempre y que, a largo plazo, queda compensado con la aparición de otras nuevas mediante procesos evolutivos. Ahora bien, el escenario que proporcionan los datos científicos desmiente ese supuesto y muestra una realidad preocupante.

PALEONTOLOGíA, TESTIGO CLAVE El estudio de los fósiles proporciona, en primer lugar, datos fiables para algunos grupos en términos de diversidad morfológica de especies y tasa de extinción (es decir, velocidad), que permite la comparación con las observaciones actuales. Por otro lado, la paleontología es la disciplina científica que ha constatado varios episodios de extinción masiva a lo largo de la historia de la Tierra -cinco de ellos ya en presencia de organismos pluricelulares- y es, por ello, la más autorizada para determinar si la situación actual puede o no optar a ser la sexta, y si es excepcional o no.

LA fOTO DEL ADIÓS En 1988 este delfín del Yangtsé, llamado Oi-Oi, fue fotografiado por el Instituto de Hidrobiología Wuhan, en China. Como cualquier especie endémica -es decir, cuya distribución está restringida a una pequeña área geográficatenía pocas oportunidades una vez su medio, el gran río, se convirtió en arteria indispensable del comercio de la nueva China.

LAS SEIS GRANDES EXTINCIONES DE LA HISTORIA Pérdida de géneros y especies

Evento de extinción masiva

Final de evento

Ordovícico

443

1.900.000 a 3.300.000

57% géneros 86% especies

0,2 - 0,4

Periodo glacial-interglacial. Cambio químico en aguas y atmósfera. Secuestro de COz'

Devónico

359

2.000.000 a 29.000.000

35% géneros 75% especies

0,02 - 0,3

Enfriamiento global por descenso de caz. Anoxia (falta de oxígeno) en los fondos marinos. Posible impacto meteorítico.

Pérmico

251

160.000 a 2.800.000

56% géneros 96% especies

0,4 - 10

Vulcanismo siberiano~ Calentamiento global. Expansión de aguas marinas anóxicas. Altas concentraciones de HzS y caz en medios marinos y terrestres. Posible impacto meteorítico.

Triásico

200

600.000 a 8.300.000

47% géneros 80% especies

0,1 - 2

Alta actividad volcánica en la provincia magmática del Atlántico central Alta concentración atmosférica de caz.

Cretácico

65

1 a 2.500.000

40% géneros 76% especies

0,3 - 100.000

Impacto' meteorítico. Enfriamiento global. Acidificación de aguas. Interrupción de energía solar en circulación.

7 - 700

Actividad humana y derivados. Fragmentación de hábitats. Ganadería, pesca y agricultura intensiva. Contaminación de agua, aire y suelo. Eutrofización y acidificación de aguas. Globalización biológica. Cambio climático por aumento de caz, saz y CH 4 en atmósfera.

Holoceno

(Millones de años atrás)

o

Duración (años)

En curso

Después de todo, podría tratarse de una «extinción de fondo», menos inensa, similar al ritmo promediado de la inexorable desaparición de especies. Esta es la situación opuesta a la «extinción masiva», y tiene lugar cuando las condiciones del mundo mantienen una cierta estabilidad en su conjunto.

STRES CONDICIONES Pues bien, desde esa óptica paleontológica, para que una pérdida de biodiversidad se salga de lo cotidiano y se considere una «extinción masiva», deben cumplirse tres condiciones. La primera es que, geográficamente, tenga lugar a escala planetaria y repercuta en todos los ecosistemas. La segunda es que, en alcance -o magnitud-, afecte a un mínimo del 75 por ciento (o sea, 3 de cada 4) de las especies que vivían en el momento en el que empieza. Por último, la duración del evento de extinción debe transcurrir en un breve lapso de tiempo... a escala geológica. Esto, a efectos prácticos, puede significar un par de millones de años, aunque el análisis de los registros anteriores indica que el

Desconocido

Tasa de extinción

Posibles causas

(Especies por cada millón por año, E/MSV)

grueso del proceso quizá se puede resolver en «tan solo» unos pocos cientos de miles de años. Por supuesto, lo que a un paleontólogo le parece «un instante» suele implicar una cifra que se escapa a la medición temporal cotidiana. Por ejemplo, la crisis ecológica del Pérmico-Triásico (hace unos 250 millones de años), la más severa en cuanto a magnitud, ya que se estima que exterminó el 96% de las especies existentes, pudo durar entre 160.000 y 2.800.000 años. Asimismo, la extinción masiva del Cretácica-Terciario, la más famosa por acabar, entre muchos otros, con los dinosaurios, se dio hace unos 65 millones de años y tuvo un alcance algo menor, aunque fue tal vez más drástica: mermó ostensiblemente la diversidad del planeta en un periodo de tiempo de apenas unos años o incluso meses. Pero exceptuando este último caso tan sobresaliente, las otras extinciones masivas solo hubieran sido perceptibles por el ser humano a lo largo de muchas generaciones, lo que hace complicada su detección.

PONGÁMOSLO EN CIFRAS Por eso es adecuado destacar que en ambos escenarios, extinción masiva o extinciór;J de fondo, las cifras son colosales y difíciles de conceptualizar. Sin embargo, recientes estudios publicados en las revistas científicas de mayor prestigio rhundial se han atrevido a cuantificar alguno de estos procesos. Para ello se han servido de los datos de organismos bien conocidos en la actualidad y que cuentan con un registro fósil equiparable. Los mamíferos son un excelente ejemplo, pues se tiene un control bastante exhaustivo de las especies actuales, y además cuentan con un envidiable registro fósil que se adentra en el pasado varios millones de años. Pues bien, los indicios disponibles estiman una tasa de extinción de fondo para este grupo algo menor de dos especies por millón y por año (expresado 2 E/MSY). Es decir, que en condiciones estables, de las aproximadamente 5.000 especies existentes, un ritmo «norma!» de extinción sería que apenas desapareciese una especie de mamífero en el mundo

La sexta extinción cada 100 años (siendo además estadísticamente probable que esta fuese un roedor). y la realidad es que desde el año 1500 han desaparecido un mínimo de 77 tipos distintos de mamíferos, muchos de ellos de gran tamaño y la mayor parte durante el último siglo. Por tanto, en base a las estimaciones más conservadoras -que pretenden huir de un alarmismo innecesario y calculan entonces el más optimista de los escenarios- el ritmo de extinción de mamíferos desde el siglo XVI es 14 veces superior al de fondo. Y no solo eso: si solo se considera el último siglo: es 28 veces superior. Y claro, estas cifras aumentan drásticamente si se relega el filtro optimista y se incluyen en el cálculo todas aquellas especies que la IUCN todavía no considera «oficialmente» extintas, pero que, como el baiji, lo están a efectos reales. En tal caso, la velocidad de extinción en mamíferos durante los últimos 115 años supera en 55 veces a la de fondo. Las conclusiones no son menos alarmantes en los demás vertebrados y en el caso de los anfibios es hasta 100 veces superior a su tasa de extinción de fondo.

¿CUÁNTO NOS QUEDA? En 2015 la Lista Roja de la IUCN, que determina el grado de amenaza de las especies, ha superado las 75.000, de las cuales más de 21.000 se encuentran bajo algún tipo de riesgo. De entre estas últimas, unas 10.000 se consideran vulnerables (VU), otras 6.500 en peligro (EN) y unas 4.500 en estado crítico (CR). Como muchas de las especies en la Lista Roja aún cuentan con un seguimiento insuficiente de sus poblaciones, el número total podría aumentar en el futuro. "De hecho, con las cifras que se manejaban en esta lista en 2010, la tasa de extinción para vertebrados ya superaba la velocidad de todas las extinciones masivas del pasado, excepto la de finales del Cretácico. Incluso asumiendo que cualquiera de estos cinco eventos hubiera concentrado sus efectos en tan solo 500 años, la tasa de extinción actual estaría alcanzando una magnitud comparable.

La ((crisis anfibia)): de las 6.285 especies de anfibios estudiadas por la IVeN, el 30% se unirán en las próximas décadas a las 165 que ya se han dado como extinguidas. Por ejemplo, la rana dorada de Panamá (Atelopus zeteki).

Sin medidas que reviertan esta clara tendencia, las tasas de extinción mencionadas acabarán con el 75% de las especies en un plazo de entre 240 y 11.300 años, según el grupo considerado y el grado de amenaza. Un plazo que, a escala geológica, supone un breve e inquietante suspiro.

PERSPECTIVA SIN FUTURO A los datos más fríos cabe añadir varias observaciones. En primer lugar, que las tasas de extinción en distintos grupos no tienen por qué mantenerse constantes, sino que pueden variar. De hecho, la tendencia no es que sus efectos se sumen o resten siguiendo. un patrón aritmético, sino que, una vez superado un umbral, lo esperable es que se multipliquen y retroalimenten, porque a más especies desaparecidas, más desequilibrio en los ecosistemas y más riesgo de otras extinciones, en un aumento exponencial que se llama «colapso ecológico». En segundo lugar, recordar que el límite establecido en un 75% de pérdida de especies es arbitrario. No hay razón para que la tendencia se detenga una vez llegados a ese porcentaje. Una vez iniciado el colapso ecológico es difícil

predecir cuánto duraría esta reacción en cadena y a cuántas especies alcanzaría En tercer lugar, en lo que se refiere a nuestra propia supervivencia, se considera que la proliferación de «especies oportunistas» en forma de plagas y enfermedades, la falta de insectos polinizadores o la escasez de animales y plantas que concentrasen nutrientes aptos para el consumo, harían inviable el mantenimiento de cualquier población humana mucho antes de llegar a ese temible 75%. Un estudio publicado en la revista Nature en 2009 estableció que el ritmo de pérdida de biodiversidad es el primer factor de riesgo que amenaza la estabilidad ambiental planetaria. Ni siquiera otras amenazas con mayor cobertura mediática como la reducción de la capa de ozono, la falta de agua potable o el cambio climático adquieren una dimensión similar. Por desgracia, eso sí, es muy probable que a causa de los efectos de estos otros desequilibrios, la dramática tendencia extintiva que muestra la diversidad animal y vegetal se agudice en los próximos años; un problema silencioso, una amenaza muy real.

Contenidos 32

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a sexta extinción»,

por Marc Furió La constante y acelerada extinción de especies pone en grave riesgo el equilibrio del mundo, pero recibe muy poca atención mediática.

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