La resonancia entre medio

May 23, 2017 | Autor: Felipe Kong Aránguiz | Categoría: Rhythm, Gilbert Simondon, Individuation, Resonance, Ritmo
Share Embed


Descripción



Simondon, Gilbert. La individuación a la luz de las nociones de forma e información. Buenos Aires: La cebra, 2008, p. 40n.
Ibíd., pp. 41-42n.
Ibíd., p. 83.
Ibíd., p. 56.
Ibíd., p. 31.
Ibíd., p. 63.
Ibídem.
Ibid., p 218.
Ibídem.
494
498.
De ahí.
221
325
467
474
Ibídem.
La resonancia entre medio
Felipe Kong Aránguiz
Coloquio internacional "Gilbert Simondon. Figuras de lo preindividual"

Nos interesa en esta ocasión revisar algunas de las principales modulaciones que toma el concepto de resonancia en la obra de Simondon, con la intención de acercarnos desde allí a una mejor comprensión del estatuto ontológico de lo preindividual. Comenzamos viendo las caracterizaciones generales que se hacen en La individuación sobre la resonancia como relacionalidad primitiva, señalando su posición respecto a la interioridad y la exterioridad; luego pasaremos a distinguir la resonancia física de la resonancia viviente; a continuación, su importancia para tratar el problema del determinismo y el indeterminismo; después, el papel de la resonancia en la individuación colectiva; y finalmente, la relación de la resonancia con el desfase en un nivel ontogenético.
En primer lugar, hay que decir que la resonancia es entendida por Simondon como comunicación, o de modo más general como relación. Principalmente se habla de resonancia interna de un sistema para señalar la comunicación que este sistema tiene consigo mismo. Pero no hay que entender de ello que el sistema ya está constituido como unidad antes de la resonancia que lo comunica. Si hay algo así como "sistema" es sólo en relación a una operación que tiene lugar en tal sistema, y que por lo tanto define los elementos que este sistema va a tener. Cuando Simondon afirma que "la resonancia interna es el modo más primitivo de la comunicación entre realidades de órdenes diferentes; contiene un doble proceso de amplificación y de condensación", se evidencia este carácter no originario del sistema; antes del proceso de individuación, no existe sistema sino partes incomunicadas, miembros disyuntos. La aparente contradicción que existe entre el carácter interno de la resonancia y el carácter heterogéneo o dispar de los elementos que resuenan puede despejarse si entendemos que la resonancia es interna porque produce interioridad, conforma un sistema como sistema interior gracias al establecimiento de una relación que no existía antes, y también que los elementos de realidades diferentes siempre son susceptibles de ser puestos en relación por un proceso de individuación naciente. En términos de lo viviente, podríamos decir que cada ser vivo al individuarse produce su medio como sistema, medio que antes de él no existía como tal. Simondon ejemplifica nítidamente con una planta:
Un vegetal instituye una mediación entre un orden cósmico y un orden intramolecular, clasificando y repartiendo las especies químicas contenidas en el suelo y en la atmósfera mediante la energía luminosa recogida en la fotosíntesis. Es un nudo interelemental, y se desarrolla como resonancia interna de ese sistema preindividual hecho de dos capas de realidad primitivamente sin comunicación.
El nudo interelemental es lo que define al individuo como individuo: la resonancia interna de lo preindividual constituye este nudo, a la vez que le da valor de sistema a la realidad preindividual de la cual surge. Pero esta resonancia, desde el punto de vista del individuo, no es interna sino externa; una vez ya constituido el individuo, esta resonancia le dará sustento a sus comunicaciones con el mundo, ya sea con su medio asociado o con la carga de realidad preindividual que lleva consigo. El individuo deberá conformar su propia resonancia interna a partir de las condiciones en las que se produjo. Pero hay que dejar en claro que lo interno y lo externo, en lo que respecta a la resonancia, son cualidades siempre secundarias a ella. La resonancia en sí misma no es ni interna ni externa. Podríamos decir, jugando un poco con las palabras, que la interioridad y la exterioridad son siempre relativas, y que es a esa relatividad a la que hay que apuntar: a la relación como principio no sustancial. Citamos a Simondon una vez más:
La relación, para el individuo, posee valor de ser; no se puede distinguir lo intrínseco de lo extrínseco; lo que es esencial y verdaderamente el individuo es la relación activa, el intercambio entre lo intrínseco y lo extrínseco; hay extrínseco e intrínseco con relación a lo que es primero. Lo que es primero es ese sistema de resonancia interna, singular, de la relación allagmática entre dos órdenes de magnitud.

Pero la resonancia no funciona del mismo modo en todos los individuos. Simondon hace una distinción principal entre la resonancia del individuo físico y la del individuo viviente. En el primer caso, el papel de la resonancia es marcar el límite del individuo: toda la potencia del individuo físico está en su límite, allí donde puede entrar en relación con el medio. Un individuo físico no tiene, propiamente tal, interioridad: su resonancia interna simplemente distribuye una homogeneidad. Podemos ir, para explicar esto, al célebre pasaje del ladrillo que está al principio del libro:

La materia tomando forma está en estado de resonancia interna completa; lo que pasa en un punto repercute sobre todos los otros, el devenir de cada molécula repercute sobre el devenir de todas las demás en todos los puntos y en todas las direcciones; la materia es aquello cuyos elementos no están aislados unos de otros ni son heterogéneos unos con relación a otros; toda heterogeneidad es condición de no transmisión de las fuerzas, por tanto de no resonancia interna. La plasticidad de la arcilla es su capacidad de estar en estado de resonancia interna desde el momento en que está sometida a una presión en un receptáculo.
Otra cosa sucede con la resonancia del ser viviente. En él, la resonancia sí constituye interioridad, y no solamente límite. Dice Simondon: "En el dominio físico, la resonancia interna caracteriza el límite del individuo que se está individuando; en el dominio viviente, se convierte en el criterio de todo el individuo en tanto individuo". Más adelante, para ahondar en esta distinción, se presenta una distinción entre dos niveles de resonancia: una a través del espacio, propia de la individuación física, y una a través del tiempo, propia de la individuación de lo viviente. El ser vivo, al contrario del ser puramente físico, continúa individuándose una vez que su nacimiento culminó; no solo resuena en sí mismo homogéneamente, marcando su limitación espacial respecto al entorno (en tanto todo ser vivo es además ser físico), sino también resuena en sí heterogéneamente, dispuesto en una dimensión temporal que es "creada por la recurrencia del resultado que se eleva hacia el principio y se convierte a su turno en principio". Así, la resonancia que en primer lugar abría una ambigüedad entre interior y exterior, ahora aparece como un fenómeno que incluye tanto lo espacial como lo temporal. Pero no son dos tipos de resonancia completamente desligados: habría que entender, más bien, que la resonancia es previa también a la división entre tiempo y espacio. La resonancia está al mismo nivel de ser que la operación: es una de las variables o modos de la allagmática, esto es, de la comprensión general de los procesos. Señala Simondon, para sellar este punto: "El principio de individuación del viviente es siempre una operación, como la adquisición de forma técnica, pero esta operación posee dos dimensiones, la de simultaneidad, y la de sucesión, a través de la ontogénesis sostenida por la memoria y el instinto".
Otro ámbito en el que podemos notar el rol mediador (o "central" en sentido literal) de la resonancia es en la relación entre orden y caos, o más precisamente entre un sistema determinista y uno indeterminista. Ambas situaciones se plantean como casos límite de resonancia, la que marcaría una continuidad entre ellos: en primer lugar, "la evolución de un sistema estaría determinada si no hubiera ninguna resonancia interna del sistema, es decir ningún intercambio entre los diferentes niveles que encierra y que lo constituyen"; mientras que el indeterminismo "correspondería a una resonancia interna tan elevada que toda modificación que sobreviniera en un nivel determinado repercutiría inmediatamente en todos los niveles bajo la forma de un cambio de estructura". Lo que sucede entremedio, dice Simondon, es una comunicación por fases del sistema consigo mismo, mediante "umbrales cuánticos" que en cuanto se cruzan modifican el sistema, pero antes de eso se mantiene una situación estable. La situación media podemos calificarla como una continuidad de lo discontinuo, un proceso que se sostiene a partir de puntos críticos y desestabilizaciones. En otras palabras, "la resonancia interna sólo se cumple de manera discontinua y con cierto retardo de un nivel al otro; el ser físico individuado no es totalmente simultáneo en relación consigo mismo". Aun antes de entrar en el dominio de lo viviente, ya podemos decir que el ser físico es un ser fásico: el carácter simultáneo de su resonancia nunca adquiere un nivel absoluto, siempre es una simultaneidad en desfase, demorante respecto a sí misma. Más adelante Simondon hace una propuesta en el mismo sentido: "Es preciso sustituir esta estabilidad de lo absoluto incondicional y esta perpetua evolución de un relativo fluyente por la noción de una serie sucesiva de equilibrios metaestables"

Pero habría que tener, tal vez, la misma precaución que tenemos con lo simultáneo al momento de hablar del carácter sucesivo de la resonancia viviente. Hay indicios que nos sugieren que no se trata de una sucesión lineal, sino que cada fase va enganchada a la siguiente mediante una especie de bucle de tiempo, atravesando períodos de desdiferenciación y reacomodamiento que densifican el presente. Un ejemplo analógico podemos encontrarlo en el ámbito de la ética, cuando Simondon desecha la noción de cadena y prefiere la de red: "la cadena de actos es una simplificación abstracta de la red; la realidad ética está estructurada en red, es decir que existe una resonancia de los actos entre sí, no a través de sus normas implícitas o explícitas, sino directamente en el sistema que forman y que es el devenir del ser". Pero Simondon se refiere al tema mucho más directamente en una conferencia de finales de los 50 llamada "El progreso, ritmos y modalidades". Allí habla sobre los procesos constructivos en un sentido amplio, y plantea este bello ejemplo acerca de la lectura:

Si es verdaderamente un proceso constructivo para ti, el proceso de lectura es un proceso que procede por ciclos, que comporta desdiferenciaciones, en el curso de las cuales te dices: "Pero ya no entiendo nada de este libro, es extraño, se contradice de un punto al otro", entonces hay analogía. Todo proceso constructivo es un proceso que no es únicamente el hecho de correr hacia adelante, sino que es también el hecho de volver, de construir y de enganchar, de tejer. La metáfora del punto cruz opuesta al hilván es extremadamente interesante respecto a esto.
Ni la sucesión ni la simultaneidad serían, entonces, términos absolutos: ambas comportan un diferimiento, y es en esa zona de desfase donde juega la resonancia, "unidad continua y transductiva del ser intermedio" a partir de la cual se desdoblan las parejas de conceptos límite, como "lo continuo y lo discontinuo, la materia y la energía, la estructura y la operación". A estas parejas podemos agregar las que ya hemos revisado: interior y exterior, tiempo y espacio, determinismo e indeterminismo. Por ello, hay que estar siempre conscientes de ambos polos en el momento de pensar en uno de ellos. Así puede entenderse mejor, tal vez, la función que tiene la resonancia en la individuación colectiva: se acentúa allí la figura de la red, pero no como una imagen puramente espacial. Es una red de resonancia, y por ello tanto espacial como temporal:
Lo colectivo no es una sustancia o una forma anterior a los seres individuados y que los contendría, penetraría en ellos o los condicionaría: lo colectivo es la comunicación que engloba y resuelve las disparidades individuales bajo forma de una presencia que es sinergia de las acciones, coincidencia de los futuros y de los pasados bajo forma de resonancia interna de lo colectivo.

La presencia como reunión de individuos, para los cuales "el presente y el porvenir sean correlativos a las dimensiones de otros seres por intermedio de esta unidad del presente", y la acción como la unidad mínima del intercambio en red, son los dos conceptos que nos ayudan a comprender la especificidad de la resonancia colectiva. Esta puede tener lugar precisamente porque los individuos cargan consigo una realidad preindividual asociada, que se convierte aquí en potencia de comunicación, en recomienzo de esa comunicación primera que dio origen a cada individuo.
Vemos, en fin, que la resonancia atraviesa todos los niveles o fases del ser planteadas por Simondon: lo preindividual, que por resonancia inicia un proceso de individuación; el individuo físico, que resuena en una simultaneidad desfasada; el individuo viviente, que resuena en una temporalidad irregular; el individuo colectivo, que resuena en red de acciones entreveradas. Pero nos queda examinar si es posible considerar que hay una resonancia del ser en sí mismo, una resonancia en el ser. Para eso nos conviene acudir a la noción de fase, que ya hemos mencionado. Ambas nociones (fase y resonancia) conservan una ambigüedad inquietante respecto a su campo de uso: son conceptos usados con distinto sentido en la termodinámica, el electromagnetismo o la acústica, y Simondon en ciertas ocasiones los emplea de estas formas, pero claramente adquieren también un uso filosófico que no puede simplemente derivarse de alguno de estos ámbitos por analogía. Donde este sentido filosófico se manifiesta más claramente es en el discurso ontológico. Es ciertamente discutible si puede aplicarse el término "ontología" para la obra de Simondon, principalmente si entendemos esta palabra como un develamiento o disquisición de una estructura del ser; nos permitimos usarla solo en un sentido más amplio, que apunte al proceso de ontogénesis más que a la estructura, la cual sería solo una etapa de la operación; ontogenealogía, tal vez, en lugar de ontología. La función que tiene la resonancia para este proceso (proceso que es el ser mismo) es central, como destaca el autor:

El ser es relación, pues la relación es la resonancia interna del ser en relación consigo mismo, la manera en que se condiciona recíprocamente en el interior de sí mismo, desdoblándose y reconvirtiéndose en unidad. Sólo podemos comprender la unidad del ser a partir de la individuación, ontogénesis absoluta […] La relación existe físicamente, biológicamente, psicológicamente, colectivamente como resonancia interna del ser individuado; la relación expresa la individuación, y está en el centro del ser.

Cuando se habla de ontología relacional a partir de Simondon hay que tener claro que la relación está entrecruzada rotundamente con la idea de resonancia, y por ende hay que considerar las caracterizaciones de ella que ya hemos recorrido. El ser, por tanto, no es perfectamente simultáneo consigo mismo, sino que está atravesado por múltiples desfases; y no es de ningún modo entendible como unidad idéntica, porque "en la teoría del ser polifásico, la identidad es reemplazada por la resonancia interna". La unidad del ser es resonante, no-idéntica y relacional, distribuida en fases que marcan una simultaneidad irregular. Simondon señala que "Las grandes divisiones de lo real […] devienen fases, que nunca son totalmente simultáneas en la actualización, pero que existen sin embargo sea bajo forma de actualidad estructural y funcional, sea bajo forma de potenciales; el potencial deviene una fase de lo real actualmente existente, en lugar de ser pura virtualidad".
De este modo podemos entender mejor el estatuto de lo preindividual, que es el tema que nos convoca. Si establecemos que las tres grandes fases del ser son lo preindividual, la individuación y el individuo constituido, habría que afirmar la realidad plena de cada una de ellas y su coexistencia cuasi-simultánea, es decir, resonante, ya sea en su expresión actual o potencial; no hay cabida para entender, entonces, lo preindividual como reserva trascendental de sentido, como hace Jacques Garelli, o como una mera cualidad de los sistemas metaestables reales, como hace Toscano; o como uno de los dos elementos de una diferencia ontológica, como sugiere Chateau. todo es individuación, pero también todo es preindividual y todo es individuo: el ser como proceso, como potencia y como actualidad, pero nunca al mismo tiempo, porque la simultaneidad absoluta es demasiado parecida a la identidad de la que renegamos.







Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.