LA REPÚBLICA EXTRAORDINARIA

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Descripción

La república extraordinaria

Tucumán en la primera mitad del siglo XIX

Índice Introducción Gabriela Tío Vallejo.............................................................................................

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Campanas y fusiles, una historia política de Tucumán en la primera mitad del siglo XIX Gabriela Tío Vallejo.............................................................................................

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Representaciones de la política pos revolucionaria Un acercamiento a la liturgia republicana (1810-1853) Ana Cristina Wilde...............................................................................................

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Sesiones, interrupciones y debates La Sala de Representantes de Tucumán en sus inicios (1822-1838) Facundo Nanni..................................................................................................... 147 El clero secular tucumano: entre la legalidad y la legitimidad monárquica María Cecilia Guerra Orozco............................................................................... 193 Educar en Tucumán en la primera mitad del siglo XIX El modelo pedagógico colonial y el nuevo modelo educativo Permanencias e iniciativas Norma Ben Altabef.............................................................................................. 253 Fondos documentales del Archivo Histórico de Tucumán. 1800-1850 Jovita María Novillo............................................................................................ 315 Los autores y las autoras...................................................................................... 335

SIGLAS MÁS UTILIZADAS AAT AC AGN AHNB AHT AL ASR JC MCHI OV SA TR

Archivo Documental del Arzobispado de la Provincia de Tucumán Actas Capitulares Archivo General de la Nación Archivo Histórico Nacional de Bolivia Archivo Histórico de Tucumán Archivo de la Legislatura Actas de la Sala de Representantes Sección Judicial del Crimen Museo de la Casa Histórica Oficios Varios Sección Administrativa Sección Toma de Razón



Palabras preliminares

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INTRODUCCIÓN Gabriela Tío Vallejo Si habéis estado en Tucumán en la primavera, habéis sentido una embriaguez singular aspirando a pulmones llenos el intenso perfume de los azahares… Pablo Mantegazza, 1859

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ra primavera el 3 de octubre de 1841 en Metán. Lejos de los azahares de San Miguel, la cabeza de Marco Avellaneda era separada de su cuerpo por un soldado bajo las órdenes del Coronel Maza; otra embriaguez nublaba la razón. No muy lejos de allí, contra el muro exterior de la iglesia de San Joaquín de las Trancas había sido fusilado Bernabé Aráoz diecisiete años antes, por orden de Javier López. En esos casi veinte años, las muertes políticas se habían cargado de una violencia extraordinaria. Don Bernabé había podido fumarse su último cigarro y su cuerpo había caído en lugar sagrado, había escrito unas cartas y cumplido los últimos rituales. El ensañamiento con el cadáver de Avellaneda era el punto de llegada de veinte años de guerras bárbaras.1 Desde la Revolución, la guerra se había instalado en Tucumán dando apenas breves treguas. Región de frontera, de abundancia e indolencia, de desmesura. El exceso en el lenguaje y en la fiesta, en el crimen y la borrachera... país de contradicciones y de instituciones extraordinarias. Así veían Tucumán los viajeros y ocasionales huéspedes. Buscarían la explicación, con espíritu romántico, en el paisaje de la selva, el calor, la efervescencia de verdes, el ensordecedor ruido de las cigarras en el ocio de la siesta embriagada de azahares.2

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Un gaucho del ejército de Oribe se había hecho una manea con la piel de Avellaneda (una manea es un utensilio que sirve para reducir los movimientos de caballos o asnos). El relato de la muerte de Avellaneda proviene del diario de uno de los capitanes de Oribe. Puede leerse en las crónicas y memorias que esta percepción de la exuberancia y el exceso remite también al trato social, a las costumbres y al lenguaje. Llama la atención de los viajeros el festejo del carnaval incluso entre las damas de la elite. Véase al divertido relato del Dr. Juan H. Scrivener en sus Memorias; SCRIVENER, Juan H. Memorias del Sr. Juan H. Scrivener. Impresiones de viaje: LondresBuenos Aires-Potosí, Buenos Aires, 1937; Paolo Mantegazza, por su parte, escribía sorprendido por la manera de hablar de las tucumanas “…la dicción española en sus bocas adquiere un acento rastreador y voluptuoso…”, MANTEGAZZA, Pablo Viajes por el Río de la Plata y el interior de la Confederación Argentina, Coni Hnos., Buenos Aires, 1916.

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El capitán Andrews, en su aventura minera, destacaba la riqueza tucumana como exceso; la prodigalidad de la naturaleza sería la causante de la haraganería, afirmaba el inglés y lamentaba los hábitos de indolencia en este “jardín del universo.” A los viajeros les costaba pensar que “tanta naturaleza” no redundara en “mucha civilización”.3 A una naturaleza exuberante y generosa y a unos hombres talentosos, oponía Andrews los efectos desastrosos que las guerras intestinas, usurpaciones y agresiones de toda especie, tenían para la prosperidad y el carácter moral de la comunidad. Entre las causas de estos males, señalaba la opresión civil y religiosa y un poder ejecutivo constantemente influenciado por intereses partidistas que se imponía al poder legislativo.4 Más allá del romanticismo contenido en estas miradas, de la lectura exotista de ojos acostumbrados a otros paisajes naturales y sociales o de la crítica protestante de un Andrews reacio a las herencias hispánicas, ¿cómo se explica la recurrencia de lo extraordinario? ¿Tenía que ver con una cierta resistencia de las gentes a las reglas? ¿Resistían los tucumanos al orden institucional y a la norma escrita de la misma forma que gozaban “pervirtiendo” el idioma con sus anárquicos usos? ¿Tenía esto que ver con su particular deriva histórica de las primeras décadas pos revolucionarias? Si la “barbarie” no era exclusiva de las tierras tucumanas, sí parecía ser en ellas donde se enquistó una cultura de la emergencia permanente que “justificaba” avasallar las leyes. Ni hablar del siglo XX y sus desenfrenos. Explicar las razones de la inestabilidad de los gobiernos en el período transcurrido entre el colapso del poder heredero de la Revolución en los años 1820 y los primeros pasos de un orden constitucional común en 1852, ha sido uno de los retos de la historiografía argentina. La persistente “provisionalidad” de los gobiernos, los recurrentes asaltos al timonel de los ejecutivos provinciales, las luchas de familias y facciones y los conflictos entre las ciudades, parecen ser los trazos más evidentes de estas décadas. Sin embargo, estos fueron también los años en que se constituyeron los diversos ramos de la administración provincial, cuando se ensayó la participación política en las legislaturas y se aceitó el sistema de las elecciones fundadas en el triunfante principio de la soberanía popular. Desde el punto de vista político varios problemas se plantean a las provincias tras el colapso de la monarquía. En primer lugar, consensuada la idea de la retroversión de la soberanía, había que definir cuál era el sujeto de imputación soberana.5 La idea de 3

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Esta extrañeza hacia una realidad contradictoria aparece en muchos viajeros; el italiano Mantegazza opinaba también como Andrews “…la inercia de los habitantes los adormece sobre tesoros que aparecerían prontos y espontáneos, apenas arañaran la tierra…”. ANDREWS, Joseph Las provincias del norte en 1825, UNT, Tucumán, 1967. Véanse también las reflexiones de BURMEISTER, Germán Descripción de Tucumán, Coni Hnos., Buenos Aires, 1916. ANDREWS, Joseph Las provincias…, cit., p. 43. Son reconocidas las contribuciones pioneras sobre estos temas para el área rioplatense de José Carlos Chiaramonte, Marcela Ternavasio y Noemí Goldman.



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la “retroversión” fue como un big bang que produjo una fragmentación en múltiples soberanías, como ha señalado Antonio Annino. En el Río de la Plata este proceso llevó a un concepto extremo de reasunción de la soberanía por parte de fracciones de cada una de las comunidades territoriales. En segundo lugar, si la soberanía popular era el cimiento que sostenía la legitimidad de las autoridades políticas resultantes de la Revolución, era una legitimidad nueva que había que construir. Y se edificaría también a partir de la guerra, de una idea de sacrificio por el bien común ahora contenido en “la patria” y de los vínculos y jerarquías de origen militar que explican los liderazgos de gobernadores y caudillos. Pero el colapso del orden institucional de la monarquía, sumado al quiebre de la unidad de las provincias en los años 1820, ponía sobre la mesa otra cuestión: ¿cómo definir una forma de gobierno que diera lugar a esas soberanías múltiples sin debilitar la figura de un estado y sin perder los lazos entre las provincias? En cada una de las viejas ciudades y sus jurisdicciones, esta agenda de problemas se planteó con componentes particulares que se relacionaban estrechamente con el lugar que habían ocupado en la guerra de independencia y con el vínculo que sostenían sus regiones con la ciudad portuaria. Los años que transcurrieron entre la Revolución y la aceptación del orden constitucional común son años de “anarquía”, pero también de organización. Cómo armonizaron ruptura y construcción en los acordes políticos de estos años es lo que los estudios reunidos en este libro intentan mostrar para el caso tucumano. Si la discusión acerca del concepto de soberanía y sus efectos prácticos después de la Revolución ha echado luz sobre las primeras décadas posrevolucionarias y el análisis de las situaciones provinciales ha ganado en complejidad desde que se abandonó la mirada centrada en “los tropiezos de la construcción del estado nación”, hay algunas cuestiones ya clásicas de la historiografía que aún esperan una respuesta convincente. ¿Qué pasó entre la muerte de Aráoz y la de Avellaneda? ¿Cuáles son las razones que explican la “barbarización de la política” y qué relación hay con la ruralización? Halperin Donghi en Revolución y Guerra,6 un libro cuya relevancia para los estudios argentinos sobre el tema no requiere justificación, cierra su estudio acerca de la Revolución rioplatense con una serie de pronósticos respecto de la cultura política de la primera mitad del siglo XIX. Una de sus hipótesis centrales es la barbarización de la política. Esta idea tiene, en la propia lectura de Halperin, varios sentidos. Se refiere tanto a un estilo de vida política marcado por una violencia considerada rústica o primitiva, como al predominio de una economía basada en las haciendas y sus ca-

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HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y guerra. La formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972.

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racterísticos vínculos sociales.7 Esta caracterización de la cultura política, tan marcada por la dicotomía sarmientina8 como corroborable en múltiples fuentes y relatos de contemporáneos, era considerada también una consecuencia de la incorporación de la campaña a la vida política. A partir de estas ideas, la historiografía rioplatense ha puesto mucho el acento en la “ruralización de la política”. Esta ruralización, entendida como “barbarización” y brutalidad política, no significó ausencia de legalidad, ambas coexistieron.9 Decía Ternavasio, al estudiar la expansión de la frontera política bonaerense, que llamaba la atención el grado de institucionalidad bajo el que se presentaba la ruralización.10 Si en Buenos Aires era evidente la contraposición entre dos ámbitos, rural y urbano, que tenían además representación en dos cabildos, el de Buenos Aires y el de Luján, en algunas provincias esta oposición era mucho más difícil de descubrir. En Tucumán, incluso en los tiempos coloniales, la vecindad tenía fronteras borrosas. Una elite de comerciantes-hacendados –con casa en la ciudad, como mandaba el requisito de vecindad, y existencia cotidiana en el campo– monopolizaba los cargos del Cabildo sin que hubiera una confrontación visible de intereses. Quizás también porque, como decía Halperin, “…en esos centros menores en que el número de burócratas de carrera es reducido y los lazos entre éstos y los localmente poderosos es muy íntimo, los cabildos abiertos, las milicias y a menudo las magistraturas se hallan todos bajo el control de un muy reducido grupo…”. En Tucumán la participación electoral de la campaña fue más temprana, anterior al Estatuto de 1815, casi al mismo tiempo que la de la ciudad.11 Las comunidades vieron la participación de la campaña como algo natural, no como una innovación revolucionaria; por el contrario, era la Revolución la que restringía en las primeras 7

El tema está relacionado con una hipótesis más general de Halperin Donghi que planteaba que la Revolución había significado el paso de la hegemonía mercantil a la terrateniente. Hay un buen camino recorrido sobre esta discusión a la que los estudios agrarios han contribuido mucho. Ellos muestran una situación mucho más compleja: un patrón de inversiones diversificado, una economía rural mercantilizada en donde las unidades familiares combinaban producción de subsistencia con producción mercantil y trabajo salariado y, en todo caso, un panorama tan distante de una clase terrateniente consolidada como de una burguesía mercantil. Véase el balance que de esta discusión y de los aportes de la historia agraria hace FRADKIN, Raúl “¿Qué tuvo de revolucionaria la Revolución de independencia?”, en Nuevo Topo, 5, septiembre-octubre 2008. 8 Una de las claves interpretativas más poderosas de la historiografía argentina ha sido la dicotomía civilización-barbarie acuñada por Domingo F. Sarmiento. 9 Véase al respecto el artículo pionero de GOLDMAN, Noemí “Legalidad y legitimidad en el caudillismo Juan Facundo Quiroga y La Rioja en el interior rioplatense”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, tercera serie, núm. 7, 1993, pp. 31-58. 10 TERNAVASIO, Marcela “Expansión de la frontera política, Buenos Aires, 1820-1840”, en ANNINO, Antonio Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, FCE, Buenos Aires, 1995, p. 84. 11 A pesar de que la circular de octubre de 1812 reglamentaba la elección de diputados para la Asamblea Constituyente, sólo preveía la votación en los cuarteles de la ciudad. Uno de los diputados electos, el cura Nicolás Laguna, se negó a aceptar la diputación si no se solicitaba la aprobación de los habitantes de la campaña.



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elecciones la representación a las ciudades. Juan Carlos Garavaglia señala que en las tempranísimas elecciones para enviar el diputado que debía incorporarse a la Primera Junta en octubre de 1810 en la provincia de San Juan, se solicitó incluso a las pequeñas villas dependientes de Jáchal y Valle Fértil que dieran su opinión y participaran en la nominación del diputado.12 Claro que por ruralización podríamos entender también la movilización sin precedentes que la Revolución y la guerra provocaron.13 Raúl Fradkin, al preguntarse qué tuvo de revolucionaria la Revolución de Mayo, pone el acento en la masiva movilización de los sectores subalternos, que canalizó conflictos preexistentes asignándoles un nuevo sentido y dándoles un encuadre político; esta movilización tuvo que ver en parte con la militarización desencadenada por la guerra y también con la participación electoral.14 Poco se ha estudiado en el caso tucumano acerca de la participación de la plebe. Esporádicamente aparece la gente de la campaña en alguna asamblea o cabildo abierto pero, hasta ahora, ni los escasos trabajos sobre el tema ni las fuentes disponibles autorizan conclusiones sobre ello.15 En el balance acerca de los alcances de la Revolución, un tema que ha atraído la discusión historiográfica en toda Hispanoamérica es la cuestión del liberalismo. Hace años Antonio Annino nos alertaba acerca del peligro de asumir en nuestras lecturas los problemas de las elites que estudiamos, por ejemplo, cuando se hablaba del “fracaso 12 GARAVAGLIA, Juan Carlos “Manifestaciones iniciales de la representación en el Río de la Plata: la revolución en la laboriosa búsqueda de la autonomía del individuo (1810-1812)”, en Revista de Indias, Vol. LXIV, núm. 231, 2004, pp. 349-382. 13 MATA DE LÓPEZ, Sara “Salta y la guerra de independencia en los Andes meridionales”, en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, núm. 41, 2004; BRAGONI, Beatriz y MATA DE LÓPEZ, Sara “Militarización e identidades políticas en la revolución rioplatense”, en Anuario de Estudios Americanos, 64-1, enero-junio de 2007, pp. 221-256, Sevilla (España); HERRERO, Fabián Movimientos de pueblo. La política en Buenos Aires luego de 1810, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2007; DI MEGLIO, Gabriel ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el Rosismo, Prometeo, Buenos Aires, 2007; FRADKIN, Raúl y GELMAN, Jorge –compiladores– Desafíos al orden. Política y sociedades rurales durante la Revolución de Independencia, Protohistoria, Rosario, 2008; FRADKIN, Raúl Y el pueblo donde está. Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Prometeo, Buenos Aires, 2008; AYROLO, Valentina “Hombres armados en lucha por poder. Córdoba de la pos independencia”, en Estudios Sociales, Año XVIII, 35, 2008. 14 FRADKIN, Raúl “¿Qué tuvo de revolucionaria…?”, cit. 15 Sobre los sectores subalternos en general véase PAROLO, M. Paula “Ni súplicas, ni ruegos” Las estrategias de subsistencia de los sectores populares en Tucumán en la primera mitad del siglo XIX, Prohistoria, Rosario, 2008; sobre la militarización, algunas aproximaciones en TÍO VALLEJO, Gabriela Antiguo Régimen y Liberalismo. Tucumán, 1770-1830, UNT, Tucumán, 2001; y recientemente DAVIO, Marisa “El proceso de militarización durante la Revolución, Tucumán, 1812-1819”, en LÓPEZ, Cristina –compiladora– Identidades, representación y poder entre el Antiguo Régimen y la Revolución, 1750-1850, Prohistoria, Rosario, 2009.

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del liberalismo” y convocaba a salirse de la esfera del estado y de las elites para construir una historia “desde abajo” del liberalismo.16 En los últimos años la historia de las ideas ha recibido críticas epistemológicas a sus modos de abordaje y se ha transitado hacia una historia de los lenguajes políticos, una historia más atenta a relacionar un texto con las condiciones de enunciación y menos seducida por la idea de cotejar modelos inmutables con aplicaciones imperfectas.17 La nueva historia intelectual sostiene el carácter plenamente histórico de las formaciones discursivas.18 Superada la visión teleológica de la preexistencia de la nación y cuestionadas también las lecturas evolutivas del paso de la tradición a la modernidad, tales revisiones nos dejan en terreno libre para la explicación de los rasgos de la cultura política posrevolucionaria sin la obsesión por las etiquetas o la identificación de fases en una evolución dada. Los capítulos que siguen se ocupan de diferentes aspectos de la cultura política del Tucumán posrevolucionario. Las noticias acerca de los eventos, tanto portuarios como ultramarinos, llegan a una sociedad en la que apenas un puñado de familias controlaban los cargos del gobierno, el comercio a larga distancia, los cargos eclesiásticos, los virtuales rangos militares y en la que una todavía más exigua fracción estaba al tanto de la información del siglo. Las jerarquías sociales seguían rigiéndose por el honor y el prestigio y ambos dependían en gran medida de la pertenencia a las familias fundadoras de la ciudad. Si bien la riqueza había cobrado una importancia mayor con el auge de las relaciones comerciales, los criterios estamentales y étnicos seguían reinando. 16 Véase la entrevista publicada en 1993 en Entrepasados y más recientemente ANNINO, Antonio “El voto y el siglo XIX desconocido” [en línea] http://foroiberoideas.cervantesvirtual.com/foro/data/4864. PDF. Por esta visión acerca del liberalismo soy deudora también de las clases impartidas por Marcello Carmagnani en El Colegio de México en el año 1992. 17 Véase PALTI, Elías El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado, Siglo XXI, Buenos Aires, 2007. 18 La revisión, cuyos orígenes suelen situarse en los trabajos de J. G. Pocock y Quentin Skinner, ha contribuido a cuestionar el paradigma liberal como predominante en la primera mitad del siglo XIX y a situar en el centro de la escena un republicanismo que provendría de una lectura de Maquiavelo y del desplazamiento de Locke a la periferia de la historia de las ideas de la Europa occidental. Esta relectura, que ha influido sobre todo en la historiografía norteamericana y que ya se veía en obras como la de Gordon Wood, ha tenido un amplio impacto en los últimos años en nuestras tierras donde el vocablo liberal ha sido reemplazado por republicano en buena parte de la producción y se ha generalizado una actitud de prudencia respecto al uso del concepto de liberalismo/liberal. Para esta discusión véase, PALTI, Elías El tiempo..., cit.; AGUILAR, José Antonio y ROJAS, Rafael –coordinadores– El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política, FCE-CIDE, México, 2002; SAZBON, José Nietzsche en Francia y otros estudios de historia intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2009; GOLDMAN, Noemí –editora– Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo, Buenos Aires, 2008.



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La Ilustración apenas si había tocado algunas cabezas y puede imaginarse que los primeros discursos revolucionarios se leyeron u oyeron con bastante extrañeza. El libro trata de aquellos sectores relacionados con la política y el gobierno, de las elites y los jefes militares, de quienes sin pertenecer a la elite cumplen alguna función relacionada con lo público. Trata de los gobernadores, de los jueces y comisarios, de los legisladores, de los curas, de los individuos que cumplen nuevas funciones con nuevos cargos, de los alcaldes de barrio, de los maestros. Los sectores subalternos aparecen poco en este libro. Como público sin rostro ni voz en las ceremonias y rituales de la nueva república, como número y posible voto en un par de episodios políticos de dudosa espontaneidad, como ausentes de las breves y efímeras escuelas, quizás tras las rejas de la casa donde se reunió el Congreso de 1816 como cuenta algún contemporáneo. Antes de adentrarnos en el mundo de lo político, es ineludible un recorrido por las actividades económicas de la población y los rasgos demográficos indispensables de la sociedad que es objeto de reflexión. En las últimas décadas del siglo XVIII la ciudad de San Miguel y su jurisdicción era un espacio densamente poblado de alrededor de 20.000 habitantes.19 De esta población, algo menos de una quinta parte residía en la ciudad que, según Concolorcorvo, se reducía a “cinco cuadras perfectas”.20 Los poblados de la campaña eran pequeñas aglomeraciones; el cronista decía de San Joaquín de Trancas que apenas tenía “veinte casas unidas”21 y éste debió ser uno de los más importantes ya que a principios de XIX sólo Trancas y Monteros solicitaron que se les reconociera la condición de villas. En el siglo XVI y parte del XVII las piezas de algodón habían ocupado un lugar significativo en las exportaciones tucumanas, este cultivo y su manufactura decayeron en el siglo XVIII, cuando comenzaron a destinarse al autoconsumo y al mercado interno de la jurisdicción. Desde principios del siglo XVII los principales rubros de la producción de la jurisdicción de San Miguel eran la ganadería, carretería y fletería. Por su ubicación en la ruta comercial, las estancias tucumanas estuvieron en el lugar óptimo para invernar mulas y criar y amansar bueyes, productos destinados a la feria de Salta y al Alto Perú. Tucumán fue también un importante centro de curtiembres, ya que la distancia del puerto obligaba a curtir los cueros antes de exportarlos; 19 Es la cifra que da el Censo de 1778. De este Censo sólo se han conservado para Tucumán los totales, en un cuadro que incluye LARROUY, Antonio en Documentos del Archivo de Indias para la Historia de Tucumán, Santuario de Nuestra Señora del Valle, Tolosa, Vol. VI, 1927. La información proveniente de este Censo sólo nos permite una mirada general a la población ya que no contamos con los registros sino con las cifras totales. Véase una crítica del censo y el estudio a partir de fuentes parroquiales en BASCARY, Ana María Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la colonia, Universidad Nacional de Tucumán-Universidad Pablo de Olavide, Tucumán, 1999. 20 Para una descripción de la ciudad véase BASCARY, Ana María Familia y vida cotidiana…, cit. 21 CONCOLORCORVO El lazarillo de ciegos caminantes, Emecé, Buenos Aires, 1997, p. 76.

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“…el cuero curtido y crudo servía a la vez de materia prima a los numerosos talabarteros que confeccionaban las riendas, cinchas, sillas, aperos, lazos y demás enseres de montar…”.22 Otra producción sucedánea de la ganadería era la de sebo y jabón que aparecían como rubros destacados de la exportación. Los bueyes conducían las famosas carretas tucumanas que eran el medio de transporte obligado de las mercancías que iban al Alto Perú y a Buenos Aires, favorecida su construcción por la abundancia de buenas maderas. Completamente hechas de madera y cuero, no tenían ni una sola pieza de hierro; por su función y los materiales de que estaban hechas, son un símbolo de la actividad económica de la jurisdicción.23 En la segunda mitad del siglo XVIII la región reorientó parte de sus actividades productivas: el Potosí había dejado de ser el único polo de la actividad económica. Aunque la vinculación con el Litoral ya era un hecho, la creación del Virreinato y las nuevas reglamentaciones comerciales consolidaron este diseño de redes económicas y sociales. El tráfico mercantil en el puerto de Buenos Aires aumentó de modo tal que las tradicionales actividades se intensificaron, pero no hubo una transformación radical,24 las principales exportaciones serían desde este momento cueros y pellones de lana y se complementaban con los nuevos cultivos de arroz y de tabaco cuya siembra se había autorizado a fines del siglo XVIII. Los lazos comerciales con el litoral se consolidaron; el proceso fue acompañado por la formación de redes comerciales familiares; fue en esta situación en la que se insertaron los inmigrantes peninsulares que comenzaron a llegar desde principios del siglo XVIII y se integraron a las familias de vecinos tucumanos. Las familias de la elite repartían sus actividades entre las haciendas, principalmente ganaderas, y el comercio. La riqueza de las familias de hacendados-comerciantes provenía de la producción local pero también de las utilidades procedentes de la intermediación como las invernadas, la recepción de productos ultramarinos y el servicio de transportes. Los trabajos de Cristina López muestran que si bien la propiedad legal de la tierra acarreaba sus privilegios había un complejo mundo de arrendatarios, agregados y ocupantes que participaban de la producción. Pese a las estrategias de las familias principales para mantener sus patrimonios unidos “…el fraccionamiento fue inevita-

22 Se aprovechaba el tanino del cevil y la cal de Córdoba y Catamarca. BLISS, Horacio W. Del virreinato a Rosas. Ensayo de Historia económica argentina.1776-1829, Richardet, Tucumán, 1959, p. 61. 23 Concolorcorvo ha descripto las carretas tucumanas con detalle en El lazarillo…, cit., p. 69. 24 Klauss Müller sostiene que la reorientación de la economía hacia el Atlántico no reportó cambios substanciales. La composición de importaciones y exportaciones, en la que este autor centra su estudio, no sufrió cambios significativos; en cambio, la producción agropecuaria y de carretería sí recibió un impulso adicional; MÜLLER, Klauss “Comercio interno y economía regional en Hispanoamérica colonial. Aproximación cuantitativa a la historia económica de San Miguel de Tucumán, 1784-1809”, en Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, 24, pp. 265-333.



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ble y al finalizar el siglo XVIII el número de propietarios había crecido en detrimento del tamaño de las propiedades…”.25 En cierto modo, la ubicación de las propiedades definía el mercado: las chacras de la zona de El Bajo, aledaña a la ciudad, que aprovechaban el agua del río Salí, eran usadas para sementeras de trigo, maíz y hortalizas que surtían a la ciudad; allí se ubicaban también carpinterías, adoberas, hornos para ladrillos y almacenes de granos. Se criaban también vacas lecheras y bueyes y se cultivaban forrajeras. Las estancias se distribuían en la campaña; en el fértil valle de Choromoros la producción ganadera y las sementeras de trigo. En los Juárez, producción ovina, maíz y una agricultura de subsistencia. En Burruyacu, como zona de poblamiento más reciente y frontera con los grupos indios chaqueños, había grandes estancias ganaderas en su mayor parte bajo arriendo.26 Bascary sostiene que a comienzos de XIX eran tres las grandes familias con las que podría identificarse a la elite: los Villafañe, los Aráoz y los Molina.27 A la vez hacendados y comerciantes, los vecinos no desechaban oportunidades de enriquecimiento utilizando también la tradicional vía matrimonial para consolidar sus patrimonios, incorporando a peninsulares recién llegados o a vecinos exitosos aunque sus orígenes no pertenecieran a las familias más notables. Este grupo social mixto de hacendados y comerciantes estaba, por su doble actividad, identificado con su territorio pero al mismo tiempo muy vinculado con las elites de otras ciudades, sus redes se tejían no sólo en toda la región, sino con las otras regiones; la sociedad y la economía tucumanas estaban muy ligadas a las ciudades altoperuanas, a las de Cuyo, Córdoba y al Litoral. Con la revolución, no hubo recambio de una elite por otra pero sí puede notarse, paulatinamente, el desplazamiento de los comerciantes españoles, en parte porque por las uniones matrimoniales se fundieron los viejos apellidos en otros, pero también porque fueron el principal blanco de los empréstitos. Las familias cuyos nombres figuraban en el comercio del siglo XVIII siguieron actuando después de la Revolución aunque había algunos individuos nuevos y aumentó la cantidad de comerciantes. Con el aumento demográfico y con el mayor movimiento de personas que implicaba la Revolución y la guerra, los 20.000 habitantes que consignaba el Censo de 1778 para la provincia llegaron a los casi 56.000 que se registraron en el Censo mandado levantar por Celedonio Gutiérrez ya casi al final de nuestro período de estudio. Casi el 30% vivía en la ciudad, exactamente 16.822, una ciudad cuatro veces más poblada que al momento de producirse la Revolución.

25 LÓPEZ, Cristina Los dueños de la tierra. Economía, Sociedad y poder en Tucumán (1770-1820), Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2003, p. 353. 26 LÓPEZ, Cristina Los dueños…, cit. 27 Véase BASCARY, Ana María Familia y vida cotidiana…, cit.

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Según los estudios locales la Revolución significó una nueva atlantización de la economía tucumana. Sobre todo después de Huaqui, durante años, el espacio altoperuano quedó fuera del circuito mercantil. Sin embargo, esto quizás fue en parte compensado con la reactivación del comercio portuario.28 Desde luego, la ruptura del espacio peruano provocó la desaparición de las masas de metálico que provenían de las ventas en ese espacio particularmente mercantilizado por la economía potosina, a ello se agregó la sangría de recursos impuesta por la guerra.29 Después de la crisis desencadenada por la guerra de independencia en el Alto Perú, Tucumán volvió a insertarse en el espacio peruano. El vuelco de la región altoperuana hacia el Pacífico y la escasez de metálico debió sin duda afectar al sector de los comerciantes. Sin embargo, Roy Hora afirma que aquellas economías que contaron con productos competitivos, como ganados de gran volumen, mantuvieron el abastecimiento de la región andina una vez que acabó la guerra. Ya en los años 1830, la política proteccionista de Heredia parece haber revitalizado la tradicional actividad ganadera, su política de fomento de la producción mular aparece con insistencia en las fuentes. El Censo de 1845 muestra algunas novedades: la producción de azúcar y algunos derivados como el aguardiente –que, como se verá, fue una de las preocupaciones de Heredia– el tabaco y otros productos agrícolas (arroz, trigo, maíz, alfalfa) pero las exportaciones ganaderas seguían primando y entre ellas los cueros. Lo que no puede discutirse es la extrema fragilidad de las finanzas provinciales. A la desmonetización del espacio económico, deben sumarse los gastos de la guerra que lo consumieron todo y el abandono de las actividades productivas por la movilización militar; circunstancias que no fueron compensadas por la creación de una base fiscal como la que tuvo Buenos Aires gracias al puerto y la reactivación económica que supuso la apertura al comercio atlántico.30 En las palabras con las que Roy Hora resume la situación de los estados provinciales de las primeras décadas pos independientes, resuenan los ecos de Alberdi: “No parece arriesgado afirmar que la estabilidad institucional crónica de este período se debió más a la fragilidad de las estructuras estatales que a la acción de los liderazgos caudillísticos…”.31

28 López estudia los efectos de la Revolución en la economía en “Revolución, libre comercio e importaciones en Tucumán, 1809-1819”, en LÓPEZ, Cristina –compiladora– Identidades, representación…, cit., pp. 103-120; también véase NICOLINI, Esteban “El comercio de Tucumán 1810-1815. Flujos de mercancías y dinero y balanzas comerciales”, en Población y Sociedad, núm. 2, Yocavil, Tucumán, 1994. 29 Véase NICOLINI, Esteban “El comercio de Tucumán...”, cit. 30 Véase el análisis de HORA, Roy Historia económica de la Argentina en el siglo XIX, Siglo XXI, Buenos Aires, 2010. 31 HORA, Roy Historia económica…, cit, p. 58.



Introducción

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El caso tucumano es el de los “bordes” del imperio y también en cierto sentido de la Revolución, aunque no de la guerra, y creo que estas tres variables definen en cierto modo la particular situación de estos vecinos en el contexto rioplatense. Borde del imperio porque su ciudad principal era una ciudad subordinada de una región periférica del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Río de la Plata. Central a la hora de la guerra; porque en ella se libraron batallas que definieron la suerte de la independencia americana y la configuración espacial del nuevo país, y en sus cuarteles se alimentaron y vistieron los soldados que sostuvieron la guerra en el norte. Periférica otra vez de la Revolución, de sus ideas e instituciones cuyo centro fue más bien Buenos Aires. Las provincias fueron bordes de los cambios que se ingeniaban en la ahora mundana capital. Por un momento pareció que se convertía en el centro de la Revolución y la guerra al mismo tiempo, cuando el Congreso se reunió en Tucumán; pero se trasladó pronto a Buenos Aires para mejor guardar la Revolución en su centro. Aunque este libro se circunscribe al Tucumán posterior a la Revolución, cada uno de los autores ha reflexionado teniendo en cuenta el proceso histórico de un amplio arco temporal que va de 1770 a 1860. El libro es producto del trabajo de un proyecto de investigación subsidiado por el CIUNT y ha resultado de un seminario de discusión sobre cada una de las investigaciones particulares. Esta compilación intenta bucear en los componentes de la cultura política de las elites asomándose apenas a la posible participación de otros sectores. El gobierno y la representación, los lenguajes y los rituales, los ámbitos de opinión, las relaciones de amistad y parentesco, el surgimiento de los primeros alineamientos doctrinarios, la construcción de los poderes en el estado provincial, las primeras prácticas de deliberación, los cambios y continuidades en torno a la educación y los referentes culturales, las representaciones en torno a la legitimidad y las formas del gobierno, las prácticas que desde diversos ámbitos van construyendo una cultura política provincial signada por la guerra. El primer capítulo sirve de marco cronológico al libro relatando los diversos períodos del gobierno provincial y analizando las nuevas instituciones que surgen al son de la guerra y del nuevo orden republicano, enlazando la historia provincial con los principales acontecimientos del ámbito rioplatense. Este trabajo sintetiza las hipótesis contenidas en mi libro Antiguo Régimen y Liberalismo. Tucumán 1770-1830, incorpora los aportes de los últimos años y completa el recorrido institucional hasta mediados de siglo, prestando atención, en particular, a los cambios en las formas de representación política y a la construcción de los poderes del Gobierno Provincial en el territorio. Ana Wilde mira la política desde los rituales y las formas exteriores del poder, desde finales de la colonia hasta el régimen de Gutiérrez.  Busca analizar, a través

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La República extraordinaria

de las fiestas y los discursos públicos, la imagen de la Revolución y del nuevo régimen que fue representada al pueblo, en tanto nuevo sujeto de la soberanía.  Dos ámbitos de deliberación son analizados en el libro, el congreso de las provincias en 1816 y la legislatura provincial, puede verse allí el papel de las viejas corporaciones y de sus individuos, los lenguajes políticos y la coexistencia de imaginarios. Facundo Nanni analiza la actuación de la legislatura provincial, la gran novedad que la Revolución trajo al gobierno, la institución que corporizaba la soberanía popular. La estudia como órgano de gobierno y espacio de opinión, entrelazando el análisis con un panorama de los principales actores políticos de la época. De entre estos actores, los eclesiásticos han jugado un rol fundamental en la primera mitad del siglo XIX. Cecilia Guerra estudia el lugar de los clérigos en la Revolución, sus recorridos educacionales y adscripciones intelectuales, mostrando la fuerza que tuvo la idea monárquica en el Congreso y los conflictos entre república y monarquía. El artículo de Norma Ben Altabef hace un recorrido por la educación en Tucumán desde la colonia hasta mediados de siglo, analizando la pervivencia del modelo colonial y las novedades traídas por la Ilustración y el liberalismo. Estudia el papel de corporaciones y gobiernos en la educación de los tucumanos y el límite constante que la guerra impuso a su expansión. El capítulo de Ben Altabef, con su panorama de más de medio siglo cierra, en cierto sentido, el itinerario político de una provincia signada por la guerra. Cada capítulo enfoca un mismo espacio y un mismo tiempo, con lentes que aumentan en cada caso diversos aspectos de la política posrevolucionaria, la presencia de lo nuevo y lo viejo, la profunda imbricación entre la cultura política colonial, las novedades de la ilustración y el liberalismo y las particulares formas de comprender y organizar lo político que encuentra esta comunidad rioplatense. Finalmente, Jovita Novillo ofrece un capítulo que reúne una descripción y crítica de las fuentes disponibles en el Archivo Histórico de Tucumán para el estudio del período. San Miguel de Tucumán, septiembre de 2010

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