La resignificación del patrimonio cultural en la región de Arica y Parinacota: Del desinterés a la postulación de Chinchorro como patrimonio mundial.

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LA CULTURA CHINCHORRO: PASADO Y PRESENTE

Capítulo 19

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LA RESIGNIFICACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL EN LA REGIÓN DE ARICA Y PARINACOTA DEL DESINTERÉS A LA POSTULACIÓN DE CHINCHORRO COMO PATRIMONIO MUNDIAL Octavio Lagos Flores y Patricia Arévalo Fernández

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LA CULTURA CHINCHORRO: PASADO Y PRESENTE. EDITORES BERNARDO ARRIAZA Y VIVIEN STANDEN

Figura 1 Vista panorámica del centro de Arica.

CAPÍTULO 19: OCTAVIO LAGOS FLORES Y PATRICIA ARÉVALO FERNÁNDEZ

LA RESIGNIFICACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL EN LA REGIÓN DE ARICA Y PARINACOTA DEL DESINTERÉS A LA POSTULACIÓN DE CHINCHORRO COMO PATRIMONIO MUNDIAL Octavio Lagos Flores y Patricia Arévalo Fernández l Patrimonio Cultural es amplio y diverso: nos lleva al pasado para instalarlo en el presente, nos remite al recuerdo, al olvido, y por lo tanto a la memoria; hace un gesto hacia la identidad y nutre de un relato profundo temporal y espacial a la comunidad que lo alberga y pretende salvaguardarlo. Actualmente el patrimonio cultural es motivo de interés generalizado, desde lo público a lo privado, desde el Estado a comunidades de todo tipo. Aparece recurrentemente en los medios de comunicación, en las agendas de instituciones estatales, agrupaciones sociales, tanto formales como informales que han ido incorporando actividades que relevan este patrimonio. Por todo lo anterior no es extraño que en el último tiempo se haya visto un incremento en el desarrollo de proyectos que buscan su protección y puesta en valor. Como dato es posible mencionar que entre los años 2012 a 2014 se presentaron a nivel nacional 342 proyectos en línea de Conservación y Difusión del Patrimonio Cultural de los Fondos de Cultura1, 18 de ellos en la región de Arica y Pa-

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1 Para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes es uno de los tres ejes de su política cultural 2011-2016.

rinacota. En ese sentido, el conjunto de acciones desarrolladas en pos de la postulación de la Cultura Chinchorro como patrimonio mundial de la UNESCO es tal vez el referente más importante de este proceso de valorización. Este panorama relativamente auspicioso no es de larga data: hace menos de 30 años el concepto de patrimonio cultural y el patrimonio en cuanto tal, a excepción del mundo académico, eran un tema ajeno tanto para la comunidad como para las instituciones del Estado. El plano arquitectónico de la actual ciudad de Arica se encuentra superpuesto sobre el plano arqueológico (Romero y Ajata 2014), por lo que hablar de patrimonio cultural en Arica ha sido fundamentalmente hablar de arqueología. Esta situación ha sustentado en las últimas décadas la idea de una nueva identidad regional vinculada a la arqueología, permitiéndole a la región ver y mostrar su historia a través de la materialidad arqueológica2. En este sentido, una breve revisión de la historia de los sitios ar2 En el Museo Chileno de Arte Precolombino, con la exposición sobre la prehistoria de Arica en 1985, se dio surgimiento al slogan “Arica 10.000 años”, el cual hoy hace referencia a la cronología arqueológica y a la materialidad de las poblaciones locales.

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Figura 2a

Figura 2b

Culto a las huacas en el antiguo Perú.

Celebración de un entierro. Tomadas de Guamán Poma de Ayala 1993:197 y 219.

queológicos y de sus hallazgos hace posible, a nuestro juicio, visualizar los cambios en la percepción que ha tenido la comunidad sobre su patrimonio, más precisamente sobre la manifestación más concreta y palpable de este (Figura 1). De Momias, Saqueo y un Mercado de Bienes Patrimoniales Durante el periodo colonial se vivió en los Andes -y en todo el continente americano- un proceso de desestructuración de los patrones tradicionales de vida de las poblaciones que

habitaban estos espacios. El abandono forzoso de los pueblos y la prohibición de la religiosidad y ritualidad andina, entre otras, fueron algunas de las medidas colonizadoras más resistidas por la población. Los habitantes de los Andes entendían su religión de una manera muy diferente a la tradición occidental. Para ellos “lo sagrado” se expresaba con la voz huaca, la cual poseía una multiplicidad de significados y se manifestaba en diversas formas; una huaca podía ser un objeto o un lugar, desde una papa con forma extraña a una montaña; eran entidades poderosas, reconocidas con nombres propios, que interactuaban entre ellas y con los seres humanos, y a las cuales se les debía rendir culto

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(Allen 2014; Astvaldsson 2004). Huacas podían ser también antiguas tumbas de antepasados dignos de adoración y respeto, sepulturas que generaban memoria e identidad. A su llegada al territorio andino los españoles encontraron que el culto a los muertos (ancestros) era sistemático y trascendental para toda la comunidad (Figuras 2a, b). La Iglesia prodigó grandes esfuerzos para acabar con estas prácticas a través de la destrucción de estos símbolos, enmarcada en el proceso conocido como extirpación de idolatrías (Arriaga 1920). Por su parte, la Corona vio las tumbas y adoratorios como fuente de riqueza, dada la gran cantidad de objetos confeccionados de metales preciosos encontrados en ellas3. Por cada tesoro encontrado en América la Corona debía recibir un quinto del total, lo que incluía los objetos hallados en tumbas. Ya en el siglo XVI las remesas enviadas a España contenían tesoros extraídos desde huacas (Luque 2012). Fue tal el afán puesto por los españoles en este rubro, que en algunas zonas de Perú se formaron Compañías o Sociedades de Huacas, empresas destinadas exclusivamente al saqueo de tumbas. En Trujillo, por ejemplo, entre 1537 y 1610 se formaron 36 de estas compañías (Delibes 2015). Para nuestra región, no hemos encontrado registro de la conformación de ese tipo de sociedades; no obstante, parece lógico pensar que los cementerios de Arica sufrieron una suerte similar 3 “Que el que hallare sepulturas las registre. El emperador D. Carlos y la Emperatriz Gobernadora en Valladolid a 3 de Febrero de 1537. El que hallare sepulturas, o adoratorios de indios, antes de sacar el oro, plata y otras cosas, que hubiere, parezca ante los oficiales de nuestra Real Hacienda de la Provincia, o sus Tenientes, donde los hubiera, y allí lo manifieste, y registre cuanto antes sea posible, y sin esta diligencia no lo aprehenda, ni saque, pena de haber perdido la parte, que ha de haber, aplicado a nuestra cámara”. Libro VIII, Título XII, Ley iij, Recopilación de Leyes de Indias (Delibes 2015:10).

Figura 3a Rada de Arica y alrededores siglo XVIII. Tomada de Bellin 1764:76.

hasta por lo menos principios del siglo XIX. Durante el siglo XIX las rutas navieras del Pacífico tenían a Arica como punto de abastecimiento de agua y acceso a las zonas interiores, especialmente hacia Bolivia (Figuras 3a, b). Desde fines del siglo XVIII los navegantes ya conocían al pequeño puerto por sus grandes cementerios precolombinos (Frezier 1982). Era costumbre, entre los marinos que bajaban de franco -con algún interés en las antigüedades-, excavar las tumbas en búsqueda de momias y tesoros. Las crónicas de estos viajes indican la

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existencia de un mercado para estos bienes, y de varios anticuarios y coleccionistas, nacionales y extranjeros, instalados en el pueblo -particularmente ingleses-, los que comerciaban momias y objetos extraídos de las tumbas (Gänger 2014). Algunos marinos relatan reuniones con estos coleccionistas en búsqueda de antecedentes para el posterior desarrollo de excavaciones (Figura 4). Un relato ilustra de manera notable esta práctica: corresponde al médico y marino estadounidense William S.W. Ruschenberger, quien visitó el puerto de Arica

en 1832. “A una milla del pueblo, por el lado sur del morro, hay un cementerio de antiguos peruanos. Existe un camino hacia él por sobre la colina, un tanto laborioso, y otro rodeando la base de “la cabeza de Arica”, el que sólo se puede transitar cuando hay marea baja. Al costado de la colina se encuentran las tumbas de este pueblo herido, indicadas por montículos de arena, numerosos huesos humanos blanqueados al sol, partes de cuerpos,

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como piernas, brazos, o una mano o un pie, con la carne seca y aún adherida, dispersos por la superficie. Las tumbas han sido excavadas intensamente y muchos cuerpos llevados a Europa por los viajeros. Algunos niños que jugaban cerca del lugar nos dijeron que un “Inglés”, en Tacna, tenía una gran colección de ellos, la que crece constantemente; por un par de momias en perfecto estado, él paga un doblón. Cavamos en varios lugares sin poder encontrar nada. Finalmente le preguntamos a un in-

dio que estaba pescando con una red, dónde se encontraban las tumbas y qué indicios debíamos seguir para descubrirlas. Él nos dijo que no había ninguna, excepto en el suelo y que debíamos cavar donde sonara hueco. Seguimos ese plan con un considerable éxito. La superficie está cubierta con arena de una o dos pulgada de profundidad, una vez retirada

Figura 3b Vista general de Arica, destaca a la derecha de la imagen la aguada conocida como “La Chimba”, siglo XIX. Tomada de Paz Soldán 1865:50-51.

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Figura 4 Ilustración muestra restos excavados durante la construcción de la línea férrea entre Arica y Tacna en 1852. Tomada de Evans 1855:659.

se descubre una capa de sal, de tres o cuatro pulgadas de espesor, que se extiende por toda la colina. Inmediatamente debajo se encuentran los cuerpos, en fosas o agujeros de no más de tres pies de profundidad. El cuerpo fue colocado en posición encuclillada, con las rodillas dobladas y las manos dispuestas a los lados de la cabeza. Todo estaba envuelto en una tela gruesa pero cerrada, con franjas de color rojo, que ha resistido maravillosamente los efectos destructores de las edades; pues estos enterramientos fueron hechos antes de la conquista, aunque se desconoce en qué periodo. Por el cuello se pasó una cuerda en la parte exterior de la cubierta; y en uno de los casos encontramos que se depositó una pequeña bolsa sobre el pecho, que contenía cinco palitos de alrededor de dos pulgadas y media de largo, atados en un paquete por dos cuerdas, las que fueron rotas en nuestros esfuerzos por abrir la bolsa. Un caballero local me dijo que vasos para beber e instrumentos de la ocupación del difun-

to en vida, como balsas, pinceles, etc. se encontraban con frecuencia en estas tumbas. Varios de los cuerpos exhumados se encontraban en un perfecto estado de conservación.” (Ruschenberger 1834:241-242) (traducción propia). En su relato narra cómo logró hallar varias tumbas prehispánicas al sur del morro. Su narración es importante pues confirma el grave estado de deterioro del sitio para la época, la existencia de un mercado de momias, el precio que se pagaba por ellas y el envío de los cuerpos al extranjero (Bollaert 1860). Ruschenberger no detalla cuántas momias exhumó ni cuál fue su destino final, pero por datos entregados posteriormente por el médico Samuel George Morton, sabemos que parte de dicha colección fue enviada a Estados Unidos y donada a Morton para el desarrollo de sus estudios (Morton 1839). En su trabajo Morton señala haber analizado cuatro cráneos de “antiguos peruanos” provenientes de Arica y sectores aledaños, uno de los cuales fue donado por Ruschenberger (Figuras 5a-d). En una publicación posterior consigna la existencia en su colección4 de 10 cráneos hallados en Arica (Morton 1849). Este tipo de dinámica persistió a lo largo del siglo XIX, marcada por el colonialismo europeo y el desarrollo científico de la época. La creación de Museos y de sociedades científicas en Europa y Estados Unidos demandó la recolección de insumos provenientes desde los lugares más exóticos posibles, haciéndose común el desarrollo de viajes de exploración comisionados para la búsqueda de antigüedades (Shel4 La colección permanece hoy en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, EE.UU. Ver: Renschler y Monge (2008).

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Figura 5 Cráneos examinados por Morton provenientes de Arica. a) Cabeza embalsamada proveniente de un cementerio peruano en Arica. b) Niño peruano proveniente de Atacama. c) Peruano de Atacama. d) Peruano de la antigua raza. Proveniente de Arica. Tomadas de Morton 1839: Placas I a IV.

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Figura 6a Primeras evidencias fotográficas de momias Chinchorro, encontradas durante los trabajos de construcción de un cuartel de artillería en los faldeos del Morro. Los trabajadores, después del fúnebre hallazgo (Redibujado de imagen original).

ton 2006). El saqueo patrimonial arqueológico durante este periodo en Arica fue constante y de gran envergadura. Noticias sobre descubrimientos de momias en los cementerios cercanos al Morro abundan en los semanarios ingleses5 y estadounidenses6. Por lo general estas 5 “American Mummy. - The body of a female and of an infant were lately found in a state approaching to that of mummies, at the foot of a hill forming a promontory near Arica, on the western coast of Peru, were sent to England in 1827, by Dr. Hamett, and are now deposited in the Museum of Natural History at Haslar”. Ver Anónimo (1830). 6 “[…] there is now in the museum at Boston “a small and extremely interesting collection of mummied bodies in the possession of Mr. John H. Blake, of that city, dug up by himself from an ancient cemetery in Peru. This cemetery lies on the shore of the Bay of Chacota, near Arica […]”. Ver Anónimo (1843, abril 22).

notas hacían referencia a nuevos ejemplares llevados a dichos países, destinados la mayoría a alimentar las colecciones de museos y las discusiones académicas en las sociedades científicas. Tras la Guerra del Pacífico el Estado de Chile usó la exploración científica para conocer, gobernar y explotar los nuevos territorios; en el contexto del proceso de chilenización la apropiación del patrimonio arqueológico de Antofagasta, Tarapacá, Tacna y Arica, y su incorporación al registro histórico chileno, otorgaron al

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Figura 6b Las momias cuyo “sueño” acaba de ser interrumpido. Publicadas en 1911. Tomadas de Revista Sucesos 1911:61.

país la oportunidad de integrarse a los debates científicos internacionales y de esa manera mostrarse como una nación moderna (Gänger 2009). La apropiación de este patrimonio se llevó a cabo de dos formas; primero por medio de expediciones científicas financiadas por el gobierno, cuyo objetivo fue llevar a la capital la mayor cantidad de objetos antiguos que pudieran hallarse, comprar o excavar (Gänger 2009:694). Posteriormente, gracias a la acción de coleccionistas particulares, personas involucradas tanto en la conquista militar como en la anexión política y administración de los nuevos territorios, y en el ejercicio de sus funciones, lograron generar importantes colecciones arqueológicas, las que posteriormente fueron donadas a museos de Santiago (Gänger 2009:695). Fue en ese contexto que el arqueólogo alemán Max Uhle arribó a la ciudad de Arica, tras haber trabajado para el Gobierno

de Chile (Rowe 1954), y luego de haber desarrollado una serie de excavaciones arqueológicas en Calama, Pisagua, Constitución y Taltal (Erhardt 1998), se estableció en la ciudad como un investigador independiente,7 por dos años (1916-1917). Durante ese tiempo excavó, entre otros lugares, en los faldeos del Morro de Arica y “pampa del Chinchorro” (Álvarez 1995). Uhle destaca por haber sido el primero en describir científicamente los cuerpos de la Cultura Chinchorro (Uhle 1919) (Figuras 6a, b y 7). Del extenso patrimonio arqueológico recolectado por Uhle en Arica se sabe que una parte importante fue enviada al Museo Histórico Nacional 7 Uhle durante su estadía en Arica vivió de sus ahorro personales; las excavaciones que realizó fueron parcialmente financiadas por la Universidad de Pennsylvania (Rowe 1954:15).

Figura 7 Momia Chinchorro excavada por Max Uhle. Tomada de Uhle 1922: Lam. V, Fig. 1.

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en Santiago (Agüero 2002); en el trayecto a la capital cuatro momias fueron retenidas en la aduana de Valparaíso, siendo transferidas posteriormente al Museo de Historia Natural de la ciudad-puerto (Vera 1981) (Figuras 8a, b); una momia donada por el mismo Uhle al Liceo Comercial de Arica en 1917 actualmente se conserva en el Museo Arqueológico de la Universidad de Tarapacá (Arriaza y Standen 2009; Uhle 1974) (Figuras 9a, b). Treinta y tres especímenes (Rowe 1954:16), entre ellos cinco cráneos, fueron vendidos por Uhle al Museo Etnográfico de Gotemburgo. Parte de esa colección se almacena hoy en el Museum of World Culture de la misma ciudad (Lindskoug y Gustavsson 2015). Previo a su llegada a Arica, Uhle, comisionado por el Museum of Archaeology and Paleontology de la University of Pennsylvania, recolectó de varios sitios peruanos una enorme colección de más de 11.000 objetos, 28 de ellos correspondientes a piezas extraídas de Arica (Erickson 2010). También recolectó una masiva colección en Calama y Pisagua, la cual abarcaba: “3,800 objetos [...], más de 400 cráneos [...] y más de 50 momias” (Gusinde 1916), por lo que es posible pensar que el patrimonio extraído desde Arica por el arqueólogo alemán debió ser bastante más abundante de lo que se tiene registrado. Fue el primero de una serie de arqueólogos que excavaron científica y sistemáticamente en la ciudad de Arica en la primera mitad del siglo XX (Romero y Ajata 2014:59). El destacado arqueólogo estadounidense Junius Bird y la arqueóloga austriaca Grete Mostny, radicada en Chile, desarrollaron extensas excavaciones en el sector sur de la costa ariqueña, entre otros lugares (Bird 1943; Mostny 1943 y 1944).

Figura 8a Momia Chinchorro de Arica. En colección de Max Uhle del Museo de Historia Natural de Valparaíso. Adulto.

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Figura 8b Momia en colección de Max Uhle del Museo de Historia Natural de Valparaíso. Infante.

Figura 9a Momias Chinchorro excavada por Max Uhle y donada al Liceo Comercial de Arica. Se muestra en la urna en la que se conservó hasta ser trasladada al Museo UTA.

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Figura 9b Detalle de rostro de la figura anterior, depósito Museo UTA.

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Motsny en su informe sobre la excavación señala con espanto las pésimas condiciones en las que se hallaban los sitios arqueológicos. Indica que en la Lisera “centenares de metros están cubiertos por los huesos y calaveras de indios” (Mostny 1943:79); se queja a su vez por la indolencia de los habitantes de la ciudad, a quienes responsabiliza por la destrucción: “A tal extremo llegó este vandalismo, que violar unas tumbas y reducir a pedazos su contenido formaba parte de los picnics dominicales de los visitadores de la playa” (Mostny 1943:79). Como remedio a esta tan condenable actitud señala, a modo de sugerencia, la necesidad de crear un museo: “También será indicado educar a los habitantes de la región para dar su valor justo a los objetos de la civilización indígena, dándoles un Museo Regional” (Mostny 1943:80). Debieron transcurrir 17 años antes de que la recomendación de Grete Mostny fuera realidad. En 1959 un grupo de profesionales, formado por Luis Álvarez, Sergio Chacón, Guillermo Focacci y Percy Dauelsberg, interesados en la arqueología8 y preocupados por la pérdida del patrimonio regional, fundaron el Museo Regional de Arica, que posteriormente, y al alero de la Universidad del Norte, se transformaría en el actual Museo Arqueológico San Miguel de Azapa (Lara 1972). Este hecho marca un hito en la visión de los ariqueños sobre su patrimonio, ya que a partir de ese momento el museo se transforma en custodio del patrimonio arqueológico regional y, a través del trabajo pionero de sus fundadores, se comienza a poner en valor, por primera vez, el patrimonio cultural regional. 8 Percy Dauelsberg realizó el primer catastro de yacimientos arqueológicos de la región en la década de 1950. Ver Focacci (1989).

Figura 10 Exposición “Arica Diez Mil Años” Museo Chileno de Arte Precolombino (MChAP) 1985.

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De la Resignificación de Piezas Arqueológicas a su Patrimonialización

Figura 11a Ejemplo de la apropiación del patrimonio cultural en la actualidad. Mural en conjunto habitacional de Arica.

Un aríbalo, un kero, una escudilla, calabazas, semillas de maíz, porotos, lo mismo que un cuerpo momificado o disecado, son piezas arqueológicas que de piezas domésticas o rituales pasaron a ser reliquias exóticas o simplemente objetos estéticos. Tras el trabajo científico se transformaron en repositorio de información para finalmente ser declarados patrimonio cultural. Antes de este largo proceso ya habían sido reconocidos como monumentos nacionales, según la ley 17.288 de 1970. Estas diversas fases por las que han pasado nuestros bienes tienen que ver con la mirada que la ciencia ha permitido hacer de ellos a través del mejoramiento de técnicas de estudio y registros con mayores especificidades. Con el interés propio de la ciencia -entoncessurge la necesidad de proteger estos bienes que significan partes o fragmentos de nuestra identidad (Figura 10). Hasta la década de 1970 muy pocos hablaban de identidad o patrimonio, se preguntaban sobre lo tradicional y, como consecuencia, sobre el patrimonio. Sepúlveda (2010), teórico de la cultura latinoamericana, apunta: “la memoria es presencia del pasado en el presente, presencia del pasado memorable, lo memorable es lo relevante”; con esta mirada, nuestro país comenzó a interesarse en su pasado y en su patrimonio. En la década de los años 1980 otro ámbito del patrimonio comenzaba a hacer su aparición desde la tradición o el folclor, el patrimonio cultural inmaterial, cuyo interés

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Figura 11b Ejemplo de la apropiación del patrimonio cultural en la actualidad. Publicidad de campeonato mundial de bodyboard Arica 2015, donde se destaca una visión idealizada de los Chinchorro.

en protegerlo surge por parte de la UNESCO a inicios del siglo XXI. Chile ratifica la convención para la salvaguarda del patrimonio inmaterial en 2008, comenzando con el inicio de los inventarios de patrimonio y la consecuente necesidad de adoptar políticas sistemáticas de resguardo. Las huacas, entendidas como un pasado memorable, eran parte importante de la memo-

ria de las poblaciones locales, no entendidas como patrimonio en el sentido que lo hacemos actualmente, sino como elementos propios e inherentes a su cotidianidad; no era extraño ni exótico, no era transable en ningún mercado local, esa visión solo vino posteriormente con los europeos. Los cuerpos momificados entre los Chinchorro, conviviendo con los vivos a manera de totems, su materialidad en la cue-

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va La Capilla, lugar descrito como probable sitio para ritos de pasaje. Túmulos funerarios en los valles de Azapa y Camarones servían como culto a los ancestros, todos actos de memoria, para recordar al sujeto que “murió”, dándole vida simbólica y atributos de vida a un cuerpo momificado o disecado. Ritos que dejan en el lugar objetos que a modo de memoria nos entregan -al mismo tiempo- un registro de la ceremonia y parte de su cotidianidad. Más aún, la materialidad de los Chinchorro y las pinturas observadas en la cueva de La Capilla, entendidas hoy como patrimonio cultural, fueron, desde la mirada arqueológica, lo que “pudo haber constituido un monumento (...) el que tuvo la función de conmemorar, constituyéndose en un importante espacio transmisor de la cultura de los pescadores” (Muñoz y Fernández 2014); entonces fue un espacio con la misión de evocar y recordar, debió ser entendido como el lugar que dio sentido e identidad a los pescadores del arcaico, a manera de instrumento de cohesión social y resguardo de su propio origen. En nuestra región los cuerpos momificados y disecados, las materialidades que los acompañan, dan cuenta de actos de memoria, se recuerda al sujeto que “murió”, se efectúan ritos o ceremonias que lo incluyen, dándole vida simbólica, atributos de vida, un ajuar que implica una selección, lo digno de ser recordado. Pablo Joseph de Arriaga (1920), el extirpador de idolatrías, indica que quiere extirpar las idolatrías que hacen los indios a sus antepasados porque recurren a ellos y a su sabiduría para solucionar

problemas cotidianos, que siendo huacas las invocan, las reverencian y las nombran aún después de quemadas; en suma, que ellas resguardan la identidad del individuo y del colectivo a través de los nombres, de las ceremonias y ritos idólatras, sus lenguas, tradiciones, sitios naturales y culturales con sentido de pertenencia. Para concluir, diríamos que el acto de patrimonializar es un acto de carácter antiguo, toda vez que un sitio, un bien o una costumbre se guardaron en la memoria como soporte de identidad colectiva y, por lo tanto, como instrumento de cohesión social. Hoy, sin embargo, la producción cultural cada vez mayor y el deseo del género humano de vivir intensamente el presente, han priorizado el olvido, dejando solamente el recuerdo para planificar el futuro. En este contexto la patrimonialización de la cultura Chinchorro nos ha hecho mirar hacia el pasado, re-conocer nuestro territorio, evocar la vida de los pescadores de antes y observar la vida de los pescadores actuales, como, así mismo, tomar los datos que vienen de la actividad científica en torno a ella y construir un relato que viene desde el pasado obligándonos hoy a salvaguardar su territorio, su paisaje y materialidades, como un acto de responsabilidad con nuestro pasado y con nuestra identidad. Debemos transitar de un patrimonio hegemónico, determinado y definido por el Estado y la academia, a un patrimonio democratizado, determinado y definido por la comunidad y los individuos (Figuras 11a, b).

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LA CULTURA CHINCHORRO: PASADO Y PRESENTE

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