La Sed se hizo para el Agua; La investigación para la verdad la vida Académica según C.S. Lewis

July 14, 2017 | Autor: María Rufiner | Categoría: Comparative Literature, English Literature, J. R. R. Tolkien, C.S. Lewis, Filosofia
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Descripción

"La sed se hizo para el Agua; la investigación para la Verdad" La vida
académica según C.S. Lewis

Prof. Lic. María Sol Rufiner
U.C.A.-UCALP
[email protected]

"(…) para ser un pensador subjetivo, se necesita fantasía, sentimiento y
dialéctica conjuntamente con una pasión en el interior de su existencia.
Pero sobre todas las cosas se requiere pasión, porque es imposible estar
existiendo y pensar en la existencia sin apasionarse;(…)"
Johannes Climacus


¿Qué es la vida académica? Lejos estamos hoy del bosque de Academos
donde Platón filosofaba con sus discípulos, atrás quedaron los largos
paseos de Aristóteles por el Liceo, y en una buhardilla acumulando polvo
quedaron las cuestiones disputadas que apasionaban a los hombres
medievales. La contemporaneidad ha desarrollado lo que podríamos llamar el
fordismo[1] de la filosofía, una producción en serie de títulos, escritos,
y tesis vacías de sentido pero llenas de brillo, cual si fuesen bijouterie.
Y sin embargo la sed permanece, dado que como dice Lewis "La sed se hizo
para el Agua; la investigación, para la Verdad."[2]. Es así que en este
trabajo nos proponemos exponer las formas de la vida académica, su realidad
y su corrupción, según C.S. Lewis. Para ello utilizaremos dos novelas: El
Gran Divorcio y Esa Horrible fortaleza. De esta forma pretendemos no sólo
exponer los peligros, dificultades y horrores del mundo académico, sino que
intentaremos concluir en la esperanza cifrada en que "(…) la investigación
se hizo para la verdad."[3]
En el prefacio del libro Esa horrible fortaleza, Lewis nos advierte
que nos encontramos frente a un cuento de Hadas y que no nos dejemos
engañar por el marco del mismo que es algo tan prosaico para nosotros como
la vida académica.[4] Esto nos coloca en una pequeña ventaja con respecto
al día a día de la Universidad: si bien no nos encontramos en nuestros
claustros con magos, tronos, dominaciones y potestades, el cuento de hadas
amplifica y saca a la luz las pequeñas decisiones que toman sus personajes,
de modo que podamos ver sus reales consecuencias en el alma y en la
ontología de la persona, como sucede en el Gran Divorcio y En esa horrible
fortaleza. De este modo, como Sócrates hiciera con Calicles en el Gorgias
nosotros estamos en condiciones de hablar de la investigación, la vida
académica y la Verdad, al teorizar a partir de la evolución de los
personajes, con la prerrogativa que nos da la imagen narrada y su
comunicación indirecta de la verdad. De este modo para el presente trabajo
tomaremos como hilo conductor de nuestra investigación la evolución del
personaje de Mark Studdock, su corrupción, caída y redención.
Espejitos de Colores o la tentación del circulo interno
Al ser el hombre social por naturaleza, todos los hombres en mayor o
menor medida poseen el ansia de pertenecer. En el caso de Mark vemos que es
una marcada tendencia que se dejará entrever desde los primeros momentos en
los que aparece nuestro personaje. Su juventud y entusiasmo lo llevan
unirse a esa minoría selecta que se da en llamar el "Elemento progresista
del colegio". Siendo el carácter minoritario y selecto uno de los mayores
atractivos de dicho elemento, como dejan entrever las palabras que Lewis
pone en boca del Fantasma episcopal de El gran Divorcio: "No sólo eran
[opiniones] honestas, sino heroicas. Las afirmé sin miedo. Cuando la
doctrina de la Resurrección dejó de satisfacer las facultades críticas con
que Dios me dotó, la rechacé abiertamente. Prediqué mi famoso sermón.
Desafié a toda la facultad. Corrí todos los riesgos."[5] Es así que el
elemento progresista tiene ese carácter de desafío y revolución que incluye
a los hombres que a él pertenecen en ese círculo cerrado que borra las
diferencias y les permite decir a sus miembros con placer "nosotros": "Mark
había sido sólo un outsider, estudiando únicamente los procedimientos de lo
que entonces llamaba "Curry y su banda" con temor y escasa comprensión, y
pronunciando en las reuniones del Colegio cortos y nerviosos discursos que
jamás influían en el curso de los acontecimientos. Ahora estaba dentro, y
"Curry y su banda" se habían convertido en "nosotros", o sea, el "Elemento
Progresivo del Colegio".Todo había ocurrido súbitamente, y aun sentía en su
boca el dulce sabor."[6] Sin embargo, la pregunta que cabe hacernos es ¿Qué
tan heroico y revolucionario es el elemento progresista? ¿Qué tan atento al
ser de sus integrantes está? ¿Cuál es el verdadero precio por entrar en
aquella minoría? Vemos la respuesta a estas preguntas en lo dicho por
Dick[7] al fantasma episcopal: "—(…) Seamos francos. Nuestras opiniones no
fueron tan honestas. Nos encontramos, sencillamente, en contacto con* una
determinada corriente de ideas y nos sumergimos en ella porque nos pareció
moderna y exitosa. En la universidad empezamos a escribir automáticamente
el tipo de ensayos que servían para obtener buenas calificaciones, diciendo
el tipo de cosas que merecerían aplausos. Me parece que nunca, en toda la
vida, enfrentamos honestamente, en soledad, la única pregunta en torno a la
cual gira todo: ¿ocurre, al cabo, lo sobrenatural? ¿Resistimos alguna vez,
realmente, la pérdida de nuestra fe?"[8] En otras palabras, toda magia
tiene un precio, y la magia que vende el círculo interno es la de los
espejitos de colores, le exige al comprador el precio de joyas preciosas y
les entrega baratijas a cambio. Así el ingenuo joven comprador como Mark
sucumbe ante las deslumbrantes tesis que revolucionan el mundo, dejando de
lado la sed por la verdad y remplazándola por la sed de gloria y
aceptación. Esta primera tentación de usar la inteligencia para la
erudición, recae con toda su fuerza en el alma del académico quien deja de
usar su inteligencia al servicio de la verdad para usarla al servicio de sí
mismo como dice nuevamente Dick: "Se ha equivocado mucho. La sed se hizo
para el agua; la pregunta para la verdad. Lo que hoy llama juego libre de
la crítica tiene tanto que ver con los fines para los cuales se le concedió
inteligencia como la masturbación con el matrimonio."[9]


Consecuencias de la teoría: el pueblo de Cure Hardy
Sin embargo, las consecuencias de este sacrificio iniciático de la
búsqueda de la verdad en el altar de la academia no son pura y
exclusivamente inmanentes al académico. Si tomamos como base de la academia
aquella sentencia de Santo Tomás de Aquino: "Sicut enim maius est
illuminare quam lucere solum, ita maius est contemplata aliis tradere quam
solum contemplari."[10] Veremos que así como la verdadera vocación del
investigador es la de iluminar con lo contemplado, la deformación de esta
resultará en el oscurecimiento de aquellos que reciban el producto de sus
elucubraciones, hecho que Lewis llamó La abolición del hombre. En el caso
de Mark, el autor oxoniense, desde un principio nos advierte la perdida de
su capacidad de contemplar, en particular la belleza del lugar dónde vive:
"Mark, por su parte, se encaminaba hacia el Bracton College siguiendo un
orden de ideas completamente distinto. No se daba la menor cuenta de la
belleza matutina de aquella callejuela que lo llevaba de la arenosa colina
del suburbio donde vivía con Jane hacia la parte central y académica de
Edgestow."[11] Así, este relato, podría parecernos que simplemente describe
el estado de ánimo taciturno de nuestro personaje la mañana en que comienza
la acción del relato, sin embargo nos describe un hecho, Mark es
indiferente a la Belleza. Y esta indiferencia, consecuencia de haber
sacrificado la sed del intelecto en orden a pertenecer, lo hará indiferente
a la existencia, en otras palabras a la vida que lo rodea. De esta manera,
Mark se irá desconectando paulatinamente del mundo, empezando por la
belleza matutina, siguiendo por su mujer y terminando en disociar el
contenido de sus artículos con la realidad de lo contemplado: "Era lo
primero que se le encargaba a Mark que, antes de hacerlo, supiese
claramente que era delictivo. Pero el momento de su consentimiento escapó
casi a su conciencia; no hubo, ciertamente, lucha, ni ninguna sensación de
doblar una punta peligrosa. Debe de haber habido en la historia del mundo
un tiempo en que estos momentos revelaban claramente su gravedad por medio
de unas brujas profetizando detrás de unos matorrales encendidos o un
Rubicón que franquear. Pero, para él, la cosa pasó en medio de una
explosión de risas, de aquella risa íntima entre compañeros de profesión,
para quienes de todos los poderes terrenales el más fuerte es el que lleva
a los hombres a hacer cosas malas antes de ser, individualmente, hombres
malvados."[12] De este modo, nuestro personaje, sin darse cuenta si quiera
de lo que realmente estaba haciendo, acepta la redacción de dos artículos
periodísticos que tendrán un impacto negativo en los acontecimientos de la
trama. Pero ¿Cómo es que llega a realizar semejante acto sin que su
conciencia se despierte? ¿Cómo es que sus manos se deslizan por las teclas
de la máquina de escribir sin que sean consientes de que estas no redactan
una broma? En principio, lo enunciado en el apartado anterior tiene en
parte la explicación, el hombre que desea pertenecer hará cualquier
sacrificio para hacerlo, y los demonios del N.I.C.E, instituto al cual Mark
pertenece lo saben muy bien[13], sin embargo esta no es la única causa.
Para ceder ante la tentación, en principio se ha de tener una cierta
disposición, de la misma manera que se la necesita para realizar actos
virtuosos. Y esta disposición comienza con la incapacidad de contemplar la
belleza: y termina por la abolición en el lenguaje "académico" de los
existenciarios, en otras palabras, la abolición de lo que la belleza
realmente significa. Esto lo podemos ver en el episodio en que Mark visita
el pueblo de Cure Hardy para realizar un informe sociológico que le permita
al N.I.C.E. redireccionar el río y construir una represa en aquél lugar.
Acción que tendrá por consecuencia la destrucción del bello pueblo de la
campiña inglesa, sin embargo "Todo esto no influyó en lo más mínimo en sus
convicciones sociológicas. Aun cuando hubiese estado libre de Belbury y
careciese en absoluto de ambición, no hubiera ocurrido de otro modo, porque
su educación había producido el curioso efecto de hacer las cosas que leía
y escribía más reales que las que veía. Las estadísticas acerca de los
trabajadores agrícolas eran la substancia; cualquier labrador, cavador o
granjero era la sombra. A pesar de que no se había dado cuenta siquiera él
mismo, sentía una gran resistencia a escribir incluso palabras como
"hombre" y "mujer". Prefería escribir acerca del "grupo vocacional",
"elementos", "clases", y "poblaciones"; porque, a su manera, creía con
tanta firmeza como un místico en la realidad superior de las cosas que no
se pueden ver. Y, sin embargo, no podía evitar que aquel pueblecillo le
gustase."[14] Así una educación, que no enseña a contemplar la belleza de
la existencia, vuelve inmune al hombre a esta y resulta terrible para aquel
que tiene vocación a contemplar, porque si una estrella no brilla termina
por convertirse un agujero negro que traga todo alrededor y lo transforma
en oscuridad. Este es el caso de Mark y sus artículos.
La investigación fue hecha para la verdad y la verdad los hará libres
Mirarse en el espejo del otro, contemplar la realidad circundante,
prestar atención y reconocer la propia culpa, el propio vacío, es difícil,
a veces tremendamente doloroso, pero es el camino que se ha de tomar si se
ha de recuperar la conciencia. Y este es el camino que Mark tuvo que tomar,
quizás no lo hubiera hecho espontáneamente tan embriagado que estaba con la
pertenencia al círculo interno, pero la trama de la historia enfrenta al
personaje con la última cortina, "La indistinguible masa de problemas con
que hubiera debido enfrentarse si admitía tales ideas, los innumerables
"algos" respecto a los cuales "algo" podía hacerse, le impidieron siempre
suscitar estas cuestiones. Pero ahora el hecho de que no hubiere ya nada
que hacer apartaba los obstáculos. Iban a ahorcarle. Su historia tocaba a
su fin. No había ya inconveniente en que la urdimbre de su vida se
desgarrase puesto que no iba a usarla más; no había ya factura que pagar
(en forma de ardua decisión y reconstrucción) por decirse a sí mismo la
verdad. Era un resultado de la aproximación de la muerte que acaso el
Director y el profesor Frost no habían previsto."[15] . Y esta última
cortina pone las cosas en la perspectiva correcta, no es la tinta la
realidad, sino la realidad la que da vida a la tinta y Mark puede darse
cuenta de que:
"No ve ninguna estrella quien no ve ante todo
hebras de plata viva que estallan de pronto
como flores en una canción antigua,(…)"[16]
Así el camino que se había perdido al resignar la búsqueda de la verdad
queda abierto, cuando Mark luego de una anagnórisis, puede mirarse al
espejo y emprender el camino del arrepentimiento hacia la felicidad. La
verdad de su vida, y de su vocación como hombre, académico y esposo surge y
lo libera debido a que acepta la verdad sobre su persona. Y por primera vez
razón y voluntad tienen un objetivo en común la vida y la redención.
Conclusión:
La vida académica es ardua, en palabras de Tolkien "(…), se debe de
sentir un grave desasosiego cuando falta la inspiración legítima; cuando la
materia o asunto de "investigación" viene impuesto, o es "sacado" del saco
de curiosidades de otro para un aspirante, o es considerado por un comité
como ejercicio suficiente para obtener un título académico."[17] Mark tuvo
la oportunidad de escapar a ese desasosiego, sin embargo ¿a qué precio? El
cuento de hadas escrito por Lewis nos advierte del peligro que subyace en
traicionar a la propia vocación. La pregunta es ¿nos da esperanza? La
respuesta es que si se está dispuesto a seguir la vocación de ser estrella,
se tiene que estar dispuesto a arder, quizás incluso en la soledad, y en la
orfandad de mentores, pero la recompensa es la invitación al lugar donde la
verdad se "(…) podrá saborear como si fuera miel, donde le abrazará como
una novia. Y le saciará la sed."[18]


Bibliografía:
o C.S. Lewis, El gran Divorcio: un sueño, Rialp, Madrid, 2008
o C.S. Lewis, Esa horrible fortaleza, Editorial Andrés Bello,
Santiago de Chile 1995
o C.S. Lewis, La abolición del hombre, Intro., notas y trad. de
Jorge. N. Ferro, versión digital, Editorial Vórtice, Buenos Aires,
2014
o J.R.R., Tolkien, Los Monstruos y los Críticos y otros ensayos,
Ediciones Minotauro, Barcelona, 1998
o Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, en :
http://www.corpusthomisticum.org/
-----------------------
[1] Expresión no mía sino de un compañero de carrera.
[2] C.S. Lewis, El gran Divorcio: un sueño, Rialp, Madrid, 2008, p. 60
[3] Ibídem
[4] "He llamado a esto un cuento de hadas con la esperanza de que nadie a
quien no guste la fantasía pueda ser inducido erróneamente por los dos
primeros capítulos a seguir adelante y a quejarse después del desengaño. Si
me preguntan por qué —teniendo la intención de escribir respecto a magos,
demonios, animales de pantomima y ángeles planetarios— empiezo, no
obstante, por tan disparatadas escenas y personas, diré que no hago más que
seguir el cuento de hadas tradicional. No siempre nos damos cuenta de sus
métodos, porque las casas de campo, los castillos, los leñadores y los
reyezuelos con que suelen empezar los cuentos de hadas han llegado a ser
para nosotros tan extraños como las brujas y los ogros con que acaban. Pero
no eran en absoluto extraños para los hombres que primero escribieron y
gozaron de estas historias.(…) He elegido mi propia profesión, no, desde
luego, porque crea que los compañeros de los colegios sean con más
probabilidades corrompidos por ellos que cualquier otro, sino porque mi
profesión es, naturalmente, aquella que conozco mejor." C.S. Lewis, Esa
horrible fortaleza, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1995, p. 11
[5] El Gran Divorcio, p. 55
[6] Esa horrible fortaleza, p.18
[7] La historia de El gran divorcio es la historia de un sueño; un hombre
de repente se encuentra inexplicablemente en una extraña parada de autobús,
esperando el micro que lo conduciría a un lugar desconocido. Las cosas a
su alrededor son de un gris sucio y desgastado y hasta la actitud de la
mismas personas que lo acompañan son de un aspecto y comportamiento también
sucio, gris y desgastado, con esto nos referimos a un comportamiento
quejumbroso, no alegre, triste, egoísta y autocomplaciente, cosas que hacen
a una persona, sea quien fuere, gris. La historia continua, cuando el
autobús arriba a, lo que podríamos llamar en el leguaje de Lewis, las
tierras reales. Allí nuestro personaje comienza a observar que las cosas a
su alrededor son más sólidas que él y sus compañeros, que vistos a la luz
de aquel brillante amanecer son meros fantasmas. El protagonista, más
adelante, empieza a encontrar diferentes casos de compañeros fantasmas que
se van encontrando con distintas personas brillantes, estos casos le son
explicados por su acompañante George Mac Donald el cual hace las veces de
Virgilio para Dante. Dick es una de estas personas brillantes que en este
caso dialoga con el fantasma episcopal acerca de la vida académica y la
Verdad.
[8] El Gran Divorcio, p. 55-56
[9] Ibídem, p. 60
[10] STh. II–II q. 188, a. 6
[11] Esa Horrible Fortaleza, p. 17
[12] Ibídem, p. 155
[13] "—Por favor, tranquilícese, Mr. Studdock —dijo Wither—. Como le he
dicho antes, nos consideramos como una gran familia y no exigimos nada que
se parezca a unas excusas formales. Nos entendemos unos a otros, y nos
desagradan... las escenas. Me creo autorizado a decir, de la manera más
amistosa posible, que toda inestabilidad de carácter sería considerada por
el Comité como... no muy favorable para la confirmación de su nombramiento.
Estamos hablando, desde luego, en terreno estrictamente confidencial."
Ibídem, p. 252-253
[14] Ibídem, p. 102-103
[15] Ibídem, p. 295
[16]J.R.R., Tolkien "Sobre los cuentos de Hadas" en Los Monstruos y los
Críticos y otros ensayos, Ediciones Minotauro, Barcelona, 1998, p. 175
[17] J.R.R., Tolkien, "Discurso de despedida a la universidad de Oxford" en
Los Monstruos y los Críticos y otros ensayos, Ediciones Minotauro,
Barcelona, 1998 p. 269
[18] El Gran divorcio, p. 59
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