La sabiduría del tres al cuatro. Un inadvertido topos de la literatura árabe: la enumeración retórica

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LA SABIDURÍA DEL TRES AL CUATRO UN INADVERTIDO TOPOS DE LA LITERATURA ÁRABE: LA ENUMERACIÓN RETÓRICA PAR

PEDRO BUENDÍA*

En la cultura escrita árabe existen abundantes ejemplos de una figura que podríamos llamar «enumeración retórica». Generalmente, dicha enumeración suele agrupar tres o cuatro elementos de naturaleza muy heterogénea, bajo alguna característica común, cuyas razones o causas no siempre se explicitan. Tales enumeraciones aparecen en la tradición árabe con una frecuencia tan notable que indica que estamos en presencia de un topos literario más que de una manifestación repetida de simples «cosas contadas» en función de las necesidades expresivas de cada narrador. El presente estudio pretende analizar extensamente estas enumeraciones retóricas, y propone algunas explicaciones acerca de su razón de ser a la luz de la cultura, la literatura y la tradición retórica árabes. 1. ENUMERACIÓN «RETÓRICA» Y ENUMERACIÓN «LÓGICA». Quizá uno de los ejemplos más célebres de estas enumeraciones de naturaleza dispar y miscelánea se encuentre en el viejo adagio árabe sobre la dificultad de encontrar la amistad verdadera: Los imposibles son tres: el gul, la ‘anqa’ y el amigo fiel 1. Como es sabido, el gul y la ‘anqa’ son criaturas fantásticas del imaginario árabe: el primero, una variedad aterradora de genio o demonio del * Profesor de Lengua y Literatura Árabes, Facultad de Filología, Universidad de Salamanca. 1 al-Bagdadi, Îizanat al-Adab, ed. A-.S. MuÌammad Harun, 13 vols., El Cairo, 1986, vol 7, pág. 137; al-GaÌiÂ, Risala fi-l-gidd wa-l-hazl, en Rasa’il al-GaÌiÂ, ed. ¨A.-S. MuÌammad Harun, 2 vols., Beirut, 1991, vol.1, 231-278, pág. 271. Journal Asiatique 298.1 (2010): 5-30 doi: 10.2143/JA.298.1.2055065

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folklore; y la segunda, un ave gigantesca asociada a los profetas y el origen del mundo. Ambos vienen acompañados de una figura corriente, el «amigo fiel», que en realidad se convertirá en el más raro de los tres. Salta a la vista que nos hallamos ante un refinado producto cultural, una lograda imitación de la «sabiduría popular», creada sin embargo en el entorno de un público selecto y erudito. Para su comprensión cabal es necesario que el lector conozca los dos seres mitológicos nombrados; que acepte que ambos son imaginarios; y que previamente esté de acuerdo con la idea de que la amistad verdadera es un valor muy escaso y difícil, casi imposible de encontrar. La relación que existe entre los tres elementos del adagio, por tanto, es convencional, no lógica. Se basa en supuestos culturales que el lector ha de aceptar para que el conjunto cobre sentido: es tan difícil encontrar un amigo fiel como toparse con la gigantesta ‘anqa’ o con el gul de patas de burra. Además de esto, debemos preguntarnos, ¿por qué los imposibles son precisamente tres, y no cualquier otro número? Está claro que en el mundo hay muchas cosas imposibles, y que la lista podría ampliarse a seis, ocho o cincuenta elementos. La respuesta es: porque se trata de un artificio retórico basado en la fuerza de un número rotundo y sencillo (el tres), asociado a una cualidad (la rareza) cuyos ejemplos (gul, ‘anqa’ y un inesperado «amigo fiel») dan que pensar al lector, distrayéndolo del ingenioso mecanismo sobre el que está construida la aparente verosimilitud de la sentencia. La tradición cultural árabe conoce desde fecha temprana una notable inclinación por este tipo de enumeraciones. Una de las primeras parece ser la de la mu¨allaqa de ™arafa: Si no fuera por tres cosas, al hombre placenteras, no me importaría, por tu dicha, cuándo fuera desahuciado: primera, adelantarme a las chismosas con un trago de rojo vino que, al mezclarse con el agua, espumea. segunda, acudir sobre un caballo de corvados remos cuando el apurado llama, como lobo de espesuras, espantado en la aguada. Tercera, abreviar el día encapotado, ¡agradable tiniebla!, con una grácil mujer, bajo la tienda alzada2. 2 Mu¨allaqa de ™arafa, en F. Corriente y J. P. Monferrer Sala, Las diez Mu¨allaqat. Poesía y panorama de Arabia en vísperas del Islam, Madrid, 2005, págs. 113-14.

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Quizá pueda observarse que, a diferencia del adagio de los imposibles y el amigo fiel, el de ™arafa no agrupa elementos de naturaleza tan heterogénea, o que, al menos, esos elementos sirven de forma racional a una intención expresiva clara: afirmar la caballerosidad, la hombría y la vitalidad del poeta preislámico. No obstante, es evidente que se trata de una enumeración sumamente elaborada y compleja, dispuesta en torno a un número convencional (el tres), cuyos elementos son de naturaleza casual: para retratar esas mismas cualidades, el poeta podría haber escogido muchos otros ejemplos, y sobre todo en distinto número. El tres, como veremos, tiene una importancia retórica esencial. Antes de detallar la larga serie de enumeraciones retóricas que conocemos en la literatura árabe, es importante aclarar que nuestro objeto no son las enumeraciones corrientes o «lógicas» (aquellas cuyos elementos dictan la lógica interna del discurso y la realidad que se pretende describir); sino otras enumeraciones cuya verosimilitud y aparente coherencia se basan en la aceptación previa por parte del lector de la autoridad del autor. Algunas enumeraciones de tipo «lógico» serían: «Los días de la semana son siete, de lunes a domingo»; o «La Naturaleza se divide en tres categorías: animal, vegetal y mineral», o bien «Los califas ortodoxos fueron cuatro: Abu Bakr, ¨Umar, ¨Utman y ¨Ali». Veamos algunas muestras de ello en la literatura árabe. Un buen ejemplo lo constituye la célebre afirmación del imam Malik b. Anas acerca del azaque o limosna: «La limosna legal no se ha de dar sino en tres cosas: en tierra cultivada, en ganado, o en dinero contante y sonante»3. Recordemos también un hadiz donde el Profeta afirma: «Quien se vea afectado por un homicidio o sea lesionado, que elija de estas tres cosas una: el talión, el perdón o la compensación. Si reclamare una cuarta4, sujetadle la mano. Quien vaya más allá, es reo de gravedad»5. Veamos por último la lista de ingredientes que, tal como asegura la tradición musulmana en un repetido hadiz, pueden ser la materia prima del vino: 3 Malik, al-Muwa††a’, ed. M. MuÒ†afà al-A¨Âami, Abu Dhabi, 2004, 8 vols., kitab alzakat, no 835, vol. 2, pág. 343. 4 Esto es, si quisiera ir más allá de estas tres cosas, tomarse la justicia por su mano. 5 Abu Dawud, Sunan, ed. ‘I. ‘Ubayd al-Da¨¨as y ‘A. al-Sayyid, 5 vols., Beirut, 1997, k 33 (al-diyyat), b 3 (al-imam ya’muru bi-l-‘afw fi l-dam), no 4496, vol. 4, pág. 414.

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«Cuando se reveló [a la comunidad islámica] la prohibición del vino, este se preparaba de cinco cosas: trigo, cebada, dátiles, pasas y miel»6.

2. UN

CURIOSO GUSTO POR LA ENUMERACIÓN.

Parece claro que en los anteriores ejemplos la enumeración no puede variar. Habla de cosas determinadas de antemano: ni se puede objetar la presencia de los elementos contados, ni introducir en el conjunto otros nuevos. El discurso, por decirlo así, está dotado de una lógica interna que depende de la realidad y remite a ella, en este caso a los dogmas del Islam y a los fundamentos del derecho islámico. Sin embargo, desde muy temprana fecha, la cultura árabe muestra una notable inclinación por las enumeraciones de elementos dispares; enumeraciones que tan sólo tienen en común la cifra que las aglutina en torno a una presunta cualidad que el lector deberá aceptar sin discusión, por la autoridad o conocimientos de quien la formula. El Profeta Mahoma parece haber sido muy aficionado a este tipo de sentencias. La tradición musulmana nos ha transmitido un buen número de hadices en los que las más variadas noticias y motivos se agrupan en torno al número tres: «La curación está en tres cosas: un sorbo de miel, la ventosa del barbero y el cauterio; pero este último se lo prohíbo a mi Comunidad»7. «Guardaos de tres cosas malditas: defecar en los manantiales de agua, aliviarse en la vía pública, y [lo mismo] a la sombra [de un árbol]»8. 6 Muslim, ∑aÌiÌ, ed. N. MuÌammad al-Faryabi, 2 vols. en 1, Riyad, 2006, k 54 (al-tafsir), b 6 (fi nuzul taÌrim al-Ìamr), no 32-(3032), pág. 1379; al-BuÌari, ∑aÌiÌ, ed. M. Dib al-Baga, 6 vols., Beirut, 1987, k 77 (al-asriba), b 4 (ma ga’a fi anna al-Ìamr ma Ìamara al-¨aql min al-sarab), no 5266, passim; cf. K. Kueny, The rhetoric of sobriety: wine in early Islam, Nueva York, 2001, pág. 32. 7 al-BuÌari, ∑aÌiÌ, ed. cit., k 79 (al-†ibb), b 63 (al-sifa’ bi-l-talat), no 5356. Ibn Maga, Sunan, ed. M. Fu’ad ¨Abd al-Baqi, 2 vols., Dar IÌya’ al-Turat al-¨Arabi, 1975, no 3491, vol. 2, pág. 1155. Ahmad b. Îanbal, Musnad, ed. S. al-Arna’u†, Beirut, 1999, no 2208. Cf. Ibn Îabib, Al-mujtaÒar [=muÌtaÒar] fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. y trad. C. Álvarez de Morales y F. Girón, Madrid, 1992, 4r, pág. 49 de la trad. y 15 del texto árabe. 8 Abu Dawud, Sunan, ed. cit., k 1 (al-†ahara), b 14 (al-mawa∂i¨ allati nahà al-Nabi al-bawl fi-ha), no 26, vol. 1, pág. 27.

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«En tres cosas os reprueba Allah: en los dimes y diretes, en derrochar el dinero y en preguntar más de la cuenta»9 «Hay tres cosas que, se tomen de broma o de veras, resultan serias: el matrimonio, el divorcio y volverse a casar con la esposa repudiada»10. «Hay tres cosas que no es lícito hacer: dirigir la plegaria y pedir para uno solo sin acordarse de los demás, pues si así lo hace, los traiciona; mirar uno adentro de una casa sin pedir antes permiso, porque si mira, es como si ya hubiera entrado; y, cuando uno siente la necesidad de exonerar el vientre, rezar antes de aliviarse»11.

Como se puede apreciar, hay una inclinación patente por nombrar las cosas de tres en tres, por más que se trate de realidades que a primera vista no siempre guardan relación entre sí. Obviamente, pueden existir (y existen) amplias interpretaciones y comentarios para cada uno de esos hadices; pero en vano trataremos de encontrar una explicación convincente para la presencia en todos ellos del número tres. Hay muchas más de tres cosas que Allah reprueba; hay muchas más de tres cosas malditas; hay muchas más de tres cosas que contengan curación; hay decenas de cosas que, aunque se tomen en broma, terminan siendo serias. Lo que hace que el tres esté presente en todas esas sentencias es que confiere una extraordinaria fuerza retórica a una afirmación que de otro modo parecería carecer de coherencia o fundamento. El número contribuye decisivamente a formar la idea de que nos encontramos ante un pensamiento elaborado y profundo, producto de una sabiduría vigorosa y solvente. Nos encontramos, en resumidas cuentas, ante un topos literario. A continuación expondremos detenidamente una larga serie de ejemplos que ilustran esta idea. Lo haremos en orden, mostrando aquellas sentencias que presentan los elementos de tres en tres y, de seguido, las que lo hacen de cuatro en cuatro. 9 Con la variante de otras tres prohibiciones añadidas: desobedecer a los padres, enterrar vivas a las hijas y retener lo que se debe devolver. Cf. Muslim, ∑aÌiÌ, ed. cit., k 30 (al-aq∂iya), b 5 (al-nahi ‘an katrat al-masa’il min gayr Ìaga), no 13, 14, vol. 2, pág. 820. 10 Abu Dawud, Sunan, ed. cit., k 7 (al-†alaq), b 9 (fi l-†alaq ‘alà l-hazl), no 2194, vol. 2, pág. 447. Cf. otra versión con alguna ligera variante en Malik, al-Muwa††a’, ed. cit., vol. 3, kitab al-nikaÌ, no 2016 / 512, págs. 787-8. 11 Abu Dawud, Sunan, ed. cit., k 1 (al-†ahara), b 43 (A yuÒalli l-ragul wa huwa Ìaqin?), no 90, vol. 1, pág. 56.

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3. LA SABIDURÍA DEL TRES. Tal y como hemos apuntado, la inclinación por nombrar las cosas en grupos de tres es tan patente en la literatura árabe que no pocos autores la sitúan en los comienzos de la Creación y los relatos del Paraíso. Así, por ejemplo, lo indican estas palabras de Ibn ¨Abbas sobre el siempre enigmático origen de la metalurgia: «Tres cosas bajaron con Adán a la tierra: el yunque, las tenazas, y el martillo»12. A este conjunto añade al-Qur†ubi la aguja, precedida de otra enumeración más: «Tres cosas bajaron a la tierra con Adán —sobre él sea la paz: la Piedra Negra, que era de una blancura más intensa que la nieve; el cayado de Moisés, que era de mirto del paraíso13 y de diez codos de largo (según la altura de Moisés); y el hierro»14. Según al-Suyu†i, sólo tres cosas creó Allah de su propia mano: el Cálamo, el Paraíso y a Adán, en tanto el resto lo creó con su Verbo15. En otra de sus tradiciones, el mismo autor señala que «Nada hay en el Paraíso que se pueda encontrar en la tierra, salvo tres cosas: la palmera datilera, la piedra, y ciertas hojas que bajan desde el Éufrates16 todos los días y son una bendición del cielo»17.

12 Ibn Katir, Tafsir ad 57:26, ed. S. Ibn MuÌammad Salama, 8 vols., Riyad, 1999, vol. 8, pág. 28; al-™abari, Tafsir ad 57:26, ed. A. MuÌammad Sakir, 24 vols, Beirut, 2000, vol. 23, pág. 201; al-™abari, TariÌ al-Rusul wa l-Muluk, ed. M. Abu-l-Fa∂l Ibrahim, El Cairo, 11 vols., 1967, 2 ed., vol. 1, 1/130, pág. 130. 13 Cf. al-Ta¨labi, ¨Ara’is al-majalis fi qiÒaÒ al-anbiya’, or «Lives of the prophets» as recounted by Abu IsÌaq AÌmad ibn MuÌammad ibn Ibrahim al-Tha’labi, trad. W. M. Brinner, Leiden, 2002, pág. 61. Cf. Al-™abari, TariÌ al-Rusul wa l-Muluk, ed. cit., 1/126, vol. 1, pág. 127. 14 al-Qur†ubi, Tafsir [= al-Gami¨ li-aÌkam al-Qur’an] ad 57:26, ed. Hisam Samir alBuÌari, 2003, vol. 17, pág. 261. 15 al-Muttaqi al-Hindi, Kanz al-¨ummal fi sunan al-aqwal wa l-af’al, ed. B. Îayyani y ∑. al-Saqa, Beirut, 1981, kitab Ìalq al-‘alam min qism al-aqwal, no15135. También en al-™abari, Tafsir ad 23:1-3, ed. cit., con cuatro cosas, añadida «la escritura de las Tablas», que también habría hecho de su mano Allah. 16 Por ser este uno de los cuatro ríos que, junto con el Nilo, el SayÌan y el GayÌan, se originan en el Paraíso, según noticia atribuida al Profeta, cf. Ahmad b. Îanbal, Musnad, ed. cit., no 7544; Ibn Katir, al-Bidaya wa l-Nihaya, ed. ‘A.-A. Ibn ‘Abd al-MuÌsin alTurki, 20 vols., Cairo, 1997, vol. 1, pág, 57. 17 al-Muttaqi al-Hindi, Kanz al-¨ummal, ed. cit., kitab al-fa∂a’il min qism al-aqwal, no 34736.

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Como antes señalamos, al Profeta Mahoma se le atribuyen multitud de máximas de esta variedad retórica. Al-Nasa’i refiere, atribuyéndolo a ¨Abd Allah b. ¨Ubayd Allah b. ¨Abbas, que Mahoma no habría distinguido a los musulmanes del resto de los mortales sino por tres cosas: cumplir con la ablución ritual, no apropiarse de la limosna legal, y no cruzar al burro con el caballo de raza18. Según al-Suyu†i, el Profeta habría autorizado comer tres cosas: pájaros blancos, saltamontes y bazo19. Célebres son asimismo algunas sentencias, transmitidas con multitud de variantes, acerca de la contemplación que fortalece el corazón y la vista: «Es propio de personas piadosas mirar tres cosas: el rostro de los padres, el Alcorán y el mar»20. También podemos recordar que, según la tradición, el día de la toma de La Meca, Mahoma permitió a los musulmanes tres cosas que les estaban vedadas: «Comer la carne de las reses sacrificadas, visitar las tumbas y beber en vasijas». En tanto, les prohibió otras tres que les estaban permitidas: «Vender el botín antes de repartirlo, maltratar a los prisioneros y vender la cosecha antes de que entre en sazón»21. Es notable asimismo la historia, relatada por al-Maqdisi, de ¨Abd Allah b. Salam, el 18 Al-Nasa’i, al-Sunan al-kubrà, ed. de ‘A.-G. Sulayman al-Bandari y S. Kasrawi Îasan, 6 vols, Beirut, 1991, k 1 (al-†ahara), b 92 (al-amr bi-isbag al-wu∂u’), no 138, vol. 1, pág. 94. 19 al-Muttaqi al-Hindi, Kanz al-¨ummal, ed. cit., kitab al-ma¨isa min qism al-af¨al, no 41746. 20 Ib., fi birr al-walidayn, no 45536. También los verdores mejoran la vista: al-Maydani atribuye a Mahoma la célebre frase «Contemplar la verdura mejora la vista, y lo mismo pasa cuando se mira a la mujer hermosa» (Magma¨ al-amtal, 4 vols., ed. M. Abu-l-Fa∂l Ibrahim, Beirut, 1987, vol. 4, cap. 30, pág. 44). A estos dos elementos pronto se les sumará un tercero: la contemplación del agua que fluye de un manantial. Al-Gazali e Ibn Qayyim al-Gawziyya remozarán la lista añadiéndole cada uno un cuarto motivo (v. infra), y todavía en el s. XVII la idea servirá al egipcio al-Qalyubi para señalar que hay cuatro hábitos que regeneran la vista: contemplar los verdores, observar el Alcorán, mirar a los padres y la contemplación de «la ciudad gloriosa de La Meca» (Al-Qalyoubi [AÌmad al-Qalyubi], Le fantastique et le quotidien [Îikayat gariba wa ¨agiba], trad. R. Khawam, París, 1981: trad. esp. Lo fantástico y lo cotidiano, Barcelona, 1984, pág. 178. 21 Ibn al-Atir, Usd al-Gaba, ed. A.M. Mu¨awwa∂ y ‘A. A. ¨Abd al-Mawgud, 8 vols., Beirut, 1996, s.v. Îayyan b. Namla, no 1318, vol. 2, pág. 101; al-TawÌidi resulta algo más explicito respecto al maltrato de los prisioneros, pues dice «Forzar a las mujeres prisioneras antes de que parieran a sus hijos», al-Imta¨ wa l-Mu’anasa, ed. M.Î. Isma¨il, Beirut, 2003, pág. 276; y la ed. de AÌmad Amin y AÌmad Zayn, El Cairo, 1939-44, 3 vols., vol. 2, págs. 102-3. Cf. asimismo Abu Dawud, Sunan, ed. cit., k 20 (al-asriba), b 7 (fi-l-aw¨iyya), no 3698, vol. 4, pág. 65.

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judío medinés que interroga a Mahoma y descubre que es hombre de fiar tras preguntarle por tres cosas: cuál es la primera morada de los que acceden al Paraíso; a qué se deben las manchas negras sobre la superficie de la luna, y la causa de las señales del parecido físico. A todo lo cual el Profeta contesta que la primera morada será lam y nun; que la luna era un sol eclipsado por Allah, y que la señal del parecido físico se debe a la primera de las dos gotas de esperma que llega hasta el útero, originando la semejanza del niño22. La sabiduría, por así decirlo, recae en el número tres, se demuestra con el número tres y encuentra en él su cifra redonda. O al menos, según explicaremos más adelante, las cosas en número de tres son suficientes y abastantes para exhibir y exponer un tipo de sabiduría que no pesa, que es instructiva y convincente a la vez. La retórica del tres alcanza múltiples derivaciones literarias, que abarcan desde las tradiciones proféticas hasta la medicina, pasando por la gnómica y todo un ramillete de proverbios y consejas moralizantes. También por la literatura ascética. Ibn al-¨Imad cita estas palabras del sufí persa Îatim al-AÒamm: «La piedad se fundamenta en tres cosas: el temor, la encomienda y el amor a Allah», recordando que «El pecado se origina en [otras] tres: el orgullo, la codicia y la envidia»23. Al-TawÌidi también menciona que este mismo asceta, al pasar frente a un círculo de ulemas les espetó: «Hay tres cosas de las que no os libráis: la preocupación de ayer, la tristeza de hoy, el miedo de mañana»24. al-∑afadi, en fin, refiere esta otra sentencia del sufí Abu Îamza alBagdadi: «Quien procura tres cosas, se libra de males: una barriga frugal, que trae consigo un corazón contento; una pobreza constante, que asegura la vida ascética; y una paciencia a toda prueba, que es prueba de inteligencia»25. 22 Se refiere al esperma masculino y al presunto esperma femenino, tan popular en épocas medievales; al-Maqdisi, Kitab al-Bad’ wa l-TariÌ, ed. y trad de Cl. Huart, Le Livre de la Création et de l’Histoire, 6 vols., París, 1903, vol. 5, págs. 123-4. 23 Ibn al-¨Imad, Sadarat al-Dahab, ed. ‘A.-Q. y M. al-Arna’u†, 10 vols., Damasco, 1986, vol. 3 (año 237), págs. 169-170. 24 al-TawÌidi, al-Imta¨ wa l-Mu’anasa, ed. cit. (AÌmad Amin), vol. 2, pág. 124. 25 al-∑afadi, al-Wafi bi-l-Wafayat, ed. A. al-Arna’u† y T. MuÒ†afà, Beirut, 2000, 29 vols., vol. 1, s. v. Abu Îamza al-∑ufi, no 231, pág. 255. También una versión similar en Ibn Katir, al-Bidaya wa l-Nihaya, ed. cit., vol. XV, pág. 86 (recogido por el editor como variante textual en n. 2).

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Como dijimos, también la inveterada gnómica y parenética orientales hallan buen acomodo en el molde retórico de los tres elementos en torno a una cualidad, y en la literatura árabe no escasean los ejemplos, comenzando por algunos atribuidos a Luqman. Según al-Damiri, el legendario sabio levantino habría dejado en su testamento estas perlas de sabiduría para su hijo: «Hay tres cosas que bien parecen en un hombre: buena presencia, paciencia con sus hermanos y no aburrirse de los amigos»; y también: «El hombre desvariado se caracteriza por tres cosas: da crédito a lo que no ve; confía en quien no es de fiar y ambiciona lo que no puede conseguir»26. En este apartado se recogen frases de lo más variopinto, puestas en boca de gramáticos, califas, secretarios y personajes de diversa índole. Según Ibn ¨Abd Rabbih, el califa al-Ma’mun habría afirmado: «Todo lo pueden soportar los reyes, salvo tres cosas: que les disputen la soberanía, que divulguen sus secretos y que mancillen su harén»27. A al-Hasan b. Sahl se le atribuye esta otra máxima: «Hay tres cosas que, de no cumplirse, se malogran: la religión sin ciencia28; la fuerza sin la acción; el dinero sin gastarlo»29. Y al-∑afadi pone en boca de al-Îalil estas palabras: «Tres cosas hacen olvidar las desgracias: el correr de las noches, la mujer hermosa y la conversación con los paisanos»30. Tres insignes hombres de letras parecen especialmente aficionados a esta modalidad tópica, especie de sabiduría programada con reglas fijas y numerales decretos: al-GaÌiÂ, al-TawÌidi e Ibn Qutayba. Del primero de ellos espigamos este trébol de sapiencia: «En tres cosas se igualan los reyes y la plebe, las clases altas y las de baja estofa: en la muerte, en el 26 Al-Damiri, Îayat al-Ìayawan al-kubrà, Teherán, Intisarat NaÒir Jusraw, s. d., 2 vols. (impresa junto con ¨Aga’ib al-maÌluqat de al-Qazwini) +1 vol. índices, El Cairo-Teherán, 1373 H., s.v. al-Sarif / al-Sat, vol. 1, pág. 585. 27 Ibn ‘Abd Rabbih, al-¨Iqd al-farid, ed. M. MuÌammad QumayÌa, 9 vols, Beirut, 1983, vol. 1, Kitab al-lu’lu’ fi l-sul†an, pág. 13; al-Qalqasandi, ∑ubÌ al-a‘sà, ed. MuÌammad ¨Abd al-Rasul Ibrahim, 14 vols., Dar al-Kutub al-Îadiwiyya, El Cairo, 1331-8/191320, vol. 1, bab 5, faÒl 2, pág. 107. 28 Ár. ¨ilm; aquí obviamente ‘ciencias religiosas’. 29 Baha’ al-Din al-¨Amili, Kitab al-Kaskul, ed. M. ‘Abd al-Karim al-Nimri, 2 vols., Beirut, 1998, vol. 2, pág. 311. 30 al-∑afadi, al-Wafi bi-l-Wafayat, ed. cit., s.v. al-Farahidi (i.e. al-Îalil), no 4135, vol. 13, págs. 242-3.

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parto, en la agonía»31. De al-TawÌidi, este otro: «El objeto de tres cosas ha de ser otras tres: de la ciencia, el provecho; del dinero, gastarlo; y de la nobleza, la piedad»32. Ibn Qutayba, por su parte, recuerda que «Hay tres cosas que no se consiguen sino con gran peligro y suma congoja: el ejercicio del poder, el comercio en los mares y el combate contra el enemigo»33. Y también: «Tres cosas fortalecen la urbanidad y la confianza: visitar a la gente en sus casas34, comer con los paisanos y conocer íntimamente a la familia y a los deudos»35. En fin, de entre todas estas flores de gnómica, hay una que debió de gozar de gran predicamento en los salones cultos desde el s. IX abbasí en adelante, pues figura en un amplio número de fuentes: «Tres cosas prueban la inteligencia de los hombres: el libro, el profeta y el regalo»36. En el campo de la medicina, la farmacopea y la salud encontraremos terreno señaladamente fértil para estas enumeraciones. La mayoría de ellas parte del conjunto folklórico-tradicional de conocimientos médicos que se ha dado en llamar «medicina profética». Aunque en este campo los aforismos con el número cuatro son mucho más frecuentes, tampoco escasean los que agrupan cosas muy dispares bajo el número tres. Un conocido hadiz asegura que «Tres cosas provocan el olvido: las manzanas ácidas, comer de las cosas que han carcomido los ratones y despio31 al-GaÌiÂ, al-Bayan wa l-tabyin, ed. ¨A.-S MuÌammad Harun, 7° ed., 4 vols., El Cairo, 1998, vol. 3, 173, pág. 148. 32 al-TawÌidi (citando a Yusuf b. al-Îusayn), al-BaÒa’ir wa l-DaÌa’ir, ed. W. al-Qa∂i, 10 vols., Beirut, 1988, vol. 2, no489, pág. 160. 33 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. AÌmad Zaki, 4 vols. en 2, El Cairo, 1925, kitab al-su’dud, pág. 231. 34 Ár. al-ziyara fi l-raÌl, en lugar de la lectura errónea de otras ediciones al-ziyada fi l- raÌl ; cf. la n. 1 de AÌmad Zaki, ed. cit, ib. 35 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-iÌwan, pág. 24. 36 Ib., kitab al- su’dud, pág. 281; Ibn al-Gawzi, Kitab al-Adkiya’, ed. ‘A. ‘Abd al-Mun¨im Abu l-¨Abbas, El Cairo, s.d., cap. 10, pág. 64; al-GaÌiÂ, al-Bayan wa l-tabyin, ed. cit., vol. 2, 294, pág. 101; Ibn ¨Abd Rabbih, al-¨Iqd al-farid, ed. cit., vol. 2, kitab al-murgana fi muÌa†abat al-muluk, pág. 114; al-Bayhaqi, al-MaÌasin wa l-Masawi’, ed. M. Suwayd, Beirut, 1988, maÌasin al-rusul, pág. 185. Al-Ibsihi ofrece una versión algo más larga y atribuida a ¨Abd al-Malik b. Marwan: «Tres cosas muestran inteligencia: la obra escrita, de quien la hace; el heraldo [o profeta], de quien lo envía; el regalo, de quien lo escoge», al-Musta†raf fi kull fann mustaÂraf, ed. M. M. QumayÌa, Beirut, 1993, cap. 54, pág. 324; cf. la trad. francesa de G. Rat, Al-Mostatraf. Recueil de morceaux choisis çà et là dans toutes les branches de connaissances réputées attrayantes, 2 vols., París, 1899, vol. 2, cap. 54, pág. 88.

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jarse»37. Al imam al-Safi¨i se le atribuyen estas palabras: «Tres cosas sanan sin tener sustancia medicinal: la uva, el jugo de la manzana y la caña de azúcar»38. Ibn Qutayba asegura que «Tres cosas provocan la delgadez: beber agua en ayunas, dormir sobre una superficie que no sea plana y hablar mucho en voz alta»39. El historiador y teólogo al-Dahabi brinda otro saludable consejo: «A tres cosas debe obligarse el hombre: a caminar, pues de otro modo, cuando necesite hacerlo no será capaz; a comer, pues de lo contrario se le estreñirán las tripas; y al coito, pues si no se abreva en el pozo, se le seca el agua»40. Es evidente que, al menos a primera vista, en muchas ocasiones la naturaleza de los materiales e ingredientes que componen los aforismos es absolutamente heterogénea. En ellos se juntan, de tres en tres, las mordeduras del ratón con las manzanas; el dormir inclinado con la charlatanería y la delgadez; la miel con las ventosas del barbero; las semillas que bajan del paraíso con la palmera datilera, etc. A veces hallamos enumeraciones que se contradicen con otras, o que son directamente superfluas, henchidas de retórica y convencionalismo. Las presuntas palabras del Profeta diciendo que es propio de gente piadosa contemplar el mar41, armonizan mal con las que al-GaÌi e Ibn Qutayba atribuyen a al-NaÂÂam: «Tres cosas dañan la mente y arruinan el juicio: mirarse largo tiempo en el espejo; reír desaforadamente y pasar mucho tiempo 37 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-†a¨am, pág. 272. Hadiz luego “multiplicado” por dos en al-Damiri, Îayat al-Ìayawan, ed. cit., s.v. qaml, vol. 2, pág. 230: «Seis cosas inducen al olvido: comer de los desperdicios de los ratones, arrancarse los piojos cuando están vivos, orinar en aguas estancadas, asaltar caravanas, masticar resina y comer manzanas ácidas». Y en al-Qazwini, también creyendo que se trata de un hadiz, refiriéndolo y atribuyéndolo al Profeta: «Cinco cosas provocan el olvido; y la que más, las sobras de los ratones», ¨Aga’ib al-maÌluqat, Teherán, Intisarat NaÒer Jusraw, s. d., 2 vols. +1 vol. índices (impresa junto con Îayat al-Ìayawan al-kubrà, de al-Damiri), El Cairo-Teherán, 1373 H., vol. 2, pág, 302, Cf. Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., 14v, pág. 70 y 38 del texto árabe. 38 al-Dahabi, TariÌ al-Islam wa wafayat al-masahir wa l-a¨lam, ed. ‘U. ‘Abd al-Salam Tadmuri, Beirut, 53 vols., 1990, vol. 14, pág. 333. 39 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-†a¨am, pág. 271; al-TawÌidi, alBaÒa’ir wa l-DaÌa’ir, ed. cit., vol. 5, pág. 128, no 398. 40 al-Dahabi, TariÌ al-Islam, ed. cit., vol. 7, pág. 394. A esto añade, según su editor, en Siyar a¨lam al-Nubala’: «Conviene hacer estas cosas con moderación, y especialmente la coyunda cuando se llega a viejo», ib., n.1. 41 Junto al rostro de los padres y el Alcorán, v. supra.

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contemplando el mar»42. La superficial reelaboración que al-Damiri transmite de las tradiciones en torno al poder curativo de la miel («Tres cosas hay en la miel: curación, dulzura y suavidad»43), demuestra que su intención no es aportar nada nuevo ni comunicar algún pensamiento propio (ni tan siquiera que crea en lo que está diciendo), sino limitarse a exprimir un topos ampliamente difundido, cuya aceptación por parte del lector da por segura. La impresión de estar diciendo algo más importante de lo que realmente se dice, de estar formulando un alto pensamiento por la forma rotunda en que se enuncia, contribuye inevitablemente a destacar el carácter un tanto urgente de esta sabiduría abreviada y de «consumo inmediato», comprimida en ingeniosas píldoras de buen tono educativo y social. En los ambientes cultivados y refinados es donde, a nuestro juicio, más pudo prosperar el tópico de la enumeración retórica, por tratarse en no pocas ocasiones de conocimientos, o bien un tanto sofísticos y superficiales, o bien de naturaleza claramente ingeniosa y deleitable. Por ejemplo, un delicado y ocurrente adagio de Ibn ¨Abd Rabbih, de compleja elaboración literaria, que sin embargo aparenta ser un pensamiento espontáneo y natural: «Aquel que aprende tres cosas del gallo y tres del cuervo, culmina su formación y aquilata su hombría: del gallo, su generosidad, su valentía y su celo; del cuervo, su diligencia en procurarse el sustento, su prevención constante y la discreción para entregarse al coito»44. En esta línea, la enumeración a veces se convierte en un fino acertijo de buen tono cultural y religioso, minuciosamente elaborado, como en la historia que de nuevo Ibn ¨Abd Rabbih relata acerca del califa Mu¨awiya, quien habría recibido esta carta del emperador de Bizancio: «Dime lo que no tiene qibla; y quién no tiene padre; y quién no proviene de ninguna familia; y quién viajó con su tumba, y tres criaturas que no hayan salido 42 ¨Uyun al-AÌbar, kitab al-†a¨am, pág. 272; al-GaÌiÂ, Kitab al-Îayawan, ed. ‘A.-S. MuÌammad Harun, 7 vols., Beirut, 1969, vol. 5, 165, pág. 572; Ibn Abd Rabbih, al-¨Iqd al-farid, vol. 8, pág. 19, kitab al-farida al-taniya fi l-†a¨am wa l-sarab. 43 Al-Damiri, Îayat al-Ìayawan, ed. cit., vol. 2, s. v. al-naÌl, pág. 344, tras poner a la abeja como ejemplo del poder omnímodo de Allah, pues en ella se juntan el dulce y el veneno. 44 Ibn Abd Rabbih, al-¨Iqd al-farid, ed. cit., vol. 2, kitab al-murgana fi muÌa†abat alMuluk, pág. 151.

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de vientre de hembra»; a todo lo cual contestó el califa, con la ayuda de Ibn ¨Abbas: «Lo que no tiene qibla es la Ka¨ba; quien no tiene padre, Jesús; quien no proviene de familia alguna, Adán; aquél que viajó con su tumba, Jonás; y las tres criaturas no nacidas de vientre de hembra son el carnero de Abraham, la camella de Tamud y la serpiente de Moisés»45. El efecto cautivador y efervescente, la carga retórica de las afirmaciones en torno al tres llega a veces a ser tan palpable que incluso se formula en prosa rimada, como en este ejemplo recogido por al-Dahabi y atribuido al místico al-MuÌasibi: «Tres cosas hay admirables: el bello rostro cuando es casto (Ìusn al-wagh ma¨a al-Òiyana), el cuerpo hermoso cuando se es devoto (Ìusn al-Ìalq ma¨a al-diyana), y la amistad cuando es leal (Ìusn al-iÌa’ ma¨a al-amana)»46. En otras ocasiones aparece ligada a personajes de ingenio proverbial, como en las palabras sobre los goces de este mundo —quizá algo groseras para nuestro gusto— que al-Qazwini atribuye al «ocurrente sabio» AÌmad b. al-™ayyib al-SarÌasi: «Los placeres de este mundo son tres: comer carne, montar carne e introducir carne en la carne». A falta de dudas, no se priva al-Qazwini de añadir unos explicativos versos, inspirados en el citado adagio: ¿No ves que son tres los placeres del mundo y hacia ellos se inclina todo de por sí? Todos ellos se encuentran en la carne; al comer, o al cabalgar, o al copular 47.

4. LA SABIDURÍA DEL CUATRO. El número cuatro es, junto con el tres, el más frecuente en enumeraciones de tipo retórico o tópico. En no pocas ocasiones, a los adagios que 45

Ib., vol. 2, loc. cit., pág. 71. al-Dahabi, TariÌ al-Islam, ed. cit., vol. 18, pág. 207. También en Ibn al-¨Imad, Sadarat al-Dahab, ed. cit., año 243, pág. 198; y en al-Qazwini, Atar al-Bilad, Beirut, Dar ∑adir, s.d., pág. 322, con ligeras variantes. De modo semejante procede al-GaÌi en el prólogo de su Kitab al-BuÌala’ cuando advierte al lector que en él encontrará tres cosas: «Razonamientos novedosos [tabayyun Ìugga †arifa], conocimiento de curiosos trucos [ta¨arruf Ìila la†ifa] y un provecho entretenido y sorprendente [istifada nadira ¨agiba]», trad. S. Fanjul, El libro de los Avaros, Madrid, 1992, pág. 79; Kitab al-BuÌala’ , ed. M. Suwayd y M. QaÒÒaÒ, Beirut, 1988, pág. 24. 47 al-Qazwini, Atar al-Bilad, ed. cit., pág.390. Los versos son de un poeta anónimo. 46

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cuentan tres elementos se les añade un cuarto; pero los ejemplos de cuatro cosas nombradas en torno a una cualidad o característica determinadas son tan abundantes que deben ser tratados separadamente. El cuatro, además, se apoya en una inveterada tradición previa al Islam, que nos habla repetidamente otros tantos elementos con entidad y magnitudes propias. Cuatro son los puntos cardinales. Cuatro los elementos primordiales de la física griega. Cuatro los humores de la medicina hipocrática, y cuatro las cualidades que se les atribuyen48. Cuatro son las edades del hombre49. Cuatro ríos fluyen del paraíso50. Cuatro son los sabores primarios. Cuatro las estaciones del año. Toda una variedad de elementos esenciales se agrupa en torno al cuatro, y en las letras árabes hallará un fértil espacio donde desarrollarse. Ya apuntamos que a las enumeraciones de los relatos sobre los orígenes y la Creación a veces se les agrega un cuarto elemento. Así, por ejemplo, las tres cosas creadas por Allah de su mano (El Cálamo, el Paraíso y Adán) se convierten en cuatro en el comentario de al-Qur†ubi, tras añadirse el Trono51. Por su parte, al-Maqdisi señala que Allah completó la Creación a partir de cuatro cosas: los ángeles, de luz; los genios, de fuego; las bestias, de agua, y los hombres de barro52. Quizá también como reflejo de la medicina humoral, Ibn Qutayba y otros aseguran que Adán fue creado de cuatro substancias, una húmeda, otra seca, otra caliente y otra fría53. La gnómica, la parénesis, la paremiología, encontrarán en el número cuatro un ancho cauce en el que divulgarse de manera natural. Así, por ejemplo, Ibn al-Muqaffa¨ afirma: «Cuatro cosas no deben menospre48 Frío, calor, humedad y sequedad. Cf. Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., 20v, pág. 84. 49 Infancia, juventud, madurez y vejez. Ib., 32v, pág. 102. 50 Gn 2:10-14. Cf. al-GaÌiÂ, Le Kitab at-Tarbi’ wa-t-tadwir de Gahiz, ed. Ch. Pellat, Damasco, 1955, § 39; Yáhiz [al-GaÌiÂ], Libro de la cuadratura del círculo, trad. P. Buendía, Madrid, 1998, pág. 62. Véase supra. 51 al-Qur†ubi, Tafsir ad 96:4, ed. cit., vol. 20, pág. 120. 52 al-Maqdisi, Kitab al-bad’ wa l-TariÌ, ed. y trad. cit., vol. 2, pág. 58 de la trad. de Huart. 53 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-†aba’i¨, vol. 1, pág. 62; Ibn ¨Abd Rabbih, al-¨Iqd al-farid, ed. cit., vol. 7, kitab al-zabargada al-taniya fi bayan †aba’i¨ alinsan, pág. 256; Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., 34r, pág. 104.

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ciarse ni en pequeña medida: el fuego, la enfermedad, el enemigo y las deudas»54. Al-TawÌidi, a su vez, forja en este molde sentencias muy elaboradas: «La vida son cuatro cosas: regocijo, desahogo, deleite y hermosura. El regocijo está en el corazón; el desahogo en el cuerpo; el deleite, en el gaznate; y la hermosura, en el ojo»55. Y también: «Con cuatro cosas culmina el hombre su dignidad y honra: noble ascendencia, entendimiento saludable, palabra elocuente y hermano sincero»56. En ocasiones, las sentencias pasan de un tono moralizante y educativo a cierto color cómico y algo procaz. Se atribuye al califa Harun al-Rasid haber dicho: «Hay cuatro cosas insípidas: el arroz frío, besar a una mujer a través del velo, el fornicio en el agua, y el canto que se escucha tras una cortina»57. Asimismo, el célebre músico IsÌaq al-MawÒili es el autor de esta máxima: «El mundo gira en torno a cuatro cosas: la procreación, las mujeres, la música y el vino; todo lo demás es fruslería»58. Al-Ragib al-IÒfahani, en fin, llevará este pequeño género de la enumeración retórica a altas cotas de arte, gracia e ingenio: «Debe haber en la mujer cuatro cosas negras: el pelo, las cejas, las pestañas y las pupilas. Cuatro cosas blancas: la piel, el blanco puro de los ojos, los dientes y las piernas. Cuatro cosas rojas: la lengua, los labios, las mejillas y las encías. Cuatro cosas redondas: la cabeza, el cuello, los antebrazos y las pantorrillas. Cuatro cosas largas: la espalda, los dedos, los brazos y las piernas. Cuatro cosas anchas: la frente, los ojos, el pecho y las caderas. Cuatro cosas delgadas: las cejas, la nariz, los labios y los dedos. Cuatro cosas gruesas: el trasero, los muslos, los gemelos59 y las rodillas. Cuatro pequeñas: las orejas, los pechos, las manos y los pies. Cuatro fragantes: la transpiración, la boca, la nariz y la vulva. Y cuatro cosas honestas: la mirada, el vientre, la lengua y la mano»60.

54 Ibn al-Muqaffa¨, al-Adab al-Òagir, ed. AÌmad Zaki, 1911, pág. 68. Y en versión de al-TawÌidi: «De cuatro cosas lo poco es mucho: el fuego, la enemistad, la pobreza y la enfermedad» (al-BaÒa’ir wa l-DaÌa’ir, ed. cit., vol. 5, 427, pág. 134). 55 al-TawÌidi, al-Imta¨ wa l-Mu’anasa, ed. cit. (AÌmad Amin), vol. 2, págs. 126-7. 56 al-TawÌidi, al-BaÒa’ir wa l-DaÌa’ir, ed. cit., vol. VI, 372, pág. 116. 57 Ib., vol. 2, 8, pág. 15. 58 Ib., vol. 4, 38, pág. 33. 59 Ignoro a qué ‘dos músculos’ (al-¨a∂alatani) se refiere precisamente el autor. 60 Al-Ragib al-IÒfahani, MuÌa∂arat al-Udaba’, Dar Maktabat al-Îayat, Beirut, s.d., 4 vols. en 2 tomos, vol. 3, pág. 310.

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Será sin embargo en el terreno de las prácticas sanadoras y la medicina donde el número cuatro adquiera una dimensión, por así decirlo, primordial. Los más variados remedios, males, curaciones y recetas se agruparán en torno al número cuatro, singularmente destacado desde la medicina hipocrática. Al-Gazali, Ibn Îabib e Ibn Qayyim al-Gawziyya, entre otros, proporcionan listas enteras de cuatro conceptos relacionados por alguna supuesta cualidad terapéutica. En general, sus informaciones se pueden dividir en dos variedades: grupos de cuatro cosas que perjudican y grupos de cuatro cosas que benefician. Veamos algunos ejemplos de esta retórica de las cosas dañinas, antes definidas por un número que por razones consistentes o explícitas: «Cuatro cosas arruinan el cuerpo: la coyunda sin tasa, entrar ahíto a los baños, comer cecina y acostarse con mujer vieja»61. «Cuatro cosas enferman el cuerpo: hablar de más; dormir mucho; comer mucho; aparearse mucho»62. «Cuatro cosas destruyen el cuerpo: el ansia, la tristeza, el hambre y el insomnio»63. «Cuatro cosas debilitan la inteligencia: comer mucha cebolla, las habas, el coito y las borracheras»64. «Cuatro cosas debilitan la vista: mirar la basura; contemplar a un crucificado; observar la vulva de la mujer y sentarse de espaldas a la qibla»65. «Cuatro cosas enturbian la vista: andar descalzo; desayunarse y convivir con personas odiadas, o pesadas, o enemigas; llorar mucho; y mirar durante mucho tiempo la letra menuda»66.

61 Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. S. al-Gumayli, Beirut, 1990, pág. 299. Cf. la trad ingl. de P. Johnstone, Medicine of the Prophet, Cambridge, 1998, pág. 284. Otra versión en Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-†a¨am, vol. 2, pág. 271: «Cuatro cosas arruinan la vida e incluso matan: acudir al baño en demasía, entregarse a la coyunda estando ahíto, comer cecina seca y beber agua fría en ayunas». 62 Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit. Todas las citas de este autor se encuentran en el capítulo final de la obra, págs. 298 y sigs. (ed. árabe), y págs. 283 y sigs. (trad. inglesa). 63 Ib. 64 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-†a¨am, vol. 2, pág. 272; al-TawÌidi, al-BaÒa’ir wa l-DaÌa’ir, ed. cit., vol. 5, 399, pág. 128. 65 Al-Gazali, IÌya’ ¨ulum al-Din, 4 vols., Dar al-Sa¨b, El Cairo, 1933, vol. 4, Kitab adab al-akl, pág. 680; Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit. 66 Ib.

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«Cuatro cosas resecan el rostro y le arrebatan su hermosura y lozanía: la mentira, la impudicia, el preguntar por preguntar, y el fornicio en exceso»67. «Cuatro cosas debilitan el cuerpo: el coito en demasía, las cuitas en exceso, beber mucha agua en ayunas y comer muchos alimentos ácidos»68.

Ahora veamos algunos elementos beneficiosos definidos de cuatro en cuatro: «Cuatro cosas fortalecen el cuerpo: comer carne, los olores fragantes, lavarse a menudo sin mediar el coito y vestir prendas de lino»69. «Cuatro cosas fortalecen la vista: sentarse mirando a la Ka¨ba; ponerse antimonio en los ojos antes de dormir; mirar los verdores y mantener limpio el sitio donde uno se sienta»70. «Cuatro cosas desarrollan la mente: abstenerse de habladurías; usar el mondadientes; y frecuentar a las gentes piadosas y a los sabios»71. «Cuatro cosas aumentan el deseo sexual: comer pájaros; el electuario de mirobálano72; los pistachos y el jaramago73»74.

67

Ib. Al-Gazali, IÌya’ ¨ulum al-Din, ed. cit., loc. cit. 69 Atribuido a al-Safi¨i por Ibn Qayyim al-Gawziyya, quien en el mismo pasaje ofrece además otra versión pareja: «Cuatro cosas fortalecen el cuerpo: vestir ropajes suaves; tomar baños moderadamente; comer alimentos dulces y grasos; y aspirar olores fragantes» (al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit.); al-Gazali, IÌya’ ‘ulum al-Din, ed. cit., loc. cit. Cf. asimismo Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., 19 r, pág. 81, y 20 r, pág. 82. 70 Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit. También citado, con pequeñas variantes, por al-Gazali, IÌya’ ‘ulum al-Din, ed. cit., loc. cit. 71 Nótese que en realidad son tres. Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit.; al-Gazali, IÌya’ ‘ulum al-Din, ed. cit., loc. cit. Cf. Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., 14v, pág. 70. 72 Ár. i†riful (a†riful), cf. Ibn Rusd (Averroes), El libro de las Generalidades de la Medicina (Kitab al-Kulliyyat fi l-†ibb), trad. C. Vázquez de Benito y C. Álvarez Morales, Madrid, 2003, 156, pág. 337. Sobre las variedades de electuarios hechas con mirobálano, cf. ¨Abd al-RaÌman ibn MuÌammad Ibn Wafid, El «Libro de la almohada» de Ibn Wafid de Toledo (recetario médico árabe del siglo XI) ed. y trad. C. Álvarez Morales, Toledo, 1980, págs. 149, 337, 340. 73 Ár. girgir, ‘jaramago’, ‘oruga’, ‘rúcula’, lat. eruca sativa; cf. Ibn Îabib, Al-mujtaÒar fi l-†ibb (Compendio de Medicina), ed. cit., índice. 74 al-Gazali, IÌya’ ‘ulum al-Din, ed. cit., loc. cit. También en Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit., pero con la algarroba en lugar de la oruga o jaramago; al-Damiri, Îayat al-Ìayawan, ed. cit., vol. 2, s.v. al-¨uÒfur, pág. 30. 68

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«Cuatro cosas dan tersura y donaire al rostro: la caballerosidad (muru’a), la lealtad, la generosidad y el temor de Allah. Y cuatro acarrean la aversión y el odio: el orgullo, la envidia, la mentira y la maledicencia»75.

Tratar de hallar un denominador común, una causa o razón aparentes para explicar la prodigalidad en torno al tres y al cuatro nos sitúa en una encrucijada cultural. Es cierto que la heterogeneidad aparente de los elementos enumerados puede llevar a pensar que su agrupamiento es aleatorio o caprichoso, primando en ellas la fuerza del mensaje sobre la lógica interna que agrupe a estos elementos. Ello no siempre es así, y en muchas ocasiones estas enumeraciones muestran al estudioso una visión coherente del mundo, en razón de la cultura, los conocimientos y las mentalidades de la época. En efecto, un estudio pormenorizado nos mostrará por qué la alta cultura árabe llegó a afirmar que comer pájaros acrecentaba los deseos sexuales; y también por qué las mentes medievales pensaban que abusar del coito acortaba la vida. Sabemos por qué los árabes sentían que usar el mondadientes estimula la inteligencia, por qué creían que mirar los verdores mejoraba la vista y por qué vestir prendas de lino era saludable76. No obstante, es importante subrayar que aunque indaguemos en el porqué de la presencia de cada cosa en esta lista, en la visión del mundo que tales enumeraciones expresan, nos resultará mucho más difícil hallar el porqué de su disposición o agrupamiento de tres en tres o de cuatro en cuatro. Ese porqué tiene más relación, creemos, con la eficiencia del discurso que con su aparente lógica interna. Recordando ahora la retórica clásica y su objetivo primordial, la persuasión77, nos atrevemos a decir que la respuesta es: porque estamos ante un topos retórico, una forma acrisolada del discurso literario que, autorizando el número en boca de una autoridad, lo exime de posibles explicaciones adjuntas.

75

Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., loc. cit. Sobre estas cuestiones, permítasenos citar nuestro trabajo «Delicado sifad, preciado semen. Pervivencia de un viejo tópico grecolatino en la cultura árabe medieval», Cahiers de Recherches Médiévales 18 (2009). 77 Cf. Aristóteles, Retórica, I, 2, 1355b. 76

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5. CINCO, SEIS, SIETE… «Y PARE USTED DE

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CONTAR».

Antes de pasar a analizar las razones culturales de este topos, terminaremos esta larga exposición con aquellas enumeraciones que utilizan el cinco, el seis y el siete. Las trataremos en un mismo apartado porque, más allá del tres y el cuatro, la frecuencia de las enumeraciones disminuye notablemente, y no es por casualidad. Ibn Qutayba, en un puro ejercicio retórico pleno de gracia y no poca veleidad, hizo célebre esta sentencia: «Hay cinco cosas que son desperdicio: encender una lámpara al sol; el aguacero sobre la ciénaga salobre; la hermosa casada con el impotente; el banquete ofrecido al borracho y el favor hecho al desagradecido»78. Nuevamente se echa de ver que la elección de los cinco elementos del adagio se basa exclusivamente en el ingenio y la chispa de cada uno de ellos, que sumados confieren al conjunto una apariencia de sentido mayor del que en realidad tiene. Ciertamente, si tuviéramos que resumir el significado de la sentencia de Ibn Qutayba, no encontraríamos mejor camino que una frase inconsistente: «El hombre hace muchas cosas inútiles», o cualquiera por el estilo. El mismo autor ofrece esta joya de sabiduría mundana: «No conviene al hombre habitar un país en el que no haya cinco cosas: un rey justo, un médico sabio, agua que fluya, un valle ancho y un mercado permanente»79. Por su parte, al-TawÌidi dispone una serie de cinco elementos para censurar la precipitación y la impaciencia: «Las prisas son del demonio excepto en cinco cosas que el Profeta acostumbraba hacer [sunna]: dar de comer al huésped cuando se presenta; amortajar al difunto; casar a la doncella; cumplir con los preceptos de la religión y arrepentirse del pecado»80. Ibn Qayyim al-Gawziyya atribuye a Platón una nueva máxima sobre realidades que matan: «Cinco cosas consumen el cuerpo y pueden llegar a matar: la pobreza; separarse de los seres queridos; tragarse la ira; no dejarse aconsejar y la risa del ignorante frente al sabio»81. 78

Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-Ìawa’ig, vol. 2, pág. 169. Ib., vol. 1, kitab al-sul†an, pág. 6. También al-TawÌidi menciona este adagio en al-BaÒa’ir wa l-DaÌa’ir (ed. cit., vol. VI, 311, pág. 95), pero con cuatro elementos, sin el mercado. 80 al-TawÌidi, al-Imta¨ wa l-Mu’anasa, ed. cit., vol. 2, pág. 68. 81 Ibn Qayyim al-Gawziyya, al-™ibb al-Nabawi, ed. cit., pág. 300. 79

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Las reflexiones piadosas tienen asimismo un lugar para exhibir cinco elementos. al-Dahabi pone en boca del sufí Îatim al-AÒamm: «De cinco cosas no se esconde el creyente: de Allah, del Juicio, de la Providencia, de la muerte y del demonio»82. Y en la del místico Ibn Karram: «Cinco cosas alimentan el corazón [del creyente]: el ayuno, la lectura del Alcorán, la oración nocturna, la contrición al alba y la plática con los hombres virtuosos»83. En cuanto al seis, quizá la más conocida afirmación sea la atribuida al imam ¨Ali: «Este mundo son sólo seis cosas: comer, beber, vestir, montar, aparearse y oler»84. A Mu¨awiya se le recuerda esta descripción magistral: «En seis cosas conocerás al necio: en enfadarse sin motivo, en hablar por hablar, en regalar cosas sin venir a cuento, en publicar secretos, en fiarse de cualquiera y en no saber distinguir al amigo del farsante»85. Ibn Qutayba abunda nuevamente en la ligereza de la existencia: «Seis cosas hay tornadizas en extremo: la sombra de las nubes, la amistad del taimado, el amor de las mujeres, la lisonja mendaz, el dinero en abundancia y el soberano despótico»86. Al-Suyu†i, en fin, nos transmite esta bella sentencia moralizante compuesta de elementos complejos: «Hay seis cosas hermosas que en seis personas son más hermosas aún: la justicia es hermosa; pero más lo es entre los príncipes; la generosidad es hermosa, y más entre los ricos; la piedad es hermosa, y más entre los sabios; la paciencia es hermosa, y más entre los pobres; el arrepentimiento es hermoso, y más entre los jóvenes; el pudor es hermoso, y más en las mujeres»87. A duras penas podríamos continuar buscando enumeraciones que superen el tres y el cuatro. Después de estas dos cifras, tan sólo hemos podido hallar los pocos casos que acabamos de nombrar. Aún cabe añadir una 82

al-Dahabi, TariÌ al-Islam, ed. cit., vol. 17, pág. 119. Ib., vol. 19, pág. 311. Al-Ibsihi, al-Musta†raf, ed. cit., pág. 24, y trad. fr. de G. Rat, vol. 1, pág. 50. 84 al-Damiri, Îayat al-Îayawan, ed. cit., s.v. al-naÌl, vol. 2, pág. 344; al-Zabidi, Tag al-‘arus, ed. ‘A-S. AÌmad Farrag, 40 vols., Kuwayt, 1965, s.v. ¨asal. 85 Al-Ragib al-IÒfahani, MuÌa∂arat al-Udaba’, ed. cit., vol. 4. pág. 704. 86 Ibn Qutayba, ¨Uyun al-AÌbar, ed. cit., kitab al-Ìawa’ig, vol. 2, pág. 169; Al-Ragib al-IÒfahani, MuÌa∂arat al-Udaba’, ed. cit., vol. 4. pág. 704. 87 al-Muttaqi al-Hindi, Kanz al-¨ummal, ed. cit., kitab al-mawa¨i wa l-Ìikam min qism al-aqwal, no 43551. 83

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rara enumeración de siete elementos sobre las motivaciones del llanto según el tradicionista Yazid b. Maysara: «El llanto se produce por siete cosas: por la alegría, por la tristeza, por el temor, por el dolor, por fingimiento, por gratitud y por el temor de Allah»88. Para encontrar más enumeraciones a partir de aquí, deberíamos acudir al capítulo llamado «Las cualidades contadas» (al-ÌiÒal al-ma¨duda) que al-Ragib al-IÒfahani les dedica en sus MuÌa∂arat al-Udaba’. El célebre autor persa despliega toda su sabiduría libresca para reunir listas de cosas contadas en grupos desde el uno hasta el diez89. No es casual que las enumeraciones de cosas en torno a cualidades determinadas atraigan la atención de un erudito antólogo cuya obra es esencialmente «un catálogo de expresiones elegantes para uso de aspirantes a literatos»90. Ello es así porque estas sentencias eran lugares comunes, piezas de elocuencia abreviada y categórica con las que empedrar un discurso literario o forense determinado. La razón de que abunden mucho más con los números tres y cuatro es bien sencilla: no son tan pequeños que sugieran escasez de ejemplos, ni tan grandes que sean difíciles de retener. Ambos marcan, vale decir, el principio de la variedad y el final de la prolijidad. Retener y enunciar tres o cuatro ejemplos autoriza al sabio como tal: hace gala de suficientes conocimientos, pero sin abrumar ni resultar pesado o complicar la comprensión de la sentencia. El tres y el cuatro aseguran una sabiduría rápida, llevadera y difícil de discutir por su laconismo y contundencia; una sabiduría típica y tópica, apta para las más variadas galas sociales.

6. ELOGIO

Y CRÍTICA DE UN TÓPICO DE LA CULTURA ÁRABE.

A lo largo de este estudio hemos comprobado cómo en estas enumeraciones se entremezclan conocimientos de todo tipo: observaciones originales, creencias folklóricas, verdades evidentes y simples certezas de perogrullo. En ellas se agrupan informaciones y datos provenientes de 88 Ibn al-Sirri, Kitab al-Zuhd, ed. ‘A.-R. ibn ‘Abd al-Gabbar al-Faryawani, Kuwayt, 1985, 464, pág. 267. 89 Al-Ragib al-IÒfahani, MuÌa∂arat al-Udaba’, ed. cit., vol. 4, págs. 702-5. 90 EI2, s.v. al-Raghib al-IÒfahani, art. de E. K. Rowson.

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diversas ramas del conocimiento: medicina, religión, historia, geografía, urbanidad, etc. El único elemento común en ellas es la presencia de un número. Como ya señalamos, el análisis particular de los elementos que integran estas máximas constituye un interesante capítulo del desarrollo de la cultura árabe, que quizá otros querrán animarse a estudiar. No obstante, el objeto de este estudio es identificar el mecanismo retórico con el que se presentan y operan en su contexto. Es evidente que todas las sentencias constan de una estructura fija: un número, una cualidad o definición, y tres o cuatro cosas nombradas a continuación. Se trata de una elaboración repetida sobre un modelo reproducible indefinidamente, en el que se da por sentado que el lector va a asentir a la premisa contenida en la sentencia. A menudo, además, estas enumeraciones pueden venir en series, como en el caso de al-Gazali e Ibn Qayyim alGawziyya, lo cual da más fuerza a la apariencia de verosimilitud que se busca. Pesa además en ellas notablemente la tradición gnómica oriental y el estilo sapiencial, pues es evidente que estamos ante una poderosa colección de frases lapidarias y contundentes con apariencia de indubitable certeza. Este hecho no es en absoluto casual. En primer lugar, dichas enumeraciones no son infrecuentes en otras tradiciones culturales. Recordemos el recurso retórico de la amplificatio verborum, una de cuyas variedades principales es el desdoblamiento o concatenación de palabras de la misma naturaleza o significado. No en vano, Aristóteles ya señaló que es característica del discurso epideíctico o demostrativo, esto es, aquel que no precisa de argumentos sólidos o explícitos en que sustentarse, pues el público se muestra dispuesto a aceptar sin reparos cuanto oiga, al tratar el discurso temas que no están en discusión91. El propio Cicerón recomendaba juntar a un sustantivo dos o tres adjetivos «que cada uno de ellos añada a la oración algún peso, gracia o energía, aunque por otra parte no hagan falta notable»: sunt igitur firmi et stabiles et constantes eligendi; o bien omne nostrum consilium studium officium, operam labo91 Aristóteles, Retórica, I, IX, 1368a. Sobre el desarrollo de la amplificatio en la retórica medieval, cf. E. Faral, Les arts poétiques du XIIe et du XIIIe siècle. Recherches et documents sur la technique littéraire du Moyen Âge, París, 1924, págs. 61 y sigs.; J. J. Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, Berkeley, 1974, pág. 159.

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rem diligentiam, ad amplitudinem tuam conferamus92. Desde la Antigüedad hasta la Edad Media y la época contemporánea, la cultura europea abunda en estos ejemplos: las tres nociones básicas de la retórica desde Cicerón hasta Quintiliano, Placere, delectare, movere; las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; la divisa de la República Francesa: «Liberté, Égalité, Fraternité»; el lema de la Real Academia Española: «Limpia, fija y da esplendor»; o el mismo lema olímpico tomado a Henri Didon por el barón De Coubertin: Citius, Altius, Fortius93. Ello sin contar la colección de ejemplos que nos ofrece el refranero latino y europeo: «No hay dos sin tres»; «Tres cosas hay en la vida: amor, dinero y salud»; Esca, labor, potus, somnus, mediocria cuncta («Trabajo, sueño, comida, bebida, todo con la moderación debida»); Ignis, mare, mulier, tria mala («Tres grandes males se han de temer: el fuego, el mar y una mala mujer»); Quando conveniunt Ancilla, Sibylla, Camilla, garrire incipiunt et ab hoc et ab illa; o el muy conocido Ebrius, insipiens, pueri dicunt tibi verum («El borracho, el niño y el ebrio te dicen las verdades»)94. Más específicamente, por otra parte, la repetición paratáctica y polisindética es en la lengua árabe (tanto en épocas medievales como modernas) un elemento estilístico de primer orden95. Además, debemos incardinar esta tradición de sentencias con forma de enumeraciones en el contexto de una cultura árabe medieval fuertemente jerarquizada donde el argumento de autoridad goza de una importancia decisiva. No sólo es que, a semejanza de la Edad Media europea, los autores fueran en sí mismos un principio de autoridad científica o, en palabras de E.R. Cur92 Cicerón, Epistulae ad Familiares, X, 1, 3; De Amicitia, XVII, 62; C. Hornero, Elementos de retórica: con exemplos latinos de Cicerón y castellanos de Fr. Luis de Granada, Madrid, 1828, pág. 63. 93 Agradezco a la profesora Heidi Toelle, del Centre des Études Arabes de la Universidad Sorbonne Nouvelle de París, sus valiosas observaciones y comentarios al respecto de las enumeraciones retóricas, algunas de las cuales me he tomado la libertad de reproducir aquí. 94 Para todos estos ejemplos, véase J. Cantera Ortiz de Urbina, Refranero Latino, Madrid, 2005. 95 Véase B. Johnstone Koch, «Parataxis in Arabic: Modification as a model for persuasion», Studies in language 11 (1987), 85-98; íd., «Arabic lexical couplets and the evolution of synonymy», General linguistics 23 (1983), 51-61.

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tius «fuente de conocimiento y tesoro de sabiduría»96, sino que su obra y sapiencia se desarrollan en una sociedad fuertemente patriarcal donde el orden social viene impuesto por la autoridad como garantía del bienestar común97. El modelo del Alcorán y de la sunna en tanto que autoridades últimas facilitó enormemente el desarrollo de una tradición retórica donde no se busca la aprobación del lector, sino que se da por sentada de antemano98. Cabe recordar a este respecto que, a pesar de que buena parte de la filosofía y la lógica occidentales, comenzando por la obra de Aristóteles, fue tempranamente traducida al árabe e influyó decisivamente en la filosofía islámica, el pensamiento teológico y social dominante fue en general más fiel al criterio de autoridad y escuela inspirado en las disciplinas alcoránicas que al criterio griego de la razón y la argumentación dialéctica99. En el marco de la retórica árabe, B. Johnstone Koch ha analizado de forma muy sugerente este tipo de argumentaciones sin argumento, basadas en la repetición, en la yuxtaposición, en la disposición horizontal, no jerárquica y solidaria, de las ideas100. Estas fluyen unas sobre otras en un contexto no destinado a convencer mediante argumentos lógicos, «sino a infundir en el lector un sentimiento de identificación con su punto de vista»101. 96 E.R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, México-Madrid, 1995, vol. 1, págs. 91-2 y sigs. 97 Salwa A. Kamel, «Categories of Comprehension in Argumentative Discourse. A Cross-Linguistic Study», en Z. Ibrahim, S. T. Aydelott, N. Kassabgy (eds.), Diversity in language: contrastive studies in Arabic and English theoretical and applied linguistics, American University in Cairo, 2000, 193-233, pág. 207. 98 Ib., pág. 209. 99 De lo cual es reflejo la célebre frase Man taman†aqa tazandaqa («Quien se sirve de la lógica comete herejía»), atribuida a Ibn Taymiyya (Cf. F. Rosenthal, Knowledge Triumphant, Leiden, 1970, pág. 205; K. Gyekye, Arabic logic: Ibn al-™ayyib’s commentary on Porphyry’s Eisagoge, Nueva York, 1979, pág. 3). Sobre este punto, es esencial el célebre debate narrado por al-TawÌidi (al-Imta¨ wa l-Mu’anasa, ed. cit., vol. 1, noche 8, págs. 107 y siguientes) entre el gramático al-Sirafi y el filósofo Mattà b. Yunus acerca de la lógica, cuyo resultado arroja una clara derrota de sus defensores. Cf. J. L. Kraemer, Humanism in the Renaissance of Islam: The Cultural Revival During the Buyid Age, Leiden, 1992, pág. 110 y sigs; EI2, s.v. MantiÈ (esp. 3.A. «Grammar and Logic»), art. de R. Arnaldez. 100 B. Johnstone Koch, «Presentation as proof: the language of Arabic rhetoric», Anthropological Linguistics 25 (1983), 47-60. 101 Ib., pág. 52.

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Este tipo de argumentación es llamado por Johnstone «Presentación». En la colección de máximas repasadas en este estudio, hemos observado un esquema muy similar, donde los datos se presentan en orden sucesivo y sin grandes explicaciones, aparte de la autoridad que los refiere o el personaje a quien se atribuyen. El único hilo conductor de todas ellas es el número sobre el que se hilvanan sus elementos. Si no hay número, no hay modo de presentar la sabiduría y, por lo tanto, no hay discurso. El número confiere autoridad a la sentencia, «solemniza» sus contenidos, sugiriendo la presencia de una sabiduría aquilatada y verdadera, de un conocimiento indiscutible y último. Esto es lo que convierte a la enumeración retórica en un potente topos de notable fortuna en la literatura árabe medieval: permite mostrar «verdades» que se ofrecen a la imaginación del lector sin más prueba que la propia presentación. «El mero intento —prosigue Johnstone— de probar la verdad presupone admitir que existe alguna duda sobre ella, o de que tal duda es posible»102. Así pues, estas verdades se dan por sabidas y refuerzan la noción imperante de autoridad que se desarrollará progresivamente en la literatura árabe hasta las épocas de decadencia. A lo largo de estas páginas hemos observado finas y ocurrentes muestras del genio literario árabe, del enorme talento desplegado por muchos de su autores para la fabricación de píldoras de sabiduría (y en no pocas ocasiones de ideología). Muchas de esas máximas o sentencias constituyen, por su gracia y agudeza, un verdadero tesoro de la cultura; desde otro punto de vista, sin embargo, también parecen marcar un punto de inflexión, por decirlo así, desde la ratio hasta la auctoritas; una merma en el espíritu crítico alimentada por una tradición retórica donde a veces hallamos abundantes síntomas de un saber estereotipado, quizá enfilado inevitablemente a la esclerosis. RÉSUMÉ La littérature arabe contient d’abondants exemples d’une figure que nous pourrions appeler «énumération rhétorique». Ce genre d’énumération regroupe généralement trois ou quatre éléments de nature très hétérogène, sous une caractéristique commune, dont la nature n’est pas toujours explicitée, ou est considérée 102

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comme connue. Un exemple classique peut être le vieil adage qui affirme: «Les impossibles sont trois: le gul, l’‘anqà’ et l’ami fidèle». De telles énumérations apparaissent dans la tradition arabe avec une fréquence si remarquable que cela semble indiquer la présence d’un topos littéraire, c’est-à-dire d’une convention rhétorique, plus que la répétition de simples «choses contées» en fonction des impératifs expressifs de chaque narrateur, donc de ses propres croyances et connaissances. Par ailleurs, ce genre d’énumération n’est pas rare dans d’autres cultures et traditions littéraires, islamiques ou non. Cet article vise à analyser certaines de ces énumérations rhétoriques, et propose quelques explications sur leur raison d’être à la lumière de la culture, de la littérature et de la tradition rhétorique arabes. Mots-clefs: Rhétorique arabe, topos, énumérations, argument d’autorité, nombres trois et quatre. ABSTRACT In Arabic literature there exist many examples of what we could call «rhetorical enumeration». In general, this enumeration usually groups three or four highly heterogeneous elements under a common characteristic, the reasons or causes for which are not always made clear or are understood to be known to all. A classic example would be the old adage that affirms that: «There are three impossible things: the gul, the ‘anqa’ and the loyal friend». These enumerations appear in the Arabic tradition so frequently that they may indicate the presence of a literary topos, a rhetorical convention rather than a repeated manifestation of simple «counted things» on the basis of the expressive needs of each narrator or their own knowledge and beliefs. These enumerations are not infrequent in other cultures and literary traditions, be they Islamic or not. The present study attempts to analyze several of the rhetorical enumerations, and proposes some explanations for why they exist in relation to Arabic culture, literature and rhetorical tradition. Keywords: Arabic rhetoric, topos, enumerations, argument of authority, numbers three and four.

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