La representacion de la independencia en las tradiciones peruanas, II, cap. 4, 167-197 (Lima, 1999)

July 3, 2017 | Autor: Isabelle Tauzin | Categoría: Simon Bolivar, Ricardo Palma, Sucre, Narrativa peruana, San Martín, Independencia Del Perú
Share Embed


Descripción

CAPITULO IV

LA REPRESENTACION DE LA INDEPENDENCIA


Con la Segunda serie Palma se había lanzado a explorar el
"venero" del pasado colonial. La Tercera serie correspondió a una
expansión de lo fantástico. Lo novedoso de la Cuarta serie es que
termina con la evocación de un período entre histórico y
contemporáneo, la Independencia. Pero se trata de una temática
limitada en 1877 a sólo cuatro tradiciones[1]. ¿ Qué motivó esta
postergación?
No se puede explicar por el desconocimiento o desinterés del
autor hacia dicho período ya que en los años 1850 proliferaron los
escritos que exaltaban las hazañas bélicas de la gesta
emancipadora[2] y el propio Palma dio a luz una serie de apuntes
biográficos sobre los precursores y próceres de la Independencia
con el título de Corona patriótica. Al descartar esta temática de
moda, Palma buscó un rumbo propio rescatando el virreinato cuyo
recuerdo las primeras generaciones republicanas habían pretendido
sepultar. Sin duda el aplazamiento de la temática emancipadora se
aclara también por el que el escritor intuyera una incongruencia
entre la evocación tradicionalmente lírica de los años de guerra y
el tono llano, típico de la tradición. Enfrentado a un reto
literario, debía conciliar dos imposibles.
Por otro lado, hacia 1870 los historiadores Lorente y Paz Soldán
publicaron libros sobre la Indepencia que se convirtieron en
fuentes indiscutibles[3]. La integración de este período en las
tradiciones coincidió con el momento en que Palma llevaba a cabo
el estudio con que iba a desatar una polémica continental acerca de
Bolívar, Monteagudo y Sánchez Carrión. En parte, las tradiciones
fueron una consecuencia de las investigaciones históricas del
escritor[4].
Abatido por la inesperada controversia, sólo después de 1885
reanudó Palma con el tema de la Emancipación y transformó al
libertador venezolano en discutido protagonista. El conjunto de
estas tradiciones no conforma por tanto el libro de un historiador
preocupado por la objetividad; como las demás narraciones resultan
una transfiguración literaria de la Historia.
Ateniéndonos a la cronología analizaremos primero cómo Palma
recrea los enfrentamientos y conspiraciones que antecedieron la
lucha por la Independencia. Luego, con las tradiciones sobre los
años veinte, nos fijaremos en el reparto de los papeles heroicos,
qué importancia es otorgada a patriotas y realistas, montoneros y
próceres, qué tratamiento estilístico es dado a la vida cotidiana y
a las grandes batallas. De esta forma conseguiremos sacar a luz los
procedimientos literarios que caracterizan la tradición histórica
y pondremos de manifiesto la interpretación palmista de la
Independencia.

1. CONSPIRACIONES Y REBELIONES FRACASADAS (1780-1819)
Es cierto que Palma dedicó un buen número de tradiciones a las
rebeliones y conspiraciones que agitaron el Perú a finales del
siglo XVIII[5] y a principios del siglo XIX. Así revela un interés
personal por este período que relaciona con la gesta emancipadora.
Pero evidentemente al referir los sucesos históricos no le preocupa
la puntualidad del cronista. La tradición dedicada a la revolución
de Túpac Amaru resulta un ejemplo inequívoco de la visión
interpretativa de la Historia que sustenta las tradiciones.


"El corregidor de Tinta[6]"
En 1780-1786, la sublevación de Túpac Amaru constituyó un
tremendo aviso que hizo tambalear el dominio español en los Andes.
Desde el título de la tradición "El corregidor de Tinta", apunta
una ambigüedad de parte del escritor pues sólo concede importancia
al representante del gobierno colonial sin siquiera nombrar al
caudillo indígena[7]. El punto de partida de la tradición es la
celebración del santo del buen cura de Tungasuca[8] en un ambiente
apacible. Túpac Amaru está entre los invitados; pero no es objeto
de ninguna descripción física. En efecto Palma se niega a dar un
rostro a los personajes históricos, una postura que volveremos a
observar con los libertadores pese a la existencia de cuadros sobre
éstos.
En lo que insiste en cambio el escritor es en la nobleza de
Túpac Amaru, un "cacique" indígena, "descendiente de los incas" al
que ofende el "altivo" Arriaga. Este corregidor de Tinta irrumpe
en la fiesta de Tungasuca y atropella a todos, criollos, mestizos
e indígenas. Agraviado el "noble indígena" se retira
sigilosamente, luego reaparece al mando de una partida de indios y
ordena el ajusticiamiento del corregidor. Tal es el comienzo que
Palma inventa de cabo a rabo para la gran revolución de 1780.
Además para explicar los sucesos históricos privilegia la dimensión
psicológica: la tradición convierte un conflicto individual
ficticio en incidente mayor, generador de una guerra continental.
La movilización de decenas de miles de hombres, la lucha
encarnizada durante varios meses, las victorias del ejército
indígena sobre el español son otros tantos elementos que el
escritor deja de lado cuando pudiera incluirlos o al menos
recordarlos en otras tradiciones; pero no le interesa en absoluto
la transfiguración épica de la lucha indígena y después de la
muerte de Arriaga da por acabada la tradición.
Esta reconstrucción parsimoniosa de la Historia se explica en
parte por el momento en que fue escrita la tradición: recordemos
que "El corregidor de Tinta" figura en la Segunda serie de 1874; se
encaja en el proyecto de escribir la historia de cada
virreinato[9]. No obstante cabe rescatar dos tipos de datos
históricos enfatizados en "El corregidor de Tinta" : se trata de
los abusos de los representantes españoles[10] y las torturas
infligidas a Túpac Amaru[11]; la violencia gratuita de las
autoridades contrasta en el relato con la moderación de los
rebeldes. Además la muerte sufrida por el cacique lo empareja con
los incas victimados por los conquistadores; como remontando el
tiempo, Túpac Amaru es llamado sencillamente "el Inca" por el
tradicionista. Palma increpa aquí al gobierno virreinal insinuando
que desde la Conquista la Historia sólo se han repetido las
injusticias cometidas por los colonizadores.
"El corregidor de Tinta" resulta una representación maniquea
del acontecer histórico que contrapone los méritos de los indígenas
(pacifismo, dignidad, orden y mesura) con los vicios de todas las
autoridades españolas (despotismo, crueldad, bajeza...). Un vínculo
es establecido con la Independencia[12] pero, escrita en el
contexto limeño de los años 1870, la tradición de Palma carece de
la emoción que empapará el texto dedicado por Clorinda Matto de
Turner a Túpac Amaru en sus Tradiciones cuzqueñas[13]. Y no deja de
extrañar que la única fuente citada por el tradicionista sea el
deán Funes, autor en 1817 de un Ensayo de la Historia civil del
Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. Pese a lo extenso de las
Tradiciones peruanas, la reivindicación del movimiento tupamarista
sólo se da en "El corrregidor de Tinta" . Palma remite pocas veces
a las rebeliones indígenas que los historiadores suelen relacionar
con la lucha por la Independencia. Será el caso de unas cuantas
tradiciones escritas después de 1885.


"Los brujos de Shulcahuanga[14]"
"Los brujos de Shulcahuanga" refiere una sublevación ocurrida en
1818-1819. Lo que evidencia la tradición es la dimensión étnica
del alzamiento, una guerra por la que los indios de Huamachuco
querían restablecer el orden prehispánico liberando al Perú de "la
tiranía de los conquistadores". El escritor hace hincapié en la
propagación de la rebelión incluso entre los indios reclutados por
los hacendados[15]. Pero el enfrentamiento no es transfigurado en
lucha épica: se reduce a un brevísimo tiroteo[16]. Un conflicto
personal habría originado la revolución que termina de manera
lamentable. Palma rehuye cualquier mitificación del caudillo
rebelde y sólo lo presenta como un mestizo rencoroso[17]. Los
patriotas con los que se habría relacionado el cabecilla de
Huamachuco, Orbegoso y Sánchez Carrión tan cercano a Bolívar,
tampoco son figuras predilectas[18] del tradicionista. El texto
acaba sugiriendo la simpleza de los indígenas:
Para el pueblo, los de Shulcahuanga quedaron, no en concepto
de conspiradores, sino en el de brujos, puesto que declaraban
haber estado en tratos y contratos con el diablo patriota.
En resumidas cuentas es una imagen ambivalente la que se
transparenta de "Los brujos de Shulcahuanga", pese al
reconocimiento histórico de este alzamiento por San Martín[19]. Las
vacilaciones palmistas se aclaran a nuestro juicio por el racismo
latente del escritor; recordemos lo que escribía a Piérola en 1881:


En mi concepto la causa principal del gran desastre del 13
está en que la mayoría del Perú la forma una raza abyecta y
degradada, que usted quiso dignificar y ennoblecer. El indio
no tiene el sentimiento de la patria; es enemigo nato del
blanco y del hombre de la costa y, señor por señor tanto le
da ser chileno como turco [...] Por otra parte los
antecedentes históricos nos dicen con sobrada elocuencia que
el indio es orgánicamente cobarde[20].
En 1899 volvió Palma a incluir la temática de las sublevaciones
precursoras en sus Tradiciones y artículos históricos. Dos son las
narraciones concernidas: se trata de "Asunto concluido" y de "El
Corpus triste de 1812".


"Asunto concluido[21]"
Pese al cuarto de siglo transcurrido, son muchos los parecidos
entre "El corregidor de Tinta" y "Asunto concluido". La
introducción de "Asunto concluido", la matanza del intendente de La
Paz, coincide con el ajusticiamiento de Arriaga en "El corregidor
de Tinta". De antemano el narrador se prevalece de la escasez de
fuentes para autorizar la libertad con que idea la tradición[22],
lo que no deja de ser un recurso literario pues sí disponía el
escritor de una valiosa documentación[23].
El tema de la tradición de 1899 es dilucidar las causas de la
segunda gran sublevación cusqueña en 1814, pero la pretendida
investigación de este motivo recae en una anécdota de poca monta,
más precisamente en un simple rumor que habría opuesto sólo a dos
individuos, el gobernador de La Paz y el presidente de la Audiencia
del Cusco[24]. Al tradicionista no le interesan en absoluto las
batallas entre realistas y patriotas, tema historiográfico por
antonomasia, sino que se dedica a construir el personaje del
gobernador español de La Paz con un largo retrato moral que tiende
a caricaturizarle como un déspota empedernido. En cambio el cacique
Pumacahua, protagonista de la rebelión, apenas es aludido y las
figuras de patriotas que sobresalieron en esta lucha (Ildefonso
Muñecas, Mariano Melgar...) son descuidadas o ni siquiera
nombradas.
Finalmente si bien la tradición da una impresión de historicidad
gracias a las fechas y a los nombres, en realidad la versión
palmista de la revolución de 1814 corresponde a una manipulación de
la Historia con acerbas críticas antiindígenas: el levantamiento en
el Cusco es presentado de modo despreciativo[25] y termina la
tradición haciendo hincapié en los destrozos cometidos en La Paz
por "la indiada[26]." Por lo mismo difunde una interpretación
histórica muy distante de la recuperación actual de dicha lucha,
como etapa fundamental en el derrotero de la Independencia.


El Corpus triste de 1812[27]
Cambia del todo el tono de "El Corpus triste de 1812" que remite
a la lucha de paceños y cochabambinos contra las tropas realistas
en 1810-1812. La actuación de aquéllos es valorada desde las
primeras líneas a través de dos próceres; las figuras criollas de
Murillo y del presidente de la junta de Cochabamba, Mariano
Antezana, son exaltadas como las de dos mártires de la
Independencia que proclaman su fe en la patria[28] a la cara del
enemigo[29]. La transfiguración heroica de Antezana cuyo status
social es realzado[30] contrasta con la presentación caricaturesca
del arequipeño Goyeneche encargado de poner fin a la sublevación,
quien reza "con aire humilde y contrito" antes de ensañarse
crudelísimo con los vencidos[31]. La tradición que ha empezado como
"Asunto concluido" con la evocación sangrienta de un
ajusticiamiento culmina con teatralidad por la confrontación del
héroe patriota y del representante de la represión.
Al fin y al cabo Palma proporciona una lectura muy halagüeña de
la lucha cochabambina plasmada en el criollo Antezana; no cabe duda
del sentimiento de afinidad que experimenta con éste mientras que
Pumacahua y Túpac Amaru son intuidos como los adalides de una
hipotética república india, amenaza actualizada por las
sublevaciones indígenas de los últimos decenios y los discursos de
G. Prada a favor de los indios. Esta representación equívoca de
varias rebeliones de fines del XVIII y principios del XIX va a
coincidir con la evocación de las conspiraciones de los años 1810.


"Loco o patriota[32]"
La tradición "Loco o patriota" que remite a la conspiración de
Aguilar y Ubalde en el Cusco comienza casi con el mismo dramatismo
que "El Corpus triste de 1812" y "Asunto concluido"; en lugar de la
visión de un cádaver en una plaza pública, caso de "Asunto
concluido" y " El Corpus triste de 1812", estamos precipitados a
la celda de un condenado a muerte, Gabriel Aguilar que escribe un
último poema.
El personaje histórico no es tratado como podría esperarse: en
lugar del arquetipo del poeta maldito, del rebelde incomprendido,
en una palabra en lugar de un romántico, Palma rebaja a Gabriel
Aguilar atribuyéndole vanas pretensiones nobiliarias,
convirtiéndolo en abanderado de la revolución francesa y sobretodo
mofándose de su proyecto de restablecer una monarquía incaica[33] .
Al desacreditar el plan de Aguilar el tradicionista impugna el
homenaje oficial que le rindió en 1823 el primer Congreso del Perú,
lo que no se explica sólo por las fuentes partidarias consultadas,
en especial la memoria del virrey Abascal. El desfase palmista
corresponde en realidad a la postura conservadora del escritor,
arraigada expresión de una conciencia criolla atemorizada por la
pujanza de un poder indígena emergente.


"Don Tadeo López, el condecorado[34]"
La misma expresión retrógrada se trasluce en "Don Tadeo López,
el condecorado", que enfoca al personaje epónimo con palabras
sumamente denigrantes:
[...] por los años de 1813, era un indio rechoncho, feo como
una pesadilla, mujeriego, parrandista y muy palangana y
metido a gente. En las fiestas, un tantico revolucionarias,
dadas por los vecinos de Lima al conde de Vista-Florida [...]
desempeñó nuestro indio el papel de jefe de club popular y
orador de plazuela.
Este retrato caricaturesco, que contrasta con la carencia de
descripción de los demás personajes encontrados hasta aquí, es
fruto de la inventiva del escritor. La tradición sólo va a
confirmar el juicio inicial, ridiculizando a Tadeo López como un
tonto vanidoso. Los diálogos, también inventados, van a resucitar
a los protagonistas en lugar del relato elíptico de Mendiburú[35].
La tradición se acerca así a las pautas del sainete, centrándose
en tres escenitas burlescas que son la presentación al virrey del
primer ejemplar del periódico de Tadeo, luego el paseo del librero
acicalado y condecorado por el cabildo[36] y la destrucción de la
medalla por el virrey. La tradición culmina con el esquema ya
encontrado del careo de dos temperamentos opuestos, plagado de
defectos el uno y sin vicios el otro. A la inversa del comerciante
la figura del virrey es valorada como un modelo de gobernante,
moderado y hábil estratega, obligado a luchar con ridículos
conspiradores[37]. Los motivos políticos y económicos de las
conspiraciones son callados, las tensiones entre el cabildo de Lima
y el virrey son borradas, reduciéndose las conjuraciones a simples
expresiones de una moda infundada. El periódico de oposición,
editado por Tadeo López "fanatizado con la política", es
desprestigiado sin más ni más por el narrador[38], lo que revela la
evolución hacia el conservadurismo de Palma, tan propenso en los
años cincuenta a escribir parecidas proclamas.
La degradación de López en relación a la mesura de Mendiburu[39]
no deja de ser asombrosa: evidentemente responde a los prejuicios
racistas del público limeño al que gustoso, satisface Palma con
sus exageraciones. Finalmente poco importan la fidelidad y
objetividad histórica. La risa es la meta proseguida a cualquier
precio. La representación de las conspiraciones tanto como de las
rebeliones reciben el mismo tratamiento despectivo en las
tradiciones a partir del momento en que las protagonizan hombres
del pueblo. Apenas son estimadas como precursoras por el escritor,
quien experimenta en cambio una fascinación por la figura del
virrey Abascal.


"El virrey de la adivinanza"
Ya en 1860 había escrito Palma una primera versión de "El virrey
de la adivinanza": eran unos "apuntes históricos" sobre Abascal,
mucho más completos que los dedicados a los héroes de la
Independencia en la Corona patriótica. Pero sobretodo es
interesante observar las sucesivas correcciones aportadas por el
autor en las diferentes ediciones. Si bien son reveladoras de un
conocimiento cada vez más preciso de la vida de Abascal, reflejan
un creciente apego a este "principal agente de la contraofensiva
española contra la causa criolla"[40] y una moderación muy alejada
del énfasis patriótico juvenil. Así es como, a partir de 1872, son
incluidas varias frases o párrafos que destacan la valentía de
Abascal al enfrentar una insurrección militar[41] y su entereza
moral, rechazando la corona que se le ofrece[42]. La psicología del
personaje desempeña un papel importante para aclarar su actuación
mientras que en la versión primitiva de "El virrey de la
adivinanza" sólo eran relatadas una serie de peripecias sin que
interviniera la personalidad del virrey. Un hábil acertijo, fruto
del ingenio popular o más bien del espíritu chancero de Palma[43],
hubiera inducido a que este simpático personaje renunciara al cargo
de virrey. De hecho, la amenaza de muerte que le habría alcanzado
dos veces hasta a Palacio es atenuada por la insistencia en el
contenido de los "tres saquitos" depositados en el escritorio
virreinal, con sal, habas y cal. La charada remata la tradición y
es en definitiva lo que impresiona al lector; la narración difunde
una leyenda color de rosa, no obstante las críticas de
Mendiburu[44].


"Cosas tiene el rey cristiano que parecen de pagano"
La tendencia a privilegiar los aspectos psicológicos y
legendarios reaparece en la única tradición favorable a algún
conspirador en tiempos de Abascal. En "Cosas tiene el rey
cristiano..." se explaya el escritor biografiando al conde de la
Vega del Ren. La nobleza del personaje, la arriesgada conspiración
que promueve con el batallón Número, la valentía de su postura[45]
y el encarcelamiento sufrido son otras tantas pruebas de sus
convicciones patrióticas. En suma el aristócratico personaje es tan
ensalzado[46] como repudiado el plebeyo de Tadeo López. Con otros
nobles rubrica el acta de Independencia y, en una escenita de
entremés, decide firmar con su solo nombre José Matías ya que las
nuevas leyes de la República prohiben los títulos nobiliarios. Es
así una imagen muy favorable la que difunde la tradición palmista
sobre este personaje controvertido.


En resumidas cuentas, si bien las tradiciones enraizan la lucha
por la Independencia en el siglo XVIII con el reconocimiento de la
figura de Túpac Amaru, es un homenaje muy tibio el que brinda Palma
al cacique de Tinta. El mismo desinterés se manifiesta para con las
figuras de Pumacahua y Aguilar mientras que son valorados[47]
Murillo, Antezana y el conde de la Vega. En el universo palmista,
los criollos patriotas son los verdaderos precursores de la
Independencia.
Como ya lo vimos al analizar el "párrafo histórico", a la hora
de tratar sucesos más recientes, Palma manipula las fuentes
históricas a su antojo. Varias veces el punto de partida sólo es
una frase de Mendiburu a partir de la que Palma va a forjar toda
una tradición. De esta forma, las narraciones se centran en
anécdotas que corresponden a sucesos aislados y el conjunto se
presenta como una yuxtaposición de eventos casi desvinculados unos
de otros.
Lo dramático domina en especial con las escenas de
ajusticiamiento situadas en la Sierra; en estos casos descuida el
escritor la evocación del ambiente y de una vida cotidiana que no
conoce personalmente. En cambio, Lima es el teatro de sucesos
nimios, desprovistos de dramatismo. La realidad histórica sirve
entonces de punto de partida a sainetes que remiten a la vida
cotidiana en la capital. Lo que el escritor también privilegia
son las escenas en que se enfrentan dos personajes, sean ilustres o
desconocidos; reduce entonces las luchas colectivas a la dimensión
de un conflicto individual. Esta desvalorización ¿ desaparece en
el momento de tratar de la guerra de Independencia propiamente
dicha ?


2. EL PUEBLO EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
De hecho Palma cambia de enfoque al evocar los años decisivos
1820-1824. Otorga un reconocimiento literario a la participación
popular a través del fenómeno de las montoneras.


La representación de las montoneras
"El coronel fray Bruno[48]"
Las montoneras patriotas inspiraron primero a Palma una
tradición que tuvo un destino incierto: se trata de "El coronel
fray Bruno Terreros". De composición relativamente temprana pues
fue incluida en la Cuarta serie de 1877 junto con otras tres
narraciones dedicadas a la Independencia, luego fue descartada de
la edición completa de 1893 antes de ser recuperada en 1899 en
Tradiciones y artículos históricos, con el título de "El coronel
fray Bruno". La misma vacilación del autor respecto al protagonista
epónimo se transparenta en el desfase entre el anuncio de "un
ligero estudio biográfico" y la extensión y precisión de la
tradición. Un epígrafe[49] advierte el interés presentado por Bruno
Terreros como inspirador de la imaginación popular, objeto de una
leyenda negra. Luego encarece el narrador los orígenes muy modestos
del personaje, "hijo de india y de español" nacido en un pueblo de
Jauja. El relato se centra en las circunstancias de la conversión a
la causa patriota de este cura realista[50]. El desacato a la
Iglesia, la profanación del templo metamorfosearon a fray
Bruno[51]. El narrador lo presenta predicando y arengando a la vez
a los fieles "compatriotas y hermanos muy amados". La dimensión
dramática en cambio es borrada y apenas aludidos los
ajusticiamientos cometidos por ambos bandos[52]. En suma es una
biografía elogiosa la que escribe Palma insistiendo en la modestia
del personaje deseoso de volver a su antiguo estado de párroco,
terminada la guerra, y muriendo "en el cumplimiento del deber
sacerdotal".


"Inocente Gavilán[53]"
La tradición "Inocente Gavilán" pone en escena a otro montonero
patriota pero de modo más ameno como lo sugiere de arranque el
nombre del personaje. Palma convierte en héroe a un hombre del
pueblo, mayordomo de una hacienda de Ate. "Criollo legítimo", éste
se ha apoderado por sorpresa de la caballada realista ridiculizando
a los guardianes encargados de vigilarla y luego se enfrenta con
valentía al general Monet negándose a traicionar la causa de la
independencia en el momento preciso de las negociaciones de
Punchauca. La tradición, más breve que "El coronel fray Bruno",
enfocada en una anécdota graciosa y en un rápido diálogo, resulta
más animada y más lograda. Nuevamente el papel destructor de las
montoneras patriotas está atenuado.


"Con días y ollas venceremos[54]"
Un tercer hombre del pueblo es el personaje que facilita las
comunicaciones entre San Martín y Luna Pizarro según la narración
"Con días y ollas venceremos". Pero el indio alfarero cuyas ollas
de doble fondo hubieran disimulado "importantísimas cartas" se
queda en el anónimo mientras que el escritor se complace creando la
figura de un criado negro encargado de recibir la "olla
revolucionaria", y recordando el vaivén de los vendedores
ambulantes limeños.
A la postre, no deja de extrañar que héroes populares como
José Olaya y María de Vellido a los que Palma homenajeara de joven
como humildísimos defensores de la causa patriota[55], no sean
objetos de ninguna tradición. Resulta por tanto muy limitada la
representación literaria de la participación popular en la lucha
emancipadora[56].


Los figurantes realistas
En cuanto a los adversarios de la Independencia, si bien son
evocados en un mayor número de narraciones, no es de modo moderado.
Los rasgos caricaturescos dominan, siendo siempre los realistas de
las tradiciones unos fanáticos.


"Una moza de rompe y raja[57]"
En la Cuarta serie Palma se interesa por biografiar a "una moza
de rompe y raja". Gertrudis la Lunareja es una marimacho "goda
hasta la médula de los huesos" que pregona insultos a diario contra
las nuevas autoridades hasta que llega la hora del castigo y es
rapada y "expuesta a la vergüenza pública" con "una canilla de
muerto como mordaza" en la plaza mayor. Además de la
escenificación de la vida cotidiana, esta tradición incluye un
larguísimo resumen sobre la situación de Lima en 1822, como en
manos de incapaces que "adopt[an] medidas ridículas" e imponen al
pueblo el uso del papel moneda. El final de la tradición se
relaciona con otra publicada en la misma serie, pues la Lunajera,
fiel a la causa realista, morirá en el Callao después de haber sido
premiada por el general Rodil, protagonista de "El fraile y la
monja del Callao."


Los sacerdotes realistas
Quienes encarnan mayormente la resistencia a la Independencia en
las tradiciones son sacerdotes: resultan realistas a ultranza,
"más realista[s] que el rey"[58]; para ellos "los patriotas no
[son] sino propagadores de la herejía y excomulgados vitandos".
Partidario de una represión despiadada, el obispo Rangel es
definido con humor negro como un "godo de los de tuerca y
tornillo", desvía el mensaje divino en provecho del bando español
y luego, en lugar de tomar las armas, huye con la sola
preocupación de salvar el tesoro acumulado[59]. La intolerancia y
cobardía también son ilustrados por "el padre Pata" quien se
extralimita predicando contra San Martín[60] y después se humilla
ante el general argentino. De forma que con irrisión es como más
exitosamente representa Palma a los adversarios subalternos de la
Independencia.


Siguiendo los pasos de Walter Scott y conformándose con la
realidad histórica, Palma otorga por tanto un papel al pueblo en la
evocación del período de la Independencia. Pero al contrario del
escritor inglés y del francés Dumas y a diferencia de sus primeras
narraciones de elaborado ambiente arcaizante[61], el tradicionista
descuida la representación de las costumbres[62] y del decorado;
rehuye las descripciones en beneficio del relato y de la escena
efectista. El maniqueismo caracteriza esta representación, siendo
los patriotas simpáticos mientras que los realistas son arrogantes,
fanáticos y sanguinarios. Los personajes de ambos bandos carecen de
profundidad psicológica y se identifican enteramente con la causa
que defienden. Pese a todo, ningún héroe popular de la
Independencia es ensalzado, ningún hombre del pueblo es convertido
en figura mítica como si en la mente del escritor los fundamentos
de la tradición fueran incompatibles con tal discurso literario.


3. GENERALES REALISTAS Y PATRIOTAS
La evocación de los generales realistas y patriotas no es tan
simplificadora como la de los personajes que representan al pueblo.
Es mucho mayor el interés de Palma por aquéllos. De modo que si
sólo un par de tradiciones son dedicadas a los jefes españoles, un
número impresionante de textos remiten desde el título a los
próceres y difunden una lectura personal de su actuación.


Dos generales realistas: Rodil y Valdés
Desde temprano el personaje de Rodil había fascinado a Palma
quien lo había metamorfoseado en héroe romántico[63]. Por "guardar
respetos a los fueros de la Historia[64]" es el motivo por el que
pretende escribir una tradición rectificadora veinte años después.
De hecho, en "El fraile y la monja del Callao" hace hincapié en la
diversidad de las fuentes históricas consultadas y de forma inédita
acumula datos numéricos como presentando un balance exhaustivo de
las armas utilizadas en el sitio de los castillos del Callao[65].
Luego se explaya en una biografía del oficial español y sólo al
final da paso a la anécdota aludida en el título, tratando
rápidamente de una enésima conspiración castigada con la mayor
crudeza. El narrador comenta : "Más que hombre [Rodil] paréceme ser
fantástico que encarnaba una voluntad de bronce en un cuerpo de
acero"; cuenta la leyenda según la que el general español no dormía
nunca y se salvaba de todas las enfermedades. Pese a la crueldad y
terquedad aludidas, esta tradición da una imagen moderada del jefe
realista.
Diez años más tarde "El secreto de confesión[66]" convierte el
personaje histórico en una figura mítica: se trata de un "tigre",
una "fiera" que "ruge" y ordena "fusilar a todos, justos y
pecadores", con "neroniana ejemplarización militar". Monstruo
sanguinario no respeta nada ni siquiera al representante de Dios
que se niega a traicionar la confesión de los condenados a muerte.
La dimensión trágica prevalece entonces, en una narración
dramatizada que pone frente a frente al verdugo y a la víctima.
Finalmente al despotismo, a la crudeza, en una palabra, a la
demencia del general, "El primer cónsul inglés[67]" agrega la
ignominia de quien manda a la muerte traicionando la confianza. Las
tradiciones avalan de modo inequívoco la leyenda negra de Rodil.
Al contrario, el general Valdés es merecedor de un homenaje a
través de tres anécdotas contadas en "Un general de antaño[68]",
"que prueban la sobriedad del militar, la caballerosidad del
compañero de armas y el respeto por la dignidad de la clase que
enviste". No obstante, evoluciona el juicio del escritor y la
benignidad del jefe militar será descalificada en un artículo de
1900, "La guerra separatista del Perú[69]": allí Palma condenará a
Valdés como un traidor al poder civil del virrey Pezuela, y lo
presentará como un oportunista, funesto precursor del "militarismo
ambicioso y corruptor que sembró en el Perú semilla cuyo fruto [se]
estaba cosechando todavía en nuestros tiempos de república."
Sobre Valdés y Rodil lógicamente es una imagen muy negativa la
que se trasluce de las tradiciones. Más variada y empapada de
subjetividad es la evocación de los Libertadores.


Los Libertadores
Las tradiciones dedicadas a los Libertadores enfocan un aspecto
segundario de la Historia, o incluso desprovisto de interés
histórico. Proporcionan una suerte de visión de los próceres desde
abajo en vez de la glorificación[70] que se podría esperar. En
lugar de una representación halagüeña y distanciadora, la vida
privada común y corriente, las acciones nada heroicas, las
pequeñeces reales o ficticias son las que privilegia Palma en lugar
de retomar el esquema biográfico sistematizado en la Segunda serie
para los virreyes . Este proceso de humanización culminará con las
Tradiciones en salsa verde, descartadas por el propio autor
temeroso de "escandalizar no con las acciones malas sino con las
palabras crudas[71]".


Bolívar
Ahora bien la figura que más inspira a Palma es Bolívar, por lo
que le dedica numerosas tradiciones a veces reconocibles desde el
título[72]. Con el paso del tiempo va a alterarse la imagen del
Libertador. En efecto, la tradición cuya publicación es más
antigua[73], "Justicia de Bolívar[74]" elogia al "gran Bolívar",
mostrándolo como un inflexible defensor de la moral que castiga
duramente a los oficiales que han agraviado jóvenes peruanas. Hábil
político, este Bolívar conquista nuevos partidarios entre las
realistas más empedernidas, y pasado algún tiempo perdona la falta.
La misma sagacidad lo caracteriza en "El clarín de Canterac[75]"
cuando en el momento de la victoria de Junín manda que calle un
oficial presto a aclamar a los soldados colombianos, y vitorea a
"los húsares del Perú". Después de la Independencia, Palma pone en
escena a Bolívar reorganizando con perspicacia la
administración[76].
Sin embargo, las más de las tradiciones alimentan la leyenda
negra del Libertador. El retrato físico y moral de Bolívar en
"Bolívar y el cronista Calancha" es una acumulación de rasgos
negativos[77] que Palma atribuye a un "concienzudo historiador"
para no ser tachado de parcial. "La fiesta de San Simón
Garabatillo[78]" recuerda la repulsa suscitada por la presidencia
bolivariana: un oscuro maestro defiende de la peor manera al prócer
venezolano castigando con crudeza y despiadado autoritarismo a los
candorosos alumnos para que honren al nuevo ídolo. "Las tres
etecéteras del Libertador" hace hincapié en los gastos faraónicos
de Bolívar[79] y enjuicia la sinceridad de su afán emancipador[80].
"La carta de la Libertadora" satiriza el culto a Bolívar
trascribiendo una oración de gracias contemporánea[81]; además lo
responsabiliza de la anarquía consecutiva a la Independencia
mediante un dicho gracioso[82]. Por último "Una chanza de
inocentes"[83] y "Un desmemoriado[84]" evidencian la repulsa de
Bolívar en la propia Bolivia.
En resumidas cuentas, Palma regatea cualquier clase de homenaje
al libertador venezolano e insiste en la dependencia nacional
originada por la intervención de Bolívar y de las tropas
colombianas.


San Martín
La representación de San Martín en cambio es muy favorable. En
la intimidad de la familia aparece como un esposo modelo, enemigo
de las riñas[85]. Con agudeza castiga a un sacerdote realista que
lo ridiculizaba[86]. Ingenioso concibe una estratagema para
resolver el problema de las comunicaciones con los patriotas
limeños[87]. Lo hace todo para ahorrar vidas a pesar del afán de
pelear de los soldados[88]; en suma, figura como un "emprendedor
caudillo[89]", injusta víctima de la incomprensión general. Este
retrato halagüeño de San Martín[90] deja de lado todas las
ambigüedades del prócer argentino; en "Inocente Gavilán" situada en
el momento del armisticio de Punchauca, Palma omite recordar el
ofrecimiento hecho al virrey de establecer una nueva monarquía
española y entregarle el mando de las tropas patriotas; las
tradiciones no cuestionan tampoco la ausencia de un acoso de las
tropas realistas en el momento de tomar Lima[91].


Sucre
Como San Martín Sucre aparece en unas cuantas narraciones de
modo favorable. "Un tenorio americano" pondera sus méritos,
modestia poco común[92] y fidelidad. Otra anécdota comprueba su
honradez frente a un rival en amor[93]. Hombre sencillo y justo,
"el heroico Sucre" defiende a los oprimidos y hasta interviene a
favor de una rabona maltratada por un soldado[94]; incluso el
recuerdo de las circunstancias de su muerte[95], asesinado en 1830,
lo engrandece.
Aparte de los tres libertadores, Palma dedica una tradición a
modo de tardío homenaje a varios oficiales peruanos cuyos nombres
no valora la memoria colectiva. En "El primer gran mariscal del
Perú" rescata la figura de Luzuriaga, "el primer peruano que
invistió en la patria la alta clase de mariscal del Ejército [y] es
casi desconocido para la generación actual[96]"; la tradición se
limita entonces a una serie de datos biográficos basados en
documentos históricos.
Juan Lavalle también es alabado como un héroe. El relato tiene
como punto de partida una frase histórica; se trata de un esquema
narrativo al que Palma acude con relativa frecuencia[97] y que en
el fondo constituye una variación de las tradiciones basadas en la
glosa de un refrán. Enfrentado a la derrota, Lavalle se
metamorfosea en "león desencadenado [...] cuyas hazañas son dignas
de la epopeya[98]".


En resumidas cuentas, la representación de grandes figuras
históricas privilegia la dimensión psicólogica, desarrollando los
caracteres de los personajes y mostrándolos más bien en escenas de
la vida privada. Las tradiciones difunden así una visión empapada
de subjetividad e intimismo, a la inversa de la imagen presentada
por los historiadores preocupados por el análisis de los sucesos.
Salvo el caso de Bolívar, Palma no otorga más importancia a los
héroes ilustres que a los héroes populares. Destacando el papel de
estos anónimos en la guerra e imaginando episodios íntimos para
aquéllos, los configura a todos en el mismo grado como personajes
protagónicos y no simples comparsas. Pero, a diferencia del
fenómeno de mitificación observado en numerosos escritos
literarios, prácticamente ningún personaje palmista llega a
convertirse en mito[99], lo que no se explica por la sola brevedad
de los textos sino que corresponde a la visión del mundo del
tradicionista, moderada y opuesta a toda idolatría.


4. LAS BATALLAS DE LA INDEPENDENCIA
Si muchas tradiciones enfocan la actuación de un personaje, en
cambio son escasas las narraciones dedicadas a los momentos de
enfrentamiento entre ambos ejércitos. Sólo selecciona Palma las
fechas de Junín y Ayacucho conservadas en la memoria colectiva como
cimientos del Perú republicano[100]. Las derrotas son eclipsadas:
en "Una frase salvadora", lo que pone de manifiesto es el
arrebato heroico de los granaderos de Lavalle y no la batalla de
Torata; "La maldición de Miller[101]" se centra en la intrepidez y
desparpajo de éste más que en la entrada de los realistas en
Arequipa; "Los jamones de la Madre de Dios[102]" alude apenas a la
torpe retirada de Santa Cruz después de la victoria de Zepita. Al
fin y al cabo, el período 1821-1824 con las dos campañas
fracasadas a los puertos intermedios no interesan al escritor.


Ayacucho
En cambio la batalla de Ayacucho es el tema central de "Pan,
queso y raspadura", una tradición muy larga que empieza con la
evocación de la víspera de la batalla y termina después de la
victoria. La fecha de publicación después de la ocupación de Lima,
explica en parte el contenido patriótico al que los lectores de la
época serían muy sensibles[103]. La reivindicación nacional está en
el centro de la narración aunque el título[104] remita a la
contraseña graciosa que habría dado Sucre al compartir con el
estado mayor una cena frugalísima. Para el público de la posguerra,
la escasez padecida por todo el ejército patriota se asemejaría a
las penurias de las fuerzas en lucha con los chilenos. Por tanto,
batalla sagrada, Ayacucho es presentado según un doble registro.
Por un lado, a la manera de un historiador ajeno a los hechos,
el narrador describe las maniobras de uno y otro ejército y hace el
recuento de las tropas y armas en presencia. Pero la realidad está
transfigurada: la batalla de Ayacucho es comparada con "un torneo
caballeresco". En esta lid, los generales patriotas se parecen a
héroes medievales: Sucre es "el Bayardo de la América", La Mar un
"adalid sin miedo y sin mancilla", Córdova un "gallardo paladín".
Los uniformes están descritos cuidadosamente[105], a la inversa del
silencio acostumbrado en las tradiciones sobre la vestimenta
masculina. Otro elemento pintoresco, se habría tomado la decisión
de dar la batalla en una modesta "choza de pastores". La tradición
palmista se esmera así en recoger todos los elementos legendarios
asociados a Ayacucho: el lector presencia el supuesto abrazo entre
soldados familiares de ambos bandos; también oye las arengas de
Sucre y Córdova con las frases históricas "De los esfuerzos de hoy
pende la suerte de la América del Sur" y "¡Arma a discreción y
paso de vencedores!" Luego empieza una lid homérica cuya tensión
dramática expresa admirativo el narrador: "¡Qué hombres, Cristo
mío! ¡Qué hombres ! Setenta minutos de batalla, casi toda cuerpo a
cuerpo [...]". La lucha en sí es eclipsada y a continuación queda
comprobada la total derrota del enemigo con la firma del acta de
rendición.
Con "Pan, queso y raspadura" cumple Palma con trascribir una
epopeya nacional; aunque haga algún guiño divertido, se ciñe del
todo a la versión legendaria de la Historia deificando a los
próceres y dejando de lado al soldado sin grado.


Junín
Unos años después, Palma va a completar la evocación de la
Independencia con "El clarín de Canterac[106]" que cuenta la
batalla de Junín. La idealización de la realidad histórica, ya
observada en "Pan, queso y raspadura" llega al máximo y dista de
la benignidad habitual. Se trata de una tradición breve y empapada
de lirismo. Comienza con una oración nominal, forma infrecuente en
Palma, que precipita al lector al medio del escenario bélico.
Recordemos estas primeras líneas:


Recio batallar el de las caballerías patriota y realista
en Junín.
Un solo pistoletazo (que en Junín no se gastó más pólvora)
y media hora de esgrimir lanza y sable. Combate de centauros
más que de hombres.
La contienda cobra una dimensión épica: no se enfrentan hombres
sino seres sobrehumanos. La concisión que domina en toda la
tradición y el énfasis de algunas imágenes[107] son inéditos en las
tradiciones. La familiaridad desaparece del todo; el tono es
sumamente grave pues parece haber llegado el momento en que va a
decidirse la suerte del continente entero y fracasar el sueño de la
Independencia: "El Sol de los Incas se eclipsaba y la estrella de
Bolívar palidecía." Repentinamente se invierte la batalla:


Un escuadrón peruano de reciente formación, recluta,
digámoslo así, al que por la impericia había dejado el
general relegado, carga bizarramente por un flanco y por
retaguardia a los engreídos vencedores y el combate se
restablece. Los derrotados se rehacen y vuelven con brío
sobre los escuadrones españoles.
La valentía de los peruanos es sublimada y salen victoriosos. Ahora
bien, esta visión disfraza la realidad: si bien confiere un papel
protagónico a los nacionales, al mismo tiempo oculta que el
batallón salvador era conformado por aguerridos montoneros, indios
a caballo, y que el triunfo se debió también a la confusión en las
filas realistas: "lo que realmente troca los resultados de la
acción es el estado de ánimo negativo del recluta colonial; la baja
moral del enemigo resultó siendo el mejor aliado de los
independientes[108]".
La imagen de Junín en "El clarín de Canterac" conforta pues la
leyenda de una batalla ganada por el solo valor de los peruanos sin
más precisiones de razas; satisface plenamente el amor propio del
lector criollo que sin titubeos, puede así reconocer como suya
esta victoria.


***
Finalmente la lectura de la gesta emancipadora que proponen las
tradiciones refleja la tentación criolla de acaparar los méritos de
la lucha restringiendo la actuación indígena. Corre pareja con una
depreciación de los Libertadores, como representantes de una
intervención extranjera en el Perú: Bolívar es así víctima de un
severo ajuste de cuentas mientras que Sucre y San Martín son
evocados casi sólo con anécdotas de la vida privada. De este modo
Palma descarta de la ficción la mitificación de los próceres.
Incorpora en cambio parte del pueblo a la literatura valorando a
montoneros mestizos como Bruno Terreros; estos figurantes,
descuidados por los historiadores del siglo pasado, son
dignificados por las tradiciones. Lo cotidiano, con pequeños
cuadros de costumbres y breves sainetes, es integrado en la
evocación de Lima. El escritor acude también a fórmulas narrativas
que funcionan como tópicos en las tradiciones: las escenas de
ajusticiamientos o el enfrentamiento de dos adversarios políticos
empapan de dramatismo unos textos mientras que otros se fundan en
una supuesta frase histórica de escaso trasfondo.
Al fin y al cabo es una minoración de la Historia la que operan
las tradiciones para el período de la Independencia así como era el
caso para el Virreinato. La poca diferencia de trato puede
interpretarse como el fruto de un desengaño palmista, muy diferente
de la ilusión romántica en la lectura de los mismos sucesos, allá
por los años cincuenta.
-----------------------
[1] Se trata de "Una moza de rompe y raja", "Justicia de Bolívar",
"El fraile y la monja del Callao" y "El coronel fray Bruno
Terreros" ; las dos últimas tradiciones luego fueron trasladadas a
otras series.
[2] Citemos a modo de ejemplos tres dramas La bandera de Ayacucho
de J.A. Márquez (1849), Rodil de Palma (1851) y El pabellón
nacional de L.Benjamín Cisneros (1853). Con motivo de la
celebración del 28 de julio los textos patrióticos de toda índole
llenaban los periódicos.
[3] Se trata de la Historia del Perú Independiente 1819-1822 de
Mariano Paz soldán (Le Havre, 1868) y de la Historia del Perú desde
la proclamación de la Independencia 1821-1824 de Sebastián Lorente
( Lima, 1876). A estos libros hay que agregar los primeros
volúmenes del Diccionario histórico-biográfico de Mendiburu .
[4] El mismo proceso lo llevó a considerar los Anales de la
Inquisición como tradiciones.
[5] Sobre este tema se podrá consultar el trabajo de la
historiadora Scarlett O'Phelan Godoy Perú y Bolivia 1700-1783,
Cusco: CBC, 1988.
[6] "El corregidor de Tinta", ed. Aguilar, págs. 684-687.
[7]Recordemos los escasísimos conocimientos de Palma acerca de
Túpac Amaru en 1853 cuando incluyó en su Corona patriótica estos
datos con el título de "D. José Gabriel Tupac Amaru":
" Era el 3 de setiembre de 1780. Los pueblos todos del Departamento
del Cuzco se hallaban en completo estado de efervescencia. El Inca
José Gabriel Tupac Amaru los habia exitado [sic] a romper el yugo
con que los humillaba el poder Ibero.
La primera chispa habia prendido.
Pero aun el pueblo no se sentia fuerte para romper el yugo - Su fé
era débil...
Era preciso que radiase la aurora del 4 de julio de 1792 para que
viniese un 9 de diciembre.
Tupac Amaru... moria pocos días después en un cadalso."
Reproducimos aquí la edición publicada en el Boletín de la
Biblioteca Nacional de Lima n° 51-52, 1969, pág. 6.
[8] Este dato es en parte equivocado pues el clérigo aludido,
Carlos Rodrigues de Avila, era presbítero de Yanaoca según S.
O'Phelan, op. cit., pág. 238.
[9] El principio de la tercera parte empieza así: "Aquí deberíamos
dar por terminada la tradición; pero el plan de nuestra obra exige
que consagremos algunas líneas por vía de epílogo al virrey en cuya
época de mando aconteció este suceso." "El corregidor de Tinta",
ed. Aguilar, pág. 684-687.
[10] "Don Antonio de Arriaga [...] hidalgo español muy engreído con
lo rancio de su nobleza despotizaba por plebeyos a europeos y
criollos". "[...] El recargo de impuestos y los procedimientos
tiránicos del visitador Areche habían producido serios disturbios,
en los que muchos corregidores y alcabaleros fueron sacrificados a
la cólera popular." Ibid.
[11] "Hubo lenguas y manos cortadas, cuerpos descuartizados, horca
y garrote vil. Areche autorizó barbaridad y media." Ibid.
[12] "Poquísimo faltó para que entonces hubiese quedado realizada
la obra de la Independencia", Ibid.
[13] Véase "Un centinela de acero", Lima: Peisa, 1976 (1a ed. 1884-
1886), págs. 46-49: " El amor a la libertad de la patria inflamaba
el corazón de los Túpac Amaru, padre e hijo; la lealtad y firmeza
de esas almas valerosas y superiores hizo nacer injusticia en
Areche y sus colaboradores. [...] José Gabriel, digno descendiente
de los incas, vio preciosa su existencia porque había soñado la
libertad de su patria, y la acariciaba cargada de benéficos
resultados para la causa de la humanidad redimida de la
esclavitud."
[14]"Los brujos de Shulcahuanga", ed. Aguilar, págs. 932-935.
[15] "-¡ A escalar el cerro! ¡Matar a ese insurgente!, gritó el
subdelegado.
Pero los indios, que estaban armados con palos y hondas,
permanecieron impasibles. Sólo una mayoría de blancos y mestizos
emprendió la ascensión." Ibid.
[16] "Sonaron algunos disparos de fusil, y un hombre vino rodando
desde la altura.
Era el cadáver de José Luz de la Verdad." Ibid.
[17] "Por quisquillas y malos tratamientos de su patrón Noriega,
fugóse Salinas con todos sus deudos y amigos, y buscó albergue en
la inaccesible altura de Shulcahuanga, desde donde, bajo el nombre
de José Luz de la Verdad, desparramaba incendiarias proclamas,
excitando a los indios a rebelarse contra el rey." Ibid. Las
cursivas son del autor.
[18] Véase acerca de Orbegoso "El canónigo del taco", ed. Aguilar,
págs. 1065-1067.
[19] "El general San Martín y el Congreso de 1823, teniendo en
cuenta la tentativa revolucionaria de 1819, dieron a Huamachuco,
que hasta entonces era pueblo cabeza de provincia, el dictado de
muy noble y fiel ciudad ", en "Los brujos de Shulcahuanga",
ibid..
[20] Carta a N. de Piérola, 8 de febrero de 1881, citada por H.
Bonneville en "Ricardo Palma au présent", Tradiciones peruanas, ed.
Archivos, pág. 606.
[21] "Asunto concluido", ed. Aguilar, págs. 891-892.
[22] "[...] satisfagamos la curiosidad del lector, si bien confieso
que en esta tradición me he embarcado con poca galleta. ¡Y digan,
que de Dios dijeron !" Ibid .
[23] Véase el tomo 3° de los Documentos Históricos del Perú de
Odriozola (Lima, 1873) que Palma tuvo al alcance de la mano . En
cambio en el momento de escribir su Corona patriótica, en 1853,
Palma sabía muy poco acerca de Pumacahua y los Angulos como lo
muestran estos apuntes:
" En 5 de agosto de 1814 tuvo lugar en la ciudad del Cuzco la
revolución llamada de Pumacahua y los Angulos. En breve tiempo
levantaron un ejército numeroso, rico en entusiasmo, aunque pobre
en armas, que se batió siete veces con las fuerzas españolas.
Derrotados al fin por el Jeneral Ramírez perecieron en el
patíbulo Pumacahua, los hermanos Angulos, el Jeneral San Roman
[sic] , y todos los principales caudillos; contándose entre éstos
el célebre y sentimental poeta arequipeño Melgar." (Boletín de la
Biblioteca Nacional, Lima, 1969, n°51-52, pág. 7).
[24] " En junio de 1814 empezó a circular el runrún de que el
brigadier Asunto concluido [el gobernador Valdehoyos...] estaba
designado por el virrey para remplazar al brigadier Pumacahua en la
presidencia de la Real Audiencia del Cuzco". Observemos de paso
que Palma se basa en una información histórica equivocada pues
Pumacahua ya no ejercía el interinato y se había retirado al campo
adonde lo fueron a buscar los patriotas cusqueños para formar una
junta de gobierno.
[25] " [...] El 2 de agosto se desbordó el torrente y estalló la
gorda con la famosa rebeldía encabezada por Pumacahua." "Asunto
concluido", ed. Aguilar, pág. 892.
[26] "Los indios que desde la hora del triunfo se habían entregado
a la bebendurria, incendiaron el cuartel, mataron al gobernador-
intendente y a más de cuarenta prisioneros, y...asunto concluido."
Ibid. Las cursivas son del autor.
[27] "El Corpus triste de 1812", ed. Aguilar, págs. 878-880.
[28] "El 29 de enero de 1810 se alzó en la ciudad de La Paz
ignominioso cadalso en el que fueron sacrificados don Pedro Domingo
Murillo y ocho de sus amigos por el crimen de haber enarbolado la
enseña revolucionaria contra el Gobierno de la metrópoli. Las
últimas, pero proféticas palabras del tan valeroso como infortunado
caudillo fueron : -Compatriotas, la hoguera que he encendido no la
apagarán ya los españoles...¡Viva la libertad!", ibid .
[29] "Antesana no dejó continuar [a Goyeneche] , interrumpiéndole
con estas palabras , según lo relata el autor de las Memorias del
último soldado de la Independencia : - No, señor general; no soy
hombre de cometer una indignidad cobarde. Estoy pronto a comparecer
ante Dios. ¡Viva la patria! " Ibid.
[30] "Don Mariano Antesana [era un] criollo acaudalado y de gran
prestigio en el pueblo por su ilustración y por lo enérgico de su
carácter." Ibid.
[31] "En aquel feroz combate, el flamante conde de Guaqui
[Goyeneche], sable en mano y a la cabeza de su escolta, espoleaba
el caballo sobre los fugitivos, gritando: -¡ Que no quede vivo uno
solo de esta canalla ! Y en efecto no se tomó un solo prisionero, y
la soldadesca se entregó salvajemente al repase de los heridos".
Las cursivas son del autor.
[32] Ed. Aguilar, págs. 838-840.
[33] "Don Gabriel [...] oyó contar de Robespierre y de los
girondinos y de la Revolución francesa, que se le puso el cerebro
en ebullición y como olla de grillos, y se vino al Perú con el
firme propósito de destruir el poder colonial y restablecer la
monarquía incásica. Y vean ustedes si sería patriota y abnegado
cuando no aspiraba a ser dueño de mazorca, sino a poner en
posesión de ella al primer prójimo que le comprobara ser chozno o
tataranieto de Atahualpa o de su hermano Huáscar." Ibid.
[34] "Don Tadeo López, el condecorado", ed. Aguilar, págs. 883-886.
[35] En el larguísimo artículo dedicado a Abascal éstas son las
líneas consagradas por Mendiburu a Tadeo López:
"Un comerciante de libros llamado D. Tadeo López, natural de Lima,
tenía ideas muy exaltadas contra los de España, y muchas veces
sufrió por eso fuertes correciones. Quiso establecer un periódico y
careciendo de tipos se propuso fundirlos. Lo consiguió a fuerza de
trabajo y gastos crecidos, dando por fin a luz "El Peruano
Liberal". López no era hombre de letras, y se valía de diferentes
plumas para su empresa. Uno de sus amigos redactó un prospecto algo
descomedido, y dispuesta la forma pasó a la prensa, estampándose en
raso blanco aquel escrito por el mismo D. Tadeo. Este tomó el
primer ejemplar como la primicia de los tipos fabricados en Lima; y
seguido de gente con mucho alborozo y estruendo de cohetes, se
dirigió al Palacio con aquel presente, que visto por Abascal causó
su justo enojo, despidiendo con rigor y amenazas al citado López
que no había leído lo que iba timbrado en el raso. El cabildo le
concedió una medalla de oro con brillantes a título de "premio al
mérito"; y como López se presentase con ella en público, fue
llamado por el Virrey, quien disgustado por el avance del Cabildo,
y las irrespetuosas contestaciones de López, le arrancó del vestido
la medalla, arrojándola al suelo. Después se la devolvió destruida
a golpes de martillo, enviándole por separado los diamantes. Sobre
este particular hubo explicaciones del Cabildo y reconvenciones del
Virrey." En Diccionario histórico biográfico del Perú, Lima:
Arica, reed. 1976 (1874), t. 1, pág. 111.
[36] El personaje palmista ostenta un traje ridículo a la manera
del Buscón de Quevedo: "Mandóse hacer por el mejor sastre de Lima
una casaca azul bordada de seda, y con pantalón a la rodilla, media
filipina, zapato con virillas, espadín al cinto y sombrero de tres
candiles, echóse a la plaza un día de fiesta solemene, ostentando
sobre el pecho la medalla. Creo que fue el domingo de Ramos y en
momento de pasar por la catedral la procesión del borriquito [...]
López vestido de mojiganga, fue rechiflado por los muchachos
[...]." "Don Tadeo López el condecorado", ed. Aguilar, págs. 883-
886.
[37] "Desde 1809 había entrado furiosamente en Lima la moda de
conspirar, y Abascal se veía moro para desenredar marañas. [...]
Otro gobernante asustadizo habría echado la zarpa encima a cuantos
prójimos saliesen de San Pedro y provocado con ello alarma y
escándalo; pero Abascal se conformó con hacer la del gato, que
maúlla y espanta a los ratones." Ibid.
[38] "El artículo de fondo era una cantárida, como que lo había
escrito, sin encomendarse a Dios ni al diablo, un muchacho fogoso,
colegialito de San Carlos. Hablábase allí de autonomía y de pueblo
soberano, y de cadenas y de águila caudal de pensamiento [...] y
todas esas frases de pirotécnica patriotera que echándolas a
granel, sin orden ni concierto, producen, no un puchero ni una
algarabía, sino un editorial de veintiocho de julio." Ibid.
[39] La otra fuente citada en la tradición es el satírico José
Joaquín Larriva, amigo de Abascal y autor de un entremés sobre
Tadeo López La ridiculez andando o la medalla de López (1813),
reeditado en la Colección de Documentos Literarios de Odriozola
(1864)
[40] Macera, Pablo: Historia del Perú, Lima: Bruño, sf, t.3, págs.
55-56.
[41] En 1872 se agregan estas líneas: "Que Abascal era valiente
hasta la temeridad lo comprueba, entre muchas acciones de su vida,
la que vamos a apuntar. [...] El virey [...] sin esperar escolta,
penetró solo en los cuarteles de los sublevados, bastando su
presencia y enerjía para restablecer el orden." Compton, Merlin D.
: La trayectoria de las primeras tradiciones de Ricardo Palma,
Madrid: Benzal, 1989, págs. 127-138.
[42] En 1883 Palma agrega una larguísima cita de Lavalle en la que
figuran estas líneas: "Dicen que en Lima se le instó a Abascal para
que colocase sobre sus sienes la corona de los Incas. [...] Hombre
al fin, sus ojos se deslumbraron con el resplandor del trono y
dicen que vaciló un momento. Pero volviendo luego en sí tomó su
sombrero, y salió con reposado continente al balcón de palacio, y
todos lo escucharon atónitos hacer la solemne proclamación de
Fernando VII y prestar juramento al nuevo rey." Ibid.
[43] El cuento de los tres saquitos de sal, habas y cal hallados
por Abascal no está recopilado por Mendiburu, ni mucho menos
apuntado por Abascal en su Memoria.
[44] "En el carácter de Dictador y pacificador de Sud-América que
Abascal se había apropiado, su intención era destruir la Junta de
Quito por medio de la fuerza [...]." Op. cit., pág. 94.
[45] "Fue el conde de la Vega el primer hombre que en el Perú y a
las barbas del virrey, tuvo coraje para llamar soberano al pueblo."
Ed. Aguilar, págs. 825-832.
[46] "[...] el señor conde no fue ningún liberalito de agua tibia,
sino un patriota de camisa limpia y a quien costó no poco la
independencia del Perú." Ibid.
[47] Esta dualidad corrobora el análisis de F. Peyrègne en La
construction du personnage historique (Lille: Covo, PUL, 1991)
cuando comprueba que la representación literaria de un personaje
histórico tiende a la caricatura o a la mitificación.
[48] "El coronel fray Bruno", ed. Aguilar, págs. 964-968.
[49] "¿ Fraile y coronel ?
Líbreme Dios de él." Ibid.
[50] En La Independencia ( Lima: Labor, 1988, págs. 230-231) el
historiador Virgilio Roel Pineda evoca casualmente la actuación de
los realistas en el pueblo de Terreros: "[...] en Chupaca
[Carratalá] se hizo pasar por independiente, reunió al pueblo
chupaquino en la plaza, y allí los masacró a balazos y luego de
entrar a saco de casa en casa, incendió Chupaca; antes de abandonar
este martirizado pueblo, colgó a algunos vecinos y dejó cruzado de
azotes a los restantes."
[51] "Nuestro humilde franciscano convirtióse en irritado león,
amotinó a los indios y la tropa escapó a descalzaperros.
Desde ese día fray Bruno colgó los hábitos, se plantó al cinto
sable y pistolas y, trabuco en mano, se puso a la cabeza de
doscientos montoneros [...]." Ed. Aguilar, págs. 964-968.
[52] "Cuentan que fray Bruno Terreros trataba sin misericordia a
los españoles que tomaban prisioneros después de alguna
escaramuza, y que su máxima era: -De los enemigos, los menos. Pero
esta aseveración no la encontramos suficientemente comprobada en
los boletines y gacetas de aquella época." Ibid.
[53] Ed. Aguilar, págs. 940-941.
[54] Ed. Aguilar, págs. 958-962.
[55] Véase en Corona patriótica, págs. 9-10, "D. José Olaya"
("La heroicidad de este mártir de la patria es tanto más digna de
recomendarse, cuanto que era un pobre pescador chorrillano...") y
"Doña Andrea Bellido" ("... Al tomar declaración a la Bellido sobre
la carta, hallaron que no hablaba el idioma castellano ni podria
escribirlo ... Murió a la edad de 61 años. ¡Gloria a la heroina!")
[56] Asimismo "Una frase salvadora" (ed. Aguilar, págs. 975-976) es
una tradición que pretende recordar el sacrificio de un soldado
"salv[ando] del olvido histórico el nombre de ese valiente" pero,
al fin y al cabo, Palma sólo apunta su nombre mientras se explaya
elogiando la actuación del general Lavalle en la retirada a
Moquegua de 1823.
[57] Ed. Aguilar, págs. 968-971.
[58] "El secreto de confesión", ed. Aguilar, págs. 1028-1030.
[59] Véase "Los veinte mil godos del obispo", ed. Aguilar, págs.
946-948.
[60] "Sabed, pues, hermanos y oyentes míos, que declaro excomulgado
vitando a todo el que gritare ¡viva San Martín!, porque es lo mismo
que mofarse impíamente de la santidad que Dios acuerda a los
buenos." "El padre Pata", ed. Aguilar, págs. 948-949.
[61] Véanse por ejemplo "La hija del oidor" y "Don Dimas de la
Tijereta".
[62] La tradición "El primer cónsul inglés" refiere de modo
conciso la vida cotidiana hecha de abusos y atrocidades en la Lima
de 1824, retomada por los realistas. Ed. Aguilar, págs. 1001-1004.


[63] O. Holguín Callo cita esta crítica acerba escrita después de
la representación del drama (1852): "[Rodil] presentándose
enamorado, en tiempos para él calamitosos; piensa en amar a
Margarita y poseerla en el instante que los insurgentes
bombardeaban el castillo y su vida corría un gran peligro: los que
han conocido a Rodil, aquellos que pueden asegurar que su vida ha
estado casi siempre escenta [sic] de lances de amor, harán resaltar
esta inverosimilitud de la obra." Op. cit. pág. 328.
[64] "El fraile y la monja del Callao", ed. Aguilar, págs. 1034-
1039.
[65] "Durante el sitio [Rodil] disparó sobre el campamento de
Bellavista, ocupado por los patriotas, 9553 balas y 34 713 tiros de
metralla [...]. Los patriotas, por su parte, no anduvieron cortos
en la respuesta, y lanzaron sobre las fortalezas 20 327 balas de
cañón, 317 bombas e incalculable cantidad de metralla." Ibid.
[66] "El secreto de confesión", ed. Archivos, págs. 271-273.
[67] "El primer cónsul inglés", ed.Aguilar, págs. 1001-1004.
[68] "Un general de antaño", ed. Aguilar, págs. 985-989.
[69] "La guerra separatista del Perú", ed. Aguilar, págs. 1489-
1493.
[70] Un caso único es la tradición "Córdova" conformada con un
poema de diez estrofas que exaltan el coraje de Córdoba en la
batalla de Ayacucho. Ed. Aguilar, págs. 992-993.
[71] Carta a Carlos Basadre, febrero de 1904. De hecho las
Tradiciones en salsa verde no figuran en la edición Aguilar, pese
a titularse Tradiciones peruanas completas.
[72] Se trata de "La fiesta de San Simón Garabatillo" (incluida en
la Primera serie en 1883), "Justicia de Bolívar "( de 1877), "La
revolución de la medallita" y "Bolívar y el cronista Calancha"
(1893), "La vieja de Bolívar", "Las tres etcéteras del Libertador",
"La carta de la Libertadora" (1899), "La última frase de Bolívar"
(1906), "Un desmemoriado" y "La pinga del Libertador" (Tradiciones
en salsa verde), "Una chanza de inocentes" y "Entre libertador y
dictador".
[73] Fue incluida en la Cuarta serie antes que se desencadenara la
polémica sobre el ensayo Monteagudo y Sánchez Carrión.
[74] "Justicia de Bolívar", ed. Aguilar, págs. 999-1001.
[75] "El clarín de Canterac", ed. Aguilar, págs. 1006-1007.
[76] "Bolívar y el cronista Calancha", ed. Aguilar, págs. 1015-
1018.
[77] " Sus ojos [eran] negros y penetrantes; pero al hablar no
miraba de frente. [...] La expresión de su semblante, cautelosa,
triste y algunas veces de fiereza. Su carácter, viciado por
adulación, arrogante, caprichoso y con ligera propensión al insulto
[...]." Ed. Aguilar, pág. 1016.
[78] Ed. Aguilar, págs. 1030-1031.
[79] "En los cuatro años de su permanencia en el Perú, tuvo el
Tesoro nacional que pagar ocho mil pesos ¡¡¡8000!!! invertidos en
agua de Colonia para uso y consumo de su excelencia el Libertador
[...]." "Las tres etcéteras del Libertador", ed. Aguilar, págs.
1012-1015.
[80] "Si don Simón Bolívar no hubiera tenido en asunto de faldas
aficiones de sultán oriental, de fijo que no figuraría en la
Historia como libertador de cinco repúblicas", ibid.
[81] "De ti viene todo/ lo bueno, Señor/ nos diste a Bolívar, /
gloria a ti, gran Dios." "La carta de la Libertadora", ed. Aguilar,
págs. 1010-1012.
[82] "Bolívar fundó a los godos/ y desde ese infausto día,/ por un
tirano que había/ se hicieron tiranos todos." Ibid.
[83] Ed. Aguilar, págs. 1020-1021.
[84] Ed. Archivos, págs. 299-300.
[85] [...] Prez y gremio de maridos, era imperturbable en el
propósito de esquivar la guerra civil en el hogar, soportando con
patriarcal cachaza las impertinencias de un cuñado [...]." "Pico
con pico y ala con ala", ed. Aguilar, págs. 963-964.
[86] "El padre Pata", ed. Aguilar, págs. 948-949.
[87] "Con días y ollas venceremos", ed. Aguilar, págs. 959-962.
[88] "[...] el héroe argentino tenía en mira [...] pisar Lima sin
consumo de pólvora y sin, lo que para él importaba más, exponer la
vida de sus soldados, pues en verdad no andaba sobrado de ellos."
Ibid.
[89] Ibid.
[90] Sobre San Martín y Bolívar, Palma coincide con Bartolomé Mitre
cuya Historia de San Martín y la emancipación sudamericana (1877-
1883) elogia en una larga reseña (ed. Aguilar, págs. 1499-1504).
[91] Véase la nota 88.
[92] "Sucre, como hombre de mérito superior, era modesto hasta en
su traje, rara vez colocaba sobre su pecho algunas de las
condecoraciones conquistadas, no por el favor ni la intriga, sino
por su habilidad estratégica y su incomparable denuedo en los
campos de batalla, en quince años de titánica lucha contra el poder
militar español." Ed. Aguilar, pág. 1042.
[93] "¿Cara o sello?", ed. Aguilar, págs. 1007-1008.
[94] "No se pega a la mujer", ed. Aguilar, págs. 1018-1019.
[95] Ibid.
[96] "El primer gran mariscal del Perú", ed. Aguilar, págs. 949-
951.
[97] Véanse "Con días y ollas venceremos", "Pico con pico y ala con
ala", "Garantido todo lino", "Una frase salvadora", "A muerte me
huele el godo" , "Los jamones de la Madre de Dios", "La maldición
de Miller", "Pan, queso y raspadura".
[98] "[...] siempre que veía a los infantes próximos a ser
envueltos por el enemigo se lanzaba con sus granaderos sable en
mano, sobre las columnas realistas, dando así lugar a los patriotas
para adelantar camino", en "Una frase salvadora", ed. Aguilar,
págs. 975-976.
[99] La excepción sería Córdoba al que ya nos referimos y que es
objeto de la única tradición con forma poemática en las Tradiciones
peruanas. Luis Capella Toledo a quien Palma cita en más de una
tradición sobre la Independencia es autor de una extensa "leyenda
histórica" sobre Córdoba. "Un ordenanza infame" presenta la vida
andariega de éste por el continente, acompañado de una adolescente,
quizá hija suya. En lugar de la exaltación del héroe, la tradición
desemboca en un melodrama familiar pues el general mata a su
ordenanza para recobrar el honor perdido. "Un ordenanza infame", en
Tradiciones hispanoamericanas, Caracas: Ayacucho/E. Nuñez, 1979,
págs. 85-88.
[100] Por ejemplo no es aludida la batalla de Quiapata del 2 de
mayo de 1821 sobre la que el historiador V. Roel Pineda escribe:
"ninguna batalla de las guerras de Independencia fue tan
devastadora para el enemigo como la de Quiapata; ninguna ocasionó
tantas bajas a los coloniales", La Independencia, Lima: Gráfica
Labor, 1988, pág. 228.
Este silencio puede explicarse por la falta de datos y la lectura
selectiva de la historia del Perú a todo lo largo del siglo XIX,
una lectura propensa a omitir el papel de los indígenas.
[101] "La maldición de Miller", ed. Aguilar, págs. 991-992.
[102] "Los jamones de la Madre de Dios", ed. Aguilar, págs. 989-
991.
[103] "Pan, queso y raspadura" fue agregada a la Segunda serie en
la edición completa de 1883.
[104] "Pan, queso y raspadura" forma un díptico con "Con días y
ollas venceremos", la graciosa contraseña que habría escogido San
Martín tres años atrás para tomar Lima. Las dos tradiciones fueron
agregadas una tras otra en la Segunda serie.
[105] "Sucre vestía levita azul cerrada con una hilera de botones
dorados, sin banda, faja, ni medallas, pantalón azul, charreteras
de oro y sombrero apuntado con orla de pluma blanca. El traje de La
Mar se diferenciaba en que vestía casaca azul en lugar de levita.
Córdova tenía el mismo uniforme de Sucre y, en vez de sombrero
apuntado, un jipijapa de Guayaquil" en "Pan, queso y raspadura",
ed. Aguilar, págs. 993-999.
[106] "El clarín de Canterac" está en la Séptima serie, ed.
Aguilar, págs. 1006-1007.
[107] "Ese clarín parecía tener el don de la ubicuidad. Se le oía
resonar en todas partes; era como la simbólica trompeta del juicio
final. " Ibid.
[108] V. Roel Pineda, op. cit. págs. 397-399.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.