\"La salina prehistórica de La Marismilla y la ocupación neolítica de la paleodesembocadura del Guadalquivir\".

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Descripción

José Luis Escacena Carrasco (coordinador)

Universidad de Sevilla Diputación de Sevilla

2010

Catálogo de Publicaciones - Universidad de Sevilla Serie: Historia y Geografía Núm.: 158 Catálogo Diputación de Sevilla - Servicio de Archivo y Publicaciones Sección Historia Otras Publicaciones Comité editorial: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones) Carmen Barroso Castro Jaime Domínguez Abascal José Luis Escacena Carrasco Enrique Figueroa Clemente M.ª Pilar Malet Maenner Inés M.ª Martín Lacave Antonio Merchán Álvarez Carmen de Mora Valcárcel M.ª del Carmen Osuna Fernández Juan José Sendra Salas Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Motivo de cubierta: Privilegio Rodado en que Alfonso X hace donación de La Guardia, alquería de Sevilla, actual Puebla del Río, a doscientos pobladores y les concede término y franquezas. © SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2010 Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfnos.: 954 487 447; 954 487 452; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web: http://www.publius.us.es © DIPUTACIÓN DE SEVILLA. CULTURA E IDENTIDAD Servicio de Archivo y Publicaciones 2010 Menendez Pelayo, 32 - 41071 Sevilla. Web: http://www.dipusevilla.es © De los textos, sus autores 2010 © José Luis Escacena Carrasco (coordinador) 2010 Impreso en España-Printed in Spain ISBN del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla: 978-84-472-1208-8 ISBN del Servicio de Archivo y Publicaciones de la Diputación de Sevilla: 978-84-7798-289-0 Depósito Legal: SE-1.953-2010 Impresión: Pinelo Talleres Gráficos, S.L. Camas-Sevilla

Índice

Presentación por José Luis Escacena Carrasco..........................................................

9

Desde la fundación Alfonso X el Sabio (1252-1284) Manuel González Jiménez....................................................................

15

Los privilegios rodados de La Puebla del Río María Luisa Pardo Rodríguez................................................................

29

Realidad económica y social de los vecinos de La Puebla del Río en la Edad Media tardía Mercedes Borrero Fernández................................................................

59

El templo parroquial de La Puebla del Río. Evolución arquitectónica de una iglesia fortificada a orillas del Guadalquivir Antonio Aranda Campos.....................................................................

79

En las Marismas del Guadalquivir: La Puebla del Río durante la Edad Moderna Juan José Iglesias Rodríguez.................................................................

93

Los ríos de La Puebla Juan Manuel Suárez Japón.................................................................. 115 Colonización y explotación de las Islas del Guadalquivir José González Arteaga........................................................................ 139

Antes de la fundación La salina prehistórica de La Marismilla y la ocupación neolítica de la paleodesembocadura del Guadalquivir José Luis Escacena Carrasco................................................................ 167 El asentamiento tartésico del Cerro de la Albina Rocío Izquierdo de Montes................................................................... 191 El poblamiento romano en el extremo suroriental del Aljarafe José Beltrán Fortes............................................................................... 211

La salina prehistórica de La Marismilla y la ocupación neolítica de la paleodesembocadura del Guadalquivir José Luis Escacena Carrasco

El asentamiento humano que da lugar a La Puebla del Río de hoy sólo tiene continuidad desde su fundación en época medieval cristiana. No obstante, sus alrededores y el propio solar por el que se extiende el núcleo urbano actual cuentan con evidencias de poblamiento muy anteriores. Para esas otras épocas más viejas, que arrancan en algún caso de hace casi un millón de años, es imposible hablar de una ciudad propiamente dicha, aun en el caso de que contemos con restos arqueológicos abundantes. En consecuencia, el presente trabajo sobre los tiempos prehistóricos en el sureste del Aljarafe no puede presentarse como un intento de dar coherencia a unos trazos inconexos sobre las etapas que precedieron a la creación de La Guardia tras la conquista castellana. Las formas de habitar la comarca fueron muy diferentes de las actuales, y por tanto hay que olvidar incluso los términos municipales ahora vigentes, que en el caso concreto de La Puebla son precisamente una herencia fundacional matizada por modificaciones posteriores. Aquí se tratará sobre todo la fase en que se inicia en la antigua desembocadura bética un sistema de vida más parecido al nuestro, en tanto que las comunidades humanas que lo protagonizaron habían dejado de ser cazadoras y recolectoras para insistir cada vez más en una economía rural. Desde este punto de vista, los párrafos que siguen sólo pretenden dar unas pinceladas acerca de los tiempos que los especialistas denominan Neolítico, sin que esto suponga una referencia directa a los ancestros de los cigarreros de hoy ni una reivindicación de sus raíces. Para comprender la enorme diferencia existente entre aquellos grupos humanos y los de la actualidad, o incluso entre esas poblaciones primitivas de hace al menos seis milenios y las de tiempos romanos, es necesario hacer una incursión previa por el paisaje que habitaron, bien distinto del que caracteriza a la comarca en el presente, porque durante la mayor parte de la Prehistoria el flanco meridional de la meseta aljarafeña fue costa, y la actual comarca de Las Marismas una gran ensenada marina (fig. 1). En época romana, Estrabón contó en su Geographía que el valle inferior del Betis estaba constituido por un ambiente palustre de esteros e islas. Pero no faltan informes que aluden a situaciones más arcaicas y que sugieren que, lo que en tiempos romanos se denominó lago Ligustino, fue antes bahía más que albufera: el golfo La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 167

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Figura 1. Línea de costa de la desembocadura del Guadalquivir entre los milenios V y III a.C.

tartésico. A este respecto, la principal información nos la transmitió el poeta latino Rufo Festo Avieno en su Ora Maritima, unos versos que, redactados en el siglo IV d.C., están inspirados en escritos que se fechan mil años antes, hacia el siglo VI a.C. Aún conociendo esta información literaria originada en la Antigüedad, no todos los trabajos arqueológicos han tenido en cuenta las enormes transformaciones geológicas experimentadas por este territorio. Así, por ejemplo, las primeras excavaciones en busca de Tartessos se obstinaron en indagar en el Coto de Doñana, es decir, junto a la desembocadura actual del Guadalquivir. No se percataron muchos investigadores de que las primitivas bocas del río estaban situadas entre Coria y La Puebla por un lado y Dos Hermanas por otro. La situación cambia en la segunda mitad del siglo XX con la obra de J. Gavala, que 1959 publica ya un mapa detallado de por dónde pudo discurrir la costa original. En él se propone un litoral diferente del de hoy con base en datos geológicos y topográficos, que sería básicamente el que conocieron las poblaciones prehistóricas de mediados del Holoceno, las que ahora estudiamos. 168 • Antes de la fundación

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La dirección señalada por el ingeniero J. Gavala ha conocido luego nuevos aportes que inciden en el valor de la geología como camino para la resolución de este problema, en especial la tesis doctoral del geólogo francés L. Menanteau, defendida en 1982 y en la que se aportan datos arqueológicos de especial importancia para conocer la evolución del paisaje fluvial. Todos estos estudios, a los que hay que sumar otros posteriores que han matizado las directrices generales emanadas de los primeros análisis, han definido una antigua bahía que ocupó la actual llanura marismeña. En ese golfo desaguaba el Guadalquivir mucho más arriba de donde lo hace ahora. Desde Matalascañas y Sanlúcar de Barrameda, la ensenada se abría en forma triangular hasta alcanzar su vértice superior en Coria del Río. A partir de este punto y hasta Alcalá del Río se extendía el estuario propiamente dicho, en el que el Guadalquivir comenzó hace poco más de dos mil años a dibujar sus principales meandros históricos a través de una llanura de inundación convertida hoy en vega aluvial. *** Hasta hace poco, las más viejas comunidades agropastoriles de esta parte del Bajo Guadalquivir habían sido detectadas en la zona de Lebrija y en sus alrededores. Pero los más cercanos a la antigua desembocadura del río se hallan en el extremo suroriental de la meseta del Aljarafe, es decir, en la zona que ocupan hoy La Puebla y Coria. A tiempos neolíticos se ha podido asignar, de hecho, un yacimiento arqueológico descubierto en el término municipal de La Puebla que cuenta con pequeños instrumentos de sílex tallado, alguno de ellos del tipo que los especialistas llaman “microlitos geométricos”. Este sitio puede corresponder a un taller de herramientas líticas asociado a un afloramiento de gravas y arenas con nódulos de pedernal (fig. 2). Se trata de una modalidad de estación arqueológica bien conocida ya en áreas más meridionales de las cuencas del Guadalquivir y del Guadalete, como las localizadas en las campiñas jerezanas. En este sentido, el hallazgo en el Cerro de San Juan, núcleo originario de Coria, de un fragmento de vasija pintada de La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 169

Figura 2. Industria en sílex del taller lítico de Puñanilla.

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rojo, correspondiente en este caso a una de las variedades más características del Neolítico Antiguo-Medio de Andalucía occidental, cobra mayor interés a pesar de haberse encontrado entre los restos de unas viviendas de época posterior. Toda esta nueva información puede encuadrarse en un panorama cada vez más fecundo de asentamientos neolíticos fuera de cuevas en el valle inferior del Guadalquivir, que por ahora está detectado básicamente en tres ámbitos: la costa sureste de esa antigua bahía entre Lebrija y Sanlúcar de Barrameda, las cuencas de algunos afluentes de la margen izquierda, principalmente las del Guadaíra y del Corbones, y la zona aljarafeña que ahora analizamos. De este último sector se conoce además un sitio que ha entregado algunos restos atribuibles al final del Neolítico, como son los procedentes del Parque Municipal de La Puebla. Para la época más tardía de esta fase neolítica, la paleodesembocadura del Guadalquivir ha proporcionado un interesante yacimiento arqueológico cuya excavación ha demostrado la explotación de la sal marina del antiguo golfo en unas fechas que pueden situarse en torno al 3000 a.C. si no antes. Se trata del sitio conocido como La Marismilla, pocos kilómetros al sur de La Puebla del Río y dentro de su término municipal (fig. 3). *** A La Marismilla se accede por la carretera que va de La Puebla a la Isla Mayor, de la que parte un camino hacia los arrozales después de rebasar el km 8 de la misma. Como he adelantado, pertenece el sitio al término municipal de La Puebla, que se extiende por la parte meridional del Aljarafe y por el principio de Las Marismas (fig. 4). Por las implicaciones que puedan tener sobre lo que el hombre prehistórico hizo en La Marismilla, es importante señalar los rasgos básicos del clima del entorno. La inexistencia de grandes barreras montañosas impide la formación de microclimas, de manera que las peculiaridades de esta zona son las mismas que definen a todo el Bajo Guadalquivir en general, a su vez parcialmente distintas de las que afectan a las áreas litorales de Andalucía occidental. Con veranos de rigurosas calores (medias entre 24oC y 29oC con valores absolutos por encima de los 40oC) alternan inviernos suaves (medias de 10oC). Las precipitaciones oscilan entre los 460 y los 600 mm anuales, cifras características de la depresión inferior del Guadalquivir a la altura de Coria y La Puebla. La humedad relativa del aire alcanza el 78% durante muchos días del año, a excepción de los pocos en que los vientos tienen componente este. En cualquier caso, con ser muy importantes las peculiaridades geográficas de la zona para comprender lo que hoy ha llegado a ser La Marismilla, no conviene olvidar las matizaciones que deben introducirse en este panorama para recomponer el antiguo paisaje, pues es este otro el que proporciona ciertas claves imprescindibles para acceder al estudio del papel específico que en su día desempeñó el yacimiento. 170 • Antes de la fundación

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Figura 3. Yacimientos neolíticos del sureste del Aljarafe.

A pesar de la parquedad de los datos recopilados por la investigación acerca de la configuración prehistórica de esta comarca, sobre todo los concernientes al Aljarafe, es posible llevar a cabo un mínimo acercamiento a través de una heterogénea pero sugerente documentación. Si hemos de atender a la información suministrada por los datos históricos relativamente más viejos, el hecho de que en las monedas antiguas acuñadas en Olont (hoy Aznalcázar) aparezca una piña sugiere que los bosques eran todavía importantes cuando la conquista romana, situación que fue sin duda una herencia de períodos anteriores. De ahí que los cerros del sur del Aljarafe, con alturas en torno a los 30-40 m sobre el nivel del mar, estuvieran cubiertos La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 171

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Figura 4. Situación de La Marismilla en relación con los cascos urbanos de Coria y La Puebla del Río.

tal vez en su mayor parte de formaciones boscosas en las que dominaban la encina, el alcornoque y el acebuche principalmente, además de plantas arbustivas como el lentisco, la jara y el romero entre otras. La conservación hasta la actualidad de estas asociaciones botánicas de tipo mediterráneo, sólo modificadas por la potenciación humana del pino y la introducción reciente del eucalipto, tiene su explicación más lógica en la pobreza de los suelos del extremo sur del Aljarafe. Esta baja calidad agrícola de la tierra ha llegado a afectar históricamente al poblamiento humano, impidiendo en toda la cornisa meridional de la meseta aljarafeña la consolidación de poblaciones prehistóricas estables, que sólo empiezan a abundar desde La Puebla del Río y Aznalcázar hacia el norte, siguiendo aguas arriba los cauces del Guadalquivir y del Guadiamar respectivamente. De ahí que el poblamiento prehistórico conocido sugiera una explotación esporádica y/o estacional del territorio, relacionada con la captación de recursos secundarios de ecosistemas boscosos y litorales (fig. 5). Según la cerámica hallada en La Marismilla, el yacimiento puede ser fechado en una época en la que los actuales aluviones salitrosos de Las Marismas aún

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no habían colmatado esta gran ensenada. Este relleno es de época holocénica reciente, prácticamente histórico, lo que demuestra que la gente que produjo el conjunto arqueológico de La Marismilla ocupó un sitio costero, emplazado en la misma orilla de esa bahía aunque en terrenos libres de la pleamar. Por lo que hoy sabemos, en torno al 3000 a.C., fecha en que puede datarse el yacimiento arqueológico de La Marismilla, la margen occidental de las actuales marismas del Guadalquivir constituía un territorio casi desocupado si lo comparamos con las densidades demográficas de hoy. Sólo los testimonios neolíticos procedentes del término de Almonte, a los que ahora podemos unir los mencionados más arriba, atestiguan un poblamiento humano que se asoma a estos parajes, en cronología tal vez contemporánea o ligeramente anterior a La Marismilla. El estudio del yacimiento arqueológico de La Marismilla debe abordarse, en consecuencia, desde la consideración de lugar costero, con todas las implicaciones económicas que ese condicionamiento origina. El antiguo litoral era relativamente llano en las inmediaciones del yacimiento gracias a los aportes de gravas y arenas de la Cañada de la Barca (fig. 6); pero, tanto al norte como al sur de dicho

Figura 5. Cañada de Rianzuela inundada por el Majalberraque al llegar a los llanos de la Dehesa de Abajo. Durante las avenidas del Guadalquivir, del Guadiamar y de los arroyos que bajan del Aljarafe, se reproduce temporalmente la costa prehistórica.

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Figura 6. Cornisa del Aljarafe desde el yacimiento de La Marismilla.

punto, El Aljarafe penetraba a modo de verdaderos cabos sobre las aguas del golfo, dando lugar en ocasiones a auténticos acantilados hoy ya fósiles. En líneas generales, hace cinco mil años el clima no debió de ser en principio muy diferente del actual. Tal vez la mayor cercanía del mar mantuvo más elevados los índices de humedad relativa del aire, y contribuyó a suavizar los contrastes térmicos, lo que no deja de ser hoy por hoy sólo una conjetura verosímil. En Doñana, los estudios de las turberas manifiestan para esta época una mayor influencia oceánica, circunstancia que avalaría la suposición de que, en los momentos en que la línea de costa se encontraba más al norte, la zona contaba con mayor humedad relativa y tal vez con un registro más alto de precipitaciones. *** La estación neolítica de La Marismilla se sitúa al pie mismo de la línea de costa antes descrita, encima de paquetes de gravas que, a pesar de su escasa altitud, nunca se ven afectados por las avenidas del Guadalquivir (fig. 7). A sólo dos o tres metros de las compactas margas oscuras que componen hoy el suelo de Las Marismas, se eleva sobre esas tierras bajas, en la actualidad arrozales, apenas medio metro. El yacimiento arqueológico ocupa sólo unos 225 m², y ninguna elevación especial delata su presencia. Antes de proceder a su excavación, la superficie del terreno mostraba, tras ser labrada, una gran abundancia de fragmentos de cerámica, que se concentraban a su vez en tres o más grandes núcleos. Después de las campañas de excavación de 1984 y 1985 se ha podido comprobar que esas afloraciones superficiales correspondían a una serie de estructuras de base en las que 174 • Antes de la fundación

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se aglomeraban la mayor parte de los materiales arqueológicos, y que los trozos de vasijas que aparecían fuera de tales unidades procedían de remociones del terreno producidas en su mayor parte por labores agrícolas actuales, sin que puedan descartarse desplazamientos antiguos coetáneos a la fecha de la ocupación prehistórica del lugar (fig. 8). Es tal la cantidad de fragmentos cerámicos aparecidos, que el primer sondeo practicado, el de 1984, en el que sólo se movieron 5 m³ de tierra, proporcionó 8.564 trozos. En proporciones aún mayores aparecieron los tiestos de cerámica durante la excavación total del yacimiento en 1985. Tales trabajos permitieron distinguir sobre el sustrato geológico del terreno un solo estrato arqueológico, encima del cual se asentaba directamente la tierra vegetal (fig. 9). La capa arqueológicamente fértil reposaba sobre un paleosuelo ligeramente ondulado, más por la mano del hombre que por causas naturales. Este antiguo nivel de ocupación fue utilizado como base de una serie de hogares, para los que se fabricaron varias fosas de unos cuarenta centímetros de profundidad en forma de tronco de cono invertido. En muchas ocasiones, tales oquedades de combustión coincidían con el centro de los mayores conglomerados de fragmentos de vasijas, y en su interior contenían en muchos casos morillos de adobe enteros o fragmentados (fig. 10). Diecisiete son las concentraciones de trozos de cerámica que han podido constatarse, y en todas ellas se detectaron, en distinta proporción según las diferentes formas, unos mismos tipos de recipientes, de manera que en principio todas las

Figura 7. Ubicación de la salina neolítica de La Marismilla.

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Figura 8. Planimetría de la excavación de 1985 en La Marismilla, con indicación de las principales concentraciones de fragmentos de cerámica.

Figura 9. La Marismilla. Conglomerado de vasijas rotas en el talud de los arrozales.

estructuras parecen destinadas a idéntica función. Según la documentación rescatada, se trataba de hogueras que, aunque de distribución irregular, se concentraban en torno a una zona nuclear de reducidas dimensiones a las puertas de una vaguada que, conocida hoy como Cañada de la Barca, pone en comunicación el yacimiento con el interior del Aljarafe. Aunque las excavaciones no han descubierto huellas directas de fuego, como serían carboncillos o ceniza, que pueden haber desaparecido por causas físicas o químicas, el endurecimiento por cocción de los morillos de arcilla presentes en el interior de las fosas denuncia la existencia en su día de hogares. Por otra parte, todos los restos arqueológicos aparecieron dentro de estas fosas y en sus inmediatos alrededores, de manera que al salir de los 225 m² de extensión del yacimiento desaparecía por completo cualquier testimonio, lo que contrastaba fuertemente con los miles de tiestos localizados en el área arqueológica. Esta circunstancia habla a su vez de que La Marismilla no puede ser un poblado prehistórico más, sino una ocupación puntual o cíclica destinada a una función específica muy concreta, porque hoy empezamos

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a conocer con relativa precisión los asentamientos típicos de la época, que no corresponden en ningún caso a estas características. *** En La Marismilla no existe estratificación cultural prehistórica, es decir, allí no se habitó durante cientos de años. Por eso, a excepción de algunos fragmentos de cerámica vidriada actual, todos los testimonios sacados a la luz corresponden a una misma y única etapa. A pesar de la abundancia de vasijas rotas, no existen entre unas y otras las suficientes diferencias como para hablar de procedencias diversas, hasta el punto de que parecen todas el producto, si no de las mismas manos, sí al menos de una pequeña y única comunidad o de un solo momento de fabricación. Entre los recipientes encontrados, las formas más comunes corresponden a grandes cazuelas cuyos diámetros presentan anchuras entre 30 y 40 cm aproximadamente. La mayor parte de estas vasijas llevan un quiebro acusado en su silueta, pero otras muchas disponen de un perfil curvo. En proporción mucho más reducida aparecen cuencos en forma de casquete esférico, recipientes globulares u ovoides y vasos cilíndricos (fig. 11). En conjunto, las formas cerradas a modo de tinajas u orzas presentan casi siempre menor tamaño que las abiertas tipo fuente o cazuela. Por otro lado, a pesar de que la mayor parte de la cerámica de La Marismilla es lisa, no faltan vasijas decoradas. Así, entre las técnicas más usadas se cuenta el añadido a la pared del vaso, por su cara externa, de cordones en relieve (fig. 12). Otras vasijas se adornan con incisiones, que por lo general desarrollan triángulos rellenos de puntos impresos (fig. 13). En cualquier caso, debe recordarse que la vajilla decorada supone sólo el 0,3 % del total, una proporción insignificante dentro del conjunto. En algunos recipientes, la tonalidad

Figura 10. Morillos de adobe. Sobre estas piezas cónicas se colocaban al fuego en La Marismilla las cazuelas con agua salada.

Figura 11. Recipientes cerámicos de La Marismilla. Formas abiertas.

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Figura 12. Vasijas de La Marismilla decoradas con cordones en relieve.

negruzca de los bordes contrasta con la coloración rojiza o crema del resto del exterior de la vasija, pues el interior también es siempre oscuro en los casos en que la boca es negra por su parte externa (fig. 14). El hecho de que esta característica afecte sólo a las formas abiertas demuestra que este contraste de colores se buscó

Figura 13. La Marismilla. Cazuela neolítica decorada con triángulos incisos rellenos de puntillado.

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intencionadamente por motivos estéticos, y que no fue el producto circunstancial e involuntario de cocer los vasos boca abajo, pues en ese caso habría que esperar idéntico resultado en todos los tipos de vasijas. Las características de los recipientes de borde negro de La Marismilla hablan de que se fabricaron como los del Egipto prehistórico, es decir, poniéndolos en el fuego en posición invertida para que la ceniza de la leña usada como combustible impidiera la oxidación del borde externo y del interior del cacharro. Por último, cabe mencionar también la presencia de incisiones en la base interna de algunos vasos abiertos. Más que tratarse de una decoración propiamente dicha, este motivo pudo desempeñar un papel funcional, proporcionando quizás a los recipientes que lo llevaban la misión de ralladores (fig. 15).

Figura 14. Cerámica de borde negro y cuerpo rojo de La Marismilla.

Además de los innumerables vasos de cerámica, siempre rotos, destacan también los ya mencionados morillos. Dichos elementos consisten en piezas troncocónicas de adobe endurecido por su proximidad a focos de calor. Sirvieron como soporte de los recipientes sobre el fuego, en sustitución de las correspondientes rocas, que no existen en el lugar ni en varios kilómetros a la redonda con el tamaño necesario para tal función. Completa el repertorio de hallazgos un magro lote de instrumentos líticos de variada tipología y utilidad: cuatro pequeñas piezas de sílex, un molino de vaivén, una azuela pulimentada y un bruñidor de alfarero. *** A pesar de la existencia de hogares en el yacimiento, la excavación de La Marismilla no suministró resto alguno de carbón. Esta ausencia, a la que debe sumarse la de cualquier tipo de materia orgánica, ha impedido la obtención de fechas de carbono 14. Ante esta situación, sólo cabe hacer una aproximación cronológica a partir de las semejanzas de los restos arqueológicos localizados con los de otras estaciones que sí disponen de tales datos. Esta técnica de comparación permite fechar La Marismilla en la transición del IV al III milenio a.C. o algo antes. Por otra parte, el repertorio de formas cerámicas aconseja encuadrar el yacimiento en el Neolítico Atlántico Tardío, cultura a la que pueden adscribirse otros muchos enclaves de la misma época hallados en Extremadura, sur de Portugal y Andalucía occidental. Este momento conoció en toda la parte meridional de la Península Ibérica una

Figura 15. La Marismilla. Los recipientes con incisiones internas pudieron usarse como ralladores.

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significativa expansión demográfica, que seguramente tuvo que ver en parte con un control más efectivo y regular del suministro de alimentos. Los grupos humanos que sustentaron tal cultura prefirieron ocupar zonas bajas y abiertas, y en ocasiones casi pantanosas, lo que venía impuesto por el fuerte componente pesquero de su dieta y por la práctica de una ganadería fundamentalmente pastoril basada en la explotación de rebaños de vacas, de ovejas y de cabras. De estos animales domésticos obtenían la comida básica de cada día, que se completaba con la caza y con la recolección de productos vegetales silvestres. El hecho de que este tipo de economía, sobre todo la cría de grandes vacadas, exigiera en parte un sistema de vida nómada o itinerante explica de alguna manera la ausencia de estratificación cultural en muchas de las estaciones arqueológicas conocidas de estas gentes, lo que a su vez ha provocado una cierta inseguridad entre los arqueólogos a la hora de situar su cultura en las secuencias conocidas de la prehistoria hispana. ***

Figura 16. Hacha pulimentada de cuarcita. La Marismilla.

Ante los datos tan extraños encontrados en La Marismilla, en especial las grandes concentraciones de vasijas rotas, y antes de localizar las fosas de combustión, quienes excavamos el yacimiento pensamos en la posibilidad de encontrarnos ante una sepultura muy destruida. Al tener una información muy parcial del conjunto, que se limitó en la campaña de trabajo de 1984 a fragmentos de cerámica y a trozos amorfos de barro endurecido, interpretamos hipotéticamente los primeros como parte del ajuar funerario y los segundos como posibles restos de la cubierta de la tumba. La ausencia de huesos quedaría explicada por una hipotética y posible descomposición de los mismos debida a la composición del terreno. Sin embargo, con los resultados de 1985 comenzamos a barajar otras posibilidades, sobre todo porque la primera hipótesis no dejaba explicada la presencia de hogares. Así, supusimos que el sitio podría corresponder a un posible lugar de culto en el que se hubiesen practicado ciertos ritos, para los cuales se necesitara usar fuego y una gran cantidad de vasijas. No obstante, no se conocía en toda la Península Ibérica nada parecido para tiempos tan remotos; pero, sobre todo, tal conjetura no explicaba la presencia de un hacha de piedra (fig. 16); tampoco la de un molino, la de los ralladores o la de un alisador para bruñir cerámica. Estos útiles exigían un papel distinto para el yacimiento, más relacionado con cuestiones económicas. A pesar de lo cual, tuvimos siempre en mente que en algunas culturas del Mediterráneo oriental contemporáneas a La Marismilla ciertos grupos humanos habían celebrado en ocasiones sacrificios de animales, sobre todo de

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gacelas y de perros, que se enterraron luego cuidadosamente rodeados de abundantes ofrendas depositadas en numerosas vasijas. Por otra parte, tuvimos en cuenta que algunos pueblos africanos, y en determinados ritos del ciclo festivo anual, encierran a los espíritus malignos en recipientes de barro que luego son enterrados en ciertos lugares en presencia del brujo. Dichas celebraciones, practicadas por ejemplo por los Dogon de Mali, nos recordaban la leyenda del genio maléfico encontrado por Aladino dentro de la lámpara o el mito griego de la Caja de Pandora, con lo que podían darse por ficciones ancestrales de carácter casi universal. No obstante, tampoco en este caso los datos encajaban del todo, porque quedaban por responder preguntas relativas a la misión ejercida por los útiles de piedra, por los ralladores o por los morillos de adobe. Una tercera idea trabajada pensó en la posibilidad de que La Marismilla fuera en su día un cocedero de alimentos procedentes del mar que el yacimiento tuvo a sus pies. Los conglomerados de cazuelas rotas indicaban precisamente una actividad intensa concentrada en poco tiempo, porque etapas excesivamente largas – años– para la deposición de las mismas habría provocado una dispersión más aleatoria de los restos, como es común encontrar en los poblados normales de la época. Es posible que fuera un cocedero de pescado o de otros alimentos marinos; mas también tal propuesta contaba con serias objeciones. En primer lugar, hervir el pescado no es la forma más adecuada ni la históricamente usada para conservarlo, sino el secado al sol y las salazones. En segundo término, la posible cocción de moluscos, por ejemplo, alimento que fue consumido en cantidades extraordinarias por las gentes del asentamiento coetáneo de Papa Uvas, en Aljaraque, habría dejado en el lugar alguna concha extraviada. No fue así. De cualquier forma, no encajaba en esta posible función por qué la preparación de alguno de estos víveres exigía el uso y destrozo de tantas vasijas. Por exclusión de todas las posibilidades analizadas, y por las razones que a continuación desarrollamos, la hipótesis más verosímil parecía ser la de considerar a La Marismilla una salina explotada con carácter temporal por grupos humanos que no vivían de forma permanente en aquellos parajes. De hecho, el ecosistema permitía obtener sal del golfo que se extendía a los pies del campamento. Tal vez la ausencia en la zona de vientos con la suficiente aridez y duración como para desecar naturalmente lagunas artificiales, inundadas por el mar próximo durante la pleamar, imponía la invención de otras técnicas de extracción de la sal disuelta en las aguas. En Andalucía occidental, este sistema eólico potenciado por largas horas de fuerte insolación se conoce bien en la provincia de Cádiz por ejemplo, donde el viento Solano tiene la suficiente fuerza, insistencia y sequedad como para permitir su empleo para esto. Pero a tal procedimiento se ha recurrido también en la costa onubense y en el litoral atlántico portugués. De ahí que las razones ambientales no expliquen del todo por qué en La Marismilla se necesitó aplicar fuego al proceso de evaporación del agua marina. La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 181

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El sistema que se empleó aquí fue conseguir sal a base de hervir agua del mar en cazuelas. Esta técnica se ha aplicado muchas veces en el devenir histórico (fig. 17). De hecho, se usa todavía hoy, sumándosele a veces mecanismos sofisticados que provocan el vacío en los contenedores de agua para favorecer la evaporación. Pero su manejo en la Prehistoria estaba constatado sólo a partir de finales de la Edad del Bronce, en concreto en la desembocadura del Támesis. La Marismilla ha remontado la antigüedad de la fórmula al menos en dos mil años.

Figura 17. Grabado del siglo XVI donde se muestra la obtención de sal por ebullición de agua marina en Noruega (parte superior). Escudo de la ciudad yugoslava de Tuzla con representación del mismo procedimiento (parte inferior).

Se basaba este método fundamentalmente en la cocción de agua del mar hasta su total evaporación, de la que se obtendría en torno a 35-40 gr por litro, la misma o parecida proporción de sales que contienen en la actualidad las aguas del Atlántico en el golfo de Cádiz. De ser éste el sistema, sería necesario demostrar que en La Marismilla se empleó una fuente de calor distinta a la solar. Este extremo recibe suficiente apoyo con el análisis de la dureza alcanzada por los morillos de barro, que están casi convertidos en cerámica o estallados precisamente por la propia acción directa del fuego. En cualquier caso, no hay más indicios. En algún caso tales soportes aparecieron enteros en el interior de las fosas. Debieron de sostener sobre la lumbre las grandes cazuelas llenas de agua salada. Para facilitar su evaporación y lograr la decantación de las sales, la mayor parte de los vasos eran formas abiertas de borde entrante, lo que facilitaba la fuga del vapor sin que la ebullición produjera importantes pérdidas de líquido (fig. 18). Después de rellenar una y otra vez los recipientes con agua marina, se conseguía por saturación un gran bloque de sal con la misma forma que la vasija correspondiente. En esta fase final, la piedra de sal permanecía aún algún tiempo dentro de la cazuela y sobre el hogar para deshidratarla y darle dureza, de forma que fuera luego relativamente fácil su manipulación y transporte sin que se deshiciera. En cualquier caso, para extraer el bloque de sal del recipiente de barro era necesario quebrar el tiesto. De esta manera, cada vasija rota suponía la producción de un pan de sal. Por último, los restos inservibles de las cazuelas se arrojaban a las fosas de combustión saturadas de ceniza. Tal proceder sería la causa de la extraordinaria abundancia de cerámica fragmentada en La Marismilla. El principal problema con que contaba este método de obtención de sal venía representado, en consecuencia, por la enorme cantidad de recipientes de barro que consumía. De ahí que el grupo humano encargado de estas faenas debiera

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Figura 18. Hipótesis sobre la elaboración de sal en La Marismilla.

autoabastecerse de las vasijas necesarias. Tal solución implica que, a pesar de que La Marismilla no pueda considerarse propiamente un alfar, la cerámica que iba a ser usada en la salina se tuvieran que fabricar allí mismo. De este otro trabajo quedó en el yacimiento la suficiente huella como para convertir la hipótesis en certeza: el bruñidor de cuarcita (fig. 19). Y sobre el hacha de piedra, no es difícil suponer su empleo en la obligada recogida de la leña necesaria para la factoría. En cualquier caso, es posible que se destinara más bien a romper las cazuelas y a despegar los trozos de éstas que quedaban adheridos al bloque de sal, porque la inexistencia de carboncillos en los hogares sugiere el empleo de algún combustible que no dejara residuos y distinto por consiguiente a la leña, caso de los excrementos secos de bóvidos. En este sentido, debe recordarse ahora que estamos ante gente que vive del pastoreo de vacadas, y que las boñigas producen un alto rendimiento calorífico y apenas humo, y por supuesto ningún residuo más que las finas cenizas que tiñeron los fondos de las fosas. *** Los datos recabados en La Marismilla quedan suficientemente explicados con la hipótesis que ve en el sitio una explotación de sal por cocción de agua marina.

Figura 19. Alisador de cuarcita para bruñir cerámica. Su hallazgo en La Marismilla demuestra que las vasijas para la producción de sal se fabricaban allí mismo.

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Figura 20. En La Marismilla se hallaron unos pocos trozos de grandes orzas que no eran adecuadas para hervir agua salada. Tal vez se trate de envases de salazones. Reconstrucción hipotética de los recipientes enteros (B) a partir de los fragmentos reales (A).

Sin embargo, en el yacimiento se recogieron útiles que no encuentran fácil cobijo en tal interpretación: los ralladores y el molino de vaivén. Por eso La Marismilla pudo ser algo más que una salina. Entre los restos de sus viejas vasijas neolíticas se han detectado unas pocas que no podían servir para hervir agua. Se trata de grandes orzas de fondo plano, borde reforzado y asas laterales que parecen grandes envases (fig. 20). Este hecho permite una última vuelta de tuerca en el análisis e interpretación del yacimiento, porque la presencia de estos utensilios y contenedores sólo es admisible si en aquel lugar se procedía también a la salazón de carne o pescado. Por eso podemos acabar los párrafos dedicados a tan antigua salina con la imagen de cómo se conservaban en sal en el Egipto antiguo, en tinajas muy parecidas a las grandes orzas de La Marismilla, las aves que se cazaban en abundancia en los cañaverales del Nilo (fig. 21). *** Gracias a los estudios arqueológicos llevados a cabo en los últimos veinte años en las antiguas bocas del Guadalquivir, centrados principalmente en la parte sur del Aljarafe y en las terrazas de la margen izquierda del río, conocemos hoy suficiente información como para sospechar dónde vivió el grupo humano que explotó la salina de La Marismilla. Con motivo de unas obras realizadas en l986 en el antiguo Cerro de Arca, hoy Parque Municipal de La Puebla, se descubrieron casual­mente los restos de un enterramiento que sería práctica­mente expoliado de inmediato, con lo que se

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Figura 21. En Egipto se guardaban aves en salazón dentro de recipientes muy parecidos a las ánforas de La Marismilla.

perdieron casi todos los datos arqueológicos que una excavación rigurosa y metódica de la tumba habría proporcionado. La poca información recopilada ha permito, no obstante, avanzar en el conocimiento de quienes habitaron la comarca a fines del IV milenio a.C., momento también de vida de La Marismilla según ya hemos visto. El conjunto estaba compuesto por dos estructuras excavadas verticalmente en el suelo, en concreto en la falda meridional del cerro y en el extremo de éste que mira al Guadalquivir, donde hoy se asoma al río una gran balconada. Después de usadas para esta función funeraria, ambas cámaras fueron cubiertas poco a poco por un estrato de tierra vegetal que no contenía materiales arqueológicos antiguos (fig. 22). La tumba propiamente dicha corresponde a la estructura sur, excavada en el subsuelo en forma de silo. En su fondo se encontró un esqueleto humano en posición encogida, al parecer con la cabeza hacia el norte y recostado sobre su lado izquierdo, de manera que miraba hacia la salida del sol. La fosa tenía planta circular, con diámetro máximo de l,75 m cerca de la base y de 0,50 m en la boca, abierta verticalmente desde la parte superior en el centro del hoyo. En esta misma cámara subterránea aparecieron, junto a los restos óseos humanos, vasijas de cerámica de las que sólo se han conservado para su estudio fragmentos correspondientes a un gran cuenco con asas de pezones y a una lámpara en forma de cazo. Igualmente, acompañaba al esqueleto un hacha de piedra (fig. 23). Tales La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 185

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Figura 22. Perfil de las estructuras funerarias neolíticas halladas en el Parque Municipal de La Puebla, en el balcón que da al Guadalquivir: tumba (A) y pozo de ofrendas (B)

objetos fueron recopilados por D. Baldomero Vargas Garrido, guarda de los jardines, quien notificó otros hallazgos hoy perdidos y que consistían en pequeñas cazuelas de cerámica y dos cuchillitos de sílex. No se recabaron entonces datos más precisos de la situación en que cada uno de estos elementos fue localizado dentro del enterramiento. Junto a la cámara funeraria, pero sin comunicación subterránea con ella, se cavó otra estructura de planta circular con sección parecida al silo, aunque con más aspecto de fosa cilíndrica debido a su amplia boca. Su diámetro máximo era de unos 2 m. Su interior sólo proporcionó parte del esqueleto de un bóvido. De estos restos se pudieron identificar un cuerno y varios huesos largos de las extremidades posteriores. Tampoco contenía la estructura restos cerámicos, pues otras piezas estudiadas se localizaron por los alrededores de la sepultura (figs. 24 y 25). La ausencia de restos humanos en esta otra oquedad situada más al norte permite interpretarla como pozo de ofrendas. 186 • Antes de la fundación

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Figura 23. Ajuar que acompañaba al difunto en la sepultura del Parque Municipal: cuenco (1), lámpara (2) y azada (3).

Del individuo enterrado en esta tumba se rescató el cráneo y parte del resto del esqueleto. Todos esos despojos estaban mal conservados y muy desintegrados, pero permitieron adscribirlos a un tipo racial mediterráneo grácil, de edad relativamente joven – posiblemente menor de 20 años–, de sexo femenino y de estatura media-baja. *** Del análisis de esta sepultura pueden deducirse, finalmente, aspectos nada desdeñables para el conocimiento de aquella sociedad neolítica. Por una parte, el hecho de que se trate de una tumba bastante aislada, es decir, que no formaba parte de una numerosa agrupación de enterramientos, impide pensar en la existencia en aquel sitio de un extenso poblado. Más bien se trataría de una pequeño asentamiento de tipo familiar. Igualmente, estaríamos ante una estructura social que, La Puebla del Río. Miscelánea Histórica • 187

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frente a la tradición megalítica, no usaba el colectivismo funerario o, lo que es lo mismo, la práctica de colocar a los difuntos agrupados en gran número dentro de estructuras sepulcrales clánicas. Por influencia del mundo dolménico, este rito se extenderá más tarde a lo largo de la Edad del Cobre, sobre todo durante el III milenio a.C. Ejemplo elocuente de este nuevo fenómeno es en la zona del Aljarafe la gran necrópolis megalítica de Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán.

Figura 24. Fragmentos de cerámica recogidos en los alrededores del enterramiento del Cerro de Arca.

El hecho de que el cadáver se acompañara de un candil indica que ya por esta época la luz se relacionó con el mundo de ultratumba, seguramente porque éste se concibió, al igual que tantas otras veces en la Historia, como un tránsito por la oscuridad y la noche. No es de extrañar, en consecuencia, que la colocación del difunto en la tumba imitara la posición del sueño, y que la cabeza se dispusiera mirando hacia la salida del sol, símbolo del despertar. Así, todos esos detalles sugieren en realidad la creencia en un renacer, en una resurrección en éste o en otro mundo. Se trata en realidad de unas convicciones religiosas extendidas por muchas culturas prehistóricas de Occidente y por las civilizaciones que entonces estaban comenzando a surgir en el este del Mediterráneo, fuera en Egipto fuera en el Próximo Oriente asiático.

Figura 25. Objetos neolíticos encontrados por D. Salvador de Sancha en el antiguo Cerro de Arca, hoy Parque Municipal: hachas de piedra pulimentada (1-2) y fragmento de cerámica neolítica (3).

Es interesante igualmente la presencia en un enterramiento femenino de un hacha pulimentada que, por su forma ligeramente asimétrica – tiene el filo cortante fabricado con un solo bisel–, puede corresponder a la hoja de una azada para cavar la tierra. De confirmarse tal extremo, la pequeña comunidad que hace unos cinco mil años vivió en el Cerro de Arca habría encomendado las tareas agrícolas a las mujeres del grupo, práctica muy frecuente aún hoy entre poblaciones primitivas con una economía básicamente rural. Entre las sociedades que cuentan con esta

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costumbre, los miembros femeninos de la población suelen tener lógicamente una gran importancia económica, y por lo tanto un fuerte prestigio social. En consecuencia, frente a la tradición de la dote, su toma en matrimonio por parte de los varones va precedida de la institución denominada “compra de la novia”. Como mano de obra y como reproductora de la unidad familiar, la mujer adquiere así un estatus elevado, que se ve acrecentado cuando su número es escaso, lo que ocurre en aquellas culturas con mucha mortalidad femenina asociada a los problemas de salud posparto. Como es bien conocido a través de múltiples estudios de demografía prehistórica o del actual tercer mundo, la edad de muerte de la persona enterrada en la sepultura neolítica del Parque Municipal de La Puebla es la típica en que proliferan tales complicaciones. Bibliografía ACOSTA, P. (1986): “El Neolítico en Andalucía occidental: estado actual”, Homenaje a Luis Siret (1934-1984): 136-151. Junta de Andalucía, Sevilla. ARTEAGA, O.; SCHULZ, H.D.; ROOS, A.M. (1995): “El problema del ‘Lacus Ligustinus’. Investigaciones geoarqueológicas en torno a las Marismas del Bajo Guadalquivir”, Tartessos 25 años después, 1968-1993, Jerez de la Frontera: 99-135. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera. CARRIAZO, J. de M. (1966): “Memoria de los trabajos de excavación y hallazgos arqueológicos realizados en la zona de Sevilla durante el año 1965”, Noticiario Arqueológico Hispánico VIII-IX, cuad. 1-3, 1964-65: 301-312. ESCACENA, J.L.; RODRÍGUEZ DE ZULOAGA, M.; LADRÓN DE GUEVARA, I. (1996): Guadalquivir salobre. Elaboración prehistórica de sal marina en las antiguas bocas del río. Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Sevilla. GAVALA, J. (1959): La geología de la costa y bahía de Cádiz y el poema “Ora Maritima”, de Avieno. Instituto Geológico y Minero de España, Madrid. Ed. facsímil en Cádiz, Diputación Provincial de Cádiz, 1992. GAVILÁN, B.; VERA, J.C. (2001): “El Neolítico en la Alta Andalucía: cuestiones sobre la caracterización de sus fases”, Spal 10: 177-183. MENANTEAU, L. (1982): Les Marismas du Guadalquivir, exemple de transformation d’un paysage alluvial au cours du Quaternaire récent. Université de Paris-Sorbonne, Paris.

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