La revolución urbana: de la ciudad al estado. La validez de la visión de Gordon Childe en la actualidad.

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Descripción

Eduard Camps Vives



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La revolución urbana. De la ciudad al estado

Introducción
A lo largo de este breve ensayo se expondrán las principales teorías respecto a la construcción urbana y la formación del estado, en base a la organización económica y social de la Antigua Mesopotamia. Cuando hablamos sobre la formación de ciudades en la Oriente Próximo, no estamos hablando de un proceso constante y homogéneo, aunque muchas veces se intenten buscar visiones globales e utilitarias, la realidad suele escapar de la generalización humana. Hace más de 10.000 años una serie de pueblos del Oriente Próximo empezaron a modificar sus estrategias de supervivencia, nacía la producción de alimentos, se empezaban a domesticar algunos animales y el cultivo de plantas. Este nuevo marco abrió el mundo a un nuevo proceso sedentario, que innegablemente derivó hacia las construcciones urbanas y, posteriormente, estatales. Es aceptado por la mayoría de especialistas que este proceso nació en el antiguo Oriente Próximo, desarrollándose la "civilización" como un proceso emergente de estratificación social, aglomeración poblacional y amoldamiento del medio a las necesidades de la población no-productora (la construcción de templos, talleres, etc.).
El nacimiento de la civilización tiende a centrarse entre el 4.200 y el 3.000 a.C, en el conocido como el período Uruk, propio del Calcolítico Tardío que iría desde el 5.300 a.C. con la aparición de la ciudad de Eridu, hasta Jamdet- Nasr y la constitución definitiva de los palacios, alrededor del 2.900 a.C. (MATTHEWS,2013; 437-438). Este proceso de sedentarización e urbanismo, fue posible gracias a la situación privilegiada de las poblaciones del Sur Mesopotámico, así según Guillermo Algaze: "the emergence of early Mesopotamian (Sumerian) civilization must be understood within the framework of the unique ecology and geography of the alluvial lowlands of the Tigris and Euphrates. Rivers during the late 5th and 4th millenia B.C. The former gave Mesopotamian societies important advantages in agricultural productivity and subsistence resource resilience not possessed by contemporary polities on their periphery" (ALGAZE, 2001; 199). En otras palabras, si el proceso de concentración poblacional y su consiguiente urbanización se produjo en las zonas cercanas al Tigris y al Éufrates, no fue una mera casualidad, sino que vino por la ventaja ecológica y productiva que podía ofrecer este territorio, dando una preeminente ventaja a los pobladores de esas zonas respecto a lo que el mismo Algaze categoriza como "periferia". Todo ello nos debe llevar a preguntarnos, ¿cómo se produjo el impase hacía la creación de ciudades? y, ¿cómo estas ciudades pudieron llevar a la concepción de un estado? Precisamente esto es lo que intentaremos responder en las siguientes líneas.
La sociedad urbana: de la ciudad al estado
Antes de empezar es necesario marcar algunas pautas respecto al proceso de urbanización y la concepción actual de la "Revolución Urbana" de Gordon Childe. Primeramente es necesario definir las funciones y características de un núcleo urbano en comparación al estado, para ello usaremos las opiniones de dos especialistas, George L. Cowgill y Linda Manzanilla. Como nos dice el mismo Cowgill: "It is also common to see and conflated, as if no states ever existed without cities and as if cities never existed without states" (COGWILL, 2004; 526). Esta apreciación podría parecer correcta a primera vista, si bien como nos plantea el mismo Cogwill, deberíamos intentar ir más allá para ver si la premisa es válida. Existen numerosas definiciones de la concepción de estado y de sociedad urbana, enmarcada en el conjunto de la ciudad; pero para este estudio se ha elegido una definición concreta, la de Linda Manzanilla. La elección recae en el hecho que desde la visión de este trabajo, se considera que definir un organismo vivo y en constante cambio, como puede ser la ciudad o el estado, es un proceso harto difícil y probablemente encontrar una definición homogénea y válida no será posible. La que sea válida, probablemente sea tan amplia que ya no sirva para distinguir entre los procesos antiguos y la actualidad (MARCUS, 2008; 12), siendo inútil para este estudio. Por ello se ha elegido la definición de L.Manzanilla, ya que es un únicamente para las sociedades antiguas, intentando evitar derivaciones actuales del concepto. Para esta autora: "por sociedad urbana prístina entenderemos aquí una sociedad con división compleja del trabajo, es decir, la presencia de especialistas en actividades diversas de las de aquellos que están dedicados a la producción de bienes de subsistencia; este tipo de sociedad presenta instituciones que coordinan los procesos económicos y ejercen autoridad sobre el común de la población; y, por último, la residencia de la mayor parte de los especialistas y de la autoridad es un centro urbano que provee de servicios particulares a la región circundante" (MANZANILLA, 1988; 293). Desde la visión de este análisis sólo faltaría incluir un factor para terminar de definir el concepto, que todas las ciudades, para ser consideradas como tales, deben poseer un hinterland propio, una red de intercambio para conseguir ciertos productos no alcanzables en sus territorios. Este crea un proceso de confrontación del ideal, si aceptamos la visión de Manzanilla, ¿cómo no podemos aceptar los hinterlands como parte de la sociedad urbana? En otras palabras, ¿el conjunto de asentamientos que provee a la ciudad, debe considerarse urbano? La respuesta es no, porque como nos dice Cowgill, " as an adjective pertaining to city-ness and for places, entities, and practices outside of cities. Societies without cities can be called nonurban, but not rural, because rural has meaning only as a sector within societies that also have an urban. (…) A urban society is simply a society with cities" (COWGILL, 2004; 527). Por tanto cabría definir la sociedad urbana, en base a la división compleja del trabajo, las instituciones con autoridad sobre la población, la residencia de las elites y los especialistas que no trabajan en la producción agraria, junto a una red de hinterlands que nutre la ciudad, que no incluirían a los mismos asentamientos dentro de este patrón de sociedad urbana. Un ejemplo de ellos nos lo aporta Norman Yoffe, según el cual existía una competición entre las ciudades-estado por el control de los recursos de poder, (centros productores, comercio, etc.). Afirmando que aunque en el territorio Mesopotámico pudiesen existir tentativa de construcción estatal, como podría ser el Imperio de Sargón I, estos procesos jamás llegarían a buen puerto ya que el conjunto de ciudades- estado y las elites que las controlan, defenderían sus intereses por delante de un control homogéneo bajo una misma capitalidad (YOFFEE, 1995; 301).
Otra cuestión, sería como definir el concepto de estado, desde una visión de Robert L. Carneiro, el estado se podría definir como "una unidad política autónoma, que abarca muchas comunidades dentro de su territorio, y que tiene un gobierno centralizado con poder para reclutar hombres destinados a la guerra o el trabajo de imponer o recoger contribuciones, así como decretar y hacer cumplir las leyes (CARNEIRO, 1988; 266). Esta definición aunque aporta algunas visiones que pueden ser bastante útiles (como la legislativa y tributaria), es evidente que sigue un modelo de carácter demográfico-bélico. Sin negar la importancia que pudo tener el crecimiento demográfico y la confrontación bélica, en la incipiente formación del estado, aquí no se puede aceptar la visión del crecimiento demográfico como una variable catalizadora de un proceso bélico de conquista, que llevaría inevitablemente al estado. Como se ha apuntado anteriormente, esta visión de guerra de conquista sólo fue desarrollada por el Imperio Sargónida, y a nivel político fue un fracaso, si bien a nivel cultural marcó enormemente a los pobladores del Sur y el Norte mesopotámicos (YOFFEE, 1995; 291), pero la mayoría de ciudades-estado se resistieron a una dominación de carácter centralizado. Estas mismas ciudades, luchaban con sus vecinas para el control de los recursos de poder locales. Sus procesos colonizadores y las confrontaciones no buscaban una imposición centralizada de su dominio, sino que más bien pretendían mantener su preponderancia comercial mediante el pacto o la guerra, pero no con la conquista. La ciudad-estado sería la conclusión primaria de una evolución político-social que se desmarcaría del estado centralizado (Ibidem). Por ello teorías como las de Carneiro no pueden ser aceptadas, aunque pueda mostrar algunos patrones necesarios para el análisis.
El problema de las ciudades-estado era mantener bajo control a sus propios competidores vecinos, que su vez también buscarían desbancar a la otra ciudad, y así sucesivamente. Mientras el problema del estado tiende a ser la falta de homogenización que suele llevar a la fragmentación interna (COWGILL, 2004; 542). Si comprendemos que las ciudades-estado serían micro-estados autogestinados, la cuestión puede ser diferente. Como nos dice Cowgill, una ciudad–estado tiende a depender de otros factores regionales, entre los que suele destacar el intercambio comercial. Esto limitaría sus atribuciones a la existencia de un marco regional concreto, creando una interdependencia conjunta (COWGILL, 2004; 442-543) y probablemente un conjunto cultural común (ALGAZE, 2001; 213).Con todo ello, podemos definir la sociedad estatal arcaica, como la que "presenta una organización social clasista, con indicios claros de acumulación de riqueza, demarcación relativamente precisa de fronteras, la conquista como forma de apropiación territorial y el tributo como mecanismo de sujeción económica" (MANZANILLA, 1988; 293). Es evidente que esta definición tampoco es prefecta, pues las ciudades-estado o los mismos estados, no siempre responden a estos patrones que establece Manzanilla. Pero la amplitud de espectro de su visión nos permite asentar esta visión como más o menos acertada. Teniendo siempre en cuenta que "no se trata de fenómenos equiparables ni necesariamente coetáneos, sino diferentes y, en ocasiones sucesivos en el tiempo. (…) los indicadores básicos yacen en el ámbito de las instituciones que fungen como sede de autoridad: el templo y el palacio." (MANZANILLA, 1988; 294)
Teorías sobre el proceso de "Revolución Urbana"
Como ya se ha expuesto anteriormente, existen múltiples teorías que intentan comprender el impase hacía la sociedad urbana. Uno de los puntos más comprometidos es si este proceso es propiamente difusionista o puede ser autóctono en ciertas zonas. Así "el modelo de propagación de la civilización urbana en el Cercano Oriente señalada por Childe y basada en el carácter expansivo interno de la nueva economía, enfatiza la necesidad de su difusión" (FRANGIPANE, 1988; 317). Actualmente otros autores como Renfrew o N.Yoffee, prefieren resaltar la independencia de las civilizaciones urbanas del Próximo Oriente. Lo cierto es que el proceso de expansión del modelo urbano, probablemente combinó ambos métodos, pues todo parece indicar que el modelo de ciudad se desarrolló en el período de Uruk, con sus antecedentes en la fase Ubaid (5.900 -4.200 a.C), en base a centros de gran relevancia como Eridu (MATTHEWS, 2013; 436-438). Pero la evolución de otros centros urbanos en Mesoamérica o China, parecen contradecir la visión de difusión, que Childe compensaría con una visión evolucionista de la complejidad social. Pero lo que realmente nos interesa es comprender el porqué se dio este paso de la "Revolución Neolítica" a la "Revolución Urbana", un paso que para nosotros parece lógico, más somos el resultado de ello, y por tanto jugamos con la ventaja (y a su vez desventaja) de conocer el resultado.
Se han propuesto múltiples teorías, pero dada la brevedad de este ensayo no todas podrán aparecer en este estudio, puesto que sólo se destacaran las que más relevantes con relación al concepto de "Revolución Urbana" de Childe. La teoría de Childe, propia del 1950, responde a una serie de patrones que llevarían a los primeros pobladores sedentarios a crear una sociedad urbana, así este autor marcaba unas pautas que desde su visión marcarían la diferencia entre una sociedad neolítica y una urbana. Los patrones son los siguientes:
Una tecnología especializada, basada en el desarrollo de ciencias exactas y predictivas (como la aritmética, la geometría y la astronomía), cuya existencia cumplía la función de regular el éxito del ciclo de operaciones agrícolas, y ampliar y mejorar significativamente el proceso técnico de trabajo en la producción de alimentos mediante la creación de nuevos instrumentos.
La creación (complementaria y consecuente) de sistemas de registro, tales como la escritura y la notación numérica.
El desarrollo (igualmente complementario y consecuente) de diversas formas de especialización artesanal.
El desarrollo (también complementario y consecuente) de una suerte de comercio exterior, asociado a la necesidad de captar materia prima para fines suntuarios o industriales.
La división social en clases: de especialistas exceptuados de tareas manuales, constituidos en clase gobernante, y de los trabajadores primarios productores directos de los bienes de consumo.
La aparición de relaciones de producción y consumo de carácter asimétrico, en donde los productores primarios estaban obligados a entregar el resultado de su trabajo en forma de tributo a los o que concentraban y administraban el excedente capturado de esta forma por la clase gobernante, cuya contraparte, en estas relaciones, estaba dada por la entrega de servicios de planificación y organización de la producción y el consumo y, desde luego, por la generación de los nuevos y poderosos medios especializados.
La generación de producción excedentaria que permitía disponer de un capital concentrado en manos de la clase gobernante y que garantizaba su reproducción social.
La aparición de la ciudad, como nuevo espacio de trabajo y de residencia, creado totalmente por el hombre, cuantitativa y cualitativamente distinto a los espacios residenciales (aldeas o estancias) o de trabajo (campo) de las comunidades de la . La ciudad según Childe, debe ser más grande que la aldea (en términos relativos y no necesarios), integrada por una población con funciones y composición diferentes, en donde la residencia de está basada en la razón de oficio o trabajo, más bien que de parentesco o afinidad, con carácter permanente más que sedentario, y con presencia sustantiva de edificios públicos constituidos por templos, talleres o depósitos, además de los edificios residenciales o domésticos.
La aparición del estado asociado a una religión que posibilita la vigencia y reproducción de la clase gobernante a partir de la existencia de y , que eran servidos por especialistas llamados sacerdotes y por otros componentes al servicio del nuevo sistema: jefes militares, civiles y funcionarios. (LUMBRERAS, 1988, 350-351)
Estos puntos deben ser interpretados como indicadores del impase, y no como pautas del cambio. En otras palabras, Childe no nos expone el porqué del cambio, sino los resultados lógicos del mismo, están ejerciendo una deducción directa del proceso en base a las mismas consecuencias, se trata de una división puramente deductiva, de una serie de procesos variables. Pero mientras el concepto de "Revolución Neolítica" de Childe, ha sido más o menos descalificado por una visión demasiado evolucionista, la teoría de la "Revolución Urbana" debe interpretarse de una forma diferente. En este caso, no nos encontramos ante una explicación detallada del proceso, sino más bien ante un conjunto de patrones que llevarían y serían consecuencia del proceso hacía la sociedad urbana, por ello la mayoría de teorías actuales suelen tener cierta relación con algunos de los puntos anteriormente apuntados, ya que intentan explicar el catalizador del proceso más que la funcionalidad consecuente del mismo.
Es evidente que la teoría de Childe expone una serie "de cambios casualmente concatenados que comprometen la totalidad de las fuerzas materiales de producción" (LUMBRERAS, 1988; 351). Pero lo cierto es que difícilmente todos estos procesos se pudieron producir a la vez, sin un elemento catalizador que les llevase a ello. Una de las teorías con más repercusión es la del modelo demográfico y bélico, con académicos como Jared Diamond, Robert M. Adams o Roberto Carneiro, que defienden diferentes visiones del mismo proceso. Esta teoría "propone que el aumento progresivo de la población provocaría constantes conflictos debido a la competencia por terrenos aptos para labores agrícolas, zonas de recolección, caza o pesca (…) El corolario de las fricciones constantes sería la conquista de unos grupos por otros, estableciendo una relación de tipo tributario entre vencedor y vencido. Estos mecanismos aumentarían progresivamente el tamaño de las unidades políticas, así como el grado de complejidad y centralización" (MANZANILLA, 1988; 296). Esta teoría, aunque posiblemente correcta en su visión de complejidad social y hostilidades, no puede ser totalmente aceptada, puesto que estudios como el de Norman Yoffee (1995), nos permiten observar una cierta división entre las ciudades del Oriente Próximo. Estas podrían estar vinculadas a un marco cultural común, pero cada cual procuraría por sus propios intereses, sin llegar a formar un estado propio y centralizado, donde el único modelo real fue el Imperio Sargónida. Ciertamente confrontaciones como las que encontramos en el siglo III a.C, entre ciudades-estado, como Ebla, parecen dar la razón a la teoría demográfica y bélica, pero sí lo analizamos a fondo, vemos que más bien es al contrario. Un ejemplo de especial relevancia es el tratado entre Ebla y Abarsal, en el que podemos observar apreciaciones como la siguiente:
""

Tratado entre Ebla y Abarsal, r.VI 19" – VII8
Es cierto que se muestra una subordinación directa de Abarsal hacía Ebla, pero ello no tiene porque vincularse directamente con el control territorial, justo al contrario, la mayoría de pasajes del pacto hacen referencia al comercio, de lo que se puede deducir que Abarsal mantendría parte de su independencia, siempre y cuando no interviniera en los intereses de Ebla, y priorizará sus transacciones. Se establece un tributo, pero este no es excesivamente elevado, ni aún tratándose del III milenio, un buey y un carnero es muy poco. En mi opinión se trataría más de una muestra de fidelidad y sumisión hacia Ebla, que la demostración de un poder centralizado y rector. Así el ejemplo de Ebla y Abarsal, nos permite desmentir parcialmente la teoría de expansión bélica, puesto que si aceptamos que el tratado entre ambas ciudades sólo busca la protección de las rutas comerciales y no la expansión territorial, el imaginario de las fricciones militares por el control de la tierra que derivaría a un poder centralizado y al estado, quedaría sin razón de ser, siendo la teoría de Norman Yoffee mucho más acertada para este término.
Este ejemplo, nos permite apreciar otro punto clave para la sucesión a la sociedad urbana, los intercambios comerciales, hecho apreciado por Childe y que autores como Renfrew han mostrado como catalizador del cambio. Según Colin Renfrew, el nivel de organización y complejidad de una sociedad o civilización, dependería en gran parte por la función del intercambio comercial, que llevaría consecuentemente a la formación del estado. Este modelo se ajustaría mucho más a la realidad urbana del Oriente Próximo, ya que según Renfrew, existiría una localidad central, un lugar especifico donde se realiza el intercambio, junto a una serie de zonas secundarias y productoras que podrían derivar de la colonización, o no, de la localidad central, siendo este patrón un precursor del estado arcaico planteado anteriormente (MANZANILLA, 1988; 298). Si aplicamos esta teoría al territorio mesopotámico, nos encontramos ante múltiples entidades políticas, que estarían a una distancia muy corta entre ellas, llevándolas a una serie de procesos de competición, intercambio, emulación e innovación tecnológica. Sería un impacto comunitario, que afectaría de manera desigual pero unitaria a todos los actores (o ciudades) participes de este proceso (ALGAZE, 2001; 211). Así la riqueza propia y externa derivaría de las rutas comerciales, aceptando parcialmente la visión de Jacobs, que centraría su análisis en un ámbito más bien económico. Como nos dice Guillermo Algaze al respecto: "For Jacobs, social differentiation results from a economic differentiation, and social evolution ultimately depends on economic expansion" (ALGAZE, 2001; 205).
Esta teoría del intercambio como fuente de la primera diferenciación, podría ser realmente útil, si incluye en su seno otras teorías como la bélica, que pasaría a ser una consecuencia y no una causa. Así, según Algaze que en este caso coincide con Yoffee, Uruk (4.200-3.000 a.C) fundaría diversas colonias a lo largo de las orillas del Éufrates, algunas como zonas de explotación de algunos productos concretos, y otras como asentamientos mercantiles para el intercambio, entre las que destaca Godin Tepe, en la meseta irania (YOFFEE, 1995; 287). Esto produciría un proceso de emulación e interdependencia de los centros, inicialmente Uruk dispondría de unas zonas de procesamiento propio, que supondrían el sustentamiento de la ciudad, la expansión de la administración y los métodos de escritura acelerarían la complejidad social del territorio, dando nuevas ciudades-estado con capacidad competitiva, conscientes de su trascendencia como tales. Así se justificaría la aparición de ciudades como Ebla o Mari, y el enorme entramado comercial del III milenio, ya que estas ciudades serían herederas del proceso económico Uruk, que tras su desaparición daría lugar a numerosos núcleos, con sus respectivas élites, conscientes del poder económico del comercio y la explotación productiva.
Otros autores como Joyce Marcus o la misma Linda Manzanilla, han apuntado la importancia ideológica en la constitución de las primeras ciudades, donde la institución del templo sería la primera fuente de autoridad central con carácter de redistribución. Esta teoría también se podría ligar parcialmente con la anterior referente al intercambio, ya que "al tornarse sedentario, el hombre sacrifica la variedad dietética y la movilidad en aras de la seguridad en la producción, En el proceso está implícito el desarrollo de patrones de explotación de espectro restringido, por lo cual el hombre se ve obligado a intercambiar sus productos por otros bienes que no produce localmente, cuya consecuencia sería la pérdida de la autosuficiencia. El hecho de que el Cercano Oriente esté caracterizado por lo desigual de la distribución de recursos propiciaría el principio de especialización intercomunal. Surge la necesidad de una organización que controle la producción y la redistribución" (HOLE en MANZANILLA, 1988; 301). En otras palabras, el intercambio es indispensable puesto que el sedentarismo trae una limitación de bienes marcados a la área geográfica donde se asienta el núcleo, esto llevaría a una necesidad del control de producción en aras del intercambio por otros bienes, dando así el nacimiento de instituciones dedicadas al control productivo y la redistribución, inicialmente el templo y posteriormente el palacio.
Esta funcionalidad del templo, se podría rastrear anteriormente a la fase Uruk, en el periodo Ubaid (5.900-4.200 a.C), donde asentamientos como el de Eridu deben ser leídos como iniciadores de la complejidad social que nacería con el posterior dominio Uruk. Como nos dice Roger Matthews, respecto a los templos del período Ubaid: "Temples were highly significant elements in the origin of complex society in the region, their priests and administrators overseeing many aspects of daily life, including land and labor managements, distribution of food, and, above all, the correct producers for religious rites and rituals" (MATTHEWS, 2013; 437). Si aceptamos esta visión la ideología tendría un papel preponderante en la formación de la sociedad urbana, cabria tener en cuenta que algunas ciudades pudieron ser fundadas en un acto religioso, siendo la misma ciudad un ente divino (MARCUS, 2008; 5). Lo cierto es que si aceptamos la teoría de la redistribución en base al templo, esta podría encajar en la evolución del proceso neolítico, siendo los antiguos consejos (posiblemente de ancianos) sustituidos por el sacerdocio, que pasaría a coordinar las tareas económicas e ideológicas (MANZANILLA, 1988; 301). Este conjunto de templos acumularía el excedente y emprendería operaciones de intercambio a larga distancia, siendo su función ideológica y de redistribución un atractivo para los pobladores del periodo Ubaid, hecho que podría provocar una nueva concentración poblacional que a su vez llevaría a la formación de la ciudad en el periodo Uruk. Este proceso sería afirmar que la diferenciación social nacería de una pauta ideológica que derivaría en económica, propia de un proceso de redistribución. Además esta teoría no sólo serviría para legitimar la construcción urbana de Oriente Próximo, sino que también puede servir de referencia para la legitimación religiosa de monarquías como la egipcia o china, donde la concentración de poder ideológico junto al económico, derivaría en un conjunto de construcciones estatales de carácter centralizado, hecho que no sucedería en Mesopotamia.
Conclusiones
A lo largo de este ensayo se han expuesto una serie de teorías de cierta relevancia, estando todas más o menos conectadas entre ellas se podría formular una teoría conjunta.
Empecemos pues por la visión demográfica y bélica, no se puede negar que existieron fricciones entre los estados del Oriente Próximo, pues la necesidad de fortificaciones en el período Uruk y los conflictos del tercer milenio, son una muestra de la confrontación por las rutas comerciales que no dejarían de ser fuentes de poder para las propias ciudades-estado. Esto nos lleva inevitablemente a hablar de la teoría de Colin Renfrew, respecto a la cual el estado se formaría por una serie de contactos comerciales y de intereses, ya que la dependencia de la ciudad de productos de los que no dispone, llevaría a una interdependencia, que inevitablemente propiciaría la sociedad urbana y la constitución estatal. Este proceso se legitimaría por la creación de las colonias Uruk, que vendrían propiciadas por estos intereses en conseguir productos que no serian propiamente autóctonos. Esto provocaría el nacimiento de nuevos núcleos especializados, que conectarían con otros asentamientos, estos en un acto de emulación aceptarían ciertos factores administrativos y de organización. Pero para que este proceso se produjera sería necesario un poder rector que decidiera intervenir en la constitución de este conjunto de colonias. Este poder rector sería el templo, que en una base ideológica inicial conseguiría acaparar el conjunto de excedentes para así emplear una tarea de redistribución y comercio a larga distancia.
En otras palabras, y desde la visión de este análisis, el proceso que llevaría a la constitución de la sociedad urbana sería el siguiente, en el período de Ubaid (5.900 -4.200 a.C.), el templo empezaría a tomar cierta relevancia nivel administrativo, mientas la ventaja ecológica del territorio daría unas importantes cantidades de excedente que permitirían alimentar a una serie de población que ya debería trabajar el campo, llevando a una manufactura especializada y la creación de una elites que terminarían por dominar el poder proto-urbano. Este proceso llevaría a una redistribución del excedente entre la población, siendo la parte restante para el comercio y obtención de bienes que no se pueden conseguir en el propio territorio. Cuando empieza el periodo de Uruk (4.200- 3.000 a.C.), se ha producido una concentración poblacional alrededor de estos núcleos, con la división social ya asentada en la acumulación de excedentes, se empezaría una empresa de colonización de los alrededores, para lograr de una forma más sencilla los bienes que la propia ciudad de Uruk no podía disponer. Este proceso de colonización llevaría a una expansión del modelo de vida, administración y escritura, provocando el auge de otros núcleos que anteriormente no supondrían una amenaza para el "dominio" Uruk, mientras a su vez crearía una serie de rutas comerciales que supondrían una demostración de la posterior importancia del comercio en el tercer milenio. Es cierto que autores como Algaze, apuntan que la desaparición de Uruk, no sólo vino por la aparición de nuevos núcleos de relevancia, sino que también pudo tener algo que ver ciertos factores ecológicos o la mayor canalización de los ríos Tigris y Éufrates (ALGAZE, 2001; 209) . Fuese como fuera, lo cierto es que el periodo Uruk abrió un nuevo marco económico de intercambio e interdependencia, que en Mesopotamia, al contrario que Egipto, no derivó hacia un modelo de estado centralizado, sino que más bien derivó hacia una política de ciudades autónomas profundamente dependientes (YOFFE, 1995; 301). Este conjunto de procesos explicaría la inestabilidad y conflictividad constante del Oriente Próximo a lo largo de la Antigüedad, su formación diferenciada, llevaría a la constate desaparición y emergencia de nuevos núcleos.
Respecto a la visión de Childe, en mi opinión esta no debe ser comprendida como una teoría unitaria, ya que ciertos patrones que enumera sólo pueden ser válidos para algunas civilizaciones concretas, siendo las dinámicas de construcción de la sociedad urbana variadas según la constitución cultural de cada región. En otras palabras, la tarea de deducción lógica de Childe no es directamente errónea, ya que apunta algunos hechos de especial relevancia para el impase hacia la sociedad urbana, pero no se debe comprender estos patrones como unos parámetros rígidos e inamovibles, sino más bien como un conjunto de factores que necesariamente deben ser desarrollados para comprender la realidad. La teoría de Gordon Childe, fue sólo la primera piedra en un largo proceso de comprensión de nuestro pasado, de la construcción de un nuevo modo de vida, cada vez más estratificado y competitivo. Un proceso que a fin de cuentas, supuso el inició de nuestro actual modo de vida, nacía la urbe.














Bibliografía
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Extraído de: Oliva, Juan. "Tratado entre Ebla y Abarsal (c. 2350 aC)". En: Textos para una historia política de Siria-Palestina. Tres Cantos: Akal, 2008. Col·lecció: Akal oriente; 11. p. 42-46.

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